2006|es|08:Familia cuna de la vida: El Huésped con la “H” mayúscula

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de Pascual Chávez Villanueva


F AMILIA CUNA DE LA VIDA


EL HUÉSPED

CON LA “H” MAYÚSCULA


La familia es la matriz de todos los significados espirituales de la existencia. Allí se aprenden los contenidos y los “sabores” de conceptos y actitudes espirituales como acogida, escucha, perdón, comunión, bendición, gratitud, don, sacrificio…



L

os padres non se preguntan si hace falta enseñar a los hijos a comer o a portarse correctamente, saben que es necesario y lo hacen. Lo mismo vale con respecto a Dios. Realizar el descubrimiento de Dios con los hijos significa penetrar en un territorio de vastas exploraciones. La fe es una componente inevitable de los individuos de nuestra especie, como lo es el pensamiento. De esta dimensión nadie en realidad puede prescindir. Quien no cree en Dios cree en alguna otra cosa: en el Amor, en la Justicia, en la Libertad... Los menos evolucionados creen en sí mismos, en el poder o en el dinero. Clases de “fe” también éstas, pero de ínfimo nivel. La pregunta que, en todo caso, hay que ponerse, es la siguiente: ¿En qué cosa cree quién no cree?”.

LOS NIÑOS Y DIOS


Los niños, más que de cualquier otra cosa, necesitan de cuentos que les expliquen de donde viene el mundo, por qué viven y dónde está ahora el abuelo que falleció hace poco. Quieren saber la razón por la cual llegamos al mundo y cuando lamentablemente debemos dejarlo. Preguntan si Dios es hombre o mujer… Los niños pueden empujar a los padres más allá de la capacidad de la imaginación con sus preguntas, y es irresponsable dejarlos expuestos a cualquier influjo: en esta forma se los engaña. A Dios se lo debe “respirar”, como a alguien de casa, acogiéndolo como al Huésped con la “H” mayúscula. Su presencia se descubre en la importancia concedida a la interioridad, en los acontecimientos memorables, en el amor mutuo, en la responsabilidad de los unos hacia los otros, en la valentía, en el perdón, en la esperanza. Dios no es un “sentimiento religioso vago”, sino una persona presente. Los padres, con todo, no pueden olvidar el más sencillo de los principios pedagógicos: nadie puede llevar a otro donde él no ha estado ya. Los padres no pueden limitarse a “mandar” a los hijos al catecismo. Deben hacer su papel, que es el más importante. La Iglesia no es una “estación de abastecimientos” que otorga servicios. Y como el don de la vida viene de Dios a través de los padres, así la fe viene de Dios a través de los padres y la Iglesia. La frase: “Mi hijo debe poder decidir más tarde por su cuenta qué religión escoger” está completamente equivocada desde el punto de vista psicológico-evolutivo.


EL APRENDIZAJE


El aprendizaje religioso se realiza en tres etapas. La primera pasa a través de la observación y la imitación: los niños escuchan con los ojos. Un niño que no ve rezar a papá y mamá, no rezará nunca. Para el nacimiento y el desarrollo de la imagen de Dios el influjo de los padres es decisivo. La religiosidad empero es adquirida también a través de la enseñanza y el acompañamiento: es la segunda etapa. Los niños tienen el derecho de conocer y comprender la historia de Jesús, sus palabras, la reflexión y la tradición de la comunidad de los creyentes; luego, de ser “iniciados” a una vida “con Dios adentro”. La tercera etapa para aprender la religiosidad pasa a través del robustecimiento, que viene de la aprobación de los demás y de la ratificación social. Éste es el papel de la comunidad parroquial. La ratificación social que viene de la oración y de la celebración comunitaria en la iglesia o también en los grupos, en el oratorio, hace aparecer loable y digno de ser vivido lo que es transmitido por padres y catequistas.


LOS RITOS


Los niños tienen necesidad de una relación con Dios, no de una “ideología” acerca de Dios. Las más de las veces reciben imágenes deformadas, que mueven a la neurosis con respecto a Dios: Juez que condena, Contador ceñudo que toma nota de todo, Dueño que exige un alto rendimiento, Policía que castiga, etc. Los verdaderos iconos son diferentes: Creador que ha plasmado todo hombre a su imagen, Buen Pastor que acompaña y protege sus ovejas, Padre que se preocupa de los hijos con corazón “maternal”, Amigo que sufre con el hombre y da significado a la muerte. Pero una fe viva tiene necesidad también de gestos y tradiciones, porque los niños quieren “ver y tocar”. He aquí entonces la bendición de los niños: los padres tienen muchas posibilidades de bendecir a su hijo. Por ejemplo, cuando sale de casa, antes de que se duerma por la noche, en ocasión del cumpleaños, del onomástico o del aniversario del bautismo. He aquí el oasis de la noche: felices los padres que tienen la costumbre de rezar junto a la cama de su niño, dejando que exprese preocupaciones y desasosiegos, sentimientos y deseos. He aquí la lectura de la Biblia, “grande desconocida”: la palabra de la Biblia se refiere al presente y no al pasado, infunde significado a la existencia. He aquí el rezar en familia: enseñar a rezar es el don más grande que los padres pueden hacer a los hijos. Podemos añadir: seguir las fiestas del año litúrgico, festejar el domingo con la misa, vértice de la oración familiar …