Actas_1995_352.ACG


Actas_1995_352.ACG

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delco
en eral
año LXXVI
abril-junio de 1995
n.º 352
órgano oficial
de animación
y comunicación
para la
congregación salesiana
Direzione Generale
Opere Don Bosco
Roma

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del consejo general
de la sociedad salesiana
de san juan bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
N.º 352
año LXXVI
abril-junio de 1995
página
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
COMO LEER HOY
EL CARISMA DEL FUNDADOR
3
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES 2.1. Voluntariado y misión salesiana
31
2.2. Educar en la dimensión misionera 38
3. DISPOSICIONES Y NORMAS
(No se dan en este número)
4. ACTIVIDAD DEL C. GENERAL
4.1. De la crónica del Rector Mayor
49
4.2. De la crónica del Consejo General 49
5. DOCUMENTOS Y NOTICIAS
5.1. Dos nuevos siervos de Dios:
Margarita Occhiena y Attilio Giordani 54
5.2. XVIII Semana de Espiritualidad
de la Familia Salesiana
55
5.3. Nuevos inspectores
58
5.5. Primer volumen de la
"Bibliografía General de Don Bosco" 61
5.6. Estadística del personal salesiano:
31-12-1994
62
5.7. Salesianos difuntos
(18 relación de 1995)
65

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Central Catequística Salesiana
Alcalá, 164 - 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: Gráficas Don Bosco - Arganda del Rey (Madrid)

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
CÓMO LEER HOY EL CARISMA DEL FUNDADOR
Introducción.- Una experiencia personal.- Dos convicciones de base.- Qué caminos seguir.- Elabo-
ración de las Constituciones.- El espíritu del Fundador.- De la "misión" al descubrimiento del "ca-
risma".- Duración y actores de la nueva lectura.- Puntos neurálgicos en el proceso de discerni-
miento.- Necesidad de métodos concretos.- Animación y gobierno.- Una visita del Espíritu del Se-
ñor.- Tenemos un "documento de identidad", válido y puesto al día.
8 de febrero de 1995
Roma, incoación, en Valdocco, de la causa
de beatificación y canonización
de Margarita Occhiena
Queridos hermanos:
Hoy se ha incoado, por fin, solemnemente en la ba-
sílica turinesa de María Auxiliadora el proceso oficial de
beatificación y canonización de Margarita Occhiena,
madre de san Juan Bosco; precisamente allí, donde ella
dio testimonio -podemos decir que heroicamente a lo
largo de diez años- de generosa colaboración con su
hijo Juan para dar vida al providencial carisma salesiano
de la obra de los oratorios. Nuestro Padre y Fundador
sabe muy bien cuánto le costó a su madre y lo que ésta
aportó al logro, al estilo, al ambiente de familia y al espí-
ritu de bondad y sacrificio que siguen caracterizando en
nuestros días a toda la institución salesiana de san Juan
Bosco. Demos gracias a Dios y recemos para que esta
causa tenga un resultado positivo y rápido.
Pues bien, con ocasión de una fecha tan significati-
va, os ofrezco la reflexión que se me pidió para la XX
asamblea del Instituto de Teología de la Vida Religiosa

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
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"Claretianum" aquí, en Roma, el 16 de diciembre de
1994. Me asignaron el delicado e importante tema de
La nueva lectura fundacional hecha por los Salesianos.
Aunque su desarrollo no está pensado directamente
para nosotros, en cierto sentido puede sernos más útil
si lo consideramos junto a los restantes consagrados.
Os ofrezco el contenido de mi conferencia, invitándo-
os a hacer una atenta consideración de síntesis histórico-
carismática que ayude a iluminar salesianamente los ca-
minos de renovación que seguimos desde el Vaticano II.
Una experiencia personal
La óptica de mi conferencia es sustancialmente una
especie de crónica meditada. El tema de "cómo leer
hoy" el carisma se desarrolla con una óptica "de he-
cho", no tanto para indicar "cómo" hay que hacerlo,
cuanto para indicar lo que ha hecho mi Instituto. Es
una experiencia que he vivido personalmente desde el
Vaticano II hasta hoy.
La experiencia no es una tesis que se defiende, sino
una realidad de vida -corroborada por decenios de
experimentación- que puede dar sugerencias (en par-
te ya aplicadas) para leer cada vez mejor los propios
orígenes espirituales.
Dos convicciones de base
La lectura del carisma de nuestro Fundador nos
ocupa desde hace treinta afias. En este trabajo nos han
iluminado dos grandes faros de luz: el Concilio Ecumé-
nico Vaticano JI y el cambio de época, en una hora de
aceleración de la historia.
Partimos de la convicción de que el Concilio había
sido una visita histórica del Espíritu Santo a la Iglesia

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
de Cristo con miras a una nueva hora de su misión en
el mundo: el mayor acontecimiento pastoral del siglo
XX, con vistas a una renovación auténtica. De él debía-
mos tomar luz y orientación para renovar la Vida Reli-
giosa. Se trataba de centrarse en los puntos estratégicos
del gran mensaje conciliar y ahondar en ellos, asumir-
los y aplicarlos a la lectura de nuestro carisma.
En particular, a la luz de cuanto indica la constitu-
ción Lumen gentium, se procuró aplicar lo que pedía el
decreto Perfectae caritatis en su número 2, es decir, la
«adecuada renovación» mediante dos elementos: «el re-
torno a las fuentes» y «la adaptación a las nuevas condi-
ciones de nuestra época».
La complementadedad de ambos criterios debía
eludir la amenaza de fijismo, esclerosis y formalismo y,
simultáneamente, evitar la ruptura con los orígenes.
La aplicación de criterios tan sencillos y claros en su
enunciado resultó bastante compleja en la práctica.
El cambio de época, descrito con sutil percepción
prospectiva en la constitución conciliar Gaudium et
spes, se presentó con fuerza, sobre todo, en algunas zo-
nas de Occidente, donde nuestro Instituto tiene nume-
rosas presencias. Se afrontaba una problemática cada
vez mayor de novedades culturales que incidían fuerte-
mente en la misión específica del Instituto y también,
al menos parcialmente, en el estilo de vida religiosa.
Por otra parte, se advertían ya impulsos hacia adelante
de dudosa autenticidad, que podían desviar o vaciar
nuestro sano proceso de renovación.
La novedad cultural no podía excluirse ni descono-
cerse, pero había que afrontarla con la novedad evangé-
lica inherente a un verdadero carisma. Ello abría un
horizonte de trabajo muy amplio y delicado. Fue en-
tonces cuando nació una expresión que se haría céle-
bre: «¡Con Don Bosco y con los tiempos, pero no con
los tiempos de Don Bosco!».
Tener clara la conciencia de este reto ineludible

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
6
hizo que los responsables del Instituto dieran una im-
portancia extraordinaria al Capítulo General Especial,
celebrado por indicación explícita de la Sede Apostóli-
ca. Se puso mucho empeño en prepararlo con una se-
riedad realmente inédita, mediante la participación de
todas las provincias y de cada uno de los salesianos. Se
organizaron grupos de especialistas, para que hicieran
un análisis detallado de los temas vitales que convenía
afrontar, y se hizo un borrador para elaborar las Cons-
tituciones. Se redactó con diligencia un total de veinte
opúsculos para uso de los capitulares. Se pensaba en la
grave responsabilidad de una especie de "refundación":
lo que san Juan Bosco había hecho "personalmente" se
debía revisar y elaborar, en cierto sentido, "comunita-
riamente", de acuerdo con las exigencias del cambio de
época y en fidelidad total a los orígenes.
Fue muy útil, junto a los estudios históricos, un
análisis serio, aunque sintético, de las interpelaciones
de los cambios culturales: secularización, socialización,
personalización, liberación, inculturación, aceleración
de la historia, promoción de la mujer, etc.
Nunca se había hecho un trabajo tan amplio y realista.
Qué caminos seguir
La nueva lectura fundacional no podía ser un sim-
ple estudio más o menos científico de las fuentes, sino
un discernimiento espiritual, hecho por discípulos que
viven desde dentro la misma experiencia vocacional.
Es la consideración de quien sabe captar el alma del
propio Instituto, su finalidad, sus dinamismos y su
modo de seguir a Cristo, de trabajar en la Iglesia y de
amar a los jóvenes en el mundo tal como son. El retor-
no a las fuentes no podía ser un paseo arqueológico por
documentos antiguos, sino una lectura de la fundación
y del corazón del Fundador en su vivencia original de

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
discípulo del Señor. Tenía que ser una lectura orgánica
y dinámica que implicara la conciencia personal de co-
munión con el Fundador mediante la experiencia co-
lectiva de todo un Instituto que a lo largo del tiempo
ha compartido su espíritu y su misión. Había que saber
armonizar, con una dosificación apropiada, tanto el as-
pecto histórico como el teologal y el "kairológico".
Para acometer esta lectura hubo que seguir caminos
complementarios e interdependientes, buscando en
cada uno de ellos una aportación específica. Los princi-
pales fueron:
a. El camino histórico, ya que el carisma es una vi-
vencia y no una teoría abstracta. Para ello, se hizo un
estudio serio de las fuentes que hablan de la persona
del Fundador y de su fundación: el contexto cultural y
social y su influjo en él; su vida y sus obras; las perso-
nas que pudieron influir en él y con las que tuvo algún
contacto especial; sus escritos, etcétera.
h. El camino de la experiencia, pues en la lectura
fundacional adquieren relieve y concreción la vivencia
de la numerosa comunidad de discípulos y los valores
que éstos han ido encarnando a partir de la conciencia
y responsabilidad de una misma vocación. El camino
de fidelidad es una especie de "sensus fidelium" congre-
gacional. Si falta la experiencia perseverante y fiel de los
seguidores de un Fundador, se corre peligro:
- de estar sujetos a continuas mutaciones de iden-
tidad, por buscar una modernización forzada del caris-
ma según la moda del tiempo y confundiendo lo cadu-
co con lo esencial;
- de dejar a un lado al Fundador bajo pretexto de
que han perdido actualidad sus objetivos y fines.
c. El camino de los signos de los tiempos: el camino de
la historia y el de la experiencia permiten acercarse con
mayor sensibilidad y tranquilidad a la aportación de los
signos de los tiempos. Como he dicho, ignorarlos sería
condenar al carisma a ser, contra su naturaleza, un objeto

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
8
de museo. Si, por un lado, los signos de los tiempos exi-
gen reflexión y adaptaciones por parte del Instituto, por
otro le facilitan una comprensión nueva, verdaderamente
actual, del don del Espíritu. Ayudan a ver hacia qué hori-
wntes lanza el Señor a su Iglesia y a sus carismas.
d. El camino espiritual no excluye ninguno de losan-
teriores; al contrario, los unifica e incorpora a partir de
una actitud y una óptica fundamentales, como son el dis-
cernimiento de la voluntad del Señor y la obediencia a su
llamada en el devenir de la historia. Sólo las personas "es-
pirituales", es decir, las que cultivan una docilidad parti-
cular al Espíritu, pueden hacer este camino. Ello permite
ir más allá del contexto sociocultural en que vivió el Fun-
dador, para que emerjan hoy sus objetivos evangélicos
con las intuiciones que estaban en la base, de forma que
puedan realizarse en el contexto actual y en la nueva épo-
ca convirtiéndolos en "cultura'' de actualidad.
Elaboración de las Constituciones
En nuestra lectura fundacional, tuvo un papel impor-
tante de concreción y guía de los trabajos el esfuerzo por
elaborar a fondo el texto de las Constituciones. Al princi-
pio hubo resistencias por diversos motivos, e incluso, una
vez comenzado el trabajo, alguien pensaba que eran sufi-
cientes algunos pequeños retoques en las Constituciones
anteriores. Resultó muy sabia la audacia de embarcarse en
la revisión y elaboración de todo con fidelidad.
Como es natural, este delicado trabajo se planteó
según las orientaciones del Concilio. 1 Había que traba-
jar para llegar a un "código fundamental" que descri-
biera auténticamente la identidad, los valores evangéli-
cos, la índole propia, la dimensión eclesial y las sanas
tradiciones, así como las imprescindibles normas jurí-
dicas que aseguraran el carácter, los fines y los medios
del Instituto.
1 Cf. Motu proprio Eccle-
súu sanctae II, 12, 1966

2 Pages 11-20

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2.1 Page 11

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9
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
A diferencia de la normativa anterior, el motu pro-
prio Ecclesiae sanctae dijo que las Constituciones reno-
vadas tenían que enriquecerse con principios evangéli-
cos, teológicos y eclesiales; pero no como algo que se
introduce artificialmente desde fuera y en un nivel teó-
rico, sino como percepciones y explicitaciones proce-
dentes de la vivencia del Fundador y de su proyecto de
vida. Tales Constituciones debían dar cabida a la sínte-
sis completa de un proyecto original de vida consagra-
da, indicando los principios sustanciales con que el
Fundador quería que sus seguidores fueran discípulos
de Cristo con un determinado sentido eclesial.
En ellas había que lograr una integración armónica
entre inspiración evangélica, criteriología apostólica y
concreción estructural, haciendo ver, más que las exigen-
cias institucionales, la vivencia histórica de Espíritu San-
to que el Fundador había tenido y legado al Instituto.
San Juan Bosco, nuestro Fundador, se había esfor-
zado por expresar en las Constituciones su vivencia
personal (en la medida que se lo permitían las limita-
ciones de la época), con la idea de dejar un "testamento
vivo" que fuera como el espejo donde se reflejaran los
rasgos más característicos de su rostro espiritual y apos-
tólico. Con razón pudo decir que «amar a Don Bosco
era amar las Constituciones», y al entregar un ejemplar
a Juan Cagliero cuando éste se disponía a salir para Pa-
tagonia al frente de la primera expedición misionera,
exclamó emocionado pero plenamente convencido:
«Aquí tienes a Don Bosco que va con vosotros».
Con razón, pues, al elaborar las Constituciones, se
procuró remitir lo más posible a la realidad espiritual
del Fundador, a sus escritos más carismáticos y a su vi-
vencia, ya corroborada, cual "modelo" del que proce-
den la óptica genuina y la clave imprescindible para
una nueva lectura fundacional.
No fue un trabajo fácil: duró más de diez años,
pero es realmente la síntesis más clara y autorizada de

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
nuestra lectura fundacional. Todo ello se enriqueció,
después, con un autorizado comentario, artículo por ar-
tículo, para ayudar a interpretar correctamente las
Constituciones. Además, se hizo un libro de gobierno
-en dos volúmenes-: uno para el provincial y otro
para el superior local, con miras a renovar el ejercicio
de la autoridad. También fue posible hacer una Ratio
ínstítutionis para la formación inicial y permanente de
los salesianos.
El espíritu del Fundador
Al elaborar las Constituciones, se dio una impor-
tancia particular a su estructura orgánica en una visión
global y unitaria. Un proyecto de vida no puede divi-
dirse en partes que diluyan o perjudiquen el alcance de
un plan que, por sí mismo, es vitalmente orgánico. Sin
embargo, para poder hacerlo, necesitábamos aclarar
dos conceptos que estaban en la base de todo: la "con-
sagración" y la "misión", y las relaciones entre una y
otra. Aquí se desencadenó una verdadera batalla capi-
tular, que, como veremos, no fue fácil concluir, pero en
cuya desenlace final encontramos la clave para una es-
tructuración orgánica.
Mientras, como elemento autónomo y basilar (al
menos para el trabajo que debíamos hacer), se quiso
asegurar la descripción de los rasgos más significativos
del rostro espiritual de nuestro Fundador. Entre los
grandes valores evangélicos comunes a todos los insti-
tutos de vida consagrada, había que saber distinguir el
estilo cotidiano, las actitudes personales y comunita-
rias, las modalidades de convivencia y de trabajo, es de-
cir, el clima y la atmósfera de casa que constituye la fi-
sonomía propia; también aquí era preciso jerarquizar
los diversos elementos, porque se trataba de una nueva
lectura a fondo con un centro motor propio, que no

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11
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
2 E vangelica testificatio
núms. 11-12, Roma
1971
debía quedarse en una teoría lógica, sino que tenía que
ser una descripción tipológica.
En la importante primera parte de las Constitucio-
nes renovadas, se introdujo un capítulo totalmente nue-
vo de 12 artículos (del 10 al 21), que resumen lo que se
consideró sustancial en el "espíritu de san Juan Bosco".
Como hemos dicho, el Vaticano II había invitado a
los religiosos a centrar su atención en la figura del Fun-
dador en cuanto expresión original de la multiforme
santidad y vida evangélica de la Iglesia. Todo Fundador
ha nacido de ella y ha vivido para ella.
Pablo VI lo recordaba a todos: «Tiene razón el
Concilio cuando insiste en que los religiosos y religio-
sas deben ser fieles al espíritu de sus Fundadores, a sus
objetivos evangélicos y al ejemplo de su santidad, po-
niendo en ello uno de los principios de la renovación
que se está llevando a cabo y uno de los criterios más
seguros para lo que debe hacer cada instituto [...] Por-
que, si bien la llamada de Dios se renueva y diferencia
según las mudables circunstancias de cada lugar y tiem-
po, no obstante requiere orientaciones constantes».2
Nosotros empleamos el término "espíritu", y no
"espiritualidad", para ser fieles a la historicidad y viven-
cia del Fundador como un "kairós" convertido en mo-
delo, mientras que la "espiritualidad" sólo se refiere a
conceptos abstractos.
El trabajo que se hizo constituye ciertamente hoy
uno de los méritos de nuestra lectura fundacional; cree-
mos que gustaría al mismo san Juan Bosco, quien, ha-
blando con humildad del texto de las Constituciones,
en el que se atuvo a la normativa de la época, afirmaba
que se podía considerar como un "borrador" de su idea
y que sus hijos lo pasarían a "limpio".
Centrar la atención en el espíritu del Fundador sig-
nificaba dar el primer puesto a la interioridad y a las
actitudes del corazón y tener los mismos sentimientos
que él tuvo al copiar los de Cristo.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
12
Esto ayuda a entender el salto de calidad que desea-
ba el Concilio en la concepción de las Constituciones:
de un texto principalmente normativo y jurídico a una
síntesis bien lograda y estimuladora de la vivencia
evangélica del "creador de una escuela" de santidad y
apostolado.
El espíritu de un Fundador está ciertamente ligado
a la cultura de su época. Pero, aunque se manifiesta en
ella, la trasciende, de modo que puede constituir un
conjunto de rasgos espirituales encarnables en otras
culturas. Pertenece, por tanto, a la trascendencia y
adaptabilidad del carisma. No obstante, su transmisión
no se hace simplemente con palabras, sino con una tra-
dición de vida, que de hecho va vinculada a un largo y
delicado proceso de sana inculturación.
De la "misi6n'' al descubrimiento del "carisma''
Ya he aludido al debate capitular sobre las funda-
mentales nociones de "consagración'' y "misión". El es-
tudio a fondo de las relaciones entre esos dos aspectos
vitales estuvo en el centro de nuestra lectura y constitu-
yó una base para la síntesis final. El Concilio, bien in-
terpretado, nos guió hacia una convergencia convenci-
da y dinámica.
Cuando el Capítulo General Especial empezó a tra-
bajar, se formó, entre otras, una comisión con el encar-
go específico de estudiar el "carisma del Fundador".
Encontró grandes dificultades y hubo de disolverse
pronto. ¿Por qué?
Los motivos de fondo eran de dos clases, recíproca-
mente opuestos entre sí. Algunos no querían el estudio
del carisma porque podría abrir el futuro a aventuras
arbitrarias; otros lo rechazaban porque sacralizaría ele-
mentos culturales y transitorios. ¡Aún no existía una
mentalidad suficientemente clara al respecto! No estará

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13
1. CARTADELRECTORMAYOR
3 Cf. Evange!ica testificatio
11
4 Mutuaere!ationes ¡ ¡
de más advertir que en los documentos del Concilio no
aparece nunca la expresión "carisma del Fundador",
aunque se indican los elementos característicos de la
índole propia. El primer uso oficial de dicha expresión
lo hallamos en la exhortación apostólica Evangelica tes-
tzifitcatio de Pablo VI en 1971.3 Una autorizada aclara-
ción más específica y una descripción más precisa la
tendremos posteriormente en el documento Mutuae re-
fationes, de 1978.4
Por otra parte, se tenía la convicción de que, en una
hora de cambios tan rápidos, el aspecto en que más in-
fluían sus interpelaciones era la "misión". Por lo que,
evidentemente, ésta se situaba en el centro de las preo-
cupaciones de nuestra lectura de la fundación.
Pero, ¿en qué consiste la "misión"? Era muy fácil ol-
vidar su naturaleza teológica y restringirla al ámbito
práctico de las actividades. Una mentalidad de tipo
"esencialista'' afirmaba la primacía ontológica del géne-
ro de "consagración" que no pocos creían debía prece-
der y guiar todo el proyecto.
Era un problema nada fácil, suscitado entre los capi-
tulares por concepciones reductivas, impropias tanto del
concepto de "consagración" y como del de "misión''.
El camino que nos abrió el sentido auténtico de
nuestra lectura del carisma fue entender el significado
que habían dado los padres conciliares al famoso verbo
"consecratur" del número 44 de Lumen gentium. Fue
un trabajo largo y debatido, para cambiar de mentali-
dad sobre el concepto de "consagración" religiosa.
Antes se la identificaba con los aspectos más típicos
de la interioridad (oración, votos) y se consideraba como
sujeto agente a cada religioso: "yo me consagro". Esto
llevaba a prescindir del verdadero concepto de carisma y
a poner en segunda línea la "misión" y sus exigencias,
como si únicamente se tratara de la acción y de las obras,
y no fuera teológicamente inherente a la misma consa-
gración. Todo ello influía, como es natural, en el modo

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
14
de estructurar las Constituciones. Hubo un debate, que
hizo sufrir no poco, para superar un dualismo entre
"consagración" y "misión" que afectaba a la raíz de la
identidad de nuestra vocación apostólica.
Nos ayudó mucho lo que afirma el Concilio en el
número 8 de Perfectae caritatis; sobre todo, la conside-
ración de que es Dios el agente activo de la consagra-
ción y de la misión. Y así se revisó el significado de la
profesión y rehicimos su fórmula.
En particular, se ahondó en el inseparable nexo teo-
lógico que hay entre "consagración" y "misión", dando
una nueva orientación a todo el proyecto de la índole
propia y abriendo la posibilidad de un nuevo plantea-
miento en la estructura de las Constituciones. Esta vi-
sión de nuestra "consagración apostólica" quedó sinte-
tizada en un articulo de las Constituciones, que dice:
«Nuestra vida de discípulos del Señor es una gracia del
Padre que nos consagra con el don de su Espíritu y nos
envía a ser apóstoles de los jóvenes. Por la profesión re-
ligiosa nos ofrecemos a Dios, para seguir a Cristo y tra-
bajar con él en la construcción del Reino. La misión
apostólica, la comunidadfraterna y la prdctica de los con-
sejos evangélicos son los elementos inseparables de nuestra
consagración, vividos en un único movimiento de cari-
dad hacia Dios y los hermanos. La misión da a toda
nuestra existencia su tonalidad concreta, especifica nues-
tra función en la Iglesia y determina el lugar que ocu-
pamos entre las familias religiosas».5
Se trata, por tanto, de vivir una existencia cristiana
que es simultáneamente consagrada y apostólica, más
aún, que es apostólica porque es consagrada. El don del
Espíritu al profeso lleva consigo una gracia de unidad
que lo hace capaz de lograr una síntesis vital entre la
plenitud de la consagración y la autenticidad de la ac-
ción apostólica. «En este género de vida -afirmó el
Capítulo General Especial- no hay nada fijo o prefa-
bricado, sino que es un proyecto en construcción per-
5 Constituciones 3

2.7 Page 17

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15
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
6CGE 127
7 Cf. Pastores dabo vobis 23
y 24
8 L'Osservatore Romano, 2
de mayo de 1990
manente. Su unidad no es estática, sino dinámica y en
continua necesidad de equilibrio, de revisión, de con-
versión y de reajuste».6
Esta gracia de unidad, fruto de la caridad pastoral, la
describió no hace mucho el Santo Padre en la exhorta-
ción apostólica Pastores dabo vobis.7 El mismo Juan Pablo
II dijo, hablando a los miembros de nuestro XXIII Capí-
tulo General el 1 de mayo de 1990: «Quiero subrayar
ante todo, como elemento fundamental, la faerza de sín-
tesis unitiva que brota de la caridad pastoral. Es fruto del
poder del Espíritu Santo, que garantiza la inseparabilidad
vital entre unión con Dios y entrega al prójimo, entre in-
terioridad evangélica y acción apostólica, entre corazón
orante y manos activas. Los dos grandes santos Francisco
de Sales y Juan Bosco dieron testimonio de esta espléndi-
da gracia de unidad y la hicieron fructificar en la Iglesia.
Si se resquebraja, queda abierto el espacio a los activismos
y a los intimismos, que son una tentación insidiosa para
los institutos de vida apostólica».ª
En esta visión de síntesis vital enc,.muamos la pri-
mera chispa de nuestra identidad, la que salta en la
hora cero, cuando empieza todo, donde surge la amis-
tad y se ratifica la alianza, donde palpita la gracia de
unidad. Es el encuentro de dos amores, de dos liberta-
des que se funden: la del «Padre que nos consagra» y
«envía» y la nuestra que «se ofrece» y acepta el «envío».
En esta mutua fusión de amistad, la iniciativa y la posi-
bilidad misma de la alianza corresponde a Dios; pero es
confirmada por nuestra respuesta libre: es él quien nos
llama, envía y ayuda a responder; pero somos nosotros
quienes nos entregamos y vamos de "misioneros".
Para nosotros el término "consagración" subrayaba
ahora, sobre todo, la iniciativa de Dios: es él quien
consagra. Sabíamos muy bien que el término mismo de
"consagración" no es unívoco en su contenido, pues de
hecho se diferencia según los distintos niveles de vida
eclesial. No nos pusimos inmediatamente a considerar

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
16
tales diferencias, sino que dejamos que la elaboración
de las Constituciones nos dijera lo que significa concre-
tamente para nosotros.
Lo que nos interesaba, en primer lugar, era hacer
ver el salto de calidad por parte de la iniciativa de Dios:
«consecratur a Deo».
Fue este salto de calidad lo que nos abrió el horizonte.
En esta óptica de la consagración apostólica fuimos
a contemplar también a nuestro Fundador: Dios, que
lo había elegido y guiado, hizo de su existencia en mi-
sión una "vivencia de Espíritu Santo", que ha de conti-
nuar y crecer en el tiempo de la Iglesia.
Así llegamos a una visión teologal del "carisma del
Fundador": «Una vivencia de Espíritu Santo, legada a
sus discípulos para que ellos la vivan, custodien, pro-
fundicen y desarrollen constantemente en sintonía con
el Cuerpo de Cristo que nunca deja de crecer[... y] do-
tada de una índole propia que lleva consigo un estilo
particular de santificación J apostolado». 9
El elemento dinámico que hizo que entrara esta ca-
tegoría teológica de "carisma" fue precisamente el reco-
nocimiento de la iniciativa divina en la "consagración"
en cuanto acción específica de Dios. Realmente fue
esta capital inversión conciliar de conceptos lo que lle-
vó a revisar el significado de la profesión y de la obra
específica del Fundador. También sirvió para dar el
nombre de vida consagrada a los institutos que antes
solían llamarse "estados de perfección".
"Consagración apostólica" y "carisma" son ahora,
para nosotros, dos conceptos teológicos que se super-
ponen e intercambian mutuamente, pues se trata de
una iniciativa exclusiva de Dios que no se queda en
algo genérico, sin rostro propio, sino que consiste en
una intervención peculiar que determina una misión
peculiar y un proyecto evangélico de vida, para dar fi-
sonomía propia y concreta ("estilo de santificación y
apostolado") al Instituto.
9 Mutuae relationes 11

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17
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Podemos decir que la visión conciliar de la "consa-
gración" lleva consigo una óptica de iniciativa del Espí-
ritu Santo, que, aplicado al difícil quehacer histórico de
fundar, nos muestra la sustancia misma del "carisma",
dado tanto al Fundador como al Instituto, cuyo ma-
nantial permanente de continuidad es la profesión reli-
giosa de cada uno de sus miembros.
Así, en la lectura fundacional, aunque comenzamos
excluyendo temporalmente la categoría de "carisma",
llegamos a ella con seguridad, gracias a la providencial
profundización de la "consagración" según el Concilio.
Duraci6n y actores de la nueva lectura
Grosso modo, podemos considerar cuatro etapas en
nuestra lectura fundacional: el Capítulo General Espe-
cial y los tres Capítulos Generales que le han seguido.
Se trata prácticamente de dos intensos decenios de tra-
bajo: de 1970 a 1990.
- El XX Capítulo General (del 10 de junio de
1971 al 5 de enero de 1972: ¡siete meses!) es el "espe-
cial", celebrado por indicación del motu proprio Eccle-
siae sanctae; fue la etapa más larga y laboriosa de refle-
xión y elaboración de los elementos de identidad;
sigue siendo el Capítulo fundamental de todo el traba-
jo que se ha hecho.
- El XXI Capítulo General (del 31 de octubre de
1977 al 12 de febrero de 1978) fue un nuevo mo-
mento de revisión y consolidación. Completó algunos
aspectos peculiares de nuestra identidad (tales como
el Sistema Preventivo, el papel del director y la figura
del salesiano coadjutor) en armonía con la doctrina y
las orientaciones del Vaticano 11, y prorrogó por otro
sexenio la experimentación de la Constituciones reno-
vadas.
- El XXII Capítulo General (del 14 de enero al 12

2.10 Page 20

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
18
de mayo de 1984) es la última aportación y la meta
que pone punto final a la experimentación de dos sexe-
nios y pone en manos de la Congregación sus Consti-
tuciones y Reglamentos en forma renovada y orgánica.
- El XXIII Capítulo General (del 4 de marzo al 5
de mayo de 1990) se distingue de los anteriores por-
que vuelve a ser propiamente "ordinario". Los tres an-
teriores entran, de algún modo, en la categoría de espe-
cial porque se refieren globalmente a la identidad del
carisma con los múltiples aspectos del mismo que de-
bían discernirse. El XXIII Capítulo General, en cam-
bio, se limita a un tema concreto para ahondar el ca-
mino de la renovación. Puede ser interesante observar
que, si los tres capítulos "especiales" llegan con clari-
dad a la identidad que hoy tenemos descrita en las
Constituciones, el XXIII lanza la identidad carismática
al campo de la acelerada evolución para una praxis co-
rrecta de la misi6n, y nos recuerda que la nueva lectura
de la identidad no cierra las puertas, sino que las abre
con más valentía en busca de tareas que hay que inven-
tar para la nueva evangelización. Así pues, se trata de
una nueva lectura que favorece también una mejor
búsqueda en favor de la misión.
Es interesante señalar que cabría decir que las cuatro
etapas constituyen un único proceso continuo y compLomen-
tario. Significan que el texto elaborado trasciende no sólo
el esfuerzo de unos grupos restringidos de salesianos, sino
también a los cuatro capítulos generales, en cada uno de
los cuales, separados entre sí por una distancia de seis
años, cambiaban de hecho bastantes de sus miembros y
siempre había una novedad de experiencia vivida y medi-
tada; en cada uno de los capítulos se tuvo la posibilidad
de suavizar el eventual influjo de elementos anteriores
que hubieran sido fruto de alguna consideración circuns-
tancial. Una reflexión más profunda y detenida ha podi-
do enmendar imprecisiones y posibles ambigüedades; el
tiempo ha hecho madurar la profundización en aspectos

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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19
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
delicados, mientras que la aceleración de los cambios ha
llevado a distinguir con más claridad los valores perma-
nentes y los valores caducos, los de identidad y los de ca-
rácter meramente cultural, aumentando la conciencia de
la dimensión eclesial y mundial del proyecto evangélico
de san Juan Bosco.
Puntos neurálgicos en el proceso de discernimiento
Según la visión conciliar de Ecclesiae sanctae, las
Constituciones debían ser la autorizada presentación
de un proyecto de vida evangélica. Se pedía que en ellas
constaran los principios fundamentales del seguimien-
to de Cristo, su dimensión eclesial, su originalidad ca-
rismática, las sanas tradiciones y las oportunas estruc-
turas de servicio.
De hecho, las Constituciones presentan una inte-
gración armónica entre inspiración evangélica y con-
creción de estructuras. Son el documento fundamental
del derecho particular de la Congregación. Más que
dedicarse a establecer principalmente normas detalla-
das que se han de seguir, describen, sobre todo, una
modalidad espiritual y apostólica de dar testimonio
con el espíritu de las Bienaventuranzas. Ayudan a leer
hoy el misterio de Cristo desde la óptica del Fundador;
para nosotros, desde la óptica salesiana de san Juan
Bosco. Se pensó en una estructura general con un or-
den y un estilo que invitaran a su lectura orante y esti-
mularan a un compromiso de vida. Si quien las medita
lo hace "desde la fe" -es decir, con ojos "nuevos"-,
en ellas encontrará luz y fuerza.
Se siguieron criterios de orientación compartidos, a
veces tras la angustia de ciertos debates, pero que ahora
podemos considerar como los puntos neurálgicos del
camino andado. Además del vivo sentido del Funda-
dor, al que ya me referido, indico los siguientes.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
20
I Alcance de la profesi6n religiosa
La nueva lectura del carisma creó, sobre todo, la
conciencia de una hora germinal para la vida consagra-
da, y produjo un esfuerzo global de nuevo comienzo,
para relanzar de verdad el proyecto del Fundador. Esta
sensibilidad de relanzamiento produjo la recuperación
del significado vital de la profesión religiosa.
Se comprendió que no es posible reducir la profe-
sión al simple hecho de hacer los tres votos, como si és-
tos fueran idénticos en todos los institutos de consagra-
ción. No se trataba de escribir en las Constituciones un
pequeño manual de vida consagrada, sino de ofrecer
una descripción tipológica de lo que el Concilio llama
"índole propia" del proyecto evangélico que se profesa.
Había que describir los rasgos espirituales y las actitu-
des existenciales que nos deben distinguir y caracterizar
en el Pueblo de Dios. Como es evidente, estos aspectos
suponen y exigen los elementos constitutivos de toda
vida cristiana y consagrada, que naturalmente compar-
timos con los demás religiosos y fieles.
La índole propia está constituida por aspectos y colo-
raciones existenciales, que se describen y concretan en el
texto de las Constituciones y que se asumen explícitamen-
te en la profesión, como praxis de seguimiento de Cristo.
Cosa que, de hecho, no es insignificante ni despr,~ciable
para los profesos. Para nosotros el modo de ser discípulos
y de vivir el Bautismo es practicar nuestra "Regla de vida''.
Para ser verdaderos cristianos, nosotros debemos vivir
como buenos salesianos. «No existen dos niveles --dijo ya
el Capítulo General Especial-: el de la vida religiosa, un
poco más alto, y el de la vida cristiana, un poco más bajo.
Para el religioso, dar testimonio del espíritu de las Biena-
venturanzas mediante la profesión es su única forma de
vivir el bautismo y de ser discípulo del Señon>.
En una palabra, en la profesión religiosa descubri-
mos el significado vivo y global de nuestra peculiar
alianza con Dios.

3.3 Page 23

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21
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
I _Criterio oratoriano
Aquí entra también el problema de los destinata-
rios, punto crucial en el Capítulo General Especial.
San Juan Bosco se interesó, en primer lugar, por la obra
de los oratorios con sus destinatarios privilegiados. En
nuestra lectura del carisma, el Oratorio de Valdocco se
tomó como modelo apostólico de referencia. Dicho
modelo no se identifica con una determinada estructu-
ra o institución, sino que lleva consigo una óptica pas-
toral específica, para juzgar las presencias existentes y
las que se puedan abrir en adelante.
En el centro de este "corazón oratoriano" está la
predilección por los jóvenes, sobre todo los más necesi-
tados y de ámbitos populares; antes y más allá que las
"obras" están los jóvenes; el discípulo de san Juan Bas-
ca debe sentirse misionero de los j6venes.
La inspiración de tal criterio ilumina las tareas ecle-
siales que san Juan Bosco quiso para su Congregación,
que son: la evangelización de los jóvenes, sobre todo
pobres y del mundo del trabajo; el cultivo de las voca-
ciones; la iniciativa apostólica en los ámbitos popula-
res, especialmente por medio de la comunicación so-
cial, y las misiones.
Para entender bien el alcance de este criterio, con-
viene tener en cuenta algunas exigencias de las Consti-
tuciones en tres diferentes niveles complementarios:
- la opción preferente por unos destinatarios: los
jóvenes pobres y, simultáneamente, aquellos en los que
hay algún germen de vocación;
- la vivencia espiritual y educativa del Sistema
Preventivo;
- la capacidad de convocar a numerosos corres-
ponsables, elegidos sobre todo en el laicado y entre los
mismos jóvenes.
Se trata, pues, de un criterio complejo pero concre-
to, que invita a trascender la materialidad de las obras y
a entrar en el corazón de san Juan Bosco para juzgar y

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
22
programar de acuerdo con el enfoque específico de su
caridad pastoral.
De hecho, este criterio ha desembocado, entre otras
cosas, en un atrevido Proyecto África, que, a los 15 años
de vida, ve a más de 800 misioneros salesianos en 35
naciones del continente.
I Dimensión comunitaria
Otro punto neurálgico de nuestra lectura fue la di-
mensión comunitaria, intrínseca a la vida religiosa, aun
cuando entre nosotros tenga un estilo peculiar.
No se trataba simplemente de afianzar un genuino
"espíritu de familia'' entre los salesianos, ya muy subra-
yado desde los orígenes, sino de insistir en la comu-
nión especial de responsabilidad en la misión, confiada
en primer lugar a la comunidad, que es su sujeto res-
ponsable.
De ahí el peculiar modo de ejercer la autoridad; de
ahí el aspecto comunitario del proyecto educativo-pasto-
ral; de ahí el compromiso de formularlo, realizarlo y re-
visarlo juntos; de ahí el estímulo a la aportación personal
por encima de cualquier individualismo e independencia
arbitraria. La comunidad está llamada a un continuo
discernimiento pastoral, para proceder después, unida y
fiel, a la realización apostólica del carisma.
Este punto neurálgico ha influido mucho en nues-
tro largo camino de renovación.
I Forma del Instituto
La "forma" del Instituto (clerical, laica!, mixto, in-
diferente...) incluye rasgos constitutivos que expresan y
aseguran, incluso jurídicamente, la índole propia que
caracteriza al carisma. De hecho tiene una importancia
teologal y espiritual en su vitalidad y crecimiento. «De
acuerdo con nuestra tradición -se afirma en las Cons-
tituciones-, las comunidades tienen como guía a un
socio sacerdote que, por la gracia del ministerio presbi-

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23
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
10 Constituciones 121
11 XXII Capítulo General,
núm. 80
teral y la experiencia pastoral, sostiene y orienta el espí-
ritu y la acción de los hermanos». 1º
La misión, que da el tono a la vida del Instituto, es
de naturaleza pastoral, y el espíritu entero de nuestro
Fundador procede de la caridad pastoral de su corazón
sacerdotal.
Nuestro Instituto no es ni estrictamente "sacerdo-
tal" ni simplemente "laica!", ni tampoco propiamente
"indiferente". Sus miembros son "clérigos" y "laicos"
que viven «la misma vocación en complementariedad
fraterna»; cada uno tiene conciencia de ser un miembro
corresponsable del "conjunto", antes de verse como clé-
rigo o laico. «Los componentes "sacerdotal" y "laical"
de la Sociedad no implican una suma extrínseca de dos
dimensiones encomendadas a categorías de hermanos
por sí mismos diferentes que caminan paralelamente y
suman fuerzas separadas, sino que juntos forman una
comunidad que, según hemos visto, es el verdadero su-
jeto de la única misión salesiana. Esto exige una forma-
ci6n original de la personalidad de cada salesiano, por la
que el corazón del "salesiano-clérigo" se sienta íntima-
mente atraído e implicado en la dimensión "laica!" de
la comunidad y el corazón del "salesiano laico" se sien-
ta, a su vez, íntimamente atraído e implicado en la di-
mensión "sacerdotal"».11 Es una característica unitaria,
que tiene que ver con la específica "dimensión secular"
del Instituto. Por ello, es verdaderamente importante
entre nosotros cultivar simultáneamente una concien-
cia y un crecimiento armónico de los miembros "cléri-
gos" y de los miembros "laicos" en el espíritu de la tra-
dición salesiana.
Pues bien, el servicio de la autoridad en nuestra
Congregación va unido a esta originalidad de la forma.
Desempeña una delicada función de identidad en el es-
píritu y de unidad en la acción apostólica. Su papel es-
pecífico es promover y orientar aquella "caridad pasto-
ral" que es centro y síntesis del espíritu salesiano y alma

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
24
de toda nuestra actividad. La gracia de la ordenación
sacerdotal (que es el "sacramento de la caridad pasto-
ral") enriquece y vigoriza su capacidad de servicio y
hace que un criterio pastoral genuino guíe toda nuestra
participación en la misión evangelizadora de la Iglesia,
que incluye también la promoción humana y la acción
incisiva sobre la cultura.
Se trata de una aportación que beneficia a todos los
miembros de la comunidad, porque está íntimamente
unido al criterio oratoriano.
I Descentralizaci6n
Estábamos convencidos de que era necesario saber
encarnar con ductilidad la identidad común en las di-
ferencias de las culturas locales. Es una tarea ardua, que
requiere claridad de la identidad en la formación y una
verdadera sensibilidad e inteligencia de discernimiento
frente a las diferencias culturales.
Nos sentíamos en perfecto acuerdo con lo que afir-
ma el P. Voillaume: «Hoy día se tiende a poner en tela
de juicio la unidad de una congregación con el pretex-
to de desarrollar las características regionales o naciona-
les de las fundaciones. Es una tendencia ambigua. Aun-
que es legítima en cuanto reacción contra una
expresión unívoca de la vida religiosa demasiado de-
pendiente de una única mentalidad, sin embargo corre
peligro de poner también en tela de juicio una de las
características del Reino de Dios, que es la de situarse
por encima de cualquier cultura en la unidad fraterna
de un Pueblo de Dios que no debería conocer razas ni
fronteras». 12
Un carisma no abierto y dúctil a los valores de las
culturas se esclerosa y se cierra al futuro. Ahora bien,
una cultura cerrada al reto de los signos de los tiempos,
al intercambio con las demás culturas y a la trascenden-
cia del misterio de Cristo y de su Espíritu, se expone a
presentarse como un simple museo de recuerdos o
12 R. Voillaume, La vita
religiosa: conversazioni
di Béni Abbes, ed. Citta
Nuova 1973, pág. 95

3.7 Page 27

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25
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
como una interpretación reductiva de la universalidad.
Aquí vemos lo delicada y comprometida que es hoy en
el Instituto la tarea de la formación.
Se ve asimismo la importancia que tiene un ejerci-
cio de la autoridad adecuadamente descentralizado,
con objeto de asegurar, en las provincias y grupos de
provincias homogéneas, la posibilidad concreta de in-
culturación.
I La Familia Salesiana
Convencidos de que el Fundador lanzó su espíritu
y su misión más allá de nuestro Instituto y de que a
éste le dejó en herencia responsabilidades particulares
de acción y coordinación de numerosas fuerzas apostó-
licas, pensamos que uno de los grandes caminos para
nuestra renovación era el cuidado de lo que llamamos
"Familia Salesiana''.
Ésta consta de varios grupos organizados (institutos
de vida consagrada, asociaciones laicales o movimien-
tos) que comparten, de forma diferenciada, el espíritu
y la misión de san Juan Bosco. Es un campo vasto y fe-
cundo, que hoy tiene posibilidades especiales en el ám-
bito del laicado comprometido. Ya estamos decidida-
mente en ese camino, siguiendo los pasos de nuestro
Fundador; pero queremos intensificar y perfeccionar
nuestra opción en el próximo Capítulo General, XXIV,
que se celebrará en 1996 con el lema de «Salesianos y
seglares: comulgar y compartir en el espíritu y en la mi-
sión de san Juan Bosco».
Necesidad de métodos concretos
Nuestra lectura fundacional fue, en sí misma,
una intensa y nada fácil búsqueda de la identidad caris-
mática. Quedamos contentos de lo que se hizo y se lo
agradecemos a Dios.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
26
Sin embargo, debemos decir también que esa lectu-
ra, tan extensa en el tiempo, no dejó cerrado el período
de búsqueda. En absoluto, sino que abrió una modali-
dad de hacerlo de forma más rápida e intensa. Fue
como si nuestra lectura fundacional hubiera puesto en
marcha todas las energías disponibles con miras a una
mayor significación y creatividad apostólica.
No es, por tanto, una lectura terminada y definiti-
va, sino una especie de profecía que relanza el proceso
de renovación empezado, según dos líneas de novedad:
la asimilación por parte de todos los salesianos con vis-
tas a una renovación espiritual de las personas y de las
comunidades y la implicación efectiva para afrontar los
retos de la nueva evangelización.
Al saber con mayor claridad y seguridad "quiénes"
somos hoy en la Iglesia (= nueva lectura fundacional),
nos sentimos interpelados en cuanto portadores de un
"carisma de actualidad". Esto requiere una capacidad
especial de métodos para proyectar y actuar. El camino
que va de la identidad carismática a la actualización de
la misión hoy (de la ortodoxia a la ortopraxis) es muy
complejo. En esto consiste todo el gran problema pas-
toral de la Iglesia: «el nuevo ardor, la nueva metodolo-
gía, las nuevas expresiones», la capacidad de proyectar y
la seriedad de la revisión.
Cuanto más clara es la identidad particular de con-
sagrados, tanto más exigente resulta la búsqueda de
una dinámica actualizada del carisma.
Por ello nuestro primer capítulo general "ordinario"
(el XXIII, de 1990), después de los "especiales", en que
se había releído la identidad, tuvo como preocupación .
hacer vivir la misión de san Juan Basca hoy, para «edu-
car a los jóvenes en la fe».
Comprendemos que el camino es largo y con mu-
chas incógnitas, pero el seguir adelante por esta ruta
pastoral será la mejor prueba del acierto de nuestra lec-
tura fundacional.

3.9 Page 29

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27
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
13 Cf. E. Vigano, Per una
teología della vita consa-
crata, págs. 21-22,
LDC, Turín 1986
Sentimos la necesidad de promover todo un sector
de reflexión teológica que vaya más allá de las asignatu-
ras fundamentales y clásicas de la fe. Se trata de una
"teología pastoral", que descienda a la vida real y dialo-
gue con las ciencias humanas: históricas, antropológi-
cas, filosóficas, pedagógicas, políticas, etc., teniendo
siempre muy en cuenta las orientaciones oficiales del
Magisterio que acompañan a una praxis eclesial anima-
da por el Espíritu del Señor: tal praxis precede, de por
sí, a la misma reflexión científica. Una mentalidad pas-
toral necesita muchas aportaciones: junto a la reflexión
teológica de carácter bíblico, histórico, dogmático y li-
túrgico, debe saber desarrollar una oportuna metodolo-
gía de actuación, fruto de una reflexión pedagógica y
metodológica que lleve consigo estrategias de acción,
estudio y programación de tiempos, modos, itinerarios
y medios, es decir, una formulación de proyectos, para
pasar de una situación de desafío a una solución positi-
va, como meta hacia la que se avanza.
Quien vive en misión apostólica siente continuamen-
te que debe mejorar la calidad de su mentalidad pastoral;
mira con atención al nacimiento de centros de una "teo-
logía pastoral" seria: una teología particular, que no pre-
tende erigirse en única interpretación de todo, pero ilu-
mina la praxis. «Se inserta en la vasta área teológica como
una parte vital e importante, y no como un todo o como
el único criterio válido para todo. La pastoral no pretende
cambiar la formalidad de la teología; no debe cambiarla,
sobre todo porque dirige su atención y reflexión a algo
tan concreto y urgentemente vital. Si la necesidad de re-
flexión es precisamente teológica, es decir, polarizada por
la Revelación y por la luz del misterio de Cristo bajo la
guía del Magisterio, sería un error grave privarla (como
por desgracia ha sucedido alguna vez) de esa su natural
polarización, sustituyéndola por una óptica horizontalista
que pretendiera manipular a su gusto la interpretación
del Cristianismo».13

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
28
En consecuencia, nuestra lectura fundacional nos
llevó también a revisar y renovar las mismas estructuras
académicas de nuestra Universidad Pontificia, a fin de
que tuvieran una mayor oferta pastoral, asegurando
siempre una reflexión teológica seria, porque es cabal-
mente en el ámbito de cierto entusiasmo llamado "pas-
toral" donde se corre peligro de tomar senderos equivo-
cados y de alejarse poco a poco de la autenticidad del
cansma.
Animaci6n y gobierno
La concreción de métodos para una acción apostó-
lica actualizada y más incisiva hizo que apareciera en
primer plano la necesidad imprescindible de una for-
mación permanente para todos los salesianos: asumir
con claridad la nueva lectura fundacional y estimular a
las comunidades a ser capaces de hacer proyectos con-
cretos con vistas a la nueva evangelización.
Una tarea tan amplia ha cambiado el estilo del ejerci-
cio de la autoridad en el gobierno: el secreto de tal ejerci-
cio es la competencia en la animación. ¡Cuántas iniciati-
vas ha habido al respecto! No es un trabajo sencillo ni a
corto plazo, pero es absolutamente imprescindible; sin
él, nuestra nueva lectura acabaría en la biblioteca.
Así, se ha visto que, en una hora de cambios tan
profundos, el concepto de "formación" tiene su signifi-
cado fundamental y prioritario ("princeps analoga-
tum") en la Jormaci6n permanente, por la que toda casa
religiosa auténtica se convierte en centro de formación
y la formación inicial se orienta hacia la permanente, a
fin de que los formandos logren ser sujetos capaces y
comprometidos para afrontar los múltiples y apremian-
tes retos del devenir cultural y eclesial.
El cambio de época invita a todos los religiosos a
sentirse, de algún modo, inscritos en un "segundo no-

4 Pages 31-40

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4.1 Page 31

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
viciado", a fin de renovar su profesión religiosa en el
sentido de la nueva lectura posconciliar.
Junto con la fidelidad al espíritu, se estimula a la
creatividad en la misión con sensibilidad a la pluralidad
de situaciones e instando al gobierno a organizarse y
moverse con vistas a un "pluralismo en la unidad" y a
una "unidad en el pluralismo".
Una visita del Espíritu del Señor
Como he dicho, nosotros estábamos y seguimos
convencidos de que el Vaticano II había sido una visi-
ta del Espíritu del Señor a su Iglesia; vino a provocar
una salto de calidad en toda la pastoral, partiendo de
la identidad del misterio de la Iglesia, de sus relaciones
con el mundo y de su presencia en la historia como le-
vadura.
En este clima de Pentecostés nos pusimos a leer
nuestra fundación. Indudablemente hubo lentitud y
residuos preconciliares, miopías y temores que la frena-
ron; es posible que en uno u otro aspecto quedaran zo-
nas oscuras que aún necesitan ser iluminadas en armo-
nía con el conjunto; pero con sencillez de fe creemos
que nuestro trabajo no se explica sin la luz, creatividad
e intuición de futuro propias de una asistencia especial
del Espíritu del Señor. Mirando atrás, releyendo las
nuevas Constituciones y observando el desarrollo de la
vida del Instituto, con sus transformaciones y su vitali-
dad en todos los continentes, creemos que el Espíritu
Santo, con la intervención materna de María, nos rega-
ló las lentes apropiadas y limpias para leer bien nues-
tros orígenes y lanzarnos adelante.
Así, ahora en el Pueblo de Dios nos sentimos lla-
mados a colaborar, mediante nuestra misión específi-
ca, en el fatigoso caminar de la Iglesia hacia el tercer
milenio.

4.2 Page 32

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 352
30
Tenemos un "documento de identidad",
válido y puesto al día
Queridos hermanos, demos gracias a Dios y alegré-
monos. El Espíritu del Señor nos ha iluminado y
acompañado; nos ha puesto en el camino real; nos ha
enriquecido con un tesoro de vida; nos ha librado del
sufrimiento de las inseguridades y desviaciones y nos
ha asegurado nuestra identidad en el Pueblo de Dios.
Precisamente por ello, nos ha abierto un inmenso cam-
po de trabajo, donde hay que buscar, esforzarse, crear y
profetizar el espíritu de iniciativa y originalidad que ca-
racterizaron a los orígenes apostólicos de nuestra mi-
sión. Que María Santísima nos guíe, mediante nuestra
lectura fundacional, para relanzar el carisma de san
Juan Bosco hacia las inmensas posibilidades y esperan-
zas del tercer milenio.
Con Margarita Occhiena, madre de nuestro Funda-
dor, miremos el futuro con intuición y fecundidad ma-
ternas.
Con mis mejores y más cordiales deseos de entrega
total,

4.3 Page 33

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