Mensaje del Rector Mayor
DON ÁNGEL FERNÁNDEZ ARTIME
“LES ESCRIBO A USTEDES, JÓVENES, PORQUE SON FUERTES
Y LA PALABRA DE DIOS PERMANECE EN USTEDES” (1Jn 2,14)
Y he elegido como título de este mensaje las bellas y fuertes palabras que leemos en la primera carta de San Juan: « “Les escribo a ustedes, jóvenes, porque son fuertes y la Palabra de Dios permanece en ustedes” (1Jn 2,14)
El motivo de esta elección es que me parece una bellísima concreción de la llamada que hoy les hace el Señor Jesús a cada uno de ustedes, y que sin duda Don Bosco, con su genialidad educativa, habría sabido convertir en desafío y meta de la vida cotidiana para sus jóvenes.
Mis queridos jóvenes: no puedo ocultarles esta mi profunda convicción: El Señor, Jesús de Nazaret, Hijo del Padre, es el camino auténtico para la verdadera felicidad de cada uno de nosotros, de cada uno, cada una, de ustedes. Y como les dijo el Papa Francisco a ustedes, jóvenes,:
“Jesús nos invita a seguirlo, a recorrer con Él un camino de amor, el único que lleva a la vida eterna. No es un camino fácil, pero el Señor nos asegura su gracia, y nunca nos deja solos...
Si abrimos la puerta a Jesús, si dejamos que Él esté en nuestra vida, si compartimos con Él las alegrías y los sufrimientos, experimentamos una paz y una alegría que solo Dios, amor infinito, puede dar”.
1. Les escribo a ustedes porque son Fuertes
Mis jóvenes queridos, esta es una afirmación de la Palabra de Dios, que dista mucho de ser una adulación o una palabra vacía. Es una afirmación que expresa, cómo en su Amor, nuestro Dios tiene la certeza de que ustedes son garantía para el Reino y para una Humanidad más justa y fraterna.
La seguridad de que será así está en la adhesión de cada uno de nosotros, de cada uno de ustedes a Jesucristo. De verdad, mis amigos y amigas que Él no será jamás un extraño si le dan cabida en su corazón. Es, y será para ustedes, la expresión más plena del Amor de Dios y el 'rostro humano de Dios' que desea su felicidad, la de todos y cada uno de ustedes, y que les interpela para ayudarles a crecer.
Nuestro amado Don Bosco concretaba esta llamada del Señor en cada uno de sus muchachos, al igual que haría hoy entre ustedes, ayudándoles a hacer un precioso camino de fe que les llevara a experimentar, de manera muy real, el amor de Dios en sus vidas.
Don Bosco creía ciegamente, plenamente, en ustedes jóvenes. Hacía de las inquietudes, esperanzas y alegrías de sus jóvenes (y de ustedes), las suyas propias, viviendo con sus jóvenes, en medio de ellos y para ellos, y haciendo realidad lo que era un don especial en él, el ser el hombre de la relación personal, del buen trato, de la amistad y del diálogo, que daba a sus jóvenes toda la confianza para ser en verdad 'fuertes' en el camino de la vida, fuertes en su fe, creyendo realmente en sus capacidades y posibilidades, creyendo que ustedes pueden ser, y deben ser, porque así lo quiere el Señor, los verdaderos protagonistas de sus vidas.
2. Permítannos caminar con ustedes, entre ustedes, a su lado
Don Bosco descubrió con gran fuerza la paternidad infinita de Dios y fue permitiendo, en su libertad, que el Espíritu moldeara en él un corazón de padre de sus muchachos, un corazón repleto de confianza y gratitud, que le llevaba a darlo todo y darse a sí mismo del todo para sus jóvenes, con el mismo corazón del Buen Pastor de Jesús, atraído de una manera especial por los más pequeños y los pobres.
Al igual que Don Bosco, quienes hoy formamos este gran árbol que es la Familia Salesiana, quisiéramos caminar con ustedes, entre ustedes, a su lado, renovando nuestra amistad, trazando juntos un camino que nos lleva a todos, juntamente, a 'ser fuertes' (como nos pide la Palabra de Dios), a caminar juntos hacia los ideales del verdadero proyecto de hombre o mujer que Jesús nos ha mostrado.
Este caminar juntos va a significar que nos educamos recíprocamente, aportando cada cual el don de lo que somos; significa que nos obligamos a ponernos en marcha para seguir creciendo, prestando atención, simpatía e interés hacia el otro, la otra, comprometiendo esos anhelos, deseos y esperanzas que llenan de sentido sus vidas jóvenes, y las nuestras, como respuesta a la invitación siempre actual y renovada que nos hace el Señor, de ser de los suyos, de ser sus discípulos.
Y en este ser jóvenes de hoy, creyentes, discípulos y misioneros de Jesús, como nos pide el Papa Francisco, yo les invito, jóvenes queridos, a beber en la fuente de la espiritualidad salesiana, que de una manera concreta les llevará a Jesús, tocando más de cerca el corazón de Don Bosco.
Esta espiritualidad, como con Don Bosco, atrae a los jóvenes más allá de su persona, hacia Dios. Es este un deseo del corazón pastoral de quienes deseamos caminar con ustedes, a su lado: apostar por la fe con la convicción de que en ella Jesús de Nazaret ofrece, nos ofrece a todos, un camino que lleva a la plenitud.
Esta espiritualidad juvenil salesiana que les proponemos descubrir y vivir juntos, es una espiritualidad de lo cotidiano, un cotidiano que se inspira en Jesucristo, persona en la que ustedes, jóvenes, reconocen la presencia de Dios, y en quien pueden vivir su realización personal.
Es también una espiritualidad de la alegría y el optimismo, que no rehuye el esfuerzo y la responsabilidad, pero que mira esperanzadamente la vida.
Es la espiritualidad de la amistad con Jesús el Señor, y que en la comunión eclesial ofrece la oportunidad de crecer y madurar en la fe.
Y es, finalmente, una espiritualidad del servicio y donación a los demás en lo cotidiano y en lo sencillo.
Esta es la vivencia salesiana que se fundamente en una convicción gozosa y fundamental a la vez: en la vida ordinaria, en el día a día, en la cotidianeidad, podemos encontrar al Señor.
Termino estas palabras, mis queridos y queridas jóvenes, expresándoles lo mismo que haré, en breve, en Valdocco ante la Auxiliadora. Les confiaré ante Ella, pondré, desde el corazón, mi intención y pensamiento por cada uno, cada una de ustedes, aún sin conocernos todos todavía. Sin duda que la Madre les acompañará con su ternura, y les ayudará en este camino hacia el Encuentro con el Señor, y el encuentro con los demás jóvenes y aquellos que también a ustedes les necesitan.