Dios.
Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de
este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan
desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina,
misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los
siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este
mundo la ha conocido, pues si la hubiesen conocido, nunca
hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino que está
escrito:
« Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar
lo que Dios ha preparado para los que lo aman ».
Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu. El Espíritu lo sondea
todo, incluso lo profundo de Dios. ¿Quién conoce lo íntimo
del hombre, sino el espíritu del hombre, que está dentro de
él? Pues lo mismo, lo íntimo de Dios lo conoce sólo el Espíritu
de Dios. Y nosotros hemos recibido
un Espíritu que no es del mundo, es el Espíritu que viene de
Dios, para que tomemos conciencia de los dones que de Dios
recibimos.
Cuando explicamos verdades espirituales a hombres de
espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber
humano, sino en el que enseña el Espíritu, expresando
realidades espirituales en términos espirituales. A nivel
humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le
parece una locura; no es capaz de percibirlo, porque sólo se
puede juzgar con el criterio del Espíritu. En cambio, el hombre
de espíritu tiene un criterio para juzgarlo todo, mientras él no
está sujeto al juicio de nadie. « ¿Quién conoce la mente del
Señor para poder instruirlo? » Pues bien, nosotros tenemos la
mente de Cristo.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL
del Salmo 147 (146)
g. Tu sabiduría, Señor, no tiene medida.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. g.
El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de
Israel; él sana los corazones destrozados, venda sus heridas.
g.