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actas
del consejo general
de la sociedad salesiana
de San Juan Bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
406 año XCI
enero-abril de 2010 núm.
1.  CARTA DEL RECTOR MAYOR
Don Pascual CHÁVEZ VILLANUEVA
Llevar el Evangelio a los jóvenes
Centenario de la muerte de don Miguel Rua
03
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES
3.  DISPOSICIONES Y NORMAS
(No se dan en este número)
(No se dan en este número)
4.  ACTIVIDADES DEL CONSEJO GENERAL 4.1  Crónica del Rector Mayor
43
4.2  Crónica de los Consejeros Generales
58
5.  DOCUMENTOS Y NOTICIAS
5.1  Justicia y culturas: recorrido futuro  
de la vida consagrada
81
5.2  «Sistema Preventivo y derechos humanos
reto educativo del Tercer Milenio»
86
5.3  Don Bosco y las Instituciones gubernativas 92
5.4  Saludo de agradecimiento del Rector Mayor
por la concesión de la Ciudadanía de Honor  
de la Ciudad de Turín el 18 de diciembre  
de 2009, día del 150 aniversario de la fundación  
de la Sociedad Salesiana
94
5.5  Obispos Salesianos
100
5.6  Hermanos difuntos
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SIGLAS
ABA
Inspectoría de Buenos Aires
ACG
Actas del Consejo General
ACS
Actas del Consejo Superior
ACCSA Associazione Cultori Storia Salesiana
AFO
Visitaduría de África Occid. Francófona
AFW
Visitaduría de África Occid. Anglófona
ATE
Visitaduría de África Tropical Ecuatorial
AUS
Inspectoría de Austria
BEN
Inspectoría de Bélgica Norte
BOL
Inspectoría de Bolivia
BS
“Boletín Salesiano”
CA
California (EE.UU.)
CAM
Inspectoría de Centroamérica
CCS
Editorial CCS
CELAM Consejo Episcopal Latinoamericano
CEP
Inspectoría de la Rep. Checa
CES
Centro de Enseñanza Superior (FMA Madrid)
CG 26 Capítulo General XXVI
CIEP Conferencia Interinspect. de España
y Portugal (FMA)
CIMEC Conferencia Inspectorías CEP, CRO, SLK,
SLO y UNG (Consulta «Cirilo y Metodio»)
CIN
Inspectoría de China
CISBRASIL Conferencia Inspectorial Brasil (SDB)
CISI
Conferencia Inspectores Salesianos
de Italia
CISUR Conferencia Inspectorial Cono Sur
CIVAM Conferencia de las Inspectorías y
Visitadurías de África Madagasca
CNOS Centro Nazionale Opere Salesiane
COB
Colombia / Santafé de Bogotá
COM Colombia / Medellín
CONFER Conferencia Española de Religiosos
Const. (C.) Constituciones Salesianas
CRESCO Centro Regional Salesiano de Coadjutores
CS
Comunicación Social
CSC
Congregación de la Santa Cruz
DBCET Don Bosco College of Engineering and Technology
DBYN Don Bosco Youth Net (Red internet)
DOMISAL Domingo Misionero Salesiano
ECU
Inspectoría de Ecuador
EE.UU. Estados Unidos de América
EN
Evangelii Nuntiandi”
FIN
Inspectoría de Filipinas Norte
FMA
Hijas de María Auxiliadora
FRB
Inspectoría de Francia/Bélgica Sur
FS
Familia Salesiana
GIA
Inspectoría de Japón
GS
Gaudium et Spes”
GBR
Inspectoría de Gran Bretaña
HAI
Inspectoría de Haití
ICC
Inspectoría Circunsc. Italia Central
ICP
Inspectoría Circunsc. de Piamonte
ILE
Inspectoría Lombardo-Emiliana
ILS
Inspect. Emiliano-Ligur-Toscana (FMA)
INB
Inspectoría de India / Bombay
IND
Inspectoría de India / Dimapur
INE
Inspectoría Italia Nordeste
ING
Inspectoría de India / Gawahati
INH
Inspectoría de India / Hyderabad
INK
Inspectoría de India / Bangalore
INN
Inspectoría de India / New Delhi
INT
Inspectoría de India / Tiruchy
IRL
Inspectoría de Irlanda
ISET
Instituto Superior de Estudios Teológico
ITM
Visitaduría Indonesia Timor
LAS
Libreria Ateneo Salesiano
MB      M emorie Biografiche
di san Giovanni Bosco
MBe      M emorias Biográficas
de san Juan Bosco, edición española
MCCG Missionario Comboniano Cuore Gesù
MEG Inspectoría de México, Guadalajara
MEM Inspectoría de México, México
MJS
Movimiento Juvenil Salesiano
MME Inspectoría de México Sur (FMA)
MSMHC Missionaries Sisters of Mary Help of Christians
MYM Visitaduría de Myanmar
PAS
Pontificio Ateneo Salesiano
PER
Inspectoría de Perú
PJ
Pastoral Juvenil
PLO
Inspectoría de Polonia Oeste (Wrocław)
RReglamentos Generales SDB
SEI
Società Editrice Internazionale
SDB
Salesianos de Don Bosco
SLK
Inspectoría de Eslovaquia
SMA
Hermanas de María Auxiliadora
SMI
Hnas. Catequistas de Mª Inmaculada Aux.
SPCI
Conferencia Inspectorial de la India
SPCSA Salesian Provincials Conference South Africa
SUE
Inspectoría de Estados Unidos Este
SUO
Inspectoría de Estados Unidos Oeste
THA
Inspectoría de Tailandia
UPS
Universidad Pontificia Salesiana (Roma)
USG
Unión de los Superiores Generales
VIS
V oluntariato Internazionale per lo Sviluppo
VSDB Visitation Sisters of Don Bosco
ZMB
Visitaduría de Zambia
Central Catequística Salesiana
Alcalá, 166 / 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: GRAFISUR, S.L. (Madrid)
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
LLEVAR EL EVANGELIO
A LOS JÓVENES
Centenario de la muerte de don Miguel Rua
Algunos acontecimientos significativos del segundo semestre de 2009.— Comentario al
Aguinaldo: 1. Introducción: El Aguinaldo y sus motivaciones.— 2. Nuestra vocación
es ser discípulos y apóstoles.— 3. Deber de los discípulos es escuchar el «deseo
de ver a Jesús».— 4. Primero discípulos, después apóstoles.— 5. Para hacer «ver a
Jesús» a los jóvenes. 5.1. Meta de la evangelización: encontrar a Cristo en la Iglesia.–
5.2. Método de la evangelización: caminar juntos.– 5.3. Motivos de la evangelización.– 
5.4. Repensar la Pastoral.– 5.5. Procesos que hay que activar para el cambio.— 6. Como
don Miguel Rua, discípulo y apóstol. 6.1. «Fidelísimo».– 6.2. Fidelidad fecunda.–
6.3. Fidelidad dinámica.— 7. Sugerencias para concretar el Aguinaldo.—
Conclusión. Don Bosco evangelizador, signo del amor de Dios a los jóvenes (medita-
ción sobre el cuadro de Don Bosco de Sieger Köder).
Turín-Valdocco, 18 de diciembre de 2009
150 aniversario de la Fundación de la Congregación Salesiana
Queridos Hermanos,
Os escribo desde Valdocco, hoy 18 de diciembre, día en que
celebramos el 150 aniversario de la fundación de nuestra querida
Congregación, fecha en la que elevamos un himno de alabanza al
Señor que fue magnánimo con nosotros. Dios bendijo generosamen-
te el gesto de aquel grupo de jóvenes del Oratorio de Valdocco que,
reunido en torno a Don Bosco «con el mismo fin y ánimo de promo-
ver y conservar el espíritu de verdadera caridad que se requiere en
la obra de los Oratorios para la juventud abandonada y en peligro»,
decidió «organizarse en Sociedad o Congregación» (Cf. MBe VI, 258).
Es la celebración final de este jubileo, propuesto el año pasado, en
el cual hemos querido renovar nuestra profesión religiosa haciendo
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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 406
propio el compromiso de nuestros jóvenes padres fundadores, cual
es el de permanecer siempre con Don Bosco, y de asumir su «sue-
ño», su proyecto apostólico de asegurar, Deo volente, la continuidad
y el desarrollo de su carisma y de su misión.
Desde esta perspectiva, el año 2009 fue muy fecundo y enri-
quecedor, con muchísimas iniciativas puestas en marcha por las
Inspectorías para favorecer un movimiento espiritual y pastoral de
los Hermanos. Una de las cosas que más ha contribuido a este fin ha
sido el redescubrimiento de las Constituciones, auténtico «testamento
de Don Bosco, libro de vida para nosotros y prenda de esperanza
para los pequeños y los pobres» (Const. art. 196). Permitidme, que-
ridos Hermanos, que os diga de nuevo que nuestras Constituciones
van siendo cada vez más conocidas, amadas, «rezadas» y vividas.
El año 2010 se abre desde el principio con la luminosa figura de
Don Rua. Él supo hacerse hijo, discípulo y sucesor de Don Bosco.
Compartió a medias, esto es: en comunión plena, sus fatigas y sufri-
mientos. Se fue configurando con nuestro Padre día a día y con fide-
lidad fecunda y dinámica hizo florecer y extendió la Congregación y
la Familia Salesiana. ¡En estos aspectos se nos propone como mode-
lo! Recordando a Don Rua queremos insistir en las indicaciones de
mi precedente carta circular. Son sugerencias sencillas y claras. Un
verdadero programa de vida.
Ahora, antes de presentaros el comentario del Aguinaldo de
2010, quisiera informaros sobre los principales eventos vividos en
estos últimos meses, de julio hasta hoy. Para un conocimiento más
detallado os remito a la Crónica del Rector Mayor y a las de los Con-
sejeros de estas mismas Actas (pp. 43 a 79). En ellas encontraréis las
visitas realizadas a las distintas Inspectorías y las intervenciones he-
chas en numerosos encuentros y reuniones. Aquí solo hablaré de los
acontecimientos que me parecen más relevantes.
Ante todo deseo señalar la peregrinación tras las huellas de san
Pablo que, con todos los miembros del Consejo, hicimos del 21 de
junio al 5 de julio. Visitamos los principales lugares que marcaron la
vida del Apóstol Pablo en su camino de encuentro con Cristo y en
su incansable itinerario para anunciar el Evangelio: de Tarso, donde
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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nació, a Damasco, Antioquía, Éfeso y Atenas. Fue, como se había
propuesto, una verdadera experiencia espiritual, puntualizada con la
lectura de la Palabra de Dios y de la «lectio divina», animada por don
Juan José Bartolomé y por las reflexiones sobre Pablo evangelizador.
Un tema que nos ha recordado el compromiso de evangelización
propuesto por el CG26 y que representa el núcleo del Aguinaldo
de 2010. La peregrinación propició también el encuentro con las
comunidades salesianas que trabajan en aquellos lugares: Damasco
y Alepo, en Siria, e Istambul en Turquía. En estas comunidades, la
visita del Rector Mayor y del Consejo fue vivida como momentos de
fraternidad y de fiesta también por los jóvenes y la Familia Salesiana.
Un acontecimiento que nos ha impresionado fuertemente, un
verdadero golpe a nuestro corazón, ha sido la muerte de nuestro
carísimo Hermano Antonio Domènech, ocurrida el 20 de julio en
la casa de Martí Codolar, en Barcelona. No puedo pasarla por alto
ya que don Antonio Domènech fue miembro del Consejo General
durante 12 años, sirviendo a la Congregación en el dicasterio de Pas-
toral Juvenil, años de total dedicación, de trabajo muy competente
y dinámico. Nunca olvidaremos su testimonio: su amor por la vida,
su fe sólida y su sentido de la esperanza que marcaron sus años de
enfermedad. Un periodo de sufrimiento, de prueba y de gracia que
lo transfiguró hasta llevarlo al encuentro definitivo con el Señor. A él
nuestro agradecimiento y nuestra admiración.
Los días 15 y 6 de agosto, junto con la Madre Yvonne Reungoat,
participé en el «Confronto Europeo» en el Colle Don Bosco, y celebra-
mos el aniversario del nacimiento de nuestro Fundador y Padre. Este
acontecimiento, con la presencia de los Hermanos, de las Hijas de Ma-
ría Auxiliadora y de animadores de todas las Inspectorías de Europa,
fue un encuentro en el que pudimos experimentar una vez más cuán
vigente y cercano a los jóvenes es el carisma de Don Bosco. Bastaría
este dato para valorar la experiencia del «Confronto». Hay que añadir
que tal encuentro fue preparado con mucho cuidado y competencia
por los Dicasterios de Pastoral Juvenil SDB y FMA, dando a los jóve-
nes un protagonismo manifiesto, como quería Don Bosco. Son aspec-
tos concretos que garantizan siempre el éxito de tales iniciativas.
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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 406
En los primeros días de septiembre, con don Adriano Bregolín y
algún que otro amigo, hemos hecho el «Camino de Santiago». Es una
experiencia humana y espiritual muy hermosa. Siento la necesidad
de proponerla como una imagen elocuente del recorrido de la vida
y del itinerario de fe que cada uno de nosotros debe realizar. En
una entrevista concedida al "Boletín Informativo" de la Inspectoría
de León, España (que durante el camino nos prestó apoyo logístico)
subrayaba que este camino pone a prueba, sobre todo, la resistencia
física del peregrino, enseña a adaptar el ritmo de la propia marcha
al de los compañeros, ofrece espacios y momentos para contemplar
la naturaleza conforme se avanza tras la concha (logo indicador para
el peregrino) que señala el camino, ayuda a encontrarse a sí mismo
en el silencio, invita con mucha sencillez a pensar en la propia vida
y a rezar. Podéis muy bien figuraros la alegría de llegar a la meta
entre tantos otros peregrinos, y con la posibilidad de celebrar en el
sepulcro del Apóstol.
El último domingo de septiembre me reuní con los que partici-
paban en la Harambée. Después, en la Basílica de María Auxiliadora,
tuve la gracia de enviar la 140 expedición misionera salesiana. Este
año el número de los misioneros, especialmente numeroso, quería
representar otra señal más de la celebración del 150 aniversario de
la fundación de la Congregación. Esta expedición siempre es una
realidad muy hermosa y significativa en la que hacemos patente lo
que el Señor Jesús nos pide: ser sus testigos hasta los confines del
mundo. Es, pues, la continuación de cuanto Don Bosco inició en el
lejano 1875 al enviar los primeros Salesianos misioneros a Argentina.
Del 6 al 14 de octubre tuvimos la "sesión intermedia" del Con-
sejo General, durante la cual, retomando el estudio de las Regiones,
hemos examinado la de Asia del Sur. La reflexión nos ha permitido
conocer mejor el estado de esta Región, que es en este momento la
más floreciente en vocaciones de la Congregación: hemos concreta-
do los retos que tenemos que afrontar, hemos valorado los recursos
disponibles y propuesto las grandes líneas para un próximo futuro.
El tema se volverá a tratar con las Inspectorías de la Región en Sri
Lanka el semestre que viene.
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Del 21 al 26 del mismo mes me trasladé a Perú para reunirme
con los Inspectores de la Región Interamérica. Estos encuentros,
con la participación del Vicario, se realizan para acompañar ca-
da una de las Regiones. En anteriores cartas ya he hablado so-
bre este tipo de reuniones. Deseo subrayar que la experiencia
vivida en las reuniones, y que luego se concreta, resulta siempre
más provechosa en opciones metodológicas y enriquecedoras
para los mismos Inspectores participantes. Con ocasión de este
encuentro, también he presidido un seminario de puesta al día
con los Inspectores, los Delegados de Formación y de Pastoral
Juvenil y con algunos animadores acerca del documento de la
V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que tu-
vo lugar en Aparecida (Brasil). Este tipo de encuentros fueron
dirigidos por don Egidio Viganò después de las Conferencias del
CELAM en Puebla y en Santo Domingo. Su finalidad era la sintonizar
a la Congregación con la Iglesia de América Latina.
En el mes de noviembre, he visitado las Inspectorías de Dimapur
y Guwahati, en la India, que, con razón, pueden considerarse una de
las inculturaciones más acertadas del carisma y de la misión salesia-
na. Prueba de ello son el crecimiento de la Iglesia en esta región del
noreste de la India como también el desarrollo de nuestra Congrega-
ción. No hay duda que el nombre de Don Bosco es como un palabra
mágica en toda esta área, fruto del impulso misionero dado desde
un principio por Mons. Louis Mathias y todos los grandes misione-
ros que fecundaron e implantaron ejemplarmente a la Iglesia e in-
culturaron correctamente nuestro carisma de manera similar a como
lo hicieron los primeros misioneros de Suramérica. Fueron misione-
ros valientes, emprendedores, que, con gran esfuerzo, se dedicaron
a aprender las lenguas locales y asimilar su cultura. Comprometidos
con la promoción humana, sobre todo por medio de la educación,
fueron siempre grandes evangelizadores y cultivadores de las voca-
ciones. El reconocimiento que nos llega de personas cercanas y de
extraños, de cristianos y de no cristianos, de personas de gobierno y
de Iglesia, nos confirma lo grande que fue la epopeya misionera en
esta parte de la India. Esta espléndida realización nos da motivos de
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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 406
reflexión sobre las causas de tan buen desarrollo de la Congregación
en ciertos contextos, incluso en grupos tribales, cuando en otros ca-
sos se ha sufrido tanto para construir una Iglesia local y dar vocacio-
nes a la Iglesia y a la Congregación.
También en el mes de noviembre, del 15 al 22, prediqué en Tur-
cifal (Portugal) los ejercicios espirituales a los Inspectores, miembros
de los Consejos inspectoriales y otros Hermanos invitados por la
Región de Europa Oeste. Creo que este es un servicio de animación
específico propio del Rector Mayor que, de esta manera, puede co-
municar mejor su visión de la vida consagrada, en general, y de la
vida salesiana, en particular. Y de este modo puede transmitir su
magisterio y las líneas de gobierno con las que quiere iluminar y
guiar la Congregación. Personalmente he quedado muy satisfecho
del ambiente de oración y de reflexión que se creó. Al finalizar los
ejercicios quise visitar Fátima para orar ante la Virgen y confiarle a
todos vosotros y nuestras obras, con el entorno de personas, adultos
y jóvenes, relacionadas con ellas. No os oculto que de verdad nece-
sitaba la visita a este Santuario santificado por la presencia de María.
Por fin, al acabar el mes de noviembre, participé en la Asamblea
Semestral y General de la USG (Unión de los Superiores Generales).
En ella se reflexionó sobre la vida consagrada en África. En las
próximas Asambleas meditaremos sobre la vida consagrada en Euro-
pa, y puedo garantizaros que el tema suscita un interés grandísimo:
estamos convencidos de que si la vida consagrada nació en Europa
y desde aquí se desarrolló y propagó por todo el mundo, es impor-
tante que renazca aquí. Como veis, todo esto está en línea con el
«Proyecto Europa», que cada vez más es asumido por otras Congre-
gaciones.
Y ahora, sin más, he aquí mi Comentario al Aguinaldo de 2010.
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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«Nada hay más hermoso
que conocer a Cristo
y comunicar a los demás
la amistad con Él».1
Queridísimos Hermanos,
Hijas de María Auxiliadora.
Miembros de la Familia Salesiana,
Jóvenes:
Aquí estoy otra vez, en la cita anual para la presentación del
comentario al Aguinaldo de 2010. Como verdadero programa espiri-
tual y pastoral, nos ayudará a reforzar nuestra identidad salesiana, a
robustecer nuestra comunión de mente y de corazón, a insertarnos
en la Iglesia como «discípulos y apóstoles» para la construcción del
Reino y para la transformación del mundo. Hoy más que nunca, el
mundo tiene necesidad de Cristo y de su Evangelio; por esto se ne-
cesitan personas que hagan del Reino de Dios la causa por la que vi-
vir, como hizo Jesús; se necesita el testimonio de discípulos, varones
y mujeres nuevos, nacidos no de la «carne» sino del Espíritu; sólo sir-
ven apóstoles empeñados seriamente en la conservación de la crea-
ción y en la justicia, la solidaridad y la fraternidad entre los pueblos.
1. Introducción: el Aguinaldo y sus motivaciones
Después de la llamada del año pasado, en el que invité a la Fa-
milia Salesiana a vivir y a actuar como «movimiento»”, de manera
que fuera más visible, más significativa y más eficaz en su servicio
de salvación de los jóvenes, en 2010 quisiera veros animados por el
mismo espíritu y empeñados en un proyecto compartido: anunciar
el Evangelio a los jóvenes y llevarles así al encuentro personal con el
Señor Jesús.
1   Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis. núm. 84.
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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 406
Se trata de una palabra programática que nos ha ofrecido el mis-
mo Santo Padre. Con ocasión del XXVI Capítulo General de los Sale-
sianos, el Papa escribía en una carta dirigida a mí:
«La evangelización debe ser la frontera principal y prioritaria de
su misión hoy. Representa múltiples compromisos, urgentes desa-
fíos, vastos campos de acción; pero su deber fundamental es pro-
poner a todos vivir la existencia humana como la vivió Jesús. En las
situaciones multirreligiosas y en las secularizadas es necesario en-
contrar caminos inéditos para dar a conocer la figura de Jesús, espe-
cialmente a los jóvenes, para que perciban su perenne fascinación».2
Por eso, con ocasión del centenario de la muerte de don Miguel
Rua, fidelísimo a Don Bosco y a su carisma, quisiera invitar a todos
los miembros de la Familia Salesiana a convertirse cada vez más
en discípulos enamorados y en apóstoles entusiastas de Jesús y a
comprometerse en la evangelización de los jóvenes. Hablémosles
de Cristo, relatemos nuestro encuentro con Él; narremos su historia,
sin la cual su figura corre peligro de diluirse en la mitología o en la
ideología; presentemos el programa de felicidad que Él nos ofrece
en las Bienaventuranzas; digámosles cuán bella es la vida una vez
que se Le ha encontrado y cuán gozoso resulta ser aferrados por Él
y comprometidos en la causa del Reino de Dios.
El compromiso evangelizador es fruto de la identidad del discípu-
lo que, después de haberse decidido al seguimiento del Señor Jesús,
se convierte en su representante personal y en ardiente misionero.
Queremos asumir el reto de ayudar a los jóvenes a «mirar a los otros
no ya solamente con los propios ojos y con los propios sentimien-
tos, sino desde la perspectiva de Cristo Jesús».3 Es verdad que noso-
tros somos Salesianos y, como tales, realizamos nuestra misión de
evangelizar educando y de educar evangelizando. Esto no es un es-
logan ni una frase vacía de sentido. Expresa el estrecho vínculo que
2Benedicto XVI, Carta a don Pascual Chávez Villanueva, Rector Mayor de los Salesia-
nos, con ocasión del XXVI Capítulo General, 1 de marzo de 2008, núm. 4, en CG26
de los SDB, Anexo 1 p. 127. Editorial CCS 2008.
3Benedicto XVI, Deus caritas est, núm. 18.
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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existe entre evangelización y educación; sin confundirse y respetando
su autonomía, ambas están al servicio de la persona humana para
llevarla hasta la plenitud de Cristo. La educación es auténtica cuando
es respetuosa de todas las dimensiones del niño, del adolescente, del
joven, y cuando está claramente orientada a la formación integral de
la persona, abriéndola a la transcendencia. Por su parte, la evangeliza-
ción tiene en sí misma un fuerte valor educativo, precisamente porque
busca la transformación de la mente y del corazón, la creación de una
nueva persona, fruto de su configuración con Cristo.
El Aguinaldo de 2010 aprovecha la ocasión del año paulino re-
cién concluido y del Sínodo de la Palabra de Dios, todavía en espera
de la Exhortación Apostólica postsinodal del Papa, que nos ayudará
a anunciar y a testimoniar la belleza del encuentro con Cristo, Pala-
bra de Dios, que vive en medio de nosotros. Durante el Sínodo, en
el cual he tenido la gracia de participar, tuve una intervención sobre
el fragmento lucano de los discípulos de Emaús, visto como modelo
de la evangelización de los jóvenes, tanto por los contenidos como
por los métodos; puede resultar útil volver a tomarlo en nuestras
manos y meditarlo.
Por tanto, he aquí el programa espiritual y pastoral para 2010:
«Señor, queremos ver a Jesús».
A imitación de Don Rua,
como discípulos auténticos y apóstoles apasionados,
llevamos el Evangelio a los jóvenes.
Los numerosos grupos de la Familia Salesiana se hallan en sin-
tonía con este compromiso. A modo de ejemplo, os señalo dos pá-
rrafos de los Capítulos Generales de los Salesianos y de las Hijas de
María Auxiliadora.
El Capítulo General XXVI de los Salesianos es consciente de la
urgencia de evangelizar y de la centralidad de la propuesta de Jesu-
cristo: «Consideramos la evangelización como la urgencia principal de
nuestra misión, conscientes de que los jóvenes tienen derecho a oír el
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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 406
anuncio de la persona de Jesús como fuente de vida y como promesa
de felicidad en el tiempo y en la eternidad».4 Por tanto, «nuestro empe-
ño fundamental es proponer a todos vivir la existencia humana como
la vivió Jesús… El anuncio de Jesucristo y de su Evangelio debe ser
central, junto con la llamada a la conversión, a la acogida de la fe y a
la inserción en la Iglesia; de aquí nacen los caminos de fe y de cate-
quesis, la vida litúrgica, el testimonio de la caridad operosa».5
El Capítulo general XXII de las Hijas de María Auxiliadora re-
conoce que es el amor de Dios el que nos empuja: «El cenáculo, el
lugar donde los Apóstoles se encuentran todos juntos, no es una
morada estable, sino una base de lanzamiento. El Espíritu los trans-
forma de hombres acobardados en ardientes misioneros que, llenos
de coraje, llevan por los caminos del mundo el alegre anuncio de
Cristo Resucitado. El amor empuja hacia el éxodo y a salir de sí mis-
mos hacia las nuevas fronteras para convertirse en don: “El amor
crece a través del amor”.6 María, que desde el cenáculo enseña a
abrir las puertas, ha sido la primera en vivir la experiencia del éxodo
y en ponerse en camino. La primera evangelizada se ha convertido
en la primera evangelizadora. Llevando a Jesús a los demás, Ella
ofrece su servicio, produce alegría, hace experimentar el amor».7
2. Nuestra vocación es ser discípulos y apóstoles
La vocación de todo cristiano es ser discípulos que acogen cor-
dialmente la Palabra de Dios y apóstoles que la transmiten gozo-
samente. Precisamente en esto consisten la vida y la misión de la
Iglesia. Jesús mismo comenzó anunciando el Evangelio del Reino
4   CG26 SDB, núm. 24.
5Benedicto XVI, Carta a don Pascual Chávez Villanueva, Rector Mayor de los Salesia-
nos, con ocasión del XXVI Capítulo General, 1 de marzo de 2008, núm. 4, en CG26
de los SDB, Anexo 1 p. 127. Editorial CCS 2008.
6Benedicto XVI, Deus caritas est, núm. 18.
7   CG XXII FMA, Lo más grande de todo es el amor, núm. 33. Editorial CCS 2009.
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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de Dios y llamando a discípulos para enviarlos a predicar. No sólo
los Doce, sino todos los bautizados están llamados a ser discípulos,
que se familiarizan con la Palabra, se identifican con el Señor hasta
tener Sus sentimientos, tienen la mente de Cristo, viven en intimidad
con Él, hasta llegar a ser apóstoles convencidos y celosos, enviados
a todos los ambientes de la vida para dar testimonio de la fe, para
dar razón de la esperanza, para colaborar en la transformación de la
cultura y de la sociedad, para construir un mundo donde reinen la
justicia y la paz, para ser conciencia de solidaridad entre los pueblos
y entre los grupos sociales y de fraternidad entre todas las personas.
Ningún cristiano puede sustraerse de esta vocación y misión. No
sólo los sacerdotes, los misioneros y los religiosos, sino todos, mo-
vidos por el amor que el Señor nos tiene y en virtud del bautismo,
estamos llamados a ser evangelizadores. Podemos responder a este
mandato del Señor en la familia, en el trabajo, en nuestras comu-
nidades, con las obras y con las palabras, es decir, con el amor que
pongamos en las acciones y en las palabras, procurando que sean
conformes al Evangelio. Evangelizar significa añadir una levadura
con una energía tal que cambie la mentalidad y el corazón de las
personas y, a través de ellas, las estructuras sociales, de manera que
sean concordes con el designio de Dios. No se trata de una actividad
intimista; evangelizar es desencadenar la verdadera revolución social,
la más profunda, la única eficaz. Esto explica por qué encuentra tan-
tas dificultades y contrastes, abiertos y ocultos.
Antes de pensar en los medios y en los modos de evangelizar,
es necesario tener un motivo, es decir, estar “enamorados” de Dios,
haber realizado la experiencia de su amistad y de su intimidad: «Ya
no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace el amo;
sino que os he llamado amigos, porque todo lo que he oído al Padre
os lo he dado a conocer» (Jn 15,15). Entre el momento de la llamada
y el momento del envío se coloca el tiempo en el que los discípulos
«están» con el Señor para aprender su estilo de vida, para aprender a
leer la historia personal y universal como historia de salvación, para
experimentar en la propia vida la verdad, la bondad y la belleza del
mensaje que se les ha confiado y que están llamados a proclamar.
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A este respecto, decía yo así en el saludo de apertura de la
Asamblea trimestral de la Unión de los Superiores Mayores, en
preparación al Sínodo sobre la “Palabra de Dios en la vida y en la
misión de la Iglesia”: «Sólo el ministro del Evangelio, consagrado o
laico, que tenga en su corazón el Evangelio, hecho objeto de con-
templación y motivo de oración, logrará mantenerlo en la boca co-
mo tesoro del que hablar y lo tendrá en sus manos como un deber
ineludible que entregar».8
En el bello compromiso de acoger, encarnar y comunicar la Pa-
labra de Dios, María nos hace de madre y maestra, porque, como
dice San Agustín, Ella concibió al Hijo en el espíritu antes que en
la carne. Efectivamente, en el evangelio de Lucas María es presenta-
da como aquella que, al anuncio del ángel, responde con apertura
extraordinaria: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según
tu palabra» (Lc 1,38). María es el modelo del discípulo que, ante los
acontecimientos que ve y no logra comprender, guarda todas esas
cosas y las medita en su corazón (Lc 2,19). Al inicio del ministerio de
su Hijo, en las bodas de Caná, invita a los criados a «hacer lo que Él
os diga» (Lc 11,27-28). Llegado el momento de la Pasión, María está al
pie de la cruz, compartiendo hasta el fondo el abandono, el recha-
zo y el sufrimiento del Hijo y recogiendo con mimo su testamento:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,25-27). Y, finalmente, después de la
Resurrección, persevera en oración con los discípulos en espera del
Espíritu Santo prometido (Act 1,14). He aquí nuestro modelo de discí-
pulo y de apóstol de la Palabra.
3. Tarea de los discípulos es escuchar
el «deseo de ver a Jesús»
Precisamente porque la evangelización no es solamente un men-
saje que proclamar, sino que es la revelación de Dios en Jesús, la
evangelización es auténtica cuando lleva al encuentro con la persona
8  Pascual Chávez, Non è giusto che noi trascuriamo la Parola di Dio, Saludo de apertu-
ra en la Asamblea de la USG, Roma 21 de noviembre de 2007.
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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de Jesús y es eficaz cuando comunica la salvación que Dios ha que-
rido darnos en el Hijo. Por tanto, la evangelización comporta una di-
námica interna, que parte del sentimiento religioso expresado en el
deseo humano de ver a Dios, y que traduce así el salmista: «De ti ha
dicho mi corazón: buscad su rostro; Señor, busco tu rostro» (Sal 26,8).
Y uno de los discípulos se atreverá a pedir a Jesús: «Señor, muéstra-
nos al Padre y nos basta» (Jn 14,8). Esto nos indica que evangelizar
es un encuentro de personas; y la persona es evangelizada cuando
encuentra y acoge a la persona de Jesús.
El evangelista Juan recuerda que unos griegos, mientras subían
a Jerusalén para la Pascua, se acercaron a Felipe con la petición de
«ver a Jesús» (Jn 12,21). No sabiendo qué hacer ante una petición tan
inesperada, Felipe habló sobre ello con Andrés y, juntos, «fueron a
decírselo a Jesús». Entonces Jesús se dio cuenta de que había llega-
do la hora, tantas veces aplazada, de ser glorificado. En el momento
en que aquellos que estaban lejos sintieron el deseo de verle, Jesús
reconoció que había llegado el tiempo de anunciar la entrega de su
muerte, la hora de la glorificación, el momento decisivo de la salva-
ción de todos.
Jesús llegó a la conciencia de su hora cuando supo que había
unos griegos que querían verle. Y lo supo porque dos discípulos se
lo comunicaron. Sin darse cuenta de ello, Felipe y Andrés ayudaron
a Jesús a reconocer el momento crucial de su vida. Sin aquellos dos
discípulos, los griegos no habrían podido manifestar el deseo de
ver a Jesús; sin ellos, Jesús no habría sabido que había llegado el
momento de su glorificación. Jesús tuvo necesidad de los discípulos
para reconocer, en el deseo de ser visto por los estaban lejos, que
había llegado la hora de su gloria.
Jesús tiene necesidad también hoy de discípulos que lleguen a
descubrir en el corazón de la gente, en sus alegrías y en sus miedos,
un deseo no siempre explícito de acercase a Él y de encontrarle.
Lo que impulsa de nuevo a Jesús a realizar la salvación es saberse
deseado. Sólo el discípulo que ya le está cercano puede descubrir,
entre los que le buscan, quién desea en realidad encontrarle. El dis-
cípulo sigue a Jesús para facilitar el encuentro con Él de aquellos
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que le quieren ver. Así es como el discípulo de Jesús llega a ser su
apóstol: Jesús tiene necesidad de discípulos, compañeros de vida
y misión, pare reconocer la llegada de su hora. Llevando ante Él a
aquellos que quieren verle, el discípulo de Jesús se convierte en su
apóstol.
Discernir entre las muchas aspiraciones de la juventud de hoy el
verdadero deseo de «ver a Jesús», es para nosotros, miembros de la
Familia Salesiana, motivo, si no único, al menos fundamental para
llegar a ser verdaderos discípulos de Cristo. Si no lo hacemos noso-
tros, ¿quién presentará a Jesús los sueños y las necesidades de los
jóvenes? ¿Quién posibilitará a los jóvenes ver a Jesús? Los miembros
de la Familia Salesiana están llamados a escuchar el anhelo de los
jóvenes de encontrar a Jesús y, al mismo tiempo, a leer la situación
juvenil de manera que ponga en evidencia el deseo que los jóvenes
tienen de acercarse a Jesús. Éste es nuestro modo de ayudar hoy a
Jesús a salvar a los jóvenes. Y así es como nos convertimos en verda-
deros compañeros y apóstoles suyos.
Esto significa que la evangelización de los jóvenes debe partir de
las situaciones concretas en que se encuentran ellos, con atención
particular a su cultura, fuertemente marcada por el valor de la sub-
jetividad y de la autorreferencia, que los lleva a reagruparse entre
coetáneos y a alejarse del mundo de los adultos. A este propósito
son iluminadoras las palabras pronunciadas por el Santo Padre, Be-
nedicto XVI, en la catequesis del cinco de agosto de 2009, hablando
del Santo Cura de Ars: «Si entonces se daba la dictadura del raciona-
lismo, en la época actual se registra en muchos ambientes una espe-
cie de dictadura del relativismo». Ambas aparecen como respuestas
inadecuadas a la justa demanda del hombre de usar en plenitud la
propia razón como elemento distintivo y constitutivo de la propia
identidad. El racionalismo fue inadecuado porque no tuvo en cuenta
los límites humanos y pretendió convertir la sola razón en medida
de todas las cosas, transformándola en una diosa; el relativismo con-
temporáneo reduce la razón, porque de hecho llega a afirmar que el
ser humano no puede conocer nada con certeza más allá del campo
científico positivo. Pero hoy, como entonces, el hombre «mendican-
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te de significado y de cumplimiento va tras la continua búsque-
da de respuestas exhaustivas a las preguntas de fondo que no
cesa de plantearse».9 He aquí por qué los jóvenes, sobre todo ellos,
tienen necesidad, no siempre sentida o expresada, de guías pacien-
tes y comprensivos.
En lo que afecta a la referencia religiosa en general, y a la refe-
rencia cristiana en particular, los datos sobre los jóvenes no ofrecen
dudas. Lejanía, abandono prematuro e irrelevancia señalan la rela-
ción de mucha juventud con instituciones, temas y personas religio-
sas. Hoy es cada vez más común encontrarse con jóvenes que no
han tenido nunca contacto con el hecho religioso o que lo han teni-
do en modo insuficiente para comprender la cuestión de Dios o que
se han alejado después de una experiencia inicial llena de promesas.
Escuchar el grito, explícito o implícito, de los jóvenes que quie-
ren ver a Jesús comporta en la situación actual salir hacia aquellos
espacios y temas de vida donde los jóvenes se encuentran como en
su propia casa, para hacer que descubran con claridad que, entre los
deseos más auténticos de vida y felicidad, está escondida la pregun-
ta por el sentido y la búsqueda de Dios.
Mi querido predecesor, don Juan Edmundo Vecchi, había descri-
to esta situación de manera muy precisa. «El mundo juvenil es tierra
de misión por el número de sujetos que deben volver a escuchar el
primer anuncio, por las formas de vida y por los modelos culturales
a los que no ha llegado todavía la luz del Evangelio, por el lenguaje
verbal, mental y existencial que no encaja con el de la tradición».10
«Hay que levantar acta de que Dios interesa a los jóvenes. Cual-
quier investigación lo confirma. Un alto porcentaje declara que sien-
te de algún modo necesidad de Dios y que está convencido de su
existencia. A pesar de ello, no se deriva de ello la obligación del cul-
to y de una moral coherente, y mucho menos se liga a la verdad que
sobre Dios propone cada una de las Iglesias.
9  “L’Osservatore Romano”, jueves 6 de agosto de 2009, p. 8.
10   J. E. Vecchi,, “L’areopago giovanile”, Note di Pastorale Giovanile (NPG) 1997, núm. 4, p. 3.
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La imagen de Dios que tienen los jóvenes está muy diversifica-
da, como en caleidoscopio. Pero sería apresurado calificarla sin más
como falsa. Más bien es incompleta y desenfocada, a veces dema-
siado. Admitida cierta desconfianza respecto a las instituciones y a
la imagen de Dios que presentan y dados por descontados algunos
principios de verificación típicos del pensamiento actual, no quedan
criterios para evaluar objetivamente la validez de las diversas repre-
sentaciones de Dios.
Por tanto, al asumir cualquiera de ellas, prevalece la opción sub-
jetiva. No está totalmente mal: la fe es un acto libre de la voluntad,
movida por la gracia e iluminada por la razón. Pero ciertamente re-
sultan imágenes desequilibradas. De ellas se deduce un Dios objeto,
una imagen, un interlocutor, una relación y un descubrimiento a me-
dida de cada individuo. De ellas se deriva una concepción notable-
mente vaga de Dios mismo […].
Hay jóvenes en los que la imagen de un Dios casi ha desapareci-
do. Y de la misma manera, cualquier pregunta sobre Dios. Imágenes
y preguntas se agazapan entre los pliegues de la conciencia, como
en un rincón de ella que ya no se visita.
En este contexto, más comparable a una plaza que a una iglesia,
se presenta la cuestión de cuándo y cómo hablar de Dios, hacia qué
imagen de Dios orientar experiencias y mensajes. Está claro que,
ya que Dios se ha revelado a través de hechos y palabras, también
nuestro hablar se realiza mediante hechos y palabras, acontecimien-
tos e iluminaciones».11
4.  Primero discípulos, después apóstoles
Para hacer ver a Jesús a los jóvenes, es necesario conocerle, vivir
con Él, ser de los suyos. Dicho con otras palabras, no se puede ser
testigos y apóstoles de Jesús, si antes no se es su discípulo. Efecti-
vamente, no se convierte en apóstol quien quiere serlo, sino quien
es llamado. Felipe, Andrés y los demás miembros del primer grupo
11   J. E. Vecchi, “Parlare di Dio ai giovani”, NPG 1997, núm. 5, pp. 3-4.
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apostólico fueron llamados por Jesús, uno a uno, por su nombre,
escogidos entre una multitud: «Fueron detrás de Él aquellos que Él
quiso», doce, «para tenerlos consigo y para enviarles a predicar» (Mc
3,13-14). Y, para andar tras de Jesús, debieron alejarse de la gente
que Le seguía y seguirle a Él. Quien ha sido invitado a estar con
Jesús y a predicar en su nombre no pertenece al grupo de quien Le
busca; forma parte de aquellos que ya Le ha han encontrado y han
decidido permanecer con Él.
El primer mandato que recibe el apóstol, la invitación inicial di-
rigida por quien le ha llamado, es «estar» con su Señor. En el apos-
tolado la convivencia precede al envío; la compañía viene antes que
la predicación; la fidelidad personal es premisa para la misión. Efec-
tivamente, serán enviados por Jesús los que han vivido con Él, com-
partiendo el camino y el descanso, el pan y los sueños, los éxitos y
los fracasos, la vida y los proyectos. Antes de que el Evangelio ocupe
su mente y sea la causa de sus fatigas, deberá haber sido acogido en
su corazón y ser causa de su propia alegría. Jesús no confía su Evan-
gelio a quien no ha dado su propia vida (Hch 1,21-22). Los primeros
invitados por Jesús fueron sus primeros compañeros.
Por el hecho de que estaban con Él, la gente que quería conocer
a Jesús se acercaba a los discípulos; el deseo de encontrar a Jesús
llevaba a la multitud a buscar al que Le seguía. Solamente el discípu-
lo que vive con Jesús puede facilitar el acceso a Él de parte de quien
Le desea. De aquí la necesidad urgente que sienten los jóvenes de
encontrar discípulos de Cristo que les lleven hasta Él, precisamente
porque están siempre con Él. Sólo discípulos auténticos pueden ser
apóstoles creíbles.
En el año apenas transcurrido, la figura de Pablo nos ha ayuda-
do a comprender que antes del «Evangelio de la gracia» anunciado a
todos, viene la experiencia del encuentro con el Resucitado; Pablo
consiguió predicar el Evangelio de Dios, y de manera nueva, porque
se le había revelado el Resucitado en el camino de Damasco (Gal
1,15-16). De esta experiencia nace el programa de vida de Pablo «Pa-
ra mí vivir es Cristo» y su proyecto pastoral «Ay de mí si no evangeli-
zare» (1 Cor 9,16). Si «Cristo es todo para nosotros» y si «no antepone-
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mos nada al amor de Cristo», entonces nuestra vida se convierte en
testimonio gozoso y en propuesta para todos del encuentro con Él.
5.  Para hacer «ver a Jesús» a los jóvenes
Encontrar a Jesús no significa encontrarle inmediatamente. Haber
«encontrado» a Jesús en una experiencia religiosa fuerte que suscita
una gran alegría y entusiasmo, no siempre conduce a la fe, a un au-
téntico encuentro con el Señor, porque, como en la parábola de la
semilla (Mc 4), no está preparado el terreno en el que cae la semilla.
En el encuentro la iniciativa es de Jesús. «Él se adelanta y busca
el encuentro. Entra en una casa, se acerca al pozo, donde una mu-
jer intenta coger al agua, se detiene delante de un exactor, vuelve la
mirada hacia quien está subido a un árbol, se suma a quien está re-
corriendo un camino. De sus palabras, de sus gestos y de su persona
desprende una fascinación que envuelve al interlocutor. Es admira-
ción, amor, confianza y atracción.
Para muchos el primer encuentro se transformará en deseo de
escucharle más todavía, de entablar amistad con Él, de seguirle. Se
sentarán a su alrededor para interrogarle, le ayudarán en su misión,
le pedirán que les enseñe a rezar, serán testigos de sus horas felices y
dolorosas. En otros casos el encuentro acaba con una invitación a un
cambio de vida».12 Éste es el testimonio unánime de los cuatro evange-
listas.
La expresión no es diversa cuando se piensa en el encuentro
de Jesús con los jóvenes. Para cada uno de ellos el acontecimiento
más decisivo tiene lugar en el momento en que Cristo aparece como
aquel del que es posible alcanzar un sentido para la vida, al cual di-
rigirse en busca de verdad, a través del cual comprender la relación
con Dios y con el cual interpretar la condición humana. El elemen-
to más importante es pasar de la admiración al conocimiento y del
conocimiento a la intimidad, al enamoramiento, al seguimiento, a la
imitación.
12   J. E. Vecchi, “Educare alla fede: l’incontro con Cristo”, NPG 1997, núm. 3, (abril), p. 3.
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Es verdad que no se puede «ver a Jesús» si Él no se «deja ver». Na-
die viene a Mí, ha dicho Él, sino aquel a quien le ha sido concedido
por mi Padre (Jn 6,44). Por tanto, no basta el deseo de encontrarle
para llegar a la alegría del reconocimiento ni basta encontrar a sus
discípulos para encontrar a Jesús y reconocerlo como Señor.
El relato de Emaús, modelo ejemplar de encuentro del creyente
con la misma Palabra encarnada (Lc 24,13-15), identifica la meta a
la que debe llegar el creyente y traza el camino para llegar a ella.
El episodio ilustra el camino de la fe y describe sus etapas siempre
actuales. El relato lucano nos ofrece un itinerario preciso de evange-
lización, en el que se describe quién es el que evangeliza y cómo se
evangeliza: es Jesús quien evangeliza por medio de su palabra y del
don eucarístico de sí, caminado junto con sus discípulos.
5.1. Meta de la evangelización: encontrar a Cristo en la Iglesia
El relato se abre narrando el alejamiento de Jerusalén de dos
discípulos de Jesús. Desolados por lo que ha sucedido en los tres
últimos días, abandonan la comunidad, en la cual, no obstante, hay
algunos que han comenzado a decir que el Señor ha sido visto vivo;
los dos discípulos no pueden dar crédito a habladurías de mujeres
(Lc 24,22-23; Mc 16,11). Sólo al final del viaje, cuando vean a Jesús re-
petir el gesto de partir el pan, le reconocerán para perderlo inmedia-
tamente de vista y retornar a la comunidad. La conclusión, inespera-
da, del viaje a Emaús fue volver a encontrarse con la comunidad en
Jerusalén. El Resucitado no se quedó con ellos y ellos no pudieron
quedarse solos: retornaron a la comunidad, donde volvieron a en-
contrar a Cristo en el testimonio de los Apóstoles: «De veras el Señor
ha resucitado y se ha aparecido a Simón» (Lc 24,34). Éste es un crite-
rio de verificación de un encuentro auténtico con Cristo: el don de la
comunidad, que es descubierta como la propia casa, habitada por el
Señor, el hogar al que pertenecen todos los que han visto al Señor.
Descubrir la comunidad y reencontrarse en la Iglesia, lugar para
vivir la fe común, es la consecuencia lógica del encuentro personal
con el Resucitado. Fuera de la comunidad el anuncio del Evangelio
parece un rumor imposible de creer (Lc 24,22-23). Hoy, como ayer y
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más que ayer, debemos contar con los obstáculos que encuentra la
evangelización. El primero es la desinformación, porque no solamen-
te se habla poco de Jesús, sino que se intenta hacerlo desparecer de
la cultura actual, de la organización social, de la conciencia personal.
Su presencia es considerada irrelevante en la sociedad y su ausencia
es vista como una ventaja. El segundo obstáculo es la visión subje-
tiva de Jesús, que, privado de su real historicidad, parece siempre
un Cristo a nuestra medida, imaginado según los propios deseos o
necesidades. El tercer obstáculo es más refinado: en un pretendido
diálogo interreligioso se querría reducir a Cristo a uno más entre
otros maestros de espíritu o fundador de religiones, de modo que no
se le reconocería como único Salvador de todos. En fin, existe el pe-
ligro no imaginario, sino muy común entre los mismos cristianos, de
considerar a Cristo ya conocido en tan alto grado, que no tiene nada
nuevo que decirnos; convertido en insignificante, no merece la pena
tenerlo ya como Guía y Señor.
El relato lucano de los discípulos de Emaús nos dice que, si el
Resucitado no hubiera formado comunidad con ellos, durante el
viaje y a la mesa, los dos discípulos no habrían llegado a descubrir-
le vivo, ni hubieran recuperado el deseo de vivir juntos. Notemos
bien: no importa si el que vuelve a comunidad la había abandonado
antes; pero es decisivo que se vuelva cuanto antes, inmediatamente
después de haber visto al Señor. Sólo quien recupera la vida común,
sabe que el Resucitado ha estado con él y encuentra la alegría de ha-
berlo sentido junto a sí (Lc 24,35.32).
Hay que temer una evangelización que, más allá de los métodos
y de las intenciones, no parte de una vida en común de los evange-
lizadores y que no nazca de su alegría de haber encontrado a Cristo
en la comunidad. Si fuese así, tal evangelización no habría nacido
del encuentro con el Resucitado ni conduciría a encontrarse con Él.
Los que vieron al Resucitado y comieron con Él no pudieron entre-
tenerlo con ellos, pero sintieron el deseo de contar la experiencia vi-
vida, retornando a su comunidad. Esto no es casual, sino que prueba
una ley de la existencia cristiana: quien sabe y proclama que Cristo
ha resucitado, vive en común su experiencia.
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Es también verdad que se puede encontrar a Cristo en cualquier
lugar; pero su casa, el lugar donde habita, es la Iglesia, la comunidad
de los creyentes, es decir, de aquellos que Le confiesan como su Se-
ñor, la familia de sus discípulos, de aquellos que comparten con Él
vida y misión.
No hay duda de que debemos afanarnos en corregir la imagen
deformada que puede existir de la Iglesia en muchos jóvenes. Al-
gunos «hablan de ella con afecto, como si se tratara de la propia fa-
milia, más aún, de la propia madre. Saben que en ella y de ella han
recibido la vida espiritual. También conocen sus límites, arrugas e
incluso escándalos. Pero aparece como secundario en comparación
con los bienes que aporta a la persona y a la humanidad en cuanto
morada de Cristo y punto de irradiación de su luz: las energías de
bien que se manifiestan en obras y personas, la experiencia de Dios
movida por el Espíritu Santo que aparece en la santidad, la sabiduría
que nos viene de la Palabra de Dios, el amor que une y crea solida-
ridad más allá de los confines nacionales y continentales, la perspec-
tiva de la vida eterna.
Otros hablan de ella con distanciamiento, como si fuese una rea-
lidad que no les incumbe y de la que no se sienten parte. La juzgan
desde el exterior. Cuando dicen ‘la Iglesia’, parecen referirse sola-
mente a algunas de sus instituciones, a alguna formulación de la fe o
a normas de moral con las que no congenian. Es la impresión que se
saca de la lectura de algunos periódicos […]. Se equivocan precisa-
mente en aquello que constituye la Iglesia: su relación, más aún, su
identificación con Cristo. Para muchos, esta es una verdad no cono-
cida o prácticamente olvidada. No falta quien la interpreta como una
pretensión de la Iglesia de monopolizar la figura de Cristo, controlar
las interpretaciones y gestionar el patrimonio de imagen, de verdad,
de fascinación que representa Cristo.
En cambio, para el creyente éste es el punto fundamental: la Igle-
sia es continuación, morada, presencia actual de Cristo, lugar donde
Él dispensa la gracia, la verdad y la vida en el Espíritu. […]. Es jus-
tamente así. La Iglesia vive de la memoria de Jesús, medita repetida-
mente y estudia con todos los medios su palabra sacándole nuevos
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significados, vierte al rito su presencia en las celebraciones, trata de
proyectar la luz que se derrama desde su misterio sobre los aconte-
cimientos y sobre las concepciones de vida actuales y se comprome-
te a llevar adelante la misión de Cristo en su totalidad: anuncio del
Reino y transformación de las condiciones de vida menos humanas.
Sobre todo, Jesús es su Cabeza que atrae a cada miembro, los une
en un cuerpo visible e infunde energías en las comunidades».13
Si ésta es la verdadera realidad de la Iglesia, nos incumbe la ta-
rea de actuar de tal manera que los jóvenes la amen como madre
de su fe, que les hace crecer como hijos de Dios, que les permite
encontrar la vocación y misión, que los acompaña a lo largo del re-
corrido de la vida y que los espera para introducirlos en la casa del
Padre. Esto es lo que Don Bosco supo realizar de modo incompara-
ble en la educación y evangelización de sus muchachos en Valdocco.
Veamos qué podemos hacer nosotros hoy en relación a los jóvenes
que quieren ver a Cristo.
5.2. Método de la evangelización: caminar juntos
La razón por la que el episodio de Emaús resulta tan actual, estri-
ba en su contemporaneidad con nuestra situación espiritual. Es fácil
sentirse identificados con estos discípulos que vuelven a casa, antes
de la puesta del sol, cargados de conocimientos y de tristeza. En la
aventura de los dos discípulos de Emaús encontramos las etapas de-
cisivas que hay que recorrer, para rehacer, en la educación en la fe
de los jóvenes, la experiencia pascual que acompaña al nacimiento
de la vida en comunidad y del testimonio apostólico.
Punto de partida: ir a Jesús con las propias desilusiones
El punto de partida del viaje hacia Emaús no fue lo que había
sucedido en Jerusalén «en aquellos días», sino la íntima frustración
personal. Habían vivido junto a Jesús y la convivencia había des-
pertado en ellos las mejores esperanzas: parecía que «sería Él quien
liberaría a Israel» (Hch 24,19.21). En cambio, su muerte en cruz había
13   J. E. Vecchi, «Maestro, dove abiti?», NPG 1997, núm. 7 (octubre), p. 3.
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sepultado todas sus expectativas y su fe. Era más que lógico que
experimentaran el fallo, que, desilusionados, sintieran que habían
sido engañados. Hoy los jóvenes comparten pocas cosas con estos
discípulos; pero tal vez no tienen ninguna tan en común como la
frustración de sus sueños, el cansancio en la vida y el desencanto en
el discipulado. Seguir a Jesús, piensan con frecuencia, no vale la pe-
na: un ausente no tiene valor para su vida.
Es la hora de caminar hacia Emaús. En el camino, con sus angus-
tias, hay también la oportunidad de un encuentro con Jesús. Pero no
se debe caminar solos. Los jóvenes tienen necesidad de una Iglesia,
que, representando a Jesús, se acerque a sus problemas y a su des-
ánimo, que no sólo comparta con ellos el camino y la fatiga, sino
que converse con ellos, colocándose a su nivel, interesándose por
aquello que les preocupa, asumiendo sus incertidumbres. ¿Cómo
podrá la Familia Salesiana representar al Señor Resucitado, si no se
ocupa de ellos, si no se interroga sobre sus «alegrías y esperanzas»,
sobre sus «tristezas y angustias», en suma, si no se muestra preocu-
pada por sus cosas y por su vida?
D urante el camino:
desde saber muchas cosas sobre Jesús al dejarle hablar
En el camino, solamente el desconocido parecía no tener idea
alguna de lo acaecido en Jerusalén (Lc 24,17-24). Conocer muchas co-
sas sobre Jesús no llevó a los discípulos a reconocerlo; conocían el
kerigma, pero no habían llegado a la fe; sabían mucho sobre Él, pe-
ro no eran capaces de verlo; tenían tantas noticias sobre un muerto
que no lograban verle vivo. El desconocido debió emplearse a fondo
para hacerles comprender lo acaecido a la luz de Dios. Jesús se puso
a releer con ellos su vida, presentándola como cumplimiento de las
promesas. Para poderle reconocer debieron dejarle hablar.
Como Cristo, la Familia Salesiana debe renunciar a alimentar en
los jóvenes esperanzas inconsistentes, expectativas falsas; en cambio,
debe enseñar a aceptar lo que sucede en ellos y en torno a ellos,
ayudándoles a releer los acontecimientos a la luz de Dios, según su
Palabra. Si no los llevamos a la convicción de que todo lo que acon-
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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 406
tece es parte de un proyecto divino, fruto y prueba de un inmenso
amor, ¿cómo lograrán los jóvenes sentirse amados por Dios? Para lo-
grarlo, debemos convertirnos en compañeros suyos en la búsqueda
del sentido de la vida y en la búsqueda de Dios. He aquí un recorri-
do, todavía poco utilizado por la Iglesia, muy urgente para los jóve-
nes: sin conocer las Escrituras no se conoce a Cristo.14
Etapa decisiva: acoger a Jesús en la propia casa
Llegados a Emaús, los discípulos no habían conseguido todavía
el conocimiento personal de Jesús, no habían identificado al Resuci-
tado en el desconocido acompañante. En realidad, Emaús no fue la
meta del viaje, sino una etapa decisiva. Invitado a quedarse, todavía
desconocido, Jesús repite su gesto sin decir palabra. Entre los cre-
yentes, la praxis eucarística es signo de su presencia real. Los dos
de Emaús no reconocieron al Señor cuando junto con él recorrían el
camino y aprendían de Él a comprender el sentido de los aconteci-
mientos. Lo que Jesús no consiguió hacer con el acompañamiento,
con la conversación, con la interpretación de la Palabra de Dios, se
cumple con el gesto eucarístico.
Los ojos para contemplar al Resucitado se abren cuando Él repite
el gesto que mejor Le identifica (Lc 24,30-31). Cuando se parte el pan
en comunidad, Jesús sale del anonimato. «No se edifica comunidad
cristiana alguna si no tiene como raíz y quicio la celebración de la
eucaristía».15 Una educación en la fe que olvide u omita el encuentro
sacramental de los jóvenes con Cristo, no es el camino para encon-
trarlo. La eucaristía es y debe permanecer como «fuente y culmina-
ción de la evangelización»;16 es «la fuente y la culminación de la vida
cristiana».17
14   Cf. DV, 25.
15PO, 6.
16PO, 5.
17   LG, 11.
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«Los jóvenes, como nosotros, encuentran a Jesús en la comuni-
dad eclesial. Pero en la vida de ésta hay momentos en los que Él se
revela y se comunica de manera singular: son los sacramentos, en
particular la Reconciliación y la Eucaristía. Sin la experiencia que
se contiene en ellos, el conocimiento de Jesús resulta inadecuado y
escaso, hasta el punto de no consentir distinguirle entre los hombres
como el Salvador resucitado.
De hecho, hay quien, aún compartiendo la vida social y los idea-
les de la Iglesia, coloca a Jesús solamente entre los grandes sabios,
entre los genios religiosos; tal vez le considera como la realización
más alta de la humanidad, que influye sobre nosotros por la pro-
fundidad de su doctrina y por su ejemplo de vida. Pero falta la ex-
periencia personal del Resucitado, de su poder de dar la vida, de la
comunión en Él con el Padre.
Con razón se dice que los sacramentos son memoria viva de Je-
sús: de lo que Él cumple y realiza todavía hoy para nosotros, de lo
que significa para nuestra vida; por tanto, los sacramentos reavivan
nuestra fe en Él, y por esto le vemos mejor en nuestra existencia y
en los acontecimientos.
Son también revelación de lo que parece escondido en los plie-
gues de nuestra existencia; por su medio tomamos conciencia de
ello: en la Reconciliación descubrimos la bondad de Dios en el ori-
gen y como tejido de nuestra vida; a su luz valoramos su trascurso
e intentamos construirla de un modo nuevo. Son energía, gracia
transformadora porque comunican la vida de Cristo resucitado y nos
insertan en ella; nos dan conciencia no teórica, sino vivida, de su im-
portancia, dimensiones y posibilidades.
Son profecía, prenda de una promesa de comunión y felicidad
que nos ha sido hecha y en la que confiamos. En la Reconciliación
se nos abren los ojos y vemos lo que podemos llegar a ser según el
proyecto y el deseo de Dios; nos es dado otra vez el Espíritu que
nos purifica y renueva. Se ha dicho que es el sacramento de nuestro
futuro de hijos, más bien que de nuestro pasado de pecadores. En la
Eucaristía Cristo nos incorpora a su ofrecimiento al Padre y refuerza
nuestra donación a los hombres. Nos inspira el deseo y nos da la es-
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peranza de que ambas cosas, amor al Padre y a los Hermanos, sean
una gracia para todos y para todo: anunciamos su muerte, proclama-
mos su resurrección; ven, Señor Jesús».18
5.3. Motivación de la evangelización
La urgencia de evangelizar no es proselitismo, sino que expre-
sa la pasión por la salvación de los otros, la gloria de compartir la
experiencia de plenitud de vida en Jesús. Quien ha encontrado al
Señor, no puede permanecer en silencio: debe proclamarle. Quedar
callados sería darle de nuevo por muerto; ¡y Él vive! El sentido mi-
sionero encarna el mandato que Cristo dirige a los discípulos: «Seréis
mis testigos hasta los últimos confines de la tierra» (Hch 1,8).
Don Bosco hace suyo este mandato de Jesús desde el principio
de su Obra, llevando el Evangelio a los jóvenes más pobres. Dice,
hablando de la Congregación: «En su principio, esta Sociedad era un
simple catecismo».19 Inmediatamente después de la aprobación de
las Constituciones (1874), envió la primera expedición misionera a
América Latina el 11 de noviembre de 1875. Como Familia Salesiana
estamos invitados a ponernos en sintonía con la que es la inspira-
ción originaria de Don Bosco: la dimensión evangelizadora y misio-
nera de su vida y también de su carisma. Todo esto representa un
punto fundamental del testamento espiritual que él nos ha dejado.
La dimensión misionera está particularmente viva hoy, porque el
mundo ha vuelto a ser «tierra de misión». Por otra parte, hoy hay una
manera distinta de concebir la dimensión misionera, de realizar la
«missio ad gentes». Se realiza en el respeto de los diversos ambientes
culturales, en diálogo con las otras religiones y en la fermentación
de la cultura.20 Pero esto no nos exime de ser misioneros, más bien
nos compromete de manera aún más fuerte.
18   J. E. Vecchi, «Lo riconobbero nello spezzare il pane», NPG 1997, núm. 8 (nov.), pp. 3-4.
19MBe IX, 68.
20EN, 19.
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5.4. Repensar la pastoral
Si queremos evangelizar hoy, además de conceder la prioridad a
las urgencias de la evangelización, debemos renovar la pastoral. He
aquí algunas observaciones al respecto.
Centralidad de la persona de Jesucristo
La evangelización no tiene al Señor Jesús solamente como su con-
tenido; Él es también su sujeto principal. Efectivamente, Jesucristo no
propone un mensaje que pueda separarse de su persona, de modo
que sus palabras, sus acciones, sus vicisitudes terrenas puedan ser re-
ducidas a simples instrumentos comunicativos. Él mismo es el conteni-
do de su anuncio, porque Él es la Palabra viva y eficaz, en la que Dios
se comunica a los hombres. La fuente de toda obra de evangelización
está en el encuentro personal con Cristo. Obviamente, no se trata de
una simple exhortación parenética, sino de una clara indicación veri-
ficadora, que tiene consecuencias muy relevantes. Entre ellas, señalo
ante todo la exigencia de superar la ruptura entre contenido y método
de la evangelización y, en segundo lugar, la urgencia de mantener el
equilibrio entre partir de las demandas de los destinatarios y presen-
tarles sólo a Cristo y a todo Cristo. Esto nos exige verificar si nuestros
métodos pastorales son coherentes con la centralidad de la propuesta
de Jesucristo. Una metodología que pone exclusivamente en el centro
la escucha de la Palabra evapora la eficacia de la Palabra misma.
Testimonio de la comunidad evangelizada y evangelizadora
El testimonio es un elemento básico de la acción pastoral. La prio-
ridad del testimonio deriva coherentemente de la centralidad de la per-
sona de Jesucristo en la acción evangelizadora. Esta acción no nace pri-
mariamente de necesidades humanas a las que dar respuesta, sino del
encuentro con un misterio personal de gracia del que dar testimonio;
por tanto, no se despliega a partir de un vacío o de una carencia, sino
a partir de una plenitud de amor que se irradia y se comunica. Preci-
samente por esto, en el centro de la acción evangelizadora está la pre-
sencia testimonial de una comunidad que interpela las conciencias con
su modo de vivir y no hay allí simplemente un proyecto pastoral, en
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torno al cual recoger fuerzas más o menos homogéneas. Por esto, ad-
quiere un relieve particular la figura del evangelizador, que es antes de
nada un discípulo creyente y después un apóstol creíble; mejor dicho,
un apóstol creíble precisamente porque es ya un discípulo creyente.
Evangelización y educación
En la Familia Salesiana se percibe la exigencia de repensar la rela-
ción entre evangelización y educación, superando la inercia repetitiva
de fórmulas genéricas. A este respecto, el Capítulo General XXVI de
los Salesianos afirma: «En la tradición salesiana hemos expresado esta
relación de maneras diversas, por ejemplo, “honestos ciudadanos y
buenos cristianos» o “evangelizar educando y educar evangelizando”.
Advertimos la necesidad de proseguir la reflexión sobre esta delicada
relación. En todo caso, estamos convencidos de que la evangelización
propone a la educación un modelo de humanidad plenamente conse-
guida y de que la educación, cuando llega a tocar el corazón de los jó-
venes y desarrolla el sentido religioso de la vida, favorece y acompaña
la evangelización».21 El desarrollo de este trabajo encuentra un punto
de referencia en la nítida afirmación del mismo texto capitular, según
el cual hay que «salvaguardar juntamente la integridad del anuncio y
la gradualidad de la propuesta»,22 sin ceder a la tentación de transfor-
mar la gradualidad de los itinerarios pedagógicos en parcialidad selec-
tiva de la propuesta o en el retraso del anuncio explícito de Jesucristo,
imposibilitando así el encuentro personal con el Señor.
Evangelización en los diversos contextos
La evangelización requiere también prestar atención a los diver-
sos contextos. La urgencia de llevar el anuncio del Señor Resucitado
nos impulsa a enfrentarnos con situaciones que resuenan en nosotros
como apelación y preocupación: los pueblos todavía no evangeliza-
dos, el secularismo que amenaza a tierras de antigua tradición cristia-
21   CG26 SDB, núm. 25.
22Ibidem.
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na, el fenómeno de las migraciones, las nuevas y dramáticas formas
de pobreza y de violencia, la difusión de movimientos y de sectas.
Cada contexto presenta sus propios retos al anuncio del Evangelio.
Nos sentimos interpelados también por algunas circunstancias propi-
cias, como el diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural, la nue-
va sensibilidad por la paz, por la tutela de los derechos humanos y
por la custodia de la creación, por tantas expresiones de solidaridad
y de voluntariado. Estos elementos, reconocidos por las Exhortacio-
nes Apostólicas y siguiendo los Sínodos Continentales, nos compro-
meten a encontrar nuevos caminos para comunicar el Evangelio de
Jesucristo en el respeto y en la valoración de las culturas locales.
Atención a la familia
Hay que dedicar una atención particular a la familia, que es el
sujeto originario de la educación y el primer lugar de la evangeli-
zación. La Iglesia ha tomado conciencia de las graves dificultades
en las que se encuentra la familia y advierte la necesidad de ofrecer
ayudas extraordinarias para su formación, su desarrollo y el ejercicio
responsable de su tarea educativa. Por esto, también nosotros nos
sentimos llamados a actuar de manera que la pastoral juvenil esté
cada vez más abierta a la pastoral familiar. Durante el Capítulo Ge-
neral XXVI, nos decía el papa Benedicto XVI a nosotros Salesianos:
«En la educación de los jóvenes es extremadamente importante que
la familia sea un sujeto activo. Muchas veces se halla en dificultad
al afrontar los retos de la educación; muchas veces es incapaz de
ofrecer su específica contribución o está ausente. La predilección y
el compromiso en favor de los jóvenes, que son características del
carisma de Don Bosco, deben traducirse en un empeño de igual
magnitud por el desarrollo y la formación de las familias. Por tanto,
vuestra pastoral juvenil debe abrirse decididamente a la pastoral fa-
miliar. Cuidar las familias no es restar fuerzas al trabajo por los jóve-
nes, sino es hacerlo más duradero y más eficaz».23
23Benedicto XVI, Discurso de Su Santitad en la audiencia a los Capitulares, 31 de
marzo de 2008, en CG26, Anexo 5 p. 175. Editorial CCS 2008.
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5.5. Procesos que hay que activar para el cambio
Para afrontar las exigencias de la evangelización y para realizar
un nuevo planteamiento de la pastoral juvenil, es necesario convertir
mentalidades, modificar estructuras y activar algunos procesos de
cambio. Es necesario pasar:
— d e una mentalidad que privilegia los roles de gestión directa
a una mentalidad que privilegia la presencia evangelizadora
entre los jóvenes;
— d e una evangelización realizada a base de hechos sin conti-
nuidad a un itinerario sistemático e integral;
— d e una mentalidad individualista a un estilo comunitario que
compromete a jóvenes, familias y laicos en el anuncio de Jesu-
cristo;
— d e una actitud de autosuficiencia pastoral a compartir los pro-
yectos con las Iglesias Locales;
— d e la consideración de la eficacia de nuestra presencia en tér-
minos de estima de los otros a su valoración en términos de
fidelidad al Evangelio;
— d e una actitud de superioridad cultural a una acogida positiva
de las culturas diversas de la propia;
— d e considerar la Familia Salesiana solamente como una opor-
tunidad de encuentro, conocimiento e intercambio de expe-
riencias al compromiso de hacer de ella un verdadero movi-
miento apostólico en favor de los jóvenes.
Estoy convencido de que “para responder como discípulos del
Señor Jesús no tenemos otra alternativa que la vida teologal, una
intensa vida impregnada de fe, esperanza y caridad, vivida en pro-
fundidad, y la radicalidad de la vida evangélica, una vida luminosa
delineada por la obediencia, por la pobreza y por la castidad. ¡ésta
es nuestra profecía!
«Jesús nos ha enseñado y nos ha comunicado su Espíritu para
que pudiéramos ser sal de la tierra, luz del mundo, levadura de la
sociedad, llamados a iluminar e irradiar, a perseverar y dar sabor, a
hacer crecer y transformar.
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Todo esto implica:
— a sumir con creatividad y entusiasmo la nueva evangelización,
hasta alcanzar el alma de la cultura, especialmente la de los
jóvenes, nuestros destinatarios;
— recuperar la centralidad de Dios en la vida personal y co-
munitaria, asegurando un alto nivel de vida espiritual en la
comunidad y haciendo legible el testimonio comunitario del
seguimiento de Cristo;
— a postar por la creación de comunidades con genuino espíritu
de familia, ricas de valores humanos y completamente entre-
gadas al servicio de los jóvenes, especialmente de los más
pobres, necesitados, marginados, hasta hacer de ellas casa y
escuela de comunión;
— lograr insuflar un significado nuevo a la presencia salesiana
entre los jóvenes, realizando opciones carismáticas que nos
permitan compartir la vida con los jóvenes, creando una nue-
va modalidad de presencia más decididamente evangeliza-
dora, situándonos donde podamos ser más fecundos a nivel
pastoral, espiritual y vocacional».24
6. Como Don Miguel Rua, discípulo y apóstol
Quien relee la historia de la Congregación Salesiana, a los 150
años de su fundación y a los 100 años de la muerte de Don Rua, pri-
mer sucesor de Don Bosco, no puede por menos de reconocer que
nuestro carisma ha nacido de la misma misión de la Iglesia; que lo
que nos impulsa es la pasión pastoral que Don Bosco aprendió en
la escuela de Don Cafasso; en una palabra, que somos enviados por
Jesús a cumplir su mismo ministerio y su misma obra, pero con el
rostro sonriente de Don Bosco y con la determinación de Don Rua.
24  Pascual Chávez Villanueva, Al soplo del Espíritu. Identidad carismática y pasión
apostólica. Tanda de ejercicios espirituales a las Capitulares FMA, Editorial CCS, Ma-
drid 2009, pp. 27-28.
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6.1. «Fidelísimo»
Por eso no puedo dejar de hacer en este instante una alusión a
don Miguel Rua, modelo para nosotros de lo que significa, como Sa-
lesianos, ser discípulos y apóstoles. La celebración del centenario de
su muerte nos ofrece un estímulo para ser discípulos y apóstoles de
Jesús sobre las huellas de Don Bosco, de quien él ha sido el primer
sucesor.
Don Rua «ha sido el más fiel y, por ello, el más humilde y al mis-
mo tiempo el más valiente hijo de Don Bosco». Con estas palabras
esculpió Pablo VI para siempre la figura humana y espiritual de Don
Rua, el 29 de octubre de 1972, día de su beatificación. En aquella
homilía,25 pronunciada bajo la cúpula de San Pedro, el mismo Papa
retrató al nuevo Beato con palabras que definieron esta característi-
ca fundamental suya: la fidelidad. «Sucesor de Don Bosco, es decir,
continuador: hijo, discípulo, imitador… Ha hecho del ejemplo del
Santo una escuela, de su vida una historia, de su regla un espíritu,
de su santidad un tipo, un modelo; ha hecho de la fuente una co-
rriente, un río». Las palabras de Pablo VI elevaban a un altura supe-
rior la vicisitud terrena de este «grácil y consumado perfil de sacer-
dote». Esas palabras descubrían el diamante que había brillado en la
trama mansa y humilde de sus días.
Había comenzado un lejano día con un gesto extraño. Ocho
años, huérfano de padre, con una cinta negra en la chaquetilla, Mi-
guel había tendido la mano a Don Bosco para recibir una medallita.
En lugar de la medalla, Don Bosco le había entregado la mano iz-
quierda, mientras con la derecha hacía el gesto de cortársela por la
mitad. Y le repetía: «Tómala, Miguelito, tómala». Y ante aquellos ojos
maravillados, había dicho las palabras que serían el secreto de su
vida: «Nosotros haremos todo a medias». Así comenzó aquel formida-
ble trabajo conjunto entre el maestro santo y el discípulo que hacía
a medias con él todo y siempre. Miguel comenzaba a asimilar la ma-
nera de pensar y de comportarse de Don Bosco. «Me hacía más im-
25   AAS, LXIV, 1972, núm. 11, pp. 713-718.
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presión, dirá más tarde, observar a Don Bosco en sus acciones más
pequeñas, que leer y meditar cualquier libro devoto».26
6.2. Fidelidad fecunda
A la muerte de Don Bosco, más de un cardenal en Roma estaba
persuadido de que la Congregación Salesiana se disolvería rápida-
mente; Don Rua tenía 50 años. Era mejor enviar a Turín a un Comi-
sario pontificio que preparase la unión de los Salesianos con otra
Congregación de probada tradición. «Con gran prisa —testimonió
bajo juramento don Julio Barberis— monseñor Cagliero reunió el
Capítulo con alguno de los más ancianos y se redactó una carta al
Santo Padre en la que todos los Superiores y ancianos declararon
que todos de acuerdo aceptarían como superior a Don Rua, y no
sólo se someterían, sino que le aceptarían con gran alegría… El 11
de febrero el Santo Padre confirmaba y declaraba a Don Rua en el
cargo para doce años según las Constituciones».27
El papa León XIII había conocido a Don Rua y sabía que, bajo
su dirección, los Salesianos continuarían su misión. Y así sucedió.
Los Salesianos y las obras salesianas se multiplicaron como los pa-
nes y los peces entre las manos de Jesús. Don Bosco había fundado
64 obras; Don Rua las elevó a 341. A la muerte de Don Bosco, los
Salesianos eran 700; con Don Rua, en 22 años de dirección gene-
ral, llegaron a 4.000. Las misiones salesianas, que Don Bosco había
comenzado con tenacidad, se habían extendido durante su vida a
la Patagonia y a la Tierra del Fuego, a Uruguay y a Brasil; Don Rua
multiplicó el impulso misionero y los Salesianos misioneros alcan-
zaron Brasil, Colombia, Ecuador, México, China, India, Egipto y
Mozambique.
Para que la fidelidad a Don Bosco no disminuyese, Don Rua
no tuvo miedo a viajar a lo largo y a lo ancho. Toda su vida estuvo
constelada de viajes. Visitaba a sus Salesianos doquiera estuvieran,
26   A. Amadei, Il Servo di Dio Michele Rua, vol. I, SEI, Turín 1933, p. 30.
27Positio 54-55.
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les hablaba de Don Bosco, despertaba en ellos su espíritu, se infor-
maba paterna pero cuidadosamente de la vida de los Hermanos y de
las obras, y dejaba escritas directivas y avisos para que floreciese la
fidelidad a Don Bosco.
6.3. Fidelidad dinámica
En la misma homilía de beatificación, Pablo VI afirmó: «Detengá-
monos un momento en el aspecto característico de Don Rua, el as-
pecto que nos permite comprenderle… La prodigiosa fecundidad de
la Familia Salesiana ha tenido en Don Bosco el origen, en Don Rua
la continuidad. Este seguidor suyo ha servido a la Obra salesiana en
su virtualidad expansiva, la ha desarrollado con coherencia textual,
pero siempre con genial novedad».
Continúa Pablo VI: «¿Qué nos enseña Don Rua? A ser continua-
dores… La imitación del discípulo no es pasividad ni servilismo… La
educación es arte que guía la expansión lógica, pero libre y original
de las cualidades virtuales del alumno… Don Rua se califica como
el primer continuador del ejemplo y de la obra de Don Bosco… Nos
damos cuenta de que tenemos delante a un atleta de actividad apos-
tólica, que actúa siempre bajo la impronta de Don Bosco, pero con
dimensiones propias y crecientes… Nosotros damos gracias al Señor,
que ha querido ofrecer a su fatiga apostólica nuevos campos de tra-
bajo pastoral, que el impetuoso y desordenado desarrollo social ha
abierto ante la civilización cristiana».
Al leer, aunque sólo sea rápidamente, la impresionante cantidad
de las cartas de Don Rua, de sus circulares, los tomos que resumen
su obra de Sucesor de Don Bosco durante 22 años, se descubre de
manera imponente que lo que dice el Papa es verdadero: su fideli-
dad a Don Bosco no es estática, sino dinámica. Él capta con certeza
el fluir del tiempo y de las necesidades de la juventud, y sin miedo
dilata la Obra salesiana a nuevos campos.
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7. Sugerencias para concretar el Aguinaldo
Después de esta alusión a la figura de Don Rua, que tanto de-
sarrolló la Familia Salesiana, he aquí algunos pasos útiles para ac-
tuar de manera que los grupos de la Familia Salesiana se empeñen
juntos en llevar el Evangelio a los jóvenes. Esto se propone a cada
grupo de la Familia Salesiana, pero también a las Consultas locales e
inspectoriales de la misma Familia Salesiana.
7.1. Reflexionar en las Consultas locales e inspectoriales de la
Familia Salesiana sobre cómo asumir lo que está indicado en la sec-
ción 5.4, o sea, sobre cómo realizar un nuevo planteamiento pasto-
ral, de manera que resulten operativas las opciones referentes a la
centralidad de la propuesta de Jesucristo, el testimonio personal y
comunitario, la aportación recíproca de educación y evangelización,
la atención a la diversidad, el compromiso de las familias.
7.2. A partir de la Carta de la misión de la Familia Salesiana, in-
dividualizar en las Consultas locales e inspectoriales las modalidades
para realizar juntos experiencias de evangelización de los jóvenes,
promoviendo la «lectura espiritual y orante de la Sagrada Escritura»
también entre ellos y convirtiéndoles cada vez más en evangelizado-
res de su compañeros.
7.3. Suscitar la colaboración de la Familia Salesiana, en el nivel
inspectorial y local, para realizar las misiones juveniles, como forma
actualizada de anuncio y catequesis a los jóvenes, comprometiendo
a los mismos jóvenes como evangelizadores de los jóvenes.
7.4. Valorar las Exhortaciones Apostólicas como conclusión de
los Sínodos Continentales, para individualizar las prioridades y las
formas específicas del propio contexto para la evangelización de los
jóvenes. En el caso de América Latina, atenerse a la “Misión Conti-
nental” programada por la Asamblea de los Obispos celebrada en
Aparecida; en el caso de la Región África y Madagascar, seguir las
indicaciones del Sínodo de los Obispos de octubre de 2009.
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8. Conclusión
Como es costumbre, concluyo la presentación del Aguinaldo con
un relato, que esta vez nos es ofrecido por el comentario hecho por
Joseph Grünner, Inspector de Alemania, al cuadro de «Don Bosco
saltimbanqui», pintado por Sieger Köder, párroco emérito de la dió-
cesis de Rottenburg-Stuttgart y amigo de los Salesianos. En cuanto
vi ese cuadro, quedé fascinado por la representación tan potente y
sugestiva de nuestro querido fundador y padre.
Se trata de un verdadero icono». Como todos los iconos, la obra
ha de ser estudiada y apreciada en el conjunto, pero también en los
detalles. Deseo que su contemplación estimule a cada uno de noso-
tros a ser ardientes evangelizadores de los jóvenes, convencidos de
que en el Evangelio les damos el don más precioso, Cristo, el único
capaz de hacerles comprender el sentido de su existencia, de urgir-
les a realizar opciones comprometidas de vida y de convertirse ellos
mismos en apóstoles de los jóvenes.
Don Bosco evangelizador,
signo del amor de Dios a los jóvenes
Meditación sobre el cuadro de Don Bosco de Sieger Köder
«Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre»
(Lc 6,36)
Podría sorprender el modo de pintar a Don Bosco como ha sido
realizado por el artista sacerdote Sieger Köder. No le representa
según una de tantas fotografías existentes, por ejemplo, en medio
de sus jóvenes, o como «santo típico», sino que ese cuadro muestra
de verdad a Don Bosco como era y continúa siendo, nos revela
su ser más profundo. Así el cuadro se convierte en una bellísima
ilustración de lo que nuestro Padre describió, en la Carta de Ro-
ma de 1884, como centro del Sistema Preventivo.
Don Bosco: saltimbanqui entusiasmante
En el lado derecho, vemos a Don Bosco, vestido con la sotana y
teniendo detrás una cortina oscura que le sirve de bastidor. A los
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ojos de los espectadores su figura queda escondida; en cambio
ellos pueden ver los dos muñecos que tiene en alto. Su rostro nos
hace ver su concentración junto con su entusiasmo: sonríe, y,
naturalmente, está totalmente concentrado en su acción. Parece
que le gusta el entusiasmo de los espectadores.
Don Bosco: educador rico de ideas
Sabe fascinar a niños, jóvenes, adultos, para conquistarles con
juegos y diversiones, con medios y métodos sencillísimos, valién-
dose de la palabra o de la imprenta, comprometiéndose por ellos
con su creatividad y con su gran sensibilidad. Se sirve de todo
para conquistarles para la que considera la misión que le ha
sido confiada por la Providencia. Lo hace poniendo en el centro
“el mensaje”, del que sólo es mediador y no protagonista.
Don Bosco: catequista apasionado
En sus manos levantadas, Don Bosco tiene dos muñecos: uno re-
presenta al padre, el otro al hijo en los brazos del padre. Ambos
muñecos son un símbolo para su proyecto de vida: hacer com-
prender y experimentar, a los jóvenes pobres y abandonados y
a los cetos populares, el misterio del inmenso amor de Dios y de
su infinita misericordia hacia todos. El relato bíblico del padre
misericordioso, que no ha olvidado nunca en su corazón al hi-
jo pródigo, sino que ha esperado siempre su vuelta (Lc 15,11-32),
no es sólo el argumento de la representación realizada con los
muñecos, sino que es el tema dominante de toda la vida de Don
Bosco. El cuadro muestra el punto culminante del relato bíblico:
el padre misericordioso, vestido de fiesta, abraza al hijo pródigo
que acaba de volver, devolviéndole la dignidad y todos los dere-
chos que tenía antes y abriendo así perspectivas para su vida.
Don Bosco: padre misericordioso
Don Bosco no “hace” de padre como actor en un espectáculo,
sino que lo deviene y lo es en realidad, tomando como modelo al
padre del relato bíblico. En la parte inferior del cuadro, al lado
derecho de la cortina, Don Bosco está representado en actitud de
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proteger a uno de sus muchachos, y éste mira atentamente a Don
Bosco. Este muchacho está pintado del mismo color azul, como
el muñeco que representa al hijo pródigo; tal vez simboliza al
hermano mayor de la parábola, que no está todavía preparado y
dispuesto a acepar la misericordia del padre. Igualmente, es posi-
ble que represente a muchos jóvenes a los que Don Bosco ofreció
un espacio protegido, donde pudieran experimentar seguridad,
caridad, amor afectivo y efectivo, en contraste con todo lo que en
realidad experimentaban en las calles y en las cárceles.
Don Bosco con sus jóvenes
Los destinatarios de Don Bosco son niños y jóvenes, que siguen
atentamente lo que él hace. Por segunda vez, Don Bosco ha sido
representado al lado izquierdo del cuadro: estando en medio de
ellos y abrazándoles afectuosamente, como hace el padre mi-
sericordioso en el espectáculo. Los muchachos están totalmente
absortos ante lo que sucede en el tablado, escuchando el mensaje
y al mismo tiempo experimentando el efecto: con Don Bosco pue-
den sentirse a su gusto, aceptados tal como son. La caridad de
Don Bosco es sensible y se convierte en esperanza convincente.
Éste es el amor de «padre, hermano y amigo».
Don Bosco: anunciador en el mundo
El pintor ha situado el acontecimiento a cielo abierto, fuera de
los muros de la ciudad que se entrevé en el fondo. En su tiempo
Don Bosco penetró en el interior de la ciudad de Turín, giran-
do de un lado para otro por las calles y las plazas, para buscar
y encontrar a niños y a jóvenes. Entró en su mundo, iba a su
encuentro poniéndose en cierto sentido a su nivel, como es des-
crito en la Carta de Roma. Allí estaba su puesto preferido para
desarrollar su misión de pastor y de evangelizador: tomar a los
jóvenes en el lugar donde están, pero abriendo sus sentidos hacia
«lo alto» y encaminándoles hacia «el cielo». Por decirlo de alguna
manera, Don Bosco está con los pies en la tierra, en el mundo
real, y con las manos hacia el cielo; y jamás olvidó ni la una ni
el otro.
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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Don Bosco: testigo que invita
En la liturgia de la ordenación sacerdotal, el Obispo invita al
ordenando: «Ahora vive lo que anuncias». Es lo que Don Bosco
hizo durante toda su vida sacerdotal. Estaba convencido del
amor infinito e inquebrantable de Dios hacia los hombres, del
amor de Dios que está más dispuesto a perdonar y reconstruir lo
que es débil que a castigar. Don Bosco era un testigo convincente
con todo su ser y su actuar, en el patio y en taller, en la clase y en
la iglesia: testigo de la misericordia paterna del «buen Dios», que
jamás desespera del hombre, sino que le conduce desde la separa-
ción y el aislamiento a la vuelta «a su casa».
Esta pintura de Köder nos hace ver a un hombre que admirar,
pero es más bien una invitación de Don Bosco que nos dice:
«Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro Padre».
Queridos Hermanos, miembros de la Familia Salesiana, amigos
todos, como discípulos enamorados de Jesús y como testigos y após-
toles suyos convencidos y gozosos, llevemos a los jóvenes hasta Cris-
to y llevemos el Evangelio a los jóvenes.
Con afecto, en Don Bosco
Pascual Chávez Villanueva
Rector Mayor
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