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FLASH
Animación Pastoral Juvenil Salesiana
Número 3. Febrero 2023
Cualificar y acompañar
al salesiano en y para la misión
P. Miguel Ángel García Morcuende
Consejero General Pastoral Juvenil
SECTOR PASTORAL JUVENIL
Salesiani di don Bosco SEDE CENTRALE SALESIANA

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Cualificar y acompañar
al salesiano en y para la misión
P. Don Miguel Ángel García Morcuende
Consejero General Pastoral Juvenil
1 La vocación y el ministerio
nos configuran
En la llamada está incluida la tarea de
dedicarse totalmente a la misión
[1] Todo instituto de vida consagrada nace
de un carisma, que no es clerical ni laico,
sino un don del Espíritu Santo que señala al
Fundador un aspecto particular del misterio de
Jesucristo. Este don viene asumido y reactua-
lizado como un servicio concreto para el mundo
de su tiempo. También la Congregación sale-
siana es, pues, memoria y profecía del reino
de Dios para el mundo de los jóvenes.
El carisma de los fundadores de las congre-
gaciones religiosas y la mentalidad apostóli-
ca que sostiene sus proyectos son reconoci-
dos por la Iglesia como concreciones del evan-
gelio de Jesucristo. Son, si se quiere, legítimas
acentuaciones de un aspecto peculiar del Evan-
gelio. «La vida consagrada, bajo la acción
del Espíritu Santo, que está en el origen de
toda vocación y de todo carisma, se con-
vierte en misión, como lo fue toda la vida
de Jesús» (Vita Consecrata 72).
Para nosotros es verdad lo que Vita Conse-
crata dice en general sobre las personas con-
sagradas: «En su llamada está incluida la tarea
de dedicarse totalmente a la misión» (n° 72),
como es verdad que en el cumplimiento de
la misión encontramos los destinatarios, la
motivación y los estímulos para vivir a fondo
ese amor de Dios.
En el caso de Don Bosco, no hace falta más
que abrir las Constituciones para descubrir
de inmediato la referencia evangélica: la Socie-
dad Salesiana, no es «fruto de una idea huma-
na, sino de la iniciativa de Dios» (Const. 1) y
está llamada ‘a ser sacramento de salvación’
para la juventud: «signos y portadores del
amor de Dios a los jóvenes, especialmente a
los más pobres» (Const. 2).
Estas palabras cualifican el modo de acce-
so al evangelio de Jesucristo, en otras pala-
bras, los Salesianos optamos por acceder al
evangelio y vivirlo al modo como lo entendió
Don Bosco. Nuestra vida consagrada tiene
una realización original en el carisma salesia-
no y, por lo tanto, la formación según dicho
carisma no es, pues, un ejercicio de arqueolo-
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P. Miguel Ángel García Morcuende Cualificar y acompañar al salesiano en y para la misión
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gía romántica, sino un ejercicio de fidelidad y
autenticidad.
[2] En estos últimos años, los Capítulos
Generales y los Rectores Mayores han estimu-
lado a los salesianos a tomar mayor concien-
cia de nuestra identidad carismática, deriva-
da de la espiritualidad, heredada, comparti-
da y vivida como vocación personal; pero,
además, nos han invitado a redescubrir todas
sus dimensiones a diferentes niveles, como
es nuestra identidad apostólica específica:
un apostolado cualificado, no «genérico». De
ello se desprende que también esta identi-
dad se distingue de la iglesia local y de otras
Familias religiosas que han surgido y surgen
como respuesta directa a ciertas urgencias
pastorales y a las necesidades de la sociedad.
De hecho, continuamos a realizar nuestro
servicio al Evangelio en la Iglesia universal,
insertándonos en la misión eclesial que nos
permitan desarrollar las riquezas de nuestra
vocación salesiana. Como salesianos, forma-
mos parte de la pastoral orgánica de la igle-
sia local, pero no como una pastoral «que cubre
servicios” sino como una propuesta educati-
va y evangelizadora que tiene en cuenta la
naturaleza apostólica recibida de nuestro Fun-
dador y reconocida por la Iglesia.
2 Algunos síntomas
de debilidad pastoral
[1] Debemos dar gracias a Dios porque en la
Congregación salesiana hay un numero enor-
me de salesianos entregados a la misión, vien-
do en comunidades sencillas, orantes, frater-
nas y cercanas al pueblo. Hombres de Dios,
que poseen familiaridad personal con su
Palabra y se acercan al Señor con un cora-
zón dócil y disponible, para que el Espíritu
penetre a fondo en sus pensamientos y sen-
timientos y engendre dentro de sí «la mente
de Cristo» (1 Cor 2,16).
Salesianos que viven una espiritualidad
encarnada en medio de la gente sencilla y de
los jóvenes. Hermanos que testimonian un
nuevo humanismo cristiano desde el com-
promiso con las personas, con sus derechos
humanos, con la justicia en los diversos con-
tinentes de acuerdo con la situación de la Igle-
sia, de sus culturas y de los signos de los tiem-
pos y de los lugares.
[2] No obstante esta hermosa realidad,
debemos preguntarnos por qué a veces cons-
tatamos algunas expresiones de insatisfac-
ción en el ámbito de la misión salesiana,
ciertos signos de debilidad pastoral o pérdi-
da gradual del gusto al propio trabajo educa-
tivo-pastoral salesiano. Esta ausencia de iden-
tidad apostólica puede acechar a algunos de
los hermanos de nuestras inspectorías.
En primer lugar, advertimos a veces la
discrepancia entre la misión actual y la
formación educativa y pastoral recibida
Una manifestación de este desequilibrio es el
“genericismo pastoral”, la falta de identidad
de la vida apostólica salesiana, el ofrecer ser-
vicios sin la mediación específica del propio
carisma que termina por hacernos poco signi-
ficativos. Y, con ello, el peligro de la acentua-
ción del individualismo, de la función jerár-
quica o exclusivamente del ministerio orde-
nado del salesiano, dando importancia solo,
o predominantemente, a una pastoral exclu-
sivamente sacramental o litúrgica.
Seguramente existieron motivaciones ini-
ciales apostólicas para la vida salesiana, fuer-
temente centradas en el servicio a los jóve-
nes, pero poco a poco disminuyeron y se trans-
formaron: el denominador común de este
«enfriamiento carismático» es la separación,
sea física que afectiva del mundo juvenil. Así,
el salesiano pierde entusiasmo e interés por
la actividad apostólica salesiana y degenera
siempre en dinámicas que no ayudan en nada
a la construcción de la CEP y de la comunidad
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salesiana. Ellos mismos sienten que la misión
encomendada por la inspectoría mortifica sus
posibilidades.
Aparecen enseguida problemas como la
ausencia de corresponsabilidad, la minusva-
loración del modelo salesiano, la excesiva
dependencia de la diócesis, el afán por la pro-
pia imagen, el prestigio o deseo de tener car-
gos de importancia; etc. Salesianos, por des-
gracia jóvenes, que piensan que porque son
religiosos no tienen las mismas obligaciones
que los profesores del colegio o que pueden
permitirse el lujo de faltar a sus obligaciones.
En segundo lugar, podemos caer en la
errónea concepción de que la misión es
solamente “un aspecto” que se aborda en
un momento dado en la formación
Por tanto, la acción educativo-pastoral sale-
siana es un elemento externo yuxtapuesto
a la consagración, no es un elemento cons-
titutivo de esta. El planteamiento de la “gra-
cia de unidad», esto es, el modo armónico
y completo de la fisonomía de la espirituali-
dad y vida salesiana, se sitúa de forma muy
ambigua en el centro del corazón del religio-
so apóstol; vivir en unión con Dios y ser diná-
mico en el apostolado no forma una síntesis
que unifique la vida de la persona, no es una
fuente de una espiritualidad particular.
Según esta perspectiva engañosa, el apos-
tolado ayuda en la formación de los jóvenes
salesianos solo de una manera indirecta, en
la medida en que les permite hacer experien-
cias, probar sus propias fuerzas, entender las
necesidades de las personas, encontrar un
equilibrio entre el hacer y el ser. En otras pala-
bras, el dinamismo de la actividad apostólica
es entendido solo como “un entrenamiento”
para aprender funciones necesarias en la futu-
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ra misión, no en vistas de la plenitud de la
vida religiosa.
Nos encontramos con jóvenes salesianos
cuya formación y práctica pastoral se
ha limitado al tiempo del noviciado y
posnoviciado
Sin un apoyo constante en todas las etapas,
que permita una incorporación progresiva y
continua de nuestro modo de ser pastores,
la misión específica en las casas se queda en
la esfera de la superficialidad, con muchas
adherencias personales. El conocimiento de
Don Bosco y de nuestra historia, la profundi-
zación de nuestra espiritualidad en referen-
cia al Evangelio, son indispensables y urgentes
en todas las etapas. Pero también es urgente
organizar la reflexión y transmisión del mode-
lo educativo-pastoral de nuestra pastoral juve-
nil salesiana. A veces se echa en falta un iti-
nerario orgánico bien definido y practicable,
pedagógicamente completo.
En el análisis de los casos de abandonos en
la Congregación, es evidente que la ausencia
de identidad y de pertenencia juegan un papel
decisivo. Sin duda, la serie de elementos des-
critos pueden tener que ver en parte con el
tipo de formación en y para la misión que ofre-
cemos.
3 Identidad
a partir de una nueva conciencia de misión hoy
[1] La identidad de un instituto o Congregación
de vida apostólica necesita continuamen-
te una actualización, requiere una auténtica
“conversión pastoral” que tiene mucho que
ver con el cambio de paradigma en la forma
de entender la sociedad, las dinámicas cultu-
rales y, en nuestro caso, la evangelización del
mundo de los jóvenes. Ello requiere asumir
una nueva forma de acercarse a los jóve-
nes (discernimiento) en sus laberintos inte-
riores, en sus preocupaciones y sueños.
La vida consagrada Salesiana ha nacido
para introducir la novedad del Espíritu, debe
situarse allí donde el Espíritu la lleva, allí
donde es posible anunciar y testimoniar
“buenas noticias de Dios” en la acción edu-
cativo-pastoral con los jóvenes.
La tentación del inmovilismo, la tendencia
a instalarse y perder la capacidad de cambio,
ilusión y creatividad puede acecharnos. Esta
resistencia al cambio y la dificultad dialogar fe,
cultura y vida constituye un obstáculo para
poder proponer pastoralmente la “novedad”
del evangelio, para responder con impulso
misionero a las nuevas necesidades, para dejar-
se interpelar por los signos de los tiempos de
la cultura juvenil, y encarnar hoy el corazón
inquieto y siempre en búsqueda que carac-
terizó a Don Bosco.
Como salesianos no solo respondemos a
los desafíos de los distintos contextos de for-
ma profesional, ofreciendo buenos servicios
educativos y excelentes estructuras de aco-
gida; nuestra propuesta asume una forma
carismática y profética, que presenta a nues-
tros destinatarios prioritarios de hoy espiri-
tualidad, evangelio. Por opción vocacional,
queremos estar junto a la gente sencilla y a
los jóvenes más desfavorecidos, más pobres,
más olvidados; a quienes no tienen a nadie
que le eche a la piscina, cuando se remueve
el agua (cf. Jn 5,1-16).
[2] Según esto, una formación a la vida con-
sagrada, con sus características esenciales (la
profesión de los consejos evangélicos, la vida
comunitaria y la peculiar espiritualidad) debe
preguntarse ¿qué características ha de tener
el apostolado en este tipo de vida religiosa?
¿Es la identidad de la vida consagrada la que
configura la misión? O ¿es la misión en el esce-
nario educativo-pastoral de los jóvenes la que
configura con un rostro peculiar a la vida con-
sagrada? ¿es la misión simplemente la luna que
gira en torno al sol, que es la vida consagrada?
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La acción apostólica, y para nosotros con-
cretamente la elección de la educación,
dentro del proyecto de vida consagrada,
se convierte en lugar privilegiado de
encuentro con Dios y, por tanto, un cami-
no de santidad, hasta el punto de que se
puede decir que el salesiano está llamado
a santificarse educando. Se trata de hacer
del compromiso por la educación el espa-
cio espiritual y el centro pastoral de la pro-
pia vida, de la oración, de la profesionali-
dad y de la vida cotidiana.
Colaboradores de Dios, «enviados» por Él a
través de aquellas mediaciones en las que
vemos la expresión de Su voluntad, en pri-
mer lugar, la profesión religiosa en la que
hemos manifestado el propósito a seguir Su
llamada, y estando unidos a Él en Su obra en
favor el mundo y a cada persona.
Nuestra misión, hay que reiterarlo, se cen-
tra en el ámbito de la juventud y sigue el itine-
rario educativo. Entre estas coordenadas se
ha manifestado el carisma y en ellos segui-
mos encontrando el secreto de nuestra posi-
ble vitalidad.
[3] Por ello, la formación del salesiano debe
ser cada vez más sensible hacia los modelos
holísticos. Para que el joven hermano en for-
mación pueda crecer armónica e integral-
mente, en todos los aspectos de su perso-
na y de su ser salesiano, en cada etapa de
su formación se deben cuidar todas las dimen-
siones de la formación (la humana, la espiri-
tual, la comunitaria, la intelectual y la pasto-
ral). Cada una de estas dimensiones entra en
la siguiente, unificando e integrando toda la
persona.
El objetivo de la formación salesiana consis-
te en modelar en nuestros jóvenes los «senti-
mientos del Hijo» (cf. Vita Consecrata 66): con-
figurarse con él y asociarse a su entrega a los
más necesitados; testimoniar la práctica de la
misericordia, la compasión y la solidaridad con
todos, especialmente con los jóvenes últimos
y excluidos; salir al encuentro de la gente sen-
cilla y evangelizar a través del mundo educa-
tivo; asumir la especificidad de las opciones
apostólicas junto con los laicos; cultivar la sen-
sibilidad social y misionera; madurar la forta-
leza espiritual ante los inevitables fracasos o
conflictos pastorales; expresar la alegría en el
seguimiento del Señor y la pasión por el Rei-
no; cuidar la adecuada preparación y la calidad
del trabajo educativo, recordando la expresión
de don Bosco: “Yo por vosotros estudio, por
vosotros trabajo, por vosotros vivo por voso-
tros estoy dispuesto incluso a dar mi vida”
(Const. 14). Esta orientación apostólica debe
estar presente y ser propuesta explícitamen-
te durante todo el período de formación. Debe
ocupar un lugar en la oración, la reflexión, las
experiencias educativas y los compromisos
asumidos por los formadores y formandos.
No es saludable una formación estructura-
da esencialmente solo en torno a dos polos:
el estudio y la piedad personal. Responde a
una idea de la formación como proceso jurídi-
co donde se insiste en las exigencias canónicas
y en los aspectos formales y externos de la con-
ducta de los jóvenes en formación. Es necesa-
rio la “desacademización” del proceso forma-
tivo (esto es cuando los estudios son el úni-
co referente de dicho proceso y el criterio de
discernimiento de una etapa a otra). Si la for-
mación como tal tiene que ver con el proce-
so propio de todo cristiano de asimilar el evan-
gelio y hacerlo vida para alcanzar en la medi-
da de lo posible la talla de Cristo, hay que
cambiar de perspectiva.
[4] En conclusión, la perspectiva confi-
guradora de la formación debe ser la misión
específica del salesiano: «La misión da su
tono concreto a toda nuestra existencia» (C
3). No nos formamos para una vida consagra-
da genérica, sino con vistas a la misión que
tenemos en la Iglesia. Somos una Congrega-
ción apostólica. La llamada de Dios nos ha lle-
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gado a través de la experiencia de la misión
juvenil; ha sido para muchos la chispa que
encendió el fuego del discipulado.
Nuestra consagración y vida comunita-
ria deben orientarnos hacia la misión fun-
damental que tenemos como salesianos.
De ahí la importancia de ser fieles a fijar
nuestro estilo de vida, nuestra presencia y
nuestras opciones apostólicas y de servi-
cio según las pautas heredadas de don Bos-
co y de nuestro magisterio. La Congrega-
ción debe alcanzar, en sus diversas partes
y personas, la especificidad que pone de
manifiesto su rostro característico y su
misión de manifestar en el mundo y en la
Iglesia la imagen del «Buen Pastor».
Tenemos sentido como Congregación en la
medida en que nos ponemos al servicio de la
misión. Y esta misión es la de toda la Iglesia:
evangelizar, pero con nuestras connotacio-
nes específicas. Formarse sin esta perspecti-
va es una desventaja que prepara grandes fra-
casos y dolorosas decepciones.
4 Pasos concretos necesarios
para un nuevo impulso
en la misión salesiana hoy
El renovado impulso en la misión salesiana
hoy requiere más concreción desde el punto
de vista de la formación. En el diseño de los
planes de formación, a veces podemos dedi-
car mucho esfuerzo a las actividades (accio-
nes pastorales esporádicas y episódicas, expe-
riencias apostólicas de fin de semana...), y
olvidarnos de mediaciones imprescindibles
como son: una sistemática formación pas-
toral específica y un atento acompañamien-
to de la experiencia apostólica.
Formación pastoral específica
[1] “La pastoral no es solamente un arte ni
un conjunto de exhortaciones, experiencias
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y métodos; posee una categoría teológica ple-
na, porque recibe de la fe los principios y cri-
terios de la acción pastoral de la Iglesia en la
historia (...). Entre estos principios y criterios
se encuentra aquel, especialmente impor-
tante del discernimiento evangélico sobre la
situación sociocultural y eclesial en cuyo ámbi-
to se desarrolla la acción pastoral» (Pastores
Dabo Vobis 57).
Por ello, es fundamental el estudio gra-
dual del «Cuadro de Referencia de la Pasto-
ral Juvenil Salesiana» para comprender y
asumir el modelo educativo-pastoral sale-
siano. Y esta profundización se hace «en la
misión». Se trata en definitiva de potenciar
en la dimensión pastoral del salesiano el ‘ser’,
el ‘saber’, el ‘saber hacer’ y el ‘saber estar
con’. Esto significa conocer, asimilar y prac-
ticar el modo operativo de hacer pastoral
juvenil salesiana si queremos alcanzar algu-
nas metas formativas:
–– la maduración de una verdadera identi-
dad apostólica, particularmente salesiana;
–– la comprensión integral y gradual en las
fases de formación del modelo educati-
vo-pastoral salesiano;
–– la adquisición de una mentalidad pro-
yectual y operativa;
–– el hábito del discernimiento en la prác-
tica pastoral;
–– la capacidad de comunicación, de rela-
ciones educativas y de acompañamiento.
Por tanto, se trata de formar no solo en la
actividad pastoral o educativa, sino buscar
siempre esa integración entre estas competen-
cias educativas y evangelizadoras antes men-
cionadas, que hace que la vida del salesiano
sea armoniosa en toda expresión apostólica
salesiana.
La misión no es simplemente el servicio
pastoral que uno presta. Es una experiencia
espiritual que hay que cualificar adecuada-
mente. La misión se lleva a cabo con la vida
incluso antes del servicio concreto.
[2] Un segundo aspecto importante a este
respecto es asegurar seriamente que las prác-
ticas apostólicas en las casas de formación
inicial estén bien cuidadas y adaptadas a
cada etapa de la formación. Los proyectos
formativos no pueden separar la formación
personal del salesiano de los compromisos
apostólicos, no se puede separar el valor for-
mativo del trabajo pastoral-educativo en la
vida del joven salesiano.
En este sentido, sería necesario definir y
consensuar los criterios para elegir las expe-
riencias apostólicas durante la formación ini-
cial. Esta dimensión, en la práctica, se ha de
traducir, en la actualización del modelo y de
los objetivos de las actividades apostólicas
salesianas, en fidelidad a nuestra propuesta
educativo-pastoral, teniendo en cuenta las
condiciones del ambiente en que se actúa.
Entre estos criterios, está ciertamente la elec-
ción de los lugares donde están los jóvenes
más pobres o en situación de riesgo, y las expe-
riencias realizadas en una CEP con el acom-
pañamiento de los salesianos y laicos del equi-
po animador. Es importante que tengan expe-
riencia en los distintos sectores de la misión
salesiana.
Acompañamiento pastoral formativo
[1] En segundo lugar, queremos subrayar la
importancia de acompañar las experien-
cias pastorales realizadas en la misión con
un adecuado discernimiento. Es ahí, en la
apertura y el intercambio personal, donde
se miden las motivaciones, los conflictos, las
ilusiones y las decepciones, el conocimiento
y la gestión de las propias dificultades. No
podemos dar por supuesto que los herma-
nos jóvenes sacan provecho automáticamen-
te de la actividad pastoral, aprendiendo de
sus propios errores en los años de pastoral
durante la formación. El apostolado puede
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ser la caja de resonancia para percibir posi-
bles inmadureces e infantilismos: sentirse el
“salvador” de los jóvenes, mostrarse a sí mis-
mo para llamar la atención, cultivar depen-
dencias afectivas, sentirse poseedor de la
verdad, mendigar aplausos y reconocimien-
tos, entre otros.
El crecimiento de las personas, más que
de las estructuras formativas, depende de
la capacidad de interiorización que tenga
cada formando. La ilusión behaviorista (estí-
mulo-respuesta) piensa que va a lograr
automáticamente sus objetivos formati-
vos programando determinadas experien-
cias de apostolado, sin dar la debida aten-
ción a la persona del formando.
La actividad pastoral no es suficiente para
adquirir una «identidad apostólica»; lo impor-
tante es el proceso de acompañamiento a tra-
vés del cual se aprende a permanecer dentro
de la complejidad de la vida salesiana presen-
te y futura. Es una dinámica experiencial-
sapiencial cuyo principio básico es que solo
hay formación donde los valores y conteni-
dos que se proponen son experimentados y
gustados por quien se está formando. Se tra-
ta de ayudar a los formandos a «experimen-
tar los valores de la vocación salesiana» (C 98),
a “discernir la voz del Espíritu y así aprender de
la vida” (C 119), a hacer una lectura carismá-
tica de la experiencia.
[2] En este sentido, la formación sólo pue-
de tener lugar en un camino de fe teológi-
ca. Su centro y eje fundamental será, pues,
el encuentro con la persona de Jesucristo, la
configuración con él, el seguimiento y el com-
promiso con su causa hasta compartir su des-
tino pascual en la «perspectiva salesiana». Si
se entiende que una Iglesia evangelizadora
debe ser primero una Iglesia evangelizada, de
igual manera hay que entender que nadie
estará facultado para realizar una misión, si
primero no ha sido objeto de la experiencia
del encuentro con el Señor. Esto incluye, por
tanto, nuestro modo original como salesia-
nos de acercarnos al misterio de Cristo. Pri-
mero discípulos, después apóstoles.
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Por ello, se necesita tomar contacto con
las notas propias de la caridad pastoral que
revela lo específico y distintivo del carisma
salesiano. La caridad pastoral participa de
la caridad pastoral de Cristo, lo que hace
que el amor de donación de sí del salesia-
no a la comunidad encomendada sea de
modo sacramental, esto es, el amor de
Cristo Pastor encarnado, prolongado, his-
torizado y actualizado. Esta realidad exige
que este amor sea primario y principal. Pri-
mario, porque no está subordinado a nin-
gún otro amor, ni amical, ni sexual, ni fami-
liar, ni social. Principal, porque todos los
demás intereses y valores quedan subor-
dinados a este amor. La caridad pastoral
es la opción fundamental de su vida, don-
de se sabe “tocado” por Jesús y el segui-
miento se hace una convicción y una deci-
sión que transfigura todo su ser.
La falta de este aspecto distintivo de nues-
tro carisma en la vida de algunos salesianos
se debe, tal vez, en gran medida, a que no
se ha cultivado una profunda experiencia de
Dios, una configuración con el corazón del
Buen Pastor, deslizándose peligrosamente
en un voluntarismo o eficientismo pastoral.
Esto puede ser un síntoma de que la dimen-
sión apostólica en la formación no ha sido
acompañada e integrada adecuadamente.
[3] Por eso, unido a esto, es urgente acen-
tuar en nuestros jóvenes salesianos el amor
a la misión. Acompañarlos para que crezcan
con celo apostólico, dispuestos a consumir-
se por la misión salesiana y bien formados
carismáticamente para servir mejor a los jóve-
nes. Llama la atención que el entusiasmo apos-
tólico se pueda ir apagando a medida que se
avanza en los años de formación.
Formarse en el amor a la misión es formar-
se en el carisma. El carisma es una síntesis de
vida, entre el don del Espíritu y la persona.
Al profundizar en nuestra identidad carismá-
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tica, nos equipamos mejor para vivir este don,
para compartirlo con los laicos, para dar cuen-
ta de lo que vivimos, para describirlo y para
estar convencidos de su relevancia. La misión
«da forma», inspira, anima y guía el carisma, le
da visibilidad y lo adapta a las condiciones cam-
biantes del contexto y de los destinatarios.
La caridad pastoral (con valores, actitu-
des y criterios propios de la dimensión edu-
cativo-pastoral) determina nuestra forma
de pensar y actuar, nuestra forma de rela-
cionarnos; además garantiza procesos de
crecimiento y fidelidad apostólica adecua-
dos al mundo de hoy.
Desde esta perspectiva se entiende mejor
el servicio eclesial del acompañamiento de los
jóvenes (cf. Christus vivit 244 y 245). Ministe-
rio que requiere autenticidad, bondad, com-
promiso con la Iglesia y con el mundo, bús-
queda de santidad, escucha, reconocimien-
to de los propios límites y pecados, etc. (cf.
Christus vivit 246).
[4] El joven salesiano necesita además encon-
trarse, tanto en la oración personal como en
las celebraciones, con un Dios que es fuente
de vida y plenitud para la humanidad, espe-
cialmente para los jóvenes más pobres. El sen-
tido pastoral de los espacios de oración perso-
nal nos remite a una soledad llena de perso-
nas a las cuales el Señor nos envía. Los caminos
concretos son el cultivo de la oración de inter-
cesión, que es un acto de confianza en Dios y
un acto de amor al hermano; la acción de gra-
cias pastoral, donde se agradece a Dios por lo
que él hace a los demás y por lo que genera a
través de nosotros; la reconciliación, pidiendo
perdón por el modo inapropiado de vivir la
pastoral y purificando las intenciones.
[5] El diálogo con el director/formador
y el acompañamiento espiritual son opor-
tunidades valiosas para ello. Es un espacio
para redimensionar la dimensión pastoral del
salesiano. El diálogo personal, que ha de cele-
brarse regularmente y con cierta frecuencia,
como «hábito de insustituible y probada efi-
cacia» (Vita Consecrata 66). Se trata de ese
«diálogo pastoral» del que habla Pablo VI en
la Evangelii Nuntiandi, para guiar a los forman-
dos por los caminos del Evangelio, alentar sus
esfuerzos, levantarlos de sus caídas, asistir-
los con discreción y disponibilidad (cf. nº 46);
«señalar los obstáculos, incluso los menos
evidentes»... para mostrar «la belleza del segui-
miento del Señor y el valor del carisma en que
se realiza» (Vita Consecrata 66). Desde el ini-
cio de este camino, la mediación formativa
debe asegurar la claridad en la presentación
de los objetivos de la formación también apos-
tólica, sus reglas de juego y sus exigencias,
según la mentalidad de la Iglesia y de la Con-
gregación, sin ningún descuento.
[6] El contexto en el que debe tener lugar
la formación es la comunidad local. Para
ello el equipo de formadores ha de garanti-
zar un proyecto formativo a lo largo de las
diferentes etapas formativas para descender
a lo concreto, también en la dimensión apos-
tólica de la vocación del salesiano. Y esto se
ha de hacer teniendo en cuenta las singulari-
dades personales, derivadas de la cultura, de
la historia, del contexto más preciso en el que
se vive y trabaja y con referencia a la zona
concreta de la Congregación en la que se está.
Este acompañamiento formativo debe
ir más allá de los elementos «externos» de
las iniciativas apostólicas y tratar de bajar
al nivel de las convicciones, las actitudes,
las motivaciones. Necesitamos formado-
res que, siguiendo el icono del Maestro,
recorren el camino de Emaús, acompañan-
do, escuchando, iluminando, discernien-
do, provocando. De este modo, el forma-
dor puede convertirse en compañero,
maestro, padre y pastor de los jóvenes que
le han sido confiados.
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FLASH • Febrero 2023 SECTOR PASTORAL JUVENIL Salesiani di Don Bosco Sede Centrale Salesiana
Hay un aspecto esencial para cualificar y
acompañar pastoralmente al salesiano en su
formación: la formación y la experiencia pas-
toral de los formadores. ¡Qué importante es,
en este sentido, contar con formadores que
asuman ese criterio pastoral unitario («evan-
gelizar educando») que caracteriza al apos-
tolado salesiano! La Congregación debe lograr,
en sus diferentes experiencias y mediacio-
nes, la especificidad que ponga de manifies-
to su rostro característico y su misión de vivir
en el mundo y en la Iglesia el «Da mihi ani-
mas» de Don Bosco.
[7] Hoy la formación pastoral también pro-
viene de los miembros de la Comunidad
Educativo-Pastoral donde están presente
los formandos. El crecimiento personal del
sdb es un proceso lento de unificación per-
sonal, que reúne no solo conocimientos y
habilidades significativas, sino también expe-
riencias concretas acompañadas en lo local.
[8] Este modelo de formación integral debe
incluir, como parte del mismo proyecto, tan-
to las iniciativas de los formadores como las
propuestas del delegado Inspectorial para
la formación y el de la pastoral en la inspec-
toría. Corresponde a ambos delegados enmar-
car la vocación y la misión en el contexto de
una pastoral Inspectorial y local (orgánica).
Como un padre a sus hijos
Fijémonos, para concluir, en un texto de las
cartas de san Pablo: 1 Tes 2, 1-20. Pablo se
muestra aquí como un pastor que diagnos-
tica el dolor de una comunidad cristiana y
quiere prestarle su cuidado. La comunidad de
Tesalónica se encuentra en estado de ansie-
dad a causa de las tribulaciones por las que
está pasando. El apóstol sabe que eso se supe-
ra a través de la gratitud y la experiencia de
la gracia. Pablo los trata como madre nodri-
za, como padre, como huérfano de ellos mis-
mos. Recurre a símiles que provocan emoción
y gratitud: «Queríamos entregaros no solo el
Evangelio de Dios, sino incluso nuestras pro-
pias vidas, ¡tanto os llegamos a querer! Como
un padre a sus hijos”. ¿No es también este el
rostro de la vida consagrada salesiana en
la misión con los jóvenes?
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