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FLASH
Animación Pastoral Juvenil Salesiana
Número 2. Octubre 2022
Animación vocacional
Principio inspirador y meta
de la Pastoral Juvenil Salesiana
P. Miguel Ángel García Morcuende
Consejero General Pastoral Juvenil
SECTOR PASTORAL JUVENIL
Salesiani di don Bosco SEDE CENTRALE SALESIANA

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Animación vocacional
Principio inspirador y meta
de la Pastoral Juvenil Salesiana
P. Don Miguel Ángel García Morcuende
Consejero General Pastoral Juvenil
1 Animación vocacional
Revitalizar nuestros esfuerzos,
reconocer los nuevos movimientos
Con el «cambio climático» de nuestras socie-
dades, los valores se desplazan, se transmi-
ten y, a veces, se camuflan. Este cambio pare-
ce inevitable e irreversible. Sin embargo, sen-
timos la responsabilidad de ser proactivos y
generar propuestas educativo-pastorales loca-
les e inspectoriales que favorezcan la respues-
ta de cada persona al plan de Dios con liber-
tad, autenticidad y determinación.
En los últimos años, hemos hablado y escri-
to mucho sobre la animación vocacional, con
objeto de revitalizar nuestros esfuerzos, reco-
nocer los nuevos movimientos del Espíritu,
abrirnos a la reflexión de la Iglesia y desarro-
llar nuevas comprensiones del acompaña-
miento y del discernimiento vocacional. Todo
ello con el propósito de impactar tanto en los
corazones como en las prácticas pastorales.
Es el tiempo de salir de nuestra propia segu-
ridad y de nuestras «nostalgias» («en nuestro
tiempo éramos...»; «cuando yo entré, éra-
mos..., hacíamos...»), convencidos de que lo
nuevo pide cambio (Mt 9,17). «La emergen-
cia vocacional» en muchas inspectorías exige
la búsqueda de soluciones reales. De esta
manera la emergencia debe ser entendida
como la capacidad de descubrir que algo nue-
vo está surgiendo y de responder de la mejor
manera a esta novedad.
Considero que la mayor dificultad en el ser-
vicio de la animación vocacional hoy en día,
y lo decimos desde el principio, no radica tan-
to en la claridad de las ideas cuanto en dos
aspectos: en primer lugar, la modalidad de
la praxis pastoral; después, la implicación
de toda la Comunidad Educativo-Pastoral
y, en su interior, la comunidad religiosa en
la «cultura vocacional». En definitiva, si que-
remos ayudar a los jóvenes a buscar a Jesús,
la mejor praxis pastoral es descubrirlo a tra-
vés del testimonio y de la transformación que
se realiza en las personas que se encuentran
con El.
Para ello, en un primer momento, explo-
raremos el territorio de nuestras casas sale-
sianas y la relación entre el cuidado de la
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vocación del salesiano y la animación voca-
cional. Después, entraremos en la «cultura
vocacional» para la comprensión de la narra-
tiva vocacional. En tercer lugar, identifica-
remos los tres momentos de un itinerario
vocacional. A continuación, los requisitos
para la «cultura vocacional». Por último, algu-
nas rutas desde la práctica pastoral de la ins-
pectoría, las comunidades religiosas y las
Comunidades Educativo-Pastorales.
2 Cuatro microclimas
para la pastoral vocacional
Un microclima es una serie de variables atmos-
féricas que distinguen una zona o espacio
medianamente reducido. Antes de afrontar
la realidad de la animación vocacional cree-
mos que es útil organizar una lectura de la
realidad en torno a cuatro microclimas que
se pueden observar en las inspectorías. Cada
presencia salesiana debe ser ese microclima
en el que resulte fácil madurar y fortalecer una
vocación. ¿Qué tipo de microclima somos? Y,
lo más importante, ¿qué tipo de microclima
queremos ofrecer a los jóvenes?
Primer microclima:
Gran énfasis en la vocación del Salesiano y
poco o ninguno en las vocaciones salesianas
En estos contextos, los Salesianos obser-
van con cierta inquietud la disminución de
las vocaciones a la vida religiosa y el aumen-
to del número de colaboradores laicos que
participan en la misión. Los Salesianos pien-
san que una solución es insistir en diferen-
ciarse de los colaboradores laicos: la vocación
a la vida religiosa está «por encima» de la de
los laicos. Los Salesianos sienten que son los
dueños del carisma.
Las comunidades están normalmente apar-
tadas «afectivamente» de los laicos. El pro-
yecto comunitario anual no busca dialogar o
encarnarse en las nuevas necesidades, sino
garantizar el cumplimiento de las exigencias
de la vida religiosa.
En este primer microclima, los colabora-
dores laicos esperan que los Salesianos man-
tengan su posición de liderazgo. Tienen un
gran respeto por la vida religiosa, a la que per-
ciben como un ideal que les gustaría acercar-
se e imitar. En la misión, son dependientes y
han aprendido a esperar a que los Salesianos
tomen la iniciativa o marquen las directrices.
Los colaboradores laicos se perciben a sí mis-
mos como ‘menores de edad’ con respecto
al carisma.
En este contexto se configura una pasto-
ral vocacional destinada a identificar y alis-
tar jóvenes: «la animación vocacional por reclu-
tamiento». Principalmente organiza activida-
des y oraciones vocacionales sobre la vocación
del Salesiano. Se echan de menos los éxitos
del pasado cuando los Salesianos eran nume-
rosos; la esperanza es que «tal vez esos tiem-
pos volverán», llegará la «primavera vocacio-
nal»… pero sin hacer nada.
Segundo microclima:
Gran énfasis en las vocaciones y poco
o ninguno en la vocación del Salesiano
Este microclima se encuentra en contextos en
donde los Salesianos sienten que su vocación
va a desaparecer. Valoran el compromiso de
los laicos y lo perciben como la única opción
para el futuro de la misión salesiana. Se invita a
jóvenes y a colaboradores laicos a madurar en
el carisma, pero dudan en sugerir que se abra-
ce la vida religiosa. Se piensa, de algún modo,
que sería una invitación a adherirse a un estilo
de vida ‘agotado’. Piensan que el carisma tendrá
que sostenerse sin la presencia de los Salesianos.
Los Salesianos carecen de pasión y valoran otras
formas de vida más que la suya porque consi-
deran que la vida religiosa se ha vuelto estéril.
En estos contextos existen Comunidades
más o menos cohesionadas, donde los laicos
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contribuyen a la calidad de las relaciones más
que los propios Salesianos, los cuales tienden
a vivir mínimamente los dinamismos inter-
nos y externos de la vida comunitaria. La misión
ya no entusiasma a la comunidad y existe una
fuerte tentación de instalarse en el individua-
lismo. La principal preocupación es la conti-
nuidad y el mantenimiento de las obras apos-
tólicas actuales.
En este microclima, los laicos admiran la
historia de los Salesianos, esperan que irra-
dien motivación y vitalidad. Los laicos se impli-
can en la misión y se sienten atraídos por el
carisma. Intentan responder a los desafíos
como pueden. Aceptan cargos de responsa-
bilidad y animación, asumiendo las funcio-
nes que los Salesianos han ocupado a lo lar-
go de la historia, pero a menudo se sienten
solos al enfrentarse a los desafíos que conlle-
va la misión.
Los laicos han de liderar las Obras, imprimir
su carácter testimonial, estar en el mundo,
cuidar de los jóvenes, asegurar la cadena de
transmisión de la identidad salesiana, man-
tener un compromiso preferencial por los
más pobres.
Existe el riesgo de que las comunidades
estén satisfechas con el orden establecido y
pierdan, a lo largo de los años, la dimensión
profética que garantiza la vocación del Sale-
siano. Los esfuerzos de la pastoral vocacio-
nal se centran en alentar a los colaboradores
laicos a asumir nuevos compromisos. Está
estructurada y es creativa.
Tercer microclima:
Poco o ningún énfasis en las vocaciones y
en la vocación de Salesiano
Encontramos esta «tierra» en los contextos
donde la pastoral vocacional se ha abandona-
do o descuidado totalmente. En este micro-
clima, los Salesianos se centran en la ges-
tión de las obras educativas. Generalmente
no pueden imaginar un futuro diferente,
están muy ocupados en lo que hacen, eva-
den las preguntas profundas sobre su propia
vocación y no se atreven a hablar en públi-
co sobre su vida.
En el caso de las comunidades, por lo gene-
ral hay poca cohesión debido a la decepción
y el cansancio. Se sienten fragmentados por
el mantenimiento de las Obras. Solo existen
urgencias diarias. Mantienen las formas exter-
nas de la vida comunitaria, pero rara vez con
dinamismos internos eficaces. No muestran
interés por compartir con los colaboradores
laicos y están dispuestos a hacer cualquier
cosa para defender su estabilidad y sus car-
gos. Estas comunidades de supervivencia evi-
tan acoger o acompañar vocaciones, ya sea
de Salesianos o de colaboradores laicos, y son
comunidades en peligro de extinción.
La mayoría de los laicos son acompañados
solo al comienzo de su trabajo. No tienen opor-
tunidades de formación continua y de cali-
dad que sustente el carisma. No están impli-
cados institucionalmente y, si lo están, mues-
tran poco o ningún sentido de pertenencia.
Siempre han visto a los Salesianos como los
propietarios de la institución. Algunos bus-
can un sentido y una espiritualidad, pero lo
hacen con otros movimientos eclesiales o en
otros lugares.
No se garantiza la identidad y el carácter
evangelizador de las Obras. La pastoral voca-
cional es inexistente o existe solo para man-
tener la apariencia de que se está haciendo
algo.
Cuarto microclima:
Gran énfasis en las vocaciones y en la
vocación de Salesiano
Este es un microclima que nos llena de espe-
ranza. Lo encontramos en muchos contex-
tos en toda la Congregación. En este micro-
clima, los Salesianos están comprometidos
con el valor de su propia vocación. Disponibles
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para el servicio educativo de los jóvenes más
pobres. Son Salesianos en incesante búsque-
da espiritual y apostólica.
En estos contextos, muchos laicos aman
el carisma y se identifican con él porque han
experimentado una formación salesiana de
calidad y aprecian el valor de la vocación del
Salesiano. Están involucrados en transmitir
los valores y las enseñanzas del Evangelio y,
al vivir su propio itinerario espiritual con aper-
tura y disposición, han alimentado su pro-
pia vocación. Estos laicos viven su vocación
educativa salesiana con especial compromi-
so con los jóvenes.
Con respecto a las comunidades de los
Salesianos, se cuidan momentos en los que
profundizar las relaciones unos con otros y
se abren a compartir su experiencia de comu-
nidad con los laicos y los jóvenes. Adaptan
sus horarios para garantizar momentos sig-
nificativos de vida comunitaria y abren sus
tiempos de oración y retiro a personas que
buscan experiencias de espiritualidad. Se com-
prometen efectivamente a promover y vivir
su proyecto comunitario anual y nutren la
dimensión profética de la vida religiosa para
estar con la gente sencilla y con los jóvenes
más necesitados.
La pastoral vocacional está enfocada
en todas las vocaciones. Es una pastoral
dinámica que responde a las necesidades
de los jóvenes y ofrece espacios para com-
partir la fe con ellos. En resumen, son Obras
con un futuro en el que los Salesianos y
colaboradores laicos se centran en las nece-
sidades de las personas, comparten la mis-
ma dignidad entre las diferentes vocacio-
nes, participen en la renovación de la misión
y están dispuestos a crear una auténtica
cultura vocacional. Como en la parábola,
«unas (dieron) cien, otras sesenta, otras
treinta» (Mt 13, 8).
3 Cultura vocacional
Una pastoral que lleve a sintonizar
con el deseo de Dios para nuestra vida
[1] Hoy día, muchos jóvenes se hacen las
mismas preguntas y no siempre encuentran
espacios para examinarlas y profundizar en
ellas. Las preguntas provienen de su ser
más profundo, como movimientos internos
que a menudo no saben interpretar o inclu-
so reconocer. Todos y cada uno de nosotros
hemos necesitado más de una vez la presen-
cia de una persona que nos brinde aquellas
herramientas necesarias para pasar de estas
turbulencias interiores a la confianza en un
proyecto de vida lleno de sentido.
El concepto de «cultura vocacional»1 nos
puede ayudar a adentrarnos en la propuesta
de una animación vocacional integradora y
eficaz para nuestros días. Hoy se habla de una
«cultura de la salud», que nos lleva a conocer
y apreciar lo que favorece una vida sana, desa-
rrollando las pautas oportunas. También hay
una «cultura deportiva» que concreta ese cono-
cimiento y aprecio a determinadas discipli-
nas deportivas. Se habla también de la «cul-
tura digital», etc.
La «cultura» de una casa o de una inspec-
toría salesiana es, en primer lugar, fruto de la
interacción entre las personas y se concreta
en el modo y el estilo de ser comunidad; en
segundo lugar, permite poner orden y senti-
do a lo que sucede e interpretar las distintas
experiencias que se viven en el día a día.
De manera análoga, entendemos por «cul-
tura vocacional» ese ambiente, creado por los
miembros de una Comunidad Educativa-Pas-
toral (no solo la comunidad religiosa) que pro-
1 La «cultura vocacional» fue el tema del Mensaje Pontificio
para la XXX Jornada Mundial de Oración por las vocacio-
nes, celebrada el 2-V-1993. Desde entonces ha sido
empleado en diversos documentos y en la reflexión
sobre la pastoral vocacional.
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mueven la concepción de la vida como voca-
ción. Es un entorno que permite a cada indi-
viduo, ya sea una persona de fe o no
creyente, entrar en un proceso donde se les
permite descubrir la pasión y los objetivos en
la vida. «Sentir vocación hacia algo» es sentir-
se llamado por una realidad valiosa desde la
que puedo leer y dar significado a mi vida.
Implica no tanto hacer lo que queremos, cuan-
to descubrir aquello que estamos llamados a
ser y hacer.
El punto delicado del trabajo de la anima-
ción vocacional es buscar diversos modos de
despertar, discernir, cultivar y acompañar res-
petuosamente al joven para que pueda tomar
las decisiones importantes de la vida en el
ejercicio de la propia libertad.
[2] Además, cuando hablamos de «cultu-
ra vocacional» en la pastoral juvenil sale-
siana queremos decir que promovemos
una experiencia cristiana que lleve a sin-
tonizar con el deseo de Dios para nues-
tros jóvenes. Ello implica, ofrecer criterios
y condiciones que orienten a vivir la vida
como una respuesta a la voluntad de Dios,
descubriendo la misión específica. Cree-
mos firmemente que una reflexión sobre
la «cultura vocacional» en este sentido pue-
de ayudarnos a desplazarnos personal e
institucionalmente al «cuarto microclima»
mencionado en el punto anterior.
Se puede decir que esa cultura vocacional
tiene unos componentes básicos: la gratitud,
la apertura a lo trascendente, el preguntarse
por la vida, la disponibilidad, la confianza en
sí mismo y en los demás, la capacidad de soñar
y anhelar, el asombro ante la belleza, el altruis-
mo… Estos componentes son, ciertamente,
la base para cualquier planteamiento voca-
cional. A la vez que, bien mirado, no difieren
de los elementos que se ofrecen en una pro-
puesta de formación integral.
Pero deberíamos hablar también de los com-
ponentes específicos de esta cultura vocacio-
nal. Serían aquellos elementos que favore-
cen, entre otros: el conocimiento y aprecio
de la llamada personal de Dios (a la vida, al
seguimiento y a una misión concreta) y los
caminos de vida cristiana (seglar y de espe-
cial consagración); el discernimiento como
actitud de vida y medio para hacer elección
de vida; los aspectos relevantes del propio
carisma salesiano. Si dejáramos de lado estos
componentes específicos, la llamada «cultu-
ra vocacional» sería algo demasiado genéri-
co, sin llegar a lo concreto. Una buena cultu-
ra vocacional debe tener buena base a la vez
que apuntar a las posibles concreciones.
4 Tres momentos de un proceso
Anuncio, propuesta
y discernimiento vocacional
Sobre la base de una acción pastoral más
amplia, se puede desarrollar un proceso de
pastoral vocacional que contenga tres ingre-
dientes de los momentos que se explicitan a
continuación.
[1] El anuncio vocacional es el anuncio de la
vida como vocación. Todos tenemos una
vocación y es necesario que alguien nos ayu-
de a descubrirla.
Este «kerigma vocacional» implica anunciar
la llamada de Dios como obra que Él realiza en
nosotros para dar una orientación definitiva a
nuestras vidas. Este «primer anuncio» o anun-
cio base tiene como contenido los componen-
tes básicos y específicas que señalábamos antes.
No cabe duda de que un buen «anuncio» ya
es, en sí mismo, toda una «propuesta».
[2] La propuesta vocacional es la invitación a
descubrir el querer de Dios para la propia
vida. Es aquello que puede hacer saltar la chis-
pa vocacional, que lleve a un joven a comen-
zar un itinerario de búsqueda o a plantearse la
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posibilidad de
iniciar un cami-
no concreto. Como
tal propuesta, incluye una
intencionalidad, como apelación
a la libertad de la persona. Ha de hacerse con
claridad, valentía y respeto.
[3] El discernimiento vocacional es el itinera-
rio de clarificación que una persona inicia
a partir de una propuesta vocacional reci-
bida y de una inquietud vocacional senti-
da. Hablar de «discernimiento» en la anima-
ción vocacional es ayudar a los jóvenes a ele-
gir; es facilitar los medios, los instrumentos
para que puedan descubrir, leer, compren-
der y acoger las presencias y las llamadas del
Espíritu Santo en la vida concreta. Los elemen-
tos que comprende un proceso de discerni-
miento son la oración, el conocimiento de la
propuesta de vida, la reflexión, la decisión, la
acción y el acompañamiento espiritual de todo
este camino.
Pero no hay
que olvidar que la
vocación cristiana es
una respuesta que se da a
través del descubrimiento, cono-
cimiento gradual y adhesión a la persona de
Jesús. El papa Benedicto XVI, en su primera
encíclica Dios es amor, señaló que «no se
comienza a ser cristiano por una decisión éti-
ca o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una persona, que da
un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientación decisiva» (n. 1). El mensaje de
amor de Jesús de Nazaret, por sí mismo, es
capaz de conquistar el corazón de cada per-
sona y de empujarla a vivir la existencia como
un proyecto precioso en las manos de Dios.
[4] En conclusión, todo animador vocacio-
nal debe tener muy claro que es un servi-
dor de la vocación de personas concretas.
Lo principal es que los jóvenes descu-
bran dónde Dios los quiere y los sueña.
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La «cultura vocacional», en este caso, faci-
lita ese tejido, esa red o atmósfera de valo-
res, certezas, convicciones, praxis, ideales
radicados en el evangelio que construyen un
modo de percibirse y entenderse en el ámbi-
to del proyecto de Dios en general, y de la
vocación en concreto. Cuando una CEP crea
el ambiente adecuado los jóvenes están más
dispuestos a escuchar la llamada de Dios en
actitud de fe y a emprender en su corazón la
aventura para realizarla.
Anuncio, propuesta y discernimiento son
tres acciones que a veces se entremezclan,
aunque pedagógicamente es útil distinguir-
las. Tres momentos de un proceso a concre-
tar y ofrecer dentro de una programación
pastoral que quiera desarrollar una cultura
vocacional desde una animación pastoral inte-
gradora y eficaz.
El concepto de animación vocacional apun-
ta al desarrollo de estos componentes o dina-
mismos a través de los cuales se ayuda a las
personas a preguntarse por el sentido de
su vida, a descubrir el don de la misión, así
como a encontrar su vocación específica de
acuerdo con la voluntad de Dios.
5 Condiciones de posibilidad
para una «cultura vocacional»
[1] La oración insistente está en la raíz de
toda pastoral vocacional. Por un lado, para
los agentes de pastoral y toda la comunidad
cristiana: si las vocaciones son un don, habrá
que pedir al dueño de la mies (cf. Mt 9,38)
que siga suscitando cristianos vocacionados
a las distintas formas de vida cristiana. Y, por
otro lado, la oración es un medio imprescin-
dible para escuchar y acoger la llamada de
Dios; por ello, una tarea básica de toda pas-
toral será ayudar a los jóvenes a orar. La ora-
ción es el primer y más eficaz medio para la
pastoral de las vocaciones.
[2] El «kerigma» o anuncio vocacional del que
hablábamos antes inicia con la propia vida
personal y comunitaria siempre que sea vivi-
da con autenticidad. Son las personas las que
fomentan las vocaciones, no las estructuras.
Nada más provocador que el testimonio apa-
sionado de la vocación que Dios da a cada
uno, solo así el que es llamado desencadena,
a su vez, en otros la llamada. Debemos esfor-
zarnos por hacer entendible nuestra mane-
ra de vivir con el Señor. Esto sirve para todas
las vocaciones porque también los educado-
res están llamados a transmitir una verdade-
ra experiencia del Dios de Jesús. Este testi-
monio invita así a nuestros jóvenes a asumir
una vida cristiana creíble.
En el caso de la vocación de especial con-
sagración, es necesario invitar a todos los Sale-
sianos a contribuir a la creación de una «cul-
tura vocacional» en cualquier entorno en el
que se encuentren. Todos los salesianos
somos corazón, memoria y garantes no
solo del carisma salesiano, sino también de
la propia vocación. No habrá vocaciones si
los salesianos no somos capaces de compren-
dernos como una «buena noticia» allí donde
estemos y dispuestos a desplegar nuestra
existencia como compromiso con este pro-
yecto. El congreso sobre las vocaciones en
Europa, celebrado en Roma en mayo de 1997,
realizó una constatación muy lúcida: «La cri-
sis vocacional de los llamados es también,
hoy, crisis de los que llaman».
La vida consagrada refleja valores que son
atractivos para muchos jóvenes, como son:
la entrega total, la comunión de corazones,
la espiritualidad y el altruismo. No obstante,
es necesario que los jóvenes perciban que
el auténtico motor de nuestra vida consa-
grada es seguimiento de Jesucristo, que con-
lleva salir de uno mismo, radicalidad, entre-
ga y unificación interior. Por eso nuestra vida
debe ser transparente, significativa y, en
momentos adecuados, debe expresarse tam-
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bién con palabras, que revelen lo que nos
mueve. Al mismo tiempo, los salesianos debe-
mos custodiar nuestra presencia en medio
de los ellos. De este modo, pueden llegar a
conocer y comprender nuestras aspiracio-
nes como una posibilidad real en sus vidas,
una vida fuertemente alternativa para una
persona de nuestro tiempo. Lógicamente
esta posibilidad necesita ser discernida y
acompañada, aunque las respuestas sean
inicialmente frágiles.
[3] Otro punto neurálgico de la «cultura voca-
cional» es la renovación y la revitalización
de la vida comunitaria. Donde se viva y cele-
bre la propia vocación, las relaciones frater-
nas, el compromiso en la misión, la acogida
de todos y cada uno, pueden surgir pregun-
tas vocacionales genuinas.
En primer lugar, la comunidad religiosa es
un ámbito privilegiado para rescatar tiempos
de calidad, para el encuentro personal con los
jóvenes que buscan acogida y escucha. En
este sentido, es necesario el diálogo y la
reflexión conjunta para trabajar la capacidad
de acogida vocacional en la propia comuni-
dad. Preguntémonos si nuestras comunida-
des son ambientes educativos que facilitan a
los jóvenes la búsqueda y el fortalecimiento
del sentido y el objetivo de su vida, estimu-
lando a profundizar esta vocación como dis-
cípulos del Señor. ¿Es nuestra vivencia comu-
nitaria sana, intensa, comprometida y respon-
sable con la vocación recibida?
En segundo lugar, la Comunidad Educati-
vo-Pastoral tiene igualmente una estructu-
ra profundamente vocacional: es mediación
privilegiada de la llamada de Dios a la misión,
es signo de Cristo misionero del Padre. Con
la historia de cada casa salesiana se entrecru-
za la pequeña y grande historia de cada per-
sona y su vocación.
Nuestra vida ofrece la oportunidad a los
jóvenes para que puedan acercarse en su cami-
no de crecimiento cristiano a testimonios con-
cretos en la Iglesia: matrimonios cristianos,
seglares comprometidos, personas consagra-
das de vida contemplativa y activa, ministros
ordenados. Testimonios cercanos que per-
mitan conocer tanto su estilo de vida propio
como la relevancia personal, social y eclesial
de su opción.
La propuesta vocacional surge, por un
lado, desde la gratuidad que viene de Dios,
a la vez que desde la necesidad de hacer
presente su Reino. He aquí dos razones para
la propuesta vocacional: una razón teologal
–que cada persona descubra el camino que
Dios le tiene preparado– y una razón fun-
cional –que podríamos resumir diciendo
que «sin personas no hay proyectos».
[4] A veces identificamos toda la animación
vocacional con solo la acción. Con los tres pun-
tos anteriores se ha querido expresar que una
acción pastoral en este campo que no esté
apoyada en la oración y en el testimonio de
vida, está aquejada de inconsistencia, como
ocurriría en cualquier otro ámbito de la pasto-
ral. Además, porque una vocación exige resis-
tencia y persistencia, compromiso y estabili-
dad, debemos ir más allá de una mentalidad
o sensibilidad vocacional, y poseer una pra-
xis vocacional, una pedagogía vocacional
con gestos que la hagan creíble y la sosten-
gan en el tiempo y en el espacio. Esta peda-
gogía tiene que ver con la centralidad de los
itinerarios de fe en la iniciación cristiana, con
propuestas de vida comunitaria acompañadas
y con el acompañamiento personal.
La confianza en Dios no se opone a la nece-
sidad de una buena planificación y práctica
en la pastoral. Esta animación vocacional es
un eje transversal en nuestro PEPS a la vez que
una tarea específica. Que cada persona des-
cubra dónde Dios le quiere, es el eje de toda
pastoral. A la vez, que hace falta que haya
espacios, tiempos, personas… que ayuden a
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concretarlo, porque la animación vocacional
es también una tarea específica. Querríamos
ver en cada obra salesiana una práctica edu-
cativo-pastoral que llegue «a todos» y «hable
con todos» sobre la vocación, pero se requie-
ren algunos instrumentos.
Por eso, un aspecto clave en la ‘cultura voca-
cional’ es la articulación necesaria que debe
existir entre la animación vocacional al inte-
rior de la pastoral juvenil, de tal modo que
todos los esfuerzos de la pastoral juvenil han
de converger en orientar al joven hacia una
opción de vida cristiana en una vocación espe-
cífica. La pastoral juvenil es, por sí misma, voca-
cional y la animación vocacional no puede exis-
tir al margen de la pastoral de juventud.
[5] Si la confianza en Dios que llama funcio-
na como un pulmón que oxigena la pastoral
vocacional, el otro pulmón lo constituye la
confianza en el corazón generoso de los
jóvenes. El corazón de nuestros jóvenes está
hecho para cosas grandes, para la belleza, para
la bondad, para la libertad, para el amor…, y
esta aspiración aparece continuamente como
un reclamo interior en lo profundo de su cora-
zón. Como salesianos, ayudados de la peda-
gogía de los itinerarios, hemos de convertir-
nos en compañeros de camino de los jóvenes;
acompañarles a ver cómo en la vida cotidia-
na Jesús llama suavemente a la puerta de
sus corazones a través de sus mejores intui-
ciones, de sus pensamientos geniales, de su
deseo de amar y de ser amados, de sus sue-
ños y sus ideales, de sus ganas de libertad.
Las muchas preguntas que los jóvenes se
hacen, sus búsquedas personales, sus inquie-
tudes, sus ilusiones, sus gozos y sus esperan-
zas, incluso sus mismas rebeldías, pueden lle-
gar a ser el paso privilegiado de Dios por sus
vidas. Son lugares teológicos en los que Alguien,
mucho más grande que la propia realidad per-
sonal, de modo extraño y misterioso, forma
parte del entramado de la existencia humana
y quiere contar con ellos para hacerlos desti-
natarios de su amor, para compartirles su vida
y su proyecto del Reino, para que la alegría lle-
gue en ellos a su plenitud (cf. Jn 17,13).
La llamada de Dios, lejos de ser «una intro-
misión» en la propia vida, consiste en la pro-
puesta de un camino por andar, cuyo reco-
rrido pone en juego lo mejor de cada joven.
La llamada no es otra cosa que escuchar en
lo profundo del corazón la voz de Dios. Y al
escucharla, estar dispuesto a correr el riesgo
de la aventura de la vida, con sus momentos
bellos, pero también difíciles.
Desde esa perspectiva, hemos de compro-
meternos con dos enfoques vocacionales:
–– el primer enfoque se centra en aquellos
más cercanos a nuestro carisma, es decir,
aquellos que, por su conexión con las
comunidades y obras salesianas, están
abiertos a una experiencia de Dios, a unas
relaciones comunitarias significativas y
al servicio con los jóvenes.
–– el segundo enfoque se centra en aque-
llos que pueden sentirse atraídos a pro-
fundizar su vocación salesiana como una
opción fundamental de vida.
La propuesta se dirige a quien pregunta...
y a quien no pregunta. Entre los primeros, los
jóvenes que en Betania le preguntan: «Maes-
tro, ¿dónde vives?» y el joven rico: «Maestro,
te seguiré adondequiera que vayas». Y entre
los segundos, los pescadores dedicados a su
oficio a orillas del lago (Pedro, Andrés, San-
tiago y Juan), o Mateo, que estaba sentado a
la mesa de los impuestos, en la línea de otros
personajes del Antiguo Testamento que tam-
bién fueron llamados cuando estaban «a sus
asuntos»: Moisés, Amós, Jeremías...
[6] Por último, para completar el mapa no olvi-
demos la promoción de la vocación de especial
consagración. En esta propuesta, se define un
aspecto concreto de la animación vocacional
que procura suscitar y acompañar personas
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11 P. Miguel Ángel García Morcuende Animación vocacional. Principio inspirador y meta de la Pastoral Juvenil Salesiana
vocacionadas a una forma de vida concreta (el
ministerio ordenado, la propia congregación
o movimiento), como un modo concreto de
seguimiento de Jesús. Lo que en su momento
parecía ser el único objeto de la pastoral voca-
cional, ha de seguir siendo ahora un elemen-
to importante, en el marco de una animación
vocacional más amplia e incluyente.
Así pues, el mapa conceptual de la anima-
ción vocacional abarca desde el fomento de
todas las formas de vida cristiana, alentando
para ello itinerarios personales y comunitarios
de crecimiento en la fe, hasta el empeño par-
ticular por proponer y animar opciones de vida
concretas. En este sentido, la vocación al sacer-
docio y/o a la vida consagrada se encuentra en
este contexto de búsqueda vocacional.
6 Tres rutas para la
cultura vocacional
Orar, vivir y actuar
A partir de la cita del Papa Francisco (EG
107), se pueden señalar tres rutas por las
que caminar para una animación vocacio-
nal consistente: vivir un fervor apostólico
contagioso, orar insistentemente y atre-
verse a proponer. Sintetizando: ¿qué pode-
mos hacer? Orar, vivir y actuar. Son estra-
tegias que pretenden ayudar a los jóvenes
a ir construyendo un ecosistema orienta-
do a la elección.
Desde la experiencia vivida en las Inspec-
torías, proponemos estos tres ámbitos espe-
cialmente oportunos, relacionados entre sí,
a diversos niveles.
Implica que la inspectoría:
–– constituya el equipo o la comisión de ani-
mación vocacional. Hay que reconocer y
agradecer que estos equipos puedan idear
reflexiones, promover acciones y ofrecer
experiencias, manteniendo la ilusión por el
servicio de la animación vocacional. A estos
equipos, además, habrá que ofrecerles una
formación a la altura de las exigencias pro-
pias de nuestro tiempo;
–– asegure que el coordinador de la anima-
ción vocacional de la inspectoría esté en las
mejores condiciones para desempeñar su
misión específica;
–– ofrezca, dentro del PEPS, lugares de referen-
cia e iniciativas para la oración, el acompa-
ñamiento y el discernimiento vocacionales;
–– invierta en recursos humanos y materiales
en el tema del acompañamiento y discer-
nimiento vocacional;
–– defina el proceso integral de acompaña-
miento de los jóvenes en búsqueda a par-
tir de un plan que incluya etapas, perfiles
y funciones de los involucrados, especial-
mente, en lo que se refiere a los aspiranta-
dos, comunidades propuesta o centros de
orientación vocacional.
Implica que las comunidades religiosas:
–– reflexionen e incluyan en su proyecto comu-
nitario anual algunos compromisos específi-
cos para dar a conocer la vocación salesiana;
–– proporcionen experiencias comunitarias para
aquellos que deseen profundizar su voca-
ción salesiana y compartir experiencias de
vida y espiritualidad: pasar del «animador
vocacional» a la «comunidad vocacional»;
–– creen espacios acogedores para los jóvenes,
hacer un esfuerzo no solo por conocerlos:
acogerlos y gastar la vida con ellos, que es
mucho más que ofrecerles experiencias,
recursos y oportunidades pastorales;
–– expresen claramente la alegría y la espe-
ranza de su propia llamada vocacional a ser
quienes son: Salesianos.
–– promuevan una actitud de reconocimien-
to, celebración y acompañamiento de los
muchachos que expresan sentirse llamados;
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FLASH • Octubre 2022 SECTOR PASTORAL JUVENIL Salesiani di Don Bosco Sede Centrale Salesiana
–– estén en contacto con los jóvenes y así inyec-
tar en su corazón «vitamina M» (=misione-
ra) que les haga capaces de convertirse en
los más directos testigos de Jesús ante sus
amigos, compañeros y coetáneos;
–– den visibilidad a los Salesianos ancianos, no
como piezas de exposición, sino como testigos.
Implica que en las CEP:
–– se revisen las buenas prácticas en todos
los ambientes de la casa y examinen cuá-
les de estas impactan pastoralmente en
los jóvenes;
–– promuevan la formación en torno a una
cultura vocacional en toda la Comunidad
Educativa Pastoral, de manera que contri-
buya a comprenderla en más profundidad,
superando la idea de que solo los salesia-
nos «tienen vocación»;
–– ofrezcan experiencias concretas de fe, servi-
cio y comunidad adaptadas a la edad, con-
dición y circunstancias de cada persona (el
Papa Francisco lo formula de un modo más
expresivo al afirmar que «la vocación cris-
tiana nace necesariamente dentro de una
experiencia de misión» - 52 Jornada Mundial
de oración por las vocaciones, 2015);
–– den prioridad a las actividades vocacionales
entre las demás actividades, especialmen-
te, los espacios y tiempos para el acompa-
ñamiento personal, los momentos fuertes
(experiencia misionera, una experiencia fuer-
te de oración o de Ejercicios Espirituales, el
encuentro con una persona significativa, una
celebración de la Pascua … ) y eventos con
impacto salesiano (asistencia a una profe-
sión religiosa o una ordenación, la visita a
un centro con jóvenes en riesgo ...);
–– presten atención a introducir en el plan de
animación vocacional elementos vocaciona-
les en todas las edades; tenemos un espacio
privilegiado entre los animadores, los volun-
tarios, los jóvenes colaboradores, los univer-
sitarios, los alumnos de los últimos cursos.
7 Conclusión
Tal vez muchos no saben que los buscado-
res de petróleo tienen que excavar un pro-
medio de 247 pozos para encontrar uno que
les resulte rentable. Y no se desaniman por su
cadena de fracasos. Siguen buscando, porque
saben que un solo pozo fecundo vale la lar-
ga serie de búsquedas estériles. ¿Y una voca-
ción cristiana? ¿Valdrá menos que un pozo
de petróleo? ¿Y un corazón salesiano? ¿Será
menos rentable? No debemos desanimarnos
en nuestra tarea vocacional consistente en con-
seguir por todos los medios adecuados que
otros conozcan, amen y sigan al Señor Jesús.
La Iglesia de hoy necesita también la voca-
ción del salesiano consagrado. Quizá debe-
mos recordarnos que el dinamismo de dis-
cernimiento vocacional no termina cuando
una persona sale de una casa de formación.
El discernimiento es una tarea espiritual ilu-
minada por la esperanza de conocer la volun-
tad de Dios; es tarea humilde, pues implica
la conciencia de no saber, pero expresa el cora-
je de la búsqueda, de mirar y caminar hacia
adelante, liberados de ese miedo al futuro
que ancla en el pasado y que nace de la pre-
sunción de saberlo ya todo.
La vocación es un proceso que dura toda la
vida, se percibe como una sucesión de llama-
das y respuestas, un diálogo en libertad entre
Dios y cada ser humano, que se concreta en
una misión que ha de descubrirse continua-
mente en las diversas etapas de la vida y en
contacto con las nuevas realidades. Por lo tan-
to, una vocación es la forma particular en la
que una persona estructura su vida en res-
puesta a una llamada personal a amar y ser-
vir; el modo de amar y servir que Dios quie-
re para cada uno.
P. Miguel Ángel García Morcuende
Consejero General Pastoral Juvenil
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