Intervención del Rector Mayor
en la clausura del VIII Congreso Internacional de María Auxiliadora
Buenos Aires – Basílica de María Auxiliadora. Domingo 10 de noviembre de 2019
Quiero comenzar con una Avemaría. Estamos en la casa de la Madre, en una auténtica peregrinación mariana y la dirigimos nuestro saludo como signo de nuestro amor a su Hijo y de nuestro amor a Dios. Juntos decimos: “Dios te salve, María…”. María Auxiliadora, ruega por nosotros. He dicho María Auxiliadora porque yendo por el mundo, constato que muchos hermanos y miembros de la Familia Salesiana, así la invocan, con una gran delicadeza, porque frecuentemente trabajan con destinatarios que no son cristianos. Y también son hijos de Dios. Y ello no quita nada al título de Auxiliadora nuestra.
Me han pedido que clausure estas jornadas y quiero ofreceros, una síntesis de lo que yo creo que se ha de tener en cuenta en nuestro camino mariano y como Familia Salesiana. Y quisiera hacerlo de manera sencilla y hasta, si puedo, tocando aspectos de nuestra vida cotidiana.
CAPÍTULO PRIMERO: mi primer contacto con la Virgen
Empìezo hablándoos de mí, pero haciéndoos a vosotros una pregunta. Me preguntaba estos días: ¿Cómo nació mi devoción mariana? Os lo pregunto a vosotros para que también podáis pensar cómo nació vuestro amor a María.
Yo os cuento el mío: Yo nací en un pequeño pueblo de pescadores y mi primer enlace con la fe y con la Virgen fueron mi abuela y mi madre. Mi abuela, Carmina, nació diez años después de la muerte de Don Bosco, es decir en el mismo siglo que Don Bosco y vivió muchos años. Era una mujer analfabeta, no sabía leer, no sabía escribir, pero tenía una gran devoción a la Virgen. Figuraos que iba a oír misa en latín, ¡qué entendería la pobrecita!, pero comprendía el amor a la Virgen. De pequeño yo dormía en su casa y me acuerdo que tenía en su habitación un gran cuadro de la Virgen del Carmen que rescataba las almas del purgatorio y recuerdo a mi abuela y a mi madre rezando siempre el rosario. Recuerdo la escena de mi padre con mi tío en el mar y en las noches de invierno a mi abuela y a mi madre, y yo en cuanto pude, rezando el rosario. No entendía mucho, pero se me ha quedado grabado este testimonio. Rezábamos por los que estaban en el mar, veíamos las luces a lo lejos. Pocas palabras, poca teología, ¡pero aprendí que en mi familia, la Virgen era algo importante!
CAPÍTULO SEGUNDO: El origen de mi devoción mariana salesiana.
Fui alumno de una escuela salesiana y he descubierto lo hermoso que es el amor a la Virgen, a través de las hermosas estampas de María Auxiliadora que veía en la casa salesiana. Allí me enseñaron a rezar tres avemarías, a hacer una visita al Santísimo y rezarle a la Madre. Y además celebraban la fiesta de María Auxiliadora. Esto me hace pensar: nosotros, educadores de la fe, debemos estar atentos a nuestras modas iconoclastas, atentos a nuestros modernismos, que creen que las imágenes no sirven para nada y que una imagen de María Auxiliadora es algo inútil, (imagen de María Auxiliadora que me siguen mostrando antiguos alumnos en su cartera), o que una procesión de María Auxiliadora hoy no es moderno. Atentos: a veces no ofrecemos nada que pueda superar esto y creemos que es un signo de modernidad. Y lo digo sin quererme adentrar en una guerra ideológica, sino que hablo por experiencia y de aquellos salesianos que me enseñaron a amar a María a través de la belleza de una estatua, de un avemaría, y de una fiesta.
CAPÍTULO TERCERO: La presencia de María en mi vida
Frecuentemente los jóvenes me piden que les cuente experiencias especiales que yo haya vivido y en las que haya sentido la fuerza de la Virgen. Siento desilusionarles, pero debo decirles: ¡no he tenido ninguna! No he tenido ninguna aparición o cosa por el estilo, sino una certeza que me impulsa a compartir y que es una certeza de la vida cristiana ordinaria. Es la certeza de que en mi vida la Auxiliadora, la Madre, está siempre presente. He tenido la experiencia de qué significa sentirse guiado y sentir la gracia que me viene de la oración de los otros; por esto entiendo muy bien al papa Francisco cuando pide que recemos por él. Tengo la certeza, el sentimiento, la convicción de que la Madre me tiene de la mano, me acompaña y me guía cada día. Pero esto se juega en el ámbito personal. Por esto cada uno de nosotros tiene su experiencia, porque cada uno de nosotros podría decir cómo están presentes en su vida Jesús y María y como se manifiestan. Y cuanto más recorro el mundo más certeza tengo de que la Madre sigue haciendo cosas prodigiosas.
CAPÍTULO CUARTO: Decir María, para nosotros, de la Familia Salesiana, es decir Don Bosco.
Escena primera: Don Bosco nos dejó en las “Memorias del Oratorio” el sueño que tuvo a los 9 años que lo marcó profundamente. Cuántas veces hemos visto y recordado la frase: “Yo te daré una maestra”. Y Don Bosco nos dice que lo ha grabado profundamente en el corazón
Veamos ahora una segunda escena de este capítulo: Un Don Bosco de 72 años que va a bendecir y consagrar la Basílica del Sacro Cuore de Roma, el 17 de mayo de 1887, 7 meses antes de su muerte, y en el que celebra su última eucaristía en la Basílica, en el altar de. María Auxiliadora, a la derecha; son las 6,30 de la mañana. Un Don Bosco anciano, con apenas un hilillo de voz que casi no logra celebrar la misa, se interrumpe, solloza. Tras muchísimas interrupciones logra terminar la eucaristía y, ya en la sacristía, le pregunta su secretario si se siente mal. Don Bosco, anciano, llorando profundamente emocionado dice: “Me ha sucedido que ahora he comprendido todo, que Ella lo ha hecho todo en estos años”. Esta es la síntesis de la vida y de la vida mariana de Don Bosco. Pero en el medio están 62 años entre ese día y sus nueve años del sueño, de un Don Bosco que va haciendo camino, que toma decisiones, que siente a la Madre, que se pelea con unos y con otros, que pide ayuda, que acude a la Madre. En estos 62 años Don Bosco tiene la certeza de que la Madre lo ha acompañado siempre, y lo ha acompañado además en su misión.
CAPÍTULO QUINTO: la presencia de la madre en el oratorio.
El otro día un hermano nuestro decía una frase con la que estoy totalmente de acuerdo: Mamá Margarita es la fundadora del oratorio. Solo que yo diría, que es la fundadora junto con su hijo del oratorio de Valdocco. Don Bosco la trae consigo y comienzan a vivir en aquella casa y a acoger muchachos. ¿Tenía Don Bosco un proyecto? No. El suyo era un proyecto del corazón: vive con su madre y quiere acoger a los muchachos y darles el calor de una casa. ¿Habéis pensado alguna vez que Don Bosco ha querido que siempre estuviera presente en el oratorio la figura de una madre? Una figura FÍSICA. Así recordamos a Mamá Margarita, como madre del oratorio, luego la madre del joven salesiano Miguel Rua, y la madre de Mons. Gastaldi con el que tuvo más tarde sus diálogos y desencuentros y tantos otros momentos de una madre que era parte de la vida del oratorio. Don Bosco sabía que sus muchachos tenían necesidad del amor de una madre porque no la tenían.
Y además intuye que debe hacer entender a sus muchachos que la otra madre, La Madre de Jesús, la Madre del cielo, siempre les lleva de la mano, siempre les ama y les guía. Un Don Bosco que utiliza este recurso para que sus muchachos tengan siempre un corazón “enfervorizado”. La Madre es aquella a la que acude; por medio de María acercaba eficacísimamente a sus muchachos al encuentro con Jesús. Practicaba toda una pedagogía espiritual. Un Don Bosco que hace todo este camino… la advocación de la Consolata, de la Inmaculada, de la Auxiliadora. No se puede decir que Don Bosco haya dejado ni un solo día, de animar a sus muchachos a amar a María.
Me parece que esta es otra gran lección. Antes, y con mucha fuerza, os decía: Atentos a las corrientes iconoclastas que dicen: “Acabemos con todas estas tonterías” ¿Tonterías? Estas tonterías a mí me han marcado la vida, estas tonterías han marcado la vida de tantos alumnos y tantos hermanos nuestros. Todos los días, decía Don Bosco una palabra sobre María.
CAPÍTULO SEXTO: Atentos a entender mal la devoción
Me explico: en esta línea iconoclasta de algunas corrientes, basta decir que la devoción es una cosa tonta; que es cosa de ancianos, para estigmatizar algo que es muy profundo. Me explico mejor: me refiero a mi abuela (que se preguntará por qué la estoy nombrando tanto hoy), Una mujer tan sencilla, como antes os he dicho, mujer, esposa, madre de 11 hijos, que vivió una guerra civil, que experimentó lo que es pasar hambre, que nunca se rindió y en cuya fe nunca se la quebró. Creo que es aquí donde está lo hermoso de la mujer, la fortaleza que ha tenido siempre, y que hoy continúa manifestando. Mi abuela no era simplemente una mujer que rezaba el rosario teniendo delante la estampita de la Virgen del Carmen. No, era mucho más. Para esta anciana mujer su rosario y su imagen eran el cable de conexión con Dios. Por ello, el suyo no era un falso devocionalismo, sino devoción en sentido profundo, en la línea de san Francisco de Sales, el modo de vivir conectados con Dios, con el misterio y la divinidad. Para Don Bosco la Consolata, la Inmaculada, la Auxiliadora era la posibilidad de hacer muy cercana a sus muchachos la figura de Jesús, y de Dios porque también su Madre lo llevó en su seno, lo cuidó y nos cuida a nosotros. Don Bosco se sirvió de esta pedagogía para hacer llegar a sus muchachos a sentir que Dios les ama Y nosotros, como Familia Salesiana, no debemos aceptar el ser encasillados, como un grupo de beatitas, de mujeres mayores. Pues perdónenme, hoy aquí veo una comunidad en oración, compuesta de personas diversas, de hombres y mujeres, de jóvenes, de consagrados y consagradas. No debemos aceptar que se pongan etiquetas que dañan una realidad que no es. Me agrada ver a los jóvenes aquí, creo que es una lección salesiana. Como se ha dicho muy bien en estos días, si la Pastoral Juvenil, es endogámica, nace enferma, si acompaña a los jóvenes a encontrar el modo personal de servir a Jesús en el mundo, entonces es una Pastoral madura. Por esto insisto en que la devoción mariana, no es una cosa piadosa para piadosos, toca esencialmente lo cotidiano de la vida cristiana y para nosotros en particular, no es un elemento ornamental. En la Familia salesiana, si falta la devoción mariana no somos Familia salesiana. Se lo digo a mis hermanos salesianos del mundo: si nosotros educamos a los jóvenes dejando de lado a María, no nos estamos siendo salesianos de Don Bosco. Seremos animadores socio-culturales, seremos trabajadores económico-sociales, pastores de buena voluntad, pero no salesianos. Y aquí, me vais a perdonar que lo diga de modo contundente, no cabe un diálogo ideológico, sino que se trata de un tema carismático identitario. Si no comulgas con esta corriente, allá tú, pero no pidas entablar un diálogo para abrir otras posibilidades. La dimensión mariana es, para nosotros, esencialmente carismática y lo es para toda la Familia salesiana. Lo subrayo.
CAPÍTULO SÉPTIMO: ¿Cuál es el mensaje del Congreso?
Como mensaje de nuestro Congreso podemos decir que en primer lugar cuenta la autenticidad de nuestra vida y de nuestro testimonio de vida y quiero profundizar en este concepto porque lo considero muy importante. Permitidme que os hable con el corazón, con gran sinceridad, respeto, y verdad. Nuestra Familia Salesiana con la mirada en María, mujer creyente, puede ofrecer algo a los demás si ofrecemos un modo de ser, una vida sana, creíble y sensible. ¿Qué pido a mis hermanos salesianos? Les lanzo un grito: “Hemos nacido para los jóvenes, los muchachos y muchachas, los más necesitados. No nos enrosquemos en todo lo que no sea esto. No gastemos tantas energías en otras cosas, por muy buenas que sean. Guardo en el corazón, como un tesoro, una frase de don Vecchi que me parece una síntesis vital maravillosa: “En todas las presencias del mundo salesiano se hace el bien. Pero me pregunto: ¿Se hace el bien que debemos hacer? Esta es la cuestión. Hacer el bien que debemos hacer pasa por la autenticidad de nuestras vidas, el no perdernos, es decir, dónde me necesitan los jóvenes, cómo quiero entregarles mis energías, porque las tentaciones son muchas, tentaciones de este tipo: me ocupo en muchas cosas, me enmaraño con otras cosas, tengo tanto que administrar. Sirve lo mismo para quien rector de un santuario o director de una escuela. Este no es el camino. Peor aún si uno espera hacer camino, de carrera, de éxito. Esta es una tentación. Si lo que vas buscando es el éxito, el resultado de las cosas, o la carrera, no me tienes de tu lado. Me tienes en frente. Pienso en las consagradas de la Familia Salesiana, en nuestras FMA, y también en las otras 7 congregaciones. Y digo: “hoy el mundo necesita vuestro testimonio” Y digo lo mismo: “No necesitan ver buenas administradoras o coordinadoras. Necesitan ver mujeres libres, capaces de ser hermanas, madres en medio de jóvenes muchachas. Es lo más genuino que podemos ofrecer”
Ayer en este Congreso he visto muchos jóvenes. Haremos lo que es justo solo si les ofrecemos lo que tenemos de más esencial que tenemos. El otro día hablaba con un salesiano aquí presente y me decía algo muy hermoso: “He reflexionado mucho, sobre qué es lo más esencial que podemos ofrecer como consagrados y consagradas en el mundo. Y él me decía: “Creo que lo más genuino que podemos ofrecer es la GRATUIDAD, la vida por los jóvenes”. Por tanto creo poder decir hoy que María, mujer creyente, decir Familia Salesiana, es dar lo que más auténtico y verdadero hay en nosotros. Y hablo a cada uno de vosotros, no en general. ¿Cuántos sois esposos? Recordad que vuestras familias son iglesias domésticas, el matrimonio y el amor siguen creciendo a pesar de todas las dificultades de la vida; en vuestras familias los hijos ven vuestro testimonio (el problema no es que vayan o no a la iglesia – Dios se encuentra con cada uno cuando quiere), sino el testimonio de su padre y de su madre. Hombres y mujeres, antes de organizar un rosario en vuestro barrio, pensad que vuestra misión primera es hace de la vida y de la familia una lectura visible del evangelio para aquellos que me vean.
CAPITULO OCTAVO: Cómo seremos marianos, cada uno personalmente y como Familia Salesiana
Resumo todo en estos puntos:
Debemos ser cada día más marianos y más de María.
Sin María no somos los hijos e hijas que Don Bosco soñó (seremos otra cosa, pero no el sueño de Don Bosco)
Tenemos el deber de anunciar y proponer sin temor ni vergüenza a Jesús y a su Madre María (Don Bosco tenía siempre el nombre de María en sus labios. Los primeros salesianos estaban locos de amor por María Auxiliadora. ¿Lo somos nosotros hoy?).
En nuestro camino María no puede ser un elemento decorativo, sino esencial.
Sin Ella nuestra educción y nuestra pastoral serán vacías, pobres y sin consistencia.
Hagamos más anuncio explícito de Jesús y tengamos más a María en nuestros labios.