2016|es|06 SUEÑO CON UNA FAMILIA SALESIANA que vive LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO


SUEÑO CON UNA FAMILIA SALESIANA que vive LA ALEGRÍA DEL EVANGELIO



Llevo muy en el corazón, mi querida Familia Salesiana en el mundo, amigos y amigas, los sueños que creo pueden ser hermosos frutos del Bicentenario del nacimiento de Don Bosco. Y uno de estos 'sueños', el cuarto, es el de una Familia Salesiana que viva la alegría del Evangelio, y que por lo mismo esté convencida de que debe ser evangelizadora y educadora en la Fe, en todos los lugares del mundo.


No quisiera que descuidáramos las palabras con las que inicia el Papa Francisco su Exortación Apostólica 'Evangelii Gaudium' (La Alegría del Evangelio).

Dice así: “La Alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.


Y el Papa invita a cada cristiano, ante el riesgo de vivir un egoísmo enfermizo, a vivir de manera tremendamente aislada, ante el ritmo de vida que nos lleva al vértigo donde casi no hay espacio para los demás, a renovar su encuentro personal con Jesús, o a dejarse encontrar por Él.


Y esto es así de actual y desafiante para nosotros, Familia Salesiana, que en la Iglesia tenemos que hacer la contribución que nos es más propia, más de nuestro carisma heredado todos de Don Bosco.

Se preguntarán acerca del por qué de este sueño. Sencillamente porque me parece que la urgencia de evangelizar y educar en la fe es más actual que nunca y porque creo que nuestra fidelidad lo pide. Tengo este sueño, que tiene mucho de deseo porque no quisiera que fuesen «pro- féticas» unas palabras de quien fuera Rector Mayor, don Juan E. Vecchi, en las que refiriéndose al primado de la evangelización decía: «Puede suceder que, preocupados por una multitud de actividades, por las estructuras, y atareados en la organización, corramos el peligro de perder de vista el horizonte de nuestra acción, y aparecer como activistas pastorales, gestores de obras o estructuras, admirables bienhechores, pero poco como testigos explícitos de Cristo, mediadores de su acción salvífica, formadores de almas, guías en la vida de gracia.»


Forma parte de nuestra esencia más auténtica, heredada de Don Bosco, ser evangelizadores de los jóvenes, especialmente de los más pobres. Y esto porque creemos realmente que Dios sigue esperándonos, como Familia Salesiana, en los jóvenes, en los niños y niñas, muchachos, muchachas de todo el mundo para ofrecernos -en ellos- la gracia del encuentro con Él. Nos espera siendo siempre y en todas partes servidores de los jóvenes, reconociendo su dignidad y educándoles en al plenitud de vida.

Díganme que persona que cree esto profundamente no vivirá con la profunda alegría que da el Evangelio, alegría ésta que distaría mucho de la realidad de personas, cristianos dice el Papa Francisco (EG 6) “cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua”.

Mis buenos amigos y amigas, con la sensiblidad de Don Bosco, bebiendo en las fuentes de su carisma no podemos ni tan siquiera permitirnos caer en esta tentación de la falta de alegría y el pesimismo. Las dificultades se deberán afrontar, pero es mucho más hermoso animar a cada persona cercana a nosotros, y a uno mismo, a seguir dando lo mejor de sí, a vivir mostrando, en nuestro caso, que somos como educadores y evangelizadores unos apasionados de los jóvenes envueltos en la «trama de Dios», y que en nuestra Familia Salesiana, en nuestras comunidades, y con tantos educadores, educadoras, amigos, laicos comprometidos… queremos seguir haciendo realidad este sueño de Don Bosco, con el mismo entusiasmo con el que él lo conseguía transmitir a sus primeros Salesianos, Hijas de María Auxiliadora y laicos, para merecer el calificativo que nos dedicó Pablo VI, al llamarnos «misioneros de los jóvenes». Y ser misionero, misionera en la vida significa ante todo creer que en el centro de la propia vida está Jesús, significa creer de verdad que la vida se acreciencia cuando se dona, cuando se entrega, y se debilita en el aislamiento y en la búsqueda de la propia y única comodidad; creer que la vida más hermosa es la que se vive cuando se intenta dar vida a otros.

...” Y ojalá el mundo actual -que busca a veces con angustia, a veces con esperanza- pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansionsos, sino a traves de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido. Ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (EG 10).


Este es en esencia amigos y amigas mi sueño para una Familia Salesiana que ha de sentirse más viva que nunca y con el deber eclesial de ofrecer lo mejor de sí, puesto que lo que se ha recibido gratis se debe dar gratis, como nos dice Jesús en el Evangelio.


Que nuestros rostros reflejen esa alegría de la que hablamos, la que viene de Él.