1 50 - MAMÁ MARGARITA - 150
de Pascual Chávez Villanueva
F AMILIA CUNA DE LA VIDA
EL HUÉSPED
CON LA “H” MAYÚSCULA
La familia es la matriz de todos los significados espirituales de la existencia. Allí se aprenden los contenidos y los “sabores” de conceptos y actitudes espirituales como acogida, escucha, perdón, comunión, bendición, gratitud, don, sacrificio…
L
Los niños, más que de cualquier otra cosa, necesitan de cuentos que les expliquen de donde viene el mundo, por qué viven y dónde está ahora el abuelo que falleció hace poco. Quieren saber la razón por la cual llegamos al mundo y cuando lamentablemente debemos dejarlo. Preguntan si Dios es hombre o mujer… Los niños pueden empujar a los padres más allá de la capacidad de la imaginación con sus preguntas, y es irresponsable dejarlos expuestos a cualquier influjo: en esta forma se los engaña. A Dios se lo debe “respirar”, como a alguien de casa, acogiéndolo como al Huésped con la “H” mayúscula. Su presencia se descubre en la importancia concedida a la interioridad, en los acontecimientos memorables, en el amor mutuo, en la responsabilidad de los unos hacia los otros, en la valentía, en el perdón, en la esperanza. Dios no es un “sentimiento religioso vago”, sino una persona presente. Los padres, con todo, no pueden olvidar el más sencillo de los principios pedagógicos: nadie puede llevar a otro donde él no ha estado ya. Los padres no pueden limitarse a “mandar” a los hijos al catecismo. Deben hacer su papel, que es el más importante. La Iglesia no es una “estación de abastecimientos” que otorga servicios. Y como el don de la vida viene de Dios a través de los padres, así la fe viene de Dios a través de los padres y la Iglesia. La frase: “Mi hijo debe poder decidir más tarde por su cuenta qué religión escoger” está completamente equivocada desde el punto de vista psicológico-evolutivo.
El aprendizaje religioso se realiza en tres etapas. La primera pasa a través de la observación y la imitación: los niños escuchan con los ojos. Un niño que no ve rezar a papá y mamá, no rezará nunca. Para el nacimiento y el desarrollo de la imagen de Dios el influjo de los padres es decisivo. La religiosidad empero es adquirida también a través de la enseñanza y el acompañamiento: es la segunda etapa. Los niños tienen el derecho de conocer y comprender la historia de Jesús, sus palabras, la reflexión y la tradición de la comunidad de los creyentes; luego, de ser “iniciados” a una vida “con Dios adentro”. La tercera etapa para aprender la religiosidad pasa a través del robustecimiento, que viene de la aprobación de los demás y de la ratificación social. Éste es el papel de la comunidad parroquial. La ratificación social que viene de la oración y de la celebración comunitaria en la iglesia o también en los grupos, en el oratorio, hace aparecer loable y digno de ser vivido lo que es transmitido por padres y catequistas.