P. Miguel Ángel García Morcuende • El salesiano educador pastor en la Comunidad Educativo Pastoral
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iniciativa de los individuos. No formarse es
un pecado tolerado, a menudo incluso justi-
ficado por la cantidad de compromisos que
los salesianos tienen entre manos. Sigue sien-
do cierto, sin embargo, que la formación per-
manente no puede concebirse a través del
«hágalo usted mismo», en una especie de
autogestión, sino que necesita impulsos orga-
nizados y propuestas bien estructuradas.
Percibimos como necesaria la formación
ineludible y urgente de los roles de responsa-
bilidad, salesianos y laicos, de nuestras obras
salesianas: se requieren personas carismáti-
ca y vocacionalmente identificadas. En muchos
casos, será oportuno repensar los itinerarios
formativos, para asegurar que los caminos
diseñados para todos los miembros de la
misión salesiana sean tan serios y profundos
como los previstos para los candidatos a la
vida religiosa.
La formación educativo-pastoral no se sitúa
fuera, por encima o por debajo de las otras
dimensiones (humana o espiritual), sino que
se propone con su fin específico. Por forma-
ción educativo-pastoral, en efecto, no enten-
demos la capacidad de aprender técnicas o
metodologías, de familiarizarse con la praxis
de experiencias siempre nuevas, sino sobre
todo de educarse a un modo de ser que orien-
te toda la personalidad al estilo del pastor. Ser
pastores, de hecho, implica una humanidad
adulta, una frescura espiritual, una paterni-
dad en el amor.
Por otra parte, persisten importantes difi-
cultades, debido a la falta de hermanos prepa-
rados en campos diversos y de interés para la
vida y la misión salesiana (por ejemplo, en el
ámbito de la formación profesional). En no
pocos casos, hemos de superar concepciones
y prácticas anquilosadas, repeticiones rutina-
rias, dispersiones neutralizantes o improvisa-
ciones provocadas por la inercia o por la urgen-
cia de los problemas que, en no pocas ocasio-
nes, aqueja la tarea de la vida cotidiana.
2.7. Encuentro, escucha y discernimiento:
palabras clave para repensar la densidad
carismática de las Obras salesianas
«Encontrarnos», «escucharnos» y «discernir
juntos»: el preguntarnos qué quiere el Señor
de nosotros demanda estos verbos. He aquí
el orden coherente de un único proceso para
escuchar el querer de Dios. Acciones que cues-
tionan la adaptabilidad de los salesianos a las
cambiantes condiciones ambientales y educa-
tivas que aparecen de forma inédita en com-
paración con el pasado reciente.
Por otro lado, con el ajetreado ritmo de vida
que llevan los hermanos y la cantidad de asun-
tos que hay que tratar cada día, dedicarse a
la reflexión se convierte casi en un lujo. A
menudo se desarrolla un síndrome de «sala
de urgencias» y se vive sólo persiguiendo
emergencias. Sin embargo, la historia no se
detiene, aunque algunos hayan decidido echar
el ancla.
Todo esto requiere un camino de discerni-
miento que debe desembocar en la adecua-
da renovación de nuestros procesos, proce-
dimientos y formas de actuar y de situarnos
en la misión, de nuestros estilos de vida, de
nuestra capacidad de comprensión del mun-
do en el que vivimos, en definitiva, del cuida-
do de todo lo que nos ayuda a crecer y a ser
más fieles al carisma. Discernir es decidir con
horizonte, mirando más allá de uno mismo,
del propio bienestar, de la propia comodidad,
del propio afecto.
Discernir para el sdb supone, por un lado,
poner en «crisis», someter a «prueba» nues-
tro pensar y decir la misión educativo-pas-
toral, para dar continuidad a lo que hace-
mos bien y para quitar lo que ya no sirve
y, por tanto, irreconocible para los jóvenes
de hoy; por otro lado, «pleitear» (someter
a juicio) nuestro modo de estar en las Obras,
porque la rutina y la inercia es muchas veces
tramposa.
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