MB – XI, págs.331-332 (edic.esp)
El Beato Padre había prometido en su plática entregar a los misioneros unos recuerdos especiales, como testamento del padre a sus hijos, que quizás no volvería a ver. Los había escrito a lápiz, durante uno de sus últimos viajes, en su cuadernito de apuntes; mandó sacar copias y los entregó a cada uno en propia mano, mientras se alejaban del altar de María Auxiliadora. Sirvan los veinte avisos como sello de este capítulo:
1. Buscad almas, no dinero, ni honores, ni dignidades.
2. Sed caritativos y muy corteses con todos, pero evitad la conversación y familiaridad con personas de diferente sexo o de conducta sospechosa.
3. No hagáis visitas, si no es por motivos de caridad y de necesidad.
4. No aceptéis nunca, a no ser por gravísimas razones, invitaciones para comer fuera de casa. Cuando tengáis que aceptarlas, procurad ir con otro.
5. Preocupaos especialmente de los enfermos, de los niños, de los ancianos y de los pobres, y os granjearéis las bendiciones de Dios y la benevolencia de los hombres.
6. Sed obsequiosos con todas las autoridades civiles, religiosas, municipales y gubernativas.
7. Saludad respetuosamente a las personas investidas de autoridad que encontréis a vuestro paso por la calle.
8. Conducíos de igual manera con los eclesiásticos y con los religiosos.
9. Evitad el ocio y las disputas. Sed sobrios en el comer, en el beber y en el descanso.
10. Amad, venerad y respetad a las demás órdenes religiosas y hablad siempre bien de ellas. Este es el medio de ganarse la estima de todos y promover el bien de la Congregación.
11. Cuidad la salud. Trabajad, mas sólo lo que os permitan vuestras fuerzas.
12. Procurad que el mundo conozca que sois pobres en el vestir, en el comer y en la casa; seréis ricos ante Dios y os adueñaréis de los corazones de los hombres.
13. Amaos los unos a los otros, aconsejaos, corregíos recíprocamente, no seáis envidiosos, ni os guardéis rencor; antes, el bien de uno sea el bien de todos, las penas y los sufrimientos de uno téngase como penas y sufrimientos de todos y esmérese cada uno por alejarlas o al menos por mitigarlas.
14. Observad vuestras reglas. No olvidéis nunca el ejercicio mensual de la buena muerte.
15. Cada mañana encomendad a Dios las ocupaciones del día, y en particular las confesiones, las clases, los catecismos y los sermones.
16. Propagad constantemente la devoción a María Santísima Auxiliadora y a Jesús Sacramentado.
17. Recomendad a los jóvenes la confesión y comunión frecuentes.
18. Para cultivar las vocaciones eclesiásticas inculcad: I. Amor a la castidad. II. Horror al vicio opuesto. III. Apartamiento de los díscolos. IV. Comunión frecuente. V. Caridad con muestras de amabilidad y especial benevolencia.
19. Antes de dar juicio en asuntos contenciosos, oíd a las dos partes.
20. No olvidemos, en las fatigas y en los sufrimientos, que nos espera un gran premio en el cielo. Amén.