COMENTARIO
DEL RECTOR MAYOR
Don ÁNGEL FERNÁNDEZ ARTIME
AL
AGUINALDO 2017
¡SOMOS FAMILIA!
Cada hogar,
escuela de vida y de amor
SUMARIO
¡SOMOS FAMILIA! 3
El tema del Aguinaldo 4
Invitación a una lectura reposada, serena y con corazón preparado para
el diálogo y el encuentro con la Exhortación Amoris Lætitia .... 5
INTRODUCCIÓN de la Amoris Lwtitia 6
Capítulo 1. LA FAMILIA A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS 6
Capítulo 2. LA REALIDAD Y LOS DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS 8
Capítulo 3. LA MIRADA PUESTA EN JESÚS: LA VOCACIÓN DE LA FAMILIA 9
Capítulo 4. EL AMOR EN EL MATRIMONIO 11
Capítulo 5. EL AMOR SE VUELVE FECUNDO 14
Capítulo 6. ALGUNAS PERSPECTIVAS PASTORALES 15
Capítulo 7. REFORZAR LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS 16
Capítulo 8. ACOMPAÑAR, DISCERNIR E INTEGRAR LA FRAGILIDAD 17
Capítulo 9. LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL Y FAMILIAR 18
Cada hogar, escuela de vida y amor. Nuestra contribución educativo pastoral 19
3.1. La familia, opción del Dios encarnado 19
3.2. Don Bosco, en familia pero sin un padre 20
3.3. Cercanos para ayudar a construir y restaurar 22
3.4. En la escuela de vida y amor que es la familia 27
3.5. Decisiva misión pastoral salesiana: ACOMPAÑAR y GENERAR PROCESOS 32
CONCLUSIÓN 38
Oración a la Sagrada Familia 39
SIGLAS
ACGActas del Consejo General
ALExhortación Apostólica Amoris Lwtitia
CCSEditorial CCS, (Central Catequística Salesiana)
FMAHijas de María Auxiliadora
GSGaudium et Spes, Constitución Pastoral del Vaticano II
LEVLibreria Editrice Vaticana
MBeMemorias Biográficas de san Juan Bosco (versión esp
PPCPropaganda Popular Católica (editorial)
SDBSalesianos de Don Bosco
Central Catequística Salesiana Alcalá, 166 / 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: GRAFISUR, S.L. (Leganés / Madrid)
COMENTARIO
DEL RECTOR MAYOR
AL AGUINALDO 2017
¡SOMOS FAMILIA!
Cada hogar, escuela de vida y de amor
El 1 de enero de 2006, mi predecesor, el P. Pascual Chávez Villanueva, nos daba como Aguinaldo «Y Jesús crecía en sabiduría, estatura y gracia» (Lc 2,52)1. Era una invitación del Rector Mayor a renovar el empeño en favor de la familia, recogiendo la invitación del papa Juan Pablo II a defender la vida por medio de la familia, y con ocasión, también, de los 150 años de la muerte de Mamá Margarita, madre de Don Bosco y verdadera mamá de los muchachos en el Oratorio de Valdocco.
Diez años después, me dirijo a toda nuestra Familia Salesiana en el mundo con este Aguinaldo que quiere centrar su atención en las familias de los más diversos contextos en los que estamos presentes. El tema viene sugerido, como no podría ser de otro modo, por la prioridad que la Iglesia está dando a la necesidad de prestar a las familias una atención pastoral siempre mayor y más adecuada.
Dos han sido los Sínodos —el Extraordinario del año 2014 y el Ordinario de 2015— que el papa Francisco ha querido dedicar a la reflexión sobre «La Familia», en continuidad con algunos elementos pastorales ya indicados por él en la Exhortación Apostólica Evangelú Gaudium (2013). A esos dos sínodos los ha seguido la Exhortación
1 Pascual CHÁVEZ, Carta del Rector Mayor: «Y Jesús crecía en sabiduría, estatura y gracia» (Lc 2,52), ACG 392, 3-54.
Apostólica Amoris Uætitia (la Alegría del Amor), firmada el 19 de marzo de este año 2016.
Pienso que este tiempo eclesial pide de nosotros, Familia Salesiana de Don Bosco, que demos prioridad en todo el mundo salesiano a la atención educativa pastoral que debemos prestar a las familias.
Como cada año, el Aguinaldo va dirigido a todos y cada uno de los miembros y grupos de la Familia Salesiana, con la intención de que tomemos una más viva conciencia de nuestra tarea y deber hacia las familias, y lo concretemos en el servicio y acompañamiento que cabe esperar de nosotros.
1. El tema del Aguinaldo
¡Somos Familia!
Cada hogar, escuela de vida y de amor
Al decir: «¡Somos Familia! Cada hogar escuela de vida y de amor», estamos diciendo, ya desde el inicio, que todos y cada uno de nosotros tenemos la experiencia de haber nacido en el seno de una familia, con la belleza y limitaciones de toda familia, cada cual en la nuestra; pero, en definitiva, hemos nacido en el seno de una familia, y estamos marcados por el hecho de ser familia, ese espacio en el que lo ideal es que cada uno de los hogares pueda ser escuela de vida y de amor, puesto que creemos que la familia es esa realidad humana concreta en la que se debería aprender el arte de la vida y del amor.
La familia, —las familias del mundo incluso en su diversidad—, están constituidas por personas que aman, que hablan y se comunican, que comparten y se sacrifican por los demás en el seno de la misma; personas que se defienden mutuamente y defienden la vida de los suyos.
Nos hemos construido como personas viviendo, por lo general, en familia, respirando el calor del hogar, recibiendo en el interior de la misma, de parte de nuestros padres, o de alguno de nuestros parientes, el nombre y la dignidad que este hecho lleva consigo. En la familia hemos experimentado los primeros afectos y hemos saboreado la intimidad
del ‘sentirse en casa’; en ella hemos aprendido a dar las gracias y a pedir perdón y permiso. Ciertamente sabemos que ni siquiera todos los niños y niñas que vienen a la vida pueden experimentar esto, pero aún en la diversidad de contextos y de culturas, creo que se podría decir que la mayor parte de nosotros hemos vivido esta realidad de familia.
¿Y qué tiene que ver nuestro ser Familia Salesiana con lo que se viene diciendo? Justamente que, ante todo, somos los destinatarios primeros de este mensaje por nuestra condición de Familia Salesiana de Don Bosco que tiene un fuerte sentido del vínculo que nos une como familia religiosa. Una familia que, en la diversidad de nuestros 31 grupos (Congregaciones, Institutos de Vida Consagrada, Asociaciones de Vida Apostólica, Asociaciones de fieles, etc.), a través de las constituciones, estatutos y reglamentos de todos, presenta el clima y el espíritu de familia como parte constitutiva de nuestro ser, de nuestra identidad, así como la referencia a la acción pastoral en la familia y con las familias.
Esto explica nuestro deber como Familia Salesiana, un deber que se concreta en que no podemos mirar en otra dirección distinta a aquella en la que está fuertemente implicada la Iglesia Universal, hoy bajo la guía del papa Francisco, y que pide de nosotros hacer una ‘lectura salesiana’ —como educadores que somos de niños, niñas, adolescentes y jóvenes—, de la realidad de las familias de hoy, para ofrecer nuestra humilde contribución.
2. Invitación a una lectura reposada, serena y con corazón preparado para el diálogo y
el encuentro con la Exhortación Amoris Lætitia
Desde este momento invito a todos a una lectura reposada, serena y con el corazón preparado para el diálogo y el encuentro con lo que la exhortación apostólica dice, de modo que nos ayude a descubrir lo que el documento nos ofrece y nos pide. Con mirada creyente y eclesial se percibe que la exhortación apostólica es un servicio a la humanidad y un verdadero tesoro espiritual y pastoral. Y nos implicamos en ello desde la conciencia de que “somos Familia Salesiana”.
La exhortación del papa Francisco está construida sobre la base del Magisterio de los papas, san Juan Pablo II y Benedicto XVI, y las dos Asambleas sinodales de 2014 y 2015 como ya he dicho. Resume, por tanto, la reflexión eclesial de muchos años pero introduce, al mismo tiempo, un cambio de tono, de lenguaje y de perspectiva que desde un plano canónico tiende a otro más pastoral. El Papa mismo dice que «debemos ser humildes y realistas en reconocer que a veces... hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, alejado de las situaciones concretas y de las efectivas posibilidades de las familias, así como estas son. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario»2.
INTRODUCCIÓN (núms. 1-7)
La Exhortación trata de la alegría del amor vivido en la familia y también del júbilo de la Iglesia ante esta realidad. Recoge, como ya se ha dicho, las contribuciones de dos Sínodos3 y pone en evidencia cómo la familia es una realidad polifacética, compleja y amplia en la que convergen los aspectos religioso, político, cultural, económico y jurídico. En este contexto amplio, todos estamos llamados a cuidar con amor la vida de las familias puesto que estas no son un problema, sino una oportunidad. Y podemos afirmar que a pesar de la situación de crisis por la que pasa la familia hoy, las nuevas generaciones siguen considerando la familia como su espacio más seguro y de acogida incondicional hacia ellos.
1. LA FAMILIA A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS
(Capítulo 1, núms. 8-30)
La familia está presente abundantemente en la Sagrada Escritura, desde las primeras páginas hasta el libro del Apocalipsis, y en lo que
2 Amoris Lætitia 36 (A partir de ahora AL).
3 El primer Sínodo sobre la familia, del 5 al 19 de octubre de 2014 (en el Vaticano). Tema: «Los desafíos pastorales sobre la familia en contexto de evangelización». El segundo Sino-do, del 4 al 25 de octubre de 2015 (en el Vaticano). Tema: «La vocación de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo». En estos Sínodos participaron obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y casados.
a ella se refiere, se habla de generaciones, de historias de amor, de crisis familiares, de violencia familiar. «El idilio presentado en el salmo 1284 no niega una realidad amarga que aparece también en las Sagradas Escrituras. Es la presencia del dolor, del mal, de la violencia que rompen la vida de las familias y su íntima comunión de vida y de amor»5.
En el centro del citado salmo se presenta una pareja formada por varón y mujer, con toda su historia de amor. «Dios creó al ser humano a su imagen, a su imagen Dios lo creó, hombre y mujer los creó» (Gén 1,27). Esta pareja que ama y genera vida es capaz de manifestar al Dios Creador y Salvador. Este amor fecundo es signo de la realidad íntima de Dios, porque Dios, en su misterio más íntimo, no es soledad sino familia.
La experiencia del sufrimiento y de la sangre en la familia
El sufrimiento, el mal, y la violencia en la familia son una realidad presente en ella desde sus orígenes, tal como narra la Sagrada Escritura. En la primera familia hay violencia fratricida entre los hermanos Caín y Abel, y grandes conflictos están presentes también en la familia de Abrahán, Isaac y Jacob, David, Salomón, Tobías, Job... En su enfermedad, se desahoga Job hablando de su familia de esta manera:
«Mis hermanos me abandonan, y mis parientes me tratan como extraño... mis familiares me olvidaron... mi mujer tiene asco de mi aliento, y mis hermanos tienen asco de mi olor... las personas más íntimas tienen horror de mí...» (Job 19, 13-19)6.
También en los Evangelios encontramos muchos dramas familiares y situaciones de dolor en las que Jesús estuvo presente: la enfermedad de la suegra de Pedro, la muerte de Lázaro, la muerte de la hija de Jairo, el drama de la viuda de Naím, la falta de vino en las bodas de Caná de Galilea... Esto ayuda a comprender que la familia que se presenta en
4 En el salmo 128 se lee: «Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien; tu mujer como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida; que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!» (Sal 128/127, 1-6).
5 AL 19.
6 La negrita es para resaltar los vínculos familiares.
la Biblia no es abstracta; en ella hay crisis, sufrimientos, tribulaciones, fragilidades, dolores, gritos...
Otro tanto se puede decir de las luces y sombras que iluminan, o bien oscurecen, la realidad de la familia y el trabajo como medio de sustento y elemento que genera felicidad o bien dolor y angustia.
2. LA REALIDAD Y LOS DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS
(Capítulo 2, núms. 31-57)
En este capítulo el papa Francisco presenta un vasto panorama de los problemas y desafíos que actualmente afectan a las familias, aunque sin pretender un análisis exhaustivo de una realidad social hoy tan compleja. En un contexto de profundos cambios culturales, estructurales y de estilo de vida que afectan profundamente a la familia, el Papa señala estas situaciones:
El individualismo, las tensiones internas, el estrés, la disminución del número de matrimonios, la convivencia sin aspecto legal;
La soledad, el narcisismo, la sexualidad vivida comercialmente, la comercialización del cuerpo, las separaciones, el divorcio, la caída demográfica, la mentalidad antinatalista;
Las nuevas configuraciones de familias, el avance de la biotecnología, la revolución sexual, la esterilización (femenina y masculina), el aborto, la disminución de la práctica religiosa;
La pobreza, la falta de habitaciones dignas, la falta de políticas adecuadas dirigidas hacia la familia, la precariedad en el trabajo;
La violencia doméstica, el terrorismo, la tóxico dependencia, la inseguridad económica, la dispersión de relaciones familiares, los resentimientos, el odio, las familias disfuncionales, el debilitamiento de los vínculos familiares;
La poligamia, la mutilación genital, la violencia verbal, física y sexual, el abuso sexual, la discriminación, el feminismo, el machismo, la carencia afectiva de los hijos, la ideología de género...
Pero aun existiendo estas situaciones difíciles, se confirma que el bien de la familia es fundamental para el bien del mundo y de la Iglesia.
Y por eso la familia debe ocupar el centro de la atención misionera de la Iglesia, reconociendo que la praxis pastoral no siempre ha sido esta. «Muchas veces —dice el Papa— hemos actuado a la defensiva y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad»7.
3. LA MIRADA PUESTA EN JESÚS: LA VOCACIÓN DE LA FAMILIA
(Capítulo 3. núms. 58-88)
Jesús dirigió su mirada a las mujeres y a los hombres de su tiempo: fue a su encuentro con amor y ternura, acompañando sus pasos con la verdad, la paciencia y la misericordia al anunciarles las exigencias del Reino de Dios, y nos acompaña hoy en nuestro compromiso de vivir y trasmitir el Evangelio.
Y ante las familias de hoy debe volver a resonar el primer anuncio, que es «lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo más necesario... porque no hay nada más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio»8.
Nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia debe necesariamente inspirarse y desarrollarse, dice el Papa, a la luz del primer anuncio, del anuncio de la ternura y del amor que viene del Evangelio; no es la simple defensa de una doctrina fría y sin vida. En el Evangelio Jesús retoma y realiza en plenitud el proyecto de vida del Padre en relación al matrimonio: recupera el don del matrimonio; propone la indisolubilidad y restaura el proyecto original de Dios sobre la familia y el matrimonio (cf. Mt 19,38).
Y el matrimonio cristiano como sacramento es visto en la Iglesia como expresión de la alianza del hijo de Dios con la naturaleza humana.
Sin embargo, no se ignora que frente a las situaciones difíciles en que se encuentran las familias heridas, es necesario tener en cuenta siempre el criterio del discernimiento. El grado de responsabilidad no
7 AL 38.
8 AL 58.
es igual en todos los casos; se requiere evitar juicios que no tomen en consideración lo complejo de cada situación, y es importante poner atención al modo como las personas viven y sufren a causa de su condición.
Un punto importante en este capítulo es la familia como transmisora de la vida. El matrimonio es considerado como una comunidad de vida en la que el amor conyugal entre hombre y mujer está ordenado también a la fecundidad. Los esposos, a quienes Dios no concedió tener hijos, pueden tener una vida llena de sentido (humana y cristianamente), procurando no permanecer encerrados en sí mismos. La familia es así santuario de la vida, espacio humano donde la vida es engendrada, cuidada y protegida en todas sus etapas.
Y esta dimensión esencial viene acompañada del desafío de la educación de los hijos.
Los padres son los responsables de la promoción y educación integral de sus hijos, y éste es un deber importantísimo y un derecho primario de los padres. Los estados y gobiernos de las naciones tienen la obligación de ofrecer un servicio educativo de manera subsidiaria, pero los padres tienen el derecho de escoger libremente el tipo de educación accesible y de calidad que quieran dar a sus hijos de acuerdo a sus convicciones; la escuela no puede sustituir a los padres, sino que ha de servir de complemento.
Lamentablemente hoy se abre un abismo entre las familias y la sociedad. La alianza entre sociedad y familia está en crisis, y en esta situación la Iglesia está llamada, más que nunca, a colaborar por medio de su acción pastoral especializada con los padres en su misión educativa.
En particular la familia cristiana, como Iglesia doméstica es quien ha de vivir desde el Evangelio y está llamada también a madurar la experiencia eclesial de comunión entre las personas: comunión, perdón, ternura, amor fraterno, oración...
4. EL AMOR EN EL MATRIMONIO
(Capítulo 4, núms. 89-164)
En este capítulo, el Papa presenta una visión teológica del amor en el matrimonio y en la familia comentando el himno al amor de la 1ª a los Corintios 13, 4-7, y subrayando algunas actitudes esenciales:
«El amor es paciente, el amor es compasivo, el amor es servicial, el amor no es envidioso, el amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y no guarda rencor. No se alegra con la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Perdura a pesar de todo, lo espera todo y lo soporta todo» (1 Cor 13,4-7).
La paciencia no es solamente soportar todo; es compatible también con no dejar que los otros nos maltraten, ni tolerar las agresiones físicas, ni permitir ser tratado como un objeto. La paciencia es un rasgo que define también al Dios de la Alianza. Él se manifiesta paciente a través de la misericordia y por lo mismo, para nosotros la paciencia ha de ser experiencia de compasión, así como dominio personal para no reaccionar con violencia ante la debilidad de los otros, no dejarse vencer por el mal, ni desanimarse en la práctica del bien.
También se trata en este capítulo de la actitud de servicio como una relación dinámica y creativa ante la necesidad de los otros, como ese amor bondadoso que busca el bien de los otros; un amor que es generoso, que hace el bien, puesto que el amor no es sólo un sentimiento sino la capacidad de hacer el bien.
Es alegrarse con el bien del otro puesto que en el amor no hay espacio para el disgusto en relación al otro. El verdadero amor aprecia el éxito ajeno, no lo siente como una amenaza y valora sinceramente a cada ser humano y le reconoce su derecho a la felicidad. La envidia, en cambio, es ante todo tristeza ante el bien ajeno y desinterés por la felicidad de los demás.
En esta enumeración de actitudes vitales evangélicas se hace referencia también al orgullo que, sin duda, no encaja con el amor puesto que el orgullo es deseo de gloria y se considera superior a los demás. El amor, en cambio, no se engrandece ante los otros, es atento,
construye, comprende, cuida, protege y está atento a los débiles; los arrogantes, llega a decir el Papa, son insoportables.
Para un verdadero encuentro con el otro es necesaria la amabilidad, ofrecer una mirada amable. El amor es amable y por eso genera vínculos nuevos, cultiva lazos, crea nuevas redes de integración, construye un tejido social firme. La persona que ama es capaz de decir una palabra de ánimo que reconforta, fortalece, consuela y estimula. Jesús era así, Él animaba a las personas... Les decía: «Ánimo, tus pecados quedan perdonados» (Mt 9,2); «¡Qué grande es tu fe!» (Mt 5,28); «Levántate» (Mc 5,41); «Vete en paz» (Lc 7,50); «No tengas miedo» (Mt 14,27); daba palabras de aliento, de esperanza a las personas... Y en nuestras familias podemos aprender mucho con el lenguaje y sobre todo con las actitudes amables de Jesús.
El desprendimiento es otro de los rasgos del amor. Para amar a los demás es necesario amarse a sí mismo, pero el amor no busca los propios intereses: «No cuides solo lo que es tuyo, sino también lo que es de los otros» (Flp 2,4).
La práctica del perdón significa, a su vez, no tomar en cuenta lo malo; se trata de asumir una actitud positiva que intenta comprender la debilidad ajena y buscar una disculpa ante esa debilidad; así lo hizo Jesús: «Padre perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Por eso para poder perdonar tenemos que pasar por una experiencia liberadora; necesitamos sentirnos abrazados por el amor incondicional de Dios... que ama sin límites.
El amor se alegra con los demás, se alegra con la verdad, se alegra con el bien del otro, reconociendo su dignidad, sus buenas obras. El amor se entrega, se arriesga... ya que «Dios ama a quien da con alegría» (2 Cor 9,7) y «hay más felicidad en dar que en recibir» (Hch 20,35).
El amor lo disculpa todo, cree todo, espera todo, soporta todo...; es ahí donde se muestra con vigor el dinamismo contrastante del amor, capaz de afrontar cualquier cosa; el amor no daña la imagen del otro, no descarga malos sentimientos. El amor recibe a quien le incomoda, convive con lo imperfecto, disculpa y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado.
Pensando en los esposos, estos deben aprender a hablar bien del otro, mostrar más la cualidades del otro y no evidenciar tanto sus debilidades, dice el Papa. Esto requiere cuidar la lengua puesto que a veces la lengua está llena de veneno mortal (cf. Sant 3,6-8).
El amor confía, no busca controlar al otro, ni seguir minuciosamente sus pasos, para evitar que «se escape de mis brazos»; deja libertad, renuncia a controlar todo, a poseer y dominar al otro. El amor abre espacios para la autonomía, para la apertura y experiencia de libertad, puesto que donde no hay amor no hay libertad.
Y el amor espera todo. Por eso es importante creer que el otro puede cambiar, mejorar y siempre esperar que será posible madurar, así como creer en sus potencialidades.
El amor santificado por el sacramento del matrimonio, o «caridad conyugal» es dinámico y crece constantemente bajo el impulso de la Gracia (puesto que es Dios quien santifica); y si este amor no crece, empieza a correr peligro. Hemos dicho que el crecimiento en la caridad conyugal es posible a través de la Gracia divina, pero también con la ayuda del esfuerzo humano, del silencio interior, de la escucha del corazón, del desapego, del diálogo, de la oración, de la educación de las propias emociones (superación de los descontroles y de la obsesión), del hábito de darle real importancia al otro, no subestimando sus reclamos y sus deseos.
Como colofón de este capítulo el papa Francisco se refiere también al celibato y la virginidad por el Reino. Afirma que el amor también se expresa de diversos modos y estilos de vida, de acuerdo con las diversas vocaciones; entre otras, el celibato y la virginidad por el Reino como forma de amor, como don de Dios (cf. 1 Cor 7,7).
Y no hay superioridad ni inferioridad entre las diversas vocaciones. Matrimonio y celibato son dos vocaciones complementarias.
5. EL AMOR QUE SE VUELVE FECUNDO
(Capítulo 5, núms. 165-198)
El amor siempre está abierto a acoger una nueva vida, siempre da vida, y la familia es el lugar donde se genera vida, donde ésta se recibe y desarrolla. Cada nueva vida llega como un regalo de Dios, como signo del amor gratuito de Dios.
Afirma el Papa que la mujer participa «del misterio de la creación que se renueva en la generación humana»9 y es por eso que la maternidad es una colaboración con Dios en el milagro de cada nueva vida humana. Se dice en la Sagrada Escritura:
«Tú me tejiste en el seno de mi madre» (Sal 139,13);
«Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jer 1,5).
Y el Papa, con verdadero corazón de Padre y Pastor llegar a decir: «A cada mujer embarazada le quiero pedir afectuosamente: cuida tu alegría, que nada te quite la alegría interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, y los comentarios de otros o los problemas apaguen la felicidad de ser instrumento de Dios en el traer al mundo una nueva vida»10.
Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre; ambos son necesarios para su madurez integral y armoniosa, y respetar la dignidad de un niño significa afirmar su necesidad y su derecho natural de tener un papá y una mamá, colaboradores del amor de Dios. Juntos, papá y mamá enseñan el valor de la reciprocidad, del encuentro de seres diferentes, donde cada uno colabora con su propia identidad, paterna y materna, masculina y femenina, para el armónico desarrollo de la criatura.
Hoy notamos, dice el Papa, que muchos niños y jóvenes sienten la ausencia de sus papás: hay vacíos de presencia materna y crisis de paternidad. Y en particular, ante situaciones difíciles como la de la
9 Juan PABLO II, Catequesis (12 de marzo de 1980), 3: L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 16 de marzo de 1980, p. 3.
10 AL 170.
llamada crisis de paternidad, «las madres son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo egoísta... Son ellas quienes testimonian la belleza de la vida»11. Sin duda, una sociedad sin mamás sería una sociedad inhumana, porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza moral.
Por último se habla de la familia ampliada. La maternidad no es una realidad exclusivamente biológica, sino que se expresa de formas diversas, como por ejemplo la adopción. Adoptar es un acto de amor y de esta f fecundidad del amor se extiende, se alarga.
6. ALGUNAS PERSPECTIVAS PASTORALES
(Capítulo 6, núms. 199-258)
No se trata aquí de presentar normas, sino de estar atentos a las expectativas más profundas de la persona humana y proponer valores. Es necesaria una evangelización que denuncie los desafíos y los condicionamientos culturales, sociales, políticos y económicos de la actualidad. Es necesaria una pastoral en diálogo y cooperación con las estructuras sociales, de manera que impulsen y apoyen a los laicos en el ámbito cultural y socio-político. El aporte de la Iglesia para con la familia pasa por la pastoral familiar y una mejor formación de presbíteros, de religiosos y religiosas, y de agentes laicos.
En este camino pastoral es necesario ayudar a los jóvenes a descubrir el valor y la riqueza del matrimonio a través del proceso de preparación de los novios ayudando al crecimiento genuino en el amor interpersonal. Los novios necesitan ser acompañados en el proceso de preparación para que asuman el matrimonio como una vocación, como un proceso de maduración en el amor.
Se debe asegurar también una rica preparación de la celebración del matrimonio y el acompañamiento en los primeros años de vida matrimonial. De igual modo se deben acompañar la paternidad y maternidad, que deben ser decisiones responsables y presuponen la formación de la conciencia de los esposos.
11 AL 174.
7. REFORZAR LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
(Capítulo 7, núms. 259-290)
Los papás influyen siempre, para bien o para mal, en el desarrollo moral de sus hijos, y esa misión educadora de la familia es importante y compleja. La familia no puede renunciar a ser un lugar privilegiado de apoyo, acompañamiento y guía de sus hijos. El abandono nunca es solución. Educar, por el contrario, es generar procesos de maduración de la libertad; educar es promover un crecimiento integral y cultivar una auténtica y verdadera autonomía. La educación de los hijos conlleva la tarea de promover la libertad responsable para enfrentar las encrucijadas de la vida con sabiduría, seguridad e inteligencia.
A los papás les corresponde también promover la formación ética de sus hijos ya que esta no puede ser delegada, ni entregada a terceros. Esta formación moral debe llevarse a cabo con métodos positivos, y diálogo que toma en cuenta la sensibilidad de los hijos. Esta educación ético-moral supone también mostrar a la persona lo que le es más conveniente siempre: la búsqueda del bien. Ha de favorecer los buenos hábitos y cultivar esa libertad responsable que llega a garantizar una autonomía madura.
Tampoco se puede dejar de lado la educación sexual, y debe llegar en el momento apropiado. Una educación sexual que incluya el respeto y la valoración de las diferencias, que ayude a los jóvenes a aceptar el propio cuerpo en su singularidad. Ser masculino y femenino no es cuestión puramente biológica o genética, puesto que la diferencia sexual conlleva otros múltiples elementos... La diferencia sexual (ser masculino o femenino) es, en definitiva, obra de Dios.
Finalmente no hay que olvidar que los padres también tienen la responsabilidad de la trasmisión de la fe a sus hijos; la familia debe continuar siendo el lugar donde se enseñan las razones y la belleza de la fe. La trasmisión de la misma presupone que los papás vivan una experiencia real de confianza en Dios, que busquen y necesiten a Dios y los niños necesitarán signos, gestos, historias... Es fundamental que los hijos vean de manera concreta la experiencia de fe y de oración de sus padres.
8. ACOMPAÑAR, DISCERNIR
E INTEGRAR LA FRAGILIDAD
(Capítulo 8, núms. 291-312)
La Iglesia debe acompañar infundiendo en las familias la confianza y la esperanza. Pero también hay familias heridas, y por eso, muchas veces, el trabajo de la Iglesia es semejante al de un hospital en campaña. Será necesario usar la ley de la gradualidad en la acción pastoral; en la actualidad es grande la falta de consciencia matrimonial, el desconocimiento del valor del compromiso. Por eso, para promover el matrimonio cristiano será necesaria una pastoral misericordiosa, alentadora, de diálogo, de discernimiento...
El Papa hace notar cómo hoy muchos jóvenes y adultos prefieren una simple convivencia, llevados por una mentalidad muy generalizada, pero es necesario afrontar la situación de forma constructiva, un seguimiento y acompañamiento paciente y delicado, como hizo Jesús con la mujer samaritana.
En esta parte de la Exhortación Apostólica el Papa aborda el importante y delicado tema del discernimiento de situaciones, un tema que requiere lectura atenta y profundización. En sus asambleas los Padres sinodales se refirieron a las diversas situaciones de fragilidad e imperfección en que viven muchas familias; el camino de la Iglesia no ha de ser el de la condena de las personas. Es necesario tomar en consideración la complejidad de las situaciones. Nadie debe ser condenado... Somos llamados a usar la pedagogía divina evitando toda ocasión de escándalo. A los sacerdotes y agentes de pastoral corresponde, en general, acompañar, promover el discernimiento comprendiendo el grado de responsabilidad que no es igual para todos, y la lógica de la misión deberá ser la de la misericordia pastoral. Será necesario acompañar con misericordia y paciencia las diversas etapas de crecimiento de las personas.
9. LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL Y FAMILIAR
(Capítulo 9, núms. 313-325)
El amor tiene matices diferentes, según el estado de vida al que cada uno es llamado. La espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo alimentado por el amor divino, y la comunión familiar se vive como camino de santificación en la vida diaria: «Quien ama al otro, permanece en Dios» (Jn 4,12).
Cuando la familia se concentra en Cristo, Él unifica e ilumina toda la vida familiar, con sus problemas y sufrimientos; así se evita toda ruptura y la oración en familia es un medio privilegiado para expresar y reforzar la fe pascual.
Espiritualidad del amor exclusivo. En el matrimonio, los esposos viven el sentido de pertenecer plenamente a una única persona, asumiendo el desafío y el anhelo de envejecer juntos y, por eso, renovando cada día ante Dios esta decisión de fidelidad, pase lo que pase a lo largo de los días. En esta alianza cada cónyuge se hace signo e instrumento de la cercanía del Señor: «Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20).
Espiritualidad de la disponibilidad y del consuelo. Los esposos cristianos son colaboradores de la gracia y testigos de la fe el uno para el otro. Dios invita a los esposos a generar y cuidar toda la vida de la familia y la persona amada merece toda atención; en ellas Jesús es modelo: cuando se le acercaba alguien para hablarle, Jesús lo miraba con amor (cf. Mc 10,21); despertaba en el otro la alegría de sentirse amado.
Somos conscientes de que ninguna familia es una realidad perfecta y por eso se requiere una progresiva madurez en la capacidad de amar. Cada familia debe vivir constantemente con un estímulo positivo: Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos propone es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a la búsqueda de la plenitud del amor y de comunión que se nos ha prometido.
3. Cada hogar, escuela de vida y amor. Nuestra contribución educativo pastoral
3.1. La familia, opción del Dios encarnado12
«Dios se eligió una madre, para nacer hombre, y una familia, para llegar a crecer y madurar como tal. Este es el dato de fe que un cristiano no puede obviar cuando reflexione sobre la familia», escribe el profesor Juan José Bartolomé. La confesión de la encarnación de Dios, como expresa el catecismo de la Iglesia Católica, es el signo distintivo de la fe cristiana. Indudablemente, si el motivo de nuestra salvación fue el amor que Dios nos tiene, la encarnación fue el modo de su realización.
Pero hay algo más en este hecho que atrae fuertemente nuestra atención. La decisión de Dios de asumir en el Hijo la condición humana pasa a través de dos hechos muy significativos: nacer de una mujer, haciéndose hijo de María Virgen, y que nació en familia, es decir, buscó una familia en la que nacer y crecer como ser humano. Algo que conocemos bien y que toca muy de cerca nuestra sensibilidad es el hecho de que Dios se hizo «hijo» anunciando a sus padres su propio nacimiento y convenciéndoles para que dieran su asentimiento, su sí.
En el caso de María, ella es agraciada antes de llegar a ser madre. El hijo ya está pensado por Dios, antes de poder ser deseado por su madre. Y María ni tan siquiera pide una señal para creer. Dios le propone un plan para el que no se siente capacitada. La virgen concebirá el hijo, que no es fruto de una vida matrimonial previa (Lc 1,35).
En el caso de José, Dios le descubre su plan —a diferencia de lo realizado con María—, no mediante un diálogo (Lc 1,28), sino durante un sueño (Mt 1,18.24). José «sueña» lo que Dios quiere de él después del fuerte contraste que le produce la irrupción de Dios en su matrimonio: lo concebido en ella es obra del Espíritu (Mt 1,18.20). Y Dios, que le ha «usurpado» su paternidad sin su conocimiento y sin su permiso, le pide ahora que acepte este hecho.
12 Este es el título de un trabajo del profesor Juan José Bartolomé para las Jornadas de Familia Salesiana sobre la familia de enero de 2006, pero que no ha sido publicado. El contenido de lo que escribo en este apartado está inspirado en gran medida en este trabajo.
Ambos, tanto María como José, de manera diferente en cada uno puesto que diversas eran sus responsabilidades y funciones dentro de la familia, tuvieron que pagar un precio por ser familia de Dios, tanto en la infancia y adolescencia de Jesús como en su ministerio público, en un camino no exento de muchas dificultades, realidad esta que acerca más todavía a la familia de Nazaret al lado de las familias de ayer y de hoy, a las familias de todos los tiempos.
La voluntad salvífica de Dios, es decir que Dios quisiera salvarnos, le «obligó» a volverse semejante a nosotros. Aprendió a ser humano como nosotros, aprendiendo a madurar en el seno de una familia, «cuna de la vida y del amor en la que el hombre ‘nace’ y ‘crece’»13. Podemos decir con certeza que fue una familia la que humanizó al Hijo de Dios y esta realidad da a la familia un valor sagrado excepcional.
3.2. Don Bosco, en familia pero sin un padre
«No tenía aún dos años, cuando Dios misericordioso nos hirió con una grave desgracia. Un día, mi querido padre —en la flor de la edad, pleno de robustez y muy deseoso de educar cristianamente a sus hijos—, al volver del trabajo a casa empapado en sudor, entró incautamente en la bodega, subterránea y fría. Por causa del enfriamiento sufrido, al atardecer, se le manifestó una fiebre alta, precursora de un fuerte constipado. Todos los cuidados resultaron inútiles y, en pocos días, se encontró al final de la vida. Confortado con todos los auxilios de la religión y después de recomendar a mi madre la confianza en Dios, expiraba el 12 de mayo de 181714 a la edad de treinta y cuatro años.
No sé qué fue de mí en aquella luctuosa circunstancia. Solo recuerdo, y es el primer hecho de la vida del que guardo memoria, que todos salían de la habitación del difunto, en tanto que yo quería permanecer en ella a toda costa.
—Ven, Juan, ven conmigo, repetía mi afligida madre. —Si no viene papá, no quiero ir, respondí yo.
13 Christifideles Laici, 40.
14 Exactamente, dicen los estudios críticos, murió el 11 de mayo de 1817.
— Pobre hijo mío, añadió mi madre, ven conmigo, tú ya no tienes padre»15.
De esta manera nos cuenta el mismo Don Bosco, 56 años después, este momento de su vida. Aún con lo sobrio que es Don Bosco hablando de sí mismo y en particular para expresar sus sentimientos, deja patente en esas líneas sus lágrimas, la incapacidad, como niño muy pequeño que era, de comprender lo que acontecía al percibir que su papá no se movía ni le respondía, y el llanto de su madre, ya viuda, a quien la vida le cambia por completo desde aquel día.
Más allá de que el recuerdo de ese momento fuese vivo en Don Bosco o poco verosímil como dice un autor 16, siendo —según él—, más probable que sea un recuerdo de lo que los adultos le hayan contado siendo niño, Don Bosco nos habla de la nueva situación en la que su familia deja de ser como tantas familias «normales», y tiene que aprender a crecer y madurar sin la figura de un padre, y con la figura de una madre que, ciertamente, demostró unas dotes excepcionales, como se desprende de todo lo que con gran parquedad va narrando Don Bosco. La gran talla humana y cristiana de esta mujer campesina, viuda y madre, con una familia de cinco personas; una mujer que rechazó la propuesta de un segundo matrimonio muy ventajoso para ella y con el cual los tres hijos serían confiados a un buen tutor que se ocuparía cuidadosamente de ellos: «El tutor, respondió la generosa mujer, es un amigo; yo soy la madre. No los abandonaré nunca, aunque me ofrezcan todo el oro del mundo»17.
Y Don Bosco nos cuenta cómo su madre se preocupó de «instruirlos en la religión», enseñándoles a obedecer y ocuparlos en «cosas propias de su edad». Esto nos habla de cómo la familia que tuvo Juanito Bosco,
15 Instituto Histórico Salesiano, Fuentes Salesianas. Don Bosco y su obra. Editorial CCS, Madrid, 2015, 1059-1060.
16 «Don Bosco hace aparecer de nuevo su más lejano recuerdo de la muerte de su padre; esto es poco verosimil porque esto acontece cuando el pequeño Juan tenía solamente dos años. Es probable que él haya recordado cuanto los adultos del círculo familiar evocaron en los años sucesivos». Citado en Giacomo Dacquino, Psicología de Don Bosco, Editorial CCS, Madrid 2013, pág. 21.
17 Instituto Histórico Salesiano, o.c. 1061.
golpeado por la orfandad, contó con el amor profundo de una madre que les entregó con plena dedicación su vida; una madre que fue para ellos la primera y más importante catequista; mujer que les enseñó a ser responsables, trabajadores y honrados, a ser caritativos con quienes eras más pobres que ellos; una madre que hace todo lo posible para que su hijo pueda seguir su vocación, su llamada al sacerdocio, a pesar de tantas dificultades y apuros.
Habiéndome centrado en Don Bosco, me parece oportuno citar a otra gran mujer y santa de nuestra Familia Salesiana que ha estado también muy «marcada» por la realidad de su familia, diferente en algún aspecto de la de Don Bosco. Aún en la pobreza de campesinos sencillos, la infancia y familia de María Dominica Mazzarello fue diversa. Ella no creció sin padre y fue la primera de un numeroso grupo de hermanos. No tuvo tampoco que salir de su Mornese natal durante toda su infancia y juventud. Y sí tuvo, sin duda, el mismo clima de piedad. En definitiva otro modelo de familia que marcó decisivamente la personalidad de María Mazzarello.
3.3. Cercanos para ayudar a construir y restaurar
Me he referido anteriormente a la familia de Jesús de Nazaret (El Señor), y a la familia de Don Bosco y de Madre Mazzarello para hacer notar la importancia y trascendencia de la familia en sus vidas. Y no me cabe duda que la mayoría de nosotros al leer estas páginas nos remontaremos de alguna manera a nuestra propia experiencia familiar, la que cada uno hemos tenido.
Una realidad cada vez más compleja
Es un hecho que la familia, por más contradictoria y controvertida que pueda ser su realidad en el presente, sigue siendo la estructura originaria de la cultura humana18. Se remonta a los comienzos mismos de la humanidad y se halla presente en todas las culturas conocidas, ciertamente con todo tipo de configuración y modelos.
18 Walter KASPER, El futuro de la familia desde la perspectiva cristiana, en Georges Augustin (ed), El matrimonio y la familia. Sal Terrae, Santander, 2014, 146.
Normalmente, la mayoría de los niños y jóvenes crecen, todavía hoy, en una familia y es en ella donde reciben una impronta que será decisiva en sus vidas. Pero no se puede ignorar, y menos aún negar, que la familia, como estructura originaria a la que se hacía referencia anteriormente viene experimentando una profunda transformación y crisis. Las causas y explicación de estos cambios son de lo más diverso y complejo.
Ya vimos la abundante lista de situaciones y desafíos que el papa Francisco elenca entre los números 31 y 57 de la Exhortación Apostólica. Otros autores señalan algunos más, si bien todos apuntan en una dirección muy similar19: las situaciones de miseria, indignas de un ser humano, que hacen imposible una vida ordenada en familia; los movimientos migratorios que fragmentan y dividen a tantas familias; las largas ausencias de la familia por parte de alguno de los padres por motivos profesionales.
Hay condiciones económicas que dificultan la convivencia y la cohesión familiar; y los factores económicos son los que, muchas veces, determinan los valores de las mismas familias, el proyecto familiar, las condiciones de bienestar que se anteponen como condición previa a la paternidad y maternidad; mecanismos sociales, en definitiva, de una gran fuerza y en los que todos, de una manera u otra, nos vemos influenciados.
A esto se añade la crisis antropológica generada por modelos de liberación que no se pueden ignorar. Hechos como la promoción de una «cultura» ajena a la familia que aboca por una minusvaloración social de la misma y por la «normalización», y a veces exaltación, de la infidelidad conyugal; la renuncia a la paternidad o maternidad como liberación personal; la asimilación de la idea del hijo como competidor, o incluso obstáculo, para un mayor bienestar económico; el clima cada vez más extendido y promovido de la irrelevancia social de la familia.
19 Cf. Walter KAsPER, o.c. 146-147. Cf. Reinhard MARX, No te despreocupes de tus parientes, en Georges Augustin, o.c. 164-174. Cf. Christoph sCHóNBORN, Cinco recordatorios... en Georges Augustin, o.c. 216-218. Cf. Pascual CHÁvEZ, «Y Jesús crecía en sabiduría, estatura y gracia», 8-13. Cf. David LE BRETON-Daniel MARCELLI (de), Dizionario dell’adolescenza e della giovinezza, LAS, Roma, 289-292.
Por último cabría referirse al complejo mapa de los llamados tipos de familia. Hoy se puede hablar de nuevas unidades familiares, «familias recompuestas=20, como fenómeno emergente a causa del aumento de hijos «naturales=, el aumento de divorcios, el cambio de pareja para la convivencia... Fenómenos todos ellos que hacen emerger no sólo otras formas diferentes de familia (monoparentales, recompuestas, homoparentales), sino también modos de convivencia según otras modalidades: matrimonio, unión libre, pacto civil de solidaridad, etc. Para hacernos una idea más precisa de la complejidad de esta situación en alguna parte del mundo les hago notar a modo de ejemplo lo siguiente: una familia recompuesta es, por definición, aquella que comprende a uno de los progenitores, al hijo o hijos de una primera unión y el compañero o compañera de este genitor. Pues bien esta es una definición mínima puesto que las posibilidades de este modelo supone que existen tipos de núcleos familiares muy diversos y numerosos. La socióloga Irène Théry ha llegado a individuar (ya en el 1993), 25 tipos diferentes de composiciones familiares recompuestas21.
Puede decirse que esto nos hace pensar en una realidad, como es la de la institución familiar, cada vez más compleja, sin olvidar que la diversidad cultural en los cinco continentes añade otros muchos elementos a esta complejidad ya señalada. Ante esta realidad, nos preguntamos si podemos hacer algo en favor de las familias como educadores, educadoras, pastores y evangelizadores.
La «empatía» como primera respuesta humana
Es en estos contextos donde cabría esperar de nosotros empatía ante el dolor y la fragilidad; una empatía que tiene mucho que ver con una característica muy nuestra: el espíritu de familia.
Por empatía se entiende esa habilidad cognitiva de las personas para comprender el universo emocional de otras. Permite percibir los sentimientos de otras personas y conduce a una mejor comprensión de
20 Cf. David LE BRETON-Daniel MARCELLI, o.c. 290-291.
21 Cf. Ibíd. 291.
sus acciones y de la manera de decidir sobre determinadas cuestiones. La empatía permite ubicarse, en cierto modo, en la situación que viven otras personas.
Permite, como educadores y evangelizadores de los muchachos, muchachas y jóvenes, poder comprender su mundo familiar, a veces complejo, y ser puente y mediación en situaciones delicadas e importantes.
Es en estos contextos difíciles donde se puede esperar de nosotros empatía ante familias compuestas a retazos, o familias en las que existen fuertes heridas, en las que hay egoísmos que crean rupturas. Familias con situaciones en las que se hiere, en especial, el alma de los hijos, o donde a veces éstos son «rehenes de las discordias», como dice el papa Francisco.
Se puede esperar de nosotros empatía en situaciones existenciales en las que hemos de ayudar a construir relaciones, a restaurar heridas; situaciones existenciales en las que hemos de ayudar a dejar atrás miedos viendo, como en el texto bíblico, «la caña cascada que aún no se ha quebrado»22.
Empatía cuando las familias, como habrá sucedido también en las nuestras, deben aprender a ser familia, entre errores que llaman a la humildad y a la comprensión, al perdón y a la misericordia, puesto que en la familia todos tienen derecho al perdón y todos tienen derecho a perdonar para construir la propia familia y reconstruirse.
Empatía cuando se trata de ayudar a aceptar la limitación propia y de otros, puesto que esto ofrece a cada miembro de la familia la oportunidad de enriquecerse del amor que le ofrecen y de enriquecer a los demás con la propia donación, ya que es la gratuidad el punto de partida para construir familia.
Empatía, en definitiva, para ayudar a construir y restaurar situaciones de vida.
22 Mt 12,20; Cf. Is 42,3.
Actitud propia de nuestro espíritu de familia
En los diversos contextos de nuestra Familia Salesiana en el mundo también se dan variadas y complejas situaciones. Y nuestros chicos y chicas, así como sus familias, deben poder esperar de nosotros esta capacidad de comprensión, de empatía, de acercamiento a su sentir, porque es y ha de seguir siendo nuestra manera de ser, el tener un espíritu de familia sólido y atrayente.
Este espíritu de familia era convicción fundamental en Don Bosco y en él se inspira al pensar su obra, soñarla, diseñarla y sostenerla23, donde reine el amor, en clima siempre franco y de familiaridad. Este espíritu de familia ha de caracterizarse también por un «estilo de sincera fraternidad, de afabilidad, de abierta acogida, de contacto humano, sencillo y cordial con todos»24, distinguiéndose siempre por una relación humana serena y acogedora.
Nuestros jóvenes y sus familias deberían tener la posibilidad de experimentar que las casas salesianas de nuestra familia en todo el mundo son presencias que cuidan la vida, sus vidas; presencias donde cabe esperar que las puertas estén abiertas y que un clima humanizador sea el que les acoge y acompaña en sus circunstancias vitales, tantas veces difíciles. Deberían experimentar que, al igual que haría Don Bosco, son bien recibidos y jamás juzgados o condenados, puesto que incluso cuando se deba decir que algo no es posible o no se puede conceder, será dicho con sumo respeto a la dignidad de las personas y con sentido de equidad y justicia, y de este modo no estaremos defraudando lo que más nos tendría que distinguir como familia de Don Bosco en el mundo.
23 Cf. XX Capítulo General Especial Salesiano, núm. 649.
24 Ibíd., 427; cf. XXIV Capítulo General de la Sociedad de san Francisco de Sales, Salesianos y seglares. Compartir el espíritu y la misión de Don Bosco, núms. 91-93; Cf. Pascual CHÁVEZ. o.c., 43.
3.4. En la escuela de vida y amor que es la familia
Esta es una de las claves fundamentales de la Exhortación Apostólica Amoris Lwtitia, y cuestión de suma importancia en nuestra contribución como Familia Salesiana ante la llamada que la Iglesia hace en favor de las familias: la toma de conciencia de que las familias, en la diversidad de su configuración, y en la variedad de contextos culturales, tienen la gran misión de ser escuela de vida y de amor. Algunas personas, grupos e instituciones estaremos a su lado, incluso haciendo camino juntos, pero nunca supliendo lo que es irremplazable en las familias: su llamada existencial a ser «comunidad de amor y vida»25.
➜ Una contribución a las familias podrá ser la de ayudarlas a tomar conciencia de que son verdadero «patrimonio de la Humanidad»26 y la primera y común escuela de humanidad donde se desarrolla y cultiva la vocación del amor, ya que en las familias, salvo que estén profundamente dañadas, no se piensa solo en el propio beneficio de cada uno sino también en el bien de los demás. Cada miembro de la misma es reconocido como un bien en sí mismo y existe, por lo general, una atención preferencial hacia los más débiles en ellas: los niños, los enfermos, los minusválidos y los ancianos.
➜ Otra realidad hermosa de la familia es ser hogar. Esta palabra, «hogar», resulta entrañable en algunas de nuestras culturas porque es una realidad que tiene un valor mucho más amplio que el espacio físico de la casa. «Hogar es nido, cuna de la vida. Es el lugar privilegiado de la vida, se la recibe con responsabilidad, se la educa con generosa entrega, se la celebra con festiva alegría, se la alimenta con el pan del trabajo y el de las lágrimas, se la sana cuando está herida y se la llora cuando ya no se la tiene»27. De hecho, cuando falta la familia es muy difícil sustituirla y los servicios sociales de los Estados tan sólo llegan a compensar o atenuar, en lo posible, el gran
25 Concilio Vaticano II, GS 48.
26 Documento de la Asamblea Latinoamericana de obispos en Aparecida, núms. 302 y 402.
27 Card. Jorge Mario BEtGoGuo, La familia a la luz del documento de Aparecida. Articulo publicado en Familia e Vita, XIII, núms. 2-3/2008, 64-72, y citado en papa Francisco y la Familia, Libreria Editrice Vaticana-Romana, 2015, Madrid, 51.-Romana, 2015, Madrid, 51.
vacío existente. En realidad «para el niño, la familia es un ‘recurso’ infinito de primer rango; y sigue siéndolo luego para el adulto=28.
➜ Se acompaña a las familias vitalmente cuando se ayuda a los padres, a veces al padre o la madre que está solo llevándola adelante, a descubrir el valor fundamental que tiene el respaldo afectivo que dan a sus hijos. Supone hacer todo lo humanamente posible para que los hijos se sientan profundamente amados, pues esto les ayudará a crecer con equilibrio y en armonía, ya que el amor es como el fuego que mantiene encendido el hogar. «Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque es de una u otra manera; simplemente porque es hijo. No porque piensa como yo o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo=29, dice el papa Francisco. Significa, por tanto, aceptar a los hijos como son y dedicarse a ellos en tiempo y atención. No será suficiente con que un padre o una madre piensen que les dedican poco tiempo pero de calidad. Será necesario que la cantidad de tiempo sea proporcionada a las necesidades de los hijos, y quien no sepa estar en los detalles y cosas pequeñas de la vida de los hijos, corre el riesgo de, sin casi darse cuenta, ir alejándose de ellos lentamente.
➜ En las familias más estables la vida de los padres se caracteriza por la entrega, por esa donación mutua en el amor y de ellos dos a sus hijos. En la Exhortación se proclama con fuerza que todo niño que viene a la vida tiene el derecho a recibir el amor de una madre y de un padre30, ambos necesarios para alcanzar una maduración que sea íntegra y armoniosa. Y «no se trata solo del amor del padre y de la madre por separado, sino también del amor entre ellos, percibido como fuente de la propia existencia, como nido que acoge y como fundamento de la familia=31.
28 Walter KASPER, El futuro de la familia desde la perspectiva cristiana, en Georges Augustin
(ed), o.c., 169.
29 AL 170.
30 Cf. AL 172.
31 AL 172.
Sabemos que no siempre es posible contar con la presencia de ambos. Son millones en el mundo las familias en las que los hijos viven tan sólo con su padre o con su madre, pero no por eso se debe renunciar a proponer el gran valor que tiene el testimonio de ambos, padre y madre, para los hijos e hijas. Al mismo tiempo, sea cual sea la composición de la familia, no se ha de olvidar que la entrega y donación de los padres forja los valores que adquieren los hijos y los prepara más y mejor para afrontar las dificultades que se han de encontrar en la vida.
➜ La familia es también escuela que prepara para la vida cuando se enseña y aprende el diálogo, la comunicación y la comprensión. Cuando en la familia se viven estos valores, los hijos aprenden a escuchar, a conversar, a compartir e interesarse por las cosas del hogar, de la casa y de las personas. Y bien sabemos que convivir, comprender, disculpar y perdonar, van de la mano.
Cuando se favorece este clima, la familia se convierte en espacio de vida que cuida la reciprocidad y busca el bien de los otros desde el respeto a cada uno y sus procesos. Se ha de aprender a vivir situaciones que son antagónicas pero que, ciertamente, preparan para la vida al fomentar:
el diálogo y la responsabilidad;
la autonomía y la solidaridad;
el cuidado de uno mismo y la búsqueda del bien de todos;
la sana competitividad por tener el propio sitio en la familia, y la capacidad de perdón;
la disponibilidad para la comunicación y, al mismo tiempo, la escucha y el silencio respetuoso.
➜ Es en la familia donde se ha de aprender también a conocer y experimentar los límites. Nada de lo que pase a alguien en el seno de la familia puede ser ajeno a los otros, y menos aún cuando se trata de los hijos. Por eso los padres, o el padre o la madre, si es solo uno de ellos quien está al frente de la familia, han de llevar a todos en su pensamiento y en su corazón, vayan donde vayan y pase lo que pase. Esto exigirá de los padres ser buenos observadores
que miran a sus hijos con la mirada atenta del corazón, y les hace capaces de poner límites a la libertad de los hijos por el bien de ellos. «Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano... Pero la obsesión no es educativa»32. Es por eso, nos dice el Papa, «que lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía»33.
➜ Los valores más valiosos y esenciales (el amor, la fe, la libertad, la justicia, el respeto, la laboriosidad, la honradez...) echan sus raíces en la vida familiar, y este aprendizaje desde la vida y el afecto es decisivo y fundamental para los hijos.
Por eso, trabajar educativamente por el arraigo de lo esencial ha de ser preocupación permanente de padres y educadores. De ahí los esfuerzos por educar34 en la libertad, la responsabilidad, el desarrollo ético y moral, la afectividad, la voluntad, la empatía, la proximidad y el cuidado de los otros y de la creación, así como en el amor y la sexualidad responsable. Todo esto es la gran tarea en la formación de las personas, y la familia tiene un papel fundamental, debiendo contar con la ayuda de otras instituciones, y en particular, desde nuestra visión y convicción, con la ayuda de la Iglesia.
➜ Ante la realidad de muchas sociedades muy marcadas por la aspiración a la vida cómoda y fácil como lo más importante, y al confort y al bienestar como meta primera y última creyendo que el dinero lo puede todo, es de vital importancia educar en la familia a la sobriedad y la moderación, en el consumo de lo necesario y no de lo superfluo, en el valor de la sencillez de vida.
Los padres que ahogan a sus hijos en la abundancia de cosas superfluas corren el riesgo de descuidar lo que más necesitan: su orientación y criterios, su afecto y amor. Dice al respecto el papa Benedicto XVI: «También el sufrimiento forma parte de la verdad de nuestra vida. Por eso, al tratar de proteger a los más jóvenes de
32 AL 260 y 261.
33 AL 261.
34 Cf. AL 262, 262, 263, 264, 268, 282, 283.
cualquier dificultad y experiencia de dolor, corremos el riesgo de formar, a pesar de nuestras buenas intenciones, personas frágiles y poco generosas, pues la capacidad de amar corresponde a la capacidad de sufrir, y de sufrir juntos»35.
Es cierto que son muchas más las familias que viven en la «pobreza obligada», y no pueden aspirar ni a lo más necesario. Sabemos que no es equitativo el reparto de bienes. Pero es oportuno indicar que nuestra ayuda a las familias pasa a través de la orientación acerca de cómo educar a sus hijos en este sentido, sin dar por descontado que esta mentalización puede ser más necesaria todavía para muchos padres.
➜ El compromiso es vital en la vida de las personas, y lo será en la vida de los hijos. La familia prepara para la vida cuando enseña que ser personas comprometidas significa también manejar la libertad y respetar la palabra dada; descubrir que ejercitar la libertad es mucho más que decidir entre lo que me gusta o disgusta. Significa aprender lo importante que es la responsabilidad y la laboriosidad, y es muy importante cuando en la familia se aprende que se puede ser libre comprometiéndose con lo que se hace.
➜ Desde nuestra mirada ante la vida y los valores que nos mueven, el gran regalo que los padres pueden hacer a sus hijos es el proceso de transmisión de la fe, y una fe comprometida y activa. «La familia debe seguir siendo el lugar donde se enseñe a percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo»36. Sabemos que la fe es don de Dios y no resultado de nuestras acciones «pero los padres son instrumentos de Dios para su maduración y desarrollo»37. Ciertamente, como más adelante dice el Papa, esta transmisión de la fe presupone que los padres vivan esta misma experiencia real de tener fe en Dios, de buscarlo y sentir necesidad de Él, porque sólo de esta manera «una generación cuenta a la otra tus obras y anuncia tus acciones» (Sal 144,4).
35 BENEDICTO XVI, Mensaje a la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación (21 de enero de 2008).
36 AL 287.
37 AL 287.
➜ Todo esto nos habla del «liderazgo artesanal» de los padres, o de esa madre o padre que con heroicidad están llevando adelante su familia. Por «liderazgo artesanal» entendemos, en este contexto, que cada uno de los hijos e hijas representa una tarea única, la más parecida a la realización de una obra de arte que, si bien nunca estará terminada del todo, se habrá realizado en la medida en que cada hijo esté posibilitado para transitar con seguridad, por sí mismo, la vida.
3.5. Decisiva misión pastoral salesiana:
ACOMPAÑAR y GENERAR PROCESOS
Todo lo que se ha expresado, con abundantes indicaciones y sugerencias, permite ofrecer a nuestra Familia Salesiana algunas orientaciones pastorales y pedagógicas. Ante este hermoso y muy actual desafío, nos preguntamos:
➜ ¿Cómo acompañar a los padres, a los matrimonios, y a quienes están al frente de su familia...?
➜ ¿Cómo acompañar a los hijos, especialmente a quienes están en las casas salesianas, a tantos muchachos y muchachas del mundo?
➜ Cómo acompañar desde nuestra pastoral juvenil, familiar y parroquial, a los jóvenes que están madurando como proyecto personal de vida el matrimonio y el formar una familia?
Y esto pide de nuestra pastoral algunas iniciativas, acciones y decisiones:
1. Apostemos decididamente por considerar una prioridad educativopastoral la atención a las familias. Se ha dicho muchas veces en múltiples asambleas y capítulos provinciales o incluso generales. Es momento de plantearnos en cada presencia salesiana del mundo que no cabe pensar casi ninguna tarea educativa y pastoral con los muchachos, muchachas y jóvenes, que no contemple cómo estar en real conexión y comunicación con sus familias y cómo involucrarlas. «Para que las familias puedan ser cada vez más sujetos activos de la pastoral familiar, se requiere “un esfuerzo evangelizador y catequístico
dirigido a la familia” que la oriente en este sentido=38. Debemos convencernos de que no es suficiente con tener clara la prioridad de los jóvenes como destinatarios de nuestra misión. Hoy más que nunca esta tarea educativa y evangelizara es inseparable de la familia.
Demos pasos decisivos y firmes en exigirnos el acompañamiento como opción prioritaria, por medio de iniciativas concretas y prácticas según los contextos:
➜ Un acompañamiento de los padres y matrimonios que lo acepten.
➜ Un acompañamiento real de los chicos, chicas, y jóvenes de las presencias salesianas del mundo, en especial ante situaciones familiares y personales difíciles.
➜ Un acompañamiento vocacional de todos los jóvenes, y entre ellos también de quienes desean madurar un proyecto personal de vida al matrimonio.
➜ Un acompañamiento, que ha de concretarse en propuesta de espiritualidad y de fe como sentido de la vida, en las más diversas realidades de las familias con las que nos encontramos
Ayudemos a las familias a educar y crecer desde el afecto y el corazón, con todo lo que esto implica en nuestro sistema educativo (Sistema Preventivo). Sabemos lo lento que es el camino de crecimiento y maduración humano. Al primer nacimiento le sigue esa otra iniciación a la vida mediante la transmisión de valores. Para ello, «los hijos necesitan el espacio protegido y la seguridad afectiva en el amor de los padres; a la inversa, los hijos fortalecen y enriquecen el lazo de amor entre los vínculos de los padres=39, y nuestra tarea de educadores y evangelizadores ha de priorizar esta dimensión. En este sentido hemos de establecer puentes permanentes con los padres para ver, junto con ellos, cómo seguir cuidando entre todos, tanto en las familias como en nuestras presencias, y siempre por el bien de sus hijos, la acogida, la escucha, el diálogo que evita imponer la autoridad sin razones, la
38 AL, 200.
39 Walter KASPER, El futuro de la familia desde la perspectiva cristiana, en Georges Augustin (ed), o.c., 150.
relación cercana, el respeto a los propios tiempos, la comunicación personal, el afecto que supera barreras y distancias...
En la misma carta a la que ya nos hemos referido Benedicto XVI subraya, refiriéndose a lo que ha calificado como «emergencia educativa», la necesidad de educar sobre la base del amor. «Ante todo, necesita la cercanía y la confianza que nacen del amor: Pienso en la primera y fundamental experiencia de amor que hacen los niños —o que, por lo menos, deberían hacer— con sus padres. Pero todo verdadero educador sabe que para educar debe dar algo de sí mismo y que solamente así puede ayudar a sus alumnos a superar los egoísmos y capacitarlos para un amor auténtico»40. Entendemos bien qué se quiere decir recordando a Don Bosco que nos pide que los jóvenes no solamente sean amados sino que se sientan amados, y debemos ser capaces de transmitir esto con fuerte convicción a los padres.
Acompañemos y seamos apoyo para los padres en su tarea educativa, implicándoles en todo lo posible, ya que no pocas veces estos, aún teniendo un gran deseo de asumir su responsabilidad como primeros educadores, no saben bien cómo hacer. «Intensifíquese la colaboración con la familia, primera educadora de los hijos e hijas. Para ello, en nuestras obras debemos ofrecer un clima educativo rico en valores familiares», dice el CG 24 de los Salesianos (SDB)41. Deberemos ser creativos; algunas iniciativas han tenido su éxito en unas épocas y después decaen. No siempre es fácil motivar a los padres, pero esta dificultad tiene que lanzarnos con más fuerza a pensar, junto con ellos, lo que pueden necesitar. «A tal respecto sería deseable un diálogo más profundo con padres y madres, en el que se sondeara de qué modo pueden integrarse aquí los potenciales de la familia»42.
Tomemos muy en serio la ayuda a los padres en la educación para el amor y la educación sexual de sus hijos e hijas. El papa Francisco indica en la Exhortación que «deberíamos preguntarnos si nuestras
40 BENEDICro XVI, Mensaje a la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación (21 de enero de 2008).
41 Cf. XXIV Capítulo General, 177; Pascual CHÁvEz, o.c. 43.
42 Walter KASPER, o.c. 175.
instituciones educativas han asumido este desafío»43, refiriéndose a lo que ya pedía el Concilio Vaticano II en la declaración Gravissimum Educationis. Muchos indicadores parecen poner en evidencia que hemos retrocedido en las presencias salesianas del mundo en esta responsabilidad. Parecería que la dificultad ambiental nos ha limitado mucho. Sin embargo como educadores y educadoras sentimos como deber educar en el amor a nuestros destinatarios; creemos que fomentar en nuestras casas un clima educativo rico en comunicación y afecto es una gran lección sobre el amor. Vemos necesario tanto una educación afectivo-sexual adecuada como una catequesis cuidadosa que ayude a comprender a los jóvenes la realidad y dimensiones del amor44.
Ofrezcamos con estilo salesiano mediación y ayuda a los padres ante sus situaciones personales de dificultad y crisis, así como de la propia familia. Y aunque el punto de llegada pueda ser el de recomendarles la ayuda de otros profesionales ante sus dificultades como matrimonio, nosotros, como educadoras, educadores y pastores, hemos de ser un puente muy importante para el bien de sus hijos. Es fácil comprender que se pueden cometer errores en lo que concierne al propio matrimonio y familia. Nuestro servicio consistirá, en la medida de lo posible, en ayudar a salir una y otra vez al encuentro del otro, buscar caminos que renueven la comunicación, proponer el perdón mutuo como medio, permitir nuevos comienzos. En definitiva ayudar a crecer y madurar gracias a la relación con el otro.
Seamos casa abierta para todos45 en las iglesias domésticas dentro de la única Iglesia. En muchas partes del mundo las iglesias domésticas han sido sostén y salvaguarda de la fe ante las persecuciones, la falta de libertad religiosa, etc. No pocas veces los padres, y los hijos con ellos, están alejados de toda vivencia religiosa o ignoran por completo de qué se trate. En este sentido nuestras presencias salesianas en el mundo con sus grupos y asociaciones, nuestras comunidades religiosas, los diversos grupos apostólicos, los grupos de oración, los
43 AL, 280.
44 Cf. XXIII Capítulo General de la Sociedad de San Francisco de Sales, Educar a los jóvenes en la fe. Roma, 1990, 195-202.
45 Walter KASPER, o.c. 159-160.
grupos bíblicos o de catequesis de adultos, el voluntariado, etc, pueden ser el espacio y la atmósfera espiritual adecuada para acoger e integrar a grupos de padres y de familias.
8. Acompañemos a los jóvenes en su proyecto de vida matri - monial. ¿Será el matrimonio cristiano, celebrado y vivido como sacramento, un «modelo descatalogado=? Fue el papa Benedicto XVI quien celebrando el VII Encuentro Mundial de las familias en Milán en el año 2012 lanzó a los jóvenes el desafío del matrimonio diciéndoles que «es posible y gozoso, aunque con esfuerzo, vivir el amor fiel, para siempre, abierto a la vida=. Indudablemente ayudar a los jóvenes a descubrir la riqueza y el valor del matrimonio es de suma importancia. Los jóvenes «deben poder percibir el atractivo de una unión plena que eleva y perfecciona la dimensión social de la existencia, otorga a la sexualidad su mayor sentido, a la vez que promueve el bien de los hijos y les ofrece el mejor contexto para su maduración y educación=46. Con mirada creyente el ideal cristiano parte de la convicción de que para las personas es bueno comprometerse en una decisión libre, y proponerse juntas una meta elevada y ambiciosa, algo que es muy diferente de la simple idealización del matrimonio.
➜ Por eso hemos de ayudar a los jóvenes a descubrir que es bueno anhe- lar aquello que el matrimonio y la familia ofrecen cuando van bien.
➜ Ayudarles a plantearse con serenidad que, desde el amor, este proyecto de vida es posible para ellos, si esa es su vocación y llamada de Dios.
➜ Podremos caminar a su lado para que con realismo puedan ver el peligro de una idealización que decepcione al no encontrar la satisfacción de todos los anhelos soñados.
➜ Deberemos ayudarles a descubrir que en el matrimonio cristiano hay algo muy hermoso, como es el hecho de que el amor se sitúa en el horizonte de Dios. Eso significa el sacramento como signo eficaz del amor de Dios en ellos.
46 AL, 205.
Ayudemos a los padres y familias a entender, especialmente en los momentos difíciles, que espiritualmente, todo matrimonio y familia está bajo la ley del proceso y de la gradualidad47 así como del crecimiento que se renueva continuamente y se profundiza en el Misterio de Cristo. Hay muchos elementos ricos para compartir con padres e hijos, tales como el valor del ejercitar una y otra vez la tolerancia y la paciencia; el tiempo que han de dedicarse; las muestras de cariño, de afecto, de ternura y de gran respeto; el agradecimiento mutuo y el amor. También el valor de la oración en familia y la celebración de la fe. Pensando en el matrimonio, «es algo muy hermoso encontrarse con parejas ya mayores que, a pesar de su avanzada edad, están enamoradas de una forma madura. Esto es signo de un vivir humano salvado, humana y espiritualmente maduro»48.
Formemos parte de este largo camino de reflexión y discernimiento que está realizando la Iglesia, con una mayor atención a la realidad familiar, y a la prioridad de la misericordia como valor esencial del Evangelio. Éste tendrá que reflejarse en nuestra práctica educativa y pastoral. Hemos de estar profundamente convencidos de la gradualidad en la acción pastoral con las familias, e incorporarla a nuestra visión, programación y tarea educativo-pastoral.
Junto a todo lo anterior, les invito a pensar otras muchas iniciativas y criterios que localmente, en los diversos contextos y a la luz de lo ya sugerido, pueden tomar como ejemplo estos aspectos:
➜ No tener miedo a ofrecer valores humanos morales y espirituales a nuestros jóvenes y sus familias. Podría decirse que, en general, las familias lo necesitan y hasta lo agradecen.
➜ En todo lo posible debemos contribuir a cuidar y fomentar en las familias este sentido de la alegría de Amar.
➜ Cuidemos en nuestras casas, muy especialmente para nuestros destinatarios y sus familias, la hospitalidad y acogida como expresión de nuestra disponibilidad.
47 Walter KASPER, o.c. 156.
48 Ibídem.
➜Fomentemos en nuestras presencias que algunos matrimonios puedan ser los primeros animadores, guías y acompañantes, educadores y apóstoles de otros matrimonios que lo puedan necesitar.
➜ Nuestro acompañamiento a las familias es una excelente oportunidad para trabajar en la erradicación de cualquier forma de discriminación de las niñas y de la mujer.
➜ Aprovechemos las experiencias de ‘buenas praxis’ de muchas casas en relación con las familias y compartámoslas y démoslas a conocer.
➜ Planteémonos muy en serio cuál está siendo nuestra actitud de empatía con los padres y madres de familia que tantas veces viven situaciones de dolor y angustia.
➜ Desarrollemos aún más la fuerza pastoral de nuestras Comunidades Educativo Pastorales porque tenemos la fortuna de que nuestra acción educativo y evangelizadora es, ante todo, comunitaria.
➜ Asegurémonos de que nuestras casas salesianas en todo el mundo ofrezcan un rostro y modelo de Iglesia que permitan a los padres y familias descubrir o redescrubrir la fe adormecida o abandonada.
➜ Y volvamos decididamente, una y otra vez, al clima de Valdocco.
Concluyo esta llamada que hago a nuestra Familia Salesiana en favor de las familias y sus hijos e hijas allí donde nos encontramos, citando un hermoso texto de la Exhortación Apostólica y recogiendo también la oración final a la Familia de Nazaret.
«Nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia no puede dejar de inspirarse y de transfigurarse a la luz de este anuncio de amor y de ternura, para no convertirse en una mera defensa de una doctrina fría y sin vida. Porque tampoco el misterio de la familia cristiana puede entenderse plenamente si no es a la luz del infinito amor del Padre, que se manifestó en Cristo, que se entregó hasta el fin y vive entre nosotros. Por eso, quiero contemplar a Cristo vivo presente en tantas historias de amor, e invocar el fuego del Espíritu sobre todas las familias del mundo»49.
49 AL 59. La letra cursiva es opción del redactor de esta Carta.
Oración a la Sagrada Familia
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén.
Ángel FERNÁNDEZ ARTM, SDB
Rector Mayor
Roma, 31 de diciembre de 2016