Actas_1995_351.ACG


Actas_1995_351.ACG

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del consejo general
año LXXVI
enero-marzo de 1995
n.º 351
órgano oficial
de animación
y comunicación
para la
congregación salesiana
Direzione Generale
Opere Don Bosco
Roma

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del consejo general
de la sociedad salesiana
de san juan bosco
ÓRGANO OFICIAL DE ANIMACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LA CONGREGACIÓN SALESIANA
N.º 351
año LXXVI
enero-marzo de 1995
página
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR El SINODO SOBRE LA VIDA CONSAGRADA 3
2. ORIENTACIONES Y DIRECTRICES ( No se dan es este número)
3. DISPOSICIONES Y NORMAS
4. ACTIVIDAD DEL C. GENERAL
5. DOCUMENTOS Y NOTICIAS
Documentación histórica y archivos
31
4.1. De la crónica del Rector Mayor
41
4.2. De las crónicas de los Consejos
41
5.1. Intervenciones del Rector Mayor
en el Sínodo de los Obispos
50
5.1.1. Comunicación entre consagrados y
seglares
50
5.1.2. A propósito de los "hermanos" para
el servicio de la autoridad
en la Vida Consagrada
57
5.2. Beatificación de Magdalena-Catalina
Morano
67
5.3. Salesianos difuntos
69

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Central Catequística Salesiana
Alcalá, 164 - 28028 Madrid
Edición extracomercial
Imprime: Gráficas Don Bosco - Arganda del Rey (Madrid)

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
EL SINODO SOBRE LA VIDA CONSAGRADA
Introducción.- La Asamblea sinodal más numerosa.- Óptica eclesial en el planteamiento del
tema.- Naturaleza íntima de la Vida Consagrada.- Importancia del monaquismo.- La mujer
consagrada.- La plena dignidad de los religiosos "hermanos".- Inserción en la Iglesia parti-
cular.- Retos de la Nueva Evangelización.- Urgente primacía de la "vida en el Espíritu".-
Fuerza de la vida fraterna en comunidad.- Conclusión.
Roma, Solemnidad de la Inmaculada de 1994
Queridos hermanos:
Un saludo fraterno junto con el de los miembros
del Consejo General, particularmente de don Martín
McPake, que por desgracia desde hace tiempo no está
demasiado bien de salud y se encomienda especialmen-
te a la intercesión del beato Miguel Rúa; acompañé-
moslo con nuestra oración.
Como sabéis, uno de los servicios del Consejo Ge-
neral en estos meses han sido varias visitas de conjunto.
Éstas ayudan a comprobar, por una parte, el bien enor-
me que se ha hecho en nuestra Congregación desde el
último Capítulo General (el 23°) y, por otra, ciertas in-
suficiencias de aplicación o lagunas, que, mirando ha-
cia adelante, nos obligan a no olvidar la indispensable
urgencia de evangelizar a los jóvenes. Gracias a Dios, el
tema del XXIV Capítulo General no nos aleja de esa
tarea; al contrario, nos estimula a saber implicar en este
objetivo a otras numerosas fuerzas complementarias.
Estamos ya en el nuevo año de 1995, cuya caracte-
rística, para nosotros, va a ser la preparación del XXIV
Capítulo General, que encaminará a la Congregación

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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Salesiana hacia la grandiosa y profética conmemora-
ción bimilenaria de la encarnación del Verbo e introdu-
cirá el carisma de san Juan Bosco en el tercer milenio
de la fe.
La lectura de la reciente carta apostólica Tertio mi-
llennio adveniente nos muestra la magnanimidad de la
visión de fe de Juan Pablo II y el extraordinario com-
promiso eclesial de preparar la celebración del gr¡m ju-
bileo del 2000.
La carta apostólica habla de dos etapas de prepara-
ción. La primera, que podríamos llamar "anteprepara-
toria", va hasta 1996. La celebración de nuestro XXIV
Capítulo General cae dentro de ella. Conviene tener en
cuenta este hecho como proyección de futuro. La pre-
paración del Capítulo (1995) y su realización (1996)
nos ayudará a sentirnos protagonistas en el esfuerzo de
incorporar a los frutos del gran jubileo el carisma de
san Juan Bosco, renovado genuinamente y hecho con-
temporáneo en la capacidad de responder a los retos de
nuestra época.
«El futuro del mundo y de la Iglesia -escribe el
Papa- pertenece a las generaciones jóvenes, que, naci-
das en este siglo, estarán maduras para el próximo, pri-
mero del nuevo milenio. ¡Cristo espera a los jóvenes!» .
El proyecto apostólico de nuestro Fundador se orienta
plenamente hacia los jóvenes y constitutivamente está
impregnado de la virtud de la esperanza. Los capítulos
generales del posconcilio nos han llevado a ser, con ma-
yor concreción, "misioneros de los jóvenes".
Pidamos a la Santísima Virgen, que está en el cen-
tro del gran acontecimiento del 2000, que nos acom-
pañe en el trabajo de los próximos capítulos inspecto-
riales y demás iniciativas de preparación para el que
será nuestro último Capítulo General del siglo.
Un acontecimiento de Iglesia y de familia, particu-
larmente significativo para nuestros propósitos de reno-
vación, fue la beatificación de sor Magdalena Catalina

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Morano por el Santo Padre Juan Pablo II el pasado 5
de noviembre en Catania. Una hermana consagrada
que hace brillar en la Iglesia, como aportación de nues-
tra familia, el auténtico espíritu salesiano de san Juan
Bosco. Mirar hacia ella para leer su testimonio espiri-
tual, transmitido en una solícita existencia de caridad
apostólica, nos ayudará a dar validez práctica a nuestros
propósitos de mayor calidad salesiana.
A esta gran tarea de identificación carismática nos
anima, de modo particular, el reciente Sínodo de los
Obispos (octubre de 1994). Por ello, os invito en esta
circular a reflexionar, juntos, sobre algunos aspectos es-
timulantes.
Es un Sínodo que ciertamente -si pensamos en la
exhortación apostólica que esperamos próximamente
del Santo Padre- forma parte de la etapa anteprepara-
toria del gran jubileo. Aprovechemos su contenido y
sus orientaciones para intensificar y mejorar nuestro
proceso de renovación.
La Asamblea sinodal más numerosa
En el reciente Sínodo ordinario (noveno), se batió
el récord de participantes: más de 240 padres sinodales
(obispos y algunos superiores religiosos sacerdotes), 75
"auditores" (de ellos, 53 mujeres) invitados por el San-
to Padre, 20 expertos (colaboradores del secretario ge-
neral) y diez "auditores" de Iglesias no católicas; en to-
tal, cerca de 350 miembros.
Como se sabe, el tema era la Vida Consagrada, más
amplio que el de la sola "Vida Religiosa". Las aporta-
ciones ofrecidas en las etapas de preparación por todas
las Iglesias habían sido recogidas en un valioso "docu-
mento de trabajo", que fue objeto de frecuentes mues-
tras de aprecio y orientó las intervenciones en el aula y

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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el fructuoso diálogo de búsqueda en los 14 grupos lin-
güísticos y en la comisión redactora del "Mensaje". Es-
taban representados 55 institutos masculinos y 53 fe-
menmos.
Entre los padres sinodales, había dos cardenales sa-
lesianos (Sus Eminencias Castillo y Javierre), ocho
obispos (Sus Excelencias Charles Maung Bo, Héctor
López, Juan Mata, Basilio Mve, Zacarías Ortiz, Óscar
Rodríguez, Tito Solari e Ignacio Velasco) y el Rector
Mayor. Entre los "auditores" figuraba el inspector de
Venezuela, P. José Divassón, y, entre los expertos, don
Vittorio Gambino y sor Enrica Rosanna, Hija de Ma-
ría Auxiliadora. Además de atender al trabajo de cada
día, pudimos reunirnos en una cena familiar, ofrecida
por nuestra comunidad del Vaticano -siempre tan
acogedora-, con alegría, cantos, animada charla y
convivencia llena de gozo y esperanza, que todavía hoy
llevamos en el corazón: ¡una pausa carismática con oca-
sión del Sínodo!
Sin contar la aportación de cada uno en su respecti-
vo grupo lingüístico, todos estos hermanos tuvieron en
el aula intervenciones de calidad reflejando la nación
de procedencia y los valores compartidos del espíritu
de san Juan Bosco (únicamente no pudo hablar mons.
Maung Bo, que llegó tarde por dificultades en el per-
miso de salida).
El Santo Padre asistió con fidelidad cotidiana, inte-
rés y buen humor a todas las asambleas generales.
Una presencia particularmente admirada y humil-
demente discreta fue la de la madre Teresa de Calcuta,
siempre atenta y en oración, que, con su conmovedora
intervención en la asamblea, hizo pensar en la capaci-
dad femenina de dar testimonio del valor de la consa-
gración religiosa para la Iglesia y para el mundo.
Juan Pablo Il, con su bastón, fue centro de comu-
nión y de alegría por su humorismo; su afabilidad y
sentido de diálogo le llevaron a entrar en contacto con

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
cada uno, invitando diariamente a comer o a cenar a
pequeños grupos de ocho o diez y, el último día, reu-
niendo a todos en una comida común.
Hay que reconocer que la celebración misma del
Sínodo, con la convivencia, el ambiente de cordialidad,
los encuentros, los diálogos y debates y el clima de con-
vergencia en la fe, a pesar de las numerosas diferencias
de origen, constituye una valiosa experiencia de comu-
nión en la Iglesia y una constatación positiva de las sa-
bias preocupaciones pastorales del Papa y de los obis-
pos. Es ciertamente una gracia del Señor haber podido
tomar parte activa en un acontecimiento de comunión
que podemos considerar único en el mundo.
Óptica eclesial en el planteamiento del tema
En nuestra Congregación hemos hecho ya, juntos,
reflexiones útiles sobre la importancia de este Sínodo y
sobre el carácter de sus conclusiones. Repasando la cir-
cular de 1992, he quedado gratamente sorprendido por
su coincidencia con lo que realmente ha sido el Síno-
do.
Como decíamos en ella, no se puede comparar esta
Asamblea Episcopal con un Capítulo General de cual-
quier instituto. Los obispos no partieron de lo específi-
co de los carismas, sino del significado global y vital de
todos ellos en la Iglesia. Escribíamos allí: «De algún
modo se nos invita [a los religiosos] a hacer un camino
inverso al de los últimos capítulos generales: entonces,
partiendo de las sugerencias del Concilio, nos dedica-
mos a definir el carisma heredado del Fundador (pasá-
bamos del patrimonio conciliar común al específico de
la índole propia); ahora, partiendo de la experiencia de
nuestra identidad carismática, tenemos que saber llevar
luces y profundizaciones a los valores comunes de ecle-
sialidad (es decir, pasar de lo específico de la índole

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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propia al patrimonio vital común)».
De ahí que no pudiera esperarse del Sínodo, que,
después de todo, es un hecho de colegialidad episcopal
de carácter propiamente pastoral para toda la Iglesia, ni
una definición técnica de la Vida Consagrada, pues
bastaba la afirmación clara de sus elementos constituti-
vos, ni la solución de determinados problemas propios
de los diferentes institutos, ni una censura por los erro-
res y desviaciones que pudiera haber habido en grupos
de consagrados durante el período del posconcilio, sino
más bien, y en profundidad, la afirmación de la dimen-
sión eclesial de la Vida Consagrada, su vinculación a la
santidad, su papel de protagonismo en la Nueva Evan-
gelización y su valor como don del Espíritu Santo a la
Iglesia y al mundo con miras al futuro: escrutar los
grandes valores comunes, aunque evitando el peligro
de una igualación genérica sin relieve.
«Cabría decir que, como fruto global, esperamos
[...] un fuerte relanzamiento de la Vida Consagrada en
sus aspectos esenciales y vitales, dado que ésta, gracias a
la fecunda acción del Espíritu Santo en los fundadores
y fundadoras a lo largo de los siglos, está llamada a
mostrar la riqueza del misterio de Cristo haciendo res-
plandecer en la Iglesia -su Cuerpo en la historia- la
multiforme gracia de Cristo Cabeza» .
Es interesante repasar hoy aquella circular, que pa-
recería escrita después del Sínodo. Confidencialmente
os puedo asegurar que los salesianos, durante su cele-
bración, nos sentíamos en feliz sintonía con la orienta-
ción de la Asamblea y estimulados positivamente a se-
guir adelante en el camino con renovadas fuerzas y con
un profundo agradecimiento al Espíritu Santo, que nos
ha guiado en las tareas de renovación posconciliar.
El Sínodo nos alegró e hizo sentir en el buen cami-
no, aun cuando nos invite a intensificar los esfuerzos
de renovación para llegar a las metas que todavía que-
dan abiertas.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Estamos invitados a escuchar en el Sínodo la voz
del Episcopado, que tiene la preocupación de guiar
bien al Pueblo de Dios. Después de la reflexión sinodal
sobre el laicado en la Iglesia y sobre el ministerio sacer-
dotal, ahora los obispos con el Papa han profundizado
en la naturaleza y el papel de la Vida Consagrada. Sus
consideraciones ponen de relieve la eclesialidad de los
carismas y las responsabilidades de servicio que deben
asumir para con la Vida Consagrada, vista como don
preciosísimo del Espíritu del Señor a todo el Pueblo de
Dios.
La óptica con que los obispos consideran la Vida
Consagrada, en cierto sentido, precede a la que cada
instituto sigue para sí mismo, la legitima y la enrique-
ce, asegurando una mejor visión global, unitaria e inte-
gral.
Nos consuela y alienta saber que los pastores consi-
deran un deber personal de primera importancia su
servicio ministerial a la Vida Consagrada: «De re nostra
agitur» («se trata de un tesoro propio»), afirmaba el car-
denal Hume, ponente general, en la exposición inicial
que ponía en marcha el Sínodo; y a explicar su afirma-
ción dedicó toda la primera parte de su intervención.
En ella usó una serie de verbos que iría desarrollando:
«Es deber del Episcopado en comunión con el Romano
Pontífice, y de cada obispo en su respectiva diócesis, re-
conocer, valorar, discernir, tutelar, promocionar y ar-
monizar» la Vida Consagrada.
»El papel del obispo para con la Vida Consagrada
va, pues, más allá de la programación pastoral. Tam-
bién es pastor y guardián de las personas consagradas y
del don de la Vida Consagrada, de modo diverso según
que se trate de un instituto de derecho pontificio, dio-
cesano o exento, pero siempre de re nostra agitur!». E
insiste: «El don de la Vida Consagrada hecho a la Igle-
sia está, pues, confiado a nuestro cuidado y a nuestra
caridad pastoral» .

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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Por eso -decía el Cardenal- los fines y objetivos
de este Sínodo deben ser:
- hacer entender, apreciar y acoger la Vida Consa-
grada por toda la Iglesia;
- promocionarla en su autenticidad teologal,
apostólica y misionera,
- y facilitar su expansión cualitativa y cuantitativa.
Ciertamente se oyeron también en el aula palabras
críticas sobre algunos aspectos negativos experimenta-
dos acá o allá en grupos de consagrados inquietos. Pen-
samos, por ejemplo, en ciertas formas de "paralelismo
pastoral", en actitudes de hacer caso omiso del Papa y
de los obispos, en influjos ideológicos de moda, en im-
prudencias a la hora de programar la formación, en
modalidades secularistas en el estilo de vida, en abusos
de libertad en la liturgia, en cobardía para ejercer la au-
toridad, en superficialidad espiritual con caída de la
contemplación, de la ascesis y de la disciplina religiosa.
Sin embargo, hay que reconocer que tales palabras no
dieron el tono al conjunto de las reflexiones, que per-
manecieron netamente fieles a los tres objetivos indica-
dos arriba, para ayudar a la Vida Consagrada en una
época de renovación.
Naturaleza íntima de la Vida Consagrada
El "Mensaje" sinodal subraya con claridad que en la
Asamblea «se ha resaltado una distinción importante:
la que hay entre "Vida Consagrada" como tal en su di-
mensión teológica y las "formas institucionales" que ha
adoptado a lo largo de los siglos. La Vida Consagrada
como tal es permanente, nunca puede faltar en la Igle-
sia, mientras que sus formas institucionales pueden ser
transitorias y no tienen garantía de perennidad».
Lo cual significa que la Vida Consagrada no se ha
de considerar simplemente como una realidad que

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
existe "en" la Iglesia, sino como un elemento constitu-
tivo de la naturaleza "de" la Iglesia. Esta óptica vincula
constitutivamente la Vida Consagrada con el misterio
de Cristo y con el estilo de vida de María y de los
Apóstoles. No es, por lo tanto, una realidad eclesial que
comienza simplemente con el monaquismo; éste es, de
hecho, una "forma institucional" de la Vida Consagra-
da, aunque muy benemérita desde los primeros siglos.
Así se entiende mejor cómo la consagración, por los
consejos evangélicos (votos u otros vínculos eclesiales),
está vitalmente radicada en el Bautismo, sacramento
que incorpora directamente a Cristo; en él tiene su
fuente.
De aquí procede una visión nueva de cómo debe-
mos orientar en profundidad nuestra renovación, per-
maneciendo fieles a los primerísimos orígenes: es nece-
sario ir directamente a la fuente, que es el misterio de
Cristo. Los fundadores no inventaron la Vida Consa-
grada, la recibieron de la tradición viva de la Iglesia y le
dieron un proyecto original de participación en la mi-
sión del Señor.
Esta visión teologal de la vida Consagrada nos su-
merge directamente en el Evangelio, nos hace pensar
en nuestro Fundador, no como en un monje actualiza-
do, sino como en un infatigable colaborador de los su-
cesores de los Apóstoles, y orienta nuestra búsqueda de
modelos a quienes imitar y seguir hasta el umbral mis-
mo de la Pascua y de Pentecostés.
Por nuestra profesión religiosa, nos obligamos a re-
producir el estilo de vida testimoniado por Cristo obe-
diente, pobre y casto, participado espléndidamente por
María, transmitido por los Apóstoles y florecido en la
primera comunidad cristiana («un solo corazón y una
sola alma»). En la profesión se nos sitúa dentro del
misterio de Cristo y en la naturaleza íntima de la Igle-
sia, y nos sentimos espoleados a no defraudar a quienes
nos miran como a "signos y portadores" del amor de

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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Dios.
De ahí nace la imperiosa necesidad de concentrar la
renovación en lo que más nos acerca a Cristo, sobre
todo en hacer de la Eucaristía el centro diario de la vida
interior de las personas y de las comunidades, recor-
dando lo que afirma el Evangelio: «Los discípulos co-
nocieron al Señor Jesús al partir el pan» .
Junto a la Eucaristía merece una atención especial,
como esfuerzo de contacto con Cristo -así lo presen-
taba el cardenal Baum-, la frecuencia del sacramento
de la reconciliación, por el que miramos en él, como en
un espejo, nuestro pobre rostro, no siempre limpio a
causa del abundante polvo de la cotidianidad; este sa-
cramento da actualidad a la dimensión penitencial y a
la disponibilidad para la ascesis y la práctica de una dis-
ciplina religiosa según la Regla que profesamos.
Entre los padres sinodales se habló del significado
preciso de algunos términos muy usados -"carisma",
"consagración", "sacramentalidad", "profesión"- sin
llegar a una convergencia total. Se pidió que se encar-
gara a una comisión de expertos la aclaración de dicha
terminología antes de publicar la exhortación apostóli-
ca.
En nuestra Congregación el uso de esos términos
tan significativos tiene desde hace tiempo un uso pací-
fico, como puede verse en la mencionada circular de
1992.
Importancia del monaquismo
La consideración teologal de la Vida Consagrada en
sí misma indica la autenticidad de su naturaleza y guía
nuestra búsqueda mirando al primer modelo histórico.
Ciertamente la relación que suele hacerse de todas las
formas de Vida Religiosa con el monaquismo necesita
una cuidadosa revisión. No se trata de quitar a esta for-

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
ma clásica de "Vida Religiosa" su importancia histórica
ni su influjo objetivo. Es indudable que el monaquis-
mo ofrece una reconocida praxis de lo que debe ser, en
sus líneas esenciales, una concreta Regla de vida.
En el Sínodo había una presencia monástica de ca-
lidad y tuvo intervenciones muy valiosas: había monjes
de Oriente y de Occidente y hasta ortodoxos. Se pudo
apreciar su extraordinario testimonio de la consagra-
ción y su eficacia en la evangelización a lo largo de los
siglos, admirando los aspectos profundos de su estilo
de vida.
Algún padre sinodal de formas de vida apostólica
llegó a temer incluso que el peso de tales valores mo-
násticos pudiera desequilibrar el significado global del
Sínodo. En realidad, la aportación de los monjes fue
enriquecedora e hizo ver que las Reglas de vida de los
diversos institutos de Vida Religiosa tienen, de hecho,
una conexión particular con los fuertes valores y las
grandes tradiciones de la vida monástica. Por ello, en el
mismo "Mensaje" sinodal se quiso reservar un párrafo
al monaquismo oriental: «Los padres del desierto y los
monjes de Oriente dieron vida a la "espiritualidad mo-
nástica que después se extendería a Occidente"; dicha
espiritualidad se nutre de la "lectio divina", de la litur-
gia y de la oración ininterrumpida, y se vive en la cari-
dad fraterna de la vida comunitaria, en la conversión
del corazón, en el desasimiento de lo mundano, en el
silencio, y en los ayunos y largas vigilias. La vida eremí-
tica florece todavía hoy en torno a los monasterios. Tal
patrimonio espiritual ha forjado la cultura de sus res-
pectivos pueblos y, al mismo tiempo, ha sido inspirado
por ella».
Con razón se afirma, en una de las Propositiones (la
6ª), que merecen mucha estima «los elementos origina-
rios del monaquismo de las Iglesias orientales; o sea, la
imitación de la kenosis del Verbo, que constituye la raíz
del monaquismo oriental; la transformación en imagen

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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de Dios o deificación, la renuncia, la vigilancia, el do-
lor de los pecados, la serenidad, la oblación total de sí
mismo y de todo lo propio en holocausto perfecto».
Es interesante advertir que en Oriente y entre los
ortodoxos no hay más vida religiosa que la monástica.
Allí hay una praxis secular de la radicalidad en el segui-
miento de Cristo, una capacidad especial de diálogo
ecuménico entre los diversos monasterios, y una gran
posibilidad de influjo en toda la Iglesia local, incluso
porque los miembros de la Jerarquía suelen escogerse
de entre los mejores monjes.
Nosotros, en nuestra vida consagrada apostólica,
miramos, ante todo, a los orígenes apostólicos; pero no
podemos dejar de aprender de la vida monástica el sen-
tido de la escucha contemplativa, las exigencias concre-
tas de la kenosís, el ejercicio de la vigilancia, el compro-
miso de la vida común con el papel vital de la
autoridad, y el estilo de la oblación total de sí mismo;
necesitamos revalorizar, en las personas y en las comu-
nidades, la dimensión ascética: como recordamos en
otra circular, ¡urge saber velar con la cintura ceñida y
las lámparas encendidas!
La mujer consagrada
En la Iglesia las mujeres consagradas son bastante
más numerosas que los hombres consagrados: constitu-
yen el 72,5% y hay más de 3000 institutos femeninos
de derecho pontificio y diocesano. Además, hoy día
conviene advertir que, entre los signos de los tiempos,
ha aparecido muy viva la promoción de la mujer, aun-
que en ciertos ambientes revista formas de un feminis-
mo aberrante. Resulta, por ello, significativo que en el
Sínodo se reflexionara bastante sobre la dignidad de la
mujer consagrada, subrayando ante todo su multifor-
me capacidad de mostrar a la gente el rostro materno

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
de la Iglesia, pero también para reconocerle un papel
más adecuado en las responsabilidades eclesiales.
Afirma con razón el "Mensaje" sinodal: «Las muje-
res consagradas deben participar más en las situaciones
que lo requieren para las consultas y para la elabora-
ción de decisiones en la Iglesia. Su participación activa
en el Sínodo ha enriquecido, particularmente, la refle-
xión sobre la Vida Consagrada y sobre la dignidad de
la mujer consagrada y su colaboración en la misión
eclesial».
Por primera vez en un Sínodo pudieron intervenir,
durante seis minutos, los "auditores" y "auditoras", en-
tre los que había también representantes de Iglesias
protestantes. Se oyeron en el aula testimonios hermosí-
simos de "auditoras": algunas auspiciando para la mu-
jer una tarea más adecuada de responsabilidad, pero la
mayoría mostrando su especial disposición interior del
corazón y su heroica sensibilidad en el servicio a los ne-
cesitados. Particularmente conmovedora fue una "audi-
ción" (o exposición especializada de un tema durante
15 ó 20 minutos) de la madre Teresa de Calcuta.
Sor Stéphanie-Marie Boullanger hizo ver, en su in-
tervención, «la sensibilidad (de las consagradas) frente a
las realidades de la creación, su sentido innato de la
vida, el sentido de la escucha, del respeto de la persona
y del diálogo, que les ayudan a entablar relaciones hu-
manas auténticas y a ser instrumento de comunión». El
obispo de Burdeos recordó que las mujeres consagradas
tienen el carisma común de la feminidad orientada ha-
cia Cristo para la fecundidad de la Iglesia; su consagra-
ción -dijo- «sostiene la consagración de todos los
miembros del Pueblo de Dios».
El testimonio evangélico femenino, su capacidad
contemplativa, su intuición y delicadeza, su facilidad
para el diálogo y su valentía en responder a los retos
más exigentes constituyen uno de los aspectos más sig-
nificativos y sobresalientes en el Pueblo de Dios. Es

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
16
verdad que, en épocas anteriores -recordó sor Bou-
llanger-, su modalidad de vida y de acción dependía
generalmente mucho de los hombres; pero a partir del
Vaticano II se han abierto muchas puertas.
Los signos de los tiempos exigen hoy, también en la
Iglesia, una revisión de tal situación, reconociendo la
dignidad y la riqueza femenina de las mujeres consa-
gradas y dándoles mayor confianza y espacios de res-
ponsabilidad. Ciertamente uno de los frutos del Síno-
do será abrir la Iglesia a esta novedad de los tiempos
con más convencimiento y concreción.
Todo esto me hizo pensar en nuestras responsabili-
dades y modalidades de animación en la Familia Sale-
siana, donde hay bastantes grupos de mujeres consa-
gradas: pensemos, de modo particular, en las Hijas de
María Auxiliadora. Después del Vaticano II se ha en-
tendido mejor la importancia de que tengan una más
justa autonomía, que en ellas requiere un crecimiento
de responsabilidad y, en nosotros, una comprensión y
conversión a la eclesiología conciliar.
Se trata de cambios profundos en la mentalidad,
para ellas y para nosotros; no siempre es fácil proceder
con rapidez y autenticidad.
El problema se podría formular así: una autonomía
no adecuada podría obscurecer la comunión, el aspecto
más importante. La autonomía no es la meta final, sino
un hito intermedio deseable para caminar con eficacia
hacia la meta final, que es precisamente la "comunión":
¡una justa autonomía con vistas a una comunión más
auténtica! Comunión que no es sólo la eclesial, tan am-
plia, sino que para nosotros se concentra en el carisma
común, heredado de san Juan Bosco como don precio-
so para la Iglesia con vistas a la evangelización de la ju-
ventud, sobre todo la pobre y popular.
El Sínodo nos debe comprometer con más inteli-
gencia y eficacia en el logro de esta comunión de Fami-
lia.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Quiero recordar aquí lo que escribí a la madre Ersi-
lia Canta con ocasión del centenario de la muerte de
santa María Mazzarello: «Si pensamos en el profundo
significado que tiene en la Revelación el binomio
"hombre-mujer", nos parecerá más perfecta una familia
espiritual formada de esa manera ... [En efecto], en las
grandes familias espirituales, comenzando por la de san
Agustín y su hermana (cuyo nombre se desconoce,
pero que dio inicio con otras compañeras a la experien-
cia femenina de la Regla agustina) y, más tarde, con san
Benito y santa Escolástica, san Francisco de Asís y santa
Clara y otras parejas de fundadores, la presencia de la
complementariedad femenina es signo de una peculiar
plenitud e importancia del carisma, de su fecunda lon-
gevidad y de su riqueza de aportaciones a la misión de
la Iglesia. Si todo ello es verdad, quiere decir que la
aportación femenina de santa María Dominica Mazza-
rello y del espíritu de Mornese al carisma salesiano no
hizo más que comenzar en el pasado y debe crecer en el
futuro».
La plena dignidad de los religiosos "hermanos"
Tratando de la Vida Consagrada masculina, varias
intervenciones pusieron de relieve la figura del religioso
que suelen llamar "hermano" . Más aún, en una de las
"audiciones", el Hermano Pablo Basterrechea, superior
general emérito de los Hermanos de las Escuelas Cris-
tianas, habló en particular de "la vocación del 'herma-
no' en las congregaciones laicales, clericales o mixtas".
El tema en sí mismo sirvió para iluminar la forma
correcta de concebir la naturaleza de la Vida Consagra-
da, ya que en muchos ambientes (incluso entre los pas-
tores) circula una concepción superficial de la Vida
Consagrada masculina, que se identifica con la del
monje o del religioso sacerdote, y fácilmente se coloca

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
18
la del "hermano" en un nivel inferior, olvidando cuál
es, para todos, la fuente, dignidad y vitalidad de la
Vida Consagrada en cuanto tal. El hecho de concentrar
la atención en la figura de los "hermanos" significó to-
mar en serio la raíz bautismal de toda Vida Consagra-
da: la gran dignidad, para todos, de participar de un
modo particular en el sacerdocio, en la profecía y en la
realeza de Cristo. Tal es el fruto máximo de la inicia-
ción cristiana (Bautismo y Confirmación), intensifica-
da por la nueva consagración carismática mediante la
profesión de los consejos evangélicos.
De ahí proceden las aportaciones espirituales espe-
cíficas para las tareas de la misión propia, incluida la
ministerial del sacerdote, enriquecida posteriormente
con los dones de la ordenación. Por ello, se insistió so-
bre la indispensabilidad de una formación profunda e
integral, para todos, en la común dignidad y responsa-
bilidad de consagrados.
Sin embargo, es una lástima que en el Sínodo ni si-
quiera se aludiera a la delicada y compleja problemática
del religioso sacerdote. Quizás los tiempos no están
maduros todavía y antes se necesitan nuevas investiga-
ciones doctrinales. Pero el hecho de que existan institu-
tos propiamente "clericales" (o sea, vinculados de for-
ma característica con el sacerdocio ministerial:
verbigracia, la Compañía de Jesús), en los que este as-
pecto es constitutivo de la índole propia y de la pecu-
liar misión que deben realizar, condujo por lo menos a
no identificar en un mismo tipo a los "hermanos" de
todos los institutos, con miras a una posible revisión.
Varios padres sinodales, sobre todo de la corriente
franciscana, insistieron en el aspecto de la llamada pari-
dad jurídica de los "hermanos" en el ejercicio de la au-
toridad. Sin embargo, hubo puntualizaciones (yo mis-
mo entregué al respecto una intervención escrita) para
aclarar mejor lo que se quería pedir para el futuro, te-
niendo en cuenta lo específico de cada carisma.

3 Pages 21-30

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19
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
En esta línea, una de las propositiones presentadas al
Santo Padre (la 1ܪ) pide, ante todo, el reconocimiento
oficial de algunos institutos masculinos que puedan lla-
marse "mixtos" (de los cuales ahora no dice nada el ca-
non 588 del Código). En ellos debería aparecer clara la
voluntad del Fundador de que la diferencia entre "sa-
cerdotes" y "no sacerdotes" no influye en la índole pro-
pia del Instituto; y, después, en tales institutos debe
constar -por determinación de sus capítulos genera-
les- que está abierto a todos sus miembros el acceso al
ejercicio de la autoridad en cualquier nivel. (Habrá que
esperar la respuesta -que podemos creer positiva-
aprobada por el Santo Padre).
Lo que realmente cuenta en todo este problema es
la plena dignidad, la formación integral, la indispensa-
bilidad y el correspondiente papel de responsabilidad
de la figura del "hermano" en fidelidad al Fundador y a
la índole propia de su carisma.
Desde este punto de vista aparece la importancia de
la índole propia de cada carisma. El tipo de misión se-
gún el proyecto del Fundador debe interesar a todos los
miembros: cada uno ingresa en el Instituto para cola-
borar con todas sus fuerzas -aunque con modalidades
diferentes y complementarias- en la realización de la
misión específica común a todos.
Nuestras Constituciones nos presentan autorizada-
mente el acertado trabajo hecho al respecto en los
grandes capítulos posconciliares. Se trata de percibir su
originalidad y belleza para una pastoral juvenil que
pone, bajo la primacía de la caridad pastoral, un tipo
de evangelización de los jóvenes que asuma también la
promoción humana y la cultura: siempre con intencio-
nalidad pastoral.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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Inserción en la Iglesia particular
Afirman los obispos en el "Mensaje" sinodal que
«una de las dificultades que fraternamente hemos en-
contrado es la necesaria integración de las comunidades
y personas de Vida Consagrada en las Iglesias particula-
res».
Es un dato de hecho que la eclesiología del Vaticano
II ha promocionado la importancia de la Iglesia parti-
cular o local; pero lo es también que, por desgracia, no
siempre los institutos "exentos" han asumido con gene-
rosidad, de acuerdo con su propio carisma, las respon-
sabilidades concretas de la pastoral local, ni siempre los
pastores han considerado a los institutos de Vida Con-
sagrada como verdaderos carismas para su Iglesia local.
Ya el documento Mutuae Relationes subrayaba, en
su número 22, la renovación hecha por el Concilio del
concepto de "exención".
En este esfuerzo de genuina inserción es donde se
realiza de modo concreto el "sentire cum Ecclesia", en
fidelidad al magisterio del Papa y de los obispos, en so-
lidaridad de compromiso para la Nueva Evangelización
y en comunión operativa en torno al obispo, con el cle-
ro, con los seglares y con los otros consagrados de la
zona.
La atención apostólica a la zona concreta en que se
realiza la propia misión ayuda a que pastores y fieles
consideren con más interés los diversos carismas como
dones preciosos para la Iglesia.
La Propositio sinodal 29,2 subraya la importancia,
para los consagrados, de conocer más a fondo la teolo-
gía de la Iglesia particular, con objeto de poner a su ser-
vicio el propio carisma y, para los obispos, el clero y los
seglares, la necesidad de conocer verdaderamente y esti-
mar a los grupos de Vida Consagrada, con objeto de
darles cabida en los proyectos pastorales y en los pro-
gramas de acción.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
En este ámbito, se recomienda el funcionamiento
eficaz de la "comisión mixta" de obispos y superiores
mayores, así como el mutuo intercambio de delegados
entre las conferencias episcopales y las de superiores.
A nosotros el compromiso de esta inserción nos
hace pensar también en la mayor comunión operativa
que debemos saber desarrollar en una zona cuando en
ella hay varios grupos de la Familia Salesiana. El com-
promiso en la misión va más allá de cada obra y nos
impulsa no sólo a formar seglares colaboradores, sino
también, y sobre todo, a saber organizar nuevas inicia-
tivas con prontitud e inventiva particularmente sensi-
bles a las necesidades de la Iglesia local.
Una inserción vivida así servirá para dar testimonio
de la ventajosa implicación de la Iglesia universal en la
particular, como decía el documento Mutuae Relatio-
nes: «Los obispos sabrán ciertamente agradecer y apre-
ciarán la aportación específica con que acuden en ayu-
da de las Iglesias particulares los consagrados, en cuya
exención ellos encuentran también, de algún modo,
una expresión de aquella s0licitud pastoral que los une
estrechamente al Romano Pontífice para el solícito cui-
dado universal de todos los pueblos» .
Retos de la Nueva Evangelización
En el Sínodo se puso un acento especial sobre la
"misión" en relación con los retos actuales y con la ne-
cesidad de nuevas o renovadas formas de apostolado.
En tal sentido, se pide a los consagrados que, ante
todo, sepan analizar los retos con óptica teologal. No
basta describir sociológicamente (cosa ciertamente útil)
las situaciones de novedad o injusticia o urgencia. Los
retos no son simples datos estadísticos; hay que consi-
derarlos como interpelaciones de Dios, que con tales
signos va mostrando determinadas exigencias a los dis-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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tintos carismas. Se necesita una pedagogía de los signos
de los tiempos, ya indicada en el Concilio, que ayude a
descubrir en las situaciones reales la voz del Señor que
orienta hacia nuevos areópagos.
El mismo Espíritu Santo guió a los fundadores en
tal sentido. Confiando en él, convendrá cultivar la au-
dacia de la creatividad.
Los padres sinodales propusieron también una cri-
teriología que sea como un método oportuno para dis-
cernir los retos. He aquí los puntos considerados:
- una conciencia clara de las interpelaciones que
hace el Espíritu a la misión de la Iglesia;
- la prudente determinación de las prioridades
que hay que guardar en las respuestas;
- una suficiente capacidad, en fidelidad dinámica
al carisma del Fundador;
- comunión sincera con otros agentes eclesiales
dedicados al mismo campo;
- contar sabiamente con los hombres de buena
voluntad que trabajan en la renovación de la sociedad.
Además de la pedagogía de los signos, la Nueva
Evangelización supone otras importantes exigencias de
cambio de mentalidad.
Ante todo, hay que decir que, en lo que se llama
"primera evangelización", se requiere una mentalidad
verdaderamente "nueva", adaptada obviamente a las
variadas culturas de los pueblos: también en la "prime-
ra" hay hoy "nueva evangelización". Entre los elemen-
tos de esta mentalidad, en el Sínodo se subrayaron al-
gunos aspectos de especial actualidad.
El primero de todos es un esfuerzo de incultura-
ción, que sepa cuidar simultáneamente la capacidad de
percibir y promocionar "las semillas del Verbo" en las
diferentes culturas y la agudeza y valentía crítica para
individuar y corregir las posibles e indefectibles desvia-
ciones, por ancestrales que sean.
Además, está «la atención al diálogo ecuménico y

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23
1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
también al interreligioso, que es uno de los deseos fer-
vientes del Sínodo, dirigido a los consagrados en sus
diferentes países» .
También hay que dar un puesto de privilegio a la
capacidad educativa, que afecta al corazón de toda cul-
tura, uniendo evangelización y promoción humana. En
una de las Propositiones, los padres sinodales recomien-
dan el apostolado de la educación y llaman la atención
sobre esta prioridad a los institutos que tienen tal caris-
ma y piden que se forme para ello también a muchos
seglares. El Sínodo reconoce la importancia y actuali-
dad de la Escuela Católica y de las Universidades y Fa-
cultades Católicas, sin descuidar otras iniciativas y acti-
vidades que vayan más allá de la sola educación formal
Un areópago importante al que hay que dedicarse
cada vez con mayor calidad es la comunicación social
en sintonía y colaboración con la Iglesia local, teniendo
la preocupación de preparar a más personas competen-
tes.
Hubo una insistencia especial en la missio ad gentes,
que constituye la vanguardia de toda evangelización y
que ha visto y ve a los institutos de Vida Consagrada
en primera fila con heroica generosidad, no sólo a los
que se dedican específicamente a las misiones, sino
también a todos los que viven con corazón misionero
su vida de oración y de trabajo, como testimonió de
forma eminente santa Teresa de Lisieux:.
Urgente primacía de la vida en el Espíritu
En la mencionada circular de 1992, hablábamos de
grandes "metas abiertas" y poníamos en primer lugar la
"vida en el Espíritu" y, a la pregunta sobre lo que espe-
rábamos del Sínodo, respondíamos que era de desear
una renovada presencia del misterio de Cristo en el

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
24
mundo, intensificando el esfuerzo para vencer la peli-
grosa superficialidad espiritual que merma la vitalidad
del carisma. El Sínodo ha venido precisamente a pro-
clamar, para todos los consagrados, la necesidad de la
primada de la vida en el Espíritu.
El cardenal Hume afirmó, en su ponencia inicial,
que «el primer gran reto de la Vida Consagrada es la
espiritualidad, precisamente porque es su corazón y
constituye la aportación prioritaria (de los consagrados)
a la Iglesia. Con ella se indica la relación personal con
Cristo por medio del seguimiento, la primada dada a
Dios mediante la consagración y la disponibilidad a la
acción del Espíritu. Se expresa en la contemplación, en
la oración, en la escucha de la Palabra de Dios, en la
unión con Dios, en la integración de las diversas di-
mensiones de la vida personal y comunitaria y en la ob-
servancia fiel y gozosa de los votos» .
Toda Vida Consagrada hunde sus raíces en la espi-
ritualidad y no puede prescindir de ella; el tipo peculiar
de la propia espiritualidad es también importante para
otros muchos.
De uno u otro modo, en todas partes, incluso en
las demás religiones y en la variada búsqueda de lo sa-
grado, el tema de la espiritualidad se presenta hoy
como una de las fronteras más importantes de la mi-
sión.
El hecho de que el Sínodo subrayara la distinción
entre naturaleza teologal de la Vida Consagrada y sus
formas institucionales en Ía historia, sirve para acentuar
con mayor claridad aún la centralidad del misterio de
Cristo y la participación en su santidad.
La práctica de los consejos evangélicos tiene que vi-
virse como efecto de la profunda y cotidiana amistad
personal y comunitaria con Cristo, si se quiere ser ver-
daderamente signos y portadores de su amor. La espiri-
tualidad de toda Vida Consagrada, aunque diferencia-
da en numerosos carismas, consiste en saber dar

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
testimonio de un estilo de vida que haga visible, hoy y
aquí, el estilo de vida de Cristo obediente, pobre y cas-
to; un estilo que está íntimamente vinculado y que,
más aún, brota de los dinamismos profundos de la fi-
liación divina que llenan al consagrado de lo absoluto
de Dios.
Las propositiones ofrecidas al Papa abundan en este
tema, porque se considera vital, el más significativo de
la consagración. Subrayan la importancia de asegurar la
primada de este aspecto en la formación, adecuando la
profundización de cada uno de los consejos evangélicos
a las mismas novedades y diferencias culturales en evo-
lución. Seiíalan igualmente algunos de los principales
medios que hay que seguir al respecto; son:
- la centralidad de la celebración de la Eucaristía y
la liturgia de las horas;
- la frecuencia del sacramento de la reconciliación
y la revisión de vida;
- el retorno a las fuentes del Evangelio y al espíri-
tu del Fundador;
- la capacidad de comunicar a los fieles las rique-
zas del misterio de Cristo .
El esfuerzo diario de intensificar este ejercicio de
"vida en el Espíritu" nos lleva a subrayar el aspecto
pneumatológico de toda espiritualidad. Es preciso des-
cubrir la misión de la Persona-Don de la Trinidad, que
es protagonista de la consagración y está presente para
conducirnos a Cristo, el concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, y en él llevarnos al Padre. El Espíri-
tu es el alma de la renovación de toda espiritualidad; su
presencia y acción misteriosa, iniciada en el aconteci-
miento de la consagración el día de la profesión de los
consejos evangélicos, conduce a una relación íntima,
personal y comunitaria con Cristo, amigo y Sefior. La
reciprocidad de amistad con Cristo hace madurar
aquella conversión de mentalidad y de vida que nos ha-
cer ser testigos especiales de la santidad de la Iglesia en

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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la órbita apostólica trazada por el Fundador.
La intimidad con el Espíritu Santo, que es Amor, y
la docilidad a sus inspiraciones, o sea, toda la vida que
palpita espiritualmente en nuestro corazón, nos lleva a
los orígenes del misterio de la Encarnación y del caris-
ma del Fundador; nos recuerda que precisamente en el
Espíritu comenzó el papel de María, madre y modelo
de la Iglesia; nos recuerda también que la santidad en
la Iglesia es obra del Espíritu Santo; por ello, él impreg-
na y guía a los consagrados para fermentar la misión de
todo el Pueblo de Dios .
Esta primada de la vida en el Espíritu, hoy día tan
urgente, lleva también a hacer de la Vida Consagrada
un centro dinámico de difusión de la espiritualidad. En
la citada ponencia inicial, el cardenal Hume afirmaba
explícitamente que «éste es un campo que hay que cul-
tivar con atención y, a veces, sembrar con clarividencia.
¿No sería oportuno multiplicar escuelas de espirituali-
dad donde no sólo se transmita la enseñanza de la doc-
trina, sino donde se dé la prioridad a la iniciación y a la
experiencia? La espiritualidad del Instituto podría di-
fundirse mejor no sólo entre sus miembros, sino tam-
bién en la Iglesia, que siempre ha sido enriquecida y re-
novada por las espiritualidades de los santos y de las
familias religiosas» .
Así, el Sínodo afianza el camino de nuestra renova-
ción, de nuestra primera «meta abierta» para crecer en
el futuro: asegurar que el espíritu de san Juan Bosco
esté vivo en las personas y en las comunidades y se di-
funda con vigor y autenticidad más allá de nuestras ca-
sas.
En tal sentido, el Movimiento Juvenil Salesiano tie-
ne, como alma de vitalidad, una espiritualidad juvenil
inspirada en san Juan Bosco, y la comunión e implica-
ción de numerosos seglares (tema del 24° Capítulo Ge-
neral) tiene como prioridad, que hay que asegurar con
clarividencia, la difusión de la espiritualidad apostólica

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
salesiana.
Debemos agradecer al Señor el Sínodo por este au-
torizado impulso, al mostrarnos el núcleo central de
donde brota con vitalidad el futuro.
Fuerza de la vida fraterna en comunidad
La dimensión de la comunión de vida fraterna -se
insistió en el Sínodo- es un compromiso ineludible
en todos los institutos de Vida Consagrada, incluso
cuando sus miembros no viven en comunidad, como
sucede en los institutos seculares. Para las congregacio-
nes "religiosas" se trata de una comunión vivida en la
comunidad: es una característica propia y distintiva. En
efecto, todo instituto religioso se estructura siempre,
aunque con modalidades diferenciadas, con una vida
fraterna concreta en comunidad. El Sínodo lo dijo de
manera explícita, y recomendó al mismo tiempo el es-
tudio del reciente documento vaticano La vida fraterna
en comunidad.
El cardenal Hume, en la mencionada ponencia, la
ve como el «segundo gran reto de la Vida Consagrada''.
. La vida fraterna en comunidad incluye también la
consideración y el recto ejercicio del imprescindible
servicio de la autoridad.
La fuerza de "la vida fraterna en comunidad' se ma-
nifiesta, ante todo, en el testimonio de comunión en la
convivencia, que es uno de los aspectos que más año-
ran la familia y la sociedad de hoy.
Se subrayó la interdependencia entre vida fraterna y
fidelidad a la práctica de los consejos evangélicos.
Se apreció su validez y eficacia sobre todo en situa-
ciones de opresión y totalitarismo, como han experi-
mentado positivamente muchos hermanos y hermanas
en medio de gravísimas dificultades.
Su fuerza se traduce, particularmente, en mayor efi-

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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cacia y creatividad de la evangelización; la comunidad
aparece corno verdadero sujeto de misión, que multi-
plica las energías apostólicas en un proyecto común.
Una comunidad que se hace escuela de formación
permanente, consciente de los límites de cada uno de
sus miembros y de la necesidad de paciencia y de per-
dón, y que sabe que la comunidad está siempre en
construcción, porque la perfecta es sólo escatológica en
la comunión de los santos. Una comunidad que se ex-
presa y vive ante todo en la celebración de la Eucaristía
y sabe demostrar la "espiritualidad de la comunión"
con el intercambio de dones en la Iglesia local, con su
disponibilidad para colaborar, con la sinceridad en el
diálogo, con la busca de la armonía y unidad y con las
relaciones con los demás miembros de la Iglesia .
La alegría del testimonio comunitario es también
portadora de fecundidad vocacional para asegurar a la
Iglesia el futuro del propio carisma.
Conclusión
En el Sínodo se afrontaron otros muchos aspectos
importantes; nuestra reflexión se ha limitado a algunos
de los más significativos para nosotros.
Resultó hermoso y estimulante ver confirmadas y
profundizadas las líneas directrices de nuestro proceso
de renovación: no hemos caminado en vano; al contra-
rio, hemos corrido por el buen camino.
De la celebración de este Sínodo debernos decir
que ha sido un acontecimiento de Iglesia para el futu-
ro, un verdadero momento de gracia o, corno dijo el
Santo Padre, «una experiencia de Pentecostés, donde se
percibía la acción del Espíritu, presente con su incesan-
te actividad, que da a la Iglesia numerosos carismas de
Vida Consagrada. Al participar en él, uno se sentía
conducido hacia lo que hay de más íntimo en la vida
de la Iglesia: su llamada a la santidad» .

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
Significa, queridos hermanos, que ya estamos más
que iluminados en lo que constituye nuestra identidad
en la Iglesia y que nuestra búsqueda y nuestros com-
promisos deben orientarse con todas las fuerzas a ha-
cernos caminar hacia los "metas abiertas" que todavía
nos quedan por alcanzar en el horizonte de nuestra re-
novación.
Tanto la educación de los jóvenes en la fe (23° CG)
como la implicación de muchos seglares en el espíritu y
en la misión de san Juan Bosco (24° CG), piden que
concentremos nuestros esfuerzos de formación perma-
nente en la intensificación de la vida en el Espíritu y en
el cuidado prioritario de la vida fraterna en comuni-
dad. Por ahí pasa el camino hacia el tercer milenio: es
una hora germinal para entrar en él con autenticidad.
Confiemos estos propósitos a la Santísima Virgen:
ella aparece en el origen de nuestro carisma y está ma-
ternamente comprometida con nosotros en su renova-
ción. El Sínodo nos ha mostrado su plenitud de vida
consagrada como «primera discípula y madre de todos
los discípulos, modelo de fortaleza y perseverancia en el
seguimiento de Cristo hasta la cruz. La Virgen María es
el prototipo de la Vida Consagrada, porque es la madre
que acoge, escucha, intercede y contempla a su Señor
con la alabanza del corazón» .
Consideremos su intimidad con Dios en la obe-
diencia («hágase en mí según tu palabra»), en la pobre-
za («lo acostó en un pesebre»), en la virginidad («llena
de gracia» y sin mancha); su corazón contemplaba in-
cesantemente las obras de Cristo; su unión con Dios
era continua, especialmente en la profunda visión de
los tiempos en el Magníficat.
Es hermoso imaginarse a María asunta al Cielo:
aunque vive allí coronada entre ángeles y santos, _no
tiene el menor gesto de vanagloria. Podemos imaginar-
la, en la alegría de la humildad más verdadera, ento-
nando ante todos aquel su cántico, que es el himno de

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, N. º 351
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la bondad de Dios en la historia. «Me felicitarán»: es la
alegría de la humildad, que nos ensefia la capacidad de
alabar a Dios desde los dones de la propia consagración
y santidad.
Que la Virgen María nos ayude a hacer fructificar
en nosotros, con alegría y convicción íntima, los múlti-
ples dones de este Sínodo y nos disponga a acoger con
propósitos de vida la deseada exhortación apostólica
con que el Sucesor de Pedro nos ofrecerá autorizada-
mente el alcance pentecostal de este acontecimiento de
gracia.
Aprovecho la ocasión para expresar a todos mis me-
jores deseos fraternos para el nuevo afio ya comenzado:
¡que Don Bosco nos guíe y aliente!
Os saludo cordialmente.
Afmo. en el Sefior,
EGIDIO VIGANO

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