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CONOCER A DON BOSCO
PASCUAL CHÁVEZ VILLANUEVA
2 UNA EXPERIENCIA |
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3 QUE SE HA DE RECUPERAR: |
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4 LAS “COMPAÑÍAS” SALESIANAS |
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La extraordinarias fecundidad del modelo asociativo salesiano
«Por otro lado, como los compañeros que querían arrastrarme al desorden eran los más descuidados en los deberes, también ellos empezaron a dirigirse a mí para que hiciese el favor de prestarles o dictarles los temas escolares. La cuestión desagradó al profesor – porque esa falsa benevolencia fomentaba su pereza – y me lo prohibió severamente. Acudí entonces a un medio menos peligroso, esto es, a explicarles las dificultades y ayudar a los más atrasados. De esta forma complacía a todos y me conquistaba la simpatía y el cariño de los condiscípulos. Empezaron a venir para jugar, después para escuchar historietas y hacer los deberes escolares y, finalmente, acudían sin un motivo especial, como ya me sucedió con los de Morialdo y Castelnuovo. Para poner un nombre a aquellas reuniones, solíamos denominarlas encuentros de la Sociedad de la Alegría. Nombre perfectamente adecuado, ya que era obligación estricta de cada uno buscar los libros y suscitar las conversaciones y entretenimientos que pudiesen contribuir a estar alegres, por el contrario, estaba prohibido todo cuanto ocasionara tristeza, especialmente las cosas contrarias a la ley del Señor. Por tanto, se expulsaba de la sociedad, inmediatamente, a quien blasfemara, pronunciase el nombre de Dios en vano o tuviera malas conversaciones. Me encontraba, de este modo, a la cabeza de una multitud de compañeros …» (Memorias del Oratorio, p. 34).
El refuerzo social
Casi instintivamente Don Bosco percibió la importancia del “refuerzo social” en la formación de los adolescentes, sobre todo aquello constituido por amigos y coetáneos. Los jóvenes necesitan de los amigos como del aire que respiran. El grupo, la banda, el tropel de los amigos puede condicionar hacia lo peor incluso al chico más educado. Don Bosco, con su genialidad pedagógica instintiva, inventa un “lugar” de amigos que llevan a los mejor.
Los vínculos sociales y amistosos representan un factor protector fundamental. Uno se siente satisfecho cuando se ve reconocido, aprobado, apoyado, tratado con gentileza por las personas con quienes vive. Los muchachos, hoy, crecen con el “corta y pega”: copian, reproducen, imitan. Se los incita poco a crear y proyectar elementos que permiten enfrentar cambios y dificultades.
Don Bosco crea un ambiente seguro, el oratorio, que acostumbra al empeño, a la participación, a llegar a fondo, a comprender, a ser activo. A no asustarse ante el esfuerzo. A no abandonar fácilmente el terreno.
Don Bosco añade dos ingredientes que pueden resultar esenciales: los “ángeles custodios” y la fe.
Todo ser humano, de cualquier edad, es más contento, optimista y en paz consigo mismo cuando sabe que cuenta con personas (familiares, amigos, maestros, animadores) dispuestas a ayudarlo en los momentos difíciles. Estas personas de confianza representan una base segura de donde sacar energías. Se hallan en condición de comprenderlo y apoyarlo cuando podría sentirse aislado, marginado, censurado.
La fe religiosa ofrece el apoyo robusto de la esperanza radical, de lo positivo absoluto del universo y de la compañía afectuosa de Dios y de la comunidad.
De estas intuiciones brotan las “Compañías”. La primera es la de San Luís, en el Oratorio de Valdocco (1847). Finalidad de la Compañía de S. Luís es “comprometer a los jóvenes a practicar cristianamente las virtudes que fueron en este Santo más luminosas, se proponía encaminarlos a una vida tan controlada y piadosa, que llegara a ser sal y luz en la muchedumbre de los compañeros” (MB 3, 215). Fundando la Compañía de S. Luís Don Bosco apuntaba a finalidades formativas: alimentaba la vida de piedad y la moralidad de los miembros según el ejemplo del santo (formación y guarda de la “bella virtud”), pero también quería animarlos a dar buen ejemplo y a transformarse en fermento de los compañeros. La Compañía era reservada a un grupo bien seleccionado.
Jóvenes apóstoles
La Compañía de la Inmaculada refleja una fase más adelantada de la obra de Don Bosco y una ampliación de sus perspectivas de formación. En la vida de Domingo Savio nuestro fundador escribe: “La finalidad era conseguir la protección de la grande Madre de Dios en la vida y especialmente en el momento de la muerte. Dos medios proponía el Savio con este objeto: ejercer y promover prácticas de piedad en honor de María Inmaculada y la frecuente comunión” (Savio, p. 76). Pero es muy significativo que Don Bosco haya introducido, entre las pocas condiciones añadidas por él a la aprobación del Reglamento, este significativo codicilo, que estimulaba a los miembros de la compañía al servicio comunitario y al apostolado entre los compañeros: “En las charlas fíjese alguna obra de caridad externa, como la limpieza de la iglesia, el cuidado o el catecismo de algún niño más ignorante” (Savio, p. 83).
Desde entonces las Compañías, original y fecunda experiencia de asociacionismo juvenil, formaron parte del panorama salesiano.
En 1950 el P. Ricaldone creó el Centro Internacional de las Compañías Religiosas Salesianas, para la formación de los directivos, para organizar la actuación de la “Campaña anual” lanzada por el aguinaldo y para cuidad “encuentros, reuniones, pequeños congresos y otras manifestaciones promovidas por el Rector Mayor”. En enero de 1967 nace el Centro de Pastoral Juvenil.
Hoy la herencia carismática ha pasado al Movimiento Juvenil Salesiano (MJS). Se trata de un Movimiento de carácter educacional ofrecido a todos los jóvenes, para transformarlos en sujetos y protagonistas de su crecimiento humano y cristiano, con voluntad de incidencia en el territorio y en la sociedad civil y de inserción y aporte en la Iglesia local. Las expresiones del MJS en el mundo son múltiples y manifiestan la variada propuesta asociativa salesiana, más articulada en Europa, América e India.
En muchas realidades hay una coordinación inspectorial, interinspectorial y regional; existe una red de formación, información y conexión entre los diversos grupos. Los encuentros juveniles son uno de los elementos que caracterizan el MJS, como ocasiones significativas de comunicación entre los grupos y de circulación de los mensajes y de los valores de la Espiritualidad Juvenil Salesiana.