DON BOSCO SIGUE MÁS VIVO QUE NUNCA, me dicen en ALEPO.
Amigos lectores del Boletín Salesiano, y querida familia salesiana. Cuando les escribo este saludo, con un poco de anticipación para que sea editado en el mes de enero, y haciendo memoria de Don Bosco, me encuentro en compaía del Inspector de la provincia salesiana del Medio Oriente. Él, abbuna Munir es Sirio, nacido en Alepo, y me comunicaba, con lágrimas en los ojos -no solamente por el dolor de su pueblo y su gente- sino también por las cosas increíblemente preciosas que está viendo en medio de las balas, las bombas y la destrucción.
Me decía: Don Bosco está vivo, más vivo que nunca en Siria, en Alepo. En medio de los escombros, la casa salesiana abre todos los días sus pueras para recibir a cientos de niños, y niñas y jóvenes, porque queremos que entre tanta muerte, siga la vida. Y puedo decirte que es increíble como en vez de disminuir, el número de jóvenes aunmenta y sigue aumentando. Me conmueve ver a más de 1.500 muchachos, muchachas y jóvenes, el doble que tiempo atrás, que quieren venir a la casa de Don Bosco para encontrarse con los otros, para vivir, para rezar, para jugar.
Y añadía esto: Tengo que decirte que si algo me conmueve es que mis hermanos salesianos han querido quedarse entre su gente. Tenían derecho a marcharse porque podían, pero ninguno que ha querido alejar y todos están corriendo la misma suerte.
Yo lo escuchaba sin poder decir palabra y profundamente conmovido también.
Y es cierto. Don Bosco sigue más vivo que nunca. Indudablemente, en el paraíso, en la Vida Otra que es Vida en Dios, pero además aquí, entre nosotros porque son cientos y cientos de salesianos, de hermanas y de laicos y jóvenes que hacen que siga vivo su sueño, y su tarea educativa y evangelizadora, y el encuentro personal con cada muchacho, con cada joven.
Y tal como les cuento de Alepo podría decirles de otros muchos lugares.
Uno de los recuerdos que con más insistencia decía Don Bosco a sus salesianos, y muy especialmente a los misioneros que iban a América era éste: “Cuidad especialmente a los enfermos, a los niños, a los ancianos y a los pobres”, y esto explica el pequeño 'milagro salesiano en Alepo'. El ser una casa donde cada uno puede tener su sitio. No encontrarán mucho para comer, porque escasea en todos los lugares, pero se sigue cantando a la vida y apostando fuertemente por la vida en una situación de muerte.
Me alegra profundamente que así sea, y desde aquí hoy nuevamente mis palabras de homenaje y agradecimiento a Don Bosco que, sin nunca pretenderlo fue grande porque con una mirada, con un silencio, con una palabra llegaba a lo profundo del corazón de las personas. Algo así como lo que va ocurriendo en tantos Valdocco de hoy en el mundo.
En este sentido no me resisto a contarles un hecho muy sencillo que habla del buen sentido y grandez de corazón de Don Bosco. Verán que es sólo una anécdota pero lo dice todo. Lo cuenta, mucho después de su muerte, un salesiano, Don Alessandro Luchelli, que vivió en el Oratorio de Valdocco varios años con Don Bosco. Cuenta como llegado el año 1884 la disciplina en el Oratorio de Valdocco (Turín), se había vuelto muy severa, contraria a la tradición salesiana, y eso que el mismo Don Bosco vivía allí, y con dolor asistía a alguna cosas. De hecho, nuestra conocida 'Carta de Roma' expresa esta su preocupación. Pues bien, cuenta Alessandro que “un día me encontraba a lado de una fila de los muchachos a mi cargo, mientras esperaban su turno para ir al estudio. Yo los mantenía firmes con expresión severa exigiendo que mantuviesen bien la fila. En aquel momento pasa Don Bosco, me pone la mano sbore la espalda y me dice: “ma lascia un po'stare” (pero dejar estar un poco). Don Bosco no quería las filas. Las toleró solo cuando el número de jóvenes había aumentado mucho y parecía que se hacían necesarias”.
Hasta aquí este otro testimonio que habla de ese corazón de padre que cuida hasta de las cosas más sencillas de la casa, de la familia, de los jóvenes de la casa salesiana. Como en Alepo, como en Sierra Leona, con en Ghana, como en Ciudad Don Bosco de Colombia, como en Etiopía, como con los muchachos refugiados recogidos en las casas salesianas de Alemania… Y así cientos y cientos de nombre que podría añadir.
Esto es lo que nos hace decir también hoy, junto con Abuna Munir de Alepo, que Don Bosco, sigue vivo, muy vivo en tanta vida de las casas salesianas del mundo y en tanta vida que dan sus hijos e hijas, ya sean religiosos, religiosas, laicos de todo el mundo que intentan, en la sencillez de sus vidas, 'ser Don Bosco hoy'.