MENSAJE DEL RECTOR MAYOR CON OCASIÓN DEL 150 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE SANTO DOMINGO SAVIO
Queridos Hermanos Salesianos
Queridos Hermanos y Hermanas de la Familia Salesiana,
Queridos Jóvenes:
Deseo dirigir a todos vosotros un mensaje particular en este día, en el cual recordamos el 150º aniversario de la muerte de Domingo Savio. El representa para todos nosotros uno de los frutos más bellos de la Espiritualidad Salesiana. Por lo tanto, es con gozo que lo queremos recordar e invocar en esta especial circunstancia.
Rebozamos aún de gratitud por cuanto el Señor nos ha hecho vivir en el año 2004, cuando celebramos el 50° aniversario de su Canonización. El peregrinaje de sus reliquias por Italia, España y el Líbano ha sido una ocasión de reflexión profunda sobre el llamado a la santidad, sobre la riqueza de la Espiritualidad Salesiana, sobre la importancia de una educación que pretende el crecimiento integral de nuestros jóvenes.
Hoy nuestro reconocimiento al Señor se renueva en la oración contemplando todo lo que Él ha querido realizar en la breve vida de este joven y gran santo, y empeñándonos en ser educadores según el corazón de Don Bosco, y, por lo tanto, capaces de acompañar el camino de vida y de santidad de nuestros jóvenes.
Escribo por tanto a vosotros, queridos salesianos:
Nos encontramos en el umbral de un nuevo Capítulo General, en el cual apuntamos a renovar dentro de nosotros el programa espiritual de Don Bosco: Da mihi animas cetera tolle. Se trata de palabras que queremos revivir e interiorizar y que nos indican la urgencia de hacer una entrega total de nosotros mismos al Señor y a la misión que nos ha confiado. Ofreciendo todas nuestras energías, invirtiendo todos nuestros recursos, liberando toda nuestra creatividad, seremos como Don Bosco hombres capaces de dar vida, sobre todo “la vida de Dios”. Se trata de la plenitud de vita que hace que nuestros chicos y jóvenes sean capaces no solamente de vivir un crecimiento armónico en todas las dimensiones humanas, sino también de comprometerse, abiertamente y con gozo, a vivir en plenitud los valores evangélicos que iluminan y que vuelven fuerte cada experiencia humana.
Domingo, guiado por Don Bosco, se hizo santo cultivando una fuerte amistad con el Señor Jesús y con María, dando valor a su empeño en el deber cotidiano como respuesta a la voluntad de Dios, sirviendo a los compañeros con gran dedicación y con una caridad capaz de fomentar la dicha y la cohesión en el bien.
Para nosotros, mis estimados, esta fecha es como una nueva “llamada vocacional”. Ser para los jóvenes lo que Don Bosco fue para Domingo Savio. Guías capaces de conducir hacia las metas más elevadas, hacia la plenitud de la vida, hacia la dicha y la santidad.
Escribo a vosotros, hermanas y hermanos de la Familia Salesiana, consagrados y laicos:
El gran patrimonio común de todos nosotros es Don Bosco. Él es “la gran raíz” de nuestro Carisma Salesiano. En él ha tenido origen «un vasto movimiento de personas, que, en diversos modos, trabajan por la salvación de la juventud» (Const. sdb art. 5). La modalidad apostólica que unifica nuestra misión es el compromiso por la educación.
Hoy, el desafío de la educación, se ha hecho siempre más fuerte y exigente. A decir del perpetuarse de situaciones de grave necesidad y pobreza en los países en vías de desarrollo; a decir de las terribles condiciones sociales de grandes masas de chicos y jóvenes que viven abandonados en las orillas de ricas metrópolis; a decir de la pobreza espiritual de millones de jóvenes que, no obstante habitan en un contexto de bienestar, viven desorientados desde el punto de vista espiritual y moral, nosotros no podemos permancer insensibles. “Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor…” (Mc 6, 34). Contemplemos a estos jóvenes con los ojos de Jesús y con los ojos de Don Bosco y acojamos su grito de auxilio. Estamos llamados a trabajar con mayor empeño en favor de la educación. Estamos llamados a “trabajar juntos”, a reencontrar con espíritu de actualidad y nueva vitalidad aquel gran “instrumento educativo” que Don Bosco ha legado a todos nosotros, el “Sistema Preventivo”. Son elementos simples, esenciales, que Don Bosco mismo ha encarnado en su vida y que le han permitido formar una generación de Santos entre sus chicos.
Estimadas/os, el recuerdo de Domingo Savio reviva en vosotros el compromiso de educadoras y de educadores que trabajan “juntos” por un común proyecto apostólico. «Frente a las viejas y nuevas demandas de los jóvenes, estad siempre listos a dar respuesta, sin incertidumbres y dilaciones. Proponedles un programa de vida como hiciera Don Bosco con Domingo Savio. Ayudad a los chicos y jóvenes a asumir la vida como un don y a vivirla en libertad verdadera y en modo gozoso. Decidles que la fuerza y la garantía de su crecimiento es la amistad con Jesús...es hacer experiencia de Dios. Y, finalmente, educadles a abrirse a la responsabilidad, al servicio, a la solidaridad, a la caridad».1
Escribo a vosotros chicos y jóvenes:
Vosotros habéis sido siempre la gran pasión de Don Bosco. Por vosotros él se consumió hasta el último respiro. Vosotros estáis, hoy más que nunca, en mi corazón y sois “el motivo vital” de cuantos han optado por comprometerse en la misión salesiana. Escribo a vosotros porque conozco “vuestra hambre” de propuestas verdaderas. Escribo a vosotros porque conozco “vuestra sed” de dicha profunda. En este día en el que recordamos el 150º aniversario de la muerte de Domingo Savio os invito a mirar a este joven que con su vida quiso ser un modelo verdadero para todos vosotros. Él os hace partícipes de sus secretos.
El primero es el de ser capaces de tener grandes ideales. Sobre todo, dejaos contagiar por el deseo de una vida cristiana de alta calidad. Esto significa considerar abiertamente en vuestro proyecto de vida el objetivo y la voluntad de ser “santos”. Este fue el grande deseo de Domingo Savio; que ello sea también un deseo cultivado en el corazón de cada uno de vosotros.
El segundo secreto que Domingo os enseña es: que nuestra vida cristiana es continuamente “sanada y renovada” por el Sacramento de la Reconciliación y que uno se hace fuerte nutriéndose del “Pan de la Vida” en la Eucaristía. A pesar de toda dificultad, podemos ser fuertes viviendo una verdadera relación de amistad con el Señor Jesús, a través de la experiencia sacramental. En este camino de vida cristiana, María, como Inmaculada, está a nuestro lado para señalarnos la belleza de aquello que es bueno, justo, puro, amable, digno de alabanza, y, como Auxiliadora, nos sostiene y proteje de las dificultades del camino.
El tercer secreto es el de donar, ya desde ahora, nuestra vida a los demás. Ser verdaderos “luchadores del bien”, comprometidos en el servicio, portadores de esperanza y de dicha. Siempre dispuestos a todo para hacer crecer el bien y combatir el mal, tal y como hizo Domingo Savio. ¿Seréis capaces de todo esto? Estoy seguro que sí, pero con una condición: que sepáis elegir un guía que acompañe vuestro camino. Mis muy queridos/as, ¡elegid “vuesto Don Bosco”!2 así es como hizo Domingo y por lo que su vida ha dado los frutos abundantes que todos conocemos. Yo, por mi parte, como sucesor de Don Bosco, estoy cercano a vosotros, os animo y os recuerdo a diario en la oración.
Termino, queridos todos, invitandoos aún a ser agradecidos con el Señor que, en Domingo Savio, nos ha donado un espléndido ejemplo de que la santidad es una vocación universal, un camino posible para los jóvenes, un don para hacer crecer y madurar por medio del acompañamiento de personas profúndamente espirituales, permeadas por la pasión educativa de nuestro querido padre, Don Bosco.
Para todos vosotros, en este día de gracia, mi afecto y mi oración.
Asunción - Paraguay, 9 de marzo de 2007
Don Pascual Chavez V.
Rector Mayor
1 Extracto de la homilía del Cardenal Tettamanzi, con ocasión del 50° aniversario de la canonización de Santo Domingo Savio, en la celebración eucarística en la catedral de Milán, en presencia de la urna del Santo, el 9 de marzo de 2004.
2 Cfr. Ibidem