5 de octubre
Beato ALBERTO MARVELLI
Memoria libre
Alberto Marvelli nació en Ferrara el 21 de marzo de 1918, de una familia que era una verdadera iglesia doméstica; vivió y creció en Rímini, a donde su familia se había trasladado. Vivió en un continuo esfuerzo por adecuar su conducta a los valores cristianos. En esto le sirvió de ayu- da el Oratorio salesiano, sobre todo después de la muerte de su padre, cuando cayó sobre sus hombros la grave responsabilidad de ocuparse de su familia, convirtiéndose en un segundo padre para sus hermanos.
El Diario escrito entre 1933 y 1946, nos revela las motivaciones más profundas de la obra evangélica de Marvelli, sobre todo porque podemos entrar directamente en su relación más íntima con Dios. El Diario comienza, en efecto, con un profundo encuentro con el Señor, fruto de una iluminación imprevista que caracterizará su breve exis- tencia: «El camino de la perfección es difícil, lo sé, pero con la ayuda de Jesús nada es imposible» (Diario 1935).
Alberto es hombre fuerte y dinámico, que medita cómo poder ser santo en lo concreto de la vida diaria. En 1941 escribe: «Quiero que mi vida sea un continuo acto de amor […]. Amor que sea fe, amor que sea caridad, apostolado, sentido del deber, deseo de santi- ficarme». Lo que alimenta esta energía es la Eucaristía. «Todo mi ser
—anota en sus apuntes—, está penetrado por el amor de Dios, por- que él viene a mí con su cuerpo y su alma y diviniza todo mi cuerpo, mis pensamientos, mis acciones, mis palabras».
Esta intimidad con Dios, alcanzada precisamente por medio de la Eucaristía, hace que Alberto se abra a los otros, advirtiendo las pro- fundas injusticias, los pecados, las miserias de su tiempo. Su esfuerzo es extraordinario y no conoce pausa. Se transparenta un fervor de caridad que se manifiesta en una atención delicada a los problemas de la gente. Durante la Segunda Guerra Mundial, Marvelli está siempre en primer plano para ayudar a los militares, a los necesitados, a los desplazados.
Fue activo protagonista de la vida eclesial, social y política de su ciudad. Sirvió a Cristo en los pobres con fervoroso amor. Ejerció un activo apostolado en múltiples campos.
Atropellado por un vehículo militar, murió el 5 de octubre de 1946. Fue beatificado por Juan Pablo II el 5 de septiembre de 2004, en Lo-
reto, con ocasión del gran Congreso Internacional de la Acción Católica.
Del común de santos varones: pág. 463. Los salmos, de la feria correspondiente.
Segunda lectura
Oficio de lectura
Del Diario del beato Alberto Marvelli
(Diario e Lettere. La spiritualità di un laico cattolico, ed. F. Lanfrachi, San Paolo, Cinisello B. [MI] 2005, pássim)
Hacerse santos con una viva sensibilidad a los fenómenos espirituales, políticos, sociales, religiosos
Me he prefijado una meta que alcanzar, hoy, a toda costa, con la ayuda de Dios. Meta alta, sublime, radian- te, preciosa, deseada desde hace tiempo pero hasta ahora nunca ejecutada. Ser santo, apóstol, caritativo, estudioso, puro, fuerte. No estar nunca ni un instante ocioso. ¿Es tal vez presunción? ¿Creo acaso que soy tan fuerte que lo voy a lograr? Tú sabes, Señor, que nada puedo por mí mismo.
Cada vez que me acerco a la Comunión, cada vez que Jesús en su Divinidad y Humanidad entra en mí, en con- tacto con mi alma, es un encenderse con santos propósi- tos; es como un fuego que arde, que entra en mi corazón, una llama que abrasa y que consume, pero que me hace muy feliz. Entonces me abandono totalmente en un colo- quio íntimo con Jesús; mi humanidad desaparece, podría decir, allí cerca de él. Jesús vive en mí, Jesús está en mi corazón; Jesús deja el cielo para entrar en mi indignísimo cuerpo. Jesús, dame tu voluntad, tu firmeza en los propó- sitos, tu amor inmenso por los hombres y sus miserias, tu sentido total y sobrenatural de apostolado. Jesús me ha envuelto con su luz, me ha rodeado, no veo más que a Él,
no pienso más que en Él; todo el mundo que me rodea desaparece, me quedo solo con Él. Le pido que prolongue siempre esos instantes, que nunca desaparezca de mi mi- rada, que esté siempre presente para recordarme mi deber.
Es inútil pretender querer hacerse santos, querer ser apóstoles, presentarse como activos trabajadores, si no se medita, si se corre detrás de cualquier pensamiento, aun frívolo, si no se es capaz de imponerse un recogimiento más vivo, un sentido crítico bueno de observación, una autono- mía de reflexión en el examen de los problemas, una sensi- bilidad viva para todos esos fenómenos espirituales, políti- cos, sociales, religiosos que se verifican a nuestro alrededor.
¿Cómo han pasado para mí estos años? ¿Qué progresos he hecho en mi vida espiritual? Los acontecimientos, los dolores, los sufrimientos, los sacrificios, las alegrías, ¿han sabido enseñarme algo, han acrecentado mi fe, mi esperan- za, mi caridad? ¿He progresado, en resumen, o me he que- dado estáticamente quieto o, peor, he empeorado? Quiero analizar a fondo la vida de estos años, mi tenor espiritual actual; quiero hacer un cuidadoso y meticuloso examen de conciencia, necesario después de tanto tiempo. Quiero acostumbrarme de nuevo a reflexionar, a pensar, a meditar, porque siento que por desgracia, la actividad intensa de es- tos últimos años ha ido en detrimento de mi vida interior.
Todas las ideas vienen de los demás, parece que hago todo y no hago nada, aparezco como un instrumento acti- vo, digno de ser señalado como ejemplo, y doy vueltas en vacío, tropezando aquí y allá como un molino de viento, sin parar. No doy un tono a mis actividades, me parecen extrañas, aun estando deseoso de vivir para ellas. ¿Son quizá el excesivo trabajo profesional, las preocupaciones materia- les actuales y futuras? Hay que acostumbrarse a examinar cada idea, a estudiar, a meditar y reflexionar. El Señor me ha dado una inteligencia, una voluntad, una razón: bueno, pues hay que usarlas, tenerlas en ejercicio, hacerlas funcio- nar. Si no se usan, se enmohecen y acaban por ser inútiles.
ResponsorioProv 23,26; 1,9; 5,1
Hijo mío, hazme caso, acepta de buena gana mi camino: * Pues será hermosa diadema en tu cabeza.
Hijo mío, haz caso de mi experiencia, presta oído a mi inteligencia. * Pues será.
La oración, como en Laudes.
Laudes
Lectura breve Rom 12,1-2
Ahora hermanos, por la misericordia de Dios, os ex- horto a ofreceros como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: sea ese vuestro culto espiritual.
No os acomodéis a este mundo, antes transformaos interiormente con una mentalidad nueva, para discer- nir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto.
Responsorio breve
El corazón de los santos * En la ley de Dios. El corazón de los santos.
Su camino es derecho y seguro * En la ley de Dios. Gloria al Padre. El corazón de los santos.
Benedictus, ant. En eso sabrán que sois mis discípu- los, si os tenéis amor los unos a los otros.
Preces
La liturgia de alabanza nos invita a presentar a Dios, fuente de toda bendición, el canto que se eleva a la Trinidad con nuestra vida. Sostenidos por la intercesión del beato Alberto Marvelli, presentamos nuestras invocaciones: Santo eres tú, Señor, Dios de la vida.
En todo tiempo tú das a tu Iglesia hombres y mujeres capaces de opciones de vida hasta el heroísmo,
— sostén nuestro camino diario en medio de las dificul- tades de cada día.
La sociedad humana necesita personas que, como el beato
Alberto Marvelli, se dediquen al bien común,
— ilumina a los que trabajan en el ámbito político, so- cial y humanitario.
La atención a los pobres, a los excluidos, a los enfermos, a los marginados de todo tipo requiere apertura de corazón,
— bendice a todos los que se dedican a aliviar las prue- bas de los hermanos más necesitados.
La vitalidad de la Iglesia se manifiesta también en las di- ferentes formas de asociacionismo y de movimientos,
— haz eficaces los proyectos de bien que animan a los que forman parte de ellos con verdadera actitud de servicio.
La espiritualidad laical requiere educadores santos que se- pan formar en la vida evangélica y en la participación en los sacramentos:
— da a tu Iglesia y a la sociedad formadores de concien- cias y pastores que sepan celebrar los divinos misterios.
Padre nuestro.
Oración
Oh Dios, fuente de vida y santidad, que suscitaste en el beato Alberto Marvelli un ardiente amor a los pobres y una generosa entrega en la administración de la comuni- dad civil, concédenos, por su intercesión, imitar su ejem- plo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Vísperas
Lectura breve Rom 8,28-30
Sabemos que todo concurre al bien de los que aman a Dios, de los llamados según su designio. A los que es- cogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos. A los que había destinado los llamó, a los que llamó los hizo justos, a los que hizo justos los glorificó.
Responsorio breve
El Señor es justo, * Y ama la justicia. El Señor es
justo.
Mira a los buenos con amor. * Y ama la justicia.
Gloria al Padre. El Señor es justo.
Magníficat, ant. Lo que habéis hecho al más pequeño de mis hermanos lo habéis hecho conmigo. Venid, bendi- tos de mi Padre, recibid el reino preparado para vosotros desde el comienzo del mundo.
Preces
Al final de este día, elevemos nuestra súplica a Dios, Padre de misericordia y fuente de santidad, para que nos conceda vivir siguiendo el ejemplo del beato Alberto Marvelli cada día de nuestra vida.
Escúchanos, Padre, fuente de toda santidad.
Padre santo, en todos los tiempos pones en el camino de la Iglesia hombres y mujeres generosos en lo diario de su existencia,
— haz que la comunidad cristiana sepa atesorar esos ejemplos. Padre santo, con el don de tu palabra y de los sacramen-
tos, nos invitas a caminar en coherencia con nuestra
vocación,
— haz que nuestra respuesta sea activa y concreta.
Padre santo, sustenta cada día nuestra fe vacilante con los signos de tu providencia,
— haz que nuestra misión esté siempre al servicio de los pobres y de los que sufren en el cuerpo y en el espíritu.
Padre santo, con el don de tu palaba nos invitas a recorrer con arrojo el camino de la santidad,
— haz que a ejemplo del beato Alberto, la escucha y la meditación del Evangelio sean nuestro apoyo.
Padre santo, admite a la contemplación de tu rostro a todos los difuntos que te han buscado en el rostro necesita- do de los hermanos:
— haz que encuentren el abrazo sonriente de tu infinita misericordia.
Padre nuestro.
La oración, como en Laudes.