Nada a la fuerza. La libertad, don de Dios |
«Haced todo por amor, nada a la fuerza»
(S. Francisco de Sales)
EN EL CUARTO CENTENARIO de la Muerte de san Francisco de Sales: Dos Gigantes que se suceden en el carisma salesiano
Debo comenzar declarando que no es mi intención escribir un opúsculo sobre la vida de san Francisco de Sales. Existen magníficas biografías escritas por verdaderos expertos. Sería absolutamente presuntuoso por mi parte y supera, sin duda, tanto mi pretensión como mi interés. Pero en cambio, sí pretendo con estas páginas, ante la espléndida figura de san Francisco de Sales, iluminar en este cuarto centenario de su muerte a nuestra Familia Salesiana, la Familia de don Bosco, que hunde sus raíces y bebe cotidianamente de esta espiritualidad salesiana.
Desde el inicio hablo de dos gigantes que se suceden en el carisma salesiano, porque ambos son un gran don en la Iglesia, y porque don Bosco supo traducir como ningún otro la fuerza espiritual de Francisco de Sales en la cotidianeidad de la educación y evangelización de sus muchachos pobres, y por ende, toda su familia salesiana sigue teniendo este deber en la Iglesia y el mundo de hoy.
Es por esto que quiero declarar desde el inicio que ‘simbólicamente’ ambos, Francisco de Sales y Juan Bosco (don Bosco), tienen mucho en común, ya desde la cuna.
Francisco de Sales, nace bajo el cielo de Saboya que corona valles atravesados por arroyos que nacen en las cumbres más altas de los Alpes.
¿Cómo no pensar que Juan Bosco también era saboyano? No nació en un castillo, pero tenía el mismo don que Francisco: una madre dulcemente llena de fe. Françoise de Boisy era jovencísima cuando esperaba su primer hijo y, en Annecy, frente a la Sábana Santa, que le hablaba de la pasión del Hijo bendito de Dios, emocionada, hizo una promesa: ese niño debía pertenecer a Jesús para siempre.
Mamá Margarita le dirá a su Juan un día: «Cuando viniste al mundo, te consagré a la Santísima Virgen».
Frente a la misma Sábana Santa, don Bosco también se arrodillará en Turín. Las madres cristianas generan santos. En un castillo, como Francisco, o en una casa de campo destartalada, como Juan.
Dicen que la primera frase completa que logró formular Francisco fue: "El buen Dios y mi madre me quieren mucho".
Y el buen Dios cuidó de Francisco y de Juan. Y a ambos les dio un gran corazón. Francisco estudió en París y Padua, en las universidades más prestigiosas del momento. Juan estudió a la luz de las velas en el nicho de una taberna. Pero el Espíritu no se detiene ante las dificultades humanas. Los dos estaban destinados a “encontrarse”. Y un día Don Bosco dijo a un grupo de jóvenes que habían crecido a su lado: "Nos llamaremos Salesianos". Y desde aquel momento, y siempre guiado por el espíritu, se irá desarrollando el gran árbol de la familia de don Bosco, la familia salesiana.
San Francisco de Sales es una de las figuras de la historia que, con el paso del tiempo, han crecido en relevancia y significatividad, debido a la fecunda expansión de sus intuiciones, experiencias y convicciones espirituales. Después de 400 años no deja de ser fascinante su propuesta de vida cristiana, su método de acompañamiento espiritual y, su visión humanista de la relación del ser humano con Dios.
El lema que he elegido para este Aguinaldo en familia, fiel como siempre a la herencia y tradición que nos dejó el mismo don Bosco, viene de la pluma misma de Francisco de Sales, puesto hoy en el centro de nuestras miradas en el cuatro centenario de su muerte1.
Las Constituciones de los salesianos de don Bosco tienen numerosos elementos y características de la espiritualidad de San Francisco de Sales. Lo mismo las de las Hijas de María Auxiliadora y las de otros muchos grupos de familia de don Bosco, ya que tienen en su identidad tantísimos elementos salesianos. Es por eso que no resulta difícil encontrar sintonía, conexión y aplicación directa entre los textos escritos hace 400 años por Francisco de Sales y lo que forma parte de nuestro patrimonio espiritual salesiano como rasgos de identidad. Y en particular, como guía del presente escrito, me sirvo del artículo 38 de las Constituciones de los sdb en el que se habla del sistema preventivo en nuestra misión, en el marco de nuestro servicio educativo pastoral, y expresa una síntesis de los aspectos que deseo desarrollar, casi como si se tratara de un índice de lectura actualizada del pensamiento de San Francisco de Sales. Dice así:
“Para realizar nuestro servicio educativo y pastoral, Don Bosco nos legó el Sistema Preventivo. Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor”: no apela a imposiciones, sino a los recursos de la inteligencia, del corazón y del anhelo de Dios, que todo hombre lleva en lo más profundo de su ser. Asocia en una misma experiencia de vida a educadores y jóvenes, dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo. Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad. Los acompañamos, para que adquieran convicciones sólidas y progresivamente se vayan haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe” (C.38).
Si algo distingue a nuestra familia salesiana en sociedades y culturas de hoy, tan multiformes y diversas, es probablemente el Sistema Preventivo de Don Bosco que es capaz de aplicarse, ser conocido y aceptado en los más variados contextos. Encuentro en el artículo citado, y en las líneas centrales del pensamiento y espiritualidad de san Francisco de Sales tantos elementos comunes, que me he permitido entablar un diálogo entre Francisco de Sales y don Bosco a partir de lo que aquí descubrimos:
Nada a la fuerza. La libertad, don de Dios: y por eso nuestro sistema educativo “no apela a imposiciones”.
La presencia de Dios en el corazón humano: por eso reconocemos el “anhelo de Dios, que todo hombre lleva en lo más profundo de su ser”.
La vida en Dios: que “asocia en una misma experiencia de vida a educadores y jóvenes”.
La dulzura y amabilidad de trato: que nos lleva a vivir con nuestros jóvenes “dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo”.
Un Amor incondicional y sin restricciones: que hace posible en nuestra familia que “Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad”.
Con la necesidad de una guía espiritual: y por eso “los acompañamos para que adquieran convicciones sólidas”.
Hasta vivir ‘Todo por amor’: para que “progresivamente se vayan haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe”.
Y por eso nuestro sistema educativo “no apela a imposiciones”.
“La caridad y la dulzura de San Francisco de Sales me guíen en todo”2. Don Bosco tuvo ocasión de conocer en el seminario de Chieri las obras fundamentales de san Francisco de Sales. Uno de sus propósitos en la ordenación sacerdotal nos hace ver que había encontrado en él un modelo no solo de acción sino también de vida. La caridad y la dulzura que desplegó san Francisco de Sales en el trato con las personas a lo largo de su vida tuvo en don Bosco una impacto y convicción que lo marcó toda su vida, comenzando por recordar siempre el sueño de los nueve años: “no con golpes”.
“Nada a la fuerza” es toda una propuesta hermosa, una invitación para que sea una preciosa regla personal de vida.
Orienta en el modo de aceptar una tarea, en la actitud con la que se desarrolla una misión, en el modo de asumir una responsabilidad o un servicio a los demás. Y lo que sostiene y da consistencia a esta opción, a este modo de vivir como cristianos, tiene que ver con la decisión misma de Dios, que nos ha creado y nos ha hecho libres.
Todos hemos experimentado que las cosas que vienen impuestas, sin razones, sin un porqué, simplemente por imperativo y a la fuerza, no se sostienen durante mucho tiempo; tan solo dura el tiempo que dure la imposición. Dios no hace así, y san Francisco de Sales lo pudo experimentar en su actividad pastoral. Siendo un obispo tridentino, promotor de la reforma católica, educado en la lucha contra la tibieza de la fe, eligió el camino del corazón y no el de la fuerza. Y no hizo más que fijarse en la actitud de Dios. Así lo dice a su dirigida espiritual: “Como un buen padre que tiene de la mano a su hijo adaptará sus pasos a los vuestros y estará contento de no caminar más deprisa que usted”3.
Para el santo humanista Francisco de Sales, la libertad es la parte más preciosa de la persona4. La realidad de la Encarnación es el motivo más sublime para poder afirmar esta dignidad. Se puede decir que Dios no solo nos ha creado a su imagen y semejanza, sino que, en Cristo, Dios mismo - con palabras de Francisco de Sales - “se ha hecho a nuestra imagen y semejanza”5. Esta grandeza del ser humano, su valor como persona, se manifiesta en la libertad que hace a la persona responsable. Para Francisco de Sales la libertad es la parte más importante de la persona porque es la vida del corazón. Y tiene tanto valor y dignidad que Dios mismo, que nos la ha dado, no la pretende con la fuerza, y cuando nos la pide, quiere que se la entreguemos sinceramente y de propia voluntad. Dios “no ha obligado nunca a ninguno a servirlo y no lo hará jamás”6.
La acción de Dios, su gracia, no actúa nunca sin nuestro consentimiento. Actúa con fuerza, pero no para obligar o constreñir, sino para atraer el corazón, no para violentar, sino para enamorar a nuestra libertad. La libertad donada por Dios a la persona humana es siempre respetada. Dios, como le gustaba decir a Francisco de Sales, nos atrae hacia Él con su bondadosa iniciativa, a veces como una vocación o llamada, otras veces como la voz de un amigo, como una inspiración o una invitación y otras como una “prevención” porque se anticipa siempre. Dios no se impone: llama a nuestra puerta y espera a que le abramos7.
De igual modo, don Bosco, en el trato con sus muchachos más desfavorecidos y pobres de Valdocco, aprendió a seguir la vía del corazón en la acogida y en el acompañamiento educativo. La puesta en práctica del celo pastoral, del deseo de salvar almas, del compromiso por el desarrollo pleno de sus muchachos se realiza sin coacción, sin imposiciones, siempre con la aceptación por parte del joven de entablar esta relación de amistad porque en su corazón siente que se quiere su bien, que hay alguien que piensa en su bien y que quiere que sea feliz.
La libertad humana será siempre un valor que custodiar, incluso cuando entren en juego otros valores como la fe, la justicia, la verdad. Para nosotros, como familia de don Bosco, esto es fundamental. No aceptamos que se pueda educar sin el respeto sagrado a la libertad de cada persona. Donde no se respeta la libertad de la persona, ahí no está Dios. Por eso según san Francisco de Sales, Dios atrae con su amor a la persona del modo más conforme a nuestra naturaleza. Así lo expresa en este bello texto:
“El lazo propio de la voluntad humana es el goce y el placer. Muéstrale a un niño nueces, dice San Agustín, y se sentirá atraído como un imán; es atraído por el lazo, no del cuerpo sino del corazón. Ved, pues, como nos atrae el Padre Eterno: enseñándonos nos deleita, pero sin imponernos ninguna necesidad. Tan amable es la mano de Dios en el manejo de nuestro corazón y tanta es su destreza en comunicarnos su fuerza, sin privarnos de la libertad, y en darnos su poderoso impulso, sin impedir el de nuestro querer, que, en lo que atañe al bien, así como su potencia nos da suavemente el poder, de la misma manera su suavidad nos conserva poderosamente la libertad del querer. Si tú conocieras el don de Dios, dijo el Salvador a la Samaritana, y quién es el que te dice: Dame de beber; puede ser que tú le hubieras pedido a Él, y Él te hubiera dado agua viva. Las inspiraciones, Teótimo, nos previenen y, antes de que pensemos en ellas, se dejan sentir; pero, una vez las hemos sentido, de nosotros depende el consentir, para secundarlas y seguir sus movimientos, o el disentir y el rechazarlas. Se dejan sentir sin nosotros, pero no hacen que consintamos sin nosotros”8.
Dios atrae, llega a decir Francisco de Sales, como lo hacen los perfumes de los que habla el Cantar de los Cantares. El intento de compaginar libertad del hombre y atracción de Dios se lleva a cabo con la dulzura. La fuerza de la atracción de Dios, potente, pero no violenta, está en la dulzura de su atracción, y además el amor de Dios no es para nada rival del amor humano hacia las criaturas en la experiencia espiritual que vive y comparte Francisco de Sales. Ningún amor aleja nunca nuestro corazón de Dios si no aquello que le es contrario. La mística salesiana, este amor a Dios del que hablamos, lejos de excluir el amor a los demás, lo requiere9.
Es así como entendemos que Dios respeta la libertad humana al mismo tiempo que quiere nuestro bien y nos da tantas muestras de su amor. Quizás la primera de ellas será, sin duda, el respeto de forma incondicional a nuestra libertad. El amor desaparece si se pretende imponer o exigir, y en esto reside la fuerza con la que Francisco de Sales presenta la imagen positiva de Dios amante, que ofrece su amistad, y dona sus bienes, y deja espacio abierto en libertad a la reciprocidad, mediante la comunicación con Él.
Esto también nos ilumina acerca del cuidado y respeto de la libertad religiosa de toda persona. Tener como Francisco de Sales una presencia amable entre los no católicos, presencia que entendemos que es una forma de evangelización a través del testimonio, tener una presencia que a veces deberá de ser callada, silenciosa, respetuosa, será perfectamente válida ya que parte no solo del principio no solo de la no violencia sino, lo que es más importante, del respeto profundo a la libertad de las personas.
Nos sentimos muy identificados con este modo de presencia que ya practicó san Francisco de Sales en zonas de conflicto a causa de la guerra de religiones de su época, dando un testimonio profético de paciencia y perseverancia con un estilo centrado en la cruz de Cristo y en la materna intercesión de María.
Nuestra presencia como familia salesiana en tantos lugares del mundo requiere, por opción, este tipo de presencia.
Y ciertamente, ahondar en el legado de Francisco de Sales, e intentar aplicar en situaciones concretas de nuestro tiempo su espiritualidad, será el mejor modo de crecer en “salesianidad”.
1 La presencia de Dios en el corazón humano: Reconocemos “el anhelo de Dios, que todo hombre lleva en lo más profundo de su ser”. |
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2 La vida en Dios Que en nosotros “asocia en una misma experiencia de vida a educadores y jóvenes” |
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3 La dulzura y amabilidad de trato Que nos lleva a vivir “dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo” |
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4 Amor incondicional y sin restricciones: “Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad” |
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5 La guía espiritual: “Los acompañamos para que adquieran convicciones sólidas” |
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6 Todo por amor: Para que “progresivamente se vayan haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe” |
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7 Francisco de Sales, un humanista cristiano que comunica a Dios |
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