AGUINALDO 2009
UN VASTO MOVIMIENTO
PARA LOS JÓVENES
LA FIESTA
el optimismo educativo – la globalización de la acogida
San Juan Bosco santificó la alegría de vivir y ofreció a los jóvenes la clave para lograr la felicidad … El salesiano, consagrado o seglar, adquiere algunas actitudes de fondo: * Fe en la victoria del bien; * Apertura a los valores humanos; * Educar en las alegrías cotidianas (CDC 22).
D
on
Bosco era un hombre realista, pero toda su vida revelaba un gran
sentido de esperanza. “Los tiempos en que vivió no eran sencillos.
En el curso de su vida fue involucrado en cambios que realmente
hicieron época... En sus escritos no deja de subrayar los males que
afligían la vida de esos tiempos. Y pese a ello... trabajó para un
futuro mejor. No se dejó llevar por lloriqueos inútiles. Se empeñó
activamente, alineándose al lado del bien y de su promoción en
todas las formas posibles. En particular lo hizo favoreciendo una
educación preventiva que no solo protegiera y alejara del mal, sino
que se le adelantara, estimulando las mejores energías de los
muchachos, de los jóvenes, de los educadores, de la sociedad, más
allá de cualquier pertenencia ideológica o política” (Carlos
Nanni).
Don
Bosco
era hombre de una esperanza cuya fuente estaba en Dios. En sus
escritos encontramos continuadas referencias a las razones de esta
esperanza que lo han sostenido durante toda su vida: la “bondad
del Señor” donada
a todos, la “paternidad
de Dios” que
nunca abandona a sus hijos, la ”misericordia
de Dios”
que siempre perdona, el
“poder de Dios” siempre
fiel a sus promesas; y, continuando: las pruebas como invitación a
“acudir
a Dios para superarlas”,
las oposiciones y los fracasos que
“purifican”
y
aumentan la confianza; los “merecimientos
de Cristo”,
que nos ha comprado
a muy
alto precio; la “ayuda
de Maria”,
madre, protectora y abogada de salvación.
■ Dios era la fuente que engendraba en él actitudes de un realismo impresionante: serenidad perenne; resistencia al desaliento frente a las dificultades: desplome de edificios, muerte de bienhechores, defección de colaboradores, crisis económicas, hostilidades políticas y eclesiásticas; abandono a la Providencia en las pruebas más duras; incesante actividad para sus jóvenes; alegría que le hacía decir: “Nosotros hacemos consistir la santidad en estar alegres”; vigilancia porque el mal “tiene sus artes y sus mañas”. Pero, sobre todo, optimismo con relación a los jóvenes que educar. Añade el experto citado: “El suyo no fue un optimismo naturalista, estilo J. J. Rousseau, según el cual el muchacho es «por naturaleza» bueno y luego es arruinado por la sociedad... Don Bosco no ha idolatrado al niño.... Aunque estuviera «vulnerado», herido, por ser criatura hecha a imagen y semejanza de Dios conservaba una fundamental capacidad de bien que había que estimular, hacer crecer, ayudar a estructurarse valiéndose de la ayuda razonable, motivada, abierta a los valores (baste recordar el trinomio «razón, religión, amabilidad» del sistema preventivo) y de la presencia amable y estimulante de los adultos que se encontraban entre los jóvenes «en espíritu de familia» (la idea de «asistencia»)”.
■ Don Bosco ha conocido resistencias y rechazos. Razonaba de la manera siguiente: “Como no hay terreno ingrato y estéril que con larga paciencia no llegue finalmente a dar fruto, así es con el hombre: auténtica tierra moral que, por más estéril y reacia, tarde o temprano produce pensamientos honrados y, después, actos de virtud, si un educador con ardientes ruegos añade sus esfuerzos a la mano de Dios en cultivarla y hacerla fecunda y bella. En todo joven, también el más desgraciado, hay un punto accesible al bien”. Primer deber de todo educador es buscar este punto con infinita paciencia: “Cuando ya has avisado, dicho, recomendado y estarías por perder la paciencia, o dejar que todo vaya por su cuenta, o por soltar una furiosa reprimenda, ¡cuida de ser fiel en lo poco, si quieres ser constituido en lo mucho!”. He aquí el desafío. Con ciertos muchachos habría para desalentarse, demasiados están enfermos de aburrimiento, de no-sentido, de resignación, de astenia. Todo por falta de esperanza. Dice el psicoanalista Victorino Andreoli: “Amo a los adolescentes con todos sus conflictos, a los adolescente que enfrentan, hasta con la rebelión, lo que los obstaculiza... He visto... a adolescentes que pensaban volverse héroes y han logrado únicamente ser víctimas... Quiero que los adolescentes sueñen, vivan de futuro y de un futuro diseñado por ellos hasta con el entusiasmo de las ilusiones”. Para que un joven crea todo esto, le hace falta la mediación de un educador y de un ambiente empapados de esperanza cristiana. Don Bosco indica el recorrido: gran confianza en el bien, gran apertura a los valores humanos, atención a las alegrías cotidianas. Y, siguiendo, custodia constante de un sueño: trabajar para que los jóvenes sean felices hoy y en la eternidad. Esto es soñar los sueños de Dios. ■
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