18
Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
actualizaron en las misiones. Se ha dado un enriquecimiento recí-
proco y sus frutos son evidentes para todos.
Desde el principio, Don Bosco nunca cesó de fomentar el espí-
ritu apostólico y el ideal misionero de sus discípulos. Él les insistió
en que el objetivo de toda actividad y el fin específico de la misión
salesiana era la salvación y formación de los jóvenes y de toda la
población, y, a través de ella, la transformación de la sociedad. Él
enseñó que el profundo dinamismo de la acción misionera se basa
en la caridad pastoral del Buen Pastor que quiere llegar a todos los
seres humanos en todos los rincones del mundo. Además, a través de
su lema “¡Dame almas, llévate todo lo demás!”, Don Bosco recordó
a los salesianos que no deberían buscar nada más que el generoso
servicio del prójimo, especialmente el de la juventud pobre y aban-
donada, dando respuestas concretas a sus verdaderas necesidades a
través de la acción educativa, la instrucción y formación profesional,
el acompañamiento espiritual, la educación moral y civil, la procla-
mación del Evangelio y el testimonio personal de una vida gozosa y
ejemplar. Finalmente, animando a sus Hijos en la vocación misione-
ra, les alentó a vivir al máximo las exigencias de su vocación reli-
giosa y su llamada a ser apóstoles de los jóvenes, listos para dejarlo
todo –“si fuera necesario incluso la propia vida”– y vivir la misión
salesiana en obediencia al mandato de Cristo “Id por todo el mundo
y anunciad el Evangelio a toda criatura” (Mk 16: 15).
La dimensión misionera de la vocación salesiana ha demostra-
do ser muy eficaz también en la formación de los jóvenes. A través
de conferencias, las tradicionales “buenas noches”, narraciones de
sueños y proyectos de fundación, lecturas y publicación de cartas de
misioneros, Don Bosco transmitió a los jóvenes su entusiasmo apos-
tólico y sus ideales educativos. Él les inculcó el sentido de Iglesia y
les alentó y cultivó su vocación, y les dio una visión de la realidad
humana tan amplia como el mismo mundo. Muchos jóvenes, escu-
chando las palabras de Don Bosco, sintieron en sus corazones cómo
nacía ese deseo de consagrarse en las misiones salesianas, listos
para dejar su patria y sus seres queridos para hacer “todas las cosas
para todos los hombres” (1 Cor 9:22) siguiendo el estilo de Don
Bosco. Muchos otros, leyendo el Boletín Salesiano, decidieron con-
Prefacio
19
vertirse en miembros activos de la gran familia apostólica de Don
Bosco como cooperadores, apoyar la obra misionera con oraciones,
con dinero, con propaganda y con diferentes actividades voluntarias.
El fervor misionero de la Familia Salesiana continuó creciendo
en el transcurso del tiempo. La Primera Guerra Mundial (1914-1918)
ralentizó temporalmente el proceso de expansión. Pero en la década
de 1920, gracias a la insistencia de Don Pablo Albera y de Don
Felipe Rinaldi, el espíritu misionero salesiano renació con mayor
vivacidad que antes, y con un prodigioso florecimiento de vocacio-
nes y fundaciones. Dos iniciativas particulares tuvieron un impacto
muy importante en el gran desarrollo misionero de las décadas suce-
sivas: la fundación de los aspirantados misioneros, y la publicación
en Italia de la revista Gioventù Missionaria (1923-1967), con edicio-
nes en español (Juventud Misionera), en portugués (Juventude Mis-
sionaria), en francés (Jeunesse et Missions) y en otros idiomas.
El Padre Roy Anthony Parackal ha estudiando la revista Gio-
ventù Missionaria, situándola en el contexto más amplio del movi-
miento misionero en la Iglesia Católica en el siglo XX, vinculándo-
la con las asociaciones salesianas juveniles. Gioventù Missionaria
era una revista importante, como muchos testigos han dado fe, sea
por las vocaciones misioneras innumerables que hizo surgir entre
los jóvenes, sea por el interés y la simpatía por las misiones salesia-
nas que originó, creando un movimiento de solidaridad que, incluso
hoy, cuarenta años después de su clausura, continúan dando fruto.
La revista, difundida en las instituciones educativas, favoreció la
renovación del sistema de asociaciones juveniles (las antiguas com-
pañías) y alentó las fundaciones de los propios grupos juveniles
misioneros muy activos. Esto contribuyó además a propagar la con-
ciencia misionera en las familias, en las parroquias y en la sociedad
en general. Los que una vez fueran jóvenes lectores, cuando se con-
vertían en adultos, mantenían una fuerte sensibilidad misionera y
continuaban sosteniendo las obras salesianas tanto económica como
espiritualmente.
Al reconstruir la historia de Gioventù Missionaria y en el aná-
lisis de su contenido, la principal preocupación del Padre Roy ha