SANGRE DERRAMADA QUE PRODUCE VIDA…
Mis amigos lectores:
Se preguntarán qué quiero decir con este título y de qué quiero hablar. Comprendo su incertidumbre. Para despejar dudas comenzaré por compartirles lo que he vivido en uno de mis últimos viajes la pasada semana.
He estado visitando y acompañando las presencias salesianas del Matogroso y Matogroso do Sul en Brasil. Aquí han llegado los primeros salesianos 125 años atrás, en concreto al entonces pequeño asentamiento de Cuiabá, hoy hermosa ciudad.
Dije a mis hermanos salesianos que al igual que en el Chaco paraguayo quise visitar nuestra presencia entre los pueblos originarios con quienes estamos desde hace décadas: los Ayoreos, los Maskoy y los Chamacocos, también quería visitar nuestras presencias misioneras en el Matogroso y ahí llegamos en un atarceder de hace una semana al asentamiento de los indios Boi Bororo en Meruri.
En 1902 los misioneros salesianos de aquel momento tuvieron los primeros encuentros con los Indios Xavantes de aquella región. Aquel primer encuentro fue triste. Los indios mataron a los dos primeros misioneros salesianos que vieron. Aún así se dio inicio poco más tarde a la fundación de la ‘Colonia Sagrado Coraçao’ y se inició la primera evangelizción de los Bororo de esta zona. En 1906 se creo la ‘Colonia de Sangradouro’, que más tarde recibiria a los Xavante que habían sido expulsado y casi aniquilados en el área de Parabuburi. Ya en el 1926 es una realidad la presencia continua, estable, sólida entre los misioneros salesianos y estos asentamientos de indios Xavantes y Bororos. Ahí se consolidan presencias hasta el día de hoy, tales como: Sangradouro, Sao Marcos y Meruri. Cuando los indios Xavantes llegaron al poblado de Sangradouro, acogidos por los salesianos y los Bororo, a pesar de que habían sido pueblos enemigos en la historia, la población total de los Xavantes no llegaba a 900 miembros. Hoy, gracias a la protección dispensaa, y al respeto de su cultura, ofreciéndoles al mismo tiempo formación para relacionarse con organismos y estados, la población llega a 30.000 miembros.
Pues bien, en Meruri nos recibieron con cariño y su acogida tradicional. Quizá alguna fotografía lo refleja. Disfruté mucho también de la posibilidad de encontrarme con todos los misioneros y misioneras que en la actualidad comparten vida con estos pueblos. Eran 18 los salesianos, 8 las hijas de María Auxiliadora que se hicieron presentes y dos hermanas de la Congregación de Santa Laura (conocidas como ‘Las Lauritas’), hermanas colombianas con quienes trabajamos muy en sintonia por el bien de estos nuestros hermanos indios.
En la mañana siguiente vivimos dos momentos de gran trascendencia y significatividad histórica: El primero fue recibir a los 40 jovenes (chicos y chicas) Xavantes que llegaron para compartir en día junto con los Bororo, con motivo de nuestra presencia. NUNCA hasta el día de hoy los Bororo y Xavantes se habían encontrado de este modo. Los jóvenes Boi Bororo y Xanvantes hicieron posible lo que los adultos no habían hecho en la historia. Charlamos, tuvieron un encuentro con diálogo y preguntas diversas, ofrecieron sus danzas propias, celebramos la Eucaristía y comimos todos juntos (varios cientos de personas).
El segundo momento significativo fue el siguiente: La Eucaristía la celebramos en el mismo lugar, centro del poblado, donde en el salesiano Padre Rodolfo Lukembein, misionero alemán, y el indio Bororo Simao Cristino fueron asesinados por ‘os facendeiros’ es decir, propietarios de grandes haciendas que estaban muy descontentos de que los salesianos defendieran a los indios en los derechos por sus tierras. Aquel día, 15 de julio de 1976 llegaron al poblado y después de una discusión dispararon al P. Rodolfo. El indio Simao fue a defenderlo y también fue ejecutado.
En el día de mi visita pude saludar, conversar y agradecer su presencia a un hombre, ya de edad avanzada, que en ese momento fue acuchillado también pero se logró salvar su vida. Estaba ahí en la mañana de nuestra eucaristía, humildemente presente.
La causa de santidad de los dos mártires está en camino. Ambos, Siervos de Dios.
Para mí fue muy emocionante encontrarme en la tierra donde este pueblo Bororo vive, encontrarme con jovenes Bororos y Xavantes que quisieron estar juntos en este momento, encontrarme con hermanos y hermanas misioneros que cada día siguen compartiendo vida con estos pueblos, y celebrar nuestra fe en el lugar de martirio de quienes solo querían ayudar a la mejora de vida de estos pueblos, y por defenderlos, la vida les fue arrancada.
En la mañana tempranito, también con la comunidad Bororo hicimos una visita-pequeña procesión hasta el cementerio del asentamiento. Allí, ante las tumbas de Simao Cristino y Rodolfo Lukembein, oramos por todos.
Y mi pensamiento volava desde allí a África, a la frontera de Burkina Fasso donde a nuestro hermano salesiano, misionero español P. César Antonio Fernández, le fue arrancada la vida hace poco más de dos meses, en una absurda detención en la frontera y unos más absurdos disparos de unos radicales, simplemente por ser sacerdote y misionero en este caso.
El título de esta página quiere responder justamente a estas dos historias. La sangre derramada y que tanto dolor produce, genera también vida. Lo he visto en el pueblo Bororo y Xanvante, y lo vemos cada día en África donde a diario se producen ‘milagros de vida’.
Estas líneas quieren ser un ¡Gracias! a tantas vidas entregadas con una generosidad sin límites. Y un gracias a tantos de ustedes, amigos lectores del Boletin Salesiano que sigue confiando en el bien que, juntos, intentamos hacer en este mundo que sigue necesitando también de cosas buenas, de noticias que alegran el corazón y de hechos que cambian vidas, puesto que no todo es malo en este nuestro mundo. Al contrario. Ha sido redimido y es tantísimo el bien que cada día se siembra y nace, pero: el bien no crea noticia. El mal, las tragedias, las violencias y las muertes sí.
Bueno, pues seamos difusores de buenas noticias. Lo que les acabo de narrar, aún en el dolor de las muertes, son hechos que generan vida.