P. Miguel Ángel García Morcuende • Rediseño y revitalización de las presencias salesianas
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[b] Esencial para el rediseño es también
la conversión de las personas a una vida
consagrada madura, serena y equilibrada
y al compromiso de devolver la fuerza al
carisma expresado en la misión.
Por lo tanto:
• La conversión o la convicción de que el cam-
bio y la transformación son necesarios para
superar la rutina, la desvitalización de las
comunidades y la disfuncionalidad de los
servicios. En una época de cambios rápi-
dos, vivir el don del Evangelio y devolver-
lo al mundo, como Salesianos, nos exige
un discernimiento permanente, una revi-
sión seria de nuestras opciones prácticas
y la valentía de iniciar nuevos caminos de
presencia y testimonio. Ni la conversión ni
el discernimiento son realidades automá-
ticas. Se nos pide arriesgar con confianza,
porque la lectura creyente de la realidad no
es en absoluto simple ni evidente.
• Se piensa erróneamente que el cambio
depende de un acto administrativo, de una
medida normativa o de un traslado de per-
sonas. Hay que fomentar entre los herma-
nos actitudes positivas y constructivas hacia
el rediseño y la reestructuración, ayudándo-
les a captar el kairós actual que nos impul-
sa al discernimiento, a centrarnos en los
valores del Evangelio y de nuestro carisma.
3 Motivaciones de quienes se
oponen al rediseño
• «La inspectoría tiene su propia identidad
específica que hay que salvar». Esta actitud
suele incluir, erróneamente, la creencia de
que la estructura es más importante que la
vida evangélica de las personas. Se basa en
que las personas pasan y las estructuras per-
manecen. Una vida apostólica y comunita-
ria sin preguntas y, por tanto, sin respues-
tas. Por otro lado, hay quienes han tenido
experiencias dolorosas en otras reestructura-
ciones y no han superado los traumas que
produjeron (por lo tanto, personas con pre-
juicios que deben superarse).
• «Reducir las presencias salesianas disminu-
ye el contacto y la inserción entre la gente
y, por tanto, debilita la pastoral juvenil y el
nacimiento de nuevas vocaciones. Significa
centrarse más en la cantidad que en la cali-
dad, bloqueando así los cambios renova-
dores. Pero también significa eludir el aná-
lisis de la situación: sobre las personas, su
edad, su preparación, sus competencias,
las posibilidades reales de la inspectoria,
sin perder la perspectiva y el sentido de la
realidad cuando estamos atrapados por mil
compromisos apostolicos.
• «Cerrar una casa es resignarse a la propia
muerte», es decir, el miedo a lo descono-
cido. Hay tres aspectos que suelen produ-
cir más obstáculos: los espacios, los afec-
tos (experiencias, pasiones) y los objetos.
Reconozcámoslo: las decisiones se toman
sobre el futuro, no sobre el pasado. Sin
embargo, cuando discernimos y decidi-
mos, tendemos a considerar más el pasa-
do que el futuro, en lugar de dejar, como
Abraham, nuestra tierra (cf. Gen 12,1. 4a).
• Resistencias y obstáculos por parte de obis-
pos, padres de familia, profesores, autori-
dades civiles, etc.: la reestructuración suele
implicar la supresión de cargos represen-
tativos o de importancia por los servicios
cualificados que prestamos en la Iglesia o
en la sociedad. Por lo tanto, es necesario
discernir para que no prevalezcan los inte-
reses particulares sobre los universales; los
intereses de una Iglesia particular sobre el
bien de la Iglesia universal; los intereses de
un pueblo o de algunas familias sobre los
de otros pueblos y familias más necesita-
dos; que no prevalezca el bien de algunas
personas individuales sobre el bien de la
Congregación.
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