COMO DON BOSCO, ¡CON LOS JÓVENES, PARA LOS JÓVENES!
2. El Aguinaldo… que quiere ser palabra de unidad para toda nuestra Familia
3. Como Don Bosco… desde su corazón pastoral y su acción educativa, envueltos en la trama de Dios
4. ¡Con los jóvenes! para los jóvenes… en especial los más pobres
7. Con María, la más insigne colaboradora del Espíritu Santo
COMENTARIO DEL RECTOR MAYOR
AL AGUINALDO 2015
COMO DON BOSCO, ¡CON LOS JÓVENES, PARA LOS JÓVENES!
Mis queridos hermanos y hermanas:
Deseo comenzar esta carta, que tiene por finalidad ser el comentario o desarrollo del lema del Aguinaldo, saludando muy afectuosamente a todos mis hermanos salesianos, a mis hermanas salesianas, a quienes por tradición se entrega en primer lugar, en la persona de la Madre General, el Aguinaldo de cada año. Después pasa a ser una propuesta de comunión para toda nuestra Familia Salesiana en el mundo.
La entrega del Aguinaldo lleva consigo un viva y sincera felicitación en esta Navidad y en el inicio del Nuevo Año, ambos momentos festivos como Don y Gracia del Señor. Una felicitación que, como deseo de corazón, quisiera que fuese una real oportunidad de saludarnos personalmente. Como no puede ser, confío en que al menos la expresión de este sentimiento pueda llegar a todos, al mismo tiempo que les acerco este sencillo comentario y desarrollo del lema central del Aguinaldo para este año 2015.
1. UNA HERMOSA HERENCIA ESPIRITUAL
Califico de «hermosa herencia espiritual» nuestra tradición familiar del Aguinaldo porque ha sido algo que siempre ha estado muy en el corazón de Don Bosco. Los primeros mensajes que, a modo de aguinaldo, están recogidos en nuestra tradición se remontan a la década de 1850. En las Memorias Biográficas[1] leemos que una estrategia de Don Bosco era la de escribir, de cuando en cuando, un papelito haciéndolo llegar a quien quería darle un consejo. Algunos de ellos fueron conservados y son mensajes muy personales que invitan a una buena acción, o a remediar algo que no va bien; pero además de esto, desde los primeros años del Oratorio, Don Bosco había comenzado a entregar, hacia el final del año, un aguinaldo a todos sus jóvenes en general y otro a cada uno en particular. El primero, el general, solía consistir en indicar algunos procedimientos y aspectos a tener en cuenta para la buena marcha del año que estaba por comenzar. Y casi cada año Don Bosco continuó dando tales aguinaldos.
El último Aguinaldo — el último que Don Bosco dedicó a sus hijos— vio la luz en circunstancia muy especial. Está en las Memorias Biográficas[2]. Sintiendo Don Bosco que llegaba el momento final, hizo llamar a Don Rua y a Mons. Cagliero y, con las pocas fuerzas que le quedaban, les dio unas últimas recomendaciones para ellos y para todos los Salesianos. Bendijo las casas de América y a muchos de los Hermanos que en esas tierras estaban, bendijo a todos los cooperadores italianos y a sus familias y, finalmente, les pidió que le prometieran que se amarían como hermanos…, y que recomendaran la frecuente comunión y la devoción a María Santísima Auxiliadora.
Recogiendo estas palabras de Don Bosco, Don Rua describe en su tercera circular ese momento y esas palabras, y añade que «estas podrían servir como Aguinaldo del nuevo año para enviar a todas las casas salesianas. Deseó que fuesen para toda la vida y dio su aprobación para que sirviesen realmente como aguinaldo para el nuevo año»[3].
2. EL AGUINALDO…QUE QUIERE SER PALABRA DE UNIDAD PARA TODA NUESTRA FAMILIA SALESIANA
Nuestra Familia Salesiana se distingue y caracteriza por ser, en primer lugar, una familia carismática[4] en la que el Primado de Dios-Comunión es el corazón de la mística salesiana. Esto es así porque nos remite al origen de aquel «carisma» del Espíritu que se nos ha transmitido a nosotros desde Don Bosco para «ser vivido, custodiado, profundizado y desarrollado constantemente en sintonía con el Cuerpo de Cristo en perenne crecimiento»[5].
En tal comunión de carisma reconocemos la diversidad y, al mismo tiempo, la unidad que tiene su fuente en la consagración bautismal, en el compartir el espíritu de Don Bosco, y en la participación de la misión salesiana al servicio de los jóvenes, y especialmente los más pobres[6].
Por eso en cada Aguinaldo subrayamos este aspecto de la comunión que es prioritario en nuestra Familia. En la medida en que el mismo aguinaldo pueda ayudar a las programaciones pastorales de las diversas ramas y grupos, es bienvenido, pero sabiendo que su finalidad primaria no es la de llegar a ser un programa de pastoral para el año, sino más bien ser un mensaje creador de unidad y comunión para toda nuestra Familia Salesiana, en un objetivo común. Después veremos en cada «rama» de este nuestro árbol de familia cómo concretarlo en vida, cómo hacerlo operativo.
De ahí mi propuesta de Aguinaldo, queridos Hermanos y Hermanas de nuestra Familia Salesiana, para este año 2015 que el Señor nos regala:
COMO DON BOSCO, ¡CON LOS JÓVENES, PARA LOS JÓVENES!
3. COMO DON BOSCO…DESDE SU CORAZÓN PASTORAL Y SU ACCIÓN EDUCATIVA, ENVUELTOS EN LA TRAMA DE DIOS
Decir COMO DON BOSCO, hoy, es ante todo volver a encontrar y descubrir de nuevo en toda su plenitud el espíritu de Don Bosco que, hoy como ayer, tiene y ha de tener toda la fuerza carismática y toda actualidad.
De entre todo lo que se podría explicitar sobre esta realidad carismática, me permito subrayar dos aspectos en este momento:
— La Caridad pastoral (o el corazón del «Buen Pastor»), como elemento movilizador del ser y el hacer de Don Bosco.
— Su capacidad de leer «el Hoy» para preparar «el Mañana».
3.1. Don Bosco, con el corazón del «Buen Pastor»
El corazón del Señor Jesús, Buen Pastor, marca todo nuestro hacer pastoral y es referencia esencial para nosotros. Al mismo tiempo, la concreción, «al modo salesiano» la encontramos en Don Bosco (plasmado en el singular espíritu de Valdocco, o en lo propio de Mornese, o en lo que de más propio tienen todos los grupos de la Familia Salesiana). Por lo tanto, en nuestra Familia, el punto de confluencia primero y para todos es el carisma de Don Bosco suscitado por el Espíritu Santo, para bien de la Iglesia. Es esto que llamamos carisma salesiano y que nos abraza y acoge a todos y a todas.
En Don Bosco «la feliz expresión (que fue su programa de vida), “me basta que seáis jóvenes para que os ame”, fue la palabra y, todavía lo es hoy, la opción educativa fundamental»[7] por excelencia. Y bien sabemos que por sus niños y jóvenes Don Bosco desarrolló una grandísima actividad con palabras, con acciones educativas, con presencia, con escritos, con asociaciones o compañías, con viajes, con fundaciones, y en encuentros con todo tipo de autoridades civiles y religiosas y con el mismo Papa. «Por ellos, sobre todo, manifestó una atención muy cuidada, dirigida a sus personas, a fin de que en su amor de padre los jóvenes pudiesen acoger el signo de un amor más alto»[8].
Esa predilección de Don Bosco por los jóvenes, por cada joven, fue la que le llevaba a hacer lo que fuese, a romper «todo molde», todo estereotipo con tal de llegar a ellos. Como atestigua don Francisco Dalmazzo al «proceso de santidad» de Don Bosco, bajo juramento en 1892, «Yo vi un día a Don Bosco abandonar a don Rua y a mí, que le acompañábamos, para ayudar a un muchacho albañil a transportar una carretilla muy cargada, que se sentía incapaz de mover y que lo demostraba llorando; y esto sucedía en una de las calles principales de la ciudad»[9].
Esa predilección por los muchachos llevaba a Don Bosco a entregarse del todo en la búsqueda de su bien, de su crecimiento, desarrollo y bienestar humano y de su salvación eterna. Ese era el horizonte de vida de nuestro padre: ¡ser todo para ellos, hasta el último suspiro! Lo expresa muy bien una de nuestras hermanas estudiosa de Don Bosco cuando escribe: «El amor de Don Bosco por estos jóvenes se manifestaba en gestos concretos y oportunos. Se interesaba por toda su vida, enterándose de las necesidades más urgentes e intuyendo las más ocultas. Afirmar que su corazón se entregaba totalmente a los jóvenes significa que toda su persona, inteligencia, corazón, voluntad, fuerza física, todo su ser estaba orientado a hacerles en bien, a promover su crecimiento integral, a desear su salvación eterna. Por tanto, para Don Bosco ser hombre de corazón quiere decir estar totalmente consagrado al bien de sus jóvenes y gastar a favor de ellos todas sus energías ¡hasta el último aliento!»[10].
Este mismo ardor lo llevó, con criterios similares, y con el mismo espíritu, a buscar una solución a los problemas de las jóvenes, con la cercanía de la Cofundadora María Dominica Mazzarello y el grupo de mujeres jóvenes unidas a ella y dedicadas, en el ámbito parroquial, a la formación cristiana de las chicas.
Su corazón pastoral lo animó, de igual manera, a contar con otros colaboradores, hombres y mujeres, «consagrados con votos estables, cooperadores asociados en el compartir los ideales pedagógicos y apostólicos»[11]. A esto se suma su condición de gran promotor de una especial devoción a María Auxiliadora de los cristianos y Madre de la Iglesia, y su cuidado y afecto permanente por sus exalumnos.
Y en el centro de todo este hacer y de su visión ha estado, como verdadero movilizador de su fuerza personal «el hecho de que Don Bosco realiza su santidad personal mediante el compromiso educativo vivido con celo y corazón apostólico»[12], la caridad pastoral. Esa caridad pastoral que para Don Bosco, precisamente por sentirse envuelto en la Trama de Dios significaba que Dios tenía la primacía en su vida, era Él la razón de su vivir, de su hacer, de su ministerio sacerdotal, hasta el punto de abandonarse en Él hasta la temeridad. Este sentirse envuelto en la Trama de Dios significaba, por eso mismo, amar al joven, a todo joven, cualquiera que fuese su estado o situación, para llevarlo a la plenitud de ese ser humano, que se ha manifestado en el Señor Jesús y que se concretaba en la posibilidad de vivir como honrado ciudadano y como buen hijo de Dios.
Y esta ha de ser la clave de nuestro ser, vivir y actuar el carisma salesiano. Si llegamos a sentir en las propias entrañas, en lo más profundo de cada una y de cada uno de nosotros, ese fuego, esa pasión educativa que llevaba a Don Bosco a encontrarse con el joven en el tú a tú, creyendo en él, confiando en que en cada uno siempre hay semilla de bondad y de Reino, para ayudarlos a dar lo mejor de sí mismos y acercarlos al encuentro con el Señor Jesús, entonces estaremos haciendo realidad, sin duda, lo más bello de este nuestro carisma salesiano.
3.2. En la historia de Dios y de los hombres
Yo creo, y muchos de nosotros creemos que Don Bosco tenía una capacidad especial para saber leer los signos de los tiempos. Supo hacer propios tantos valores que su tiempo le ofrecía en el campo de la espiritualidad, de la vida social, de la educación… y fue capaz de darle a todo ello una impronta tan personal que lo ha distinguido y diferenciado de otros grandes de su tiempo.
Esto le permitía leer el hoy como si viviese ya en el mañana. El hoy de Don Bosco era contemplado por él con los ojos del «historiador de Dios», con los ojos de quien sabe mirar la Historia para reconocer en ella los signos de la presencia de Dios. ¡Historia presente, no pasada! Historia contemplada con una lucidez que a la mayoría nos resulta posible únicamente con la relectura —en Dios— de los acontecimientos, para poder dar así respuestas a las necesidades de sus jóvenes.
Por su estilo de vivir y de actuar, nosotros también estamos llamados hoy a pedir a Don Bosco que nos enseñe a leer los signos de los tiempos para ayudar a los jóvenes.
Esta misma convicción la expresa el Capítulo General Especial cuando dice que «Don Bosco poseyó en alto grado la sensibilidad a las exigencias de los tiempos… Sus primeros colaboradores se formaron en este espíritu… Y la sociedad moderna, con sus cambios rápidos y profundos exige un nuevo tipo de persona, capaz de superar el ansia provocada por dichos cambios y de proseguir buscando, sin anquilosarse en soluciones hechas… capaz de distinguir, sin extremismos, lo permanente de lo mutable»[13]. En este deseo de actualizar el carisma, el camino que nos queda es, justamente, el de buscar para nosotros ese su corazón pastoral, junto con esa capacidad de movilidad, de adaptación, de lectura creyente del aquí y ahora.
4. ¡CON LOS JÓVENES! PARA LOS JÓVENES… EN ESPECIAL LOS MÁS POBRES
4.1. ¡Con los JÓVENES! estando con ellosy enmedio de ellos
Y decimos ¡CON LOS JÓVENES!, hermanos y hermanas de nuestra Familia Salesiana, porque el punto de partida de nuestro hacer carne y sangre (ENCARNAR) el carisma salesiano, es el de ESTAR CON LOS JÓVENES, estar con ellos y entre ellos, encontrarlos en su vida cotidiana, conocer su mundo, amar su mundo, animarles en su ser protagonistas de sus vidas, despertar su sentido de Dios, animarlos a vivir con metas altas.
El mundo de los jóvenes es un mundo de posibilidades. Para poder ser fermento en ese mundo, debemos conocer y valorar positiva y críticamente aquello que los jóvenes valoran y aman. El desafío de nuestra misión en medio de los jóvenes pasa a través de nuestra capacidad profética para leer los signos de los tiempos, como anteriormente decíamos de Don Bosco; es decir, ¿qué nos está diciendo y pidiendo Dios a través de estos jóvenes con los que me encuentro?
Este desafío comienza por tener la capacidad de escuchar, y por tener el valor y la audacia de entablar un diálogo «horizontal», sin posicionamientos estáticos, sin arrogarnos previamente la posesión de la verdad. Adoptemos la actitud del «aprendiz», y mucho aprenderemos de ellos y de la imagen de Iglesia que para ellos encarnamos. Los jóvenes, con su palabra, su presencia o su «indiferencia», con sus respuestas y sus ausencias, están reclamando algo de nosotros. Y también el Espíritu en ellos, y a través de ellos, nos está hablando. Del encuentro con ellos nunca se sale indemne, sino recíprocamente enriquecidos y estimulados.
4.2.¡Con los JÓVENES! mostrándoles predilección pastoral
Y decimos ¡CON LOS JÓVENES!, porque si lo que llena nuestro corazón —desde el momento de la llamada vocacional de Jesús a cada uno de nosotros—, es la predilección pastoral por los chicos y chicas, los muchachos, las jóvenes y los jóvenes, esta predilección se manifestará en nosotros, como en Don Bosco, en una verdadera «pasión» buscando su bien, poniendo en ello todas nuestras energías, todo el aliento y fuerza que tengamos.
Y nuestras comunidades, sea cual sea el grupo de nuestra Familia (sean comunidades de vida religiosa, comunidades de oración y compromiso, comunidades testimonio…), han de intentar adquirir «visibilidad» entre los jóvenes de su propio ambiente. Esta visibilidad exige discernimientos, opciones y renuncias. Significa ante todo gratuidad en el servicio, relaciones fraternas alegres y detallistas, en un proyecto comunitario de oración, encuentros y servicio. Se requiere, más que nunca, una «casa abierta», con pluralidad de iniciativas convocantes, y con propuestas oportunas para los problemas de los jóvenes del entorno. Ojalá los jóvenes se percaten del valor que tiene el poder disponer de un «hogar salesiano», poder contar con un grupo de personas amigas. La significatividad exigirá que nuestras comunidades vivirán en una saludable tensión que se transforma en búsqueda, discernimiento y toma de decisiones que han de ser continuamente revisadas, llevadas a la oración y contrastadas en la vivencia fraterna y en la praxis pastoral.
4.3.¡Para los JÓVENES! en especial para los más pobres
En diversas ocasiones he comentado que cuando el Papa Francisco habla de ir a la periferia, dirigiéndose a toda la Iglesia, a nosotros nos interpela de manera muy viva y directa porque nos está pidiendo que estemos en la periferia, con los jóvenes que están en la periferia, lejos de casi todo, excluidos, casi sin oportunidades.
Al mismo tiempo digo que esta periferia es para nosotros algo muy propio como Familia Salesiana, porque la periferia es algo constitutivo de nuestro ADN salesiano. ¿Qué fue el Valdocco de Don Bosco sino una periferia de la gran ciudad? ¿Qué cosa fue Mornese sino una periferia rural? Será necesario que nuestro examen de conciencia personal y de Familia se confronte con esta fuerte llamada eclesial, que es a su vez de la esencia del Evangelio. Será necesario examinarnos acerca de nuestro estar con los jóvenes y para ellos, especialmente para los más pobres, necesitados y excluidos…, pero no será necesario buscar nuestro norte, nuestra «estrella polar de navegación», porque en los últimos, los más pobres, los que más nos necesitan está lo más propio de nuestra identidad carismática y con esta identidad es con la que hemos de confrontarnos al buscar nuestro sitio, nuestra manera de responder hoy a la misión, en el aquí y ahora.
4.4. ¡Para los JÓVENES! … porque tienen derecho a encontrar modelos de referencia creyentes y adultos…
Cada vez se hace más evidente que nuestro servicio a los jóvenes pasa también, y en gran medida, a través de la existencia de modelos de referencia creyentes y adultos. Los jóvenes buscan y desean encontrarse con cristianos audaces pero «normales», a los que no sólo admirar, sino también poder imitar. Nuestros jóvenes, como en otras dimensiones de su persona «en construcción», necesitan mirarse en otros, quieren reconocerse a sí mismos y aprender a vivir su fe, más por contagio (por testimonio de vida) que por adoctrinamiento.
Por eso precisamente nuestra acción pastoral no podrá ser una tarea uniforme y lineal, dado que las situaciones de los adolescentes y de los jóvenes son tan variadas. Esto implicará, sobre todo en nosotros educadoras y educadores, actitudes profundas como estar dispuestos a «perder la propia vida» para darla por el Reino, aceptar la pobreza, la austeridad, la sobriedad como opción de libertad pastoral personal e institucional, estar dispuestos a reconvertir nuestras obras cuando sea necesario, poniendo siempre en primer lugar a las personas, el encuentro con ellas y el servicio a las mismas.
4.5. ¡Para los JÓVENES! … para quienes el encuentro personal será oportunidad única para sentirse acompañados
Trabajar con los jóvenes y por los jóvenes, ha sido y es, no sólo un privilegio por estar en contacto con personas vitales, llenas de potencialidad, de sueños y frescura… sino, sobre todo, una oportunidad que se nos ofrece de caminar junto a ellos para volver a Jesús, para recuperar su vida y su mensaje, sin filtrar su radicalidad, sin eludir la siempre incómoda confrontación con nuestras escalas de valores y estilos de vida. Estamos convencidos de que el Evangelio, tanto hoy como ayer, cuenta con todas sus posibilidades de ser escuchado, oído y aceptado de nuevo en el mundo de los jóvenes, como una Buena Noticia.
En este ser escuchado y aceptado el Evangelio, se nos presenta el desafío de cultivar con empeño el encuentro personal, el acompañamiento espiritual personal, donde cada Salesiano educador, cada Salesiana educadora pueda proponer caminos, sugerir opciones. A ejemplo de Don Bosco, tenemos una gran necesidad de educadoras y educadores abiertos a la novedad, ágiles para innovar, ensayar, arriesgar y ser personalmente testimonio veraz en la vida de los jóvenes. Se nos pide acercamiento personal en el encuentro espontáneo, interés por «sus cosas» sin pretender invadir su intimidad. Un acompañamiento preferentemente centrado en la consideración positiva y afectuosa del otro, y que ha de materializarse en las tareas de «facilitar», de «valorar» y de «orientar». Poner en marcha «itinerarios de educación a la fe» no consiste tanto en introducir cosa alguna del exterior al interior de los jóvenes, sino en ayudarlos a dar a luz su intimidad más radical habitada por Dios, a desarrollar las potencialidades y capacidades que llevan dentro de sí mismos. Se trata de acompañar sus vidas, de ayudarlos a descubrir su identidad más íntima y su proyecto personal de vida.
4.6. Porque los JÓVENES … especialmente los más pobres, son un don para nosotros
Fue el mismo Rector Mayor don Juan Edmundo Vecchi quien escribió que «los jóvenes pobres han sido y son todavía un don para nosotros»[14]. Y ciertamente no podemos pensar que don Juan Vecchi esté defendiendo la pobreza, pero es cierto, que si estamos con ellos y en medio de ellos, son ellos y ellas, los primeros que nos hacen el bien, que nos evangelizan que nos ayudan a vivir verdaderamente el Evangelio desde lo más propio del carisma salesiano.
Me atrevo a decir, como ya he manifestado en alguna otra ocasión, que son los jóvenes, las jóvenes, y especialmente quienes son más pobres y necesitados, quienes nos salvarán ayudándonos a salir de nuestras rutinas, de nuestras inercias y de nuestros miedos, a veces más preocupados en conservar las propias seguridades, que en tener el corazón, el oído y la mente abierta a lo que el Espíritu nos pueda pedir.
Por ellos y ante ellos no podemos eludir las urgencias que desde la misma realidad juvenil nos están golpeando a la puerta. Colaboramos con nuestras obras y servicios múltiples en promover la acogida de los jóvenes, escuchar los gritos del alma: jóvenes solos, acosados por la violencia, con conflictos familiares, con heridas emotivas, con confusión, con sufrimiento y dolor. La Buena Noticia empieza por escuchar y acoger de forma incondicional sus necesidades, deseos, miedos y sueños. Urge también recuperar su capacidad de búsqueda, de indignación ante las oportunidades que se les cierran por ser promesas vacías, estimular sus sueños para promover la acción, la colaboración, la búsqueda de unas sociedades mejores. Aceptar el «abrazo de Dios» como un regalo, aprender a llorar en Él, a reír en Él.
5. EN EL BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DON BOSCO
5.1. Hubo un Primer Centenario
Estamos celebrando el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Como es natural hubo un primer Centenario del que quiero dejar una pequeña reseña histórica[15].
Comencemos por decir que en 1915 concurrían no uno, sino dos centenarios, ambos muy salesianos. El nacimiento de Don Bosco y la determinación de la fecha del 24 de mayo como celebración en honor de María Auxiliadora. Esta fue decidida por decreto del Papa Pío VII, para dar gracias a la Madre de Dios por su liberación de la cautividad, estableciendo la fiesta de María Auxiliadora en el día 24 de mayo, día en que entró de nuevo en Roma.
La idea de celebrar solemnemente el primer Centenario del nacimiento de Don Bosco comenzó con mucha antelación. Don Pablo Álbera quería dotar la celebración de un doble carácter: que sirviera para extender la devoción a María Auxiliadora y para el conocimiento de la figura y obra de Don Bosco, y también con el fin de contribuir así a acelerar la causa de beatificación.
En 1914 la organización de las celebraciones del primer Centenario del nacimiento de Don Bosco estaba ya muy avanzada. La prensa había dado a conocer al gran público los actos principales que tendrían lugar en dicha efemérides; las autoridades que iban a intervenir; se habían seleccionado también los planos del monumento y de la nueva iglesia; la Santa Sede había aprobado el cambio de fecha del Capítulo General, y la renuncia de los miembros del Capitulo Superior a un año de sus respectivos cargos; el cardenal Gasparri, en calidad de Protector de la Congregación Salesiana había escrito una carta, en nombre del Papa.
Pero las circunstancias que vendrían fueron muy adversas. En 1914 y 1915 se sucedieron una serie de trágicos acontecimientos: un fuerte terremoto que sacudió una parte de Sicilia, con graves daños materiales aunque, por fortuna, sin pérdidas de vidas de SDB y FMA; un fuego que destruyó completamente la casa chilena de Valdivia; la muerte de Pío X, muy cercano a los Salesianos. Un nuevo terremoto que, a inicios de 1915, asoló la región de los Abruzos, ocasionando la muerte de tres hijas de María Auxiliadora. Dos Salesianos, fueron rescatados de entre los escombros.
Y llegó el acontecimiento más trágico, doloroso y duradero: el estallido de la Primera Guerra Mundial, que dividió el mundo en dos grandes bandos beligerantes, dejando millones de muertos en su transcurso. Italia, al principio neutral, entró en guerra el 23 de mayo de 1915, precisamente el día antes del comienzo de la celebración de los actos conmemorativos del centenario de la fiesta de María Auxiliadora.
El conflicto bélico afectó gravemente a las obras salesianas en diversos países. Unos 2.000 jóvenes Salesianos fueron llamados a las armas, en uno y otro bando. La guerra impidió o hizo muy difícil el contacto y la comunicación con las casas salesianas de las FMA y de los SDB. Disminuyó también en gran medida la ayuda de los cooperadores. Don Pablo Álbera hizo continuos llamamientos a la oración, insistiendo sobre todo en la conmemoración del 24 de cada mes, dedicado a María Auxiliadora. Era evidente que en esta situación los brillantes programas del Centenario tendrían que ser suprimidos o reducidos o en la espera de circunstancias mejores. Se determinó suspender los actos festivos, reducir los programas y darles un carácter más religioso e íntimo, aunque siempre con la esperanza de que la paz llegara pronto y se pudieran vencer los obstáculos. Pero la paz tardó en llegar más de lo esperado y muchos de los actos previstos no pudieron celebrarse nunca.
Con todo, y si bien el día anterior a la fiesta, el 23 de mayo, Italia declaró la guerra a Austria, como ya se dijo, y entró a formar parte del bloque de los aliados, el 24 de mayo se celebró en el abarrotado santuario un solemne pontifical presidido por el cardenal arzobispo de Turín.
También hubo festejos en Valsalice y Castelnuovo. Para cerrar el aniversario, el Rector Mayor invitó a todos los amigos de Don Bosco a una doble peregrinación: la primera, el día 15 de agosto, para visitar la tumba de Don Bosco y la segunda, el día 16, para visitar la cuna, que estaba en I Becchi, donde había nacido y en Castelnuovo, donde había sido bautizado. En Valsalice la asistencia fue tan numerosa que fue necesario levantar un altar en el pórtico que está delante de la tumba. Miles de personas se agrupaban ocupando todos los espacios del patio y sus adyacentes. Cantos, oraciones y ofrendas precedieron a la bendición eucarística impartida por don Pablo Álbera desde la terraza situada ante la tumba de Don Bosco. A todos los presentes se les entregó un elegante recuerdo con la imagen de Don Bosco y algunas de sus máximas.
La segunda jornada, el 16 de agosto, concentró en torno a la casita de Don Bosco en I Becchi a numerosos grupos de jóvenes y adultos, eclesiásticos y laicos, que venían de Turín y de los pueblos de los alrededores. Lo esperaban don Pablo Álbera y todo el Capítulo Superior. Don Pablo Albera celebró la Santa Misa y después se procedió a la colocación de la primera piedra de la nueva iglesita que se quería levantar allí en honor de María Auxiliadora como recuerdo del doble centenario. En Castelnuovo se descubrió una lápida conmemorativa. Después de una comida popular, siguió el homenaje oficial del pueblo. Don Pablo Álbera fue nombrado ciudadano de honor.
En América pudieron celebrarse ambos centenarios, el de la fiesta de María Auxiliadora y el del nacimiento de Don Bosco. En todas la naciones americanas donde estaba implantada la obra salesiana se celebraron actos masivos en honor de Don Bosco y de María Auxiliadora. En varios lugares se dio el nombre de Don Bosco a las calles y se levantaron centros e iglesias en perpetua memoria del acontecimiento. Argentina y Brasil fueron las naciones que más se distinguieron en esta circunstancia.
5.2. En la celebración del Bicentenario
Hasta aquí fue la historia de la primera celebración. Son también muchos los actos, en gran medida muy sencillos, que están teniendo lugar en todo el mundo. Yo pretendo subrayar, como ya lo hice el día 16 de agosto en I Becchi al inicio del Bicentenario, el sentido del mismo.
Hoy nosotros, mientras celebramos el Bicentenario de este hecho histórico, damos profundas gracias a Dios por lo que ha hecho con su intervención en la Historia, y en esta historia concreta aquí, en las colinas de I Becchi. Varias veces digo en esta carta, de una u otra manera, que el carisma salesiano es el regalo que Dios, a través de Don Bosco, ha hecho a la Iglesia y al Mundo. Se formó en el tiempo, desde las rodillas de Mamá Margarita hasta la amistad con buenos maestros de vida y sobre todo en la vida cotidiana con los jóvenes.
El Bicentenario del nacimiento de san Juan Bosco es un año jubilar, una «año de Gracia», que queremos vivir en la Familia Salesiana con un profundo sentimiento de gratitud al Señor, con humildad pero gran alegría, porque ha sido el mismo Señor quien ha bendecido este hermoso movimiento espiritual apostólico fundado por Don Bosco bajo la guía de María Auxiliadora. Es un año jubilar para los treinta grupos que ya formamos esta gran Familia, y para otros muchos que, inspirados en Don Bosco, en su carisma, en su misión y espiritualidad, esperan ser reconocidos en esta Familia.
Es un año jubilar para todo el Movimiento Salesiano que, de una u otra manera, hace referencia a Don Bosco en sus iniciativas, acciones, propuestas, camina compartiendo espiritualidad y esfuerzos por el bien de los jóvenes y las jóvenes, en especial los más necesitados.
Este Bicentenario quiere ser, para todos, y en todo el mundo salesiano, una ocasión preciosa que se nos ofrece para mirar el pasado con agradecimiento, el presente con confianza, y para soñar el futuro de la misión evangelizadora y educativa de nuestra Familia Salesiana con fuerza y novedad evangélica, con coraje y mirada profética, dejándonos guiar por el Espíritu que siempre nos acercará a la novedad de Dios. El Bicentenario está siendo ya una oportunidad para una verdadera renovación espiritual y pastoral en nuestra Familia, una ocasión para hacer más vivo el carisma, y hacer tan actual a Don Bosco como siempre lo fue para los jóvenes, en nuestro camino hacia las periferias físicas y humanas de la sociedad y de los jóvenes. El año del Bicentenario, y el camino posterior que hemos de recorrer, ha de ser para nosotros, un tiempo para aportar lo que humildemente forma parte de nuestra más viva esencia carismática.
Este Bicentenario ha de ser, y está siendo también, la evocación de tantas mujeres y hombres que en este proyecto apasionante han dado su vida por este ideal de manera heroica, en las condiciones más difíciles y extremas del mundo, y por eso son un triunfo, un tesoro inestimable que solo Dios puede valorar.
Con esta convicción que tenemos, nos sentimos más animados no solo a admirar a Don Bosco, no solo a percibir la actualidad de su figura, sino a sentir fuertemente el irrenunciable compromiso de imitación de quien, desde las colinas de I Becchi llegó a la periferia de Valdocco, y a la periferia rural de Mornese, para implicar consigo y con otras personas a todo aquel que buscara el bien de la juventud y su felicidad en este mundo y en la eternidad.
6. MAMÁ MARGARITA, MADRE Y EDUCADORA DE JUAN BOSCO
No quisiera terminar el comentario de este Aguinaldo que tiene como punto central a Don Bosco en sus práxis educativa y pastoral, en este año del Bicentenario de su nacimiento, sin hacer referencia a la que fue su madre y educadora. Y esto porque ignorar o silenciar a su madre, Mamá Margarita, es ignorar que tantos dones naturales que reconocemos en Don Bosco tienen su origen, ciertamente, siempre en Dios, pero con la mediación humana que fue su familia y muy especialmente su madre. De ahí el porqué de esta sencilla reflexión[16].
En mayo de 1887, Don Bosco fue por última vez a Roma para la consagración de la iglesia del Sagrado Corazón, monumento perenne de su amor al Papa. Estaba ya al final de una larga vida de trabajo, que la construcción de este templo había contribuido a reducir. El domingo 8 de mayo se realizó una recepción en su honor con la participación de personalidades eclesiásticas y civiles, italianas y extranjeras. Al final de la recepción, muchos invitados tomaron la palabra en diversas lenguas. En alguno nació la curiosidad de saber cuál era la lengua que gustaba más a Don Bosco. Este, sonriendo respondió: «La lengua que más me gusta es la que me enseñó mi madre, porque me costó poco trabajo aprenderla, y porque encuentro en ella más facilidad para expresar mis ideas; además, no la olvido tan fácilmente como las otras lenguas»[17].
Don Bosco reconoció siempre los grandes valores que había adquirido en su familia: la sabiduría campesina, la sana astucia, el sentido del trabajo, la esencialidad de las cosas, la ocupación permanente, el optimismo a toda prueba, la resistencia en los momentos de infortunio, la capacidad de recuperación después de los altercados, la alegría siempre y en todo lugar, el espíritu de solidaridad, la fe viva, la verdad y la intensidad de los afectos, el gusto por la acogida y la hospitalidad. Todos estos bienes los había encontrado en su casa y lo había formado en aquel mundo. Quedó marcado por esta experiencia hasta tal punto que, cuando pensó en una institución educativa para sus muchachos, no quiso otro nombre que el de «casa» y definió el espíritu que debería caracterizarla con la definición de «espíritu de familia». Y, para imprimir la impronta exacta al hecho, había pedido a Mamá Margarita, ya anciana y cansada, que abandonara la tranquilidad de su casita en la colina para bajar a la ciudad y responsabilizarse del cuidado de aquellos muchachos recogidos de la calle, muchachos que le darían no pocas preocupaciones y disgustos. Pero ella fue a ayudar a Don Bosco y a hacer de madre para quienes no tenían ya ni familia ni afectos.
Precisamente la presencia de Mamá Margarita en Valdocco los últimos diez años de su vida influyó significativamente en el «espíritu de familia» que todos consideramos como el corazón del carisma salesiano. De hecho, aquel decenio no fue un decenio cualquiera sino el primer decenio en el que se pusieron las bases del clima que pasará a la historia como «clima de Valdocco». Don Bosco había invitado a su madre impulsado por necesidades prácticas. En realidad, en los planes de Dios esta presencia estaba destinada a transcender los límites de una necesidad contingente, para inscribirse en el marco de una colaboración providencial en un carisma todavía en estado naciente. Mamá Margarita fue consciente de su «nueva vocación». La aceptó con humildad y lucidez. Así se explica el coraje demostrado en las circunstancias más duras. Por ejemplo: en la epidemia de cólera, en los gestos y palabras que tienen algo de profético como la utilización de los manteles del altar para convertirlos en vendas para los enfermos. Sobre todo valga el ejemplo de las célebres «Buenas Noches», una nota original de la tradición salesiana. Era un punto al que Don Bosco daba mucha importancia y fue iniciado precisamente por la mamá con un pequeño sermón dirigido al primer joven interno[18]. Después Don Bosco continuaría esta costumbre no en la iglesia como si se tratara de un sermón, sino en el patio o en los pasillos o bajo los pórticos de manera paterna y familiar. La talla interior de esta madre es tal que el hijo, cuando ya se había convertido en un experto educador, continuará aprendiendo de ella. Para comprender lo que acabamos de decir, valga el juicio de don Juan Bautista Lemoyne: «En ella podía estar personificado el Oratorio»[19].
Esta relación entre madre e hijo madura hasta la participación de Mamá Margarita en la misión educativa del hijo: «Querido hijo mío, te puedes imaginar cuánto cuesta a mi corazón abandonar esta casa, a tu hermano y a los demás seres queridos; pero, si te parece que esto puede agradar al Señor, estoy dispuesta a seguirte». Abandona su querida casa de los Becchi, le sigue entre los jóvenes abandonados de Turín. Aquí, durante diez años (los últimos de su vida), Margarita se dedica sin escatimar esfuerzos a la misión de Don Bosco y a los comienzos de su obra, ejerciendo una doble maternidad: maternidad espiritual hacia el hijo sacerdote y maternidad educativa hacia los muchachos del primer Oratorio, contribuyendo a educar a hijos santos como Domingo Savio y Miguel Rua. Analfabeta, pero llena de la sabiduría que viene de lo alto, se convierte en la ayuda de muchos jóvenes pobres de la calle, hijos de nadie. En definitiva, la gracia de Dios y el ejercicio de las virtudes han convertido a Margarita Occhiena en una heroica madre, en una sabia educadora y en una buena consejera del incipiente carisma salesiano. Mamá Margarita es una persona sencilla, y no obstante brilla en el extraordinario número de madres santas que viven en la presencia de Dios y en Dios, con una unión hecha de invocaciones silenciosas, casi continuas. La «cosa más simple» que Mamá Margarita repite continuamente con el ejemplo de su vida es esta: la santidad está al alcance de la mano, es para todos, y se realiza en la obediencia fiel a la vocación específica que el Señor confía a cada uno de nosotros.
7. CON MARÍA, LA MÁS INSIGNE COLABORADORA DEL ESPÍRITU SANTO
Concluyo recordando las palabras de Juan Pablo II, hoy ya santo, en la conclusión de la carta ya citada, en la que nos exhorta a tener siempre presente a María Santísima como a la más insigne colaboradora del Espíritu Santo. El Papa nos invita a mirar a María y a escucharla cuando dice en las bodas de Caná: «Hacer lo que Él os diga» (Jn 2,5).
En un precioso final, dirigiéndose a los Salesianos de aquel momento y en un contexto muy adecuado para nuestra Familia de hoy, Juan Pablo II dice: «A Ella os confío a todos vosotros, y a la vez a todo el mundo de los jóvenes, para que atraídos, animados y guiados por Ella puedan obtener, con la mediación de vuestra obra educativa, la talla de hombres nuevos en un mundo nuevo: el mundo de Cristo, Maestro y Señor»[20].
Es tal la fuerza de este anhelo, de estas palabras que nos dirigió entonces el Papa que creo no quepa añadir nada más que ¡«amén»!, contando con la Gracia del Señor, con la intercesión de María Auxiliadora y con el corazón del Buen Pastor de todos los miembros de la Familia Salesiana.
Que el Señor nos conceda su bendición.
Roma, 8 de diciembre de 2014
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María
Ángel Fernández Artime, sdb Rector Mayor
[1] MBe III, p. 472.
[2] MBe III, p. 436.
[3] Ibid.
[4] Cfr. Carta de Identidad de la Familia Salesiana, art. 5.
[5] Mutuae Relationes, 11.
[6] Carta de Identidad de la Familia Salesiana, art. 4.
[7] Juan Pablo II, Juvenum Patris, núm. 4.
[8] Ibid.
[9] Proceso Ordinario, copia pública, folios 870-972, citado en Bosco Teresio, Don Bosco visto da vicicino, Turín, Elle Di Ci, 1997, p. 108.
[10] P. Ruffinato, Educhiamo con il cuore di Don Bosco, in «Note di Pastorale Giovanile», núm. 6/2007, p. 9.
[11] Ibid. 10.
[12] Ibid. 5.
[13] CGE, núm. 665.
[14] ACG 359, p. 25.
[15] La información, que yo he resumido al máximo, me la ha facilitado don Jesús Graciliano González, quien ha preparado para el Boletín Salesiano de España once pequeños artículos, uno para cada mes de edición, recogiendo lo que fue la historia de aquel primer Centenario.
[16] He pedido a don Pier Luigi Cameroni, procurador sdb de la causa de los santos, y quien ha instruido la causa de Mamá Margarita, que pudiera iluminarme en esta sencilla reflexión. Así lo ha hecho y se lo agradezco vivamente.
[17] MBe XVIII, p. 285.
[18] Don Bosco cuenta este episodio en las Memorias del Oratorio, San Juan Bosco, Madrid, Editorial CCS, 2003, pp. 145-146.
[19] MBe III, p. 293.
[20] Juan Pablo II, Iuvenum Patris, núm. 20