EL MENSAJE DEL RECTOR MAYOR
DON ÁNGEL FERNÁNDEZ ARTIME
DON BOSCO, PAPA FRANCISCO Y LOS TRES AMORES BLANCOS
Les escribo mientras vuelvo a Roma. Hace dieciséis horas recibía al Papa Francisco en la puerta de la Basílica de María Auxiliadora y en mi corazón vive aún la emoción de la jornada del Papa en Valdocco. Un emoción que deseo compartir con ustedes.
La visita del Papa a Valdocco ha marcado una jornada histórica. Rezamos juntos ante la urna de Don Bosco, ante el cuadro de María Auxiliadora y nos sentimos todos abrazados por la bendición del Vicario de Cristo, el Papa Francisco. El encuentro con el Papa ha sido un momento de gran felicidad. Nos sentimos todos conquistados e involucrados por su sencillez y por su sonrisa serena que comunica tanta paz personal. Entró en la Basílica y comenzó a saludar uno por uno a aquellos que le tendían la mano a lo largo de las barreras de seguridad que indicaban el paso hacia el altar. Fue un momento extraordinario. Estaba tan afable y cordial que se entretenía con cada salesiano o Hija de María Auxiliadora o con algún otro miembro de la Familia Salesiana que le dijera algo. Se detenía, escuchaba y ¡respondía! La Basílica estaba llena de personas, tendría que haber calculado el tiempo. No le importaba.
Le presenté a los novicios salesianos y a las novicias de las Hijas de María Auxiliadora. Me preguntó cuántos eran. Le dije el número que tenemos en Europa. Y este número, con alguno más en las inspectorías de Europa del Este le pareció una buena noticia. Pasaba de una persona a otra, con calma y serenidad, con una atención particular para los Salesianos e Hijas de María Auxiliadora en silla de ruedas. Les confieso que me conmoví profundamente ante la ternura de estos encuentros. Era el encuentro con tantas vidas donadas totalmente y hoy vividas en la enfermedad o en la impotencia, pero vidas apagadas y realizadas en plenitud. Fueron estupendos aquellos ojos que encontraban la mirada llena de ternura de un Pastor que entendía bien el sentido de tanto ofrecimiento.
Ante la urna de Don Bosco, el Papa Francisco se detuvo a orar un momento en silencio y colocó sobre el altar un ramo de rosas. Un gesto gentil, sencillo pero lleno de significado.
Luego de mi discurso a nombre de toda la Familia Salesiana y la presentación de algunos regalos, llegó el momento en el que el Papa tendría que dirigirnos su palabra. Le llevaron las hojas con el mensaje oficial que había sido preparado para la circunstancia. Lo observó por diez segundos, reflexionó un momento y dijo: “Querida Familia Salesiana, he pensado tanto en qué cosa decirles y he escrito lo que quería decirles, pero es demasiado formal y lo entrego al Rector Mayor para que se los haga conocer”. Y empezó a hablar en modo persona, espontáneo, de corazón a corazón. Nos conquistó. Nos habló por más de media hora y realmente nos parecía abrazar al Papa con la escucha y con la mirada.
Ente las muchas cosas que dijo, algunas simpáticas y anecdóticas, deseo subrayar dos que me parecen tan significativas que no podemos olvidarlas y que podremos profundizar y desarrollar en otro momento.
El Papa Francisco nos ha dicho que en sus años con los Salesianos había aprendido, a través de diversas circunstancias, el sentido de la afectividad al estilo salesiano (la amorevolezza de Don Bosco) y que esta capacidad nuestra de educar a través del afecto es algo fundamentalmente carismático. Nos invitó a cuidar de ello y a no perderlo.
Añadió algo más que calificó como típicamente nuestro porque lo ha sido en Don Bosco: Cuando aquellos muchachos “migrantes” del interior de aquello que habría de convertirse en “Italia”, llegaban a Turín sin nada y sin nadie, auténticos desechos de la sociedad del momento, Don Bosco no sólo les buscaba, les acogía y los tenía consigo, sino que se dio cuenta que debía darles los recursos y las capacidades humanas para conquistarse una vida digna y respetable.
Ciertamente la catequesis era muy importante, pero no les habría liberado de la calle y del peligro de la delincuencia. Y en una situación de crisis y peligro, prosigue el Papa Francisco, no menos difícil del actual, pensó en una solución de emergencia inmediata. Y el Papa nos invita a hacer aquello que Don Bosco haría hoy.
Frente a una situación de emergencia vital para los muchachos y muchachas de hoy, nuestra respuesta educativa y profesional debe ser análogamente excepcional y original, tal vez con acciones y propuestas que superen los sistemas de seguridad y tranquilidad tradicionales.
Al final el Papa nos habló de los tres amores blancos de Don Bosco: La Eucaristía, la Virgen y la Iglesia, representada por el Papa. Y agregó algunas preciosas palabras sobre Mamá Margarita que nos arrancaron un conmovedor aplauso.
Muy queridos hermanos, hermanas, amigos y amigas la del Papa ha sido una visita inestimable y con un fuerte significado simbólico. Ha sido el encuentro con el Pastor que demuestra sentir el perfume de las ovejas; ha sido un testimonio de afecto, ternura y de atención personal que ha hecho volar por los aires nuestras urgencias, a los ceremonieros y a nuestra falta de tiempo por tantas cosas por hacer.
El Santo Padre ha sido para nosotros una conexión viva con Don Bosco, una bendición del Señor que nos quiere Familia Salesiana bien viva en la Iglesia y más que nunca dedicada sobre todo a los más pobres, y a todos aquellos que tienen necesidad de nosotros.
El Señor, por la intercesión de María Auxiliadora, Don Bosco, Madre Mazzarello y toda la santidad de la espléndida familia que formamos, nos bendiga y sobretodo nos ayude a ser siempre más fieles a este carisma que hemos recibido como don de Dios.