SALESIANOS DE DON BOSCO |
de la Sociedad de san Francisco de Sales
PROEMIO
El libro de la regla es, para nosotros, salesianos, el testamento vivo de Don Bosco, que nos dice: ¡Si me habéis amado hasta ahora, seguid haciéndolo en adelante con la observancia exacta de nuestras Constituciones!1
Don Miguel Rúa, primer sucesor de Don Bosco, nos recuerda: “Cuando nuestro Padre mandó a sus primeros hijos a América, quiso fotografiarse con ellos en el gesto de entregar el libro de las Constituciones a don Juan Cagliero, jefe de la expedición, como queriendo decir: Me gustaría acompañaros personalmente; pero lo que yo no puedo hacer, lo van a hacer estas Constituciones. Cuidadlas como tesoro preciosísimo!2
LA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES
Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Les daré un pastor único, que las pastoree. Él las apacentará, Él será su pastor (Ez 34,11.23).
1 La acción de Dios en la fundación y en la vida de nuestra Sociedad |
▲back to top |
1. Con sentimientos de humilde gratitud, creemos que la Sociedad de san Francisco de Sales no es sólo fruto de una idea humana, sino de la iniciativa de Dios1 Para contribuir a la salvación de la juventud - la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana2 -, el Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a san Juan Bosco.
Formó en él un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega total: Tengo prometido a Dios que incluso mi último aliento será para mis pobres jóvenes3
Para prolongar en el tiempo esta misión suya, lo guió en la empresa de dar vida a diferentes fuerzas apostólicas, la primera entre todas nuestra Sociedad.
La Iglesia ha reconocido en ello la acción de Dios, sobre todo aprobando las Constituciones y proclamando santo al Fundador.
De esta presencia activa del Espíritu sacamos la energía para nuestra fidelidad y el apoyo de nuestra esperanza.
Naturaleza y misión de nuestra Sociedad
2. Los Salesianos de Don Bosco (SDB) formamos una comunidad de bautizados que, dóciles a la voz del Espíritu, nos proponemos realizar, en una forma específica de vida religiosa, el proyecto apostólico del Fundador: ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres.
En el cumplimiento de esta misión, encontramos el camino de nuestra santificación.
Nuestra consagración apostólica
3. Nuestra vida de discípulos del Señor es una gracia del Padre, que nos consagra4 con el don de su Espíritu y nos envía a ser apóstoles de los jóvenes.
Por la profesión Religiosa los ofrecemos a Dios, para seguir a Cristo y trabajar con Él en la construcción del Reino. La misión apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los consejos evangélicos son los elementos inseparables de nuestra consagración, vividos en un único movimiento de caridad hacia Dios y los hermanos.
La misión da a toda nuestra existencia su tonalidad concreta, especifica nuestra función en la Iglesia y determina el lugar que ocupamos entre las familias religiosas.
Forma de nuestra Sociedad
4. Nuestra Sociedad se compone de clérigos y laicos que viven la misma vocación en complementariedad fraterna.
La Iglesia nos reconoce como instituto religioso clerical, de derecho pontificio, dedicado a las obras de apostolado5.
Don Bosco, inspirándose en la bondad y el celo de san Francisco de Sales, nos dio el nombre de salesianos6 y nos señaló un programa de vida en la máxima: da mihi ánimas, cétera tolle7.
Nuestra Sociedad en la familia salesiana
5. De Don Bosco deriva un vasto movimiento de personas que, de diferentes formas, trabajan por la salvación de la juventud.
Personalmente, además de la Sociedad de san Francisco de Sales, fundó el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y la Asociación de los Cooperadores salesianos, que, viviendo el mismo espíritu y en comunión entre sí, continúan, con vocaciones específicas y diferentes, la misión que él inició. Junto con estos grupos, y otros nacidos posteriormente, formamos la familia salesiana8.
En ella tenemos, por voluntad del Fundador, responsabilidades peculiares: mantener la unidad de espíritu y estimular el diálogo y la colaboración fraterna para un enriquecimiento recíproco y una mayor fecundidad apostólica.
Los antiguos alumnos forman parte de ella por la educación recibida. Su pertenencia es mayor cuando se comprometen a participar de la misión salesiana en el mundo. (R 36 – 41. 147)
Nuestra Sociedad en la Iglesia
6. La vocación salesiana nos sitúa en el corazón de la Iglesia y nos pone plenamente al servicio de su misión.
Fieles a los compromisos heredados de Don Bosco, somos evangelizadores de los jóvenes, especialmente de los más pobres; tenemos cuidado especial de las vocaciones apostólicas; somos educadores de la fe en los ambientes populares, sobre todo con la comunicación social, y anunciamos el Evangelio a los pueblos que no lo conocen.
De este modo, contribuimos a edificar la Iglesia como Cuerpo de Cristo, a fin de que, también por nuestro medio, aparezca ante el mundo como sacramento universal de salvación9.
Nuestra Sociedad en el mundo contemporáneo
7. Nuestra vocación nos pide que seamos íntimamente solidarios con el mundo y con su historia10. Abiertos a las culturas de los pueblos donde trabajamos, nos esforzamos por comprenderlas y acogemos sus valores, para encarnar en ellas el mensaje evangélico.
Las necesidades de los jóvenes y de los ambientes populares, y la voluntad de actuar con la Iglesia y con su nombre, mueven y orientan nuestra acción pastoral por el advenimiento de un mundo más justo y más fraterno en Cristo.
Presencia de María en nuestra Sociedad
8. La Virgen María indicó a Don Bosco su campo de acción entre los jóvenes, y lo guió y sostuvo11 constantemente, sobre todo en la fundación de nuestra Sociedad.
Creemos que María está presente entre nosotros y continúa su misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos12
Nos confiamos a Ella, humilde sierva en la que el Señor hizo obras grandes13 para ser, entre los jóvenes, testigos del amor inagotable de su Hijo.
Patronos y protectores de nuestra Sociedad
9. Como miembros de la Iglesia en camino, nos sentimos en comunión con los hermanos del reino celestial y necesitados de su ayuda14.
Don Bosco confió nuestra Sociedad, de modo especial, a María - a quien declaró patrona principal15 - , a san José y a san Francisco de Sales, pastor celoso y doctor de la caridad.
Veneramos también como protectores particulares a santo Domingo Savio, signo de las maravillas de la gracia en los adolescentes, y a los demás miembros glorificados de nuestra Familia.
ESPIRITU SALESIANO
Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros (Flp 4,9).
La caridad pastoral, en el centro de nuestro espíritu
10. Don Bosco vivió y nos transmitió, por inspiración de Dios, un estilo original de vida y de acción: el espíritu salesiano.
Su centro y síntesis es la caridad pastoral, caracterizada por aquel dinamismo juvenil que tan fuerte aparecía en nuestro Fundador y en los orígenes de nuestra Sociedad. La caridad pastoral es un impulso apostólico que nos mueve a buscar las almas y servir únicamente a Dios.
El Cristo del Evangelio, fuente de nuestro Espíritu
11. El espíritu salesiano encuentra su modelo y su fuente en el corazón mismo de Cristo, apóstol del Padre16.
Al leer el Evangelio, somos más sensibles a ciertos rasgos de la figura del Señor: su gratitud al Padre por el don de la vocación divina a todos los hombres; su predilección por los pequeños y los pobres; su solicitud en predicar, sanar y salvar, movido por la urgencia del Reino que llega; su actitud de Buen Pastor, que conquista con la mansedumbre y la entrega de sí mismo; su deseo de congregar a los discípulos en la unidad de la comunión fraterna.
Unión con Dios
12. Al trabajar por la salvación de la juventud, el salesiano vive la experiencia de la paternidad de Dios, y reaviva continuamente la dimensión divina de su actividad:<Sin> “Sin mí no podéis hacer nada”17
Cultiva la unión con Dios y advierte la necesidad de orar ininterrumpidamente en diálogo sencillo y cordial con Cristo vivo y con el Padre, a quien siente cerca de sí. Atento a la presencia del Espíritu y haciendo todo por amor de Dios, llega a ser, como Don Bosco, contemplativo en la acción.
Sentido de Iglesia
13. De nuestro amor a Cristo nace inseparable el amor a su Iglesia, Pueblo de Dios, centro de unidad y comunión de todas las fuerzas que trabajan por el Reino.
Nos sentimos parte viva de ella, y cultivamos personal y comunitariamente una renovada conciencia de Iglesia. La demostramos con nuestra filial fidelidad al sucesor de Pedro y a su magisterio, y con la voluntad de vivir en comunión y colaboración con los obispos, el clero, los religiosos y los seglares.
Educamos a los jóvenes cristianos en un auténtico sentido de Iglesia, y trabajamos asiduamente para que crezca. Don Bosco nos dice: <Todo>“Todo esfuerzo es poco, cuando se trata de la Iglesia y del Papa"18
Predilección por los jóvenes
14. Nuestra vocación tiene el sello de un don especial de Dios: la predilección por los jóvenes: “Me basta con que seáis jóvenes, para que os ame con toda mi alma”19.<Mc> Este amor, expresión de la caridad pastoral, da sentido a toda nuestra vida.
Por su bien ofrecemos generosamente tiempo, cualidades y salud: “Yo por vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo por vosotros estoy dispuesto incluso a dar mi vida”20
Amabilidad salesiana
15. Enviado a los jóvenes por Dios, que es todo caridad21, el salesiano es abierto, cordial, y está dispuesto a dar el primer paso y a acoger siempre con bondad, respeto y paciencia.
Su afecto es el de un padre, hermano y amigo, capaz de suscitar correspondencia de amistad: es la amabilidad tan recomendada por Don Bosco.
La castidad y el equilibrio abren su corazón a la paternidad espiritual, y hacen que en él se transparente el amor preventivo de Dios.
Espíritu de familia
16. Don Bosco quería que en sus ambientes cada uno se sintiera como en su propia casa. La casa salesiana se convierte en familia cuando el afecto es correspondido y todos, hermanos y jóvenes, se sienten acogidos y responsables del bien común.
En un clima de mutua confianza y de perdón diario, se siente la necesidad y la alegría de compartirlo todo, y las relaciones se regulan no tanto recurriendo a la ley, cuanto por el movimiento del corazón y por la fe22.'
Un testimonio así suscita en los jóvenes el deseo de conocer y seguir la vocación salesiana.
Optimismo y alegría
17. El salesiano no se deja abatir por las dificultades, pues confía plenamente en el Padre: Nada te turbe23, solía repetir Don Bosco. Inspirándose en el humanismo de san Francisco de Sales, cree en los recursos naturales y sobrenaturales del hombre, aunque no ignora su debilidad.
Capta los valores del mundo y no se lamenta del tiempo en que vive; aprovecha todo lo que hay de bueno24, especialmente si gusta a los jóvenes.
Está siempre alegre, porque anuncia la Buena Noticia25. Difunde esa alegría y sabe educar en cl gozo de la vida cristiana y en el sentido de la fiesta: Sirvamos al Señor con santa alegría26.
Trabajo y templanza
18. El trabajo y la templanza harán florecer la Congregación27; en cambio, la búsqueda de comodidades y bienestar material será su muerte28.
El salesiano se entrega a su misión con actividad incansable, y procura hacer bien todas las cosas con sencillez y mesura. Sabe que con su trabajo participa en la acción creadora de Dios y coopera con Cristo en la construcción del Reino.
La templanza refuerza en él la guarda del corazón y el dominio de sí mismo, y le ayuda a mantenerse sereno.
No busca penitencias extraordinarias; pero acepta las exigencias de cada día está dispuesto a soportar el calor y el frío, la sed y el hambre, el cansancio y el desprecio, siempre que se trate de la gloria de Dios y de la salvación de las almas29
Creatividad y flexibilidad
19. El salesiano está llamado a tener el sentido de lo concreto, y presta atención a los signos de los tiempos, convencido de que el Señor también se manifiesta por medio de las situaciones urgentes del momento y de los lugares.
De ahí su espíritu de iniciativa: En lo que se refiere al bien de la juventud en peligro o sirve para ganar almas para Dios, yo me lanzo hasta con temeridad30.
La respuesta oportuna a estas necesidades le insta a seguir el movimiento de la historia, a vivirlo con la creatividad y el equilibrio del Fundador y a revisar periódicamente su propia acción.
Sistema preventivo y espíritu salesiano
20. Guiado por María, que fue su maestra, Don Bosco vivió, en el trato con los jóvenes del primer oratorio, una experiencia espiritual y educativa que llamó<sistema>. Para él era un amor que se dona gratuitamente, inspirándose en la caridad de Dios, que precede a toda criatura con su providencia, la acompaña con su presencia y la salva dando su propia vida.
Don Bosco nos lo transmite como modo de vivir y trabajar, para comunicar el Evangelio y salvar a los jóvenes con ellos y por medio de ellos. Este sistema informa nuestras relaciones con Dios, el trato personal con los demás y la vida de comunidad en la práctica de una caridad que sabe hacerse amar.
Don Bosco, nuestro modelo
21. El Señor nos ha dado a Don Bosco como padre y maestro.
Lo estudiamos e imitamos admirando en él una espléndida armonía entre naturaleza y gracia. Profundamente humano y rico en las virtudes de su pueblo, estaba abierto a las realidades terrenas; profundamente hombre de Dios y lleno de los dones del Espíritu Santo, vivía como si viera al Invisible31.
Ambos aspectos se fusionaron en un proyecto de vida fuertemente unitario: el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso: No dio(un)paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud. Lo único que realmente le interesó fueron las almas32.
PROFESIÓN DEL SALESIANO
Jesús les dijo: Venid y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron (Mc 1,17-18).
Vocación personal del salesiano
22. A cada uno de nosotros Dios lo llama a formar parte de la Sociedad salesiana. Para esto recibe de Él dones personales y, si corresponde fielmente, encuentra el camino de su plena realización en Cristo.
La Sociedad reconoce su vocación y le ayuda a desarrollarla; él, como miembro responsable, pone su persona y sus cualidades al servicio de la vida y la acción común.
Toda llamada manifiesta que el Señor ama a la Congregación, la quiere viva para el bien de su Iglesia y no cesa de enriquecerla con nuevas energías apostólicas.
Significado de nuestra profesión
23. La profesión religiosa es signo del encuentro de amor entre el Señor, que llama, y el discípulo, que responde entregándose totalmente a É y a los hermanos.
Es una de las opciones más elevadas para la conciencia de un creyente, un acto que renueva y confirma el misterio de la alianza bautismal, para darle una expresión más íntima y plena.
Al comprometerse públicamente ante la Iglesia, por cuyo ministerio es consagrado más íntimamente al servicio de Dios33, el salesiano comienza una vida nueva, que se realiza en un servicio de entrega permanente a los jóvenes.
En la profesión se expresa también el recíproco compromiso del profeso que ingresa en la Sociedad y de ésta, que lo acoge con alegría34.
Fórmula de la profesión
24. La fórmula de nuestra profesión es la siguiente:
“Dios Padre, Tú me consagraste a Ti en el día de mi bautismo.
Como respuesta al amor de Jesús, tu Hijo, que me llamó a seguirlo más de cerca, y, conducido por el Espíritu Santo, que es luz y fuerza,
yo, N.N., con plena libertad te ofrezco todo mi ser,
comprometiéndome a entregar todas mis energías a quienes me envíes, especialmente a los jóvenes más pobres, a vivir en la Sociedad salesiana en comunión fraterna de espíritu y de acción, y a participar, de ese modo, en la vida y en la misión de tu Iglesia.
Por esto, en presencia de mis hermanos, ante N. N., Rector Mayor de la Sociedad de san Francisco de Sales,
(o bien: ante...,
que hace las veces del Rector Mayor de la Sociedad de san Francisco de Sales,)
hago voto, para siempre, de vivir obediente, pobre y casto según el camino evangélico trazado en las Constituciones salesianas.
Tu gracia, Padre, la intercesión de María Santísima Auxiliadora, de san José, de san Francisco de Sales y de san Juan Bosco, y mis hermanos salesianos, me asistan todos los días y me ayuden a ser fiel».
Para tos profesos temporales:
“Por esto, en presencia de mis hermanos, ante N.N., Rector Mayor de la Sociedad de San Francisco de Sales,
(0 bien: ante…,
que hace las veces del Rector Mayor de la Sociedad de san Francisco de Sales,)
aunque mi intención es ofrecerme a Ti por toda la vida, sin embargo, según las disposiciones de la Iglesia, hago voto, por ... año/s de vivir obediente, pobre y casto, según el camino evangélico trazado en las Constituciones salesianas.
Tu gracia, Padre, la intercesión de María Auxiliadora, de san José, de san Francisco de Sales y de san Juan Bosco, y mis hermanos salesianos,
me asistan todos los días, y me ayuden a ser fiel».
El superior responde:
“En nombre de la Iglesia y de la Sociedad Salesiana, te recibo como hermano comprometido con votos perpetuos (o bien : temporales) entre los Salesianos de Don Bosco”.
La profesión, fuente de santificación
25. La acción del Espíritu es, para el profeso, fuente permanente de gracia y apoyo en el esfuerzo diario de crecer en el amor perfecto35 a Dios y a los hombres.
Los hermanos que han vivido o viven con plenitud el proyecto evangélico de las Constituciones nos estimulan y ayudan en el camino de santificación.
El testimonio de esta santidad, que se realiza en la misión salesiana, revela el valor único de las bienaventuranzas y es el don más precioso que podemos ofrecer a los jóvenes.
1 MB XVII, 258
2 MIGUEL RÚA, carta del 1º dic. 1909
1 MO
2 MB, II, 45
3 3MB, XVIII, 258
4 I LG 44.
5 PC 8; CIC, can. 675, 1.
6 MB V, 9.
7 MB XVII,365, 366, 280.
8 ASC, Progetto CGI,, ms DB; MB XVII, 25.
9 LC 48; CS 45.
10 GS 1.
11 MB VII, 334; XVII, 258; XVIII, 439
12 DB, Meraviglie della Madre di Dio, Turín 1868, p. 45; (OE XX, 237).
13 LC 1,48-49.
14 LG 49
15 C 1875, cap. V, 6.
16 LG 3; AG 3.
17 Jn 15, 5
18 MB V, 577.
19 BB, 11 Ciovane Provveduto, Turín, 1847, p. 7 (OE 11, 187).
20 DOMINGO Rufino, Cronaca dell'Oratorio, ASC 110, ms 5,10.
21 DB, Esercizio di divozione alla misericordia di Dio, 1~ 81; (OF ~ 51)
22 MB XVII, 110
23 MB VII, 524
24 1 Ts5,21
25 Fíp 3,1.
26 DB, Il Giovane Provveduto, Turín, 1847, p. 6; (OE II, 186).
27 MB XII, 466
28 MB XVII, 272
29 C 1875, cap. XIII 13
30 MB XIV, 662.
31 Hb 11,27.
32 MIGUEL RUA, carta del 24 de agosto 1894
33 MR 8; LG 44.
34 LG 44; PC 5; RD 7.8; CIC, can. 654.
35 PC 1.