P. Miguel Ángel García Morcuende • Donde Dios nos quiere
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Se puede decir que, en todos los sueños
vocacionales auténticos, hay algunos com-
ponentes básicos como son: la gratitud,
la apertura a lo trascendente, el pregun-
tarse por la vida, la disponibilidad, la con-
fianza en sí mismo y en los demás, el asom-
bro ante la belleza, y el altruismo.
Estos componentes son, ciertamente, la
base para cualquier planteamiento vocacio-
nal. Y, junto a ello, aquellos elementos que
favorecen el conocimiento y aprecio de la lla-
mada personal de Dios, de las formas de vida
cristiana, así como las habilidades para llegar
a elegir una de esas formas, en libertad.
En este sentido, hay que trabajar mucho una
cierta estabilidad personal sin dependencias. La
identidad es siempre un proceso ambivalen-
te que implica muchas tensiones, pero es nece-
sario poder gestionar la propia relación con la
familia, con el dinero o con el poder. Un míni-
mo de autonomía física, emocional, mental y
social, que permita al joven tomar decisiones
concretas, elecciones conscientes y libres.
Debemos acompañar estos procesos y ayu-
dar al joven a verbalizar las inevitables tensio-
nes, preguntas y conflictos en este campo.
[b] A este respecto, las relaciones estruc-
turan el itinerario vocacional, no solo como
un camino de maduración de la propia iden-
tidad humana, sino de la propia identidad de
fe (el creyente, el discípulo). En el proceso de
maduración vocacional de Don Bosco, algu-
nas relaciones jugaron un papel decisivo:
– no se puede entender su vida interior sin la
presencia providencial y central de Mamá
Margarita, su madre, que con sencillez y
decisión supo acompañar su crecimiento
personal y religioso;
– su experiencia con Don Calosso, el «ami-
go fiel del alma” (dice en las Memorias del
Oratorio), le ofreció la oportunidad no solo
de equilibrar la tensa situación familiar, sino
que también le permitió conocer a un dig-
no sacerdote con el que estableció una rela-
ción personal que le marcó positivamente;
– el papel de los amigos en la vida del Don
Bosco adolescente y joven se asumió e inte-
gró en el proceso de formación;
– en la experiencia formativa en el Convitto
(residencia sacerdotal) Don Bosco descu-
brió sacerdotes devotos que destacaban en
la ciencia y en la devoción apostólica. Entre
ellos, destaca Don Cafasso, su primer direc-
tor espiritual. Este sabio sacerdote acompa-
ñó su formación, le aconsejó en los momen-
tos de discernimiento, fue su confesor y le
propuso una serie de experiencias pastora-
les que enriquecieron su vida;
– finalmente, todo el entramado familiar de
Valdocco consistió en establecer relaciones
a través de las cuales fue construyendo su
ser sacerdote y su ser educador.
[c] Puede decirse asimismo que, el semi-
nario para Don Bosco, no fue un mundo cerra-
do, puesto que los puntos de referencia exter-
nos, como la situación de la juventud nece-
sitada en una sociedad herida, desempeñaron
un papel cada vez más activo en el descubri-
miento de su vocación. El contacto con los
jóvenes fue un momento de lucidez y gra-
cia. Sobre esta experiencia, podemos decir
que los jóvenes le ayudaron a discernir la con-
sistencia y la pertinencia del propio proyecto
vocacional.
En conclusión, el amor a la misión sale-
siana entre los jóvenes y la capacidad
de amar y de darse es un criterio voca-
cional visible: el compromiso gratuito por
los demás, especialmente por los más
pobres y abandonados, el servicio espon-
táneo más allá del propio bienestar o el
interés por el mundo juvenil.
La sensibilización vocacional exige hoy
imbuir en los jóvenes a vivir «experiencias de
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