26 de agosto
Beato CEFERINO NAMUNCURÁ
Memoria libre
Ceferino Namuncurá nació el 26 de agosto de 1886 en Chimpay, en la ribera del Río Negro, en Patagonia (Argentina). Fue bautizado el 24 de diciembre de 1888 por el misionero salesiano don Domingo Milanesio. El padre de Ceferino, Manuel, último gran «cacique» de las tribus indias araucanas, había pedido rendirse tres años antes al Ejército de la República Argentina.
Ceferino, niño de buena índole, sometido a los padres, pasó su niñez en la serena vida del campo. A los once años su padre lo envió a estudiar a Buenos Aires, al colegio salesiano Pío IX, para que el día de mañana pudiese defender a su raza.
El clima de familia que se respiraba en el colegio salesiano le hizo ena- morarse de Don Bosco. Creció en él el sentido de lo espiritual y comenzó a idear hacerse salesiano sacerdote para evangelizar a su gente. Escogió a Domingo Savio como modelo y a lo largo de cinco años, con un esfuerzo extraordinario para entrar en una cultura totalmente nueva, se convirtió
él mismo en otro Domingo Savio. Fue ejemplar en el cumplimiento de la piedad, de la caridad, en los deberes cotidianos, en el ejercicio ascético.
En 1903 tenía dieciséis años y medio (su padre fue bautizado en 1854, tenía cerca de 43 años, recibiendo el nombre de Manuel. Poco a poco,
él encontrará el sentido verdadero de la vida cristiana hacia el año 1900). Mons. Cagliero lo aceptó en el grupo de los aspirantes en Viedma, capital del Vicariato Apostólico, iniciando así el camino hacia el sacerdocio.
A causa de su precaria salud, el obispo salesiano decidió llevarlo a Italia para hacerle seguir los estudios en forma más seria y en un clima que parecía más adecuado. En Italia tuvo ocasión de encontrarse con don Miguel Rua y con el papa Pío X, que lo bendijo emocionado. Asis- tió a clases en Turín y después en el colegio salesiano de Villa Sora, en Frascati. Estudiaba con mucho ahínco para ser el segundo de la clase.
Pero una enfermedad, sin diagnosticar a tiempo, tal vez porque no se lamentaba nunca, lo minaba: la tuberculosis. El 28 de marzo de
1905 fue llevado al hospital Fatebenefratelli de la isla Tiberina en
Roma. Demasiado tarde. Murió allí serenamente el 11 de mayo. Del
1924 hasta el 2009 sus restos reposaron en Fortin Mercedes. Desde el
12 de agosto de 2009 sus cenizas reposan en la comunidad de san Ignacio en el Departamenteo de Huiliches, provincia de Neuquén, donde masas de peregrinos acuden a venerarlo.
Fue beatificado el 11 de noviembre de 2007 en Champay, su pueblo natal, bajo el pontificado de Benedicto XVI.
Del Común de santos varones: pág. 463. Los salmos, de la feria correspondiente.
Segunda lectura
Oficio de lectura
De la carta de Ceferino al provicario apostólico de la Pa- tagonia, después de la audiencia del papa Pío X del 27 de septiembre de 1904
(Vicente Martínez Torrens, Ceferino Namuncurá. Vida, escritos e imáge- nes, Ed. AHSP, págs. 124-127)
Preciosísimo y santo recuerdo del Vicario de Cristo, que representa al mismo Jesús en la tierra
El 27 de septiembre pasado era admitido a la audien- cia con S.S. Pío X el ilustrísimo Mons. Juan Cagliero con otros treinta Superiores de las Casas Salesianas de Améri- ca y entre ellos «el hijo del Rey de las tierras patagónicas» (así dicen los periódicos de Roma).
A las diez horas y media a. m. tuvimos la alegría máxi- ma de arrodillarnos a los pies del Vicario de Cristo en la tierra. Yo tuve la fortuna de ser el primero, después de Mons. y don Marengo, en besar el sagrado anillo de Su Santidad, ¡Ay, padre mío queridísimo, si hubiese estado presente en aquel momento habría podido comprender la bondad del Santo Padre! A ninguno le dio a besar el pie. A todos, uno por uno, la mano veneranda. A mí me llenó de caricias. ¡Oh, qué amable el santo anciano del Vaticano!
Después de haber saludado todos al Santo Hombre, el mismo Santo Padre me hizo señas para que comenzase mi discursito, ya que antes le había informado Mons. Ca-
gliero de que yo iba a decir algunas palabras en italiano. Cuando empecé no sentí nada en el cuerpo. Pero al llegar a la mitad del discurso, todo mi ser se puso en movimien- to, las piernas y las manos me temblaban, la voz se perdía un poco en la garganta. Cuando me arrodillé para pedir a S.S. la bendición para mí, para mi familia y para todos los indios de la Patagonia, aumentaron los temblores y brotaron las lágrimas de mis ojos; finalmente, acabé bien.
El Santo Padre ¡con cuánta atención me escuchaba! No quiso ni siquiera sentarse en su trono. Monseñor se lo dijo y él respondió: «Así de pie estoy bien. Déjame estar».
¿Ve qué bueno es? Cuando acabé, él mismo me levantó y me habló respondiendo a lo que había dicho; y aquí le diré casi tal cual me lo dijo en italiano. Se lo traduzco al español, porque en italiano todavía no soy bueno para hacerlo. Pero lo hablo bastante bien.
He aquí las palabras del Santo Padre: «Bien, hijo mío, te agradezco que hables tan bien del Vicario de Cristo. Quiera Dios que puedas realizar lo que dices: convertir a Jesús a todos tus hermanos de la Patagonia. Y yo con ese fin te doy de todo corazón mi bendición apostólica. Di a tu papá que el Santo Padre lo bendice tanto a él como a su familia y a toda la gente de su tribu. Que Dios te bendiga, hijo mío».
Mientras él pronunciaba estas afectuosas palabras, yo no podía contener las lágrimas. ¡Oh, cuánta bondad la del Santo Padre!
Después de dirigirme aquellas frases, habló a todos en general agradeciendo el filial encuentro e impartió su santa y apostólica bendición […]. Después de haber dado S.S. la bendición, monseñor le presentó el plano de la nueva igle- sia de San Carlos (Buenos Aires) y le pidió que escribiese con su mano la santa bendición sobre el plano. El anciano, lleno de bondad, con una sonrisa propia de un santo, como padre gentil hacia sus hijos, respondió con todo el amor de su alma: «Sí, desde luego. Y mientras tanto, venid todos».
Y nosotros pasamos enseguida a otra habitación, su estudio, y nos pusimos alrededor de él como una corona. A su izquierda se sentó Mons. Cagliero y todos los demás de pie. Mientras S.S. escribía, monseñor le dijo: «¡Cuánta bondad, santo Padre!» y S.S. respondió: «Para estos hi- jos míos…». Además de estar el Santo Padre afectuoso y amable, estaba además muy alegre.
Aquí viene la cosa mejor y más apreciada. Después de haber puesto su autógrafo en el plano referido, Mons. Cagliero le presentó la carta de los novicios y aspirantes de Patagones, diciéndole: «Santidad, aquí hay una carta de los novicios y aspirantes de la Patagonia, y pide a Vuestra San- tidad que les envíe su santa bendición». Su Santidad tomó enseguida la carta y sin leerla, escribió inmediatamente su precioso autógrafo, impartiendo su santa bendición a todos los superiores y muchachos del noviciado de Patagones […].
Continuando: todos pasamos a besar el Sagrado Ani- llo del Pescador, para despedirnos […].
Después íbamos saliendo todos. Habían salido ya to- dos los sacerdotes y yo me había quedado atrás: el Obispo que acompañaba a S.S. me llamó y me dijo: «Te llama Su Santidad». Yo volví y él me condujo a la mesa del Santo Padre, que estaba sentado y buscaba algo. Me arrodillé de- lante de S.S. y junté las manos. Finalmente S.S. tomó un rico estuche que tenía una medalla de plata; por un lado estaba cincelado el busto de S.S. Pío X y, por el otro, la Virgen María Inmaculada. Es decir, la conmemoración de su pontificado y de la Inmaculada.
Le besé de nuevo la mano y él me hizo una caricia. Se lo agradecí y él, con una dulce sonrisa, me saludó. Salí de la habitación contento lo indecible por el bonito regalo; más que bonito, preciosísimo y santo recuerdo de un Vicario de Cristo, que representa al mismo Jesús en la tierra.
ResponsorioSal 70,17; 74,2; 88,1; Is 49,2
Dios mío, me instruiste desde mi juventud: * Te damos gracias, Dios, te damos gracias, Dios.
Me escondió en la sombra de su mano. * Te da- mos gracias.
La oración, como en Laudes.
Laudes
Lectura breve Rom 12,1-2
Ahora hermanos, por la misericordia de Dios, os ex- horto a ofreceros como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: sea ese vuestro culto espiritual.
No os acomodéis a este mundo, antes transformaos interiormente con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y per- fecto.
Responsorio breve
El corazón de los santos * En la ley de Dios. El corazón de los santos.
Su camino es derecho y seguro * En la ley de Dios. Gloria al Padre. El corazón de los santos.
Benedictus, ant. El que hace la verdad, viene a la luz. Y aparecerán sus obras de hijo de Dios.
Preces
Dirijamos nuestra plegaria a Dios Padre, que en su amor misericordioso ha elegido a los pequeños y a los po- bres para revelar los misterios de su Reino, y digamos: Escucha, Padre, nuestra súplica.
Tú confiaste a la Iglesia la misión de llevar la luz del Evan- gelio a todos los hombres de la tierra,
— haz que sea cada día más misionera, manifestando con fuerza que Tú escuchas el grito de tus hijos, espe- cialmente de los que sufren a causa de las injusticias.
Mediante tu Espíritu pusiste en el corazón de Ceferino un propósito: «Quiero estudiar para ser útil a mi pueblo»,
— haz que pongamos a disposición de los demás nues- tros talentos, amando a la familia, a los jóvenes y a nuestra gente siendo, como Ceferino, modelos de fe también en las dificultades y en los sufrimientos.
El beato Ceferino amó mucho a su familia y a su pueblo:
— te pedimos por todas las familias, para que sean ver- daderas escuelas de comunión, sabiendo vivir en la verdad y en el perdón recíproco.
Tú diste un corazón grande al joven Ceferino que quería amar a todos como hizo Jesús,
— ayúdanos a ser hoy discípulos de tu Hijo, evangeliza- dores de los jóvenes, trabajando en comunión frater- na y dando a todos su Palabra salvadora.
En la Familia Salesiana has suscitado, mediante tu Espíri- tu, el don maravilloso de la santidad juvenil,
— haz que muchos jóvenes encuentren a Jesús, que los llama a seguirlo con una vida gozosa y casta en el ser- vicio de los hermanos.
Padre nuestro.
Oración
Oh Dios, Padre nuestro, que en el beato Ceferino Namuncurá das a los jóvenes un luminoso ejemplo de santidad florecida en tierra patagónica, concédenos, por su intercesión, colaborar en la difusión de tu reino rea- lizando con paciencia y amor las tareas de cada día. Por nuestro Señor Jesucristo.
Vísperas
Lectura breve Rom 8,28-30
Sabemos que todo concurre al bien de los que aman a
Dios, de los llamados según su designio.
A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos. A los que habia destinado los llamó, a los que llamó los hizo justos, a los que hizo justos los glorificó.
Responsorio breve
El Señor es justo, * Ama la justicia. El Señor es justo. Mira a los buenos con amor. * Ama la justicia.
Gloria al Padre. El Señor es justo.
Magníficat, ant. Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de ellos es el reino de Dios.
Preces
Supliquemos a Dios Padre, fuente de toda santidad, que con el ejemplo y la ayuda de los santos, nos conceda caminar por la senda de la santidad. Digamos juntos: Haznos santos, Señor, porque tú eres santo.
Padre, que nos has mostrado en Jesús que no hay amor más grande que dar la vida:
— ayúdanos para que, como el beato Ceferino Namun- curá, vivamos el mandamiento del amor, haciendo bien lo que debemos realizar en todos los momentos de nuestra jornada.
Dios Padre nuestro, que nos llamas a vivir la fe en comu- nidad y nos das en María un modelo de respuesta a tu Palabra,
— haz que sintiendo su presencia materna, hagamos siem-
pre con alegría lo que nos dice Jesús, como lo practicó
el beato Ceferino Namuncurá.
Tú que nos alegras con el triunfo de Jesús Resucitado so- bre el pecado y la muerte,
— ayúdanos para que testimoniemos con alegría nuestra fe y nuestra esperanza ante la vida nueva que nos da su resurrección.
Tú que quieres que todos seamos hermanos y que cada uno cuide de su hermano:
— ayúdanos para que, siguiendo el ejemplo del beato Ceferino Namuncurá, veamos en cada prójimo un hermano y nos comprometamos a trabajar unidos por la reconciliación y la fraternidad universal.
Te pedimos, Padre, por todos los misioneros que dieron la vida y han muerto por amor a su gente:
— que puedan descansar de las fatigas y de los sufri- mientos de la existencia y llegar en tu Hijo Jesús a la plenitud de la alegría.
Padre nuestro.
La oración, como en Laudes.