Baracaldo Presencia salesiana en 1897-1985. JL Bastarrica


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COMO EL FUEGO
DE SUS FABRICAS
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Foto histórica de la visita que San Juan Bosco hace a Barcelona en el
año 1886. Le acompaña el Beato Miguel Rúa, bajo cuyo mandato vienen
los salesianos a Baracaldo.
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JOSÉ LUIS BASTARRICA
COMO EL FUEGO
DE SUS FABRICAS
PRESENCIA SALESIANA EN BARACALDO
(1897-1985)
EDICIONES DON ROSCO/PAMPLONA
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IMPRIMATUR
FEDERICO HERNANDO
Inspector Provincial
Bilbao, 19 de marzo 1987
PUBLICACIONES
DE LA COMISIÓN DE ESTUDIOS SALESIANOS (CEHIS)
Conferencia Ibérica de Provinciales Salesianos
Serie «OBRAS»
ISBN: 84-85714-07-5
Depósito legal: NA. 657-1987
Escuela Gráfica Salesiana/Pamplona
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DEDICATORIA
En las Bodas de Plata (1961-1986)
de la erección canónica de la Inspectoría
de san Francisco Javier (Bilbao),
a toda la Familia Salesiana
que en ella vive el espíritu de don Bosco
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PRESENTACIÓN
En dos redacciones sucesivas he intentado verter la historia de la benemérita
Casa Salesiana de Bar acaldo.
La primera de dichas redacciones, por el afán de complacer a lectores más
curiosos que aprovechados, nació, por prematura, un tanto esquelética; mucho
hueso y poca carne. Algo más de un centenar y medio de páginas. No permití
viera la luz pública. Baracaldo y su colegio salesiano se merecían, no un folleto,
sino una obra más digna, documentada y amena.
Emprendí nuevamente la tarea. Si te digo que me ha costado sudores y tiem-
po, te confío la pura verdad. Pero también es cierto que el amor supera temores
y fatigas. Y yo amo a Baracaldo y su Colegio Salesiano. Allá por los tiempos
de don Pedro Olivazzo y de don Miguel Salgado —¡hace ya sesenta años!— la
de Baracaldo fue mi pnrnera Casa salesiana.
La segunda redacción es la que ahora te presento, querido lector, ya impresa.
Pero si te adentras en una pequeña habitación de la Sede Inspectorial de Bilbao,
allí encontrarás mi manuscrito, algo más extenso, acompañado de un cuaderno,
en el que anoté la documentación abundante que he empleado para escribirlo.
Verifiqué una revisión exhaustiva en archivos de la Casa salesiana de Baracaldo
y de la Sede mspectonal de Bilbao; leí página tras página, las publicaciones Eco
Salesiano y Atalaya, órganos de información colegial para Archicofrades y An-
tiguos Alumnos respectivamente, con sus muchas noticias sobre Salesianos, An-
tiguos Alumnos, Devotos de María Auxiliadora y actividades de la benéfica Ins-
titución: consulté el Boletín Salesiano y la revista Don Bosco en España de los
casi nueve lustros que abarca el período de nuestra Historia; recogí lo publicado
en la prensa bilbaína, en libros y folletos de índole nacional o local, que pudieran
ayudar a mejor encuadrar los hechos y arrojaran más luz sobre ellos. A toda esa
documentación es forzoso añadir los valiosos testimonios orales, escritos o gra-
bados en cinta magnetofónica de Salesianos y Antiguos Alumnos.
Todo lo anterior va completado con la copiosa documentación que obra en
el Archivo Central Salesiano de Roma.
Lector. Pienso que la obra que te ofrezco no puede reducirse, ni debe am-
pliarse, al menos en nuestros días. Se trata de una opinión, es cierto, pero ava-
lada por los dos años muy intensos empleados, día a día, en su gestación.
Confieso que es muy difícil escribir una historia enteramente objetiva. Más,
cuando ella versa sobre personas conocidas o acontecimientos que hemos vivido
o los estamos palpando.
Por ello, he querido ser seno, por respeto al lector: lo más objetivo posible,
por amor a la verdad; sincero respecto al pasado y sobrio en juicios con relación
a acontecimientos recientes -lo demandan la justicia, la prudencia y la candad-,
sin que por ello mengüe la veracidad. He procurado encuadrar los fríos datos
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de Crónicas, Actas o noticias de periódicos en un panorama discreto de la his-
toria de la Congregación, de España en general, y del Pueblo Vasco en parti-
cular. Ello da justeza y hasta amenidad al relato. El entorno político-social-re-
ligioso-económico valora, en una medida más aproximada a la verdad, los mo-
dos de pensar, conductas y motivaciones.
Mi más sincero agradecimiento a cuantos han colaborado con sus escritos o
sugerencias en este empeño de la Inspectoría y mío. De manera especial a don
Federico Hernando que, con su habitual entusiasmo, me ha animado a realizar
esta tarea «como un servicio a la Inspectoría»; a don Santos Sastre, quien, con
imponderable interés, preparó el material fotográfico; a don Bautista Araiz, que
ha revisado el original antes de su entrega a la imprenta; a los hennanos Alheño
y Javier Echevarría, en quienes encontré decidida ayuda; a Mari Carmen Gon-
zález, expedita y generosa mecanógrafa; y a mi gran amigo José Mallo, incon-
dicional y válido colaborador, desde tiempos ya remotos.
En la imposibilidad de enumerar en el cuerpo de la obra los méritos de cuan-
tos, en ochenta y ocho años, cumplieron una misión en la Casa Salesiana de Ba-
racaldo, estampo sus nombres en uno de los apéndices del libro. Quiero que ello
sea como la ofrenda de una flor, por pane de la Inspectoría y de la Congre-
gación, a cuantos en esta porción escogida de la gran Familia Salesiana traba-
jaron con amor y marcharon ya a la Casa del Padre, y a aquellos otros que,
esparcidos por el ancho mundo, continúan su labor de formar buenos cristianos
y honrados ciudadanos, que un día realizaron en la Casa de Baracaldo.
Coincide la publicación del libro con el 25 Aniversario de la erección canó-
nica de la Inspectoría de San Francisco Javier. Por ello, como una aportación
más a los actos que tendrán lugar en el próximo curso con motivo del fausto
acontecimiento, a esta historia de la Casa Salesiana más antigua, ubicada, hoy
día, en el territorio de la Inspectoría.
Termino esta presentación con el imborrable recuerdo de don Hilario Santos
que, antes de cumplir el primer año de su cargo de Provincial, se nos fue a la
Casa del Padre el 1 de agosto de 1986, ofreciendo sus terribles dolores -¡y ello
me consta por confesión propia!- por la amada Inspectoría de Bilbao. Que él nos
aliente, desde el cielo, a hacerla cada día más semejante al espíritu oratoriano
de don Bosco.
Logroño
Solemnidad de la Asunción
de la Virgen María
del año de gracia, 1986
JOSÉ LUIS BASTARRICA
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SUMARIO
PRESENTACIÓN.................................................................................... 9
1. Siembra Salesiana en España .............................................................
13
2. Un pueblo, un salesiano y una dama ..............................................
23
3. Rosas entre espinas ............................................................................
35
4. Cierto viraje en la marcha normal del Colegio .............................. 49
5. A don Tabarini le resulta difícil renunciar y a don Zabalo, aceptar. 65
6. Puente entre dos épocas ....................................................................
79
7. Don Pedro Olivazzo, apóstol de la devoción a María Auxiliadora.. 89
8. «Dios quiera que todos los Directores sean como él» ................... 101
9. En los preludios de un trágico conflicto nacional .......................... 113
10. Ramalazos de la guerra civil .............................................................
131
11. La jornada del Salesiano nacía de su oración de la mañana .......... 139
12. El árbol bueno da frutos buenos .....................................................
153
13. Mucho trabajo y mucha piedad .......................................................
173
14. ¿De la calma a la tempestad? ...........................................................
191
15. Don Marcelino ha muerto ................................................................
207
16. 75 Aniversario de la Obra Salesiana en Baracaldo ......................... 215
17. La Familia Salesiana Baracaldesa, hoy ..............................................
235
APÉNDICES ............................................................................................ 255
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SIEMBRA SALESIANA EN ESPAÑA
1. DON BOSCO Y LA «CUESTIÓN SOCIAL»
Carlos Marx y su gran amigo Engels redactaban el «Manifiesto Comunista»
en 1848. En 1867, Marx publica el primer tomo de su inacabada obra El Ca-
pital. En ella expone su teoría materialista de la historia: la religión no resuelve
los problemas vitales del hombre; le adormece en su infortunio y le priva de
arrestos para construir una sociedad justa. El triunfante capitalismo salvaje hun-
de al pobre en la más abyecta miseria.
Dos de Mayo de 1879. Una fonda en la calle Tetuán de Madrid. Varios co-
mensales se reúnen clandestinamente en un almuerzo de trabajo; lo califican de
fraternidad internacional. Pablo Iglesias destaca entre ellos. En este almuerzo se
gesta el Partido Socialista Obrero Español. En el orden filosófico, su doctrina,
fines y medios coinciden substancialmente con los expuestos por Carlos Marx.
Un movimiento revolucionario, radical y violento sacude a las naciones del nor-
te de Europa: la cuestión social
En la ciudad de Turín, en Italia, años antes del Manifiesto de Marx, Juan
Bosco intuye que la revolución comunista alienta la lucha de clases. ¿Conocía
tal vez la doctrina de sus líderes?
Don Bosco no es un teórico del sistema; ni filósofo: pero constata con vi-
sión clarividente la lamentable situación reinante en el mundo, más concreta-
mente en su patria; y lanza a sus colaboradores una consigna premeditada, acre-
ditada con su larga experiencia, vibrante y a la vez pacífica, valiente y trans-
formadora: Nosotros vayamos directamente a los pobres.
Quien convivió con él y fue su primer biógrafo, don Juan Baustista Lemoy-
ne, escribe:
«Era (don Bosco) uno de los pocos que había comprendido desde el prin-
cipio, y lo dijo mil veces, que el movimiento revolucionario no era un torbe-
llino pasajero, porque no todas las promesas hechas al pueblo eran malas, y
muchas de ellas correspondían a las aspiraciones universales, vivas, de los pro-
letarios. Deseaban obtener la igualdad para todos, sm distinción de clases, ma-
yor justicia y mejora de la propia situación.
»Por otra parte, él veía cómo las riquezas empezaban a ser monopolio de
capitalistas sin entrañas; y éstos imponían al obrero, marginado e indefenso,
pactos injustos, tanto respecto al salario como a la duración de la jornada la-
boral; que la santificación de las fiestas con frecuencia era brutalmente impedi-
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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da. Estas causas habrían de engendrar tristes efectos: la pérdida de la fe en los
obreros, la miseria en las familias y su adhesión a las masas subversivas.
»Por estas razones, don Bosco pensaba que los ministros de la Iglesia, el cle-
ro, como orientadores y muros de contención de la avalancha devastadora, de-
bían aproximarse necesariamente al obrero.
»EÍ acercamiento al niño, al joven, al obrero, constituyó para don Bosco
una imperiosa y grata necesidad; desde su juventud hasta su muerte».
Teresio Bosco, el moderno biógrafo del santo, afirmaba hace pocos años:
«Sandro Pertini, ex-alumno de las escuelas salesianas de Varazze (Italia), so-
cialista descreído, que llega a ser Presidente de la República Italiana, escribía a
su profesor Don Borella: "Ahora comprendo que el amor sin límites que yo
profeso a los desgraciados, comenzó a nacer en mí cuando vivía con vosotros.
La admirable vida de vuestro Santo me inició en este amor"».
2. ¿SUEÑOS O REALIDADES?
Juan Bosco nació pobre. Vivió y murió en la más absoluta indigencia. Es-
tudió con los recursos de la limosna, de sus largas caminatas a pie descalzo, aun
en pleno invierno piamontés; y simultaneó el aprendizaje de las asignaturas con
el ejercicio de los más variados oficios.
Su extraordinaria inteligencia y habilidad práctica, pudieron elevarle a las
más altas dignidades de las esferas eclesiástica y civil.
Quiso ser sacerdote, simple sacerdote; entregado sin reservas al servicio de
los jóvenes, sobre todo de los más pobres y abandonados.
Año 1844. Una miserable propiedad, aneja a la de Filippi, en Turín, lo-
grada con limosnas, irá adquiriendo proporciones gigantescas. El número de sus
muchachos internos crecerá de manera insospechada. Huérfanos, sin recursos,
encontrarán en don Bosco a un padre, y en Margarita -Mamá Margarita, la
madre de don Bosco a su propia madre.
Bajo el mismo techo se acurrucan, ya en 1848, quince chavales; treinta, el
año siguiente; setenta y seis, en 1853; ciento quince, en 1854; cuatrocientos se-
senta, en 1860; y seiscientos en el 1861.
La máxima preocupación se centra en colocar a sus jóvenes en empresas o
talleres con patronos honrados. Aún se conservan ejemplares de contratos de
trabajo estipulados por Don Bosco. En ellos se respetan los derechos del obrero
al justo salario, al descanso dominical, al exacto aprendizaje del oficio e, incluso,
a la previsión en caso de enfermedad.
Durante la semana, visita el buen padre a sus hijos que trabajan repartidos
por los cuatro puntos cardinales de la ciudad.
Maravilla sobremanera el que en el año 1850 se lance a fundar para sus jó-
venes una Sociedad de Socorros Mutuos.
Aún más. Desde el año 1856, albergará en su internado-hogar también a es-
tudiantes pobres. Y aquella su humilde casa Va ensanchándose; tan sólo porque
la Providencia y la Virgen así lo quieren. Los hombres de su tiempo llegan al
convencimiento de que quien se lanza a tal empresa con los bolsillos vacíos re-
sulta un auténtico loco, y debe ser encerrado en un manicomio.
Aquella su humilde casa se convierte en Escuela Profesional y en Centro de
sólida cultura. El obrero y el estudiante conviven en clima de auténtica fami-
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liaridad. Pobreza y alegría se aunan en aquella mansión. La sopa y la polenta,
preparadas por Mamá Margarita, constituían el alimento común; les sabrá a glo-
ria; el agua fresca del pozo será su única y más sana bebida.
En los comienzos, talleres y escuelas, muy rudimentarios, quedarán insta-
lados en la cocina y la escalera. El mismo don Bosco será el primer profesor
para los estudiantes y el primer jefe de taller para los artesanos. Los diversos
oficios, que aprendió para costearse sus estudios, le valen ahora para enseñár-
selos a sus muchachos. No repara en su larga jornada de trabajo diario. Las ho-
ras y el cansancio no cuentan para él. Su salud se resentirá seriamente, con bas-
tante frecuencia. Pero no cesa. Se entrega totalmente. Dios y la sociedad le pi-
den un esfuerzo heroico. Le anima su propio ideal: quiere hacer de aquellos pi-
lletes «buenos cristianos y honrados ciudadanos».
Corren los días, los años. Los improvisados talleres de ayer son ya mag-
níficas Escuelas Profesionales, acreditados colegios. Obispos y gobiernos acu-
den a Turín, a Valdocco, a la casa de don Bosco, en demanda de centros de
educación laboral y científica para sus diócesis y países.
Piedad, trabajo y alegría han sido los pilares de la obra por él realizada. Re-
ligión, razón y amabilidad serán siempre los cimientos del Sistema Preventivo;
él no admite otros en los Centros Educativos Salesianos.
Nace con él en la Iglesia y en la Sociedad una nueva familia: la Familia Sa-
lesiana. El fundador rechazó bautizarla con su propio nombre o apellido. La
llamó Salesiana, porque quiso ponerla bajo el patrocinio de San Francisco de
Sales, el santo de la eficacia conquistadora mediante la amabilidad y la dulzura.
Aceptará talleres, colegios, toda suerte de centros en los que los gobiernos le
permitan practicar su sistema de prevenir las faltas para evitar en lo posible todo
castigo. Don Bosco, y luego sus hijos, crearán centenares más. En fcllos habrá
de reinar la piedad... Y ¡mucho teatro, y mucha música; y excursiones y cam-
pamentos volantes! Pero a la par, mucho trabajo, mucho estudio, compañeris-
mo, familiaridad hogareña entre superiores y alumnos. Esta será la siembra.
«Sabed -afirmaba en 1863 un catedrático de Turín- que en la casa de don Bosco
se estudia, y se estudia además de veras».
Para don Bosco, y para la familia por él fundada, el ocio es un hábito que
no se tolera.
En la fabril localidad de Baracaldo, el Colegio Salesiano que surja habrá de
ser un Alto Horno-, fuego, calor, eficacia.
Siento impaciencia por entrar en el tema. Espera, lector, un poquito más,
porque no podrá entenderse la siembra salesiana en tan privilegiado lugar de
Vizcaya sin que hayamos relatado, breve, pero claramente y con entera vera-
cidad, la siembra salesiana en España, según el título que encabeza este capítulo.
3. EXPANSIÓN MARAVILLOSA
La Sociedad o Congregación Salesiana quedó definitivamente aprobada por
la Iglesia el año 1874, bajo el pontificado de Pío IX. Contaba entonces con tres-
cientos miembros y unos pocos colegios, que fueron multiplicándose con in-
críble rapidez en el territorio italiano. Desde el año 1875 al 1888, en el que mu-
rió don Bosco, el número de las nuevas fundaciones fue creciendo a una media
de dos por año.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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Una comunidad salesiana se establecía en Francia el 9 de noviembre de
1875. El obispo de Niza la recibía con gozo y cariño. Como obsequio al pre-
lado, quedó bautizada la casa con el nombre de Saint-Pierre. Se instalaron en
ella talleres, Oratorio Festivo y una sección de bachillerato. El año 1878, se
abría en Marsella el Patronage Saint-Leon. El mismo año, una colonia agrícola
en La Navarre. Unas Escuelas Profesionales en Lille, en 1884, y el Patronage
Saint-Pierre, en París.
Alargaríamos excesivamente la lista si quisiéramos anotar todas las funda-
ciones llevadas a cabo, en vida de don Bosco, en Italia y Francia.
Sí diremos que el 14 de diciembre desembarcaba en América del Sur —rum-
bo a las tierras patagónicas y la Tierra del Fuego— la primera expedición mi-
sionera salesiana. A ésta sucedieron otras diez hasta la muerte de don Bosco.
Se hicieron legendarios en aquellas naciones los nombres de sus grandes evan-
gelizadores, enviados por el santo: Juan Cagliero (el primer Cardenal salesiano),
José Fagnano, Costamagna y Milanesio. En trece años los hijos de don Bosco
se establecieron en cinco naciones de Hispanoamérica.
En el continente europeo, a las fundaciones de Italia y Francia, siguieron las
primeras de España. Dos de ellas en vida del Fundador: la de Utrera (Sevilla)
y la de Sarria (Barcelona). Y, poco después, las Escuelas de San José (Rocafort
- Barcelona), la Granja Agrícola de Gerona y el Colegio del Prado de Viñas,
en Santander.
Don Miguel Rúa, sucesor de San Juan Bosco en el gobierno de la Congre-
gación, erigía la Providencia o Inspectoría Ibérica en 1892. Don Felipe Rinaldi,
director del Colegio de Sarria desde 1889 al 1892, asume el cargo de Provincial.
El grano de mostaza se torna en árbol frondoso, cuyas ramas se extienden por
Sevilla (1892), Rialp (1893), Málaga (1894), San Vicenc. deis Horts ^en las cer-
canías de Barcelona- (1895), Béjar (1896), Carmona y BARACALDO (1897),
Montilla, Ciudadela y Madrid.
El gobierno de la nación otorga a don Felipe Rinaldi facilidades y privilegios
especiales. Un decreto oficial, emanado el 25 de octubre de 1893, elogia la labor
de los salesianos en la nación, su entrega a los obreros. Idénticas alabanzas re-
cibe la Congregación en el IV Congreso Internacional Católico, celebrado en
Barcelona. Obispos de muchas diócesis acuden a don Rinaldi pidiéndole la pre-
sencia salesiana en sus diócesis. La juventud la acepta con alborozo. La siembra
de los valores religiosos y de orden social efectuada por don Bosco, pocos años
antes, en Italia, Francia y las naciones iberoamericanas, en Utrera (Sevilla) y en
Sarria (Barcelona), prolifera en España sin solución de continuidad.
La Sagrada Congregación de Religiosos, por decreto del 20 de enero de
1902, concede la división de la única Inspectoría Ibérica en cuatro: tres para Es-
paña y una para Portugal.
Don Rinaldi, varón de virtud eminente y con una capacidad organizadora
extraordinaria, es llamado a Turín y nombrado Vicario del Rector Mayor, don
Miguel Rúa. Jamás olvidará a España, su segunda patria.
Y surgen las nuevas demarcaciones o Provincias, llamadas en términos sa-
lesianos Inspectorías:
• La Tarraconense, con sede en Sarria. Al frente de ella don Antonio
Aime.
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D. Ramón Zabalo, primer director de la obra
salesiana en Baracaldo.
D. Felipe Rinaldi, provincial y después tercer sucesor
de D. Bosco, recibe en la Congregación a D. Ramón
Zabalo y le envía a fundar el colegio de Baracaldo.
Vista aérea del colegio, en su expresión de querer estar dentro del pueblo.
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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La Bética, con sede en Sevilla -Colegio de la Santísima Trinidad—, go-
bernada por don Pedro Ricaldone.
La Céltica, con sede en Madrid, regida por don Ernesto Oberti.
Don Aime llegó a ser, sin exageración alguna, el sacerdote más conocido y
amado de Barcelona. Su entrega al pobre, al joven, al obrero, le ganó la común
simpatía. Desempeñó su cargo aquí en España durante dos años. Luego, la obe-
diencia le destinó a Colombia, también de Provincial. Murió el año 1921. Se
declaró luto nacional. Los funerales, en la catedral de Bogotá, con la asistencia
del Presidente de la República, el Gobierno y representantes de todos los par-
tidos políticos. La misión de su vida había sido la de don Bosco: entregarse al
hombre, elevarlo, dignificarlo, sembrar en los campos que la Providencia le
confió el auténtico comunismo o socialismo, según el espíritu del Evangelio.
Lo he dejado impreso en una de mis obras. El célebre escritor Blasco Ibáñez
llegó a afirmar de don Antonio Aime: «Si hubiera permanecido con nosotros
en Barcelona, de seguro no hubiera tenido lugar los luctuosos sucesos de la Se-
mana Trágica»..
Joven recién llegado de Italia, salesiano aún no sacerdote, don Pedro Rical-
done se ganó en un barrio de Sevilla a centenares de muchachos aventureros,
que constituían una pesadilla en el lugar. Un día de la Inmaculada hacían a la
Virgen la ofrenda del más heroico sacrificio para ellos: quemar ante Ella todas
sus hondas.
A sus treinta años escasos, estaba don Pedro al frente de la Inspectoría Bé-
tica. Más tarde... regina toda la Congregación.
La Biblioteca Agraria Solanana es un exponente de su interés por el obrero.
Escribió mucho y bueno. Una de sus mejores obras, Don Bosco Educador.
Don Felipe Rinaldi, siendo Inspector, pensó en la fundación de una Casa
salesiana en Madrid (1900). Escogió como director a don Ernesto Oberti. La
capital de España se merecía un hombre de la talla de don Oberti. Sus dotes
naturales eran exquisitas; vasta su cultura; porte finísimo y expansiva caridad.
Don Aime, don Ricaldone, don Oberti, con don Rinaldi y otros salesianos
de la primera hora -todos ellos italianos de origen, pero españoles de corazón-
realizaron la siembra espléndida de la semilla salesiana, la de don Bosco, en la
tierra acogedora de España.
Y después, continuaron su obra otros salesianos, nacidos unos en Italia y
los más en España, imbuidos en el espíritu del Fundador.
Por de pronto, a don Antonio Aime sucedió en el cargo don Manuel Her-
mida, natural de Galicia; y a don Ernesto Oberti, don Ramón Zabalo, vasco
de Urnieta (Guipúzcoa).
Antes de pisar los umbrales de la historia de la Familia Salesiana de Bara-
caldo, se hace imprescindible presentar —siquiera sea a grandes trazos— a dos fi-
guras que interesan en grado eminente a nuestra historia.
Dos hombres -don Felipe Rinaldi y don Ramón Zabalo- que, por casua-
lidad, se conocieron; por sus ideales, conectaron; y, por encargo del primero
y la fidelidad del segundo, se lanzaron a fundar una casa, la primera en tierra
vasca: La Casa de Baracaldo.
Resulta curioso reparar en algunos rasgos de la personalidad de don Rinaldi
que destacan en la de don Ramón.
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Don Rinaldi
• Su opción por la vida religiosa, salesiana-sacerdotal, en edad un tanto avanzada.
• La practicidad y actividad. Hubo de actuar como Prefecto General y Vicario del Rec-
tor Mayor, don Pablo Albera, de temperamento más especulativo e indeciso, si bien muy
rico en santidad.
• Por su edad, cursó sus estudios en un Centro Salesiano de Vocaciones tardías (Sam-
pierdarena).
• Organizador y hombre de iniciativas.
Es evidente que ambos; don Rinaldi como Director, Inspector, Prefecto
General y Rector Mayor; y don Ramón, como Director e Inspector, se entre-
garon a una labor apostólica eminente, animados por su gran espíritu salesiano
y sacerdotal. Don Rinaldi superó en mucho a don Ramón; pero también le ad-
miró. Se conocieron, convivieron durante algún tiempo y se comprendieron.
Don Ramón Zabalo
• Nació en Urnieta (Guipúzcoa), el 18 de julio de 1849, de José Antonio Zabalo y de Ma-
ría Joaquina Alcaín, ambos de fe profunda y probada piedad.
• De niño, frecuentó la escuela del pueblo natal, dirigida por su padre José Antonio.
• Cumplidos los 14 años, Ramón cursa sus estudios en la Escuela Superior de Primera En-
señanza y en la Academia de Dibujo, que funcionaban en Tolosa (Guipúzcoa).
• Dos años más tarde, ingresará en la Normal de Zaragoza.
• Obtenido el título de maestro, sucede a su padre en la labor docente. Corre a su cargo
la manutención de la familia: padres y siete hermanos menores.
• La guerra carlista le hizo imposible su permanencia en Urnieta. Como máxima autoridad
del pueblo, ¿cómo cumplir su misión de aunar en convivencia pacífica a carlistas y li-
berales?
• Se traslada a Tolosa con toda la familia., Allí ejerce a la par los cargos de maestro en
las Escuelas Municipales y de Secretario del Municipio.
• Por su cuenta abre más tarde un Colegio de Primera Enseñanza, que alcanza fama po-
pular. Cuando los Padres Escolapios se establecieron en Tolosa, le pareció bien incor-
porar su colegio al de los religiosos recién llegados. Su situación económica quedó un
tanto perjudicada. Daba clase algunas horas y el resto del día lo pasaba con la familia.
Se sintió feliz con mayor libertad y menores responsabilidades.
• Dos años más tarde, algunos ofrecimientos le llevan a Zaragoza. Crece el trabajo: once
horas diarias y salario a todas luces injusto, respecto a su labor de contable. Pero lo cierto
es que en Zaragoza le quería la Providencia para fines más altos.
Sus hermanos van colocándose en diversos puestos. Uno de ellos, empleado y casado
en Manchester, le escribe: «Pide permiso para un par de meses y vente con nosotros a
descansar». Y Ramón se embarca rumbo a Inglaterra. Una excursión a Noruega le abre
nuevos horizontes. Amplía sus conocimientos y adquiere una mayor experiencia de la
vida y de los hombres.
• Vuelve a Zaragoza, funda con otros seis amigos una Asociación para dependientes y
obreros.
Esta obra -en expresión de Miguel Lasaga, su biógrafo de tan humildes principios, nacida
en un zaguán y amamantada en una carbonería, ha producido, en los años que lleva de existencia
(hasta el 1936), incalculables beneficios, como lo prueba la ramificación que ha venido adquirien-
do en el tiempo en toda la provincia, y la calidad de obras que atiende. He aquí algunas que re-
seña el mismo P. Zabalo en las Memorias que escribirá mucho más tarde, atendiendo al mandato
de su entonces superior don Marcelino Olaechea:
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1. De aquella masa compacta de comerciantes y obreros que asistían al Oratorio Festivo,
han salido fervorosos católicos, sacerdotes y religiosos.
2. La biblioteca ha dado orientación técnica a muchos empleados y obreros.
3. Han creado una asociación de dependientes de comercio con objeto de velar por el
cumplimiento del descanso dominical.
4. También ha organizado una asociación de maestros católicos que ha dado mucho
quehacer a las escuelas laicas y maestros impíos.
5. Un círculo de obreros, constituido por más de mil socios.
6. La garantía de honradez que ofrecen éstos, pues muchos patronos van a la Asociación
en busca de buenos obreros.
7. Hay montada una bolsa de trabajo para proporcionarlo a los parados.
8. Funciona, a cargo de la Asociación, la Cooperativa de San José, modelo en su género
de cuantas tienen vida en España.
9. Ha creado numerosos sindicatos en todo Aragón.
10. Hay montada una farmacia en el mismo Círculo, e instalado un consultorio médico
que atiende a toda clase de enfermedades, asistido por buenos especialistas.
11. Funciona una rondalla y un orfeón.
Larga la cita. Precisamente esta insospechada serie de actividades apostólicas
de don Ramón causará sorpresa imborrable en el ánimo del dinámico don Fe-
lipe Rinaldi.
4. HISTÓRICO ENCUENTRO
El P. Lasaga, en su libro Don Ramón Zabalo. Maestro, comerciante, reli-
giosos y sacerdote, se remonta a la época en que la Obra Social tenía sus locales
en la calle Azogue:
«Una mañana cierto viajero ilustre andaba por las calles de Zaragoza buscando la
casa de la familia Zabalo. Al fin dio con ella.
Llamó a la puerta de un segundo piso y entregó una tarjeta de visita a la persona
que le abrió. En ella se leía: FELIPE RINALDI, y más abajo: INSPECTOR DE LOS
SALESIANOS.
El P. Rinaldi, que llevaba la dirección de la Obra Salesiana en toda la Península, se
había enterado de que funcionaba en Zaragoza un Oratorio Festivo, por el estilo de los
que fundó San Juan Bosco.
Sabría tal vez el P. Rinaldi otros pormenores de la obra, y no ignoraría el nombre
de sus fundadores. Pediría informes y le dirían que podía dárselos tan amplios cuanto
quisiese don Ramón Zabalo. A buscarle se fue derecho a su casa; y allí le halló y le sor-
prendió con su visita. ¡Y tanto que le sorprendió! ¡Como que don Ramón ni había oído
en su vida semejante apellido, ni sabía que existía la Congregación Salesiana!
Llenadas las formalidades de rúbrica, se fue derecho al grano. Lo que más le impor-
taba era ver cómo marchaba la Asociación, y en todo caso... tal vez entrar en tratos sobre
una posible sustitución parcial.
Visitaron juntos la escuela. El P. Rinaldi quedó sorprendido de lo que veía. Contem-
pló allí un rinconcito salesiano, que encajaba dentro de las normas constructoras de don
Bosco. No faltaban allí más que religiosos con votos. Sin ellos, ya lo eran los que lle-
vaban adelante obras tan excelsas. El P. Rinaldi se limitó a comentar: «Nos habéis imi-
tado en todo». Y aprovechó la coyuntura para dar a conocer la Obra Salesiana, sus fines,
su programa de labor; en una palabra, todo lo necesario para crear allí un centro de coo-
peración salesiana con miras a preparar el ambiente e implantar alguna de sus obras en
Zaragoza.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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La entrevista se acabó. El P. Rinaldi se fue a Barcelona; desde allí seguiría trazando
los planes de la fundación que se proyectaba. Pasaron años, y los salesianos, quietos.
Pero Zaragoza vino a ser, andando el tiempo, una ciudad salesiana. Se formó un núcleo
considerable de Cooperadores. Se extendió la devoción a la Virgen de los Salesianos y
se dio impulso al Oratorio Festivo, el sueño ideal de San Juan Bosco».
La entrevista de don Rinaldi hizo impacto en don Ramón. Vagos recuerdos
asoman a su mente; noticias leídas en artículos del gran polemista catalán Sarda
y Salvany, entusiasta de la Obra de don Bosco. En cierta ocasión se había en-
terado que el sacerdote italiano pedía cooperación para alimentar y cobijar a sus
muchachos, y don Ramón le había enviado una limosna, meritoria más por la
buena voluntad que por su cuantía. Don Bosco remitirá una tarjeta de agrade-
cimiento a don Ramón.
El año 1891, se le presentará una buena oportunidad para visitar, enTurín,
a don Miguel Rúa, Superior General de los Salesianos. Va provisto de una carta
de presentación escrita por don Rinaldi. Habla con otros salesianos; y sobre
todo, con don Camilo Ortúzar, chileno y miembro de la Academia de Eengua
Española en su nación. Su ilustre literato le acompañará por todo Turín.
Don Bosco, desde el cielo, le llamaba a continuar su obra en la Congrega-
ción Salesiana; ya hombre maduro, de cuarenta y tres años. Comunicó la no-
ticia a la madre, que lo quería con locura. «Harás bien», contestó ella conmo-
vida. Sus tres hermanas solteras podían ya bandearse solas. Entre abrazos y lá-
grimas sacó billete para Barcelona.
5. DON RAMÓN ZABALO, SALESIANO SACERDOTE
Don Rinaldi lo recibió en Sarria el 3 de octubre de 1893. Le dio por maes-
tro de latín a don José Calasanz, y de filosofía a don Vicente Schiralli, ambos
grandes hijos de don Bosco. Al alimón con sus estudios, halló tiempo para lle-
var la contabilidad y buena parte de la correspondencia de la casa, y una clase
de primeras letras por la mañana. Por si esto fuera poco, escribió unos Progra-
mas de Enseñanza y una Aritmética Práctica que sirvió, durante mucho tiempo,
como texto en algunas escuelas. Era un hombre hecho ya al trabajo y de no-
table cultura.
Sus dos años de vida en Sarria -afirma el P. Lasaga- fueron el noviciado
de otra vida sumamente penosa, gastada en la lucha, en el sacrificio, en el tra-
bajo incesante, en las muchas vigilias, en el mal comer, en aquella procesión in-
terminable de cruces que agobiaron a los primeros trabajadores salesianos en su
empeño por plantar el árbol de la Congregación en tierra española. «Héroes,
verdaderos héroes que, a semejanza del apóstol, exclamaban en medio de tama-
ñas dificultades: «Reboso de alegría en medio de mis trabajos y tribulaciones».
Dos años llevaba don Ramón en Sarna, cuando la obediencia le destinó a
la nueva fundación de San Vicenc. deis Horts, en la provincia de Barcelona, con
el cargo de Administrador. Allí continuaría sus estudios eclesiásticos, alternán-
dolos con sus clases a sesenta aspirantes salesianos; cuatro dianas. A la vez tuvo
que hacer de cocinero.
Durante su permanencia en dicha casa, recibió el Subdiaconado en Vich, el
19 de septiembre de 1896; el Diaconado en Barcelona, el sábado anterior
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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el Domingo de Pasión del siguiente año; y dos semanas después, en Léri-
da, el Sacerdocio, de manos del Obispo de la ciudad, Dr. Meseguer. A los po-
cos días de iniciar tan alto ministerio, los Superiores le enviaban a fundar a BA-
RACALDO.
Hombre de temple de acero y de corazón dilatado como las playas de su
tierra vasca, era destinado a un pueblo eminentemente fabril, que había de con-
vertirse en centro de inmigración de numerosas provincias españolas.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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3.1 Page 21

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UN PUEBLO, UN SALESIANO Y UNA DAMA
1. VEGA Y FABRICA
Baracaldo dista de Bilbao 8 Km. Descansa sobre una superfice de 45,44
Km2. Relieve, un tanto quebrado. Le rodean frescas colinas. La de Pico Arga-
lario (513 m) y la de Airoletza (456) son las más gallardas. El Colegio Salesiano
se asienta y bulle al pie del Rontegui.
La configuración natural del terreno propicia la formación de los barrios
con vida propia. Los de Alday, Burceña, Careaga, Desierto, Gorostiza, Landa-
buru, Llano, Róntegui, San Vicente, El Regato, Retuerto, Alonsótegui, Iráurre-
gui y Luchana. Casi todos ellos se funden hoy en la populosa urbe baracaldesa.
A Baracaldo le dieron su nombre las vegas. Baratza-Alde significa en cas-
tellano Lugar de Huertas. Abundaron en el pasado. Y eran fértiles, pues las
abrazaban y regaban amorosamente los ríos Castaños, Galindo, Cadagua y
Nervión.
A orillas de la gran Ría bilbaina, y junto al Galindo, se alzó en el siglo
XVIII un Convento de Carmelitas. A la zona en que se asentó, le llamaron los
frailes El Desierto. Paraje solitario, silencioso y pacífico, lo inmortalizó en sus
versos Félix María de Samaniego, ilustre fabulista, al encontrar refugio en dicho
convento, huyendo de la Inquisición.
Un silencio se observa comparable
a la noche más quieta;
parece que de intento
ni el río corre ni el mar se inquieta;
ni los pájaros cantan
ni las hojas se mueven con el viento;
y en el sueño profundo
duerme tranquilamente todo el mundo.
La fábrica Nuestra Señora del Carmen se yergue, el año 1854, sobre el pa-
cífico Desierto. El hecho supone para Baracaldo el primer paso en la evolución
continuada cíe su propia identidad.
Pueblo eminentemente agrícola y marinero. Pero no sólo eso. Consciente
de que, junto al valle, el monte le ofrece su fruto mineral encerrado en sus en-
trañas, el labrador - ferrón acepta tiznarse y calentarse golpeando la roca y ati-
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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zando la llama. Al final de la jornada, buscará el apetecido refresco bajo el fron-
doso cerezo, la humilde parra o junto a los mansos regatos de las huertas.
Vida sencilla, sin ahogos económicos. Posee asimismo un cristianismo tran-
quilo. En demasía diríamos hoy, pues la cultura es escasa y ni el ateísmo, ni
la indiferencia religiosa, ni el temible anticlericalismo han mordido aún sus sen-
timientos religiosos.
El año 1854 y sobre todo el 8 de octubre de 1885 son fechas claves en los
anales baracaldeses. La última, porque ese día salió de los Altos Hornos de la
fábrica de Nuestra Señora del Carmen el primer lingote de acero obtenido por
el procimiento Bessemer, «monstruo de fauces de acero que resopla lanzando
al aire su aliento, su colosal chisporroteo».
Los Altos Hornos, derramando sobre el pacífico pueblo su vertiginoso tor-
bellino de máquinas, el fragor y estruendo de sus calderas, chimeneas, grúas,
locomotoras y sobrestantes, han gestado el segundo paso -definitivo hasta fecha
reciente— de la evolución del ser de Baracaldo.
Baratz - Alde mantendrá, es cierto, el silencio sonoro de sus colinas, la tran-
quila paz que duerme en las vegas, las verdes campiñas de El Regato, Retuerto
y Gorostiza; y más allá, los limpios caseríos de Iráurregui y Alonsótegui, los
frondosos paisajes del monte Argalario. Pero desde 1885, Baracaldo será ante
todo, fuerza, hierro, horno y llamas. En 1885 cuenta con 8.000 almas. Un siglo
más tarde, según datos muy recientes, la cifra asciende a 120.000.
Don Miguel Rúa, primer sucesor de don Bosco, y don Felipe Rinaldi, ¿pu-
dieron soñar con un campo de actividad apostólica más acorde con el carisma
del Fundador de la Congregación Salesiana?
2 ENTORNO SOCIAL
El panorama social de Vizcaya aparece amenazador en la última década del
siglo XIX. Cierto que los negocios mineros, fabriles y náuticos van en auge;
pero el obrero —y más el minero- se siente defraudado en sus derechos e inicia
el camino de la rebeldía.
El 4 de mayo de 1890, el gobernador se ve obligado a permitir una mani-
festación pacífica, con un mitin al aire libre. Mil mineros procedentes de La Ar-
boleda, acuden a la capital exhibiendo una pancarta. En ella reclaman ocho ho-
ras de trabajo, ocho de descanso y otras tantas de educación. Bilbao comienza
a sacudir su secular letargo. El suceso reviste la máxima importancia. Jamás el
trabajador había manifestado su descontento de modo similar. La vida se le está
haciendo tan dura como el hierro que arranca de las venas de la tierra. El go-
bernador promete atenderles. Todo queda en palabras.
El 13 de mayo del mismo año, unos doscientos empleados de la Compañía
inglesa Orconera se declaran en huelga. El motivo es que cinco compañeros del
Comité Socialista han quedado despedidos de la empresa. La Arboleda, Gallaría
y Ortuella, pueblos eminentemente mineros de Vizcaya, se suman a la mani-
festación, de grado o por fuerza. Y siete mil trabajadores avanzan hacia Bara-
caldo para, desde allí, todos en compacta unión, marchar hacia Bilbao.
Les hacen frente dos Compañías de Infantería. Eludiendo su cerco, los su-
blevados alcanzan otras fábricas. En La Vizcaya, las fuerzas abren fuego contra
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los asaltantes. Son ya unos treinta mil los implicados en la huelga. Los disparos
causan una muerte y dos heridos. El Gobierno declara estado de guerra. Loma,
Capitán General de la región, se dirige con su ejército a Bilbao. Sucédense
cruentas refrtiegas entre patronos y obreros.
El llamado Pacto de Loma pone fin a tan tristes sucesos. Queda fijada la
jornada laboral en diez horas y abolido el sistema de barracones y cantinas obli-
gatorias, secuela de los miles de obreros que, desde diversas regiones de la na-
ción, habían echado a andar hacia las brumas vascas; esclavos del agro, los res-
plandores de los Altos Hornos habían encendido una vigorosa ilusión en sus
almas.
La huelga del año 1890 fue la primera. Y causó hondo impacto en la región.
Fue un ensayo trágico, madre de otras que habían de sucederse con relativa fre-
cuencia.
El mensaje socialista de Pablo Iglesias pronto hizo su aparición en la capital
de Vizcaya. Y halagó a una buena parte de la masa obrera. También ganó im-
portantes batallas, frente al socialismo, el anarquismo -más connatural al carác-
ter español-; pero no obtuvo tanto éxito a causa de su peor organización.
Algunos observadores contemporáneos han afirmado que Bilbao era en
aquel entonces «más aún que Madrid, el verdadero cuartel general del socialis-
mo español». Ramiro de Maeztu calificaba a la provincia vizcaína como La
Meca del socialismo.
Hubo ocasiones en que Pablo Iglesias aconsejó mejor organización y más
moderación. No se le escuchó. Las ideas de Marx y Engels -y de los marxistas
en general- se convertían en chispas que encendían volcanes.
Valentín Hernández, socialista hasta la médula, publica un semanario en Bil-
bao. Lleva por título La lucha de clases. Se edita los domingos. Desde el año
1894. Precio, cinco céntimos. Su tirada alcanza 10.000 ejemplares. Se difunde
a través de la zona fabril y minera. Incluso más allá de los límites de la pro-
vincia. Alcanza en los círculos socialistas mayor estimación que el propio ór-
gano oficial del PSOE, El Socialista. Dispara enorme carga de hostilidad contra
los anarquistas y republicanos. Por su puesto que deja malparada a la religión
católica: «Prosa agresiva, hiriente, no desprovista de ingenio. Sátira desgarrada
y procaz de la religión y culto católico».
La propaganda anticlerical surtió su efecto. Comenzaron a prodigarse los
entierros civiles, hasta entonces desconocidos en Vizcaya; entierros que se tra-
ducían en verdaderas manifestaciones contra los Poderes Públicos, la Iglesia, los
ricos. Ideas ateas empiezan a arraigar en tierra eminentemente respetuosa con
la religión, y creyente en su mayoría.
He aquí, trazado a grandes rasgos, el panorama social en las postrimerías
del siglo XIX cuando, el año 1897, llegaba la Congregación Salesiana a Bara-
caldo, pueblo de 11.000 habitantes, a hombros de un solo salesiano, muy ma-
duro en años y rico en experiencia de mundo, apóstol comprometido, de férrea
voluntad, vasco de Urnieta, que se llamó Ramón Zabalo.
3 EL PRIMER DESENGAÑO DEL P. ZABALO
El 31 de agosto de 1897, Don Ramón llega desde Barcelona a Bilbao. Pasa
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la noche en la residencia de los Padres Jesuitas. El 1 de septiembre visita, en
Baracaldo, a doña Luisa Echávarri. Señora de edad un tanto avanzada, se halla
algo intranquila —de tiempo atrás— por la cercanía de su muerte que cree pre-
sentir, y por el destino que convenga dar a sus bienes.
Su confesor, el jesuita P. Gomer le ha aconsejado la construcción de unas
Escuelas Profesionales para hijos de obreros. ¡Magnífica idea! Baracaldo es un
pueblo eminentemente fabril. ¿Pueden hallar mejor destino los recursos pecu-
niarios de un alma piadosa y caritativa?
Pero, ¿quiénes se harán cargo de la dirección y funcionamiento de dichas
Escuelas? El P. Gomer piensa en los salesianos. ¿Cuándo? Mientras llegan, él
mismo comenzará y dirigirá los trabajos de construcción de la nueva obra.
No podemos menos de admirar el interés del buen religioso por el pueblo
de Baracaldo, su iniciativa emprendedora, su generosidad y desprendimiento
ejemplares en cuanto cree descubrir la gloria de Dios en el momento histórico
que viven los pueblos situados en la margen izquierda del Nervión, y la región
en general.
El contenido y el cariz que tomó la entrevista han llegado a nuestro cono-
cimiento a través de la biografía escrita por el salesiano Miguel Easaga, quien
conoció personalmente a don Ramón y tuvo en sus manos las Memorias de su
biografiado.
«Lra la mañana del primero de septiembre de 1897. La rica dama baracaldesa ocultaba
sus huesos en el relleno de una poltrona. Una doncella joven, ataviada con nítidos al-
midones, que son en las casas grandes como la línea divisoria entre el amo y el siervo,
anunció a doña Luisa la visita de un sacerdote salesiano. Unos ojos menudos y afilados
como un puñal recorrieron a don Ramón desde los zapatos hasta la rasurada coronilla.
Hizo el sacerdote su presentación y entraron luego en el asunto de las escuelas.
Creía el bueno de don Ramón, y en la misma idea abundaban los superiores que le
habían encomendado la fundación, que todos los gastos correrían por cuenta de la bien-
hechora, y así se lo manifestó a ella. «Mi intención, díjole la dama con cierta frialdad,
no es otra sino contribuir, juntamente con mi hermana Joaquina, a la obra, cediendo el
terreno y la iglesia. Yo tengo algunos años, quizá menos de los que aparento. Mi salud
es menguada, y como me resulta gravoso salir de casa para oir misa, he levantado la igle-
sia, con lo cual hago un bien positivo a esta barriada obrera, tan alejada de Dios, y por
otra parte, perpetúo la memoria de mi mando, dándole a la capilla el título de San Pau-
lino, como él se llamaba, hl coro de la iglesia me lo reservo para mí, mientras viva, y
en él tengo levantado un mausoleo de familia, donde reposarán mis restos, bajo la pro-
tección del Señor, en lugar santo».
Algo cortado se quedó don Ramón al escuchar las declaraciones de la señora; y sin
ver, en el aturdimiento mejor salida, manifestó a la dama lo que entendía obraba en la
intención de los Superiores.
«Yo, dijo, estaba en la idea de que todas las obras corrían por cuenta de usted y de
una comisión de señoras, comprometidas a allegar fondos con destino a la fundación;
pero, puesto que usted me dice que no es así, escribiré a mis superiores y a ver qué con-
testan».
«Ya que ha hablado usted de la junta, replico la señora, he de decirle la parte que
tengo en ella. He cedido los terrenos y la iglesia construida hace dos años. Me parece
que no es un grano de anís lo que ofrezco. La [unta ha logrado r e u n i r treinta mil pesetas,
de las cuales ha i n v e r t i d o ya u n a gran parte. Don Leonardo Zabala, que es el depositario,
le dará a usted el resto».'
Salió don Ramón de la entrevista como si le hubieran hechado un jarro de agua fría
encima, encaminándose a la obra en cuyos cimientos se enterro buena parte del fondo
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Interior y entrada exterior de la iglesia. En el altar, que fue durante muchos años estampa de amor para colegiales
y devotos, está S. Paulino de Ñola, Patrono del colegio.
E! teatro, uno de los lugares más representativos del arte, el trabajo y la alegría del oratoriano, del alumno y del
antiguo alumno, con su aspecto más reciente y moderno.
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acumulado. Algo levantaban del suelo las paredes cuando salió la última peseta de la
- caja».
Las obras habían tenido su comienzo el mes de mayo del mismo año 1897.
A la llegada de don Ramón a Baracaldo, las paredes de la parte Sur y Norte
de la casa se elevaban hasta el primer piso; mas a las otras dos les esperaban
los cimientos.
El 2 de septiembre celebró el P. Zabalo la Eucaristía en la iglesia. La en-
contró sucia y desprovista de ornamentos. Las anotaciones, por él estampadas
en la crónica, añaden que el cantero contratista de las obras se llamaba don
Gregorio Urcarregui; el albañil, don Ramón Zubizarreta; el carpintero, don
Anastasio Gabina; los hojalateros, Sres. Miguel y Felipe. El arquitecto, don Fe-
derico Borda.
El 20 de septiembre, don Ramón vacía todo su haber pecuniario -las 10.000
pesetas entregadas por la Junta, fruto de limosnas, a don Leonardo Zabala— en
las manos de don Gregorio Urcarregui. Y, sin un céntimo en los bolsillos, pero
con la fe de don Bosco cuando se instaló en la casa Pinardi, comienza su trabajo
apostólico.
Don Bosco consideró el 8 de diciembre de 1841 como la fecha del naci-
miento de su Oratorio Festivo. Aquella mañana, el diálogo con Bartolomé Ga-
relli, joven de 16 años, huérfano, sin instrucción alguna, concluyó con una pri-
mera lección de catecismo.
El P. Zabalo comienza su labor con una docena de niños y niñas. Les ex-
plica la doctrina en la iglesia y les enseña algunos cánticos sagrados.
Don Bosco y don Ramón aplican el nombre de Oratorio a lo que es la
esencia del mismo.
El Oratorio, según el santo, es un «lugar destinado a entretener a los jóvenes
con amenas diversiones después de haber cumplido sus deberes religiosos».
Comprende, pues, dos elementos: uno recreativo —como estímulo para una
atracción alegre— y otro religioso, que lleva al conocimiento y amor de Dios.
Será Festivo si las reuniones tienen lugar los domingos y días no laborables.
Diario si se abren las puertas del mismo cotidianamente a los muchachos.
Don Bosco, tras mil peripecias dolorosas, llegó a reunir a centenares de cha-
vales. Don Ramón, comenzando con un exiguo Oratorio mixto a los veinte días
de su llegada a Baracaldo, denominará al Colegio, desde los inicios de su fun-
dación, Oratorio de San Paulino de Ñola. Y, desde el 1897 al 1985, nunca de-
saparecerá de la veterana Casa Salesiana, al menos como una sección de la mis-
ma, el Oratorio; Festivo de ordinario, y cotidiano en amplios períodos de su
historia.
La entrevista con doña Luisa le dolió de veras a don Ramón. ¿No había
mediado una previa inteligencia clara entre los Superiores y la noble dama?
No por ello se desanima el humilde y obediente salesiano. Echa a andar un
Oratorio Festivo con una docena de niños y niñas, a quienes les explica el ca-
tecismo, les enseña unos cantos y... por falta de local para el recreo, se les des-
pacha desde la iglesia a sus casas.
Una fundación espinosa, humanamente poco menos que disparatada. ¡Y
pensar que en Zaragoza se agigantaba la obra por él fundada! Así comienzan
y crecen las obras de Dios; allí en un zaguán; aquí, en la iglesia y la calle.
Don Ramón, durante toda su vida, fue buen catequista y mal músico. Con-
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viví algunos años con él. Era ya un viejecito simpático; yo un chicuelo, semi-
narista salesiano. Y ¡cuánto le queríamos!
Ahora, en Baracaldo, tiene que levantar un colegio, unas escuelas ¿profesio-
nales? Por el momento, no. Debe atender a necesidades más urgentes del pue-
blo. Lo otro vendrá después, más allá, en Bilbao. Entretanto, ¿dónde habita
don Ramón? En la fonda de Ciriaco Fonseca. No lejos de su Tierra Prometida
¿Cuándo podrá penetrar en ella?
4 SUCESIVAS DIFICULTADES
Comienza a buscar recursos. Es cosa dura, humillante, pedir limosna. Pero
ha asimilado ya, le convencen los métodos de don Bosco en circunstancias si-
milares: extiende la mano a quien puede dar. Cuanto recoja será para los chicos
pobres. Acude a las casas de personas pudientes de Baracaldo y de Bilbao. Pero
estas últimas alegan que «puesto que el establecimiento benéfico había de fun-
cionar en Baracaldo, de allí debía salir el dinero para el sostenimiento de la
obra».
Los Altos Hornos de Bilbao es una empresa próspera. Allí se presenta el
salesiano con la actitud del pobre que pide y del sacerdote que recuerda un se-
rio deber evangélico. El Consejo de Administración le recibe en el Salón de Se-
siones, atención inusitada y rara Escucha a don Ramón. «¡Escuelas para obre-
ros! ¿Dónde se ha visto? ¡Para que luego pretendan jornales altos y se empin-
goronten por encima de los amos!»
Corre la época del Pontificado de León XIII. Un Papa de talento muy cul-
tivado y a la vez práctico, conocedor de la época que el mundo vive. Época
de conflictos laborales. Intuyó que la Cuestión social era tal vez el más agudo
y trascendental problema de su tiempo. Y publicó, el 15 de mayo de 1891 -seis
años antes de la escena referida— su célebre Encíclica Rerum novarum. Causó
tal impacto en las sociedades patronal y laboral, que éstas le llamaron el Papa
de los obreros. Afirmaba resueltamente que a la solución del problema obrero
habían de contribuir la Iglesia, los Gobiernos, los patronos y también los obre-
ros mismos.
La Iglesia ha de explicar con valentía las exigencias evangélicas. El patrono
ha de respetar la dignidad del trabajador; éste atender a la prosperidad de la em-
presa. Debe desaparecer toda suerte de violencia.
Las ideas expuestas por León XIII en su Encíclica hallaron eco entre todos
los hombres de buena voluntad.
También hubo lamentables repulsas: «No hay que sorprenderse de esta des-
gracia para la Iglesia; el Papa tiene ya 87 años, y a esas edades ya se supone
cómo deberá andar la cabeza. Pidamos mucho a Dios por él».
Así puede explicarse la repulsa del Consejo de Administración de Altos
Hornos cuando don Ramón acudió a él en petición de ayuda en beneficio de
los pobres.
El rechazo a las ideas de León XIII en materia de derecho y deberes del
obrero respecto a sus amos aún en patrones que se profesaban fervientes ca-
tólicos, incitaron con frecuencia la aversión de los obreros contra la Iglesia. Vie-
ron en ésta -y no en sujetos concretos por muchos que éstos fueran- la escasa
coherencia entre la doctrina y la práctica.
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Salió don Ramón cabizbajo y dolido del salón de sesiones del Consejo Ad-
ministrativo de la empresa más poderosa de Baraealdo.
Inició a continuación, una gira por las provincias vascas y tierras navarras
¡Nueva desilusión! La cuantía de la colecta no superó la cifra de cuatrocientas
pesetas. Quedaba, eso sí, enterrada en tierra bien abonada, la semilla de una es-
peranzadora propaganda. ¡A esperar! Es menester mucha fe para esta espera en
el momento mismo en que hay que saldar deudas: «Diciembre, 1. Con la en-
trega hecha hoy al contratista cantero —escribe don Ramón en la crónica— su-
man las 30.000 pesetas que Leonardo Zabala tenía recibidas para comenzar esta
casa y se le manifiesta al director que arbitre recursos por otro lado».
El depositario de tan escasos y únicos fondos explica: «Es lo que queda en
caja y siento hayamos tocado fondo en lo mejor de la obra, cuando ya se ven
las paredes a regular la altura por encima del suelo. No sé lo que usted pensará,
pero me es sumamente desagradable decirle que tiene que arbitrar recursos por
otro lado. Nosotros no podemos darle más».
El pobre don Ramón comunica la noticia al P. Provincial, don Eelipe Ri-
naldi, y éste «ordena la suspensión de las obras tan pronto quede cubierta la
casa con el tejado».
Es muy dura la orden de suspender una obra de envergadura; muy dolorosa
para quienes llevan trabajando ya ocho meses; y aún más penosa para el noble
y fiel salesiano que puso en ella todo su empeño y crédito personal.
Los contratistas se niegan a retirar los materiales, que esperan su uso al pie
de la construcción. Revolviéndose contra la disposición recibida, resuelven em-
plearlos. Tan sólo el albañil se retira «después de haber comenzado el revoque
exterior de la pared y dejándose perder una buen parte del cemento».
Don Felipe Rinaldi, acompañado de don Ángel Tabarini -director de la pri-
mitiva Casa Salesiana del Prado de Viñas de Santander—, se presenta en Bara-
ealdo. Se entrevista con el P. Comer. Insiste éste en que las obras no deben
sufrir dilación alguna; la Providencia proveerá.
Difícil debió ver don Rinaldi el asunto cuando -a pesar de su ilimitada con-
fianza en María Auxiliadora, que le lanzó durante toda su vida a las mayores
empresas- decidió suspender los trabajos.
Nos dice el P. Lasaga que las obras quedaron muertas por más de un año.
El arquitecto había encargado al contratista carpintero todo el trabajo de ma-
dera; y, en el momento en que se demoraban las obras, quedaban arrimados
a las paredes del taller muchos marcos, muchas puertas, ventanas y postigos.
Había gastado un capital en tabla, buena parte de la cual tenía ya labrada.
Cuando le anunciaron que la obra no continuaba, puso el grito en el cielo.
¿Qué hacía con todo aquel material acumulado y sin haber percibido de su tra-
bajo ni una peseta?
Le dijeron que todo tenía remedio; que esperara un poco. Mas él no se atu-
vo a promesas. Incluso, amenazó con acudir a los tribunales.
El 6 de febrero de 1898, don Rinaldi escribía al P. Zabalo:
«Carísimo don Ramón: Por la circular del Sr. don Rúa verás cómo nuestro Supe-
rior teme las deudas y los correspondientes intereses. Debemos, pues, trabajar por ex-
tinguirlos lo antes posible, hn la voluntad del Superior está la voluntad de Dios. Animo,
pues no dejará Nuestro Señor de socorrernos si no fallan en nosotros la fe y el trabajo».
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Solar blasonado de la familia
Echávarri y mausoleo conservado en
la iglesia del colegio..
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Pienso que mal trago hubo de suponer para el atribulado don Ramón el
contenido de esta carta.
Un mes más tarde, el 11 de marzo, respondiendo con toda seguridad a una
carta de don Ramón en la que anunciaba a don Rinaldi el recibo de una limosna
y le preguntaba el uso que de la misma había de hacer, estando paradas las
obras, le respondía aquél, en castellano no del todo correcto, pero sí con una
pizca de guasa:
«Carísimo don Ramón: ¡Los cinco mil duros no se deben despreciar, hombre! Se
gastan en la obra nueva si así quieren, pero cuando sean acabados parar otra vez. Lo que
quiero es que no se aumenten las deudas y se pague la atrasada. Valor. Firmes y con-
fianza en Dios. Guerra a las deudas. F.M. Rinaldi».
Don Ramón procura rechazar toda tentación de desánimo. Sin embargo, se
halla muy preocupado.
Un amigo le aconseja la publicación de una circular, que lleva a los hogares
bilbaínos la súplica de una limosna. La hoja volandera se reparte con profusión.
Y esta vez la ciudad de Bilbao responde bien. Con el dinero recaudado se
habilitaron, por de pronto, unos locales para escuelas, y habitaciones para la co-
munidad.
Don Ramón, desde que llegó, se hospedó en la fonda del señor Fonseca.
Allí fue recibiendo a los Salesianos que, poco a poco, le fueron enviando los
superiores. En este momento que estamos historiando, dejaron la fonda y se
trasladaron al colegio.
Al año siguiente, el P. Zabalo redactó otra circular, que se imprimió en Tu-
rín. La presentación de la misma, muy original y, por supuesto, conforme a la
metodología pedagógica del director: no en forma meramente narrativa, sino a
modo de diálogo.
Más tarde acudió don Ramón a uno de sus amigos bienhechores, en deman-
da de consejo, pues los ahorros se habían acabado otra vez.
El consultado, hombre muy metido en negocios, le animó a redactar una
memoria minuciosa del estado de las obras: lo que se había construido, cuánto
restaba por hacer, el dinero invertido, las deudas pendientes, especificando los
conceptos.
«Haga muchos ejemplares. Muchos de los repartidos irán al cesto de los pa-
peles sin ser leídos. No obstante, en más de cuatro despertarán curiosidad por
su forma y no dejarán de sentir el toquecito de la caridad».
Publicó don Ramón la que llamó Memoria del Oratorio Salesiano de San
Paulino de Ñola. Está impresa en la tipografía de Mariano P. Escartín de Por-
tugalete, el año 1900.
Antes, había reunido en la iglesia a personas simpatizantes con la labor sa-
lesiana. El las llama Cooperadores. Probablemente se trataba de meros bienhe-
chores, pues en la Memoria citada se ventila casi exclusivamente la candente
preocupación económica que angustia a don Ramón. Su deuda ascendía a
50.129 pesetas.
«Tal es el estado financiero de la casa, estado tanto más violento cuanto que los
contratistas, si bien personas de regular posición, necesitan de su capital para conservar
su crédito y emprender nuevas obras; y, por eso, sus justas y continuas reclamaciones
son una verdadera tortura para los salesianos que, del mismo modo que sacrifican su vida
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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para educar al obrero, sacrificarían aún de mejor gana sus riquezas, si las tuvieran, para
satisfacer esas cargas de justicia».
D. Ramón y su comunidad salesiana resisten firmes las embestidas de las in-
terminables dificultades que de continuo les asedian, con la mirada puesta en
Dios. Adivinan el futuro halagüeño que espera a la obra salesiana en Baracaldo
en orden a la gloria divina y al progreso material del obrero.
«El porvenir que se presenta a la casa -escribe don Ramón en la Memoria- no pue-
de ser más lisonjero. Dejo a un lado los 130 niños que asisten a las clases diarias que,
comenzando con la Misa de la mañana a las 7, terminan también a las 7 de la noche con
el dibujo, y quiero llamar vuestra atención sobre los 600 ó 700 niños y niñas que asisten
los domingos y días de fiesta al Oratorio.
Es todo el pueblo de mañana recibiendo, como en semilla, la doctrina de Jesucristo,
que en su tiempo ha de dar óptimos frutos.
La forma especial en que se enseña el catecismo hace que se graben más profunda-
mente en el corazón del niño las verdades aprendidas en la escuela. En el recreo que si-
gue antes y después, se va cultivando, con el teatro y las declamaciones, ese germen cris-
tiano; y más tarde, cuando se abran los talleres o escuelas de artes y oficios, recibirá en
ellas su complemento, dejando al joven fortalecido y a prueba de los embates de todos
sus enemigos.
Mucho se ha hecho y se hace, amados cooperadores, en favor de las clases menes-
terosas; pero es necesario también confesar que los católicos, a pesar de su buena vo-
luntad, no han hecho todavía tanta propaganda en bien del obrero, cuanta han hecho el
socialismo y la masonería para defenderle. Estos elementos han rodeado al obrero, se han
apoderado de él y le siguen a todas partes y en todo momento. En cambio, ¿dónde están
las obras de los católicos para contrarrestar las de los adversarios en la proporción de-
bida? ¿Qué se hace para conseguir un verdadero mejoramiento moral y material de la
clase obrera? ¿No es verdad que, a pesar del mucho culto que existe hoy día y a pesar
de muchas congregaciones piadosas, el obrero sigue alejado del templo?
Si el obrero ve que para su bien no se titubea en sacrificar, el religioso su vida y el
rico su dinero, entonces creerá que el evangelio es la verdad; entonces creerá que todos
aspiramos a una vida mejor. Creerá entonces que es mentira lo que dice el papel socia-
lista, esto es: que todo se acaba con la muerte y que hay que gozar aquí y vivir lo mejor
posible».
Por cuanto hemos expuesto en el capítulo, queda garantizada la veracidad
de este aserto: Don Ramón, desde el día en que pisó tierra baracaldesa, creyó,
sin género de duda, que ella era excepcionalmente válida para los fines huma-
nitarios y evangélicos de la Obra Salesiana.
Por esta su firme convicción y, a pesar del enorme desengaño sufrido en
su entrevista con doña Luisa Echávarri, escribe con verdadero entusiasmo a don
Rúa el 24 de septiembre de 1897:
«Está enclavada la casa en el centro de una extensa población obrera, empleada toda
ella, en las minas y fábrica de hierro, ferrocarriles, navegación... A uno y otro lado de
la casa se ven paralelamente colocados diez caminos de hierro para el transporte de via-
jeros, mineral, carbón piedra y otras materias, y en medio se desliza la hermosa ría del
Nervión, surcada continuamente por buques de todas procedencias.
Pero lo que más admira es ver, por una parte, allá en la cresta de las montañas, hu-
mear colosales chimeneas de otras tantas fábricas, que dan movimiento a la maquinaria
destinada a la extracción del mineral y, por otro lado, a unos doscientos metros de nues-
tra casa, tres volcanes en perpetua erupción, pues no otra cosa parecen las columnas de
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fuego que se levantan por encima de los Altos Hornos (gran fábrica de hierro y acero),
produciendo un resplandor tal, que no es menester luz para ir a acostarse sin tropiezos
ni hacer uso del gas para andar por las calles por oscura que sea la noche.
Fácil es comprender que donde hay tanto movimiento ha de haber también muchos
niños que, por la vida trabajosa de los padres, no pueden ser debidamente atendidos en
punto a educación e instrucción.
Entiendo, pues, que nuestra obra por excelencia será el Oratorio».
Y a Baracaldo se dirigen hombres curtidos en buenas lides evangélicas, sa-
lesianos que practican el Sistema Preventivo de su Fundador; que no entienden
de descansos, porque han hecho suyo el lema de don Bosco: «En el Cielo des-
cansaremos». Jornada laboral a tope: educación, instrucción, cultivo del hombre
entero, espíritu y cuerpo. Su misión: formar buenos cristianos y honrados ciu-
dadanos.
Fuego vigoroso y abrasador prende en sus almas. Como el de los Altos
Hornos y fábricas baracaldesas en su constante crepitar. La obra salesiana quie-
re ser forja de hombres y cristianos que, en su trabajo diario, sea el que fuere,
luchen por la mejora de la sociedad en sus valores humanos y transcendentes.
¿Que les saldrán al paso mil dificultades? Y ¿qué hombre grande o qué em-
presa de envergadura no las ha tenido?
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ROSAS ENTRE ESPINAS
1. ASI CRECEN LAS OBRAS DE DIOS
Regadas con sufrimientos físicos o morales. O ambos a la vez.
La Obra Salesiana de Baracaldo requiere ayudas económicas. Don Ramón
prosigue sus cuestaciones. Ya van dando sus frutos. Gota a gota muchas veces,
como consoladores arroyuelos otras...El secreto está en no cesar de pedir.
Un día, cierto bienhechor bilbaíno le regala un hermoso armonio. Doña
Florencia Sopelana, las estatuas de María Auxiliadora, Sagrado Corazón y San
José, esculpidas en los talleres salesianos de Sarria.
Muere doña Casilda Iturnzar, viuda de Epalza. Se abre el testamento. En
una de las cláusulas figura un donativo de cincuenta mil pesetas «para las Obras
Salesianas de Baracaldo». La familia Durañona, de Bilbao, hace entrega a don
Ramón de veinte mil pesetas. Y llegan otras limosnas más pequeñas, pero fre-
cuentes...
Se reanudan las relaciones con los contratistas, con el cantero, con los obre-
ros... Se compran los terrenos necesarios para patios y cobertizos... ¡Adelante!
Don Ramón se dirige a San Sebastián y a Durango. Cuatrocientas pesetas. Poco
es, pero ¡ya llegarán otras aportaciones! La Providencia no duerme; provee.
Dos de enero de 1902. La Diputación Provincial de Vizcaya le entrega un
donativo de mil pesetas. ¡Adelante! Como don Bosco.
Quince de enero de 1902. Parece que don Ramón está sobrecargado de tra-
bajo. Es muy conciso en su Crónica.
Este día anota: «Se paga hoy al pintor y cristalero, y quedan satisfechas to-
das las deudas a los contratistas de la casa».
Y lo más bonito es —lo dijimos ya— que le va llegando personal salesiano.
Ya no está solo. Es justo que el lector conozca a los pioneros de los primeros
tiempos. Al menos, sus nombres. A los tres meses escasos de la estancia de don
Ramón en la fonda del Sr. Fonseca, puede abrazar al primero, don Antonio
Cometti.
Lo consigna el cronista, que es el mismo fundador y director. Una noticia
escueta: «Se le confía el catecismo de las niñas los domingos». Es el día 25 de
noviembre de 1897. Desde entonces, el número de los niños y niñas del Ora-
torio crece considerablemente, y «juegan sobre los escombros en el lugar des-
tinado para el futuro patio».
Paso a consultar los elencos salesianos:
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Año 1897: Ramón Zabalo - Antonio Cometti.
Año 1898: Director: Ramón Zabalo; Consejero Escolástico: Ramón Serra;
de votos perpetuos: Manuel Grana, José Ruiz, Juan Sintes; de
votos trienales: José Tartera.
Y más tarde... Francisco Perramón, Agustín Pallares, Joaquín Pérez...
Don Antonio Cometti y don Francisco Perramón son dos personalidades
de cierta categoría. Merecen mención aparte. La haremos en el lugar debido.
Un empleado de Altos Hornos, un tal Sr. Izquierdo, en los comienzos del
Oratorio, lleva a las catcquesis domingueras un armonio de su propiedad. Lo
toca durante las funciones sagradas. Además enseña cánticos piadosos a los ni-
ños.
Don Ramón ve que aquello va funcionando. La salud es la que a veces no
le funciona. ¡Desagradable coincidencia! Precisamente el 24 de Mayo (de 1898),
solemnidad de María Auxilidora, cae enfermo de gravedad.
«Rezada la misa -refiere él mismo en la Crónica- se acostó el Director, a
quien al instante se le declaró una fuerte erisipela a la cara y a la cabeza». Su
estado inspiró serios temores a los médicos, quienes aconsejaron avisar a su fa-
milia. La muerte le rondaba. Se le administró el Santo Viático. Mas «un día,
por ofrecimiento de don Julián Elizalde, se le proporcionó agua de Lourdes,
en la que el paciente tuvo y tiene siempre mucha fe. Al instante, se declara un
copioso sudor y queda el enfermo fuera de peligro».
Entre la enfermedad y la convalecencia transcurren unos dos meses.
Sé que más tarde siguió persiguiéndole -de cuándo en cuándo- la larga y
molesta enfermedad. Una erisipela resultaba en aquella época, incluso con re-
lativa frecuencia, hasta mortal. La medicina carecía de los eficaces recursos ac-
tuales.
A estos sufrimientos físicos se unieron otros morales. Sobre todo, los pro-
ducidos por algunas deserciones. A últimos de febrero de 1899, desapareció de
la casa el cocinero. Introduce éste una nota por la ranura inferior de la habi-
tación del Director. Dice en ella que se considera indigno de pertenecer a la
Congregación por ser profeso perpetuo en otra. Y que se dirige a Barcelona.
Un estudiante, salesiano profeso, emplea más tarde idéntico procedimiento
para marcharse: «No pregunte usted por mí, escribe al director. Estoy fuera de
casa. A nadie he dicho nada. Comuníqueselo al Sr. Inspector don Ernesto y a
don Rinaldi. Ruegue por mí».
«Estos inevitables y aparentes fracasos -comenta el P. Lasaga- le punzaban
en las telas del corazón aunque, como hombre de Dios, pasaba por encima de
ellos sin perder un ápice de serenidad y alegría habituales en él.
Más duras fueron las pruebas que hubo de sufrir en su trato con doña
Luisa.
Mujer rica, viuda y sin hijos, acostumbrada a no tropezar con opiniones
contrarias a las suyas y persuadida de que no hay razón más fuerte ni mejor
tapabocas que el dinero, se imaginaba que todo el mundo había de bajar la ca-
beza y callar cuando ella hablaba, y que se debía aceptar lo que ella decía con
sumisión silenciosa, semejante a la de un siervo que espera siempre órdenes de
quien le da el pan.
Don Ramón, humildísimo como era, no podía sufrir un atentado a su dig-
nidad porque lo consideraba como mengua de la verdad; ni tampoco se resig-
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Los primeros que corrieron por los patios salesianos. En el centro D. Cirilo
Sagastagoitia. Entre los demás: José López, Valbuena, Deogracias Martín, Serafín
Fernández, Rivero, Mauricio Fernández, Del Pozo, Sabino Loizaga, Genaro Abad,
Viguri, Arturo Rodríguez, Ledesma, Albizu, Lanza, Antonio Fernández...
D. Luis Ricceri con José López y Gregorio Sagastagoitia, de las primeras promociones
de alumnos. Les acompaña D. Salvador Bastarrica, Provincial, Eusebio Bilbao, Esteban
Bilbao y José de los Santos.
Año 1974.
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naba a dimidiar siempre su personalidad, aunque era hombre hecho a ceder,
siempre que no se atrepellasen los fueros de la justicia.
Sin embargo, toda estridencia le apenaba hondamente, como lo prueba una
carta que escribió al P. Provincial, don Ernesto Oberti (sucesor de don Rinaldi
en el gobierno de la Inspectoría Céltica), manifestándole las inquietudes de su
alma y las dificultades que hallaba en el desarrollo de la obra, entorpecida por
falta de mutua inteligencia entre él y doña Luisa.
La carta -del 12-5-1904- decía:
«Amadísimo señor Superior: Acompaño a usted copia de las dos cartas que he re-
cibido de don Rinaldi. En su visita, opino que, como primer paso, es necesario recon-
ciliarme con doña Luisa, y para ello, nada mejor me parece que usted venga por aquí
cuanto antes, por un día o dos, y tenga la entrevista con doña Luisa en esta casa para
tratar del asunto».
No nos es posible penetrar en las causas de tales desavenencias por falta de
documentación al respecto.
Como dijimos más arriba, la señora había cedido la capilla construida a sus
expensas; pero la había dejado tal como los albañiles la entregaron el día en que
retiraron los andamios. Don Ramón, siempre de acuerdo con la señora, se de-
cidió a decorar la iglesia con sencillez. La obra total de pintura costaba alre-
dedor de cinco mil pesetas. Doña Luisa entregó tres mil y se negó a dar el res-
to, que hubo de buscárselo don Ramón llamando a las puertas de sus bienhe-
chores. Se ve que estas y otras desavenencias colmaron el vaso de la paciencia
del salesiano, creándose entre él y la dama, piadosa pero un tanto difícil, una
situación intolerable.
Añado, para mejor precisión, que el P. Lasaga por el hecho de aludir —si
bi'en someramente- a estas contrariedades y sufrimientos de don Ramón, debió
disponer de fuentes escritas -las Memorias redactadas por el biografiado— y de
otras orales.
Don Marcelino Olaechea, en el prólogo a la biografía, escribe refiriéndose
a su autor:
«En la madurez de tan buenas cualidades y siendo yo su Superior, le encargué de
la biografía de don Ramón Zabalo, a quien él había tratado muy por menudo y del que
consevaba una impresión enteramente exacta».
A mí sólo me resta añadir que la falta de mutua inteligencia entre la fun-
dadora y don Ramón persistió durante todo el directorado de éste.
Así crecen -vuelvo a repetir- las obras de Dios. Regadas con sufrimientos
físicos y morales. O con ambos a la vez.
2. SUS FRUTOS
Enero de 1899. Fecha de la Fundación de las Escuelas de Instrucción Pri-
maria en el Colegio Salesiano de Baracaldo.
La iniciativa partió del Ayuntamiento, preocupado por dar una conveniente
cultura elemental a una numerosa población necesitada de ella. Era alcalde en-
tonces don Casimiro Arana Arroita.
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Don Ramón habilitó, al efecto, unos locales aún sin terminar, en los que
pudieran matricularse alrededor de cincuenta muchachos. Su capacidad no daba
para más.
La docencia estuvo a cargo de don Juan Sintes, si bien el mismo Director
acudía todos los días a explicar Aritmética y Gramática.
El Municipio otorgó para los gastos de la Casa 25.000 pesetas. Otras 3.000
para pago de luces y subvención de la escuela. Esta última irá en aumento de
año en año.
Con todo, para don Ramón la principal actividad salesiana en Baracaldo es
el Oratorio.
Escribe en el Boletín Salesiano del mes de julio de 1904:
«En una población compuesta en su casi totalidad de obreros, entre los cuales se
siembran las más extrañas teorías acerca de la Religión y sus ministros, creo que no es
poco alcanzar un concurso de 400 alumnos todos los días festivos, pasando una hora lar-
ga en escuchar las explicaciones de catecismo.
Después de las bendiciones del Señor, que tanto quiere a estos hijos del trabajo, con-
tribuyen en mi concepto a sostener la concurrencia las siguientes industrias que se ponen
en juego.
Cada niño lleva una libreta de asistencia que entrega a la entrada y se le devuelve
a la salida con la marca correspondiente.
Para premiar la asistencia se celebran al año dos ferias, una el día de Reyes y otra
al terminar el curso (en agosto).
El domingo anterior a la celebración de las ferias, se entrega a cada portador de las
libretas un número de vales (papel moneda) equivalentes a las marcas de asistencia, con
los cuales compran los objetos expuestos en la feria.
En tales términos ha excitado en los niños estímulo el medio indicado, que guardan
la libreta como un tesoro precioso; y, a raíz de cada feria, hay que registrar de 40 a 80
nuevos alumnos».
Estos sencillos recursos para atraer a los niños a nuestros Centros Salesia-
nos, exentos de toda suerte de coacción, se generalizaron en la España Salesiana.
Nuestros veteranos antiguos alumnos recuerdan con verdadera añoranza su
vida colegial de los domingos y días festivos.
Corrían otros tiempos, distintos de los actuales. No se disponía de los me-
dios de comunicación de hoy día. El cine mudo y variados deportes —muchos
de ellos ya pasados de moda- hacían entonces las delicias de los chavales. Como
había poco, no se exigía más. Y es que cuanto más se da, más se desea. Los
chicos se encontraban verdaderamente integrados y felices en el colegio.
La Gaceta del Norte, refiriéndose a aquellas ferias detalla:
«En el amplio salón de actos han levantado cinco bonitas barracas que representan
otras tantas regiones de España. Al frente de cada una de ellas hay un joven vestido con
el traje típico de la región que representa. El salón, a cuya testera está la imagen de María
Auxiliadora, presenta un golpe de vista hermoso. Los objetos que se venden, según in-
formes del Sr. Director, son regalo, en gran parte, de generosos Cooperadores de Bilbao
y de San Sebastián.
Uno de los próximos domingos tendrá lugar una feria idéntica para las niñas en la
campa de Landaburu, donde ellas tienen establecido su punto de recreo. Bien se dice que
la caridad es ingeniosa».
Hemos descendido al detalle para, más tarde, no proceder en nuestra rela-
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ción a ulteriores repeticiones. Estas llamadas ferias fueron celebrándose durante
muchos años.
Otro de los medios para mantener constante la asiduidad de los muchachos
a la catcquesis dominical, fue la forma amena que procuró don Ramón dar a
sus explicaciones, valiéndose cada año de nuevas industrias.
Hoy es la descripción y análisis de algún cuadro que representa determina-
do misterio, sacramento o mandamiento; mañana, la lectura, entre varios niños
-de antemano ensayados- de unos papeles con telefonemas (puntos de doctri-
na), que leen desde sus asientos para que el catequista los desarrolle o explique
desde el pulpito o cátedra con las oportunas intervenciones de los mismos chi-
cos; otro día, uno de los muchachos sube a una pequeña tribuna, colocada fren-
te por frente del pulpito, mientras otro chaval se coloca en el prebisterio cara
al público. Comienza el que ocupa la tribuna haciendo varias consultas sobre
materias litúrgicas, sobre puntos de catecismo el otro -ambos igualmente bien
preparados-, y el catequista, desde el pulpito, responde al uno y al otro, ha-
ciendo intervenir también a algunos de los sentados en los bancos de la iglesia.
Hoy disponemos de material catequístico abundante para interesar a los
muchachos en el estudio de la doctrina cristiana. Pero advierta el lector que don
Ramón, ya a principios del siglo, poseía una iniciativa y creatividad sorpren-
dentes respecto a materia tan vital como es la evangelización.
Le conocí y conviví con él desde el año 1926 al 1930. Soy testigo de ex-
cepción. El «abuelito» -así le llamábamos cariñosamente— nos daba charlas de
media hora de duración los domingos, y empleaba en ellos recursos parecidos.
Los seminaristas -de doce a catorce años- hasta nos divertíamos oyéndole, y
sus explicaciones quedaban muy grabadas ennuestra mentes.
Otra de sus especialidades era la enseñanza del Dibujo.
Como pueblo eminentemente industrial, tenía el dibujo en Baracaldo un in-
terés extraordinario. «Nunca se cansan los chavales y están siempre dispuestos
a sacrificar el recreo con tal que puedan dibujar». Las clases tenían lugar, du-
rante todo el año, de seis a siete de la tarde. Profesor, don Ramón. «Alguien
dirá —escribe— que en las academias de dibujo, por regla general, se matriculan
muchos, pero se cierra el curso con pocos. ¿En qué consiste, pues, que en el
colegio nuestro estén los alumnos todo el año sin fatigarse? A mi parecer, la
causa no es otra que la amenidad que se le procura dar también a esta ense-
ñanza, sin mucho cansancio del maestro».
Explica el método empleado, y termina: «Vienen diariamente de 160 a 170
alumnos, siendo constante la asistencia. Se da el caso de haber alumnos de pue-
blos lejanos, que hacen el sacrificio de pagar una buena pensión a las posadas
para asistir a este colegio. Se impone ya un internado porque no pasa día en
que no se reciba alguna solicitud».
Don Ramón era un salesiano incansable. Compuso por entonces un cate-
cismo. Lo tituló Tardes cristianas. Lleva un prólogo laudatorio del cardenal
Marcelo Spínola. Sirvió de texto en el colegio salesiano y en algún otro de
Bilbao.
El Ayuntamiento, desde los comienzos de las Escuelas, controló con deli-
cadeza, durante varios años, la enseñanza que impartían los salesianos, nom-
brando para ello comisiones examinadoras formadas por concejales. Admiró
siempre la labor educadora de los abnegados religiosos. Terminaban las sesiones
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de exámenes -orales, niño por niño— con premios a los alumnos. Se daba mu-
cha importancia a los estudios y a los exámenes. Leemos en la Crónica: «Julio,
10, año 1902. Se celebran los exámenes públicos de los niños ante un tribunal
compuesto del Sr. Alcalde presidente, el Provincial don Ernesto Oberti; y el
señor párroco. Los niños contestaron bastante bien y se hizo también la expo-
sición de los dibujos y planas de caligrafía».
Los niños vivían satisfechos su vida colegial. Especial encanto revestían las
excursiones al campo. Constituía un espectáculo singular contemplar las largas
filas de muchachos, que atravesaban el pueblo entonando el «do - re - mi - fa.
Viva don Bosco, nuestro papá». Las familias se asomaban a los balcones para
contemplar a sus pequeños, que les sonreían y movían sus manos intentando
comunicarles lo que sentían en aquellos momentos de alegre desfile.
Entonces, -dicen- preparar una merienda era más fácil que ahora. Cuentan
los ancianos que sus mamas les aderezaban un sabroso bocadillo a base de ja-
món, tortilla, queso; y los había que llevaban su cazuelita de callos y hasta una
bota, que antes había que presentar en consigna para tener derecho de ofrecerla
en la ronda de todos los de la clase, compañeros del pequeño capitalista.
También hay quien afirma que los únicos que no llevaban merienda eran
los frailes. Se ve que éstos «andaban siempre a la última pregunta»..., pero se
consideraban felices en medio de sus chicos, oxigenando sus pulmones con el
aire fresco de «El Regato.
Había chavales que, de regreso a sus casas, traían ocultos, debajo de sus boi-
nas, grillos, que al día siguiente soltaban en la clase «para impacientar con me-
lódicos trinos a los profesores en el momento más solemne de su explicación.
¡Eran tiempos felices!»
Los alumnos se hallaban a gusto en el colegio porque los salesianos no co-
nocían momentos de descanso: funciones litúrgicas bien preparadas, clases de
canto, certámenes catequísticos, Novena de la Inmaculada, Mes de Mayo, fiesta
de María Auxiliadora con Primeras Comuniones y la modesta procesión, con
una pequeña imagen, que recorría muy reducido trayecto, pero en un ambiente
de fervor mariano muy subido. ¡Y aquel Belén preparado con tanto gusto para
la celebración de las fiestas navideñas!
¿Recuerdos concretos? Con anotaciones de don Ramón en la Crónica. 1903,
Enero, 20. Hoy ha dado la primera lección el nuevo organista, Sr. Alberdi.
Compromiso de dar lección diaria de solfeo a clérigos y niños y tocar en la igle-
sia los domingos y días de fiesta. Se le pagan siete duros al mes.
Sin canto ni música no se concibe una Casa Salesiana. Se celebra también
por todo lo alto la fiesta de San Francisco de Sales, Patrono de la Congregación.
Previamente, los chicos del colegio y niños y niñas del Oratorio Festivo repar-
ten con profusión una simpática carta, escrita por ellos mismos, en la que se
anuncia la solemnidad. Llegada ésta, cantan la Misa. En el teatro desarrollan un
atrayente programa de dos horas de duración. La Eucaristía se celebra en la
iglesia de Santiago de Bilbao. El predicador, casi siempre miembro de una Or-
den Religiosa, habla de la Congregación Salesiana y de su Santo Patrono. El
programa religioso termina, por la tarde, en la iglesia del Colegio.
Por supuesto que no se omite la Conferencia reglamentaria a los Coope-
radores Salesianos.
Adquieren especial relieve, durante el curso escolar, los Ejercicios espirituales
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para los colegiales. En alguna ocasión se unen a éstos los alumnos de las demás
Escuelas de la localidad. Don Ramón es un buen organizador. Y, para mayor
ventura, figura ya en el personal de la Casa un gran predicador, don Matías
Buil. Conoce bien los públicos a los que dirige la meditación o la plática; y se
adapta con facilidad, brillantez y celo al auditorio. Por citar un ejemplo, los días
10, 11 y 12 de febrero de 1901, mil niños y niñas gozan de este beneficio es-
piritual, con la gustosa anuencia de los directores y profesores de distintos Cen-
tros de Educación.
Para muchachos y gente adulta se celebrarán con solemnidad la Novena y
fiesta de San José, la del Sagrado Corazón, el Mes de Animas (noviembre), el
rezo del Santo Rosario todos los días de octubre seguido de la Bendición de
Jesús Sacramentado. Los salesianos mantienen buena inteligencia con la iglesia
local. Algún año, el señor Obispo, invitado por el Director, administró las
Confirmaciones en la iglesia salesiana. El párroco preside en ocasiones el Cer-
tamen catequístico de los alumnos.
A través de cuanto hemos expuesto, ¿no ve claramente el lector, no palpa
incluso, el espíritu oratoriano en el que tanto insiste hoy el Rector Mayor, don
Egidio Viganó?
3. ENTORNO POLÍTICO SOCIAL DIFÍCIL
En la Crónica de la Casa anota don Ramón estos hechos:
«El año 1903, se celebró la fiesta de María Auxiliadora el 31 de mayo: Misa
solemne cantada por 46 alumnos de la casa, que resultó muy bonita. No se
pudo realizar la procesión por causa del mal tiempo y vino bien. Sin duda, lo
dispuso así la S.V. (Santísima Virgen) porque los socialistas celebraban mitin a
la misma hora y trataban, según noticias, de hacer una contra-procesión». El
13 de septiembre del mismo año, «en una conversación del Director con el se-
ñor Alcalde, éste manifestó veladamente el propósito del Ayuntamiento de dar
un tijeretazo (ésta fue la palabra) una vez se concluya el nuevo edificio de es-
cuelas; esto es, privarnos de la pensión y después arrebatarnos los niños con
algún pretexto. Deus providebit (Dios proveerá)».
«Día 26 de Octubre de 1903: La huelga de mineros y excesos de gente de
perdición perturban el orden en Bilbao, y llega el mal hasta Baracaldo, donde
la escasez de pan pone en gran aprieto a la gente. La Providencia cuidó de no-
sotros de tal modo que, sin aviso alguno, familias particulares nos preveyeron
de lo necesario.
Otro hecho digno de notarse también. Varios de los revoltosos gritaron en
la plaza: «¡A quemar el convento de los salesianos!» Mas el poder de María
Santísima contuvo las manos de los incendiarios, y el grito no obtuvo eco.
¡Bendita sea nuestra buena Madre!».
«Día 29 de octubre: Para este día estaba señalada la función anual en honor
de María Auxiliadora, pero el estado de Bilbao no permitió celebrarla».
Hacia el año 1903, el socialismo europeo había entrado en una fase evolu-
cionista. No sentía desdoro en colaborar con la burguesía para el logro de un
programa de reivindicaciones sociales.
En España adoptó una actitud antimonárquica, subversiva y anticlerical.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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Muchos de ellos, alumnos entonces, 50 años después. Ejercicios Espirituales. Los dirige
D. José M.4 Baena, Coadjutor de la Parroquia de S. Vicente.
14-marzo-1948.
Contraste de los nuevos tiempos: estudiantes de COU-B en el año 1979-80.
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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Como una milicia disciplinada y compacta, dotada de grandes cabezas visibles
y en demanda de fines muy concretos, apareció a los ojos de muchos traba-
jadores como una fuerza llena de posibilidades. Madrid y Bilbao eran los cen-
tros más fuertes del partido, que dominaba -puede decirse- el norte y el centro
de España.
La aparición del nacionalismo vasco, en 1898, en su fervorosa defensa del
catolicismo, reforzó la tendencia anticlerical del socialismo.
En la capital vizcaína, Valentín Hernández con su serpanario Lucha de cla-
ses, y Tomás Meabe, con su palabra y escritos, desencadenaron una histérica
campaña contra el nacionalismo vasco, contra la religión y el ejército.
En el otoño de 1903, con motivo de la proclamación de la Virgen de Be-
goña, Patrona de Bilbao, los católicos organizaron una serie de actos públicos.
Meabe hizo una tan desatinada propaganda, que hubo de ser procesado; pero
causó un impacto tal que, a principios de octubre, cuando se organizaron nue-
vas peregrinaciones, «cuarenta y cinco sociedades provinciales de izquierda (re-
publicanos, liberales, librepensadores, etc.), más nueve agrupaciones socialistas
convocaron un mitin anticlerical» Después del mitin, celebrado el 11 de octubre,
grupos exaltados se entregaron a arrancar estandartes y colgaduras religiosas, y
trece imágenes fueron profanadas.
En el área nacional, los profesores disfrutaban de la libertad de cátedra para
exponer cualquier doctrina. En este marco histórico hemos de encuadrar los he-
chos narrados por don Ramón en la Crónica, a los que anteriormente nos he-
mos referido.
El 20 de julio de 1903, entregaba su alma a Dios el glorioso Pontífice León
XIII. Dos años antes, había consagrado el mundo al Sagrado Corazón de Jesús.
En el tránsito de un siglo a otro nuevo. Concedió que, en la media noche del
entrante enero de 1901, pudiera exponerse en templos y capillas el Santísimo
Sacramento y celebrarse la Eucaristía de acuerdo con el Obispo de cada dió-
cesis.
Mons. Raimundo Fernández de Piérola y López de Luzuriaga, Prelado de
la diócesis de Vitoria —que comprendía las tres provincias vascas- dictó las
oportunas instrucciones al respecto.
Conforme a ellas, la solemne función religiosa tuvo lugar también en la igle-
sia salesiana. La describe minuciosamente Don Ramón en cuatro pliegos ma-
nuscritos, a la vez que manifiesta su dolor por la situación del país «infetto e
corotto dal socialismo dominante» (inficcionado y corrompido por el socialismo
dominante).
4. EL PRIMER SUCESOR DE DON BOSCO EN BARACALDO
(22-25 de febrero de 1899)
La ruina del antiguo Imperio español se consuma el año 1898. Sucumbe la
marina en desigual lucha con el coloso yanqui. Cuba y Puerto Rico se despren-
den de la corona de España. La pérdida de nuestras últimas posesiones en Amé-
rica y en el archipiélago malayo produce en los españoles honda depresión mo-
ral.
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Eran circunstancias muy propicias para su visita del Sucesor de don Bosco
a las casas salesianas de la nación. Su anuncio causó el más consolador impacto.
Venía don Rúa precedido de un aura de paternal bondad y de elevada san-
tidad, que ciertamente respondían a su vida.
También visitó el colegio de Baracaldo. Con oportuna antelación, se repar-
tió a los Cooperadores una circular. Los diarios de Bilbao informaron a la po-
blación del fausto acontecimiento.
El 22 de febrero de 1899 se le dispensó una afectuosa recepción en las es-
taciones de Bilbao y El Desierto. Le esperaban las Autoridades eclesiásticas y
civiles, amén de los grandes amigos del colegio. Entre ellos don Leonardo Za-
bala y don Julián Elizalde. Los niños del Oratorio vibraban de entusiasmo.
Discurso de recepción. Palabras de don Rúa al numeroso público, cuya es-
timación y simpatía se ganó desde el primer momento.
Al día siguiente, celebró la Eucaristía para colegiales y una muy numerosa
concurrencia de fieles. Al anochecer, en el salón de actos del colegio, tiene lugar
una hermosa velada. Participaron en ella, de manera especial, los oratorianos
con dos diálogos, preparados probablemente por el mismo don Ramón, tan afi-
cionado a este género literario. En el primero de ellos se daba a conocer la Obra
Salesiana y la relevancia de la persona homenajeada. Se hacía en el otro una des-
cripción del carácter vasco, y se exponían las especiales circunstancias que ha-
cían al pueblo baracaldés acreedor a una Casa salesiana. Al final, habló don
Rúa. De sus palabras, dirigidas «a todas las Autoridades allí presentes, a los se-
ñores Cooperadores y señoritas que tan activa parte toman para dirigir el Ora-
torio de niñas, obra de la mayor importancia en esta localidad», se deduce que
aquellas seis chicas -que con otros tantos muchachillos formaron el primer
Oratorio mixto de los comienzos de la Obra Salesiana en Baracaldo- se habían
multiplicado notablemente.
Permítaseme insistir en la idea de que para don Ramón —como para don
Bosco- el Oratorio lo era todo. Por ello, el cuaderno en el que relata las no-
ticias y sucesos de su período de Director lleva el título de «Crónica de la Casa
de Baracaldo bajo el título de Oratorio Salesiano de San Paulino».
Don Ramón, recién ingresado en la Congregación captó -como pocos- que
la palabra Oratorio indica el conjunto de la obra salesiana en cada casa de la
Sociedad: la de Valdocco con don Bosco, la de Baracaldo con el P. Zabalo. Es
esta la idea que ha de presidir la fundación de cada Centro de la Institución
bosquiana.
Viene a ser el mensaje del Rector Mayor actual, don Egidio Viganó: «Si en
1988 -Centenario de la muerte del Fundador- queremos celebrar a don Bosco
en su grandeza más original, deberíamos esforzarnos por que aparezca cada vez
mejor en nuestras presencias su criterio oratoriano».
El día 24 tuvo lugar un hermoso acto religioso en la iglesia parroquial de
San Nicolás, en Bilbao. Habló primero el P. Zugasti, S.I., gran orador. Dio a
conocer la Obra Salesiana y el significado propio de Cooperador Salesiano.
A continuación don Miguel Rúa, «en correcto castellano», explicó el origen
de la Congregación y su maravilloso desarrollo. Con sencilla y sincera confian-
za, apeló a la generosidad de los vizcaínos, pues para realizar el bien y un am-
plio apostolado resultan necesario los recursos económicos. Su palabra fue aco-
gida muy favorablemente; incluso, con devoción y fervor.
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Invitado por el P. Gomer, accedió a comer en la Residencia de los PP. Je-
suitas. Luego, visitó la famosa Universidad de Deusto.
El día 25 partió para Santander «dejando —dice el cronista- en esta Casa de
Baracaldo una limosna de 30 pesetas».
5. EL PRIMER SALESIANO BARACALDES:
DON CIRILO SAGASTAGOITIA
Tuve un largo encuentro con él en Bilbao. Fue con ocasión de sus Bodas
de Diamante Sacerdotales. Desde su casa familiar, sita en Baracaldo, acudió a
mi llamada. La entrevista se verificó en nuestro colegio de Deusto.
Don Cirilo es un hombre impulsivo, vivo, sincero, espontáneo. No se halla
a gusto ante mi aparato Grundig. Un gran trabajador. Habló mucho y... dijo
poco. Estaba un tanto resentido porque en León, donde entonces residía no le
daban suficiente trabajo apostólico. Si aún no tiene más de noventa años...
«Esos pastoralistas de ahora lo quieren hacer todo y luego resulta que no hacen
nada...».
Hay que haber conocido a don Cirilo para apreciar su «perenne» juventud
y simpatía, que le desbordan por todos los poros de su enorme humanidad.
Cada disparo o flechazo suyo es reclamo de un mayor salesianismo, de un amor
más filial a don Bosco, a la Congregación, a los Superiores, con el cultivo de
una vigorosa obediencia y entrega sacrificada al apostolado.
Su vocación nació de modo muy original, durante los tres días de estancia
de don Rúa en su pueblo natal.
Me lo contó él aquella tarde, en mi entrevista con él en Deusto.
Don Rúa y don Ángel Tabarini le dijeron:
-¿Por qué no te vienes a Santander y estudias para un día ser salesiano?
-Bien, respondí yo. La verdad es que pensé que me llevaban tan sólo a es-
tudiar. ¡Ni se me ocurrió entonces hacerme aspirante salesiano!
Comenzó el estudio de latín juntamente con don Elias Otero, en la Casa
salesiana de Viñas. En Villaverde de Pontones, pueblo de la provincia de San-
tander, se afianzó su vocación. Acompañados de don Tabarini, don Elias Otero
y él fueron a Turín a recibir la sotana de manos de don Rúa. La ceremonia de
la vestición tuvo lugar en las mismas habitaciones que ocupó, en vida, San Juan
Bosco.
-¿Nada más, don Cirilo?
-A mí que me manden los Superiores a donde sea. Nunca he pedido cam-
bio de casa. A Cirilo le han colocado los Superiores donde otros no podían o
no querían estar. Lo primero que hemos de hacer es santificarnos. Para ello...,
¡conocer bien a don Bosco y amar de verdad a la Virgen! Todos saben que Ci-
rilo dice siempre la verdad. Soy fuerte, duro, resistente como las montañas de
mi tierra.
Y mientras habla, se percibe, a flor de su cuerpo vigoroso, el rostro encen-
dido del apóstol y el latir de un corazón tierno y generoso.
Había sido consagrado sacerdote por Mons. Prudencio Meló Alcalde, el 5
de junio de 1914, en Vitoria. Su primer director, don Ramón Zabalo le acom-
pañó como Presbítero Asistente en el altar en su Primera Misa que celebró —¡ló-
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gico!- en su pueblo de Baracaldo y en su colegio de San Paulino de Ñola. Allí
estaban, alegres y conmovidos, sus padres don Domingo y doña Gabriela; y
también su hermana Irene, religiosa salesiana. Predicó la homilía Fray Calixto
de la Purificación, trinitario, antiguo alumno salesiano y compañero de clase de
don Cirilo.
Tras una larga vida salesiana, eminentemente apostólica, descansó en el Se-
ñor el 10 de agosto de 1972, a los 93 años de edad, 74 de religioso y 64 de
sacerdocio. Por donde pasó, dejó honda huella en las almas de sus alumnos y
de tantas personas con las que trató por razón de su ministerio sacerdotal.
Baracaldo le venera. Jamás le podrá olvidar. Su memoria pasará de padres
a hijos. Si mi afirmación os parece un tanto exagerada, preguntádselo a sus pai-
sanos. Ellos os responderán: «Don Cirilo sigue viviendo en nuestro pueblo».
6. OTRO DE LOS PRIMEROS ALUMNOS: DON MARCELINO OLAECHEA
«Llevado de la mano de mi buena madre -narra don Marcelino prólogo a
la obra del P. Lasaga- subía yo el sendero que, partiendo del Puente de Ré-
queta, bordeaba la finca del Mayorazgo para dejarnos en el corazón de Bara-
caldo.
Llegados a lo alto de la cuesta que sombrea el Róntegui, vimos que en un
campo recién allanado labraba un grupo de canteros los sillares de lo que había
de ser para mi pueblo y para aquellos lejanos tiempos un soberbio edificio.
Espontáneamente, o respondiendo a mi natural curiosidad de niño, recuerdo
como si fuera hoy que me dijo, y no sin cierto misterio, mi madre (¿Qué pre-
sentiría ella?): «Aquí van a venir unos frailes para enseñar oficios a los hijos de
los obreros».
Obrero era mi padre y, por tanto, tenía yo derecho a ser uno de los futuros
privilegiados de la obra...
Un año más tarde de la escena que dejo reseñada, frisando en los nueve,
llamaba yo, probablemente con muy poco gusto, a las puertas del colegio.
Llevaba conmigo una enfermedad, cuyos ataques hacía ya meses que me ve-
nían derribando sin sentido en tierra, como quien cae herido por un rayo.
En aquellas escaleras de piedra, que han bruñido miles de alpargatas de ni-
ños, me dio, al entrar, el último zarpazo.
Volví en mí en la pobre camita del hijo de un obrero, ante los ojos de mi
amorosa y apenadísima madre.
Pocos días después, ella me volvía a la escuela para explicar al sacerdote di-
rector el retraso de mi entrada, el mal que periódicamente padecía y los reme-
dios urgentes y caseros que, como el café sin azúcar, ella creía imprescindibles.
El referido sacerdote, alto, grueso, de faz sonrosada y ojos glaucos, oyó
sonriente a mi madre y, con una exquisita caridad, en lugar de aconsejarla que
no dejara en su escuela, distante casi media legua de mi casa, a aquel pobre tras-
to, me asió de la mano y, señalando con la izquierda dos cuadros colgados de
lo alto de la pared (de María Auxiliadora el uno y el otro de don Bosco), dijo
a mi madre con aquella bien timbrada y gratísima voz que conservó hasta el
fin de su larga vida: «No se preocupe, buena mujer; desde hoy no le dará nin-
gún ataque. Desde hoy tendrá que cantar: do, re, mi, fa, viva María nuestra
mamá; do, re, mi, fa, vi^a don Bosco nuestro papá».
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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Aquel sacerdote profeta se llamaba don Ramón Zabalo Alcaín; y por aque-
llas calendas, las vecinas de Baracaldo le titulaban el santo.
A ese sacerdote debo yo, después de Dios, mi vocación de salesiano y sacer-
dote. A él le debo (y a ese gran hijo de don Bosco, incansable obrero de la
primera hora, que es don Pedro Olivazzo) la instrucción y educación de los
años más importantes de la niñez y pubertad; les debo la admisión en la So-
ciedad Salesiana, la dirección de mis primeros pasos de joven religioso y, en
gran parte, en mi vida entera, pues supieron cuidar mi precaria salud con amor
y desvelo de padres».
7. DON RAMÓN, NOMBRADO PROVINCIAL
Don Ernesto Oberti moría el 28 de octubre de 1904. Como sucesor suyo
en el cargo, los superiores pensaron en don Ramón Zabalo.
Se despidió del Ayuntamiento de Baracaldo y, por supuesto, de los muchos
amigos que tenía en la población y de toda la Familia Salesiana de la misma.
Inspector de la provincia Céltica, con sede en Madrid; Casa de la Calle
Ronda de Atocha.
Don Ramón —escribe don Miguel Lasaga— resumía así la tarea realizada en
Baracaldo: «La labor de confesonario, escuelas, visitas a enfermos, aun a altas
horas de la noche, llamados por los necesitados, la necesidad de allegar recursos,
las obras, etc... para el poquísimo personal de la casa era un peso tal, que sólo
la gracia de Dios ha podido sostenernos. ¡Bendito sea el Señor! En las escuelas
y particularmente en el Oratorio Festivo, se trabajó con interés. El Oratorio
Festivo era muy concurrido y constante. Nuestro teatro llamaba extraordina-
riamente la atención y los muchachos trabajaban con entusiasmo y habilidad.
El pueblo quedó transformado».
Don Ramón hubiese mantenido oculto todo este trabajo suyo si —corno he-
mos anotado más arriba- don Marcelino Olaechea no le hubiese mandado es-
cribir sus Memorias en virtud del voto de obediencia.
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CIERTO VIRAJE EN LA MARCHA NORMAL
DEL COLEGIO
1. DON ÁNGEL TABARINI
Formó parte del personal de don Felipe Rinaldi, cuando éste fue Director
de las Escuelas Profesionales de Sarria. Parece que gozó de su amistad toda la
vida. De acuerdo con sus superiores inmediatos, don Rinaldi le envió a San-
tander a fundar allí una nueva Casa salesiana. Inmediatamente después de la lle-
gada de los Hijos de don Bosco y su establecimiento en Utrera, Sarria, Gerona
y Rocafort (Barcelona).
Fue Director de la Obra de don Bosco en Santander durante doce años con-
secutivos. De las Escuelas y Oratorio primitivo, situados en la calle de Prado
de Viñas. Desde el año 1892 al 1904. Demasiado tiempo. No parece recomen-
dable permanecer, durante tan gran lapso de tiempo, en el candelero. De or-
dinario, ello reporta más inconvenientes que beneficios. En tiempos pretéritos,
esa era la praxis ordinaria: años indefinidos de regencia, sin interrupciones, en
los altos cargos. Hoy día, después de un sexenio, se otorga a Directores e Ins-
pectores un descanso reparador y propicio a la reflexión.
Escribí, largo y tendido, en mi libro Los Salestanos en Santander, sobre la
actuación del P. Tabarini en la capital de la Montaña.
El comenzó la construcción del Colegio de María Auxiliadora del Alta. Don
Jesús Carballo, su sucesor, continuó y terminó la obra. Pero entretanto la Casa
de Viñas decaía. ¡La generosidad del P. Tabarini! ¿Tendencia a la prodigalidad?
«Año 1904. Cesa en su cargo don Ángel Tabarini y le sucede don Jesús
Carballo, quien procura detener la decadencia dando una nueva orientación a
la casa. Empieza a desaparecer el carácter gratuito de la enseñanza y se esta-
blecen ciertas cuotas mensuales para los externos».
Y don Ángel es destinado -también de Director- a la Casa de Baracaldo.
Era el 20 de diciembre de 1904. Don Ramón Zabalo se fue a Madrid para regir
el Colegio de Ronda de Atocha temporalmente, y ¡cosa más seria! la Inspec-
toría Céltica en calidad de Provincial.
2. ¿ESCUELAS PROFESIONALES?
Don Ángel tiene buen olfato y una no menor osadía. Había comprobado
en Sarria que los Talleres de Artes y Oficios ofrecían a la sociedad hombres de
valía. Cuando los Superiores le destinaron a Santander, los montó allí en pe-
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queño. Director ahora de la Comunidad de Baracaldo, pueblo fabril de la in-
dustrial Vizcaya, y a pocos kilómetros de Bilbao, ¿cómo no lanzarse a una obra
de mayor envergadura?
Sí. El P. Tabarini piensa que mucho tiene que cambiar la casa que recibió
de manos del P. Zabalo. Pues, ¡a ello!
«Año 1905. Se comienza el curso admitiendo externos; y también internos
en número de 85.
Año 1906. Este año se abren los talleres de carpintería y sastrería.
Año 1907. Se abre el taller de escultura».
Así cantan las crónicas:
Nos hallamos ante unas incipientes Escuelas Profesionales.
Es de máximo interés, en orden a la valoración de las opiniones de don Ra-
món Zabalo y de don Ángel Tabarini, que lancemos de inmediato estas pre-
guntas :
-¿Qué éxito tuvieron dichos talleres en la Casa salesiana de Baracaldo?
-¿Actuó acertadamente don Ramón suprimiéndolos en el período de su se-
gundo Directorado?
La respuesta surgirá de la lectura global del presente y de los siguientes ca-
pítulos.
Lo que de inmediato podemos afirmar es que del taller de escultura salieron
alumnos muy aventajados; alguno muy notable, incluso en el ámbito nacional.
Detallemos:
Francisco Asorey acababa de terminar brillantemente sus estudios de oficial
escultor en las Escuelas Profesionales Salesianas de Sarria. Iniciaba en Baracaldo
su arte cara al público. Con muy escaso alumnado. Por eso, el profesor se de-
dicó, libre de otras ocupaciones didácticas, a ejecutar algunas obras con destino
a la iglesia del Colegio. Entre ellas, se hizo merecidamente célebre el Cristo del
Perdón, policromado más tarde en Sarria.
«Las primorosas manos de aquel artista, que llegó a ser un gran escultor -escribe un
antiguo alumno- preparaban en barro la bella escultura de nuestro Cristo. La buena
amistad con él nos permitía de vez en cuando, sin abusar, permanecer algunos minutos
viéndole trabajar. La ejecución del molde en yeso; más tarde, la fundición en escayola,
que había de servir de modelo para rematar la obra maestra de su tallado en madera.
Nuestros infantiles ojos miraban absortos la magnificencia de la imagen.
Ahora, mayores, admiramos con mayor visión la belleza que estaba imprimiendo a
su trabajo la inspiración de Asorey.
Las imágenes de San Juan y la Dolorosa, que iban a formar el grupo escultórico de
la Piedad fueron destinadas a otros lugares por órdenes superiores. Lo relatamos con
honda pena.
¿Cómo no recordar a los entonces aventajados discípulos del maestro, Julio Beobide
y Juan Guraya, escultores consumados, y al aprendiz -gran amigo nuestro- Fidel Delica.
¿Aquellas obras maestras: busto de don Rúa, y las catorce estaciones de la Pasión y
Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, que comenzó Asorey y que, sin terminar, hubo de
suspender acaso por falta de recursos del colegio?»
Julio Beobide, más tarde, confesó su admiración por Asorey al contemplar
la mano derecha del Cristo del Perdón.
Julio Beobide, primo de don Juan Manuel Beobide -venerable salesiano de
86 años, mientras escribo estas líneas, gran músico, muy conocido en la España
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salesiana-, una vez aprendido el oficio, montó su taller en su chalet de Kresala,
en Zumaya (Guipúzcoa), junto al faro, cruelmente azotado en la noches de ga-
lerna y mimado por atardeceres plácidos en días de calma.
«Soy -dice- antiguo Alumno de Baracaldo. ¡Ya ha llovido desde entonces! Lo dirigía
don Tabarini. Con él, recuerdo a don Agustín Pallares, a don Filemón López y aquel
santo coadjutor José Manu.
Cursando como interno mis primeros estudios, se reveló mi .vocación, Y, por cierto,
de modo muy curioso. Hubo necesidad de renovar algunas imágenes de la capilla y, para
hacerlo, llegó de Sarria Asorey, el gran escultor gallego. Yo le vi trabajar y cómo en sus
manos el barro inerte se transformaba en seres con forma, con vida y expresión. Un
mundo desconocido se abrió ante mis ojos. Quise también yo modelar el barro inerte,
darle el soplo de vida; quise ser escultor.
Como becario de la Escuela de Bellas Artes de Madrid, con profesor tan eminente
como Miguel Blay, me dediqué empeñadamente al trabajo. Mis aficiones me empujaban,
sobre todo a la imaginería y al retrato».
La firma de Julio Beobide Goiburu ha traspasado las fronteras nacionales
por su Cristo expirante, que provisionalmente quedó instalado en el Palacio de
El Pardo, y más tarde pasó al altar mayor de la basílica del Valle de los Caídos.
3. RECUERDOS DE LOS VETERANOS
Los dejaron escritos. Ellos están ya en la Casa del Padre.
Don Evaristo González López fue, en los años que estamos historiando,
alumno del colegio,comerciante de gran prestigio después en San Sebastián. A
sus 88 años vino a verme a Logroño ¡Prodigiosa memoria la suya!
«Recuerdo a aquellos salesianos por su trato paternal, familiar. Compartían con no-
sotros los juegos, los estudios, las alegrías, las plegarias. Tengo gratísimo recuerdo de
aquellos años. Recuerdo innumerables obras de teatro...
A don Ángel Tabarini, como Director del Colegio le considero recto, pero dema-
siado exigente y poco comprensivo.
Don Agustín Pallares: buen profesor, muy simpático y amable con todos los cole-
giales y con los antiguos alumnos.
D. Joaquín Urgellés: buen profesor, músico y buen organista, pero demasiado exi-
gente y serio.
Don Ramón Barrios, profesor de la clase 4.a; que era la de Julio Beobide y la mía;
muy buen educador, simpático, atento y, sobre todo, nos trataba como amigos.
Don Vicente Genestar: profesor de los más pequeños; andaluz; muy enérgico, pero
a la vez muy simpático. En el patio era un niño más. Muy chistoso.
Don Matías Buil, buen predicador. Era bajo, delgado y calvo. Muy simpático con
todos.
Resulta interesante la descripción de sus educadores hecha por un anti-
guo alumno de época remota. El muchacho estudia a sus profesores. Y el co-
mentario va expuesto con gran acierto. El lector podrá comprobarlo páginas
más adelante.
Los salesianos eran pobres, comían menos de lo necesrio y trabajaban de
la mañana a la noche. Lo hemos dicho ya. Aparte del externado y del Oratorio
Festivo, funcionaba un internado. Su tarea significaba por tanto, una entrega sin
descanso a los muchachos.
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Los ayunos eclesiásticos que salpicaban el año litúrgico y, sobre todo, el
prolongado y riguroso de la Santa Cuaresma -¡hoy día ni se conciben!- com-
prometían la salud de los Hermanos a causa de su enorme trabajo.
Don Tabarini solicitó del P. Provincial, don Ramón Zabalo, una razonable
dispensa. La respuesta, fechada el 9-2-1910:
«Obrará Vd. bajo su responsabilidad, dispensando según los casos, o dejando de dis-
pensar a sus subditos de lo que están obligados a cumplir como cristianos. Proceda con
prudencia, ponderando bien las circunstancias, sin ser demasiado severo, ni excesivamen-
te laxo. Y caso de que a alguno se le dispense del ayuno, conmute éste por algún acto
de piedad, etc. Siendo como somos religiosos, no hemos de ser más laxos que cualquier
simple cristiano».
La redacción no es muy jurídica. Hermosa la frase: «sin ser demasiado se-
vero, ni excesivamente laxo». Conocía bien don Ramón la mano larga de don
Ángel; pero, a la vez, se echa de ver la comprensión de don Ramón, unida a
su educación en un auténtico compromiso cristiano y religioso. ¡Claro que con-
forme a la época!
Los niños gozaban en el colegio. El patio es el pulmón de un centro edu-
cativo. En la teología de la diversión entran los fines, la medida, necesidad y
modos, a la par que se dispara hacia objetivos superiores de orden intelectual,
moral y espiritual. El muchacho ama siempre y recuerda el patio de su niñez.
El del colegio estaba dividido en dos partes -me relata con cierta nostalgia
y excesivos detalles un antiguo alumno-. El patio primero -llamémoslo así— es-
taba separado del segundo, por hallarse éste elevado a 1,30 m. con una baran-
dilla de hierro, que servía de protección para evitar la caída al inferior. Tenía
una superficie aproximada a un campo de fútbol, y en su parte izquierda había
una tejavana de roble. Como estaba orientado al Sur, preservaba de los vientos
y de la lluvia, constituyendo un buen refugio en invierno.
Bajo la tejavana había varias clases de juegos: columpios, cucañas, etc. y no
faltaba espacio para el salto del burro, de la trompa, huesos y canicas. Al fondo,
un frontón de unos nueve metros de altura; y, a su izquierda, una escalera que
daba acceso a un hermoso jardín y otro frontón coronado por una estatua de
María Auxiliadora, que dominaba los tres patios.
«Los alumnos recibían buena enseñanza y además gratuita. Ello hacía que
acudieran para recibirla muchachos de Erandio, Burceña, Sestao y Luchana».
Cuando resultó insuficiente la primera tejavana, en la parte opuesta se cons-
truyó otra de igual longitud, pero mucho más ancha y bien pavimentada.
Los patios del colegio salesiano baracaldés han sido siempre escenario de
sano deporte. Allí se han forjado buenos deportistas, célebres en la nación y
fuera de ella.
«Hasta montañeros, excursionistas, espeleólogos. Eso éramos, sin jactancia
alguna, los colegiales de los años 1901 - 1909». Paseos y excursiones a las afue-
ras de la localidad «con aquellos salesianos a quienes tanto debemos: don Agus-
tín Pallares, don Vicente Genestar». ¿Metas? Serantes, Peñas Blancas, Argalario,
Plencia, Algorta. «Aquel don Tabarini de tan grato recuerdo» ¿Para todos? No
para Evaristo González -lo dijimos-, y tampoco para algunos salesianos de su
equipo.
«Intervenía don Ángel en todas las cuestiones que rozasen con los mucha-
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«Las primorosas manos de aquel artista, Francisco Asorey, preparaban... la bella escultura de nuestro Cristo».
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chos, desde reprenderles cualquier falta y aún arrimarles un par de palos pa-
ternales cuando se desmandaban demasiado, hasta alternar con chanzas, conser-
vando, empero, su dignidad de gran señor entre los alumnos». Completaremos
más adelante este juicio.
4. CONCEBÍA EN GRANDE,
PEDIA EN GRANDE Y GASTABA EN GRANDE
Son palabras del P. Lasaga, quien en unas páginas trata de suavizar su con-
ducta y en otras las agudiza. Por supuesto que no lo aprobaron sus dos pro-
vinciales consecutivos: El P. Zabalo y el P. José María Manfredini.
Habla don Miguel Lasaga:
«Les proporcionaba (a los muchachos) una serie de paseos veraniegos casi
todas las tardes en la temporada de las vacaciones en las playas de Las Arenas,
Algorta y Portugalete. Allí repartía a los chicos unos vales para que comprasen
su merienda en los puestos ambulantes de dulces y frutas, vales que rescataba
después con dinero equivalente al gasto. Todo esto proporcionaban a don Án-
gel sus bienhechores de Bilbao, pues no había medio de sacarlo de otra parte.
Del escaso cuero que daban las pensiones era imposible sacar tantas y tan an-
chas correas.
A nadie sorprendería esto, que a primera vista pudiera parecer un derroche
de dinero. Don Ángel calculaba bien, y dando a la residencia ordinaria de los
chicos carácter de colonia veraniega, indudablemente le resultaba mucho más
económico esto, que a primera vista parece un despilfarro, que lo que pudiera
costar a una institución de beneficencia hoy día el sostenimiento de un grupo
de muchachos una colonia de verano. ¡Qué tal sería ella, que los alumnos no
querían salir a sus casas a pasar las vacaciones!»
Cuando don Ramón comenzó su segundo período de director del Colegio
de Baracaldo, los Cooperadores se hallaban muy escamados, porque el P. Ta-
barini era un hombre que no se paraba en barras a la hora de pedir, y menos
a la hora de aceptar un ofrecimiento, aunque se lo hicieran por cumplido.
«Viajaba en cierta ocasión en un coche de primera porque sabía que allí podría tender
la red con eficacia, cuando de repente tropezó con un caballero joven, recién casado que
le saludó.
Don Ángel le conocía porque en otras ocasiones la familia del joven le había pro-
porcionado en limosnas regular cantidad de dinero. Para que no se sorprendiese de verle
a él, religioso, viajando en primera y pidiendo limosna, le adelantó la razón que hemos
anotado arriba.
Fijóse, de pronto, don Ángel en la mano del joven y vio que en el anular traía un
rico anillo que podía valer hasta quinientos duros. No se pudo contener y dijo al joven.
-¡Hermoso anillo! ¡valdrá lo menos quinientos duros!
-Efectivamente; no se aleja usted mucho de lo que ha costado. Es un regalo.
-Déjemelo ver.
¡No faltaba más! Con mucho gusto —dijo el joven mientras se lo sacaba del dedo,
y añadía:
-Está a su disposición.
-Muchas gracias -contestó don Ángel y, sin decir más, cogió el anillo y se lo echó
al bolso, diciendo para sus adentros: «Con este anillo, después de empeñado, voy a hacer
muchas cosas en mi casa».
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No se vaya a creer que don Ángel hiciese actos parecidos a éste guiado por un ins-
tinto de sórdida avaricia. Al revés: como era tan generoso y espléndido, creía que esta
clase de ofrecimientos, que no pasan de fórmulas corteses, respondiesen a una voz se-
mejante a la que hablaba en su interior a la hora de dar, o sin creerlo, pretendía tal vez
enseñar que no se deben hacer ofrecimientos insinceros, pues se expone el que los hace
a pagar cara su falta de sinceridad, como en el caso presente. Pensaría también que, pues
los ricos son tan duros en desprenderse de sus riquezas, había que ablandarles y pro-
porcionales, aunque fuera a regañadientes, la manera de cumplir con el precepto de la
limosna».
Al redactar estas líneas, no acierto a adivinar cuál de las dos ingenuidades
es de más bulto: si la del P. Lasaga, exponiendo razones tales del hecho del sa-
bleo del P. Tabarini, o de éste, si esas razones le eran aplicables. De todos mo-
dos, la ingenuidad del último opino que raya en una lamentable indiscreción.
¿No sería ésta la causa de la decadencia económica del Colegio de Viñas en los
últimos años de su directorado en Santander? No bastan la buena fe ni las bue-
nas intenciones. No dudo que el P. Tabarini en muchas ocasiones pedía con
arte, garbo y con buena intención. Pero ¿también en justa medida o tal vez con
cierta dosis de imprudencia? Dejemos por ahora en el aire la respuesta.
5. LAS FUNCIONES DE LA IGLESIA IMPRESIONABAN MUCHO
La verdad es que las fiestas constituyen un lubricante insustituible en la rue-
da monótona del curso escolar. En la Casa salesiana de Baracaldo, se prepara-
ban y se celebraban en grande. Por ello dejaban en el alma de los alumnos hue-
lla imborrable... Aquella novena de Navidad tan esperada, con el canto de an-
tífonas y salmos en latín -delicada combinación de Laudes y Vísperas- traía a
chicos y grandes auras anticipadas navideñas y el pregusto de las vacaciones tras
los primeros meses de fatigas escolares. Quienes no han vivido aquellas novenas
no pueden captar su poesía y el atractivo singular que ejercían en los fieles.
Y el 24 de diciembre, la Misa del Gallo, a medianoche. Con villancicos
acompañados de hierrillos o triángulos, panderetas, castañuelas y zambombas.
Las celebraciones sabían a gloría. El altar se convertía en ascua con su mul-
titud de velas y luces eléctricas. Un nutrido coro de voces bien educadas -pa-
rece que las voces vascas sobresalen entre otras de muchas regiones- interpre-
taban partituras de los mejores músicos clásicos.
Algún año hubo de suprimirse la Misa del Gallo para evitar desórdenes. El
año 1904 «hubo quienes prepararon un cartucho para tirárselo al predicador,
cuando subiese al pulpito».
Hemos descrito ya el entorno político social que caracterizó y marcó el final
del pasado siglo y la primera década del presente en la fabril Vizcaya.
Entre otras, destacaban las fiestas de María Auxiliadora y de la Inmaculada.
Nunca faltaban en ellas un buen número de Primeras Comuniones. Las pre-
dicaciones, por lo general, corrían a cargo del elocuente don Matías Buil.
Por la noche, volvía a llenarse el Colegio de gente, desde las 8,30 has-
ta las 10.
Los castillos de fuegos artificiales no eran del agrado del P. Inspector, don
Ramón Zabalo. Los creía un derroche y, por tanto, no del todo conformes con
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la práctica de la pobreza. Su coste ascendía a 200 pesetas. Como para amilanar
al P. Tabarini...
Estas diversas celebraciones litúrgicas y recreativas iban, en cierto modo,
unidas a las actividades de las llamadas Compañías religiosas. «Su nacimiento -
escribe G. Marocco— está indisoluble y vitalmente ligado a la obra de San Juan
Bosco. Tienen sus puntos de semejanza con movimientos afines -como las
Congregaciones de los Jesuítas-; pero han de situarse en un marco que respon-
de a necesidades espirituales bien definidas».
Por supuesto que las Compañías son el medio de formación de la élite, vi-
veros de apóstoles, que contribuyen a la transformación del ambiente. No están
abiertas a todos los muchachos indistintamente. Tan sólo a aquéllos que quieran
comprometerse al cumplimiento de los deberes del propio estado y del buen
ejemplo.
Las Compañías, en tiempos de don Bosco, eran cuatro: la de San Luis, San
José, Santísimo y la Inmaculada. A esta última iban vinculados los compromisos
de mayor exigencia de perfección propia y de apostolado.
En el Colegio de Baracaldo funcionaron las dos primeras. Se fundaron y or-
ganizaron el año 1907: la de San Luis, para los estudiantes; la de S. José, para
los artesanos.
Para pertenecer a ellas «había que ser aplicado, de inmejorable conducta y
en los exámenes obtener buenas notas». Ello implicaba, a veces, fuertes sacri-
ficios, como los de asistir diariamente a la Eucaristía de las 6,15 de la mañana,
a los ensayos de las veladitas que habían de prepararse para las fiestas, etc. Los
muchachos de las Compañías eran los encargados de repartir los premios a los
triunfadores en los festejos que se organizaban en el colegio. Y conste que ejer-
cían esta su obligación con entera conformidad a la justicia conmutativa, dis-
tributiva y social: «cuatro pasas, dos higos y seis castañas, y ¡ni una sola más!,
aun cuando el receptor fuera un amigo de verdad. No eran éstos malos premios
en la primera década del siglo.
La fiesta de S. Luis se celebraba en grande.
Año 1905, julio, 23: A las siete y media Misa de comunión, durante la cual
se cantaron motetes muy hermosos. A las diez, Misa Solemne, y refresco para
los congregantes. Todo, costeado por los Luises. Llevaron a las tablas Los dos
huérfanos, y la zarzuela Arte musical. Todo resultó muy brillante. La fiesta tuvo
su triduo de preparación. De antemano, los organizadores habían repartido cir-
culares entre los bienhechores principales de Baracaldo. La recaudación alcanzó
la cifra de 40 ptas, que se invirtió en los fuegos artificiales, refrescos, etc.
Otras intervenciones de los socios de las Compañías: la preparación de la
fiesta de la Ordenación Sacerdotal de don Agustín Pallares y de don Vicente
Genestar, el año 1907; la de la Virgen del Rosario, en Octubre, y de otras que
caían dentro del curso escolar.
6. OTRA VEZ DON MIGUEL RÚA EN BARACALDO
El 2 de mayo de 1905, llegaban a Baracaldo don Felipe Rinaldi y don Luis
Roca, Vicario General y Ecónomo de la Congregación respectivamente, en ca-
lidad de Visitadores extraordinarios de las Casas salesianas de la Península ibé-
rica.
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D. Ángel Tabarini es nombrado
director en 1904.
Exterior de la iglesia y pabellón del bachillerato.
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Y al año siguiente, el 24 de febrero, don Miguel Rúa el sucesor de don Bos-
co.
Los muchachos le esperaban en el salón de actos. Acogida gozosa con vivas
y aplausos al Rector Mayor, a don Bosco, a María Auxiliadora, e incluso a don
Bertello y a don Ramón Zabalo, acompañantes de don Rúa.
Toma éste asiento en la tribuna. «Entonan los asistentes el hermoso canto
titulado Don Rúa, a varias voces, con sopranos, tenores y bajos».
A continuación, don Matías Buil pronuncia un discurso de bienvenida. Ha-
bla después el Director y suplica a don Rúa una más prolongada estancia suya
en Baracaldo.
El Rector Mayor manifiesta, en su discurso, la satisfacción que experimenta
por el desarrollo de la Obra Salesiana en Baracaldo a partir de su anterior visita,
siete años atrás. Felicita por ello al P. Inspector y a don Tabarini; agradece a
don Matías su precioso saludo y pide disculpas al Director por no poder com-
placerle, quedándose más tiempo con ellos. Si ausente en cuerpo, siempre estará
presente en espíritu con tan buenos hermanos e hijos.
Al día siguiente, conmemora el Colegio la fiesta de San Francisco de Sales.
El Rector Mayor celebra la Eucaristía a las 7,30 de la mañana. Treinta y tres
niños reciben en ella por vez primera a Jesús. Inmediatamente antes de la co-
munión, pronuncia don Rúa la plática que, hasta hace no muchos años, se lla-
maba feruorín. Se obsequia, luego, a los niños de Primera Comunión con un
generoso desayuno.
A las 10, celebra don Bertello la Misa Solemne, rodeado del pequeño clero,
muchachos vestidos graciosamente con lindas sotanas. El coro del Colegio in-
terpretó la Misa Tercera de Haller. Cuarenta cantores. Las partes variables, en
canto gregoriano. Por la tarde, don Rúa imparte a los colegiales la bendición
con el Santísimo.
A las 5, función teatral. Se representan la comedia Juego de prendas y la zar-
zuela Los dos ciegos. Himnos, un monólogo titulado Tratado de Urbanidad, un
dialoguito de ocasión y, como múmero final del programa, la zarzuela El hijo
del gaucho. Fue aquél un día de intensa vivencia salesiana.
El día de la despedida, el ilustre visitante celebró la Eucaristía en sufragio
de los difuntos de la Familia Salesiana. Dejó, como recuerdo, a Hermanos y
muchachos, una medalla. El se ausentaba, pero María Auxiliadora debía perma-
necer siempre entre ellos.
El cronista cita varias veces al acompañante del Superior General, don José
Bertello. Sin indicación alguna sobre su personalidad. Agradará al lector saber
algo de él. Don Bosco le había definido «una masa de oro, cubierta con un
poco de ceniza». Había vivido en su niñez una imborrable tragedia. Cierto día
se encontró delante del cadáver ensangrentado de su padre, víctima de un feroz
sicario. El trauma que el suceso le causó arrojó sobre su vida una sombra de
tristeza, que de continuo afloraba en su rostro.
Hombre de potente mentalidad filosófica, buen teólogo, miembro de la
Academia Arcadia y de la Romana de Santo Tomás; Director primero de Casas
salesianas, Inspector después, hasta que en el VIII Capítulo General fue elegido
Consejero Profesional para toda la Congregación. ¡Una verdadera personalidad!
A los cuatro años de esta su visita a Baracaldo, entregaba su alma al Señor
en Turín.
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7. OTRAS NOTICIAS INTERESANTES
Disgustos
A veces los muchachos se ponen nerviosos, pesados y hasta cabezones.
El 28 de mayo de 1910 era lunes de Pascua. El Director determinó que se
siguiese el horario ordinario. ¡Huelga general! Ningún alumno acudió al Co-
legio. ¿Fue acertado el mandato?
El 24 de mayo del mismo año, se encontró cadáver en la enfermería al
alumno Wenceslao Mateache. Llevaba dos días «algo indispuesto». Muerte del
todo inesperada, repentina.
Se presenta su madre, al día siguiente, en el colegio. En el pueblo se arma
el consiguiente revuelo. Corre de boca en boca la calumnia de que los mucha-
chos iban contagiándose de tifus y que los Superiores ocultaban el hecho. Los
tiempos eran propicios para semejantes propagandas contra los colegios de los
religiosos.
Cultivo de la música
Llama poderosamente la atención. Se cantaba mucho y bien. Música de ca-
lidad. Confieso que quedo pasmado contemplando el programa musical, por
ejemplo, de la Semana Santa. Partituras, a varias voces, de Bach, Ravanello, Pa-
lestrina, Pagella, Haller, Polleri...
El 10 de noviembre de 1907 se inaugura un órgano con solemne función
litúrgica. Después, un concierto a cargo, ¡nada menos! que de los maestros Gu-
ridi y Azurmendi.
Adoración nocturna
Bajo la advocación de María Auxiliadora, se constituyeron dos turnos. Su
fundador, don Matías Buil.
Los Carnavales
Con la adoración continua del Señor Sacramentado en desagravio de las in-
moralidades que, en pueblos y ciudades, abundaban durante el domingo, lunes
y martes antes del Miércoles de Ceniza.
No eran días de clase; por eso, el patio bullía con juegos extraordinarios:
rompimiento de ollas repletas de golosinas con los ojos vendados, carreras de
sacos o con velas encendidas, abundantes funciones de teatro y un largo etc.
Hice una descripción de estas diversiones -muy típicas- en Los Salesianos
en Santander.
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El espectáculo más grande del mundo en el Colegio
Escribía Jesús Heres Oceja en Atalaya: «Así fue y conste que no exagero
lo más mínimo. El más grande espectáculo y -completamente gratis- estuvo una
temporada -quizá un mes- en el teatro del colegio salesiano de Baracaldo. Ello
fue exactamente el año 1909, cuando aquel inolvidable y querido director, don
Ángel Tabarini, trajo de visita, inesperada —en buen día para los anales del Co-
legio y para el pueblo todo de Baracaldo- al Transformista Fregoli, su paisano,
ganado por el paisanaje y, sin duda alguna, más por aquel don especial de don
Ángel, tan lleno de simpatía».
Fregoli fue la máxima figura artística, que ejerció una enorme atracción en
el mundo entero. Iba por todo el mundo, acompañado de veinte ayudantes. El
solo componía toda una Compañía de teatro: dramática, cómica, lírica; o toda
una Compañía de circo ambulante. Era, a la vez, un gran cantante, bailarín,
acróbata, prestidigitador, ventrílocuo.
D. Tabarini abrió las puertas del colegio, de par en par, a todo el pueblo.
A todos, sin distinción de clases e ideas; tanto a los socialistas más fanáticos,
como al Grupo artístico del Casino Republicano, que a la sazón pretendían ha-
cer competencia a los internos de la Casa salesiana sin conseguirlo.
Pienso: ¿Fue también don Tabarini transformista, en cierto sentido, durante
su directorado en Baracaldo? Cierto que no. Sí un hombre con ideas muy pro-
pias, estrechas en ocasiones y demasiado amplias en otras; independiente, lan-
zado siempre; de buena voluntad al dictado de su mente, corazón y hasta de
sus caprichos. No dudo que amó a la Congregación, a los chicos y... a sí mis-
mo. En general, de corazón dilatado; en circunstancias, tacaño. Se entregó a los
muchachos. Estos en general, le estimaron. En materia de piedad, apostolado
y labor educativa, el colegio se mantuvo a cierta altura. Contó con un personal
muy aceptable. Varios de sus colaboradores llegaron más tarde a ser Directores
del mismo o de otros Colegios; otros, verdaderos santos.
Con las consiguientes limitaciones humanas —quien no es un iluso las com-
prende—, puede afirmarse que, durante el sexenio del mandato de don Tabarini,
en la Casa de Baracaldo se realizó un gran bien.
Don Ángel lleva ya dieciocho años seguidos mandando: doce en Santander;
seis en Baracaldo, ¿Basta ya?
Los Superiores tienen la palabra. Ellos decidirán lo que más interese, dentro
de la Congregación, a la gloria de Dios.
8. SALESIANOS DE GRAN VIRTUD
Don Matías Buil
¿Cómo hablar de todos ellos? Destacaremos con breves pinceladas -¡breves,
qué pena!- a tres de ellos: don Matías Buil, don Vicente Genestar y don An-
tonio Cometti.
Cuatro años de estancia en Baracaldo. Con don Ángel Tabarini. Labor de
oscuro confesonario y cátedra de brillante elocuencia. Había entrado en la Con-
gregación siendo ya párroco. Le movieron a dar este paso la fama de don Bosco
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D. Luis Puyadena, Provincial, con un grupo de dantzari
y txistularis. La música, la danza regional están presente
en la actividad salesiana.
Año 1973.
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y el deseo de huir de los honores mundanos, que no le habrían faltado en el
siglo. Persona delicadísima, muy responsable, alegre, lleno de celo por la gloria
de Dios.
En 1910, marchó al Ecuador, como misionero, con el honroso cargo eclesial
de Provicario. Fundador del semanario Granito de arena; ejerció de director, de
párroco durante muchos años. Ninguno de sus feligreses murió sin los últimos
sacramentos.
Falleció en Gualesco. Escribía su director en la carta necrológica: «No me
siento con fuerzas para tejer la vida de este salesiano gigante». Hubo periódico
que anunció su muerte con las palabras evangélicas: «Pasó por la tierra haciendo
el bien». Murió en la brecha como don Bosco.
D. Vicente Genestar
Alumno de la Casa de Sarria. Cuatro años de profesor en Baracaldo. Tam-
bién en el período que estamos historiando. Marchó también a misiones. A Ve-
nezuela.
«Quien por muchos años tuvo la suerte de gozar de su intimidad y de sus
sabios consejos puede afirmar con toda verdad que sus dotes de mente y de co-
razón, su humildad y su afán de pasar inadvertido, su espíritu de sacrificio y
jovialidad salesiana los mantuvo inalterables en sus mayores contrariedades, que
por cierto fueron muchas. Desea ser desconocido y tenido en nada constituyó
el lema del padre Genestar, o Bienestar, como cariñosamente le llamaba don Ri-
naldi. Cuando advertía que alguno andaba triste o desanimado, recurría inme-
diatamente a su bien nutrido repertorio de cuentos y chistes. Si alguien le bus-
caba, le encontraba en el altar o en el confesonario».
Cuando fue preciso hospitalizarlo, bromeaba: «El hospital me pilla más cer-
ca del cementerio que el Colegio». Algún baracaldés afirmó de él que era un
super-hombre.
Don Antonio Cometti
Cuatro años en Baracaldo. Uno con don Ramón Zabalo y tres con don Ta-
barini. Antes había sido Padre Maestro de Novicios, cuando don Rinaldi era
Director de la Casa de Sarria y más tarde Inspector. Don Antonio fue también
Director de la Casa de Rialp (Lérida). Pero su lugar más frecuentado fue el con-
fesonario. En varios colegios de España. Había recibido la sotana de manos de
don Bosco; ante él había emitido la profesión perpetua. ¡Curioso el hecho! En
el colegio de San Juan Evangelista de Turín le habían confiado una clase de se-
senta alumnos. Aquellos chavales pusieron a prueba su paciencia. Un día no
pudo ya más y, enojado, se salió del aula. Se encuentra con don Rinaldi. An-
tonio se desahoga con él.
-Mira, cógete el sombrero y vamos a dar un paseíto.
¿Adonde? A Porta Nuova; luego, en tren hasta Chieri; después al Duomo
y otros monumentos.
Cuando a su vuelta, entró en clase, los alumnos estaban silenciosos y mor-
tificados.
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Celebró sus Bodas de Oro Sacerdotales. La Eucaristía en el altar de San
Juan Bosco, 15 de junio de 1939. Hacía cinco años que aquel don Bosco que
le recibió en la Congregación había sido canonizado.
Don Cometti sufrió mucho físicamente; pero, como buen salesiano, terminó
su vida trabajando.
Me impresionan las palabras escritas por don Ramón Zabalo en la Crónica
de la Casa de Baracaldo.
«Curso 1897-98. Nov. 25. Llega el Presbítero don Antonio Cometti para
ayuda del Director y se le confía el catecismo de las niñas los domingos».
¡Qué tesoro debió encontrar don Ramón en este salesiano, que había co-
nocido a don Bosco y se había formado en la escuela de don Rinaldi, cuya
Causa de Beatificación Canonización está en curso y ¡con grandes esperanzas!
Baracaldo no puede olvidar a estos tres grandes salesianos.
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A DON TABARINI RESULTA DIFÍCIL
RENUNCIAR Y A DON ZABALO, ACEPTAR
1. «PIDO SER REELEGIDO DIRECTOR DE LA CASA DE BARACALDO»
La petición de don Tabarini a los Superiores va avalada por razones que él
piensa que son, más que válidas, vitales.
«Yo no he podido comprender jamás que en la Inspectoría Céltica exista
una cierta hostilidad contra las Escuelas Profesionales. Se dice en público y se
repite que éstas cesarán el día en que yo deje de ser director. La explicación
del fenómeno es la siguiente: No tenemos maestros nuestros y nadie se siente
con fuerzas para afrontar las dificultades que este hecho supone. Tan sólo quien
sienta una especial vocación en orden a la formación de jóvenes obreros, puede
atreverse a implantarlas en tales condiciones; y sólo quien las implantó encuen-
tra, en el amor con que estima su empresa, fuerza y solución para sostenerlas
a costa de cualquier sacrificio. Estoy convencido de que, en las actuales circuns-
tancias, aun el director de mejor voluntad y amor a los artesanos se encontrará
ante gravísimas dificultades en orden a sostener las Escuelas Profesionales. Por-
que, aparte de tener que pagar a los jefes de taller: zapatero, sastre, carpintero-
ebanista y escultor —cosa que supone un gasto mensual considerable— es nece-
sario salir de casa para tener trabajo y colocar el trabajo hecho. Y ¡qué vista
y actividad son necesarias para salir adelante!
Ahora comenzamos a tener algún aliento; pero para asegurar una vida pro-
pia a las Escuelas Profesionales, ¡cuánto se ha de hacer todavía!
Cuando nuestros trabajos en Baracaldo sean conocidos por las diversas Co-
munidades religiosas, por los párrocos, por los Cooperadores; cuando tenga-
mos jefes de taller nuestros, entonces podrá pensarse en un cambio de director.
El honor de la Congregación pide que estas Escuelas no perezcan. Yo recibí
el colegio cuando aún se hallaba en su infancia. Había dos muchachos para su
limpieza. Ahora hay noventa internos.
La Casa tiene necesidad de limosnas. Para obtener estas ayudas es menester
habilidad y conocimientos personales. Asediados como están los católicos con
mil pedidos de ayudas, tan sólo las obtiene -y no en gran cantidad- quien sabe
introducirse en las familias y conquistarse su benevolencia.
Para establecer las Escuelas Profesionales se hubieron de fabricar los locales.
He aquí la causa más fuerte del origen de las deudas.
El año 1909 - 10 se ha cerrado con 60.000 pesetas de deuda. Me propuse
disminuirla y espero conseguir mi intento. El 25 de enero lo debido era 50.000
pesetas. Para un nuevo director será tarea dificilísima el liquidar esta deuda.
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Otro problema. Tenemos cuarenta alumnos gratuitos. ¿Cómo sostenerlos?
Tendrían que ser despedidos. Con ello se resentiría el buen nombre de la Con-
gregación (...) La Casa de Baracaldo es una de las más difíciles de la Inspec-
toría».
Alega otras razones que confluyen en las anteriores:
«Por carecer de prefecto o administrador, el director lo es todo y a todo
debe atender: compras, colocación del trabajo efectuado en los talleres, propa-
ganda, colocación de los alumnos que ya terminaron el aprendizaje del oficio.
Los jefes de taller son externos por falta del personal salesiano necesario.
El Inspector piensa que estos talleres no interesan a la Congregación; los
considera como asunto mío personal (...)
Permítame decir algo sobre don Zabalo. Diré enseguida que es una persona
santa; pero tengo la convicción de que no sirve para dirigir una Casa compleja
como ésta de Baracaldo. (...) Es viejo y, sobre todo, le falta formación salesiana.
Sería peligroso hacer peligrar una Casa que promete tanto bien. Los Coo-
peradores de Bilbao piensan así. Y muchos no están decididos a ayudarnos has-
ta que vean establecidas las Escuelas Profesionales. (...) Ruego, por tanto, a los
Superiores me dejen en Baracaldo».
Dios no nos ha creado a los hombres en serie. Dentro de la mutua con-
vivencia -de ser ella sincera- no todas las opiniones serán concordes ni idénticas
las actuaciones. Este hecho constituye, con la observancia de la caridad y la vir-
tud de la obediencia, una fuente insospechada de riqueza.
He meditado con agrado las líneas de Morand Wirth que se refieren direc-
tamente a don Felipe Rinaldi:
«Por veinte años consecutivos fue, sucesivamente como Prefecto, el brazo
derecho de dos rectores mayores. Don Rúa, que había desempeñado este cargo
en vida del Fundador, le ayudó a comenzar bien. Con don Albera, no obstante
la buena voluntad por ambas partes, las relaciones se hicieron menos fáciles,
porque el prefecto, hombre práctico y activo, tenía que habérselas con un Su-
perior más especulativo y más indeciso. De todos modos, él se trazó como nor-
ma obrar exactamente según los puntos de vista del rector mayor».
Lejos de nosotros la intención de aplicar este párrafo, en su pleno sentido,
a nuestros personajes. Don Albera y don Rinaldi eran hombres dotados de cua-
lidades singulares y, sobre todo, de una santidad a toda prueba. Si las relaciones
entre ellos se hicieron menos fáciles, mucho más difíciles fueron las existentes
entre don Ramón y don Ángel.
Creo necesario, a fin de salvar la objetividad histórica, señalar el no buen
entendimiento existente entre ambos respecto a la orientación más acertada que
pudiese caber a la Casa salesiana de Baracaldo. Algunos datos personales sobre
cada uno de ellos; sus cualidades, vivencias y actuaciones; los testimonios de
Superiores Mayores; significativas anotaciones de Miguel Lasaga, que trató mu-
cho a don Ramón; cuanto en el capítulo precedente hemos consignado y se-
ñalaremos en el siguiente, pueden proporcionarnos una orientación respecto al
hecho de cierta relevancia, que supuso el viraje, en la marcha del Colegio, du-
rante el período de don Tabanni.
No nos es lícito penetrar en las intimidades de las conciencias. Sólo Dios
las conoce. Las mejores intenciones llevan a veces a lamentables desaciertos. Y
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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La llamaron «magna concentración» de
antiguos alumnos de Baracaldo y
Santander en el Santuario de la Bien
Aparecida. Dos trenes especiales. A 2,75
ptas. el billete ida y vuelta de Zorroza a
Marrón.
Septiembre-1914.
Excursión por la ría. A la izquierda
D. J u a n Manuel de Beobide.
A la derecha D. Nazario Sánchez.
Año 1925.
Alumnos del colegio en la cumbre del
Mugarra.
Ano 1981.
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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ello con la mayor buena fe. Además, lo que en un época puede parecer poco
menos que un absurdo, más tarde resulta un acierto.
«Errare humanum est» Es de hombres el equivocarse. Dios premia cuanto
por El realizamos con rectitud de conciencia. Y ¡esto es lo que vale!
2. LOS SUPERIORES SE INFORMAN Y DECIDEN
Obran en nuestro poder tres Relaciones de don Ernesto Oberti a los Su-
periores Mayores, llamadas Rendiconto deWlspettore al Rettor Maggiore; otras
seis de don Ramón Zabalo. Las primeras se refieren al período del directorado
de éste; las otras, al período del mandato de don Tabarini. En todas ellas el Ins-
pector estampa sus impresiones sobre la situación de la Casa de Baracaldo, en
su época respectiva, en los diversos órdenes: económico, cultural, religioso, etc.
Anualmente, el Provincial enviaba el Rendiconto al Rector Mayor. Además,
contamos con los datos de don Miguel Foglino sobre la Casa de Baracaldo en
la visita extraordinaria que, en nombre del Rector Mayor, realizó a todas las
de la Inspectoría Céltica; con los informes de los Inspectores de don José María
Manfredini y don José Binelli; y, finalmente, con la biografía escrita por don
Miguel Lasaga el año 1935.
Resumimos:
Don Ernesto Oberti precisa sobre la época en la que don Ramón regía la
Casa de Baracaldo:
- El estado religioso de la Comunidad es bueno. Alguna vez se resiente un
poco a causa de la enfermedad del Director.
- El Oratorio Festivo, bien llevado y, además, concurrido. «Hace mucho
bien».
- Reina en la Casa la verdadera pobreza religiosa.
Don Ramón Zabalo, Inspector, anota:
- El personal se siente descontento porque don Tabarini se ausenta mucho
de Casa.
- Cuando el director está en ella, los alumnos se portan mejor.
Don Miguel Foglino. Hombre de gran experiencia. Conoció a don Bosco.
Incluso, fue recibido por él en el Oratorio de Valdocco. Marchó a Uruguay en
la cuarta expedición misionera que el santo envió a las tierras ibero-americanas.
Desempeñó cargos de Director e Inspector en Paisandú, Sao Paolo (Brasil), Ve-
nezuela y Méjico - Estados Unidos.
La visita canónica extraordinaria la realizó en el mes de agosto de 1908,
cuando era Provincial de Méjico-Estados Unidos, el último cargo que ejerció
en su fecunda vida de apostolado salesiano.
Cargado de experiencia, sus juicios -creemos- revisten un valor considera-
ble. Escribe, entre otras muchas cosas, que, según las declaraciones de los Her-
manos, don Tabarini:
- No para en casa, alegando que tiene que pedir limosna.
- «Yo creo que atiende a demasiados trabajos; y, por tanto, no puede aten-
der a los socios».
- Sus relaciones con el Inspector -el P. Zabalo- son poco halagüeñas.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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- En materia de candad, reina entre los Hermanos, buena armonía.
- Los artesanos demuestran tener poca piedad; carecen de toda instrucción
religiosa.
- Los jefes de taller son incipientes. Todos externos, menos el sastre; poco
ejemplares.
- La pensión de los alumnos, 35 pesetas mensuales; pero catorce de ellos
pagan sólo 25, 20 y 15 pesetas.
- Tres talleres: carpintería, sastrería y escultura. Artesanos: siete carpinte-
ros, cinco sastres y tres escultores. En estos talleres todo va en pequeña
escala y algunos socios piensan que Baracaldo, demasiado distante de Bil-
bao, no es un centro adecuado para artesanos.
Esta relación de don Miguel Foglino al Rector Mayor se anticipa dos años
a la carta de don Tabarini pidiendo ser reelegido en su cargo. De una fecha a
otra, las circunstancias pudieron experimentar algún pequeño cambio.
Don José María Manfredini, sucesor de don Ramón en el cargo de Ins-
pector, piensa como los salesianos de la Casa y, al parecer, según el sentir ge-
neral de la Inspectoría, que no ha llegado aún la hora de fundar nuevas Escuelas
Profesionales.
La Congregación avanza a toda prisa. Galopa ya por diversos países. No
todo puede realizarse a la vez en todas partes. Falta personal salesiano formado
para atender a tales laudables deseos. Con el personal externo, la marcha del
internado ha dejado mucho que desear. «El personal salesiano de la Casa de Ba-
racaldo se opone totalmente a don Tabarini (...). Ha dejado 60.000 pesetas de
deuda y las puertas de los ricos cerradas a los salesianos. Los maestros de arte,
pagados, con la circunstancia agravante de que de los trabajos no se sacaba
nada, ni siquiera lo necesario para pagarlos. Por otra parte, yo creo que son
gente a la que los salesianos deberían pagar para alejarlos de casa. Yo, como
Inspector, pienso que el mejor consejo que puedo dar es el de que los jefes se
marchen cuanto antes y que se cierre el internado lo antes posible. Baracaldo
fue un externado floreciente, como lo demuestran los muchísimos antiguos
alumnos que por doquier encuentra don Zabalo. Se debe volver al externado,
abriendo también Escuelas nocturnas para obreros, y organizar un Centro de
Antiguos Alumnos».
Más tarde, «se podrá pensar en abrir las Escuelas Profesionales en Bilbao».
Don José Binelli. Pasaron ocho años, y el sucesor de don Manfredini en
el cargo, don José Binelli, manifestaba a sus Superiores: «Esta Casa tuvo en un
principio un comienzo relativamente bueno. Era externado, internado con es-
cuelas elementales y de latín, además de artes y oficios.
Faltó siempre una buena dirección, causa por la cual, desgraciadamente
hubo de cerrarse el internado y suprimir las Escuelas de Artes y Oficios».
Piensa don Binelli que a los Superiores Mayores les faltó la suficiente con-
fianza y no esperaron a que el tiempo arreglara aquella difícil situación. «Hu-
biese sido mejor soportar y sostener -aún con dificultades- aquella obra que
suprimirla. Hoy resulta difícil volver a comenzar».
Don Miguel Lasaga. En su biografía de don Ramón, afirma categóricamen-
te que aquél «se hallaba cortado para dirigir unas Escuelas y desempeñarse a
maravilla».
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Los Superiores decidieron que don Ramón asumiese nuevamente, terminado
su sexenio de Provincial, el cargo de Director de la Casa de Baracaldo.
3. EL P. ZABALO, DIRECTOR POR SEGUNDA VEZ
DE LA CASA SALESIANA DE BARACALDO (1911-1917)
Conforme al parecer que don Miguel Foglino expuso al Rector Mayor des-
pués de su Visita Canónica a la Inspectoría Céltica, ésta y la Tarraconense que-
daron fundidas en una sola, desde el año 1911 hasta el 1922. Sucedieron al P.
Zabalo, sucesivamente, dos provinciales, ambos italianos: Don José María Man-
fredini (1911-1915) y don José Binelli (1915-1922).
Asumió el P. Zabalo, por segunda vez, la dirección del Colegio de Bara-
caldo el año 1911. Ello constituyó un duro golpe para don Ángel Tabarini. Es-
cribió una carta a don Felipe Rinaldi, Vicario del nuevo Rector Mayor, don Pa-
blo Albera. Y marchó a su patria, Italia.
Los antiguos alumnos conservaron muy grato recuerdo de aquellos tiempos.
En su revista Atalaya y en las declaraciones orales no cesan de ponderar las be-
nemerencias de don Ramón, de don Ángel y demás salesianos, que derrocharon
entusiasmo salesiano con un sacrificio imponderable.
¿Que en los subsuelos más ocultos a su visión corrieran arroyuelos con
aguas no tan claras?
Los hombres nos damos a una profundización, más o menos acertada, de
los problemas. Los niños perciben, intuyen el amor. Sólo con el amor se so-
lucionan los conflictos, inevitables entre hombres.
Y lo que nadie puede negar es que por la Casa salesiana de Baracaldo corría
de modo incesante un río -con amplio cauce- de amor.
La primera dificultad con que topó, pues, el P. Zabalo a su regreso a Ba-
racaldo fue —lo hemos indicado ya— la difícil situación económica por la que
atravesaba la Casa. Escribe él mismo en la Crónica, el 1 de febrero de 1911:
«Se hace cargo —el director- de la existencia en dinero ptas. 1.736. En cambio
hay una deuda de ptas. 60.000 en números redondos».
Residen en el colegio unos ochenta alumnos. De ellos, doce totalmente gra-
tuitos; otros, que pagan media pensión; y unos veinte, de pensión completa.
Por otra parte, once maestros, cuyos honorarios no bajan de 30 ptas. diarias,
sin contar manutención ni vestido.
Don Ramón comenzó a visitar a los bienhechores bilbaínos. Sin grandes re-
sultados.
«Los Cooperadores —escribe el P. Lasaga- se hallaban muy escamados por-
que el P. Tabarini era un hombre que no se paraba en barras a la hora de pedir,
y menos a la de aceptar un ofrecimiento. Casas hubo en cuyas puertas echaron
la tranca al atisbar la servidumbre el rostro de un sacerdote desconocido».
La Providencia, sin embargo, no abandonó al nuevo director. Falleció en
Segovia don José Bulfy y Bengoa el 8 de noviembre de 1911. Sus albaceas en-
tregaron a don Ramón un legado de ciento veinticinco mil pesetas que el buen
caballero destinaba a la benéfica obra salesiana de Baracaldo. Por el favor re-
cibido, contraía el colegio la obligación de mantener y educar a una docena de
niños pobres.
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El primer sucesor de San Juan Bosco, D. Miguel
Rúa, visita el colegio en dos ocasiones, en febrero de
1899 y en febrero de 1906.
D. Pablo Albera, como segundo sucesor de S. Juan
Bosco, visita el colegio los primeros días de mayo de
1913.
El colegio visitado por D. Miguel Rúa y D. Pablo Albera, con ropaje nuevo en 1986.
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Las Escuelas de Baracaldo no reunían condiciones para un aumento de mu-
chachos internos. Se encontró la solución enviándoles al nuevo Colegio Sale-
siano de María Auxiliadora de Santander.
Entre los favorecidos, podemos citar con verdadero gozo a don José Luis
Carreño; hombre y salesiano fuera de serie; misionero celoso y emprendedor;
sencillo y cultísimo, que desempeñó altos cargos en la India, Filipinas y otras
naciones lejanas.
Me escribe:
«No tuve nunca el honor de pertenecer a la Comunidad de Baracaldo, pero fue la
Casa de Baracaldo el telón de fondo en acontecimientos cruciales de mi vida salesiana.
En 1913, el Señor se nos llevó a amatxu (mamá), mientras nuestro aita (padre) había
emigrado a la Argentina a ganarse el pan para sus hijos. Nuestra maravillosa abuela que,
en aquellos días gobernaba con amplia y amorosa sabiduría los destinos de tres familias
aunadas en el enorme caserón de Villaro, había decidido ponerme de interno en un co-
legio religioso.
Intentó primero en Durango, pero yo la vi salir de su entrevista con el Padre T?.,• r.or
sacudiendo desilusionadamente su noble cabeza plateada. «No era posible. El coste de
aquel internado estaba muy por encima de nuestras posibilidades». Fue, por lo visto, en-
tonces, cuando la abuela, por consejo de algún buen amigo, me llevó a probar fortuna
en el único colegio salesiano que en aquellas calendas había en todo el país vasco: el de
Baracaldo.
Entre los recuerdos lejanos de aquellos días estoy viendo aún a aquella recia arratiana
sacando de su faltriquera un vistoso pilón de duros de plata como anticipo de la pensión
de su nieto. La veo deslizados sobre la mesa hacia una figura recia y amable, rotunda
y rubicunda, que le hablaba desde el otro lado, de frente. Era don Ramón Zabalo, el
primer salesiano que cruzaba mi vida, desde la primera casa de don Bosco cuyos, um-
brales acababa yo de traspasar. Volví de nuevo a ver cómo los imponentes duros de plata
surcaban otra vez la ancha mesa en rumbo inverso, es decir, de regreso a la faltriquera
de la abuela. No recuerdo ni entendí nada de lo que allí se discutió: mi alma andaba
en otros recuerdos. Pero lo innegable fue que, unos días más tarde, entraba yo defini-
tivamente en el internado salesiano de Santander. La Casa de don Bosco iba a ser mi
morada y rni tienda de campaña durante una larga vida. Y fue Baracaldo donde clara-
mente la Providencia trazó mi ruta terrena»
Volvemos a don Ramón Zabalo. Pensó que, conforme al dictamen de su
conciencia y el parecer del P. Provincial, debía proceder a la clausura del in-
ternado. Los muchachos llevaban un tren de vida que no habían conocido en
sus propias casas ni les sería posible seguirlo cuando les llegara la hora de aban-
donar el colegio.
Como primera medida, con dolor pero con fornleza, comenzó a privarles
de cuanto le parecía se salía de lo corriente y entraba en la esfera de lo super-
fluo.
No son las que siguen palabras mías, sino del biógrafo de don Ramón:
«Por otra parte, el régimen de disciplina dejaba bastante que desear. Don
Ángel fue un hombre que quiso estar en todo y a veces no estaba en nada. En-
tonces cargaban sus colaboradores con toda la parte odiosa, dando la impresión
a los niños de que sólo él llevaba la casa a trueque de captarse su estima y res-
peto. Su personal quedaba así en las astas del toro.
Don Ramón comenzó a conceder plenitud de derechos y atribuciones
a los que en la Escuela llevaban con él el alto mando, cada cual en su cargo.
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Ya los chicos no pudieron saltarse a la torera el trámite de autoridad inmediata
para irse derechos a la cabeza. Ocurrió que los alumnos fueron cayendo, uno
tras otro, con los baúles, en la portería del colegio. Ello satisfizo plenamente
a don Ramón, pues quería liquidar cuanto antes el internado y que volviesen
las Escuelas a lo que habían sido en un pricipio».
Un episodio que refiere en sus Memorias don Ramón. En el mes de mayo
de 1911, los artesanos se declararon en huelga. Sin voces ni alborotos. Senci-
llamente estropeando la cerradura de la puerta de entrada de la carpintería, el
taller de mayor alumnado.
El Director toma asiento en su despacho con la mayor serenidad. Van des-
filando ante él los promotores de la insurrección y recibiendo el oficio de ex-
pulsión. Les invita a preparar sus baúles y a sacar el billete de vuelta a sus casas.
Por la noche, antes que los demás internos se retirasen a su dormitorio, don
Ramón, con la mayor serenidad, les explicó la razón de la determinación. Que-
dó el colegio más en calma que una balsa de aceite.
La Crónica nos descubre la causa de la huelga. En Cruces, barrio baracal-
dés, se celebraba una romería. Los muchachos pidieron permiso para acudir a
la fiesta. Denegada la petición. ¡Providencia de Dios!, pues hubiéronse de la-
mentar desgracias en la concentración a causa de peleas provocadas por gente
maleante.
4. FUERTE EN LAS TRIBULACIONES
En lo que llevaba razón don Tabanni era que don Ramón no gozaba de
buena salud.
La Congregación Salesiana le abrió las puertas cuando su vida había alcan-
zado ya la plena madurez. Trabajó denodadamente durante sus años de primera
formación salesiana en Sarria. Aún no sacerdote, en Sant Vicenc. deis Horts, vi-
vió días heroicos. Hace alusión a los mismos en las Memorias. No menos de
quince días se echaron en limpiar la casa y sanear los servicios higiénicos. El
largo estancamiento de aguas inmundas fomentó el desarrollo de plagas de mos-
quitos, que hacían la vida imposible. ¡Gajes de una difícil fundación!
Le nombran Administrador o Prefecto. Y ¡no había comida! Cada viaje a
Barcelona en busca de subsistencias lo pagaba con un par de días de postración.
Cada semana, un viaje. Largas caminatas a pie, que para un hombre como él
resultaban muy molestas por haber llevado muchos años vida sedentaria «y ha-
llarse muy metido en carnes». Las angustias se le doblaban en verano a causa
del fuerte calor en la Ciudad Condal. Y... ¡cuatro clases diarias!; y..., a falta de
cocinero, ¡ejercer tan duro oficio!; y... ¡se comía muy pobremente! «Aún andan
colgadas por las paredes de los pasillos en algunos colegios salesianos más an-
tiguos -escribía el P. Lasaga en el año 1935- fotografías de los trabajadores de
la primera hora (...). Dan la impresión de gente mal comida y abrumada de tra-
bajo».
Tienes razón, querido P. Lasaga. No hace falta que te esfuerces en conven-
cerme de lo que yo mismo viví contigo en Mohernando, cuando tú, sacerdote
y profesor de literatura y yo un muchacho novicio de quince años, nos con-
tentábamos con poco más que las espinacas que producía nuestra huerta y el
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duro suelo por lecho. No necesito hacer un acto de fe para entender que don
Ramón, muchos años antes, pasó hambre y toda suerte de incomodidades. Y
¡claro!, la enfermedad se cebó en él. El viento frío que se colaba por el tejado
le originó una erisipela que le colocó al borde de la tumba... Luego, los trabajos
de la fundación del colegio de Baracaldo; después los de su dificilísimo Inspec-
torado...
Ahora, otra vez en Baracaldo, acosado por nuevas dificultades, enfermó y
hubo de postrarse en el lecho. Desconocemos la enfermedad que le consumió.
«Pasado algún tiempo, sobrevinieron otros disgustos por parte de los chicos
y por parte del personal docente no salesiano. Todo esto unido al efecto moral
tan aplastante que le habían producido las deudas, provocaron -habla su bió-
grafo— una enfermedad bastante seria.
Arreció más todavía su indisposición moral la comunicación de ciertas con-
fidencias, seguramente improbables, y fruto de temperamentos alarmistas y des-
preocupados, que están a la pesca de noticias emocionantes que constituyen el
sostén de su espíritu superficial y demasiado crédulo. Comunicaron a don Ra-
món que algunos de sus subalternos elevaron una memoria al Consejo Superior
de la Congregación, pidiendo fuese destituido el Superior en vista de sus acha-
ques, que le imposibilitaban para desenvolverse, y que era urgente mandar en-
seguida un sustituto. Don Ramón, hombre sensato y cauto, recibió con recelo
la confidencia, aunque algo le impresionaría, pues se creía demasiado sencillo,
y lo era, para suponer trapisondas en los demás».
He comprobado en los archivos de la Congregación —en Roma— la existen-
cia de un escrito, humedecido en lágrimas, de un artesano que, en nombre de
sus compañeros, escribe a los Superiores no releven del cargo a don Tabarini,
pues ello supondría para ellos la mayor desgracia de su vida. De este documen-
to no debió enterarse don Ramón ni el P. Lasaga. De todos modos, nos parece
debió ser anterior a cuanto estamos relatando.
^ Acrecentó el peso de sus cruces un amago de estrangulación de hernia, que
hizo necesaria una intervención quirúrgica sin demora. Tuvo ésta lugar en las
Escuelas de Sarria. Se prestó a practicar la operación un buen cirujano, amigo
de los salesianos.
Tres meses hubo de permanecer en cama después de la intervención. A pe-
sar de las buenas esperanzas que le dieron de curación completa, la hernia se
reprodujo al poco tiempo. Si pudo sostenerse con vida aún algunos años, fue
debido a los «remiendos» que por fuera le iba echando el ortopédico. Don Ra-
món no se cansaba de decir: «Así convendrá. ¡Siempre sea el Señor bendito!»
5. DON PABLO ALBERA EN BARACALDO
El segundo sucesor de don Bosco visitó a la Familia Salesiana baracaldesa.
La estancia va enmarcada entre el 29 de abril y el 3 de mayo del año 1913.
Los periódicos de Santander habían llevado la noticia de la llegada del Rec-
tor Mayor y de su recorrido por los Colegios de España a la industrial capital
de Vizcaya. Números extraordinarios, destinados a glorificar la obra salesiana
y al P. General de los Salesianos pasaban de mano en mano. ¿Qué hacer en
Baracaldo? ¿Cómo recibirle? Todos sabían que el huésped que les llegaba era
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un verdadero santo. Era natural que el pueblo quisiera verle, oirle, acogerle con
el mayor amor y esplendor posibles.
En la estación le esperan varios coches, que se disputan el honor de llevarlo
hasta el colegio. Compacta muchedumbre cubría las calles del tránsito. Venía
acompañado de su secretario, don Clemente Bretto, del P. Provincial José Ma-
ría Manfredini, de los Directores de Santander y, por supuesto, de Baracaldo.
Los edificios lucían colgaduras, y resonaban en el aire el alegre repiqueteo de
campanas.
En la explanada que se extendía delante de la iglesia y casa salesiana, le es-
peraban el señor arcipreste, el clero de la localidad, el alcalde don Pablo Arre-
gui, y su Ayuntamiento. Y el célebre músico y compositor, Maestro Guridi,
entre otras personalidades.
A la entrada del patio de recreo, se habían levantado un sencillo arco con
la dedicatoria: «Al Padre Albera -Bienvenido el que viene en el nombre del Se-
ñor— ¡Hosanna!» Y cuando entró la comitiva, un enjambre de chavales entonó
un himno de bienvenida.
A continuación, el señor arcipreste le dirigió un saludo, «no sólo en nombre
propio, sino en el nombre del clero de la parroquia y de todo el arciprestazgo».
Un bien trazado y emotivo discurso.
El P. Albera agradeció al arcipreste, alcalde y demás personalidades allí pre-
sentes las muestras de afecto que le manifesban como al representante de don
Bosco. ¿Cómo a continuación, habían de faltar cariñosas palabras para aquellos
simpáticos chavales?
Asombró a cuantos le oyeron su dicción en correcto castellano, si bien con
un agradable deje de acento italiano.
La Gaceta del Norte se hizo eco de los actos y ponderó mucho el homenaje
tributado al P. Albera en el teatro. ¡Una velada preparada por los mismos mu-
chachos! ¡Tantos muchachos y tanta formalidad!
«Que, ¿cómo se consigue este milagro? -se preguntaba el diario- y añadía:
Nosotros no lo sabemos, ni pasamos más allá de admirarlo. Los padres sale-
sianos poseen el secreto» ¡Y eran nada menos que quinientos chavales!
El día 30 el Rector Mayor celebró la Eucaristía para los alumnos del colegio
y público en general. Por la tarde tuvo lugar una velada en su honor.
El día 1 de mayo, que coincidió con la solemnidad de la Ascensión del Se-
ñor, celebró la Misa de comunión. La distribución de la Eucaristía duró cua-
renta y cinco minutos. La Mayor o solemne la tuvo el Provincial, don Man-
fredini. Una masa ingente de alumnos y oratorianos interpretó, en gregoriano,
la Misa llamada De Angelis. Don Albera llegó a emocionarse.
Comida, con algunos invitados. A continuación, Velada en honor de los
Cooperadores. De ella se hace eco la Gaceta del Norte:
«Mucho antes cíe la hora, se hallaba el salón lleno, asientos y pasillos. Pronunció el
discurso de bienvenida el abogado bilbaíno don Federico Zabala. Don Agustín Pallares
declamó una poesía suya, dedicada a María Auxilidora. Allí actuaron, en diversos nú-
meros, el niño Benito Areso, don Arturo Día/, -autor de un precioso boceto dramático
y antiguo alumno de la primera hora-, el joven Carlos Fcheguren —de la Fscuela de In-
genieros Industriales y antiguo alumno de la Casa-, el barítono Jaureguí/ar en Mi cru-
cifijo, el violinista señor Crespo y el Orfeón baracaldés, que interpretó el ttoga, bogti del
maestro I n c h a u s t i y el (iHcruikLiko iirhoLi. Terminó el acto con las palabras del home-
najeado, en las que afirmó que jamas se olvidaría de Baracaldo».
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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El día 2, a las once de la mañana, habló a los Cooperadores; y a los antiguos
alumnos, a las siete de la tarde. Era el presidente de éstos don Arturo Díaz Bas-
terra. Toda su vida -¿cómo lo diré?- un salesiano sin votos. Con él acudieron
a la charla ochenta exalumnos. Y ¡era día laborable; y ellos, obreros de Altos
Hornos!
Al día siguiente temprano, don Albera marchó en el rápido rumbo a Za-
ragoza.
Don Bosco sintió siempre una especial predilección por Pablo Albera; tan-
to, que en el Oratorio se le llamaba el Benjamín de don Bosco. Cuando fue Ins-
pector en Francia, los marselleses le pusieron con cariño el sobrenombre de el
pequeño don Bosco. Don Bosco, pues, acababa de visitar Baracaldo en la per-
sona de su hijo muy querido, segundo sucesor suyo, ¡un santo! Estas visitas son
auténticas gracias actuales de Dios.
6. NOTICIAS VARIAS
Para don Ramón, la asignatura principal del colegio era la enseñanza de la
Religión. No se contentaba con que los muchachos la supieran de memoria.
Quería que la vivieran.
El señor Obispo de Vitoria, Dr. don Prudencio Meló y Alcalde, abrió un
concurso de textos de catecismo. Quería unificar la enseñanza religiosa en la
diócesis. Don Ramón entró como concursante, presentando su libro Tardes
cristianas. A causa del traslado del prelado a Madrid y ante el anuncio de que
era ya de próxima aparición el Catecismo Universal del Papa, el concurso que-
dó sin efecto.
Continuaba celebrándose la feria anual del Oratorio Festivo. Sabe don Ra-
món que las atracciones recreativas son estímulos necesarios para una más con-
currida y voluntariosa asistencia del muchacho. Busca premios de todo género,
conforme a sus posibilidades y las aportaciones de los bienhechores.
Como buen pedagogo, calibra los buenos resultados del sistema y también
las deficiencias del mismo.
El 20 de septiembre de 1914, escribe en la Crónica:
«Hubo concurrencia extraordinaria -en la feria-, que contrastaba con la falta de niños
en los domingos anteriores; lo que prueba que acuden más por la utilidad material que
por la piedad. Se ha notado que los niños, especialmente los domingueros tenían más
marcas de asistencia que las correspondientes a la realidad. Efecto de los abusos y mala
administración de las libretas.
Otra advertencia dolorosa es que no contribuya a fomentar la piedad sólida la mul-
tiplicidad de alicientes materiales. Es mucho más eficaz, como nos enseñan los Superio-
res, que se empleen medios de persuasión. Digo esto porque muchos niños que, durante
el año, frecuentaban los sacramentos sin duda por el premio, lo dejaron durante las va-
caciones y muchos hasta dejaron de oír Misa los domingos. Urge pues, cambiar de sis-
tema y no ser rutinarios».
¿Algo de ingenuidad? Téngase en cuenta que don Ramón cree en la eficacia
de los alicientes- materiales; pero, con gran acierto, aboga por una eficaz labor
de persuasión.
El 16 de octubre, don José María Urquijo, gran bienhechor del colegio, se
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presenta en el colegio. Le llevan a visitar las escuelas. «El hecho, por inespe-
rado, fue mucho más apreciado y celebrado. El buen cooperador quedó impre-
sionado y muy complacido cuando entró en la iglesia, viéndola llena de mu-
chachos que, con religiosa atención, escuchaban la explicación de catecismo, que
les impartía don Ramón. Asistió, a continuación, con su señora e hijos al re-
creo, a la formación de filas y a la sesión de cine mudo. Ocurrió que en cierto
momento se fundió un plomo y el salón quedó a oscuras durante unos cinco
minutos. A pesar del incidente, ningún muchacho se desmandó y ¡eran cuatro-
cientos los asistentes a la película! Don Ramón escribió en la Crónica: «Sin
duda, María Auxiliadora nos protege. ¡Bendita sea!».
En este segundo período del directorado del P. Zabalo en Baracaldo, se des-
tacan por su valer en diversas actividades o por su santidad: don Antonio Co-
metti (del que ya hemos hablado en otro lugar); don Julián Fernández (fue ce-
loso y culto misionero; sin ser vasco, hablaba a la perfección el euskera); don
Ramón Goicoechea (buen pedagogo; durante varios años Padre Maestro de nu-
merosos novicios en Mohernando y Director del gran Colegio de Atocha-Ma-
drid); don Agustín Pallares (se caracterizó por su simpatía; fue más tarde, di-
rector del Colegio); don Francisco Serráis (sucesor de don Ramón en el direc-
torado de la Casa de Baracaldo); don Francisco Echevarría y don José Manuel
Oyarzábal (dos vascos, ambos Coadjutores y santos de verdad); don Julio Ju-
nier, don Salvador Fernández y don Antonio Cid (de los tres está introducida
la causa de Beatificación y Canonización, porque murieron como mártires en
la guerra civil española de 1936). ¡Qué hermosas biografías podrían escribirse
de estos grandes salesianos!
Y, ¿qué decir de don Ricardo Beobide? Admirables sus dotes de bondad,
sencillez, voluntad, inteligencia, amor al arte en todas sus manifestaciones; buen
músico, predicador y confesor. El peso del trabajo minó su salud. Cuando vio
que la muerte se le acercaba, lenta, pero inexorable, no se alteró. Dos días antes,
seguía escribiendo. Cuando sus dedos no pudieron sostener la pluma, llamó a
su secretario para que éste escribiera a su dictado; hasta que, vencido por la fa-
tiga, dijo al amanuense: «La última línea y basta; el Señor me pide este sacri-
ficio; hágase su voluntad».
Un poco antes de expirar decía a los hermanos con indefinible sonrisa:
«Sólo en este momento se puede apreciar el don y el valor de la vocación. ¡Oh
qué felicidad la mía!». Pidió un crucifijo, estampó en él un beso y murió. Todo
esto en Santander. Antes, en Baracaldo, desarrolló una actividad desbordante.
¡La gloria de Dios! Y ¡de María Auxiliadora! Alegría en su música religiosa y
recreativa. De personal con el P. Zabalo, compuso, la Misa in honorem S. Mi-
chaelis Arcangelí, a 3 voces, que con treinta voces de hombres y la numerosa
Schola cantorum del colegio, dirigió en la fiesta de María Auxiliadora del año
1913. Por la tarde del mismo día, en el teatro, se representó su zarzuela No-
bleza y Patriotismo.
Cuatro días después de la fiesta de María Auxiliadora —que en el año 1913
se celebró el 25 de mayo-, es decir, el día 29 «por la tarde se coloca -dice la
Crónica— la estatua de María Auxiliadora en la pared del frontón».
Y terminamos el capítulo con un hecho que nos descubre la comprensión
y la bondad de corazón del buen Director.
En la distribución del personal que, para el comienzo del curso 1911-12, ha-
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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bía hecho el Provincial, le envió a don Ramón un joven salesiano, inteligente
y muy bueno, gran aficionado a la literatura, pintura y música. En este último
arte no estaba, ni mucho menos, capacitado para un colegio como el de Bara-
caldo. Le confiaron además cinco horas de clase diarias y la asistencia a los cha-
vales en los tiempos de recreo y estudio. Y ¡claro!, el pobre joven no podía con
la carga.
Don Manfredini consideraba las dificultades que alegaba su subdito como
meras excusas.
Don Ramón, comprensivo, escribe al Provincial:
«Ahora comprendo perfectamente las quejas del pobre R. Está persuadido
de que no se halla a la altura necesaria para ser organista de esta iglesia, y eso
es todo.
Prueba: el domingo último, después de mucho ensayo, representaron una
pequeña zarzuela, y yo, que no soy músico, tuve que taparme los oídos para
no oír aquel disparate descomunal. Los niños cantaban bajo, como los pies, y
él tocaba por la cabeza. Dispénseme la manera de señalar porque no entiendo
de notas. Los niños parecían unos gorriones al borde del nido, pidiendo de co-
mer a sus padres. ¡Tanto chillaban! Por Dios, tenga usted compasión porque
la transición es muy brusca para tolerarla. ¡Una iglesia tan concurrida y gente
tan musical, y encontrarme sin músico es el acabóse!».
Y con su deje de ironía y simpática broma, termina la carta:
«Haga usted pronto el cambio, enviándome a don J.; y, si no, me quejaré
a Roma. ¡Esto no puede ser! ¡Vaya, que no puede ser!».
A fines de octubre de 1917, la obediencia destinó a don Ramón a las Es-
cuelas Profesionales de Sarria, con cargo de confesor. Siguió trabajando, en su
habitación traduciendo libros del italiano al español. Libre de tantas ocupacio-
nes externas, a las que estuvo sujeto toda su vida, se entregó con una mayor
intensidad a la vida espiritual de continua unión con Dios.
Aquel estupendo sacerdote, en opinión incluso de cuantos no tenían su cri-
terio en orden al gobierno de la Inspectoría en sus tiempos de Provincial y que
mucho le hicieron sufrir, siguió despojándose -pero ahora a un mayor ritmo-
de los lazos que a los pobres mortales nos atan demasiado a la vida terrena,
y elevándose -sin jamás perder su sencillez, bondad y buen humor- a mayores
grados de perfección.
Su conducta iba mostrando por doquier un rasgo de la bondad divina.
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PUENTE ENTRE DOS ÉPOCAS
1. DON JOSÉ BINELLI Y DON FRANCISCO SERRATS
A don José Manfredini le sucedió, el año 1915, don José Binelli como Ins-
pector de las Provincias Céltica y Tarraconense.
Miles de salesianos y demás miembros de la Familia Salesiana le canonizaron
en vida. Profundamente humano, su alma vivía de continuo en el regazo de
Dios. Amó a los hombres y éstos le amaron.
Licenciado en Letras, era un magnífico profesor en el acreditado colegio sa-
lesiano de Valsalice (Turín), cuando la obediencia le destinó a España, precisa-
mente para suceder a don Manfredini en el cargo de Provincial.
Diez años seguidos permaneció en tan dura tarea. No le faltaron sufrimien-
tos, debido muchos de ellos a su excesiva bondad. El Santo de don Binelli se
le llamó y le siguen llamando los ya escasos supervivientes de aquellos tiempos.
Quien lee los Informes anuales que, como Inspector, debía enviar al Rector
Mayor sobre el personal y las Casas de la Inspectoría, advierte en él un criterio
tendente a la exactitud y ajeno a una excesiva benevolencia. De ello me atrevo
a deducir que don Binelli era un hombre bueno de verdad, un santo, demasiado
benévolo -es cierto- con sus subditos; pero, a la par, inteligente, conocedor del
detalle, a quien no le faltaba valor para calibrar acontecimientos y personalida-
des. No puedo ciertamente responder de la mayor o menor exactitud de sus
juicios. Le conocí, pero siendo niño. Ahora, un tanto más por su correspon-
dencia con los Superiores Mayores.
He escrito estas líneas, ya que, para valorar la obra del sucesor de don Ra-
món Zabalo en la Casa Salesiana de Baracaldo no hallo más que un informe
de don Binelli al Rector Mayor, que más tarde citaré.
Don Francisco Serráis permaneció al frente del Colegio durante un trienio
(1918-1920). Nombraré a algunos salesianos de su personal, verdaderos valores
por su inteligencia o santidad. Tales fueron los sacerdotes don Salvador Fernán-
dez, don Ricardo Beobide, don Francisco Perramón; y los coadjutores don An-
tonio Cid y don José Manuel Oyarzábal.
Frecuentaban la Casa Salesiana trescientos escolares externos y setecientos
oratonanos. La enseñanza era totalmente gratuita y solamente primaria. La ayu-
da económica les provenía de los amigos de la Obra Salesiana, de los Coope-
radores y, en alguna medida, del Municipio y de los Altos Hornos. Contaba
entonces Baracaldo con una población de 25.000 habitantes. ¿Católicos practi-
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cantes? Si queremos asumir, como signo de su cristianismo, la asistencia a la
Eucaristía, podemos ofrecer este dato: frecuencia cotidiana media en los días la-
borables, cien personas; en los festivos, mil. Por supuesto que sin contar los
muchachos de nuestras Escuelas, quienes -¡es evidente!- siempre acudían.
Don Francisco Serráis fue, sobre todo, un hombre bueno. Nos lo dice ese
joven que nació con el siglo, juguetón incansable, salesiano cien por cien, Di-
rector y Maestro de novicios durante muchos años, que se llama don José Arce,
antiguo alumno de la primera Casa que la Congregación enclavó en el territorio
de la actual Inspectoría de Bilbao, la de Prado de Viñas de Santander. «Allí nos
reunía don Francisco Serrats, de cuándo en cuándo, a cuantos sospechaba que
podíamos ofrecer esperanzas de una vocación en germen... Varios de aquellos
muchachos militamos, años después, bajo la bandera de don Bosco».
Don Francisco no era el director de la Casa, pero era un padre. Como tal
actuó, cuando se fue al cielo el de don José y sus hermanos: «Venid, desde aho-
ra cuando recéis, podéis con más devoción y amor decir: Padre nuestro que es-
tás en los cielos, porque vuestro padre ha muerto como un santo. Precisamente
le he confesado yo».
Como director de la Casa de Baracaldo —escribe don Bmelli— «actúa discre-
tamente bien con el personal más joven que él; con los demás -son más de la
mitad— de su edad o más viejos, no goza de suficiente prestigio». «Los Her-
manos le aprecian discretamente... Hace lo que puede dar de sí (que no es de-
masiado). Eos salesianos de la Casa son, podemos decir, buenos, y también él.
Sin embargo, falta una dirección que enfoque las apreciables energías existentes.
Ea Casa puede dar más vocaciones».
Ea marcha del colegio, respecto a la docencia, es buena: «Eos muchachos
-sigue don Binelli- son muy inteligentes».
El P. Provincial desea una Comunidad con mayores arrestos: «es ésta una
bendita Casa, que se asemeja a un pájaro, al que, al menos en parte, le han cor-
tado las alas. El dirigente, a pesar de tener tantas y tan buenas cualidades, no
tiene la de ser un ardoroso animador de la piedad y de una actividad salesiana
basada en el sacrificio personal y en el trabajo alegre, que supera todos los obs-
táculos».
Ea opinión de don Binelli, ¿no será un tanto exagerada? Nadie como él
pudo constatar tan de cerca los hechos. Elevaba —cuando emitía estos juicios—
cuatro años de Provincial, tiempo suficiente para conocer el panorama que ofre-
cía cada una de las Casas de la Inspectoría.
Ea de Baracaldo se presentaba a sus Ojos como buena, pero sin demasiado
empuje ni con los debidos arrestos.
El trienio de don Francisco Serrats supone una serena transición, humilde
y modesta, desde don Ramón Zabalo y don Ángel Tabarini hasta el piamontés,
fuerte de cuerpo y espíritu, que tuvo la dicha de conocer personalmente a don
Bosco, y que se llamó don Pedro Olivazzo.
Con los escasos datos que nos ha sido posible alcanzar, ofrecemos al lector
una muy corta historia de tres aspectos de la vida salesiana que interesa desde
ahora subrayar y que pueden tal vez considerarse como el pavimento que nos
sostendrá en la travesía del puente hasta situarnos en la orilla de los dos capí-
tulos siguientes, a los que hemos dado en llamar la Edad de Oro del colegio
salesiano de Baracaldo.
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Junta Directiva de la Asociación de Antiguos Alumnos.
Sentados: Leonardo Valbuena, D. Francisco Serrats, Director, Arturo Díaz Basterra,
Presidente.
De pie: Gregorio Sagastagoitia, Deogracias Martín, Marcelino Gómez, Agustín Pérez.
27-junio-1917.
Baracaldo presente en las reuniones regionales de Antiguos Alumnos.
Miguel Ochoa, Presidente Regional, Juan Lázaro, Vicario Inspectorial, Ángel Taboada,
Presidente Nacional, Luis Valpuesta, Consiliario Nacional, Javier Echevarría,
F,x-pres¡dente Regional, de Baracaldo, Matías Lara, Director de Pamplona después
Provincial.
Año 1970.
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2. DEVOCIÓN A MARÍA AUXILIADORA EN BARACALDO (1897-1920)
El entusiasmo y veneración por la Virgen de don Bosco fueron creciendo
paulatinamente, en Baracaldo, hasta el año 1920. Desde esa fecha, sobre todo
en la época del directorado de don Pedro Olivazzo, esta devoción desborda y
convierte a la localidad entera en pueblo de María Auxiliadora. Ella queda cons-
tituida en Reina y Señora.
La primera imagen llegó al Colegio a mediados de abril de 1898 desde los
talleres de artesanía de Sarria. Se le dispensó solemne recibimiento con la asis-
tencia del Ayuntamiento en pleno, banda de música y numeroso concurso de
fieles, pero no de hombres.
Este mismo año se celebró, por vez primera en la iglesia salesiana, el Ejer-
cicio de las Flores durante el mes de mayo.
El número de asistentes a los actos religiosos creció al año siguiente. El 24
de Mayo se paseó a la Virgen alrededor del Colegio, pero también con escasa
afluencia de hombres.
El Boletín Salesiano, correspondiente al mes de agosto de 1900, anota:
«Al anochecer del 30 de abril se inaugura el mes de María con los alegres cantos pro-
pios del tiempo; rosario, meditación... y se reparte a los fieles una hoja que anuncia la
flor del día 1 con la virtud que representa y una historieta, gracias de María Auxiliadora,
obsequio y jaculatoria. Todos los demás días se hace, en la Misa de comunidad, la me-
ditación. Por la tarde, exposición del Santísimo Sacramento, rosario, letanías cantadas,
breve plática sobre la flor anunciada en la hojita repartida el día anterior y Reserva del
Sacramento. Tanto a la mañana como a la tarde hubo gran concurrencia de fieles».
Llama un tanto la atención la conjunción de la Misa con la meditación. De
ordinario, en nuestros colegios y en otras comunidades religiosas, los mucha-
chos simultaneaban diariamente la Misa con el Rosario. Aún, en los primeros
años de la década de los sesenta, era ésta una práctica cotidiana. Hasta que el
movimiento litúrgico, que felizmente brotó del Concilio, cambió lo que se creía
bueno en mejor.
Más chocante es lo que subrayo de seguida. La predicación mientras se ce-
lebraba la Eucaristía era práctica muy extendida en toda la nación.
Continúa el Boletín Salesiano:
«Día 24. Durante la Misa Mayor, conferencia de Reglamento, recomendando a los
Cooperadores las siguientes obras:
- Terminar la casa comen/acia en Baracaldo de escuelas diurnas y nocturnas de niños y jó-
venes obreros, y para recreo dominical. No falta más que una tercera parte.
- Centro Católico Obrero, semejante al establecido en la Casa salesiana de Barcelona para jó-
venes obreros y sus padres, en donde puedan pasar los días festivos en útil esparcimiento.
- /:/ Oratorio Festivo para el recreo dominical de las n i ñ a s » .
El día 27, el P. García Alcalde, S.I., dio una conferencia a los Cooperadores
de Bilbao. En ella se refirió a María Auxiliadora y a la Congregación Salesiana,
suscitada por Dios «en su amorosa providencia para proveer a la rehabilitación
del obrero, desviado por deletéreas doctrinas y perversos ejemplos». Da las gra-
cias a Dios y a la Virgen porque «la Congregación había echado sus raíces en
Baracaldo y quería extenderse a Bilbao, montando en la capital un Centro don-
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Aiitiguos Alumnos
alanos de Baracald
Anverso y reverso de una estampa, original a todo color, traída de Turín por D. Pedro Oliva
Grupo de Antiguos Alumnos en 1933. A la izquierda D. Rafael Ojanguren.
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de, en los días festivos, pudiesen hallar recreo nuestros jóvenes». Apeló, para
el logro de este benéfico fin, «a la nunca desmentida caridad de los bilbaínos».
Parece extraño, pero el mes mariano este año se clausuró el 3 de junio. Un
nutrido coro de jóvenes baracaldeses, empleados de la fábrica de Altos Hornos
en su mayoría, interpretó la Misa de Perosi. La función de la tarde finalizó con
el canto del Te Deurn, ejecutado por los oratorianos.
Los años siguientes, la pequeña imagen fue sustituida por otra más grande,
procedente también de Sarria. Celebrábase la procesión un domingo. Era me-
nester adaptarse a las circunstancias. De todos modos, el 24 de mayo era una
fecha inolvidable y del más grato recuerdo.
Salta a las crónicas la noticia de que la festividad de María Auxilidora, el
año 1905, se celebró el 4 de junio y que resultó solemnísima. Primeras Comu-
niones. Ofició la Eucaristía el párroco de San Vicente, don Santos de Ipiña. Pre-
dicó don Matías Buil, llegado de Vigo expresamente con esta finalidad. A la tar-
de, tuvo lugar la ceremonia de la renovación de las promesas bautismales. El
director -don Ángel Tabarini- compró dos cestas de cerezas, con las que ob-
sequió, a la hora de merendar, a todos los chicos. Terminó el día con una buena
representación teatral.
Año 1912, en el segundo período del directorado del P. Zabalo, La Ga-
ceta del Norte se hacía eco de la fiesta. Dijimos ya que, en esta ocasión, don
Ricardo Beobide estrenó su Misa In honorem Sancti Michaelis Archangelí, a 3
voces, que fue magníficamente interpretada «por un excelente coro de más de
treinta voces de hombres y la Schola cantorum del colegio». En el ofertorio se
cantó el Ave María, a 4 voces, de Vitoria; y, al final, el Goizeko I zarra, tam-
bién a 4 voces.
Año 1913. La visita del segundo sucesor de don Bosco a Baracaldo, coin-
cidió con la celebración de los dos primeros días de mayo. El P. Albera quedó
muy gratamente impresionado. La predicación del triduo de la fiesta corrió a
cargo de fray Calixto de la Purificación, su nombre de religión, —Calixto de Co-
biaga en el mundo-, antiguo alumno, condiscípulo y gran amigo de don Mar-
celino Olaechea.
Digno de notarse. En la procesión afluye gran concurrencia de hombres.
Se bendijo la imagen de María Auxiliadora, que fue colocada en lo alto del
frontón del colegio; y se inauguró una máquina de cine para esparcimiento fes-
tivo de los muchachos.
Año 1915. Se celebró el Centenario del nacimiento de don Bosco. Asimis-
mo, el de la institución de la fiesta de María Auxiliadora por Pío VIL Alejado
éste de Roma y prisionero durante cinco años, en contra de toda previsión hu-
mana, se vio libre y regresó a su sede el 24 de mayo de 1815.
Año 1917. Está terminando su período de director don Ramón. A partir de
esta fecha, el Ejercicio de las Flores y la procesión adquirieron una mayor so-
lemnidad.
Así, el año siguiente, llamado por el P. Serráis, el Batallón Infantil Auxilmm
dio especial esplendor a la solemnidad. Alumnos del Colegio de María Auxi-
liadora de Santander, en número de setenta y tres, integraban dicho Batallón.
Vestían en sus actuaciones sencillo y elegante uniforme sportman. Sus desfiles
eran deseados, no sólo en la capital, sino también en otros puntos de la pro-
vincia santanderina. «Es una obra -escribía El Diario Montañés- que ayuda
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mucho a la educación moral, patriótica y física de los niños». Su carácter de-
portivo-militar obedecía al gusto de los tiempos. Era, a la vez, el Batallón pre-
mio a la conducta de los muchachos. Su presencia en Baracaldo resultó brillante
y provocó el entusiasmo colectivo.
La impresión general, merced a la buena organización de todos los actos,
fue que el pueblo entero baracaldés acudió a la cita con la Virgen Auxiliadora.
La fiesta se celebró el 7 de junio.
Otro mérito que ha de atribuirse al P. Serráis y a su comunidad es su lo-
grado empeño de decorar el altar mayor de la iglesia.
Las manifestaciones descritas de piedad colectiva coincidían a veces con años
de difícil convivencia social. Prolongaríamos excesivamente nuestro cometido si
quisiéramos detallar acontecimientos revolucionarios que tuvieron lugar hasta el
año 1920: rebeliones de mujeres contra los propietarios de las casas a causa del
aumento de alquileres; paradas, en ocasiones, de las principales fábricas de Ba-
racaldo-Sestao con sus quince mil a veinte mil obreros; demandas de aumentos
salariales en favor de los carreteros cargadores de carbón y gabarreros; en al-
guna ocasión llegó a declararse el estado de guerra. En 1911, en Baracaldo, llegó
a producirse el paro de los Altos Hornos. Fueron incontables los choques entre
trabajadores y fuerzas del orden público.
La neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial favoreció la
economía gracias a la venta de suministros a los beligerantes; pero el problema
social siguió agrandándose por el aumento de coste de vida, que afectaba a las
clases medias y obreras.
En el período 1917-1923 se producían en España trece crisis de gobierno to-
tales y treinta parciales.
La industria española, a pesar de haberse renovado en parte durante el con-
flicto bélico, no pudo ya competir con una industria europea en plena expan-
sión tras la guerra. El resultado fue un endurecimiento de la lucha social por
parte de los sindicatos obreros y los patronos. El centro de la agitación social
fue Barcelona.
En otra esfera, a partir de 1909, tras la caída de Maura, los Gobiernos fue-
ron deslizándose siempre más a la izquierda. Don José Canalejas, Jefe del lla-
mado Partido Demócrata, subió al poder con el compromiso de abolir las Con-
gregaciones Religiosas dedicadas a la enseñanza. Elaboró un proyecto de ley,
llamada Ley del Candado, cuya finalidad era echar fuera a los religiosos y poner
el candado a la puerta para que no volvieran a entrar.
Basta ojear una buena Historia de España y pasarse horas leyendo los pe-
riódicos regionales de aquellos tiempos (El Pueblo Vasco, El Liberal, y La Ga-
ceta del Norte) para comprender la difícil situación en la que hubo de desen-
volverse la obra apostólica eclesial en el País Vasco y, sobre todo, en Vizcaya.
3. ANTIGUOS ALUMNOS
En abril de 1911 se celebró en Turín el Primer Congreso internacional de
Antiguos Alumnos Salesianos.
«Fue el primero de su clase en el mundo -escribe el P. Rodolfo Fierro-
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como bien lo hizo notar la prensa. Y llamó tanto la atención de educadores y
sociólogos, que grandes órganos de información, como La Stampa, de Turín,
el Corriere della Sera, de Milán, y L'avvenire, de Bolonia, lo calificaron como
uno de los mayores acontecimientos de la Pedagogía universal».
En España, la primera Asamblea Nacional tuvo lugar en Valencia el año
1917. A ella acudieron, representando a la Casa de Baracaldo, don Ramón Za-
balo y don Arturo Diez Basterra.
El 7 de abril de 1920, se celebró en Madrid el Segundo Congreso, mucho
más vigoroso que el de Valencia. Fue una revelación para propios y extraños.
¡Qué potencial más formidable! La prensa se ocupó de él. El Nuncio y varios
Obispos asistieron a algunas sesiones. La Casa Real envió una cálida felicita-
ción, y religiosos de otras Ordenes y Congregaciones siguieron, paso a paso el
nuevo Movimiento Apostólico.
Los reunidos ponderaron la necesidad de una Revista Nacional, que fuese
órgano de la Federación. Y nació la llamada Juventud perenne, precursora de
Don Rosco en España.
A esta Asamblea o Congreso asistieron con don Francisco Serrats, director
del Colegio, los antiguos alumnos baracaldeses don Arturo Diez Basterra, don
Deogracias Martín, don Leonardo Valbuena y don Marcelino Gómez. Más que
de una representación oficial, parece se trataba de una adhesión personal, con
vistas a una próxima integración en una Asociación formal.
Por tanto, hasta la época del P. Olivazzo, los muchachos que habían ter-
minado los estudios en el colegio continuaban frecuentándolo. El imán que les
arrastraba era la simpatía hacia sus antiguos profesores, el recuerdo de su niñez
y sobre todo, la devoción a María Auxiliadora.
«¡Qué ilusión nos hacía el colegio! ¡No había momento libre que no aprovecháramos
para ir a los patios salesianos! Y ¡qué sudadas las de don Salvador Fernández, con su
sotana arremangada, prodigio de fuerza y destreza! La educación era de la mejor que en
aquella época podía recibirse. Un alumno aprovechado, después de sus estudios, podía
fácilmente colocarse. Muy oportuna y de seguro éxito fue la hora de estudio que se nos
proporcionó después de las clases de la tarde, antes de regresar a nuestras casas, pues la
vida en aquel entonces no era la de ahora, ya que, una vez en casa, había que ayudar
a los padres, que ganaban poco y abundaban en hijos».
Es digno de tenerse en cuenta que don José Binelli habla de seiscientos o
setecientos los oratonanos que llegaban al Colegio los días festivos.
Era natural que muchos de estos chavales frecuentaran, ya hombres, la Casa
salesiana en la que tanto habían gozado mientras duraron sus estudios o en los
días festivos.
El 13 de septiembre de 1914 se reúnen en Ampuero (Santander), en el San-
tuario de la Bien Aparecida noventa antiguos alumnos de Baracaldo y ochenta
de Santander. Comida de hermandad al aire libre; hermoso paisaje; canciones
cántabras y vascas, baile público; sidra...
Estas fiestas de unión de montañeses y baracaldeses se repitieron en años
sucesivos. El salesiano sacerdote don José Aguilar, dinámico y buen organiza-
dor, fue en alguna ocasión, alma y vida de tan simpáticos y beneficiosos en-
cuentros.
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4. FALLECE DOÑA LUISA ECHAVARRI
Murió el 29 de enero de 1917 en Bilbao, a los 83 años de edad. Su cadáver
fue trasladado a Baracaldo, recibiendo cristiana sepultura en el panteón de la fa-
milia, dentro de la iglesia de San Paulino de Ñola, a la derecha del altar mayor.
La Familia Salesiana baracaldesa se siente agradecida a la noble y cristiana
bienhechora, que cedió terrenos y la iglesia para la fundación del colegio sale-
siano de Baracaldo.
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7
DON PEDRO OLIVAZZO, APÓSTOL DE LA
DEVOCIÓN A MARÍA AUXILIADORA
1. UN SALESIANO AL CIEN POR CIEN
Así definió Mons. Marcelino Olaechea a don Pedro Olivazzo.
Le conocí. Robusto de cuerpo, alma apostólica en grado eminente, traba-
jador incansable, sencillo y transparente, genio fuerte, entusiasta por todo lo sa-
lesiano; personalidad enraizada en la vigorosa tierra del Monferrato (Italia), que
le vio nacer y crecer en un comprometido cristianismo heredado de sus ante-
pasados; tierna y honda devoción a María Auxiliadora y una adhesión filial e
inquebrantable al apóstol de los jóvenes, don Bosco, con quien convivió du-
rante un trienio (1885-1888) en la Casa Madre Salesiana de Valdocco (Turín).
Presenció el ocaso de la vida del amado Padre, fue testigo de los milagros que
precedieron a su fallecimiento, participó en el apoteósico entierro, y el 1 de
abril de 1934 le contempló, canonizado por Pío XI, en los altares.
El primer sucesor de don Bosco, Miguel Rúa, después de vestirle el habito
clerical y tras su profesión religiosa el 3 de noviembre de 1890, envió a don Pe-
dro a la Casa salesiana de Prado de Viñas (Santander), ordenado ya de diácono.
Recibió la consagración sacerdotal en la capital de La Montaña, y en el co-
legio cantó su Primera Misa el 21 de diciembre de 1895.
Según don Marcelino Olaechea, el P. Olivazzo «dio a la Congregación
cuanto pudo y supo, poniendo toda su alma en el empeño de los cargos que
la Obediencia le fue encomendando».
En Ciudadela, hizo de Menorca un centro de irradiación mariana. Aún en
la actualidad, María Auxiliadora es Patrona de la isla, con idénticos privilegios
litúrgicos reservados a los Salesianos e Hijas de María Auxiliadora. El 24 de
mayo reviste carácter de solemnidad en Menorca.
En los colegios, por los que don Pedro pasó, quedó organizada y floreciente
la Asociación de los Antiguos Alumnos, la Pía Unión de Cooperadores y la
Archicofradía de María Auxiliadora.
Fomentó las vocaciones sacerdotales y religiosas; recorrió pueblos y ciuda-
des buscándolas, sobre todo, para enviarlas a tierras de Misión.
Amaba con locura a don Bosco: «Yo le conocí —repetía exultante— cuando
fui colegial».
Don José Antonio Torrente, quien, siendo profesor en la Casa salesiana
de Baracaldo, penetró hasta el detalle en la personalidad de su director, re-
cuerda el entusiasmo de don Pedro cuando narraba su primer encuentro con
don Bosco.
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«Fue un día en que nuestros profesores nos llevaron a ver al santo, íbamos alegres,
ávidos de curiosidad ante lo extraordinario del caso, pues nos lo imaginábamos todo un
personaje fabuloso, impresionante, superior al mismo soberano en su carroza. La cosa
es que llegamos, formamos fila, y hete aquí que se nos presenta un sacerdote sencillo
y la mar de natural, que nos dirige unas frases paternales, y finalmente nos da a besar
la mano. Pero nadie en absoluto quedó defraudado. Al pronto y de manera instintiva,
nos invadió su influencia de predestinado ¡Qué bondad tan de Jesús resplandecía en
aquellos ojos y qué gozoso hormigueo de vértebras producía aquella voz...! ¡Oh sí! Re-
cuerdo muchos hechos. Yo asistí a la Misa que celebró don Bosco en acto solemnísimo
al tomar la sotana el príncipe Czartoriski. También estuve presente a la despedida de los
primeros misioneros en viaje hacia territorio patagónico».
El 31 de enero de 1888 moría don Bosco. Dos días antes, doce alumnos del
Oratorio ofrecían la propia vida a Dios por la conservación de la del amado
Padre. Colocaron bajo los corporales, sobre los que celebraba la Eucaristía el
secretario del moribundo, un pliego con la súplica y a continuación las firmas.
Entre ellas estaba la de don Pedro Olivazzo. Mas el Señor le quería para
extender y consolidar la Obra salesiana en España, juntamente con otros Her-
manos de la primera generación. Trabajó como siervo bueno y fiel. El 4 de fe-
brero de 1958 entregaba su alma al Señor, en el Seminario Salesiano de Arévalo
(Avila), a los 86 años de edad y 67 de profesión religiosa.
2. PONDERA A DON ÁNGEL TABARINI Y COLABORA
CON DON RAMÓN ZABALO
Hemos tenido la fortuna de hallar en el Archivo Central Salesiano de Roma
algunas cartas de don Pedro, preciosas porque reflejan su sencillez y santidad
y se relacionan con los dos primeros directores de la Casa Salesiana de Bara-
caldo.
Como se trata tan sólo de iluminar y perfilar un tanto la figura de don Oli-
vazzo, pasamos por alto datos que no hacen al caso, e incluso la misma cro-
nología.
Las dos primeras cartas, fechadas el 20-11-95 y el 21-12-96 respectivamente,
van dirigidas a don Julio Barbens, P. Maestro de novicios y Director Espiritual
de la Congregación, formador de santos como don Andrés Beltrani y don Au-
gusto Czartoriski, ambos hoy Venerables en el catálogo de los salesianos ca-
nonizables.
Resumo, traduciéndolos del italiano, ambos escritos:
«No he respondido a las esperanzas que usted tenía depositadas en mí al
enviarme aquí a Santander. Apenas llegué, me lancé inmediatamente a jugar con
los muchachos, y el señor Director -don Ángel Tabarini- me mostró por ello
su satisfacción [...]. Se me había dicho que venía de Catequista y resulta que
no lo soy [...]. Me dice mi director que existen dificultades para ordenarme y
que yo no tengo derecho a saber cuáles puedan ser. ¡Paciencia! El director me
habla poco o nada [...]. Me echa en cara que soy soberbio, envidioso [...]. Mi
amor propio se resiente, pero no puedo por menos de admirar la virtud de tan
estupendo director [...]. Me parece ver claro que no estoy yo hecho para esta
Casa. Don Barberis, ya no me resta otra solución que irme a América. Si usted
piensa que no debo seguir aquí, mándeme a donde quiera. A América, a Asia,
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Sentados: Elias Otero, D. Pedro Olivazzo, Director, Salvador Fernández,
Sabino Hernández.
Centro: Padre de Jesús Corcuera, Julio Nogueira, Germán Martín, José Arce,
J. M. Oyarzábal.
Arriba: José Salazar, Daniel Revilla.
Año 1922.
D., Pedro Olivazzo, Director «...era tal la fama que tenía de hombre de Dios, que
logró estos triunfos... Consagrar a Baracaldo, en acto público en la plaza, a María
Auxiliadora...».
Foto año 1978.
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a África; a donde quiera, donde quiera. La naturaleza se subleva, pero me pa-
rece tener buena voluntad».
¿Intentó don Tabarini probarle bien antes de la recepción del sacerdocio?
Las cartas de don Pedro a su antiguo P. Maestro rezuman sinceridad y alto gra-
do de humildad y ¡su entera disponibilidad a la voluntad de los Superiores! Y
lo admirable es que, mientras expone sus serias dificultades, no cesa de alabar
la virtud de don Tabarini.
Era don Ramón Zabalo, el año 1908, Provincial de la Inspectoría Céltica y
don Pedro, en Carabanchel Alto-Madrid, director y P. Maestro de novicios.
Parece ser que aquél consultaba con frecuencia a don Olivazzo sobre asuntos
de interés. Compenetración mutua entre un sacerdote santo —como a tal se le
tenía a don Ramón en la Inspectoría, pero tal vez un tanto novicio en el espíritu
salesiano por haber ingresado tan maduro en la Congregación- y don Pedro,
que había bebido las esencias pedagógicas y ascéticas de don Bosco en las mis-
mas fuentes y manantiales del sistema preventivo y oratoriano del Fundador.
A don Pedro no le debieron escasear los sufrimientos por esta época.
Don Felipe Rinaldi le escribía:
«Comprendo que no te faltarán disgustos; pero seguimos al Señor y llega-
remos a buen término. Anima a todos los tuyos y procura corregirles con sua-
vidad y firmeza».
Y el 14 de octubre de 1908:
«Comprendo toda la pena de tu alma unida a la voluntad de hacer el bien.
Mira, querido don Pedro, en la vida hay momentos inconcebibles en los que
la mente queda turbada, los hombres se le ponen a uno en contra y parece que
las buenas obras se esfuman. ¡Animo! Todo pasa. Viene un soplo de viento, que
disipa las nubes, y entonces la serenidad causa alegría. Tú trabaja con recta in-
tención, corrige los defectos. Te basta luego la aprobación de Dios. Espera que
los Superiores dispongan. Tú sigue tu camino».
Siguió su camino; y más tarde..., un día llegó a Baracaldo, probado en bue-
nas lides, experto en el gobierno de las Comunidades, humilde, sencillo, genio
vivo, ardor apostólico, con unas pocas ideas, pero sólidas y firmemente escul-
pidas en su corazón. ¡Muy hondas! ¡Muy salesianas! ¡Transformadoras!
3. UN HOGAR CALIENTE Y DISCIPLINADO
Ese día fue uno de los últimos de agosto de 1920. Venía del Colegio de Ro-
cafort-Barcelona.
«No puedo ocultarle -escribe al Rector Mayor don Felipe Rinaldi- que la
obediencia me costó sacrificio. De modo que no ha entrado en nada mi volun-
tad en el hecho de encontrarme en Baracaldo; por ello pienso que el Señor me
ayudará en el desempeño de mi cargo. Encontré la casa sin dinero y con di-
versas deudas urgentes. Por ello gestionamos un empréstito para obviar de mo-
mento las dificultades. El colegio tiene escuelas externas gratuitas; mas no son
admitidos todos los muchachos mayores de ocho años que lo solicitan, por es-
casez de personal, cosa que me desagrada».
Añade que se intenta abrir Casa salesiana en Bilbao, empresa difícil huma-
namente por falta de terreno y dinero. Confía en la Virgen porque ya «se ha
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Exposición filatélica en Baracaldo con temas salesianos.
Octubre 1986.
La Archicofradía regala la
imagen de la Virgen que se
encuentra colocada en la fachada
exterior de la iglesia.
Mayo 1976.
La Archicofradía de María Auxiliadora en la inauguración
de la carroza.
24-mayo-1953.
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podido introducir la devoción a María Auxiliadora en la capital de Vizcaya. Es-
peremos que Ella realice uno de sus acostumbrados milagros».
En carta adjunta pide la agregación de la Asociación de los devotos de Ma-
ría Auxuiliadora a la Archicofradía de Turín.
Claro está que la actividad apostólica de don Pedro en Baracaldo comienza
con un acto de filial confianza en la Virgen de don Bosco, en él habitual.
Durante sus seis años de director en su nueva Casa, el número de Herma-
nos con que cuenta oscila, cada curso, entre nueve y diez.
Citemos a los más destacados:
Don Elias Otero ejerció el cargo de Prefecto de Estudios. Su vida entera
estuvo caracterizada por el signo del trabajo. El 21 de junio de 1970, el gobier-
no español le concedía la Medalla de Plata al mérito del trabajo. Profesor or-
denado y exigente. Religioso cumplidor y disciplinado. Muy delicado en el tra-
to.
Don Salvador Fernández. El P. José Luis Carreño dice que, en gran pane,
le debe su perseverancia en la devoción, contrariada por su padre, residente en
las Américas, a donde había ido a «ganar plata para sostener a la familia».
Explica el benemérito misionero cómo un día aparecieron por el colegio
«los tres representantes de la ley: su tío José, un leguleyo contratado para la
ocasión y un alguacil. Se las hubieron de ver con don Salvador, al que intima-
ron la entrega inmediata del menorcito secuestrado, «el cual había pateado cinco
veces la Península por su cuenta y riesgo. Pero bueno estaba aquel legendario
y forzudo de don Salvador (él que agarraba del cuello a los viajeros aquejados
de diarrea blasfema, los dejaba suspendidos en el vacío fuera de la ventanilla y
les gritaba: 'Aquí; evacúe aquí, y déjenos respirable el departamento')». En esta
ocasión se enfrenta con las citadas autoridades:
- Don José Luis es miembro profeso de una Congregación de jurisdicción
pontificia. Póngase, pues, al habla con el Tribunal de la Rota en su sede de
Madrid.
El leguleyo debió decirse para sus adentros:
- Con la Curia hemos topado, amigo Sancho».
Y aquí terminó todo.
Muchos alumnos han recordado a don Salvador: vigor y fuerza física ex-
cepcionales, alma bondadosa, amante enamorado de la Virgen, la que -según
testimonio de su último director, don Alejandro Vicente— le manifestó secretos
sobre el futuro. Murió mártir, en odio a la fe, el 18 de septiembre de 1936.
Don Germán Martín. De él escribió el famoso misionero salesiano don
José Vespignam: «Gran trabajador y de halagüeñas esperanzas». Murió mártir
el 30 de agosto de 1936 en Madrid.
Don José Binelli informaba a los Superiores: «Buenos sacerdotes. Don José
Peyteado, prefecto (administrador), con sus limitaciones; don Sabino Hernán-
dez, hombre de talento; le perjudica cierto complejo de inferioridad; don An-
drés Casanovas, mucha virtud y capacidad; a mi juicio se le puede nombrar di-
rector».
Al frente de este buen personal, don Pedro Olivazzo.
Don José Antonio Torrente, al que han admirado tantos antiguos alumnos
por su talento y otras bellas cualidades, recuerda aquellos años juveniles y al
que fue su director:
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«Era -escribe— el don Olivazzo de los superiores y Hermanos; el don Pedro para los
Archicofrades y Cooperadores; el director para los oratorianos baracaldeses, huerto que
cultivaba con el fervor de los tiempos de Valdocco, sin miedo a las fatigas ni a los tra-
bajos cié cada hora. Cogido de la mano de los chavales, arrasaba, enracimado de orato-
rianos, los patios del colegio. ¡Qué importaban el sudor, la sotana llena de barro, los pe-
lotazos sobre su cuerpo! Se despertaba con el cuerno de la fábrica de Altos Hornos; se
sumía en la meditación, no sin pasar revista sobre sus huestes; celebraba su Misa ferviente
y ruidosa... Comía bien, sin remilgos; corría de un sitio a otro, siempre con el manojo
de llaves en las manos, cuyo sonsonete era la voz de alarma para cuantos, al margen de
la disciplina, vagaban por los pasillos del caserón de Larrea... Tenía unos ojos grandes,
azules, cargados de inocente desconfianza. Era una desconfianza hacia el mal. Su única
preocupación era el pecado. ¡Evitar el pecado! Por eso su fuente radicaba en la confesión
y en la predicación. Siempre estaba dispuesto para estos menesteres pastorales. ¡Cuántas
almas habrá salvado para el cielo, a regañadientes, a fuerza de paciencia, de insistencia,
de oportunidad o inoportunidad, en frase del Apóstol! Era un hombre al que creíamos
incapaz de cometer, a sabiendas, un pecado venial».
Los muchachos le rodeaban de continuo: «íbamos —dice uno de ellos- a be-
sar su mano cariñosa que, a la vez que un paternal cachete en la mejilla, nos
hacía el obsequio de una porción de caramelos».
Personal y alumnos veían que don Pedro ponía, en su labor constante, un
caudal inagotable de fe y de inmensa caridad. Siempre fue el primero en la ora-
ción, en el confesonario, en el pulpito, en el patio, en el comedor. A veces, cier-
ta dureza en la exigencia del deber, como reacción a la dejación producida por
el cansancio o laxitud.
No nos resulta extraño que, en el ocaso de su vida, se sintiera intranquilo
«porque no le daban trabajo». Su director le animó con cariño: «Don Pedro,
usted ya ha trabajado bastante». Tenía más de 80 años.
Y el buen don Pedro se echó a llorar.
4. MARÍA AUXILIADORA, REINA DE BARACALDO
La difusión de su culto en Baracaldo comienza con don Ramón Zabalo y
don Ángel Tabarini; continúa con don Francisco Serrats y alcanza su máximo
apogeo con don Pedro Olivazzo.
«Tuvo a María Auxiliadora —escribía el P. Olaechea— un amor de hijo ter-
nísimo. Hacía preparar con ilusión las fiestas de la Virgen, en particular la de
la Purísima y la de María Auxiliadora, que recordamos los niños de ayer como
una gracia particularísima de Dios, que ha dejado surco de consuelo y estímulo
en nuestra vida.
Cuando don Pedro predicaba —creo yo que fuera lo que fuera—, el nombre
encendido de amor a María Auxiliadora resonaba como un ntornello al prin-
cipio, al medio y al fin de los sermones. Era un enamorado de María. Ese su
amor lo encendió no sólo en sus latinistas, novicios, jóvenes profesos, sino en
los seglares que le rodearon».
Para ello le favorecía poco su conocimiento imperfecto del castellano y la
chocante pronunciación gutural de la r como guc, al uso francés. Esto originaba
frecuentemente -dice Eduardo Gancedo- voces grotescas, como su muletilla ha-
bitual de cagamba. Ya cansaba oírle llamar a la Santísima Virgen Maguía Au-
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xiliadoga. Y, no obstante, era tal la fama que tenía de hombre de Dios que lo-
gró estos tres triunfos, si no imposibles, difíciles para el mejor predicador, teó-
logo u obispo:
- Consagrar a Baracaldo, en acto público en la plaza, a María Auxiliadora.
Acudió masivamente todo el pueblo.
- Llenar, los días 24 de cada mes, una iglesia de Bilbao, aristocrática por
hallarse situada en la Gran Vía, con fieles de la misma capital. El ardor con que
predicaba don Pedro le obligaba a tener continuamente el pañuelo en la mano
para limpiarse con frecuencia el sudor.
- Inaugurar un Oratorio Festivo en las afueras de Bilbao, en el barrio de
Elejabarri (cercano al hospital de Basurto).
Durante el mes de Mayo, se instalaban en las clases altares con el cuadro
de María Auxiliadora, adornados de flores. «Ella presidía, durante todo el mes
-recuerda un antiguo alumno— cuanto en la escuela se impartía. De ahí quizá
nazca el amor que todo baracaldés tiene a la Virgen, aun cuando no frecuente
ya el Colegio».
El 1 de enero de 1922, tuvo lugar un acto emocionante en la plazuela que
se extendía delante de la iglesia salesiana. Consistió en la inauguración de la
imagen de María Auxiliadora colocada en la fachada del templo.
A las 11 de la mañana, disparo de cohetes y alegre repiqueteo de campanas.
La pequeña extensión de superficie que constituía la antesala de la iglesia re-
cibió, desde aquel día, el nombre de María Auxiliadora. Rebosaba de alumnos,
antiguos alumnos, oratorianos, Cooperadores y devotos de la Virgen.
Todos los balcones y ventanas de las casas adyacentes estaban adornados.
A una señal, cayó la cortina que cubría la imagen y se encendieron ciento
cincuenta y cinco bombillas eléctricas que la circundaban. Resonó por todas
partes el grito clamoroso y entusiasta de ¡Viva María Auxiliadora!
Después del canto de un vibrante himno, habló don Pedro desde uno de
los balcones. Dijo que cada uno de los baracaldeses debía considerar aquella
imagen como suya. Ella, desde su nuevo trono, acogía bajo su protección a la
población total de Baracaldo; sería su pararrayos, que alejaría de ella los mu-
chos males que amenazan constantemente a la humanidad.
Dirigiéndose a los antiguos alumnos les invitó, con el corazón y el rostro
encendidos, a recordar diariamente a aquella Madre, a la que aprendieron a
amar en sus años de colegio.
«A la tarde tuvo lugar una representación teatral, disparo de cohetes y canto
de coplas en la plazuela delante de la Virgen».
La imagen, procedente también esta vez de Sarria, tenía 1,50 metros de al-
tura y era de piedra artificial. «Puede considerarse como una obra acabada en
su género —escribía el Boletín Salesiano-; la instalación eléctrica forma una ins-
cripción que dice: ¡Viva María Auxiliadora!, colocada en la parte superior de
la puerta de la iglesia. Más arriba, un arco de bombillas hace corona a la
Virgen».
La revista Atalaya de la Asociación local de Antiguos Alumnos, tras aludir
al acto descrito, continúa: En la procesión estaba todo el pueblo, acompañado
de sus autoridades. Se soltaron cientos de palomas, algunas mensajeras que, rau-
das, llevaron la fausta nueva a las Casas salesianas de Santander y Madrid».
A partir de entonces, fueron celebrándose las procesiones de María Auxi-
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liadora con creciente solemnidad. Como las del Carmen de Santurce, tuvieron
resonancia nacional. A ellas acudían vecinos de todos los pueblos limítrofes y
representaciones de los antiguos alumnos de Deusto, Santander y Pamplona.
Desde el año 1925, intervinieron en ella los gimnastas del Colegio y los mu-
chachos oratorianos de Elejabarri.
«El espíritu cristiano -decía don Pedro en su dircurso de clausura del curso escolar
1921-1922- va abriéndose paso, cada año más, en Baracaldo. Tenemos de ello una prueba
evidente en el número cada vez más crecido de fieles que se acercan a la Sagrada Mesa.
Concretándome a nuestra iglesia, en el año 1920 contáronse unas treinta y dos mil co-
muniones, y en el 1921 llegaron a cuarenta y una mil quinientas. En mayo del año pa-
sado distribuyéronse poco menos de cinco mil; y en el mismo mes de este año llegaron
a nueve mil doscientas cincuenta».
Los tiempos no eran muy halagüeños para una crecida de fe y práctica re-
ligiosa. En los primeros días de 1921, la crisis industrial adquirió proporciones
alarmantes. Se extendió a todo el país vasco, a la casi totalidad de sus distintos
sectores industriales.
En las empresas se fue implantando la semana laboral de cuatro días y, a
veces, de tres, y quedaron despedidos centenares de obreros de la zona minera.
En el sector fabril de Baracaldo-Sestao, en el mes de abril, cuatrocientos obreros
se encontraban en paro absoluto y trescientos nueve en jornada reducida de
cuatro días. Con los parados de la Naval, el total de desempleados en la zona
se aproximaba a la cifra de cinco mil. En la segunda mitad del mismo año, se
calculaba en paro, en Vizcaya, un 66 por ciento de mineros; un 50 por ciento
en las industras de Erandio; un 58 por ciento en las de Deusto.
En el año 1922 hubo huelgas, además de violentos incidentes entre socia-
listas y comunistas.
Según los diarios, el ministro de trabajo, Sr. Calderón, consiguió -1 de agos-
to— se reanudaran las actividades laborales en todas las empresas, después de se-
tenta y siete días de paro.
A pesar de un ambiente social tan enrarecido y agitado, proclamaba don Pe-
dro en su dircurso de clausura de curso 1921-1922 que, en el mes de mayo,
tres solemnísimas novenas diarias encendieron en el amor a la Virgen a los nu-
merosos asistentes a las mismas. «El día 4 del pasado junio quedará grabado
con letras indelebles en la mente y en el corazón de este pueblo creyente», pues
dicho día, además de su participación en la grandiosa procesión, acudió en masa
«al lugar más público, más concurrido y más bello» de la localidad para pro-
clamar, en unidad de mente, corazón y asistencia activa de las Autoridades, a
María Auxiliadora Reina y Patrona de Baracaldo.
«¿Cómo podrá la Virgen -clamaba cual un profeta don Pedro- abandonar
a su pueblo? Confía, Baracaldo, en tu Reina en estos aciagos días de tribulación,
de amargura. Pronto volverás al trabajo en tus fábricas, que son la maravilla del
mundo entero; y con el trabajo entrará nuevamente la abundancia en tus casas
y la paz en tus hogares, y reinará nuevamente la caridad entre todos».
El 4 de julio, quedó virtualmente resuelta la huelga de los obreros de Altos
Hornos. Más de mil, desfilaron para firmar el documento que fue «el principio
del fin» de la huelga.
El 24 de mayo de 1923, el P. Olivazzo, acompañado por el Presidente de
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la Asociación de los Antiguos Alumnos, comenzó a recorrer sus casas para en-
tronizar en ellas a María Auxiliadora. Así llegó ella, en el espacio de nueve días,
a ciento sesenta y seis hogares. Fueron más los que la demandaron. La comisión
organizadora quedó en estudiar el modo de satisfacer tan piadosos deseos.
La recepción de la Virgen en las casas revistió una variedad y emotividad
especiales. La familia entera se acercaba, en la mañana del día tan esperado, a
recibir los sacramentos de la penitencia y eucaristía; artístico altarcito, bien
adornado, en el local más digno del domicilio; flores, velas, poesías, plegarias,
música. El Boletín Salesiano terminaba un largo artículo con estas palabras: «A
María Auxiliadora se la ama hasta el delirio en Baracaldo».
Por esta razón, el 21 de junio de 1923, «se coloca definitivamente, y con
aprobación general, a María Auxiliadora en el altar mayor, en lugar de San Pau-
lino, el cual pasa a ocupar el altar in cornu epistolae», es decir, el lugar desde
donde entonces se proclamaba la primera lectura de la Misa.
5. PERIODO 1920-1926, CULMEN Y FOCO DE IRRADIACIÓN
DEL AMOR A MARÍA AUXILIADORA EN BARACALDO
Atalaya del mes de mayo de 1958 lo afirmaba categóricamente: «La devo-
ción a nuestra Virgen en Baracaldo es obra de don Pedro Olivazzo».
Unas pinceladas, que han de sumarse a las ya trazadas en el capítulo 6, para
completar el cuadro del mejor modo que nos ha sido posible. Se refieren a épo-
cas posteriores, que siguen rezumando el fervor mariano que bulló siempre en
Baracaldo, sobre todo desde los tiempos de don Pedro.
Año 1931. Con la proclamación de la República el 14 de abril, los salesianos
se sienten inseguros en Baracaldo.Algunos de ellos se desplegaron a Santander
y otros aVitoria. No ocurre nada desagradable. Incluso se celebra solemnemen-
te la Novena a María Auxiliadora. En ella la aglomeración del público es tan
extraordinaria que, a causa de la insuficiente capacidad de la iglesia, se dan casos
de desmayos. Todo resulta hermoso y hasta sorprendente. Tan sólo una nota
desagradable: las circunstancias políticas impiden la procesión.
Pasada la marejada de la etapa republicana -que lanzó sus olas de persecu-
ción religiosa contra los católicos-, y el doloroso conflicto bélico, la procesión
de María Auxiliadora del año 1939 revistió caracteres de verdadera apoteosis.
El artículo de la Gaceta del Norte, titulado Patria y fe, recogía las impresiones
del día: ocho mil comuniones; a las 6,30 de la mañana comienzan las celebra-
ciones eucarísticas; la de las 8,30 correspondió al Prelado de Pamplona, Dr.
Olaechea; la iglesia se llenó nuevamente a las 10,30 para la Misa Solemne; a las
9, la procesión nocturna. Solemnidad, brillantez, belleza y, sobre todo, devo-
ción. Balcones adornados con farolillos, colgaduras, centenares de voces que en-
tonan cantos a María. Cerca de veinte mil personas formaron en la procesión
o se unieron a ella. Casi al filo de medianoche, la cabecera del desfile religioso
penetraba en la iglesia salesiana.
Año 1954. Se calcula en tres mil los antiguos alumnos que acuden a la pro-
cesión. Desfilan de doce en fondo. Hubo que hacer la novena siete veces al día.
Durante el mes, se reparten cerca de cuarenta mil comuniones. Durante toda
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la mañana del día 24, dos sacerdotes no cesan de repartir el Santo Sacramento.
Todo el día, el templo rebosa de público, que pacientemente aguarda turno para
subir al camarín y depositar su beso de amor a los pies de María Auxiliadora.
La Virgen del frontón. Desde tiempos lejanos —lo hemos dicho ya— campea-
ba una estatua de María Auxiliadora sobre el frontón de pelota. Así, los alum-
nos se divertían en los patios bajo su amparo, y la invocaban con frecuencia.
Unos desalmados la derribaron a balazos en la guerra civil.
Transcurrieron veinte años. Un antiguo alumno, José María Uriarte, a quien
la vida le zarandeó por esos mundos de Dios por mar y tierra, regresó a su
pueblo de Baracaldo. Se llegó al Colegio de su niñez; miró hacia el frontón y
observó con extrañeza que la estatua había desaparecido. Sintió hondamente la
profanación; y, sin pensarlo más, dijo a los que le rodeaban: «El 24 de mayo
estará de nuevo ahí la Virgen». Y hasta el año 1963 estuvo otra vez María Au-
xiliadora sobre el frontón, hasta que fue derribado para necesarias reformas.
Más tarde, se colocó nuevamente la imagen sobre los nuevos y actuales pabe-
llones escolares.
El año 1961 se llevó a efecto la construcción de ciento noventa y cuatro vi-
viendas, agrupadas alrededor del Colegio, para los antiguos alumnos y sus fa-
milias. La calle principal de la colonia lleva el nombre de María Auxiliadora.
La iniciativa partió de don Deogracias Martín y la realización correspondió a
don Julio Ramón Mazas, dos enamorados de la Virgen de don Bosco.
El año 1973 se celebró el 75 aniversario de la Obra Salesiana en Baracaldo.
El extenso y vanado programa de los festejos lleva, en lugar destacado, ocho
líneas explicativas de la labor salesiana en Baracaldo.
La historia de la misma encuentra su fundamento en dos palabras: María
Auxiliadora.
Don Pedro Olivazzo, enamorado fervoroso de María Auxiliadora y el prin-
cipal Apóstol de su devoción en la primera Casa salesiana vizcaína, vibraba de
emoción al comprobar que sus esfuerzos dieron fruto tan generoso. Con este
gozo en el corazón, voló, el 4 de febrero de 1958, al encuentro de la Señora
de sus amores, a la que debió don Bosco toda su obra y él —don Pedro— su
fecunda vida apostólica.
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«DIOS QUIERA QUE TODOS LOS DIRECTORES
SEAN COMO EL»
(Elogio de don J. Binelli a don Pedro Olivazzo)
1. BODAS DE PLATA DEL COLEGIO
Se celebraron en el año 1921-1922. Llama poderosamente la atención la den-
sidad del espíritu de piedad y apostolado que las informa.
Es inimaginable la ausencia de actos recreativos con ocasión de fiestas de tal
categoría. Sin embargo, aquel don Pedro —que vivía intensamente en los patios,
excursiones y representaciones escénicas la bullanguera alegría salesiana-, no
alude a ella en su Memoria Discurso de fin de curso. Su alma se halla inundada
de gozo por el fruto espiritual obtenido con la bendición y la colocación de la
imagen de María Auxiliadora en la fachada de la iglesia, los Ejercicios Espiri-
tuales con el templo repleto de hombres, la Primera Asamblea de Cooperadores
Salesianos el 23 de octubre de 1921, la inauguración de las conferencias quin-
cenales para los antiguos alumnos y obreros, y las tres novenas diarias predi-
cadas en el mes de Mayo.
Fue emotiva la consagración a María Auxiliadora de cinco mil niños y niñas,
acompañados de sus respectivos maestros y maestras, con ocasión de la ben-
dición de la imagen de la Virgen, que tuvo lugar en el patio salesiano; y aún
más la proclamación, por la población entera, de María Auxiliadora como Rei-
na de Baracaldo. La plaza de Vilallonga, repleta de público, vibró de entusias-
mo y amor a la Señora.
Él 2 de julio fue el día escogido para conmemorar las Bodas de Plata del
Colegio con una fiesta especial. Entronizóse en este día el Sagrado Corazón en
el Centro de los Antiguos Alumnos; y, en la Velada de la tarde, se dio lectura
al resultado del Certamen literario, con premios para los vencedores.
El 13 de julio, más de quinientos muchachos del Colegio y del Oratorio
Festivo subieron a la Virgen de Begoña para agradecer a la Patrona de Vizcaya
los beneficios por ella otorgados a la Casa salesiana en sus veinticinco años de
existencia.
Complemento del feliz aniversario puede considerarse una bien preparada
Exposición Escolar. Quedó inaugurada el 17 de julio y fue muy visitada durante
las vacaciones.
El 8 de octubre se abría el Oratorio Festivo de Elejabarri, en Bilbao, fre-
cuentado por unos trescientos chavales.
Se abre, asimismo, un pequeño internado en la Casa con una treintena de
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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jovencitos, posibles candidatos al sacerdocio. Se les explica la lengua latina. El
año 1922 alcanza el máximo número de alumnos admitidos hasta esa fecha en
el Colegio. Llegan a casi setecientos, y todos gratuitos.
Acuden al Oratorio Festivo más de mil.
El 31 de diciembre, se celebra el trescientos aniversario de la muerte de San
Francisco de Sales, Patrono de la Congregación: solemne triduo predicado; la
Misa, a 4 voces mixtas, del eminente salesiano maestro Pagella, el día de la fies-
ta. El orfeón de los antiguos alumnos, los tiples del Colegio y el coro mixto
de las Hijas de la Cruz forman un conjunto grandioso. El panegírico del santo
corre a cargo de don Aurelio Bureba, orador de altos vuelos literarios.
2. DON PEDRO ENTIENDE EL SIGNIFICADO DEL
COOPERADOR SALESIANO
Don Bosco lo definió bien. Muchos salesianos no lo entendieron. ¡Era don
Bosco tan genial y tan adelantado a los tiempos...!
Los Cooperadores forman la tercera institución contraseñada con su caris-
ma; pertenecen a la Familia Salesiana en sentido estricto; son verdaderos sale-
sianos en el mundo, llamados a servir a la Iglesia; aunque sin votos, tienden a
la perfección; una especie de Tercera Orden con una misión de «vida activa en
favor de la juventud expuesta a tantos peligros». Los Cooperadores Salesianos
piden a sus Hermanos con votos una espiritualidad y la viven en su ambiente:
hogar, catcquesis, fomento de Ejercicios Espirituales. Su Superior es el salesia-
no, pero «en todos los asuntos que se refieren a la religión, tendrán absoluta
dependencia de la Jerarquía».
Sembraron lamentable confusionismo quienes, en la práctica, redujeron su
misión al de mero bienhechor.
El P. Olivazzo tiene el mérito de haber canalizado la labor de los Coope-
radores Salesianos de Baracaldo en sentido genuino del Fundador.
' El 23 de octubre de 1921 celebra en Baracaldo la Primera Asamblea. So-
lemnemente. La presiden el P. Provincial de la Inspectoría Céltica, don José Bi-
nelli, el que lo será de la Tarraconense en agosto del mismo año, don Marcelino
Olaechea, y don José Recasens, salesiano coadjutor que conoció a don Bosco
en Barcelona, el año 1886, y que en toda la nación es considerado modelo de
piedad y de trabajo.
En esta reunión se formaron tres comisiones:
Una de señoras, en orden a procurar los medios necesarios para el sostén
y fomento del Oratorio festivo. Nunca hasta entonces se vio éste tan concu-
rrido. Unos ochocientos chavales y niños que, apartados de los peligros de la
calle y de las plazas, se divertían en grande con juegos, ferias y excursiones a
Begoña, Archanda y otros lugares de verdadero gozo para los muchachos de
entonces; funciones de teatro, sesiones de cine, rifas semanales; y, ¡claro!, par-
ticipación devota en la Eucaristía matutina, en la Bendición Eucarística vesper-
tina, en la audición de la divina palabra; y ¡qué bien aprendían el catecismo,
repartidos en grupos! Pronto creció el número de los oratorianos, llegando has-
ta mil los domingueros como se les llamaba en los tiempos de don Pedro.
Otra de caballeros, que tenía la finalidad de cooperar, juntamente con los
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Cuadro artístico.
José L. Monasterio, Valentín Lobato, Mauricio Fernández, Kmiliano Muño/, A r t u r o Castillejo
Julio R. Mazas, Prada.
Concha Acebal, Laura de la Mano, Felisa Acebal, Mary Grijalvo, Tere Herrero, Teresa Campo
Concha Herrero, Rosario Hernani.
Teatro leído por el Circulo
Juvenil, en preparación a la
fiesta de I). Bosco.
28-enero-1974.
1 sccn.i misionera con ocasión del
Centenario Misionero Salesiano.
2t>-fcbrcro-1976.
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salesianos, a la buena marcha de la Asociación de los antiguos alumnos. Estos
inauguraron Centro y biblioteca; hubo curso de conferencias, florecieron la cul-
tura religiosa y profana y nació el Orfeón.
La tercera comisión atendió al fomento del culto a María Auxiliadora.
No descuida don Pedro el que los Cooperadores colaboren, si les es posible,
al apostolado con medios materiales; pero los lanza, ante todo, a un apostolado
vigoroso mediante la devoción a la Virgen y el buen funcionamiento de la Aso-
ciación de los Antiguos Alumnos. Para la buena marcha de ésta, introduce, den-
tro de ella, un fermento, algo así como la Compañía de la Inmaculada que fun-
cionaba en los Colegios de don Bosco, con compromisos apostólicos serios,
que impedían sestear a dirigentes y dirigidos.
El 5 de febrero de 1923 tenía lugar la Segunda Asamblea, presidida por don
Binelli, por el párroco don Ignacio Belaústegui, don Pedro Olivazzo, don
Agustín Pallares (Director del Colegio de Santander), don Sabino Hernández
(del personal de la Casa) y don Arturo Díaz Basterra (presidente de la Aso-
ciación de Antiguos Alumnos).
Las conclusiones fueron valientes. Entre ellas, la intensificación de la vida
cristiana en los centros docentes, guerra a la blasfemia y a las lecturas perni-
ciosas en toda la localidad, y recaudación pecuniaria a favor de las vocaciones.
Gran acierto el de invitar al encargado de la cura de almas en la parroquia
y representante del Prelado en la misma, pues -lo dijimos ya- la Pía Unión de
Cooperadores colabora en la labor espiritual de la diócesis, bajo la autoridad
del Obispo, con el carisma del celo alegre y simpático de don Bosco.
La Tercera Asamblea tiene ya lugar en la capital en febrero de 1924. Entre
las conclusiones, una de relevante importancia: Establecer unas Escuelas Pro-
fesionales Salesianas en Bilbao.
La semilla está echada. El fruto se cosechará años después.
Y a las peticiones elevadas al Ayuntamiento en orden a la dignificación del
nivel moral del pueblo (destierro de la blasfemia pública y de las palabras soe-
ces), acordó aquél por unanimidad hacer suyas dichas conclusiones. Por tanto,
el señor Alcalde deberá adoptar «cuantas medidas crea convenientes al mayor
y más rápido éxito de los fines que se persiguen».
Ejercía de alcalde don Gregorio Arana, quien cursó las debidas instruccio-
nes a la Guardia Civil a fin de que se diera cumplimiento a la decisión del
Ayuntamiento.
3. LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS
MAS ACTIVA DE ESPAÑA (Don José Binelli)
La fundación data del 31 de enero de 1921. Don Pedro hizo coincidir este
solemne acto, de la capital importancia para la Familia Salesiana de Baracaldo,
con el trigésimo tercer aniversario de la muerte de don Bosco.
El mes de octubre, se celebraba ya un Congresillo, presidido por don Pedro
y la primera junta directiva. La formaban el presidente don Arturo Díaz Bas-
terra, don Gregorio M.a Sagastagoitia, don Leonardo Valbuena, don Emiliano
Muñoz, don Agustín Sánchez, don Andrés Diez, don Eladio Pérez, don Jesús
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Heres, don Dionisio Méndez, don Juan Areso, don Cándido Aguirrezabalaga
y don Jesús Heredia.
Se comenzó a caminar con decisión:
«Rema mucho entusiasmo y animación —escribía el P. Olivazzo a Juventud perenne—;
de los cincuenta distintivos que me remitió, no queda ni uno solo para muestra. Mán-
deme inmediatamente otros cincuenta. El llevar el retrato de don Bosco en el pecho pa-
rece que les recuerda que deben llevar su espíritu en la propia vida. Tenemos una sección
de catequistas que vale un potosí. ¡Quiera Dios que en todos ellos prenda la llama del
apostolado en sus diversas manifestaciones!»
Para una más completa formación del antiguo alumno, se constituyen sec-
ciones: una religiosa y catequística, otra artística, una tercera de fútbol, y la de
estudios, presididas respectivamente por don Agustín Sánchez, don Emiliano
Muñoz, don Andrés Diez y don Jesús Heres. Más tarde fueron creándose otras.
Don Marcelino Olaechea inauguró un ciclo de conferencias, desarrollando
el tema: «¿Somos los hombres de hoy aquellos niños de ayer?». Terminó de-
clamando la famosa poesía de Gabriel y Galán, titulada La pedrada.
Juventud perenne escribía: «Esta Asociación de Baracaldo entra de lleno, se-
gún parece, en el movimiento de las fuerzas vivas del Catolicismo social».
Don Emiliano Muñoz Iztegui, secretario de la primera Junta Directiva y
presidente después, en más de una ocasión, durante el directorado de don Pedro
y posteriormente, nos habla del entusiasmo reinante entre los antiguos alumnos,
fervor salesiano que afloraba en un abanico de actos religiosos, competiciones,
funciones teatrales, conferencias y temas sociales.
El mismo trabajó mucho y bien, más tarde, como presidente de la schola
cantorum de la parroquia de San Vicente, integrada por muchos antiguos
alumnos.
Don Emiliano cesó en su constante y entusiasta actividad cuando cayó he-
rido por una mortal enfermedad. Agonizante, quiso recibir los Últimos Sacra-
mentos teniendo de sobrecama la bandera de la Asociación.
Hombres de valía brotaron de la floreciente agrupación de los antiguos
alumnos de Baracaldo. Sería muy larga la enumeración y expuesta a lamentables
omisiones. Personas de brillante carrera, competentes maestros en el campo de
trabajo y ¡hasta futbolistas de renombre! Y ¡todos se gloriaban de haber fre-
cuentado el colegio salesiano!
- Vamos a ver, chicarrones, ¿en qué colegio iniciasteis vuestra educación?,
preguntaba un antiguo alumno a los entonces ídolos populares Juan Ramón
Urrelecea y Edmundo Suárez (Mundo) y al no menos célebre arbitro de pri-
mera división, Fernando Aurre.
- Habla tú, Juan Ramón, como de más edad.
- Eo hicimos en la Casa salesiana de Baracaldo. Yo, como sabes, era aran-
dioterra; pero bien valía la pena atravesar la ría, incluso a nado, a cambio de
aquella enseñanza que recibíamos. ¡Qué detalle tan simpático constituía el que
los superiores jugaran con nosotros en los recreos! ¡Qué gran salesiano era
aquel don Pedro! Maestros cariñosos, veladas, teatro, cine, excursiones...! ¡Todo
ello tan ingenuo, pero tan bonito! Mundo fue cuatro veces internacional y
¡marcando buenos goles..., como los que marcaban aquellos sus buenos Supe-
riores en materia de instrucción y educación!
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4. ¿LLEGAMOS A BILBAO?
La Obra salesiana de Baracaldo está en pleno auge. Crece y siente ansias de
expansión.
Don José Binelli, Provincial, escribe a los Superiores Mayores: «La situación
de esta Casa es tal que, al tener un director como don Pedro Olivazzo, se pres-
ta a una gran actividad salesiana, como la que ya está desarrollando desde hace
cinco años [...]. Tantos son los chicos que acuden los domingos, que no caben
ni en la iglesia, ni en el teatro, ni en los locales de las clases. Se hace pues ne-
cesario dividirlos en dos grandes secciones, de modo que mientras unos asisten
al catecismo, a la predicación y a la Bendición Eucarística, los otros están en
el teatro. Y, luego, al revés».
Don José Vespignani informa al Rector Mayor: «Es la de Baracaldo una
Casa para obreros de Altos Hornos. Su misión, importantísima y de grandes
esperanzas [...]. Se ha preparado una exposición escolar que ha sido muy del
agrado de los patronos y de los obreros de los Hornos, que respetan y aman
a los salesianos como si fuesen de la familia».
En 1921, también se prestan las chicas a ayudar en el Oratorio Festivo, dado
el incremento del mismo.
Se distribuía a los oratorianos la hojita Oratorio Festivo, que se imprimía
en Sarria. Era muy amena y los chicos la coleccionaban, teniendo el mayor cui-
dado en adquirirla los domingos.
No se sienten satisfechos los salesianos con el inmenso bien que realizan en
Baracaldo. Quieren a toda costa penetrar en Bilbao.
Todo comienza el 3 de enero de 1921 con una reunión de señoras, en la
que nombran dos comisiones: una para fomentar el culto a María Auxiliadora
y otra para recaudar fondos para una fundación.
El 15 de febrero, el P. Inspector y don Francisco Perramón, salesiano de
la Casa de Baracaldo, visitan un terreno para la fundación en proyecto.
El 13 de abril, se compra en Elejabarri-Bilbao un terreno de 20.000 m2 por
treinta y cinco mil pesetas.
El 8 de octubre de 1922, se celebra la solemne inauguración del nuevo Ora-
torio.
«Era una casa de planta baja y algún piso. En la primera estaba la sala de
cine, y arriba la capilla. El patio era un prado muy accidentado, donde apenas
se podía jugar. La casa tenía un cobertizo con suelo de cemento. El prado es-
taba junto a la vía del tren Bilbao-Santander, a la salida misma del túnel».
Era aquélla una pobreza gozosa. El día de la inauguración no faltaron ni la
solemne función litúrgica, ni los usuales cohetes, bombas, elevación de globos
y demás aparato externo de las grandes fiestas.
Los Superiores nombraron Director de este Oratorio a don Lorenzo del
Pozo, que siguió formando parte del personal del colegio de Baracaldo. Le ayu-
daba don Andrés Casanovas, salesiano muy inteligente, pero de escasa salud.
Como catequistas —escribe don Eduardo Gancedo, hoy veterano salesiano—
íbamos tres: Carlos Mieza, un compañero mío apellidado Menchaca y yo. To-
dos los domingos íbamos en tranvía y volvíamos a Baracaldo hacia las diez de
la noche. Acudían al Oratorio chicos del barrio y, por consejo de los PP. Je-
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«No quiero otra cosa de los jóvenes más que
sean buenos y estén siempre alegres».
(D. Rosco M. B. 11-566).
Diversas escenas
del
Oratorio Festivo
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suítas y de familias de Archicofrades, también muchachos del centro de Bilbao.
Los mayorcitos hacían de catequistas».
Al poco tiempo -añade Carlos Mieza- la afluencia de jóvenes de todo Bil-
bao -todavía no se habían organizado las Juventudes Católicas- se dejaba sentir
en el ambiente de la Villa».
El señor Obispo gozaba con esta actividad salesiana. Su delegado, que fue
el arcipreste, el día de la bendición de la capilla, felicitaba a los Hijos de don
Bosco por haber llevado a cabo un proyecto «que hace años, se hubiera creído
irrealizable». Y animó al pueblo bilbaíno a sostener e incrementar la Obra con
los medios económicos necesarios.
Años más tarde, las magníficas Escuelas Profesionales de Deusto constituían
el mejor fruto de la semilla lanzada en Elejabarri el 8 de octubre de 1922.
Ya el 13 de diciembre de 1924, ingresaba como vocal en una Junta de se-
ñoras dirigida por los salesianos de Baracaldo, doña Piedad Izaguirre. Asistía
puntualmente a las reuniones y, poco a poco, iba encariñándose con la obra sa-
lesiana en el mundo del trabajo.
Por otra parte, a don Tomás Urquijo, esposo de doña Piedad, le impresionó
vivamente un detalle, a la par ingenuo y elegante.
Como en Elejabarri todo se hacía pequeño para tanto chaval como allá acu-
día, y sobre todo la capilla, en la que no se cabía ni de pie, pensaron los sa-
lesianos -mejor soñaron- en locales más amplios, patios más grandes y en una
hermosa iglesia.
Un humilde hijo de don Bosco, El P. Perramón, alma de Dios, se lanzó a
la calle a golpear en las puertas y bolsillos de los católicos bilbaínos.
La Providencia dirigió un día sus pasos a la Marítima del Nervión. Allí le
recibió don Tomás Urquijo y Aguirre, hombre de negocios, sentado en su des-
pacho y metido en números y proyectos. Al ver al sacerdote, le preguntó in-
mediatamente por el objeto de su visita. Don Tomás sacó de un cajón de su
escritorio un fajo de billetes -veinte mil pesetas- y se lo largó al salesiano.
Pasaron unos meses. Y con gran pena de todos, hubo de abandonarse la
idea de la nueva iglesia y de locales más amplios, no por falta de dinero —pues
Bilbao había responsido con generosidad-, sino de los terrenos donde implantar
convenientemente la obra.
El buen P. Perramón regresó a la Naviera del Nervión. Se entrevistó con
don Tomás. Apenas éste le vio:
-Qué, ¿viene a pedirme de nuevo?
-No --contestó seriamente el salesiano-; esta vez vengo a darle a usted.
Y le devolvió las veinte mil pesetas.
Extrañado el caballero, no se atrevió a recibirlas hasta que el P. Perramón
le explicara lo acontecido.
-Pero yo se las había dado a usted; por tanto, no había por qué devolvér-
melas.
-Pero yo se las pedí para comprar unos terrenos y construir en ellos una
iglesia. Como ello no se ha podido realizar, no me era lícito quedarme con ese
dinero.
-Está bien, respondió don Tomás mientras aceptaba las pesetas y las colo-
caba en el mismo cajón de donde salieron.
A continuación, despedía conmovido al sacerdote.
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Años después, el mismo don Tomás relataba el hecho al P. Puertas, aña-
diendo sonriente: «La devolución de las veinte mil pesetas fue el principio de
la Obra de Deusto».
El año 1929 comenzaban los trabajos, y el 12 de enero de 1938 se inauguró
el Colegio de Deusto. Modestamente, pues estaba aún inacabado y hacía poco
que había fallecido don Tomás. Bendijo la capilla provisional don Marcelino
Olaechea, Obispo de Pamplona: «Aunque Bilbao todavía no lo advertía, esta
Casa será un día semillero de obreros cristianos».
Actualmente, la colosal obra comprende tres secciones, nutridas por otras
tantas Comunidades: La Escuela Técnico-Profesional dirigida por veinticuatro
salesianos; el Colegio Salesiano de María Auxiliadora, con doce Hermanos, y
la Sede Inspectoría!, con otros diez.
La semilla, lanzada desde el Colegio de Baracaldo por don Pedro Olivazzo
y su Comunidad, a través de don Francisco Perramón, dio tales frutos. No los
pudo contemplar el P. Perramón, pues el 25 de febrero de 1922, entregaba su
alma a Dios. «No le faltaron en su cometido -escribía don Binelli- penas, de-
sengaños y amarguras; pero su constancia y, sobre todo, su plena confianza en
María Auxiliadora y en don Bosco le dieron alas para vencer las dificultades.
La conducción de su cadáver al cementerio fue una imponente manifestación
de simpatía hacia él y hacia la Congregación. Asistieron al sepelio todas las Au-
toridades civiles y eclesiásticas, muchísimos antiguos alumnos y muchos sim-
patizantes».
Queremos, antes de terminar este apartado, cumplir un deber de justicia: el
de mencionar y mostrar nuestro más sincero agradecimiento a la gran bienhe-
chora de Elejabarri, Presidenta de la Junta de Cooperadores Salesianos de Bil-
bao, doña Carmen Coste, viuda de Jáuregui. Que el Señor la haya premiado.
5. ASPIRANTES A SALESIANOS. «UN DOMINGO SAVIO»
La Inspectoría Céltica y Tarraconense volvieron a separarse el año 1922. Al
quedar don Binelli como Provincial sólo de la Céltica (don Marcelino Olaechea
fue nombrado Inspector de la Tarraconense), no tenía Casa de Formación para
sus aspirantes.
Doña Mercedes García Santander hizo un ofrecimiento de fundación, en
Talavera de la Reina, para unas escuelas populares, y en las que podían tener
también cabida los latinistas. Por desavenencias entre la fundadora y el Inspec-
tor, los aspirantes hubieron de levantar pronto las tiendas y trasladarse a Ba-
racaldo. Acaecía esto a fines del 1922. El traslado se efectuó por una corazonada
de don Pedro y también por su tantico de picardía. ¿Cuál? En octubre de 1921,
viendo que se le iba a marchar, al término del año académico, un grupo selecto
de estudiantes de la última sección, anunció en público un curso de ampliación
a las clases cuarta y quinta elementales, en el que se daría todos los días una
lección de latín, dorando el motivo principal -formación de un aspirantado-
con el brillo de la cultura humanística. Se inscribieron unos cuarenta alumnos.
Estos iban dándose cuenta de que el aprendizaje del latín era tarea espinosa y...
desertaban.
«Unidos a este elemento de aluvión, vinieron los deportados de Talavera
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hasta la mitad de setiembre de 1923, en que se efectuó un nuevo trasiego con
los que quedaron, más cuatro alumnos externos y una media docena de bur-
galeses», que, merced a una propaganda intensa que se hizo por su provincia,
se adhirieron al grupo. Capitaneados por el mismo P. Inspector, se dirigieron
a Béjar. Aquí estuvieron escasamente tres años, bien atendidos por el benemé-
rito don Anastasio Crescenzi. De Béjar pasaron a Astudillo, y, el año 1927, a
Madrid, hacia las afueras de la capital, en la carretera de Extremadura y en los
terrenos que cedió la señora viuda de don Miguel Cisneros.
Yo, que hice «por separado o libre», el recorrido Baracaldo-Béjar-Astudillo
y Madrid, comprobé que, a veces, Dios escribe con mano izquierda o líneas
torcidas, y ¡lo bien que lo hace! La Casa de Paseo de Extremadura, en Madrid:
en lugar elevado, desde el que se contemplaba el Palacio Real y lo mejorcito
de la capital de entonces; buen clima, muy cerca de la Casa de Campo, ¡qué
regalo de Dios!
Siguieron goteando aspitantes sobre la Casa de Baracaldo. Desde ella re-
montó el vuelo a las alturas, el 20 de enero de 1924, Ángel Torrente. Era muy
devoto de Domingo Savio. Lo había representado, y muy al vivo, en las tablas
del escenario. Domingo Savio, en sus casi quince abriles, había exclamado al
morir: «¡Oh, qué cosas más bonitas veo!»; y Angelito, en el mismo día que
cumplía los doce, al preguntarle don Binelli si recibiría con gusto la Sagrada Eu-
caristía, respondió «¡Qué cielo!» Y estas fueron sus últimas palabras. Recibió
al Señor y voló al cielo.
6. «EN BARACALDO ME QUERÍAN MUCHO»
Así recordaba el P. Olivazzo: «En Baracaldo me querían mucho». Le qui-
sieron a él y a los Salesianos. Los Hijos de don Bosco se sintieron siempre a
gusto junto al gran complejo industrial de Baracaldo, junto a sus obreros. «La
escuela salesiana -escribe el P. Gancedo- estaba muy acreditada. Los chicos de
la 4.a y luego los de primero de latín se colocaban muy bien. Tanto Altos Hor-
nos como los talleres y comercios de Baracaldo los recibían fácilmente».
En febrero de 1925, los Altos Hornos aumentan la subvención voluntaria
con destino al Colegio, pasando de las dos mil a las cinco mil pesetas.
«El colegio, como centro escolar, -escribe Urquia- era de lo mejor de Ba-
racaldo. En él querían ingresar, no sólo los hijos de los obreros, sino también
los bien dotados económicamente. Nadie puede olvidar cuánto apreciaba el
pueblo la gran obra que realizaban los salesianos, y prueba de ello es que pue-
blo y Ayuntamiento dieron a una calle el nombre de don Ramón Zabalo».
Con ocasión de la muerte del segundo gran director de la Casa Salesiana
de Baracaldo, que fue don Pedro Olivazzo, escribía J.R. Mazas, Presidente de
los antiguos alumnos de la localidad, un extenso y vibrante artículo en Don
Bosco en España:
« Ya no oiremos más su dulce acento italiano, su torpe pronunciación caste-
llana, pero penetrante cuando se trataba de Maguía Auxiliadoga. Su repartir de
barquillos con aquellas fenomenales ruedas de oratorianos: la gallina vuela, el
pato vuela. 'Tú, fuega del cogo, que has saltado y el pato no vuela'; él, incan-
sable, con su enorme corpulencia, continuaba saltando y repitiendo: 'Cagamba,
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cagamba, fuegay y tú, y tú...' Aquel bullir de mil doscientos abejorros zum-
bando para poder entrar en la sala de cine; aquellos sus ¡vivas! a la Virgen en
las procesiones... Todavía me acuerdo. En uno de sus viajes, yo, mozalbete,
tomé el tranvía de San Nicolás, que era cabeza de línea. No podía entrar en
el vehículo. La plataforma, y el pequeño espacio que se reservaban para prime-
ra, estaban atiborrados de baldes, cazuelas y un sin fin de cacharros; y, en me-
dio de aquella barabúnda, se encontraba don Pedro. Saltando como pude entre
aquel saldo, saludé a mi antiguo Director; y, a pesar del tiempo transcurrido,
inmediatamente me reconoció: 'Cagamha, fulano, ¡cómo has crecido!; cagam-
ha, cagamha, ¿Cómo nos arreglamos para llevar estos cachivaches hasta el co-
legio?' Huelga decir que si mi madre me hubiese visto a la salida del tranvía,
se hubiera maravillado de mi disposición para ayudar a los demás y de mi falta
de respeto humano para ir por la calle con aquellos cacharros».
Últimamente ya no conocía a nadie. Para él todo era una nebulosa; pero,
sin embargo, repetía: «En Bagacaldo me queguían mucho».
¿Cómo no le iban a querer si se consideraba uno de tantos, un obrero más,
un amigo más; pobre con los pobres, niño con los niños?
Por eso, don Vespignani escribía a los Superiores que la obra de don Pedro
era «verdaderamente óptima»; y don Binelli: «Dios quiera que todos los Di-
rectores sean como él».
Decía Jesús: «Dejad que los niños se acerquen a mí»; y don Bosco: «Os
amo porque sois jóvenes».
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EN LOS PRELUDIOS
DE UN TRÁGICO CONFLICTO NACIONAL
1. DICTADURA EN EL PAÍS Y ESPÍRITU DE FAMILIA
EN LA CASA SALESIANA
Ya en los años veinte, iba formándose en España la lava que vomitaría el
volcán de la República el año 1931. En la política brotaba un nuevo despenar.
Aquel socialismo era auténticamente revolucionario, enemigo de todo orden es-
tablecido.
El 13 de septiembre de 1923, se producía el pronunciamiento militar del Ge-
neral Primo de Rivera. El programa de su actividad -manifestaba él- consistiría
en libertar a España «de los hombres causantes de las desdichas e inmoralidades
que habían empezado en 1898 y amenazaban a España con un fin trágico y des-
honroso». Decía que los peores enemigos de la Patria eran las fuerzas que ame-
nazaban la unidad. Atacó fuerte al catalanismo e impidió el desarrollo de la cul-
tura vasca. Cuentan, sin embargo, en su haber, la pacificación marroquí, el fo-
mento de las obras públicas, el aprovechamiento hidráulico, el perfeccionamien-
to industrial, no así el agrícola. Levantó la moral, equilibró la balanza finan-
ciera, afrontó con mano dura la anarquía.
El desacuerdo de los políticos, de los intelectuales, los disturbios estudian-
tiles, la división en el mismo ejército, la vigonzación de la F.U.E (Federación
Universitaria Española), que se interpuso contra la tentativa de autorizar a las
Universidades privadas católicas la facultad de expedir títulos oficiales, ocasio-
naron la caída del dictador.
Se le encargó al general Dámaso Berenguer formar nuevo gobierno. Su ges-
tión fue inoperante. El almirante Aznar convocó elecciones municipales. Se ce-
lebraron el 12 de abril de 1931 y dieron la victoria a la coalición republicano-so-
cialista en la mayor parte de las capitales. En Vasconia y Cataluña vencían los
Nacionalistas.
El 14 de abril, el Gobierno provisional de la República exigía la abdicación
de Alfonso XIII.
Durante la gestión de don Pedro Olivazzo en la Casa salesiana, no falta-
ron huelgas y disturbios en Baracaldo. El, con su celo personal, fomentó la cul-
tura, el asociacionismo -exento de toda suerte de politiqueo—, la elevación del
futuro obrero, el espíritu de hogar, la vida de familia entre formadores y los
muchachos.
Sus sucesores -don Miguel Salgado, don Agustín Pallares y don José Puer-
tas- se mantienen en la misma línea.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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2. DON MIGUEL SALGADO
Párroco y Director de la Casa del Sagrado Corazón en Vigo desde el año
1921, llegaba a Baracaldo, en el verano de 1926, con una valiosa carga de ex-
periencia. Su profunda humanidad —hecha de una sana filosofía de la vida y de
la simpatía que atraía la benevolencia de cuantos con él trataban- era una de
las notas características de su personalidad. Amaba entrañablemente a la Con-
gregación. Dice don Modesto Bellido -que tan altos cargos ha ocupado en ella-,
que los consejos del P. Salgado eran de gran valor para él y para los Hermanos.
Hombre de serena y perenne alegría, rígido en la práctica de la virtud de
la pobreza y excelente director espiritual, cautivaba el afecto de cuantos trataban
con él.
Pocas noticias nos han llegado de sus dos años de director en el Colegio
de Baracaldo. Cesó pronto en el cargo porque en otro igual —y de mayor ur-
gencia— le reclamaba la Casa de Pamplona, casi recién fundada.
Le agradó a don Miguel la simpatía y fructífera amistad fraterna existente
entre las Casas de Santander y Baracaldo, a través de las respectivas Asociacio-
nes de Antiguos Alumnos, y la fomentó. Una representación teatral suponía el
final gozoso -unas veces en Baracaldo y otras en Santander- de excursiones y
convivencias con sus cambios de impresiones en común y personales. Ello su-
ponía una aportación de luces, orientaciones, calor y consiguiente eficacia para
un mayor y acertado apostolado dentro de la Asociación y el ambiente colegial
o local.
Significación especial reviste el hecho de que los representantes de las diver-
sas Casas de la Inspectoría Céltica determinaron que el Secretariado Regional^
de la Asociación de Antiguos Alumnos radicara en la Casa salesiana de Bara-
caldo. Se procedió a la elección de los cargos el 12 de junio de 1928, bajo la
presidencia honoraria de don Marcelino Olaechea -Inspector entonces de la
Céltica-, y la efectiva de don Miguel Salgado. Por unanimidad cayó la Presi-
dencia en don Arturo Díaz; don Leonardo Valbuena fue nombrado Tesorero;
y don Gregorio Sagastagoitia, Secretario.
A continuación, el P. Inspector hizo uso de la palabra, manifestando su sa-
tisfacción por el unánime acuerdo y felicitándose a sí mismo de tener a su lado
a amigos muy queridos que, tiempo atrás, compartieron con él las horas de cla-
se y recreo en la Casa salesiana de Baracaldo.
Pedro Basaldua publicaba en Don Bosco en España:
«Arturo Díaz, tan conocido como admirado, es un hombre de valor posi-
tivo. Tratarle es crear una amistad sincera y una admiración extraordinaria. Es
todo imaginación, gran escritor, afortunado autor, excelente poeta.
Gregorio Sagastagoitia, trabajador incansable, todo actividad, sencillez,
modestia. Es una de las joyas de nuestra Asociación. Ha salido a su hermano
don Cirilo.
Y... Leonardo Valbuena, cuyo carácter y bondad hacen se le considere
como uno de los puntales de la Asociación.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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D. Miguel Salgado,
Director en el bienio 26-27.
D. José Puertas, Director.
Sentado en 1.a fila, 4.° izqda., José Luis Lozano, hoy Salesiano.
Curso 1929-3C
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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3. DON AGUSTÍN PALLARES
Se sintió la marcha de don Miguel Salgado. Se aceptó con agrado a don
Agustín. «Cambio de oro por oro».
El P. Pallares había ya trabajado antes, como profesor, en el Colegio. «Don
Agustín es algo imprescindible», se decía. «Siempre tenía una frase de cariño,
una graciosa ocurrencia que hacía nuestras delicias y lograba que depositáramos
en él nuestra confianza y cariño».
Por circunstancias de nuevas necesidades, difíciles de prever en un comienzo
de curso, tan sólo un año permaneció en Baracaldo de director. Coincidió con
uno venturoso para la Congregación. El de la Beatificación de don Bosco.
Pío XI había conocido personalmente al Apóstol de la juventud y hablado
con él. Ahora le elevaba al honor de los altares. El 2 de junio de 1929. Acu-
dió a Roma un número inesperado de peregrinos. En España se organizó un
tren especial para ellos. Tuvieron lugar solemnes funciones religiosas en el Sa-
cro Cuore de Roma. Impresionante, en Turín, el traslado de la urna que con-
tenía el cuerpo del nuevo Beato, desde Valsalice hasta la Basílica de María Au-
xiliadora, el día 9. Un gentío inmenso, presidido por más de setenta Prelados
entre Cardenales, Arzobispos y Obispos. Más de treinta bandas de música.
Representaciones diplomáticas. Incluso, el príncipe Humberto, heredero de la
corona real.
En Baracaldo se celebró el fausto acontecimiento el 24 de noviembre. Lo
presidieron el Obispo de las provincias vascas, Mons. Mateo Múgica; el Pre-
sidente de la Diputación de Vizcaya; don Marcelino Olaechea y don Felipe Al-
cántara. En los brindis del ágape fraterno, hizo, entre otros, uso de la palabra
don Esteban Bilbao, que había ocupado ya, y ejerció hasta el año 1965, altos
cargos políticos.
4. RECUERDOS PERSONALES
Me permitirás, lector, que, en esta monografía, deje constancia de algunos
recuerdos personales. Marcaron huella en mí. Pertenecen algunos a mi estancia
de unos días en la Casa de Baracaldo, cuando en ella era Director don Pedro;
y a la de escasos meses, cuando lo era el P. Salgado. Son anotaciones que re-
velan la sencillez de vida que reinaba en la Casa, su pobreza y, por descontado,
la santidad del P. Inspector, don José Binelli.
Muchachito de nueve años, en el entonces levítico pueblo de Azcoitia (Gui-
púzcoa), feudo ignaciano, empecé a sentir verdadero gusto por el sacerdocio.
No sé por qué razón opté por la Congregación Salesiana, siendo así que,
todos los jueves, contemplaba la devota procesión de una larga fila de novicios
jesuítas, paseando desde Loyola hacia Azcoitia, y regresando luego devotamente
al Santuario a la vez que rezaban el rosario.
Al constatar mi padre la firmeza del deseo de su primogénito, me llevó al
Colegio de Baracaldo, el único que, con los de Santander, existía en la actual
Provincia Norteña y el más cercano, por supuesto, a Azcoitia.
Llegué a mi nueva morada y pronto me acoplé a ella. Siendo yo ya sale-
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siano, mi padre me contó que me faltó tiempo para, de inmediato, dejarle plan-
tado y lanzarme a jugar con los muchachos en el patio. ¿A qué jugarían?
Dije mal que dejé plantado a mi padre. ¡No es cierto! No recuerdo si hubo,
o cuál fuera, nuestra entrevista con el Director, don Pedro. Sí, y mucho, que
un joven salesiano, con sotana, pero aún no sacerdote, nos atendió maravillo-
samente. Don Vicente Prieto era su nombre. Y ¡de qué calidad debió ser su
amabilidad, su delicadeza, para que un niño —eso era yo entonces y veterano
con cincuenta y seis años de profeso en la Congregación ahora- jamás haya ol-
vidado a aquel clérigo. Me enteré, cuando yo era novicio o cursaba los estudios
filosóficos, que murió como un santo en las Misiones; incluso recuerdo el de-
talle de que su vida por tierras sudamericanas había sido tan edificante que qui-
sieron -y así lo hicieron- enterrarle en caja blanca. ¡Eran muy buenos aquellos
salesianos, los primeros con quienes topé al ingresar en la Casa de don Bosco
de Baracaldo!
A los pocos días de mi estancia en ella, me anunciaron que, nada menos que
el P. Provincial, don José Binelli, me iba a llevar a Béjar, juntamente con otro
aspirante llamado Pablo Goicoechea. Creyeron que en mi nuevo destino me
iban a preparar mejor a los cursos de latín.
Y allá nos dirigimos los tres, pasando antes por la primitiva Casa (la del
Santísimo la llamaban) de Astudillo y luego por la de San Benito de Salamanca.
¡Casa de Astudillo! Nombre que, en manera alguna cuadraba a la morada de
aquellos sufridos superiores y aspirantes. Aquel edificio no era otra cosa que
un triste tugurio. Llegamos ya anochecido. Llovía. Los aspirantes nos salieron
a recibir con faroles. Carecían -¿tan sólo aquella noche o de modo habitual?
de luz eléctrica. Cena -mucha o poca- hubo para todos; pero no cama. Pablo
se quedó. A mí me llevaron a dormir al domicilio de una bienhechora... Re-
cuerdo se llamaba la señora Marciana.
Al año siguiente se terminó de construir el nuevo edificio. Muy modesto,
muy sencillo, pero que ya alcanzaba la categoría de casa.
Proseguimos nuestra ruta a Salamanca. No sé qué medio de comunicación
utilizaríamos para llegar a la estación de Palencia. Sí recuerdo que don Binelli
y sus dos pequeños pre-aspirantes cenamos un plato de judías en la cantina de
la estación.
Un día en Salamanca y... ¡a Béjar! Estaba al frente del colegio don Anastasio
Crescenzi, hombre de gratos recuerdos para una legión de salesianos. Varios la-
tinistas cursaban allá sus estudios. A mí me matricularon en una clase elemental
del externado. Recuerdo que mi profesor fue don Esteban Larumbe, buen na-
varro y buen salesiano. Recuerdo con agrado, a pesar de nuestras mutuas peleas
a don Restituto Oniga, baracaldés. No era aún sacerdote.
Transcurrieron unos meses. Don Anastasio nos llama a Pablo y a mí. Nos
dice que la Casa de Béjar no ofrece las mejores garantías para una preparación
a los cursos de latinidad. ¿Solución? Pues, ¡vuelta a Baracaldo!; pero esta vez
no con el santo de don Binelli, sino con un buen guardia civil que, por lo visto,
había de realizar el mismo trayecto, y en aquella ocasión hizo el oficio de nues-
tro ángel custodio.
¿Piensas, lector, que me salgo de tema? No lo creo. Es menester conozcas
cómo andaba por entonces la Inspectoría. Pobreza, sencillez, y mucho ¡cariño!
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¡Baracaldo! era director don Miguel Salgado; y su Vicario -a la vez admi-
nistrador- don José Peyteado.
Apenas llegar, oímos que decían: «Pero, ¡si aquí no hay sitio para los dos!
Uno de ellos tendrá que ir a Santander». Y Pablo se fue a La Montaña. Y me
quedé yo entre valle y montaña. La clase que había de frecuentar se hallaba allá
arriba, por encima de todos los patios. Mi profesor —no recuerdo exactamente
su nombre— me aceptó, pero con la condición de ir provisto de libros y demás
material de clase. Don José Peyteado debía carecer de dinero para comprarlos.
- Mire, don José, que don X. no me admite si no llevo los textos a clase.
- Bueno, bueno, ya te los daré.
- José Luis, ¿y los libros? -me preguntaba el maestro una y otra vez-.
- Todavía no me los han dado.
- Pues no vuelvas sin ellos.
Y no volví. Todo quedó arreglado con la solución salomónica del P. Pey-
teado:
- Vete a la huerta y le ayudas con tu trabajo al señor Leoncio.
¡Estupenda preparación para comenzar los cursos de Humanidades! Menos
mal que un salesiano me cogió por su cuenta y me dio un cursillo intensivo
de análisis gramatical y lógico. A él le debo el haber superado el latín. Este sa-
lesiano vive aún -tiene 87 años- y se llama Juan Manuel de Beobide.
Vivían en la Casa de Baracaldo, durante esta mi segunda estancia en ella,
algunos internos. Año 1925.
Cierto día, don José Peyteado, nos reunió:
- Mirad, aquí ya no podemos albergar por más tiempo muchachos internos.
De todos modos, a fin de que no sufráis perjuicio alguno, invito a que se co-
loquen a mi izquierda, cuantos quieran marcharse a sus casas; y a mi derecha,
los que deseen aprender un oficio en las Escuelas Profesionales de Sarria.
Como era un chaval me acometió la tentación. Se cifró ésta en unos deseos
locos de viajar, e intenté colocarme a la derecha de don José. ¡Ir a Barcelona!
¡Qué gozada! Pero actuó de inmediato la Providencia por medio del buen P.
Peyteado. «Tú -me dijo- para cura».
Cuando el 30 de mayo de 1942, me ordené de sacerdote, escribí una carta
al P. Peyteado, anciano ya, que desde el año 1925 no me había visto y de se-
guro ni se acordaba de mí. En ella le recordaba: «Don José, soy ya sacerdote
por gracia de Dios y de usted». Y le narré la escena antes descrita. Me dijeron
que lloró de gozo cuando leyó aquella carta. No se portó muy bien conmigo
cuando no extendió el escaso caudal de los fondos económicos de la Casa a la
compra de los libros que yo necesitaba (¡pobre Colegio de Baracaldo por lo que
a sus haberes se refería!). Eran tiempos heroicos y los Hermanos también. Así
como santo, aquel hombre, culto en letras y rico en virtudes, a quien la Ins-
pectoría llamaba el santo de don Binelli. Le admiro, por ejemplo, haciendo la
visita inspectorial, con dos chavales. ¡Cómo andaba y cuidaba las vocaciones!
Al siguiente año de mi segunda estancia en Baracaldo -yo estudiaba el pri-
mero de latín en Astudillo— se corrió por la España salesiana la noticia de una
singular gracia otorgada por María Auxiliadora a la Casa de Baracaldo.
La banda infantil del colegio debía tomar parte en un concurso de bandas
de música, organizado en Vitoria con motivo de las fiestas de Nuestra Señora
la Blanca.
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Ocuparon un autobús treinta niños, el P. Beobide, el director de la banda
don Lorenzo Lahuerta -antiguo alumno de la Casa— y varios otros antiguos
alumnos.
«Durante el viaje -escribe don Juan Manuel de Beobide— coloqué una es-
tampa de María Auxiliadora en el cristal de la ventana posterior del autobús,
dirigiendo a Ella ferviente plegaria para que alejara de nosotros todo peligro».
Llevaban una hora de viaje cuando, al querer el conductor tomar una curva
pronunciada que se encontraba al fondo de una bajada de la carretera, no con-
siguió dominar el volante, yendo el coche a dar contra un poste de tranvía, que-
brándolo por la mitad. Aquel poste fue providencialmente la salvación de los
viajeros, pues además de contener el ímpetu del autobús hizo que el vuelco no
revistiera los caracteres catastróficos que eran de esperar. Algunas rozaduras,
fractura de una costilla. El médico diagnosticó a uno probable fractura de crá-
neo, pronosticando que sólo viviría unas horas. Todo quedó bien solucionado.
La fe en María Auxiliadora -se decía- lo resolvió todo y bien.
5. DON JOSÉ PUERTAS (1930-1932)
Y LA FEROZ OLEADA REPUBLICANA
Siete años antes de la proclamación de la Segunda República española, to-
maba posesión del cargo de Director del Colegio de Baracaldo el P. José Puer-
tas.
Su personalidad fue excepcional. Cumplió su trienio magisterial en la Casa
Salesiana de Sarria; administró sucesivamente los colegios de Salamanca, Madrid
y Valencia; se le confió, más tarde, la dirección del Boletín Salesiano español,
durante seis años, en la Casa Madre de Turín; después de su trienio de director
en Baracaldo, le nombraron Provincial en Chile; durante varios años dirigió las
importantes Escuelas Profesionales de Deusto, siendo él el primer Superior de
las mismas; y, por fin, administró la Comunidad salesiana arzobispal en Valen-
cia, al lado de su muy querido Mons. Olaechea.
Decía el abad de Saint-Cyrán, propagador de las ideas heréticas del teórico
Jansenio que «el sacerdote y el rey deben morir de pie». El P. Puertas quiso
morir en la brecha. Mordido por el cáncer, siguió trabajando tres años, casi has-
ta su serena y santa muerte.
Hombre de pocas palabras y de muchos hechos. Un salesiano de escepcio-
nal categoría. Baracaldo le recibió como director del Colegio San Paulino de
Ñola el 15 de septiembre de 1930.
El horizonte de la nación iba cerrándose por días. El ambiente vizcaíno se
oscurecía.
Cuenta la crónica: Día 15 de diciembre, huelga general; faltan muchísimos
niños a clase. Se declara estado de guerra en Bilbao y en Baracaldo. El 16, en
la Novena del Niño Jesús, poco público; el 17, sigue la huelga.
No le arredraban estos obstáculos al P. Puertas. Trabajaba y hacía trabajar:
«Compartíamos el estudio con el balón. Y ¡vaya si algunos gozaban bien!,
como Alconero —luego el internacinal del Sevilla— y Muruaga —del Celta—. Ju-
gábamos partidos interminables, que sólo se suspendían por la campanilla del
señor Consejero. Pero allí se estudiaba de verdad. Yo estuve seis años en el co-
legio, y en los últimos me enseñaban hasta inglés y contabilidad».
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Difícil corregir la disciplina y un ambiente de estudio cuando todo da vuel-
tas en la nación. Sin embargo, el Colegio marchaba. ¡Un colegio religioso ade-
más!
El 14 de abril de 1931 era abolida la Monarquía y.se constituía un Gobierno
republicano antirreligioso. Los ministros no dudaban en azuzar a las gentes
contra la Iglesia Católica. No había transcurrido un mes, y grupos de republi-
canos se lanzaron a quemar iglesias y conventos en Madrid. Los periódicos del
gobierno aprobaron estos hechos. Se publicaron artículos y folletos de autores
rusos, desde Marx a Stalin, desde Korolenko a Trotski, esparciendo por doquier
su veneno. Condenaron al destierro al Cardenal Segura. ¿Por qué? La Jerarquía
española había acatado el régimen, pero había protestado enérgicamente contra
determinadas leyes laicas e incluso persecutorias. La pastoral del Cardenal Se-
gura haciendo el elogio de Alfonso XIII después de su exilio, molestó extraor-
dinariamente a las autoridades y a los políticos de izquierda. Y por ello le ex-
pulsaron de España. ¡Eso que la pastoral era, esencialmente, un homenaje de
amistad y gratitud al rey destronado y no un ataque al régimen republicano!
Fue considerada, sin embargo, por todos -tanto de derechas como de izquier-
das- como un ataque frontal a la República. Y ¡es que la República, por su
lucha contra la Iglesia, parecía querer arrancar de raíz el catolicismo de la na-
ción!
En el país vasco, las aguas no siguieron idéntico cauce. La llegada de la Re-
pública, con sus promesas de autonomía a las regiones, produjo una radicali-
zación de la conciencia nacionalista vasca. Desde los últimos años de la Dic-
tadura de Primo de Rivera se venían celebrando manifestaciones culturales en
Euskadi con notable éxito popular, como una afirmación de la propia identidad
contra la represión ejercida contra su lengua. La opinión pública católica se vol-
có hacia el Nacionalismo. Un número creciente de sacedotes —incluso el obispo
Múgica- apoyó la cultura vasca. El prelado, además, aun sin ser nacionalista,
laboró por la aproximación en un frente común de todas las fuerzas católicas,
incluido el P.N.V.
Como el mejor organizado de los partidos políticos vascos, el P.N.V. pudo
capitalizar el descontento que en su país produjo la política laicista de la Se-
gunda República en los años 1931-1933 y que culminó, por lo que a Euskadi
se refiere, con la expulsión temporal de España del obispo Múgica -el 17 de
mayo de 1931-, y la definitiva, en 1933, de los jesuítas, Orden fundada por un
vasco y cuya Casa central estaba enclabada en Loyola, en el corazón mismo de
Euskalherria. A todo lo largo del período republicano, el movimiento nacio-
nalista fue sólidamente católico. Ello constituyó uno de los factores del retraso
en la concesión del Estatuto, que no tuvo lugar hasta octubre de 1936, tres me-
ses después del inicio de la guerra civil. Indalecio Prieto decía que temía más
al nacionalismo vasco por reaccionario (católico) que por nacionalista.
Los ramalazos de la República, por las causas expuestas, no llegaron en gra-
do alarmante al Colegio salesiano. Las funciones de iglesia seguían siendo con-
curridas y devotas. Sí es cierto que el 29 de marzo de 1931, celebrándose la pro-
cesión del Cristo del Perdón, «a la vuelta del Colegio se oyeron los primeros
rugidos de la fiera, que soltó la melena en julio de 1936». Según el cronista, los
molestos incidentes provinieron de gente de extrema izquierda.
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Además, el P. Puertas se ve privado de la subvención acordada por el Ayun-
tamiento, el año 1931, a favor del colegio salesiano. Este acuerdo era la reno-
vación del que venía funcionando los años anteriores. En una muy razonada
solicitud, el director se dirige a la Corporación y le recuerda que en las Escuelas
de los Hijos de don Bosco reciben instrucción gratuita «trescientos cincuenta
niños, hijos del pueblo».
El Ayuntamiento responde: «Comisión de Hacienda. La Mayoría se pro-
nuncia en contra. Entendemos que no deben las instituciones religiosas aspirar
a auxilios de los fondos públicos; y formular una petición como la que se for-
mula es, por su contenido y circunstancias, atrevida por demás». La República
ha abolido dichos conciertos. Y, a continuación, consta: «voto particular. El vo-
cal de la minoría de Acción Nacionalista Vasca que suscribe, se separa del in-
forme de la mayoría de la Comisión de Hacienda para proponer al Ayunta-
miento que acceda a lo solicitado, por el presente año».
El pueblo baracaldés replicó de manera contundente al Ayuntamiento.
Leo en la crónica: «Noviembre, 25. Empiezan a traer las primeras limosnas
y a suscribirse mensualmente para la comida de los niños pobres. Los antiguos
alumnos dan su limosna y se ofrecen a servir la comida a los niños. Día 26.
El señor Director va a saludar al señor Alcalde y decirle que puede enviar, des-
de el lunes, veinticinco niños pobres.
Nos quitaba la subvención de cinco mil pesetas que nos daban todos los
años. Las minorías católicas de Acción Vasca y Pueblo Vasco lucharon bien,
pero sucumbieron bajo el número de republicanos socialistas. Ha producido
gran indignación en la mayor parte del pueblo».
La razón de la apertura de la cantina en el Colegio obedecía a la crisis eco-
nómica surgida en el pueblo a causa de la escasez de trabajo. Treinta y ocho
chicos comían en la Casa salesiana con la ayuda de pequeñas limosnas, rifas y
funciones de teatro oganizadas por los antiguos alumnos. Diéronse rasgos con-
movedores de gente modesta en favor de otros más necesitados.
El 6 de enero de 1932, poca fiesta, escasez de regalos para los muchachos
en sus casas; tampoco se celebra la feria del Oratorio por falta de recursos.
Los días sucesivos, los salesianos no se sienten seguros. Se da alguna que
otra huelga en la localidad. Los días de peligro, los antiguos alumnos guardan
la Casa salesiana
6. OTRAS NOTICIAS
Oratorio
Lo fue diario en el curso 1931-1932, dirigido por dos salesianos y con una
asistencia de ciento doce muchachos
Don Pedro Ricaldone en Baracaldo
El 24 de septiembre de 1931, mientras se honraba con actos especiales a Ma-
ría Auxiliadora, llegó inesperadamente don Pedro Ricaldone, acompañado de
don José Calasanz y de don Marcelino Olaechea, Inspectores de la Tarraconen-
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se y Céltica, respectivamente. Impartió el primero la Bendición con el Santísi-
mo; y, después de las Oraciones de la noche, habló a la Comunidad sobre la
devoción a la Virgen. Al día siguiente, celebró la Eucaristía de las ocho y co-
menzó a recibir a cada uno de los Hermanos.Después de la comida, fue con
sus acompañantes a visitar las obras de Deusto. Regresó a las seis. En la con-
ferencia a los Hermanos habló de la caridad y del espíritu de fe. Después de
las oraciones, dio las Buenas Noches y se despidió de la Comunidad. El día 26,
con los Inspectores y con don José Puertas, visitaron Loyola y el Colegio de
Pamplona.
Era entonces don Ricaldone Prefecto General de la Congregación y Vicario
del Rector Mayor don Felipe Rinaldi. Al año siguiente, su sucesor.
Una calle a don Ramón Zabalo
El 23 de marzo de 1931 se bendijo e inauguró la nueva calle. Asistió al ho-
menaje, llegado de Madrid, el mismo don Ramón, fundador del Colegio^
Del Seminario diocesano a la Congregación salesiana
Francisco Martín López de Arroyave cursaba segundo de teología en el se-
minario de Vitoria. Pidió entrar en la Congregación Salesiana. Es recibido en
la Casa de Baracaldo como profesor y asistente. Pasó luego por las de Santan-
der y Pamplona. Ee agradó la vida de apostolado de los Hijos de don Bosco.
Hizo el noviciado en Mohernando (Guadalajara) y allí emitió la profesión re-
ligiosa.
A pesar de sus anteriores estudios en orden al sacerdocio, prefirió ser sa-
lesiano coadjutor. Cuando se le preguntaba:
-Y usted, ¿por qué no se hace sacerdote?
-No soy digno de serlo, respondía.
Dotado de brillantes cualidades en varias ramas del saber humano, se en-
tregó al apostolado en calidad de maestro.
Fue fusilado en Paracuellos del Jarama el año 1936 por el delito de haberse
entregado, en cuerpo y alma, a la instrucción y educación de muchachos pobres
de la entonces barriada de Atocha (Madrid).
7. CONFERENCIAS QUE INQUIETAN AL AYUNTAMIENTO
Era catequista del Colegio, durante los años 1931 y 1932, don Joaquín Ro-
dríguez Cossío, buen orador y apologista. A su cuenta corre un ciclo de con-
ferencias que se celebra en el salón de los antiguos alumnos. He aquí algunos
de los temas desarrollados:
- Fl hombre. Su origen. Fl hombre, ser sociable. Origen de la sociedad.
- Asociación. La asociación de la economía política.
- Fl socialismo. Formas. Su historia.
- Fl socialismo católico y la Fncíclica de Feón X I I I .
- Fa cuestión social actual a la lux. de la verdad.
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Se asigna el nombre de D. Ramón Zabalo a una calle de Baracaldo.
Sentados: Eloy Sagastagoitia, Olavarrieta, Texidor, Emiliano Muñoz,
D. Cirilo Sagastagoitia, D. Marcelino Olaechea, Provincial, D. Ramón Zabalo,
D. Pablo Basaldúa (Alcalde), D. Ignacio Belauste (Párroco), D. José Puertas,
D. Félix González, xx.
23-marzo-1931.
Con ocasión de la canonización de D. Bosco, peregrinan a Roma, a pie desde
Baracaldo. Basterrechea, Arnáiz, Salamanca, José Santiago. Con ellos, otros dos
andaluces que hicieron la ruta en bici.
28-marzo-1934.
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El público asistente lo forman jóvenes y caballeros.
Se organiza, asimismo, otro ciclo para el elemento femenino.
El Director del Colegio, P. Puertas, explica Sociología, Historia de la Iglesia
y Apologética; y el citado don Joaquín, Nociones de Filosofía en un Círculo
de Estudios, que se crea al efecto. Los tiempos difíciles piden una más sólida
cultura.
Vuelve a reinar la inseguridad en la Casa salesiana. Durante una semana,
cinco guardia civiles custodian a sus moradores. Hay quienes rumorean que en
el colegio se guardan armas. Infame calumnia contra quienes siempre han sem-
brado la paz. Los nacionalistas vascos defienden la religión y sus ministros;
pero se agitan también en Baracaldo otros partidos, que se han juramentado
para arrancar de raíz toda creencia religiosa. ¡Vano intento!
Se reanudan las clases apenas regresan algunos salesianos que han buscado
refugio temporal en Vitoria y Santander. Se celebra con mucha solemnidad la
Novena de María Auxiliadora. En la iglesia, la aglomeración del público des-
borda puertas y paredes. Desde la calle se siguen también los cultos. El Ma-
gistral de Santo Domingo de la Calzada entusiasma con sus sermones al nu-
meroso auditorio.
El 24 de Mayo de 1931, muy de madrugada, confesiones y comuniones nu-
merosas. Las vicisitudes políticas impiden la solemne procesión vespertina. El
público protesta. Se trata de una evidente conculcación de sus derechos ciuda-
danos. Y, para más escarnio, órdenes gubernativas disponen la supresión de los
ciclos de conferencias para señoras y señoritas. Se encaminan aquéllas al Ayun-
tamiento en son de protesta. Interviene la fuerza pública. Al fin, el Gobernador
cede acusando -¡eso sí, y con nueva calumnia!- al Director del Colegio de ha-
ber instigado a las señoras a realizar aquella protesta. Corre la especie de que
el pueblo quiere asaltar la Casa salesiana. A pesar de todo, con valentía, se rea-
nundan las conferencias.
- Situación de la mujer en la historia. Su emancipación.
- El feminismo. Exposición crítica de la cuestión.
- La misión social de la mujer.
- La familia, nido de la sociedad.
- La mujer. Su alma.
- Derechos de la Iglesia en el orden familiar.
- El matrimonio, base de la familia y de la sociedad.
- El divorcio y la natalidad.
- La indisolubilidad del matrimonio.
8. MUERE DON RAMÓN ZABALO
Dice la Crónica de la Casa de Baracaldo:
«Se recibe por teléfono la noticia de la muerte de don Ramón Zabalo, en
Madrid. Se anuncia en público produciendo grande sentimiento. En Baracaldo
se le quería mucho».' Y en la convocatoria que la Asociación de Antiguos
Alumnos cursa invitando a los amigos del Colegio a los sufragios que tendrán
lugar por el alma del finado: «Comulguemos y recemos por el hombre bueno
que tanto trabajó por Baracaldo».
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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Colegio de Paseo de Extremadura, en Madrid. El abuelito -así le llamába-
mos por cariño; tenía 80 años- se siente mal.
—¿Qué dice el médico?
—Su enfermedad no tiene remedio.
—Pues, entonces llamadme a don Enrique Saiz enseguida. Quiero arreglar
bien todas mis cosas.
—Le esperaba. Deseo que me ayude a entrar en el Cielo.
Tranquilo, hablaba del último momento de su vida, de la próxima entrada
en el Paraíso.
—¿Se acordará usted de nosotros?
—Sí; y os haré muchas visitas, aunque vosotros no me veáis. Os encarezco
que no os olvidéis de rogar por mí.
Acudieron a su cabecera los Directores de los cuatro Colegios de Madrid.
Le administró el Santo Viático don José Manfredini, Director del Teologado y,
años antes, sucesor de don Ramón en el Gobierno de la Inspectoría. Estaban
también presentes numerosos estudiantes de teología y latinistas aspirantes, así
como la clase superior de las Escuelas externas.
Don Enrique, a solas con él, le leía la aparición de Domingo Savio a don
Bosco:
— Hermoso, hermoso. Pronto será para mí todo eso. Todo esto merece de-
jar la tierra, y más ahora, según está España. Es un favor muy grande que el
Señor me lleve.
El buen Dios le acogió en su seno el 22 de noviembre de 1932.
9. DON JOSÉ PUERTAS ES NOMBRADO PROVINCIAL DE CHILE
Hombre eminentemente activo, de excelentes dotes de gobierno, pasa a ocu-
par un cargo de más responsabilidad en la Congregación.
«Año 1932, julio 28. Se lee en el comedor una carta del señor Inspector en
la que se da noticia oficial del nombramiento de don Félix González como di-
rector». Hasta entonces había ejercido en Baracaldo el cargo de catequista.
10. DON FÉLIX GONZÁLEZ
DIRECTOR DE LA CASA (1932-1934)
Hombre bueno, sencillo, religioso cumplidor y humilde, incapaz de poner
una dificultad a la obediencia, pues veía en el Superior al representante de Dios.
Siempre estaba dispuesto a cualquier trabajo o sacrificio. Rendido por la inmen-
sa labor que desarrollaba, su descanso consistía en escuchar durante largas ho-
ras, a los penitentes en el tribunal de la penitencia. Sabía, asimismo, acudir con
presteza al lecho de los moribundos y se entregaba con ardor a la predicación
de la divina palabra. Profesor de música, contribuía, con la esmerada prepara-
ción del canto, al esplendor del culto. Amó con tierna devoción a María Au-
xiliadora y a don Bosco. De genio vivo, acertaba a dominarlo, olvidando in-
mediatamente los inevitables contratiempos que los alumnos le proporcionaban.
Pero su virtud característica era la caridad con los pobres y los enfermos;
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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realizaba, en su servicio, oficios humildes y sacrificados, como el de limpiarlos
y fregar los locales en los que habían habitado enfermos contagiosos.
Este fue mi testimonio en el Proceso de Beatificación y Canonización que
tuvo lugar en Madrid, pues Dios premió la virtud de su siervo, el 24 de agosto
de 1936, con el don del martirio.
Ejerció el cargo de Director, en Baracaldo, durante dos cursos.
Existe un imponente vacío de documentación respecto a la época de don
Félix como Director.
El 19 de enero de 1933 tuvo lugar \\aferia anual para premiar la asistencia
de los niños los domingos. Abundaron más que en otras ocasiones los regalos
por la mayor cantidad de donativos. Había muchos cortes de camisas; panta-
lones, jerseis, medias, pañuelos, cinturones, pelotas y... caramelos y naranjas.
Contribuyeron a la común alegría los Altos Hornos con setecientas cincuen-
ta pesetas; la Compañía de Tranvías con cincuenta; el Banco de Vizcaya con
cincuenta, y la Asociación de Padres de Familia con veinticinco.
En el directorado de don Félix tuvo lugar un gran acontecimiento: la ca-
nonización de don Bosco. Pío XI escogió la mayor solemnidad del año litúr-
gico para glorificar al gran apóstol de la juventud, al que él -como ya indica-
mos- había conocido y tratado. Estuvieron presentes en la ceremonia el prín-
cipe heredero Humberto II —en representación del rey, su padre, y en nombre
propio-, así como el monarca de Siam y diez príncipes de sangre real. Una in-
mensa multitud de jóvenes, no encontrando sitio en la basílica, se apiñaban en
la Plaza de San Pedro.
El Gobierno italiano, reconciliado ya con la Iglesia —una vez zanjada la
cuestión de la usurpación de los Estados Pontificios- rindió a don Bosco los
honores del Capitolio, como en otro tiempo a los Césares victoriosos. Intervino
en ellos el Jefe de Gobierno, Benito Mussolini, con todos sus ministros, sena-
dores y diputados.
Todas las Casas salesianas del mundo organizaron actos religiosos y festejos
diversos para celebrar tan fausto acontecimiento.
Baracaldo envió a Roma, como representantes, a cuatro jóvenes recios y sa-
crificados: Basterrechea, José Santiago, Arnáez y Salamanca. «Los cuatro anti-
guos alumnos, en la mañana del 18 de febrero de 1934, con la mochila repleta
de mapas, planos... y el bordón de peregrinos, se lanzaron valientes al camino».
Sorteando toda suerte de incomodidades -calor, frío, polvo- llegaron a
pie a Roma el 26 de marzo. ¡Treinta y siete días de agobio, cansancio y su-
frimientos!
Cuando empezaron a preparar la peregrinación, don Félix les había dicho:
—La idea es excelente; pero, a pesar de todo, necesitaréis algún dinero.
—Y ¿cómo lo conseguiremos?
—No os preocupéis. Yo me encargaré de llamar a alguna puerta y todo se
solucionará:
Don Félix se daba, se entregaba...
A su vuelta, los valientes expedicionarios no cesaban de relatar lo visto y
lo oído.
Y ¡hubo fiestas en Baracaldo! Religiosas y recreativas. A partir del 15 de
abril. Se vivieron, pero no se escribieron. El Noticiario, de Jesús Heres, dice so-
lamente que fueron solemnes.
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El equipo SALES participan-
do en los famosos Trofeos
que durante 5 años llenaron
los patios del colegio.
Porras, Cerveto, Romero,
Muro, Olaechea, Trigo, Ga-
llardo, Arteta, Gorostiza,
Pana y Penija. (Año 1954).
«Nosotros constituíamos la Banda del Colegio». La dirige Lorenzo Lahuerta y era
ayudado por los también Antiguos Alumnos Julio Lorenzo y Manuel Echevarría.
D. Juan Manuel de Beobide era profesor de música en el Colegio.
Año 1925.
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Olvidaba un detalle. Santi, en el Vaticano, se encontró -¿adivinas con
quién?-; pues ¡con don Pedro Olivazzo!, el que de muchacho conoció a don
Bosco y ahora le era dado contemplarlo en la Gloria de Bernini.
- Bagacaldo, Bagacaldo. ¡Viva Maguía Auxiliadoga! exclamó,
Y ¡viva don Pedro! fue siempre el sentir de Baracaldo.
El P. Director de la Casa de Baracaldo no se siente cómodo en su puesto,
como cuando era Catequista.
Don Antonio Candela, miembro del Consejo Superior, realiza una Visita
Extraordinaria a los colegios en la Inspectoría Céltica.
Del 14 al 18 de mayo de 1934 permanece en el de Baracaldo. Después, envía
a los Superiores de Turín estas anotaciones:
«Escuelas elementales (6 clases): trescientos cuarenta y un alumnos externos;
Oratorio Festivo, lo frecuentan los alumnos de las Escuelas más un centenar de
otros muchachos; alumnos de comercio (2 cursos) veinticuatro alumnos; Coo-
peradores, ciento cincuenta; Archicofrades, mil socios; iglesia pública muy fre-
cuentada: se distribuyen cerca de noventa mil comuniones al año. Existe otro
Oratorio Festivo en Bilbao, en Elejabarri, en un terreno de 20.000 m2. Un
sacerdote va allá los domingos y, frecuentemente, a mediodía durante la sema-
na. Lo frecuentan ciento cuarenta y seis oratorianos. La Casa goza de un sub-
sidio de cinco mil pesetas al año de la Sociedad de Altos Hornos de Baracaldo
[•••]•
El Director, buen religioso y celoso; se ocupa mucho de la iglesia; falta con
frecuencia de casa. No sabe, además, interesar a los otros en el gobierno de la
Casa. No parece tenga las cualidades para dirigir, y él es el primero en reco-
nocerlo».
Son muy significativas estas sus palabras, saturadas de sencillez y humildad.
Don Félix era un apóstol en casa, y fuera de ella, un hombre de Dios. No vale
para Director. Marcha contento al Aspirantado de Carabanchel Alto - Madrid.
El encontraba sus delicias en formar a aquellos futuros sacerdotes. Decía que
estaba dispuesto a ir a pie a las Casas de formación, por lejos que estuvieran,
si a ellas le destinaba la obediencia.
Y Dios le oyó.
11. DON JOAQUÍN URGELLES (1935-1938)
El 23 de septiembre de 1934 le sucede en el cargo a don Félix González.
Le esperan tiempos muy difíciles. Hombre de fe robusta, fuerte personalidad,
salesiano de temple, se opondrá a la violencia desatada contra su comunidad por
gente perversa o engañada. Cuando no puede hacer otra cosa, dejará actuar a
la Providencia. Ella velará sobre su personal salesiano.
Ponemos término al decenio 1926-1936, materia del presente capítulo, con
una fausta noticia que encendió el entusiasmo de muchos baracaldeses: la elec-
ción para el Obispado de Pamplona de su paisano don Marcelino Olaechea.
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12. DON MARCELINO OLAECHEA CONSAGRADO OBISPO
Tiene 46 años. Antiguo alumno del colegio salesiano de Baracaldo, regentó,
como Director, algún Colegio; y como Provincial, las Inspectorías Tarraconen-
ses y Céltica. Por encargo de la Santa Sede, fue visitador de los Seminarios dio-
cesanos del sur de España. Luego le consagraron Obispo.
El P. Olaechea, al llegar a la más alta jerarquía del sacerdocio, encaja dos
felices coincidencias: es el primer salesiano español nombrado Obispo y el pri-
mer Obispo salesiano que ocupa una sede española.
Poco antes, él había creado en el colegio salesiano de Atocha una cantina
para niños carentes de alimento en sus casas. En la barriada madrileña se dice
que es un manirroto. La cantina está repleta. No caben en ella más chicos.
La ceremonia de la consagración episcopal tiene lugar el 28 de octubre de
1935, en la Catedral madrileña de San Isidro. Llegó, para asistir al acto solemne
litúrgico, una representación del Cabildo de la capital de Navarra y una nutrida
comisión de pamplónicas. Y, ¿cómo no?, unos setenta amigos suyos baracal-
deses.
Baracaldo vive el acontecimiento. El problema se plantea en el Municipio:
paisano, hijo de obrero y amigo de los obreros, sí; pero ¿y las exigencias de
una República que se declaró atea?
Es curioso -y no carece de gracia- el acuerdo del Ayuntamiento en sesión
del 26 de octubre de 1935: «Se da lectura a un escrito del Presidente de la Aso-
ciación de Antiguos Alumnos Salesianos de Baracaldo, invitando al Ayunta-
miento a los actos que organiza dicha entidad en honor de don Marcelino Olae-
chea y pidiendo se le faciliten los nombres de treinta individuos, de entre los
obreros parados, a fin de que les sean repartidas algunas especies alimenticias
[...]. El señor Beltrán propone que la representación del Municipio asista al ban-
quete y a la velada teatral, pero no a la función religiosa por prohibirlo expre-
samente la Constitución. El Sr. Arizán indica que él, o bien sus compañeros
de la minoría, asistirán también a los actos religiosos con carácter particular. El
señor Sagastagoitia recuerda que, hacía muy poco, un ministro de la República
había asistido a los funerales de la reina de Bélgica».
Solución de la Corporación: «Se acuerda facultar al señor Alcalde para que
nombre la representación del Ayuntamiento que ha de asistir a los mencionados
actos —banquete y velada— y para facilitar asimismo la lista de obreros sin tra-
bajo que han de percibir el socorro en especies alimenticias». Va a continuación
la firma: Simón Beltrán, alcalde Presidente del Ayuntamiento.
No sólo asistieron a los actos, sino que se fotografiaron con don Marcelino
el alcalde, cinco Concejales, el Secretario y el Oficial Mayor.
Por supuesto que los festejos resultaron grandiosos. Se extendieron desde el
31 de octubre al 5 de noviembre.
Por suscripción pública, Baracaldo regaló a su Obispo paisano el báculo.
Regalo de obreros al que fue -y siempre se preció de serlo- hijo de obrero.
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RAMALAZOS DE LA GUERRA CIVIL
1. ALARMAS Y DETENCIONES
El 18 de julio de 1936, media España iniciaba una larga y dura lucha contra
la otra media.
No entramos en análisis, descripciones, motivos y secuelas del enfrenta-
miento, tratados ampliamente en otras obras nuestras. Nos atenemos tan sólo
a los sucesos ocurridos en la Casa salesiana de Baracaldo y a las vicisitudes en
las que hubieron de bandearse sus pacíficos moradores.
A pesar de la raigambre y estima por parte de la merindad, el Colegio tuvo
que sufrir los embates de la anarquía cuando los aires revolucionarios soplaron
sobre la Península.
Nada anormal aconteció en el Colegio los días 18 y 19, si bien los rumores
de la revolución y el desacostumbrado movimiento de hombres armados por
las calles se presentaban alarmantes.
El primer roce de las milicias con los salesianos se coloca en la noche del
20 de julio. El coadjutor don Justiniano del Prado, familiarmente llamado señor
Justi, cumplía su misión cotidiana de cerrar las puertas de la calle. Varios mi-
licianos, que hacían guardia en el exterior, le conminaron a que las dejara abier-
tas. El religioso, sobresaltado, obedece y se retira a descansar.
A la mañana siguiente, a eso de las ocho y media, encontrándose la Comu-
nidad en la iglesia, el estampido de un disparo originó la alarma del colegio.
El señor Director, don Joaquín Urgelles, salió a ver a qué respondía el disparo,
y se topó con un miliciano que le apuntaba con su fusil.
Inmediatamente al disparo, un torrente humano, al grito de ¡los frailes, los
frailes!; ¡que tienen armas! salta las tapias de la parte posterior del Colegio y
allana arrolladoramente el patio. Don Luis Pazo -Catequista de la Casa-, les
sale al encuentro, intentando hacerles comprender de buenas maneras que allí
no existían armas. Detrás llegaba la comunidad inquieta. Fueron recibidos con
la intimación de ¡manos arriba!
El Director reconoció a un policía entremezclado con la turba, y le
preguntó:
-Pero, ¿qué es lo que pasa aquí?
-Una cosa muy seria, respondió el policía.
Y sin más explicaciones, los alinean junto al muro de la puerta de salida.
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Encañonados por los pistoleros, se vieron sometidos a un cacheo practicado
entre insultos y blasfemias.
Los asaltantes se derramaron por las distintas dependencias del Colegio,
aprovechándose para saciar ávidamente sus deseos de rapiña.
Mientras los salesianos sufrían las befas y vejámenes de las milicias, un an-
tiguo alumno, por propia iniciativa, se dirigió al Ayuntamiento y expuso la di-
fícil situación de los religiosos. Para la protección de los detenidos, le cedieron
una unidad de la Guardia de Asalto. Estos se encararon con los milicianos que
inmediatamente se avinieron a razones.
-Vamos a registrar la casa. Si encontramos armas ocultas o falangistas es-
condidos, los fusilamos.
Se procedió a la inspección. El señor Director los acompañaba. Cada de-
pendencia era objeto de un registro minucioso. Abrían las puertas a patadas,
por lo que don Joaquín se encaró con ellos.
-¿Así abren ustedes las puertas?
-Esto es una cosa seria, Padre.
-Seria lo será para ustedes; para nosotros es algo ridículo.
En la habitación del Director encontraron un busto de San Juan Bosco, em-
balado en papeles. Por su forma, se les antojó una granada. Don Joaquín los
tranquilizó. En el campanario existía una especie de garita, donde nadie, desde
tiempo inmemorial, había puesto el pie. Les picó la curiosidad y... la sospecha.
Penetró en ella uno de los inquisidores; pero al momento salió cubierto de pol-
vo y telarañas.
En el teatro descubrieron unos fusiles de juguete y los trajes del Batallón
Infantil de Santander, que por aquellos días se encontraban de visita. Más les
disgustó el hallazgo de unas banderas del período monárquico. Las quemaron
en el patio.
Decidieron conducir a los salesianos al Ayuntamiento. Durante el trayecto
que separa el colegio de la Casa Consistorial, la turbamulta furiosa formaba ca-
lle a los detenidos, amparados por algunos nacionalistas vascos, que los prote-
gían contra los más exaltados.
Llegaron dificultosamente, a la Alcaldía, y los aislaron en la Sala de sesiones.
Por fin, llega el Alcalde, antiguo alumno del colegio, y habló al Director:
«Padre, se ha registrado el colegio y no se ha hallado nada comprometedor.
No obstante, continúan las pesquisas. Si resultan negativas, ustedes volverán a
su casa a mediodía».
Invitaron a don Joaquín a que se personara en su despacho. Al entrar el Di-
rector, se levantan todos y deferentemente le ofrecen el sillón presidencial.
-Discúlpenos, Padre. Nuestras sospechas eran infundadas.
-Gracias a ustedes por la defensa que nos han prestado; pero les agradecería
que pusieran al pueblo al corriente de todo.
La plaza, que se abre a los pies del Ayuntamiento, estaba totalmente ates-
tada de público, que esperaba ver el final de aquella historia.
Salió al balcón uno de los delegados, también antiguo alumno, y declaró:
«Pueblo de Baracaldo, aquí tenemos a los PP. Salesianos. Pongo en vuestro
conocimiento que son merecedores de todo respeto. Ellos han sido quienes nos
han impartido la enseñanza que poseemos. Toda nuestra cultura se la debemos
a ellos. Les estamos muy obligados».
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No fueron bien recibidas por todos estas razones. Un grupo de anarquistas
se manifestaron en contra y se opusieron a que los religiosos volvieran al co-
legio. Los detenidos se vieron en la necesidad de permanecer en el Ayuntamien-
to.
A la hora de comer, los confinados, sorprendidos y agradecidos, recibieron
alimentos que les llevaba la lavandera del colegio. Esta se presentó solícitamente
para atenderles en otros menesteres.
A la tarde, don Joaquín pide entrevistarse con el Comité. Uno de los miem-
bros del mismo le desaconseja la iniciativa: «Perdone, Padre, por nosotros vol-
verían ustedes a casa, pero es que no nos entendemos».
Estaban los ánimos extremadamente alborotados.
Pasado algún tiempo, otra persona, adicta a los religiosos, sugirió una po-
sible solución: aprovechar la noche para repartirse por domicilios particulares.
Mediante esta fórmula, los salesianos recibieron algo así como una libertad
condicionada.
Cerrada la noche, abandonaron su reclusión acompañados de nacionalistas
vascos, que les iban protegiendo.
El Director se acogió a la hospitalidad de las monjas del Asilo Miranda; don
Narciso Fernández y don José Saburido recibieron hospedaje en el domicilio
de don Camilo Landín, médico, cuya esposa doña Elena, era Presidenta de la
Archicofradía; algunos en un hotel y los demás en fondas y casas de huéspedes.
2. VICISITUDES DE LOS SALESIANOS
Durante los quince días que estuvo separada la Comunidad, sus miembros
mantuvieron frecuentes contactos. Dos días después de la evacuación, los sale-
sianos coadjutores don Justiniano del Prado y don Francisco Llacayo (familiar-
mente señor Justi y señor Quico) se aventuraron a visitar el colegio. Allí mismo
quedaron detenidos, a disposición de los milicianos que se habían incautado del
inmueble.
Don José Saburido tenía echada la suerte. Un grupo de facinerosos, perte-
necientes a la C.N.T. de Baracaldo, buscaba la ocasión para prenderle y des-
hacerse de él. Y es que, por aquel entonces, se estaban construyendo las Es-
cuelas Profesinales de Deusto y don José era el encargado de activar las obras,
lo cual hacía suponer a los milicianos que guardaba en su poder mucho dinero.
Se había puesto precio a su vida. Así se lo manifestaron unos amigos a don Joa-
quín a fin de que éste se lo advirtiera a don José.
Resultó que éste cayó enfermo y fue el propio Director el que recibió la
sorpresa.
Un día bajó a Bilbao y compartía su paseo con don Filemón a lo largo del
pórtico de la iglesia de San Vicente. Observaron que dos individuos los seguían
de lejos con su mirada. Los salesianos se despidieron, y don Filemón entró en
un bar. Don Joaquín prosiguió su paseo en dirección a la plaza de Mazarredo.
Ya en ella, le atajó uno de los perseguidores.
-Venga usted conmigo.
-No tengo por qué acompañarle.
La porfía del facineroso chocaba con el aplomo del sacerdote.
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A la discusión acudió la gente que transitaba por la plaza, arremolinándose
en torno a los dos contendientes.
La polémica atrajo la atención de los policías, que hacían servicio en la acera
de enfrente. Cruzaron la calle y, apartando a los curiosos, se encararon con los
litigantes.
-¿Qué pasa?
-Que éste caminaba con las manos en los bolsillos, lo cual quiere decir que
lleva una pistola.
Don Joaquín se sometió fácilmente al cacheo. El miliciano quedó en eviden-
cia. Se trataba de un pistolero pagado para asesinar al Director, al que confun-
dió con don José.
Don Narciso no perdió contacto con el barrio de Elejabarri, donde hasta
hacía poco había trabajado con ilusión con los muchachos del Oratorio Festivo.
Fue reconocido por los milicianos, apresado y conducido al Ayuntamiento. Por
segunda vez le otorgaron la libertad, con la advertencia de que si salía de nuevo,
ellos no asumirían ninguna responsabilidad por la suerte que pudiera correr.
Este imprevisto suscitó una reunión del Comité de Baracaldo para definir
la posición de los salesianos.
Doña Elena, la esposa del médico en cuyo domicilio se albergaban don José
y don Narciso, regresó a su casa alarmada de una de las visitas que efectuó al
Ayuntamiento. En la asamblea algunos de los miembros del Comité había abo-
gado por liquidar a los religiosos, «cosa que debían haber llevado a cabo en el
mismo Colegio».
Por otra parte, los nacionalistas vascos velaban por la seguridad de los sa-
lesianos. Aquel mismo día, el presidente de los nacionalistas de Baracaldo se
procuró una entrevista con don Joaquín, y le alertó de la situación de peligro
en que se encontraban.
El Director, de acuerdo con el presidente, se decidió a ponerse ^en comu-
nicación con José Antonio Aguirre, Jefe del Nacionalismo. Por medio de una
carta, le pone al corriente de la precaria seguridad personal de los miembros de
su Comunidad. Entregaron la carta a don Pedro Basaldúa, antiguo alumno del
Colegio y secretario de Aguirre.
La contestación no sufrió demora: «Anuncia al P. Superior que le atende-
remos», respondió Aguirre a su secretario. Don Joaquín recibió la comunica-
ción por teléfono. Le concretaban que aquella misma noche -la Crónica la sitúa
el 4 de agosto- irían en coche para recoger y concentrar a los religiosos en el
Gobierno Civil. El mismo Basaldúa salió a recibirlos. Algunos de los milicia-
nos, que vegetaban a la sombra del Gobierno, se interesaban por la identidad
de los religiosos. El secretario secamente les espetó: «Vosotros nada tenéis que
ver con éstos. Quedan bajo la protección de nuestro Gobierno».
El propio Irujo, ministro de Justicia, se acercó muy amable a saludar a la
comunidad.
El señor Basaldúa les puso en comunicación con la presidenta de las Ema-
kumes (mujeres nacionalistas vascas), quien les proporcionó alojamiento en un
piso deshabitado que poseía la organización.
Pasan la noche acomodados en unos divanes, escuchando la radio.
A la mañana siguiente, bien de mañana, reciben de nuevo la visita de la pre-
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Visita de Salesianos y Antiguos Alumnos al Sanatorio de Santa Marina. 24 enero 1965.
«La caridad es la virtud que
distingue a los hijos de Dios de
los hijos del mundo».
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sidenta nacionalista, y con gran sorpresa de los religiosos, les invita a celebrar
la Eucaristía donde les fuera más cómodo.
Cumplidos los deberes religiosos, la misma señora les proporcionó desayu-
no caliente; y luego les indicó una fonda de confianza donde podían comer. Se
trató de buscar alojamiento definitivo, bajo la protección de los nacionalistas
vascos.
Acogidos a los beneficios de la tutela nacionalista, se brindó a la comunidad
la ocasión de poder emigrar al extranjero. Se les ponía como requisito necesario
haber cumplido los 45 años.
El 15 de octubre partía don Narciso para Francia. Quince días más tarde,
don Joaquín y don José embarcaban en Santurce, a bordo de un destructor in-
glés y zarpaban para San Juan de Luz, en la nación vecina. Allí se separaron.
Don Joaquín emprendió el camino de Turín para presentarse a los Superiores.
Don José regresó a San Sebastián, y de allí se dirigió a Pamplona.
En los ocho meses y medio de gobierno vasco, Aguirre y sus ministros «lo-
graron crear una situación de orden y estabilidad posiblemente sin paralelo en
la España Republicana».
Las iglesias siguieron abiertas, funcionó el culto público. La política vasca
fue diametralmente opuesta al anticlericalismo. Si bien el gobierno estaba tam-
bién constituido por representantes de otros partidos de izquierdas, Aguirre fue
siempre su presidente.
Por lo que hace a nuestro caso, la comunidad de Baracaldo debió la vida
a los nacionalistas vascos. «También defendieron el colegio un numeroso grupo
de carlistas, antiguos alumnos».
Escribía Basaldúa, secretario de Aguirre:
«Del querido Colegio salesiano recuerdo con gran emoción a don Ramón
Zabalo, a don Agustín Pallares, a los hermanos Beobide, a don Rafael Lippo.
Teníamos entonces estrecha amistad y respeto cordial hacia estos maestros que
han modelado no pocas conciencias e inteligencias de los jóvenes baracaldeses».
3. EXPLOTACIÓN DEL COLEGIO
El 25 de julio de 1936, don Joaquín Urgellés recibió un oficio del Alcalde,
en el que se le comunicaba que, con su venia, se procedía a la utilización de
las cocinas del colegio para preparar comidas a gentes que tenían familiares en
el frente de guerra; Ídem, del patio para instrucción de los milicianos.
Así quedo convertido el colegio en cuartel de milicias, sufriendo la incuria
y desmanes de gentes irresponsables.
El señor Justi y el señor Quico, detenidos -como hemos dicho- en el mismo
colegio, aprovecharon esta circunstancia para cuidar el inmueble en cuanto les
fue permitido. Ayudaban a los milicianos en los servicios de cocina, lo que les
proporcionaba también su propio alimento.
En septiembre, se acondicionaron las instalaciones colegiales para acoger en
ellas a los evacuados de San Sebastián. Poco tiempo después, se estableció allí
el batallón Malatesta. Tan sólo por unos días.
En noviembre, Bilbao se aprestaba a la defensa de la plaza. Se encuentran
en la ciudad grandes masas de milicianos. A falta de lugar adecuado, se ubican
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en el Colegio las milicias defBatallón Celta. Los evacuados de San Sebastián
y las instituciones culinarias, que les suministraban alimentos, se desplazaron al
colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
El Batallón Celta ocupó el colegio hasta el 19 de junio de 1937, día en que
las tropas de Franco rindieron Bilbao. Este período marca la época de los des-
trozos en la Casa Salesiana.
Cuenta Agustín Pérez, «Tinín», en Atalaya:
«En cierta ocasión, tras ocupar el Batallón Celta el Colegio, quisieron entrar en la
cabina cinematográfica. No pudieron abrir la puerta, que era de chapa, y avisaron a mi
padre, que era el operador.
Uno de los que iban con el teniente, pegó una fuerte patada a la máquina de pro-
yección. Mi padre se enfadó y les dijo: Tero ¿qué mal le ha hecho ésto? Es una máquina
con la que se pueden proyectar películas a la tropa. Si quieren dar alguna película pueden
avisarme; pero, por favor, no rompan esto'. De nada sirvió. Al terminar la guerra civil,
aquella vieja Pathé Freres estaba completamente destrozada».
Creo firmemente -sufrí la guerra durante los tres años en la capital de la
nación y pude constatar y lamentar tantas cosas- que el gobierno republicano
habría triunfado en la contienda, si no se hubiese apoderado de las masas re-
volucionarias un frenesí de matanza, de falta de organización en lo económico
y sobra de derroche en lo útil, conveniente y hasta necesario. ¡Pensar que en
la zona más rica de España estábamos pasando hambre, frío y toda suerte de
incomodidades casi desde los inicios de la contienda!
En Baracaldo -concretamente en el Colegio— ocurrió, en pequeño, algo se-
mejante: habitaciones derribadas, el teatro destrozado, quemados los altares,
confesonarios, bancos, órgano, comulgatorio, etc. Las imágenes habían sido
trasladadas, desde el primer momento, a la iglesia de San Vicente.
El importe total de los perjuicios no debió bajar del orden de las setenta
mil pesetas de entonces.
4. ENTRADA DE LOS NACIONALES EN BARACALDO.
SE REANUDA LA VIDA COLEGIAL
El 18 de junio de 1937, dinamiteros especializados volaban los puentes del
Arenal y del Ayuntamiento de Bilbao. Y el día 19 se producía la entrada de
las fuerzas nacionales en la capital de Vizcaya. Gente del pueblo y las tropas
huían por Valmaseda y la margen izquierda hasta Santander.
Tres días después, cayó Baracaldo. El señor Alcalde había escapado a San-
tander. Provisionalmente, Federico Gómez y el Dr. Montero se constituyeron
en suprema autoridad del Municipio. Por breve tiempo, pues pronto llegó el
señor Llaneza, que ocupó el poder durante muchos años.
Leemos en una de las Crónicas:
«Con la llegada del Ejército Nacional a Baracaldo, queda la Cas. libre. Este mismo
día hubo un intento de incendio de la cocina a cuenta de los milicianos del Batallón Cel-
ta. El fuego había ya tomado incremento al anochecer cuando, al observarlo, los vecinos
se dispusieron a porfía a apagarlo. En días sucesivos, mujeres voluntarias se ofrecieron
a barrer la Casa, fregándola toda, después de arrastrar el cúmulo de basuras que por to-
das partes se había acumulado.
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Al enterarse el P. Urgellés, en Turín, de que el Colegio podía reemprender su ritmo
normal de funcionamiento, encargó desde allí a don Pedro Barturen, gran amigo de los
salesianos, recuperara los libros y algunos enseres que estaban depositados en el Ayun-
tamiento.
Se bendijo la iglesia y quedó restablecido el culto en la misma.
El 12 de julio llegó el Director, don Joaquín, al que acompañó el propio Mons. Olae-
chea hasta Baracaldo. Se pudo reanudar ya la vida comunitaria.
El 20 de agosto se abre la matrícula escolar para el nuevo curso y se reemprende la
reconstrucción de las habitaciones y la reparación de los desperfectos.
El día 24 de octubre se celebra, en el salón de actos, una reunión de Cooperadores,
Antiguos Alumnos y simpatizantes de la Obra Salesiana de Baracaldo. Se habla en ella
de las necesidades más perentorias de la casa. Urgen la rehabilitación del patio y del tea-
tro. Preside la reunión el señor Director, acompañado de dos delegados de la Autoridad.
El Correo Español del 2 de julio de 1937 se hacía eco del grandioso homenaje que
el pueblo de Baracaldo tributó a María Auxiliadora y a San Juan Bosco con ocasión del
traslado de sus imágenes desde la iglesia de San Vicente a la del Colegio. Participaron
en él las autoridades militares y civiles, así como la banda municipal. Las imágenes eran
portadas en andas a hombros de antiguos alumnos, que habían padecido los horrores de
la prisión».
Don Joaquín Urguellés dirigió la Casa Salesiana desde el año 1935 hasta el
verano de 1938.
Además de los ya nombrados, formaban parte de su valioso personal, don
José Aguilar, don Luis Conde, don Alfonso Martínez, don José Molina, don
Eduardo Caprani y don Francisco Echevarría.
Merece una mención especial el último. Recién profeso, comenzó a pres-
tar su sacrificado trabajo de cocinero en diversas Casas. Entre ellas, la de
Baracaldo.
Narra don Ernesto Lavandero que era siempre igual a sí mismo, viviendo
en la paz de Dios, trabajando y orando, sazonando la convivencia fraterna con
su decir, con su gracia aguda, no desprovista de una inocente ironía. Vestidos
humildes, ajuar personal reducido a lo indispensable.
Don Marcelino Olaechea dijo de él: «El señor Pachi era un santo coadjutor,
que edificó durante toda su vida».
El Director, don Urgellés, siente el peso del cargo. Don Jorge Serié, miem-
bro del Consejo Superior de la Congregación, anota en la Visita Extraordinaria,
realizada a la Casa de Baracaldo antes de la terminación del curso (año 1938):
«El Director está decaído, quiere renunciar».
Cuanto hemos narrado en los dos capítulos últimos creemos obedece a una
verdad objetiva hallada en documentos que consideramos fidedignos. Como
Hijo de Don Bosco, me mantengo ajeno, por supuesto, a toda propaganda de
cariz político.
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11
LA JORNADA DEL SALESIANO
NACÍA DE SU ORACIÓN DE LA MAÑANA
1. INFLACIÓN RELIGIOSO-PATRIÓTICA
La mayor parte del pueblo creyente, amén de casi toda la jerarquía eclesiás-
tica, dio a la guerra un sentido religioso-patriótico.
Desde muy atrás se pensaba —era poco menos que un dogma en la historia
de la nación- que España no podía dejar de ser católica sin dejar de ser España.
Ser español equivalía a ser católico. La unidad católica era consustancial con el
ser y con la pervivencia de España como nación.
Una lenta y angustiosa tarea precedió y siguió al Concilio Vaticano II, un
intento de hacer comprender al pueblo y convencer a los poderes públicos que
no la fusión, sino la separación había de presidir las relaciones Iglesia-Estado,
en amistosa concordia. Y esto para bien de los ciudadanos católicos y no ca-
tólicos, amén de los no creyentes.
En la postguerra, los fervores nacionales y religiosos llegaron a la máxima
altura.
Las disposiciones de la jerarquía civil al respecto arrancaron un gesto do-
loroso de extrañeza a muchos, a otros de indignación, en el correr de los tiem-
pos. Un imparcial conocimiento de la historia y la convicción de que los su-
cesos de entonces no pueden ser juzgados con los criterios actuales nos llevan
a mostrarnos más comprensivos.
Por lo que al País Vasco se refiere, Guipúzcoa y Vizcaya fueron merece-
doras, de parte de las altas Autoridades, a una mayor comprensión. El castigo
que se les infligió fue excesivamente duro y objetivamente injusto.
Mons. Vicente Enrique y Tarancón escribe en su reciente libro Recuerdos
de Juventud:
«Se notaba el sentido antivasquista en los militares y los falangistas por el
contubernio, como decían ellos, entre nacionalistas vascos —que eran católicos—
y las autoridades republicanas. Y este recelo —casi odio— contra los vascos se
aplicaba a las demás regiones, especialmente a Cataluña y Valencia, que estaban
todavía en la zona roja y tenían su propia lengua»
Prácticamente estaba prohibido hablar en lugares públicos en las lenguas
vernáculas. Y, pienso, que sobre todo, en euskera.
Este modo de juzgar la situación por los Mandos dio lugar a una normativa
en la legislación escolar, incomprensible hoy por los enormes e imprevisibles
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cambios que desde entonces han tenido lugar. Vertiginosa evolución en todas
las áreas de nuestro vivir cotidiano, que ciertamente han traído también sus des-
viaciones, y por cierto, muy lamentables.
Exponemos tan sólo algunas de las instrucciones aprobadas por la Comisión
de Cultura, con la firma de su Vicepresidente Enrique Súñer, en Bilbao, el 15
de noviembre de 1937.
Van dirigidas a las Escuelas Nacionales de Vizcaya.
Por lo que a la asignatura de Religión se refiere, «teniendo en cuenta la ne-
cesidad creada por los funestos años de laicismo escolar, la enseñanza religiosa
se dará diariamente, dedicándole media hora o tres cuartos de hora; los sábados,
por la tarde, se rezará un rosario al término de la sesión».
«Las especiales circunstancias de Vizcaya aconsejan que la historia de Es-
paña» tenga consideraciones semejantes a la anterior asignatura.
Se dispone que todos los días se ice solemnemente la bandera, se entonen
los himnos de Oriamendi y Sinesio Delgado, se salude brazo en alto y diciendo
Ave María Purísima al maestro y a las autoridades que visitan la escuela.
Esta legislación afecta a las escuelas nacionales; pero pensamos que en las
privadas o de la Iglesia, abundarían idénticas o semejantes manifestaciones re-
ligioso-patrióticas.
Del Colegio de San Paulino de Ñola sabemos que se da la máxima impor-
tancia a la enseñanza religiosa. Y ello nos parece lógico, dado su carácter de
centro católico, a donde acuden voluntariamente los muchachos enviados por
sus padres. Siempre se había actuado así con la general complacencia de los es-
colares y de sus progenitores.
Se celebraban dos certámenes de catecismo al año. En el Acta del Consejo
de la Casa, celebrado el 2 de enero de 1942, se lee: «Se propone que se ponga
el empeño posible para que resulte muy bien el certamen de fin de curso. El
Señor Director pasará a menudo por las distintas clases para cerciorarse de la
preparación de los alumnos. Se premia con alguna excursión a los niños ora-
torianos asiduos a la labor formativa que en ellos se realiza los domingos, días
festivos y durante el verano».
2. DON LUIS PAZO, DIRECTOR
Y SU SACRIFICADA COMUNIDAD (1939-1944)
En su carta necrológica, sus Hermanos de la Comunidad del Colegio Calvo
Sotelo^ (La Coruña), le presentan como una figura, humana, salesiana y sacer-
dotal, adornada de altas cualidades y virtudes; muy delicado en el trato, atento
a los detalles «que hacen felices a las personas», con un enorme aprecio a los
muchachos y a los antiguos alumnos. Sabía pedir perdón cuando se daba cuenta
que sus ímpetus de carácter fuerte podían haber molestado a los demás. Un
hombre alegre, optimista, capaz de seguir las bromas y aceptarlas en los mo-
mentos de expansión de los Hermanos. Exacto cumplidor de las Reglas sale-
sianas. Amor a la Congregación. Largas horas de confesonario. Sumiso y ca-
riñoso con los Superiores.
Don Modesto Bellido, que ha tenido grandes responsabilidades en la Con-
gregación, dice de él: «Nos van desapareciendo los que pusieron las Casas en
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D. Luis Pazo organiza el Círculo Domingo Savio.
Bendición de la nueva bandera.
Serapio Trujillo, Germán Ramos, Salto, J. Salto, Presidente, Gerardo Echevarría, Ricardo
Sobrado, Tejada.
Dña. Carmen Morales y su hija M.a Carmen Sánchez, que hace de Madrina.
Año 1941.
Circulistas que pasan a la Asociación de Antiguos Alumnos.
Es Director D. Aniceto Sanz.
Año 1948.
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movimiento después de la guerra. Fueron tiempos durísimos y los afrontaron
con gran espíritu de fe y de sacrificio».
Murió el 26 de agosto de 1976, a los 78 años de edad.
Sus once años en la Casa Salesiana de Baracaldo, cinco como catequista y
seis de Director, constituyen una época brillante en los anales del Colegio, se-
gún los testimonios que obran en nuestro poder.
El mejor de ellos, en mi opinión, es el del P. Inspector, don Felipe Alcán-
tara, en el Acta de la Visita Canónica que realizó a la Casa de Baracaldo, del
6 al 12 de octubre de 1941.
Creo deber de justicia, ante todo, dejar escritas unas líneas sobre el P. Al-
cántara en una de las historia de nuestros colegios más antiguos. Sea en ésta.
El Señor se mostró generoso con él concediéndole abundancia de talentos que él supo
hacer fructificar. Creo que fue mucho mejor músico, predicador y escritor que hombre
de gobierno, si bien en esta última faceta supo sortear las mayores dificultades en tiempos
tan conflictivos como nuestra guerra civil, con serenidad y valentía comunes.
A sus doce años acompañaba al piano las piezas musicales que ejecutaban los mu-
chachos del colegio de Sarria bajo la alta dirección del salesiano, maestro Villani. Dirigió
las Casas de Vigo (1915-1921) y de María Auxiliadora de Salamanca — bachillerato-
(1921-1924). Le sorprendió nuestro trágico conflicto nacional mientras predicaba los
Ejercicios Espirituales en Mohernando, siendo Inspector de la Céltica. Se ofreció como
víctima cuando los asaltantes estuvieron a punto de fusilar a salesianos y novicios, que
se preparaban para dedicar su vida a la educación de la juventud pobre y abandonada.
Sus zarzuelas se hicieron famosas, no sólo en España, sino también en Italia e His-
panoamérica. Compuso, asimismo, numerosos motetes, himnos, piezas para órgano, más
de treinta obras musicales de género festivo, doce Misas a una o varias voces.
Como Inspector, disgustaban sus excesivas correcciones —de menor detalle—
de los defectos de los Hermanos. A pesar de ello, leo en el Acta de la Visita
Canónica a la Casa de Baracaldo:
«Da sensación de regularidad y buen espíritu: Hay unión, los hermanos es-
tán contentos, se trabaja con buena voluntad, se atiende a las escuelas nocturnas
y diurnas, no se descuida el Oratorio Festivo, los Antiguos Alumnos tienen
vida y se trabaja en la iglesia.
Y todo con muy escaso personal. Bendiga el Señor tanto sacrificio».
Palabras estampadas en el libro de Actas, por un hombre de criterio nada
indulgente, equivalen a una calificación de sobresaliente otorgada a la Casa de
Baracaldo.
Alberto Echevarría, alumno entonces y que más tarde ocupó las más altas
responsabilidades en la Asociación local, regional y nacional de Antiguos
Alumnos, recuerda a don Luis Pazo como hombre de fuerte personalidad, de
muy buenas dotes pedagógicas y de fácil oratoria; a don Luis Monserrat, po-
lifacético, que preparaba con gran esmero a los monaguillos (en latín, ¡claro!),
que ensayaba obras de teatro y, sobre todo, poesías; y dedicaba muchas horas
al confesonario; y a don Eduardo Caprani, que tenía que proveer de comida
a la comunidad en tiempo de máxima escasez. «Era típico el volver de sus viajes
con un cabás de alubias y harina de Munguía; y, debido a lo mucho que ma-
drugaba, luego se nos dormía en clase».
El ambiente que reinaba en el Colegio era de auténtica disciplina; pero los
salesianos amaban a los muchachos, y se vivía como en familia. Vida de piedad,
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también en la Asociación. Al turno de adoradores nocturnos, llamado turno de
San Juan Bosco, pertenecían sesenta antiguos alumnos. Se organizaban, por Na-
vidades, en los años de escasez, visitas a los asociados pobres y se les llevaba
alimentos propios de las fiestas.
También se estuvo visitando durante unos cinco años el Sanatorio antitu-
berculoso de Santa Marina, con ocasión de la fiesta de San Juan Bosco. «Vi-
sitábamos a los hombres que estaban en el pabellón que el capellán había co-
locado bajo la advocación de San Juan Bosco. También se solía ir a visitar a
los ancianitos del Asilo Miranda, el día de Reyes, llevándoles obsequios».
¡Qué alto califican al personal salesiano las siguientes palabras del citado
Alberto!
«La incidencia de la educación salesiana en mi vida ha sido trascendental»
[...]. «Los salesianos de mi época se distinguieron por su austeridad, tanto en
el comer como en el vestir. Eran muy trabajadores y convivían con nosotros
todos los días de la semana y durante todas las horas».
La guerra civil lanzó sobre España una inundación de desdichas en todas
las esferas de la vida material. En los años cuarenta se inicia la reconstrucción
nacional. El pueblo pasa verdadera hambre. Surge el estraperlo a pequeña y
gran escala. A los cinco meses del término de la nuestra, comienza la Segunda
Guerra Europea, que agudizó aún más la crisis económica. Por eso, también
los salesianos han de ir a buscar, a donde pueden, el pan de cada día.
Comen poco y duermen menos.
«Cuando llegué a Baracaldo -escribe don Arturo González- noté que la comunidad
se levantaba a las cinco y media. Me extrañó y pregunté la causa, y me respondieron
que era una costumbre antigua para dar facilidad a las gentes, que iban a la fábrica, para
que oyeran Misa antes de entrar al turno del trabajo. Pregunté si venían muchas per-
sonas, y me dijeron que no. Entonces les conté lo del guardia en el banco. Aquel cuartel
donde, además de los guardias en la entrada del mismo, había uno también en el banco
del jardín. Llegó un capitán y preguntó el motivo de aquella vigilancia. Fueron a mirar
las crónicas y, por lo visto, hacía años que, cuando pintaban aquel banco del jardín, lo
estropeaban los soldados sin que aún se hubiera secado la pintura. Continuaba la rutina
sin que se dieran renovaciones de pintura. La lección fue eficaz y comenzamos a levan-
tarnos a las 6 como en las demás Casas».
Don Felipe Alcántara, en una de sus Visitas Canónicas, dejó esta observa-
ción:
«Evítese que haya hermanos que se acuesten después de las 10,30. Por esto,
recuérdese a quien sea menester que el salesiano debe levantarse temprano para
hacer sus prácticas de piedad y no ha de tener mrnos de siete horas de sueño».
La norma es anterior a la intervención del ingenioso (¡y sí lo era!) don Ar-
turo, quien luego recuerda, entre otros antiguos alumnos, al gran salesiano
coadjutor don Jesús Barcena, «modelo por su fervor, espíritu de trabajo y sen-
cillez; artista en las funciones de teatro, cantor eximio en los coros del colegio
y muy apreciado por los alumnos a causa de su alegría en el sacrificio y cuidado
en velar por las cosas de la casa. Pasó por muchos oficios: despensero, carrero,
ropero».
Son acordes los testimonios sobre la entrega, tanto por parte del Director,
como de sus colaboradores salesianos, a una misión educativa de muy elevada
calidad, con el ejemplo comunitario y personal. Por lamentables lagunas en cró-
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«Tenga cada casa una especial
preocupación en promover las
asociaciones juveniles».
(D. Bosco, M.B. XII-26).
Un grupo de «Amigos de Domingo Savio» en momentos de estudio, convivencia y espiritualidad. Año 1985.
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nicas y otros escritos, nos apena el no poder desplegar el abanico de las muchas
actividades que ciertamente desarrollaron. Cito palabras autorizadas de don
Modesto Bellido: «La Casa de Baracaldo tuvo bases muy sólidas y muy sale-
sianas. Dos características muy notables en ella eran: una gran devoción a María
Auxiliadora y la adhesión de los antiguos alumnos a los salesianos. Estos vivían
muy pobremente. Se veía en ellos un gran deseo de superación, y en los alum-
nos fervorosa correspondencia. Todo esto lo pude comprobar siendo Inspec-
tor».
Pertenece también a la época que estamos historiando esta afirmación de
Eco Salesiano: «Casi cada domingo ha habido función teatral durante los meses
de diciembre, enero y febrero». Las organizaban y representaban los mismos
alumnos. También esta actividad era una escuela de formación y ¡no de escasa
importancia!
3. VISITAS ILUSTRES
Don Pedro Escursell
El trece de agosto de 1939 llegaba a Baracaldo el salesiano misionero don
Pedro Escursell. Un personaje muy nombrado en aquel entonces. Dio una lar-
guísima conferencia —casi dos horas y media— sobre el Japón, en el teatro Ba-
racaldo, patrocinada por Prensa y Propaganda. Las charlas del P. Escursell re-
sultaban siempre amenísimas.
Mons. Nicolás Esandi
El mismo año llamaba a las puertas del Colegio Mons. Nicolás Esandi,
Obispo de la diócesis de Viedma (Argentina). Le acompañaba su secretario -y,
a la par, fecundo historiador de proezas y de héroes salesianos en territorios su-
damericanos-, don Raúl Entraigas.
Como nadie los esperaba -si bien habían enviado un telegrama desde
León, que se recibió al día siguiente—, estuvieron aporreando la puerta bastan-
te tiempo.
A hora temprana, el buen Prelado salesiano, celebró la Eucaristía para los
niños; y, avisados don Felipe Alcántara y don José Puertas -Director de las Es-
cuelas Profesionales de Deusto— acudieron ambos a la hora de comer.
La característica de Nicolás Esandi fue su bondad. Una bondad iluminada,
transparente, que conquistaba los corazones. Un apasionado por la filosofía y
la literatura, pedagogo y sociólogo.
En Baracaldo, habló a los Antiguos Alumnos; visitó, con inmenso agrado,
acompañado de don José Puertas y del P. Provincial, los pueblos ribereños, la
basílica de Begoña y los Altos Hornos.
Anota el cronista: «El señor Obispo nos ha convencido por su bondad. Dos
días dio las Buenas Noches y rezó las oraciones con nosotros, siempre dispuesto
a obedecer e ir a donde se le indicara. ¡Admirable! Don Raúl, su secretario,
poeta laureado, muy amable y muy modesto».
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Los santos dejan huella por donde pasan. Cuando Mons. Esandi entregó su
alma a Dios el 29 de agosto de 1948, el gobierno argentino decretó dos días
de luto nacional y el Ministerio de la Guerra le concedió los honores militares.
Viedma, su diócesis, guardó luto durante siete días, y suspendió por tres todo
festejo popular.
Don Pedro Berruti
El 14 de mayo de 1940, procedente de Salamanca, llegó a Baracaldo don Pe-
dro Berruti, Vicario del Rector Mayor don Pedro Ricaldone. Los niños le es-
peraban en el salón de actos. La recepción consistió en un himno a San Juan
Bosco, saludo de bienvenida y una poesía agradeciendo la visita. Clausuró el
acto don Berruti con palabras de admiración por España y por Vizcaya.
A las tres, reciben una comisión de Antiguos Alumnos. Les animó a ser fie-
les a las tradiciones salesianas y al amor a don Bosco.
A las 4,30, dio una conferencia en Deusto, a la que acudieron todos los her-
manos de la Casa de Baracaldo.
De don Berruti puede afirmarse que fue un santo. Y un hombre hábil, inteligente,
dinámico. Cuando Mons. José Fagnano, Prefecto Apostólico de la Tierra del Fuego, le
vio en la Universidad Gregoriana de Roma, le causó tan viva impresión por su rostro
angelical, trato señorial, conversación amable y ponderada, que no paró hasta obtener de
don Rúa el permiso para llevárselo a su misión. El informe que sobre él expedían los
superiores decía: «Os damos el mejor regalo que tenemos».
Los hechos vinieron a confirmar el testimonio. El curriculum vitae de don Pedro Be-
rruti fue una constante elevación en responsabilidades: profesor de ciencias teológicas,
Maestro de novicios, Director en Macul (Chile) hasta ser nombrado, en el año 1932, Pre-
fecto General de la Congregación y Vicario del Rector Mayor, cargo que desempeñó
hasta su muerte.
El cúmulo de trabajo que le asediaba en Turín, se unió al de Visitador Extraordinario
del mundo salesiano. Recorrió las tierras patagónicas y las de Fuego, Uruguay, las mi-
siones de Mato Grosso en Brasil, Paraguay, Finlandia, India y Japón.
4. ASOCIACIÓN EJEMPLAR DE ANTIGUOS ALUMNOS
Círculo Domingo Savio: «puente»
Numerosos jóvenes, una vez finalizados sus estudios, seguían frecuentando
el colegio. Creaban situaciones difíciles a la Asociación, pues no encajaban con
los mayores en su ambiente reposado y más sereno. El bullicio de los catorce
a dieciocho años planteaba el problema de la adaptación y conjunción.
En las Casas salesianas funcionaba el Círculo Domingo Savio, como puente
entre el término de los años colegiales y la entrada en la Asociación.
Don Luis Pazo, el año 1941, superando dificultades de espacio, encontró un
local y organizó el Círculo Domingo Savio en Baracaldo para que los mucha-
chos exalumnos se reunieran y actuaran bajo las directrices y estatutos ya es-
tablecidos a escala nacional.
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Se bendijo la nueva bandera, regalada por la familia de don Eladio Sánchez.
Estuvieron presentes en el acto la esposa de don Eladio y su hija Mari Carmen,
que actuó de madrina.
¡Vaya una solidaridad!
Los Antiguos Alumnos celebraban cada año su tanda de Ejercicios Espiri-
tuales. Tengo delante una fotografía: quinientos exalumnos llenaron la iglesia del
Colegio durante los siete días de retiro especial para ellos. Finalizado éste, se
organiza una fiesta íntima, comenzándola con una nutrida asistencia a la Eu-
caristía. «Cuatrocientas comuniones, mas las otras que, por diversas ocupacio-
nes, la recibieron en Misas anteriores».
«A las once de la mañana, y en el hermoso patio del Colegio, que nuestro querido
Director y Consiliario, don Luis Pazo, lo ha convertido en gran campo de fútbol debido
a las obras realizadas tan afortunadamente, se disputó un encuentro entre los Antiguos
Alumnos de Deusto y esta Asociación, partido histórico por ser la primera vez que la
joven Asociación de Deusto fraterniza oficialmente con la veterana de Baracaldo. Luego,
vino español, momentos de gran alegría. A la tarde, la obra Ven y Sigúeme, que tuvo
un gran éxito»
Don José Ramón Gurruchaga
Antiguo Alumno que, desde hace años ejerce el cargo de Provincial en tie-
rras hispano-americanas. Natural de Burceña, se hizo salesiano con la beca ins-
tituida por la Asociación de Baracaldo. Recuerda con cariño a don Luis Pazo,
al P. Monserrat, a don Félix Oria y a los coadjutores don Celestino y
don Alfonso.
«América es tierra de misiones -les decía a los antiguos alumnos de Bara-
caldo en octubre de 1977-. Nos necesitan. Hay mucho que hacer allí. Yo llevo
ya veintisiete años; y allí volveré si es que los Superiores no me dicen lo con-
trario».
Cuando escribo estas líneas es Provincial en Perú, con sede en Lima.
El turno número cuatro «San Juan Bosco» de la Adoración Nocturna
Integrada por antiguos alumnos, se inaugura el 28 de junio de 1944. A las
diez de la noche, salía una procesión del patio del Colegio y se dirigía a la ca-
pilla de Altos Hornos. Expuesto el Señor, tuvo lugar una fervorosa plática de
don Luis Pazo. El párroco, don Pablo Cuezala saludó a los nuevos adoradores
y se cantaron el Invitatorio y un Tedeum solemnes.
Desde el año 1961, la cena de la porrusalda
Se celebra como cierre de los actos festivos programados, en honor a San
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Juan Bosco, el día de su solemnidad. Tiene lugar en el ambigú de los Antiguos
Alumnos. Charla animada, renovación de afectos, alegre camaradería, cancio-
nes. Todo ello en una velada grata, a la que se da comienzo con la porrusalda,
seguida de bacalao, pasteles, queso de Burgos y membrillo. Como remate,
champán, café, copa y puro. En tiempos más modernos, aparte de todo eso,
«el delicado gesto del obsequio de un clavel a las damas», esposas de los
exalumnos.
5. BENDICIÓN DE LOS ALTARES
30 de enero de 1940. Víspera de la fiesta de San Juan Bosco. Alumnos, exa-
lumnos, amigos de la Obra Salesiana se apiñan en los alrededores del colegio
para recibir cariñosamente al Obispo de Pamplona, su paisano don Marcelino
Olaechea. Don José María Llaneza, con el Ayuntamiento en pleno, acude a
la cita.
Don Marcelino saluda a las autoridades, pero prodiga sus más afectuosas
atenciones a los niños, que se le acercan a besar su anillo pastoral.
Dejamos constancia en otro lugar de los desperfectos ocasionados en el co-
legio, durante el conflicto bélico, por sus desaprensivos ocupantes.
Cuando llegó el turno de reparación a los altares, el pueblo respondió ge-
nerosamente con sus limosnas. Los días 30 y 31 fue bendecido e inaugurado
por don Marcelino el altar de María Auxiliadora. Precedió a la gran solemnidad
un triduo predicado por el ilustre canónigo de Salamanca* don José Artero.
Tan sólo esa dignidad de canónigo le atribuía el Boletín Salestano de junio
de 1940; pero he de añadir que don José Artero era, además, catedrático de
Dogmática y Rector Magnífico de la Universidad Pontificia de Salamanca.
Hombre de vastísima cultura y gran musicólogo. Siempre manifestó con pala-
bras y hechos su predilección por la Obra Salesiana. Muy sencillo y abierto,
amaba de veras a los niños pobres de nuestro colegio de San Benito de Sala-
manca.
Eco Salesiano, al describir la ceremonia, emplea una expresión muy bella.
Dice que don Marcelino «habló y enseñó».
«Conocíamos su oratoria; pero esta noche su palabra tenía otra vibración, otro em-
puje. Su voz llegaba, recia y audaz, a todos los rincones, y sus ideas eran las del Pastor,
del Jerarca de la Iglesia, representante de Cristo. Hermosa la lección de hermandad y
amor entre los españoles».
Lo cierto es que don Marcelino tenía muy poca voz; pero pienso que ello
daba vigor a su elocuencia. ¡Ponía tanta alma en lo que decía!; y, además, aque-
lla expresión, llena de vida, en sus ojos y rostro, que cautivaba y convencía!
Le oí muchas veces y no me dejarán mentir cuantos le conocieron.
El día 31, la iglesia se vio visitada de continuo.
El 1 de febrero, los colegios de Baracaldo desfilaron por la iglesia salesiana
«para honrar a María Auxiliadora».
Se celebra para ellos la Eucaristía y, por la tarde, se les obsequia con una
función de teatro. Pasan, según la crónica, los siguientes colegios: Hermanos de
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Las Salesianas se establecen en Baracaldo
en el año 1947. Edificio de las Escuelas
Profesionales Femeninas Salesianas y un
grupo de alumnas. En el año 1986 se
trasladarán al nuevo colegio en la calle
Arteagabeitia de Baracaldo.
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la Doctrina Cristiana, el dirigido por los Hermanos de la Cruz, el de Landa-
buru y el femenino de Burceña, regido por religiosas dominicas.
Al año siguiente, se repite el ceremonial para la bendición de los dos altares
laterales, dedicados al Sagrado Corazón y a San Juan Bosco. Se fija la misma
fecha del 31 de enero; oficia el mismo Prelado, y acuden Autoridades y pueblo.
Predica el célebre don Santos Beguiristáin, canónigo doctoral de Pamplona.
El altar de San Juan Bosco lo costearon los Antiguos Alumnos; y el del Sa-
grado Corazón los fieles en general con sus pequeñas limosnas.
6. EL P. LUIS PAZO, DE IMBORRABLE MEMORIA
Merece un lugar muy destacado en la historia de la Casa Salesiana de
Baracaldo.
Don Jorge Serié remitía a los Superiores y al Rector Mayor este juicio
sobre él: «Don Luis Pazo Gallego. Es todavía joven. Director de Baracaldo.
Buen espíritu, serio, humilde; dice se siente incapaz de ser director. Se preo-
cupa de los Hermanos. Tiene una de las Uniones de exalumnos más flore-
cientes de España».
¿Qué más? «Amplió los patios del colegio derribando la tejavana o patio cu-
bierto y haciendo de las huertas colindantes patio para campo de fútbol». Me
dolía la escasez de documentación, a la que antes me referí. Acudí al mismo
P. Pazo en el mes de agosto de 1975 en demanda de auxilio. Vano intento,
como el de varios años atrás, cuando le supliqué me explicara las vicisitudes de
la Comunidad de la Casa de Baracaldo durante la guerra civil:
«Acerca de los resultados que espera de mis escritos, créame don José Luis, tocayo
mío, los tiempos han cambiado. Es sensible decirlo, pero es la pura verdad. Escasamente
un dos por ciento entenderá su heroico lenguaje. Así, pues, querido José Luis, dispense
no realice lo que usted aspira de mí».
Dije que murió al año siguiente. Su entierro fue muy concurrido. Eran mu-
chos los que le querían.
¿Por qué extrañarse de que, en los últimos años en la tierra —tenía 77 cuan-
do contestó a mi carta- este gran salesiano sufriera lento martirio reparando,
más que en los espléndidos frutos del Concilio VATICANO II, en las desvia-
ciones de orden ideológico y práctica pastoral contra la letra y espíritu del mis-
mo que por entonces menudeaban en todo el mundo eclesiástico?
«Hay mucho pastoralista, mucho jefe de residencia. ¿Quién se acuerda de
consejeros y catequistas?»
Don Luis se resistía a contarme cosas de antaño, de un pasado que el creía
roto, despedazado.
Amó mucho a los baracaldeses. Se entregó totalmente a ellos. El y su per-
sonal. Los frutos fueron magníficos. Un espléndido apostolado.
Don Gerardo Echevarría me envía sus impresiones grabadas en cinta mag-
netofónica. Este gran antiguo alumno ha encontrado la raíz y el fundamento
del bien que aquella Comunidad realizó en... -¡Dejémosle hablar!-:
«No puedo olvidar cómo a las seis de la mañana, los salesianos se daban
a la oración. Yo, que acudía a la capilla como monaguillo, quedaba admirado
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de aquella piedad. De ahí brotaba el testimonio de vida que daban. La jornada
del salesiano nacía de aquella oración de la mañana».
Siempre fue y será así.
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12
EL ÁRBOL BUENO DA FRUTOS BUENOS
(Años 1944-1950)
1. SALESIANOS EJEMPLARES
Don Rufino Encinas, Director (1945-1947)
El P. Encinas vino a cubrir discretamente el vacío que don Luis Pazo dejaba
en la Familia Salesiana de Baracaldo.
Recuerdo haber oído, con ocasión de su nombramiento como Director, al-
gún comentario sobre la prematura responsabilidad que los Superiores echaban
sobre sus hombros.
Fui compañero suyo de curso desde el primer año del aspirantado hasta la
ordenación sacerdotal. Además, amigo íntimo, le conocí bien.
No se distinguió por una inteligencia notable; sí -y siempre- por su gran
sentido común, espíritu de sacrificio, una vocación a toda prueba, piedad sen-
cilla y robusta, obediencia a las Reglas y a los Superiores, quienes siempre, des-
de su primer curso de Humanidades -entró ya de mayorcito- le confiaron
puestos de mayor responsabilidad y sacrificio.
Nos ordenamos sacerdotes el 30 de mayo de 1942. Dos años después, asu-
mía —pienso que no con gusto, sí con pleno espíritu de obediencia— la dirección
de la Casa Salesiana de Baracaldo.
¡Tan sólo dos años de sacerdocio no pueden proporcionar demasiada expe-
riencia pastoral! La del P. Pazo era mucho más dilatada, y sus frutos los recibió
en herencia don Rufino. Una Asociación que, «merced a sus juntas directivas
—escribía el Director cesante en Eco Salesiano— ha alcanzado una situación de
madurez y actividad tales que es el orgullo del colegio y florón de la Federación
Regional. No me olvidaré de la Archicofradía, vanguardia inquieta y activa del
culto a María Auxiliadora, ni de la Catcquesis de San Juan Bosco, pequeño vi-
vero de vocaciones para las Hijas de María Auxiliadora y auxiliar del catecismo
popular, ni de los Cooperadores».
Dije que el P. Encinas cubrió discretamente el gran vacío que dejó don Luis
Pazo. Por los testimonios que poseemos, su actuación fue buena. Sobre todo,
se le consideró un hombre de responsabilidad y celo extraordinarios.
Desde esta época hasta su enfermedad y óbito muchos años después, los Su-
periores le fueron confiando cargos cada vez más importantes.
Los baracaldeses se sintieron muy satisfechos con él.
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Tuvo buenos colaboradores. Los antiguos alumnos y pueblo recuerdan con
especial predilección a don José Aguilar y a don Eduardo Caprani.
Don José Aguilar
Hombre muy curtido en lides salesianas. Entusiasta, trabajador incansable, y ¡valiente!
Hecho insólito y providencial resultó el que el Colegio Salesiano de Viñas (Santander)
pudiese continuar sus tareas docentes hasta el 13 de agosto de 1936, siendo así que los re-
publicanos se incautaban de inmediato de los edificios que habitaban los religiosos o que,
debido a la persecución, se veían éstos en la necesidad de abandonar.
A mediados de agosto, el Director del solariego colegio santanderino, don José Aguilar,
recibe un oficio del Frente Popular. El inmueble pasa, por disposición gubernamental, a la
tutela y servicio del Gobierno Republicano, que lo transformará en cárcel provisional.El ofi-
cio notificaba, además, que la comunidad de jesuítas de Comillas sería recluida en el colegio,
bajo la guarda del Director y personal del Centro. El número de reclusos ascendía a unos
doscientos. ¡El Director Salesiano constituido en Director de la cárcel! Ocho milicianos per-
manecen a sus órdenes para la custodia de los presos.
El P. Aguilar, más de una vez, expuso su vida para defender y sustentar a los buenos
jesuítas. Incluso para proporcionarles la ocasión de celebrar la Eucaristía y obtener su libe-
ración. Algo parecido realizó en favor de cuarenta monjes cistercienses del Monasterio de
Viacelí, de Cóbreces.
El año 1947, el último del directorado de don Rufino en Baracaldo, el P. Agui-
lar es el Catequista de la Casa. Y en marzo de 1965, Atalaya Salesiana publica un
artículo ponderando las benemerencias del gran hijo de don Bosco, sobre todo en
el terreno de la música y del teatro. La conclusión del panegírico nos resulta sim-
pática.
«Los alumnos de la clase cuarta del año 1947 nunca le olvidaremos, don José: Araluce,
Iñigo, Zabala, Teófilo, Conde, Arroyo, Caño, Colina, Revuelta, Lozano, Hazaña, Urigüen
le mandan un cariñoso saludo desde estas columnas de Atalaya».
Don Eduardo Caprani
Había nacido en Montevideo (Uruguay) el 13 de octubre de 1892.
Antes de ser destinado por la obediencia a Baracaldo, trabajó con don Pedro
Olivazzo en el Seminario Misionero de Astudillo (Falencia). Don Pedro decía
de él que le edificaba su conducta ejemplarísima. Y recordaba cómo en el in-
vierno de 1933, habiendo sido mandado a la provincia de Burgos a buscar
vocaciones misioneras, durante el viaje le sorprendió una tempestad de nieve
en el campo. Al ir atravesando tierras, resbaló junto a un regato y cayó sobre
la nieve, rompiéndose una pierna. Permaneció tendido bastante tiempo sin ser
visto por nadie. Por fin pasó por allí un niño, que corrió al pueblo cercano
a comunicar su hallazgo. Sobre un carro de bueyes fue trasladado a Burgos.
Allí le hicieron las primeras curas. Luego fue llevado al colegio de Astudillo:
«Yo temía verle abatido y lamentándose; pero le encontré tranquilo, como si
nada hubiese sucedido. Todos quedamos edificados con sus virtudes verdade-
ramente heroicas».
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Junta Directiva de la Asociación de
Antiguos Alumnos. D. Rufino
Encinas, Director. Mauricio
Fernández, Presidente.
Año 1945.
Fiesta de la Asociación. En la
presidencia. D. Modesto Bellido
Provincial.
Año 1946.
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De Astudillo pasó a la Casa de Baracaldo como prefecto o administrador
y, a la par, vicario.
«Los mejores años de su infatigable existencia -escribía Eco Salesiano del
mes de abril de 1947- están unidos a este colegio salesiano de Baracaldo, donde
dejó profundas huellas de santidad, caracterizada principalmente por su delicada
caridad, por su celo de apóstol infatigable en orden a la salvación de las almas,
atendiendo con ejemplaridad a las múltiples ocupaciones, sobre todo de su mi-
nisterio en el confesonario, donde vivía encerrado como cautivo en su celda,
largas horas curando heridos y derramando consuelos sobre centenares y miles
de corazones de toda edad y condición, que le tenían por director espiritual».
De «infatigable maestro y apóstol de la confesión» le calificaron los Supe-
riores.
Víctima de un tumor maligno, en su deseo de imitar en todo al Divino Cru-
cificado, se sobrepuso por entero a sus terribles dolores, sin exhalar una sola
queja. Los médicos comentaban que nunca habían presenciado nada semejante.
Se agotó prematuramente a causa de su enorme trabajo.
Para calibrar el esfuerzo que suponen varias horas de confesonario diarias,
a veces hasta altas horas de la noche, sometido a la tensión psicológica y es-
piritual de dudas y consultas, es preciso haber sido confesor. Y aparte, le ase-
diaba un cúmulo de trabajos de toda índole.
Don Bosco solía decir que cuando un salesiano cae en la brecha, la Con-
gregación ha reportado un gran triunfo. Nadie podrá dudar que nos hallamos
ante un caso típico de esta naturaleza.
Desempolvo en el archivo datos que reflejan la impresión reinante en Ba-
racaldo el día de su fallecimiento. Son todos unánimes en ponderar las bene-
merencias del extinto y el vacío producido por su ausencia.
Con la discrección que imponen los designios inescrutables de Dios, bien
le podemos llamar santo a boca llena.
Cuantos le conocieron hablan de su afabilidad, obediencia, rigidez consigo
y generosidad con los demás. «A veces dormía sobre unas tablas en la ropería
sin que nadie pudiera darse cuenta».
«Como en la vida fue siempre ejemplo, así lo fue también en la muerte»,
anota el cronista.
Del hospital lo llevaron, a morir, al Colegio. Entregó su alma a Dios ro-
deado de todos los Hermanos de la Casa, el 10 de abril de 1947, a los 54 años
de edad.
La noticia de su fallecimiento corrió rápida por todo Baracaldo. Se instaló
la capilla ardiente en la Secretaría de los Antiguos Alumnos. Un reguero hu-
mano entraba y salía después de haber orado ante el cadáver, revestido con los
ornamentos sacerdotales. Unos besaban la urna, otros le tocaban, algunos pa-
saban por él objetos piadosos. Y lloraban. Un desfile incalculable ante un santo.
Durante la noche, los antiguos alumnos se disputaron el velatorio, rezando
rosarios.
Al funeral, celebrado en la iglesia salesiana, acudió una multitud jamás vista,
representaciones de toda las Comunidades baracaldesas, e incluso, las Autori-
dades. La mayor parte del comercio cerró por luto. El féretro fue llevado a
hombros de antiguos alumnos, hasta la parroquia de San José. Aquí se despidió
el duelo. Don Rufino agradeció al pueblo su asistencia. El día 11 se le dio se-
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pultura en el panteón de la familia de don Eladio Pérez. Su pobreza no permitía
a los salesianos tener uno propio.
Don Marcelino Olaechea, arzobispo ya de Valencia, envió el siguiente
telegrama:
«Os acompaño natural dolor, pérdida grande, pero tenemos poderoso intercesor en
el cielo. Don Eduardo era un santo, un gran santo, que amaba grandemente mi pueblo».
Y el Municipio:
«El Ayuntamiento de Baracaldo, en nombre de toda la población, hace constar en
Actas el profundo sentimiento de la Corporación y de la ciudadanía por la muerte del
Rvd° don Eduardo Caprani, prefecto del colegio salesiano, tan querido y estimado del
pueblo de Baracaldo, por su bondad, por sus virtudes y por la obra educativa realizada
en favor de nuestras juventudes durante los años que ha vivido en Baracaldo».
2. Y LOS EJEMPLOS ARRASTRAN AL BIEN
Todos hemos de saber dónde reposa nuestro maestro
Llega a oídos de un antiguo alumno la noticia de que los salesianos de Ba-
racaldo quieren construir en el cementerio un panteón para sus difuntos. Se di-
rige al colegio y, entregando un cheque al Director, comenta: «Creo muy acer-
tada la idea de que los restos de nuestros queridos maestros no queden en el
olvido, pues lo cierto es que ellos consumieron su existencia en favor de los ba-
racaldeses. Todos hemos de saber dónde reposa nuestro maestro, que hizo con
nosotros las veces de padre».
Don Sosco en nuestras insignias
El año 1945, son seiscientos cincuenta los antiguos alumnos inscritos en la
Asociación. Y dicen ellos que difícilmente se pueden dar muchos pasos «sin que
nuestra vista contemple a don Bosco en nuestras insignias».
Don Rufino sigue la ruta de sus antecesores:
«Resultan particularmente atrayentes las charlas que nos da, de carácter apo-
logético-moral, en el ambigú, todos los domingos, a las once. Son verdaderas
inyecciones espirituales que producen frutos saludables».
El ejercicio de 1945 arroja a favor de las actividades de los antiguos alumnos
un aumento de cincuenta y tres socios; el Cuadro Artístico ha actuado en seis
veladas, dos de ellas en el teatro Baracaldo y, por cierto con gran éxito; se ha
fundado, dentro de la Asociación, la Compañía del Santísimo Sacramento; ade-
más de las 1.200 pesetas de la Beca que tiene comprometida la Asociación, ha
contribuido con otras 1.000 pesetas a favor de las vocaciones salesianas; se re-
gistra un aumento de noventa y tres suscnptores a la revista nacional de los an-
tiguos alumnos Don Bosco en España en su segundo año de publicación, ce-
rrando el ejercicio con ciento cuarenta suscripciones.
Javier Echevarría, me dice que en el período que va del año 1943 al 1948,
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la actividad de los antiguos alumnos es muy pujante: nutrido grupo de adora-
dores nocturnos, importantes competiciones deportivas, novenas y triduos con
enorme asistencia, tanda de Ejercicios Espirituales, aquellas misas tan vividas,
el rezo del rosario, las Compañías, el Pequeño Clero con sus sotanitas de color
que daba esplendor a las fiestas, del altarcito en las clases, en el mes de mayo.
En la fiesta anual de la Unión ocupaba siempre, como número principal del
programa, la Eucaristía; seguían a ésta diversos deportes, la actuación de algún
Orfeón u Ochote, el almuerzo fraternal -unos doscientos veinte comensales—,
discursos de los Presidentes de las Asociaciones de Baracaldo, Deusto y San-
tander, y las palabras finales de don Rufino. Terminaba la fiesta con la despe-
dida a la Virgen -la Salve popular- y la Bendición con el Santísimo Sacramento.
Enfermo en cama, recibe la insignia de la Asociación
Don Luis Pazo dio vida al Círculo Domingo Savio. Don Rufino lo atendió
mediante conferencias, concursos literarios y de dibujo, amén de otros recursos
formativos.
El ingreso de los Circulistas en la Asociación de Antiguos Alumnos revestía
una importancia especial. Previamente, días antes del señalado para el acto, eran
convocados los socios a una reunión. En la revista Don Bosco en España en-
contramos la noticia de que una de esas reuniones fue presidida por el director
del colegio, don Rufino Encinas. Expuso éste las nuevas exigencias del paso que
iban a realizar. «Entraban en un camino de acción más vigorosa y eficaz en la
labor de apostolado bajo la égida de San Juan Bosco».
El día señalado, la iglesia estallaba en luces, flores y entusiasmo. ¡Sobre todo
en devoción! Los cuarenta muchachos, alineados en dos filas, suben las gradas
del altar; el Director les impone la insignia de antiguo alumno salesiano, «sím-
bolo -les dice- de honradez, piedad y honestidad». Don Rufino se alarga cuan-
do habla, no sabe terminar, es un apóstol todo corazón. Todos saben que siente
en salesiano y, sobre todo, que ama en salesiano.
Se echa de menos la presencia de un circulista; y precisamente, la del pre-
sidente del Círculo, Jesús Salto. Desde hace algún tiempo se halla enfermo en
cama. La Junta Directiva, acompañando el señor Director, se traslada a su do-
micilio. «Con el rostro radiante de alegría recibe en su pecho la insignia de an-
tiguo alumno. El buen amigo aprecia en todo su valor la significación del acto
de amistad y fraternidad salesiana».
Y vienen desde Argentina
El 6 de enero de 1947, el Colegio y numeroso público baracaldés reciben,
gozosos, la visita del Club Atlético San Lorenzo de Almagro.
La actuación de estos antiguos alumnos salesianos de Argentina había des-
pertado gran interés en el mundo deportivo por la categoría de su maravilloso
juego, que les hizo campeones del fútbol argentino en ese año.
Su visita iba encaminada al Colegio salesiano; mas la acogida que se les dis-
pensó fue general. Ni faltaron en ella el Alcalde, don José María Llaneza, ni
una representación del Ayuntamiento.
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Hubo mutuos saludos, brindis con vino español. El P. Encinas hizo uso de
la palabra para agradecer tan agradable visita, y obsequió a cada jugador con
una bonita medalla de plata de María Auxiliadora y una hermosa plaqueta de
San Juan Bosco.
Los obsequiados manifestaron visiblemente su alegría y su gratitud por el
fino rasgo y significativo detalle del P. Director.
«Al despedirse del Colegio -leo en la Crónica- quisieron hacerlo también
de nuestra Reina, María Auxiliadora, ante cuyo altar, inundado de luz, oraron
durante breves minutos».
Un antiguo alumno consagrado sacerdote
El 23 de junio de 1945, don Juan Gil Pérez llegaba, recién ordenado, a su
amada Casa salesiana de Baracaldo., A las siete de la tarde le esperaban un gran
número de alumnos y miembros de la Asociación.
En el salón de actos recibió de los alumnos un simpático homenaje.
El día 24 tuvo lugar la Primera Misa Solemne. La iglesia, adornada con ex-
quisito gusto. Actuó de padrino de altar don Rufino, y de los de mano su abue-
lo don Jorge Pérez Barreda y la hermana del celebrante, doña Elena Gil Pérez.
La homilía corrió a cargo de don José Arce, «quien disertó admirablemente,
emocionando a los fieles con su interesante plática sobre el significado y misión
del sacerdote». La masa coral la formaban los antiguos alumnos. Acompañada
de orquesta, interpretó la partitura, a tres voces, del maestro Refice, con la co-
laboración de la escolanía del colegio.
A las siete, los niños dedicaron al misacanto un bello homenaje; y una hora
más tarde, los salesianos, antiguos alumnos y público.
El último número del programa fue la representación de la zarzuela voca-
cional -estreno-, original del mismo don Juan Gil, con música del salesiano don
Manuel de Beobide, titulada El heredero del Rey.
Don Juan Gil ocupa un lugar distinguido entre los antiguos alumnos de Ba-
racaldo.
Tras sus brillantes estudios en Dogma y Sagrada Escritura, ocupó la cátedra
de esta última asignatura, durante largos años, en el Estudiantado Teológico Sa-
lesiano de Madrid y, posteriormente de Salamanca. Magnífico poeta, compuso
y dirigió monumentales obras teatrales valiéndose de sus estudiantes de teolo-
gía, verdaderos artistas. Sus Cuadros de la Pasión y la vida escenificada de San
Pablo constituyen una joya literaria.
Y cuando vino a buscarle la hermana muerte, tras larga y penosa enferme-
dad, quiso recibir los Últimos Sacramentos en la iglesia misma del teologado
de Salamanca, acompañado de toda la comunidad. Sus colegas en el profesorado
y más de un centenar de alumnos vivieron este acto insólito de fe con intensa
emoción.
¡Imposible olvidar a don Juan Gil! Su entrega, delicadeza, entusiasmo y
aristocracia espiritual le colocaron en la lista de los salesianos modelos.
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Homenaje a don Marcelino Olaechea
27 de septiembre de 1946. El Ayuntamiento y pueblo de Baracaldo dedi-
caron un fervoroso homenaje a su hijo preclaro, antiguo alumno de los orígenes
de la Casa Salesiana. Era ya don Marcelino, arzobispo de Valencia.
El acto principal de dicho homenaje «consistió en la entrega, en sesión pú-
blica de la Corporación Municipal, presidida por el Gobernador Civil don
Genaro Riestra, del Título y Medalla de hijo predilecto de Baracaldo, otor-
gados ambos por acuerdo municipal del 7 de diciembre de 1937, acuerdo que,
por modestia del homenajeado no había podido ser cumplido hasta la fecha
arriba indicada».
3. «NO SOLO TENGO GANAS DE TRABAJAR
SINO VERDADERA ILUSIÓN» (Don Rufino)
Los datos estadísticos correspondientes al curso 1946-1947 arrojan estas ci-
fras: Estudiantes de clases elementales, doscientos cincuenta; de las comerciales,
ochenta; oratorianos, cuatrocientos ochenta; antiguos alumnos afiliados, nove-
cientos ochenta; Cooperadores salesianos, seiscientos setenta.
La Archicofradía funda el año 1944, una beca anual para un estudiante sa-
lesiano, y prosigue sus muy válidas actividades de los años anteriores. Cada mes
reunión. El Director constata el buen espíritu que reina en ella.
Salesianos y alumnos viven una piedad eminentemente eucarística, avivada
con el rezo diario del rosario, con las Novenas, frecuentes visitas a Jesús en el
sagrario (práctica muy salesiana y recomendada por don Bosco) y a María Au-
xiliadora, Ejercicios Espirituales, concursos de Religión, Mes de Mayo, fiestas
de la Inmaculada, San Juan Bosco, Domingo Savio; actividad de las Compañías
de San Luis y de la Inmaculada; los altarcitos de la Virgen en cada clase durante
el mes de María y las actividades litúrgicas del Pequeño Clero.
Educadores seglares, pero muy afectos a la Congregación, merecen nuestra
más sincera gratitud. Tales como don Jesús Alonso y don Amador Díaz.
Don Rufino gozaba con todo esto. A Javier Echevarría le parece verle ro-
deado de chicos en el patio, siempre muy afable. «Al terminar las clases, nos
daba las Buenas Noches».
Muchos años después, cuando, cargado de méritos, caminaba al descanso
eterno, respondía a las preguntas que le formulaban los antiguos alumnos:
-Qué pretendió y qué logró en sus años de Director?
-Quise, sobre todo, lograr una eficacia en amor hacia el colegio, uniendo
a los dispersos y abriendo las puertas de nuestra casa a todos. Pretendí formar
una verdadera familia con los Antiguos Alumnos y la Archicofradía. Creo que
logré una vida íntima con los colegiales, conviviendo con ellos en todo momen-
to.
-¿Sus peores recuerdos?
-Surgieron pequeños problemas que logramos superar con el amor. Los
años eran difíciles en el orden económico. Los muchachos en el colegio pagaban
cinco pesetas al mes y, en casos particulares, la enseñanza era gratuita.
El cronista anota el 5 de mayo de 1946:
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«Ejercicios Espirituales. El señor Director queda libre para hablar por clases
con los niños, y en su despacho con cada uno en particular. Este diálogo del
Director con cada niño es de gran utilidad para conocerlos, para adivinar las
posibles vocaciones, etc., y siempre es estímulo para que se porten mejor».
Es un mérito especial de don Rufino. El lector puede apreciar el valor in-
calculable de este contacto personal del Director con cada muchacho. ¡Ojalá se
diera en todas las familias y en todos los colegios! Un trato de amistad, sencillo
y de hogar, que el muchacho jamás olvidará.
Don Rufino -puedo afirmarlo con toda certeza- apreciaba en todo su valor
la asistencia paternal salesiana tan inculcada por don Bosco en su Sistema Pre-
ventivo y recomendada de continuo por nuestro P. Maestro, don Ramón Goi-
coechea, en el año de noviciado. Considerábamos casi un pecado mortal el no
convivir de continuo con los muchachos en el patio y demás lugares de diver-
sión. Clima de familia, de hogar.
Finalmente, don Rufino fue un gran trabajador. Casi treinta años después,
mordido fieramente por un tumor maligno, decía: «No sólo tengo ganas de tra-
bajar, sino verdadera ilusión». Y siguió trabajando hasta que cayó, vencido, en
el lecho. Y entonces:
-«Ofrezco mi vida por la Iglesia, la Congregación y las vocaciones
-Nunca he causado daño a nadie a sabiendas.
-Esto que me sucede es una consecuencia lógica. Solía acostarme muy tarde.
De noche había que contestar cartas, preparar conferencias...
-¿Hasta cuándo, Señor?
«En su enfermedad y en la cercanía de la muerte —escribe don Salvador Bas-
tarrica, Provincial en aquel entonces-, no habíamos sorprendido en él angustias,
ni temores ni dudas sobre su futuro eterno. Esto nos ha hecho pensar en aque-
llas palabras del Apóstol San Juan en su primera carta: «En el amor no hay te-
mor; antes bien, el amor perfecto expulsa el temor» (4, 18).
4. A DON ANICETO SANZ NO LE IMPORTA LA CRÓNICA
SI EL COLEGIO (1948-1950)
Salesiano de fibra robusta, noblote, rostro de honrado campesino, muy leí-
do y de no escasa cultura en latines y literatura. Sus artículos y cartas de estilo
ampuloso, barroco, muy original, tienen la virtud de hacer florecer la sonrisa
-y a veces una respetuosa carcajada- en el lector, quien no por ello deja de con-
vencerse de que don Aniceto Sanz Y agüe, Presbítero -como a él le gusta firmar
siempre- se ha tragado y empollado en su larga vida muchos libros, sobre todo
de nuestros clásicos.
«¿Qué decir de la Casa de Baracaldo?, me escribe. Estuve en ella tres años.
La hallé huérfana de padre por haberla abandonado, antes de mi llegada, mi
predecesor en ella, el Padre Rufino Encinas, santo varón a carta cabal, que había
huido precipitadamente con dirección al mismo cargo en Vigo.
Llamé de inmediato a vanos carpinteros y ebanistas, bien provistos de sus
aperos y herramientas profesionales, adecuados para garlopar adecuadamente
los pisos y maderamen».
Todavía la Casa no se hallaba recobrada de los azares y zarpazos de la gue-
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rra fraticida. Escaseó siempre el dinero, se pasó hambre, y las reparaciones no
podían ir demasiado a galope.
He convivido con don Aniceto durante más de un año, y nunca he podido
averiguar qué magnetismo tiene su pluma para recaudar dinero para sus obras.
Porque es del todo cierto que él es un empedernido casero, sale poquísimo a
la calle; y donde quiera ha ido a dirigir una Casa, la ha dejado pulida. Escribe
muchas cartas de su puño y letra, firmadas (¡originalísimo!) con lápiz. Este debe
ser el secreto. ¿Pesetero? No pide para sí y practica la más estricta pobreza.
Pide para sus chicos. Como don Bosco.
Por otra parte, es un hombre piadoso con piedad muy sencilla. No se ele-
va a las alturas místicas, pero camina con pie seguro, como le enseñó su san-
ta madre.
Lo que jamás podré perdonar a don Aniceto es que lleve la Crónica en
un Dietario y con noticias meramente personales y sin mayor transcendencia.
Analicé sus Diarios y vi que en la tarea perdía yo el tiempo y también la
paciencia. Una página, tan sólo una, me emociona. Aquélla en la que, escue-
tamente, transparenta su preocupación por enfermos y difuntos baracaldeses.
Y ¡esto ya es mucho!
Más de una vez, incluso celebrándose una gran fiesta en el colegio, atendió
a algún enfermo o asistió a un sepelio. Yo mismo le he visto salir de paseo al-
gún día. Sus pasos se encaminaban hacia el cementerio. A orar por los difuntos.
A los tres meses de ser nombrado Director de la Casa de Baracaldo, escribía
en Eco Salesiano:
«Dícenme que en los domingos y fiestas, haciendo un alto en sus actividades por
mandato eclesiástico y aconsejado por la terapéutica medicinal, se acercan a nuestra igle-
sia y respiran un poco nuestro ambiente personas de cierto relieve o posición social y
halagadas, aun en estos tiempos, por las caricias de la Providencia, en bienes de fortuna.
Les voy a dar un consejo de amigo, tantas veces oído: 'El corazón humano no se sacia
nunca porque las riquezas falaces de la tierra no puedan hartarles'».
En el mismo número de la revista se transcribe la Carta abierta de un padre,
por cierto muy significativa:
«Es ya el cuarto de mis hijos el que frecuenta actualmente esas escuelas. Los demás
ocupan un lugar destacado en la sociedad y sonríen ante perspectivas halagüeñas y se ga-
nan honradamente el pan, haciendo la situación económica de mi cristiana casita, a pesar
de los tiempos, sumamente desahogada. Pues bien, por todo ello jamás hube de desem-
bolsar un céntimo».
Y comenta don Aniceto el hecho, afirmanao que él «rehuye, hasta la exa-
geración, el odioso papel de imponer cuota alguna».
¡Claro que ese padre de familia o sus hijos -queremos suponerlo- aporta-
rían alguna ayuda económica a los salesianos que vivían mucho más pobremen-
te que ellos!
5. BODAS DE ORO DEL COLEGIO
Un triduo preparatorio excepcionalmente concurrido.
María Auxiliadora preside los actos devocionales y litúrgicos que tienen lu-
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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El 10 de abril de 1947 moría
D. Eduardo Caprani, nacido en
Montevideo. «Al funeral acudió
una multitud jamás vista».
Panorámica del colegio
Año 1985.
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gar en la iglesia. La emisora de la capital extiende, a lo ancho de la provincia,
la voz de los cantores y oradores. El viejo escenario colegial se constituye en
tribuna de insignes conferenciantes y lugar de conciertos y veladas. La prensa
difunde las benemerencias de la Obra Salesiana de Baracaldo.
4 de julio de 1948. Cientos de antiguos alumnos acuden a la celebración de
la Eucaristía. El P. Provincial, don Emilio Corrales, la preside. Y luego, entu-
siasmo y alegría, que se difunden por toda la Casa, fruto también del fervoroso
y solemne acto eucarístico. Los compañeros, antiguos alumnos, amigos de an-
taño, se encuentran y recuerdan tantas cosas... Desayuno: chocolate con chu-
rros; y después, banda de música, ambigú al aire libre, ambiente de romería
hasta el filo de las once.
A esta hora, un emotivo homenaje al fundador y primer Director, a la grata
e inolvidable memoria del P. Zabalo, consistente en el descubrimiento de una
lápida de bronce que lleva su efigie y que ha sido colocada en el vestíbulo de
la solariega casona.
A las doce, en uno de los treatros de la anteiglesia, una magna concentra-
ción. Y ¿por qué allí?
Baracaldo se encuentra en el colegio como en casa propia. Mas son tantos
los asistentes, que resultan estrechos sus muros para recibir las muestras de sim-
patía, afecto y adhesión de tan nutrida concurrencia. Por esto, los salesianos se
han desplazado al salón de actos del pueblo. Estallan prolongadas ovaciones en
el momento en que las Autoridades y el P. Provincial aparecen en el escenario
con los Directores que han ido sucediéndose en el Colegio: don Pedro Olivaz-
zo, don José Puertas, don Joaquín Urgellés, don Luis Pazo y don Aniceto
Sanz. Pero, ¡qué pena! Falta uno, el buen don Rufino Encinas. Impedido de
venir. ¿Qué le habrá ocurrido a don Rufino para verse en la precisión de faltar
a este homenaje? Le quiere tanto Baracaldo....
El Presidente de la Asociación, el benemérito don Deogracias Martín, hace
la presentación del acto. Le sucede en el uso de la palabra el Alcalde del pueblo
y Procurador en Cortes, don José María Llaneza. ¡Qué discurso el suyo! Una
muy sentida exaltación de la Obra Salesiana.
A continuación, el gobernador Civil de Vizcaya, señor Riestra, procede a
la imposición de la Medalla del Mérito al Trabajo -pensionada por el Ayun-
tamiento- al actual Director don Aniceto Sanz. En él van representados sus
sencillos y, a la vez, gloriosos antecesores: el P. Zabalo, el P. Tabarini, don
Francisco Serrats, don Pedro Olivazzo, don Miguel Salgado, don José Puertas,
don Agustín Pallares, don Félix González, el P. Urgellés, don Luis Pazo y don
Rufino Encinas. Y cuantos salesianos con ellos colaboraron en el trabajo co-
tidiano, silencioso, generoso y sacrificado de la educación de aquellos niños de
ayer, hombres maduros hoy.
A la imposición de la significativa Medalla se une la entrega de un álbum,
en el que han estampado su firma miles de baracaldeses, agradecidos beneficia-
rios de la Obra de los Hijos de don Bosco en la noble tierra vizcaína.
Cierran el acto unas palabras de don Emilio Corrales. Don Emilio es hom-
bre de gran prestigio en la España Salesiana, sobre todo por sus grandes cua-
lidades humanas. Amante de la Congregación, la representa brillantemente
siempre y donde es reclamada su presencia. Y además, ¡es un orador!
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A las dos, ágape fraterno. Antes de la despedida, el canto de la Salve po-
pular en la iglesia y el beso de los fieles -entre ellos, ¡cuántos antiguos alum-
nos!- a su Madre Auxiliadora.
¿Detalles?
El de aquel «buenísimo antiguo alumno que, encarado al micrófono, intentó
dirigirse a sus más de trescientos colegas», que participaban en la fraternal co-
mida, y «presa de emoción, fruto de la alegría, emanada del recuerdo y del ca-
riño, rompió a llorar, sin poder continuar». «Para mí -comentaba un compa-
ñero suyo- fue el suyo el discurso más elocuente con haber habido tantos... Y
¡de categoría! Sírvale de lenitivo, si cree fue un fracaso de su oratoria, que fui-
mos muchos los que le acompañamos en el llanto».
Me dicen que la convivencia de los antiguos alumnos en el ágape superó la
cifra de los trescientos cincuenta. Los había de todas las edades y categorías:
«empresarios de altos vuelos, ingenieros y contratistas de última palabra en
obras de envergadura, periodistas de prestigio, deportistas de primo cartello». Y
no pudieron hallar cabida otros muchos. «De no haber cortado inexorablemen-
te —por fuerza de la necesidad- en el alistamiento, hubieran rebasado con mu-
cho el millar».
El Ayuntamiento se sintió plenamente asociado al acontecimiento:
«Se acuerda otorgar la Medalla de la Constancia, de Plata y subvención de mil pesetas
anuales a las Escuelas Salesianas de San Paulino de Ñola, dirigidas por Padres Salesianos,
por cumplir en el presente los cincuenta años de su establecimiento y ejercicio en la An-
teiglesia. Igualmente se acuerda contribuir con mil pesetas a los gastos de las Fiestas Cin-
cuentenarias de las Escuelas Salesianas de Baracaldo».
6. OTRAS NOTICIAS SOBRE LA FAMILIA SALESIANA
DE BARACALDO DURANTE ESTA ÉPOCA
Cantan las estadísticas del año 1949-1950
Alumnos externos: 400; aspirantes a salesianos: 7; Socios de las Compañías.
Santísimo Sacramento: 34; San Luis: 40; Pequeño clero: 30; Oratorio Festivo:
509; Cooperadores: 120; Antiguos Alumnos: 1000; Externos gratuitos: 250;
cuota reducida: 150. Revistas: Eco Salesiano, mensual con una tirada de ejem-
plares muy considerable.
Futbolistas y Santos
El patio salesiano está vinculado a los más celebrados acontecimientos del
fútbol nacional: Juan Ramón, Mundo, Alconero, Lezama, Mencía, Calvo Bus-
tos, etc. Todos ellos con vitola internacional.
Y ¡sin olvidar a Canito, campeón de copa y «jugador bengamín de la pri-
mera división»: «Tengo 18 años cabales. El colegio, mis entrañables salesianos,
el recreo y un balón, cimientos de mi fe y de mi carrera deportiva».
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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EL SALES
Fue -nos cuenta Atalaya- entre los años 1948 y 1955. La actividad que el
Consiliario del Círculo había desplegado en el aspecto deportivo, unida a la ca-
lidad de futbolistas como Pana, Canito, Olaechea, Campos, Viguri, Porras,
Arteta, Gorostiza, los Malo, Trigo, etc., hicieron que los nombres de «Savio»
y «Magone» traspasaran los muros del colegio y fueran conocidos en campeo-
natos y confrontaciones con otros equipos y frente a jugadores de renombre.
Al pasar a la Asociación este grupo de amigos, continuó sus actividades futbo-
lísticas, eligiendo entonces el nombre de EL SALES.
Con el apoyo de la Directiva de la Asociación, se hicieron vestuarios, se ju-
garon partidos memorables contra la Universidad de Deusto, contra el Sestao
y contra una selección de Baracaldo; se iniciaron los famosos trofeos Sales, re-
ñidísimos, con enorme concurso de público.
Por las filas del Sales pasaron Panija, Gallardo, Romero, Muro, Cerveti, Arteta II y
el extraordinario jugador Juanito Gózalo; se batieron contra el Arrandi, Murrieta, Ga-
lindo, Portugalete, Zorroza, Luchana, Retuerto y otros tantos. El campeonato comen-
zaba cuando terminaban las competiciones oficiales, y así tomaban parte los jugadores
federados, como Venancio, Orúe, Canito, RÍOS, Lasheras, Chechu, Aníbal, Cojénuri, Va-
liño, Pegaso, Montalbán, Fonseca, Gauden, Alda, hermanos Sarria, Oliva, etc. Los par-
tidos eran arbitrados por colegiados de fama como Aurre, Arana, Diaz Ortiz, Urresta-
raza, Guerricabeitia, Rascones, Antonio, Castaños.
El Sales era un equipo, no sólo futbolístico, sino también teatral. Si Porras,
Arteta, Trigo, Viguri sabían darle al balón, también trabajaban muy bien en las
«tablas», representando obras teatrales con Sánchez, Zamacona, hermanos
Echevarría, Torrecilla, Trabado Bolea y otros, dirigidos por Avelino Rodríguez
y Arturo Castillejo.
El Sales cultivaba toda clase de valores humanos que estuvieran a su alcance,
elevándolos indirectamente a otros más transcendentes.
El Círculo «Domingo Savio» tuvo muy buen ambiente. Trabajaron mucho
en él don José Martín, José María Portell y Javier Echevarría.
También florecieron en la Asociación antiguos alumnos santos. Francisco
Acha está postrado en su lecho, aquejado de espantosos dolores, desde hace va-
rios meses. El conocimiento de su enfermedad escapa a la ciencia médica. Ya
nada ve, apenas puede hablar; sigue, sin embargo, consciente y plenamente, el
curso del mal.
La procesión de María Auxiliadora, con las imágenes de su Virgen y de San
Juan Bosco, transcurre al pie de su casa. Con sus facultades ya muy mermadas,
«con esfuerzo sobrehumano, pide a su Auxiliadora y a don Bosco le lleven ya
al cielo. Cuantos le rodean clavan en él su mirada con intensa emoción. Mo-
mificado ya en su físico, azotado por los acerbos dolores que le comporta la
enfermedad, ajeno a todas las leyes de la nutrición y conservación, saca fuerzas
de su ya extrema flaqueza para pedir su liberación, su vuelo de la tierra hasta
la presencia de Dios. La Virgen le oyó. Voló al cielo el 11 de junio de 1950.
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Compendio de muchos años de historia: cinco
directores en el Cincuentenario del colegio.
D. José Puertas, D. Pedro Olivazzo, D. Joaquín
Urgellés, D. Luis Pazo, D. Aniceto Sanz que,
como director recibía la medalla al Mérito del
Trabajo.
4-julio-1948.
D. Aniceto Sanz, bajo cuyo
directorazgo se celebran las Bodas de
Oro del Colegio.
D. Marcelino Talavera es director en el año 1951.
A su derecha, Mons. Casimiro Morcillo, Obispo de
Bilbao y J. M. Llaneza, Alcalde de Baracaldo.
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Los muchachos
Se les cultiva en una piedad sencilla y activa. «Don Aniceto nos enseñó a
un grupo de quinto curso a ayudar a Misa. Con todo su ceremonial y difícil
texto en latín. Después nos programaban, con horarios rotativos, para ayudar
desde la primera Misa, a las 6,30 de la mañana.
Al muchacho le agrada una participación en el culto que le haga moverse,
hablar, actuar... Y, en aquellos tiempos, eran muy capaces de sacrificar alguna
hora de sueño material para lograr su objetivo: ¡actuar! Todo, en un plano de
espontánea voluntariedad. Y la verdad es que los pequeños se peleaban por no
perder su turno o enrolarse en uno nuevo si la suerte les era favorable.
La Eucaristía para la entera asamblea colegial se celebraba a las nueve.
Otro detalle digno de recuerdo. Mensualmente se entregaban las calificacio-
nes escolares a los padres de los alumnos. Los más aventajados lucían su nom-
bre en el Cuadro de Honor. Al final del curso, se celebraba el reparto de los
Diplomas. «Aquello era bonito y brillante». Se invitaba a los padres al acto. «Y
existía la despedida por los chicos leyendo algunas cuartillas. El Director tam-
bién despedía. Y algunos años, el Colegio logró chocolate del Ayuntamiento,
otros años de su propia tesorería; o caramelos o cucuruchos. Era bonito. Esto
se ha perdido».
Otra novedad. Don Aniceto puso cine para los chicos también el sábado y
a un precio irrisorio.
«Y ¿qué decir de la Visita Canónica anual de los Señores Inspectores (don
Modesto Bellido, don Emilio Corrales...) ¡qué recepción tan solemne y fami-
liar!... Era don Bosco que venía a nuestro Colegio».
Cofradía penitencial del Cristo del Perdón
¡El Santo Cristo del Perdón! Tallado -¿te acuerdas, lector?- en los tiempos
del P. Tabarini, por el ilustre artista Francisco Asorey. Recorrió varios lugares
de la iglesia hasta llegar a la entrada de la misma. Tras la guerra civil, se le ador-
nó con terciopelo morado de fondo, grandes reflectores y una barandilla de-
lantera.
La devoción de la gente a este hermoso Cristo, movió a numerosos fieles
a pedir un lugar más digno para El. Se le preparó una capillita en la misma igle-
sia, de cerca de veinte metros cuadrados de superficie, bien decorada, mediante
una suscripción abierta desde abril de 1941 hasta octubre de 1942. En la solem-
nidad de Cristo Rey fue bendecida. Su costo total ascendió a dieciocho mil pe-
setas.
La Cofradía Penitencial del Cristo del Perdón, de la Asociación de Antiguos
Alumnos, fue fundada por iniciativa de la Junta Directiva, gracias al impulso
que dio a la idea don Aniceto, secundada por el entusiasmo de los señores Cas-
tillejos, Gabriel Martínez y Carmelo Jiménez. Surgieron no pocas dificultades,
sobre todo en el orden económico. Todas fueron vencidas, y la primera salida
en procesión tuvo lugar el Domingo de Ramos de 1950, con sesenta Hermanos
Cofrades vestidos de hábito.
En los tiempos que historiamos componían la Cofradía ciento diez Cofra-
des Activos «que visten hábito morado con esclavina, capucha, cordón y guan-
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tes blancos; calzan sandalias negras y les está prohibido el uso de calcetines».
Los hábitos se imponen en ceremonia solemne y está destinado a ser la mortaja
de los hermanos penitentes.
«También figuran en la Cofradía más de medio centenar entre cofrades Ho-
norarios y Damas de Honor, para los que es obligatorio el uso de la medalla».
El escudo corresponde a la insignia de los Antiguos Alumnos, con la inscrip-
ción de «Cofradía del Cristo del Perdón», sobre una cruz y figura bordadas en
la partre de la capucha que cae sobre el pecho. La medalla corresponde a la in-
signia de la Cofradía, y por la parte de atrás está grabada la imagen de María
Auxilidora.
Causaba verdadera admiración en la localidad el desfile del Cristo del Per-
dón, con sus numerosos cofrades. La procesión más disciplinada y la más bri-
llante de Baracaldo. Aventajaba a la de La Dolorosa de San Vicente, a la de la
Ultima Cena de la Capilla del Carmen y a la del Cristo del Amor de la pa-
rroquia de San José.
Son acreedores a una especial mención por su celo y trabajo en el buen
funcionamiento de las procesiones Menchaca, Tellaeche, Castillejos, Tomás
Gutiérrez....
Entusiastas estos antiguos alumnos, como aquellos otros que preparaban las
carrozas tanto para los cultos del mes de mayo como para los de la Semana
Santa: Fernando Aurre, Teodoro Almena, Orcajo, Martín Ángulo, José Anto-
nio Rodríguez (Tochas), Castro, Fernando Uría...
Expléndidas las actuaciones del coro de cantores. Aquellos hombres de fé-
rrea voluntad, singular entusiasmo y fervor religioso, que interpretaban atrevi-
das y hermosas partituras, obedeciendo con espontánea y gustosa disciplina a
la batuta, sabiamente dirigida, de don Ángel Abad, don Antonio Cardeñoso,
con Urquidi, con Bonifacio Ossa...
Preguntad a los antiguos alumnos veteranos por la procesión del Domingo
de Ramos con la Borriquita. Sonaban las trompetas, redoblaban los tambores,
y la Cofradía recorría las calles baracaldesas en devoto desfile de fe y amor.
Durante veinticuatro años, más de doscientos cofrades tomaron parte en
aquellas fervorosas manifestaciones de fe sin que por ello dejaran de participar
en los Oficios religiosos.
Un antiguo alumno -uno de tantos- formulaba, el año 1975, una pregunta
a la que no resultaba fácil dar una adecuada respuesta: (¡Han cambiado tanto
las costumbres!): «Llevamos varios años sin saber resolver este dilema: Cofra-
días, no; pero y, a cambio, ¿qué?»
7. UN FRUTO VERDADERAMENTE BUENO:
El Colegio San Juan Bosco (Cruces-Burceña)
En Burceña, barrio baracaldés colindante con Baracaldo, vivía un médico.
Su nombre, don Francisco Tierra. Poseía unos terrenos y una pequeña clínica,
que dejó en legado a los salesianos cuando murió. Los albaceas desean llevar
a cabo cuanto antes el proyecto del testador. Se ponen de acuerdo con el señor
Obispo de las Provincias Vascas, don Francisco Javier Lauzurica y Torralba.
Burceña iba adquiriendo, día a día, considerable desarrollo industrial, con-
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taba con una numerosa población obrera, carente casi por completo de asisten-
cia religiosa por hallarse demasiado distante de la iglesia y de nuestro colegio.
La escasez de personal, la cercanía de las dos Casas de Baracaldo y Deusto,
amén de las reducidas proporciones de la Fundación (el chalet medía tan sólo
12 X 12 metros) desaconsejan la aceptación del legado.
El P. Provincial, don Felipe Alcántara, ruega al Vicario del Rector Mayor,
don Pedro Berruti, acoja los deseos del Prelado. Es el 10 de abril de 1941. El
Obispo arde -¿por qué no decirlo?- en ansias de que los salesianos acepten,
pues lo contrario implica la privación de un gran bien a las almas. Incluso está
dispuesto a adelantar uno o dos sacerdotes, que lleven a cabo la fundación. Esta
se llamará Oratorio San Juan Rosco.
En efecto, encarga a don Julián Larrea ponga manos a la obra. El celoso
sacerdote conoce el espíritu salesiano y lo lleva a la práctica. Comienzan las cla-
ses en la misma clínica, ya debidamente acondicionada. Trabajan con él otros
dos maestros seglares.
Los domingos y fiestas, don Julián lleva a muchos chavales a la Casa Sa-
lesiana de Baracaldo. Allí se divierten con juegos, teatro y cine.
Hasta el año 1946 no hay en Burceña presencia salesiana directa. Desde esta
fecha hasta el año 1949, se encargará de las Escuelas don José Aguilar; y, desde
1949, don Alejandro Campo. Funcionan cuatro clases con un total de doscien-
tos alumnos bajo los cuidados de dos salesianos y dos seglares. Los profesores
salesianos siguen perteneciendo a la Comunidad de Baracaldo; se desplazan a
Burceña tan sólo para la labor educativa.
Funcionan también unas clases nocturnas. Se piensa en ampliaciones, se
compran terrenos, se busca el dinero. Es cosa dura ir demandando continuas
ayudas.
«Yo mismo me lancé -me escribe el P. Campos- a pedir calle por calle».
Una labor de gigante.
Los barrios de Luchana, Cruces y Zorroza recogen los frutos de tales es-
fuerzos.
Don Juan Antal, del Consejo Superior de la Congregación, en el Acta de
la Visita Canónica Extraordinaria a la Inspectoría, anota respecto a la Casa de
Baracaldo, el curso 1952-1953:
«Dos hermanos nuestros sacerdotes y dos maestros remunerados atienden a las es-
cuelas elementales con una matrícula de ciento quince muchachos diurnos y noventa y
cinco nocturnos. Como quiera que la población de Burceña va creciendo rápidamente,
las escuelas salesianas tienen halagüeño porvenir. Conviene separarlas ya totalmente de
Baracaldo. Es harto gravoso para los hermanos el tener que acudir allí dos veces al día».
La erección canónica de la nueva Casa tuvo lugar el año 1959.
El 10 de junio de 1962 se colocó la primera piedra del actual colegio. Tuvo
lugar su inauguración tres años más tarde.
Hoy, en 1986 el Colegio Salesiano, llamado de San Juan Bosco de Baracal-
do-Cruces, cuenta con un personal de diez hermanos, veintidós profesores, 640
alumnos, cuarenta muchachos de ADS (Amigos Domingo Savio), tres grupos
de adultos, Oratorio Festivo con trescientos cincuenta chavales. El año 1972 se
fundó la Asociación de Padres de Familia (APA). La Comunidad colabora con
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Cofradía del Cristo del Perdón. Año 1950.
« E l Cristo del Perdón, el Pa^ de la Borriquita y el Beso de Judas salían desde el colegio.
La Cofradía recorría las calles baracaldesas en devoto desfile de fe».
Año 1952.
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las parroquias vecinas; funcionan los deportes con equipos federados de balon-
cesto, minibasquet y fútbol-sala.
El grano de mostaza maduró en árbol frondoso.
8. DON MARCELINO TALAVERA (1951)
Tan sólo un curso permaneció de Director en la Casa de Baracaldo. En el
verano de 1951 lo destinaron, con idéntico cargo, a las Escuelas Profesionales
de Deusto. Posteriormente los Superiores le dijeron que su destino a Baracaldo
tuvo carácter provisional y con la finalidad de que fuera conociendo el Colegio
de Deusto, donde permaneció seis años.
«El hecho que merece destacarse de mi estancia en Baracaldo -me dice— es
la ayuda económica que nos prestó Altos Hornos de Vizcaya por celebrarse los
50 años de su fundación. La ayuda consistió en la mejora de las habitaciones
de los salesianos, del comedor, biblioteca, enfermería, cocina y los servicios. En
la primera planta no se hizo ninguna modificación fundamental, salvo el caso
de reparaciones en el teatro y la instalación de la calefacción en las dos plantas».
No corrió ciertamente peligro alguno el espíritu de pobreza en los salesia-
nos; pero esta ayuda supuso un respiro y un alivio. ¡Bien merecido lo tenían!
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MUCHO TRABAJO Y MUCHA PIEDAD
1. EL ESPÍRITU SALESIANO
EN LA «ESCUELA DE TRABAJO» DE BARACALDO
Diversas etapas marcan la historia de la actual Politécnica baracaldesa.
Todo comenzó por unas Escuelas patrocinadas por el Ayuntamiento. En
ellas recibía una discreta enseñanza la juventud masculina y femenina de la lo-
calidad.
Los jóvenes, al menos con catorce años cumplidos, de siete a nueve de la
tarde, cuando quedan libres de sus ocupaciones manuales, aprenden matemá-
ticas, ciencias, tecnología, dibujo, lengua española, geografía, historia y religión.
Las chicas acuden mañana y tarde. Se les imparte la enseñanza de las artes
y labores propias de la mujer: pintura, decoración y dibujo; se les prepara, asi-
mismo, para sus futuras funciones de ama de casa: cocina, plancha, corte y con-
fección, etc.
La Escuela ocupaba toda la planta alta del edificio sito en la Plaza de Carlos
VII, llamada vulgarmente Plaza de abajo. Empresas y entidades particulares la
subvencionaban.
El año 1940, cuando la industria española surge vigorosa, el Ayuntamiento
dispone cese la antigua Escuela, llamada de Artes y Oficios, y dé paso a la nue-
va de Orientación y Formación Profesional Obrera.
El año 1944, el 20 de junio, se inaugura la Escuela de Trabajo. Director del
Centro, don Francisco Millán del Val. Sus colaboradores más próximos, y por
cierto muy entusiastas, los señores Almiro, Herrero y Larburu. Alumnos, cien-
to veintiséis, procedentes de Baracaldo y pueblos aledaños.
El edificio, de nueva planta, bien presentado y provisto. Lo inauguró el Jefe
del Estado, don Francisco Franco Bahamonde.
El 4 de marzo de 1945, completa ya la plantilla de Maestros de Taller, se
procede a la inauguración de los talleres de aprendizaje, con la asistencia del
limo. Sr. Director de Enseñanza Profesional y Técnica, don Ramón Ferreiro.
A partir de esta fecha comienza el régimen normal de la Escuela con el Pri-
mer Curso de Orientación Profesional.
Desde el curso 1946-1947, se desarrollan las asignaturas de los dos años de
Orientación Profesional y las correspondientes de Aprendizaje propiamente di-
cho. Estas últimas, en horas nocturnas, a fin de que los que trabajan en las in-
dustrias y talleres particulares puedan recibir la enseñanza técnica precisa en los
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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diferentes oficios conforme a la vocación y aptitud de cada uno. Es el modo
de que las Empresas puedan llegar a disponer muy pronto de un plantel de ofi-
ciales competentes.
En pleno funcionamiento, la Escuela es capaz para mil doscientos alumnos.
Don José María Llaneza, Alcalde de Baracaldo, acude -el año 1951- al di-
rector del Colegio San Paulino de Ñola, don Marcelino Talavera, y al arzobispo
de Valencia, P. Olaechea, gran amigo suyo, a fin de que don Emilio Corrales,
Inspector de la Céltica, tuviese a bien disponer que los Hijos de don Rosco to-
maran a su cuidado la formación religiosa de los alumnos de la Escuela, sobre
todo de los nocturnos.
Soñaba el señor Llaneza con la presencia en el Centro de educadores diná-
micos, alegres y trabajadores a pleno pulmón.
El P. Corrales destinó para tal misión a don Tomás Alonso y a don Do-
mingo del Bosque, incardinados jurídicamente a la comunidad salesiana de Ba-
racaldo.
Don Tomás había actuado eficazmente, durante los últimos ocho años,
como Jefe de Estudios del acreditado Colegio Salesiano de Bachillerato y Pe-
ritaje Mercantil en la ciudad de Santander. Don Domingo del Bosque poseía
una buena preparación en las Ciencias Exactas y era buen profesor.
El natural alegre y de singular simpatía de don Tomás Alonso cautivó, des-
de el primer momento, al Alcalde. «Pronto nos entendimos a perfección y tuve
siempre en él un excelente amigo, colaborador entusiasta y generoso bienhe-
chor».
Fueron presentados los dos salesianos al señor Director de la Escuela, don
Francisco Millán del Val, Ingeniero Jefe de Metalurgia de Altos Hornos de Viz-
caya y Director, asimismo, de la Escuela de Aprendices de A.H.V. en Sestao.
Persona muy al día en todo lo relacionado con la labor docente profesional y
muy simpatizante con la Obra Salesiana.
Se confeccionan los horarios a estilo de los colegios salesianos. «Nuestros
métodos de asistencia y vida religiosa -dice don Tomás Alonso— penetraban
en el profesorado y alumnado, produciendo poco a poco saludables y gratas
realidades».
Hubo perfecto entendimiento con la Dirección, Oficinas y Profesorado,
tanto el de los talleres, como el de las clases. Calificaciones mensuales, carnet,
control de asistencia, Eucaristía semanal con la asistencia de los profesores, «que
se sentían cómodos entre sus alumnos en la participación al culto divino. ¡Y las
clases de religión, bien preparadas! Para los diurnos y nocturnos».
El Director del Centro tenía muchas e importantes incumbencias en otros
lugares. En perfecta sintonía con don Tomás, se sentía a gusto dejándole ejercer
prácticamente el cargo de Director de la Escuela. Y ello con el mejor entendi-
miento con los profesores y con el Patronato.
Al año siguiente, don Victorio Mirón vino a suplir a don Domingo del Bos-
que. Poseía aquél una simpatía extraordinaria. Expansivo y alegre, atraía como
un imán a los chavales.
Reina un clima sano de alegría, que emana de la aplicación del Sistema Pre-
ventivo de don Bosco. Los dos salesianos atienden a la Escuela desde las ocho
de la mañana hasta las nueve de la noche. Además de la Religión, explican di-
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versas asignaturas; atienden a la disciplina; participan de manera activa en los
recreos; llegan a crear en la Institución un ambiente netamente salesiano.
Al cumplirse cinco años de presencia salesiana en el Centro, es nombrado
Director del mismo don Nicolás Larburu, hombre activo, antiguo alumno sa-
lesiano, entregado en cuerpo y alma a la sistematización de la Nueva Enseñanza
oficial. Desde entonces, la Escuela de Trabajo adquiere la categoría de Escuela
de Maestría.
En el curso 1957-1958, sucede a don Tomás en su difícil misión don Félix
Muñoz, hombre eminentemente apostólico.
Al año siguiente, vive ya -dentro del Centro- una Comunidad Salesiana, in-
dependiente de la de San Paulino de Ñola. Su primer Director, don Juan Hum-
bría es celoso apóstol, de carácterr alegre y muy humano. Los Hermanos se
aman entre sí, y es magnífica su unión con las Autoridades. Los alumnos prac-
tican con gusto la formación religiosa que reciben; alcanzan el primer puesto
en las competiciones gimnásticas que tienen lugar en la Plaza de Toros de Bil-
bao; en las Actuaciones Deportivas de Empresas quedan por encima de todas
las demás, obteniendo cuarenta y tres trofeos.
Al final del curso, fallece don Juan Humbría, en el Hospital de Basurto, víc-
tima de una hepatitis. Le sucede don Ricardo Riesco. Los éxitos se suceden.
Tres años -del 1959 al 1962- felices. Sus colaboradores son hombres hechos al
trabajo, piadosos y alegres como los quería don Bosco.
«Don Juan Fuentes (1962-1964) —dice don Tomás Alonso- no tuvo tanta
suerte. Nacen y crecen sus tensiones con don Nicolás Larburu. La Comunidad
Salesiana desaparece; no su labor de formación religiosa». El Colegio de San
Paulino provee a la misma.
En nuestros días la Escuela, con categoría de Politécnica, es atendida espi-
ritualmente por la Comunidad Salesiana de San José Artesano, sita también en
Baracaldo y de reciente fundación. Es una de sus vanadas actividades. Trata de
profundizar en los problemas de los muchachos para darles una solución cris-
tiana. Don Ricardo Arias realizó una serie de proyectos de enseñanza especia-
lizada para muchachos con abundantes suspensos; incluso presentó y fue apro-
bado por la Dirección y por la Delegación de Enseñanza de Vizcaya un pro-
grama especial destinado a la rehabilitación de los alumnos fracasados y sin apo-
yo material ni moral. Don Lope Jesús Sánchez se dedica a la organización y
dirección de las actividades deportivas y recreativas conforme al estilo salesiano.
«Somos muy aceptados -me dice Lope— por algunos sectores, rechazados
por otros, por dedicarnos más a profundizar en el elemento humano que en el
tecnológico. La Dirección creo que estima nuestra labor».
Mención laudatoria merecen otros salesianos que, aparte de los ya citados,
vertieron sus sudores en este campo de especial tarea apostólica. Han llegado
a nuestro conocimiento los nombres de don Juan Francisco Vicente, don José
Manuel Bastarrica, don Ángel Gómez Santamaría, don Ramón Gutiérrez, don
Jesús Uría, don José Mallo, don Víctor Pedrosa.
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2. DON FERNANDO BELLO, DIRECTOR
en San Paulino de Ñola (1952-1954), y don Tomás Alonso,
apóstol de vocaciones en la Escuela de Maestría
Don Fernando. Misionero hoy en Bata (Guinea Ecuatorial). Durante mu-
chos años ejerció el cargo de Director en Colegios importantes y últimamente,
hasta hace poco, en Bata, en sus queridas tierras africanas.
Su bonhomía, seriedad, generosidad, piedad, espíritu de responsabilidad, sa-
lesianismo y buen humor son dignos de la mayor ponderación. No exagero en
lo más mínimo.
Don Fernando empezó a regir una Comunidad precisamente en Baracaldo.
No sé hasta dónde, muchachos y antiguos alumnos pudieron percatarse de sus
excelentes dotes. Carezco de documentación con la que orientar al lector.
Quede claro que, durante su directorado y casi todo el de don Nazario Sán-
chez que le sigue, los salesianos encargados de la Escuela de Trabajo pertenecen
a la Comunidad de San Paulino de Ñola.
Entre ellos el primero, Don Tomás Alonso. La verdad es que don Tomás
merecía una biografía. Tracemos aquí unos rasgos que caracterizan su persona-
lidad.
Fue ordenado sacerdote el 9 de junio de 1941. En 1943, le ofrece don Mo-
desto Bellido —entonces Inspector de la Céltica- lo que el propio don Tomás
llamó el bello apostolado vocacional. «Cual nuevo Quijote, empecé las campa-
ñas vocacionales veraniegas: viajes incómodos, interminables; horas y horas de
espera, calores, hambre, sed, carros, luego una bici, la inolvidable moto Peugeot
y, finalmente un humilde Seat».
Don Modesto Bellido afirma que las tres Inspectorías del Centro y del Norte
de España le deben eterna gratitud. Conservó, durante treinta años, el mismo op-
timismo en la búsqueda de incontables vocaciones a la vida de perfección.
¿Cómo no recordar su perenne alegría, sus amenísimas Buenas noches cuan-
do visitaba los aspirantados, en los que se formaban las vocaciones por él lo-
gradas?
«El buen humor, la óptima salud, valiosas dotes que el Señor me concedió,
como la eficacia de la palabra, me hicieron fácil lo arduo, llevadero lo que era
realmente sacrificado y agradable lo molesto».
Hombre de oración ante el Sagrario, de enorme espíritu de fe y de intensa
vida interior.
El patio era la cátedra donde descubría cualidades y defectos de cuantos te-
nía en cartera como posibles vocaciones. Esto en los colegios salesianos; y,
cuando recorría pueblos y ciudades, demostraba su fino instinto y tacto singular
en la materia.
Pero atengámonos ahora estrictamente a su labor vocacional en la Escuela
de Trabajo o de Maestría de Baracaldo.
Sabe él que los elegidos a una misión de comprometida consagración han
de cultivar una sólida piedad desde sus más tiernos años.
Leemos en la Crónica del Colegio de San Paulino de Ñola que, por ejemplo
el 6 de diciembre de 1952, después de un triduo de preparación, cuatro sacer-
dotes estuvieron confesando mañana y tarde, a los alumnos de la Escuela de
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Trabajo. El día 8, fiesta de la Inmaculada, «Misa fervorosísima, en la que alum-
nos y maestros recibieron la Sagrada comunión». Al final, los himnos de Ac-
ción Católica y de Domingo Savio. «Muy bien preparados los muchachos -re-
lata el cronista-. Realmente se conducen como los de un colegio salesiano, a
pesar de que son sólo dos los salesianos que actualmente trabajan en la Escuela.
Estos muchachos, antes indisciplinados y abandonados, son hoy dóciles y muy
piadosos».
La víspera de la Inmaculada tuvo lugar una hermosa velada con números
muy variados. Los alumnos de la Escuela representaron estupendamente Los
tres ratas; y los del Colegio, entre otras cosas, La Virgen de la ermita y Los
monaguillos.
¡Hermosa convivencia entre el Colegio y la Escuela, ambos en clima sale-
siano!
Practican ya los Ejercicios Espirituales durante tres días consecutivos. Des-
pués de su trabajo en las fábricas, acuden por la noche a la Escuela. «Son jó-
venes -dice la crónica- que, a causa del mal ambiente en que viven muchos de
ellos, hacía años que no se confesaban. Vinieron todos a confesarse a nuestra
iglesia. Les predicó don Ramón, de la parroquia de San Vicente. El bien que
se les hace es inmenso desde que los salesianos van a la Escuela».
Celebran solemnemente la fiesta de San Juan Bosco: con la Novena prepa-
ratoria, Eucaristía con la asistencia de todo el profesorado, con excelente de-
sayuno ofrecido por el Ayuntamiento. Por la tarde, los aprendices acuden al
Colegio Salesiano, donde, después de recibir la Bendición con el Santísi-
mo, pasan al salón de teatro para ver la película Balarrasa, ofrecida por el
Ayuntamiento.
Funcionan las Compañías Religiosas, al menos desde el año 1945.
Don Victorio Mirón es trasladado a Madrid. «Nadie desconoce su profunda
labor vocacional, puesto que ha enviado a Seminarios Salesianos a diecinueve
baracaldeses». Consigo se llevó a Antonio Suescun, hoy salesiano coadjutor de
enorme prestigio.
El año 1955, se desarrolló un ciclo de conferencias sobre San Juan Bosco
para los alumnos de las setenta y nueve factorías que mandan sus aprendices
a la Escuela.
El 31 de enero, se reunieron un millar de muchachos de las Escuelas de Al-
tos Hornos de Vizcaya, Constructora Naval, Balcok-Wilcok, etc. en el patio del
Colegio Salesiano. Se dirigen en paseo triunfal y precedidos de la banda, a la
iglesia de San José. Resulta emocionante ver aquellas hileras interminables de
bancos repletos de jóvenes de 15 a 36 años, participando con devoción en la
Eucaristía. Luego, en el teatro Baracaldo, homenaje a San Juan Bosco: concierto
por la banda y la proyección de la película Las minas del rey Salomón. A la
salida, cohetes, pasacalles y concentración masiva y entusiasta.
En un ambiente así, ¿cómo no habían de florecer hermosas vocaciones sa-
lesianas? «Todo el mundo hablaba de ellos y los consideraba como aspirantes
salesianos».
En los tiempos de don Tomás, llegó a cuarenta y dos el número de sale-
sianos que habían frecuentado las aulas y talleres de la Escuela. Muchos de ellos
salesianos coadjutores.
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Cuando su vida declinaba hacia el ocaso, decía apenado: «Desde hace mu-
chos años, la Escuela de Maestría se ha convertido en Centro Oficial. Los sa-
lesianos trabajan en ella. ¡No han sacado ni una vocación! ¿Por qué será? No
emplean los métodos estupendos de don Bosco».
Es cierto que los tiempos se fueron haciendo más difíciles y que don Tomás
poseía un carisma singular. El constructor don José Soga, muy amigo suyo, de-
cía: «No me explico cómo se las arregla este hombre; pero el caso es que todo
se lo concede María Auxiliadora».
Suyos son estos pensamientos:
- No se les puede negar a los niños o a los adolescentes la posibilidad de
considerar una vocación religiosa o sacerdotal.
- San Juan Bosco necesita jóvenes alegres, generosos y activos. Tú eres uno
de ellos. Te felicito.
- Pasa. Pasa por el mundo como una sonrisa de Dios.
- Con mis obras estoy escribiendo la novela de mi vida. Al final, que pueda
firmarla con mi verdadero nombre: un salesiano santo.
3. LAS HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA EN BARACALDO
La Corporación Municipal, presidida -como dejamos ya anotado- por don
José María Llaneza, en su deseo de dar la mayor amplitud posible a las ense-
ñanzas de la mujer, ofreció a las Salesianas una casa en el céntrico Paseo de los
Fueros.
Entre el 8 y el 14 de septiembre de 1947, llegan a Baracaldo la M. Inspec-
tora Sor Juana Vicente, de muy feliz e imborrable recuerdo, Sor María Bellido,
en calidad de Directora, Sor Inocencia Osácar, Sor Juana Paya y Sor Pilar
Riesco.
La sencillez, la pobreza y el deseo de hacer el bien bullen en el corazón de
las Hermanas. Y así, el día 21 del mismo mes, abren el Oratorio Festivo, que
llegará a ser uno de los más importantes de su Inspectoría de Santa Teresa. El
5 de octubre, se inaugura la Catcquesis matinal de los días festivos. Al día si-
guiente, comienza el curso para las jóvenes que se incorporan a las secciones
de la Enseñanza Profesional entonces en auge: cocina, planchado, bordado, má-
quina de telar y de punto, economía doméstica, corte, dibujo, pintura y repu-
jado. Un crecido número de muchachas adolescentes y jóvenes se reparten en
tres turnos: dos diurnos (mañana-tarde) y otro nocturno.
El 15 de julio de 1948 se abre al público una Exposición de trabajos, que
llama la atención de todo Baracaldo.
Mons. Marcelino Olaechea manifiesta claramente su simpatía por la Obra.
El 25 de abril de 1951, visita a las Hermanas la Madre Linda Lucotti, Su-
periora General, mujer de excepcional personalidad humana y espiritual.
Entre las Directoras y Hermanas, que, a través de los años, animaron las
actividades de la Casa, merece especial mención Sor Pilar Riesco. Por su larga
permanencia en ella como simple Hermana y como Superiora. En tiempos de
Sor Lourdes Valcavado (año 1973), tuvo lugar la transformación de Centros en
Escuelas de E.G.B., a causa de la aplicación de la nueva Ley de Enseñanza.
Quedó aprobado el Colegio con el reconocimiento de los nuevos niveles y se
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D. Tomás Alonso, promotor de vocaciones y animador del
espíritu salesiano en la «Escuela del Trabajo»
24 mayo 1953.
Dos mujeres destinadas a buscar el bien de los otros,
sosteniendo a lo más preciado de la familia.
Nuevo colegio de las Salesianas en la calle de Arteagabeitia de Baracaldo, bendecido por
Mons. Luis M.a Larrea el día 24 de mayo de 1986.
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llevó a cabo la reestructuración necesaria. Ello constituyó una nueva andadura:
comenzó a funcionar una sección de párvulos y la E.G.B.; posteriormente la
sección de Formación Profesional, rama Administrativa.
Siendo Directora Sor Auxiliadora Mieza, hija de Baracaldo, se adquirieron
los terrenos para el nuevo Colegio (año 1983). Es digna de toda ponderación
la labor realizada para conseguirlos por la infatigable Sor Raquel Lunate, ba-
racaldesa de nacimiento y de corazón. Las Inspectoras Sor Pilar Andrés y Sor
Luisa Martín animaron constantemente a las Hermanas en orden a la realiza-
ción del común deseo de la edificación de un nuevo Colegio. El 24 de Mayo
de 1986 lo bendijo el Obispo de Bilbao, don Luis María Larrea. Se halla situado
en la calle Arteagabeitia, del barrio de Zuazo, zona de expansión del pueblo.
Funcionan hoy, bajo la dirección de Sor Carmen Iriarte, un Preescolar con
tres secciones, la E.G.B. completa, Formación Profesional, Club Juvenil, Aso-
ciación de Padres de las Alumnas, Asociación de Antiguas Alumnas, Grupos
de Pastoral, Deporte, Teatro y Danza. Baracaldo también ha sido generoso en
vocaciones para el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Una vez más el
espíritu oratoriano de Mornese y el Sistema Preventivo de don Bosco logran
maravillas. En unión con sus Hermanos los Salesianos, ayudándose mutuamen-
te, vuelcan su trabajo con entusiasmo sobre su amado pueblo de Baracaldo.
4. ALGUNAS NOTICIAS DEL PERIODO 1952-1954
Que los chavales permanezcan
el mayor tiempo posible en el colegio
No podemos juzgar los hechos fuera de su entorno histórico.
Don Fernando Bello, ateniéndose a las repetidas normas de los Superiores
Mayores de la Congregación, manifestó a los hermanos su deseo de mantener
a los chicos en el colegio, durante el período de las vacaciones navideñas, el ma-
yor tiempo posible.
Comenzaron aquéllas el día 22, después de la lectura de notas de los Exá-
menes Trimestrales. El 29, los chicos debían estar ya de vuelta. Desde esta fecha
hasta el 5 de enero, se impartía clase sólo por la mañana, haciéndola lo más lle-
vadera posible, con aquellas asignaturas más del agrado de los alumnos. Misa
diaria a las nueve, pero voluntaria. Por las tardes, juegos en el patio; y, en días
de clima desapacible, en el pórtico y el teatro.
Ya don Bosco temía, y mucho, la relajación moral e intelecltual que para
los alumnos suponen las vacaciones.
El seguir atendiéndose a los deseos de su Fundador, suponía para los sa-
lesianos no leve sacrificio. Implicaba la programación y la puesta en práctica de
diversiones variadas y del agrado de los muchachos. ¡Y la supresión de su pro-
pio descanso, que les era tan necesario!
Dos nuevas carrozas
Con ocasión de la solemnidad de María Auxiliadora -preparada con la no-
vena tan concurrida que hubo de celebrarse siete veces al día- se inauguraron
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dos carrozas: una de María Auxiliadora, toda de metal con aplicaciones de
bronce y plata y provista de valiosos candelabros; otra, de San Juan Bosco,
magnífica talla de nogal, labrada por el antiguo alumno de Deusto, don Manuel
Cruz, que, —por su indiscutible valor artístico- constituyó la admiración incluso
de los técnicos.
Devoción a Domingo Savio
Había sido beatificado por Pío XII el 5 de mayo de 1950. Tres años más
tarde, los muchachos del Colegio organizaron un Congresillo vocacional con
trabajos premiados. «En todas las misas del día -se celebró la fiesta el 7 de
mayo— hubo muchas comuniones, y los confesores ejercieron sin interrupción
el sagrado ministerio».
El mismo Pío XII canonizaba, el 12 de junio de 1954, al santo más joven
del catálogo eclesial, que ha sido elevado a los altares por vía no de martirio.
Añadiremos algo al respecto, muy pronto.
Bendición del panteón salesiano
Tuvo lugar el 20 de junio de 1953. A él fueron trasladados ese día los restos
mortales de don Eduardo Caprani. Se le enterró en la última banda inferior. El
P. Director, don Fernando Bello, agradeció la asistencia al acto de los simpa-
tizantes de la Obra Salesiana.
Actualmente reposan en él don Eriberto González (de la Casa de Deusto),
don José Santos Cuesta (Deusto), don Juan Humbría (Escuela de Maestría de
Baracaldo), don Lorenzo del Pozo (Deusto), don Magín Pórtela (Deusto), don
Luis Monserrat (Baracaldo), don Benito Pando (Rentería-Guipúzcoa), don To-
más Alonso (Cruces-Baracaldo), don José Aguilar (que, procedente de Puerto-
llano, murió en Bilbao), don Justiniano del Prado (Deusto) y don Félix Oria
(de la Casa de Baracaldo).
Las dos Casas -la de Baracaldo y la de Deusto-, madre e hija, estrechamen-
te vinculadas en los hermanos que lucharon y murieron por la gloria de Cristo
Resucitado.
Inauguración del órgano
Tuvo lugar el 8 de diciembre de 1953. La masa coral del orfeón baracaldés
interpretó la misa Sínite párvulos venire ad me del maestro Aragüés, quien se
ofreció a dirigirla. A este órgano más tarde sucedieron otros en el colegio ba-
racaldés.
Triunfo en un concurso de villancicos
Organizado por el Frente de Juventudes de Vizcaya en el teatro Baracaldo,
quedó campeón el coro de triples del Colegio Salesiano, obteniendo el primer
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premio. Los niños interpretaron tres villancicos, a tres voces, en competición
con otros coros también muy preparados.
¡Rasgo ejemplar! Por iniciativa de los mismos cantores, el premio recibido
se destinó a la suscripción organizada para comprar el órgano. Los superiores
correspondieron a la generosidad de los alumnos llevándoles de excursión a Be-
goña, donde les obsequiaron con una merienda.
Actividad artística
La preparación de obras teatrales suponía un trabajo notable para profesores
y alumnos. Al menos dos domingos al mes, el cine era sustituido por funciones
de teatro. Ello constituía una escuela de formación.
Y la constituyó siempre «grandes actores existieron y muchos salesianos
fueron estupendos directores de teatro. Entre ellos, don Ángel Abad, don Án-
gel Lorenzo... y antiguos alumnos».
Visita canónica extraordinaria del Catequista General
de la Congregación, don Juan Antal
Entre otras cosas escribe:
«La iglesia es la más frecuentada de la ciudad. En casa reina gran can-
dad entre los hermanos. La observancia religiosa es intachable. Están todos
contentos».
Recomienda la asistencia salesiana a los muchachos, no infligir castigos co-
lectivos y evitar la murmuración.
«La Escuela de Trabajo, se ha ganado todas mis simpatías. Juzgo convenien-
te que os ofrezcáis a la dirección de un obra tan válida para la juventud obrera;
pero, en este caso, exigid a la autoridad competente las correspondientes garan-
tías. Si no acceden, lo mejor es que os retiréis».
DON MARCELINO OLAECHEA EN LAS
BODAS DE ORO DE ALTOS HORNOS DE VIZCAYA
Fue un domingo del mes de abril de 1952. Desde Luchana hacia el Abra
se respiraba un aire de fiesta popular.
Hijo de Baracaldo y nacido dentro del área que ocupa la grandiosa factoría
de Altos Hornos de Vizcaya, no puede excusar su presencia al acto don Mar-
celino Olaechea.
Balcones engalanados, banderas que flotan sobre los edificios, una muche-
dumbre de personas en calles y carreteras. Un día de gran fiesta.
Familias enteras de la zona fabril se dirigen hacia la Escuela de Altos Hor-
nos de Baracaldo. En su patio tiene lugar el acto eucarístico. Oficia el arzobispo
de Valencia, Mons. Olaechea. La parte musical corre a cargo de la Schola can-
torum de Baracaldo y el coro Maitea de San Sebastián. Terminada la Misa, don
Marcelino dirige una cordialísima plática a obreros y patronos.
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El Prelado tuvo motivos para emocionarse, pues entre los vinculados a la
factoría se contaba su padre difunto, don Pedro Olaechea Candarías.
A las 12,30, el mismo don Marcelino bendijo un magnífico grupo de escue-
las para niños que la Sociedad de Altos Hornos había construido en la Avenida
de Carlos VII de Sestao. El edificio tenía cabida para quinientos niños, hijos
de productores. Sería regentado por los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Con su habitual palabra persuasiva, después de agradecer a la Sociedad de
Altos Hornos el bien material y espiritual que realizaban en favor de su pueblo
natal, se declaró hijo de un obrero.
«Y esto me permite -añadió— atreverme a solicitar una gracia que estoy seguro de
que se me concederá. No creo que el señor presidente de la Sociedad me la niegue... ¿Me
la concede usted, señor presidente del Consejo de Administración? —añadió dirigiéndose
al marqués de Triano-. Yo sé que se han concedido pagas extraordinarias con motivo
de esta fiesta. Pero yo me atrevo —¿será mucho pedir?— yo me atrevo a pedir una más:
una semana de jornal entero para los obreros de la Sociedad».
Estallaron clamorosas ovaciones. La petición de don Marcelino había sido
inmediatamente aceptada.
5. DON NAZARIO SÁNCHEZ (Director 1955-1960)
Unas líneas introductorias
Conviví con don Nazario tres años, hace ya catorce. Es don Nazario un
salesiano sencillo, piadoso, apostólico. A los tres adjetivos califictivos nada me
cuesta colocarles delante un muy y convertirlos en superlativos.
Impartía algunas clases de formación religiosa y de dibujo. El resto del día
se lo pasa cuidando los jardines que embellecen el Seminario de Arévalo. Y
¡siempre acompañado de chavales!
En un oscuro confesonario, junto a la escalera que sube al coro, dirige —des-
de hace muchos años- espiritualmente a jóvenes candidatos a la vida salesiana.
Muy organizado y metódico; no anochecía sin que tuviese preparadas las
clases del día siguiente, sin haber rezado sus oraciones personales y haber re-
corrido devotarriente las estaciones del Viacrucis. Amante de María Auxiliadora
como pocos, y de don Bosco como el que más. Humilde, trabajador aún en
su ancianidad, hombre de auténtica responsabilidad es el don Nazario que yo
conocí y el que en tiempos pretéritos -los que ihora estamos historiando- rigió
la Casa Salesiana de Baracaldo, como sucesor de don Fernando Bello.
Nada extraño que, dadas sus cualidades arriba señaladas, el P. Nazario haya
sido siempre bien recordado y amado en Baracaldo.
En el sexenio que va del 1955 al 1960 resaltan, fruto del apostolado sale-
siano, los siguientes hechos:
- Un auge notable respecto a la matrícula y calidad de la enseñanza.
- Brillante funcionamiento del Círculo Domingo Savio.
- Nacimiento y vida pujante de la revista Atalaya.
- Inauguración de las Viviendas María Auxiliadora para antiguos alumnos.
Alguna noticia más. Vayamos por partes.
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Auge en la matrícula y calidad de la enseñanza
A las seis de la mañana, la vida renacía en el Colegio de Baracaldo. Los sa-
lesianos corren presurosos por pasillos y escaleras. Hay que meditar, celebrar
la Eucaristía, confesar, corregir los escritos de los muchachos. A las nueve, se
reanuda la vida escolar. ¡Hasta las ocho y media de la noche! Sin descanso,
sin tregua.
«Los salesianos opinamos —dice don Nazario- que la escuela y el hogar de-
ben marchar siempre de acuerdo».
Le preguntan al director.
-¿Cuántos chicos tiene el colegio?
-Setecientos cincuenta.
-¿Qué enseñanza imparten?
-La primaria, con cuatrocientos setenta alumnos, y el bachillerato inferior
con doscientos ochenta.
-¿Qué les cobran?
-En primaria, la cantidad oscila entre quince y treinta pesetas mensuales. En
el bachillerato, cincuenta incluido el estudio en el colegio, juegos y diversiones.
Pero a los chicos que no disponen de recursos económicos suficientes, los ad-
mitimos gratis, porque sabemos que la instrucción es la única riqueza del pobre.
-¿Cuál es el problema que más les afecta?
-La falta de locales para dar clases, que nos obliga a cerrar cada año a mu-
chos las puertas; y el que, por escasa capacidad del teatro y de la iglesia, hemos
de dividir el alumnado en dos secciones. Ello aumenta nuestro trabajo y dis-
minuye la convivencia. Pero todo esto, ¡ya se superará! La Obra de don Bosco
ha tenido siempre ayudas inesperadas, y éstas no van a faltar ahora.
Me dice don Nazario que «a los bachilleres se les matriculaba en el Instituto
como libres. Allí tan sólo se examinaban. Iban tan preparados que causaban ad-
miración a los examinadores. No me faltaron limosnas. Construimos. Habili-
tamos doce aulas».
El colegio resultaba muy económico. El más barato.
Brillante funcionamiento del Círculo «Domingo Savio»
Domingo Savio, canonizado en 1954 -lo dijimos más arriba- era poco co-
nocido en Vizcaya. El año 1956 no ocurre lo mismo. Salió a la calle su bio-
grafía. A través de la prensa y la radio se divulgó la atractiva personalidad de
un muchacho de quince años, llenando a las gentes de admiración y de sim-
patía. Y en el Colegio el Círculo funcionaba de maravilla. Extiende su radio de
acción a todos aquellos exalumnos desorientados. Política de atracción, que dio
resultados satisfactorios. Sesiones de cine, música, campeonatos, lanzamiento de
globos, imposición de insignias, funciones de teatro y fervorosas Eucaristías con
ocasión de la fiesta del santo. «Oficinistas, obreros, estudiantes, unidos para
honrar a Domingo Savio, el capitán de la juventud. Todos jóvenes, todos ale-
gres, todos con Dios».
Llegan los socios del Círculo a alcanzar la cifra de trescientos veinticinco.
¿Problemas? El de siempre. Escasez de locales. ¿Actos que se realizan? Todos
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los primeros y terceros domingos del mes, círculo de estudios. Y conferencia
todos los domingos, a las doce y cuarenta y cinco. Muchos campeonatos. Y ¡sa-
batinas! Acuden a ellas unos setenta muchachos. Consistía la sabatina en un
acto religioso que tenía lugar los sábados en honor de la Santísima Virgen.
El entusiasmo que desborda en el Círculo Domingo Savio, ¿no lleva en sí
el germen del futuro apostolado de estos muchachos dentro de la Asociación
de los Antiguos Alumnos?
¡Cómo cambiaron los tiempos! Si desaparece una asociación, por razón de
los tiempos nuevos, ¿por qué no se llena ese hueco con otra también eficaz?
Movimiento y vida pujante de la revista Atalaya
La idea partió de José María Portell Manso. Perteneció al Círculo Domingo
Savio como Consiliario del mismo y vocal de deportes. Sus padres y hermanas
eran fervientes entusiastas de todo lo salesiano. Estudió periodismo y pasó a la
Asociación.
Un día espetó a Julio Ramón Mazas, Presidente de los Antiguos Alumnos
de Baracaldo:
-¿Por qué no fundamos una revista?
-¡Muy bien! ¡Estupendo! Con tal que ningún dinero se saque de los fondos
de la Asociación...
Y llegó la noche del 4 de febrero de 1956. Un pequeño grupo de antiguos
alumnos recorre las calles de Baracaldo, dispuestos a desgañitarse cantando la
ya venerada canción de los mozos vascos a la santa de su devoción, Santa Águe-
da. Se proveen de palos para el acompañamiento de la copla y comienzan la
ronda: Los Fueros, Juan Sebastián Elcano, Juan de Garay, Calvo Sotelo.
Una muchacha de servicio de la finca de don Federico Gómez vacía en sus
bolsillos cien pesetas ¡Cien pesetas en 1956! ¡Adelante! ¡Hasta la plaza de Car-
los VII! ¿Fruto de la excursión nocturna? Setecientas cincuenta y tres pesetas.
Los hermanos Sanz Juanjo y Tronchu fueron los solistas. El resto, con la mejor
voluntad y el máximo entusiasmo los «chicos» del coro. ¡Qué chicos! Con jó-
venes así se hacen hasta milagros.
Con el dinero recaudado la víspera de la fiesta de Santa Águeda nació Ata-
laya salesiana. Y ¡sin tardar mucho! Precisamente el mes de marzo de 1956, casi
a los treinta días.
José María Portell llegó a ser la pluma más temida del país vasco por su crí-
tica a los hombres públicos, aun en la época franquista. En Atalaya reposaba
su vehemencia. En la Familia Salesiana rige la consigna de su Fundador: inte-
resan los problemas de la nación ¿cómo no?; se forman las conciencias, se res-
petan las creencias, pero ninguna organización enraizada y crecida en ella, como
tal organización, hace política. «Nuestra política -decía don Bosco- es la po-
lítica del Padrenuestro. Buenos cristianos y honrados ciudadanos».
Portell fue redactor jefe local de La Gaceta del Norte y director de la Hoja
del Lunes; escribió dos libros sobre E.T.A. Fue asesinado por la organización
terrorista el 28 de junio de 1978.
Atalaya la comenzaron a editar cuatro o cinco antiguos alumnos jóvenes.
La censura estaba a cargo del Presidente de la Asociación y del Director sale-
siano del Colegio. Censura que era inapelable.
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Hubo quien pensó que la publicación de la revista suponía arriesgarse a una
aventura quijotesca de escasa duración.
En su número de enero de 1976, Atalaya podía proclamar su éxito: ¡ciento
setenta números desde el primero que nació con la colecta de los mozos can-
tores en la víspera de Santa Águeda!
Javier Echevarría comenzó a publicar artículos de tema religioso o municipal
bajo los seudónimos de Jeche y Marqués de Esquilache; su hermano Alberto,
otros agudos, vivos; se ve en él al literato; Gallardo, Atristáin, Gaminde,
Laurada, Llano, Juan José Sanz, López (Pormecheta); y, sobre todo, José
M.a Portell.
El año 1966, en el mes de noviembre, escribía José María:
«Atalaya ha llegado al número 100 —extraordinario— porque ha navegado con honra.
Con orgullo me atrevo a decir que Atalaya fue una de las primeras publicaciones de Viz-
caya que ejercitó una Ley de Prensa que ha venido después. La virtud fundamental de
Atalaya ha sido la sinceridad. Con justicia ha dado palos, que han encajado bien».
La presentación de la revista en su primer número fue ésta: «Me llamo Ata-
laya para servir a Dios y a usted».
Era muy bien recibida por los numerosos antiguos alumnos de Baracaldo,
residentes en la localidad o emigrados a las diversas ciudades y pueblos de Es-
paña.
«Se nos ha dicho por profesionales del periodismo que somos la revista más inde-
pendiente de Vizcaya y que tiene su peso específico. Entre los asociados se reparten qui-
nientos ejemplares, y entre autoridades religiosas y civiles de diversos lugares de España
y de cierto relieve local, otros cuatrocientos ejemplares».
Tuvo, en los últimos años, su período difícil; pero sigue editándose, pues
siempre existen antiguos alumnos con arrojo, que saben superar las dificultades
económicas y de asociacionismo lánguido, propio de los tiempos que corremos.
VIVIENDAS «MARÍA AUXILIADORA»
para los antiguos alumnos y sus familias
Don Felipe Alcántara, ya en el año 1936, había escrito a los Superiores Ma-
yores que la Asociación de Antiguos Alumnos de Baracaldo proyectaba edificar
una colonia de treinta casas baratas. El proyecto quedó inmediatamente apro-
bado.
Pasó la guerra civil, y el mismo P. Provincial se dirigía a don Berruti en es-
tos términos:
«Los Antiguos Alumnos, para conmemorar el cincuentenario de la Obra Salesiana,
quisieron comprar unos terrenos cerca de casa, nuestros, y hacer un barrio [...]. Tanto
el Consejo de la Casa, como el Inspectoría!, no ponen inconvenientes».
Unos meses antes, don Luis Pazo, acudía al Rector Mayor don Pedro Ri-
caldone.
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D. Fernando Bello, director, impone la
medalla del Cristo del Perdón al antiguo
alumno Chacarte.
Año 1952.
«A Ella le gusta
enormemente ayudarnos».
(D. Bosco, M.B. XVI-269)
D. Nazario Sánchez, como director, ocupa el sexenio que va desde 1955 a 1960.
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«Teníamos pensado, con la venta de unos terrenos propios, hacer algo social en favor
de nuestra iglesia y escuelas; pero en Turín no ha parecido bien. Estamos persuadidos
de que no pasará tiempo sin que venga el permiso deseado, que transformará esta Casa,
que vive al igual que hace cuarenta años, época de su fundación. ¡Que don Bosco influya
desde el cielo!»
A través de estos documentos, que obran en el Archivo Central Salesiano
de Roma, se percibe claramente el anhelo de la Comunidad Salesiana de Ba-
racaldo por realizar, en la ciudad fabril baracaldesa, una obra social-benéfica.
Con ocasión del cincuentenario del Colegio, se habló de la construcción de
viviendas para antiguos alumnos, agrupadas alrededor del Colegio. Ello atenua-
ba el problema baracaldés al respecto, y daba facilidades para una acción más
directa de formación de los exalumnos conforme al espíritu de San Juan Bosco,
iniciada en sus años infantiles y continuada en los juveniles mediante el Círculo
Domingo Savio y la Asociación de Antiguos Alumnos.
El promotor de la obra fue don Deogracias Martín ¡Regalo de Dios a la Fa-
milia Salesiana la vida y actividades de este benemérito antiguo alumno de los
tiempos de la fundación del colegio, amigo de don Marcelino Olaechea! El
inauguró el teatrillo con las ingenuas comedias que hicieron las delicias de chi-
cos y grandes.
Pues, bien, en los tiempos de don Nazario -Director- y de don Julio Ra-
món Mazas, yerno de don Deogracias -Presidente de la Asociación—, se decidió
construir las viviendas en un terreno colindante con el colegio, propiedad del
señor Arana, que había sido Alcalde. Se le compró el terreno muy barato por
razón del fin al que iba destinado. Y también se compró una franja a los sa-
lesianos.
La Asociación no tenía personalidad jurídica, y se recurrió a Viviendas Viz-
caya, entidad promotora con domicilio en Bilbao, a cuyo nombre se escrituró
el terreno y se realizó el proyecto.
Las obras se adjudicaron a don José Soga, constructor y antiguo alumno.
Se realizó con él un trato, ya que por aquel entonces escaseaba el hierro; había
cupos y estraperlo. El trato consistía en que don Julio Ramón Mazas consiguie-
ra de A.H.V. que se le suministrase todo el hierro a precio legal y el señor
Soga, a cambio, regalaría un edificio para la sede social de los Antiguos Alum-
nos.
Respecto al ambigú surgieron dificultades a la hora de la entrega. Sufrió
Soga, sufrió Mazas y sufrió la Asociación. Nada tiene de extraño el que, en
obras de esta clase, no se de el entendimiento que sería deseable. Prueba de ello,
la experiencia.
Don Emilio Hernández, Provincial; don Nazario Sánchez, Director; y don
Alberto Echevarría; Presidente entonces de la Asociación, dieron muestras ine-
quívocas de sacrificio y de amor a la Obra Salesiana, mediando en el asunto,
que quedó bien resuelto.
El año 1960, ciento noventa y cuatro casas -con su calle principal que lleva
el nombre de María Auxiliadora- eran ya una consoladora realidad.
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6. ALGUNA NOTICIA MAS
Misioneros seglares
El 10 de abril de 1960 les fue impuesto a Mauricio Pérez Careaga y a Juan
Luis Gutiérrez, antiguos alumnos del colegio, el crucifijo de Misioneros seglares
en la basílica de Begoña.
Luego marcharon a la región de Yurimaguas -en el Alto Amazonas-, de-
cididos a afrontar el clima duro y el peligro de las fiebres malarias. Y ello para
extender por aquellas latitudes el reino de Dios. «Nos introduciremos -decían-
en donde el sacerdote no pueda penetrar y procuraremos dar el ejemplo de
nuestra caridad haciendo lo que Cristo mandó: dar de comer al hambriento y
vestir al desnudo».
Algunos datos estadísticos
Socios de las Compañías: 224, repartidos en la de la Inmaculada, Santísimo
Sacramento y San Luis.
Antiguos alumnos afiliados: 945; Cooperadores inscritos: 280;
Archicofradía: 875.
El número de los miembros de la Archicofradía fue siempre muy crecido;
trabajaron mucho y bien para fomentar el amor a María Auxiliadora; actuaron
con entusiasmo en la organización de su culto; y fueron generosos siempre que
se trató de adornar y dotar la iglesia de objetos sagrados. A través de nuestra
historia hemos ido dejando caer testimonios que corroboran cuanto acabamos
de afirmar.
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¿DE LA CALMA A LA TEMPESTAD?
1. PERSONALIDAD DE DON LUIS TORREÑO,
Director (1961-1966)
Creo sinceramente que muy pocos salesianos han conocido la personalidad
de don Luis en toda su riqueza humana y sobrenatural.
No brillaba ciertamente por su saber, que se mantenía en una discreta me-
dianía; sí, mucho más, por su trato afectuoso, aunque a veces, momentánea-
mente brusco; ni por otros varios motivos. El carisma de don Luis, y su virtud
característica, lo constituyó su espíritu de entrega sacrificada. Era, como cali-
ficaba don Bosco a su querido don José Bertello: «Una masa de oro, cubierta
de un poco de escoria».
Caridad sin límites la de don Luis, y espontánea; que, en lucha constante,
le empujaba hacia los extremos: a la prodigalidad, como vicio; y a la magna-
nimidad como virtud; y que, en su puro y recto propósito, siempre se trocaba
en alta perfección.
Creo que más que para Director -y lo fue durante dieciocho años en las
Casas salesianas de El Royo (Soria), Zuazo de Cuartango (Álava) y Baracaldo-,
su carisma iba encauzado hacia el de roturador de nuevas fundaciones, en las
que falta todo y abunda el sacrificio. No era el Ignacio organizador; más bien
se acercaba al Javier roturador que —obediente al primero, pero con su sello
personal y singular- iba abriendo surcos y caminos, desbrozándolos y abonán-
dolos, hoy aquí, mañana y más tarde allá; sin parar, porque pararse suponía
para él morir.
Don Luis no era tanto un hombre para dirigir Casas, sino para abrirlas. Sin
recursos; muchas veces sin ayudas, con algo de ese allá te las arregles por parte
de los Superiores, que sabían que se las arreglaría. Sin regatearle el bien inmenso
que durante su sexenio realizó en Baracaldo, su puesto estaba en echar los ci-
mientos de una obra, de un colegio; y pasar luego a otro, y ¡sobre todo hubiese
estado a gusto de verdad metido toda su vida en el santo jaleo de los Oratorios
Festivos!
Para mejor redondear su figura, hemos de decir que, después de un período
de director y no ya en Baracaldo, pudo constituir un pequeño problema por
su constante intransigencia en materia de vida religiosa. Creo que vivía un tanto
estancado en los tiempos de don Bosco, al que amaba con locura, y en su mismo
entorno histórico. Sufría mucho por su comportamiento pre-conciliar o conciliar
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un tanto intransigente. ¡Eran tiempos difíciles, de búsqueda, y él se atornillaba
a lo que siempre había vivido porque otros avanzaban demasiado!
Resultaba muy difícil a veces amoldarse a su rigidez en la concepción de la
vida religiosa; pero, aún así, sabía darse por entero y con amor infundir su na-
tural alegría salesiana, que mantuvo hasta el fin de su vida; sobre todo en los
muchachos internos, unos trescientos, que poblaban el colegio salesiano logro-
nes. ¡Lo querían muchísimo!
2. LA NUEVA INSPECTORÍA DE SAN FRANCISCO JAVIER
Antes de proseguir nuestro relato, centrémoslo en el desarrollo de la Obra
Salesiana en España. Sucintamente. Ello nos resultará útil. Y ¡es que tampoco
puedo olvidar que la publicación de esta Historia de la Casa más antigua de
nuestra Inspectoría coincide con el veinticinco aniversario de la fundación de
ésta como Provincia independiente.
Recordemos algunas fechas clave:
- En 1888, muere don Bosco. Contaba entonces la España salesiana con las
Casas de Utrera (Sevilla) y Sarria (Barcelona).
- El año 1889, llega don Felipe Rinaldi como Director de la Comunidad
de Sarria. Lleva la alta dirección -si bien no oficial o de ture— de las otras tres
que sucesivamente se fundan: San José de Rocafort (Barcelona), Granja Agrí-
cola de Gerona y la de Prado de Viñas (Santander).
- Año 1892. Don Miguel Rúa erige la Inspectoría de la Península Ibérica.
Provincial de la misma, don Felipe Rinaldi.
- Año 1901. La extraordinaria proliferación de obras mueve a los Superio-
res a la erección de tres Provincias, que toman los nombres de: Tarraconense,
Bética y Céltica. Provinciales de las mismas, respectivamente: Don Antonio
Aime, don Pedro Ricaldone y don Ernesto Oberti.
- Al comienzo de la segunda década del siglo, se funden en una única Ins-
pectoría la Céltica y la Tarraconense, con sede Inspectorial en Sarria. Inspector:
Don José María Manfredini. Le sucede don José Binelli. La Bética no experi-
menta variación. Al largo mandato de don Ricaldone sucede el de don Antonio
Candela.
- Comienzos de la tercera década del siglo. Se separan las Inspectorías Cél-
tica y Tarraconense. Don José Binelli continúa el frente de la Céltica y don
Marcelino Olaechea es nombrado Provincial de la Tarraconense (año 1922-
1925).
- Año 1954. Son erigidas las nuevas Inspe:torías de Santiago el Mayor
(León) y la de Domingo Savio (Córdoba).
- Año 1958. Se erige la Inspectoría de San José (Valencia).
- Año 1961. Se erige la Inspectoría de San Francisco Javier (Bilbao).
Para la constitución de esta última, se desgajan:
- De la Inspectoría de Madrid: Baracaldo, Baracaldo-Burceña, Bilbao-
Deusto, El Royo (Soria), Pasajes (Guipúzcoa), Sarracín (Burgos), Zuazo de
Cuartango (Álava).
- De la Inspectoría de Zamora (hoy León): Santander.
- De la Inspectoría de Valencia: Pamplona-Aralar y Pamplona-IMENASA.
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El rescripto de la concesión de la gracia por pane de la Santa Sede lleva la
fecha del 22 de septiembre de 1961; la ejecución del mismo por el Rector Ma-
yor, don Renato Ziggiotti, data del 7 de octubre de 1961.
Quedaba al frente de la nueva Inspectoría don Emilio Hernández. La Casa
de Baracaldo, dentro de la Inspectoría recién erigida, continuaba bajo la direc-
ción de don Luis Torreño, que llevaba en ella un año desde su nombramiento
por el Inspector de la antigua Céltica, don Maximiliano Francoy.
3. ¿QUE MAS SOBRE DON LUIS Y SU COMUNIDAD?
Por algo decía don Bosco que los salesianos no sólo han de actuar, sino
también dejar constancia de lo actuado.
Ello no va contra la virtud de la humildad. Es curioso que el santo sintiera
alegría cuando el cardenal Spínola publicó un escrito -muy bueno por cierto—
sobre la persona del Fundador de los salesianos y su Obra. Don Bosco sólo
buscaba la gloria de Dios. ¡Bien se han cuidado las Ordenes antiguas de archi-
var sus crónicas y su historia!
He buscado en los archivos Inspectorial y de la Casa; he solicitado la apor-
tación oral de los hermanos; y relato cuanto he podido captar en mis inves-
tigaciones. ¿Que existen lagunas? Creo que siempre se salva lo sustancial. Y
esto en toda la obra.
Allá va pues, cuanto puedo referir sobre éste y los sucesivos directorados.
Cuando el P. Torreño llegó de Director a Baracaldo, se afanó en mejorar
la imagen de la Casa. Siguió en esta tarea la línea de sus antecesores y ¡por su-
puesto que no logró terminarla!
La cocina precisaba un arreglo a fondo; también los servicios; el patio ca-
recía de fuentes.
En la Casa seguía reinando la pobreza. La vivían los salesianos en grande.
El primer pobre era el propio don Luis.
Apóstol infatigable de la confesión; cinco horas seguidas atendía los sábados
a los penitentes. A las 10,30 de la noche salía a la cocina a cenar. Muchas veces
hubo de quedarse sin probar bocado, pues el excesivo trabajo le había quitado
el apetito.
Atendía con inmenso cariño a quienes daban señales de una posible llamada
a la vida religiosa b sacerdotal. Organizaba campañas para, sin asomos de coac-
ción, conquistar vocaciones. Nunca le faltaban ocurrencias sencillas y, a la vez,
ingeniosas, para estimular el fervor y el entusiasmo de los muchachos. Hombre
de fe, oraba, hacía rezar y celebraba muy a menudo Eucaristías vocacionales.
Se encontraba a gusto, sobre todo con los oratorianos.
El mes de enero de 1973, Atalaya publicaba una entrevista con don Luis
cuando éste residía en la Casa Salesiana logroñesa.
-¿Cuáles fueron sus mayores alegrías durante su estancia en Baracaldo?
-La ayuda que encontré en toda la Familia Salesiana para realizar el bien;
la colaboración de mis hermanos salesianos, mediante sus trabajos y sacrificios
en la formación de los alumnos; la Archicofradía con su labor callada, constante
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y sacrificada, los Antiguos Alumnos con su constante colaboración, respeto y
cariño.
-Y ¿cuáles las cosas menos gratas?
-La verdad es que sin sufrimiento no se concibe una vida. Preocupaciones
me trajeron la construcción de las viviendas y Centro Social; pero las plegarias
de los niños inocentes obtuvieron la gracia de las soluciones ansiadas.
El cronista abunda en críticas: desorganización, horarios improvisados, etc.
Incluso le achaca a don Luis la decadencia de alguna fiesta como la de San Juan
Bosco.
Así hallamos la cosa y así la dejamos. De todos modos lo que sí podemos
afirmar es que don Luis amaba con locura a don Bosco.
También podemos añadir que el ropaje, en el que van envueltas esas críticas,
es un tanto áspero e hiriente.
Como conclusión, debemos hacer constar que las limitaciones y fallos del
P. Torreño -¡los tenía!- quedan cubiertos y con creces por su amor y entrega
a todos. Sus brazos y manos estaban siempre extendidos para dar; dar lo que
tenía, y muchas veces lo que no tenía, pero conseguía con sus industriosas pi-
cardías. Daba a todos, se entregaba a todos: a los chavales, y -si pobres- mucho
más; a los ancianos -¡cómo los veneraba y obsequiaba con mil detalles!—; a las
religiosas; a mendigos y pordioseros, a todo aquél que -por falta de todo y so-
bra de sufrimientos- era un doble de Jesús.
4. ALGUNAS NOTAS SOBRE LAS ACTIVIDADES DEL COLEGIO
El Vicario del Rector Mayor, don Albino Fredigotti, que visitó la Casa de
Baracaldo, estampó estas líneas en el libro de actas.
«Las hermosas cosas que han dejado escritas los Inspectores y el precedente
Visitador son verdaderas [...]. Diré que gozo viendo que se está trabajando por
renovar el colegio, después de tantos años de servicio como ha prestado».
Y para que los salesianos de entonces consiguieran los frutos que lograron
sus antecesores, añadía:
«Recomiendo vivamente a todos la mayor penetración posible del espíritu
salesiano en la disciplina, en los recreos, clases, aumentando en lo posible la be-
nevolencia mutua entre superiores y alumnos, y disminuyendo, también en lo
posible, los castigos. Así se mantendrá la gloriosa tradición de estos exalumnos
tan afectos al Colegio».
Se le acercaron los antiguos alumnos y le preguntaron:
-«Si viniera ahora don Bosco, ¿qué haría?
-Don Bosco está vivo, está entre nosotros. Haría lo que hacemos nosotros:
preocuparse por los muchachos y, sobre todo, por los obreros.
-Al no ser idénticas las necesidades actuales y las de antaño, ¿hubiera cam-
biado su método de acción?
-Haría lo que siempre hizo: interesarse por los más necesitados, por los ni-
ños y los obreros.
—¿Qué impresión ha sacado usted de la Casa de Baracaldo?
-Muy buena. Se está renovando el colegio, y en él el espíritu salesiano es
muy bueno».
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Cuantos hemos conocido a don Fredigotti, sabemos bien que no se andaba
con paños calientes y que era muy exigente.
El año 1961 cursaban sus estudios en el colegio ochocientos muchachos. La
enseñanza primaria abarcaba cinco cursos; cuatro más de bachillerato.
En 1964, llegaba la concesión del Ministerio elevando el bachillerato a la ca-
tegoría de autorizado de grado superior.
La crónica de la Casa anota el 6 de julio del mismo año:
«Terminan las calificaciones de la reválida de 6.° curso. Óptimo resultado.
Francamente bueno la de los de 4.°. Nos debemos felicitar y ser agradecidos
con el Señor».
La renovación del colegio, a la que aludía don Albino Fredigotti, necesaria
en extremo y requerida por la categoría de los estudios que en él se cursaban
(bachillerato completo), se refiere a las obras en realización en el salón de actos,
servicios, lavabos y duchas; a la instalación de una sala de recreo con sus ac-
cesorios, amén de la construcción del nuevo pórtico.
El 30 de abril de 1963, con la asistencia de todos los alumnos, el P. Director
bendijo la excavadora y los lugares de las otras obras aún en potencia. Al ter-
minar los muchachos la debota plegaria, comenzó a funcionar la excavadora.
Sólo en parte pudieron realizarse, por entonces, los proyectos concebidos;
pero ello constituyó un avance audaz y valioso.
Otra actividad interesante fue la reorganización de los Cooperadores Sale-
sianos bajo la dirección inmediata de don Félix Muñoz. No faltaron conferen-
cias y coloquios para un mayor esclarecimiento del concepto de Cooperador
Salesiano. A la cita de la segunda conferencia anual acudieron doscientos miem-
bros de la Pía Unión. Funcionó un ropero para las necesidades de la iglesia y
los niños pobres. Se montó una exposición de la Buena Prensa. Se lanzó una
campaña a favor de que no hubiera un hogar en Baracaldo que no conociera
a María Auxiliadora o careciera de una imagen suya.
El año 1964, la fiesta de los Antiguos Alumnos coincidió con las Bodas de
Oro Sacerdotales de don Cirilo Sagastagoitia. Fue él quien ofició la Eucaristía.
La homilía corrió a cargo de don Juan Gil. A la comida de hermandad acu-
dieron doscientos veinticinco exalumnos. Presidió la mesa don Luis Ingunza,
alcalde de la localidad. No faltaron representaciones de los colegios de Santan-
der, San Sebastián, Deusto y Pamplona. Al final de la comida, el Alcalde en-
tregó a don Cirilo un crucifijo, y la Asociación, un pergamino. La despedida
tuvo lugar en la iglesia con el canto de la Salve a María Auxiliadora.
5. OTRAS NOTICIAS
Don Luis Monserrat se va sonriente al cielo
El 21 de enero de 1968, don Luis cumplía 80 años. De ellos, 30 afincado
en la Casa de Baracaldo, dedicado a la enseñanza y ministerio pastoral. Los an-
tiguos alumnos le ofrecieron un homenaje cariñoso. Le preguntaban:
-¿Cómo está ahora, Padre?
-Un poquito molesto con el corazón. Son muchos años ya.
-¿Cuántos alumnos han pasado por sus clases?
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—Miles. Todos ellos muy buenos.
—¿Qué asignaturas daba?
—Matemáticas. Esa fue mi especialidad. Y cultura general.
—¿Fue profesor rigurosos?
—No. A los muchachos hay que tratarlos como lo que son. El afecto es más
eficaz que el castigo».
Ofició a las 12, la Santa Misa. Además de los exalumnos, muchos otros ba-
racaldeses acudieron al acto litúrgico. Por la tarde, en el salón de actos del co-
legio, los antiguos alumnos, la Schola cantorum de San Vicente y la rondalla de
las Salesianas, le dedicaron una cariñosa velada.
Pasó poco más de un año; y el 29 de mayo de 1969, el P. Monserrat se
fue a la Casa del Padre. La noticia causó fuerte impacto en Baracaldo. Se le que-
ría. Porque era de todos y para todos.
Cayó en la brecha. Cumpliendo el deber. Hizo vida normal y de regla hasta
breves horas antes del inevitable paso. Y ¡cómo lo dio! ¡qué ejemplo de fe, de
piedad, de fortaleza!
«Se nos fue bromeando —lo decimos en serio- con su amiga la Muerte, a
la que venció sencillamente, sin aspavientos; con una simple sonrisa, la que aflo-
raba siempre y sonrosaba su rostro de niño, como un reflejo de la sonrisa, de
la gracia de Dios».
Monseñor Olaechea agradece, pero no acepta
Recordando con afecto a su paisano, el señor Arzobispo de Valencia, acu-
den los antiguos alumnos al Ayuntamiento en demanda de su aprobación para
erigir un monumento a don Marcelino.
Ya está todo en marcha. Dan a conocer el proyecto al propio Obispo. Este
agradece, pero responde: «El mejor monumento que podéis levantar es el de
las muchas escuelas; y, especialmente, ese nuevo colegio salesiano que está en
proyecto».
Nuevo Centro Social de Antiguos Alumnos Salesianos
Era del todo necesario. Aludí ya a las serias dificultades que supuso: dis-
gustos, contratiempos. No entro en detalles. Las obras de Dios crecen con el
riesgo del sufrimiento.
Dos hermosas plantas, cada una de unos doscientos metros cuadrados. En
la baja, quedan instalados el bar, la cocina, servicios y escalera de acceso a la
superior. Arriba, la Secretaría, el salón de actos, aseos y biblioteca.
Se adquirieron un buen frigorífico, una cafetera de tres brazos, radio, tele-
visor, mobiliario en fórmica y sillones en plástico. Y por supuesto, se instaló
la calefacción. «Todo ello se pagó con un crédito bancario que fue liquidado
con un donativo de doscientas mil pesetas de doña María de Regona».
El Centro fue inaugurado el 8 de diciembre de 1962. Lo bendijo el Provin-
cial, don Emilio Hernández.
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D. Emilio Hernández es el primer Provincial de la Inspectoría «San Francisco Javier». Le
acompañan D. Nemesio Delgado, encargado de Cooperadores y Antiguos Alumnos y la Junta
Regional con Mauricio Fernández como Presidente y Gerardo Echevarría, José Luis Mieza,
Antonio Monasterio y Victoriano Meléndez como Directivos. Con los Presidentes Miguel Ochoa
de Pamplona, Félix Callejo de Deusto y Antonio Soberón de Santander.
» - \\a¿.2
D. Wenceslao Ortega. Director desde 1966 a 1972. En el centro D. Luis Torreño, director desde 1961 a 1966.
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Industrias caritativas
Algo dejamos constatado atrás. Desde el año 1961, con ocasión de la so-
lemnidad de San Juan Bosco, un grupo de antiguos alumnos va a visitar el Sa-
natorio de Santa Marina, precisamente el pabellón San Juan Bosco. Se obsequia
a los enfermos con una veladita o sobremesa y diversos regalos.
En la visita del año 1963, se les prometió que otra vez se les llevaría dos
pares de calcetines a cada uno y algunos pasamontañas. Los ingresados eran
unos sesenta hombres. Había que hacerse con ciento veinte pares de calcetines.
Regalo muy práctico para quienes habían de dormir con las ventanas abiertas,
aún en el crudo invierno, a causa de la entonces terrible y generalizada enfer-
medad de la tuberculosis.
La esposa de un antiguo alumno:
-«Yo me encargo de hacer dos pares, mi hermana otros dos y mi vecina...
creo que otros dos.
—Nadie diga que no tiene tiempo, pues la primera que ha roto el fuego es
madre de tres hijos menores de cinco años; y no tiene muchacha, ni madre, ni
suegra que le ayude».
¡Qué gesto tan hermoso! ¡Trescientos pares de calcetines y treinta pasa-
montañas!
El Correo Español se hace eco del éxito y... entrega otros doscientos pares
de calcetines.
¿Otro detalle?: La Operación chaqueta y pantalón.
«Todos os acordáis de don Lucio Corta, Consejero que fue en este colegio
y que actualmente es Padre Benedictino en la Abadía del Valle de los Caídosy
donde se desvive por todos los baracaldeses que van a visitar el colosal monu-
mento.
A don Lucio se le envía Atalaya. Nos escribe diciendo que conoce a tres
familias necesitadas. Y, en favor de ellas se lleva a cabo la operación «chaqueta
y pantalón».
6. DON WENCESLAO ORTEGA,
nuevo Director del Colegio (1967-1972)
Período difícil
Le interrogo a don Emilio Hernández, Provincial cuando don Wenceslao
comenzó la tarea de dirección del colegio.
-Dime algo de él.
-Le conocí en Zuazo de Cuartango. Tuvo que marchar de allí para cumplir
el servicio militar en calidad de capellán castrense. Lo hizo en Madrid en el Re-
gimiento de Tanques. Los días que libraba residía en nuestro colegio de Estre-
cho. Cuando terminó el servicio, cesaba de director don Luis Torreño. Me pa-
reció que Wences podía suplirle. Es dócil, razonable, culto en ciertas materias.
Como hombre, tiene sus limitaciones. Ante mí pesaron más sus cualidades que
sus defectillos....
Terminado el sexenio en Baracaldo, más fácil le fue presidir después la Co-
munidad de Nueva Montaña (Santander). Hoy sigue trabajando en Baracaldo
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-soldado raso—, pero con un amor a don Bosco y a todo lo salesiano de muchos
quilates. Sencillo, muy tratable, atento y servicial. Don Wences es, ante todo
y sobre todo, un hombre bueno.
En diálogo con él veo que se desprecia y humilla en exceso cuando habla
de sí mismo: «yo no estaba preparado, era demasiado joven para ese cargo, eran
tiempos difíciles y lo cumplí mal. Me tocó bandearme en el centro del ciclón,
de la marejada que trajo, no el Concilio, sino la mala interpretación del mismo
hecha por muchos».
Las dos décadas que corren desde el año 1965 al 1985, ofrecen fascinante
interés; y, a la vez, la máxima dificultad para el historiador que quiera buscar
con honradez la mayor objetividad posible en el empeño de juzgar los hechos
y conducta propias de esa época.
Hemos hecho un estudio serio al respecto; digamos mejor un esfuerzo -vi-
deant índices- con ocasión de la biografía de don Luis Chiandotto; no la que
Dios mediante va a publicarse en breve, sino la fotocopiada de mil páginas, que
queda ya depositada en el Archivo Central Salesiano de Roma y en los de las
Inspectorías de España.
Cuanto hasta aquí hemos dejado reseñado lleva la garantía histórica de la
completa revisión de fuentes y bibliografía con su dosis de prudencia por la cer-
canía de personas y acontecimientos. Las virtudes de la justicia y la caridad exi-
gen exponer siempre la verdad, pero no toda la verdad. Queda para los estu-
diosos su recurso al Archivo Inspectorial, donde hallarán ciertamente documen-
tos válidos para elaborar un juicio provisional', pues el definitivo será fruto de
la espera, durante alguna década más, de perspectivas más lúcidas y seguras.
La humanidad entera ha sufrido, en nuestros tiempos, la sacudida de cam-
bios inesperados. En todas las áreas de la vida: la civil, la política, la social, la
religiosa y la familiar. Época de transición brusca, vertiginosa. Moldes antiguos
que de repente se rompen o se transforman. Confusión ideológica que muchas
veces se quiere llevar por cauces impropiamente llamados de progreso o tradi-
ción, y que, en la praxis de la existencia personal o de la colectividad, originan
frecuentes alarmas, contestaciones, desahogos e incluso escándalos.
La marejada traspasó fronteras. Sacudió, por supuesto, también a España
entera. En la parcela de los buscadores de la perfección religiosa o sacerdotal,
se pusieron en tela de juicio muchos valores: la identidad del consagrado; los
conceptos de misión y consagración; el sentido de la obediencia, sus límites y
condiciones; el significado y sustancia de la observancia religiosa; la validez de
ciertas prácticas de piedad y de otras prescripciones de Reglas y Reglamentos,
así como de la vida comunitaria tal como hasta entonces se había concebido.
El diálogo a nivel de Consejos y Capítulos derivó, en ocasiones, hacia vio-
lentas discusiones. Privaron los intereses y el amor propio, pero opino que so-
breabundó la buena fe. Se dieron desaciertos conjugados con las más rectas in-
tenciones. Con frecuencia fallaron los modos, no tanto la actitud honrada y fiel.
Sustancialmente fue una época de búsqueda con las inherentes limitaciones hu-
manas de egoísmo, ignorancia o duda. Ciertas vivencias antiguas resultaban ya
inoperantes, ineficaces y, hasta en ocasiones, oprimentes. Debía valorarse más
la responsabilidad personal del consagrado.
La Santa Sede mandó revisar las Reglas y Reglamentos de los Institutos re-
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ligiosos en orden a su cuidada adaptación a las orientaciones del Concilio Va-
ticano II.
La agitación universal tenía que repercutir forzosamente en las Inspectorías
y en las Casas religiosas.
La crisis le llegó a la Inspectoría de Bilbao en período aún un tanto álgido.
Inspectoría joven, integrada en su inmensa mayoría por salesianos jóvenes, se
mantuvo, no obstante —por ello o a pesar de ello— en relativa serenidad, no co-
mún en otras latitudes.
Y, ¿qué decir de la Casa Salesiana de Baracaldo?
«Yo veía, -me dice don Wenceslao- que cambiaban muchas cosas, vi que
la juventud venía con otras ideas, con novedades, y muchas veces me desorien-
taba. En mi período de formación y más adelante, habíamos vivido un concepto
distinto de autoridad, ¡y mucho más durante mi estancia reciente en el ejército!
Creí que el bien de la Congregación me exigía evitar abusos y encontrar el
equilibrio. Mas no era fácil alcanzarlo en una época de difícil transición. Yo
consultaba con algunos Superiores, pero ellos también se balanceaban en la pe-
ligrosa cuerda de la continua búsqueda».
Don Wenceslao reitera delante de mí la exposición de sus fallos. ¿Quién no
los tuvo en uno u otro sentido?
Docencia
«Me tocó entrar en el mundo de la renovación académica y, por supuesto
de las titulaciones exigidas por el Estado. No era de fácil solución la tarea y
no faltaban disgustos y hasta chantajes por parte de algunos profesores exter-
nos».
Las actividades del Colegio en su relación con el bachillerato -según Enlace,
n.° 9, de la Inspectoría de Bilbao-, tienen su comienzo el curso 1954-1955 en
el que son presentados, como alumnos libres, un grupo de chicos escogidos en-
tre los distinguidos en las clases de Ingreso. Las crónicas hablan de comienzos
difíciles y sacrificados, pero con óptimos resultados.
El curso 1963-1964 funciona ya como Bachillerato autorizado. Fecha de su
autorización, el 29 de abril de 1964. Es en el curso 1966-1967 cuando funciona
definitivamente como Reconocido Superior. Fecha de reconocimiento, 6 de abril
de 1967 (B.O. 25 de abril 1967).
En las estadísticas de los años 1965 al 1973, se observa un claro aumento
en el alumnado de bachillerato superior. Ello es debido, en gran parte, a los
alumnos que teminan cuarto curso en Burceña y vienen al colegio de Baracaldo
a terminar sus estudios.
Por señalar un dato de referencia, en el último año del directorado de
don Wenceslao, correspondiente al curso 1971-72, había en el colegio 1.053
alumnos.
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Participación de los padres en la vida colegial y en diversas actividades, a través de la
Asociación establecida en el curso 1971-72.
D. Agustín Septién, el Formidable de la margen izquierda, el que «nunca me jubilaré
mientras haya niños»», recibe los obsequios de Modesto Caballero como presidente de
la Asociación de Padres, en presencia de D. Raúl Cuevas, Director.
Junio-1976.
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7. CRISIS ESPIRITUAL
En los muchachos
Nos dice don Wenceslao que fue de envergadura. Precisamente por el mo-
mento difícil que estaba atravesando la Iglesia. En la parcela de nuestro colegio
se cuestionó la Misa diaria. Había quienes decían que a los muchachos les era
suficiente -para el mantenimiento o manutención de su espiritualidad— una cada
cuatro, tres o menos días. Había que luchar, a brazo partido, para que quedara
algo.
La transición litúrgica supuso, en todas partes, serias dificultades. Abundan-
cia de dudas y variedad de soluciones particulares.
La dificultad crecía -si cabe— en nuestros colegios. La piedad sacramental y
mariana fue para don Rosco la base de su sistema educativo. Y lo sigue siendo.
En los antiguos alumnos
Aparte de la difícil situación arriba expuesta -respecto a la agregación de
nuevos socios y la permanencia de los antiguos alumnos en la Asociación— sur-
gen otros baches. Decaen ostensiblemente los turnos de la Adoración Noctur-
na. «Este grupo, compuesto por antiguos alumnos, sigue unido en la celebra-
ción de sus vigilias con el de la Salle. La asistencia es mínima».
Misa comunitaria y retiro mensual: una media de diez asistentes.
En los informes presentados al Consejo Regional en el mes de noviembre
de 1972 y en la Memoria -Ejercicio 1970-1971-, las actividades desarrolladas
conducen a este Resumen: «Tenemos que decir que la actuación de la Asocia-
ción ha sido, en las áreas que hemos comentado, deficiente. Los programas
marcados sólo se han cumplido en un 50% aproximadamemte y los resultados
han estado a tono con esta actuación. Creemos sinceramente que los objetivos
eran buenos, pero nos han faltado fuerza y espíritu de trabajo, amén de una
mayor colaboración por parte de la Asociación, cuya asistencia ha seguido sien-
do minoritaria».
¿Notas positivas? Las hubo. Citemos Algunas:
El 6 de enero, un grupo de antiguos alumnos acudió al Asilo Miranda de
Baracaldo a visitar a los ancianos. Los obsequiaron con tabaco, frascos de co-
lonia, caramelos, etc... En la organización de este acto colaboró -como en años
anterioires- la Asociación de los antiguos alumnos de la Salle.
Ese día los ancianitos lo pasaban en grande. Entonces la gente sencilla se
contentaba con poco, no sé si por gracia o por desgracia; pero la generosidad
es una virtud que también ha de emplearse en el entorno histórico correspon-
diente al tiempo en que se vive.
En el ambigú de los antiguos alumnos salesianos se recaudó la cantidad de
1.468 pesetas en beneficio de los asilados.
Una de las ancianas -y ¡tenía 96 años!- lanzó al aire, inundada de alegría,
la deliciosa melodía de unas jotas; y otra moza recitó una poesía, aprendida tal
vez en su ya tan lejana infancia.
Las visitas a ancianos y enfermos tuvieron sus inicios en los primeros años
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de la década de los sesenta, siendo presidente de la Asociación de Baracaldo don
Alberto Echevarría. En el Asilo de Miranda, en aquel entonces, había unos
treinta pobres de solemnidad. En la época que estamos historiando alberga a
unos doscientos residentes, que pagan 24.000 pesetas al mes.
Se celebra la fiesta de San Juan Bosco, el sábado 30 de enero, con la Eu-
caristía y la cena en el Centro Social.
Asisten a los actos las esposas de los exalumnos y bastantes alumnos jóve-
nes.
En la Fiesta de la Unión, un grupo de jóvenes se deciden a ingresar en la
Asociación.
En Pamplona -sede entonces del Secretariado Regional de la Asociación- se
celebró el X Congreso. Acudieron representaciones de las Asociaciones de Gui-
púzcoa, Santander, Deusto, Pamplona y Baracaldo. Se trataron temas tan inte-
resantes como la formación de Equipos de Matrimonios dentro de las Asocia-
ciones de los Antiguos Alumnos y la integración de la mujer en el Movimiento
Salesiano Postescolar. Un trabajo conjunto de hombres y mujeres aspira a una
labor apostólica más amplia y eficaz. Y la Casa salesiana de Baracaldo se lanza,
la primera, hacia la realización del proyecto.
Persiste, pues, algo más que un rescoldo en la mente y el corazón de los
antiguos alumnos, que se convertirá en fuego y llamas cuando se estudien y
apliquen los métodos nuevos que demanda una sociedad en continuo e inusi-
tado viraje. Y esto no es asunto de días, sino de tiempo bien empleado e inin-
terrumpido.
La ola de la indiferencia, en el campo religioso y social constituyó en esta
época un fenómeno universal. Y, bajo formas diferentes, sigue aún su proceso.
Pero los baches no suponen hundimiento, ni las heridas la muerte. Al contrario,
deben constituir estímulo y acicate para el paso desde la áurea mediocritas a una
vigorosa superación. Y se llegará, ¿cómo no?, al vigor, valentía y alto espíritu
de los mejores tiempos de la historia que hemos descrito. Surgirán hombres:
salesianos, antiguos alumnos, cooperadores, archicofrades, con mente lúcida y
espíritu santamente renovador. Nuevas iniciativas, ensayos y trabajos nos lan-
zarán a alturas insospechadas.
Mons. Eugenio Beitia —«Nuestro Obispo le llama Eco Salesiano, porque nos
conoce, nos quiere y se considera como uno más de la Casa»- aprovechó la
fiesta de San Juan Bosco -año 1967- para expresar su afecto a los salesianos y
a su obra. Desde la celebración de la Eucaristía en la parroquia de Santa Teresa
hasta los concursos deportivos compartió el día con los salesianos. Su homilía
en la santa Misa fue bellísima, maciza de fondo y brillante de forma, llena de
unción. Presentó la figura humana, apostólica y providencial de don Bosco.
Las iglesias de Baracaldo contribuyeron a la fiesta ofreciendo a los salesianos
sus locales. En la de San Vicente, el mismo Prelado impartió la Bendición Eu-
carística. En la de San José, tuvieron Misa solemne los muchachos de la Escuela
de Maestría, que honraron con fervor a su Patrono.
En esa misma fecha organizaba la Asociación el I Salón Internacional Don
Bosco de Cine Amateur y II Nacional. Podían concursar los cineastas amateurs,
nacionales y extranjeros, que enviasen películas de 16 y 18 mm. en blanco y
negro, o color. El éxito del concurso seria premiado con el Proyector Oro, Don
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Rosco de Oro, Plata y Bronce. Entidades y establecimientos industriales con-
cedían, asimismo, otros trofeos, medallas y placas.
8. OTRAS NOTICIAS
Peregrinación a Santiago
2 de mayo de 1971. Se verifica, en el tradicional lugar de las peregrinaciones,
un encuentro de la Familia Salesiana con la finalidad de lucrar los beneficios del
Jubileo.
La víspera, se celebró un Consejo Nacional de Antiguos Alumnos. De Ba-
racaldo había partido un autocar.
Vidas y muertes ejemplares
Julio Ramón Mazas y Mauricio Fernández entregaban sus almas al Señor
el 17 de noviembre de 1971 y el 2 de febrero de 1972, respectivamente. Dos
antiguos alumnos de recia personalidad. Con una sólida formación humana y
social, fieles a sus convicciones; y, por encima de todo, muy salesianos en el
hogar, en la calle y en sus cargos de responsabilidad. Sencillos, modestos, hu-
mildes. Como lo fueron Arturo Díaz Basterra, Emiliano Muñoz, Arturo Cas-
tillejos, Juan Palacios y Deogracias Martín, que se les adelantaron en su carrera
al Cielo para prepararles un lugar junto a don Bosco, al lado de tantos sale-
sianos santos que conocieron. Todos ellos fungieron el cargo de Presidentes de
la Asociación.
«Ella en mi niñez mis pasos guió;
por eso, desde niño, siempre la quise yo»
-Me llamo Rafael Echevarría Guriérrez Chacartegui. En los carteles, Rafael
Chacarte.
-¿Acudiste al colegio baracaldés de los salesianos?
-Durante cinco cursos. Era un chaval muy travieso. He recibido una buena
educación cristiana de ellos y mis grandes alegrías se remontan a mis años de
colegial.
-En ocasiones se te ha tachado de exceso de valentía en el ruedo.
-He tenido catorce cogidas. Seis de ellas, muy graves. En una se me admi-
nistró la Extremaunción. Pero a mí las cornadas me encoraginaban aún más, y
estaba deseando salir de la clínica para volver al toro.
-¿Rezabas al salir a la arena?
-Siempre, a María Auxiliadora.
Baracaldo. Colegio Salesiano. Madre fecunda de hombres de valía. Sus fru-
tos más preciosos han sido, evidentemente, las vocaciones a un estado de per-
fección. Y toreros y deportistas de todo género, que invocan a María Auxilia-
dora; pero, sobre todo, apóstoles que propagan su devoción.
Eco Salesiano, Mayo 1970.
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«Nuestra Familia ha dado al clero secular, religioso y a la Congregación Sa-
lesiana más de un centenar de sacerdotes». Y, a través de la Escuela de Maestría,
¡qué cantidad de salesianos coadjutores!
Como el fuego de sus fábricas, Baracaldo y el colegio salesiano, en una serie
prolongada e ininterrumpida de años, irradiando luz, calor, fuerza y vigor en
miles y miles de almas.
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DON MARCELINO HA MUERTO
1. VOY A CASA, PUES ME LLAMA MI PADRE
No me lo perdonarían los antiguos alumnos si, al llegar a este momento de
nuestra historia, no dedicase unas páginas a la memoria de uno de los primeros
alumnos del colegio de San Paulino de Ñola. No me perdonarían la omisión
los baracaldeses, pues fue don Marcelino paisano suyo, hijo de un obrero de
Altos Hornos, hijo predilecto del pueblo. Amaba a Baracaldo, y Baracaldo le
veneraba. Era su gloria.
Había ocupado, asimismo, el cargo de Inspector de la Provincia Céltica, en
años en que el colegio pertenecía a su jurisdicción religiosa.
Sí. Unas líneas sobre el P. Olaechea. Cortas, pues esperamos salga un día
a luz su espléndida biografía. ¡Dios lo quiera!
Mons. José María García Lahiguera, sucesor de don Marcelino en el arzo-
bispado de Valencia, pronunció en la misa exequial del ilustre finado, una emo-
tiva homilía. Tres lemas llenan una vida enteramente apostólica: 1. Dame almas,
lo demás no me importa; puedes llevártelo. 2. Pasó haciendo el bien. 3. Amó
y se entregó.
En estas tres frases está integrada la vida de don Marcelino.
Se detuvo el Prelado oficiante en el amor que don Marcelino, como hijo de
San Juan Bosco, sintió a la Virgen, a la Eucaristía y a los pobres.
Valencia reconoció en él a su padre y pastor; lo declaró hijo adoptivo, con-
cediéndole además la Medalla de oro de la ciudad y de la provincia.
Se refirió don José María a los últimos días de don Marcelino y a su tes-
tamento. Nada dejaba, pues nada tenía. Vivió como pobre y pobre murió.
Año 1972. El día de la Virgen del Pilar, 12 de octubre celebró su última
Eucaristía; y, el día 13, comunicó a su familiar que el Señor le había anunciado
que ya le iba a llevar; quería que su entierro fuera sencillísimo y que le dieran
sepultura en el panteón de los salesianos.
Se le oía decir: «Sé que he de morir uno de estos días y no tengo enfer-
medad alguna; ya veremos por dónde tira Dios».
El día 18, recibió en la capilla el Viático y la Unción de enfermos, después
de asistir a la Santa Misa; y el 21, a las 6,30, después del rezo del santo rosario,
respondía a la llamada del Señor con una muerte plácida, muerte de un santo.
«Entré pobre y salgo pobre». Por eso Valencia, agradecida y conmovida,
quiso colocar su tumba junto a la de Santo Tomás de Villanueva, el arzobispo
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de los pobres. No se resignó a cumplir la voluntad expresada por don Marcelino
en su testamento. De seguro que don Marcelino, desde la Casa del Padre, acep-
tó, a pesar de su prevalente salesianismo, la amorosa picardía de sus queridos
valencianos.
2. ASI LE CONOCÍ YO
Fue Director mío en el colegio de Atocha-Madrid. Año 1933. Antes había
sido mi Provincial. El me impuso la sotana, recibió mis votos religiosos, me
destinó a un campo de trabajo; difícil, pero de gratos recuerdos. Ya Obispo de
Pamplona, me inició en la recepción de las Ordenes Sagradas con la ceremonia
de la tonsura. Unos minutos antes, con aquella su característica sonrisa y gesto
expresivo de rostro, me había dicho, en el patio que daba entrada a la capilla
del Estudiantado Teológico de Carabanchel Alto-Madnd, estas breves palabras:
Picaro paisano. Los tijeretazos y el correspondiente corte de los mechones de
pelo de la ceremonia dejaron huella, en mi entonces más poblada cabeza, du-
rante mucho tiempo. Un cariño demasiado expresivo.
Más adelante me invitó varias veces a acompañarle y a pernoctar en su pa-
lacio arzobispal y prologó dos de mis obras con gran afecto.
Le conocí a don Marcelino. Para el que tenía confianza en él, era un padre.
Para todos era, además, un salesiano sencillo. Su dignidad no le despojó de un
aire alegre, confidencial, amable.
Había jugado con los rapaces de La Coruña, con los internos del Colegio
de María Auxiliadora de Santander en sus primeros años de la vida apostólica.
Y trató más tarde con los bachilleres de Carabanchel, con los estudiantes de
teología; y después con ministros y diputados siempre con el mismo afecto, la
misma elegancia, la misma sensación de autoridad, en todo opuesto al autori-
tarismo. Alto. Su misma altura le hacía aparecer a veces algo encorvado, Mirada
fija, penetrante, amplia, fácil al humor y a la ingeniosidad. No era blando. Exi-
gía cuando era menester. No era un don Binelli, muy padre y muy santo; pero
tal vez excesivamente blando. El carácter de don Marcelino se había dulcificado
en el espíritu salesiano, en la disciplina de sí mismo. Voz apagada. «Su garganta
nos ha dado siempre la impresión de estar envuelto en humo de fábricas de su
pueblo natal [...]. Estilo cortado, incisivo. Ninguna ampulosidad. Buen caste-
llano. Sobrio, sin retórica. Se le oía con verdadero placer».
3. NACIÓ EN UNA FABRICA
«Soy hijo de obrero. Nací dentro de la misma fábrica del marqués de Mú-
dela, hoy Altos Hornos, y mi padre era jefe de ajustadores».
Siendo él muy niño, su padre, don Pedro Olaechea sufrió un fatal accidente
que le costó la vida. Con ello se entristeció el cuadro en que se iban a dibujar
sus primeros años. El jornal del padre había sido el único punto de apoyo para
la familia. Hay quien afirma que por esta razón fue su salud muy delicada —frá-
gil-, más excepcionales sus dotes de inteligencia, piedad y arte de gobernar.
En su escudo episcopal quedaban plasmadas chimeneas y ruedas dentadas;
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[). MARCFLINO OLAKCHKA con ocasión de la entrega de llaves de unas nuevas viviendas.
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como salesiano, a la par que las enseñas fabriles, un corazón en llamas, la es-
trella del mar y la leyenda: «Dame almas y llévate lo demás».
«Tenía un temperamento como naturalmente salesiano» -escribía don Luis
Ricceri siendo Rector Mayor de la Congregación-. La salesianidad de don Mar-
celino era un componente radical de su personalidad.
El año 1933, la Santa Sede le nombra Visitador Apostólico de los dieciocho
seminarios de las Provincias Eclesiásticas de Valencia, Granada y Sevilla. En
1935 era elegido Obispo de Pamplona; y, en 1946, nombrado Arzobispo de
Valencia.
Durante todo el tiempo que duró la guerra civil española (1936-1939), don
Marcelino se entregó a consolar, aconsejar, hacer limosnas a manos llenas sin
que los mismos salesianos, que formaban una pequeña comunidad de cuatro en
el palacio episcopal, pudiesen enterarse de a qué extremos le llevaba su esplen-
didez y generosidad.
«Algo podíamos barruntar —escribía don Vicente Ballester-, oyendo rezon-
gar a su fiel mayordomo don Vicente Schiralli, quien se lamentaba de que el
Obispo fuera tan manirroto; y añadía que tenía las manos agujereadas. Con fe
ciega en la Providencia del Señor, acogía y proveía de lo necesario a cuantos
prófugos de la zona republicana llegaban hasta él, sacerdotes o seglares. Los
vestía, los calzaba, les daba de comer, les buscaba cobijo, muchas veces en su
propio palacio».
¿Hubiese obrado de otro modo don Bosco?
Valencia entera se conmovió ante la actividad desplegada por su arzobispo
con ocasión de la riada de 1957. Su voz se alzó, cálida y cordial, para promover
una gran campaña de caridad. Su entrega personal a la obra benéfica fue muy
admirada. De ocho mil damnificados, cinco mil recibieron alojamiento, medi-
cinas, alimentación, durante meses, en la catedral y en las iglesias. Don Mar-
celino puso a subasta el báculo y el anillo pastorales, cuando ya no tenía otra
cosa que dar.
En el número extraordinario del Boletín Oficial del Arzobispado, publicado
con ocasión de su muerte, leemos:
«Estos fueron sus desvelos: dar techo a quienes carecían de él, e impulsó
la edificación de viviendas populares para que fuesen ocupadas por los que to-
davía malvivían a la intemperie de frágiles chabolas; dar de comer al hambrien-
to, y bajo su égida florecieron las instituciones de socorro social; avivar las es-
peranzas en quienes no podían confiar en el futuro, y planeó las obras de pre-
visiórí cuando la previsión era todavía escasa e infrecuente; enseñar al que no
sabe, y contribuyó a la creación de centros docentes; asistir a los enfermos, y
fundó dispensarios y centros para la formación del personal auxiliar sanitario,
anticipándose en esto a las exigencias de los tiempos».
Entre sus iniciativas están el Banco de Nuestra Señora de Los Desampara-
dos, cuyo fin era recabar fondos para ayuda de los necesitados; el Patronato
Casas, al que, de forma directa e indirecta, se debe la construcción de 3.904 vi-
viendas.
Era don Marcelino un obispo tenaz, culto, organizador, escritor, humilde
y atractivo. Incluso fue apóstol de los deportistas. Consciente de que el deporte,
como ejercicio, tiene una clara vertiente religiosa y ha de ser fundamento de vir-
tudes religiosas, fue el promotor de Benimar, Escuela de Deportes de la Iglesia,
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La Directiva de los Antiguos Alumnos recibe a D. Marcelino. En una Velada, su Presidente
Emiliano Muñoz le entrega el bácuío de Obispo de Pamplona.
5-noviembre-1935.
Domingo Pedresa, de la Diócesis, Jesús
Guerra, Antonio Miranda, Lope Jesús,
José R. Urbieta, salesianos de Baracaldo,
Ordenados Sacerdotes por D. Marcelino
Olaechea en sus Bodas de Oro Sacerdotales.
Marzo-1966.
Representación de Baracaldo en el Palacio Arzobispal de Valencia después de la toma de posesión
de D. Marcelino como Arzobispo.
17-junio-1946.
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una de las obras que más amó y que más fama le dieron en el ámbito nacional
y allende las fronteras.
Erigió un gran Seminario, creó centenares de parroquias, organizó dos Mi-
siones generales en la ciudad, la tómbola para proveer a los necesitados y con-
siguió el título de Basílica para el templo de la Patrona de Valencia, la Virgen
de los Desamparados.
4. «YO SOY UN OBISPO DE MUCHOS HUMOS.
SOY DE BARACALDO»
Lo decía bromeando y sonriente, pero con un amor inmenso a su pueblo
natal. ¿Obispo de muchos humos?
Para él las dignidades y honras eran humo que disipa el viento. «Nuestras
vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir». El humo que vo-
mitaban las fábricas de su tierra, ¡ése sí que lo apreciaba por lo mucho que sig-
nificaba!: trabajo duro, constante, sacrificado, el que llevó a su padre a la tum-
ba, a la pobreza a su madre doña Matilde Loizaga, y a él a don Bosco, Padre
y Maestro de la Juventud pobre.
Don Marcelino ocupó puestos muy altos: Director del colegio salesiano de
La Coruña, de Carabanchel Alto-Madrid, Provincial en Barcelona y en Madrid,
Visitador Apostólico de Seminarios, Director de la casa salesiana de Atocha-
Madrid, Obispo de Pamplona, Arzobispo de Valencia, Asistente al Solio Pon-
tificio, Presidente sucesivamente de varias Comisiones Episcopales de la nación.
Fue miembro activo en el Concilio Vaticano II.
El general prestigio de que gozaba lo llevó también al desempeño de una
actividad importante en un campo que para él nada tenía de político y sí, en
aquellos tiempos, de servicio obligado a los intereses de la nación. Con esta idea,
y con un fin altamente pastoral, consintió en ser Procurador a Cortes durante
quince años; durante siete, Consejero del Reino y, por cuatro, del Consejo de
Regencia.
Una anécdota. Cuentan que, cuando fue nombrado Consejero del Reino,
don Marcelino fue a visitar al Jefe del Estado; y, durante la conversación, le
hizo saber con todo respeto que no estaba totalmente de acuerdo con él en mu-
chas cosas. Y Franco le replicó: «Por eso tengo necesidad de tenerle como con-
sejero».
Sus títulos más estimadamente queridos: Hijo predilecto de Baracaldo, Hijo
adoptivo de Navarra e Hijo adoptivo y predilecto de Valencia. Y, ante todo,
en cada momento de su vida, Hijo de don Bosco.
La vida de don Marcelino se desenvolvió en una vivencia espiritual muy in-
tensa. Mons. José María García Lahiguera caracterizaba su personalidad de
obispo con tres rasgos: amor encendido a la eucaristía, devoción fervorosa a la
Virgen y celo apasionado por las almas.
Se conmovía en la celebración de la Santa Misa. En las visitas al Santísimo
Sacramento se le veía recogido. Un salesiano, testigo ocular de sus acciones de
gracias después de su celebración de la Misa, atestigua: «Eran largas. Había que
llamarle una y otra vez. Nunca acababa».
Sus actividades son inagotables, afirmaba la revista Acción Antoniana de los
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PP. Franciscanos. Y las narra. Queda uno maravillado ante la lista interminable
de obras religiosas, sociales y benéficas promovidas por don Marcelino.
Sus funerales pregonaron el aprecio, veneración y gratitud que había creado
la personalidad del gran salesiano. La catedral presentaba un aspecto impresio-
nante. «En pocas ocasiones como en ésta -leemos en Mater Desertorum, Su-
plemento del Boletín Oficial del Arzobispado de Valencia, del 15 de noviembre
de 1972-, se vio tan repleto el primer templo diocesano de tantos fieles y de
tantos sacerdotes presentes en esta concelebración eucarística de exequias de
don Marcelino».
Baracaldo lloró la muerte de su hijo predilecto. Funerales en la iglesia del
Colegio abarrotada de fieles, presencia oficial del Ayuntamiento, telegramas de
pésame de las autoridades locales y bilbaínas.
Vizcaya debe mucho a don Marcelino. Siempre se interesó por su tierra na-
tal y la favoreció cuanto pudo. Una prueba de ello, el gran colegio salesiano
de Deusto-Bilbao. El P. Olaechea secundó y orientó los deseos de don Tomás
de Urquijo.
En los difíciles años de la República, el jefe de la Minoría nacionalista Vasca
podía pronunciar estas palabras, en la sesión del 9 de mayo de 1933, cuando
estaba en su período más álgido la discusión de la ley de Confesiones, Ordenes
y Congregaciones religiosas:
«Merced a la generosidad de un ilustre patricio vizcaíno, se ha comenzado
y está muy adelantada la construcción de unos hermosos edificios para que en
ellos y, bajo la dirección de la Sociedad Salesiana, se instalen talleres-escuelas
de los más distintos aprendizajes y preparaciones profesionales, despertando
disposiciones de obreros especializados, que tanta falta hacen en las industrias
actuales y en las que será forzoso crear. La hermosa iniciativa se encamina a
dar aquella preparación perfecta a multitud de hijos de obreros».
El Rector Mayor, don Luis Ricceri, en la carta necrológica de don Marce-
lino, escribía:
«Hago votos porque pronto podamos tener una buena biografía que dé a
conocer el mensaje actualísimo de su vida. Don Marcelino es verdaderamente
un difunto que sigue hablando, un difunto que debe seguir hablando».
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16
75 ANIVERSARIO DE LA OBRA SALESIANA
EN BARACALDO
1. EN EL DIRECTORADO
de don Raúl Cuevas (1973-1977)
Don Raúl, de muchacho, fue alumno en el Colegio Salesiano de Baracaldo.
«Mi familia -dice- pensaba enviarme a estudiar a los Hermanos de las Escuelas
Cristianas, pues a ellas habían ido otros parientes míos. Yo me pasaba los días
metido en San Paulino de Ñola. Me divertía, estaba muy contento, me agradaba
el estilo educativo salesiano; frecuenté sus escuelas y allí surgió mi vocación».
Tras los primeros años de formación en diversas Casas, hizo el trienio prác-
tico sucesivamente en el Seminario de Arévalo y en el Colegio de Paseo de Ex-
tremadura (Madrid). En Turín estudió y se licenció en Sagrada Teología. De-
sempeñó los cargos de Catequista y de Director Técnico, en Santander el pri-
mero y en Baracaldo el segundo. Dirigió posteriormente la Asociación de An-
tiguos Alumnos de Pamplona. Después del servicio militar como Capellán del
Ejército durante dos años, pasó --de Catequista y Director Técnico— a Santan-
der. De aquí, le destinaron a Baracaldo como Director de la Comunidad.
Al tomar posesión del cargo, tenía a su favor el ser natural del pueblo. Su
padre había sido obrero en Altos Hornos. Conocía a bastantes baracaldeses, so-
bre todo, a muchos antiguos alumnos. Estaba en disposición de tener buenas
relaciones con las Autoridades. Eran paisanos suyos.
2. ORGANIZACIÓN DE LOS ACTOS DEL ANIVERSARIO
La preparación de una efeméride de tal categoría lleva consigo un trabajo
«duro, difícil, pero gozoso».
La Comunidad se aprestó a él.
Ante mí el programa. Al pie del mismo, ocho líneas. Constituyen la expli-
cación más exacta de la feliz y fecunda andadura de la Obra Salesiana de Ba-
racaldo durante los setenta y cinco años transcurridos desde su fundación. Di-
cen:
-«María Auxiliadora es la fundadora y el sostén de nuestras obras» (San
Juan Bosco).
-María, Madre de Dios, ocupa un puesto singular en la historia de la sal-
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vación de la Iglesia. Creemos con don Bosco que la Virgen ha sido y es fun-
dadora y guía de nuestra Familia (Constituciones Salesianas).
Y presidiendo la afirmación de estas realidades: «Todo fue hecho por Ella.
Y, sin Ella, nada se hizo de cuanto fue hecho». Aplicación a la Virgen de las
profundas palabras del evangelio de San Juan respecto al influjo vital de María
en la Congregación Salesiana y, por consiguiente, en la Familia Salesiana de Ba-
racaldo.
El inicio del gozoso aniversario tuvo lugar el 4 de febrero de 1973 -solem-
nidad ocasionalmente trasladada de San Juan Bosco- con una Eucaristía presi-
dida por el Prelado diocesano, don Antonio Añoveros y concelebrada por el
P. Provincial don Luis María Puyadena, los Directores de Baracaldo y Burceña,
y otros sacerdotes.
Don Antonio Añoveros es persona afable, sencilla, apostólica y piadosa.
Había intimado con don Marcelino Olaechea. Por ello no faltó en su homilía
el recuerdo del amigo. Habló con cariño de don Bosco y de su obra.
Terminada la función litúrgica, se entretuvo, durante toda la mañana, con
la familia salesiana. Recorrió los patios, presenció algunas competiciones depor-
tivas, se dejó fotografiar con grupos de muchachos, jóvenes y antiguos alumnos
que le rodeaban con simpatía.
Transcribo el Programa de las fiestas:
Semana Homenaje a los padres de los alumnos:
del 1 al 6 de mayo
Día 6: Fiesta de la Madre. Misa y ofrendas. Competiciones deportivas y
juegos escolares. Zarzuela Sésamo, ábrete.
Semana del Apostolado seglar salesiano:
del 7 al 13 de mayo
Día 7: Identidad de la vida cristiana, hoy (por don José A. Ubieta, Vicario
General de la Diócesis).
Día 8: Identidad del Salesiano Cooperador, hoy (por don Blas Calejero,
Delegado Provincial de Madrid).
Día 9: Las Hijas de María Auxiliadora, hoy (por Sor Pilar Pérez Salcedo,
F.M.A.).
Día 10: Los Antiguos Alumnos Salesianos, un Movimiento apostólico (por
don Enrique María Arrieta, Delegado Provincial de Bilbao).
Día 11: La espiritualidad del Salesiano Cooperador (por don José Antonio
Rico, Inspector-Provincial de Madrid).
Día 12: Las Voluntarias de don Bosco, un Instituto Secular (por don San-
tiago Ibáñez, Asistente Eclesiástico Nacional).
Semana de la Comunidad inspectorial:
del 14 al 21 de mayo
Día 15: Comienza la Novena a María Auxiliadora, predicada por don José
Luis Carreño. Jomada-Homenaje al P. Provincial, don Luis María Puyadena.
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Día 18: Velada-Homenaje al mismo en el teatro Baracaldo. Cena familiar.
Día 19: Concelebracián presidida por el P. Provincial. Concentración de co-
legios salesianos. Competiciones deportivas. Primer Torneo Interprovincial de
la Juventud Salesiana. Reparto de trofeos.
Día 20: Misa de Primeras Comuniones.
Semana de María Auxiliadora y fiestas del colegio:
del 21 al 27 de mayo
Día 24: Misas 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13 y 20 horas. - Competiciones deportivas
y actos conmemorativos del 75 aniversario. Sesión de cine. Concentración Ho-
menaje a María Auxiliadora en el patio del colegio. Fuegos artificiales.
Día 25: Misa y Ofrendas (bachilleres). Misa y Ofrendas (E.G.B.). Compe-
ticiones deportivas y juegos escolares. Sesión de cine. Gran festival de canciones
y música pop. Verbena. Traca.
Día 27: Disparo de cohetes, pasacalles con chistularis, gran alarde de danzas
vascas, gigantes y cabezudos. Festejos infantiles. Semifinales del Torneo, 75
Aniversario, de fútbol entre los Centros Regionales. Sesión de cine.
Semana de los Antiguos Alumnos:
del 28 de mayo al 3 de junio
Día 31: Gran final del Torneo, 75 Aniversario, de fútbol con la participa-
ción folklórica de todos los Centros Regionales. Sesión de cine.
Día 1: Imposición de insignias de Antiguos Alumnos a los escolares del úl-
timo curso. Finales de mus, dominó, ajedrez y billar.
Día 2: Teatro: La Oca, por la veterana peña de Sales. Cena familiar de to-
dos los ex-directores y salesianos antiguos de Baracaldo.
Día 3: Fiesta de la Unión en el 75 Aniversario. Misa concelebrada por los
ex-directores y sacerdotes antiguos alumnos del colegio. Pasacalles, banda de
música, chistularis, grupos folklóricos, desfile de Majorettes de Rentería, Al-
muerzo de Hermandad, Salve y despedida de la Virgen.
Don Raúl Cuevas llevó —como es lógico— el peso de la organización y la
responsabilidad de la ejecución de los actos conmemorativos. Hombre él de vi-
gor físico, inteligente, de palabra fácil y con gran dosis de espíritu de iniciativa,
cumplió bien su cometido. Con él colaboraron los hermanos de la Comunidad
con elevada eficacia, fruto del sacrificio. Buena parte del éxito de las fiestas co-
rrespondió asimismo a los Cooperadores, Antiguos Alumnos e Hijas de María
Auxiliadora.
«La humanidad, la sencillez y la eficacia han sido —decía la revista Atalayá-
is virtudes principales de los salesianos en sus 75 años de actividad».
Desde el primer día en que don Ramón Zabalo, con su sotana gastada con
el tiempo y su maleta vacía, llegó a Baracaldo, los salesianos han tenido que de-
dicar sus afanes a cuantos no podían tener acceso a otros colegios más caros.
«En Baracaldo los salesianos han sido los educadores de los pobres y de la clase
media».
Uno de los actos no reseñados fue el homenaje que los antiguos alumnos
le tributaron a don Félix Oria, durante la sobremesa que siguió a la cena en
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un día del mes de febrero de 1973, en consideración a sus muchos años de
Consiliario de la Asociación.
Don Agustín Septién, Don Agusy cumplía su vigésimo año de estancia en
la Casa de Baracaldo. Por ello se le obsequió con verdadero cariño. Su frase:
«Nunca estaré jubilado mientras haya niños y antiguos alumnos» es esencial-
mente salesiana.
Pero sobre todo, a lo largo del feliz Aniversario, aleteó el recuerdo de aque-
llas flores de vacaciones que brotaron en el humus fecundo del colegio salesiano
y de la Escuela de Maestría. Algunos de ellos marcharon ya a la Casa del Padre;
otros vierten afanes y sudores en los distintos y variados campos del quehacer
salesiano; y también los hay que trabajan en ministerios netamente diocesanos,
como buenos colaboradores de los Obispos, con el carisma salesiano.
Hemos de destacar, antes de concluir este apartado, que la Asociación de
Padres de Familia (APA), establecida en el curso 1971-1972, funciona con gran
vitalidad en una línea de máxima cooperación en el colegio. Tres Asambleas
Generales, catorce reuniones formativas con una asistenica completa, nos mues-
tran con claridad el interés que despierta esta Asociación. Tiene formadas tres
comisiones: la cultural, la recreativa y la social; ayudan, con la enseñanza gra-
tuita, a los alumnos económicamente imposibilitados; colaboran en torneos,
campeonatos y certámenes, sufragando los gastos del material o cooperando
con premios.
3. VISITA DEL RECTOR MAYOR A LA CASA DE BARACALDO
Etapa quizás la más importante de la visita de don Luis Ricceri, en su rá-
pido recorrido por las Casas Salesianas de la Inspectoría, fue la realizada a Ba-
racaldo. Puede ésta considerarse como la clausura del 75 Aniversario del
Colegio.
Ocurrió el mes de mayo de 1974. «Su visita fue una gracia especial de Dios.
Se ganó sencillamente a Baracaldo».
Programa general de la visita
Los actos organizados con este motivo, fueron:
- Recepción en los patios del colegio, a eso de las 11 de la mañana.
- En la capilla, Salve a la Rema de Baracado, como definió a María Auxi-
liadora el señor Alcalde.
— Conferencia en el salón de actos a los casi doscientos salesianos y salesia-
nas allí congregados.
Subrayó don Ricceri en su charla estos tres puntos:
• Las Comunidades tienen las vocaciones que se merecen.
• La fecha del 75 Aniversario y su coincidencia con el centenario de las
Constituciones Salesianas.
• La necesidad de energéticos espirituales, en especial de la oración, para vivir
en salesiano.
A las trece horas, en la Sala de recepciones del Ayuntamiento, el señor Al-
calde condecoró al Rector Mayor con la Medalla de Oro de la ciudad.
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El Alcalde-Presidente, D. Luis Alfonso Caño, impone la Medalla de Oro de Baracaldo
a la Congregación Salesiana representada por el Rector Mayor.
30 marzo 1974.
l-'.n el salón de actos del colegio I). Luis Ricccri habla a los salesianos y salesianas. 30 mar/o 1974.
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- Por la tarde, en la iglesia parroquial de Santa Teresa, concelebración de
unos cincuenta sacerdotes, presidida por don Ricceri. La Coral de San Vicente
y la Escolanía de tiples del Colegio Salesiano, interpretaron diversos cantos. Dio
esplendor al acto la participación en él del clero infantil.
Entrega de la «Medalla de Oro» de la Ciudad
La recepción del homenajeado en el Ayuntamiento corrió a cargo de la
Corporación. La Policía Motorizada le escoltó desde el colegio hasta la Casa
Consistorial.
Un grupo de niños, vestidos con el traje regional, cubrió la entrada. Acto
seguido, el ilustre visitante presenció, desde el balcón, sus artísticas danzas.
Todo el Ayuntamiento, en traje de etiqueta; la Guardia personal de la Al-
caldía, en uniforme de gala. El Pleno de la Corporación y los altos cargos mu-
nicipales, así como las máximas representaciones locales de las Policías guber-
namentales ocuparon sus puestos en el Salón de las Sesiones. En lugar destacado
se situaron el Rector Mayor, el P. Provincial don Salvador Bastarrica y el Di-
rector del Colegio. Numerosísimo público llenaba la sala.
Entre los asistentes, se encontraban los PP. Provinciales de Valencia y León,
los Directores de los colegios de la Inspectoría, los ex-directores de la Casa de
Baracaldo y el veterano y benemérito salesiano don Juan Manuel de Beobide.
El Secretario General del Ayuntamiento dio lectura al Acta del Pleno del
27 de febrero del año anterior 1973, en el que la Corporación en pleno acor-
daba, por unanimidad, conceder la Medalla de Oro al colegio San Paulino de
Ñola de la localidad, en agradecimiento a su continua y elogiable labor en be-
neficio de los vecinos de la Anteiglesia.
Seguidamente habló el Alcalde, don Luis Alfonso Caño, y, a continuación,
impuso la Medalla a don Ricceri. Este agradeció tan alta distinción con un dis-
curso en perfecto castellano.
Ambos discursos pueden verse en Enlace, Órgano Informativo de la Ins-
pectoría de Bilbao, en un número extraordinario.
Extractamos en breves líneas lo contenido en dicha revista:
Palabras del Alcalde
«Mucha historia salesiana tiene Baracaldo. Miles de muchachos, que han pa-
sado por sus aulas, han recibido el trato amable y la savia de la religiosidad sa-
lesiana en la vida. Y ahora tenemos a miles de familias, casi todo el pueblo, que
se halla vinculado, enraizado directa o indirectamente con la Casa salesiana.
Siempre ha sido este Colegio un segundo hogar para muchos jóvenes. Antes y
ahora, siempre se han visto llenos sus patios de chicos, que corrían y jugaban.
Para todos ha existido una pelota para jugar, un amigo con quien dialogar y
un salesiano para consultar. Por ello, nuestra Corporación siempre se ha surtido
de eficaces concejales, exalumnos salesianos, que han prestado su estímulo y su
ayuda».
Palabras de don Ricceri
«Los salesianos han encontrado siempre disponibles a las Autoridades para
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D. Luis Ricceri, sexto sucesor de D. Bosco, visita la casa de Baracaldo y clausura, con
diversos actos, el 75 aniversario de su fundación.
30 marzo 1974.
Imposición de la chapela vasca en los gratos momentos de la sobremesa. En la foto
también D. Luis Alfonso Caño, Alcalde, D. Salvador Bastarrica, Provincial y D. Raúl
Cuevas, Director.
30 marzo 1974.
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22.1 Page 211

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apoyar su Obra,, dirigida toda ella a la promoción del pueblo. Ajeno a toda po-
lítica de partido, el salesiano busca siempre el bien del pueblo, y más específi-
camente el progreso, no sólo religioso, sino también cultural, profesional, huma-
no del joven, tanto más intensamente cuanto más necesitado está de ayuda y de-
fensa.
Por todas estas razones, el salesiano es el hombre de la' escuela y de la alegre
diversión, de la cultura y del trabajo; y es, al mismo tiempo, el hombre del ca-
tecismo, de los sacramentos, el apóstol de la devoción a la Virgen; en una pa-
labra, el Hijo de don Bosco busca almas: todo esto para hacer de los jóvenes
hombres dignos para la ciudad humana y para la ciudad de Dios».
En el hospital de Basurto
Don Gerardo Echevarría, entusiasta y benemérito antiguo alumno, ex-pre-
sidente regional de los Cooperadores, convalecía, en el hospital de Basurto, de
una reciente enfermedad. Sentía hondamente no poder saludar al Rector Ma-
yor; tanto más que había colaborado activamente en orden a una agradable es-
tancia de don Ricceri en la Inspectoría de Bilbao.
Este, en su itinerario, mandó hacer un alto en el camino; recorrió los pa-
sillos del Gran Hospital hasta llegar a la habitación del enfermo, y departió con
él unos momentos.
Las treinta y una pesetas de aguinaldo
Conocía don Ricceri la anécdota. La dejamos anotada en su lugar. Don
Rúa, en su visita a Baracaldo, en tiempos de don Ramón Zabalo, al despedirse
de él, entregó al Colegio una limosna de treinta pesetas. Don Ricceri, en esta
ocasión, al despedirse del Director de la casa salesiana, don Raúl Cuevas, en la
estación de Hurtado de Amézaga, ya a punto de partir para Madrid, le entregó
treinta y una pesetas para las obras y demás necesidades del colegio. Y don
Raúl, muy ocurrente, agradeció el regalo con estas palabras: «Si don Rúa llegó
ya a Beato, usted, con esta mayor cantidad, acaso llegue a Santo».
Don Ricceri se sonrió y, tras una cálida despedida a todos, continuó su
viaje.
La Prensa y otros órganos de información publicaron o anunciaron los ho-
menajes dedicados a la Obra Salesiana y al colegio. Así, La Gaceta del Norte
(3-2-73), Hierro (10-5-73) y el Correo Español (4-2-73). Este último decía:
«Toda la población de Baracaldo está prácticamente vinculada al colegio
salesiano.
50 ANIVERSARIO DE LA ASOCIACIÓN
DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS SALESIANOS
La Asociación enferma, pero no de muerte. Un grupo de exalumnos, sale-
sianos a toda prueba, han mantenido viva la llama de entusiasmo y amor hacia
esa magnífica entidad, que siempre fue gloria de la Casa de Baracaldo.
Disminuyó notablemente -¡fruto de las circunstancias temporales y univer-
sales!— la asistencia frecuente al Centro; pero también aceptamos la considera-
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ción que hacía Tabeada, cuando aún era Presidente Nacional de los Antiguos
Alumnos, de que no está el mérito y la eficacia únicamente en aquellos que vi-
vieron y frecuentaron la Asociación y el colegio, sino en los otros muchos que
supieron dar a su familia, a su vida y a su hogar, un sentido y un espíritu sa-
lesianos.
Con ocasión del Cincuentenario, se estudió el nuevo Reglamento. Don Al-
berto Echevarría intervino en su explicación con una clara y experimentada
lección.
Se dieron momentos de intensa emoción. Estaban allí presentes dos antiguos
alumnos de la primera época. Hablaron con enorme cariño de sus Salesianos,
de su colegio, de su Virgen. Todo era suyo.
Don José López (81 años de edad) afirmaba: «Seguiré trabajando por la
Asociación mientras Dios me conserve la vida».
Y don Evaristo González (84 años): «Estoy, entre los salesianos, en
mi casa».
«... Sabemos honradamente —escribía Javier Echevarría en Atalaya- que muchos han
sido los errores, las flaquezas, las omisiones y desilusiones; han faltado en ocasiones un
espíritu sacrificado, valiente, constante; puede que sea el mal de los tiempos, falta de pre-
paración, de compromiso organizado en las Asociaciones; puede que sea por falta de
orientación, de estímulo, de afecto de los superiores... Pero ante estas deficiencias, bien
podemos y debemos resaltar el sacrificio, el entusiasmo, el afecto y generosidad de un
grupo de exalumnos... Muchos nombres podríamos citar... Analizando los cincuenta
años de nuestra Asociación, se puede decir bien claro y bien fuerte que nuestro movi-
miento tiene motivo y mérito de ser y estar complacido con su trayectoria y su acción...
El colegio ha sido para muchos su segunda vivienda; para muchos salesianos, los anti-
guos alumnos eran hermanos y sus mejores amigos».
5. PASTORAL JUVENIL
Los salesianos y salesianas de Baracaldo acaparaban prácticamente toda la
pastoral juvenil de la ciudad. El Colegio y la Escuela de Maestría servían de
irradiación para la labor pastoral entre la juventud.
Pero en una misión, ardua por su naturaleza y por las circunstancias am-
bientales y temporales, inexistentes en épocas anteriores, forzosamente surgen
dificultades; en muchas ocasiones difíciles de prever y más de solucionar.
Los antiguos alumnos veteranos frecuentaban muy poco o nada la Asocia-
ción. No era un fenómeno nuevo. Se empezó a notar la crisis con la aparición
del Seiscientos y la comodidad de disponer de una segunda vivienda para el fin
de semana. La psicología de la mujer había experimentado un cambio radical.
Empezaba a tener electrodomésticos y su vida casera se hacía menos dura. La
emancipación femenina comenzaba a influir en la vida social. Encontraba tiem-
po libre y ya no decía a su marido: «Tú te vas», sino «Nos vamos afuera».
Hasta entonces, el concepto salesiano de no admitir en los colegios a la
mujer hacía que los esposos, juntos, se marcharan a otros lugares. Y así se de-
rrumbaba estrepitosamente el estilo de las reuniones de los antiguos alumnos
de antaño.
Por ello, a los jóvenes no les convencía la imagen que presentaba la Aso-
ciación. Lo que veían suscitaba en ellos una crisis: Antiguos alumnos mayores
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que iban exclusivamente a echar la partida. Esto no sólo no les atraía, sino que
hasta podía llegar a repeler. Se les decía que entrasen en la Asociación forman-
do, si fuera menester, grupos aparte y que injertasen en ella nueva savia; que
formaran una vocalía de jóvenes y trabajasen, respetando a los de edad que se
reunían a jugar la partida... Pero los jóvenes no pensaban en la Asociación.
Al Colegio llegó don José Luis Pérez, un joven sacerdote, con mucha fama.
«Se decía que era teólogo, que tocaba el acordeón, y que en Salamanca había
conseguido con éxito movilizar a la juventud».
Por entonces, existía ya en Baracaldo el Círculo Domingo Savio como sector
juvenil de las Asociaciones de Antiguos Alumnos; pero con escasa operatividad.
Don José Luis empieza a poner en movimiento a los chavales. Forma grupos
de actividades religiosas, formativas, deportivas, recreativas, culturales y socia-
les. Se reúnen semanalmente. Como carecen de instalaciones adecuadas, se les
ceden los locales superiores del Centro de Antiguos Alumnos. Aquello cons-
tituyó la célula de un floreciente centro juvenil, el DOSA (Domingo Savio), ho-
mónimo del anterior, pero con nueva vitalidad.
No se enfocó como continuación del Círculo Domingo Savio. Desde el
principio, José Luis quiso comenzar una experiencia y dinámica nuevas: «El
Círculo Juvenil Salesiano, como estructura de pastoral para la juventud en el
tiempo libre, abierto a todos los jóvenes de Baracaldo, provenientes o no del
colegio salesiano, tanto chicos como chicas. La Congregación necesitaba incor-
porar su actividad oratoriana a los jóvenes con una creatividad y formas nuevas,
como ya había indicado el XIX Capítulo General de 1965».
Entre los años 1965-1971 casi cuatro mil son los jóvenes que se inscriben
sucesivamente en el Círculo.
El barullo juvenil, al que ya se habían desacostumbrado los adultos, llevó
a algunos antiguos alumnos a plantear el problema en una Junta general. Se pe-
día que los muchachos se marcharan a otra parte. La propuesta no prosperó.
Para poder llevar a buen término esta labor del Centro Juvenil se intensi-
ficaba en Baracaldo el Movimiento Adsis, primera célula de lo que posterior-
mente sería, a partir de 1972, el Movimiento de Comunidades Adsis, incorpo-
rado a las Iglesias locales y reconocido eclesialmente por los obispos, con in-
dependencia de la Congregación Salesiana.
José Luis Pérez es nombrado Delegado Inspectorial de Pastoral Juvenil en
1967, hasta 1972. La Conferencia Inspectorial Española le encarga la redacción
del Documento Nacional El Centro Juvenil Salesiano, aprobado por la misma
en diciembre de 1968 en Sevilla. El Centro Juvenil de Baracaldo es reconocido
como experiencia piloto a este respecto.
Al mismo tiempo, se intensifica la formación de los jóvenes Adsis con su
dinámica propia, cursillos de verano, formación, espiritualidad, organización
nacional, etc. Y el documento Centro Juvenil Salesiano recoge en un artículo
que «los dirigentes, sobre todo en los cargos de mayor responsabilidad y con-
tenido espiritual, deben pertenecer al Movimiento de Dirigentes Salesianos Ad-
sis».
Durante varios años, este Círculo DOSA de Baracaldo mantendrá constante
actividad, animado sucesivamente por sacerdotes salesianos, nombrados direc-
tamente por el Inspector Provincial.
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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La Asociación de Antiguos Alumnos cifró en estos jóvenes la esperanza de
un relanzamiento en la veterana organización.
La Memoria, en el ejercicio 1970-71, habla del problema de una apertura de
la Asociación hacia los jóvenes. Se les impartió un cursillo de iniciación al Mo-
vimiento y se consiguió formar dos grupos de jóvenes, que se reunían sema-
nalmente para tratar temas de estudio y formación. Y a continuación, consta
lo que sigue:
«El futuro de los Antiguos Alumnos se tendrá que perfilar hacia la cons-
titución de un grupo minoritario y por lo tanto activo, y de otro, ya numeroso,
en el cual quedarían comprendidos los demás, con los cuales se seguiría man-
teniendo contacto a base de nuestras revistas. Al cerrar el Ejercicio se respira
un tenue aire de optimismo respecto a la aceptación del Movimiento Postesco-
lar por parte de los jóvenes procedentes del Círculo Juvenil DOSA».
Al año siguiente, en el informe presentado al XI Congreso Regional (no-
viembre de 1972):
«El grupo de chicos que se formó al inicio del curso se ha reunido los sá-
bados con un antiguo alumno para tratar temas formativos... No han manifes-
tado deseos de ingresar en la Asociación». Y «Respecto a los circulistas, su ac-
titud sigue siendo de total indiferencia por la Asociación».
Ciertamente, la «total indiferencia» de los jóvenes defraudó a los veteranos
que vieron quebradas sus esperanzas. Y surgieron tensiones entre ambos gru-
pos: los circulistas veían en los antiguos alumnos una Asociación acartonada,
narcisista, inoperante, y anclada en el pasado; los antiguos alumnos no miraban
con buenos ojos el Círculo DOS A por su «indisciplina», por ciertas actividades
desarrolladas en el Centro y porque «no se hacía con ellos labor salesiana de
futuro».
Estas acusaciones mutuas elevaron la tensión a esferas más altas, a nivel de
gobierno. También entre los mismos salesianos existían tiranteces. Varias causas
motivaron estos conflictos.
- La novedad y originalidad de este trabajo pastoral en comparación con el
trabajo escolar de los colegios, tradicionalmente dominante, y la mentalidad
existente en la mayoría de los salesianos.
- La independencia de estas actividades respecto a otras, como la Asociación
de Antiguos Alumnos y Cooperadores Salesianos. Sobre todo el Movimiento
Adsis, que agrupaba a muchos de los jóvenes más activos y comprometidos, fue
organizándose por sí mismo e independizándose no sólo de estas asociaciones,
sino también de la Congregación Salesiana, sobre todo a partir del XX Capítulo
General. En éste fue delegado de la Inspectoría José Luis Pérez y, en conver-
saciones con los Superiores Mayores, se vio la trayectoria propia a seguir por
el Movimiento dentro de la Iglesia.
- Las tensiones a causa de los locales que ocupaba el Centro Juvenil DOSA
-propiedad de los Antiguos Alumnos- y por otra parte ocupado en 1971 como
clases para primer grado de EGB por parte del Colegio durante la semana; he-
cho que crea fuertes tensiones y que coincide con la salida de José Luis Pérez
de Baracaldo y Deusto para dedicarse plenamente al Movimiento Adsis.
Algunos miembros de la Comunidad, entre ellos el Director, Raúl Cuevas,
apelaban a los Documentos del Capítulo Inspectorial Especial (C.I.E.). En ellos
se recogía la idea de que «los Centros Juveniles deben ser estructurados y pla-
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niñeados por la Comunidad Educativa». A partir de esta mentalidad, se con-
sideraba el Centro Juvenil DOS A como un engendro impuesto por personas
«ajenas a la Comunidad», o como una realidad no asumida por la Comunidad
Educativa por no corresponder a la idea del Oratorio-Centro Juvenil que se re-
cogía en los Documentos del XX Capítulo General: Un mueble que «no está
bien colocado para los que vivimos en esta casa».
Así, entre la dirección del Colegio y el salesiano responsable del Centro Ju-
venil se suscitaron polémicas; cada cual acusaba al otro de «invadir su terreno
y responsabilidades»; y la falta de mutuo entendimiento en cuanto a «ciertas
actividades» llevó al cierre absoluto del Círculo Juvenil DOSA el año 1973. No
sabemos si para bien o para mal. No deseo descender a detalles. La perspectiva
histórica se presenta todavía demasiado cercana, y los análisis de la historia los
hace el tiempo, que soterra recuerdos y cicatriza heridas.
Pero el rescoldo no se había extinguido. Pasado el tiempo, los Antiguos
Alumnos intentan reavivar la llama de la Asociación Juvenil, aunque el conflicto
generacional continúa abierto... Los ideales no se habían extinguido ni habían
quedado reducidos a cenizas. La brasa continuó con alternativas de crecimiento
y decadencia. La Asociación no se convirtió en cementerio. Al fin y a la postre,
la discusión y el contraste de pareceres distintos ostentan señales de vida que
no ha fenecido. Perdura; y en su día -los dio ya en esta época- dará frutos más
abundantes y sabrosos.
6. COOPERADORES SALESIANOS
Hacia una orientación
El cooperador salesiano, según la genial concepción de don Bosco, es una
persona comprometida en una labor apostólica eclesial, siguiendo las normas y
sugerencias del Obispo y actuando con el carisma salesiano.
Esta Pía Unión funciona bajo la guía espiritual del Rector Mayor y de los
Superiores locales salesianos: Provincial y Director de la Casa.
Cundió la confusión entre Cooperador y bienhechor en el ámbito congre-
gacional. Concretamente en la Casa de Baracaldo, don Pedro Olivazzo (1920-
1926) dejó bien aclarados los conceptos a este respecto. Para cualquier obra
apostólica es necesario la ayuda material; mas no es Cooperador el simple bien-
hechor, ni para serlo es necesaria ni obligatoria la aportación económica.
El confusionismo reinante, al menos en épocas prolongadas en la Congre-
gación, existió también en la Casa Salesiana de Baracaldo.
En los tiempos que historiamos, surgió un movimiento con afanes de re-
novación. No porque faltasen Cooperadores veteranos, beneméritos conforme
a la idea de don Bosco, sino porque muchos tenidos como tales, eran simple-
mente -¡y con qué fe, espíritu de candad y apostolado!- simples bienhechores.
Nace, pues, como en otros colegios de España, el grupo de Cooperadores
jóvenes. Tanto el Delegado local como el regional, se lanzan a la organización
de cursillos, semanas de conferencias, reuniones de Cooperadores adultos y jó-
venes. Entre los veteranos y jóvenes se dan, en alguna ocasión, ciertas escisio-
nes. «Harán parte de la reunión en común, y los temas de formación por se-
parado».
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En el mes de mayo de 1975, en San Sebastián-Inchaurrondo, hacen sus pro-
mesas nueve jóvenes cooperadores.
El 19 de mayo de 1976, «por la tarde, en la capilla de la Comunidad, un
grupo de Cooperadores tradicionales de toda la vida renuevan su compromiso
con la nueva promesa de Cooperadores».
«La nueva idea —escribe un celoso antiguo alumno, entregado por completo
al afán apostólico y entusiasmado desde muy atrás con todo lo salesiano- no
era la de entregarse a una actividad colegial, sino formar un núcleo y luego un
plantel de Cooperadores Salesianos, dispuestos a vivir en salesiano fuera del co-
legio y llevar una serie de actividades en las parroquias, barrios, etc., más en
consonancia con los tiempos [...]. Encontramos falta de comprensión en algu-
nos salesianos.
Uno de nuestros primeros deseos fue formar, más que un grupo, una co-
munidad al estilo de las que funcionan en el seno de muchas parroquias; y para
ello empezamos a tener reuniones, todas las semanas, de formación salesiana y
cristiana, en el recibidor del Colegio.
De aquellas reuniones semanales, consistentes en una hermosa Eucaris-
tía* con comentario común sobre la palabra de Dios, sacábamos las fuerzas
para nuestras actividades, pues hemos estado, durante doce años, trabajan-
do en nuestras parroquias, como catequistas de confirmación y de primera co-
munión. Sobre todo tenemos una gran satisfacción y es que de los jóvenes, que
hemos tenido en grupos catequísticos, hay muchos que están haciendo esa mis-
ma labor».
¿A qué se debía «la falta de comprensión en algunos salesianos», a la que
hace referencia el testimonio?
Hemos hablado personalmente, y con detención, con el entonces Director
de la Comunidad de la Casa salesiana de Baracaldo, quien insiste en esta idea:
«Incumbe a la comunidad salesiana promover y crear iniciativas y activida-
des apostólico-pastorales, que respondan a sus fines y -¡no hay que olvidarlo!-
a sus posibilidades. Hubiera agradecido toda cooperación integradora que, des-
de su planteamiento, tendiese a una potenciación interior, desde dentro (único
camino de integración), pero rechacé enérgicamente toda acción paracomunita-
ria, con una pretendida interferencia interna operando desde el exterior».
La conclusión que he deducido de todo cuanto al respecto he oído o leído
es lo que una larga experiencia nos ha enseñado: que muchos conflictos, roces
y malentendidos provienen, hartas veces, de impaciencias y de la falta de un
diálogo sereno; existe en estos cargos una buena fe, básicamnente sólida, pero
no del todo desprovista de egoísmos, que se dan, en mayor o menor grado en
todos los status de la vida social, política, económica y también religiosa quia
bomines sumus, et non angelí (porque somos hombres y no ángeles). Mediante
esos roces vamos limando poco a poco nuestra vida de gangas terrenales.
Conozco personalmente a los protagonistas que intervinieron en estos conflic-
tos apostólicos y todos ellos son personas destacadas por su saber, piedad, amor
a la Congregación y técnicas pastorales.
Centenario de los Cooperadores Salesianos
El 9 de mayo de 1876 obtenía don Bosco un Breve de Pío IX, que equivalía
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a una nueva aprobación, por parte de la Iglesia, de la Unión de Cooperadores
salesianos con un Reglamento, que atiende, ante todo, a la «perfección cristiana»
personal y también al «ejercicio práctico de la caridad hacia el prójimo
y especialmente hacia la juventud expuesta a los peligros del mundo y a la
corrupción».
Los Cooperadores piden a los salesianos una espiritualidad. La viven en el
ambiente al que la Providencia les ha destinado. Aun dedicándose «a sus ocu-
paciones ordinarias, dentro de la propia familia», pueden vivir «como si real-
mente formaran parte de la Congregación». Las actividades del Cooperador son
análogas a las del religioso salesiano. Como dejamos ya indicado -y el hecho
reviste una gran importancia— el Superior del socio es el de los salesianos, pero
«en todos los asuntos que se refieran a la religión, tendrán una absoluta depen-
dencia de la Jerarquía».
Con motivo del Centenario de esta Institución, se tuvo en Roma un magno
Congreso de Cooperadores de todo el mundo salesiano, desde el 30 de octubre
al 3 de noviembre de 1976.
En el Colegio Salesiano de Baracaldo, el 1 de febrero se lanzó el Pregón de
tan importante conmemoración en la Eucaristía celebrada y predicada por el se-
ñor Director. A continuación, en el teatro, tuvo lugar el acto conmemorativo.
A las palabras de un joven Cooperador, siguió una variada y entretenida velada.
El público se agolpaba en los pasillos a causa de la insuficiencia del local. In-
tervinieron con diversos números alumnos del colegio, las chicas de las Her-
manas Salesianas, Cooperadores, el Chistu municipal y el famoso Ochote DA-
NON BAT de Portugalete.
Alma, vida y promotor incansable del espléndido acto fue don Julián Mar-
tín. Más adelante haremos referencia a este celoso misionero que, al tiempo que
cursaba estudios oficiales, atendía con generosidad a las diversas necesidades de
la casa.
Características suyas: el continuo buen humor, piedad y trabajo, trato jovial
y apostólico y su arte excepcional en el teatro.
En abril de 1977, encontramos este dato enviado a los Superiores Mayores
de Roma: «Hay en casa un Delegado de Cooperadores. Estos tienen un Cen-
tro. Existe también un grupo de Cooperadores jóvenes. Número total cuarenta
y seis. Cinco hombres y treinta señoras. Once Cooperadores jóvenes. Desde el
1971 al 1976 se inscribieron once Cooperadores.
El 6 de febrero de 1977, hubo en la Casa salesiana una conferencia sobre
el Salesiano Cooperador, seguida de una velada. El teatro, a causa de su estre-
chez y de la gran concurrencia, se llenó hasta tener que ampliarlo, con sillas
en los pasillos y rincones.
Don Julián supo atraer a los Cooperadores y amigos de la Obra Salesiana.
«Todos nos piden que multipliquemos estos actos».
7. OTRAS NOTICIAS
Devoción a María Auxiliadora
A don Julián llegó a emocionarle la devoción de Baracaldo a María Auxi-
liadora. Me escribe:
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nqPERRO
RLE 51R
U 14 f §, 11:
Velada proclamación del Centenario de los Cooperadores. Momento realizado por las
niñas de las Hijas de María Auxiliadora y actuación del Ochote DANOT-BAT, tres
de cuyos componentes son Antiguos Alumnos.
1 febrero 1976.
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«Llegué yo a la Casa salesiana el 23 de septiembre de 1975 y, precisamente
al día siguiente -Conmemoración de María Auxiliadora, la mensual de los vein-
ticuatros- me impresionó muchísimo la aglomeración de fieles y el fervor con
que rezaban en la iglesia. ¡Qué devoción en sus cantos y, sobre todo, en esa
Salve popular que mujeres, hombres y jóvenes cantaron a la Virgen al final de
la ceremonia!
Iba yo una noche de un día cualquiera a cerrar la iglesia, cuando se me pre-
senta un joven y me suplica: «Por favor, déjeme rezar a la Virgen unos minu-
tos. Acabo de llegar de Gijón, donde trabajaba, y ahora voy a quedarme en Ba-
racaldo. Soy antiguo alumno de este colegio. Antes de empezar mi vida en esta
ciudad, quiero saludar a la Virgen. Le agradecería de verdad me abriera su ca-
marín para estampar un beso en la imagen de María Auxiliadora».
Se había celebrado ya, hacía más de tres meses, su fiesta. «A pesar de cierta
atonía de algunos salesianos» la fiesta resultó espléndida: «Una fecha indescrip-
tible, increíble para quien no la haya presenciado alguna vez». Tan sólo ano-
tamos algunos detalles: Desde las 6,30 de la mañana hasta las 11 de la noche,
desfiló por la iglesia «una ininterrumpida riada de devotos». Desde las siete has-
ta las trece horas, y desde las dieciocho hasta las veintiuna, misas cada hora, con
la iglesia siempre llena y en ocasiones abarrotada. Los fieles pasaban a besar el
pie de la Virgen. ¿Cuántos pasaron? Sólo Dios lo sabe, pero seguro que más
de diez mil.
Y otro tanto ocurrió el año siguiente. Escribe el cronista: «Podría repetirse
cuanto fue escrito el año pasado».
¡Las cosas claras!
15 de septiembre de 1976. Don Raúl habla a los Salesianos sobre el control
y la pastoralización de cuantos acuden a los patios del colegio. Reúne a los re-
presentantes de los Centros Regionales, que vienen disponiendo del campo de
fútbol para sus campeonatos. Les dice con claridad que el colegio es un Centro
educativo y cristiano. Y que en el Reglamento de los campeonatos deberá exis-
tir una cláusula totalmente prohibitoria de las blasfemias que, con relativa fre-
cuencia, se oyen.
Beatificación de don Miguel Rúa
«¿Estáis contentos? -preguntaba Pablo VI en su homilía a los presentes al
acto el 29 de octubre de 1972-. Superfluo preguntarlo a la triple Familia Sa-
lesiana, que aquí en el mundo se alegra con Nos y transmite su júbilo a toda
la iglesia. Dondequiera que estén los Hijos de don Bosco hoy es fiesta».
Fue lo que ocurrió en Bilbao y Baracaldo. El acontecimiento se celebró en
la iglesia de María Auxiliadora de Deusto. Mons. Antonio Añoveros presidió
la Asamblea Eucarística concelebrada y dirigió a los asistentes una sentida ho-
milía. La Casa de Baracaldo envió a Roma una representación de dos de sus
miembros. No faltó la celebración local. «La homilía de don Raúl, sucinta,
emotiva y enjundiosa». Numerosa la asistencia. «El señor Alcalde y varios con-
cejales, aunque sin carácter oficial y más bien por afecto y simpatía, nos acom-
pañaron en la Misa y en el vino de honor».
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Retiro de toda la familia Salesiana
En todas las Casas salesianas, los hermanos -desde los tiempos del Funda-
dor- celebran un retiro mensual.
Idea original la que surgió en Baracaldo el año 1972: La celebración con-
junta del acto por toda la Familia Salesiana.
Encuentro con la Familia Salesiana
3 de febrero de 1977. Concelebración de todos los sacerdotes de la Casa.
Unas cincuenta personas acuden al acto de hermandad: salesianos, Hijaá de Ma-
ría Auxiliadora, Cooperadores, antiguos alumnos, antiguas alumnas y Archico-
fradía. Ceremonia emotiva. Tras ella, un ágape familiar y, ¿cómo no?, guitarra
y cantos. Toda la Comunidad de las Hijas de María Auxiliadora de Baracaldo
se hallaba presente.
El acto fue tan del agrado general, que se acordó su repetición, en el mo-
mento oportuno, en el colegio de las salesianas. «Han sido -escribe el cronista—
tres horas —de ocho a once— cortas, vividas en el mejor espíritu y entendimien-
to».
Conferencias y campaña
Los padres de familia organizan un ciclo de conferencias sobre el tema Las
drogas y la juventud: El peligro de las drogas. Sus efectos. Estudio objetivo de
las causas. ¿Cómo resolver el problema? La marihuana. La L.S.D. o ácido li-
sárgico. Los jóvenes y el alcohol. El conferenciante fue don José Antonio Mu-
nitis, psicólogo.
La campaña contra el hambre comenzó el 3 de febrero de 1975. Se la de-
nomina Papel usado. Se colocaron carteles en diversos lugares de Baracaldo con
el texto: «El papel no se come, pero puede dar de comer. Campaña del papel
y cartón usados. Coopera con los salesianos». La imprenta Boston regaló los
carteles..
Centenario de las Misiones Salesianas
En noviembre de 1975, comenzó a celebrarse en Baracaldo el Centenario de
las Misiones Salesianas. Se invitó a los fieles a la Misa concelebrada, que tendría
lugar el día 11, a las 8 de la tarde.
Ese día acudió numerosísimo público. Presidió la concelebración don Julián
Martín y habló de la Patagonia, tierra en la que había trabajado hasta hacía muy
poco y a donde pensaba volver apenas terminados los estudios oficiales en Bil-
bao. Feliz coincidencia la de su estancia, en esta ocasión, en Baracaldo. Fue la
Patagonia la tierra de las ilusiones, esperanzas y amor de los salesianos que allá
marcharon a esparcir la semilla del evangelio hacía ya cien años. Podemos afir-
mar que la civilización de los pueblos patagónicos se debió casi exclusivamente
a los Hijos de don Bosco.
Después de la concelebración eucarística, se reúne la comunidad en la mesa.
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Reina gran alegría. Se entonan cantos misioneros de antaño, que constituyen
para los veteranos añoranza y sorpresa para los jóvenes.
Continúan el entusiasmo y los actos misioneros el siguiente año. El 22 de
febrero, da comienzo una Semana de cultos y también de diversiones: «globos,
cabezudos, música, desfile de chinitos; charlas, proyecciones, concursos, vela-
das; patios y ventanas adornadas con motivos salesianos misioneros.
El 11 de noviembre de 1976 se clausura la Conmemoración centenaria, «que
en la comunidad ha tenido resonancia».
Bodas de Diamante de don Cirilo Sagastagoitia
Le conocemos. Sabemos la simpatía que le dispensaba su pueblo natal. He-
mos hablado de él en diversos lugares de esta historia.
La celebración primera y principal tuvo lugar en la iglesia salesiana de Za-
mora. Allí tenía su residencia. La fiesta fue sonada, don Raúl Cuevas, don
Agustín Septién y don Gregorio Sagastagoitia, se desplazaron a Zamora, en re-
presentación de la familia salesiana baracaldesa. Sucedía esto el 25 y 26 de mayo
de 1974.
El 12 de junio, los baracaldeses le dedicaron un cariñoso homenaje. Don Ci-
rilo se mantenía aún fuerte y vigoroso como las montañas de su tierra vas-
congada...
Muerte de personas queridas
13 de abril de 1975. Muere en Logroño don Luis Torreño, ex-director del
Colegio de Baracaldo. «Produjo profunda impresión, pues era muy estimado
por las virtudes que constituyeron el núcleo de su vida. A los funerales cele-
brados en Logroño, acudieron don Raúl, don José Frutos y don Gerardo Eche-
varría. El día 17, se celebraron sus exequias en Baracaldo.
Dos meses antes, entregaba su alma a Dios el benemérito don Gregorio Sa-
gastagoitia, hermano de don Cirilo.
«La historia salesiana de Baracaldo -escribe el cronista- se encuentra muy
unida a él, sobre todo en los años 1936-1939. El fue quien sacó los vasos sa-
grados y estatuas, que guardó en su casa». En los funerales estuvo presente don
Cirilo con otros tres salesianos de la Inspectoría de León.
Remozamiento de la Casa Salesiana
Un problema muy grave era la situación material de la casa. Me dicen que
en ella se vivía míseramente, «con la misma falta de medios -afirma don Raúl-
que yo conocí en los años 1946 y 1947. Y no había recursos económicos».
La primera medida que se tomó fue subir mucho las pensiones de los chi-
cos. Estos pagaban una cantidad ridicula. Se vivía de limosna. Se fijó un crite-
rio básico:
- Ningún chico dejará de estudiar por falta de recursos.
- Mas es preciso administrar racionalmente la caridad.
No es justo que los chavales estén abonando por su educación y enseñan-
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za trescientas pesetas, y los padres empleen miles en gastos superfinos o de
capricho.
Don Bosco admitió primeramente, como internos, a artesanos; más tarde a
estudiantes; pero al primero de éstos que albergó -un tal Pescarmona- no le
recibió gratis. Pensó que, poseyendo su padre recursos económicos más que su-
ficientes, no era justo invertir las limosnas que llegaban para los pobres en favor
de quienes no lo eran.
Don Raúl y su comunidad mentalizaron a la Asociación de Padres sobre la
situación real del colegio. Aun cuando éste, como entidad moral, ayudaba a los
chavales pobres, la Asociación asumió, como uno de los principales objetivos,
el que ningún alumno dejara el Centro por razón económica. «Jamás se ha re-
chazado a ningún chico -me dice don Raúl- por falta de medios, ni por idéntica
causa se ha impedido a nadie su entrada en nuestro colegio».
Don Luis Puyadena era el Provincial. Me escribe:
«Los hermanos se sentían inquietos por remozar la casa. Era la cantinela de
todos los años. Destinamos al Colegio como Director a don Raúl Cuevas con
la esperanza de que podría arremeter la renovación de la misma. Y así sucedió.
Raúl tenía buen cartel entre los antiguos alumnos y amor a la Casa de Bara-
caldo. Fue persona clave en la empresa renovadora, que todavía continúa».
El 8 de noviembre de 1972, el Director convocó a una Asamblea de Familia
a los más destacados elementos de Baracaldo. Tema de la reunión: estudio de
la doble solución que se ofrece: renovación y ampliación del colegio; o la cons-
trucción de un edificio nuevo en otro lugar.
Hubo opiniones muy respetables en ambos sentidos.
El 6 de diciembre del mismo año «se reúne el Consejo de la Comunidad
y es del parecer que el colegio siga donde está y que se hagan en él las reformas
necesarias. Llevar el colegio a otro sitio es aleatorio, peligroso y expuesto».
El 75 aniversario de la fundación de la Casa se convierte en potente estímulo
para lanzarse a la solución del problema. Y, en efecto, el vetusto caserón —el
Chamizo, como se le llamaba cariñosamente— comienza a renovarse.
La empresa Beriáin de Navarra, con un notable equipo de técnicos y obre-
ros especializados, iba llevando, a buen ritmo, los trabajos según los planos de
don Julián Larrea, arquitecto de bien lograda fama y muy amigo de los sale-
sianos; don Ramón Gutiérrez, Ecónomo Provincial, sigue atentamente los tra-
bajos.
La Comunidad, así como los alumnos y ex-alumnos, hubieron de sufrir en
el interim muchas incomodidades; falta de calefacción, demoras y otras muchas
dificultades. Tampoco faltaron desavenencias a nivel local y con los órganos ofi-
ciales de la Inspectoría; cosas humanas, lamentables, anejas a la débil condición
de los mortales. Los hermanos de la Comunidad trabajaron en firme supliendo
a pintores, albañiles, fontaneros, floricultores, cristaleros y... ¡cuántas limpiezas
generales hubieron de efectuar!
El remozamiento del viejo caserón trajo consigo el fruto de unas escuelas
dignas, laboratorios bien montados, dependencias acogedoras para el servicio de
la comunidad, un hermoso gimnasio y buen salón de teatro. Asimismo, se me-
joró el pabellón de los bachilleres, que sirve de entrada principal al colegio.
Las estatuas de María Auxiliadora, colocadas en lugares destacados, son sig-
no y testimonio de la confianza de los salesianos en Ella.
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«Don Raúl -dice un destacado antiguo alumno— trabajó mucho y bien. Pre-
tendió animar y fortalecer la Familia Salesiana. Colaboró estrechamente con la
A.P.A. Hizo una gran labor».
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LA FAMILIA SALESIANA BARACALDESA, HOY
1. LOS TRES ÚLTIMOS DIRECTORES
Don Federico Hernando (1977-1980)
Hombre experimentado en buenas lides salesianas en Sao Paulo (Brasil); en
los colegios de Santander, Pamplona y San Sebastián, antes de ser elegido Di-
rector de la Casa de Baracaldo. Fortaleza corporal; entusiasmo salesiano; amor
a María Auxiliadora, cuyo nombre lleva de continuo en sus conversaciones y
conferencias; trato familiar; valiente para sostener situaciones no fáciles; dispo-
nible para acudir a actos, congresos y cursillos de captación salesiana, son cua-
lidades que resaltan en él. Los años de la última década ha ejercido las misiones
de Animador de la Familia Salesiana y Vicario del Provincial don Matías Lara.
Don José Luis Roncal (1980-1982)
Posee una amplia experiencia salesiana, adquirida, sobre todo, en su cargo
de Jefe de Estudios en los colegios salesianos de Zaragoza, Valencia, Alicante
y Pamplona.
Lamentable el que, a causa de una desgraciada operación -extirpación de un
tumor benigno en la garganta— y la debilidad y afonía consiguientes, él mismo
sugiriese su relevo del cargo de Director del Colegio de Baracaldo al P. Pro-
vincial. Persona querida en la Inspectoría por su sencillez, disponibilidad, trato
amable y gran espíritu de trabajo.
Don Jesús Gallego (1982-...)
Ha venido realizando su labor apostólica, alternacivamente con los semina-
ristas salesianos de Urnieta (Guipúzcoa) y con los muchachos de Burceña.
También en Baracaldo, en épocas anteriores a su directorado, trabajó con
los jóvenes en épocas difíciles y controvertidas de la nueva pastoral en su adap-
tación a los tiempos y normas litúrgicas y eclesiásticas.
El organizó y dio vida, durante el directorado anterior, a la Asociación de
Padres de Familia de la sección de bachillerato.
Para ser más exactos, hemos de añadir que, debiendo don Federico ausen-
tarse, durante un año, para asistir a un cursillo que se celebró en Roma sobre
el tema La Familia Salesiana, le suplió como director don Esteban Arrieta, que
-años antes- había ejercido idéntica misión en Deusto.
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Creemos que, en este último capítulo, interesa más presentar la visión actual
de la Obra Salesiana en Baracaldo, a la luz del apostolado realizado por los tres
Directores en conjunto, con sus respectivas comunidades, que atenerse a un or-
den cronológico de exposición de datos o acontecimientos disgregados o sepa-
rados entre sí.
Recordamos de nuevo que la tarea común de la Familia Salesiana sigue sien-
do difícil en los tiempos actuales, en los que Dios no se nota en las calles ni
en las manifestaciones de la vida pública. Las iglesias antiguas recuerdan, de vez
en cuando, que en nuestro mundo hay un lugar de Dios y para Dios. Pero
«¿qué es lo que acontece en la vida personal y en la familiar? -se interroga un
antiguo alumno-. Casi no se bendice la mesa familiar antes de la comida, los
cuadros religiosos van desapareciendo de los dormitorios de quienes se llaman
católicos, se reza poco o nada individualmente y en el hogar no se habla de te-
mas religiosos. Estamos cansados y pasamos de todo. Hemos hecho techo antes
de envejecer. Es el mayor castigo. La ausencia de Dios nos deja vacíos».
Aun cuando esta impresión resulte un tanto generalizada, es cierto que en-
cierra mucha verdad.
Entonces el colegio se ve obligado a suplir la negligencia, cobardía, indife-
rencia o la impotencia familiar. En tiempos pretéritos, ello resultaba bastante
más sencillo; hoy, no.
Don José Antonio Rico, miembro del Consejo Superior de la Congrega-
ción, decía a los antiguos alumnos: «No podemos olvidar que España está na-
ciendo a una vida democrática; los jóvenes despiertan a sus responsabilidades
sin la debida formación».
La misión del salesiano es el cultivo de todos los valores de la juventud, en
especial de los espirituales. Una docencia, garantizada por la competencia de su
profesorado y la exigencia racional y constante, según el Sistema Preventivo de
don Bosco, es sólido vehículo para una formación auténtica de hombres y de
cristianos responsables y comprometidos.
El salesiano no es un anacoreta. Vive en el mundo, debe tener el conoci-
miento más profundo del mismo; ha de ser otro Cristo, que recorre las calles
y plazas, evangelizando a los hombres del casi ya siglo XXI. Se trata, ante todo,
de un recorrido que no se mide por kilómetros o áreas, pues las gentes se con-
centran en nuestros mismos colegios; y, sobre todo, en éstos ha de realizar su
labor evangélica.
Y la verdad es que el colegio salesiano de Baracaldo mantiene muy alto su
prestigio respecto a la docencia y a otros valores formativos.
Y ¿los religiosos?
Don José Luis Roncal y don Jesús Gallego han reafirmado la respuesta de
don Federico Hernando; la que expresó, en los inicios de su gobierno, a la pro-
fesora del colegio Pili Resines. Le preguntó ésta:
-¿Cuál es la mayor ilusión que tiene al comenzar su misión?
-Tratar de mantener e incrementar la devoción a María Auxiliadora y el
aprecio por todo lo salesiano; y ello con mi entrega y la de la Comunidad a
la juventud y al pueblo.
Y hay, en la actuación de la Comunidad, mucho oro, cubierto con cierta
capa de escoria, en la labor educativa salesiana de estos últimos años.
El P. Provincial, en las Actas de la Visita Canónica de los años 1983 y 1984,
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D. Federico Hernando,
Director desde 1977 a 1980.
D. José Luis Roncal,
Director desde 1980 a 1982.
Primera promoción del Bachillerato en sus Bodas de Plata.
Centro, sentados: D. Nazario Sánchez, D. Lucio Corta.
Primera fila: D. Jesús Gallego, actual director.
Ultima fila: D. Marcos Gaisán, D. Agustín Septién.
Año 1984.
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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deja constancia de sus observaciones. A las positivas las denomina oro; escoria,
a las negativas.
Oro:
- Disponibilidad de los salesianos para llenar huecos.
- Buen ambiente entre los muchachos y de los salesianos con ellos.
- Alto nivel ocupacional de los hermanos.
- Pastoral vocacional sentida y vivida. Muchas vocaciones.
- Notable religiosidad ambiental de la Casa y respuesta positiva a las pro-
puestas de fe, libres y variadas, de los alumnos en retiros, convivencias, etc.
- Proyecto de Vida y Acción de la Casa, claro y evaluable.
- Fidelidad a los momentos comunitarios de oración.
- Buena inserción de los salesianos estudiantes en la Comunidad.
- Espíritu misionero y mariano de la Casa; por ejemplo, el regalo de la es-
tatua de María Auxiliadora a la Misión de Benín.
- Asociación de Padres de alumnos, preocupada e interesada por los asuntos
del colegio.
Escoria En años anteriores (curso 1980-1981):
«En nuestras conversaciones —escribe don Matías Lara, Inspector— debemos
retirar, rectificar o corregir aquellas afirmaciones o expresiones que niegan o ig-
noran el dato de la fe, el hecho de la vocación, la realidad de nuestra vocación
religiosa. Hay afirmaciones que no pueden hacerse ni de broma. Ciertos juicios
no se deben consentir, los debemos contestar aun a precio de crear tensiones.
¡Benditas tensiones generadas por salvar la tensión espiritual de la Comunidad,
que intenta y se esfuerza por vivir la llamada a la santidad!»
Oro y escoria. El año 1986 insiste don Matías en que todos practiquen una
auténtica caridad y obediencia a la voluntad del Superior. A la par, alaba con-
ductas ejemplares: la de los hermanos que se pasan el domingo atendiendo al
servicio de la iglesia, la de los dispuestos a toda suerte de sacrificios, la de los
cumplidores exactos de su cargo.
Como ya dejamos anotado en páginas anteriores, la rápida mutación de los
tiempos -con su correspondiente marejada a nivel universal- trajo consigo, si
no lodos, al menos polvo y escoria también a nuestra Casa de Baracaldo. Había
en ella mucha vida, calor de juventud, que dio paso a dichos o hechos no muy
laudables, incluso del todo vituperables. Pero ¡que a nadie acometa la tentación
de generalizar! Hubiera sido peor que hubiese reinado en la benemérita Casa
la paz de un cementerio. Con sinceridad, lamentamos todo fallo, pero nos en-
tusiasman esas vidas personales o comunitarias que, permaneciendo firmes, re-
novándose o introduciéndose en el mejor salesianismo, van extendiendo y con-
solidando sin pausas el Reino de Cristo.
Escribo estas líneas precisamente el 29 de junio, solemnidad de los Após-
toles Pedro y Pablo. Perseguidor, converso e incansable Apóstol de Jesús fue
Pablo. Tres veces le negó Pedro, en un momento de lamentable debilidad. Ha-
biendo llorado amargamente su pecado, se lanzó con dilatada confianza a pre-
dicar, el resto de sus días, al Infinito Amor. «Tú sabes que te amo». Y dio la
vida por El.
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Termino este apartado con algunas observaciones:
- La que me hace un buen antiguo alumno: «No olvide que los exalumnos
tuvieron un papel muy destacado en la iniciativa y ejecución del proyecto de
enviar a Benín —África- la imagen de María Auxiliadora.
-Una anotación del cronista un poco al desgaire: «Según el deseo manifes-
tado por un hermano y, aceptado por los demás, la Comunidad celebra la No-
vena de Navidad según el antiguo estilo, tan apreciado entonces y en total de-
suso en la actualidad. Recordar las cosas buenas del pasado también es vivir,
pues es revivir».
- En mi presencia, los tres últimos Directores afirman que la Casa Salesiana
de Baracaldo ha mantenido hasta nuestros días su tradicional espíritu de pobre-
za, orientada según los criterios de una entrega muy destacada al alumnado y
al pueblo, de un intenso trabajo en la docencia, en el ejercicio del sagrado mi-
nisterio y en las actividades recreativas.
«Y pienso y ratifico que la proverbial pobreza de la Casa Salesiana de Ba-
racaldo —dice don Federico- no se ha perdido; y, de hecho, la Inspectoría y la
Congregación se han dado cuenta de ello y aprecian la validez de la Obra. Por
ello se ha incrementado el número del personal. Hoy constituyen la Comuni-
dad diecinueve hermanos. Es evidente que, por lo que a la práctica de esta vir-
tud se refiere, han de contarse algunas excepciones».
2. SERVICIOS QUE PRESTA HOY
LA CASA DE BARACALDO
Los enumera la revista Llamada. Respuesta, mayo de 1986.
La Obra Salesiana en Baracaldo, hoy, tiene una doble vertiente: una hacia
los jóvenes y otra hacia los adultos.
Jóvenes
En primer lugar, se trata de ofrecer a los padres de Baracaldo la posibilidad
de educar a sus hijos según un ideario cristiano y de acuerdo con el estilo sa-
lesiano.
- La Escuela. La educación se ofrece especialmente, a través de la escuela,
atendiendo a los jóvenes desde primero de EGB (6 años) hasta COU (17-18
años).
Los de EGB son dos grupos por curso, con un total promedio anual de
seiscientos treinta alumnos.
Los de BUP-COU son tres grupos por curso y un total promedio anual
de cuatrocientos treinta jóvenes.
Son, pues, alrededor de mil sesenta alumnos los que estudian en el Colegio.
Esta labor escolar se completa mediante actividades extraescolares, tanto de-
portivas (más de trescientos están en equipos, entre federados y escolares),
como culturales (guitarra, inglés opcional, kárate, informática, biblioteca, etc.),
religiosas (grupos de preparación a la Primera Comunión, grupos de Poscomu-
nión, A.D.S. -Amigos Domingo Savio-, grupos de formación en Línea Cate-
cumenal y Cooperadores jóvenes).
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- Oratorio Festivo. Los domingos, a los que lo desean, alumnos nuestros
o no, se les prestan algunos servicios del Oratorio Festivo: Eucaristía, deportes,
cine, excursiones.
Adultos
En segundo lugar, la Comunidad se preocupa de los adultos, y de entre és-
tos, principalmente de los componentes de la Familia Salesiana.
- Ayuda y comparte actividades pastorales con las Hijas de María Auxilia-
dora.
- Atiende a la formación de cuatro Grupos de Cooperadores, dos de ellos
jóvenes.
- Fomenta una relación de animación y de amistad con la Asociación de
Antiguos Alumnos, que cuenta con una solera y vida de sobra conocidas.
- Conocida es también la labor de la Archicofradía de María Auxiliadora,
que contribuye extraordinariamente a la difusión de la devoción a la Virgen en
Baracaldo. Hoy el reto está en su rejuvenecimiento.
- Está empezando con entusiasmo el movimiento Hogares don Bosco, que
se espera vaya consolidándose.
-Funciona, ya desde 1972, la Asociación de Padres de Alumnos con gran
participación en la vida y actividades del colegio, sobre todo deportivas, hacia
los hijos; y culturales, formativas y recreativas hacia los padres.
- Hay un buen grupo de animadores jóvenes que se forman y trabajan
apostólicamente colaborando en la preparación de celebraciones juveniles —cam-
poboscos, pascuas juveniles, vigilias marianas- y llevando grupos formativos.
- Otro grupo, colaborador en gran medida, es el de catequistas que llevan
la preparación de los niños de Primera Comunión. Para mayor eficacia funcio-
na, hace ya un año largo, la escuela de convivencia formativa con reunión se-
manal y con variada serie de actividades. Debemos enumerar igualmente la ac-
tividad llevada a cabo en la iglesia de María Auxiliadora. Se pretende, de acuer-
do con el párroco, y según sugerencias del señor Obispo, prestar todas las aten-
ciones propias de una parroquia, excepto en lo relativo al bautismo y funerales.
Para ello se mantiene una coordinación constante con la parroquia y sector de
sacerdotes de Baracaldo.
Dado que todos estos aspectos son ya una realidad, el propósito es poten-
ciarlos según las líneas marcadas por la Iglesia y la Congregación.
3. GLOSAS DE TODO LO ANTERIOR
Campobosco Nacional
Preparando el Centenario de la llegada de los salesianos a España, el año
1981, surgió en la delegación Nacional de Pastoral Juvenil la idea de invitar a
los jóvenes de la Familia Salesiana para reflexionar en torno a la figura de don
Bosco. Fue el primer Campobosco. Dos años más tarde, los días 29, 30, 31 de
octubre y el 1 de noviembre de 1983, se reunieron en Mohernando (Guada-
lajara) setecientos jóvenes de toda España para celebrar el Campobosco 83, con
el sugerente lema: «Jóvenes hoy con don Bosco y con María».
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Varios del Colegio de Baracaldo acudieron a esas citas: «Al comienzo del
día hacíamos una pequeña oración en común para pasar a tratar el tema con
profundidad. Realizamos muchas actividades. Trajimos con nosotros un gran
recuerdo.
La Asociación de Antiguos alumnos,
en un período de relanzamiento
La antigua Asociación ha llegado a encontrarse en franca bancarrota. Se tra-
ta de inyectar en ella una savia juvenil. Para ello,se celebran reuniones en el co-
legio, incluso con antiguos alumnos jóvenes de algún otro centro salesiano.
¿Resultados? Los tres últimos Directores de la Casa me dicen que, a partir del
año 1980, se ha ido superando con frutos efectivos la ruptura que, en la época
anterior, tuvo lugar; que los antiguos alumnos veteranos no acuden a las asam-
bleas ni a los locales porque el ambiente social, el trabajo, el dinamismo de la
vida han cambiado, pero que mantienen su aprecio a loa salesianos y a los va-
lores que en ellos sembraron sus educadores. El amor a María Auxiliadora y
a don Bosco lo llevan a sus puestos de trabajo, a sus familias. Son hombres se-
rios y comprometidos, y ¡esto es lo importante! La Asociación se halla en un
período de relanzamiento, de organización. Acepta plenamente a los jóvenes.
Lo difícil es hallar la plataforma adecuada, en la que éstos puedan moverse con
la plenitud de su vigor juvenil para la renovación del mundo en que vivimos.
Y este objetivo no se ha logrado. Actualmente, el movimiento juvenil está
estancado. Muy potenciada ciertamente la Junta, formada por una docena de
personas, que se reúnen semanalmente con su Consiliario. Se reparten consig-
nas, se programa, sin descuidar una intensa labor de formación personal.
La revista Atalaya la llevan dos antiguos alumnos veteranos y otros dos
jóvenes.
No se trata de Asociaciones -de veteranos y jóvenes— paralelas, como al-
guien podría suponer tras la lectura de algunos números de Atalaya. Se trata
de una única Asociación, cuya Junta -pero sólo ella— funciona magníficamente
y en la que se compenetran bien veteranos y jóvenes, que trabajan con entu-
siasmo. Se espera constituyan un buen fermento —por su indiscutible valer— de
un grupo en constante auge, que podría resultar, incluso, más efectivo y com-
prometido que el de los tiempos pretéritos, con una conveniente adaptación a
los tiempos en clave salesiana.
Club Juvenil
El tradicional DOSA (Círculo Domingo Savio), que como ya dijimos cons-
tituía el puente entre el escolar y el asociado, dio paso al Club Juvenil, y hoy
día al grupo de antiguos alumnos. No han faltado, de manera alternativa, fra-
casos parciales y también apreciables éxitos.
Desde el año 1983 —en el directorado de don Jesús Gallego- se estrenó el
Club Juvenil A.D.S. (Amigos Domingo Savio). Lo componen preadolescentes
procedentes de los colegios de San Paulino de Ñola y Nuestra Señora de Be-
goña, de las Hijas de María Auxiliadora, Salesianos y Salesianas que quieren
comprometerse en la formación de selectos que vigoricen, con la conveniente
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formación, a otros grupos. Es ésta una labor que asumen, con empeño y sa-
crificio, Catequistas y jóvenes Cooperadores. La casi totalidad son antiguos
alumnos, aun cuando no están asociados.
Cooperadores
Respecto a esta genial creación de don Bosco, se insiste en la verdadera
identidad de la misma. Por ello, su número es modesto, viven una fuerte in-
quietud cristiana y apostólica. Para fomentarla tienen reuniones semanales.
Los grupos de Cooperadores jóvenes desarrollan etapas de formación pro-
gramadas. A medida que van descubriendo y asumiendo más a fondo su vo-
cación, se convierten en animadores de otros grupos.
Arch¡cofradía de María Auxiliadora
Los socios de la Asociación de los devotos de María Auxliadora se propo-
nen, según la mente de don Bosco, extender la devoción a la Madre de Dios
y venerar a Jesús Sacramentado. Sin descuidar la práctica de las virtudes indi-
viduales, deben imitar a la Santísima Virgen en el apostolado de la salvación de
las almas.
Objeto preferente de sus cuidados han sido siempre las iglesias y capillas en
las que se venera a María; su limpieza y ornato; la adquisición y buena con-
servación de los objetos de culto y la preparación de solemnes funciones reli-
giosas.
Las primeras noticias sobre la Archicofradía baracaldesa las hallamos en el
año 1913: Misas y conferencias mensuales; funciones de teatro en su honor,
como la habida el 8 de enero:
«A las cuatro de la tarde, con la representación de Dos niños mártires, San Juan
de Dios (dramita en un acto), alguna poesía, e incluso la proyección de documentales o
peliculillas. El encargado propuso la idea de adquirir un palio para las procesiones con
el Santísimo Sacramento. Se hizo la colecta reglamentaria, cuyo resultado fue de 12 pe-
setas 40 céntimos. La función empezó a las 4,30 y terminó a las 6,30 con notable sa-
tisfacción del público». El palio costó 1.200 pesetas, «habiendo ofrecido doña Valentina
lo que faltó después de lo colectado».
Parece ser que por aquella época ejercía el cargo de Presidenta de la Archi-
cofradía, sin serlo de facto, Angelita Pinado de Basaldúa. El señor Basaldúa era
distinguido Director Administrativo de Altos Hornos Vizcaya. Angelita era su-
mamente trabajadora, y atendía con viva solicitud a los niños del colegio. Cosía
su ropa, sin dejar de atender también al decoro y limpieza de la iglesia. Señoras
baracaldesas, benefactoras de los salesianos, se reunían cada semana en su
casa. Se interesaban por las necesidades del colegio y por el culto de María Au-
xiliadora.
Siendo Director de la Casa el P. Olivazzo (1920-1926), creció pujante -la
hemos comprobado ya- la devoción a María Auxiliadora en Baracaldo. Para
ello contó don Pedro con la poderosa ayuda de la Archicofradía. Era entonces
su Presidenta -ya de iure- doña Salomé Zugasti, viuda de don Juan Goricelaya,
médico, y madre de otro famoso médico. Una dama, cuya nobleza como su
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celo apostólico admiraba el pueblo baracaldés. Colaboradoras suyas, dignas de
ponderación, doña Marciala Abalos (tía de la actual Presidenta), doña Primitiva
Ochoa y doña María Pérez (hija de don Agustín Pérez, médico), que atendía
maravillosamente a las niñas que hacían la primera comunión, les ensayaba ver-
sos, preparaba veladas y adornaba la carroza de la Virgen para la gran procesión
que tenía lugar en la solemnidad de María Auxiliadora. Era doña Salomé una
señora distinguida, incluso en su físico. Mantuvo alto el prestigio de la Archi-
cofradía hasta el directorado de don Joaquín Urgellés.
Es probable que, ya el año 1937, coincidiendo con la «liberación» de Ba-
racaldo por los nacionales, fuera nombrada Presidenta doña Elena Sáez, esposa
del doctor don Camilo Landín, familia muy distinguida y conocida en la lo-
calidad. Sus numerosos hijos se distinguieron por su talento y honrosos em-
pleos. La Archicofradía se mantuvo floreciente durante la larga presidencia de
doña Elena, unos cuarenta y tres años ininterrumpidos. Numerosas afiliadas,
orgullosas de llevar al cuello en ocasiones solemnes -sobre todo en el mes de
mayo— la medalla con su lazo azul y blanco.
Colaboraron valientemente con doña Elena, Magdalena Lobato (secretaria), Felici-
tas López, Sofía Ezquerra, Elvira Iturregui, María Echano de-Barrena, Fermina Argue-
lles, Primitiva Ochoa y otras.
Cuando pasó al descanso eterno (por el año 1966), María Pérez, tesorera en
el período de la presidencia de doña Elena, ocupó su cargo Amalia Abalos.
Doña Elena, en los años que antecedieron a su muerte, anciana y enferma,
no atendía a la presidencia; la suplía la señora Amalia Abalos, esposa de don
Mauricio Fernández, Presidente que fue de la Asociación de los Antiguos
Alumnos en tiempos de don Luis Pazo y más tarde primer Presidente Regional.
Doña Amalia sigue en la actualidad al frente de la Archicofradía, eficazmen-
te coadyuvada por Garbiñe Acha (secretaria), cuya pertenencia a la Asociación
se remonta al año 1941; Celia Gózalo, Elena Madera, Aseen Diez, Adelina Fer-
nández, Tere Cabezas, María Trillo, Josabe Inchausti, Vitori Lobato.
Recuerdo a Felicitas López y Sofía Ezquerra enseñando catecismo como preámbulo
para la primera comunión. Tenía lugar esta instrucción en el salón de actos del colegio,
y asistíamos de ochenta a cien crios».
Casi desde los inicios de la Obra Salesiana en Baracaldo, se editó mensual-
mente la revista Eco Salesiano, órgano de información y comunicación, enfo-
cado principalmente a la Archicofradía. En los años 1977-1980, se trató de di-
fundirlo a toda la Familia Salesiana baracaldesa. Tras un colapso, que provocó
su muerte, se proyecta de nuevo su extensión a toda la obra salesiana local. Lo
está añorando y deseando la Archicofradía.
Sigue ésta manteniendo con tesón el fervor a su Reina y Señora con las reu-
niones mensuales, con su presencia constante en las funciones religiosas; con la
aportación generosa de recursos pecuniarios para los objetos de culto y adorno
de la iglesia. Fomenta el sostenimiento de las vocaciones con ayudas económi-
cas, obtenidas con ocasión de la lotería de Navidad; colabora con sus limosnas
al desarrollo de la obra misionera en Benín; ayuda a los salesianos del colegio.
Aseen Diez, desde ya hace varios años, sufraga el gasto de luz de la corona de
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la Virgen que preside los cultos desde su camarín; y no tan sólo en día de cierta
solemnidad —antigua costumbre—, sino todos los días del año.
En fin, la Archicofradía baracaldesa sigue manteniendo con tesón el fervor
a su Reina y Señora. Las celadoras cuidan del buen funcionamiento de las ca-
pillas domiciliarias; reparten y reciben el calendario anual de María Auxiliadora;
facilitan medallas; y, sobre todo, en el día por excelencia de la celestial Señora
-24 de mayo— colaboran en el acto popular que se celebra en los patios del co-
legio, sustitutivo de aquellas hermosas procesiones descritas en capítulos ante-
riores que cesaron a causa de la actual vida moderna harto más complicada.
Grandioso espectáculo, al aire libre, de una sentida paraliturgia y la correspon-
diente velada. Los fieles reciben con amor la Bendición de María Auxiliadora
y vibran, ancianos y jóvenes, con los recuerdos de antaño y el entusiasmo de
hogaño. No falta tampoco el correspondiente folklore. Brillan y retumban, en
la oscuridad de la noche, la fantasía y el bullicio de unos espléndidos fuegos
artificiales. Un mérito singular ha de concederse, pues, en el desarrollo de la de-
voción a nuestra Virgen de Baracaldo -María Auxiliadora— a su valiente Archi-
cofradía.
En su mismo seno brotaron flores que cuajaron en magníficos frutos.
Me es grato traer a la memoria el suave recuerdo de una archicofrade. Se
llamó Irene Sagastagoitia. Hermana de don Cirilo, tan venerado en Baracaldo.
Era entonces Presidenta de la Asociación mariana doña Salomé Zugasti. Irene
profesó en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Era muy ancianita
cuando yo la traté, recién estrenado mi sacerdocio, en el Colegio de las sale-
sianas de Salamanca. Una santa de pies a cabeza. Ella sola -¡y existieron y exis-
ten muchas más!- confirmaría la bondad y eficacia de la benemérita Archico-
fradía de Baracaldo.
Famila Salesiana baracaldesa
Es hoy una potente realidad. La preside un Consejo, que se reúne bimen-
sualmente. Son miembros integrantes de este Consejo los componentes activos
de la pastoral salesiana: Antiguos Alumnos, ADS, Catequistas del colegio,
Alumnos, Padres de Familia, Profesores, Salesianos e Hijas de María Auxilia-
dora, Cooperadores y Devotos de la Virgen de don Bosco.
Asociación de Padres de Familia
Tiene sus inicios formales en el Directorado de don Wenceslao Ortega, si
bien antes los padres se habían reunido repetidas veces con la finalidad de su
mayor vinculación con el Colegio. El 8 de mayo de 1972 se celebra la primera
reunión oficial. Se procede a la elección de la Junta. Es elegido, como Presidente
de la misma, don Modesto Caballero y, como Secretario, don Ovidio Maestro.
En septiembre del mismo año, siendo Director don Raúl Cuevas, el Colegio
es subvencionado por el Estado a través de la APA. Esta ayuda alcanza a diez
aulas, a razón de 184.003 pesetas cada una. Los favorecidos son los alumnos
de EGB, del primero al quinto curso.
Todos los padres de los alumnos están asociados. Durante la presidencia de
don Modesto Caballero destacan, por su entusiasmo y trabajo, el mencionado
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Caballero, voluntarioso, impulsivo, trabajador; don Ovidio Maestro; y los se-
ñores Darío láñez, Alcodori, Huete, Garay, López y Monge.
Las vocaíías influyen en las áreas educacional, cultural, asistencial, deportiva
y de relaciones, atendiendo a las necesidades primordiales del Colegio.
Han sido los padres quienes han sufragado el coste del gimnasio, de la ins-
talación del alumbrado —con faroles en el campo de deportes—, los concursos
domiciliarios de los belenes, las charlas o conferencias para los asociados, etc.
En el curso 1981-1982 se forma nueva Junta Directiva, con don Carlos
Trueba de presidente y don Javier Echevarría de vicepresidente. Se procedió a
preparar un nuevo reglamento para evitar la perpetuidad en los cargos. El curso
1982-83 es elegido presidente don Javier Echevarría. Le ayudan eficamente en
su cometido don Víctor García Meneses, y los señores Villarroel, Marquina, Se-
rafín Vilar y José María Pérez y Manuel García.
Editan un Boletín Informativo que se envía a todos los padres.
En el curso siguiente preside la Junta don José Manuel Ángulo. Ocupa el
mismo cargo, desde el 1984-1985 don José María Mozo, y después don Ger-
mán Achurre (1985-1986).
El entendimiento con el Colegio ha sido total. Son muchos los padres que
participan como entrenadores, preparadores de diversas competiciones, patro-
cinadas por el Ayuntamiento de Baracaldo y el Gobierno Vasco.
Los periódicos se hacen eco del APA del Colegio con ocasión de las charlas
habidas, de las lecciones impartidas y otros acontecimientos notables.
Los padres se hallan muy satisfechos de la enseñanza que sus hijos reciben
en el colegio. Se celebró alguna reunión para tratar de solucionar el problema
del excesivo alumnado del COU y «a pesar de ser invitados los muchachos a
frecuentar otros centros privados u oficiales, han preferido venir a éste».
El Gobierno Vasco se interesó, en alguna ocasión, por un acondicionamien-
to mejor de las instalaciones deportivas. A pesar de las leyes gubernamentales,
no satisfactorias a la enseñanza privada (LODE), «todo crece y sube, pues la
colaboración de los padres es total, estupenda».
4. UN CENTENARIO V UNA IGLESIA RENOVADA
Tres sacerdotes, un clérigo y dos coadjutores, acompañados por don Juan
Cagliero y enviados por don Rosco, llegaban -desde Turín, el 16 de febrero de
1881, a las 6,30 de la tarde- a Utrera (Sevilla). El pueblo les dispensó un re-
cibimiento por demás afectivo. Igualmente, las Autoridades eclesiásticas y civi-
les. Y en Utrera se fundó la primera Casa Salesiana de España.
Cien años más tarde -¡curiosa coincidencia!-, en idéntica fecha -16 de fe-
brero- amanecía Baracaldo nublado, nervioso, agitado, a causa de una huelga
general, debida a la muerte del etarra José Arregui Izaguirre en la cárcel de Ca-
rabanchel-Madrid.
La fiesta salesiana quedó reducida a una celebración íntima. Salesianos de la
Casa, los de San Juan Bosco de Burceña, Hijas de María Auxiliadora, Antiguos
Alumnos, Cooperadores, Archicofrades y padres de salesianos -un total de cien
personas- se reúnen en la celebración eucarística y en una convivencia familiar,
que tiene lugar después de la Misa.
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En día más oportuno -febrero de 1981- tiene lugar la Apertura solemne
de la Conmemoración. El pregón de las fiestas corre a cargo de don Javier
Echevarría, antiguo alumno salesiano cien por cien. Su disertación versa
sobre los Cien años salesianos en España. Alumnas de las Hijas de María Au-
xiliadora deleitan al público con bellos y artísticos cuadros de ballet. Sigue luego
un magnífico alarde de bailes vascos y la presentación del Libro del Centenario
por don Rafael Alfaro, Director del Boletín Salesiano español, escritor y buen
poeta.
El 20 de abril, diez miembros de la Comunidad se desplazan a Utrera. Tras
una semana de alegre vivencia salesiana y andaluza, vuelven a Baracaldo, res-
pirando e inyectando optimismo. Pero ciertamente el acto cumbre de la Con-
memoración del Centenario fue la inauguración de la antigua y venerada iglesia,
no sólo remozada, sino en gran parte renovada.
La prensa y la radio se hicieron eco del acontecimiento. Tuvo lugar el 21
de octubre. Estaban invitados al acto los antiguos Directores de la Casa -algu-
nos de ellos cargados de años y de méritos-.
¿Programación? Sencilla y bonita: rezo del santo rosario -Homenaje a la
Madre del délo y Reina amada de Baracaldo--, un rosario con matices nuevos,
adornado con iniciativas -¡creatividad!- de don José Frutos; la Concelebración
Eucarística, presidida por el Obispo de la diócesis, Excmo. D. Luis María La-
rrea. Le rodeaban dieciocho sacerdotes -algunos de ellos párrocos de Baracal-
do-, el P. Provincial, don Matías Lara y el Director del colegio, don'José Luis
Roncal.
El Club Juvenil de los Antiguos Alumnos y el Otxote Gastiak se cuidaron
de la parte musical, con letras en castellano y en euskera. La liturgia, «con la
intervención de Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores, Anti-
guos Alumnos y Padres de familia». La iglesia, abarrotada de fieles. Entre ellos,
el señor Alcalde, Josu Sagastagoitia Monasterio y señora, amén de algún con-
cejal. Había tanta gente fuera como dentro de la iglesia». Estaban presentes en
el acto litúrgico los señores don Aurelio González y doña Amelia Cogollos -
con sus hijos Víctor, Margarita y Esther-, «donantes de toda la pintura y del
barniz» y doña Amalia Abalos, Presidenta de la Archicofradía y donante del
Sagrario.
El Prelado conocía bien la Obra Salesiana de Baracaldo. Durante veinte lar-
gos años había ejercido el ministerio sacerdotal en la iglesia de San Vicente. Re-
saltó en la homilía la labor de los Hijos de don Bosco en los ochenta y cinco
años de su presencia en la localidad.
Emocionante la intervención de los txistularis de la Academia de Baracaldo
en el momento de la Consagración de la Misa interpretando el Agur Jaunak.
Dice el cronista: «La gente ha quedado muy satisfecha. Don José Manuel
Bastarrica, con gran esfuerzo es quien ha dirigido toda la obra de la reforma
de la iglesia. Los salesianos debemos estarle más que agradecidos».
5. PERSONAS QUE DEJAN HUELLA
¡Tantos nombres deberían quedar estampados a través de toda la monogra-
fía, que, por su número o falta de documentación, han quedado en la penumbra
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o en el olvido. Sus nombres están escritos en el Libro de la Vida, y ¡eso es lo
que cuenta!
Permitidme dedique, en este lugar, unas líneas a dos salesianos, sacerdote
uno y coadjutor el otro; unas páginas más adelante a don Félix Oria.
Don Julián Martín
¿Por qué mencionarle de nuevo? Fue muy marcada la impresión que dejó
en Baracaldo durante su breve estancia en el colegio salesiano. «Salesiano por
los cuatro costados», dicen todos que fue y es don Julián.
Durante su estancia entre nosotros, antes de levantar el vuelo hacia su que-
rida Patagonia, surge en el seno de la familia Salesiana Baracaldesa el grupo CA-
MIS (Club Amigos Misiones Salesianas), integrado por chicos de ambos sexos
de los colegios de San Paulino, Cruces y Nuestra Señora de Begoña, con el ob-
jetivo de ayudar a las Misiones de la Congregación, y más concretamente a don
Julián en la Patagonia.
—Oye, Julián, Baracaldo, ¿es un jalón más en tu vida?
—Yo diría que ha sido una escala especial en mi rodar por la vida. Una ex-
periencia nueva y rica de salesianismo. Contemplar a un pueblo que irradia su
devoción a María Auxiliadora y a don Bosco. Esto y la cordialidad de los mu-
chachos han quedado marcados en mi vida de forma imborrable.
—¿El recuerdo más fuerte de tu estancia en Larrea?
—Sin duda alguna, los 24 de mayo. ¡Qué derroche de amor del pueblo ba-
racaldés a María Auxiliadora! Algo que no vi en ningún lugar de mi peregrinar
salesiano.
—Enuméranos tres virtudes de la juventud baracaldesa que más admiras.
—Amistad a toda prueba; familiaridad con lo salesiano; cosmopolitismo en
aceptar incluso a los oriundos como yo.
Don Agustín Septién
«Castizo y ejemplar salesiano», le llaman los antiguos alumnos. Veterano,
sabe adaptarse a lo moderno que valga la pena, mas sin olvidar lo antiguo, sen-
cillo y bueno.
Hasta cinco veces apareció en la Gaceta del Norte la notica del homenaje
que los antiguos alumnos le dedicaron con ocasión de sus cinco lustros de es-
tancia en la Casa Salesiana de Baracaldo.
Su hermano, el salesiano sacerdote don Justiniano, recalcó en la homilía que
la fiesta tenía que ir dirigida a todos los salesianos coadjutores que habían tra-
bajado en la Casa de Baracaldo.
A aquel don Celestino Muñoz, músico, hombre tan sencillo, rígido consigo
mismo y bueno de verdad con los demás; a don Alfonso Martínez, «un bom-
bín, unos zapatos, un bigotillo Charlot, un guardapolvo y unas llaves que suben
y bajan entre frotadas de manos».
Le preguntó a Don Alfonso en cierta ocasión un antiguo alumno:
-¿Cómo hay que tratar a los niños?
—Con paciencia y comprensión, dándoles el gusto de cierta libertad y procurando
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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que tengan amor al trabajo. Cuando mis alumnos -de siempre son Primera o Segunda
Elemental— se portan bien, al final de la clase, les narro cuentos.
¡Cuánta sabiduría anida en estos coadjutores!
De este estilo es Don Agus. Así le llaman todos.
La sobremesa-homenaje concluyó con el ofrecimiento de estos obsequios:
- Como buen salesiano, en prueba de su amor al Papa, un artístico cuadro
de Pablo VI.
- En premio a la obediencia a sus Superiores, la carta de adhesión del Rector
Mayor, don Luis Ricceri, acompañada de la fotografía de don Bosco y don
Rúa.
- En prueba de agradecimiento, por parte del Ayuntamiento, una placa con-
memorativa de un día tan significativo para él.
- En señal de aceptación como un baracaldés más, a pesar de ser natural de
Burgos, la imposición de la chapela vasca por dos niños, en representación de
todos los demás del Colegio.
- Y finalmente, por su afición a los pájaros, se le dona una artística jaula
con un pajarillo.
El año 1978, la Federación Nacional de Antiguos Alumnos le distingue con
la Insignia de Oro por «su sencillez, castizo salesianismo, amor a los niños,
afecto a los mayores, colaboración y amistad con los exalumnos, dedicación en-
tusiasta y humilde a la formación y educación de los jóvenes, derrochando op-
timismo salesiano, amor a don Bosco y a María Auxiliadora».
El año 1984 fue votado masivamente Formidable de la margen izquierda del
Nervión; en nuestro caso, de Baracaldo. Y con una gran diferencia sobre el se-
gundo puesto: don Agus, 411.310 puntos; el segundo, 372.770.
Pregunta y respuesta:
-¿Por qué se dedica preferentemente a los crios?
-Porque los niños que están, por primera vez, en el colegio deben sentir el
cariño salesiano. Es una manera de atraer a los padres... Mis juegos, ya lo sa-
béis: el conejito, el burro vuela, el aliguí. A mis niños les compro caramelos
y les guardo mi postre de las comidas.
Y es que en la mente de don Agustín quedaron muy grabadas aquellas pa-
labras que un día resonaron en Palestina. Y ¡eran nada menos de Jesús!: «Dejad
que los niños se acerquen a mí». Y también las otras: «Si no os hacéis como ni-
ños, no entraréis en el reino de los Cielos».
Por eso, don Agus concluye: «Nunca me jubilaré mientras haya niños. Un
salesiano nunca se jubila».
Don Mauricio Pérez Careaga
Misionero Pasionista en el Alto Amazonas y antiguo alumno salesiano de
Baracaldo.
«Mis recuerdos del colegio son muchos y muy agradables. Recuerdo que
antes se vivía mejor la vida salesiana; frecuentábamos el ambigú y el Círculo
Domingo Savio. Recuerdo gratamente a Joaquín García, a los hermanos Sán-
chez y al profesor don Tomás Alonso, que ha sido la persona que más ha in-
fluido en mi vida misionera».
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D. Félix Oria dedicará sus últimos años a la Obra
de Benín en Porto Novo y volverá a Baracaldo para
recibir el premio del Señor.
Año 1981.
Estatua de María Auxiliadora, obsequio de toda la
familia salesiana de Baracaldo a las misiones de Benín.
Año 1982.
Baracaldo se hace presente en las casas que la Inspectoría tiene en Benín (África).
Juan Carlos Ingunza presenta sus padres a Mons. Robert Sastre, Obispo de Lokossa, que
recibirá en su diócesis a los primeros salesianos, Juan Carlos y Jesús Perrero.
9-agosto-1980.
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A Mauricio se une un gran coro de voces, que cantan la bondad y la alegría
salesiana. ¿No os dais cuenta, antiguos alumnos, que es cosa ardua -diría casi
imposible— llenar páginas y más páginas con nombres, recuerdos y añoranzas?
¿No reparáis que ello se presta a un rum, rum, monótono aun cuando sonoro?
¿Que son inevitables un sin número de omisiones? «Pero mire; ¿quién puede
olvidar aquellas excursiones de los alumnos con don José Antonio Torrente a
Plencia, al Regato, a Deusto? ¿Y no va a nombrar a Fede Pérez que, durante
muchos años, fue el maquinista cinematógrafo del colegio con sus dos hijos de
ayudantes, especialmente el mayor, Agustín (Tinín), que sucedió al padre en el
trabajo? Vivían enfrente del colegio; ¿A Martín Ormaechea, gran trabajador,
arreglando tejados de la casa, actuando de carpintero, de hortelano durante mu-
chísimos años, siempre al servicio de los salesianos, muy eficaz? ¡Aquella her-
mosa huerta de los años 1940..., que hoy es campo de juegos! Allí estaba Mar-
tín: -Yo les servía los mejores tomates. Cuánto he trabajado por los salesianos.
Muchas veces sin cobrar ni un céntimo. Con todos los Directores me he llevado
muy bien, pero en especial con don Aniceto-. ¿Y cómo no recordar a Mar-
celino, el de los caramelos, pariente lejano del arzobispo, que vivió tantos años
con los salesianos, ayudante de la comunidad y estrechamente relacionado con
los colegiales de varias generaciones; a Mauricia, la caramelera, ya ancianita; a
Santos Virgel, encargado del bar de los antiguos alumnos durante tantos años,
directivo de la Asociación y buen director de escena? ¿Y vamos a olvidar a don
Lucio Corta, salesiano entonces -exigente, pero bueno-, tan aficionado a la mú-
sica gregoriana que más tarde ingresó en la Orden benedictina; a don Antonio
Ubeda -hoy veterano salesiano-, que cuidaba primorosamente la iglesia; a Es-
teban Bilbao y a Serafín Vilar, ambos tan salesianos?»
Bajo el epígrafe «Don Mauricio Pérez Careaga se conjuntan -lo habéis vis-
to-, mezclados, nombres de salesianos profesos y otros de afecto. Todos ellos,
enamorados de María Auxiliadora, don Bosco y de su Obra.
Tú, que tal vez no contemplas tu nombre estampado en las páginas de este
libro, sé comprensivo conmigo y con los que me han informado. ¡Son casi no-
venta años de historia! Cuántas aguas han corrido en esos dieciocho lustros, lle-
vando al océano feliz de la eternidad tantas benemerencias, los merecimientos
de vivos y difuntos, en los que tiene sentido cabal la frase evangélica de que
no se entere tu mano izquierda de lo que hace la derecha.
6. MIRANDO A ÁFRICA
El año 1978, el Capítulo General Salesiano decidía acudir en ayuda de las
jóvenes iglesias africanas. Cinco años después, doscientos Hijos de don Bosco
se añadían a los que ya estaban trabajando en aquel Continente.
La Inspectoría de San Francisco Javier (o de Bilbao) ha ido abriendo tres
Centros en Benín, el antiguo Dohomey.
Fue Benín, años atrás, colonia francesa. Su extensión es de 112.600 kilóme-
tros cuadrados, con cuatro millones de habitantes y cinco etnias. Clima tropical,
con sólo dos estaciones. Mucho calor y abundante humedad. El 68 % de los
habitantes profesan el fetichismo o son animistas; el 15 % practican la religión
musulmana; el 3 %, la protestante y un 14 %, la católica. Cuenta con ochenta
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sacerdotes y ciento cincuenta religiosas. La lengua oficial es la francesa. Es un
país pobre de solemnidad.
La primera expedición organizada por la Inspectoría de Bilbao llevó allí a
don Jesús Perrero, que había ejercido de Director en varias casas y a don Juan
Carlos Ingunza, que acababa casi de estrenar su sacerdocio, hijo de Baracaldo
y antiguo alumno del colegio de San Paulino de Ñola. Lo dijimos ya: su padre
había sido Alcalde de la localidad.
En la segunda expedición figuraba don Félix Oria, profesor durante muchos
años -algunos de ellos con cargo— en el colegio de Baracaldo.
Cuando el que esto escribe, juntamente con don José Lizarralde y don Félix
Oria, celebraba sus Bodas de Oro de Profesión Religiosa en la casa de Deusto,
se me ocurrió preguntar a don Félix:.
-¿Cómo, a esta edad, te decides a marchar a Benín?
-Los años pasan -me contestó con tono jovial, característico en él- y hay
que hacer algo en orden a la eternidad.
Rondaba los setenta.
Por su carácter alegre, se ganó inmediatamente el cariño de los indígenas.
Además, dominaba el francés.
Por dos años pudo resistir aquel clima de extrema dureza. Sufría mucho a
causa de la salud quebrantada, pero se hallaba a gusto en la misión.
Muy a pesar suyo, no tuvo otro remedio que volver. Y volvió a Baracaldo.
Aquí «recibía cartas -a pares- de los cristianos de la Parroquia casi todos los
días. Una vez repuesto de los males allí contraídos, deseó vehementemente mar-
char de nuevo a Benín. Exactamente nueve días antes de su muerte, había pe-
dido al señor Inspector volver de nuevo».
El Señor se lo llevó al cielo. Muerte inesperada y muy sentida en Baracaldo.
La Familia Salesiana baracaldesa se halla muy unida a la Obra de los Hijos
de don Bosco en Benín.
En la Visita Canónica de don Matías Lara a la Casa de Baracaldo, consta:
«La Familia Salesiana de Baracaldo ha promovido, en el presente curso
1981-1982, la iniciativa de costear una imagen de María Auxiliadora con destino
a nuestras Misiones de Benín-Portonovo. Ha sido una expresión elocuente del
amor y devoción que siente a María Auxiliadora y del espíritu misionero que
anima esta devoción. De África nos llegan noticias que nos hablan del solemne
recibimiento que los cristianos de Portonovo han tributado a la nueva imagen».
La ceremonia de su bendición tuvo lugar en la iglesia de la Casa salesiana
después de la celebración de la Eucaristía, el 17 de abril de 1982, por el P. Pro-
vincial.
La colecta para la compra de la estatua y las sucesivas limosnas provinieron
de toda la Familia Salesiana baracaldesa.
También con la mirada fija en África, el año 1983, la Asociación de Anti-
guos Alumnos alentó la consigna general del DOMISAL en la Inspectoría: la
construcción de una residencia para los salesianos de Benin, en Parakou. Y la
suma recaudada mediante colectas en la iglesia, entre los alumnos del colegio,
Archicofradía y donativos de cuatro personas generosas arrojó el resultado de
ciento diecinueve mil trescientas ochenta y cinco pesetas.
No por ello descuidó la Casa salesiana el atender a las necesidades de las
Misiones en general. En el DOMUND, por ejemplo, del año 1982, se recau-
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ciaron ciento setenta y tres mil ciento noventa y una pesetas; y el fruto de otra
colecta pro-parados, el mismo año, ascendió a la cantidad de ciento treinta y
dos mil pesetas.
Jaime Lunate Olarieta se va a la casa del Padre
De familia muy allegada a la Congregación Salesiana, nació en Baracaldo el
20 de octubre de 1926. En la casa salesiana de su pueblo brotó la flor de su
vocación. Culminados los estudios, desempeñó diversos cargos en distintos co-
legios: consejero, catequista, jefe de estudios, capellán. En 1960 obtuvo la licen-
ciatura en Filología moderna.
Sobre su personalidad humana -física y moral- hablan los testigos: Un
hombre ruidoso, extrovertido, alegre, campechano. Envuelto en un corpachón
de vasco fornido, dotado de enorme voz, dominaba cualquier situación y cual-
quier ambiente. Se mostraba en todo momento abierto, espontáneo y cordial.
Un hombre preocupado de hacer el bien y de enseñar todo lo que sabía. Sus
propios sufrimientos le hacían comprensivo en su trato con los aquejados de
algún mal.
Destacaban en él su amor a María Auxiliadora y a don Bosco. ¿Podría un
baracaldés olvidar lo que casi desde la cuna aprendió?
No ocultaba que en sus jóvenes años de vida sacerdotal tuvo muy serias cri-
sis de vocación; pero añadía, con lágrimas en los ojos e inmensa alegría, que
«gracias a María Auxiliadora las había podido superar todas».
Entregó su alma a Dios en París, donde se encontraba ampliando estudios,
el 12 de mayo de 1985, a los 58 años de edad, 41 de profesión religiosa y 32
de sacerdocio.
Sus restos, trasladados a España, descansan en el panteón familiar de los Lu-
nate en Baracaldo.
Una hermana suya, Raquel, veterana y benemérita salesiana, trabaja con ese
fuego que corre por las venas de los Lunate en la Casa de las Hijas de María
Auxiliadora de Baracaldo.
7. LOS SALESIANOS SIGUEN DESARROLLANDO
EN BARACALDO UNA OBRA EMINENTEMENTE SOCIAL
El censo oficial de Baracaldo daba en el año 1984 la cifra de 118.692 ha-
bitantes.
En esta numerosa población, la Familia Salesiana tiene una incidencia incal-
culable, que el lector ha podido comprobar a través de nuestra obra. Personas
destacadas de la sociedad baracaldesa no dudan en afirmar que el colegio de San
Paulino de Ñola ha sido, desde su fundación, un centro potente de irradiación
del espíritu de don Bosco; que Baracaldo, desde los inicios del siglo ha sido un
pueblo salesiano. Con sus diversas instituciones y organizaciones, el colegio ha
ido irradiando constantemente vida, optimismo, cultura, espiritualidad, depor-
tividad y juventud sobre la población.
La calidad de su docencia ha sido siempre muy elevada y, a la par, gratuita
durante muchos años o generosamente barata.
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La antigua casona o chamizo dio lugar a edificios dignos, amplios y con to-
dos los requisitos que exigen los tiempos que vivimos.
A las realizaciones de don Raúl Cuevas, siguieron las de sus sucesores, a tra-
vés del esfuerzo de la Comunidad y la valiosa ayuda de la Inspectoría: repa-
raciones de tejados, clases y pórtico; renovación de la iglesia y de la biblioteca;
el patio quedó remodelado conforme a las normas de la mejor pedagogía y de
las más exigente modernidad; se instalaron también las salas de vídeo y de in-
formática.
Estos trabajos han supuesto para los salesianos de la Comunidad grandes sa-
crificios personales. Y en los períodos de vacaciones, la mejor práctica de la vir-
tud de la pobreza: el trabajo material, sin el abandono de los demás ineludibles
deberes de la docencia. «Los salesianos terminaron muy fatigados el día», co-
menta en ocasiones el cronista.
El informe de El Correo Español-El Pueblo Vasco del 8 de octubre de 1983
se extiende en detalles sobre las obras realizadas.
Nuestra historia, con sus hombres y sus hechos, ha avanzado, desde 1897
hasta 1985, con la mirada siempre puesta en un pueblo de vigorosos músculos,
mente abierta y corazón que sabe amar a quienes sinceramente se le entregan.
De ahí nació, creció y subsiste la mutua compenetración entre salesianos y ba-
racaldeses. Una Congregación fundada por un obrero piamontés, integrada por
hombres cuya característica es el duro e ininterrumpido trabajo diario -«En el
cielo descansaremos», decía don Bosco- se halla a gusto en un pueblo eminen-
temente trabajador. De ahí la mutua compenetración.
Como el fuego de sus fábricas -lo has visto, lector- ha sido el amor de los
salesianos a Baracaldo: vivo, ininterrumpido, abrasador.
Baracaldo lo ha comprendido y -¡pueblo de los Altos Hornos, de fábricas,
de febril ardor en el trabajo manual o intelectual!- se ha entregado a la pro-
tección de don Bosco y, sobre todo de Aquélla a la que tantas veces hemos
cantado:
Es María Auxiliadora
dulce faro de la mar,
es el amor de mi alma
desde que yo supe amar.
Ella en mi niñez
mis pasos guió,
por eso desde niño
siempre la quise yo.
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APÉNDICE I
Don Hilario Santos y don Federico Hernando
El año 1985, termina su mandato de Inspector don Matías Lar a. Siem-
pre dispuesto a la obediencia, marcha al Ecuador. Allí le esperan nuevos
apostolados.
Le sucede en el cargo don Hilario Santos. Joven, pero bien preparado
intelectual y espiritualmente. Todos le querían. Sabía tanto, y era a la vez
tan sencillo y bueno... Amaba de verdad a la Congregación; y, por ello,
no era indulgente en la exigencia del deber. Comprensivo, sí; tolerante, no.
El 1 de agosto del año 1986, el Señor se lo llevó al cielo. El cáncer ha-
bía ido invadiendo paulatinamente su cuerpo. Al final, todo se precipitó.
Sufrió mucho, pero como cristiano auténtico y ejemplar. Ofreció sus dolo-
res por la Inspectoría que le había sido confiada. Soy testigo presencial de
ello.
Hubo quien escribió que el Dr. Prieto, después de haber visto morir a
tantísimos enfermos, hubo de exclamar: «Hoy ha sido el día en que he sen-
tido la mayor impresión de mi vida». Fue la predicación más elocuente y
profunda de don Hilario: su muerte ejemplar. Tenía 44 años de edad.
El funeral y misa de corpore insepulto se celebraron en la parroquia sa-
lesiana de María Auxiliadora (Madrid) el 2 de agosto. Una concelebración
nutridísima; y la iglesia, repleta de miembros y amigos de la familia sale-
siana.
Don Federico Hernando ha sido nombrado para suceder a don Hilario.
Conoce a perfección la Inspectoría, pues fue Vicario de los dos Provinciales
anteriores y Delegado para la Familia Salesiana.
De su curriculum vitae y de su período de Director en la Casa de Ba-
racaldo hemos dejado ya constancia en esta obra.
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APÉNDICE II
Soy hijo de un herrero de Burceña
José Ramón Gurruchaga
La Ordenación episcopal de don José Ramón Gurruchaga tuvo lugar el
28 de febrero de 1987, en Huaraz, sede de su diócesis.
Huaraz se encuentra en Perú. Es la capital del departamento de Ancach,
al noroeste del país, al pie de la cordillera Blanca, a 3.027 metros de altitud;
foco comercial de los productos agrícolas de la región; rico en ganado va-
cuno y caprino, y centro minero de plata, plomo y carbón. La provincia
cuenta 2.184 km2, y unos 80.000 habitantes repartidos en once municipios.
1. Personalidad de José Ramón Gurruchaga
Su curriculum vitae es un exponente de su rica personalidad. Con no
pequeñas dificultades, pero con franca alegría en su corazón y rostro -se
reía a todas horas- cursó sus estudios de Aspirantado en Santander, Astu-
dillo (Falencia) y Arévalo (Avila); el Noviciado, en Mohernando (Guada-
lajara) «donde la figura de don José Arce constituyó uno de los pilares de
mi vida»; los estudios filosóficos, en la casa de Formación de San Fernan-
do, Fuencarral (Madrid). Es aquí donde las ansias de un intenso aposto-
lado misionero la muerden el alma y consumen su ser.
Marcha a Perú, antes de comenzar el tirocinio: «Yo carecía del más ele-
mental conocimiento sobre esta nación. No me preocupaba el lugar de mi
destino, sino mi entrega total a las almas. Quería llegar con don Bosco y
con María Auxiliadora hasta donde fuera necesario, y depositar en otras tie-
rras la herencia que, desde niño, había adquirido en mi casa y barrio
de Burceña».
Verificó más tarde sus estudios teológicos en Italia, con profundidad y
brillantez. Ya sacerdote, volvió al Perú.
Dejó huella profunda en las variadas incumbencias que sucesivamente
los superiores le fueron confiando: formador de salesianos, párroco, vicario
pastoral, director del Oratorio, director de Escuelas Profesionales, profesor
de Universidad. Ejerció el cargo de Inspector-Provincial Salesiano, durante
doce años. Seis, en la Inspectoría de México, cuando ésta atravesaba una
seria crisis de intrincada solución; los otros seis, en el Perú. «Tuve siempre
un contacto muy fecundo, y rico en experiencia, con el hombre, con el sa-
leslaño v con el sacerdote diocesano».
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Hablas hoy con don José Ramón -tuve la suerte de convivir con él un
día entero hace dos meses-, y su sencillez salesiana, su franqueza y bon-
homía, su religiosidad y simpática campechanía te cautivan y dejan en ti un
rastro de indefinible dulzura y serena alegría.
Aquel niño, aspirante a salesiano en Santander el año 1942, a quien le
resultaba casi imposible contener la risa en clase y fuera de ella por su efu-
sivo temperamento, se presentaba ante mí como un hombre excepcional, de
imponentes cualidades humanas y salesianas. Le iban a hacer Obispo, por-
que también era ¡un sacerdote modelo!
No puede menos que recordarle aquella anécdota de su niñez, que por
cierto he dejado estampada en mi obra Los salesianos en Santander. Me
la contó don Ramón Niño:
«En mi primer año de tirocinio tuve un alumno, bueno de verdad, pero
que me alteraba el orden y la disciplina que yo quería mantener. Cuando
menos te lo pensabas, se echaba a reír, y contagiaba con su risa a los demás
muchachos. Ocurría esto con frecuencia. Porque era bueno, yo lo aguan-
taba. Un día se me acabó la paciencia, y le mandé fuera de clase. Luego,
indignado, le increpé severamente, indicándole lo mucho que su conducta
me hacía sufrir. Este niño se llamaba José Gurruchaga, y es hoy mi reve-
rendísimo Inspector en México».
2. Los factores principales que influyeron
en la formación de su personalidad
El contexto histórico en el que germina la vocación de José Ramón Gu-
rruchaga es el pueblo, en su doble acepción; y concretamente el pueblo de
Burceña.
Para él -niño aún- pueblo significa aita, amatxu y aquellas nubes, car-
gadas de odio, que con harta frecuencia se deshacían en tormentas de ho-
rribles bombardeos sobre Bilbao y sus alrededores.
Burceña, un barrio de Baracaldo, eminentemente fabril. En él viven dos
seres adorables: aita y amatxu... Más allá, una vida social sencilla que José
Ramón va intuyendo: los juegos, las fiestas, las romerías, el colegio de las
Dominicas, el Salesiano...
Ante todo, su padre. En lugar eminente. Antonio Gurruchaga. «La fi-
gura de mi padre creo que supone un noventa por ciento de mi persona-
lidad actual». El herrero de Burceña era aita. «Considero éste mi mayor y
mejor título nobiliario. Nada me llena más el corazón que poder procla-
mar: "Soy el hijo del herrero de Burceña'».
Antonio había nacido en el caserío de Idarriaga, de Marquina. Sus ras-
gos físicos, los de un corriente aldeano; los morales, muy altos: amor, en-
trega total al hogar, intensa vida de familia, profunda religiosidad y trabajo
agotador.
Trabajo, de la mañana a la noche; y un día tras otro, pues en casa es-
peran el fruto de sus sudores la esposa, la abuela y las dos niñas, Isabel
e Itziar. Y, por supuesto, José Ramón.
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Trabajo y más trabajo. Para colmo, bajo la continua amenaza de los
constantes bombardeos.
«Yo, niño aún de cinco años -me dice José Ramón- y mi hermana Isa-
bel, preadolescente todavía, íbamos a rebuscar en la escarabilla trozos de
carbón a medio quemar; luego constituirían la alimentación de la fragua de
mi padre».
Antonio se relacionaba con muchas personas por razón de su oficio. El
niño oía con frecuencia, y de continuo observaba atentamente... El paseo
festivo, después de cumplir el precepto dominical de la misa, le resultaba
agradable y de mucho provecho. Aita conversaba con el carnicero y demás
trabajadores aldeanos. Penetraba, como puede hacerlo un niño -¡despierto
y curioso, eso sí!- en el ambiente social de la aldea. Una riqueza incipiente,
fuente de otra, futura, muy lograda.
Y amatxu. Julia Ezama. Me dice José Ramón que el apellido de su ma-
dre lo relacionó siempre con su abuela, con la casa de Cruces -Burceña y
con el mundo minero asturiano, por la conexión existente entre los Altos
Hornos de Baracaldo, las minas de Vizcaya y las de Asturias. Para José
Ramón el vocablo Ezama guarda un muy tierno y hondo significado. Le
habla de minas, del trabajo metalúrgico; y, a la par, del inmenso cariño de
la abuela hacia los nietos, a quienes forma en las mejores virtudes humanas
y cristianas.
El tercer elemento del concepto global de pueblo, que contribuyó a crear
su actual personalidad, fueron las escenas vividas por él, niño de seis años,
en la tragedia que, el año 1936, se cernió también sobre el País Vasco. No
contempló la lucha en los frentes, pero sí en la retaguardia: en la ciudad,
en el barrio. Aquellas escenas «se clavaron en mi corazón. Jamás podré ol-
vidar las carretas de bueyes que venían de Guernica, tras el bombardeo,
por la carretera general a Santander; jamás podré olvidar aquel lastimero
chirrido de ruedas desengrasadas; aquellos niños, aquellos cansinos anima-
les, la larga y triste caravana».
El espectáculo despertó en su infantil corazón un amor sin límites a los
pobres, a los perseguidos y maltratados, a los heridos y enfermos. «En
aquellos años tan tristes comprendí un poco al hombre, y me acerqué más
a Dios. Lo cierto es que en mi familia siempre reinó la confanza en Dios».
3. Al Colegio Salesiano
José Ramón se encontró a gusto frecuentando las aulas de las Escuelas
Salesianas de Baracaldo. Recuerda con cariño «aquel patio pequeño y
aquella huerta grandota»; el espíritu de renuncia y sacrificio de los Hijos
de don Bosco, que compartían con sus educandos la poca comida de que
disponían; a don Celestino, que hacía partícipes de su propio postre a los
premiados por su aplicación en el estudio; y ¿cómo olvidar a don Luis
Pazo, tan acogedor; y luego, a don Rufino, tan paternal, con aquellas sus
inolvidables buenas-noches diarias? Eran «unos salesianos que se iban gas-
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lando lentamente como la escalera que usábamos de continuo, y que aún
se conserva».
En el colegio se imponía férrea disciplina. Se exigía de verdad. Para
don Félix Oria, consejero, la puntualidad era virtud esencial. Lo mismo que
para los que le precedieron y siguieron en el cargo.
Pero aquella disciplina ensamblaba maravillosamente con el espíritu de
familia que de continuo reinaba en la casa de don Bosco.
José Ramón debía realizar dos idas, con sus respectivas vueltas, de su
casa al Colegio, a diario. Normalmente, a pie; expuesto a las inclemencias
del frío, viento, lluvia o nieve. No siempre resultaba fácil ser puntual.
Incluso los domingos había que asistir al Colegio. «Yo hubiese preferido
ir a Lasesarre a ver el partido, pendientes como estábamos de los resultados
de la liga. Esperábamos con impaciencia a que terminase la película de cine
para salir disparados a los bares, y poder comprobar qué hacía o qué había
hecho el Athletic..
«La riqueza humana, intelectual y espiritual que nos prodigó el Colegio
no puede medirse. María Auxiliadora; don Bosco; los Primeros Viernes;
aquellos cantos vibrantes; las oraciones diarias que, a pesar de su recitación
monótona, penetraban y se grababan en el alma».
4. Y Dios me llamó a seguirle más de cerca
Por medio de don Félix Oria. Entonces «yo sentí así como una voz, que
era el eco de algo que ya sonaba tiempo atrás dentro de mí. Yo sentía la
imperiosa necesidad de entregarme a los demás, de vivir amando de con-
tinuo, sirviendo, gastándome en favor de los más necesitados. Era el pueblo
-la herencia recibida de mi padre, de mi madre, de la vivencia de una gue-
rra- el que me reclamaba».
Comunicó en casa su deseo de hacerse salesiano. Y sucedió algo para
él inesperado; hasta, en cierto sentido, «paradójico».
Antonio quedó petrificado. Su único hijo, el presunto heredero de la ri-
queza profesional del herrero de Burceña, se ausentaba de casa y del pue-
blo. «Mi padre -lo afirmo sin apasionamiento- era un hombre dotado de
cualidades extraordinarias en su arte y oficio; un verdadero genio, que lle-
gaba a inventar. Era tal su perfección en el temple que la hechura de los
machetes, hachas, cuchillos, azadas y demás herramientas que salían de sus
manos no había llegado a ser superada por otro alguno. Las rejas que pro-
tegían el Colegio Salesiano se debían a su trabajo. En su herrería había fa-
bricado el pasamanos de la escalera que conduce del actual patio a la parte
baja que comunica con la iglesia».
Pero Antonio, dotado de cualidades singulares relativas a su oficio, in-
ventor, artista por naturaleza, no había podido frecuentar la escuela. Tenía
puestas sus esperanzas en José Ramón. Este sabría añadir al genio natural
del padre la ciencia, las matemáticas, la ingeniería; y llegaría un día en el
que pudiese montar y dirigir una empresa de envergadura.
Todo esto había sido sólo un sueño que ahora se desvanecía. Dios lla-
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

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maba a José Ramón a una empresa distinta: la de llevar la verdad, el amor,
la cultura y la educación a habitantes de tierras muy lejanas. De momento,
«mi padre, al escuchar de mis labios el inesperado anuncio, quedó huma-
namente deshecho, roto».
Pasaron los años, y Dios premió su generosidad viendo a José Ramón
ya sacerdote.
La muerte se cernía ya sobre el noble aldeano, obrero honrado y pro-
fundamente cristiano, cuando sintió la necesidad de preguntar a su hijo con
la serena calma del justo:
-Hijo, ¿estás contento en el Perú?
-Sí, padre.
-Pues si tú vives contento y eres feliz, también tu padre se siente feliz
y contento.
La madre, que había ayudado a su esposo a encajar con resignación el
duro golpe de la partida de José Ramón, anheló vivamente la ordenación
sacerdotal del hijo. Vivió, sin embargo, en continuo temor de que le pudie-
ra ocurrir algo en el Perú tan lejano. Eso hizo que la luz de su razón se
fuera apagando.
«Cuando me ordené sacerdote, ella ya no era consciente. Mi primera
Misa -que tuvo lugar en la iglesia de Burceña- la presenció amatxu como
de cuerpo presente. ¿Quién puede entender los misterios de Dios? Tan sólo
mirando a la cima del Calvario y al Hijo de Dios, pendiente de una cruz,
se convence uno del valor de redención y amor que encierra el dolor. Mi
madre recibió su premio en el cielo. Mi padre me conoció sacerdote. Su ale-
gría fue inmensa.
5. Breve mensaje a los Antiguos Alumnos Baracaldeses
Ellos habían costeado la beca de aspirante de José Ramón. Por ello les
está profundamente agradecido. Al ordenarse Obispo, les dirige un breve
mensaje:
«Quiero deciros que no pueden concebirse la identidad y la cultura de
Euskalerria sin una profunda dimensión religiosa. Un compañero vuestro
de colegio, un antiguo alumno os pide que os améis de verdad, que viváis
muy unidos, que pongáis vuestra devoción y confianza en don Bosco y Ma-
ría Auxiliadora hasta el final de vuestros días».
Os quiere de verdad
JOSÉ RAMÓN
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

25.9 Page 249

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Conclusión
Hace quince años, entregaba su alma a Dios don Maracelino Olaechea,
quien siempre se glorió de llevar, debajo de sus hopalandas prelaticias, la
blusa de hijo de un obrero de los Altos Hornos.
El 28 de febrero de 1987, recibe la Ordenación Episcopal en Huaraz
(Perú) José Ramón Gurruchaga, el hijo del herrero de Burceña. Uno y
otro antiguos alumnos de la Casa Salesiana de Baracaldo.
¿Quién duda de que el Buen Dios sigue bendiciendo con larga mano el
árbol salesiano que dio tan buenos frutos?
262
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

25.10 Page 250

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APÉNDICE III
Téngase en cuenta que los años los computamos según el «Elenco Genérale della
Soaetá di san Francesco di Sales» y «Elenco Salesiani di Don Bosco».
Cada uno de ellos comienza en el verano del año anterior, pues en dichos meses de
verano se verifican los cambios de personal en nuestros Colegios, y terminan
el verano mismo del año señalado en el elenco.
Salesianos de la Casa de Baracaldo
desde 1897 hasta 1985
Abad, Ángel: 1948.
Acebes, Julio: 1982.
Aguilar, José: 1935, 47-50.
Aguilón, Esteban: 1920.
Alberdi, Gregorio: 1908.
Albizuri, Asensio: 1908-12.
Alonso, Amadeo: 1966.
Alonso, Jesús: 1974.
Alonso, Tomás: 1952-57; 59.
Álvarez, José María: 1977-79.
Ángulo, Eufrasio: 1968.
Aparicio, Gregorio: 1953.
Arce, Jesús: 1968-70; 1985.
Arce, José: 1922.
Argerich, Jesús: 1972; 1976-79.
Artacho, José: 1903-5.
Astudillo, Domingo: 1914-15.
Ayala, Antonio: 1917-19.
Ayala, Ramón: 1916.
Ayuso, Faustino: 1949.
Baeza, Manuel: 1930-32.
Ballester, Santiago: 1922.
Baños, José Antonio: 1979-83.
Baroja, Antonio: 1917.
Barros, Ramón: 1906-7.
Basconez, Rafael: 1966-67.
Bastarrica, José Manuel: 1971-85.
Basterrica, José Ramón: 1982-84.
Bello, Fernando: 1952-54.
Beobide, Ricardo: 1912; 1918.
Bercedo, Enrique: 1978-85.
Bravo, Francisco: 1960-61.
Bravo, Ismael: 1947.
Buil, Matías: 1905-8.
Burgos, José: 1958-60.
Caamaño, Andrés: 1924-26.
Cámara, José María: 1974; 1978-82.
Campillo, Ángel: 1953-54.
Campo, Alejandro: 1951-60.
Cantalapiedra, Alberto: 1920-21.
Caprani, Eduardo: 1938-43-1946-47.
Cardeñoso, Antonio: 1946.
Carrascosa, José: 1918.
Casanovas, Andrés: 1923-26.
Castro, Porfirio: 1959-63; 1969.
Castronuño Marcelino: 1966-68.
Cavia, Fernando: 1983-84.
Cecilio, Juan: 1923.
Cerro, Bernardo: 1903-5.
Cid, Antonio: 1917-19.
Cirbián, José Antonio: 1978.
Collado, Gaudencio: 1957-59.
Coloma, Dalmazzo: 1909-10.
Cometti, Antonio: 1898; 1909-11.
Conde, Daniel: 1912.
Conde, Luis: 1935.
Corta, Lucio: 1954-57.
Cuesta, José: 1927-28.
Cuesta, Santos: 1952-55.
Cuevas, Raúl: 1964-65; 1973-77.
Curto, Pedro: 1969.
Cutillas, Luis: 1929-30.
De Dios, Ángel: 1912-13.
Del Blanco, Secundino: 1973.
Del Bosque, Domingo: 1952.
Del Pozo, Lorenzo: 1923; 1927-28.
Del Prado, Justiniano: 1936-43.
Díaz, Francisco: 1983.
Díaz, Javier: 1955-57.
Díaz, José: 1932.
Diez, Francisco: 1938.
Echevarría, Francisco: 1938.
Echeverría, Francisco: 1912-14.
Encinas, Rufino: 1946-47.
Fálquez, Francisco: 1919-21.
Fálquez, Gabriel: 1919-21.
Fernández, Alfredo: 1923-25.
Fernández, Emilio: 1928-85.
Fernández, Julián: 1910-12.
Fernández, Narciso: 1933-36; 1938-41.
Fernández, Salvador: 1916-22; 1932-35.
Fernández, Vicente Augusto: 1984.
263
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

26 Pages 251-260

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26.1 Page 251

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Fort, Enrique: 1901-2.
Frutos, José: 1975; 1981; 1983-85.
Gago, Antonio: 1962.
Gaisán, Marcos: 1955-56.
Gallego, Jesús: 1972-75; 1980-1985.
Galvano, José Luis: 1969.
García, Aurelio: 1969-85.
García, Ildefonso: 1924.
García, José Casimiro: 1934.
García, Nicolás: 1959-64.
García, Santiago: 1962-64.
Garmendia, Vicente: 1930-32.
Garrido, Juan: 1926; 1928.
Gausachs, José: 1938.
Genestar, Vicente: 1907-10.
Gil, Faustino: 1972-73.
Gintés, Juan: 1899.
Goicoechea, Ramón: 1909-12.
Golvano, José Luis: 1970-71.
Gómez, Andrés: 1928.
Gómez, Ángel: 1955-56; 1968.
Gómez, Luis: 1977; 1979-85.
Gómez, Timoteo: 1957-73.
González, Arturo: 1942-43.
González, Félix: 1931-34.
González, Luciano: 1964-68.
González, Primitivo: 1964-65.
González, Raimundo: 1926.
González, Ramón: 1911-12.
Grana, Ángel: 1909.
Grana, Manuel: 1900-2.
Gratacós, Narciso: 1913-14.
Gutiérrez, Ceferino: 1967-68.
Hernández, Manuel: 1954-55.
Hernández, Ramón: 1915-17.
Hernández, Sabino: 1922-25.
Hernando, Federico: 1978-80.
Herrero, José: 1974.
Hierro, Jesús: 1975.
Hoz, Francisco: 1923-24.
Humbría, Juan: 1959.
Iturbe, José: 1912-14.
Juanes, Mateo: 1921. A \\
Junyer, Julio: 1915-17. ÍOg I\\TJ
Lanchas, José Jorge: 1971-73.
Lara, Matías: 1970.
Larreátegui, José Antonio: 1983-85.
Laucirica, José Carlos: 1979-80.
Linares, Vicente: 1946.
Lipo, Francisco: 1919.
Lipo, Rafael: 1926-29.
Llacayo, Francisco: 1932-39.
López, Eladio: 1932.
López, Filemón: 1909-10; 1936-39.
Lorenzo, Ángel: 1946-47.
Lorenzo, Lorenzo: 1977-84.
264
Losa, Tomás: 1951.
Luis, Emilio: 1965.
Macias, Desiderio: 1958.
Macias, Ismael: 1956.
Mallo, José: 1972.73.
Martín, Fermín: 1959-61.
Martín, Germán: 1922-23; 1927.
Martín, Guzmán: 1971-73.
Martín, José: 1949.
Martín, Julián: 1976-77.
Martínez, Alfonso: 1934-37; 1940-43;
1946-51.
Martínez, Emiliano: 1981.
Martínez, José Martín: 1950-51.
Martínez, Sebastián: 1954-58; 1962-63.
Maté, Francisco: 1930.
Mateo, Rafael: 1949-50.
Mercadal, Pedro: 1926.
Merino, Adrián: 1938.
Miguel, Crescenciano: 1929-30.
Miquélez, Eusebio: 1984.
Mirón, Victorio: 1953-54.
Molina, José: 1927-28; 1934; 1936-40.
Molinero, Ricardo: 1974.
Monserrat, Luis: 1940-43; 1946-47; 1954-69.
Montero, Cesare: 1953.
Moreira, José: 1952.
Moro, Isidoro: 1925.
Muñoz, Celestino: 1939-43.
Muñoz, Félix: 1958-61.
Neira, Agustín: 1957-58.
Noguer, Rafael: 1902.
Novarino, Luis: 1901.
Núñez, Roberto: 1976-85.
Ojanguren, Rafael: 1929; 1933-34.
^Olivazzo, Pedro: 1921-26.
Oria, Félix: 1942-43; 1964-81; 1984.
Ortega, Wenceslao: 1966-72; 1982-85.
Ortiz, José Manuel: 1961-71.
Otero, Elias: 1921-22.
Oyarzabal, José: 1913-17; 1919-30.
Pablo, Andrés: 1964-66.
Paco, Félix: 1911-12.
Pallares, Agustín: 1903-4; 1906-8; 1913-15;
1929.
Pallares, Joaquín: 1905.
Pandilla, Jaime, 1982-
Pascual, Isaac: 1971.
Pazo, Luis: 1933-43.
Peñín, Salvador: 1948-50.
K Pedresa, Ángel: 1916.
Pedrosa, Pablo: 1913-15.
Pedrosa, Víctor: 1970-74; 1976-1985.
Pennel, Agustín: 1906.
Pérez, Carlos: 1982-84.
Pérez, Feliciano: 1969-73; 1978-83.
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

26.2 Page 252

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Pérez, Francisco: 1964-67.
Pérez, Ignacio: 1917-18.
Pérez, Joaquín: 1903-5; 1910.
Pérez, José: 1951-52.
Pérez, José Luis: 1966-67.
Pérez, Teófilo: 1959-61; 1975.
Perramón, Francisco: 1899; 1901-2; 1916-22.
Peyteado, José: 1923; 1925-26.
Platas, Rafael: 1948-50.
Plaza, Luis: 1958.
Portell, José: 1926.
Postigo, Rafael: 1975.
Prieto, Vicente: 1925.
Puertas, José: 1930-32; 1952-53.
Remón, Jesús: 1985.
Renedo, Heraclio: 1973.
Revilla, David: 1929.
Revilla, Teófilo: 1985.
Rey, Carlos: 1976.
Ríos, Vicente: 1950.
Robles, Antonio: 1953.
Rodríguez, Joaquín: 1931-32; 1941.
Rodríguez, Juan: 1927-28.
Rojo, Luis: 1976-79.
Rojo, Marcelo: 1968.
Roncal, José Luis: 1980-83.
Roncal, Juan: 1979.
Ruiz, Jesús: 1901; 1924.
Ruiz, Joaquín: 1951-53.
Ruiz, José: 1900; 1902.
Sáez, José: 1965-67.
Sainz, Urbano, 1980-81; 1985.
Saiz, Carlos: 1967-69.
Saiz, Fortunato: 1967-74.
Salazar, José: 1922-23.
Salegui, Javier: 1979-80.
Salgado, Miguel: 1927-28.
Sánchez, Lope Jesús: 1975.
Sánchez, Nazario: 1925; 1930; 1955-60.
Sánchez, Pascual: 1935-37.
Sánchez, Rafael: 1962-64.
Sancho, Juan: 1970.
Sansó, Antonio: 1903-5.
Santiuste, Maximiano: 1962-63.
Santos, Alfonso: 1985.
Santos, José: 1949-50.
Sanz, Aniceto: 1948-50.
Septién, Agustín: 1952; 1954-85.
Serra, Ramón: 1900.
Serrano, Toribio: 1909.
. Serráis, Francisco: 1916-20.
Sintes, Juan: 1900.
Soto, Alejandro: 1952.
Soto, José María: 1970.
Sudupe, Miguel: 1974-75.
Szkrobka, Hilario: 1946-59; 1961.
Tabarim, Ángel: 1905-10.
Talavera, Marcelino: 1951.
Tapia, Donato: 1935.
Tartera, José: 1900.
Tejada, Fermín: 1972-75.
rá, Juan: 1939.
Torm, Antonio: 1940-43; 1946-47.
Torreño, Luis: 1961-66.
Torrente, José Antonio: 1924; 1926.
y-Torres, Mariano: 1959.
Trigo, Vicente: 1979-80.
Ubeda, Antonio: 1951-53.
Ugarte, José: 1915.
Urgellés, Joaquín: 1906-8; 1935-38.
Uría, Jesús: 1968-85.
Val, Ricardo: 1975-76.
Velasco, Gregorio: 1930-1933.
Vicente, Andrés: 1907.
Vicente, José: 1963.
Vidal, Abdón: 1899.
/Í^Xancó, Luis: 1913-15.
/IZabalo, Ramón: 1898-1904.
265
Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica

26.3 Page 253

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APÉNDICE IV
DATOS ESTADÍSTICOS
Directores del Colegio Salesiano de Baracaldo
desde sus comienzos hasta la actualidad
Zabalo, Ramón: 1898-1904.
Tabarini, Ángel: 1905-1910.
Zabalo, Ramón: 1911-1917.
Serráis, Francisco: 1918-1920.
Olivazzo, Pedro: 1921-1926.
Salgado, Miguel: 1927-1928.
Pallares, Agustín: 1929.
Puertas, José: 1930-32.
González, Félix: 1933-34.
Urgellés, Joaquín: 1935-38.
Pazo, Luis: 1939-44.
Encinas, Rufino: 1945-47.
Sanz, Aniceto: 1948-50.
Talavera, Marcelino: 1951.
Bello, Fernando: 1952-54.
Sánchez, Nazario: 1955-60.
Torreño, Luis: 1961-66.
Ortega, Wenceslao: 1967-72.
Cuevas, Raúl: 1973-77.
Hernando, Federico: 1978-80.
Roncal, José Luis: 1981-82.
Gallego, Jesús: 1983...
Presidentes de la Asociación
de Antiguos Alumnos Salesianos de Baracaldo
desde sus comienzos hasta la actualidad
Díaz, Arturo: 1921-22.
Muñoz, Emiliano: 1923-27.
Martín, Deogracias: 1928-29.
Muñoz, Emiliano: 1930-39.
Fernández, Mauricio: 1940-47.
Martín, Deogracias: 1948-49.
Castillejos, Arturo: 1950-51.
Mazas, Julio Ramón: 1952-60.
Palacio, Juan: 1961.
Echevarría, Alberto: 1962-65.
Esturo, Federico: 1966.
Sanz, Antonio María: 1967.
Echevarría, Alberto: 1968-69.
Arnaiz, Ismael: 1970-73.
Bilbao, Eusebio: 1974-76.
Campos, José Antonio: 1977-80.
Benito, Ángel: 1981-84.
Ángulo, José Manuel: 1985...
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Presencia salesiana en Baracaldo 1897-1985. JL Bastarrica