Bosco se consolidó en su persuasión de que no con el rigor, sino con la bondad podría
llevar las almas a Dios. Como su confesor y maestro don Canfasso, Don Bosco partía de
un vivísimo sentido del pecado y de la vida de la gracia, pero por encima de cualquier
rigor exagerado, ponía el acento en la misericordia de Dios. En el “convictorio” se
delineó la neta oposición de Don Bosco con respecto al rigorismo.
Pero el Convictorio fue también la escuela donde perfeccionó y acrisoló su vida
ascética y mística. Las reglas internas, el horario, el estudio y la reflexión tendían a
modelar un tipo de eclesiástico religioso, austero, moderado en el hablar, reservado en
el trato, mesurado en todo.
En el campo ascético en el Convictorio se proponía una vida austera y retirada.
“Se observará el silencio en todas los horas, excepto en el tiempo de
recreación, en el cual sin embargo no se alzara demasiado la voz, tratando de no
hacer ruido en los pasillos, en las escaleras, al entrar o salir del cuarto y
especialmente en el estudio, donde el silencio debe observarse con todo rigor”
Así lo dice el Reglamento
El amor a la soledad es una práctica que es recomendada con acento de
indispensabilidad. La práctica de la soledad es considerada por Don Cafasso como un
recurso indispensable para la vida de un sacerdote
“La unión con Dios, la pureza de conciencia, la ejemplaridad de la vida, que son tan
propias del sacerdote, es inútil esperarlas o buscarlas fuera del retiro y de la soledad”.
Ninguna ocupación material, ni siquiera el trabajo apostólico, pueden ser motivo
suficiente par dispensarse de esta búsqueda de un tiempo personal para el estudio y la
oración “Hermanos míos no olvidemos nunca que nuestra vida consiste más en el espíritu
que en las obras; las obras valen según el espíritu: quitad o disminuid en un eclesiástico
el espíritu interno y propio de su estado y habréis quitado o disminuido
proporcionalmente el valor de las obras: si queremos que este espíritu no se enfríe,
antes al contrario se aumente e inflame, es necesaria e indispensable una continua y
constante vigilancia sobre nosotros mismos y es de absoluta necesidad un lugar, un
tiempo de retiro, de estudio de examen de nuestra jornada, de lo contrario ¿qué sucede?
Se estudia, se predica, se confiesa, se acometen mil tareas y por esto o por aquello, a
veces, no se tiene nunca un momento de la mañana a la noche y todo incluso con buen
fin, si queréis, pero mientras tanto como va el interior, que provecho se hace, y cómo
van las cuentas del corazón?”
En esta escuela creció y se formó Don Bosco. Bien se puede decir que
“en el convictorio la figura y la enseñanza de don Cafasso reforzaron elementos
propios de su [la de Don Bosco] espiritualidad: la esperanza cristiana, el sentido del
deber como estilo de vida religiosa coherente, la importancia de la práctica sacramental
en la acción pastoral en favor de los jóvenes, la fidelidad a la Iglesia y al Papa, la
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