Segunda Parte
Enviados a los jóvenes en comunidad y siguiendo a Cristo
IV
ENVIADOS A LOS JOVENES
Destinatarios de nuestra misión
Vio una multitud, y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma (Mc 6,34).
Los jóvenes a quienes somos enviados
26. El Señor indicó a Don Bosco, como primeros y principales destinatarios de su misión, a los jóvenes, especialmente a los más pobres.
Llamados a esa misma misión, nos percatamos de su extrema importancia: los jóvenes viven los años en que hacen opciones de vida fundamentales, que preparan el porvenir de la sociedad y de la Iglesia.
Con Don Bosco reafirmamos nuestra preferencia por la juventud pobre, abandonada y en peligro1, la que tiene mayor necesidad de ser querida y evangelizada, y trabajamos, sobre todo, en los lugares de mayor pobreza. (R 1.3.11. 15.26)
Los jóvenes del mundo del trabajo
27. Los jóvenes de los ambientes populares que se orientan hacia el trabajo y los jóvenes obreros, encuentran a menudo dificultades y fácilmente están expuestos a injusticias.
Imitando la solicitud de Don Bosco, nos dirigimos a ellos, a fin de hacerlos idóneos para ocupar con dignidad su puesto en la sociedad y en la Iglesia, y para que tomen conciencia de su papel en la transformación cristiana de la vida social. (R 2)
Los jóvenes llamados a un servicio en la Iglesia
28. Como respuesta a las necesidades de su pueblo, el Señor llama, continuamente y con variedad de dones, a seguirlo por el servicio del Reino.
Estamos convencidos de que hay muchos jóvenes ricos en recursos espirituales y con gérmenes de vocación apostólica.
Les ayudamos a descubrir, acoger y madurar el don de la vocación seglar, consagrada o sacerdotal, para bien de toda la Iglesia y de la familia salesiana.
Con idéntica solicitud cultivamos las vocaciones adultas. (R 9.16.17)
En los ambientes populares
29. El compromiso preferente por los jóvenes pobres se armoniza con el servicio pastoral a los ambientes populares.
Reconocemos los valores evangélicos de que son portadores y la necesidad que tienen de ser acompañados en el esfuerzo de promoción humana y de crecimiento en la fe. Los sostenemos, por tanto, con todos tos medios que inspira la caridad cristiana2.
Prestamos nuestra atención a los seglares responsables de la evangelización del ambiente, y a la familia, donde coinciden las diversas generaciones3 y edifican el futuro del hombre. (R 14.25.26)
Los pueblos aún no evangelizados
30. Los pueblos aún no evangelizados fueron objeto especial de la solicitud y pasión apostólica de Don Bosco, y siguen apremiando y manteniendo vivo nuestro celo. En el trabajo misionero reconocemos un rasgo esencial de nuestra Congregación.
Con la acción misionera realizamos una obra de paciente evangelización y plantación de la Iglesia en un grupo humano45. Esta obra moviliza todos los recursos educativos y pastorales típicos de nuestro carisma.
A ejemplo del Hijo de Dios, que en todo se hizo semejante a sus hermanos, el misionero salesiano hace suyos los valores de esos pueblos y comparte sus angustias y sus esperanzas. (R 18-24)
Nuestro servicio educativo pastoral
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el ano de gracia del Señor (Lc 4,18-19).
Promoción integral
31. Nuestra misión participa en la misión de la Iglesia, que realiza el plan salvífico de Dios, la venida de su Reino, llevando a los hombres el mensaje del Evangelio en íntima unión con el desarrollo del orden temporal6.
Educamos y evangelizamos siguiendo un proyecto de promoción integral del hombre, orientado a Cristo, hombre perfecto7 Fieles a la idea de Don Bosco, nuestro objetivo es formar honrados ciudadanos y buenos cristianos8.
Promoción personal
32. Como educadores, colaboramos con los jóvenes, para desarrollar sus talentos y aptitudes hasta la plena madurez.
En las diversas circunstancias compartimos con ellos el pan, y promovemos su competencia profesional y formación cultural.
Siempre y en todos los casos, les ayudamos a abrirse a la verdad y a adquirir una libertad responsable. Con ese fin, nos esforzamos por suscitar en ellos la convicción y el gusto de los valores auténticos, que los orienten al diálogo y al servicio. (R 4.6)
Promoción social y colectiva
33. Don Bosco vio con claridad el alcance social de su obra.
Trabajamos en ambientes populares y en favor de los jóvenes pobres. Los educamos para las responsabilidades morales, profesionales y sociales colaborando con ellos, y contribuimos a la promoción del grupo y del ambiente.
Participamos, desde nuestra condición de religiosos, en el testimonio y compromiso de la Iglesia por la justicia y la paz. Manteniéndonos independientes de toda ideología y política de partido, rechazamos cuanto favorece la miseria, la injusticia y la violencia, y cooperamos con quienes construyen una sociedad más digna del hombre.
La promoción, a la que nos dedicamos con espíritu evangélico, realiza el amor liberador de Cristo y es signo de la presencia del Reino de Dios. (R 6.26)
Evangelización y catequesis
34. Esta Sociedad comenzó siendo una simple catequesi91 También para nosotros la evangelización y la catequesis son la dimensión fundamental de nuestra misión.
Como Don Bosco, estamos llamados, todos y en todas las ocasiones, a ser educadores de la fe. Nuestra ciencia más eminente es, por tanto, conocer a Jesucristo, y nuestra alegría más íntima, revelar a todos las riquezas insondables de su misterio10.
Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la persona del Señor resucitado, de modo que, descubriendo en Él y en su Evangelio el sentido supremo de su propia existencia, crezcan como hombres nuevos.
La Virgen María es una presencia materna en este camino. La hacemos conocer y amar como a la Mujer que creyó11 y que auxilia e infunde esperanza.
Iniciación en la vida eclesial `
35. Encaminamos a los jóvenes hacia una experiencia de vida eclesial con su entrada y participación en una comunidad de fe.
Con ese fin, animamos y promovemos grupos y movimientos de formación y de acción apostólica y social. En éstos, los jóvenes crecen en la conciencia de sus responsabilidades personales, y aprenden a dar su insustituible aportación a la transformación del mundo y a la vida de la Iglesia, haciéndose ellos mismos los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes12. (R 8)
Iniciación en la vida litúrgica
36. Iniciamos a los jóvenes en la participación consciente y activa en la liturgia de la Iglesia, cumbre y fuente de toda la vida cristiana13.
Con ellos celebramos el encuentro con Cristo en la escucha de la Palabra, en la oración y en los sacramentos.
La Eucaristía y la Reconciliación, celebrada asiduamente, ofrecen recursos de excepcional valor para educar en la libertad cristiana, en la conversión del corazón y en el espíritu de compartir y servir dentro de la comunidad eclesial. (R 7)
Orientación vocacional
37. Educamos a los jóvenes para que desarrollen su propia vocación humana y bautismal, mediante una vida diaria progresivamente inspirada y unificada por el Evangelio.
El clima de familia, de acogida y de fe creado por el testimonio de una comunidad que se entrega con alegría, es el ambiente más eficaz para descubrir y orientar vocaciones.
Esta obra de colaboración al plan de Dios, coronamiento de toda nuestra labor educativo-pastoral, se sostiene con la oración y el contacto personal, sobre todo en la dirección espiritual. (R 9.16.17)
El sistema preventivo en nuestra misión
38. Para realizar nuestro servicio educativo y pastoral, Don Bosco nos legó el sistema preventivo.
Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor14: no apela a imposiciones, sino a los recursos de la inteligencia, del corazón y del anhelo de Dios, que todo hombre lleva en lo más profundo de su ser.
Asocia en una misma experiencia de vida a educadores y a jóvenes, dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo.
Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad. Los acompañamos, para que adquieran convicciones sólidas y progresivamente se vayan haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento de su humanidad
en la fe. (R 4.5.13.15)
La asistencia como actitud y método
39. La práctica del sistema preventivo requiere en nosotros una actitud de fondo: la simpatía y la voluntad de entrar en contacto con los jóvenes. Aquí con vosotros me encuentro bien; mi vida es precisamente estar con vosotros15.
Estamos en medio de los jóvenes como hermanos, con una presencia activa y amistosa, que favorece todas sus iniciativas para crecer en el bien y los estimula a liberarse de toda esclavitud, a fin de que el mal no domine su fragilidad.
Esta presencia nos abre al conocimiento vital del mundo juvenil y a la solidaridad con todos los aspectos auténticos de su dinamismo.
Criterios de acción salesiana
Siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganara todos. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, como sea, a algunos (I Cor 9,19.22).
El oratorio de Don Bosco, criterio permanente
40. Don Bosco vivió una típica experiencia pastoral en su primer oratorio, que para los jóvenes fue casa que acoge, parroquia que evangeliza, escuela que encamina hacia la vida, y patio donde se comparte la amistad y la alegría.
Al cumplir hoy nuestra misión, la experiencia de Valdocco sigue siendo criterio permanente de discernimiento y renovación de toda actividad y obra.
Criterios que inspiran nuestras actividades y obras
41. Nuestra acción apostólica se realiza con pluralidad de formas, determinadas en primer lugar por las necesidades de aquellos a quienes nos dedicamos.
Actuamos la caridad salvífica de Cristo organizando actividades y obras de carácter educativo-pastoral, atentos a las necesidades del ambiente ¡y de la Iglesia. Sensibles a los signos de los tiempos, las verificamos, renovamos y creamos otras nuevas con espíritu de iniciativa y ductilidad constante.
La educación y la evangelización de muchos jóvenes, sobre todo entre los más pobres, nos mueven a llegarnos a ellos en su ambiente y a acompañarlos en su estilo de vida con adecuadas formas de servicio. (R 1.)
Actividades y obras
42. Realizamos nuestra misión principalmente mediante actividades y obras en las que nos sea posible promover la educación humana y cristiana de los jóvenes: como el oratorio y el centro juvenil, la escuela y los centros profesionales, las residencias y las casas para jóvenes en dificultad.
En las parroquias y residencias misioneras contribuimos a la difusión del Evangelio y a la promoción del pueblo, colaborando en la pastoral de la Iglesia particular con las riquezas de una vocación específica.
Por medio de centros especializados ofrecemos nuestro servicio pedagógico y catequístico en el campo juvenil.
En las casas de ejercicios espirituales atendemos a la formación cristiana de grupos, especialmente juveniles.
Nos dedicamos, además, a cualquier otra obra cuya finalidad seas la salvación de la juventud. (R 11-30.35)
La comunicación social
43. Actuamos en el sector de la comunicación social. Es un campo de acción significativo16, que figura entre las prioridades apostólicas de la misión salesiana.
Nuestro Fundador intuyo el valor de esta escuela de masas, que crea cultura y difunde modelos de vida, y, para defender y sostener la fe del pueblo, acometió empresas apostólicas originales.
Siguiendo su ejemplo, aprovechamos como dones de Dios las grandes posibilidades que la comunicación social nos ofrece para la educación y la evangelización. (R 31-34.41)
Corresponsables de la misión
“El que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada uno recibirá el salario según lo que haya trabajado. Nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros campo de Dios. Sois también edificio de Dios” (1 Cor 3,8-9).
Misión comunitaria
44. El mandato apostólico, que nos confía la Iglesia, lo reciben y realizan, en primer lugar; las comunidades inspectoriales y locales. Sus miembros tienen funciones complementarias, con incumbencias todas ellas importantes. Son conscientes de que la cohesión y la corresponsabilidad fraterna permiten lograr los objetivos pastorales.
El inspector y el director, como animadores del diálogo y la participación, guían el discernimiento pastoral de la comunidad, para que camine unida y fiel en la realización del proyecto apostólico.
Responsabilidades comunes y complementarias
45. Cada uno de nosotros es responsable de la misión común, y participa en ella con la riqueza de sus dones y de la característica laical y sacerdotal de la única vocación salesiana.
El salesiano coadjutor lleva a todos los campos educativos y pastorales el valor propio de su laicidad, que de modo específico lo hace testigo del Reino de Dios en el mundo, cercano a los jóvenes y a las realidades del trabajo.
El salesiano presbítero o diácono aporta al trabajo común de promoción y de educación en la fe lo específico de su ministerio, que lo hace signo de Cristo pastor, sobre todo con la predicación del Evangelio y la acción sacramental.
La presencia significativa y complementaria de salesianos clérigos y laicos en la comunidad constituye un elemento esencial de su fisonomía apostólica completa
Los salesianos jóvenes
46. El espíritu de familia y el dinamismo característico de nuestra misión hacen que sea especialmente válida la aportación apostólica de los salesianos jóvenes.
Más cercanos a las nuevas generaciones, son capaces de animación y entusiasmo, y están más dispuestos para soluciones nuevas.
La comunidad, estimulando y orientando esta generosidad, favorece su maduración religioso-apostólica.
La comunidad educativa y los seglares asociados a nuestro trabajo
47. En nuestras obras formamos la comunidad educativa y pastoral. Ésta, en clima de familia, integra a jóvenes y adultos, padres y educadores, de modo que pueda convertirse en una experiencia de Iglesia, reveladora del plan de Dios.
En esta comunidad los seglares asociados a nuestro trabajo aportan la originalidad de su experiencia y de su modelo de vida.
Acogemos y fomentamos su colaboración, y les ofrecemos la posibilidad de conocer y profundizar el espíritu salesiano y la práctica del sistema preventivo.
Favorecemos el crecimiento espiritual de cada uno y, a quien sea llamado a ello, le proponemos que comparta mas de cerca nuestra misión en la familia salesiana. (R 4.5.148)
Solidarios con la Iglesia particular
48. La Iglesia particular es el lugar donde la comunidad vive y realiza su compromiso apostólico. Nos incorporamos a su pastoral, que tiene en el obispo su primer responsable17 y en las directrices de las conferencias episcopales, un principio de acción de mayor alcance.
Le ofrecemos la aportación de la obra y la pedagogía salesiana, y de ella recibimos orientaciones y apoyo.
Para lograr una conexión más orgánica, compartimos iniciativas con los grupos de la familia salesiana y con otros institutos religiosos.
Estamos dispuestos a cooperar con los organismos civiles de educación y de promoción social. (R 2.13.25.35)
V
EN COMUNIDADES FRATERNAS Y APOSTOLICAS
Que vuestra caridad no sea una farsa. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. Contribuid en las necesidades del Pueblo de Dios; practicad la hospitalidad. Tened igualdad de trato unos con otros (Rom 12,9.10.13.16).
Valor de la vida en comunidad
49. Vivir y trabajar juntos es para nosotros, salesianos, exigencia fundamental y camino seguro para realizar nuestra vocación.
Por eso nos reunimos en comunidades18, en las que nos amamos hasta compartirlo todo en espíritu de familia y construimos la comunión de las personas.
En la comunidad se refleja el misterio de la Trinidad; en ella encontramos respuesta a las aspiraciones profundas del corazón y nos hacemos, para los jóvenes, signos de amor y de unidad. (R 20)
Vínculos de la unidad
50. Dios nos llama a vivir en comunidad dándonos hermanos a quienes amar.
La caridad fraterna, la misión apostólica y la práctica de los consejos evangélicos son los vínculos que forjan nuestra unidad y robustecen continuamente nuestra comunión.
Formamos así un solo corazón y una sola alma, para amar y servir a Dios19 y para ayudarnos unos a otros. (R 42)
Relaciones de amistad fraterna
51. San Pablo nos exhorta: Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro20.
La comunidad salesiana se caracteriza por el espíritu de familia, que anima todos los momentos de su vida: el trabajo y la oración, las comidas y los tiempos de distensión, los contactos y las reuniones.
En clima de amistad fraterna, nos comunicamos alegrías y penas, y compartimos corresponsablemente experiencias y proyectos apostólicos.
El hermano en la comunidad
52. La comunidad acoge al hermano con corazón abierto, lo acepta tal como es y favorece su maduración. Le ofrece la posibilidad de desplegar sus dotes de naturaleza y de gracia. Le provee de cuanto necesite y lo sostiene en los momentos de dificultad, duda, cansancio o enfermedad.
Don Bosco solía decir a quien le pedía quedarse con él: Pan, trabajo y paraíso: tres cosas que puedo ofrecerte en nombre del Señor21.
El hermano se compromete a construir la comunidad en que vive, y la ama aunque sea imperfecta: sabe que en ella encuentra la presencia de Cristo.
Acepta la corrección fraterna, combate cuanto en sí mismo descubre de anticomunitario, y participa con generosidad en la vida y en el trabajo común. Da gracias a Dios por vivir con hermanos que lo animan y ayudan. (R 43)
Los hermanos ancianos y enfermos
53. La comunidad rodea de atenciones y cariño a los hermanos ancianos y enfermos. Éstos, con la prestación de los servicios que les sean posibles y aceptando su situación personal, son fuente de bendición para la comunidad, enriquecen su espíritu de familia y hacen más profunda su unidad.
Su vida adquiere un nuevo significado apostólico: ofreciendo con fe sus limitaciones y sufrimientos por los hermanos y los jóvenes, se unen a la pasión redentora del Señor y siguen participando en la misión salesiana.
La muerte del hermano
54. La comunidad sostiene, con caridad y oración más intensas, al hermano enfermo de gravedad. Cuando llega la hora de dar a su vida consagrada la realización suprema, los hermanos le ayudan a participar con plenitud en la Pascua de Cristo.
La esperanza de entrar en el gozo de su Señor ilumina la muerte del salesiano22. Y cuando un salesiano muere trabajando por las almas, la Congregación alcanza un gran triunfo23.
El recuerdo de los hermanos difuntos une en la caridad que no acaba24 a los hermanos que aún peregrinan con quienes ya descansan en Cristo. (R 47)
El director en la comunidad
55. El director representa a Cristo que une a los suyos en el servicio del Padre. Está en el centro de la comunidad, como hermano entre hermanos, que reconocen su responsabilidad y autoridad.
Su primera incumbencia es animar a la comunidad, para que viva en la fidelidad a las Constituciones y crezca en la unidad. Coordina los esfuerzos de todos, teniendo en cuenta los derechos, deberes y capacidad de cada uno.
Tiene tambien responsabilidad directa para con cada hermano. Le ayuda a realizar su vocación personal y lo sostiene en el trabajo que le está confiado.
Extiende su solicitud a los jóvenes y los colaboradores, para que crezcan en la corresponsabilidad de la misión común.
En las palabras, en los contactos frecuentes y en las decisiones oportunas, es padre, maestro y guía espiritual. (R 42.48)
Comunidad acogedora
56. Los hermanos viven con sencillez su entrega personal y la capacidad de compartir, en la acogida y la hospitalidad. Con sus atenciones y su alegría saben hacer a los demás partícipes del espíritu de familia salesiano.
No obstante, para favorecer el respeto mutuo y las manifestaciones de la comunión fraterna, la comunidad reserva, para uso exclusivo de los hermanos, algunos ambientes de la casa religiosa25.(R 21.45)
Comunidad abierta
57. La comunidad salesiana actúa en comunión con la Iglesia particular.
Está abierta a los valores del mundo y atenta al contexto cultural en que desarrolla su acción apostólica. Solidaria con el grupo humano en cuyo ambiente vive, mantiene buenas relaciones con todos.
De esta forma es signo revelador de Cristo y de su salvación, presente entre los hombres, y se hace fermento de nuevas vocaciones, a ejemplo de la primera comunidad de Valdocco.
Comunidad inspectorial
58. Las comunidades locales son parte viva de la comunidad inspectorial. Ésta promueve su comunión fraterna y las sostiene en la misión.
Sigue con amor a los nuevos hermanos, es solícita en la formación de todos, goza con sus éxitos y se alegra en sus celebraciones personales, llora su pérdida y conserva vivo su recuerdo.
Atenta a las situaciones juveniles, coordina y revisa el trabajo apostólico mediante sus organismos, favorece la colaboración, anima la pastoral vocacional, provee a la continuidad de las obras y se abre a nuevas actividades.
Cultiva la fraternidad y la expresa en actos concretos de solidaridad para con las demás inspectorías, la Congregación y la familia salesiana.
Comunidad mundial
59. La profesión religiosa incorpora al salesiano en la Sociedad y lo hace partícipe de la comunión de espíritu, testimonio y servicio que ella vive en la Iglesia universal.
La unión con el Rector Mayor y su Consejo, la solidaridad en las iniciativas apostólicas y la comunicación e información sobre el trabajo de los hermanos, al incrementar la comunión, profundizan el sentido de pertenencia y abren al servicio de la comunidad mundial. (R 103)
VI
SIGUIENDO A CRISTO OBEDIENTE, POBRE Y CASTO
Por Él perdí todo, con tal de ganar a Cristo, como Cristo Jesús me ganó a mí. (Flp 3,8.12)
Siguiendo a Cristo
60. Con la profesión religiosa nos proponemos vivir la gracia bautismal más plena y radicalmente.
Seguimos a Jesucristo que, virgen y pobre, por su obediencia redimió y santificó a los hombres26, y participamos más íntimamente en el misterio de su Pascua, en su anonadamiento y en su vida en el Espíritu.
Por nuestra adhesión plena a Dios, amado sobre todas las cosas, nos comprometemos a llevar una forma de vida íntegramente fundada en los valores del Evangelio.
Amor fraterno y apostólico
61. Don Bosco hace notar con frecuencia que la práctica sincera de los votos robustece en gran manera los lazos del amor fraterno y la cohesión en la acción apostólica.
La profesión de los consejos nos ayuda a vivir la comunión con los hermanos de la comunidad religiosa, como en una familia que goza de la presencia del Señor27.
Los consejos evangélicos, al favorecer la purificación, del corazón y la libertad de espíritu28,
hacen fecunda y solícita nuestra caridad pastoral: el salesiano obediente, pobre y casto está en condiciones de amar y servir a quienes le confíe el Señor, sobre todo a los jóvenes pobres.
Signo especial de la presencia de Dios
62. La práctica de los consejos, vivida según el espíritu de las bienaventuranzas, hace más convincente nuestro anuncio del Evangelio.
En un mundo tentado por el ateísmo y por la idolatría del placer, de la posesión y del poder, nuestro modo de vivir testimonia, especialmente a los jóvenes, que Dios existe y su amor puede llenar una vida; y que la necesidad de amar, el ansia de poseer y la libertad para decidir de la propia existencia, alcanzan su sentido supremo en Cristo Salvador.
Nuestro modo de vivir también tiene en cuenta el traje: el que llevan los clérigos – conforme a las disposiciones de las iglesias particulares de los pueblos donde viven – y el vestir sencillo que Don Bosco aconsejaba a los socios laicos29, quieren ser un signo externo de este testimonio y servicio30.
63. El ofrecimiento de la propia libertad en la obediencia, el espíritu de pobreza evangélica y el amor hecho don en la castidad, hacen del salesiano un signo de la fuerza de la resurrección.
Los consejos evangélicos, al orientar todo su corazón hacia el Reino, le ayudan a discernir y a acoger la acción de Dios en la historia; y en la sencillez y laboriosidad de cada día lo transforman en educador que anuncia a los jóvenes un cielo nuevo y una tierra nueva31 y, de ese modo, aviva en ellos los compromisos y el gozo de la esperanza32.
Nuestra obediencia
Cristo, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido, para todos los que le obedecen, en autor de salvación (Hb 5,8-9).
Significado evangélico de nuestra obediencia
64. Nuestro Salvador nos aseguró que había venido a la tierra no para hacer su propia voluntad, sino la voluntad del Padre que está en los cielos33.
Por la profesión de obediencia ofrecemos a Dios nuestra voluntad y vivimos, en la Iglesia y en la Congregación, la obediencia de Cristo cumpliendo la misión que nos está confiada. Dóciles al Espíritu y atentos a los signos que Él nos ofrece en los acontecimientos, adoptamos el Evangelio como regla suprema34 de vida, las Constituciones como camino seguro, y a los superiores y la comunidad como intérpretes diarios de la voluntad de Dios.
Estilo salesiano de la obediencia y de la autoridad
65. En la tradición salesiana, la obediencia y la autoridad se practican con el espíritu de familia y caridad que hace que las relaciones se basen en la estima y la confianza recíproca. El superior orienta, guía y anima, haciendo uso discreto de su autoridad. Todos los hermanos colaboran con una obediencia sincera, diligente y realizada con alegría y humildad35. El servicio de la autoridad y la disponibilidad para la obediencia son principio de cohesión - y garantía de continuidad de la Congregación; para el salesiano son camino de santidad, fuente de energía en el trabajo, de alegría y de paz. (R 50)
Corresponsabilidad en la obediencia
66. En la comunidad y con miras a la misión, todos obedecemos, aun desempeñando funciones distintas.
Al escuchar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía, expresamos y renovamos nuestra entrega común a la voluntad divina.
En las cuestiones más importantes buscamos juntos la voluntad del Señor en diálogo fraterno, paciente y con espíritu de corresponsabilidad.
El superior ejerce su autoridad escuchando a los hermanos, estimulando la participación de todos y promoviendo la unión de las voluntades en la fe y en la caridad. Él concluye el momento de la búsqueda en común tomando las decisiones oportunas, que normalmente brotarán de la convergencia de opiniones.
En consecuencia, todos nos comprometemos en su realización, colaborando con lealtad aun cuando no se hayan aceptado nuestros puntos de vista.
Obediencia personal y libertad
67. El salesiano está llamado a obedecer con espíritu de libertad y responsabilidad, poniendo en ello todas sus fuerzas de inteligencia y de voluntad, as{ como los dones de naturaleza y gracia36.
Obedece con fe, y reconoce en el superior una ayuda y un signo que Dios le ofrece para manifestarle su voluntad.
Esta obediencia conduce a la madurez haciendo crecer la libertad de los hijos de Dios37.
Exigencias del voto de obediencia
68. Por el voto de obediencia el salesiano se compromete a obedecer a sus legítimos superiores en lo que se refiere a la observancia de las Constituciones38.
Cuando se da un precepto expresamente en virtud del voto de obediencia, la obligación de obedecer es grave. Unicamente los superiores mayores y los directores pueden dar tal precepto; háganlo, sin embargo, rara vez, por escrito o ante dos testigos, y sólo cuando lo requiera algún motivo grave39.
Dones personales y obediencia
69. Cada uno pone sus cualidades y dones al servicio de 1a misión común.
El superior, ayudado por la comunidad, tiene una responsabilidad espacial en el discernimiento de tales dones y en favorecer su desarrollo y recto ejercicio.
Si las necesidades concretas de la caridad y del apostolado exigen el sacrificio de deseos y planes de por sí legítimos, el hermano acepta con fe cuanto le pide la obediencia, aunque siempre puede recurrir a la autoridad superior.
Para tomar sobre sí cargos o compromisos, además de los que tiene asignados en la comunidad, pide autorización al superior legítimo40.
Coloquio con el superior
70. Todo hermano, fiel a la recomendación de Don Bosco, mantiene contacto frecuente con su superior por medio del coloquio fraterno.
Es un momento privilegiado de diálogo, que beneficia al hermano y favorece la buena marcha de la comunidad.
En él habla, con confianza, de su vida y actividad y, si lo desea, del estado de su conciencia.
Obediencia y misterio de la cruz
71. En lugar de hacer obras de penitencia - nos dice Don Bosco - hacedlas de obediencia41.
A veces la obediencia contraría nuestra inclinación a la independencia y al egoísmo, o puede exigir pruebas difíciles de amor. Es el momento de mirar a Cristo obediente hasta la muerte42: Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad43.
El misterio de su muerte y resurrección nos enseña lo fecundo que es, para nosotros, obedecer: el grano que muere en la oscuridad de la tierra, da mucho fruto44.
Nuestra pobreza
Jesús le contestó: Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres - así tendrás un tesoro en el cielo - y luego vente conmigo (Mt 19,21).
Significado evangélico de nuestra pobreza
72. Conocemos la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza45.
Llamados a una vida intensamente evangélica, elegimos seguir al Salvador, que nació en la pobreza, vivió en la privación de todos los bienes y murió desnudo en una cruz46.
Como los Apóstoles al ser invitados por el Señor, nos liberamos de la preocupación y el afán por los bienes terrenos47 y, poniendo nuestra confianza en la providencia del Padre, nos entregamos al servicio del Evangelio.
Pobreza y misión salesiana
73. Don Bosco vivió la pobreza como desprendimiento del corazón y servicio generoso a los hermanos, con estilo austero, industrioso y rico de iniciativas.
Siguiendo su ejemplo, también nosotros vivimos desprendidos de todos los bienes terrenos48 y participamos con espíritu emprendedor en la misión de la Iglesia y en su esfuerzo por la justicia y la paz, sobre todo educando a los necesitados.
El testimonio de nuestra pobreza, vivida en la comunión de bienes, ayuda a los jóvenes a vencer el instinto de posesión egoísta y les abre al sentido cristiano del compartir.
Exigencias del voto de pobreza
74. Por el voto de pobreza nos comprometemos a no usar ni disponer de los bienes materiales sin el consentimiento del superior legítimo.
Todo hermano conserva la propiedad de su patrimonio y la capacidad para adquirir otros bienes; pero antes de la profesión dispone libremente de su uso y usufructo, y cede a otros su administración.
Antes de la profesión perpetua otorga testamento, conforme a las leyes del código civil. Tras seria reflexión, para manifestar su total abandono en la divina Providencia, puede también renunciar de modo definitivo a los bienes cuya propiedad se hubiere reservado, a tenor del derecho universal y propio. (R 51-53)
Compromiso personal de pobreza
75. Cada uno de nosotros es el primer responsable de su pobreza. Por ello, vive a diario el desprendimiento prometido con un estilo de vida pobre.
En el uso de los bienes temporales acepta depender del superior y de la comunidad; pero sabe que el permiso recibido no le dispensa de ser pobre en la realidad y en el espíritu49.
Está atento para no ceder poco a poco al deseo de bienestar y a las comodidades, que son amenaza directa a la fidelidad y a la generosidad apostólica.
Cuando su estado de pobreza le ocasiona alguna incomodidad o sufrimiento50, se alegra de poder participar de la bienaventuranza prometida por el Señor a los pobres de espíritu51. (R 55)
La comunión de bienes
76. A ejemplo de los primeros cristianos, ponemos en común los bienes materiales52: los frutos de nuestro trabajo, los regalos recibidos y lo que percibimos por jubilación, subvención y seguro. Aportamos también nuestros talentos, energías y experiencias.
En la comunidad, el bien de cada uno es bien de todos.
Cuanto tenemos, lo compartimos fraternalmente con las comunidades de la inspectoría, y somos solidarios con las necesidades de toda la Congregación, de la Iglesia y del mundo. (R 56-58.63
197.201)
Testimonio de pobreza en la comunidad y en las obras
77. Cada comunidad, atenta a las condiciones del ambiente donde vive, da testimonio de su pobreza viviendo sencilla y frugalmente en una residencia modesta.
A ejemplo de nuestro Fundador y con su mismo espíritu, aceptamos la posesión de los medios necesarios para nuestro trabajo, y los administramos de modo que su finalidad de servicio sea evidente a todos.
La elección de las actividades y la ubicación de las obras respondan a las necesidades de los pobres; las estructuras materiales inspírense en criterios de sencillez y funcionalidad. (R 1.58-65)
El trabajo
78. El trabajo asiduo y sacrificado es una característica heredada de Don Bosco y expresión concreta de nuestra pobreza.
En la laboriosidad de cada día, nos asociamos a los pobres que viven de su propio esfuerzo y testimoniamos el valor humano y cristiano del trabajo53. (R 64)
Solidaridad con los pobres
79. El espíritu de pobreza nos lleva a ser solidarios con los pobres y a amarlos en Cristo54.
Por tanto, nos esforzamos en estar a su lado y aliviar su indigencia, haciendo nuestras sus
legítimas aspiraciones a una sociedad más humana.
Al pedir o aceptar ayudas para el servicio de los necesitados, imitamos a Don Bosco en el celo y en la gratitud, y como él nos mantenemos evangélicamente libres. Recordad - nos advierte - que no es nuestro lo que tenemos, sino de tos pobres. ¡Ay de nosotros si no lo empleamos bien!55.
Nuestra castidad
Estoy convencido de que ni muerte, ni vida; ni presente, ni futuro, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rom 8,38-39).
Significado evangélico de nuestra castidad
80. La castidad consagrada por el Reino es un don precioso de la gracia divina, concedido a algunos por el Padre56. Como respuesta de fe, lo acogemos agradecidos y nos comprometemos con voto a vivir la continencia perfecta en el celibato57.
Seguimos de cerca a Jesucristo, escogiendo un modo intensamente evangélico de amar a Dios y a los hermanos con corazón indiviso58.
Nos incorporamos, así, con una vocación específica al misterio de la Iglesia, íntimamente unida a Cristo59 y, participando de su fecundidad, nos entregamos a nuestra misión.
Castidad y misión salesiana
81. Don Bosco vivió la castidad como amor ilimitado a Dios y a los jóvenes. Quiso que fuera signo distintivo de la Sociedad Salesiana: Quien gasta su vida en favor de los jóvenes abandonados" debe, sin duda, poner el máximo empeño en enriquecerse de todas las virtudes, pero la virtud que se debe cultivar con mayor esmero [...] es la virtud de la castidad60.
Nuestra tradición siempre ha considerado la castidad como virtud radiante y portadora de un mensaje especial para la educación de la juventud. Ella nos hace testigos de la predilección de Cristo por los jóvenes, nos permite amarlos sinceramente, de modo que se den cuenta de que son amados61, y nos pone en condiciones de educarlos en el amor y la pureza.
Castidad y madurez humana
82. Las exigencias educativas y pastorales de nuestra misión y el hecho de que la observancia de la perfecta continencia afecte a inclinaciones de las más profundas de la naturaleza humana62, requieren en el salesiano equilibrio psicológico y madurez afectiva.
Don Bosco advertía: Quien no abrigue fundada esperanza de poder guardar, con la ayuda de Dios, la virtud de la castidad en las palabras, en las obras y en los pensamientos, no profese en esta Sociedad, pues con frecuencia se hallaría en peligro63. (R 68)
Castidad y vida de comunidad
83. La castidad consagrada, signo y estimulo de la caridad64, libera y potencia nuestra capacidad de hacernos todo para todos. Desarrolla en nosotros el sentido cristiano de las relaciones personales, favorece amistades auténticas y contribuye a hacer de la comunidad una familia.
A su vez, el clima fraterno de la comunidad nos ayuda a vivir con gozo el celibato por el Reino y a superar, sostenidos por la comprensión y el afecto, los momentos difíciles.
Actitudes y medios para crecer en la castidad
84. La castidad no es conquista que se logra de una vez para siempre: tiene momentos de paz y momentos de prueba. Es un don que, a causa de la debilidad humana, exige esfuerzo diario de fidelidad.
Por eso el salesiano, fiel a las Constituciones, vive en el trabajo y la templanza, practica la mortificación y la guarda de los sentidos, utiliza con discreción y prudencia los instrumentos de comunicación social, y no descuida los medios naturales que favorecen la salud física y mental.
Sobre todo, implora la ayuda de Dios y vive en su presencia, alimenta su amor a Cristo en la mesa de la Palabra y la Eucaristía, lo purifica humildemente en el sacramento de la Reconciliación y se confía con sencillez a un guía espiritual.
Acude con filial confianza a María Inmaculada y Auxiliadora, que le ayuda a amar como amaba Don Bosco. (R 44.66-68)
VII
EN DIALOGO CON EL SEÑOR
La Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre de Jesús (Col 3,16-17).
El don de la oración
85. La comunidad manifiesta, de forma visible, el misterio de la Iglesia, que no nace de voluntad humana, sino que es fruto de la Pascua del Señor. Del mismo modo, Dios congrega nuestra comunidad y la mantiene unida con su invitación, su Palabra y su amor.
Cuando ora, la comunidad salesiana responde - a esa invitación, reaviva la conciencia de su relación íntima y vital con Dios y de su misión de salvación, y hace propia la invocación de Don Bosco: Da mihi ánimas, cétera tolle. (R69)
La oración salesiana
86. Dócil al Espíritu Santo, Don Bosco vivió la experiencia de una oración humilde, llena
de confianza y apostólica, que de modo espontáneo enlazaba la oración con la vida.
De él aprendemos a reconocer la acción de la gracia en la vida de los jóvenes: rezamos por ellos, para que se cumpla en cada uno el plan de Dios, y rezamos con ellos para dar testimonio de nuestra fe y compartir la misma esperanza de salvación.
La oración salesiana es gozosa y creativa, sencilla y profunda; se abre a la participación comunitaria, conecta con la vida y en ella se prolonga. (R 77)
Comunidad que escucha la Palabra
87. El Pueblo de Dios es congregado, en primer lugar, por la Palabra de Dios vivo65.
La Palabra escuchada con fe es, para nosotros, fuente de vida espiritual, alimento para la oración, luz para conocer la voluntad de Dios en los acontecimientos y fuerza para vivir con fidelidad nuestra vocación.
Teniendo diariamente en nuestras manos la Sagrada Escritura66, como María acogemos la Palabra y la meditamos en nuestro corazón67 a fin de hacerla fructificar y anunciarla con celo.
Comunidad unificada por la Eucaristía
88. La escucha de la Palabra encuentra su lugar de privilegio en la celebración de la Eucaristía. Ésta es el acto central de cada día para toda comunidad salesiana, que lo celebra como una fiesta en una liturgia viva.
En ella la comunidad celebra el misterio pascual y recibe el cuerpo de Cristo inmolado para construirse en él como comunión fraterna y renovar su compromiso apostólico.
La concelebración pone de manifiesto las riquezas de este misterio: evidencia la triple unidad del sacrificio, del sacerdocio y de la comunidad, cuyos miembros están todos al servicio de la misma misión.
La presencia de la Eucaristía en nuestras casas es para nosotros, hijos de Don Bosco, motivo para visitar frecuentemente al Señor. De Él sacamos dinamismo y constancia en nuestro trabajo por los jóvenes. R 70
El misterio de Cristo en el tiempo
89. La liturgia de las horas extiende a los distintos momentos del día la gracia del misterio eucarístico68.
La comunidad, unida a Cristo y a la Iglesia, alaba y suplica al Padre, nutre su unión con Él69 y se mantiene atenta a la voluntad de Dios. La comunidad celebra laudes como oración d 1a mañana y vísperas como oración de la tarde, y lo hace con la dignidad y el fervor que recomendaba Don Bosco, permaneciendo para los clérigos la obligación contraída en su ordenación70.
El domingo es el día del gozo pascual. Vivido en el trabajo apostólico, en la oración y en la alegría, da nuevo vigor a la confianza y al optimismo del salesiano.
Durante el ano litúrgico, la conmemoración de los misterios del Señor hace de nuestra vida un tiempo de salvación en la esperanza71. (R 70)
Comunidad en continua conversión
90. La Palabra de Dios nos llama a una conversión continua.
Conscientes de nuestra fragilidad, respondemos con la vigilancia y el arrepentimiento sincero, la corrección fraterna, el perdón recíproco y la aceptación serena de la cruz de cada día.
El sacramento de la reconciliación lleva a su plenitud el esfuerzo penitencial de cada uno y de toda la comunidad.
Preparado con el examen de conciencia diario y recibido frecuentemente, según las indicaciones de la Iglesia, nos proporciona el gozo del perdón del Padre, reconstruye la comunión fraterna y purifica las intenciones apostólicas. (R 73)
Momentos de renovación
91. Nuestra voluntad de conversión se renueva en el retiro mensual y en los ejercicios espirituales de cada ano. Son tiempos de recuperación espiritual, que Don Bosco consideraba como la parte fundamental y la síntesis de todas las prácticas de piedad72.
Para la comunidad y cada salesiano son ocasiones especiales de escuchar la Palabra de Dios, discernir su voluntad y purificar el corazón.
Estos momentos de gracia dan a nuestro espíritu unidad profunda en el Señor Jesús, y mantienen viva la espera de su venida. (R 72)
María en la vida y en la oración del salesiano
92. María, Madre de Dios, ocupa un puesto singular en la historia de la salvación.
Es modelo de oración y de caridad pastoral, maestra de sabiduría y guía de nuestra Familia.
Contemplamos e imitamos su fe, la solicitud por los necesitados, la fidelidad en la hora de la cruz y el gozo por las maravillas realizadas por el Padre.
María Inmaculada y Auxiliadora nos educa para la donación plena al Señor y nos alienta en el servicio a los hermanos.
Le profesamos una devoción filial y fuerte. Rezamos todos los días el rosario y celebramos sus fiestas, a fin de estimularnos a una imitación más convencida y personal. (R 74)
La oración personal
93. Sólo podremos formar comunidades que rezan, si personalmente somos hombres de oración.
Cada uno de nosotros necesita expresar en lo íntimo su modo personal de ser hijo de Dios, demostrarle su gratitud y confiarle sus deseos y preocupaciones apostólicas.
Una forma indispensable de oración es, para nosotros, la oración mental. Ésta refuerza nuestra intimidad con Dios, salva de la rutina, conserva libre el corazón y sostiene la entrega al prójimo. Para Don Bosco es garantía de gozosa perseverancia en la vocación. (R 71)
El recuerdo de los hermanos difuntos
94. La fe en Cristo resucitado sostiene nuestra esperanza y mantiene viva la comunión con los hermanos que descansan en la paz de Cristo. Ellos consumieron su vida en la Congregación, y no pocos sufrieron incluso el martirio por amor del Señor.
Unidos en un intercambio de bienes espirituales, ofrecemos por ellos, con gratitud, los sufragios prescritos.
Su recuerdo nos estimula a proseguir con fidelidad nuestra misión. (R 47.76)
La vida como oración
95. Sumergido en el mundo y en las preocupaciones de la vida pastoral, el salesiano aprende a encontrar a Dios en aquellos a quienes es enviado.
Al descubrir los frutos del Espíritu73, en la vida de los hombres, especialmente de los jóvenes, da gracias por todo74; al compartir sus problemas y sufrimientos, invoca para ellos la luz y la fuerza de su presencia.
Se nutre de la caridad del Buen Pastor, cuyo testigo quiere ser, y participa en las riquezas espirituales que le ofrece su comunidad.
La necesidad de Dios, sentida en el trabajo apostólico, lo lleva a celebrar la liturgia de la vida y logra aquella laboriosidad incansable, santificada por la oración y la unión con Dios, que debe ser la característica de los hijos de san Juan Bosco75.
1 MB XIV, 662.
2 C 1875, cap. 1,7.
3 GS 52.
4 AG 6.
5 AG 3 12 26.
6 EN 31.
7 GS 41.
8 Piano di Regolamento per l'Oratorio, 1854 (MB 11, 46).
9 MB IX, 61.
10 Ef 3,8-19.
11 3Lc 1,45.
12 AA 12.
13 SC 10.
14 MB XIII, 919.
15 MB IV. 654.
16 IM 1.
17 CIC, can. 678, 1.
18 CIC can. 608.
19 C 1875, cap. II, 1.
20 Col 3,12-13.
21 MB XVIII, 420.
22 Mt 25,21.
23 MB XVII, 273
24 I Cor 13,8.
25 CIC, can. 667,1.
26 PC 1.
27 PC 15
28 LG 46
29 C 1875, XV, 1-3.
30 CIC. Can. 669.
31 Ap 21,1.
32 Rorn 12,12.
33 C 1875, III, 1.
34 PC 2.
35 C 1875, 111, 2.
36 PC 14.
37 PC 14.
38 CIC, can. 601
39 ClC, can- 49 ss.
40 CIC, can. 671.
41 MB XIII, 89.
42 Flp 2,8; MB IV, 233.
43 Mt 26,42.
44 Jn 12,24.
45 2 Cor 8,9.
46 C 1875 (Introducción), p. XXIV.
47 Mt 6,25 ss.
48 C 1875, IV, 7.
49 PC 13.
50 C 1875 (Introducción), p. XXVI.
51 Mt 5,3.
52 Hch 4,32.
53 ET 20.
54 PC 13.
55 MB V, 682.
56 LG, 42.
57 CIC, can. 599.
58 LG 42.
59 ET 13-14; RD 11.
60 C 1875, V, 1.
61 DB, Carta de Roma 1884, MB XVII, 110.
62 PC 12.
63 C 1875, V, 2.
64 LG 42.
65 PO 4.
66 PC 6.
67 Lc 2,19.51
68 IGLH 10.12.
69 LG 3.
70 CIC, can. 1174,1.
71 SC 102.
72 C 1875, (Introducción), p. XXXIV.
73 Gal 5, 22.
74 Ef 5,20
75 R 1924, art. 291.