A GUINALDO 2009
de Pascual Chávez Villanueva
UN VASTO MOVIMIENTO
PARA LOS JÓVENES
LA EXPANSIÓN DEL CARISMA
(La misión y las misiones)
La unidad de la misión salesiana, compleja en sus componentes, tiene necesidad de misioneros que vivan la unidad interior. Sepan, pues, dirigir la educación, particularmente de la juventud, a la evangelización (CDM 14).
E
n
mi primer sexenio como Superior general tuve la oportunidad de
conocer personalmente, en visitas de animación, casi todas las
inspectorías de la Congregación. Constituyó una verdadera gracia
poder constatar la vitalidad del carisma salesiano en situaciones tan
diversas, como las presentan las 130 naciones de los cinco
continentes en que nos encontramos como Congregación y Familia
Salesiana. Con creciente convicción puedo afirmar que el carisma
salesiano es un don precioso para la Iglesia, para la humanidad y en
especial para los jóvenes. San Pablo compara la Iglesia a un cuerpo,
animado por el Espíritu Santo, y cuya cabeza es el Señor Jesús.
Los diferentes carismas y ministerios son como “órganos” de este
cuerpo, cada uno con una función particular, y todos al servicio de
la única misión: la vida y la “salud” de este cuerpo. Un
principio de la teoría de la evolución (estamos en el bicentenario
del nacimiento de Darwin) afirma: “la
necesidad crea el órgano. Podemos
decir que las necesidades nuevas de la Iglesia y del mundo propician
el surgimiento de “órganos” inéditos que ofrezcan respuestas
válidas a Iglesia y mundo. En este sentido se puede afirmar, “con
sentimientos de humilde gratitud” (Const. SDB 1), que el carisma
salesiano constituye un “órgano” que Dios ha suscitado a través
de Don Bosco, como respuesta a las necesidades nuevas de los jóvenes,
sobre todo los más pobres y abandonados, a lo largo y ancho del
mundo entero.
g Don Bosco trató de concretizar este carisma a través de varias actividades y obras partiendo de Valdocco, que no es solamente un punto geográfico, sino un criterio para cualquier obra en cuanto “casa, parroquia, escuela, patio”. Actividades y obras concretizan el carisma salesiano, pero no se identifican con él. En cuanto pertenecen al cuerpo de Cristo, ellas constituyen un órgano vivo que sabe adaptarse a las diversas circunstancias. Puede suceder que ciertas actividades y obras, llevadas adelante sin cambio alguno, sean en el fondo una infidelidad a la misión. En ningún momento podemos renunciar a un claro discernimiento carismático, sin el cual corremos el riesgo de perder nuestra identidad. Dicho discernimiento incluye dos elementos:
estamos llamados a responder a las necesidades más urgentes y profundas de los jóvenes, sobre todo los más necesitados;
nuestra respuesta consiste en ser “signos y portadores del Amor de Dios” para dichos jóvenes, gracias a una acción a la vez evangelizadora y educadora. Estos dos elementos constituyen el criterio de la significatividad de la acción salesiana: ser signos de la preocupación de Dios por los jóvenes que más carecen de la experiencia de su Amor, comenzando por quienes, debido a situaciones socio-económicas, no encuentran un camino de realización personal en la vida y, en ocasiones, ni siquiera el sentido de su propia existencia..
g La ignorancia religiosa es casi absoluta. Quiero testimoniar, con admiración y agradecimiento, que en todas las regiones visitadas la Familia Salesiana brilla por su entrega y creatividad a favor de nuestros destinatarios, imitando en ello la extraordinaria versatilidad de nuestro Fundador. El mundo de hoy ofrece medios y posibilidades jamás imaginadas: siguiendo el ejemplo de Don Bosco, debemos saber utilizarlas para la misión. Una dimensión muy especial la constituye el trabajo de la Familia Salesiana en los llamados “lugares de misión”, sobre todo en las regiones donde, por circunstancias de ayer o de hoy, resulta difícil, e incluso imposible, un trabajo explícito de evangelización y formación cristiana. El no poder ni siquiera hablar de Jesucristo no debe representar un obstáculo a la vocación misionera. No es casual que en la misa de Don Bosco escuchemos la Palabra de Dios a través de San Pablo: “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud o valor, tenedlo en aprecio” (Flp 4, 8). Aun en tales casos contribuimos, desde nuestra identidad carismática, a la construcción del Reino de Cristo, “reino de justicia, de amor y de paz”, valores que ningún hombre de buena voluntad podrá rechazar. Mientras haya jóvenes pobres y abandonados, necesitados de educación y promoción integral, la misión salesiana será vigente y actual. g
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