AGUINALDO 2008
de Pascual Chávez Villanueva
EDUCAR CON EL CORAZÓN DE DB
EDUCACIÓN Y
CULTURA
“El papel primario y esencial de la cultura en general y también de toda cultura es la educación. Ésta consiste en el hecho de que el hombre llegue a ser siempre más hombre, que pueda ‘ser’ más y no solo ‘tener más’, y que, por consiguiente, a través de todo lo que él tiene, de todo lo que él posee, sepa siempre más plenamente ser hombre”1.
La
educación
es un camino específico de humanización;
trata de construir al hombre
liberándolo de los condicionamientos que podrían impedirle vivir
plenamente su vocación y habilitándole para una expansión de sus
capacidades creativas. El desarrollo del hombre pasa necesariamente a
través de la cultura, entendida
como una manera de relacionarse con el mundo, con los demás, consigo
mismo, con Dios; pero también como encuentro con un patrimonio
objetivo de conocimientos, bienes y valores, y como proceso personal
de asimilación, reelaboración, enriquecimiento. Por tanto la
cultura no es un patrimonio aceptado por todos: tenemos que vérnosla
con sociedades siempre más complejas, post-ideológicas y
multiculturales, con
toda la carga de ambigüedad que este último término evoca. Hay
luego que tener presente el escenario de la globalización
que tritura identidad y proyectualidad.
Entonces, el próximo desafío de la educación que nos espera será
exactamente el de la mundialidad y
de la interculturalidad, en
donde reconocer las diferencias y desarmar los estereótipos
constituirá una necesidad y un recurso educativo. La educación
logra hacer que se confronten situaciones y aspiraciones de los
jóvenes con la experiencia de la humanidad expresada en el
patrimonio cultural y en la cambiante mundialidad actual.
■ La educación salesiana está fundada en una escala de valores que brota de una particular concepción del hombre: la maduración de la conciencia a través de la búsqueda y la adhesión a la verdad; el desarrollo de la libertad responsable y creativa a través del conocimiento y la elección del bien; la capacidad de relación y solidaridad fundadas en el reconocimiento de la dignidad de la persona; la habilitación a las responsabilidades históricas, fundada en el sentido de la justicia y de la paz. Las obras salesianas son ambientes de educación y de cultura, en donde se ofrece un conocimiento que a los jóvenes los haga conscientes de los problemas del mundo, sensibles a los valores y constructivamente críticos; en donde los jóvenes adquieren actitudes que les permiten actuar como hombre libres y con capacidades que los hacen competentes y eficaces en la acción. Es muy conocida la situación de incredulidad en la cual crece la mayor parte de los jóvenes europeos. Ella tiene un extraordinario reflejo cultural. Basta asomarse al mundo de la literatura o del cine. Es dificilísimo encontrar entre las obras exitosas alguna cuyos protagonistas reciban del cristianismo la inspiración para la vida o para la dignidad de su existencia. La experiencia religiosa es presentada con tonos peyorativos, como un fenómeno de infantilismo y de sentido de culpa. Pese a ello, para nosotros Cristo es la mejor noticia que podemos dar al mundo; en Él alcanza el hombre la máxima dignidad, en cuanto es reconocido como hijo de Dios y las fronteras de su existencia se dilatan hasta la eternidad. Por tanto el objetivo final de la educación es la evangelización como síntesis entre fe y cultura, fe y vida. Los ambientes educativos salesianos tratan de encaminar una integración entre saber, educación y Evangelio. La referencia a Cristo es un criterio de evaluación para discernir los valores que edifican al hombre y los controvalores que lo degradan. En efecto, es sobre todo la irrelevancia de la fe en la cultura y en la vida que hace a los jóvenes indiferentes o extraños al mundo religioso, vuelve insignificante la pregunta acerca de Dios, vacía el lenguaje religioso de su sentido y amenaza con hacer vano todo empeño de evangelización.
■ Durante muchos siglos la fe cristiana ha inspirado en Europa la reflexión de los pensadores, las obras de los escritores, las creaciones de los artistas y las composiciones de los músicos. Con grande temeridad (¿o cinismo?) hoy se pretende negar las raíces cristianas de la cultura europea. Desde demasiado tiempo falta una presencia-testimonio eficaz de católicos en los varios ámbitos de la cultura. Faltan políticos, escritores, profesores, médicos, poetas, juristas, periodistas realmente católicos. Puesto que la incredulidad tiene un impacto cultural relevante en Occidente, hace falta que el católico haga de la cultura el campo de su presencia activa. Se necesitan militantes católicos en el mundo del arte, del pensamiento, de la comunicación social, capaces de dar nuevo prestigio al hecho cristiano. “La Iglesia pide que los fieles laicos estén presentes, con la insignia de la valentía y de la dignidad intelectual, en los puestos privilegiados de la cultura, como son el mundo de la escuela y de la universidad, en los ambientes de la investigación científica y técnica, los lugares de la creación artística y de la reflexión humanística”2. El educador según el corazón de Don Bosco es consciente que el proceso educativo es el lugar de la promoción total de la persona. En la enseñanza él ilumina el saber humano con los conceptos de la fe, sin distraerlo del objetivo que le es propio; en el proceso educativo trata de desarrollar la cultura del individuo como capacidad de comunión y de escucha de los hombres en vista del deber de servicio y de responsabilidad hacia los demás y no como medio de afirmación y enriquecimiento. El educador salesiano ayuda a descubrir la profunda coherencia entre la fe y los valores que la cultura persigue. ■
1 JIAN PABLO II, “Juvenum Patris”, 1.
2 JUAN PAGLO II, “Christifideles laici”, 44.
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