22 de septiembre
Beatos JOSÉ CALASANZ MARQUÉS
y ENRIQUE SÁIZ APARICIO
Sacerdotes y compañeros mártires
Memoria
En numerosas ocasiones el Martirologio Romano se refiere a obis- pos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, mujeres y hombres que durante la persecución religiosa española contra la Iglesia fueron coronados «con glorioso martirio», «merecieron llevar la palma de la victoria ante Dios omnipotente» y «llegar a las bodas eternas con Cris- to Esposo», obteniendo «la corona de la gloria por haber dado testi- monio de Cristo». Las expresiones que se leen el día 22 de septiembre introducen también la memoria de los mártires salesianos.
El 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil en España, acom- pañada a veces por persecuciones religiosas. Laicos, religiosos y sacer- dotes fueron encarcelados y asesinados por su fe religiosa; entre estos,
95 miembros de la Familia Salesiana: 39 sacerdotes, 22 clérigos, 24 coadjutores, 2 Hijas de María Auxiliadora, 4 Salesianos Cooperado- res, 3 aspirantes salesianos y un colaborador laico. Todos ellos dieron la vida por la fe en Cristo entre julio de 1936 y abril de 1938.
Las causas que han llevado al reconocimiento del martirio fueron dos: la del grupo de Valencia –32 mártires– con don José Calasanz Marqués a la cabeza († 29 de julio de 1936), beatificados el 11 de marzo de 2001 en Roma; y el grupo de Sevilla y Madrid –63 már- tires– con don Enrique Sáiz Aparicio al frente, que ofreció la vida a cambio de las de los jóvenes que le había confiado la Providencia, bea- tificados en la plaza de San Pedro el domingo 28 de octubre de 2007 en el grupo de 498 mártires de la persecución en España.
Murieron dando ejemplo de fidelidad a su fe cristiana y a la vo- cación salesiana, con sentimientos de confianza en Dios y de perdón a sus asesinos.
Del Común de mártires: pág. 429. Los salmos, de la feria corres- pondiente.
Segunda lectura
Oficio de lectura
De las «Cartas» de los beatos José Calasanz, Jaime Ortiz y Julio Junyer
(Positio super martyrio servorum Dei Joseph Calasanz et sociorum, Roma
1995; Informatio págs. 103-104 y 170; Summarium, págs. 204-205)
Nuestra confianza está en Dios,
en la protección de María Auxiliadora y Don Bosco
Desde la cárcel de Valencia escribía el Inspector, don José Calasanz, a don Pedro Ricaldone, Rector Mayor de la Con- gregación Salesiana, informándole sucintamente de la situa- ción que se estaba viviendo: «Solo unas líneas para darle no- ticias de algunos y de mí, dado que de los otros no es posible. Estábamos en nuestra casa de Valencia durante los ejercicios espirituales y pensábamos acabarlos hoy. A pesar de que se había declarado huelga general, el lunes pasamos con tran- quilidad todo el día y parte de la noche, pero a la una de la madrugada empezaron a sonar disparos en los alrededores de nuestra casa, que se hicieron más insistentes hasta llegar a romper los cristales de nuestras ventanas. Después supimos que desde el anochecer habían rodeado la casa.
Ya puede imaginar la impresión profunda y hasta el miedo con el que rápidamente nos levantamos todos, so- bre todo no habiendo en la casa una simple arma con la que defenderse, si hubiésemos intentado hacerlo; pero sin arma alguna, ¿qué podíamos hacer? Para fortalecer nues- tras almas y para evitar una profanación, algunos fueron a la iglesia para retirar el Santísimo y comulgamos, consu- miendo todas las formas consagradas.
Sobre las cinco de la mañana y convencidos segura- mente de que no nos defendíamos, porque no teníamos armas, asaltaron nuestra casa y destruyeron cuanto encon- traban a su paso, llegaron donde estábamos todos reunidos. Según cálculos, debían ser más de doscientos asaltantes y venían empuñando toda clase de armas y hasta palos: nos cachearon y nos encerraron en una habitación. Según nos dieron a entender, la intención era la de asesinarnos. Pocos momentos después, llegaron las fuerzas de seguridad, que tan repetidamente habíamos reclamado durante toda la noche desde que notamos los primeros disparos.
Creíamos que estas fuerzas reclamadas por nosotros venían en nuestro socorro, pero lo sucedido es que nos han traído a todos (37 de los nuestros y 5 empleados) a esta cárcel de Valencia, desde donde le escribo, no sé en calidad de qué. Algunos me han dicho que como presos gubernativos, y hasta creo que han dicho que acusados de haber hecho disparos, lo que es completamente falso porque, como he dicho, no teníamos en casa ni una triste arma. No sé el tiempo que nos tendrán aquí: Dios sabe si se prolongará por unos días o por semanas; y sé mucho menos la muerte que puede esperarnos. Pero nuestra con- fianza está puesta en Dios y en la protección de María Au- xiliadora y de nuestro padre san Juan Bosco: no dudamos tampoco de su bendición y de las oraciones de usted y demás Superiores y hermanos. Ya puede figurarse cuánto lamento no poder comunicarle noticias de ninguna casa: estamos incomunicados y las noticias de este movimiento sedicioso son de lo más contradictorias. Por si puede salir pronto esta carta, pongo punto final, encomendándonos a sus oraciones y pidiendo su bendición».
También el salesiano coadjutor Jaime Ortiz, semanas antes de morir, escribió a su madre dos cartas, de las que entresacamos los siguientes sentimientos: «Tal vez Dios nuestro Señor ha permitido este estado de cosas para que no nos durmamos, para que trabajemos con nuevos bríos, para que solo busquemos su mayor gloria y no nuestro bienestar… No todo sale como nos gustaría a nosotros o nos parece mejor. Seguramente Dios nuestro Señor sacará muchísimo bien así, mejor que de otra manera, y por esto ha permitido este aparente fracaso […]. Ciertamente es- taréis preocupados por lo que pudiera ocurrirnos, si con- tinuasen las salvajadas de estos últimos días… Nosotros seguimos trabajando normalmente, tanto los salesianos como los chicos, con tranquilidad, sin preocuparnos gran cosa por lo que pueda ocurrir. Quiero decir, sin dejarnos abatir por el pesimismo… Ya veremos cuánto nos querrá probar el Señor… Rezad para que amemos un poco más
nuestra vocación y contribuyamos en lo que podamos a la mayor gloria de Cristo Rey».
Por su parte, el sacerdote Julio Junyer escribía a su pri- mo horas antes de su muerte: «Apreciado Paco: ha llegado el último día de mi vida, y a ti y a toda la familia dirijo mi
último saludo que quisiera ser un abrazo. Os espero en el cielo, al cual espero poder ir por la misericordia de Dios. Muero inocente; y ofrezco mi vida al Señor por el bien de la Iglesia y de España. En cuanto a mis padres, tu prudencia te dirá lo que debes hacer. A los jueces que me condenaron de todo corazón los perdono. Nada más, Paco. De la tía Salvadora pido solo resignación y conformidad con la vo- luntad de Dios. Rogad por mí y hasta el cielo».
Responsorio
Mientras combatimos por la fe, Dios nos mira, Cristo y sus ángeles nos asisten: * Es honor y alegría para nosotros luchar bajo la mirada de Dios, recibir el premio de Cristo juez.
Reunamos las fuerzas, preparémonos a la lucha con espíritu puro, con fe y valentía, con entrega total. Es honor.
La oración, como en Laudes.
Laudes
Lectura breve 2Cor 1,3-5
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre compasivo y Dios de todo consuelo, que nos con- suela en cualquier tribulación, para que nosotros, en vir- tud del consuelo que nosostros recibimos de Dios, poda- mos consolar a los que pasan cualquier tribulación. Pues como abundan nuestros sufrimientos por Jesucristo, así por Jesucristo abunda nuestro consuelo.
Responsorio breve
Los santos mártires * Viven eternamente. Los santos. Reciben de Dios su recompensa.* Viven eterna-
mente. Gloria al Padre. Los santos.
Benedictus, ant. Felices vosotros, los perseguidos por la justicia: vuestro es el reino de los cielos.
Preces
En unión con los beatos mártires José Calasanz, Enrique Sáiz y compañeros, que dieron su vida por amor a Cristo, celebramos e invocamos a nuestro Salvador: Nos has redimido, Señor, con tu sangre.
Por tus mártires, Señor, que abrazaron la muerte como testimonio de la fe,
— danos una fe pura y coherente en las pruebas de la vida. Cristo, que diste a tus mártires la fuerza de seguirte en el
camino de la cruz,
— haz que afrontemos los sufrimientos y las cruces en nuestra vida, uniéndonos a tu pasión redentora.
En la violenta persecución contra la Iglesia, los mártires salesia- nos de España, coronados con glorioso martirio, merecie- ron llevar la palma de la victoria ante Dios omnipotente:
— haz, Señor, que todos los cristianos sean siempre va- lientes testigos tuyos y de tu Iglesia ante el mundo aun en la persecución.
Nuestros beatos mártires afrontaron la muerte poniendo su confianza en Dios, en María Auxiliadora y en su padre Don Bosco:
— concédenos también a nosotros, Señor, poner siempre nuestra confianza, en cada circunstancia de la vida, sostenidos por la intercesión de María Auxiliadora y de san Juan Bosco.
Padre nuestro.
Oración
Dios omnipotente y eterno, que diste a los beatos José Calasanz y Enrique Sáiz, sacerdotes, y compañeros mártires la gracia de participar en la pasión de Cristo, ven en ayuda de nuestra debilidad; y así como ellos no dudaron en morir por ti, concédenos también a nosotros vivir con fortaleza en la confesión de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo.
Vísperas
Lectura breve 1Pe 4,13-14
Estad alegres en proporción a los sufrimientos que compartís con Jesucristo; así también cuando se vele su gloria, desbordaréis de alegría. Si os escarnecen por ser cristianos, dichosos vosotros; eso indica que el Espíritu de la gloria, que es el de Dios, reposa en vosotros.
Responsorio breve
Estad alegres en el Señor: * Alegraos, justos. Estad
alegres.
Fieles de Dios, gritad de alegría. * Alegraos. Glo-
ria al Padre. Estad alegres.
Magníficat, ant. Gloria en el cielo para los amigos de Dios: han seguido las huellas de Cristo, han derramado su sangre por amor; con Cristo reinarán sin fin.
Preces
A la misma hora en que el Rey de los mártires ofreció su vida en la última cena y la entregó en la cruz, eleve- mos hacia Él la alabanza de la Iglesia:
Te alabamos y te adoramos, Señor.
Te alabamos y te adoramos, Cristo, causa y modelo de todo martirio, porque nos has amado hasta el final,
— haz que vivamos en fidelidad a nuestra vocación cris- tiana, correspondiendo a tu amor con la entrega de nosotros mismos.
Los mártires, con el derramamiento de su sangre se han convertido en imitadores de la pasión de Cristo,
— por su intercesión, haznos solidarios con tu pasión que se prolonga en los oprimidos, en los marginados y en todos los que sufren.
Nuestros beatos mártires de España —salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores— dieron su vida en fidelidad a Cristo y a la Iglesia,
— haz, Señor, que todos los miembros de la Familia Sa- lesiana manifiesten en todas las circunstancias de la vida su amor a Cristo y a la Iglesia, fieles a las ense-
ñanzas de Don Bosco.
Tú has asociado, Señor, a los beatos mártires a tu muerte redentora,
— haz que hagamos nuestra la oración de uno de estos mártires: «Tal vez Dios nuestro Señor ha permitido este estado de cosas para que no nos durmamos, para que trabajemos con nuevas energías, para que bus- quemos solo su mayor gloria».
Te confiamos, Señor, a nuestros hermanos que han dejado este mundo,
— admítelos a gozar de tu reino de luz y de paz, en com- pañía de los santos.
Padre nuestro.
La oración, como en Laudes.