Actas del Consejo General
de la Sociedad Salesiana
de san Juan Bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
núm. 418
año XCV
mayo de 2014
«TESTIGOS DE
LA RADICALIDAD EVANGÉLICA»
Trabajo y templanza
DOCUMENTOS DEL CAPÍTULO GENERAL XXVII
DE LA SOCIEDAD DE SAN FRANCISCO DE SALES
Roma, 22 de febrero – 12 de abril de 2014
ÍNDICE GENERAL
1. PRESENTACIÓN
2. «TESTIGOS DE LA RADICALIDAD EVANGÉLICA»
2.0. Introducción
2.I. Escucha
Como Don Bosco, en diálogo con el Señor
Caminamos juntos, movidos por el Espíritu
Viviendo la experiencia de vida fraterna como en Valdocco
Disponibles para proyectar y compartir
Saliendo a las periferias
Convirtiéndonos en signos proféticos al servicio de los jóvenes
2.2. Lectura
Como Don Bosco, en el diálogo con el Señor,
caminamos juntos movidos por el Espíritu
Viviendo la experiencia de la vida fraterna como en Valdocco,
disponibles para la planificación y la colaboración
Saliendo a las periferias, convirtiéndonos en signos
proféticos al servicio de los jóvenes
2.3. Camino
2.3.1. Objetivo
2.3.2. Procesos y pasos
Como Don Bosco, en diálogo con el Señor
Caminamos juntos movidos por el Espíritu
Viviendo la experiencia de vida fraterna como en Valdocco
Disponibles para la planificación y la colaboración
Saliendo a las periferias
Convertiéndonos en signos proféticos al servicio de los jóvenes
3. DELIBERACIONES
3.1. Duración en el cargo del Rector Mayor y de los miembros del Consejo General
3.2. Reelección del Rector Mayor y de los miembros del Consejo General
3.3. Composición del Consejo General
3.4. Vicario del Rector Mayor
3.5. Número y áreas de los Consejeros de sector
3.6. Cometidos del Consejero Regional
3.7. Modalidad de elección del Rector Mayor
3.8. Modalidad de elección del Vicario del Rector Mayor
3.9. Modalidad de elección de los Consejeros de sector
3.10. Modalidad de elección de los Consejeros Regionales
3.11. Coordinación en el Consejo General
3.12. Configuración de las regiones de Europa y Medio Oriente
3.13. Visita extraordinaria
3.14. Visita de conjunto
3.15. Comisión Económica
3.16. Representación en el Capítulo General
3.17. Personal para los lugares salesianos
3.18. Actas del Consejo General, portal www.sdb.org, agencia info salesiana
3.19. Proyecto de animación y gobierno del Rector Mayor y del Consejo General para el sexenio
4. ANEXOS
4.1. Discurso del Rector Mayor don Pascual Chávez Villanueva, en la apertura del CG27
4.2. Intervención del cardenal Joao Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
4.3. Saludo del Rector Mayor al papa Francisco con ocasión de la audiencia pontificia
4.4. Discurso del Su Santidad, el papa Francisco, en la audiencia a los Capitulares, el 31 de marzo de 2014
4.5. Mensaje del Capítulo General a los Salesianos
4.6. Discurso del Rector Mayor don Ángel Fernández Artime, en la clausura del CG27
5. ELENCO DE LOS pPARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL 27
6. ÍNDICE ANALÍTICO DEL TEMA CAPITULAR
PRESENTACIÓN
Queridos Hermanos:
El CG27, como ya ocurrió en el último Capítulo General, se concluyó el 12 de abril. Esta fecha es particularmente significativa para nosotros, pues nos recuerda el comienzo de la obra de Don Bosco en Turín Valdocco. Fue, en efecto, el 12 de abril de 1846, Domingo de Pascua, cuando Don Bosco logró establecerse en un lugar «enteramente suyo», con el fin de poder acoger a los jóvenes. Recordando aquel día, inminente ya el bicentenario de su nacimiento, nos disponemos como Congregación a empezar de nuevo, recorriendo el camino trazado por el Capítulo General.
Cada Capítulo General consta de un tiempo de preparación, que comienza con la publicación de la carta de convocatoria del Rector Mayor y culmina con la realización de los capítulos inspectoriales; un período de celebración del capítulo, que lo constituye todo lo que la asamblea capitular ha vivido desde el día de su inicio hasta su conclusión; un tiempo de aplicación de decisiones, que abarca desde el final de la celebración del Capítulo hasta principios del próximo Capítulo General. Con la publicación de las Actas del CG27, que ahora os presento, se abre la tercera fase del Capítulo: su aplicación.
Los Actas del CG27 se subdividen en tres partes fundamentales: el texto que desarrolla el tema «Testigos de la radicalidad evangélica», las deliberaciones y los anexos. Son todas partes importantes y ayudan a comprender el acontecimiento capitular y su espíritu. Se añade a estas partes mi presentación y un índice analítico sobre lo tratado en el tema. No hay que olvidar que estas Actas encuentran en la carta de convocatoria del Capítulo, escrita por el Rector Mayor emérito, don Pascual Chávez, los rasgos que pueden ayudar a interpretar mejor el evento del mismo Capítulo.
Testigos de la radicalidad evangélica
El tema fundamental del CG27 es «Testigos de la radicalidad evangélica. Trabajo y templanza». Os indico a continuación algunos contenidos básicos del tema; otros aspectos importantes están ya en la introducción; por ejemplo, en el icono bíblico de la vid y los sarmientos.
Conversión
El tema del Capítulo es fascinante y prometedor para el futuro de la Congregación; pero al mismo tiempo, es muy exigente. Nos pide un camino de conversión, que no podemos programar; podemos desear que ocurra, pero no podemos asegurar que se va realizar. La conversión es obra del Espíritu que nos cambia la mente, el corazón y la vida; a cada uno de nosotros y a cada comunidad les incumbe la responsabilidad de estar atentos y disponibles para lo que el Espíritu nos inspire; a nosotros nos toca la tarea de encontrar las condiciones que favorezcan la conversión espiritual, fraterna y pastoral. La conversión es el objetivo que el CG27 nos fija a todos nosotros; una conversión tanto personal como comunitaria.
Discernimiento
Después de la experiencia del CG25 y del CG26 hemos llegado a una metodología del discernimiento, que creo está mejor definida. Utiliza tres nuevas expresiones, más coherentes con la acción del Espíritu: escucha, lectura y camino. Durante el Capítulo, ha habido una metodología difícil de entender, sobre todo respecto a la lectura, pero al final, me parece que ha sido aceptada y aplicada. Esta metodología se inspira en la que ya se aplicó mucho en la Iglesia de América Latina y que se reiteró en la última Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida1. Si se acepta, puede dar buenos frutos para la vida de los hermanos, de las comunidades y de las inspectorías; el discernimiento es el camino que el Espíritu nos señala hoy para encontrar la voluntad de Dios.
El punto de partida nos pide que nos pongamos a la escucha de la vida, de las situaciones, de las expectativas de la gente. Dios nos habla a través de la vida, de las personas que nos pone al lado y de los acontecimientos de la historia. La escucha nos conduce a salir de nosotros mismos, a ver la realidad y a dejarnos interpelar por ella; a superar la autorreferencialidad, para comprender lo que hay de nuevo y desafiante en la vida de los jóvenes y de las familias, de la Iglesia y de la Congregación, de la cultura y del mundo. Se trata de una escucha contemplativa que nos hace no solo «escuchar» la realidad, sino que nos ayuda a «verla», contemplarla a la luz de la Providencia de Dios; es una escucha de fe como creyentes.
El segundo paso también es exigente: la lectura. Es preciso interpretar los hechos y las situaciones para entenderlos mejor y para identificar las causas. No es necesario quedarse en los síntomas, hay que remontarse a las raíces de las situaciones. Se trata de una lectura creyente de la realidad, que se alimenta del Evangelio y del carisma, que asume criterios que nos surten la fe y la razón, y por tanto, realiza un verdadero discernimiento comunitario. A veces, puede haber conflicto en la interpretación; por tanto, es necesario llegar a una lectura compartida. La invitación es a juzgar la realidad según Jesucristo, camino, verdad y vida.
El camino, finalmente, propone el itinerario a seguir, indicando un objetivo hacia el cual orientarse, los procesos que identifican algunas situaciones de partida y los puntos hacia los que tender, algunos pasos que pretenden concretar el camino para los próximos años.
Los tres momentos forman un conjunto inseparable; son diferentes, pero están entrelazados. No debemos olvidar que se trata de un discernimiento para conocer la voluntad de Dios y para ponerla en práctica. «La adhesión de fe, gozosa y confiada en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, junto con la pertenencia a la Iglesia [y a la Congregación], son requisitos indispensables para garantizar la eficacia de este método»2.
La vocación y la gracia de unidad
Los elementos fundamentales que están presentes en el documento capitular sobre el testimonio de la radicalidad evangélica son: la realidad de la vocación y de la gracia de unidad. Se trata de realidades teológicas y teologales que se han de asumir vitalmente.
El testimonio del Evangelio vivido radicalmente es una llamada de Dios y no solo una decisión nuestra. Con el don de la vida consagrada salesiana, que Dios ha dado a cada uno de nosotros, hemos sido llamados a ser testigos del Evangelio. El perfil del salesiano que debemos asumir se convierte, entonces, en el de un «llamado a ser místico en el Espíritu, profeta de fraternidad y servidor de los jóvenes». El testimonio es, ante todo, un don vocacional; y por tanto, una tarea y una responsabilidad. De ahí nace la importancia de poner como fundamento de nuestro testimonio, el reconocimiento y la gratitud por el don de la vocación; sin este fundamento, el testimonio será débil.
El don gratuito de Dios y nuestra respuesta se entrelazan en una relación de reciprocidad. Esa es la gracia de unidad, esa es la primacía de Dios en nuestras vidas. Ellas son un don del Espíritu para cada uno de nosotros. En la realidad en la que nos encontramos con nuestras propias fragilidades personales y comunitarias, en las diversas dificultades del contexto cultural y social y de la misión, la gracia de unidad es el camino para responder con generosidad y para ser nosotros mismos: Salesianos consagrados, hermanos al servicio de los jóvenes. Aceptando este don, encontraremos un rasgo característico de nuestra espiritualidad, que es la unión con Dios; esa favorece la unificación de la vida: la oración y el trabajo, la acción y la contemplación, la reflexión y el apostolado. Aquí encontraremos el éxtasis de la acción. El testimonio al que somos llamados no se refiere a aspectos parciales de nuestra vida; si se quiere que sea auténtico, debe ser totalizante.
Trabajo y templanza
Vivir la radicalidad en el seguimiento del Señor no puede ser algo impuesto, no es un mandato, sino una expresión del amor a Jesús, con quien debemos estar vitalmente unidos. Por esta razón, el documento ca- pitular eligió el icono de la vid y los sarmientos.
El trabajo y la templanza constituyen la manera salesiana de vivir la radicalidad evangélica. Son nuestro distintivo y nuestra característica. Para nosotros, se trata de dos realidades inseparables: «El trabajo es la visibilidad de la mística salesiana y es expresión de la pasión por las almas, mientras que la templanza es la visibilidad de la ascética salesiana y es expresión del cetera tolle» (ACG 413, p. 45). No hay mística sin ascética y viceversa; no hay trabajo sin templanza y no hay templanza sin trabajo; esto es también la gracia de unidad.
El «da mihi animas» se expresa visiblemente en la vida del salesiano y de la comunidad, por medio de trabajo apostólico, incansable, apasionado y santificado; el «cetera tolle» se expresa en la templanza, que es la renuncia, el sacrificio y el precio que estamos dispuestos a pagar por las almas. El trabajo y la templanza se unifican y se resumen en el don total de sí mismo a Dios por los jóvenes. Constituyen un criterio vocacional de discernimiento y de formación. Todo esto nos remite a lo que dice el artículo 18 de nuestras Constituciones.
Deliberaciones
Las 19 deliberaciones capitulares se refieren a las Constituciones, a los Reglamentos Generales y a la vida de la Congregación. Se refieren principalmente a las estructuras del gobierno central de la Congregación, pero conllevan también un reflejo sobre la vida de los hermanos, comunidades e inspectorías. Por consiguiente, todas las deliberaciones deben ser estudiadas también, por las consecuencias operativas que tienen en todos los niveles. A modo de ejemplo, os presento algunas.
La deliberación que encomienda la Familia Salesiana a un Secretariado central dependiente directamente del Rector Mayor no implica solo un cambio en la organización y la asignación de tareas, sino que también ayuda a lograr un cambio de mentalidad sobre cómo se ha de entender y animar la Familia Salesiana por parte de nuestra Congregación3.
Se ha tomado también una decisión respecto al modo de elección de los Consejeros de sector. Se ha introducido un criterio importante para la designación de un hermano para una tarea específica: es necesario conocer con antelación los nombres de los candidatos sobre los que se ha de ejercer el discernimiento antes de una votación; y al mismo tiempo, activar un proceso transparente y comunitario para que emerjan los candidatos. El mismo criterio se podrá utilizar también para el nombramiento de los hermanos o de los laicos4.
Otra deliberación pide al Rector Mayor que constituya una comisión económica central, con funciones de estudio, asesoramiento y control. Esto exige la necesidad de controlar la economía en todos los niveles, de manera colegiada, activar procesos transparentes en las decisiones y recurrir a profesionales competentes5.
Un último ejemplo de deliberación se refiere a la responsabilidad de encontrar personal para los lugares salesianos, que se ha confiado al Rector Mayor y su Consejo. Esto requiere mayor colaboración de las inspectorías, llamadas a ofrecer generosamente hermanos competentes y disponibles para los servicios relacionados con toda la Congregación; esto vale también para todas las demás necesidades de la Congregación6.
Anexos
La tercera parte de las Actas del CG27 presenta algunos discursos relevantes. No se ofrecen principalmente como documentación; se presentan sobre todo, para el estudio y la reflexión, ya que contienen elementos importantes para comprender las opciones del Capítulo. Constituyen el horizonte inter- pretativo de nuestras actuaciones.
Con la publicación de las Actas del CG27 tenemos ya una referencia a la que acudir juntos; de esta manera se nos muestra la dirección misma del camino. La Asamblea capitular se ha esforzado en ofrecer los textos esenciales. Ahora, incumbe a todos, hermanos, comunidades e inspectorías, la tarea de estudiar y profundizar, con mente abierta y corazón disponible, estos documentos. Solo si se conoce, se estudia y se comprende lo que se nos ofrece, podremos caminar juntos y dar frutos abundantes.
Confiamos el camino poscapitular a María Auxiliadora, a quien invocamos como modelo de radicalidad evangélica. Ella es la Mujer de la escucha, la Madre de la nueva comunidad, la Sierva de los pobres. Ella nos enseña a estar disponibles al Espíritu; Ella nos guíe en nuestro camino de renovación y de conversión. ¡Caminemos juntos con María!
Don Ángel Fernández Artime
Rector Mayor
Roma, 24 de mayo de 2014
Solemnidad de María Auxiliadora
«TESTIGOS DE LA RADICALIDAD EVANGÉLICA»
Trabajo y templanza
INTRODUCCION
«La vidylos sannientos»,
Icono antiguo. Grecia: siglos XV-XVII
En el icono nos llama la atención el entrelazado de las ramas, que se realiza en el tronco de la vid. Se refiere a la metáfora evangélica: «Yo soy la vid», e indica la solidez y la fuerza que representa la persona de Jesús para todos los llamados y enviados por Él. La figura de Cristo forma un todo, unido a la raíz de la vid: su rostro bondadoso y reflexivo, y su doble gesto de bendición, lo acercan a la iconografía del Pantocrátor. Sin embargo, en este contexto, la «bendición» del Señor refleja un doble valor eclesial: indica tanto la guarda y protección como una especie de «mandato». El que es el Maestro mantiene a los suyos en comunión, pero para enviarlos a anunciar el Reino.
Por encima de todo, este poderoso vínculo con el Señor florece abundantemente. Es «el florecimiento» de la Iglesia, y los frutos bien visibles son el «colegio apostólico». Este grupo es el «prototipo» de todos los discípulos-apóstoles: como el Hijo guarda junto a sí la Palabra, de igual modo cada personaje está representado por la escritura que se le atribuye en el Nuevo Testamento. Tal es también el florecimiento de la Congregación y la Familia Salesiana.
También es interesante observar cierta similitud iconográfica entre los Doce y el Maestro; una semejanza que no anula las diferencias y los rasgos faciales característicos: jóvenes, maduros y mayores. La relación de escucha y obediencia a Cristo modela sin alterarla, la personalidad del discípulo: el discípulo es capaz de escribir con su vida la riqueza del Evangelio, solamente si emprende el «sendero» del Maestro.
Por último, hay que señalar que la fructífera relación de los discípulos con Jesús no se cierra en sí misma, sino que se completa en la comunidad de los hombres: se revela en la armónica extensión de la vid sobre la mesa; tal relación es la expresión del servicio de caridad, que estamos llamados a ofrecer a los jóvenes.
Vivir la «radicalidad evangélica» es el tema del CG27, convocado por el Rector Mayor, don Pascual Chávez, como «conclusión abierta» de un proceso que, a partir de las Constituciones renovadas (1984), ha continuado hasta hoy, con el fin de asumir las grandes instancias del Concilio Vaticano II, a la escucha de la voz del Espíritu, con especial referencia a la vida consagrada.
Los cuatro últimos Capítulos Generales han centrado la atención sobre los destinatarios de nuestra misión (CG23), sobre la coparticipación, la comunión y la corresponsabilidad de los Salesianos y laicos en la única misión (CG24), sobre la comunidad (CG25) y sobre la espiritualidad salesiana (CG26). El CG27, en continuidad con los anteriores, hace evidente la radicalidad evangélica de nuestra consagración apostólica.
Los tres núcleos, «místicos en el Espíritu», «profetas de la fraternidad», «servidores de los jóvenes», sobre los que hemos reflexionado y a partir de los que hemos trazado la ruta para los próximos seis años, constituyen el único y triple dinamismo de la «gracia de unidad», don y tarea para nuestras comunidades y para cada uno de nosotros.
Las labores capitulares han sido una continuada invitación a escuchar intensamente y a leer en profundidad nuestra vida, con el fin de identificar las líneas del itinerario de nuestra Congregación. El documento capitular pretende ser un reflejo, casi una «onda de vuelta» y una consigna para las comunidades locales y las inspectorías.
La vid y los sarmientos
El libro de los Evangelios ha acompañado, con humildad y esplendor, los trabajos capitulares. Cada día, en la sala de la asamblea, la palabra de Dios era proclamada en diferentes idiomas y entronizada solemnemente.
Invitados por esta escucha diaria, nos hemos sentido particularmente interpelados por el pasaje evangélico de la «vid y los sarmientos» (Jn 15,1-11), icono del tema y síntesis de los trabajos capitulares. El mensaje central nos invita a estar profundamente unidos; es decir, a «enraizarnos» en el amor de Jesús, al igual que lo estuvo Don Bosco, que vivió su existencia en profunda unidad, en torno a la persona del Hijo de Dios, con lo que dio «mucho fruto».
Permanecer, amar y dar fruto son los tres verbos que iluminan intensamente los núcleos del CG27. Jesús permanece con nosotros y nos invita a todos a permanecer en Él, para aprender el amor fraternal y para servir con fruto a los jóvenes que se nos confían. En este amor fiel, experimentamos continuamente la cercanía del Padre, gracias a la escucha de la palabra de Jesús.
En el amor, que se traduce en la entrega de sí mismo a los hermanos, está la plena realización de la existencia, tanto del individuo como de la comunidad. El amor que aprendemos de Jesús, permaneciendo unidos a Él, como el sarmiento a la vid, es fecundo; siempre da fruto.
La gracia de unidad
La preparación que realizaron las comunidades locales e inspectoriales y la experiencia capitular nos han ayudado a redescubrir la identidad salesiana, siguiendo las cuatro áreas temáticas, a que hacía referencia la convocatoria del CG27: «Vivir en la gracia de unidad y en la alegría de la vocación consagrada salesiana, que es un don de Dios y proyecto personal de vida; realizar una fuerte experiencia espiritual, asumiendo el modo de ser y de actuar de Jesús, obediente, pobre y casto y convirtiéndonos en buscadores de Dios; construir la fraternidad en nuestras comunidades de vida y acción; dedicarnos generosamente a la misión, caminando con los jóvenes para ofrecer esperanza al mundo» (ACG 413, p. 5).
Los tres núcleos: místicos en el Espíritu, profetas de la fraternidad, servidores de los jóvenes, no se han de considerar independientes ni separados, sino englobados en la «gracia de unidad»: un dinamismo único de amor entre el Señor que llama y el discípulo que responde. (Const. 23). Es la única y multiforme gracia de Dios que se expande, que implica a personas, situaciones y recursos, y que genera un movimiento de bondad, belleza y verdad.
Para corresponder a la «gracia de unidad» se precisa una auténtica conversión a la radicalidad evangélica, una transformación continua de la mente y del corazón, una profunda purificación. Este es el reto que hay que abordar con audacia y valor, el proceso que se ha de activar para regenerarnos a nosotros mismos, a las comunidades educativo-pastorales y a los jóvenes.
Juan Pablo II dijo: «La vida espiritual debe ocupar el primer lugar [...]. De esta opción prioritaria, desarrollada con empeño personal y comunitario, dependen la fecundidad apostólica, la generosidad en el amor por los pobres, la misma atracción vocacional entre las jóvenes generaciones»7.
Esta referencia a las raíces, a lo más profundo del corazón, permite descubrir, a cuantos están a nues- tro alrededor y nos contemplan, las motivaciones de nuestra donación a Dios y a los jóvenes, el sentido último de nuestra vida en este mundo. Se trata de la realidad más verdadera y profunda que dirige nuestra existencia.
Bastará contemplar a Jesús, el Maestro y Señor, para descubrir en Él al Hijo de Dios, que en la encarnación, se ha unido a todo hombre8. Bastará con mirar a Don Bosco, para advertir que se dio en él «una espléndida armonía entre naturaleza y gracia [...] en un proyecto de vida fuertemente unitario: el servicio de los jóvenes» (Const. 21).
También nos lo ha recordado el papa Francisco en la audiencia del 31 de marzo: «Supongo que du- rante el Capítulo [...] habéis tenido siempre ante vosotros a Don Bosco y a los jóvenes; y a Don Bosco, con su lema: Da mihi animas, cetera tolle. Él reforzó este programa con otros dos elementos: el trabajo y la templanza. “El trabajo y la templanza - decía - harán florecer a la Congregación”. Cuando se piensa en trabajar para el bien de las almas, se supera la tentación de la mundanidad espiritual, no se buscan otras cosas, sino solo a Dios y su Reino. La templanza consiste, pues, en el sentido de la proporción, en estar contentos, en ser sencillos. Que la pobreza de Don Bosco y de Mamá Margarita inspiren a todos los Salesianos y a todas vuestras comunidades una vida que vive con lo esencial, austera; la cercanía con los pobres, la transparencia y responsabilidad en la gestión de los bienes».
La contemplación y la acción, la práctica de los consejos evangélicos, la comunidad fraterna y la misión apostólica se unifican, de este modo, en un «único movimiento de caridad hacia Dios y los herma- nos» (Const. 3). En este sentido, «el trabajo refleja la visibilidad de la mística salesiana y es expresión de la pasión por las almas, mientras que la templanza refleja la visibilidad de la ascética salesiana y es ex- presión del cetera tolle9.
«El testimonio de esa santidad, que se realiza en la misión salesiana, revela el valor único de las bienaventuranzas, y es el don más precioso que podemos ofrecer a los jóvenes» (Const. 25). La santidad consiste para nosotros, en la «gracia de unidad», en hacer realidad plenamente nuestro humanismo, en la armonía de todo lo que hay en nosotros y a nuestro alrededor, de «verdadero, noble, justo, puro, amable, honorable»; de todo lo «que es virtuoso y digno de alabanza...» (Fil 4,8).
El punto de llegada y el punto de partida
El CG27 adoptó la metodología del discernimiento comunitario, dividido en tres momentos, relacionados entre sí y consecutivos: escucha, lectura, camino.
En un primer momento, nos pusimos en actitud de escucha para captar la situación del momento en sus múltiples e importantes aspectos: los más positivos y esperanzadores, y los más críticos, que de alguna manera nos desafían e interpelan. Prestar atención a los signos y a las manifestaciones de radicalidad evangélica, ya presentes en nuestra vida y en el momento histórico en el que vivimos, nos permitió distinguir las manifestaciones de fidelidad y testimonio de las de incoherencia y conformismo.
A partir de la escucha de la realidad, intentamos leer, interpretar e iluminar la situación actual, los signos y expresiones de vida reconocidos previamente, y tratamos de localizar las causas que los originan y de responder a los desafíos que provocan, obviando lo superficial y lo que es solo apariencia. Las claves de interpretación nos las han proporcionado: el Evangelio, la vida y la enseñanza de la Iglesia, la experiencia carismática de Don Bosco, las Constituciones y las interpelaciones que nos presen- tan los jóvenes. Manteniendo presente esta perspectiva, nos fue posible investigar la raíz profunda de nuestra identidad como discípulos y apóstoles.
El tercer paso, que recoge los resultados de los dos primeros, nos permitió esbozar el camino a seguir, consolidando cuanto percibimos de positivo, individualizando nuevas expresiones de radicalidad evangélica y superando las formas de infidelidad, debilidad y riesgo que dificultan el cambio en nuestra vida.
El camino propone un objetivo que constituye el horizonte hacia el cual orientarse; ofrece algunos procesos que lo hacen más concreto, y proyecta la posible situación de partida y el punto hacia el que tender, que nos acerca más al objetivo. Los pasos tal como han sido identificados, formulados y dispuestos, pretenden concretar el itinerario de la Congregación para los próximos años.
El hilo que une estos tres momentos se expresa en la redacción definitiva, con una frase que se proponía al comienzo de cada sesión: Como Don Bosco, en diálogo con el Señor, caminamos juntos, movidos por el Espíritu, viviendo la experiencia de vida fraterna como en Valdocco, disponibles para la planificación y colaboración, saliendo a las periferias, convirtiéndonos en signos proféticos al servicio de los jóvenes.
A partir de este «mapa», cada situación local e inspectorial podrá escoger y organizar su propio camino, teniendo en cuenta el contexto en el que viven y las múltiples aportaciones que ofrece la celebración del CG27, lo que piensa la Congregación y la Iglesia local y universal.
Oración a María, modelo de radicalidad evangélica
A María Inmaculada Auxiliadora, Madre del «sí incondicional y radical», confiamos nuestra adhesión a la fe, nuestro consenso y el deseo de comunión, nuestro compromiso apostólico entre los jóvenes.
¡Bendita eres tú María, Mujer de la escucha,
porque viviste a la búsqueda de la voluntad de
Dios sobre ti.
Y, cuando te fue revelado Su plan,
tuviste la valentía de aceptarlo,
abandonando tu proyecto de vida para hacer tuyo el del Señor.
Madre de los creyentes,
enséñanos a escuchar a Dios
y a hacer nuestra Su voluntad,
para que Él pueda llevar a cabo
su plan de salvación de los jóvenes!
¡Bendita tú María, Madre de la nueva comunidad,
que recibiste al pie de la cruz
como hijo tuyo, al discípulo amado de Jesús,
y que ayudaste al nacimiento de la Iglesia,
nuevo cuerpo de tu Hijo,
realidad mística de hermanos unidos por la fe y el amor.
Acompañaste la vida y oración de los apóstoles,
invocando en el Cenáculo la efusión del
Espíritu del Resucitado.
Madre de los hermanos de tu Hijo,
enséñanos a formar comunidades
que tengan un solo corazón y una sola alma.
Nuestra comunión, nuestra fraternidad y
nuestro gozo sean testimonio vivo
de la belleza de la fe y de nuestra vocación salesiana!
¡Bendita eres tú María, Sierva de los pobres,
porque te pusiste rápidamente en camino
para servir a una madre necesitada,
y te hiciste presente en Caná,
y compartiste las alegrías y las penas
de una joven pareja de esposos.
No tuviste en cuenta tus necesidades, sino las suyas,
y señalaste a tu Hijo Jesús
como el Señor que puede dar a la humanidad
el vino nuevo de la paz y el gozo en el Espíritu.
Madre de los servidores, enséñanos a salir de nosotros mismos,
para ir al encuentro de nuestro prójimo,
de modo que, mientras respondemos a sus necesidades,
podamos ofrecer a Jesús, el regalo de Dios, el don más precioso!
Amén.
ESCUCHA
Como Don Bosco, en diálogo con el Señor
1. Reconocemos que el momento histórico en el que vivimos es el lugar de encuentro con Dios. Deseamos, como personas y como comunidad, dar la primacía a Dios en nuestra vida, estimulados por la santidad salesiana y por la sed de autenticidad de los jóvenes. Somos muy conscientes de que solo el encuentro personal con Dios a través de Su Palabra, los Sacramentos y el prójimo, nos hará significativos y testigos auténticos en la Iglesia y en la sociedad. El deseo de Dios, que sentimos presente en nosotros, está vivo, también en los jóvenes y en los laicos: los vemos sensibles a los valores de la vida, manifestados en la sencillez, en la austeridad y en las relaciones auténticas entre las personas. Los jóvenes, en particular, buscan adultos significativos, que los acompañen y los hagan madurar en su vida.
2. Reconocemos que realizamos nuestra actividad en diferentes contextos culturales en los que se mani fiesta, de diversas maneras, el sentido de Dios. El deseo de poner a Dios en el centro de la vida puede chocar, a veces, con culturas que nos pueden inducir al temor de hablar de Él, para no ofender, por respeto al otro, para protegernos de la opinión de los demás. A veces, no se realiza el encuentro con el Evangelio por la indisponibilidad o la indiferencia de los oyentes; otras veces, por nuestra indolencia o nuestra falta de audacia misionera. En ocasiones, consideramos nuestra época solo como un problema; nuestro conocimiento de la historia y de las cul- turas de hoy es parcial y superficial. Nos adaptamos acríticamente a las exigencias y solicitudes de la sociedad, no hablamos de nuestra experiencia de Dios y corremos el riesgo de no comprender nuestra misión específica de religiosos en el mundo de hoy.
3. Hay signos de la primacía de Dios en nuestra vida: la fidelidad al Señor por la práctica de los consejos evangélicos, el servicio a los muchachos pobres, el sentido de pertenencia a la Iglesia y a la Congregación, el creciente conocimiento de Don Bosco y su Sistema Preventivo, el sencillo y rico patrimonio de la espiritualidad de lo cotidiano, que se caracteriza por el espíritu de familia y las relaciones interpersonales positivas, la disponibilidad para el acompañamiento y la paternidad espiritual. Al mismo tiempo, descubrimos que lo que somos y hacemos no siempre está arraigado en la fe, la esperanza y la caridad, y que no indica claramente que la iniciativa viene de Dios y que todo vuelve a Él. A veces, la Eucaristía no se considera y no se vive como la fuente y el sostén de nuestra comunión; y con demasiada facilidad, se descuida la oración en común, que construye y fortalece la fraternidad. Son los muchachos y las familias, en particular, quienes nos interpelan sobre nuestras raíces espirituales y nuestras motivaciones vocacionales, despertando en nosotros la identidad de consagrados y nuestra misión educativa y pastoral.
Caminamos juntos, movidos por el Espíritu
4. Damos gracias a Dios por la fidelidad de tantos hermanos, y por la santidad, reconocida por la Iglesia, en algunos miembros de la Familia Salesiana. Nos relacionamos cada día con adultos y niños; con hermanos, jóvenes y mayores, en plena actividad y enfermos, que dan testimonio de la fascinación que supone la búsqueda de Dios, la radicalidad evangélica, vivida con alegría y con viva pasión por Don Bosco.
5. En general, nuestra consagración manifiesta la presencia de Dios en la historia y en la vida de los hom- bres, en las situaciones de búsqueda de sentido o de pobreza, con la fuerza de un testimonio que da esperanza y suscita entusiasmo, propone un humanismo posible y constituye una alternativa a la mentalidad del mundo10. La práctica de la lectio divina, con la coparticipación de la comunidad en la Palabra de Dios, y el proyecto personal de vida se han convertido para muchos hermanos, en un gran recurso de renovación y en un eficaz antídoto contra la tentación de superficialidad espiritual.
6. En medio de las dificultades y retos del momento, relativos al anuncio del Evangelio, estamos muy convencidos de que existe una estrecha relación entre la caridad pastoral y la vida espiritual, como fuente de nuestra fecundidad.
7. Evidenciamos algunos síntomas de una actitud de autorreferencia, que no nos permiten salir de nosotros mismos para abrirnos a las exigencias de Dios y para ir al encuentro de los demás: la falta de actualización, de relación con un guía espiritual estable y una formación «a la carta». Estas formas de autosuficiencia nos hacen olvidar, a menudo, que somos colaboradores de Dios, y nos impiden considerar a Cristo centro de referencia de nuestra vida.
Viviendo la experiencia de vida fraterna como en Valdocco
8. A partir del CG25, ha ido creciendo en nosotros el empeño por vivir de manera más auténtica nuestra vida comunitaria, mejorando la animación de los momentos de oración, esforzándonos en estimular la coparticipación y con un trabajo apostólico más cualificado y participativo. Se ha incrementado en las comunidades la participación en reuniones sistemáticas y se ha mejorado su calidad. Algunas opciones comunitarias favorecen, en particular, las reuniones de los hermanos para vivir, pensar y trabajar juntos: el día de la comunidad, la programación anual de formación, la lectio divina y el compartir la vida espiritual, la reflexión sobre las actividades salesianas, los momentos de celebración y distensión. Las estructuras comunitarias, los ambientes y su localización, el estilo y los ritmos de vida expresan la idea que tenemos de la comunidad y nos facilitan su vivencia.
9. Se advierten, también, en nuestras comunidades algunas influencias negativas de la sociedad. Corremos el riesgo de perder nuestras formas de pensar, inspiradas en el Evangelio, para asumir las categorías negativas de la cultura actual. Escondemos, por ejemplo, tras el «respeto» y la «tolerancia», nuestra indiferencia y falta de atenciones a los hermanos o publicamos indebidamente informaciones confidenciales. El aburguesamiento y el activismo terminan por hacernos creer que el tiempo compartido en comunidad, es tiempo «robado» al «ámbito privado» o a la misión.
10. La vida fraterna en comunidad se resiente especialmente de que no valoramos lo suficiente las modalidades de nuestra vida consagrada salesiana; esa deficiencia se manifiesta en la poca atención por la vocación del salesiano coadjutor y su contribución específica a la comunidad y a la misión salesiana, y en el clericalismo excesivo que revelan muchas veces nuestras relaciones comunitarias y pastorales.
11. Constatamos que la oración y la ofrenda sacrificada de la vida por parte de los salesianos ancianos y enfermos son verdadero apostolado con y para los jóvenes; ellos siguen siendo parte «activa» de la comunidad que vive del «da mihi animas». Las comunidades aceptan el compromiso de no excluirlos de la misión. No obstante, todavía encontramos alguna dificultad para acoger y cuidar de los hermanos que viven en situaciones de fragilidad, trastornos, senilidad y enfermedad11.
12. Se da también en nuestros hermanos y en nuestras comunidades, una demanda de paternidad espiritual, en un entramado articulado de dar y recibir, vivida en espíritu armónico de familia. Reconocemos que, en los últimos años, especialmente en la formación inicial, se han desarrollado propuestas válidas para el crecimiento humano en el ámbito afectivo, relacional y espiritual.
Disponibles para proyectar y compartir
13.Se está elaborando, mucho más que en el pasado, el proyecto comunitario y el proyecto educativo pas toral salesiano (PEPS), en casi todas las comunidades y obras salesianas, aunque todavía no se conocen suficientemente y no se es consciente aún de la función esencial de la Comunidad Educativa Pastoral (CEP). Reconocemos la importancia de trabajar corresponsablemente, a pesar del esfuerzo por sentirse parte activa de la CEP, y reconocerla sujeto de la misión. A veces, nuestro proyecto educativo-pastoral se limita a la organización de actividades, y no reflexionamos con los otros miembros de la CEP sobre los objetivos, las prioridades, los procesos y la evaluación de los logros conseguidos. Algunos hermanos, además, tienen dificultad en compartir la misión, porque tienden a privilegiar el campo de actuación personal.
14.En los últimos años se ha ampliado el ámbito de intervención de los directores que, además de la tarea de ser los guías espirituales de los hermanos y animadores de la CEP, están absorbidos por las tareas de gestión. Los directores no siempre están en condiciones de cumplir su servicio; a menudo, no reciben la adecuada colaboración por parte de los hermanos; y a veces, carecen de un acompañamiento formativo sistemático a nivel provincial.
15.Constatamos mayor protagonismo de los laicos, favorecido por la colaboración y la corresponsabilidad en la comunidad educativo-pastoral. Se han superado algunas dificultades respecto a la relación entre Salesianos y laicos, gracias al esfuerzo de todos para converger en torno a un proyecto. Donde se logra esta sinergia, mediante un clima de confianza y el espíritu de familia, respetando los roles, el ambiente llega a ser propositivo y fecundo, incluso vocacionalmente. Sigue siendo pobre, en algunos contextos, la formación sistemática de los laicos.
16.Algunos de nosotros se dejan absorber por las tareas de administración o se refugian en situaciones de confort, y delegan la asistencia y la presencia entre los jóvenes en los hermanos trienales o en los colaboradores. Muchos laicos remuneradas por tareas de animación y asistencia ofrecen un servicio realmente profesional y salesiano; pero no faltan otros con claras deficiencias, a causa sobre todo, de que no nos implicamos nosotros en los procesos de formación.
17.En los últimos años hemos promovido el desarrollo de un sano protagonismo de los jóvenes, sobre todo dentro del Movimiento Juvenil Salesiano. Este hecho nos permite constatar, con alegría y satisfacción, una realidad que da vitalidad al carisma salesiano: evangelizar y educar a los jóvenes con los jóvenes. Nos damos cuenta cada día más, de que el voluntariado ayuda a los jóvenes a madurar íntegramente, incluso en la dimensión vocacional12 y misionera. En el voluntariado juvenil salesiano falta el acompañamiento espiritual y pedagógico adecuado, a fin de que pueda llegar a ser una auténtica experiencia de encuentro con Cristo en los pobres.
18.Hemos adquirido mayor consciencia de la importancia de acompañar a los jóvenes en el conocimiento y el encuentro con Jesús. Cristo y su Evangelio son un derecho que debemos a los jóvenes. Fortalecidos por esta convicción, hemos profundizado en algunos contextos la inseparable relación que existe entre la educación y la evangelización, y se han obtenido resultados significativos.
19.Ha crecido la conciencia de ser Familia Salesiana, gracias también a la positiva colaboración de las comunidades inspectoriales y locales, a las «jornadas de espiritualidad salesiana», al Aguinaldo anual del Rector Mayor y a la Carta de la identidad carismática. Algunas experiencias de trabajo «conjunto» a favor de los jóvenes nos han hecho crecer como cuerpo unificado y responsable dentro de la Familia Salesiana y hemos madurado en el convencimiento de que somos un único movimiento carismático. Además, la corresponsabilidad en la misión entre Salesianos, otros miembros de la Familia Salesiana, seglares y jóvenes nos ha ayudado a mejorar la calidad de nuestro ministerio, a ampliar sus horizontes y a dilatar el corazón de nuestra misión apostólica.
20.Un frente apostólico emergente que hemos empezado a cuidar, es la pastoral familiar, no solo en los contextos parroquiales y de formación de adultos; dicha pastoral se debe reconsiderar en estrecha relación con la pastoral juvenil.
21. La formación inicial sigue estando, a veces, desligada de los procesos pastorales. Cuando se ha terminado la formación específica de los hermanos candidatos al sacerdocio y de los Coadjutores, surgen dificultades e inconvenientes para la efectiva y significativa inclusión en la pastoral y en la dinámica de la vida comunitaria. No todas las comunidades que reciben a los hermanos al final de su formación inicial poseen un proyecto concreto que provea formas apropiadas de su inserción en las actividades educativo-pastorales ordinarias.
Saliendo a las periferias
22.La Congregación se está orientando con gran decisión hacia los jóvenes pobres y en situaciones de ries- go, a la escucha de sus gritos de ayuda. Crece cada vez más entre los hermanos, la sensibilidad con la cultura de los derechos humanos, en particular de los menores, con algunas opciones proféticas en las nuevas fronteras y en las «periferias existenciales».
23.También se ha comprometido la Congregación a defender con valentía que el uso de cualquier procedimiento que no respete a los jóvenes y el recurso a cualquier forma de violencia son claramente contrarias a la pedagogía salesiana. En todas las Inspectorías se han dado o se están dando los pasos necesarios para organizar, tanto el código ético, estatuto de nuestra cultura pedagógica preventiva, como el protocolo de procedimiento jurídico para hacer frente a los eventuales casos de abuso, de acuerdo con el derecho canónico y la legislación de los países en los que tenemos obras.
24.Tomamos conciencia de que existe entre nosotros y los jóvenes una cierta distancia; más que física, mental y cultural. En algunos contextos, consideramos a las nuevas generaciones cual si fueran un «problema» y no una «oportunidad», una llamada del Señor, un reflejo elocuente de los «signos de los tiempos» y un desafío que nos interpela.
25.Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y el entorno digital en el que vivimos constituyen un espacio cultural, social y pastoral que favorece la experiencia de vida; son parte integrante de la vida diaria y tienen su impacto sobre nuestra forma de sentir, pensar, vivir y relacionarnos. Permiten mantener lazos y cultivar provechosas relaciones entre los hermanos y los jóvenes, reducir las distancias geográficas, que de otra manera, impedirían la comunicación instantánea y frecuente. Como Salesianos, sentimos no tener una presencia significativa como educadores y evangelizadores en este entorno.
Convirtiéndonos en signos proféticos al servicio de los jóvenes
26.Hemos realizado consistentes esfuerzos para redefinir y reestructurar las presencias, a fin de poner al día la identidad carismática y garantizar la fidelidad creativa al sistema educativo de Don Bosco, respondiendo a las necesidades de los jóvenes de nuestro tiempo. En algunos contextos, sin embargo, la opción por los jóvenes más pobres no es suficientemente clara. La preocupación por mantener económicamente las estructuras tradicionales limita nuestra apertura a las nuevas formas de pobreza y a las inéditas emergencias sociales.
27.La gente y los jóvenes, a menudo, nos admiran por la cantidad de trabajo que hacemos en su beneficio. Sin embargo, algunos de nosotros, abrumados por múltiples actividades, experimentamos la sensación de cansancio, de tensión, fragmentación, ineficacia y de estar «quemados» (burnout). A veces, estamos demasiado absorbidos por el esfuerzo agotador de conservación y supervivencia de las obras. Cuando nos ocupamos de los jóvenes, en ocasiones, nos centramos solo en su bienestar social y descuidamos el acompañamiento de su vida espiritual y de su vocación.
28.Ha disminuido progresivamente la visibilidad y la credibilidad de nuestra vida consagrada. No siempre se descubre en nosotros el testimonio de la primacía de Dios en la práctica de los votos, en la sobriedad de vida, en el empeño en el trabajo, en la dedicación a la misión, en la oración personal y comunitaria vivida en fidelidad.
29.El multiculturalismo dentro de nuestras comunidades es una oportunidad, un testimonio de unidad para el mundo; también revela algunas limitaciones de nuestra caridad y desvela los prejuicios que se oponen a la fraternidad evangélica. Las comunidades internacionales y la colaboración en proyectos globales contribuyen a crear mayor sentido de fraternidad y de solidaridad.
31.Reconocemos también que existe una sensibilidad creciente en nuestras comunidades por la responsabilidad en la protección de la naturaleza. Sin embargo, aún no estamos suficientemente convencidos de esa prioridad en la opción de nuestro estilo de vida sobrio y sencillo, y en la educación de los jóvenes.
LECTURA
Como Don Bosco, en diálogo con el Señor, caminamos juntos movidos por el Espíritu
31. Inmersos en la historia, caracterizada por expectativas y fragilidades, nos sostiene la certeza de que Dios acompaña a la humanidad con sus actos de salvación, que alcanzan su punto culminante en la resurrección del Señor Jesús: «Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección»13. En el seguimiento de Jesús, que se transfigura y envuelve a sus discípulos en la luz del Tabor14, y escuchando las advertencias de Don Bosco en el «sueño de los diez diamantes», valoramos la gracia de la vocación salesiana, la fecundidad de los consejos evangélicos, la fraternidad en la comunidad y entre los jóvenes. Dirigimos nuestra mirada a la Virgen María, que en el Magnificat, canta a Dios que guía fielmente a su pueblo por los caminos de la historia, y obra maravillas y prodigios en favor de los humildes y de los pobres. Con ella redescubrimos el gozo de la fe, que inspira optimismo y esperanza.
32.Como para Don Bosco, también para nosotros, la primacía de Dios es el punto de apoyo que da razón de nuestra existencia en la Iglesia y en el mundo. Esta primacía da sentido a nuestra vida consagrada, hace que evitemos el riesgo de dejarnos absorber por las actividades, olvidándonos de que somos, por encima de todo, «buscadores de Dios» y testigos de su amor en medio de los jóvenes y de los pobres. Estamos, por tanto, llamados a reconducir nuestro corazón, nuestra mente y todas nuestras energías hacia el «principio» y los «orígenes»: la alegría del momento en que Jesús nos miró, para evocar los significados y exigencias que subyacen en nuestra vocación15.
33.Nuestra mística se expresa en lo profundamente humano de nuestra vida personal y comunitaria16. Hun- de sus raíces en el misterio de la Encarnación: Jesús hizo propias las necesidades y aspiraciones de la gente, y cumplió la voluntad de su Padre en la construcción del Reino. Don Bosco vivió y nos transmitió un estilo original de unión con Dios, que se vive siempre (cfr. Const. 12, 21, 95) y en cualquier lugar, según el criterio oratoriano (cfr. Const. 40). El salesiano da testimonio de Dios cuando consume su vida por los jóvenes, está con ellos con dedicación sacrificada «hasta el último aliento», vive el «cetera tolle» y sabe contarles su propia experiencia del Señor.
34.La experiencia del encuentro con Dios pide una respuesta personal, que se desarrolla en un camino de fe, y una profunda relación con la Palabra de Dios, porque «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientacióndecisiva»17.
35. Hoy en día, además de constatar los cambios cultrales, estamos convencidos de que vivimos un giro histórico18, tal vez sin precedentes. Este giro ha cambiado significativamente las motivaciones que mueven a elegir y vivir la vida consagrada. El papa Francisco nos invita a escuchar el grito de los pobres, a salir a comprobar las necesidades más urgentes, a vivir la cultura del encuentro y del diálogo19, evitando la autorreferencialidad y encarnando una espiritualidad misionera.
36.Las dificultades que experimentamos para responder a la llamada de Dios, para vivir el seguimiento de Cristo con radicalidad, se deben a lo poco convencidos que estamos de la fecundidad de los consejos evangélicos para realizar la comunión en la comunidad y la misión entre los jóvenes. Asumir el don de la vocación y la responsabilidad de nuestro itinerario de formación continua nos ayudarán a situar la cultura en el contexto del Evangelio y a ser hombres de compasión, sobre todo con los pobres.
37.Llamados a dar testimonio de la realidad del Reino y a dialogar con un pensamiento que, a veces, tiende a relativizar y marginar los valores religiosos, perdemos toda relevancia cuando abandonamos nuestra función profética: proponer una cultura inspirada en el Evangelio.
38.El peligro de ser con frecuencia considerados solo unos «trabajadores sociales», más que educadores y pastores, capaces de dar testimonio de la primacía de Dios, anuncio del Evangelio y acompañamiento espiritual, nos exige que cuidemos nuestra vocación. El desafío más relevante consiste en encontrar formas creativas para afirmar la importancia de los valores espirituales y el encuentro personal con el Dios de la vida, del amor, de la ternura y la compasión. Esto requiere que fomentemos la experiencia de fe y el encuentro con Jesucristo: los jóvenes exigen la concreción y coherencia de nuestro estilo de vida.
Viviendo la experiencia de vida fraterna como en Valdocco, disponibles para la planificación y la colaboración
39 Creemos que la comunidad «se propone como una confesión elocuente de la Trinidad»20 y nuestro vivir juntos es el resultado de la iniciativa de Dios Padre, que nos llama a ser discípulos de Cristo para una misión de salvación (cfr. Const. 50). Con el fin de no perder este don particular, que se nos ofrece a nosotros y a toda la Iglesia, la visibilidad de la dimensión fraterna de nuestra vida debe ser más consciente, más directa, eficaz y gozosa (cfr. Sal 133,1).
40 Reconocemos que la vida de comunidad es una forma de realizar la experiencia de Dios. Vivir la «mística de la fraternidad»21 es un elemento esencial de nuestra consagración apostólica y una gran ayuda para ser fiel a ella. Tiene una clara relación con nuestra misión y con el mundo de los jóvenes, sedientos de comunicación auténtica y de relaciones transparentes. En una época de disgregación familiar y social, ofrecemos una alternativa de vida basada en el respeto y en la cooperación con el otro; en un tiempo marcado por la desigualdad y la injusticia, ofrecemos un testimonio de paz y reconciliación (Const. 49). La comunidad se manifiesta a sí misma también en la misión común. La unanimidad en la acción apostólica se hace profecía de la comunidad, y tal testimonio favorece el nacimiento de nuevas vocaciones.
41.Nuestra limitación para comprendernos recíprocamente, la cerrazón en nosotros mismos y nuestras cotidianas fragilidades, provienen de que no aceptamos el amor y la gracia derramados en nuestros corazones por el Espíritu de Cristo (cfr. Rom 5,5). Reconocemos que la comunión del Cuerpo y la Sangre de Jesús (cfr. 1 Cor 10,16), con que nos alimentamos todos los días, nos hace «un solo corazón y una sola alma» (Hch 2,42; Const. 50). La Eucaristía constituye la cumbre y la fuente de nuestra fraternidad, de nuestra consagración y misión22. Impulsados por la caridad de Cristo, y partícipes del don de sí de Jesús Buen Pastor, participamos en la experiencia espiritual de Don Bosco y nos prodigamos como él para la salvación de los jóvenes.
42.Las relaciones personales en la comunidad pueden llegar a ser formales, fragmentadas y poco significativas, debido a varios factores: el individualismo y la reticencia personal, una formación de escasa implicación, la preocupación excesiva por el propio trabajo o el temor a estar subempleados, las relaciones meramente funcionales, el repliegue hacia lo privado y el uso no siempre equilibrado de los media de uso personal. Estos factores pueden ser una fácil excusa para no asumir el compromiso de la vida comunitaria. Las situaciones de conflicto no solo han de ser consideradas una realidad negativa, sino una oportunidad para la maduración: serán así, cuando estén iluminadas por el Evangelio, se aborden y resuelvan con mayor valentía, competencia humana y misericordia.
43. Una cierta tendencia al perfeccionismo y, a la inversa, el inmovilismo son la causa de que la comunidad no se renueve. Disminuye la capacidad de ser realistas y, al mismo tiempo, de saber soñar. Nos sentimos provocados por el papa Francisco: «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades [...]. Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda la estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación»24.
44. Nuestra propuesta comunitaria pretende hacer evidente una «Iglesia en actitud de salida»25, y proporcionar un ambiente educativo abierto y una comunidad educativo pastoral «extrovertida». La comunidad salesiana tiene la función de crear fraternidad también con los laicos corresponsables; en particular, con los miembros de la Familia Salesiana, superando toda forma de clericalismo y caminando hacia nuevas fronteras, dejando «las puertas siempre abiertas»26.
45.La Iglesia nos pide hoy que vivamos la espiritualidad de comunión, integrando la vida comunitaria y el servicio en la obra27, con un renovado sentido de pertenencia. Para construir la comunidad se debe pasar de la vida en común a la comunión de vida; de este modo, cada hermano establece vínculos fuertes y se entrega sin reservas, sin sentir la necesidad de evadirse o de encontrar formas de compensación y mundanas28.
46.En la Iglesia, que es el pueblo de Dios en camino y comunión de personas con diferentes carismas y funciones, compartimos con los laicos el servicio de la construcción del Reino de Dios. El carisma salesiano nos exige el cuidado, la coparticipación y responsabilidad de todos los miembros del núcleo animador de la CEP (cfr. Const. 47), Salesianos y laicos, para promover una mentalidad de proyecto y la acción común en beneficio de los jóvenes, de las familias y de los adultos de los ambientes populares.
47.El Sistema Preventivo no es solo para la animación pastoral, también regula las relaciones dentro de la comunidad. Nos inspira que seamos profetas de la fraternidad los unos para los otros, especialmente en tiempos de sufrimiento, y que busquemos relaciones más profundas. Seamos, pues, «signos y portadores del amor de Dios» (Const. 2), no solo en los encuentros con los jóvenes sino también con los hermanos.
48. Don Bosco usaba frecuentemente las palabras «casa» y «familia» para describir el «espíritu de Valdocco», que debe brillar en nuestras comunidades. En este sentido, acogemos el llamamiento evangélico y carismático a la comprensión mutua y a la corresponsabilidad, a la corrección fraterna y a la reconciliación.
49. La formación, tanto la inicial como la permanente, está llamada a incidir, con el aporte de las ciencias humanas, en las dinámicas profundas de relación, de la vida afectiva y la sexualidad, que influyen en el equilibrio de la vida comunitaria. En los procesos formativos, será bueno afrontar estos temas de manera más competente, frecuente y compartida, sin relegarlos exclusivamente a la dirección espiritual y a la práctica del sacramento de la reconciliación.
50. La formación, aceptada personalmente, nos ayuda a purificar las motivaciones y nos habitúa a vivir con recta intención; nos educa en el trabajo y la templanza con empeño apostólico disciplinado y desinteresado, que sabe establecer los límites necesarios en las relaciones interpersonales; nos capacita para un estilo de vida sobrio, que nos lleve a realizar el trabajo manual y los servicios ordinarios y humildes de la comunidad.
51.El director es una figura central; él, más que gestor, es el padre que reúne a los suyos en la comunión y el servicio apostólico. Debido a la complejidad de nuestras obras, a sus múltiples tareas y a una formación poco adecuada, no siempre está en condiciones de cuidar la vida fraterna, el discernimiento y la responsabilidad, de acuerdo con el proyecto de vida de la comunidad y el proyecto educativo-pastoral. En algunas situaciones, se ve afectado por el escaso apoyo de los hermanos.
Saliendo hacia las periferias, convirtiéndonos en signos proféticos al servicio de los jóvenes
52.Los jóvenes son «nuestra zarza ardiendo»29 a través de la cual Dios nos habla. Es un misterio para res- petar, acoger y a partir del cual discernir las orientaciones más profundas, ante el cual hay que quitarse las sandalias para contemplar la revelación de Dios en la historia de todos y de cada uno. Esta fuerte experiencia de Dios nos permite responder al grito de los jóvenes30.
53.Reconocemos que la unión con Dios se vive entre los jóvenes: «Creemos que Dios nos está esperando en los jóvenes para ofrecernos la gracia del encuentro con él, y para prepararnos a servirlo en ellos, reconociendo su dignidad y educándolos en la plenitud de la vida»31. La misión se desarrolla auténticamente cuando la aceptamos como proveniente de Dios, y cuando encontramos en Él, sostén para nuestro servicio.
54.Somos conscientes de que la fuerza y la coparticipación en las motivaciones de la fe y la búsqueda diaria de la unión con Dios enriquecen la reflexión pastoral, proporcionan creatividad al anuncio del Evangelio, nos impulsan a entregar nuestra vida a los jóvenes. Se realiza de este modo, el doble movimiento propio del Sistema Preventivo: en la escuela del amor de Dios que nos precede amándonos (cfr. 1 Jn 4,10.19) también a través de los jóvenes, nos hacemos capaces de un «amor preventivo» (Const. 15).
55.Queremos ser una Congregación de pobres para los pobres. Como Don Bosco, creemos que esta es nuestra forma de vivir radicalmente el Evangelio, para estar más disponibles y prestos para reconocer las necesidades de los jóvenes, realizando en nuestras vidas un verdadero éxodo hacia los más necesitados. Los inmigrantes, los refugiados y los jóvenes en paro son un desafío para nosotros Salesianos en todas las partes del mundo; nos invitan a encontrar formas de colaboración y nos urgen a que demos respuestas concretas y a tener una mentalidad más abierta, solidaria y valiente32.
56.El genericismo pastoral no expresa el carisma sale- siano y es el resultado de una planificación inadecua- da (cfr. ACG 334). Se debe a la poca aceptación de los anhelos más profundos de los jóvenes, a la falta de valoración de las orientaciones del magisterio salesiano y a la poca observancia de las Constituciones.
57.Nuestra actividad educativa pastoral está en sintonía con la Iglesia local y colabora con las instituciones del territorio, para un servicio más incisivo y cualificado a favor de los jóvenes y de los ambientes populares. La pastoral juvenil y la propuesta pedagógica salesiana no son propiedad nuestra reservada o de uso exclusivo dentro de la Congregación, sino que son un don precioso para la Iglesia y para la transformación del mundo.
58. El Sistema Preventivo, para nosotros Salesianos, es una metodología pedagógica, una propuesta de evangelización juvenil, una profunda experiencia espiritual. Hay que empeñarse más en renovar su comprensión y práctica en las mutantes condiciones de hoy. Quisiéramos aclarar particularmente que es una «espiritualidad para ser vivida»; la fecundidad de nuestro trabajo es fruto de una intensa vida espiritual vivida con los jóvenes (Const. 20) y para su salvación.
59.La asistencia salesiana es un aspecto fundamental de nuestra espiritualidad. Estar con los jóvenes y acercarse a ellos, ganar su confianza y acompañarlos en su asentimiento de fe, nos permitirá encontrar a Dios y escucharlo, para entregarles todas nuestras fuerzas «hasta el último aliento»33 y dar testimonio del don de nuestra vida, de acuerdo a la lógica de la cruz. Viviendo de esta manera, participamos en el dinamismo pascual, seguros de que la belleza de la resurrección colma de alegría y de paz el auténtico don de nosotros mismos.
60.Vivir el binomio de trabajo y templanza llena la vida del salesiano, alimenta su celo apostólico y le aproxima a los jóvenes, al Señor y a los hermanos. El campo apostólico debe ser proporcional a la consistencia cualitativa y cuantitativa de la comunidad y de la Comunidad Educativo-Pastoral.
61. Reiteramos la necesidad de que la formación tenga en cuenta el adiestramiento y la preparación al servicio de los jóvenes, también con el estudio en profundidad, el diálogo cultural y experiencias pastorales significativas, cuidando la continua actualización, de acuerdo con las directrices de la Iglesia y de la Congregación.
62.El mundo digital, «nuevo areópago de los tiempos modernos»34, es un reto para nosotros, educadores de los jóvenes: es un «nuevo patio», «un nuevo oratorio», que requiere nuestra presencia y estimula en nosotros nuevas formas de evangelización y educación. Estamos en la «era del conocimiento y de la información», que sin embargo, tiende a mercantilizar las relaciones humanas y a la monopolización del saber humano, convirtiéndose así en «fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo»35, al que nos debemos enfrentar con nuestro esfuerzo pastoral y educativo.
CAMINO
I. Objetivo
63.Testimoniar la radicalidad evangélica a través de la continua conversión espiritual, fraterna y pastoral
viviendo la primacía de Dios, contemplándole en lo cotidiano y en el seguimiento de Cristo;
construyendo comunidades auténticas en las relaciones y en el trabajo, de acuerdo con el espíritu de familia;
poniéndonos al servicio de los jóvenes más pobres, de modo más decidido y significativo.
II. Procesos y pasos
Como Don Bosco, en diálogo con el Señor
64. Para ser MÍSTICOS en el Espíritu, se debe pasar:
de una espiritualidad fragmentada a una espiritualidad unificadora, fruto de la contemplación de Dios en Jesucristo y en los jóvenes.
de la actitud de quien se siente ya formado a la escucha humilde y permanente de la Palabra de Dios, de los hermanos y de los jóvenes.
65. Para llevar a cabo estos cambios, nos comprometemos a:
vivir cada día la Eucaristía como fuente de nuestra fecundidad apostólica, y a celebrar el Sacramento de la reconciliación como la reanudación frecuente de nuestro camino de conversión.
cultivar la oración personal en contacto diario con la Palabra de Dios, practicando la meditación diaria, y cuidar la calidad de la oración comunitaria, compartiéndola con los jóvenes y los miembros de la CEP.
elaborar el proyecto de animación y de gobierno a todos los niveles para los próximos seis años, centrándose en la Palabra de Dios.
Caminamos juntos movidos por el Espíritu
66. Para ser MÍSTICOS en el Espíritu, se debe pasar:
un testimonio débil de los consejos evangélicos a una vida llena de pasión en el seguimiento de Jesús, capaz de despertar al mundo, haciendo presentes los valores esenciales de la existencia.
de una visión pesimista del mundo a una visión de fe que, descubra al Dios de la alegría en los acontecimientos de la vida y de la historia de la humanidad.
67. Para llevar a cabo estos cambios, nos comprometemos a:
Vivir con alegría y autenticidad la gracia de la consagración, elaborando o redefiniendo el proyecto personal de vida y el proyecto comunitario.
Tener un guía espiritual estable y acudir a él periódicamente.
Profundizar nuestra espiritualidad mediante la lectura frecuente de las Constituciones y el estudio de las Fuentes salesianas.
Proporcionar momentos de coparticipación espiritual comunitaria a partir de la Palabra de Dios, valorizando en particular la lectio divina.
Evaluar y promover como comunidad y como hermanos individuales, la armonía entre la oración y el trabajo, entre la reflexión y el apostolado, por medio de «escrutinios» adecuados.
Procurar que se traduzcan las Fuentes salesianas a diferentes idiomas.
Actualizar el manual «En diálogo con el Señor» y otros subsidios de oración.
Poner en marcha iniciativas de formación para Salesianos y laicos, y preparar a nivel regional, un centro de formación permanente o valorizar los de otras regiones.
Viviendo la experiencia de vida fraterna como en Valdocco
68. Para ser PROFETAS de la fraternidad se necesita pasar:
de unas relaciones funcionales y formales a relaciones cordiales, solidarias y de comunión profunda;
de los prejuicios y cerrazones a la corrección fraterna y a la reconciliación.
69. Para llevar a cabo estos cambios, nos comprometemos a:
Crear espacios para la práctica del diálogo con el otro36, poniendo en acción dinámicas positivas de comunicación interpersonal entre los hermanos, los jóvenes, los laicos y los miembros de la Familia Salesiana, valiéndonos incluso, de la ayuda de las ciencias humanas.
Vivir relaciones de fraternidad, cercanía y escucha en las reuniones con nuestros empleados y colaboradores, evitando actitudes autoritarias y antitestimoniales.
Animar a todos los hermanos, en unión con el Director y su Consejo, a hacerse responsables de la comunidad.
Satisfacer las necesidades de los hermanos enfermos y mayores e involucrarlos en la vida y misión comunes, de acuerdo con sus capacidades reales.
Apoyar especialmente a las comunidades que trabajan en las «fronteras».
Asegurar la consistencia cualitativa y cuantitativa de las comunidades, por medio de un replanteamiento sabio y valiente de las presencias.
Cuidar las dos formas complementarias de la vocación religiosa salesiana, asumiendo las directrices del CG2637 y continuando la reflexión, tanto sobre el ámbito de la vida consagrada, como de la especificidad de los Coadjutores, en relación con la vida fraterna y la misión.
Fortalecer los itinerarios de maduración humana y espiritual, y proporcionar formas adecuadas de apoyo a los hermanos en dificultad.
Garantizar modos adecuados de acompañamiento a las personas involucradas en posibles casos de abuso.
Evaluar y relanzar, en el ámbito del próximo sexenio, la propuesta de formación de los Diectores38.
Proveer, por parte del Rector Mayor y del Consejo General, la actualización del Manual del Director y del Inspector.
Disponibles para la planificación y la colaboración
70 . Para ser PROFETAS de la fraternidad es necesario pasar:
de la iniciativa pastoral individualista a la disponibilidad incondicional para la misión y el proyecto comunitario e inspectorial.
de considerar a los jóvenes meros destinatarios y a los laicos como colaboradores a promover a los jóvenes para que sean protagonistas y a los laicos, corresponsables en la única misión.
71. Para llevar a cabo estos cambios, nos comprometemos a:
Crecer en la comunión y corresponsabilidad, asumiendo el proyecto comunitario y el educativo-pastoral, desarrollando y haciendo visible la «cultura salesiana»39.
Promover sinergias con otros grupos de la Familia Salesiana que trabajan para y con los jóvenes y promueven sus derechos40.
Trabajar en red, conectándonos efectivamente con la Iglesia local, con otras familias religiosas, con los agentes educativos, sociales y gubernamentales.
Estructurar itinerarios más adecuados en la formación inicial, encaminados a involucrarse en la pastoral juvenil, a saber reconocer las problemáticas sociales de la zona, a implicarse en la planificación educativa y pastoral.
Integrar en el proyecto educativo-pastoral inspectorial y local, la pastoral de familia, previendo la formación y la participación de los laicos como animadores41.
Organizar la pastoral salesiana orgánica e integral en las comunidades inspectoriales y locales, de acuerdo con el «Marco de referencia de la pastoral juvenil salesiana» y con la programación acordada por los Consejeros del sector y por los Consejeros Regionales.
Garantizar el cuidado de la pastoral de las familias y de la formación de los laicos en todos los niveles, y que los sectores de la misión salesiana y de la formación favorezcan la coordinación de reflexiones y actuaciones.
Saliendo a las periferias
72. Para ser SERVIDORES de los jóvenes es necesario pasar:
de la distancia con los jóvenes a la presencia activa y entusiasta en medio de ellos, con la pasión del Buen Pastor.
de una pastoral de conservación a una pastoral «de salida», que parte de las necesidades profundas de los jóvenes más pobres, considerados en su entorno familiar y social.
73. Para llevar a cabo estos cambios, nos comprometemos a:
Promover en las inspectorías una profunda evaluación de la significatividad y presencia entre los más pobres de nuestras obras, de acuerdo con los criterios establecidos por los Capítulos Generales y los Rectores Mayores, para lograr la «conversión pastoral estructural» y comprender mejor las nuevas pobrezas (cfr. Reg. 1).
Asumir, junto con los laicos, el «Marco de referencia de la pastoral juvenil», activando pro- cesos de renovación, valorizando las fuerzas del voluntariado existentes y teniendo en cuenta lanuevas fronteras existenciales y geográficas de los jóvenes más pobres.
Promover y defender los derechos humanos y los del menor por medio de un enfoque innovador del Sistema Preventivo, prestando especial atención al trabajo infantil y al comercio sexual, a la drogadicción y a todas las formas de explotación, al desempleo y migración juvenil y al tráfico de personas.
Favorecer en nuestros ambientes un clima de respeto por la dignidad de los menores, empeñándonos en crear las condiciones que prevengan todas las formas de abuso y violencia, y que cada inspectoría siga las orientaciones y directrices del Rector Mayor y del Consejo General.
Educar a los jóvenes en la justicia y la legalidad, en la dimensión sociopolítica de la evangelización y de la caridad, acompañándoles para que sean agentes de transformación social con la lógica de servicio al bien común.
Sensibilizar a las comunidades y a los jóvenes en el respeto de la naturaleza, educándoles en la responsabilidad ecológica, mediante actividades concretas de protección del medio ambiente y de desarrollo sostenible.
Convirtiéndonos en signos proféticos al servicio de los jóvenes
74. Para ser SERVIDORES de los jóvenes es necesario pasar:
de una vida dominada por el aburguesamiento a una comunidad misionera y profética, que se vive compartiendo vida con los jóvenes y los pobres.
de una pastoral de acontecimientos y actividades a una pastoral orgánica e integral, capaz de acompañar los procesos de madurez vocacional, en sintonía con las nuevas perspectivas eclesiales y salesianas.
75. Para llevar a cabo estos cambios, nos comprometemos a:
Desarrollar la cultura vocacional y el cuidado de las vocaciones a la vida consagrada salesiana, cultivando el arte del acompañamiento y habilitando a Salesianos y laicos para que sean guías espirituales de los jóvenes.
Vivir el binomio del «trabajo y la templanza», llevando un estilo de vida visiblemente pobre, eliminando los derroches y haciéndonos disponibles para los servicios domésticos y comunitarios.
Practicar una solidaridad real con los que se encuentren en necesidad, con los pobres y entre las casas salesianas.
Introducirse de modo significativo y educativo en el mundo digital, en que están particularmente instalados los jóvenes, garantizando la adecuada formación profesional y ética de los hermanos y colaboradores, aplicando el «Sistema Salesiano de Comunicación Social».
Favorecer a las comunidades internacionales, también mediante la redistribución global de los hermanos y la promoción de los proyectos misioneros de la Congregación.
Activar procedimientos, incluso a través de auditorías, que garanticen la transparencia y la profesionalidad en la gestión de bienes y obras.
Realizar una revisión cuidadosa de la Casa General y de otros edificios de la Congregación, para que sean signo claro y creíble de radicalidad evangélica.
DELIBERACIONES DEL CG27
Basándose en la evaluación de las estructuras del gobierno central de la Congregación, hecha por el Rec- tor Mayor y por el Consejo General a petición del CG26, núm. 118, y en las propuestas llegadas de los Capítulos inspectoriales, de Hermanos en particular, así como también de la misma Asamblea capitular, después del examen hecho por la Comisión jurídica y en la Asamblea, el Capítulo General ha aprobado las siguientes Deliberaciones. Algunas de ellas se refieren a artículos de las Constituciones y de los Reglamentos Generales, otras son orientaciones prácticas para el gobierno de la Congregación.
1. DURACIÓN EN EL CARGO DEL RECTOR MAYOR Y DE LOS MIEMBROS DEL CONSEJO GENERAL
76.El Capítulo General 27,
con referencia a los artículos 128 y 142 de las Constituciones que fijan la duración en el cargo por 6 años del Rector Mayor y de los miembros del Consejo General,
considerado que 6 años son un lapso de tiempo adecuado para gobernar y animar la Congregación,
confirma la duración en el cargo de 6 años para el Rector Mayor y los miembros del Consejo General, como está previsto en los artículos 128 y 142 de las Constituciones.
2. REELECCIÓN DEL RECTOR MAYOR Y DE LOS MIEMBROS DEL CONSEJO GENERAL
77. El Capítulo General 27,
con referencia al artículo 128 de las Constituciones que prevé que el Rector Mayor pueda ser elegi- do solo para un segundo sexenio consecutivo, y con referencia al artículo 142 de las Constituciones que prevé que el Vicario del Rector Mayor, los Consejeros de sector y los Consejeros Regionales puedan ser elegidos solo para un segundo sexenio consecutivo en el mismo cargo,
considerado que la actual formulación de los artículos 128 y 142 deja libre a la Asamblea capitular para:
confirmar o no para un segundo sexenio en el mismo cargo al Rector Mayor, al Vicario del Rector Mayor, los Consejeros de sector y los Consejeros Regionales;
valorar la experiencia adquirida para otro cargo eventual en el Consejo General,
A. confirma la posibilidad de elegir al Rector Mayor solo para un segundo sexenio consecutivo, como está previsto en el artículo 128 de las Constituciones;
B. confirma la posibilidad de elegir al Vicario del Rector Mayor, a los Consejeros de sector y a los Consejeros Regionales solo para un segundo sexenio consecutivo en el mismo cargo, como prevé el artículo 142 de las Constituciones.
3. COMPOSICIÓN DEL CONSEJO GENERAL
78.El Capítulo General 27,
con referencia a los artículos 130, 131 y 133 de las Constituciones, que se refieren a los cometidos y la composición del Consejo General,
considerado que la estructura actual del Consejo General compuesto por el Vicario, los Consejeros encargados de sectores especiales y los Consejeros Regionales encargados de grupos de inspectorías, permite la integración de la visión global de la Congregación, propia del Rector Mayor, del Vicario, de los Consejeros encargados de sectores especiales, con la visión profunda de los grupos de Inspectorías, propia de los Consejeros Regionales,
confirma la estructura actual del Consejo General prevista en el artículo 133 §1 de las Constituciones.
4. VICARIO DEL RECTOR MAYOR
79. El Capítulo General 27,
con referencia al artículo 134 §3 de las Constituciones, que atribuye al Vicario del Rector Mayor el cometido de animar a la Familia Salesiana,
considerada la petición hecha por el Capítulo General 26 de realizar una evaluación de esta asignación al final del sexenio42,
juzga que es preferible confiar la animación de la Familia Salesiana a un Secretariado central directamente dependiente del Rector Mayor, a norma del artículo 108 de los Reglamentos Generales, por las siguientes motivaciones:
un fuerte impulso se ha dado en estos años a la Familia Salesiana, que ha crecido en el número de sus miembros, en su conciencia carismática me diante la asunción de la Carta de identidad de la Familia Salesiana y del Aguinaldo del Rector Mayor, en su visibilidad mundial e inspectorial;
la referencia carismática única de toda la Familia Salesiana es el Rector Mayor en cuanto sucesor de Don Bosco;
un Secretariado Central instituido por el Capítulo General y dependiente directamente del Rector Mayor puede asegurar mejor ese vínculo de forma estable y con mayor disponibilidad y continuidad de tiempo por parte de las personas llamadas a formar el Secretariado;
los cometidos asignados al Vicario del Rector Mayor por el artículo 134 de las Constituciones son potencialmente muy amplios, del mismo modo que son múltiples y puntuales los descritos por el Vademecum para la vida y la acción del Consejo General, de modo que, en todo caso, requieren una tarea muy onerosa,
A. suprime el §3 del artículo 134 de las Constituciones, que atribuye al Vicario del Rector Mayor el encargo de animar a la Familia Salesiana;
B. instituye un Secretariado Central para la Familia Salesiana directamente dependiente del Rector Mayor, a norma del artículo 108 de los Reglamentos, con los siguientes cometidos:
animar a la Congregación en el sector de la Familia Salesiana y asegurar la interacción con los otros sectores de la Congregación a nivel mundial;
promover, a norma del artículo 5 de las Constituciones, la comunión de los varios grupos, respetando su especificidad y autonomía;
orientar y acompañar a las Inspectorías para que en sus territorios se extiendan, según los respectivos estatutos, la Asociación de los Salesianos Cooperadores, el movimiento de los Exalumnos y la ADMA.
5. NÚMERO Y ÁREAS DE LOS CONSEJEROS DE SECTOR
80. El Capítulo General 27,
con referencia a los artículos 133, 136 y 138 de las Constituciones,
confirma que los Consejeros encargados de sectores especiales son: el Consejero para la formación, el Consejero para la pastoral juvenil, el Consejero para la comunicación social, el Consejero para las misiones y el Ecónomo general, como se indica en el artículo 133 §2 de las Constituciones.
6. COMETIDOS DEL CONSEJERO REGIONAL
81. El Capítulo General 27,
con referencia a los artículos 140 y 154 de las Constituciones, que se refieren respectivamente a los cometidos del Consejero Regional y a los grupos de inspectorías (o regiones),
considerado que los cometidos asignados por las Constituciones a los Consejeros Regionales están adecuados a las exigencias actuales de la Congregación, ya que, sin que constituyan un nivel intermedio de gobierno, permiten:
promover la unidad de la Congregación y la fluidez de los procesos de animación en la diversi- dad de los contextos;
mantener vivo el enlace entre el Rector Mayor y el Consejo General por un lado, y las inspectorías, las comunidades locales y cada hermano, por otro;
tener en el Consejo General una visión real y al día de las diversas áreas de la Congregación, y tal conocimiento resulta decisivo para la animación y el gobierno;
hacer presente, especialmente en el desarrollo de la visita extraordinaria, un rasgo fundamental de nuestro carisma, que es la atención al hermano y la escucha,
confirma los cometidos asignados a los Consejeros Regionales por el artículo 140 de las Constituciones.
7. MODALIDAD DE ELECCIÓN DEL RECTOR MAYOR
82. El Capítulo General 27,
con referencia al artículo 141 de las Constituciones y a los artículos 126, 127 y 128 de los Reglamentos Generales, que se refieren a la modalidad de elección del Rector Mayor y de los miembros del Consejo General,
considerado que el proceso de discernimiento, guiado y coordinado por la persona del orientador, externo a la Congregación, permite crear un clima positivo y de búsqueda de la voluntad de Dios,
confirma la modalidad de elección del Rector Mayor indicada por el artículo 141 de las Constituciones y los artículos 126 y 127 de los Reglamentos Generales.
8. MODALIDAD DE ELECCIÓN DEL VICARIO DEL RECTOR MAYOR
83. El Capítulo General 27,
con referencia al artículo 141 de las Constituciones y a los artículos 126, 127 y 128 de los Reglamentos Generales, que se refieren a la modalidad de elección del Rector Mayor y de los miembros del Consejo General,
considerado que
la modalidad actual asigna plena y exclusiva responsabilidad al Capítulo General, que ostenta en la Sociedad la autoridad suprema y la ejerce según derecho (Const. 147);
la elección directa por parte de la Asamblea subraya mejor el papel institucional del Vicario del Rector Mayor,
confirma la modalidad de elección del Vicario del Rector Mayor indicada en el artículo 141 de las Constituciones y en los artículos 126 y 127 de los Reglamentos Generales.
9. MODALIDAD DE ELECCIÓN DE LOS CONSEJEROS DE SECTOR
84. El Capítulo General 27,
con referencia al artículo 141 de las Constituciones y a los artículos 126, 127 y 128 de los Reglamentos Generales, que se refieren a la modalidad de elección del Rector Mayor y de los miembros del Consejo General,
considerado que, en la fase de discernimiento para la elección de los Consejeros de sectores, procede:
señalar a los candidatos más adecuados por capacidad y competencias;
favorecer la corresponsabilidad y la participación por parte de todas las regiones «en la elección de los responsables de gobierno» (Const.123) a nivel mundial;
implicar a los miembros del Capítulo, reunidos por regiones, en un proceso de discernimiento que madura en el diálogo y en la búsqueda común;
hacer madurar las convergencias sobre algunos candidatos,
delibera que la elección de los Consejeros de sector esté precedida por un discernimiento por parte de los hermanos capitulares divididos por regiones, sobre las necesidades principales del sector y sobre el perfil del candidato. Este proceso de discernimiento se concluye con la propuesta a la Asamblea de un candidato de la propia región y de otro de fuera de la propia región, elegidos con votación y escrutinio secreto. En este sentido, se modifica el artículo 127 de los Reglamentos Generales.
10. MODALIDAD DE ELECCIÓN DE LOS CONSEJEROS REGIONALES
85. El Capítulo General 27,
con referencia al artículo 141 de las Constituciones y a los artículos 126, 127 y 128 de los Reglamentos Generales, que se refieren a la modalidad de elección del Rector Mayor y de los miembros del Consejo General,
considerado que la formulación del artículo 128 de los Reglamentos Generales modificada por el Capítulo General 2643 permite a la Asamblea capitular conocer con mayor claridad la orientación prevalente de los hermanos de la región,
confirma la modalidad de elección de los Consejeros Regionales indicada por el artículo 128 de los Reglamentos Generales.
11. COORDINACIÓN EN EL CONSEJO GENERAL
86.El Capítulo General 27,
vistos los artículos 133 de las Constituciones y 107 de los Reglamentos Generales,
vista la deliberación del Capítulo General 26, núm.117,
considerado el resultado de la consulta de las Inspectorías, con las motivaciones y las sugerencias expresadas por ellas, así como el debate de la Asamblea que precedió a la elección de los miembros del Consejo General, de los que emergió con evidencia la necesidad de mayor coordinación de las actividades de los Consejeros encargados de sectores específicos entre ellos y con los Consejeros Regionales,
porque juzga que
la composición del Consejo General, establecida en el artículo 133 de las Constituciones, pre- tende favorecer simultáneamente una acción de alcance mundial en sectores específicos, y una acción de proximidad en las Inspectorías, en determinadas áreas geográficas (las regiones o los grupos de inspectorías);
esta articulación, para que sea eficaz, requiere sinergia y coordinación para evitar la dispersión y la fragmentación de las intervenciones;
delibera modificar, como sigue, el artículo 107 de los Reglamentos Generales:
«La animación de la misión salesiana a nivel mundial requiere precisar los objetivos comunes y las sinergias entre los Consejeros encargados de sectores específicos, y la coordinación de las intervenciones con los Consejeros Regionales, mediante encuentros sistemáticos de programación y verificación.
Los Consejeros Generales encargados de sectores específicos, para ejecutar los cometidos que se les han confiado, se sirvan de oficinas técnicas y de asesorías.
Su constitución, su organigrama y las modalidades de funcionamiento son de la competencia del Rector Mayor, con el consenso de su Consejo».
12. CONFIGURACIÓN DE LAS REGIONES DE EUROPA Y MEDIO ORIENTE
87. El Capítulo General 27,
vistos los resultados de la consulta de todas las inspectorías de Europa y de Medio Oriente,
considerado el parecer del Consejo General,
considerado que la configuración interna de las tres regiones ha cambiado sustancialmente, después de las últimas reestructuraciones, de Francia-Bélgica Sur (2008) y de Italia (2008), y de España (2014),
tenida en cuenta la disminución del número de hermanos en toda Europa y del redimensionamiento de las obras que se está realizando en las diferentes inspectorías,
considerado que el Proyecto Europa iniciado por el Capítulo General 2644 pretende promover y reforzar las sinergias entre las diversas inspectorías, también con vistas al fortalecimiento del carisma,
considerado que dentro de las regiones se podrán establecer varias Conferencias inspectoriales (Const.155), para garantizar un relación más estrecha,
considerado que, quedando en firme la importancia de la Visita extraordinaria para el conocimiento de los hermanos y de la realidad de cada inspectoría, se pueden adoptar otras modalidades de desarrollo de las visitas (por ejemplo con un visitador extraordinario que no coincida siempre con el Consejero regional), de modo que se garantice el servicio de animación del Consejero Regional como expresión de comunión y de coordinación,
en sustitución de las regiones Europa Norte, Europa Oeste, Italia y Medio Oriente, instituye los dos siguientes grupos de inspectorías:
Región MEDITERRÁNEA constituida por la Circunscripción Italia central, por la Circunscripción Piamonte y Valle de Aosta y por las inspectorías Italia LombardoEmiliana, Italia Meridional, Italia Nordeste, Italia Sicilia, Medio Oriente, Portugal, España Barcelona, España Bilbao, España León, España Madrid, España Sevilla y España Valencia.
Región EUROPA CENTRO Y NORTE constituida por las inspectorías de Austria, Bélgica Norte, Croacia, FranciaBélgica Sur, Alemania, Gran Bretaña, Irlanda, Polonia Cracovia, Polonia Pila, Polonia Varsovia, Polonia Wroclaw, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría y por la Circunscripción de Ucrania.
13. VISITA EXTRAORDINARIA
88 El Capítulo general 27,
con referencia al artículo 104 de los Reglamentos Generales,
considerado el parecer positivo de las inspectorías consultadas y las motivaciones adoptadas,
considerado el parecer del Consejo General y las motivaciones adoptadas,
juzga que la Visita extraordinaria es un modo valioso para animar en forma fraterna a las inspectorías, las comunidades locales y a cada hermano, además de un instrumento jurídico de gobierno, previsto por el CIC.
juzga también que:
con referencia al número de las inspectorías de una región, a las lenguas habladas, al número total de los hermanos, para permitir al Consejero Regional que realice los demás cometidos que le asignan las Constituciones y los Reglamentos Generales, el Rector Mayor, según lo previsto por el artículo 104 de los Reglamentos Generales, puede confiar el encargo de realizar la Visita extraordinaria, además del Consejero Regional, a otro miembro del Consejo General, o a uno o más hermanos designados por él, en coordinación con el Consejero Regional;
es necesario que cada Región tenga una oficina de estudio y documentación, para apoyo de la acción del Consejero Regional con vistas también a la visita extraordinaria;
es indispensable escuchar personalmente a cada hermano durante la Visita extraordinaria y el encuentro con los organismos de participación y con los laicos que ocupan puestos de responsabilidad;
la preparación de la visita extraordinaria, el acompañamiento sucesivo y el encuentro periódico con el Inspector y el Consejo inspectorial son elementos fundamentales para favorecer el apoyo fraterno, la unidad con el Rector Mayor y la asunción de las orientaciones de los Capítulos Generales.
Por tanto,
confirma la modalidad de la Visita extraordinaria, prevista en el artículo 104 de los Reglamen tos Generales.
14. VISITA DE CONJUNTO
89. El Capítulo General 27,
considerada la praxis en uso que prevé, a mitad del sexenio de gobierno del Rector Mayor y del Consejo General, la realización en cada región de una o más «Visitas de conjunto»,
dado que la misma es un instrumento de útil animación que permite, con modalidades flexibles,
un mayor conocimiento de las regiones,
la coparticipación de problemáticas comunes y de orientaciones de la Congregación,
la comunión con el Rector Mayor y el Consejo General,
la escucha directa de los Consejos inspectoriales,
la verificación de la actuación de las deliberaciones del Capítulo General precedente,
confirma la validez de la «Visita de conjunto» como instrumento de animación de la Congregación, según modalidades flexibles que permiten la escucha directa y la coparticipación.
15. COMISIÓN ECONÓMICA
90.El Capítulo General 27,
vista la relación del Ecónomo General en la Asamblea capitular,
considerada la necesidad de dar forma estable, para el nivel mundial, a lo previsto por el artículo 185 de los Reglamentos Generales,
pide al Rector Mayor y al Consejo General que instituyan una «Comisión Económica», compuesta por miembros no residentes, salesianos y profesionales no salesianos, que colaboren establemente con el Ecónomo General.
La Comisión Económica tendrá los siguientes co- metidos:
analizar los presupuestos y los balances de re- sultados de las Inspectorías y Visitadurías de la Congregación;
presentar un informe anual al Consejo General sobre el estado económico y financiero de las Inspectorías y Visitadurías;
estudiar la asignación del patrimonio mobiliario de la Dirección General respetando los criterios éticos y de gestión responsable y prudente de los recursos;
realizar la revisión de las estructuras inmuebles de la Dirección General, de su empleo, de los costes de manutención ordinaria y extraordinaria;
revisar los presupuestos y los balances de resultados anuales de la Dirección General, sugerir acciones de mejoramiento según criterios de pobreza, funcionalidad y transparencia, e informar a las Inspectorías y Visitadurías sobre el empleo de los recursos;
proponer formas de solidaridad;
examinar la situación de Inspectorías y Visitadurías en dificultad económica y sugerir las intervenciones necesarias;
examinar anualmente la marcha económica de la Universidad Pontificia Salesiana y de la Visitaduría de la UPS, con vistas a su sostenibilidad;
verificar anualmente los contratos en vigor con la Circunscripción especial del Piamonte y del Valle de Aosta (ICP) para los lugares originarios salesianos (Valdocco Casa Madre, Colle Don Bosco);
ofrecer asesoramiento sobre problemáticas especiales del Economato General o sobre problemáticas indicadas por el Rector Mayor y el Consejo General;
elaborar con el Ecónomo General los programas de los cursos de formación de los Ecónomos inspectoriales.
16. REPRESENTACIÓN EN EL CAPÍTULO GENERAL
91.El Capítulo General 27,
visto el artículo 114 de los Reglamentos Generales sobre la participación en el Capítulo General,
visto el artículo 123 de las Constituciones que sanciona el principio de la participación de los herma- nos en la elección de los responsables de gobierno y en la elaboración de sus decisiones, «según las modalidades más convenientes» (Const. 123),
considerado que:
en base a su naturaleza, el Capítulo General debe tener una composición tal que sea representativo de toda la Sociedad, según lo establecido por el artículo 151 de las Constituciones, donde se enumeran, en primer lugar, los miembros «ex officio» o de derecho, después vienen los Delegados elegidos entre los profesos perpetuos en las diferentes circunscripciones de la Congregación;
para asegurar la prevalencia del número de los Capitulares elegidos respecto al número de los miembros participantes de derecho en el Capítulo General, se ha codificado el procedimiento de la elección de los Delegados según el criterio cuantitativo;
las progresivas incorporaciones de Inspectorías con números muy elevados que se han dado en la Congregación, y la presencia de Inspectorías con números exiguos de Hermanos hace necesaria una revisión de los criterios de elección de los Delegados al Capítulo General, para una justa representatividad en el mismo, con referencia al número de los Hermanos presentes en las inspectorías,
modifica como sigue el artículo 114 de los Reglamentos Generales:
Las Inspectorías con menos de doscientos profesos y las Visitadurías enviarán al Capítulo General un Delegado elegido por los respectivos Capítulos. Las Inspectorías, además, enviarán otro Delegado por cada doscientos profesos o fracción. Las otras eventuales circunscripciones jurídicas, a las que se refiere el artículo 156 de las Constituciones, tendrán la representación que se determina en su decreto de erección.
17. PERSONAL PARA LOS LUGARES SALESIANOS
92 El Capítulo General 27,
vista la petición hecha por el Capítulo Inspectorial de la Circunscripción especial del Piamonte y del Valle de Aosta (ICP),
vista la línea de acción núm. 1 del Capítulo General 26 que implicaba al Rector Mayor con su Consejo en promover «un equipo internacional de hermanos para la animación de los lugares de origen del carisma salesiano» (CG26, 12),
considerada la importancia histórica y carismática de los lugares salesianos que son patrimonio de toda la Congregación para conservarlos, promoverlos y valorizarlos,
considerada la necesidad de un proyecto que valorice plenamente los lugares de los orígenes salesianos en clave pastoral y vocacional, para los jóvenes y para la Familia Salesiana, especialmente en previsión del bicentenario del nacimiento de Don Bosco,
delibera que la incorporación del personal salesiano a las comunidades de Turín Valdocco «Maria Ausiliatrice» y del Colle Don Bosco es competencia del Rector Mayor y de su Consejo, dentro de un proyecto globalizador que implica al Consejo General, al Inspector y al Consejo inspectorial ICP y a la solidaridad de todas las inspectorías.
18. ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, PORTAL WWW.SDB.ORG, AGENCIA INFO SALESIANA
93.El Capítulo General 27,
considerado el resultado de la consulta a las inspectorías,
considerado el parecer del Consejo General,
considerado que:
las Actas del Consejo General son el Boletín Oficial de información del Rector Mayor y del Consejo General;
el portal web www.sdb.org permite el conocimiento y la difusión de gran riqueza de contenidos;
la Agencia INFO Salesiana (ANS) se ha consolidado como un instrumento necesario de información interna y externa de la Congregación,
confirma la validez de las Actas del Consejo General, del portal web www.sdb.org, de la Agencia INFO Salesiana (ANS), como instrumentos de información y de formación.
19. PROYECTO DE ANIMACIÓN Y GOBIERNO DEL RECTOR MAYOR Y EL CONSEJO GENERAL PARA EL SEXENIO
94. El Capítulo General 27,
considerado el resultado de la consulta a las Inspectorías,
considerado el parecer del Consejo General,
considerado que:
el Proyecto de animación y de gobierno del sexenio del Rector Mayor y del Consejo General es un instrumento que permite señalar las líneas programáticas de animación y gobierno a nivel mundial, a partir de las orientaciones del Capítulo General;
esto permite, dentro del Consejo General, indicar los objetivos, crear sinergias y coordinar las intervenciones en los modos y en los tiempos;
el diálogo con las regiones y con las Consultas mundiales de los sectores específicos, antes de redactar el Proyecto, favorece la implicación y permite recoger expectativas y sensibilidades;
un texto esencial, práctico y verificable in itinere, con un claro escalonamiento temporal de las intervenciones, favorece la comunicación y la armonización con las Programaciones de las Inspectorías y de las Conferencias inspectoriales,
confirma la validez del Proyecto de animación y gobierno del sexenio, redactado por el Rector Mayor y el Consejo General, para llevar a cabo las orientaciones del Capítulo General y responder a las necesidades de la Congregación.
ANEXOS
ANEXO 1
Discurso del Rector Mayor
don Pascual Chávez Villanueva,
en la apertura del CG27
«Así pues, ya que habéis recibido al Mesías Jesús
como Señor, proceded unidos con él,
arraigados y cimentados en él,
confirmados en la fe que os enseñaron,
derrochando agradecimientos»
(Col 2,6-7)
1. UNA PALABRA DE SALUDO Y DE BIENVENIDA
Eminencia Reverendísima
Card. João Braz de Aviz,
Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida
Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica
Eminencias Reverendísimas
Card. Tarcisio Bertone Card.
Riccardo Ezzati
Card. Raffaele Farina
Card. Óscar Rodríguez Maradiaga
Excelentísimo Mons. Gino Reali,
Obispo de Porto y Santa Rufina
Excelentísimo Mons. Francisco Brugnaro,
Arzobispo de Camerino - Exalumno salesiano
Excelentísimos Arzobispos y Obispos Salesianos
Gentilísima Madre Yvonne Reungoat,
Superiora General del Instituto
de las Hijas de María Auxiliadora
Queridos Responsables de los diferentes Grupos de la
Familia Salesiana
Reverendísimo Padre David Glenday,
Secretario General de la Unión de los Superiores
Generales:
En nombre de todos los capitulares, os agradezco de corazón que hayáis acogido la invitación para estar con nosotros compartiendo la alegría y la oración el día de la apertura del Capítulo General 27 de la Sociedad de san Francisco de Sales. Apreciamos vuestra presencia como signo de cercanía fraterna y contamos con vuestra simpatía y con vuestras oraciones por el buen resultado de esta Asamblea. Gracias a todos.
Queridos Hermanos Capitulares, Inspectores y Superiores de Visitadurías, Delegados Inspectoriales, Observadores invitados, llegados de todo el mundo para tomar parte en esta importante asamblea de nuestra amada Congregación.
2. GUIADOS POR EL ESPÍRITU
El domingo, 10 de noviembre de 2013, último día de la visita a la Inspectoría de Calcuta, tuve la gracia de visitar, una vez más, la casa madre de las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa. Si la primera vez fui recibido por la Madre Nirmala, esta vez fue la Madre Prema la que me recibió y acompañó a rezar ante el lecho en el que había expirado Madre Teresa, en la misma habitación donde había vivido hasta su Pascua. Nuestra oración continuó después ante su tumba, en la Capilla de la Casa Madre.
Os confieso que, en aquel momento, sentí una inspiración profunda, parecida a la que viví ante la urna del Padre Pío en julio pasado, sobre lo que representa para nosotros la «radicalidad evangélica». Los santos, especialmente el Padre Pío y Madre Teresa, como Don Bosco, nos testimonian el modo de vivir el Evangelio radicalmente.
2.1. En la senda de la «radicalidad evangélica»
En aquel momento, en aquellos lugares santos, recé por toda la Congregación y por el buen resultado espiritual y pastoral de nuestro Capítulo General. Espero tanto que esta especial experiencia de oración y de reflexión nos pueda llevar a Cristo, a su gramática, que es su Evange- lio, a su lógica, que es la de la cruz.
Necesito subrayar aquí que lo que nos preocupa no es el futuro de la Congregación, como si fuese una cuetión de supervivencia, sino nuestra capacidad de profecía, es decir, nuestra identidad carismática, nuestra pasión apostólica, que es el verdadero valor social y eclesial, según el criterio dado por Jesús mismo: «En eso conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros» (Jn 13,35).
Identidad carismática y pasión apostólica vienen dadas por una «radicalidad evangélica» que no es más que la contemplación de Cristo de tal forma que nos permite convertirnos, poco a poco, en una fiel imagen suya.
La conformación con Cristo, por otra parte, consiste en hacer proprio su modo de ser y de actuar obediente, pobre y casto, lleno de compasión hacia los más pobres, amándolos y amando la pobreza, haciendo de ella una verdadera bienaventuranza, de modo que se la viva con alegría, con humildad y sencillez.
2.2. Escuchando al Señor
Esa es la importancia de esta asamblea, que se nos ofrece como un kairos, un fuerte momento de gracia, en la historia de la Congregación y, por tanto, en la historia de la salvación, ya que la misma Congregación participa de la comunión y de la misión de la Iglesia hasta que quiera el Señor.
En la vida de la Iglesia
Me parece obligado referirme aquí al modelo cautivador y carismático que ha introducido en la Iglesia el papa Francisco. Con sus gestos, sus actitudes y sus intervenciones la está ya renovando profundamente, buscando iluminar las mentes, caldear los corazones y robustecer las voluntades de todos con la luz y el vigor del Evangelio, para hacer de todos nosotros testigos valientes, «discípulos misioneros de Cristo», enviados al mundo, sin miedo, para servir a los más pobres y marginados y transformar así esta sociedad. No creo que, como Congregación, podamos quedar indiferentes o desentendidos; a través del papa Francisco, estoy convencido, el Espíritu está hablando a las Iglesias y nos propone una verdadera «conversión personal y pastoral».
Subrayaría, ante todo, sus actitudes y sus gestos. No son simplemente noticias para la crónica de los periodistas, que están dando un gran relieve a todo lo que hace y, no menos, a cómo lo hace. Comunican ya una visión propia de la Iglesia, un magisterio propio y una forma suya de gobierno.
En efecto, desde su primera intervención a los Cardenales electores, el papa Francisco propuso un modelo de Iglesia en sintonía con las grandes opciones del Vaticano II - aunque él no lo menciona mucho -; en armonía naturalmente con la nueva evangelización - aunque él no lo subraya explícitamente -; bajo el influjo de la pastoral latinoamericana, desde Medellín con la opción por los pobres, hasta Aparecida con la opción de una Iglesia formada por discípulos misioneros de Cristo, plenamente insertos en la realidad cotidiana.
Lo primero que hay que señalar en el papa Francisco es, precisamente, ese estar suyo atento a la realidad concreta, pero con una exquisita sensibilidad pastoral, tratando de contemplar a Dios en todo y mirar todo con la mirada de Dios. De este modo podemos descubrir la necesidad de salvación precisamente de esta sociedad y la urgencia de poner en marcha procesos de transformación aptos para hacerla más humana y fraterna, más en consonancia con el designio de Dios. Él trata de hacer todo esto manteniendo y construyendo unidad, sin turbar las dinámicas sociales.
Esta es la Iglesia que el papa Francisco se siente llamado a construir en fidelidad a Jesús y a su Evangelio: una Iglesia al servicio de este mundo. Se trata de una Iglesia libre de la mundanidad espiritual que lleva a la vanidad, a la prepotencia, al orgullo; elementos todos que constituyen una verdadera idolatría. Él quiere una Iglesia libre del narcisismo teológico, de la tentación de congelarse en su propio marco institucional, del riesgo de la autorreferencialidad, del aburguesamiento, de la cerrazón en sí misma, del clericalismo.
Se trata además de una Iglesia que sea de verdad el cuerpo del Verbo hecho carne y, como Él, encarnada en esta realidad, atenta a los más pobres y a los que sufren; una Iglesia que no puede reducirse a ser una pequeña capilla, estando llamada a convertirse en casa para toda la humanidad; una Iglesia siempre en camino hacia los
últimos, a los que expresa su predilección sin abandonar a los demás; una Iglesia que se siente bien en las fronteras y en los márgenes de la sociedad.
Esto no significa que la Iglesia deba hacer hijos suyos a todos los hombres y las mujeres del mundo ni tampoco quiere decir que tenemos que empujar para que todos entren en ella. La Iglesia del papa Francisco quiere ofrecerse como lugar abierto en el que todos puedan encontrarse y reunirse, porque en ella hay espacio para el diálogo, la diversidad, la acogida. No debemos obligar al mundo a que entre en la Iglesia; es más bien la Iglesia la que debe acoger al mundo como es el mundo, es decir, como lugar de salvación.
El sueño del Papa actual es una Iglesia que salga a las calles para evangelizar, para tocar con la mano los corazones de las personas; una Iglesia dispuesta a servir, que se propone llegar no solo a las periferias geográficas, sino a las de la existencia, donde a veces viven a duras penas nuestros hermanos y hermanas; una Iglesia pobre, que privilegia a los pobres y les presta su voz, que ve en los ancianos, en los enfermos o en los jóvenes minusválidos las «llagas de Cristo»; una Iglesia que se compromete a superar la terrible cultura de la indiferencia en la que estamos viviendo y que lleva a la violencia a quien se siente cada vez más frustrado, explotado y marginado; una Iglesia que presta la atención y la importancia debidas a las mujeres, tanto en la sociedad como dentro de sus instituciones.
Muchos de estos elementos se pueden encontrar en las crónicas o en los reportajes de diarios, revistas semanales o revistas religiosas como si fuesen simples anécdotas curiosas. En cambio, no es así. ¡Todo lo que el Santo Padre nos está proponiendo de forma sencilla y cotidiana son elementos de un magisterio rico en novedad evangélica! ¡Ahí hay una concepción nueva de Iglesia! ¡Aquí hay un modo nuevo de pensar hasta el mismo gobierno de la Iglesia! ¡Hay tanto que aprender!
Hablando también a los Obispos del Brasil, decía que la Iglesia ha olvidado que no hay nada más alto que Jerusalén, más fuerte que la debilidad de la cruz, más convincente que la bondad, que el amor, que el veloz ritmo de los peregrinos; el camino de la Iglesia, en efecto, no es un maratón, sino una peregrinación. Por tanto, hay que acompasar el paso al del pueblo junto al que debemos caminar, para encontrar tiempo para estar con los que caminan, para poder acompañarlos cultivando la paciencia, la capacidad de escucha y la comprensión de situaciones tan diversas. ¡No hay que viajar tan velozmente de modo que no veamos nada de lo que nos rodea!
Dirigiéndose en Río de Janeiro a los dirigentes de la política y de la cultura, el Papa quiso subrayar la importancia de la cultura del encuentro para promover una sociedad que logre ofrecer espacio a todos, no excluir a nadie, no hacer de los hombres un material de desecho. Una cultura del encuentro que debe eliminar la marginación social de los jóvenes, a los que se les niega demasiadas veces la posibilidad de trabajo y de futuro.
Sobre todo en el discurso a los jóvenes les invitaba a poner en juego la propia vida, a volcar sus energías en la construcción de la Iglesia y de la nueva sociedad, a gastar la vida por las cosas por las que vale la pena vivir, especialmente Jesucristo y el servicio a los pobres, sin dejarse arrancar la esperanza y la alegría y sin ceder a las promesas de paraísos de felicidad barata.
A veces la Iglesia no tiene vitalidad, no tiene encanto, no tiene visibilidad y credibilidad para seguir atrayendo a sí a los hombres y a las mujeres de este tiempo, especialmente a las nuevas generaciones. En menos de un año de pontificado, el papa Francisco se ha presentado como un viento nuevo del Espíritu que está quitando el polvo de la Iglesia, que está haciendo perder peso a la burocracia, que está haciendo más pobre y sencilla a la Iglesia y, sobre todo, la está empujando para que salga a las calles del mundo para evangelizar. Ha hecho sentir que la Iglesia es una Madre llena de ternura y de amor, llena de dulzura, llena de humildad, llena de paciencia. Y lo ha enseñado con sus gestos, con sus actitudes y con sus decisiones personales, con su modo de relacionarse con el mundo.
¡Todo esto es un egregio ejemplo y un potente estímulo para nosotros, queridos Capitulares! Si queremos llevar a los jóvenes al encuentro con el misterio de Dios, eso debe suceder a través de grandes experiencias de amor, que abran el corazón y no transmitan solo ideas o conocimientos de Él. Y esto lo deberemos hacer en la estrechez de nuestros medios. En efecto, como el papa Francisco ha dicho a los obispos brasileños, la Iglesia no es un «transatlántico», sino una pequeña barca, una simple barca de pescadores. Esto quiere decir que Dios obra a través de medios pobres. El resultado no puede apoyarse sobre la suficiencia humana, sino en la energía y la creatividad de Dios. Y todo esto, claramente, vale también para nosotros.
En el camino de la Congregación
Me parece importante reconocer, entender y asumir este espléndido momento eclesial que estamos viviendo. Sin pretensiones excesivas, diría que el camino que estamos viviendo, como Congregación y como Familia Salesiana, en preparación al bicentenario del nacimiento de nuestro amado Padre y Fundador Don Bosco, está precisamente en esa línea. Como Capitulares, somos conscientes, estoy seguro, de que este acontecimiento pide a todos y a cada uno de nosotros, la máxima responsabilidad para poder escuchar la voz del Señor, discernir su voluntad y asumirla como proyecto de vida. Solo así tendremos la capacidad de leer la realidad juvenil de hoy y afrontarla como hizo ayer Don Bosco.
Quisiera invitaros, pues, a poner en el centro de nuestra Asamblea, desde esta celebración de apertura del Capítulo General, la Palabra de Dios, de modo que sea Él quien nos diga y haga entender lo que Cristo quiere de la Congregación hoy. Sabemos qué pidió a Don Bosco y cómo él entregó toda su existencia «a la gloria de Dios y a la salvación de las almas» para realizar el «sueño» de Dios y confiárnoslo a nosotros para continuarlo, expandirlo y consolidarlo.
Hoy tanta gente no llega a creer en Cristo porque su rostro queda ofuscado o hasta ocultado por instituciones religiosas que carecen de transparencia. En estos 12 últimos años hemos sufrido mucho a causa de numerosos hechos desagradables en los que se han visto implicados hermanos e inspectorías. Pero estoy seguro de que, con la ayuda de Dios, estos males se podrán superar plena- mente y esta dolorosa experiencia llevará a la Congregación a recuperar su esplendor y su credibilidad precisamente allí donde han llegado a faltar. En todo caso, para que esto sea posible es necesario afrontar los problemas con humildad y valentía.
Demos ahora un paso adelante haciéndonos la pregunta sobre cuál es, en este momento, la voluntad de Dios sobre nosotros como institución. Estoy convencido de que, igual que para la Iglesia, también para nuestra Congregación, la identidad, la unidad y la proyección de ella es el summum desideratum por parte de Cristo, que quiere que sus discípulos sean «sal de la tierra», «luz del mundo», «ciudad construida sobre el monte» (cfr. Mt 5,13-16).
Retos que afrontar
Gracias a Dios la Congregación no ha sufrido hasta ahora divisiones y ha sido tan amada y bendecida por el Señor. Gracias a Dios ha crecido ampliamente en estos 150 años, multiplicando sus presencias en todo el mundo. Pero hoy se presentan en el horizonte nuevos y poderosos retos. Según mi parecer, y con la experiencia de estos doce años de gobierno, los que nos exigen una atención especial son tres:
La vida de comunidad
Antes de morir, don Vecchi, en la carta de convocatoria del CG25, declaró que la vida de comunidad era no solo el tema que se debía estudiar, sino, más aún, el elemento clave y de renovación de la vida de la Congregación. Estaba convencido de que si fuésemos capaces de crear; comunidades ricas y atractivas desde el punto de vista humano, animadas al mismo tiempo por una gran tensión espiritual, de modo que nos empujase de nuevo en medio de los jóvenes como sus compañeros de camino, la Congregación se renovaría profundamente.
La vida en común no encuentra mayor seguridad solo en su solidez cuantitativa, que no es indiferente, sino que se fundamenta, sobre todo, en la capacidad o no de crear relaciones interpersonales profundas. El gran reto es precisamente pasar de la vida comunitaria a la comunión de vida. La vida de comunidad tal vez corre el riesgo de degradarse en una especie de comunitarismo: en efecto, estar reunidos en los mismos lugares, unidos en los tiempos de oración y en los lugares de trabajo no supone necesariamente compartir lo que se siente, lo que se piensa y se quiere, lo que hace de verdad compañeros de camino; vivir juntos no es por sí solo compartir un proyecto carismático, una misión apostólica.
En el Consejo General nos hemos preocupado para renovar las comunidades, buscando superiores, inspectores y directores, que fuesen realmente el alma de sus comunidades (inspectoriales o locales), y que fuesen antes de nada personas con una triple concentración.
Ante todo, una concentración carismática en el sentido de que el superior debe ser el punto de referencia en lo que se refiere a la identidad salesiana. Su ejercicio de la autoridad, que se vehicula a través de una presencia paterna y benévola en medio de los hermanos, promueve la creación de una «cultura salesiana»: las buenas noches, la selección de las lecturas, el tipo de retiros que se hacen, el acompañamiento espiritual que se ofrece a los hermanos.
Un segundo aspecto, para el director o los Inspectores, es el de representar una especial concentración de fraternidad. Debemos escoger y formar superiores con una verdadera paternidad espiritual, que tengan la capacidad de crear un clima de fraternidad, un auténtico espíritu de familia, que estén siempre dispuestos a recibir y a acompañar a los hermanos.
La tercera dimensión es una concentración pastoral. Deseamos tener superiores capaces de ser verdaderamente el alma y el corazón del proyecto pastoral, sobre todo en un momento como este, en el que se da una gran coparticipación de la misión y de los cargos importantes con los laicos.
Para obtener buenos resultados en esto es necesario dedicarse totalmente, en alma y cuerpo. No es posible desempeñar a tiempo parcial las funciones que se nos confían, y menos todavía las que se refieren al ejercicio de la autoridad.
Los jóvenes
Cuando oímos al papa Francisco decir que «no podemos tener las puertas cerradas, que tenemos que abrir las puertas, mantenerlas abiertas, salir a la calle»; que prefiere «una Iglesia accidentada por el camino a una Iglesia que muere de asfixia», me siento confirmado en una convicción profunda que vengo expresando desde hace tiempo: si no vamos al encuentro de los jóvenes - especialmente de los que no vienen a nosotros -, si nos contentamos con los miles de jóvenes que vienen a nuestras obras y con todo eso pensamos que conocemos y servimos a los jóvenes, nos equivocamos de medio a medio. El gran reto actual, en efecto, es cómo llegar a los jóvenes más lejanos y en mayor dificultad, cómo llegar de verdad a su mundo, cómo entender su cultura, su lenguaje, sus necesidades, sus expectativas. Quedando cerrados en nuestras obras, el riesgo es creernos vivos pastoralmente, mientras que estamos muriendo de asfixia. Los jóvenes, en primer lugar los que no nos buscan y vagan sin brújula en la vida, son nuestra patria, nuestra misión.
Personalmente querría deciros que uno de los grandes regalos que el Señor me ha hecho, ha sido el de ser llamado a vivir entre los jóvenes, a amar a los jóvenes. ¡Os lo confieso! ¡No puedo entender mi vida, mi ministerio, sin pensar en los jóvenes! Para mí no han sido nunca un pasatiempo, una fase de la historia de mi vida salesiana, como cuando era tirocinante; más aún, fue precisamente allí, durante el tirocinio, cuando empecé a entender que era para ellos para quienes el Señor me invitaba a entre- gar mi vida.
Los jóvenes se han convertido en un enorme reto para nosotros. El grave riesgo que corremos y, al mismo tiempo, la gran tentación de la que podemos quedar subyugados, es el de convertirnos en administradores de obras, dejando de ser pastoreseducadores de los jóvenes. Nos puede empujar a ello la edad o una cultura educativa salesiana no correcta o también una manera limitada de entender la misión, identificada con frecuencia con la gestión de obras. Si no logramos volver en medio de los jóvenes, y a trabajar no solo por ellos, sino con ellos, no lograremos conocerlos de verdad, entenderlos y, sobre todo - y esto es lo más trágico -, amarlos. «Basta con que seáis jóvenes para que yo os quiera sobremanera». Este grito de Don Bosco no puede quedar sofocado. Debe retransmitirlo continuamente nuestra vida.
Cuando el Papa dice que el pastor debe tener el olor de las ovejas, nos recuerda nuestra experiencia salesiana, la que todos nosotros hemos vivido cuando estábamos entre los muchachos, jugando con ellos y sudando con ellos. Es una expresión muy elocuente, pero sobre todo en sintonía con lo que vivió Don Bosco y con lo que hemos vivido muchos de nosotros. En la carta de convocatoria del CG anterior, había escrito que los jóvenes eran muy sensibles a tres valores especiales - la libertad, la vida y la felicidad - que a veces pueden ser mal comprendidos y llevar a peligrosas desviaciones. Hoy no hablaría ya de los retos propios de los jóvenes; he llegado más bien a la convicción de que para nosotros el reto son los mismos jóvenes, su mundo, su cultura.
Vocación y formación
El tercer reto con el que la Congregación está llamada a enfrentarse es el punto que se refiera a la «vocación y formación» de los Salesianos. Considero este tema de vital importancia. Por eso he querido hacerlo objeto de la última carta de mi rectorado. ¡Tan estratégica considero la problemática vocacional y formativa!
Por desgracia son muchísimos los hermanos, y no solo jóvenes, que viven la vida salesiana como si se tratase de un voluntariado. Se empieza cuando y donde se quiere; se la interpreta, se la vive y se la deja porque y como se quiere. No se piensa en un proyecto salvífico, en un deseo de Dios que me implica de tal modo que me hace ver que vale la pena vivirlo y hacerlo realidad, echando una mano - la propia vida - a Dios. Sin esta perspectiva de fe, con una motivación meramente social, se vive la vocación como un servicio libre y temporal, de una forma arbitraria, sin ninguna referencia a un proyecto definitivo.
En la última visita hecha a la Inspectoría de Calcuta tuve la oportunidad de encontrarme con los Superiores religiosos de aquella región. Departiendo con ellos, les referí un hecho que me había impresionado durante el Simposio sobre la Vida Consagrada, organizado por la USG y por la UISG, que tuvo lugar en Roma. En aquella ocasión una teóloga, representante del Sur de Asia, había puesto de relieve un problema encontrado en su país. Decía que «las personas, cuando quieren resolver sus necesidades sociales particulares, suelen venir a nosotros, pero cuando necesitan experiencias espirituales, las buscan en otras partes». En la misma circunstancia, dialogando con la Superiora General de las Hermanas de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa, me confirmó que, en efecto, es exactamente así. Lo que está matando el sentido más profundo de la vida consagrada es el hecho de que la conocen y aprecian solo por el servicio social realizado por muchas congregaciones. Sucede de ese modo que a los consagrados se les considera como proveedores de servicios sociales y nada más. Esta visión distorsionada es, con frecuencia, una de las causas de la disminución de las vocaciones.
Esta doble observación se me ha quedado grabada en el corazón. Pienso que lo que sigue siendo un gran reto para todos nosotros es la gracia de unidad, que armoniza nuestra entrega a Dios y nuestro servicio a los hermanos. Viviendo como Don Bosco, deberíamos lograr en nosotros una espléndida armonía entre naturaleza y gracia, viviendo nuestro ser de consagrados a Dios y al mismo tiempo entregados incansablemente a los destinatarios (cfr. la presentación de Don Bosco al artículo 21 de las Constituciones).
En mi última carta circular intenté, además, precisar que nuestra vocación es, antes de nada, una vocación gratuita de Dios y que debe acogerse cultivando el compromiso de una formación permanente. Es ya preocupante el hecho de que muchos de los que llaman a nuestras puertas para entrar en la Congregación no proceden de nuestras obras, es decir, que no tenemos adecuados antecedentes salesiano y familiar. Muchos hermanos no han asimilado el carisma, casi por ósmosis, desde la preadolescencia como, en efecto, había sido frecuente entre nosotros en el pasado. Más aún, no pocos hermanos han tenido, por el contrario frecuentemente, experiencias que no les han facilitado la lección de la vida salesiana. A esto se debe añadir el hecho de que, no siempre, quien realiza la selección vocacional, escoge personas con una psicología proactiva, personas con iniciativa, capaces de tomar decisiones valientes y de ordenar su propia vida en torno a ellas.
En la formación nos encontramos hoy respondiendo a la triple problemática que proviene de la fragilidad psicológica, de la inconsistencia vocacional y de un cierto relativismo ético. En nuestro reciente encuentro de los Superiores Generales, el papa Francisco ha insistido sobre la importancia de la selección, que debe ser cuidadosa y responsable. Es preciso, dijo, no aceptar personas enfermas mentalmente o corrompidas moralmente. Las personas que piensan sobre todo en sí mismas y no aceptan ser un don de Dios para los demás, no sirven a nuestra causa.
Nosotros, los Salesianos, con frecuencia hemos sido formados predominantemente para crear ambiente comunitario, para conducir y animar grupos de jóvenes, pero no siempre se nos ha preparado para acompañar a personas en su itinerario personal humano y espiritual. Tal vez en nuestros ambientes educativos, pero también en las casas de formación, acogemos a muchachos y jóvenes con antecedentes familiar, social, religioso, salesiano muy diversos y con poca sabiduría formativa; los ponemos juntos, ignorando todo lo que han vivido con anterioridad y poniéndolos ligeramente a hacer las mismas cosas. Evidentemente todo esto no es formar interiormente a una persona, sino más bien acomodarla a un ambiente, a situaciones y a reglas externas. Efectivamente, está claro que si Dios me llama, me llama no solo con mi temperamento, sino con mi historia, con mis sensibilidades, con mis cualidades y con un camino vital ya hecho. Formar a nuestros jóvenes hermanos teniendo en cuenta todo esto, es mucho más comprometido, mucho más difícil. Insisto, pues, en que un problema neurálgico es la formación y para realizar una formación correcta necesitamos formadores nuevos, capaces de entender, de motivar, de corregir, de acompañar, de entusiasmar. Se plantea, pues, también el tema de preparar nuevos formadores y de recalificar a los que están ya trabajando en esta tarea.
Cometidos del Capítulo
Por esto la Congregación está llamada en este Capítulo, que es un momento extraordinario para una preparación espiritual y carismática para la celebración del bicentenario del nacimiento de Don Bosco, a conocer cada vez más profundamente a su Fundador y Padre, a asumir con convicción su experiencia pedagógica, su sistema preventivo y a hacer propia su espiritualidad marcada por la Caridad educativo-pastoral. La Congregación está llamada en este Capítulo a renovarse de forma que tenga la frescura de los orígenes, el ímpetu misionero de su adolescencia, el dinamismo de su juventud y la santidad de su madurez.
Debemos recuperar fecundidad espiritual, haciéndonos santos, mientras vivimos el don precioso de nuestra vocación salesiana; fecundidad pastoral mientras desplegamos la misión salesiana en favor de los jóvenes; y fecundidad vocacional, mientras ayudamos a los jóvenes a entender la vida como vocación, a descubrir la belleza de «ser para los otros», a poner en juego su existencia por las causas que vale la pena abrazar. Acompañándolos con el mismo amor de Don Bosco, caminando junto a ellos queremos ayudarles a madurar proyectos de vida verdadera.
Pero la unidad de la Congregación no significa uniformidad. Los Salesianos, en efecto, están llamados a encarnar e inculturar el carisma de Don Bosco en ambientes muy diferentes, desde el punto de vista social, económico, político, cultural y religioso. Es evidente, por tanto, que el Capítulo debe abrir las puertas a una discusión que tenga en cuenta todos estos elementos. Todos son libres de expresar sus pensamientos sobre el cometido de la Congregación hoy a propósito de los retos más urgentes. Al mismo tiempo todas las propuestas deben encontrarse en la línea y en el espíritu del Evangelio, en la fidelidad a todo lo que nos indican las Constituciones, que son nuestra forma salesiana de leer y querer vivir el Evangelio, y de acuerdo con lo que constituye una sana tradición de la Congregación, fruto de su historia.
Sin duda, leyes y tradiciones, que son puramente accidentales, pueden cambiarse, pero no todo cambio significa progreso. Hay que discernir si esos cambios contribuyen de verdad a reafirmar la identidad, a reforzar la unidad y a promover la vitalidad, la santidad de la Congregación. Y desde luego se debe evitar todo cambio que no tenga como criterios estos procesos positivos.
Todo esto será posible a condición de que dejemos que el Espíritu Santo siga animando y renovando nuestra vida, dando impulso a nuestra misión, haciendo fecundas nuestras presencias. Él trasciende todo análisis sociológico o previsión histórica. Supera los escándalos, las políticas internas, los arribismos y los problemas sociales que podrían oscurecer el rostro de Cristo que, por el contrario, debe brillar también a través de las densas nubes de la complejidad de hoy.
2.3. Releyendo el carisma hoy
En la asamblea de la Unión de Superiores Generales de noviembre de 2011 se analizó la vida consagrada en Europa y se constató una situación alarmante, determinada por algunos factores determinantes. Entre ellos el envejecimiento del personal, el débil o nulo flujo vocacional, el desequilibrio entre personal disponible y obras que gestionar. El cuadro, aun siendo preocupante, no debe considerarse desesperado. En efecto, siempre son posibles nuevos proyectos y campos de misión.
Se ha puesto de relieve un dato: muchos de los institutos de vida religiosa apostólica se fundaron después de la revolución francesa, en una sociedad y por una sociedad en la que todo estaba disgregado desde el punto de vista espiritual y moral. Pero es preciso que los religiosos pongan en claro los objetivos fundamentales de su presencia en el mundo de hoy45, remontándose a los elementos básicos que caracterizaron su nacimiento.
Urgencia de conocer los orígenes
La invitación de los Superiores Generales a mirar a los orígenes no estaba motivada por la nostalgia del pasado, sino por la necesidad de saber cómo habían afrontado los fundadores y las instituciones religiosas los retos sociales y las necesidades apostólicas de su tiempo y cómo habían respondido. Al mismo tiempo pretendían preguntarse cómo se puede hoy responder - en una fidelidad renovada al carisma de origen - a los retos de la misión, de la educación y de la evangelización, en un clima espiritual y cultural muy parecido (de momento para Europa, pero con una constante tendencia a extenderse en todo el mundo) al de entonces. En efecto, las dos épocas (la de nuestros Santos Fundadores del siglo xix y la nuestra) resultan tener un carácter similar en cuanto que han dado lugar a «giros trascendentales».
La invitación de los Superiores Generales resulta oportuna y necesaria: hay que ir a las raíces del nacimiento de muchas congregaciones. Nacieron en un preciso momento histórico, como respuesta del Espíritu a determinadas demandas de la sociedad y de la Iglesia. A nosotros, hoy, nos toca el cometido de preguntarnos para ver cómo podemos responder en nuestro momento histórico a las necesidades actuales de los jóvenes y a las peticiones de la sociedad y de la Iglesia, pero sin contentarnos con ser simples proveedores de servicios sociales. Y esto lo debemos hacer «investigando de nuevo» el carisma de los orígenes para captar su actualidad y capacidad de responder a esas exigencias.
Durante este trienio de preparación al bicentenario del nacimiento de Don Bosco, pero ya en el Capítulo anterior con su llamada a «volver a Don Bosco», nos hemos preguntado cómo se movió él en su tiem po. Él fundó la Congregación en un período en el que ya empezaba a afirmarse un clima de descristianización. Sin embargo, supo encontrar estrategias, modalidades y una peculiar propuesta de formación humana y cristiana para ir al encuentro de los adolescentes y jóvenes que dejaban el campo y se iban a Turín sin casa, sin preparación profesional, sin puntos de referencia, expuestos a la explotación y a la delincuencia.
Como otros Fundadores contemporáneos suyos, Don Bosco sintió profundamente la urgencia y la necesidad de la formación de las conciencias, en primer lugar las de las personas y de las instituciones centrales para la sociedad. He ahí entonces la atención al mundo juvenil (a través de la escuela y otros ambientes propios de los jóvenes), a la familia (lugar de convergencia de muchos factores vitales), a la catequesis (para una formación cristiana, no superficial), a la predicación (para un anuncio actualizado de la Palabra de Dios). Son todos sectores de apostolado que él nos ha dejado en herencia. Son ámbitos en los que debemos comprometernos con entrega profesional y con pasión apostólica.
Hoy como entonces el reto es el mismo: por medio de la educación devolver a la vida moral, social, cultural y política los valores del Evangelio, no desde luego para recrear una nueva «cristiandad» ni para recuperar espacios o privilegios perdidos, sino para dar una aportación a la formación de una cultura individual y colectiva que sepa poner en primer plano las necesidades reales de la persona humana.
Significado histórico y eclesial de Don Bosco
A mi parecer, la aportación original de Don Bosco hay que buscarla, sin embargo, antes que en las tantísimas «obras» y en ciertos elementos metodológicos relativamente originales como el famoso «Sistema Preventivo de Don Bosco»:
en la percepción intelectual y emotiva que tuvo la importancia universal, teológica y social, del problema de la juventud «abandonada», es decir, de la enorme porción de juventud de la que no se ocupaba nadie o se ocupaba mal, con soluciones inadecuadas;
en la intuición de la presencia en Turín primero - en Italia y en el mundo después - de una fuerte sensibilidad, en lo civil y en lo «político», del problema de la educación de la juventud y de su comprensión por parte de intelectuales atentos a la situación social y eclesiásticos abiertos a nuevas respuestas y, en general, por un amplio estrato de la opinión pública;
en la idea de poner en marcha actuaciones obligadas a amplia escala en el mundo católico y civil, como necesidad primordial para la vida de la Iglesia y para la misma supervivencia del orden social;
y en la capacidad de comunicar su proyecto implicando a amplias grupos de colaboradores, de bienhechores y de admiradores.
Ni político, ni sociólogo, ni sindicalista ante litteram, sencillamente sacerdote-educador, Don Bosco partió de la idea de que la educación podía mucho, en cualquier situación, si se realiza con la máxima buena voluntad, entrega y capacidad de adaptación. Se entregó a cambiar las conciencias, a formarlas en la honradez humana, en la lealtad ciudadana y política y, en esta perspectiva, a «cambiar» a la sociedad, mediante la educación.
Transformó los valores fuertes en los que creía - y que defendió contra todos - en hechos sociales, en gestos concretos, sin replegarse en la dimensión espiritual o en el ámbito eclesial entendido como espacio ajeno a los problemas del mundo y de la vida. Aún más, seguro de su vocación de sacerdote educador, cultivó un estilo de vida cotidiano que no era ausencia de horizontes, sino dimensión encarnada del valor y del ideal. No quería que fuese un nicho protector y un rechazo de la confrontación abierta, sino más bien un sincero cotejo con una realidad más amplia y diversificada. Sus opciones no tenían la marca de un rechazo de toda tensión, del sacrificio exigente, del riesgo, de la lucha. Tuvo para sí y para los Salesianos la libertad y el orgullo de la autonomía. No quiso atar la suerte de su obra al imprevisible variar de los regímenes políticos. La gloria de Dios y la salvación de las almas eran su único proyecto.
3. EL CAPÍTULO GENERAL
He querido poner al principio de este discurso de apertura la cita de la Carta a los Colosenses, porque me parece que expresa muy bien lo que estamos llamados a hacer en este Capítulo General.
En efecto, por medio de una ardorosa parénesis, Pablo nos dice que debemos vivir en Cristo, permaneciendo fieles al Evangelio contra cualquier falsa teoría. Si la exhortación a «caminar en el Señor» es una llamada a una vida que corresponde a la vocación que hemos recibido, la expresión «bien arraigados y cimentados en él, confirmados en la fe», que usa imágenes tomadas de la naturaleza (‘raíz’) y de la construcción (‘cimientos’), sirve para reafirmar la exigencia absoluta del íntimo vínculo con Cristo. El término de la comparación «como se os ha enseñado», en paralelo al «como lo habéis recibido», expresa en cambio, la afinidad con lo que es esencial y perenne, sin que dependa de las sensibilidades culturales.
Si es verdad que cualquier Capítulo General es un acontecimiento que supera en la sustancia el mero cumplimiento formal de lo que está prescrito por las Constituciones, con mayor razón creo que deba serlo el CG27. Este será un evento pentecostal, que tendrá al Espíritu Santo como principal protagonista.
Por ello se desarrollará entre memoria y profecía, entre reconocimiento fiel a los orígenes y apertura incondicional a la novedad de Dios. Y todos nosotros seremos sujetos activos, con nuestras responsabilidades y expectativas, llenos de experiencia, disponibles a la escucha, al discernimiento, a la acogida de la voluntad de Dios sobre la Congregación.
Desde este punto de vista, el CG27 apunta hacia algo nuevo e inédito. Nos impulsa la urgencia de la radicalidad evangélica. Estamos llamados a volver a lo esencial, a ser una Congregación pobre para los pobres, y a encontrar inspiración en la misma pasión apostólica de Don Bosco. Estamos invitados a beber en los manantiales del carisma y, al mismo tiempo, a abrirnos con audacia y creatividad a modalidades nuevas para expresarlo hoy.
Para nosotros es como descubrir nuevas facetas de un mismo diamante, nuestro carisma, que nos permiten responder mejor a las situaciones de los jóvenes, comprender y servir sus nuevas pobrezas, ofrecer nuevas oportunidades para su desarrollo humano y su educación, para su camino de fe y para su plenitud de vida.
3.1. Actitudes de participación
¿Cómo vivir entonces la experiencia capitular de forma constructiva? ¿Qué tipo de compromiso asumir por parte de cada capitular? ¿Con qué actitudes participar en el Capítulo General?
La conciencia de estar convocados por Dios despierta en nosotros el espíritu profético, que lleva consigo el sentido de dependencia de Él y la aceptación profunda de la misión que Él nos confía. Esto exige de nosotros que dejemos al Espíritu Santo el protagonismo para que sea Él quien nos haga conocer la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le agrada. A nosotros se nos pide una escucha continua, humilde, obediente, en actitud de discernimiento y de confrontación sobre la vida de la Congregación y sobre nuestro carisma, que es un gran don de Dios para la Iglesia y para los jóvenes.
El CG27 nos propone una implicación plena de nuestras personas. Todos estamos llamados a vivir este acontecimiento con responsabilidad, a captar su importancia vital y a reavivar cada día el interés y la disponibilidad para el camino que el Espíritu nos lleva a hacer.
Este discernimiento a la luz de todo lo que el Espíritu nos quiera revelar, requiere por parte de la asamblea y de cada uno de los capitulares en particular reflexión seria, oración serena y profunda, aportación personal, conciencia de la propia adhesión, escucha de Dios y de sí mismos.
Estoy seguro de que tanto las jornadas vividas en I Becchi y en Turín, como los Ejercicios Espirituales, así como también los dos días de presentación de la Congregación a través de los informes de los Sectores y de las Regiones han contribuido a crear este clima espiritual.
El Espíritu actúa, lanza su soplo de vida y extiende sus llamas de fuego donde hay una comunidad reunida en el nombre de Cristo y unida por el amor. Es la comunión de los corazones que nos convoca en torno al mismo proyecto apostólico, el de Don Bosco, y hace posible la unidad en la pluralidad de los lugares, de las culturas y de las lenguas.
Es el Espíritu quien nos hace oír la voz de Dios en la historia. Y hoy la situación del mundo y de la Iglesia nos pide caminar con el Dios de la historia. La vocación cristiana, en general, y la vocación religiosa, en particular, están marcadas por la dimensión profética, que nos lleva a ser
«centinelas» del mundo y «sensores de historia», capaces de leer los signos de los tiempos y alumbrar nuevos signos y dinamismos transformadores de la historia, lo que tiene que ver con nuestra identidad, credibilidad y visibilidad.
La apertura a las demandas, a las provocaciones, a los estímulos y a los retos del hombre moderno, en nuestro caso a los de los jóvenes, nos libera de toda forma de esclerosis, de atonía, de estancamiento y de aburguesamiento y nos pone en camino «al paso de Dios». Solo así podremos superar el riesgo - en absoluto imaginario - de la «mundanidad espiritual», de la autorreferencialidad y del narcisismo teológico, estigmatizados por el papa Francisco desde el principio de su pontificado.
Un elemento típico de Don Bosco y de la Congregación fue siempre la sensibilidad histórica y hoy, más que nunca, no podemos olvidarla. Ella nos mantendrá atentos a las exigencias de la Iglesia y del mundo. Nos hará «ir» y «salir» a la búsqueda de los jóvenes. Esto deberá traducirse en un documento capitular esencial, valiente, capaz de llenar de fuego el corazón de los hermanos. He ahí por qué es importante la lectura de los «signos de los tiempos», algunos de los cuales he querido indicar en las ACG 413 en la carta de convocatoria del CG27.
No hay forma de convertirse en «testigos de la radicalidad evangélica» sin estar cimentados en Cristo. Esta es la única garantía segura de construir sobre la roca. Entre los numerosos intentos de renovar la vida consagrada en estos últimos 50 años se ha hablado de ‘refundación’. Pues bien, nos advierte san Pablo, «que cada uno se fije en cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo» (1 Cor 3,10b-11).
La explicación es muy sencilla: nuestra comunidad y nuestra vida no se pueden edificar sobre un cimiento que no sea Cristo ni se puede construir con material carcomido. Muchas experiencias convalidan la sospecha de que, a veces, aquí y allá, se ha querido construir la casa sobre arena, y no sobre roca. Toda tentativa de refundar la vida consagrada que no nos lleve a Jesucristo, cimiento de nuestra vida, y no nos haga más fieles a Don Bosco, nuestro Fundador, está condenada a fracasar.
Si queremos recuperar el entusiasmo de los orígenes y ser una presencia de Dios en la Iglesia y en el mundo, tenemos que evitar la tentación de acomodarnos a la mentalidad secularizada, hedonista y consumista de este mundo y dejarnos guiar por el Espíritu, que ha hecho surgir la vida consagrada como forma privilegiada de seguimiento y de imitación de Cristo.
3.2. El tema
El tema escogido para el CG27 se refiere al testimonio de la radicalidad evangélica, que encuentra en el lema «trabajo y templanza» (cfr. Const. 18) una explicitación del programa de vida de Don Bosco «Da mihi animas, cetera tolle». Intenta ayudarnos a ahondar en nuestra identidad carismática, haciéndonos conscientes de nuestra vocación a vivir en fidelidad el proyecto apostólico de Don Bosco.
El argumento es amplio. Por eso hemos querido fijar la atención del CG27 en cuatro áreas temáticas: vivir en la gracia de unidad y en la alegría de nuestra vocación consagrada salesiana, que es don de Dios y proyecto personal de vida; hacer una fuerte experiencia espiritual, asumiendo el modo de ser y de actuar de Jesús obediente, pobre y casto, y haciéndonos buscadores de Dios; construir la fraternidad en nuestras comunidades de vida y de acción; dedicarse generosamente a la misión, caminando con los jóvenes para dar esperanza al mundo.
Ser «testigos de la radicalidad evangélica» es una llamada dirigida a toda la Congregación, que encuentra su traducción salesiana en el binomio «trabajo y templanza». En el conocido sueño de los «diez diamantes», en la primera parte, se nos presenta al salesiano «sicut esse debet», caracterizado por una fuerte fisonomía teologal - fe, esperanza y caridad - tonificada por el trabajo y por la templanza y caracterizada por una vida consagrada al Señor que encuentra apoyo en el ayuno y en la oración.
En la segunda parte del sueño se presenta como una advertencia de lo que podría suceder cuando nuestra vida personal, comunitaria e institucional no estuviese a la altura de la vocación recibida. La imagen del personaje, ajada y fea, no podría ser más elocuente. ¡He ahí por qué hemos ido a I Becchi y a Valdocco!: no por ganas de nostalgia, sino para avivar la llama del entusiasmo y el compromiso de fidelidad de los primeros Salesianos.
El tema de la radicalidad evangélica puede ilustrarse bien tomando en consideración una perspectiva semántica y etimológica. En efecto, la palabra radicalidad tiene que ver con raíz, con radicación. Para comprender mejor las cosas, nos podemos servir de la imagen de la planta y de la semilla. Veamos cuáles son las características y el valor de las raíces:
La estabilidad y solidez de la planta nos dicen que un árbol sin raíces se seca o se cae. En este sentido, la imagen es análoga - no igual - que la de una construcción sin cimientos.
La vitalidad, ya que las sustancias que nutren a una planta vienen sobre todo de las raíces, aunque evidentemente, no solo porque están también el aire, el sol, etc.
El carácter de «enterramiento», es decir, su lugar natural es bajo tierra, están «escondidas».
En este sentido, el título de nuestro tema, «testigos de la radicalidad evangélica», expresa en sí mismo una interesante paradoja. Por una parte, en efecto, la palabra testigos nos habla de manifestación pública y, por tanto, de visibilidad, de «sacramentalidad», mientras que, paradó- jicamente, el término «radicalidad» alude precisamente a lo que no se ve, a lo que está escondido, «sepultado».
Creo que con frecuencia, cuando se habla de radicalidad, se entiende partir ya del concepto semántico de la palabra, subrayando el significado de incondicionalidad, de absoluta fidelidad, de opción sin condiciones de la voluntad, ser «de una sola pieza», etc., olvidando el significado etimológico más preciso.
A veces aparece también la tendencia a identificar la radicalidad con la perfección o la búsqueda de ella, pero no es así: de una pequeña planta y, con más razón, de una semilla apenas plantada en la tierra no se esperan frutos, sino que eche raíces, buenas y profundas. Al que quiere entrar en la vida salesiana, o en la vida religiosa, en general, no se le puede pedir que sea «santo» (por desgracia, a veces, tampoco después de muchos años de vida consagrada): sino que sea radical en sus opciones de vida.
Creo que esto tiene sus implicaciones para la formación, en primer lugar para la etapa de la formación inicial, en la que yo acentuaría dos aspectos en esta línea semántica del concepto de radicalidad. El primero es el de la profundidad (típica de la raíz) de vida, invitando a los hermanos jóvenes a remar contra corriente, insertos como están en una cultura que acentúa más la extensión superficial que la capacidad de captar en lo profundo lo que es verdadero, justo, valioso y noble para la vida de un hombre, y mucho más para un religioso. El segundo aspecto se relaciona con una virtud muy olvidada en nuestro tiempo, tal vez porque con frecuencia se ha entendido mal: la humildad. Sabemos que la raíz de esta palabra viene de humus… Humus y raíz son inseparables. La humildad no es más que la «vida escondida en Cristo», de la que puede brotar, y solo de ella, la fecundidad (¡los frutos!) espiritual, apostólica y vocacional.
Radicalidad para todos nosotros es, pues, un retorno fecundo a Cristo, al Evangelio, a la fidelidad del seguimiento y es también un retorno a lo específico de nuestro carisma. Ir a las raíces del nacimiento de la Congregación significa dar gracias a Dios por Don Bosco por su maduración espiritual y su avance apostólico; interrogarnos sobre la llamada que Dios nos hace en el momento actual y responder en este momento histórico, con fidelidad y generosidad, a las necesidades de los jóvenes y a las demandas de la sociedad y de la Iglesia.
3.3. Objetivo y frutos
El CG27 pretende ayudar a cada hermano y a cada comunidad a vivir en fidelidad el proyecto apostólico de Don Bosco. El CG27 desea, pues, como continuación del CG26, reforzar más nuestra identidad carismática. Ese objetivo se presenta en los primeros artículos de las Constituciones: nosotros, los Salesianos, en efecto, estamos llamados a «realizar en una forma específica de vida religiosa el proyecto apostólico del Fundador» (Const. 2); además en nuestra forma específica de vida, «la misión apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los consejos evangélicos son los elementos inseparables de nuestra consagración, vividos en un único movimiento de Caridad hacia Dios y hacia los hermanos» (Const. 3).
Como frutos del CG27, nos proponemos hacer nuestra vida salesiana aún más auténtica y, por tanto, visible, creíble y fecunda. Esto es posible cuando se cimenta profunda y vitalmente en Dios, se enraíza, con valentía y convicción, en Cristo y en su Evangelio. La lógica consecuencia es el reforzamiento de su identidad. Por el mismo motivo, durante el sexenio pasado, nos comprometimos a volver a Don Bosco, despertando el corazón de cada hermano con la pasión del «Da mihi animas, cetera tolle».
Vivir con fidelidad el proyecto apostólico de Don Bosco, es decir, vivir nuestra identidad carismática, nos hará más auténticos; de la identidad vivida nacerá, pues, una visibilidad más clara, credibilidad más convincente y fecundidad vocacional renovada. La visibilidad no es principalmente el cuidado de la imagen, sino el hermoso testimonio de nuestra vocación. Si somos testigos con alegría, generosidad y fidelidad del proyecto apostólico de Don Bosco, es decir, la vocación consagrada salesiana, entonces nuestra vida se hará atrayente, se volverá fascinante especialmente para los jóvenes y, por tanto, tendremos una nueva fecundidad vocacional en todas partes.
4. CONCLUSIÓN
Queridos Hermanos Capitulares, el 25 de marzo de 2008 fui reelegido Rector Mayor por el CG26 y los días si- guientes fueron elegidos el Vicario y los demás Consejeros de Sector y de Región, con el cometido de animar y gobernar a la Congregación en el sexenio 2008-2014. Durante estos seis años hemos buscado vivir con intensidad ese cometido, empleando nuestras mejores energías.
Gracias a Dios en este sexenio no hemos tenido la muerte de ningún miembro del Consejo General y también a mí mismo, superado el momento más crítico de la enfermedad, me ha agraciado y bendecido el Señor que me ha dado la salud necesaria, la energía, el entusiasmo y la serenidad para llevar hasta el fin natural el mandato que se me había confiado.
Sin embargo no han faltado situaciones que nos han llevado a cambios necesarios en la composición del Consejo. En primer lugar un serio problema cardiológico llevó a don Stefan Turansky a la decisión de presentar su renuncia al cargo como Regional de la Región Europa Norte, el 21 de julio de 2010. Para sustituirlo, con el consenso del Consejo General, nombré, seis días después, el 27 de julio de 2010, a don Marek Chrzan, entonces Inspector de la Inspectoría de Cracovia.
Apenas seis meses más tarde, el 6 de enero de 2011, el Ecónomo General, el Sr. Claudio Marangio, deja su cargo para emprender un período de discernimiento acompañado por mí mismo, que se concluyó el 10 de octubre de 2011 con el indulto de dejar la Congregación Salesiana, con la dispensa de los votos y de las obligaciones de la profesión religiosa. Una vez más, con el consenso del Consejo General, el 25 de enero de 2011, nombré al Sr. Jean Paul Muller, entonces director de la Procura de Bonn, como nuevo Ecónomo General. En ambos casos hemos hecho la elección de los que ya estaban señalados como candidatos para estos cargos en el CG26.
Mientras agradezco a cada uno de los Consejeros la cercanía y la colaboración leal, generosa y cualificada en los diferentes papeles que se les confió, es hoy el momento de dar de nuevo la voz a la Asamblea Capitular, que representa la máxima expresión de autoridad en la vida de la Congregación. A todos vosotros, queridos hermanos, pues, la palabra, pero también la invitación a abrir el corazón al Espíritu, el gran Maestro interior que nos guía siempre hacia la verdad y la plenitud de vida.
Concluyo confiando este acontecimiento pentecostal de nuestra Congregación a la Virgen, a María Inmaculada Auxiliadora. Ella ha estado siempre presente en nuestra historia y no dejará que nos falte su presencia y su ayuda en esta hora. Como en el Cenáculo, María, la experta del Espíritu, nos enseñará a dejarnos guiar por Él «para poder discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable a Él y perfecto» (Rom 12,2b).
Roma, 3 de marzo de 2014
ANEXO 2
Intervención del cardenal Joao Braz de Aviz,
Prefecto de la Congregación
para los Institutos de Vida Consagrada
y las Sociedades de Vida Apostólica
EL TESTIMONIO DE LA RADICALIDAD EVANGÉLICA EN LA VIDA CONSAGRADA
Saludo cordialísimo también en nombre de S. E. Mons. José Carballo y del Dicasterio a los cardenales y obispos Salesianos, al Rector Mayor don Pascual Chávez, a la madre Yvonne Reungoat, Superiora General de las Hijas de María Auxiliadora, y a todos los Salesianos Capitulares.
Introducción
En la carta de convocatoria de este XXVII Capítulo General, el Rector Mayor, don Pascual Chávez, se preguntaba: «¿Qué vida consagrada es necesaria y significativa para el mundo de hoy?». Y continuaba: «La respuesta no puede ser otra que la de una vida religiosa mística, profética, sierva, vivida con radicalidad evangélica personal y comunitaria, una vida rica de humanidad y espiritualidad, manantial de esperanza para la humanidad. También nuestra Congregación está llamada hoy a entrar en este camino»46. Me parece la traducción, hoy, del programa de Don Bosco: «Da mihi animas, cetera tolle» (cfr. Const. 4).
Los tres adjetivos: «mística, profética, sierva», en otro punto de la carta los explicaba así: «Centrar nuestra vida en Dios, el único Absoluto que nos llama e invita a seguir a su Hijo en la entrega de la vida por amor; vivir la profecía de la comunión y de la fraternidad; redescubrir la misión entre los jóvenes como el lugar por excelencia del encuentro con Dios que sigue hablándonos»47.
Entre los muchos aspectos en los que estamos llamados a expresar nuestro testimonio radical del Evangelio, y que don Chávez ha sintetizado en los tres modos antes recordados, subrayo aquí solamente uno, que me parece decisivo en el contexto eclesial y social de hoy, para que nuestra vida de consagrados, sea auténtica y sea, en verdad, un testimonio creíble de nuestra opción de Dios y de la validez del Evangelio también en nuestro tiempo: vivir la profecía de la comunión y de la fraternidad. De aquí es de donde puede nacer un nuevo impulso para recuperar la belleza de nuestra opción de vida al servicio del Evangelio y nuevo empuje para realizar la misión que - específicamente para vosotros, Salesianos es la de llevar a los jóvenes al amor de Dios, como dicen, desde el principio, vuestras Constituciones (cfr. Const. 2).
Seguir a Cristo juntos
También para vosotros, Salesianos, como para todos los consagrados, los elementos fundamentales de vuestra identidad son la opción de Dios expresada en la práctica de los consejos evangélicos, la vida fraterna y la misión, como resume muy bien el artículo 3 de las Constituciones: «La misión apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los consejos evangélicos, son los elementos inseparables de nuestra consagración. Vividos en un único movimiento de caridad hacia Dios y los hermanos».
Como ya he tenido ocasión de decir otras veces, me parece que un elemento de novedad para los consagrados, que se manifiesta como necesario en la cultura actual, es el paso de la sequela Christi individual, que será siempre necesaria, a la sequela Christi comunitaria. Alguno, parafraseando la imagen de santa Teresa de Ávila, ha escrito que hoy debemos empeñarnos en construir, además del «castillo interior», es decir, la relación personal con Dios, también el «castillo exterior»: ir a Dios junto con los hermanos y hermanas. Cierto que esto vale no solo para los consagrados, sino para todos los bautizados en la Iglesia, para todos los cristianos. Pero para nosotros, consagrados, esto debe valer de manera especial. La Iglesia, en efecto, nos confía precisamente como tarea específica el ser, además, ejemplo para los demás cristianos de cómo puede vivirse la opción radical por Dios y el Evangelio no solos, sino en comunión: comunión con Dios y con los hermanos.
En el documento Religiosos y promoción humana de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, los religiosos son definidos como «expertos en comunión». Leemos en el número 24: «Expertos en comunión, los religiosos están, pues, llamados a ser, en la comunidad eclesial y en el mundo, testigos y artífices de aquel proyecto de comunión que está en el vértice de la historia del hombre según Dios. Ante todo con la profesión de los consejos evangélicos, que libera de todo impedimento el fervor de la caridad, se convierte comunitariamente en signo profético de la íntima unión con Dios sumamente amado. Además, por la experiencia cotidiana de una comunión de vida, de oración y de apostolado, como componente esencial y distintiva de su forma de vida consagrada, se convierten en “signos de comunión fraterna”. Testimonian, en efecto, en un mundo, a menudo tan profundamente dividido y ante todos sus hermanos en la fe, la capacidad de comunión de bienes, del afecto fraterno, del proyecto de vida y de acción, que se sigue de haber aceptado la invitación a seguir más libremente y más de cerca a Jesucristo, enviado por el Padre para que, primogénito entre muchos hermanos, instituyese, en el don de su Espíritu, una nueva comunión fraterna»48.
Un nuevo paradigma: la espiritualidad de comunión
Hoy estamos en un nuevo momento de la historia de la humanidad y de la vida de la Iglesia, caracterizado por fenómenos como el secularismo, la globalización, el refugiarse en lo privado, y algunos otros más, que tienden a llevar a la humanidad a nuevas opciones de sentido de la vida. El nuevo milenio, en el que ahora vivimos, comporta también para la Iglesia, la necesidad de tomar conciencia de este cambio y de actuar los valores evangélicos en este nuevo momento para abrir horizontes de vida y de esperanza para la humanidad.
La propuesta más significativa, para nosotros cristianos, me parece que es la que procede, en 2001, del beato papa Juan Pablo II, quien, al introducir a la Iglesia en el nuevo milenio, ha indicado la promoción de una espiritualidad de comunión como nuevo paradigma para la vida de la Iglesia y como principio educativo en todos los lugares donde se plasma al hombre y al cristiano, donde se educan los ministros del altar, los consagrados, los agentes de pastoral, donde se construyen las familias y las comunidades49.
No podemos entender ni establecer relaciones entre consagrados y las demás vocaciones en la Iglesia como comunión, misión y servicio, sin ser conscientes y estar decididos a asumir este principio vital de la espiritualidad de comunión. Es la nota teológica y eclesiológica indispensable en el momento actual, que muestra qué pide el Espíritu Santo hoy a la Iglesia, para dar nuevo impulso a la misión evangelizadora: «Hacer de la Iglesia, la casa y la escuela de comunión: este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo».
La espiritualidad de comunión propuesta por el beato Juan Pablo II no se reduce ciertamente a un hecho intimista. Tras habernos recordado que es la vida misma de Dios Trinidad, se enumeran algunas consecuencias muy concretas que se relacionan directamente con la vida de nuestras comunidades de consagrados: «Espiritualidad de comunión significa, ante todo, mirada del corazón dirigido al misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz es percibida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. «Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como “uno que me pertenece”, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un “don para mí”, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber “dar espacio” al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Gál 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento»50.
Si toda la Iglesia debe vivir esta indicación del beato Juan Pablo II, los consagrados son como los «especialistas», porque esta es la esencia de su opción de vida: la unión con Dios y la unión entre ellos en la vida fraterna. Por eso la Iglesia encomienda a las comunidades de vida consagrada la particular tarea de «fomentar la espiritualidad de la comunión, ante todo en su interior y, además, en la comunidad eclesial misma y más allá aún de sus confines»51.
Podemos comprender perfectamente que también vivir juntos en comunidad, como corresponde a los consagra- dos, aunque pueda estar bien estructurada la convivencia y con muy buenos programas, si no está informada en profundidad por este espíritu de comunión, queda reducido a un mero hecho sociológico. Por decirlo con palabras de don Chávez: «Una comunidad sin comunión, con todo lo que ella comporta de acogida, aprecio y estima, ayuda mutua y amor, se reduce a un grupo donde se yuxtaponen las personas, pero dejándolas, de hecho, en el aislamiento»52. Y esto puede suceder incluso allí donde, por el contrario, debería mostrarse palpablemente el «espíritu de familia» que os pertenece como carisma, según la expresión querida por Don Bosco.
«Así en la tierra como en el cielo»: el modelo es la Trinidad
Entre las múltiples imágenes con las que puede descri- birse a la Iglesia (y la Lumen Gentium enumera brevemente algunas: redil, grey, campo de Dios, edificio, familia, templo, esposa, cuerpo; toda ellas tomadas de la Sagrada Escritura), el Concilio ha preferido la de pueblo de Dios (LG le ha dedicado un capítulo entero, el II). Este pueblo tiene como cabeza a Cristo, por ley el nuevo precepto de amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros «y es, para todo el género humano, un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación», (LG 9). Fuente y modelo de la comunión entre los que forman este único pueblo es la Trinidad, hasta el punto de poder definir la Iglesia como «un pueblo reunido en virtud del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (LG 4), según la célebre expresión de san Cipriano. Se sigue que tarea de la Iglesia en la historia es ayudar a los hombres a vivir la comunión con Dios y entre ellos, que Jesús ha ya definitivamente realizado con su muerte y resurrección, pero que ahora debe progresivamente informar la vida de los creyentes y posteriormente de todos los hombres, para que se cumpla el «así en la tierra como en el cielo» que pedimos diariamente en la oración del Pater noster, a fin de que «todos sean uno» (Jn 17,20).
Igual que un emigrante, al dejar su patria para ir a un país lejano, lleva consigo sus costumbres, su lengua, el modo de vida de su tierra de origen, así Jesús - divino emigrante - al venir a la tierra ha traído entre nosotros el modo de vivir de su patria de origen, la Trinidad. No solo nos la ha dado a conocer, sino que nos ha enseñado a vivir entre nosotros de la misma manera. Y me agrada interpretar el versículo del «Padre nuestro»: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» de este modo: ayúdanos a vivir aquí en la tierra como se vive en el cielo, actuando entre nosotros la misma dinámica de relaciones que se vive en la Trinidad.
La vida consagrada al ser parte viva de la Iglesia, participa a título especial de la única comunión eclesial y la expresa de modo significativo y característico, proponiéndose para ello como lugar privilegiado de experiencia y de testimonio de la vida de la Trinidad. «Toda forma de comunidad en la Iglesia toma la profundidad del propio ser, de la comunidad trinitaria, mediante la comunicación que la Trinidad hace de sí misma y del misterio de la propia unidad […]. La dimensión trinitaria, en efecto, impregna la vida consagrada en todas sus dimensiones de consagración, comunión y misión»53. Aun en la variedad de las inspiraciones y de las formas en que se ha expresado históricamente, la vida consagrada ha sido siempre consciente de deber mirarse, no solo en el ejemplo de comunión indicado en los Hechos de los Apóstoles entre la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén, donde todos eran «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4,32), sino todavía más radicalmente en su modelo original, en el prototipo de comunión de las tres divinas personas en la Trinidad.
Ciertamente no siempre ha sido explícita en los fundadores y fundadoras esta referencia normativa a la co- munión trinitaria. Pero en diversas reglas y en otros es- critos diversos de ellos es posible hallar esta inspiración de fondo. Uno que lo expresa con extrema precisión es san Vicente de Paúl, que escribe a las Hijas de la Caridad por él fundadas: «Del mismo modo que Dios es uno solo en sí mismo, y en él hay tres Personas, sin que el Padre sea mayor que el Hijo ni el Espíritu Santo, así es necesario que las Hijas de la Caridad, deban ser imagen de la Santísima Trinidad, aunque muchas sean sin embargo un solo corazón y un alma sola […]. Así haréis de esta Compañía una reproducción de la Santísima Trinidad. De modo que vuestra Compañía represente la unidad de la Santísima Trinidad»54.
Es hermoso que también vuestras Constituciones contengan una referencia explícita a este altísimo modelo normativo de nuestra vida que es la unidad de las tres Personas en la Trinidad. En efecto, al explicar el valor de vivir y trabajar juntos, se dice: «Nos reunimos en comunidades, en las que nos amamos hasta compartirlo todo en espíritu de familia y construimos la comunión de las personas. En la comunidad se refleja el misterio de la Trinidad; en ella encontramos respuesta a las aspiraciones profundas del corazón y nos hacemos, para los jóvenes, signos de amor y de unidad» (Const. 49). He aquí, pues, cómo la vida comunitaria vivida según el modelo de amor de la Trinidad se convierte en fuente de alegría y de autorrealización de cada uno, y nos hace capaces de actuar la misión apostólica con los jóvenes.
Hay que precisar que la vida de comunión de impronta trinitaria que constituye la identidad y la misión de la Iglesia primero, y después de la vida consagrada, es ante todo un don; de otro modo sería una pretensión sobrehumana y quedaría como un ideal imposible de alcanzar. Para la Exhortación Apostólica postsinodal Christifideles laici (núm. 31), el don de la comunión eclesial «es un reflejo en el tiempo de la eterna e inefable comunión de amor de Dios Uno y Trino», y, al ser un don, es comparado a un talento que, «exige ser negociado en una vida de creciente comunión». A su vez, «la comunión genera comunión»55 y se alarga como en círculos concéntricos dentro de la Iglesia, con los cristianos de otras confesiones, con los fieles de otras religiones y con toda la humanidad. Esto es lo que hace creíble el testimonio de los cristianos y a la misma Iglesia: «Así, la vida de comunión eclesial se convierte en signo para el mundo y en fuerza atractiva que conduce a creer en Cristo: «Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17,21)»56.
Aplicado a la comunidad religiosa, Vita consecrata lo expresa así: es el «espacio humano habitado por la Trinidad, la cual derrama así en la historia los dones de la comunión que son propios de las tres Personas divinas»57. Y por haber sido hechos partícipes, como todos los bautizados, de la vida trinitaria, e introducidos en ella, los consagrados pueden después convertirse en testimonios creíbles y proféticos de ella en la Iglesia en el mundo y también entre los jóvenes.
El tercer precepto del amor: «amaos los unos a los otros»
El compromiso de vivir en comunidad relaciones fraternas sobre el modelo de la comunión trinitaria se ha hecho posible porque el mismo amor que une a los Tres en la Trinidad, ha sido difundido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo (cfr. Rom 5,5). Actuando el mandamiento nuevo dejado por Cristo: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Jn 13,34-35; 15, 12-13.17), vivimos ese amor recíproco que es participación y signo de la comunión existente entre las tres divinas Personas de la Trinidad. De hecho, este amor, en la medida del amor vivido por Cristo (y es la medida de la cruz), antes de ser fruto de nuestra buena voluntad es consecuencia del mismo amor divino que obra en nosotros. En efecto, ha sido Dios quien nos ha amado primero y ha sanado, con la redención, nuestra capacidad de amarle a él y al prójimo.
Como muy bien explica el documento La vida fraterna en comunidad: «Antes de ser una construcción humana, la comunidad religiosa es un don del Espíritu. En efecto, es del amor de Dios infundido en nuestros corazones por el Espíritu, de donde se origina la comunidad religiosa y es construida por él como una verdadera familia reunida en el nombre del Señor. No puede comprenderse, pues, la comunidad religiosa sin partir de su ser don de lo Alto, de su misterio, de su enraizarse en el corazón mismo de la Trinidad santa y santificante58.
Naturalmente, del don de la comunión trinitaria brota la tarea de la respuesta personal (la relación con Dios) y de la construcción cotidiana de una verdadera fraternidad. Esta doble dimensión de comunión personal con Dios y de comunión entre los miembros «es el elemento basilar que constituye la unidad de la familia religiosa»59. Si por parte de Dios el don de la comunión es total ya desde el principio, por parte nuestra tenemos que ganarlo y conquistarlo todos los días, a lo largo de un itinerario que exige el esfuerzo de todos y que puede conocer relajamientos y fatiga. La realización de una vida comunitaria, es una tarea que exige renuncia de sí mismo, aceptación de los límites de los hermanos; en resumen, un camino esforzado y perseverante de ascesis.
Puede ser que este discurso le resulte a alguno un poco duro. Lo podemos comprender y aceptar solo par- tiendo de la lógica de la cruz, del don total de sí por amor a Dios y a los hermanos: «Amaos como yo os he amado». Leo un párrafo más de La vida fraterna en comunidad: «Es preciso admitir que estas afirmaciones suscitan problema hoy, tanto entre los jóvenes como entre los adultos. Con frecuencia, los jóvenes provienen de una cultura que aprecia excesivamente la subjetividad y la búsqueda de la realización personal, mientras que a veces las personas adultas, o están ancladas en estructuras del pasado, o viven un cierto desencanto […]. Hay que preparar desde el principio para ser constructores y no solo miembros de la comunidad, para ser responsables los unos del crecimiento de los otros, como también para estar abiertos y disponibles a recibir cada uno el don del otro, siendo capaces de ayudar y de ser ayudados, de sustituir y de ser sustituidos. Una vida común fraterna y compartida ejerce un natural encanto sobre los jóvenes, pero perseverar después en las reales condiciones de vida se puede convertir en una pesada carga»60.
En este sentido, entiendo la famosa frase del joven jesuita san Juan Berchmans (1599-1621): «Vita communis mea maxima poenitentia». Quizá ha sido muchas veces interpretada en sentido solo negativo, poniendo en evidencia la dificultad que el vivir juntos representa. En realidad, esta frase indica mucho más. Para quienes son llamados por Dios a seguir a Cristo junto con otros hermanos o hermanas en una comunidad religiosa, no es necesario buscar otras penitencias o formas de ascesis para santificarse. Las exigencias cotidianas del amor al hermano o a la hermana con todos los matices que requiere la caridad evangélica, son la palestra donde ejercitar nuestra virtud, el espacio nuestro característico para santificarnos juntos. Cierto que esto comporta un aspecto de ascesis, de renuncia al hombre viejo, pero es también nuestra gran oportunidad para encontrar y amar a Dios en el concreto rostro del hermano, de la hermana o del que vive al lado. Entonces la ascesis que la vida fraterna requiere no es fin en sí misma, sino que florece en una nueva experiencia del amor de Dios: es «la “mística” del vivir juntos» a la que se refiere el papa Francisco, que convierte nuestra vida en «una santa peregrinación»61.
Del ideal, a la vida concreta
Es pues, un don altísimo, el de la comunión trinitaria del que somos partícipes, pero es también una gran responsabilidad de hacer fructificar el don recibido y mostrar efectivamente que la vida divina de cada uno de los miembros lleva a superar las diferencias y los obstáculos que toda convivencia humana comporta. No nos hagamos ilusiones: sin perder de vista el modelo humano-divino en el que entendemos inspirarnos, sabemos que tenemos que echar cuentas diariamente con la limitación humana y con la raíz de pecado y de egoísmo presente siempre en nosotros. Somos muy distintos unos de otros, con temperamentos, gustos, historias que nos distinguen, y esto hace comprometida la vida fraterna.
Sabemos que también la primitiva comunidad de Jerusalén, que se nos describe idealmente en los así llamados «sumarios» de los Hechos (At 2,42-47; 4,32-35; 5, 12-16) y a la que siempre la vida religiosa ha mirado como a su paradigma (cfr. PC 15), no carecía de dificultades y de aspectos problemáticos. Jesús mismo, conociendo bien la fragilidad humana, antes de morir había pedido al Padre como don especial de lo alto, la unidad de los apóstoles y de todos los creyentes: «Padre santo, guárdalos en tu nombre a los que me has dado para que sean uno […]. No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno […], para que sean completamente uno» (Jn 17,11.20-21.23).
Es interesante notar, recorriendo las cartas de los apóstoles dirigidas a las primeras comunidades, en cuá- les y en cuántas indicaciones prácticas se concretiza el mandamiento nuevo de Jesús del amor recíproco. En su conjunto, estas indicaciones se configuran en un verdadero «prontuario» de la vida fraterna en comunidad:
«amaos cordialmente unos a los otros con afecto fraterno, que cada cual estime a los otros más que a uno mismo» (Rom 12,10);
«considerad a los demás superiores a vosotros» (Flp 2,3);
«tened la misma consideración y trato unos con otros» (Rom 12,16);
«acogeos mutuamente, como Cristo os acogió» (Rom 15,7);
«aconsejaos unos a otros» (Rom 15,14);
«esperaos unos a otros» (1 Cor 11,33);
«sed esclavos unos de otros por amor» (Gál 5,13);
«animaos mutuamente» (1 Tes 5,11);
«sobrellevaos mutuamente con amor» (Ef 4,2);
«sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros» (Ef 4,32);
«no os encerréis en vuestro interés, sino buscad todos el interés de los demás» (Flp 2,4);
«sed sumisos unos a otros en el temor de Cristo» (Ef 5,21);
«rezad unos por otros» (Sant 5,16);
«revestíos todos de humildad en el trato mutuo» (1 Pe 5,5);
«amaos de corazón unos a otros» (1 Pe 1,22);
«cualquier cosa que hagáis sea sin protestas ni discusiones» (Flp 2,14).
He encontrado un eco estupendo de estas indicaciones prácticas también en un texto de vuestro Fundador Don Bosco: «En primer lugar, practiquemos la caridad entre nosotros los Salesianos, soportemos los defectos de los demás, compadezcámonos mutuamente. Animémonos a hacer el bien, a practicar las reglas, a querernos y a apreciarnos como hermanos. Recemos para que podamos formar todos un solo corazón y una sola alma, para amar y servir al Señor»62.
El amor recíproco entre los hermanos de la comunidad religiosa asegura al mismo tiempo la unidad entre los miembros sin mortificar las diferencias y los dones de cada uno. Como en la Trinidad, tenemos la perfecta unidad por el amor divino que circula, pero al mismo tiempo, no se confunden los Tres y obran de manera diversa uno de otro, así en la comunidad el amor mutuo refuerza la fraternidad y la comunión garantizando a cada uno la libertad según el designio de Dios sobre él. También esta dinámica de unidad y distinción, sobre el modelo de las relaciones entre las tres Personas, es fruto del respeto recíproco y del empeño común por realizar la fraternidad. Para que la comunidad pueda favorecer al mismo tiempo la realización humana y espiritual de cada uno de sus miembros y la consecución de los objetivos apostólicos comunes, «es necesario buscar el justo equilibrio, no siempre fácil de alcanzar, entre el respeto a la persona y el bien común, entre las exigencias y necesidades de cada uno y las de la comunidad, entre los carismas personales y el proyecto apostólico de la misma comunidad […]. La comunidad religiosa es el lugar donde se verifica el cotidiano y paciente paso del “yo” al “nosotros”, de mi compromiso al compromiso confiado a la comunidad, de la búsqueda de “mis cosas” a la búsqueda de las “cosas de Cristo”.
La comunidad religiosa se convierte, entonces, en el lugar donde se aprende cada día a asumir aquella mentalidad renovada que permite vivir día a día la comunión fraterna con la riqueza de los diversos dones, y, al mismo tiempo, hace que estos dones converjan en la fraternidad y la corresponsabilidad en su proyecto apostólico»63.
La presencia de Jesús Resucitado
El fruto más importante de este estilo de vida comunitaria con la impronta de la comunión trinitaria y guiado por la lógica de la cruz, es la presencia estable y experimentable de Cristo resucitado, según su promesa: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20; PC 15 a). Estar juntos «en su nombre» significa en su amor, en el cumplimiento de su voluntad, sintetizada en el mandamiento que él mismo ha definido «suyo» y «nuevo». Entonces él mismo se hace presente, en modo místico, pero real, y esta presencia suya puede experimentarse y casi tocarse, especialmente gracias a los dones pascuales que el Resucitado entre nosotros no dejará de hacernos experimentar: la paz, la alegría de estar juntos, la luz, el «espíritu de familia» (según una expresión muy querida por Don Bosco), el ardor apostólico.
En la vida de comunidad - sigue diciendo Vita consecrata - además, debe hacerse tangible de algún modo que la comunión fraterna, antes de ser instrumento para una determinada misión, es espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado»64, según la promesa de Mt 18,20. También vuestras Constituciones hacen referencia a este versículo del Evangelio: «La profesión de los consejos nos ayuda a vivir la comunión con los hermanos de la comunidad religiosa, como en una familia que goza de la presencia del Señor» (Const. 61). En Cristo está presente al mismo tiempo también el Padre y el Espíritu: por esto la comunidad unida por el vínculo de amor mutuo, goza de la presencia de Dios-Trinidad y se hace signo y testimonio.
El «espíritu de familia» del que habla vuestro Fundador, y también las Constituciones, es ese clima de alegría y de libertad en el que todos los miembros de la comunidad se sienten a gusto, gozan de la presencia de los demás, se sienten acogidos y comprendidos, encuentran apreciadas sus propias cualidades y excusadas las inevitables debilidades. Entonces «es dulce y delicioso con- vivir los hermanos unidos» (cfr. Sal 132), y el fruto visible es la alegría, como ha recordado también el papa Francisco hablando, en el mes de octubre pasado, a las clarisas de Asís: «Cuidad la amistad, la vida de familia, el amor entre vosotras. Que el monasterio no sea un purgatorio, sino una familia. Siempre habrá problemas, pero igual que en una familia, con amor, buscad la solución con amor; no destruir esto; que no haya competición. Cuidad la vida de comunidad, porque cuando la vida de comunidad es así, como una familia, es precisamente el Espíritu Santo que está en medio de la comunidad. Siempre con un corazón grande. Dejando pasar, no gloriarse, soportar todo, con el corazón sonriendo. Y su signo, es la alegría»65.
Cristo resucitado presente en la comunidad unida en su amor sabrá fascinar también hoy a muchos jóvenes y llamarles a unirse a la familia religiosa salesiana para continuar testimoniando a los jóvenes del mundo, el amor de Dios.
Roma, 3 de marzo de 2014
ANEXO 3
Saludo del Rector Mayor
al papa Francisco con ocasión
de la audiencia pontificia
Amado papa Francisco, Queridísimo Padre:
Nos sentimos verdaderamente felices de estar aquí con Usted. Gracias por este momento de encuentro. Es para nosotros un don precioso y una ocasión única que nos permite testimoniarle los sentimientos que llevamos en el corazón. ¡Padre, lo queremos de verdad! Aprecia- mos su valor y su testimonio. Constatamos con alegría su gran amor al Señor Jesús, a la Iglesia y su deseo de una renovación profunda de toda la Comunidad Cristiana que Usted preside en el servicio y en la caridad.
Recordamos muy bien que para Don Bosco, el amor al Papa significaba amor a la Iglesia y amor a la Misión, y este encuentro nuestro no tendría sentido, si no fuese acompañado, al mismo tiempo, por el deseo de expre- sarle, querido Padre, la voluntad de renovar nuestro compromiso carismático y misionero en favor de la Iglesia y del mundo, con especial atención a los jóvenes, sobre todo a los más pobres y abandonados. Recogemos, pues, su invitación a abrir las puertas de nuestras casas y de nuestro corazón para ser anunciadores de la alegría del Evangelio, creyendo fuertemente en un Dios que ama al hombre y desea su salvación. Con las palabras de la Gaudium et Spes, queremos compartir las alegrías y los dolores del mundo de hoy y de los jóvenes que lo habitan, implicándonos plenamente en la construcción del Reino de Dios.
Durante este Capítulo General, que tiene como tema ser «Testigos de radicalidad evangélica», nos hemos sentido en profunda sintonía con la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, cuyo texto ha iluminado y guiado nuestra reflexión.
Ha sido una ocasión para reflexionar en profundidad sobre nuestra identidad carismática salesiana, teniendo presente, al mismo tiempo, la necesidad de interpretar de un modo actual cuanto Don Bosco vivió y nos ha transmitido. Hemos identificado un camino de renovación en el cual nos comprometemos a vivir la dimensión mística de personas consagradas que tratan de dar en todo la primacía absoluta a Dios, Señor de Nuestra vida. Movidos por el Espíritu de Jesús, queremos por tanto ser «buscadores y testimonios de Dios», acompañando con alegría a los jóvenes en un camino de crecimiento humano y cristiano.
Nos hemos propuesto renovar el testimonio profético de nuestra vida fraterna. En un mundo frecuentemente lacerado por situaciones conflictivas en todos los niveles, nos parece que nuestra vida religiosa tiene como una de sus principales tareas el testimoniar la alegría de una comunión de hermanos que se sienten todos discípulos del Señor. Una fraternidad que implica nuestra vida cotidiana, nuestro trabajo, nuestra oración y se transforma ella misma en anunciadora de una vida que se expresa en relaciones nuevas inspiradas por la palabra del Evangelio y capaces de atraer a los jóvenes a la preciosa experiencia de una vida donada a los otros según el carisma de Don Bosco.
En nuestra misión deseamos ratificar nuestro deseo de ser siervos de los jóvenes a través de una propuesta educativa inspirada en los valores evangélicos y con un empeño generoso para la transformación del mundo. Deseamos confirmar una vez más el criterio de la opción de Don Bosco: la de una disponibilidad preferencial hacia los jóvenes más pobres, hacia las poblaciones más desfavorecidas y periféricas, en los contextos misioneros tradicionales y en los de la sociedad más secularizada.
Acogemos, querido papa Francisco, su palabra y sus indicaciones, que orientarán la elección eclesial de las grandes líneas que han de guiarnos en este próximo sexenio.
Aprovecho la ocasión para agradecerle, con toda la Familia Salesiana, el haber aceptado ir a Turín con ocasión del Segundo Centenario del nacimiento de Don Bosco.
Con el afecto de hijos, Le aseguramos nuestra oración, confiando Su misión a la Virgen Auxiliadora, Madre de la Iglesia, y pedimos Su paterna bendición.
Roma, 31 de marzo de 2014
ANEXO 4
Discurso de Su Santidad, el papa Francisco,
en la audiencia a los Capitulares, el 31 marzo de 2014
Queridos hermanos:
¡Bienvenidos! Doy las gracias a don Ángel por sus palabras. A él y al nuevo Consejo General, les deseo que sepan servir guiando, acompañando y sosteniendo a la Congregación salesiana en su camino. Que el Espíritu Santo os ayude a recoger las expectativas y los retos de nuestro tiempo, especialmente de los jóvenes, y a interpretarlos a la luz del Evangelio y de vuestro carisma.
Imagino que durante el Capítulo - que tiene como tema «Testigos de la realidad evangélica» - hayáis tenido siempre ante vosotros a Don Bosco y a los jóvenes; y Don Bosco con su lema: «Da mihi animas, cetera tolle». Él refuerza este programa con otros dos elementos: trabajo y templanza. ¡Recuerdo que en el colegio estaba prohibido hacer la siesta!… ¡Templanza! ¡A los Salesianos y a nosotros! «El trabajo y la templanza – decía - harán florecer la Congregación». Cuando se piensa en trabajar por el bien de las almas, se supera la tentación de la frivolidad espiritual, no se buscan otras cosas, sino solamente a Dios y su Reino. Y además, la templanza es el sentido de la medida, del contentarse, del ser sencillos. Que la pobreza de Don Bosco y de Mamá Margarita inspire en cada salesiano y en cada una de vuestras comunidades una vida auténtica y austera, de cercanía con los pobres, de transparencia y responsabilidad en la gestión de los bienes.
1. La evangelización de los jóvenes es la misión que el Espíritu Santo os ha confiado en la Iglesia. Ella va estrechamente ligada a su educación: el camino de fe se implanta en el del crecimiento y el Evangelio enriquece también la madurez humana. Es preciso preparar a los jóvenes para trabajar en la sociedad según el espíritu del Evangelio, como operarios de justicia y de paz, y a vivir como pro- tagonistas en la Iglesia. Por eso vosotros os valéis de investigar y de poneros al día en todo lo referente a novedades pedagógicas y culturales, para responder así a la actual emergencia educativa. Que la experiencia de Don Bosco y su «Sistema Preventivo» os sostengan siempre en el compromiso de vivir con los jóvenes. Que la presencia en medio de ellos se distinga por aquella ternura que Don Bosco llamó amabilidad, experimentando también nuevos lenguajes, pero reconociendo que el del corazón es el lenguaje fundamental para acercarse y llegar a ser sus amigos.
Aquí, la dimensión vocacional es esencial. A veces, la vocación a la vida consagrada se la confun- de con una elección de voluntariado, y esta visión deformada no hace ningún bien a los Institutos. El próximo año 2015, dedicado a la vida consagrada, será una ocasión única para presentar a los jóvenes su atractivo. Hay que evitar en cualquier caso, visiones parciales, para no suscitar respuestas vocacionales frágiles y que se sostienen con motivaciones débiles. Las vocaciones apostólicas son ordinariamente fruto de una buena pastoral juvenil. El cuidado de las vocaciones requiere atenciones específicas: ante todo la oración, después actividades propias, itinerarios personalizados, la valentía de la propuesta, el acompañamiento, la implicación de las familias. La geografía vocacional ha cambiado y está cambiando, lo que significa nuevas exigencias en la formación, el acompañamiento y el discernimiento.
2. Trabajando con los jóvenes, os encontráis con el mundo de la exclusión juvenil. ¡Esto es tremendo! Es tremendo pensar que hoy en día hay más de 75 millones de jóvenes sin trabajo, aquí, en Occidente. Pensemos en la enorme realidad del paro, con tantísimas consecuencias negativas. Pensemos en las dependencias, que desgraciadamente son múltiples, pero que se derivan de una raíz común, de falta de verdadero amor. Ir al encuentro de los jóvenes marginados requiere coraje, madurez y mucha oración. ¡Y para este trabajo hay que enviar a los mejores! ¡A los mejores! Se puede correr el riesgo de dejarse llevar por el entusiasmo, enviando a esas fronteras a personas de buena voluntad, pero no idóneas. Por eso es necesario un atento discernimiento y un constante acompañamiento. El criterio es este: los mejores van allí. «Necesito de este para hacerlo superior de aquí, o para que estudie teología…». Pero si tú tienes aquella misión ¡mándalo allí! ¡Los mejores!
3. Gracias a Dios vosotros no vivís ni trabajáis como individuos aislados, sino en comunidad: ¡dad gracias a Dios por ello! La comunidad sostiene todo el apostolado. A veces las comunidades se ven perjudicadas por tensiones, con el riesgo del individualismo y de la dispersión, mientras se tiene necesidad de comunicación profunda y de relaciones sinceras. La fuerza humanitaria del Evangelio se testimonia con la fraternidad vivida en comunidad, hecha de acogida, respeto, ayuda mutua, comprensión, cortesía, perdón y alegría. El espíritu de familia que Don Bosco os ha dejado es de gran ayuda en este sentido, favorece la perseverancia y hace atractiva la vida consagrada.
Queridos hermanos, el bicentenario del nacimiento de Don Bosco está ya a la puerta. Será un momento propicio para volver a proponer el carisma de vuestro Fundador. María Auxiliadora no ha dejado nunca de prestar su ayuda en la vida de la Congregación y, ciertamente, no dejará de hacerlo en el futuro. Que su intercesión maternal os obtenga de Dios los frutos que esperáis y deseáis. Os bendigo y rezo por vosotros, y, por favor, ¡rezad también vosotros por mí! ¡Gracias!
Roma, 31 de marzo de 2014
ANEXO 5
Mensaje del Capítulo General
a los Salesianos
Queridos Hermanos:
Los participantes del CG 27 queremos compartir con todos vosotros la extraordinaria experiencia vivida en estos meses, convocados en Roma en el nombre del Señor y asistidos por la fuerza del Espíritu. El Capítulo ha sido un evento de gracia que quisiéramos prolongar con nuestra vuelta a casa para contaros en la vida de cada día, en medio de nuestros afanes y compromisos, que «el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres» (Sal 125,3).
En el principio fue Valdocco
Comenzamos nuestra andadura en la Tierra Santa Salesiana, lugar de Evangelio y de milagros cotidianos. Fuimos allá como quien remonta el riachuelo buscando la fuente. Estábamos sedientos y el agua fresca de los orígenes fue descanso reparador; la historia de nuestro Padre es siempre un estímulo creativo; en su vida y su propuesta hemos encontrado inspiración para recrear hoy el carisma. Redescubrir a Don Bosco nos ha ayudado a ahondar en las raíces de nuestra propia vocación evangélica y encontrar nuevos motivos para vivir con radicalidad, como él lo hizo, la entrega por el Reino en favor de los jóvenes más pobres. A la luz de su experiencia, también nosotros nos pusimos en camino bajo el manto de María Auxiliadora y seguros de su materna mediación.
Dios nos regaló un Padre
De vuelta a Roma, comenzamos nuestros trabajos con reflexiones y deliberaciones comprometidas. El tono fraterno y la búsqueda en común han hecho posible un tejido de relaciones cordiales y sinceras entre nosotros que nos han ayudado a experimentar la riqueza de la interculturalidad y la profecía de la fraternidad vivida en primera persona.
Nos hemos sentido en comunión con las comunidades que, en países en conflicto, viven momentos dramáticos de su historia: Siria, Venezuela, la República Centroafricana o Sudán han estado muy presentes en nuestras oraciones. Su recuerdo nos ha acercado a la realidad doliente de muchos pueblos y nos ha actualizado el testimonio de numerosos hermanos que viven con radicalidad el Evangelio en situaciones de gran complejidad y nos estimulan en la entrega.
Y Dios nos regaló un padre. Al tiempo que expresamos nuestro agradecimiento por el ministerio luminoso y fecundo de don Pascual Chávez Villanueva, sentimos que la elección de don Ángel Fernández Artime como Rector Mayor y X Sucesor de Don Bosco ha sido un don de la Providencia para todos nosotros, para la entera Familia Salesiana y para los jóvenes. Su sonrisa abierta y sincera, su sencillez, su gran humanidad y una espontánea relación con cada uno de los hermanos nos han hecho ver enseguida en él el rostro del padre prometido:
«Será elegido un nuevo Rector Mayor que cuidará de vosotros y de vuestra salvación eterna. Escuchadlo, amadlo, obedecedlo, rezad por él…» (Don Bosco). Gracias, don Ángel, por tu corazón de buen pastor y por tu generosidad.
El papa Francisco nos cautivó
Un momento especialmente intenso ha sido el encuentro con el papa Francisco. Nos ha acogido y nos ha bendecido; y en nosotros a cada uno de vosotros y a los jóvenes que el Señor nos confía. Su palabra, certera y afinada, nos ha tocado el corazón. En el espíritu de la Evangelii Gaudium nos ha pedido que fuéramos, como Don Bosco, hombres de Evangelio que viven con sencillez y entrega la vida cotidiana con estilo austero y desprendido. Nos ha recordado que nuestro padre nos enseñó a querer a los jóvenes con la amorevolezza que expresa la ternura de Dios para con sus hijos más débiles. Nos ha pedido que salgamos a las periferias donde habitan los jóvenes y se expresan con más virulencia sus pobrezas, nos ha rogado que no escatimemos esfuerzos para dedicarles nuestras mejores energías a los que están en el descampado, sin perspectivas y sin futuro. Sí, Francisco ha puesto fuego en nuestro corazón salesiano. Su abrazo ha sido expresión de afecto sincero a los hijos de Don Bosco y nuestra emoción al estrechar su mano ha renovado nuestra adhesión filial al sucesor de Pedro, como siempre quiso Don Bosco de sus Salesianos. Su mensaje permanece en nuestro corazón y es programático para nosotros.
A contracorriente y con esperanza
El tema de nuestro Capítulo, la radicalidad evangélica, ha suscitado una profunda reflexión que nos ha estimulado a la conversión. Hemos profundizado a partir de la Palabra, con la riqueza de experiencias diversas y en la búsqueda común, la llamada que Dios nos hace hoy a ser místicos en el espíritu, profetas de fraternidad y servidores de los jóvenes. Estamos seguros de que lo que hemos vivido en estas semanas es ya anticipo del camino que queremos recorrer con todos vosotros y las comunidades educativo-pastorales. Hemos soñado el futuro y nos empeñaremos en hacerlo realidad.
Unidos a la Vid y como sarmientos nuevos (cfr. Jn 15,1-11), los Salesianos soñamos con una vida consa- grada que, vivida desde actitudes profundamente evangélicas, sea capaz de dialogar con la cultura e interrogar la realidad social en la que vivimos. Anhelamos para nuestras comunidades un estilo de vida sencillo, marcado por la alegría del Evangelio y la pasión por el Reino. Queremos vivir como hombres con fuerte experiencia de Dios y con los pies en el suelo, capaces de dar razón de la esperanza que llevamos en el corazón con una exis- tencia entregada, auténtica, íntegra; comprometidos en la búsqueda de las periferias y los desiertos de los jóvenes más abandonados.
Vivir a contracorriente hoy nos hará significativos. Cuando a nuestro alrededor crece el individualismo, la fraternidad es una alternativa creíble. Asumimos el reto de construir comunidades en las que aprendemos a pasar del «yo» al «nosotros» poniendo por delante el bien del hermano. Hemos de abrir espacios de acogida y diálogo que ayuden a restañar heridas con unas relaciones maduras y sanadoras. Es necesario el compromiso claro por humanizar la vida común para superar soledades y multiplicar la misericordia. En nuestro mundo, la apuesta por el perdón y la paz como hace creíble nuestro modo de vivir y más nítidamente evangélico nuestro anuncio.
Des-centrados
Conscientes del nuevo momento eclesial que vivimos, estamos convencidos de que nuestra vida consagrada es un grito contra el egoísmo y la autorreferencialidad: se trata de salir al encuentro de las necesidades de los demás con la actitud compasiva de Jesús y desde la realidad de nuestra vida pobre y solidaria. Nuestra razón de ser es el mundo de los jóvenes en dificultad y nuestra plegaria es nuestras manos alzadas y nuestra acción comprometida para devolver dignidad a los más excluidos. Por eso no puede haber reservas de energías, ni tiempo «para mis cosas», ni reclusióen intereses personales. Tenemos por delante un éxodo que nos ha de alcanzar otra tierra, mil veces prometida: la de los más abandonados y empobrecidos. Allí encontraremos, como Sale- sianos, nuestro Tabor.
El papa Francisco nos ha invitado a situarnos en las fronteras, en los márgenes, en los extrarradios del mundo, en los desiertos existenciales donde muchos están como ovejas sin pastor y no tienen qué comer (cfr. Mt 9,36). Esta es la clave desde la que el Papa nos pide descentrarnos, es decir, buscar otras miradas que nos ofrezcan puntos de vista diferentes y nos ayuden a leer la realidad más allá de nosotros mismos. Este es el nuevo desafío para la vida religiosa hoy: pensarnos y vivirnos «descolocados» de nuestro modo de ver la realidad, demasiado convencidos como estamos de nuestro buen hacer, suficientemente cómodos con nuestras obras centenarias, comprometidos en un trabajo estructurado y satisfactorio. Cuando pensamos en la renovación de nuestra Congregación, ¿no tendremos aquí un criterio de significatividad que nos puede ayudar a dar un nuevo impulso a nuestras viejas estructuras? No es fácil «descolocarse», pero es urgente hacerlo si queremos seguir siendo fieles a la llamada de Dios.
Queridos hermanos, hemos sentido estos días el impulso del Espíritu que «hace nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). Es el momento de hacer operativas las líneas de camino que nuestro Capítulo General nos propone. Que- remos, movidos por su fuerza y alumbrados por su luz, «remar mar adentro» (Lc 5,4), navegar hacia aguas más profundas en nuestra vida consagrada y en la misión juvenil y popular. Sentimos la urgencia de anunciar con audacia el Evangelio liberador de Jesucristo, buena noticia para los pequeños y los pobres. Y si, viendo nuestra entrega y nuestra alegría, alguien nos pregunta ¿por qué lo hacéis? Responderemos con libertad que Dios llena nuestra existencia y que su amor desbordante nos interpela y grita en nosotros para que los jóvenes «tengan vida y la tengan en abundancia» (cfr. Jn 10,10).
Roma, 12 de abril de 2014
ANEXO 6
Discurso del Rector Mayor
don Ángel Fernández Artime,
en la clausura del CG27
EL CG 27: UNA OPORTUNIDAD PARA SER MÁS DE DIOS,
MÁS DE LOS HERMANOS, MÁS DE LOS JÓVENES
«El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto,
porque separados de mí, nada pueden hacer.
La gloria de mi Padre consiste
en que ustedes den fruto abundante,
y así sean mis discípulos.»
(Jn 15,5.8)
Queridos Hermanos:
Con esta intervención mía y el saludo final que nos daremos entre todos, concluimos nuestro Capítulo Ge- neral 27, un verdadero tiempo de Gracia y de Presencia del Espíritu.
Creo que hemos hecho realidad lo que se recoge en nuestras Constituciones. Ha sido un momento particu- larmente importante, un «signo de la unidad de la Congregación en su diversidad» (Const. 146), en el que en un encuentro verdaderamente fraterno hemos llevado a cabo la reflexión comunitaria que nos ayudará a mantenernos fieles al Evangelio y al carisma de nuestro Fundador, y sensibles a las necesidades de los tiempos y de los lugares (Const. 146).
En estas sencillas páginas, que dirijo a los Hermanos Capitulares y a todos los Hermanos en la Congregación, pretendo expresar algunas de las cosas que me parecen más importantes y que pueden acompañar la reflexión y asimilación de lo que es central: lo que el Capítulo General ofrece a toda la Congregación como fruto del trabajo, la reflexión y la vida compartida durante su desarrollo.
1. BREVE RECORRIDO DE LAS DIVERSAS ETAPAS DEL CG27
Las siete semanas que hemos vivido como Capítulo General se han distinguido por los diversos momentos que le han dado un carácter propio y le han ayudado a hacer un camino más profundo.
Hemos comenzado nuestro Capítulo en Turín y alrededores, con una peregrinación personal y comunitaria a «nuestro lugar de nacimiento: I Becchi». Con gran intuición, el Rector Mayor, P. Pascual Chávez, propuso iniciar el camino con este icono que tanto nos agradó: todos, por nuestra condición de Salesianos, hemos nacido en I Becchi. Fue pues un volver a nuestro lugar de nacimiento, no solo al de Don Bosco. Entonces, nuestro corazón salesiano se vio envuelto, sin duda, en esta atmósfera histórico-espiritual. Lugares como I Becchi - Colle Don Bosco, Valdocco (Capilla Pinardi, San Francisco de Sales y Basílica de María Auxiliadora…), Valsalice, Santuario de la Consolata y San Juan Evangelista…, fueron los escenarios que fuertemente nos interpelaron, en un hermoso clima de meditación, oración y fraternidad. Comenzábamos a conocernos más y mejor, y a poner las bases de algo que ha sido muy especial en nuestro CG27: una fuerte experiencia de co- munión y fraternidad desde la diversidad y universalidad de nuestra Congregación. Muchos de nosotros no llegábamos a nuestro «lugar de nacimiento» por primera vez, ya que antes habíamos estado allí, pero esta ocasión estaba cargada de una singularidad: el aquí y ahora del Capítulo General. Otros hermanos visitaban por primera vez I Becchi y «nuestros lugares santos» como expe- riencia espiritual y carismática que revivir, como espacio y oportunidad para quedar más vinculados y «atrapados» por la fascinación que Don Bosco despierta en todos y, muy especialmente, en nosotros sus hijos. Para todos, sin duda, han sido unos días que han tocado profundamente el corazón, porque I Becchi y Valdocco nunca dejan indiferente a nadie con corazón salesiano.
Llegados a Roma dedicamos algunas jornadas a la presentación y conocimiento del estado de la Congregación con la relación del Rector Mayor y la presentación de los diversos sectores y regiones. La entrega posterior del libro que recoge el estado de la Congregación cerraba ese espacio tan cuidado que tuvimos en la presentación de datos, estadísticas, evaluación del pro- grama del sexenio y logros y carencias que se percibían en el momento presente. Sin duda fue de gran ayuda conocer y profundizar esta relación para tomar conciencia de la realidad de nuestra Congregación, con sus luces y sombras, y con la certeza de que todos somos Congregación y todos le damos vida y luz, o la limitamos con las propias carencias. La relación nos permitió, sin duda, enfocar con más precisión las ulteriores aproximaciones al tema que nos esperaba como núcleo del CG27.
Creo no exagerar si digo que en los días de Ejercicios Espirituales, desde un primer momento, nos envolvió un ambiente especial.
Varias veces manifestamos en esos días y en las semanas siguientes la convicción de que estábamos vivien- do muchos momentos en una profunda clave de Fe, de Esperanza y de Presencia del Espíritu. En este sentido, vivimos los Ejercicios Espirituales centrados en la interpelación que nos hacía la Palabra de Dios, con un esmerado silencio, con muchos momentos personales y comunitarios de oración, con cuidadas celebraciones de la Eucaristía y una celebración de la Reconciliación en la que nos sentimos gozosamente envueltos. Todo ello, enmarcado en las reflexiones que nos invitaban desde el Evangelio a la autenticidad, nos fue preparando para lo que íbamos a vivir y trabajar en días posteriores.
Tengo la sensación de que se produjo en nosotros, a nivel personal y comunitario, una vivencia espiritual y de Fe que sacaba lo mejor de nosotros. Cuando se experimenta el abandono en el Amor de Dios, Amor que siempre es sanador en sí mismo, el Espíritu hace que cada persona se disponga a dar todo lo bueno que tiene en sí. Y pienso que esa ha sido la actitud vital con la que hemos comenzado los trabajos capitulares propiamente dichos.
Las tres primeras semanas de los trabajos capitulares se han caracterizado por esa inmersión en las tareas que nos permitió tomar contacto con el desafío propuesto en la carta de convocatoria del Rector Mayor: ser Testigos de la radicalidad evangélica como Místicos en el Espíritu, Profetas de la fraternidad y Servidores de los jóvenes. Los trabajos en comisiones y su primera devolución en el aula nos dejó la sensación de que teníamos muchas luces y también sombras que nos gustaría que no impidiesen ser, en realidad, eso para lo que hemos sido soñados, esa opción hermosa que hemos hecho por nuestra vida religiosa consagrada como Discípulos del Señor con el estilo de Don Bosco.
Entre líneas he creído ver en esos primeros momentos una añoranza: la añoranza de poder mirar la realidad de cada comunidad, de cada presencia salesiana, de cada Inspectoría y de la Congregación toda, realmente como un cuerpo muy vivo y lleno de autenticidad, y un cuerpo, por tanto, en el que nos duele cuando por uno mismo o por otros no llegamos a dar la talla que quisiéramos, no se dan actitudes propias de quienes aman de verdad a los jóvenes, cuidan de sus vidas y por ellos dan Vida y dan la propia vida. Se percibía el deseo de querer volar más alto con veracidad, autenticidad, radicalidad y se sentía que, a veces, ni siquiera se lograba dejar el suelo.
El Rector Mayor, P. Pascual Chávez, nos invitó a mirar con perspectiva, con esperanzado realismo y valentía, a la hora de proponernos desafíos como Congregación. Las ulteriores reflexiones, diálogos e intervenciones en el aula estuvieron mucho más en esta sintonía. Y añado algo más. El fruto de nuestro Capítulo no puede estar tan solo en la búsqueda de novedades. La fuerza en este CG27 pasa en primer lugar por la conversión personal y la transformación de ánimo y mente de todos los participantes; pasa a través de nuestra capacidad de entusiasmar a nuestros hermanos y comunicarles la «Buena Nueva» de lo que hemos visto y oído, lo que hemos soñado y compartido, de la fraternidad que se ha hecho vida en estas semanas. Y todo esto con la espe- ranza de que seamos capaces de ser generadores de vida y suscitadores del deseo de afrontar en las Inspectorías, con verdadero ánimo, este nuevo momento de nuestra Congregación y de nuestras vidas: un nuevo momento de evangelización y pasión por los jóvenes.
Acompañados de manera muy especial en el discernimiento por el P. José Cristo Rey García Paredes, comenzamos la semana que nos llevaría a la elección del nuevo Rector Mayor y el Consejo General.
Mucho de lo ya expresado sobre nuestra peregrinación a los lugares santos salesianos y a los Ejercicios Espirituales, tuvo su concreción en esta semana. Cada uno la hemos vivido con la propia sensibilidad y con resonancias muy personales, pero me atrevería a decir que la mayoría de nosotros sentimos que ha sido una semana de búsqueda de lo mejor desde la fe: una búsqueda en conciencia, con libertad y verdad. Creo no ser el único en decir que lo aprobado como metodología para la elección de los consejeros de sectores fue un gran acierto. Es muy posible que una posterior profundización en el siguiente Capítulo General nos permita afinar un poco más el método, extensible quizá en el discernimiento incluso para la elección del Rector Mayor y su Vicario y de los Consejeros Regionales.
La semana estuvo marcada, por tanto, por una profunda experiencia de búsqueda, en la verdad que viene del Espíritu, y también por un verdadero agradecimiento a quienes aceptábamos la nueva responsabilidad, y más aún a los hermanos que terminaban sus seis o más años de servicio, comenzando por el Rector Mayor P. Pascual Chávez, su Vicario P. Adriano Bregolín y los demás miembros del Consejo General. Ellos han dado lo mejor de sí mismos en estos años con una entrega sin medida al bien de la Congregación y de la misión. Emotivos aplausos, como en las últimas buenas noches delRector Mayor P. Pascual, fueron manifiesta expresión de ese profundo agradecimiento.
El lunes 31 de marzo, tuvimos un esperado regalo. La audiencia con el papa Francisco colmó, sin duda, las expectativas incluso de los más exigentes. El Papa nos cautivó con su cercanía y sencillez, de la que tanto se habla, también con su espontaneidad y por esa decisión, tan aplaudida, de dar un saludo personalmente a cada uno de los miembros de nuestra Asamblea Capitular, siendo presentado cada hermano por el P. Pascual Chávez y estando yo a su lado, como testigo de este especial momento.
Pero además, nos hemos traído con nosotros un mensaje del papa Francisco que no nos puede resultar simplemente anecdótico. Es más, no lo será puesto que forma parte de nuestras conclusiones del Capítulo, de estas palabras finales mías y también de la programación y las decisiones que competerán al Rector Mayor y su Consejo, y a los capitulares en sus Inspectorías, una vez de regreso en las mismas.
El Papa nos ha subrayado varias cosas muy importantes, algunas de las cuales tan solo las enumero aquí, y otras tendrán su desarrollo en páginas posteriores:
«Hay que preparar a los jóvenes para trabajar en la sociedad según el espíritu del Evangelio, como ope- radores de justicia y de paz, y para vivir como protagonistas en la Iglesia».
Habéis tenido siempre delante de vosotros a Don Bosco y a los jóvenes; Don Bosco con su lema: «Da mihi animas, cetera tolle». Él reforzaba este programa con otros dos elementos: trabajo y templanza».
«Que la pobreza de Don Bosco y de Mamá Margarita inspire a cada salesiano y a cada comunidad vuestra una vida esencial y austera, cercanía a los pobres, transparencia y responsabilidad en la ges- tión de los bienes».
«Ir al encuentro de los jóvenes marginados requiere valentía, madurez y mucha oración. ¡Y a este trabajo se debe enviar a los mejores! Los mejores».
«Gracias a Dios vosotros no vivís y no trabajáis como individuos aislados, sino como comunidad: ¡y dad gracias a Dios por esto!».
«Las vocaciones apostólicas son ordinariamente fruto de una buena pastoral juvenil. El cuidado de las vocaciones requiere atenciones especiales…»
2. CLAVES CON LAS QUE LEER LA REFLEXIÓN DEL CG27
2.1. Como Don Bosco, envueltos en la trama de Dios
«Por la profesión religiosa nos ofrecemos a Dios, para seguir a Cristo y trabajar con Él en la construcción del Reino» (Const 3). En nuestro documento capitular reconocemos que por más que el tiempo que nos toca vivir no sea el que más facilita la trascendencia, nosotros tenemos el deseo, tanto personal como comunitariamente, de dar la primacía a Dios en nuestra vida, estimulados por la santidad salesiana y la sed de autenticidad de los jóvenes. A esto mismo nos invitó el Papa cuando al co- mienzo de su saludo nos dijo que «cuando se piensa trabajar por el bien de las almas, se supera la tentación de la mundanidad espiritual, no se buscan otras cosas, sino solo a Dios y su Reino». Esta fue la gran certeza y pasión de Don Bosco, que se vio envuelto por completo en la «Trama de Dios» y abandonándose en Él llegaba incluso hasta la temeridad.
Es en esta dimensión trascendente, en este asegurar que toda nuestra vida esté en la «Trama de Dios» y Él tenga el primado de nuestras vidas, donde encontramos nuestra fortaleza cuando se hace realidad, y es también donde descubrimos nuestra fragilidad.
Estamos llamados a conducir nuestro corazón, nuestra mente y todas las energías al «principio» y a los «orígenes», al amor primero, ese en el que hemos experimentado la alegría de sentirnos mirados por el Señor Jesús y por el que hemos dicho sí. La primacía de Dios la queremos vivir en la contemplación cotidiana de la vida ordinaria, en el seguimiento de Cristo.
Como sugería unas líneas más arriba, aquí ha de darse nuestra mayor conversión. Ciertamente encontramos muchos hermanos que son ejemplares en este aspecto pero cuando tantos Rectores Mayores (por referirme solo a los últimos: don Egidio Viganò, don Juan Edmundo Vecchi y don Pascual Chávez) nos han advertido de esta fragilidad, significa que es algo que tenemos que tomar más en serio. El CG27 nos invita a invertir esta tendencia. Sería realmente preocupante que alguno llegue a pensar que la «fragilidad que constatamos en la vivencia de la primacía de Dios en nuestras vidas» fuese algo propio de nuestro ADN salesiano. ¡No lo es! No lo fue en Don Bosco que, por el contrario, vivió envuelto radicalmente en la trama de Dios. Por tanto, para nosotros es ¡nada más y nada menos! que el punto central de nuestra conversión, la que nos llevará a una ma yor radicalidad por el Reino.
2.2. Una fraternidad que sea «irresistiblemente» profética
«La misión apostólica, la comunidad fraterna y la práctica de los consejos evangélicos son los elementos inseparables de nuestra consagración» (Const. 3).
En diversos momentos de la asamblea capitular hemos manifestado nuestra convicción de que la fraternidad vivida como comunidad es una de las maneras de hacer experiencia de Dios, de vivir la mística de la fraternidad, en un mundo donde a veces las relaciones humanas están tan dañadas. «La fraternidad vivida en comunidad, hecha de acogida, respeto, ayuda recíproca, comprensión, cortesía, perdón y alegría, da testimonio de la fuerza humanizante del Evangelio», nos dijo también el papa Francisco.
Y esta es otra clave desde la que leer no solo el documento capitular sino sobre todo nuestra vida y la revisión que de ella hacemos y queremos seguir haciendo. Los jóvenes necesitan de nosotros que seamos en verdad hermanos. Hermanos que, con la sencillez y el espíritu de familia típico de Don Bosco, vivamos una fraternidad auténtica que, aunque no está exenta de las dificultades de lo cotidiano, crece y se purifica desde la fe, llegando a ser tan «contracultural» y atractiva como lo propone el Evangelio.
En la profecía de una verdadera fraternidad vivida en la sencillez cotidiana tenemos una gran oportunidad de renovación y crecimiento.
También nos va a suponer, no pocas veces, un cambio de mentalidad. Con no poca frecuencia, en todos los puntos cardinales donde está implantada nuestra Congregación corremos un cierto peligro de sacrificar la comunidad, la fraternidad y a veces incluso la comunión, en aras del trabajo, la actividad o incluso el mero activismo. De ahí que nuestras Constituciones, con pedagogía preventiva, expresen que los tres elementos de la consagración son inseparables. Cuando uno de ellos es débil o inexistente, no podemos hablar de consagración desde el carisma de Don Bosco; será otra realidad, pero no la salesiana.
2.3. Una radicalidad muy salesiana: «Trabajo y Templanza»
«El trabajo y la templanza harán florecer la Congregación» (Const. 18). Un binomio tan conocido por nosotros que don Viganò, en sus reflexiones sobre la gracia de unidad, definía como «inseparable». «Las dos armas con las cuales nosotros lograremos vencer todo y a todos, escribió Don Bosco» (Don Bosco citado en las ACG, 413, p. 43).
El Papa también se refirió a este binomio en sus palabras de la audiencia mientras nos animaba con este compromiso: «La Templanza se refiere al sentido de la medida, al contentarse, al ser sencillos. La pobreza de Don Bosco y de Mamá Margarita inspire a cada salesiano y a cada comunidad una vida esencial y austera, cercana a los pobres, transparente y responsable en la gestión de los bienes».
En la reflexión capitular hemos plasmado diversas indicaciones al respecto. Es muy clara la enseñanza que sobre este binomio nos ha dejado don Pascual Chávez en la convocatoria al CG27, y podemos leer de igual manera a don Vecchi y don Viganò. No nos falta iluminación al respecto. Creo que el desafío pasa por la vida, y si bien es cierto que en tantísimas partes de la Congregación tenemos presencias que tienen como prioridad a los últimos, los más pobres, los excluidos, es igualmente cierto que el brillo de ese testimonio es pleno si nuestro modo de vida se caracteriza por la sobriedad, la austeridad e incluso la pobreza. Indudablemente la confrontación con esta realidad que hemos profesado pasa a través de la conciencia personal de cada uno, pero tendremos que ayudarnos comunitariamente durante este sexenio. Estamos invitados a hacer que el testimonio de pobreza y sobriedad sea más evidente donde no lo es. Cualquier movimiento, avance, giro que se dé en las diversas Inspectorías en este sentido será muestra de autenticidad y de concreción de la radicalidad evangélica que nos proponemos.
2.4. Servidores de los jóvenes, no dueños de nada ni de nadie
«Nuestra vocación tiene el sello de un don especial de Dios: la predilección por los jóvenes. «Me basta que sean jóvenes, para que los ame con toda mi alma». Este amor, expresión de la caridad pastoral, da sentido a toda nuestra vida» (Const. 14).
Con Don Bosco, seguimos al Señor Jesús que puso en el centro a un niño cuando se le preguntó acerca de quién era el más importante para el Reino. Nosotros, Salesianos de Don Bosco, gestados en I Becchi como él y nacidos en Valdocco, hemos ofrecido nuestra vida al Padre para ser Consagrados por Él, a fin de vivir para los jóvenes. Como hemos expresado en el documento capitular, los jóvenes son «nuestra zarza ardiente» (Es 3,2 ss). Por medio de ellos Dios nos habla y en ellos nos espera. Ellos son la razón por la que nos hemos sentido capaces de decir sí a la llamada del Señor, ellos son la razón de nuestra vida como salesianos-educadores-pastores de los jóvenes, ¿cómo podríamos quedarnos a mitad de camino?, ¿cómo podríamos dedicarnos solo por momentos, como si de jornada laboral se tratara? Y más aún, ¿cómo podríamos estar tranquilos cuando en nuestro barrio, zona, ciudad hay jóvenes castigados por la pobreza, la soledad, la violencia familiar, la agresividad que les domina…?
Estamos llamados a prestarles la voz que en esas circunstancias de vida ellos no tienen, llamados a ofrecerles la amistad, la ayuda, la acogida, la presencia del adulto que les quiere bien, que solo quiere de ellos que sean felices, «aquí y en la eternidad». Ser los amigos, hermanos, educadores y padres que solo quieren que sean protagonistas y dueños de su propia vida… Y desde esta clave solo es posible ser servidor y nunca dueño, patrón, «autoridad»…
3. HACIA DÓNDE DIRIGIR NUESTRAS OPCIONES FUTURAS DESPUÉS DEL CG27
Como es fácil de entender, en una intervención como esta, no pretendo sugerir todas las opciones que podríamos tomar después del Capítulo. Lo vivido en él, las amplias reflexiones que hemos compartido y el studio que hemos hecho del estado de la Congregación nos permite vislumbrar algunos de los caminos que considero irrenunciables y prioritarios. Las Inspectorías establecerán, sin duda, algunas otras opciones adecuadas a su contexto y realidad, siempre en el marco del CG27.
Hago tan solo un elenco de las que me parecen más prioritarias y universales. Posteriormente, el Consejo General, con su consiguiente programación, y las Inspectorías con las suyas, podrán establecer el itinerario adecuado a seguir en todo el mundo salesiano.
3.1. Conocimiento, estudio y asimilación del CG27
En algunas de las primeras intervenciones en el aula, así como en las reuniones de comisión, se fue manifestando la preocupación por lograr un documento final que no esté destinado a «aparcarse» en una biblioteca, sin incidencia para una renovación. A fin de superar ese temor, considero que el primer paso ha de ser el compromiso de todos nosotros por pensar los modos y el método espiritual - algo más que simples estrategias -, que puedan favorecer el conocimiento de lo que el CG27 ofrece para toda la Congregación. Posteriormente, los invito a buscar la manera adecuada de llegar a su asimilación personal y comunitaria e incluso a la conversión (si el Espíritu así nos lo concede). Solo esta asimilación y conversión será generadora de vida nueva.
Creo que sería un error pensar que con favorecer el conocimiento del CG27 a los hermanos en un retiro o en- cuentro de fin de semana, el objetivo estaría cumplido. Por esto, propongo que dediquemos al menos estos tres primeros años a leerlo, reflexionarlo, meditarlo y hacerlo objeto de nuestras programaciones locales e inspectoriales, y de los diversos planes de animación y gobierno de las Inspectorías; verificarlo luego en el capítulo Inspectorial próximo (el conocido como Capítulo Inspectorial Intermedio) y ver qué frutos está dando.
3.2. Profundidad de vida interior: testigos del Dios de la vida
Como manifesté en páginas anteriores, creo que reconocemos en la Congregación que, hablando en términos generales, la profundidad de vida interior no es nuestra mayor fortaleza. Me resisto, les decía, a admitir que sea algo de nuestro ADN salesiano porque ni Don Bosco fue así ni nos quiso así. Y del reconocimiento de esta flaqueza (abundantemente expresada por los Rectores Mayores precedentes, así como por algunos Capítulos Generales), y con la ayuda del Espíritu, hemos de encontrar la fuerza para revertir la tendencia. Se requiere una auténtica conversión a la radicalidad evangélica que toca mente y corazón. Cuando el Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a la vida consagrada, nos pide que la vida espiritual esté «al primo posto», no nos está invitando a un extraño espiritualismo sino a esa profundidad de vida que nos hace al mismo tiempo realmente fraternos y generosos en el darnos a los demás, a la misión, y en especial a los más pobres, haciendo así verdaderamente atractiva nuestra opción de vida.
Esta profundidad de vida, esta autenticidad, esta radicalidad evangélica, este camino de santificación es el «don más precioso que podemos ofrecer a los jóvenes» (Const. 25). De hecho en Don Bosco no se explica su predilección radical por los jóvenes sin Jesucristo. «En el seguimiento (sequela) de Cristo se encuentra la fuente, la vertiente de su originalidad y vitalidad. Esto es un don inicial de lo Alto, el «primer carisma» de Don Bosco» (don E. Viganò, ACG 290, p. 16).
Por eso, me atrevo a sugerir que cada Comunidad Local pueda «decirse» en modo concreto, y como fruto del CG27, qué piensa y propone a fin de que se pueda notar este poner «a Dios en el primer lugar», en su ser comunidad salesiana convocada por el Señor y que no solo se reúne sino que vive en su nombre.
3.3. Cuidándonos, cuidando a nuestros hermanos, cuidando a nuestras comunidades
«Por eso nos reunimos en comunidades, en las que nos amamos hasta compartirlo todo en espíritu de familia y construimos la comunión de las personas» (Const. 49).
Para nosotros, Salesianos, la vida comunitaria, la «comunión de la vida en común», no es tan solo una circunstancia, una manera de organizarnos, un medio para ser más eficaces en la acción. Para nosotros la auténtica fraternidad que se vive en la comunión de personas es esencial, constitutivo; es uno de los tres elementos inseparables de los que habla el ya citado artículo 3 de nuestras Constituciones.
Y por la fuerza testimonial que tiene la fraternidad evangélica es por lo que invito a todos a tomar verdadera conciencia de que hemos de cuidarnos a nosotros mismos, para estar bien y vocacionalmente en forma, y hemos de cuidar a nuestros hermanos de comunidad con actitudes de verdadera «acogida, respeto, ayuda recíproca, comprensión, cortesía, perdón y alegría» (audiencia con el Papa). Vivir un verdadero amor fraterno que, en definitiva, acepta e integra las diferencias y combate la soledad y el aislamiento; y hemos de cuidar por lo mismo nuestras comunidades en las Inspectorías.
Ya lo di a entender en páginas anteriores. Con frecuencia sacrificamos la vida comunitaria y los espacios y momentos comunitarios en aras del trabajo. Esta realidad nos hace pagar, al fin, demasiadas facturas tremendamente dolorosas. Por eso, pido a cada Inspectoría llevar a cabo un verdadero estudio y esfuerzo práctico para cuidar y consolidar nuestras comunidades, garantizar la solidez en calidad humana y en número de hermanos, aunque sea al precio de que algunas presencias no puedan tener comunidad religiosa, y avanzar en el significado y en el rediseñar de las Casas y de las Inspectorías, tal como se nos viene pidiendo en los últimos años y en diversas visitas de conjunto a las Regiones. Ciertamente hemos de vencer grandes resistencias que nacen de los afectos, de los años vividos en una casa, de la presión de la misma comunidad educativa, del barrio o las asociaciones ciudadanas, y hasta de gobiernos locales y regionales…, pero las dificultades previsibles no pueden mermar ni nuestra lucidez ni nuestra capacidad para actuar con una libertad prudente.
3.4. Me basta que seáis jóvenes para amaros
En el CG26 leemos que volver a los jóvenes es «estar en el patio», y sabemos que este estar en el patio va más allá del espacio físico. Es querer estar con ellos y entre ellos, es encontrarlos en nuestra vida cotidiana, es conocer su mundo, animar su protagonismo, acompañarlos en el despertar de su sentido de Dios y animarlos con valentía a vivir su existencia como la vivió el Señor Jesús.
Cuando uno contempla a Don Bosco en lo que nos cuentan quienes más lo han estudiado y en la fascinación que él mismo despierta, queda impactado por la fuerza de su pasión vocacional por los jóvenes. Don Ricceri escribe en una de sus cartas un fragmento que me resulta hermoso, cuando dice: «La predilección pastoral hacia los muchachos y jóvenes se mostraba en Don Bosco como una especie de «pasión», o mejor, como su «supervocación» a la cual se dedicó evitando todo obstáculo y dejando toda cosa, incluso buena, que le dificultara de alguna manera su realización» (ACG 284, 1976, p. 31).
Y la predilección por los jóvenes llega a ser su más grande opción de fondo en su vida, y es la misión de la Congregación. Es mucho lo que podríamos encontrar ya escrito y pensado sobre esta realidad de Don Bosco y también lo dicho en nuestros Capítulos Generales. El último de ellos, el CG26, dedica varias líneas de acción a este «volver a los jóvenes».
Lo de la «vuelta a los jóvenes» no lo hemos hablado como Asamblea Capitular, y por eso mismo no estoy seguro de en qué medida se ha hecho realidad en este último sexenio, pero es algo que siempre será de permanente actualidad. Por eso, me atrevo a pedir a cada Inspectoría y a las comunidades locales que, como respuesta al plan de animación y gobierno de cada Inspectoría, allí donde un hermano tiene fuerza, pasión educativa y evangelizadora, vocación auténtica para ser por y para los jóvenes y en medio de ellos, sea cual sea su edad, se haga lo posible para que pueda verse libre de otras tareas y gestiones, y pueda hacer lo que mejor debiéramos saber por vocación: ser educadorespastores de los jóvenes. Invito a concretar y traducir más todavía en decisiones de gobierno lo que bien sabemos como fruto de un patrimonio de herencia salesiana.
3.5.Para nosotros, como para Don Bosco, nuestra prioridad son los jóvenes más pobres, los últimos, los excluidos
Don Vecchi escribe en una de sus cartas: «Los jóvenes pobres, pues, han sido y son también un don para los Salesianos. El retorno a ellos nos hará recuperar la característica central de nuestra espiritualidad y de nuestra práctica pedagógica: la relación de amistad que crea correspondencia y deseo de crecer» (ACG 359, p. 24). Evidentemente nadie puede interpretar que don Vecchi esté defendiendo la pobreza, pero sí se entiende que donde lamentablemente haya pobreza y jóvenes pobres, si nosotros estamos con ellos y en medio de ellos, ellos son los primeros que nos hacen un bien, nos evangelizan y nos ayudan a vivir en verdad el Evangelio con el carisma de Don Bosco. Me animo a decir que son los jóvenes pobres quienes nos van a salvar.
Nuestro ser Siervos de los jóvenes pasa, tal como hemos reflexionado en nuestro Capítulo General, por dejar nuestras seguridades, no solo de vida sino incluso de acción pastoral, para caminar hacia una pastoral «en salida» que parte de las necesidades profundas de los jóvenes y en especial los más pobres. «Trabajando con los jóvenes, ustedes encuentran el mundo de la exclusión juvenil. Y esto es tremendo» (el papa Francisco, en la audiencia a los Capitulares).
Por eso, me atrevo a pedir que con «coraje, madurez y mucha oración», con lo que se nos envía a los jóvenes más excluidos, optemos en cada una de las Inspectorías por revisar dónde hemos de estar, dónde hemos de quedarnos, adónde hemos de ir y de dónde podemos marcharnos… Con su clamor y sus gritos de dolor los jóvenes más necesitados nos interpelan. Ellos, a su modo, nos llaman. Esto se traduce en espacios de reflexión en cada Inspectoría durante este sexenio para que, a la luz del CG27 y nuestra opción por ser Servidores de los jóvenes… hacia las periferias, lleguemos a decisiones de gobierno Inspectorial, siempre en diálogo con los Hermanos, que hagan realidad lo que les pido con coraje, madurez y profunda mirada de fe. No tengamos miedo a ser proféticos en esto.
3.6. Evangelizadores de los jóvenes, «compañeros de camino», valientes en proponerles desafíos
El artículo 6 de nuestras Constituciones encierra en esencia toda la riqueza de la misión que por carisma tenemos confiada: «Fieles a los compromisos heredados de Don Bosco, somos evangelizadores de los jóvenes, especialmente de los más pobres; tenemos cuidado especial de las vocaciones apostólicas; somos educadores en la fe en los ambientes populares, sobre todo con la comunicación social, y anunciamos el Evangelio a los pueblos que no lo conocen». Este es y seguirá siendo nuestro gran desafío porque aun en los mejores logros, siempre podremos llegar a más, nunca será suficiente y, con cierta frecuencia, hasta podremos constatar que nos quedamos a medio camino.
Don Bosco es nuestro gran modelo en este «saber hacer» con corazón salesiano en la educación y evangelización de los jóvenes. Sus jóvenes estaban convencidos de que Don Bosco les quería, y quería su bien, tanto en esta vida como en la eternidad. Y por eso aceptaban su propuesta de conocimiento y amistad con el Señor. Como educadores debemos saber estar con el joven y acompañarlo desde su realidad y situación concreta, en su proceso personal de maduración. Como evangelizadores, nuestra meta es acompañar a los jóvenes para que, en libertad, puedan encontrarse con el Señor Jesús.
Por eso hermanos, aun en la brevedad de estas líneas no puedo dejar de subrayar este apartado como esencial: somos evangelizadores de los jóvenes y, como Congregación, como comunidades Inspectoriales y locales concretas, debemos vivir y crecer en una verdadera predilección pastoral por los jóvenes. Será muy difícil conseguirlo si no damos carácter de prioridad y urgencia al Anuncio del Señor Jesús a los jóvenes y, al mismo tiempo, somos capaces de acompañarlos en su realidad de vida. Lo que tendría que ser nuestra fortaleza, acompañar a cada joven desde su situación, es, con frecuencia, tarea que dejamos a otros o que decimos no saber hacer. Y en ese acompañar, es de vital importancia implantar la cultura vocacional de la que se nos ha hablado tanto. Todavía no lo hemos conseguido. Suele darnos miedo, o la descalificamos con la «autojustificación» de que no creemos que lo que haya que hacer sea echar «ninguna caña de pesca». Si realmente lo creemos así y «vendemos este discurso» estamos matando algo que es muy nuestro, muy de nuestro carisma: la capacidad de acompañar a cada adolescente, a cada joven, en sus búsquedas personales, en sus desafíos, en sus preguntas sobre la vida, en sus opciones de vida. Algo que es fascinante en nuestra vocación salesiana, lo dejamos de lado o en manos de otros... o de nadie. Por eso, me atrevo a pedir a cada Inspectoría que también se destine a los hermanos más capaces para cuidar la pastoral juvenil y vocacional, con verdaderas propuestas evangelizadoras, desarrollando itinerarios sistemáticos de educación en la fe, privilegiando la atención a la persona y el acompañamiento personal de las mismas, proponiéndoles valientes desafíos en el discernir sus proyectos de vida, con propuestas igualmente valientes para todo tipo de vocaciones en la Iglesia, también la vocación salesiana en sus diversas formas, e implicando a la comunidad toda.
Ojalá no se haga realidad lo que constataba el CG23 - una de las más brillantes miradas de nuestro magisterio capitular sobre la educación de los jóvenes en la fe -, cuando dice que en este camino por seguir al que he hecho referencia, puede llegar el momento del abandono, «no solo por las dificultades que plantea la fe, sino por la falta de atención de los educadores, más preocupados de las cosas que de acompañar fraternalmente el diálogo entre el joven y Dios» (CG23, 137).
3.7. Con los laicos en la urgencia de la misión compartida
En nuestra reflexión capitular hemos constatado un mayor protagonismo de los laicos, favorecido por la corres- ponsabilidad y la misión compartida en la comunidad educativo-pastoral. Ya dieciocho años atrás, en el CG24 - por no remontarnos a un magisterio anterior -, se pedía al Rector Mayor y su Consejo que diese a conocer iniciativas y experiencias de colaboración entre los SDB y laicos (CG24, 127), y se reconocía, en la reflexión capitular del mismo, que «el camino de la implicación lleva a la comunión en el espíritu y el de la corresponsabilidad hace compartir la misión salesiana. Comunión y participación, implicación y corresponsabilidad son las dos caras de la misma medalla» (CG24, 22).
Hemos ido avanzando en nuestra mirada sobre la misión compartida. El P. Pascual Chávez nos expresó varias veces, como fruto de su reflexión sobre este tema, que con la mirada y visión teológica y eclesiológica de hoy, no cabe imaginar la misión salesiana sin los laicos, porque es también vital para nuestro carisma lo que ellos pueden aportarle.
Yo añado esto, queridos hermanos: la misión compartida entre SDB y laicos ha dejado de ser opcional, si es que alguien lo sigue pensando así, y esto porque la misión salesiana en el mundo de hoy nos lo pide encarecidamente. Es cierto que en la Congregación tenemos diversas «velocidades» en las Inspectorías y en relación de unas con otras, pero la misión compartida entre laicos y SDB, la reflexión sobre dicha misión, el proceso de conversión de parte de nuestros hermanos sdb al respecto, es irrenunciable. Por eso, me atrevo a pedir para cada Inspectoría que se haga realidad en este primer trienio, después del CG27, la concreción del Proyecto y programa de misión compartida que se está llevando a cabo entre SDB y laicos - donde ya se da tal realidad -, o bien el estudio de la realidad Inspectorial y el Proyecto y programa concreto por desarrollar en los años de recorrido hasta el siguiente Capítulo General.
3.8. Misión ad gentes, proyecto Europa y Bicentenario
No desarrollo estos temas. Tan solo dejo constancia de que no se trata de olvido alguno, sino, por el contrario, de que son tres realidades que en la programación del sexenio tienen ya un sitio propio. Los dos últimos, Proyecto Europa y Bicentenario, porque ya tienen su pro- pio desarrollo, que hemos de seguir tutelando, y la Acción Misionera de la Congregacion (Missio ad gentes) porque formará parte de una atención particular, siempre enmarcada en la coordinación de todos los sectores de la misión que abarca la pastoral juvenil, especialmente para los más pobres, la educación de las clases populares, con un cuidado esmerado por parte de la comunicación social, y el anuncio del Evangelio a los pueblos que no lo conocen - Missio ad gentes - (cfr. Const. 6).
3.9. Un gracias de todo corazón
No podría terminar estas palabras sin hacer referencia al anterior Rector Mayor y su Consejo.
Tengo la plena certeza de que estas palabras mías como Rector Mayor son las palabras de toda la Asamblea Capitular del CG27, de todos los hermanos de la Congregación, de toda la Familia Salesiana y de tantos jóvenes del mundo que quisieran tener voz en este momento.
Desde el corazón, gracias, muchas gracias, querido don Pascual, IX Sucesor de Don Bosco, que has sido nuestro Rector Mayor durante los últimos doce años, dando vida, entregando tu vida, siendo Padre, conduciendo nuestra Congregación con certeza y seguridad, como buen capitán que sabe encontrar el rumbo a pesar de las nieblas y las llegadas de la noche en cada atardecer. Gracias, porque has sido Padre para toda la Familia Salesiana, y entusiasta Sucesor de Don Bosco para los jóvenes de todas las partes del mundo. Gracias, por tu magisterio rico y sólido, gracias por traer a buen puerto la nave de la Congregación en esta larga travesía de los doce últimos años. El Señor te bendiga y Don Bosco premie toda tu entrega en su nombre.
Y un gracias también, vivo y lleno de afecto, a tu Vicario y a todos los miembros del Consejo General, quienes, por seis o doce años han cuidado con celo cada una de las parcelas (sean Sectores de animación o Regiones del mundo) que les confiaste y les confió la Congregación. En nombre de todos los hermanos, de la Familia Salesiana y de los jóvenes, un gracias grande por tanta generosidad y entrega.
Concluyo invocando a la Madre, a nuestra Madre Auxiliadora, a quien, en la oración que nos ha preparado para este documento capitular el P. Pascual, la invocamos como Mujer de la Escucha, Madre de la comunidad nueva y Sierva de los pobres. Que Ella, con su intercesión, nos consiga el don del Espíritu para tener un corazón más de Dios, junto con los hermanos, para los jóvenes y entre ellos.
Que Don Bosco nos guíe y acompañe para hacer vida lo que vivimos, pensamos y soñamos en este CG27. Que con un corazón semejante al suyo nos haga verdaderos buscadores de Dios (Místicos), hermanos capaces de Amar a quienes Dios nos pone en el camino de la vida (Profetas de la fraternidad) y verdaderos Servidores de los jóvenes con el corazón del Buen Pastor.
Roma, 12 de abril de 2014
ELENCO DE LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL 27
Consejo General
1 P CHÁVEZ VILLANUEVA Pascual Rector Mayor, Presidente
2 P BREGOLIN AdrianoVicario del Rector Mayor
3 P CEREDA Francesco Consejero para la FormaciónRegulador
4 P ATTARD Fabio Consejero para la Pastoral Juvenil
5 P KLEMENT VáclavConsejero para las Misiones
6 P GONZÁLEZ Plascencia Filiberto Consejero para la Comunicación Social
7 L MULLER Jean Paul Ecónomo General
8 P BASAÑES Guillermo Consejero Regional
9 P CHRZAN Marek Consejero Regional
10 P FRISOLI Pier Fausto Consejero Regional
11 P KANAGA Maria Arokiam Consejero Regional
12 P NÚÑEZ MORENO José Miguel Consejero Regional
13 P ORTIZ G. Esteban Consejero Regional
14 P VITALI Natale Consejero Regional
15 P WONG Andrew Consejero Regional
16 P STEMPEL Marian Secretario General
17 P MARACCANI Francesco Procurador General
Región salesiana: ÁFRICA y MADAGASCAR
18 P GEBREMESKEL EstifanosSup. Visit. África Etiopía y Eritrea
19 P TAKELE SeleshiDelegado África Etiopía y Eritrea
20 P NGOY Jean-ClaudeInspector África Central
21 P MAKOLA MWAWOKADieudonnéDelegado África Central
22 P ROLANDI GiovanniInspector África Este
23 P ASIRA LIPUKU SimonDelegado África Este
24 P DUFOUR FrançoisSup. Visit. África Meridional
25 L MHARA MarkoDelegado África Meridional
26 P GARCÍA PEÑA FaustinoInspector África Occidental Francófona
27 L CORDERO HernánDelegado África Occidental Francófona
28 P CRISAFULLI JorgeInspector África Occidental Anglófona
29 P OCHE AnthonyDelegado África Occidental Anglófona
30 P SWERTVAGHER CamielSup. Visit. África Grandes Lagos
31 P NGOBOKA Pierre CélestinDelegado África Grandes Lagos
32 P RODRÍGUEZ MARTÍN FilibertoSup. Visit. Angola
33 P SEQUEIRA GUTIÉRREZ Víctor LuisDelegado Angola
34 P JIMÉNEZ CASTRO Manuel Sup. Visit. África Tropical Ecuatorial
35 P NGUEMA Miguel ÁngelDelegado África Tropical Ecuatorial
36 P CIOLLI Claudio Sup. Visit. Madagascar
37 P BIZIMANA Innocent Delegado Madagascar
38 P CHAQUISSE Américo Sup. Visit. Mozambique
39 P SARMENTO Adolfo de Jesús Delegado Mozambique
40 P CHALISSERY George Sup. Visit. Zambia-Malawi-Namibia-Zimbabwe
41 P MBANDAMA Michael Kazembe Delegado Zambia-Malawi-Namibia-Zimbabwe
Región salesiana: AMÉRICA CONO SUR
42 P CAYO ManuelInspector Argentina Norte
43 P ROMERO Héctor GabrielDelegado Argentina Norte
44 P FERNÁNDEZ ARTIME Ángel Inspector Argentina Sur
45 L VERA Hugo CarlosDelegado Argentina Sur
46 P MARÇAL MárcioDelegado Brasil Belo Horizonte
47 P SHINOHARA LauroInspector Brasil Campo Grande
48 P FIGUEIRÓ TiagoDelegado Brasil Campo Grande
49 P ALVES DE LIMA FranciscoInspector Brasil Manaus
50 P RIBEIRO Antônio de AssisDelegado Brasil Manaus
51 P FISTAROL Orestes Inspector Brasil Porto Alegre
52 P DA SILVA Gilson MarcosDelegado Brasil Porto Alegre
53 P VANZETTA DiegoInspector Brasil Recife
54 P RODRIGUES João CarlosDelegado Brasil Recife
55 P CASTILHO EdsonInspector Brasil São Paulo
56 P SIBIONI Roque Luiz Delegado Brasil São Paulo
57 P LORENZELLI Alberto Riccardo Inspector Chile
58 P ALBORNOZ DavidDelegado Chile
59 P LEDESMA NéstorInspector Paraguay
60 P ZÁRATE LÓPEZ Nilo Damián Delegado Paraguay
61 P CASTELL NéstorInspector Uruguay
62 P COSTA DanielDelegado Uruguay
Región salesiana: ASIA ESTE y OCEANÍA
63 P CHAMBERS GregInspector Australia
64 P GRAHAM BernardDelegado Australia
65 P FEDRIGOTTI LanfrancoInspector China
66 P FUNG Ting Wa Andrew Delegado China
67 P CRUZ EligioInspector Filipinas Norte
68 P GARCÉS AlexanderDelegado Filipinas Norte
69 P MILITANTE GeorgeInspector Filipinas Sur
70 P GERÓNIMO Honesto Jr.Delegado Filipinas Sur
71 P CIPRIANI AldoInspector Japón
72 P YAMANOUCHI Mario MichiakiDelegado Japón
73 P GUTERRES João PaulinoSup. Visit. Indonesia y Timor Este
74 P SOERJONOTO Yohannes BoediDelegado Indonesia y Timor Este
75 P NAM Stephanus (Sanghun)Inspector Corea
76 P YANG StefanoDelegado Corea
77 P VALLENCE MauriceSup. Visit. Myanmar
78 P SOE NAING MarianoDelegado Myanmar
79 P PRASERT SOMNGAM Paul Inspector Tailandia
80 P SUPHOT RIUNGAM Dominic Savio Delegado Tailandia
81 P TRAN Hoa Hung GiuseppeInspector Vietnam
82 P NGUYEN Thinh Phuoc Giuseppe Delegado Vietnam
83 P NGUYEN Ngoc Vinh Giuseppe Delegado Vietnam
Región salesiana: ASIA SUR
84 P D’SOUZA GodfreyInspector India Mumbai
85 P FERNANDES AjoyDelegado India Mumbai
86 P ELLICHERAIL ThomasInspector India Kolkata
87 P PUYKUNNEL Shaji Joseph Delegado India Kolkata
88 P GURIA NéstorInspector India Dimapur
89 P CHITTILAPPILLY Varghese Delegado India Dimapur
90 P VATTATHARA Thomas Inspector India Guwahati
91 P ALMEIDA Joseph Delegado India Guwahati
92 P RAMINEDI BalarajuInspector India Hyderabad
93 P THATHIREDDY Vijaya Bhaskar Delegado India Hyderabad
94 P ANCHUKANDAM Thomas Inspector India Bangalore
95 P KOONAN Thomas Delegado India Bangalore
96 P VETTOM José Delegado India Bangalore
97 P RAPHAEL JayapalanInspector India Chennai
98 P SWAMIKANNU StanislausDelegado India Chennai
99 P ANTONYRAJ ChinnappanDelegado India Chennai
100 P PEEDIKAYIL MichaelInspector India Nueva Delhi
101 P PARAPPULLY JoseDelegado India Nueva Delhi
102 P FIGUEIREDO IanInspector India Panjim
103 P RODRIGUES Avil Delegado India Panjim
104 P MALIEKAL GeorgeInspector India Silchar
105 P LENDAKADAVIL Anthony Delegado India Silchar
106 P JOHNSON AlbertInspector India Tiruchy
107 P JOSEPH Antony Delegado India Tiruchy
108 P KAHANAWITALIYANAGE NihalSup. Visit. Sri Lanka
109 P SAJEEWAKA PaulDelegado Sri Lanka
Región salesiana: EUROPA NORTE
110 P OSANGER RudolfoInspector Austria
111 P KETTNER SiegfriedDelegado Austria
112 P TIPS MarkInspector Bélgica Norte
113 P WAMBEKE WilfriedDelegado Bélgica Nort
114 P VACULÍK PetrInspector República Checa
115 P CVRKAL PetrDelegado República Checa
116 P ORKIC´ PejoInspector Croacia
117 P STOJIC´ AntoDelegado Croacia
118 P COYLE MartinInspector Gran Bretaña
119 P GARDNER James RobertDelegado Gran Bretaña
120 P GRÜNNER JosefInspector Alemania
121 P GESING ReinhardDelegado Alemania
122 P VON HATZFELD HattoDelegado Alemania
123 P CASEY MichaelInspector Irlanda
124 P FINNEGAN John Christopher Delegado Irlanda
125 P WUJEK AndrzejInspector Polonia Warszawa
126 P KUŁAK Wojciech Delegado Polonia Warszawa
127 P YASHEUSKI Aliaksandr Delegado Polonia Warszawa
128 P CHMIELEWSKI MarekInspector Polonia Piła
129 P KABAK VladimirDelegado Polonia Piła
130 P KLAWIKOWSKI ZenonDelegado Polonia Piła
131 P LEJA Alfred Inspector Polonia Wrocław
132 P LOREK Piotr Delegado Polonia Wrocław
133 P BARTOCHA Dariusz Inspector Polonia Kraków
134 P KIJOWSKI Tomasz Delegado Polonia Kraków
135 P MANÍK KarolInspector Eslovaquia
136 P IŽOLD Jozef Delegado Eslovaquia
137 P POTOC´ NIK Janez Inspector Eslovenia
138 P MARŠIC´ Franc Delegado Eslovenia
139 P PISTELLATO OnorinoSup. Circ. Ucrania
140 P VITÁLIS GáborSupplente Hungría
141 P DEPAULA FlavioDelegado Hungría
Región salesiana: EUROPA OESTE
142 P FEDERSPIEL DanielInspector Francia y Bélgica Sur
143 P ROBIN OlivierDelegado Francia y Bélgica Sur
144 P PEREIRA ArturInspector Portugal
145 P MORAIS Tarcízio Delegado Portugal
146 P ASURMENDI AngelInspector España Barcelona
147 P CODINA JoanDelegado España Barcelona
148 P URRA MENDÍA FélixInspector España Bilbao
149 P VILLOTA José LuisDelegado España Bilbao
150 P RODRÍGUEZ PACHECO José Inspector España León
151 P BLANCO ALONSO José María Delegado España León
152 P ONRUBIA LuisInspector España Madrid
153 P VALIENTE JavierDelegado España Madrid
154 P GARCÍA SÁNCHEZ Fernando Delegado España Madrid
155 P RUIZ MILLÁN Francisco Inspector España Sevilla
156 P PÉREZ Juan Carlos Delegado España Sevilla
157 P SANCHO GRAU Juan Bosco Inspector España Valencia
158 P SOLER Rosendo Delegado España Valencia
Región salesiana: INTERAMERICANA
159 P PICHARDO VictorInspector Antillas
160 P SANTIAGO HiramDelegado Antillas
161 P LÓPEZ ROMERO Cristóbal Inspector Bolivia
162 P APARICIO BARRENECHEA Juan Francisco Delegado Bolivia
163 P HERNÁNDEZ AlejandroInspector Centro América
164 P SANTOS RenéDelegado Centro América
165 P MORALES JaimeInspector Colombia Bogotá
166 P GRAJALES WilfredoDelegado Colombia Bogotá
167 P GÓMEZ RUA John JairoInspector Colombia Medellín
168 P BEJARANO RafaelDelegado Colombia Medellín
169 P FARFÁN MarceloInspector Ecuador
170 P GARCÍA ITURRALDE Robert GermánDelegado Ecuador
171 P SYLVAIN DucangeSup. Visit. Haití
172 P MÉSIDOR Jean-PaulDelegado Haití
173 P MURGUÍA VILLALOBOS Salvador CleofásInspector México Guadalajara
174 P OROZCO HugoDelegado México Guadalajara
175 P HERNÁNDEZ PALETA Gabino Inspector México México
176 P OCAMPO URIBE Ignacio Delegado México México
177 P DAL BEN SantoInspector Perú
178 P PACHAS José AntonioDelegado Perú
179 P DUNNE ThomasInspector Estados Unidos Este
180 P PACE MichaelDelegado Estados Unidos Este
181 P PLOCH TimothyInspector Estados Unidos Oeste
182 L VU AlphonseDelegado Estados Unidos Oeste
183 P STEFANI Luciano Inspector Venezuela
184 P MÉNDEZ Francisco Delegado Venezuela
Región salesiana: ITALIA y MEDIO ORIENTE
185 P MANCINI LeonardoSup. Circ. Italia Central
186 P BERTO GinoDelegado Italia Central
187 P COLAMEO RobertoDelegado Italia Central
188 P MARCOCCIO FrancescoDelegado Italia Central
189 P MARTOGLIO StefanoSup. Circ. Italia Piamonte y Val d’Aosta
190 P BESSO CristianDelegado Italia Piamonte y Val d’Aosta
191 P STASI EnricoDelegado Italia Piamonte y Val d’Aosta
192 L MANZO PiercarloDelegado Italia Piamonte y Val d’Aosta
193 P CACIOLI ClaudioInspector Italia Lombardo Emiliana
194 P CUCCHI DanieleDelegado Italia Lombardo Emiliana
195 P VANOLI StefanoDelegado Italia Lombardo Emiliana
196 P CRISTIANI PasqualeInspector Italia Meridional
197 P BELLINO FabioDelegado Italia Meridional
198 P DAL MOLIN RobertoInspector Italia Norte Este
199 P BIFFI IginoDelegado Italia Norte Este
200 L PETTENON GiampietroDelegado Italia Norte Este
201 P RUTA GiuseppeInspector Italia Sicilia
202 P MAZZEO MarcelloDelegado Italia Sicilia
203 P EL RA’I MunirInspector Medio Oriente
204 P CAPUTA GiovanniDelegado Medio Oriente
Universidad Pontificia Salesiana
205 P D’SOUZA JoaquimSup. Visit. UPS
206 P NANNI CarloDelegado UPS
Casa Generalicia y Comunidad Vaticana
207 P LÓPEZ Horacio AdriánDelegado RMG
Observadores Invitados
208 L KURIAS214 CyriacInvitadoIndia Nueva Delhi
209 L CALLO RaymondInvitadoFilipinas Norte
210 L BEHÚN Rastislav Invitado Eslovaquia
211 L PIÑUELA MatíasInvitadoEspaña León
212 P BAQUERO PeterInvitadoFilipinas Norte
213 P POOBALARAYEN Ferrington InvitadoÁfrica Este
214 P KARIKUNNEL MichaelInvitatoAfrica Occidentale Anglófona
215 P OBERMULLER PetrusinvitatoAustria
216 P DERETTI AsídioInvitatoBrasile Porto Alegre
217 P DOS SANTOS GildásioInvitatoBrasile campo Grande
218 P BICOMONG PaulInvitatoFilipinas Norte
219 P GOMES NirmolInvitato India Kolkata
220 P CAUCAMÁN HonorioInvitato Argentina Sur
ÍNDICE TEMÁTICO DEL TEMA CAPITULAR
Aburguesamiento
– Búsqueda de una vida cómoda 9, 16, 45, 74.1
Acompañamiento de los jóvenes
– Acompañamiento para su maduración 1, 73.5
– Acompañamiento espiritual 17, 18, 27, 38, 59, 75.1
– Acompañamiento vocacional 74.2, 75.1
Alegría
– Alegría que proviene de nuestra fe 31, 66.2
– Alegría que viene de nuestra vocación y misión 4, 17, 32, 39, 59, 67.1
Ambiente digital
– El mundo digital nos interpela 25, 42, 62, 75.4
Apertura a la cultura
– Apertura de las dinámicas culturales del mundo 2, 5, 35, 37, 43, 62, 71.4
Autenticidad
– Autenticidad, necesidad de los jóvenes 1, 17, 40
– Autenticidad, testimonio de la vida salesiana 1, 8, 55, 59, 63.2, 67.1
Colaboración y colaboradores
– Salesianos abiertos a la colaboración 19, 29, 55, 57, 71.3
– Colaboradores de los Salesianos 16, 69.2, 70.2, 75.4
Compartir
– Compartir la misión 13, 46
– Coparticipación espiritual 5, 8, 54, 65.2, 67.4
– Coparticipación con los laicos y los jóvenes 15, 46, 65.2, 74.1
Comprensión
– Comprensión mutua 41, 48
Comunicación relacional
– Comunicación interpersonal 25, 40, 69.1
Comunidad educativa pastoral
– Papel proactivo de los Salesianos con la CEP 13, 14, 15, 44, 46, 60, 65.2
Comunidad salesiana
– Comunidad en relación con Dios 1, 5, 33, 39, 40
– Comunidad internacional 29, 75.5
– Comunidad y la vida fraterna 8, 9, 10, 11, 12, 31, 36, 40, 42, 45, 47, 48, 49, 50, 63.2, 67.5, 69.3, 69.6
– Comunidad y misión 11, 21, 40, 43, 44, 60, 63.2, 69.5, 74.1
– Consistencia 60, 69.6
Comunión
– Comunión en la comunidad 3, 36, 41, 45, 46, 51, 68.1, 71.1
Conversión
– Conversión espiritual, fraterna y pastoral 63, 65.1, 73.1
Corrección fraterna
– Acoger la corrección fraterna 48, 68.2
Corresponsabilidad
– Corresponsabilidad con la CEP y la Familia Salesiana 13, 15, 19, 44, 46, 51, 70.2, 71.1
– Corresponsabilidad en la comunidad salesiana 48, 51, 69.3, 71.1
Cuidado de los hermanos
– Cuidado de los hermanos en situaciones difíciles 9, 11, 47, 69.4
Cultura salesiana
– Promoción de la cultura salesiana 67.3, 67.6, 71.1
Derechos
– Promoción y defensa de los derechos humanos y de los niños 22, 71.2, 73.3
Diálogo
– Abrirse al diálogo 35, 37, 61, 69.1
Dios
– Búsqueda de Dios 1, 2, 4, 32
– Dios Padre 33, 39
– Dios Espíritu 41, 64, 66
– Encuentro con Dios 1, 2, 17, 18, 34, 38, 53, 59, 66.2
– Experiencia de Dios 2, 33, 40, 41, 52, 64.1
– Primacía de Dios 1, 2, 3, 7, 28, 32, 38, 63.1
– Unión con Dios 33, 53, 54
Director
– Cuidados del Director 69.3, 69.10, 69.11
– Necesidad sentida de su paternidad espiritual 12, 14, 51
Distancia de los jóvenes
– Distanciamiento de los jóvenes 24, 72.1
Don Bosco
– Seguir a Don Bosco 3, 4, 31, 32, 33, 41, 48, 55
Ecología
– Educar a las comunidades y a los jóvenes en el respeto de la naturaleza 30, 73.6
Educación de los jóvenes
– Nuestra vida consagrada debe evidenciarse en el trabajo de edu- cación 3, 18, 38, 44, 53
– Nuevos campos de educación de los jóvenes 25, 30, 62, 73.5, 73.6, 75.4
Escucha
– Escuchar a Dios en los jóvenes y en los pobres 22, 35, 52, 59, 64.2
– Escuchar a Don Bosco 31
– Escuchar a los colaboradores y empleados 69,2
Espiritualidad
– Espiritualidad de lo cotidiano 3
– Espiritualidad misionera 35, 45, 64.1
– Espiritualidad salesiana 19, 58, 59, 67.3
Espíritu de familia
– Comunidades auténticas según el espíritu de familia 3, 12, 15, 48, 63.2
Eucaristía
– Eucaristía, la fuente y el sostén de la vida consagrada 3, 41, 65.1
Evangelización de los jóvenes
– El reto de la evangelizar a los jóvenes 2, 17, 18, 27, 37, 47, 54, 58
– Nuevos campos de evangelización de los jóvenes 25, 62, 73.5
Familia Salesiana
– Trabajar en conjunto con otros grupos de la Familia Salesiana 19, 44, 69.1, 71.2
Fe
– Fomentar el crecimiento en la fe 38, 54, 59
– Vivir de fe 3, 31, 34, 66.2
Fidelidad
– Dios es fiel 31
– Nuestra fidelidad 3, 4, 26, 28, 40
Formación de los Salesianos
– Formación afectiva, interpersonal y espiritual 12, 49, 50, 69.8
– Formación de los directores 51, 69,10
– Formación inicial 21, 49, 71.4
– Formación pastoral 21, 50, 61, 71.4, 71.5, 75.4
– Formación permanente 7, 8, 36, 42, 49, 64.2, 67.8
Fraternidad
– Fraternidad con los colaboradores 44, 69.2
– Medios para construir la fraternidad 3, 10, 29, 31, 41, 47, 51, 68.2, 69.7
– Testimonio de la fraternidad 39, 40, 63, 68, 68.2
Gestión de bienes y obras
– Absorbidos por las tareas de gestión 14, 16, 27
– Transparencia y profesionalidad en la gestión 75.6
Gracia de la unidad
– Consagración, fraternidad y misión 36, 40, 41, 63
– Encontrar a Dios en los jóvenes 1, 53, 64.1, 64.2
– La evangelización y la educación 17, 18, 25, 38, 58
– Lo espiritual y lo humano 6, 27, 32, 33, 67.5
Guía espiritual
– Necesidad de un guía espiritual estable 7, 67.2
Individualismo
– Preocupación excesiva por el propio trabajo 13, 42, 70.1
Jesucristo
– Amor a Jesús 32, 41, 64.1, 66.1, 72.1
– Encuentro con Jesús 1, 18, 31, 34, 38, 60, 64.1
– Llamada de Jesús 24, 32, 33, 39, 66.1
Laicos
– Contribución de los laicos 15, 16, 71.5, 75.1
– Corresponsabilidad de los laicos 15, 19, 44, 46, 69.1, 70.2, 71.5
– Formación de los laicos 15, 16, 20, 67.8, 71.5, 71.7, 73.2
– Sensibilidad de los laicos por los valores 1
Lectio Divina
– Contacto fecundo con la palabra de Dios 5, 8, 67.4
María
– María ayuda a redescubrir la alegría de la fe 31
Meditación
– Práctica diaria 65.2
Misión salesiana y misionera
– Corresponsabilidad en la misión salesiana 13, 19, 70.2, 71.7
– Experiencia de Dios y la misión salesiana 2, 3, 41, 53
– Fraternidad y misión salesiana 11, 39, 40, 69.4, 69.7, 70.1
– Misionariedad 2, 17, 35, 43, 74.1, 75.5
– Vida consagrada y la misión salesiana 9, 10, 28, 36
Misticismo
– En la base de toda relación con Dios 33, 40, 64, 66
Movimiento Juvenil Salesiano
– La maduración de los jóvenes a través del MJS 17
Mundo
– Testimonio al mundo de la vida consagrada 5, 29, 40, 66.1, 66.2
Oración
– Actualización del Manual de oración 67,7
– La oración comunitaria 3, 8, 28, 65.2 67.5
– La oración personal 28, 65.2, 67.5
– La oración, un verdadero apostolado 11
Palabra de Dios
– Contacto con la Palabra de Dios 5, 34, 52, 64.2, 65.2, 65.3, 67.4
Pasión
– Pasión por Don Bosco 4
– Pasión por Jesucristo 66.1, 72.1
Pastoral
– Dificultades en la pastoral 21, 56, 70.1
– Pastoral dinámica/proactiva 71.6, 72.2, 74.2
Pastoral familiar
– Cuidado de las familias 3, 20, 46, 71.5, 71.7
Pastoral juvenil
– La renovación de la pastoral juvenil 71.4, 71.6, 73.2
– Servicio a los jóvenes, regalo para la Iglesia y para el mundo 20, 57
Periferias juveniles
– Nuevas fronteras y «periferias existenciales» 22, 26, 35, 43, 44, 55, 63.3, 69.5, 72.2, 73.1, 73.2, 73.3
– Servicio a los jóvenes pobres 3, 5, 6, 17, 22, 26, 31, 32, 35, 36, 63.3, 74.1, 75.3
Planificación
– Programación inspectorial 70.1, 71.5
– Programación pastoral y salesiana 56, 71.4, 71.6
– Proyecto comunitario 13, 67.1, 70.1, 71.1
– Proyecto educativo pastoral salesiano (PEPS) 13, 51, 71.1, 71.5
– Proyecto personal de vida 5 , 67.1
Presencia entre los jóvenes
– Estar con los jóvenes 16, 24, 59, 62, 72.1
Protagonismo de los jóvenes
– Jóvenes protagonistas 17, 70.2, 73.5
Protección de los menores
– Acompañamiento de los implicados en los casos de abuso 69.9
– Respeto a la dignidad de los menores 23, 73.4
Radicalidad evangélica
– Testimonio de la radicalidad evangélica 4, 36, 55, 63, 75.7
Reconciliación
– Reconciliación para ser profetas de la fraternidad 40, 48, 68.2
– Sacramento de la Reconciliación 49, 65.1
Redimensionamiento
– Redimensionar las presencias 26, 69.6
Reflexión
– Reflexión pastoral 13, 54, 67.5, 71.7
– Reflexión sobre la vida y la vocación salesianas 8, 69.7
Relaciones y trato
– La formación favorece las relaciones interpersonales 12, 49, 50, 69
– Relaciones fraternas 1, 3, 12, 15, 25, 40, 45, 47, 68.1, 69.2
– Relaciones superficiales que hay que superar 10, 42, 62, 68.1
Salesiano coadjutor
– Cuidado de la vocación del salesiano coadjutor 10, 69.7
Salir
– Ir al encuentro de las necesidades 7, 35, 43, 44, 72.2
Seguimiento de Jesús
– Seguimiento de Jesús en la vida consagrada 33, 36, 63.1, 66.1
Servidores de los jóvenes
– Formación, preparación para el servicio a los jóvenes 61
– Oración y sacrificio, servicio de los jóvenes 11
– Servicio a los jóvenes pobres 3, 63.3
– Servicio conjunto 57
– Servir a Dios en los jóvenes 53
Sistema Preventivo
– Se necesita una renovada comprensión y práctica del Sistema Preventivo 3, 16, 26, 47, 54, 58, 59, 73.3
– Sistema Preventivo, una espiritualidad 54, 58, 59
Templanza
– La vida sobria y sencilla 30
Testimonio
– Testigos de Dios 1, 3, 4, 5, 28, 32, 33, 37, 38, 39
– Testigos de radicalidad evangélica 59, 63, 66.1
– Testigos de unidad 40
Trabajo
– Trabajar en conjunto 8, 13, 19, 71.2, 71.3
– Trabajo fructífero 8, 50, 58, 63.2, 67.5
– Trabajo poco significativo 27, 28, 38, 42
Trabajo y templanza
– Vivir el binomio del trabajo y la templanza 50, 60, 75.2
Valdocco
– Vida fraterna como en Valdocco 48, 68
Vida consagrada
– Dios, el centro de la vida religiosa 5, 31, 32, 41, 67.1
– Fraternidad y vida consagrada 40, 69.7
– Identidad de la vida consagrada 3, 10, 31, 69.7
– Vocaciones a la vida consagrada 35, 75.1
Vida espiritual
– Acompañamiento de la vida espiritual de los jóvenes 27
– El trabajo y la vida espiritual 6, 58
Vocación
– El cuidado de las vocaciones 15, 17, 27, 40, 74.2, 75.1
– Vocación salesiana 3, 10, 31, 32, 36, 38, 69.7
Voluntariado
– Valorar el trabajo del voluntariado 17, 73.2
1 Cfr. Documento de Aparecida, 19.
2 Cfr. Documento de Aparecida, 19.
3 Cfr. Deliberación 4.
4 Cfr. Deliberación 9.
5 Cfr. Deliberación 15.
6 Cfr. Deliberación 17.
7 Cfr. JUAN PABLO II, Vida Consagrada, 93.
8 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, 22
9 Cfr. ACG 413, p. 45; cfr. Const. 18.
10 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 93-97.
11 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 209-210.
12 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 106.
13 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Guadium, 276.
14 Cfr. JUAN PABLO II, Vida Consagrada, 14-16.
15 Cfr. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Alegraos, 4.
16 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 87, 92, 266.
17 Cfr. BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 1.
18 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 52, 61-70.
19 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 220.
20 Cfr. JUAN PABLO II, Vida Consagrada, 21; cfr. 16.
21 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 87, 92.
22 Cfr. CONCILIO VATICANO II, Lumen Gentium, 11.
23 Cfr. Mt 5,20-26; PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 226-230.
24 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, núms. 49, 27.
25 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 20-24, 46.
26 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Guadium, 46-47.
27 Cfr. JUAN PABLO II, Novo Millenio Ineunte, 43-45.
28 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 93-97.
29 Cfr. Éx 3,2 ss; cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 169.
30 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 187-193, 211.
31 Cfr. CG23, 95.
32 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Guadium, 210.
33 Cfr. MBe XVIII, p. 229.
34 JUAN PABLO II, Redemptoris missio, 37.
35 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 52.
36 Cfr. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 88.
37 CG26, 74-78.
38 Cfr. CG21, 46-57; CG25, 63-65.
39 Cfr. ACG 413, p. 53.
40 Cfr. Carta de identidad de la Familia Salesiana, 21, 41
41 Cfr. CG26, 99, 102, 104.
42 Cfr. CG26, 116.
43 Cfr. CG26, 119.
44 Cfr. CG26, 108-111.
45 Cfr. E. BIANCHI, Testimoni, número 14 de 2011.
46 Carta del Rector Mayor, 8 de abril de 2012, ACG, 413, p. 3.
47 Ibid., pp. 35-36.
48 Cfr. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, Religiosos y promoción humana, núm. 24.
49 Cf. JUAN PABLO II, Novo millennio ineunte, núm. 43.
50 Ibid., núm. 43.
51 JUAN PABLO II, Vida Consagrada, núm. 51.
52 Carta del Rector Mayor, 4 de abril de 2012, ACG, 413, p. 31.
53 F. CIARDI, Koinonia. Itinerario teologicospirituale della comunità religiosa, Città Nuova, Roma, 1992, pp. 206-207.
54 Cit. en: F. CIARDI, Esperti di comunione. Pretesa e realtà della vita religiosa, San Paolo, Cinisello B., Milano, 1999, p. 113.
55 JUAN PABLO II, Christifideles laici, núm. 32.
56 Ibid., núm. 31.
57 JUAN PABLO II, Vida Consagrada, núm. 41.
58 CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, La vita fraterna en comunidad, núm. 8.
59 CONGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS Y LOS INSTITUTOS SECULARES, Elementos esenciales de la enseñanza de la Iglesia sobre la vida religiosa, núm. 18.
60 Cfr. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA, La vita fraterna en comunidad, núms. 23-24.
61 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, núm. 87.
62 MBe IX, 331.
63 La vida fraterna en comunidad, núm. 39.
64 JUAN PABLO II, Vida Consagrada, 42c
65 PAPA FRANCISCO, Por una clausura de gran humanidad, Asís, 4 de octubre de 2013, en: L’Osservatore Romano, domenica 6 ottobre, p. 6.