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FLASH
Animación Pastoral Juvenil Salesiana
Número 4. Septiembre 2023
El salesiano educador pastor
en la Comunidad
Educativo Pastoral:
Oportunidades y enfoques actuales
P. Miguel Ángel García Morcuende
Consejero General Pastoral Juvenil
SECTOR PASTORAL JUVENIL
Salesiani di don Bosco SEDE CENTRALE SALESIANA

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El salesiano educador pastor
en la Comunidad Educativo Pastoral:
Oportunidades y enfoques actuales
P. Don Miguel Ángel García Morcuende
Consejero General Pastoral Juvenil
1 La metáfora del círculo
sustituye definitivamente a la pirámide
[a] En el magisterio de nuestra Congregación
está bien arraigada la convicción de la impli-
cación corresponsable de los laicos y de los
jóvenes para la realización de la misión sale-
siana. Hoy vivimos en una época afortunada
en la que hemos pasado de la curiosidad y
la benevolencia hacia los laicos al valor de
la corresponsabilidad. Tres factores en par-
ticular están en el origen de esta renovación:
–– La eclesiología de comunión y el redescubri-
miento del papel de los laicos. No podemos
negar el gran cambio que ha supuesto para
la Iglesia la toma de conciencia de la «voca-
ción universal a la santidad».
La comprensión de la «especificidad» de
la vida religiosa dentro de la vocación bau-
tismal única se guía por la metáfora del cír-
culo, que debe sustituir definitivamente a
la de la pirámide. Entre las diversas voca-
ciones, no hay que preguntarse cuál es la
más perfecta en relación con Cristo, sino
qué manifestación particular de Él realiza
cada una de ellas para el ministerio sacra-
mental de la Iglesia. Si Cristo es para cada
cristiano la perla preciosa que hay que admi-
rar y mostrar al mundo, no hay que colo-
carlo en la cúspide de una pirámide, posi-
ción respecto a la cual unos gozan de una
proximidad a los demás que queda exclui-
da. La perla preciosa, que es Cristo, ha de
imaginarse, en cambio, colocada en el cen-
tro del pueblo de Dios, para que cada uno
(salesiano o laico) participe de ella según
la ubicación específica que le da la propia
vocación en la vida.
–– La nueva comprensión de los carismas en
el seno de la comunidad eclesial. El carisma
es un don a la Iglesia; la Congregación que
lo encarna es responsable pero no su pro-
pietaria, por lo que se reconoce que los lai-
cos también pueden hacerlo suyo según
su estado de vida. Poco a poco, se ha ido
adquiriendo el concepto de «familia» espi-
ritual o carismática, basada en el reconoci-
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miento de que el carisma del Fundador se
encarna también en otros modos de vivir
la vida cristiana.
–– La renovación continua de nuestro carisma
salesiana, que consiste en volver a los comien-
zos: Don Bosco, de hecho, siempre implicó a
muchos laicos en su misión juvenil y popu-
lar, formando parte de su proyecto apos-
tólico: desde Mama Margarita a los empre-
sarios, pasando por los jóvenes, la buena
gente del pueblo, teólogos, nobles e inclu-
so los políticos de la época. Nacimos y cre-
cimos históricamente en comunión con los
laicos, y ellos con nosotros.
[b] No obstante, no falta quien desconfía
de esta apertura a los laicos dado que, según
esta opinión, pone en entredicho la identidad
del sdb. La corresponsabilidad de los laicos,
piensan algunos, va en detrimento del rol de
los religiosos en una Obra Salesiana. Por tan-
to, esta experiencia de corresponsabilidad y
la comunión cotidiana se percibe más como
un problema práctico que como una realidad
evidente, más como una imposición, que como
una oportunidad.
La falta de una identificación precisa del lai-
cado conduce a disminuirlo y desvalorizarlo,
lo vacía de concreción vocacional y, por tan-
to, es carismáticamente irrelevante. La reali-
dad nos dice que, en algunos casos, la com-
prensión de la vocación y espiritualidad laical
es sustancialmente indefinida (un laico no es
ni sacerdote, ni consagrado).
En conexión con esto, aparece una segun-
da cuestión en la praxis: a veces las indicacio-
nes de la Congregación no han sido imple-
mentadas en todas las inspectorías, particu-
larmente aquellas orientaciones operativas
recogidas en el Cuadro de Referencia para la
Pastoral Juvenil: la implicación de toda la CEP
en elaboración de los PEPS inspectoriales y
locales, en la constitución del Consejo de la
Obra/CEP, etc.
2 El rol del salesiano SDB
en la vida de la Comunidad Educativo-Pastoral
Por lo general, el salesiano se presenta como
una persona generosa y abnegada, pero las
exigencias de los tiempos y lugares actuales
requieren y privilegian tareas y ministerios
particulares. Además, hay que adaptarse a
las condiciones cambiantes y descubrir cómo
equilibrar las exigencias y los desafíos de ser
un educador-pastor en el mundo de hoy. La
situación histórica actual, ligada a la corres-
ponsabilidad de la misión con los laicos, nos
pide preguntarnos:
¿Cómo resituar al sdb en su aportación
más propia y necesaria en la CEP? ¿Qué
papel predominante se le pide hoy? ¿Qué
tipo de sdb para lograr una presencia sig-
nificativa y eficaz? ¿Qué puede y está dis-
puesto a aportar a la Obra salesiana hoy?
¿Cómo nos gustaría que fuera visto el sdb
del mañana?
2.1. Primero discípulos, después apóstoles
[a] La vida del sdb solo puede entenderse
desde la experiencia de haber «encontrado
el tesoro» (Mt 13,44). Solo así, partiendo de la
experiencia personal de fe, podemos desple-
gar cualquier proyecto evangelizador. Sin esta
convicción inicial, resulta difícil alcanzar objeti-
vos educativos y pastorales. Si el sdb se "vuel-
ve transparencia" de Jesús, podemos afirmar
que su experiencia espiritual será expansiva:
comunica lo que ha visto y oído.
Solo así, la comunión entre vocaciones dis-
tintas pero complementarias será enriquece-
dora: los laicos recuerdan a cada salesiano la
concreción del amor, estimulándolo a dar lo
mejor de sí mismo, así como el valor de la fra-
ternidad recíproca; los salesianos ayudan a
los laicos a captar la riqueza de una vida total-
mente entregada a Dios y al servicio de los
hermanos de manera comunitaria.
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En el corazón de la tarea educativa y evan-
gelizadora está la persona del sdb en lo más
auténtico de sí misma, las propias conviccio-
nes y la experiencia del Dios, alimentada por
una vida interior, una fraternidad sincera y un
apostolado generoso entre los jóvenes.
El papa Francisco, citando a un sacerdote
de su país natal, el padre Lucio Gera recuer-
da sus palabras: «Siempre, pero sobre todo
en las pruebas, debemos volver a esos momen-
tos luminosos en que experimentamos el lla-
mado del Señor a consagrar toda nuestra vida
a su servicio. Es lo que me gusta llamar ‘la
memoria deuteronómica de la vocación’ que
nos permite volver a ese punto incandescen-
te en el que la gracia de Dios me tocó al comien-
zo del camino y con esa chispa volver a encen-
der el fuego para el hoy, para cada día y lle-
var calor y luz a mis hermanos y hermanas.
Con esta chispa se enciende una alegría humil-
de, una alegría que no ofende el dolor y la
desesperación, una alegría buena y serena»
(Carta del Santo Padre Francisco a los sacer-
dotes con motivo del 160° aniversario de la
muerte del santo Cura d’Ars, 4 de agosto,
04.08.2019).
[b] El modelo de Jesús Buen Pastor es lo
que ayuda al sdb a vivir de forma integrada,
con una fuerte capacidad de relación consi-
go mismo, con los demás y con Dios. Nos sitúa
en profundidad para buscar las razones y las
raíces de cuanto vivimos. Se verifica, por tan-
to, la necesidad urgente de promover la vuel-
ta al “primer amor”. La paternidad de Don
Bosco es la concreción de este modelo que
nos impulsa a ser signos y portadores de la
presencia paterna de Dios en la CEP y, en par-
ticular, entre los jóvenes.
El «amor pedagógico», la «bondad erigi-
da en sistema», la dulzura de San Francis-
co de Sales”, la «pedagogía del corazón»
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remiten al Sistema Preventivo, en particu-
lar a esa constelación de actitudes e indi-
caciones prácticas que están relacionadas
con la bondad amorosa, que va más allá
del gesto de simpatía. Subyace siempre la
caridad pastoral que busca la salvación de
los jóvenes, manifestada a través de un
afecto reconocible templado por la razón.
Y esto se aplica especialmente a los jóve-
nes, pero también a los laicos.
Implica, ante todo, un «corazón» pastoral:
la voluntad, el impulso, el deseo de trabajar,
de encontrar placer en las empresas pastora-
les, de estar disponible, de entregarse con un
corazón alegre, de sentirse atraído por los
más necesitados, de considerar proporciona-
do todo esfuerzo, de superar fácilmente las
pequeñas frustraciones, de no rendirse, de
afrontar los riesgos y las dificultades como si
fueran poca cosa, de comenzar con entusias-
mo y creatividad nuevos procesos (cf. Evan-
gelii gaudium, n. 223).
[c] Llegar a vivir la caridad pastoral supone
luchar contra los “enemigos” que hay dentro
de nosotros. Siempre hay algo que mejorar,
algo de lo que librarnos y que nos lleva a la
pérdida de pasión por la misión, íntimamen-
te unida al miedo del cambio, a la dificultad
de adecuarse a los nuevos lenguajes y a la
escasa valentía de arriesgar y salir de la como-
didad. Todo esto es la manifestación del
“enfriamiento carismático” que corta las alas
al profetismo y, en consecuencia, da lugar al
repliegue pastoral.
A veces surge en algunos hermanos la cri-
sis de identidad cuando ya no tienen un car-
go de responsabilidad preciso dentro de la
Obra (por envejecimiento físico y/o de men-
talidad o por enfermedad). En la CEP no siem-
pre se facilita que los sdb ancianos se impli-
quen y participen, olvidando lamentablemen-
te que estos hermanos enriquecen nuestras
casas con su experiencia, su oración y la ofren-
da de su vida.
Sin embargo, estamos convencidos de que
en cualquier situación expresamos nuestro
“ser” consagrado en nuestro «estar» entre los
jóvenes («sacramento de presencia»), dando
prioridad a los más pobres. En otras palabras,
el sdb, con sus debilidades y a pesar de ellas,
debe plantar sus pies y su corazón en las pro-
fundidades de la condición juvenil, especial-
mente allí donde más necesidad y abandono
hay. Por ello, cada uno, al revisar su proyec-
to personal, debe interrogarse sobre su sen-
sibilidad ante los dramas y las urgencias de la
sociedad; especialmente la realidad de los niños
y jóvenes que más padecen las injusticias y
sus consecuencias.
En palabras del papa Francisco: «dar tes-
timonio de que Jesús es suficiente para
nosotros y de que el tesoro del que que-
remos rodearnos está constituido más bien
por aquellos que, en su pobreza, nos lo
recuerdan y lo representan: no pobres abs-
tractos, datos y categorías sociales, sino
personas concretas, cuya dignidad nos es
confiada como padres. Padres de perso-
nas concretas; o sea paternidad, capacidad
de ver, concreción, capacidad de acariciar,
capacidad de llorar» (Discurso a los obis-
pos participantes en un curso de forma-
ción organizado por la Congregación para
los obispos y la Congregación para las igle-
sias orientales, 12 de septiembre de 2019).
2.2. Tomar partido por los jóvenes
trabajando por una pastoral orgánica
La cultura de los jóvenes es un lugar habita-
do por Dios y necesitado de sdb capaces de
introducirse, conocer a fondo sus dinamis-
mos y reescribir el Evangelio de modo nue-
vo y diferente, para que sea accesible y váli-
do para ellos. La primera responsabilidad de
un educador/evangelizador es definir la rea-
lidad con una mirada concentrada, sosteni-
da, profunda.
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Esta realidad nos dice que se debe superar
la fragmentación pastoral, derribando las “adua-
nas” y los “reinos” que pueden crearse al inte-
rior de las Obras. Apostar, por tanto, por una
pastoral orgánica que supere la pastoral ato-
mizada o inconexa de muchas actividades, sin
coordinación entre sí, convergiendo unos y
otros, a favor de los jóvenes y con los jóvenes.
El término “orgánica” expresa la coheren-
cia de la articulación a modo de un organis-
mo vivo en el que todos sus miembros actúan
en estrecha relación en función del proyecto
común, creyendo en la espiritualidad de los
procesos. Por ello, resulta clave que el sdb
desarrolle un estilo de trabajo en equipo, cohe-
rente con un modelo donde se persiga el ple-
no potencial de las personas. Esta cultura cola-
borativa requiere considerar las distintas sen-
sibilidades presentes en la CEP, aunar criterios
en la búsqueda común del servicio a los jóve-
nes, evitar las arbitrariedades y los persona-
lismos y apoyar los liderazgos necesarios de
acuerdo con las habilidades de cada miem-
bro de los equipos y a las necesidades de los
jóvenes.
Más aún, supone apostar por un lideraz-
go pastoral, es decir, un liderazgo que no
sea autoritario, vertical y descendente, sino
que valora el diálogo, que genera y poten-
cia liderazgos específicos, facilitando espa-
cios de autonomía en la toma de decisio-
nes y motivando la iniciativa y la creativi-
dad según el carisma de cada uno.
2.3. Recrear la experiencia pastoral nos
lleva a recuperar el sujeto comunitario
La CEP es quien suscita y acompaña a los jóve-
nes. Cualquier joven requiere de una comu-
nidad como seno maternal en la que pueda
iniciar y profundizar su vida y su fe. El reco-
rrido que la Iglesia ha individuado es el de la
sinodalidad, la cual expresa y subraya la lla-
mada a caminar juntos, a configurar comuni-
dades corresponsables, a aprender el arte del
discernimiento. Esta tarea se concreta en ser
signo, testimoniar y significar con su vida la
propuesta del Reino; salir a buscar a los jóve-
nes, como instrumento de la iniciativa de Dios;
acoger la realidad de los jóvenes, sus necesi-
dades y búsquedas; interpelar y proponer,
ofreciendo experiencias y espacios donde
los jóvenes puedan encontrarse con Jesús;
acompañar el proceso de apertura y creci-
miento en la fe. En esto debe creer cada sdb
y cada comunidad.
Por eso no hay que temer el progresivo tras-
paso de responsabilidades a los laicos en ámbi-
tos de la misión, hoy mucho más horizontal
y menos centralizada en la comunidad reli-
giosa. Esto indica que la propia vida de la comu-
nidad (intergeneracional, intercultural, de
pocos miembros…), habitando en el núcleo
animador de la Obra, también necesita ser
rediseñada en cuanto a su composición, el
orden y el volumen de trabajo y los aspectos
humanos y relacionales con la CEP en su con-
junto.
En este sentido, una vez más constata-
mos la importancia de los dos ámbitos con-
cretos en los que expresamos comunita-
riamente juntos el carisma: la vida frater-
na con los laicos y los jóvenes:
[a] Formas cada vez más adecuadas de
vida fraterna con los jóvenes: a pesar de la
variedad de misión, composición e historia,
en muchas comunidades existe una buena
calidad de vida fraterna compartida con los
jóvenes. Ha crecido la presencia y la impor-
tancia de tener momentos estables o al menos
frecuentes de compartir la vida cotidiana con
ellos, ya sean destinatarios directos de la
misión o jóvenes animadores-colaboradores.
Efectivamente, hoy son imprescindibles los
pequeños relatos, esto es, comunidades empa-
padas de vida y calor afectivo, espacios de
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referencia que resulten cercanos en el día a
día, con propuestas y experiencias de vida,
de fe y de fraternidad (profundas, verdade-
ras, perdurables).
Junto a los momentos más estructurados
de compartir la vida, constatamos una aten-
ción constante a la acogida de todos los jóve-
nes que pasan a diario por nuestras obras. Se
espera del sdb estar allí donde están los jóve-
nes (presencia), acompañar y favorecer su
crecimiento, empezando por los que están
peor (servicio), establecer una comunicación
interpersonal donde el joven se deje acom-
pañar e interpelar por quien le acoge y le escu-
cha (diálogo), compartiendo más lo que somos
y hacemos que lo que decimos (testimonio)
y anunciando explícitamente a Jesucristo,
facilitando que brote la fe en la vida del joven
(primer anuncio).
En las casas también ha crecido la implica-
ción de los jóvenes en la acción educativo-pas-
toral. En muchos lugares, los sdb han incor-
porado a los jóvenes en la reflexión, en la pla-
nificación y en la animación de las actividades.
Este es el modo más fecundo de «formación
en la misión» y permite su maduración en un
horizonte de vida que tiene el sabor del dis-
cipulado y de la caridad pastoral, así como en
el camino del discernimiento vocacional.
[b] Formas cada vez más adecuadas de
vida fraterna con los laicos: surgen cada vez
más experiencias de vida fraterna y de con-
vivencia, en particular en los momentos espe-
cíficos de la CEP (fiestas salesianas, retiros,
eventos locales, etc.).
Se vuelve necesario que el sdb ponga en prác-
tica todos las “micro-habilidades” y destrezas
necesarias para establecer relaciones humanas
positivas: confiar y ser digno de confianza, capa-
cidad de comunicación, humildad, proximi-
dad, escucha empática, diálogo asertivo, asun-
ción de conflictos manifiestos y latentes, prác-
tica del compartir los sentimientos, etc. El sdb
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está llamado a reconocer, agradecer, elogiar y
recompensar los logros, acompañar las dificul-
tades, fomentar los nuevos aprendizajes. No
es sólo “colaboración” en la acción educativo-
pastoral, sino “comunión” de vida, de relacio-
nes fraternas, de afecto declarado, de respon-
sabilidad compartida. Y todo ello implica un
esfuerzo, especialmente en las instituciones
educativas, de saber armonizar la “informali-
dad” de la vida fraterna y la “formalidad” de la
relación laboral.
2.4. S oportes institucionales donde discernir
el universo educativo-pastoral de la casa
Para concretizar la complementariedad y ope-
ratividad de todos y cada una de las personas
que intervienen en la acción educativo-pasto-
ral, debe prestarse especial atención al Consejo
de la CEP/Opera y, cuando existan, a los dis-
tintos equipos, grupos o consejos, para que
no se vivan como meros lugares organizati-
vos donde armonizar los tiempos y espacios.
Es prometedor poder tener espacios colegia-
les en los que discernir las oportunidades de
vida fraterna para salesianos, jóvenes y laicos.
Una de las finalidades del Consejo de la CEP/
Opera es la planificación y programación com-
partidas entre salesianos y laicos. Un ejercicio
que va más allá de los personalismos pasto-
rales, de la improvisación y de las intuiciones
gratuitas. La gestión eficaz y la obediencia al
PEPS local tiene como meta no solo la defini-
ción del organigrama y la descripción del pues-
to de trabajo de cada uno, sino también impul-
sar la renovación de la praxis pastoral en cada
contexto, formular los criterios inspiradores
de las distintas acciones educativo-pastora-
les, dinamizar la operatividad de las estruc-
turas orgánicas y coordinar la aportación dife-
renciada de todos y cada uno de los miem-
bros de la CEP en el conjunto de los diversos
campos de la acción pastoral.
Todo ello puede requerir también nuevas
armonizaciones entre los órganos colegiales:
en el Consejo de la CEP/Opera (que anima y
orienta toda la acción salesiana a través de la
reflexión, el diálogo, la planificación y la revi-
sión de la acción educativo-pastoral) se ela-
boran y maduran las decisiones (fase consul-
tiva); en el Consejo de Casa (fase deliberati-
va) se asumen, se reflexionan y se deciden
colaborando con el director en el desempe-
ño de su función como primer responsable
de la CEP. En las Obras confiadas a los laicos
la primera fase ya es deliberativa. En otras
palabras, es un proceso de construcción de con-
sensos: las decisiones son fruto de una inte-
racción, desde abajo y desde dentro.
Todo este cambio supone algunas dosis de
pérdidas y de ansiedad. Pérdidas porque esta
nueva articulación implica “desaprender” creen-
cias y prácticas profundamente aceptadas y
vividas. Por otra parte, ansiedad porque, en la
transición de un modelo donde solo los sale-
sianos tenían “voz y voto” a otro diverso, pue-
de que produzca nerviosismo e inseguridad al
menos temporalmente. Algunos salesianos se
enfrentan a cambios que requieren poner en
tela de juicio o desafiar creencias y prácticas
cristalizadas desde hace años.
2.5. Una mayor racionalización de los
agentes de pastoral a todos los niveles
Mediante el POI, el PEPS u otros proyectos,
cada CEP trata de poner al servicio de los
jóvenes toda la capacidad de imaginación
creativa y de previsión de que es capaz.
Pero también, con la planificación se trata
de introducir en el ejercicio de la respon-
sabilidad pastoral una mayor racionaliza-
ción del trabajo a todos los niveles para
que la acción educativo-pastoral pueda ser
adecuada y eficaz y no quede expuesta a
la intuición del momento o a la libre opción
y preferencias de unos pocos.
Lo que en definitiva ha de mover cualquier
planteamiento o concreción de tipo proyec-
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tivo local y/o inspectorial ha de ser el esfuer-
zo por detectar y profundizar la optimización
de los recursos humanos para que, del mejor
modo, salesianos y laicos puedan actuar lo
más eficazmente posible, incidiendo positi-
vamente en la educación y evangelización de
los jóvenes. Por ello, hay que estar atento a
dos factores:
[a] No ocultamos que la continua rotación
de personal y de hermanos en tareas educati-
vo-pastorales de primera línea (directores, coor-
dinadores, educadores, etc.) pone en tensión
la continuidad de los procesos educativo-pas-
torales. Contribuye además a la fragmenta-
ción, especialmente cuando hay poca obedien-
cia a la planificación o desconocimiento de los
procesos comunitarios de corresponsabilidad
ya existentes. A veces se puede dar la impre-
sión de que hay cargos o encomiendas transi-
torias, de paso, en las que continuamente se
despiden y acogen nuevos responsables.
[b] En segundo lugar, se impone un cierto
equilibrio entre la vida comunitaria fraterna y
la misión. Nuestras obras son cada vez más
complejas y esta dificultad puede socavar la
vida comunitaria. De hecho, el divorcio entre
vida fraterna y la misión se hace presente sobre
todo en aquellas casas donde el volumen de
la actividad corre el riesgo de engullirlo todo.
No olvidemos las palabras del P. H. Kolvenbach
(Prepósito General de la Compañía de Jesús)
a los jesuitas: «es bastante contradictorio que
la misión que el Señor nos ha confiado agote
a tantos compañeros nuestros»
(Alocución a la Conferencia de Provinciales
europeos, Manresa, 29 de octubre de 1995).
En este sentido, como las dos caras de una
moneda, es importante redefinir la carga de
trabajo y de responsabilidad del sdb, muchas
veces sobredimensionada. En algunos sdb la
función directiva se vive en detrimento de la
animación pastoral y de las relaciones huma-
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nas con el personal. El líder exitoso debe saber
combinar lo funcional y lo actitudinal. La com-
plejidad de la gestión de nuestras obras en
su conjunto (desde el punto de vista de lo
gerencial, administrativo, carismático y pas-
toral) exige buscar el justo equilibrio para una
vida humanamente saludable, evangélica-
mente entregada y efectiva pastoralmente.
Por otra parte, estar atentos a la cultura de la
autorrealización del sdb, que genera la iden-
tificación con el rol, reduce la disponibilidad
a la misión.
El proyecto comunitario, siendo una herra-
mienta bastante extendida, a veces se redu-
ce a un simple calendario de compromisos y
actividades y no pone en marcha esas diná-
micas de crecimiento necesarias para el bien-
estar de la comunidad. Adolece en la prácti-
ca del sano equilibrio entre las exigencias de
la vida apostólica y las condiciones necesa-
rias para la vida comunitaria. Por otra parte,
debería integrarse con los otros dos proyec-
tos: el personal y el de presencia salesiana
(PEPS local).
2.6. La pastoral integrada requiere
momentos de intensa formación
conjunta
Sentimos la creciente necesidad de una
formación compartida que se adhiera a la
vida educativa y pastoral de la Obra. La for-
mación es prestar cuidado y tiempo cons-
tante, como la tarea del labrador o del arte-
sano; es cultivar para enraizar, hacer cre-
cer; no se trata de una simple acción
intelectual. Toda persona es en efecto
durante su vida, formador y formando a
la vez, educador y educando.
Por otra parte, la actualización de los her-
manos es muy limitada, la mayoría de las veces
facultativa, poco incisiva y poco atractiva para
la vida ministerial, dejada a menudo a la libre
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iniciativa de los individuos. No formarse es
un pecado tolerado, a menudo incluso justi-
ficado por la cantidad de compromisos que
los salesianos tienen entre manos. Sigue sien-
do cierto, sin embargo, que la formación per-
manente no puede concebirse a través del
«hágalo usted mismo», en una especie de
autogestión, sino que necesita impulsos orga-
nizados y propuestas bien estructuradas.
Percibimos como necesaria la formación
ineludible y urgente de los roles de responsa-
bilidad, salesianos y laicos, de nuestras obras
salesianas: se requieren personas carismáti-
ca y vocacionalmente identificadas. En muchos
casos, será oportuno repensar los itinerarios
formativos, para asegurar que los caminos
diseñados para todos los miembros de la
misión salesiana sean tan serios y profundos
como los previstos para los candidatos a la
vida religiosa.
La formación educativo-pastoral no se sitúa
fuera, por encima o por debajo de las otras
dimensiones (humana o espiritual), sino que
se propone con su fin específico. Por forma-
ción educativo-pastoral, en efecto, no enten-
demos la capacidad de aprender técnicas o
metodologías, de familiarizarse con la praxis
de experiencias siempre nuevas, sino sobre
todo de educarse a un modo de ser que orien-
te toda la personalidad al estilo del pastor. Ser
pastores, de hecho, implica una humanidad
adulta, una frescura espiritual, una paterni-
dad en el amor.
Por otra parte, persisten importantes difi-
cultades, debido a la falta de hermanos prepa-
rados en campos diversos y de interés para la
vida y la misión salesiana (por ejemplo, en el
ámbito de la formación profesional). En no
pocos casos, hemos de superar concepciones
y prácticas anquilosadas, repeticiones rutina-
rias, dispersiones neutralizantes o improvisa-
ciones provocadas por la inercia o por la urgen-
cia de los problemas que, en no pocas ocasio-
nes, aqueja la tarea de la vida cotidiana.
2.7. Encuentro, escucha y discernimiento:
palabras clave para repensar la densidad
carismática de las Obras salesianas
«Encontrarnos», «escucharnos» y «discernir
juntos»: el preguntarnos qué quiere el Señor
de nosotros demanda estos verbos. He aquí
el orden coherente de un único proceso para
escuchar el querer de Dios. Acciones que cues-
tionan la adaptabilidad de los salesianos a las
cambiantes condiciones ambientales y educa-
tivas que aparecen de forma inédita en com-
paración con el pasado reciente.
Por otro lado, con el ajetreado ritmo de vida
que llevan los hermanos y la cantidad de asun-
tos que hay que tratar cada día, dedicarse a
la reflexión se convierte casi en un lujo. A
menudo se desarrolla un síndrome de «sala
de urgencias» y se vive sólo persiguiendo
emergencias. Sin embargo, la historia no se
detiene, aunque algunos hayan decidido echar
el ancla.
Todo esto requiere un camino de discerni-
miento que debe desembocar en la adecua-
da renovación de nuestros procesos, proce-
dimientos y formas de actuar y de situarnos
en la misión, de nuestros estilos de vida, de
nuestra capacidad de comprensión del mun-
do en el que vivimos, en definitiva, del cuida-
do de todo lo que nos ayuda a crecer y a ser
más fieles al carisma. Discernir es decidir con
horizonte, mirando más allá de uno mismo,
del propio bienestar, de la propia comodidad,
del propio afecto.
Discernir para el sdb supone, por un lado,
poner en «crisis», someter a «prueba» nues-
tro pensar y decir la misión educativo-pas-
toral, para dar continuidad a lo que hace-
mos bien y para quitar lo que ya no sirve
y, por tanto, irreconocible para los jóvenes
de hoy; por otro lado, «pleitear» (someter
a juicio) nuestro modo de estar en las Obras,
porque la rutina y la inercia es muchas veces
tramposa.
sdb.org Via Marsala 42 - 00185 Roma • Centralino: (+39) 06 656 121 • Email: pastorale@sdb.org

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12 FLASH • Septiembre 2023
SECTOR PASTORAL JUVENIL Salesiani di Don Bosco Sede Centrale Salesiana
En definitiva, es hora de pasar del análisis a
la síntesis de posibles soluciones:
–– Considerar la posibilidad de nuevos modelos
de vida fraterna, compartidos con los jóvenes.
–– Promover que varias obras que trabajan de
forma sinérgica e integrada pueden referir-
se a una única comunidad salesiana. Entre
las razones esenciales está la necesidad de
salvaguardar, ante todo, el criterio comu-
nitario, es decir, el deseo de poder tener
comunidades significativas y sostenibles,
hoy demasiado lastradas por cargas de tra-
bajo no siempre equilibradas y por una vida
apostólica que lucha por conectar con la
vida comunitaria.
–– Estimular un discernimiento profundo sobre
las Obras, para que sean fieles y creativas
expresiones del carisma, privilegiando las
obras (los sectores, los cursos, las activida-
des) de mayor expresión directa de la cari-
dad pastoral con los jóvenes. Será necesario
pues con gradualidad cerrar algunas, inno-
var en otras y/o abrir nuevas.
–– Considerar la gestión laical de las obras. Esta
fórmula ya permite una verificación en pro-
fundidad, pero como Congregación hemos
ofrecido una herramienta de reflexión para
repensar este modelo de gestión de enco-
mendar a los laicos y definir mejor las tareas
y deberes. Al mismo tiempo, sigue siendo
fundamental garantizar el vínculo y la res-
ponsabilidad de la inspectoría a través de
alguno o algunos sdb que acompañan para
asegurar la continuidad carismática.
•••
Gracias al carisma salesiano que une espi-
ritualidad y servicio educativo-pastoral, el sdb
vive en medio de la gente, dedicándose a la
relación con Dios y al servicio de los jóvenes.
Es una vida que se abre a un testimonio de
armonía y serenidad y que se convierte tam-
bién en un camino profético en los distintos
contextos donde nos encarnamos.
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