1 de febrero
Conmemoración de
TODOS LOS SALESIANOS
DIFUNTOS
Cuando esta conmemoración cae en domingo, se omite y no puede trasladarse a otro día.
En la celebración de la Eucaristía, la memoria de los salesianos difuntos no es sólo sufragio; es
también acción de gracias a Dios por haber dado a su Iglesia hombres generosos que respondieron a la voz
del Señor comprometiéndose a trabajar con san Juan Bosco viviendo los consejos evangélicos por el bien
de los muchachos y de los jóvenes.
Nuestros padres y hermanos nos legaron una herencia de gran valor. Algunos viven aún en nuestra
memoria; otros han pasado a la historia y su recuerdo nos invita a bendecir al Señor; de no pocos, su vida
humilde y escondida es sólo un nombre en el Necrologio.
Nuestra santa asamblea, más que tejer la loa de sus virtudes, quiere reconocer el bien que, por gracia
de Dios, hicieron en la Iglesia. Es la actitud que brota espontánea del corazón fiel y agradecido —
también cuando los conmemoramos durante los ejercicios espirituales— al recordar a quienes
trabajaron, creyeron, esperaron, sufrieron y amaron con nosotros, a fin de sacar estímulos para seguir
adelante en nuestra vocación con nuevo fervor.
Ante el misterio de la muerte iluminado por la muerte redentora de Cristo (cf. pref), los textos
eucológicos invitan a los fieles a una profesión de fe en el « Padre infinitamente misericordioso », que
tiene prometida una « dicha sin fin a los que buscan, por encima de todo, el Reino de los cielos » (col.).
Al encomendar a los salesianos difuntos al Padre que da la vida (cf. pref) y sostiene todo con su
providencia, la asamblea recuerda que « consumaron la vida al servicio del Evangelio », siguiendo « el
camino trazado por san Juan Bosco » (col.), y trabajaron en la viña del Señor
(cf. posc.) ejerciendo « su ministerio pastoral al servicio de los jóvenes » (ofr. ). Parados que aún aguardan
la llegada del Señor, la asamblea pide el « premio prometido a los criados fieles » (posc.) —el « perdón »,
la « alegría », la « luz y la paz eterna » (ofr. ) y el despertar « a la gloriosa resurrección » (pref )—, a fin de
'que, puedan contemplar eternamente el rostro de Dios (cf. col.).
Sin embargo, su recuerdo en el sacrificio memorial de la Pascua de CriSto es también ocasión de
súplica por todos nosotros, para que podamos ser fieles a nuestro servicio del Evangelio en la Iglesia (cf.
col.).
ANTÍFONA DE ENTRADA
Los que creemos en el Señor
un día viviremos dichosos en la luz de Dios, donde Cristo
Jesús tiene preparada
una morada a los criados que le son fieles.