AYER ENTENDÍ UN POCO MÁS LO QUE PUDO SENTIR DON BOSCO
Fue ayer, un día después de la gran solemnidad de San Juan Bosco cuando viví una mañana muy especial. Tuve los permisos necesarios para acercarme al Instituto Penitenciario de Menores (IPM) “Ferranti Aporti” en Turín. Para quienes conocemos los primeros años del joven sacerdote Juan Bosco sabemos lo que significó sus visitas a la cárcel llamada “La Generala” acompañado de su maestro espiritual don Cafasso. Fue tan grande el impacto que tales visitas dejaron en su alma que prometió al Señor que haría todo lo posible para que los muchachos no llegaran a ese lugar. Así nació el oratorio y el sistema preventivo.
Pues bien, en ese mismo lugar estuve ayer con un grupo de jóvenes. Pisé la galería que tiene la arquitectura del tiempo de don Bosco. Es la misma, y está muy bien conservada. Allí hay una placa grande en una de las paredes que recuerda sus visitas a los jóvenes encarcelados.
Don Silvano, salesiano de Don Bosco y capellan del centro organizó todos los permisos y me estaba esperando. También estaban todos los novicios salesianos que, bajo la guía del maestro de noviciado, están viviendo este año de preparación a su primera profesión religiosa como salesiano de don Bosco. Ellos, ese grupo de 18 jóvenes van todas las semanas a encontrar a los jóvenes internos del Instituto Penitenciario, con una iniciativa que han llamado ’el patio detrás de las rejas’. Todos los ‘internos’ son mucho más jóvenes que los novicios que don Bosco tiene (¡me gusta decirlo así!). Y la gran mayoría no tienen familia cercana. Muy similar a lo que vivía don Bosco.
También estaban los educadores, las educadoras que acompañan el día a día de esos jóvenes. A mi llegada, varios de ellos estaban en el pasillo y otros en un salón que se usa para actividades artísticas. Saludé personalmente a cada uno. A quienes provenían del mundo árabe y musulmán los saludaba con su saludo habitual ‘salam malecum’ -aunque la expresión correcta en árabe es ‘As-Salaam alei-kum’ (La paz esté contigo). A la cual ellos me respondían también en árabe, como se hace usualmente, ‘malecum salam’. Igualmente saludé a algún otro joven europeo e italiano.
Les hablé de mí mismo, de mi origen y nacionalidad; les pregunté por la suya y algunos quisieron decírmela. Les pude decir lo que conocía del país de cada uno y cuando los visité. Y sentía que la comunicación era posible. Anteriormente los tres novicios habían representado teatralmente una pequeña escena de la vida de Don Bosco. Seguidamente me dieron la palabra y también dieron la oportunidad a que los jóvenes me hicieran tres o cuatro preguntas. Así fue. Me preguntaron quién era don Bosco para mí; por qué era salesiano; qué sentía al vivir lo que vivo y por qué había venido a visitarlos.
Respecto a esta última pregunta sí les dije que me habría gustado mucho más que en vez de haber venido yo a visitarlos, hubieran sido ellos quienes en otra situación hubieran estado en la tarde de ayer, fiesta de Don Bosco, celebrando en el patio un hermoso encuentro y compartiendo un poco de pizza. Les dije que esta vez no había sido posible, pero que nada impedía que pudiera ser más adelante.
Y después de estos diálogos, los educadores nos invitaron a todos a compartir el almuerzo: un trozo de pizza en una sala más grande. Ahí nos dirigimos todos, jóvenes, educadores, novicios, y los salesianos que con ellos estábamos. Nos hicimos varias fotografías porque así lo pedían esos muchachos (naturalmente para ‘uso interno’, para ellos como recuerdo); uno de los jóvenes me regaló una camiseta deportiva que había sido serigrafíada por él. Trabaja muy bien la serigrafía y me permití decirle que en esto tendría futuro, ya que es un campo que crece siempre.
Y en un momento, un joven me dijo si podía hacerme una pregunta que no quiso hacer en público. Le dije que sí, pero en ese momento me interrumpieron varias veces. Cuando lo busqué ya no estaba allí cerca. En cuanto me quedé libre lo busqué de nuevo con la mirada, lo reconocí, me acerqué a él y le dije si podía responder a su pregunta. Nos separamos un poco del gran grupo para dar a entender que no podían interrumpirnos y le hablé con sinceridad. Su pregunta había sido: “¿Para qué me sirve estar aquí?” Le dije: creo con sinceridad que para nada y para mucho. Para nada porque la cárcel, el internamiento no puede ser meta ni lugar de llegada, sino de paso. Pero -añadí-, creo que te servirá para mucho porque te ayudará a decidir que aquí ya no quieres volver, que tienes posibilidades en otro futuro mejor, que después de unos meses aquí está la posibilidad de ir a alguna de las comunidades de acogida que nosotros los salesianos tenemos, como por ejemplo en Casale-Italia…
En cuanto dije eso el joven añadió, sin dejarme terminar: Yo quiero eso, yo necesito eso, porque he estado en el lugar equivocado y con gente equivocada. Le pregunté si me daba permiso para decirle al capellán que teníamos que movernos para pensar en el futuro para él y para otros y me dijo que sí. Así lo hice. Hablamos. Hablaron. Y me di cuenta de qué cierto es eso que don Bosco nos decía que en el corazón de cada joven siempre hay semillas de bondad. Ese joven, y otros muchos que conocí, son totalmente ‘recuperables’ si tiene la oportunidad justa, después de los errores cometidos.
Y entendí mejor que nunca lo que pudo sentir don Bosco, su joven y apasionado corazón al ver a aquellos jóvenes de la ‘Generala’ allí encerrados.
Saludé de nuevo a los jóvenes. Fui de uno en uno. Nos saludamos con mucha cordialidad. Sus miradas eran limpias, sus sonrisas era sonrisas de jóvenes golpeados por la vida, equivocados en algún momento, pero jóvenes llenos de vida. Percibí en los educadores un gran sentido vocacional. Me gustó.
Ya al final del tiempo establecido -puesto que estaba acordado- me despedí y uno se me acercó y me dijo: ¿Cuándo vuelves? Me conmoví. Le sonreí y le dije: la próxima vez que me invitéis, aquí me tendréis y mientras tanto yo os espero, como don Bosco, en Valdocco.
Esto fue lo que viví ayer. Amigos y amigas del boletín salesiano, amigos y amigas del carisma de don Bosco, como ayer, también hoy es posible llegar al corazón de cada joven. Aún en las mayores dificultades, es posible mejorar, es posible cambiar para vivir honestamente. Don Bosco lo sabía y empeño en eso toda su vida. Reciban mi cordial saludos y los mejores deseos.
“He estado en sus hermosos países para visitar nuestras comunidades y a nuestros jóvenes. Sé algunas palabras de vuestros idiomas: soy español, nací en Galicia, hijo de un pescador... Estudié teología y filosofía, pero sé mucho más de pesca porque me la enseñó mi padre". Así se ha presentado el Rector Mayor a los muchachos reunidos en el salón de recreo, después de los "bailes" y de un sketch sobre Don Bosco conducido por los novicios salesianos del Colle Don Bosco, que cada viernes acompañados por su Maestro, padre Enrico Ponte, animan "el patio atras de las rejas".
“Por eso hace 43 años elegí ser salesiano -prosiguió el Rector Mayor-. Quería ser médico, pero luego comprendí que Don Bosco me llamaba a curar el alma de los más jóvenes”. El padre ángel añadió “Porque no hay buenos y malos chicos o chicas, sino jóvenes que han tenido menos y, como decía nuestro santo, 'en todo joven, incluso en el más desdichado, hay un punto accesible al bien y el deber primario del educador es buscar este punto, la cuerda sensible de este corazón y sacar provecho de ello”.
“Por eso los salesianos -prosiguió el padre Ángel- queremos mucho a los jóvenes. Todos podemos cometer errores, pero si ustedes creen en sí mismos, confían en sus educadores, saldrán de aquí mejores. Mi sueño es encontraros a todos en Valdocco con los jóvenes a los que saludé ayer en la fiesta de nuestro Santo".
La visita del padre Ángel es histórica porque ningún sucesor del Santo de Turín había entrado en el "Ferrante" El encuentro de Don Bosco con los muchachos detenidos, primero en las Cárceles Senatoriales de Turín en 1841, luego en la "Generala" en 1855 (así se llamaba el Ipm, entonces reformatorio para menores) fue la chispa que le impulsó a idear soluciones "preventivas" al desbande en el que cayeron miles de adolescentes en los suburbios de Turín.
Fue durante las repetidas visitas a la "Generala", invitado por su padre espiritual, Don Giuseppe Cafasso, que nació el "Sistema Preventivo", pilar del sistema educativo que hará de Don Bosco el "Santo de los oratorios".
Don Bosco intuyó que si ellos hubieran tenido una familia sólida, una comunidad acogedora y una escuela con adultos significativos no habrían cárceles. Y fue a partir de aquellas tardes pasadas con los "jóvenes traviesos e inseguros" que el santo inventó el oratorio.
En efecto, como recordó el Rector Mayor, Don Bosco pidió permiso para llevar a los muchachos con él a un paseo fuera de la ciudad: "El director de la Generala accedió, pero con una condición: si un solo joven no hubiera regresado, en la cárcel habría terminado Don Bosco. En cambio, todos volvieron a sus celdas". Palabras que impactaron a los muchachos que escucharon al padre Ángel, sin decir una palabra, lo que no es habitual aquí, comentaron los educadores y agentes al final de la reunión.
La presencia del carisma de Don Bosco en el "Ferrante" nunca ha fallado: una placa en el ala más antigua del Instituto recuerda las visitas que hizo a la "Generala" y es tradición que los capellanes sean salesianos.
Entre los capellanes "históricos" está el querido padre Domenico Ricca, quien se jubiló el año pasado después de más de 40 años de servicio. Otro salesiano, el padre Silvano Oni asumió y organizó la visita del Rector Mayor con la colaboración de la vicedirectora Gabriella Picco, los formadores, docentes y educadores.
“En estos días enviaremos una carta al Papa Francisco –anuncia padre Silvano– con fotos del pesebre que montamos para Navidad con los chicos, la mayoría no cristianos: por eso es un belén en el que los personajes no tienen rostros. Hacia la choza se acerca una lancha desde el mar con muchos jóvenes migrantes, como algunos de nuestros muchachos que han dejado su tierra y están solos aquí, víctimas de la ilegalidad. Su salvavidas por ahora somos nosotros. Y la petición al Rector Mayor de que vuelva a visitarlos es la señal de que Don Bosco habla nuevamente al corazón de los jóvenes más frágiles de hoy”.