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Visión de las misiones salesianas: 1923-1967
Los viajes misioneros: principal desencadenante
de ocasiones de aventura
Según los numerosos relatos de JM, el hecho de que los misio-
neros estén constantemente viajando es lo que les proporciona más
ocasiones de vivir aventuras. Luigi Mathias, en julio de 1923, afir-
ma que “las aventuras forman parte de la vida de todos los misione-
ros”. Expone los siguientes razones para la presencia de aventuras
en la vida del misionero: los diferentes medios que el misionero
emplea para sus visitas regulares a las aldeas, los animales salvajes
que vagan por el bosque que los misioneros tienen que cruzar para
llegar a esos asentamientos, la falta de carreteras e incluso de cami-
nos en regiones del interior. Mathias sigue diciendo que las aventu-
ras no acaban incluso cuando el misionero llega a la población cató-
lica. Mientras Gil, misionero en Assam, dormía en una de las casas
de una aldea católica, un tigre salió del bosque y asustó a uno de los
toros que estaba tirando de su carro7.
El vehículo que utiliza el misionero, la falta de carreteras y sus
condiciones miserables, cuando éstas existen, suelen ser otras fuen-
tes de aventuras8. Algunas veces, es fácil tener estas aventuras. Los
misioneros se pierden en bosques frondosos que tienen que cruzar,
les pillan las lluvias torrenciales de la región, tienen que pasar la
noche en bosques habitados por varios tipos de animales salvajes,
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7 Cfr. MATHIAS L., Nelle piantagioni di tè, en GM 1 (1923) 6, 90. El modo de
narrar no intenta impresionar a los lectores debido a las grandes dificultades a las
que los misioneros tienen que enfrentarse. El comentario de Mathias, en lugar de
eso, apuntaría al hecho de que los misioneros no dan gran importancia a estas aven-
turas diarias, sino que se las toman con bastante naturalidad e incluso les divierte
esa dimensión aventurera de su vida. Evidentemente la intención del autor es mos-
trar cómo abundan las aventuras en las misiones e invitar a los jóvenes amantes del
riesgo a aventurarse en esas tierras.
8 En noviembre de 1928, JM publica un largo e interesante relato del viaje de
Cesare Albisetti y varios de sus compañeros bororos en un vehículo antiguo, desde
Cuyabá a la colonia bororo de Sangradouro. El vehículo tuvo que vadear los ríos
de la región y pasar a través de un terreno intransitado. ¡En un punto del camino
vuelca! Pero el grupo continúa manteniendo su optimismo e intenta hacer que el
vehículo se vuelva a mover y llegue a su destino. El informe es una lectura intere-
sante. Cfr. ALBISETTI C., Incidente di viaggio, en GM 6 (1928) 11, 215-217.
Misión: aventura
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refugiarse en ocasiones en algunas cuevas y allí tener la desagrada-
ble visita de tigres o leopardos. Incluso viajes sencillos deparan
alguna sorpresa y aventuras al misionero9.
La descripción de A. Pianazzi en el número de julio-agosto de
1945 presenta una imagen general de los viajes del misionero y las
aventuras que les deparan. También apunta al carácter ordinario de
esas aventuras y la forma en que los misioneros las consideran.
Pianazzi escribe:
Tales excursiones también son emocionantes y divertidas. La maravi-
llosa fertilidad del suelo, cubierto con bosque denso, siempre verde,
tiene una apariencia majestuosa y solemne. Se puede viajar durante
todo el día a través de los densos e inacabables bosques, lejos de
todos los seres humanos, con un silencio profundo roto sólo por el
piar de los faisanes y otras aves del bosque, por los gritos de los
monos y el ruido de las carreras de los ciervos. Se suele encontrar las
huellas de otros habitantes menos agradables de los bosques, zonas
de jungla cubiertas de grandes y redondas huellas que señalan el ras-
tro de tropas enteras de elefantes, esqueletos medio devorados con los
principales huesos rotos que indican la poderosa dentadura del tigre.
En estos viajes solemos toparnos con cierto tipo de animales mucho
menos amigos del hombre, como las serpientes y otros. Por la gracia
de Dios, hasta ahora hemos logrado escapar de todos los peligros10.
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9 Cfr. Maria Ausiliatrice accompagna le sue missionarie, en GM 6 (1928) 12,
228-229; POGGIONE C., Sperduti nella foresta, en GM 11 (1932) 3, 81; VIGNA G.,
Aspetti poetici della vita missionaria nell'Equatore, en GM 9 (1931) 9, 168-169;
ALGERI, L., Notte memoranda, en GM 12 (1934) 8, 144-148. CARLETTÌ E.,
Nell’inferno verde, en GM 13 (1935) 7, 133-135; 13 (1935) 8, 148-149; 13 (1935)
9, 174-176; 13 (1935) 10, 192; VIGNA G., Dalle Ande alle Amazzoni, en GM 15
(1936) 10, 160-162; Avventure di viaggio, en GM 17 (1939) 8, 154-155; DE AMICIS
A., Missionari in trappola?, en GM 18 (1940) 2, 18-19.
10 PIANAZZI A., Nella terra dei garo, en GM 23 (1945) 7-8, 76. Incluso en el
período final, las historias de aventuras que vienen de las misiones, especialmente
de Assam, tienden a centrarse en el misionero o en los encuentros de otras personas
con los animales salvajes durante sus largos viajes a través de los bosques. A veces,
para salvar a la gente de la amenaza de esos animales salvajes, los propios misio-
neros se encargan de cazar esas bestias salvajes, arriesgando su propia vida. Pero la
mayor parte de las veces, esos encuentros no son deseados ni buscados por los
misioneros. Cfr. RAVALICO L., Con gli elefanti dell'Assam, en GM 14 (1936) 2, 31;