Venerabilidad del Siervo de Dios Mons Ferrando

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El Rector Mayor

Carta del Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime, con ocasión de la declaración como Venerable del Siervo de Dios Mons. Stefano Ferrando, Obispo Salesiano, Fundador de las Misioneras de María Auxiliadora de los Cristianos

Queridas hermanas y hermanos de la Familia Salesiana

El 3 de marzo de 2016 el Santo Padre Francisco ha autorizado a la Congregación de las Causas de los Santos a promulgar el Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios, Stefano Ferrando, de la Sociedad Salesiana de San Juan Bosco, Arzobispo titular de Troina, anteriormente Obispo de Shillong, Fundador de la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Auxiliadora de los Cristianos; nacido el 28 de septiembre de 1895 y fallecido el 20 de junio de 1978.

El Venerable Mons. Stefano Ferrando supo conjugar la propia vocación salesiana con el carisma misionero y el ministerio episcopal. Nacido el 28 de septiembre de 1895 en Rossiglione (GE, diócesis de Acqui) de Agustín y Josefina Salvi, se distinguió por un ardiente amor a Dios y una tierna devoción a la Bienaventurada Virgen María. En 1904, ingresó en la escuela salesiana de Fossano y luego en la de Turín - Valdocco, donde conoció a los sucesores de Don Bosco y a la primera generación de salesianos, comenzando sus estudios sacerdotales; durante este período alimentó el deseo de ser misionero. El 13 de septiembre de 1912, hizo, en Foglizzo, su primera profesión religiosa como salesiano. Llamado a las armas en 1915, participó en la Primera Guerra Mundial. Por el valor demostrado le fue impuesta la medalla de plata al valor. En 1918, a su regreso a casa, el 26 de diciembre de 1920 emitió sus votos solemnes. Fue ordenado sacerdote en Borgo San Martino (AL) el 18 de marzo de 1923. El 2 de diciembre del mismo año, se embarcó en Venecia con nueve compañeros, para ir como misionero a la India. El 18 de diciembre, tras 16 días de navegación, el grupo llegó a Bombay y el 23 de diciembre a Shillong, lugar de su nuevo apostolado. Maestro de novicios, educó a los jóvenes salesianos en el amor a Jesús y en un gran espíritu de apostolado.

El 9 de agosto de 1934 el Papa Pío XI lo nombre obispo de Krishnagar. Su lema fue “Apóstol de Cristo”. El 26 de noviembre de 1935 fue trasladado a Shillong donde permanecerá 34 años como Obispo. Aun trabajando en una difícil situación cultural, religiosa y social, Mons. Ferrando se prodigó incansablemente para estar junto al pueblo que le había sido confiado, trabajando con celo en la vasta diócesis que abarcaba la región entera de la India Nordeste. Prefería ir a pie antes que en el coche del que habría podido disponer: esto le permitía, en efecto, encontrarse con las personas, detenerse a hablar con ellas y participar en su vida: este contacto directo con la vida de las personas fue una de las principales rezones de la fecundidad de su anuncio evangélico: su humildad, sencillez y amor a los pobres empujaban a muchos a convertirse y pedir el Bautismo. Instituyó un seminario para la formación de los jóvenes salesianos indios, construyó un hospital, edificó un santuario dedicado a María Auxiliadora y fundó la primera Congregación de religiosas autóctonas, la Congregación de las Hermanas Misioneras de María Auxiliadora de los Cristianos (1942).

De carácter fuerte no se desanimó ante las innumerables dificultades, que él afrontó con la sonrisa y la mansedumbre. Una de sus características principales fue la perseverancia ante las dificultades. Trato de compaginar el mensaje evangélico con la cultura local en la que estaba inserto. Fue valeroso en sus visitas pastorales, que realizó en los lugares más alejados de la diócesis, con tal de recuperar a la última oveja extraviada. Manifestó una sensibilidad particular por la promoción de catequistas laicos, que consideraba complementarios de la misión del Obispo y de la que depende en gran parte la fecundidad del anuncio del Evangelio y de su arraigo en el territorio. Grandísima fue también su atención a la pastoral familiar. No obstante los numerosos compromisos, fue un hombre de rica vida interior, alimentada por la oración y el recogimiento. Como Pastor fue apreciado por las religiosas, los sacerdotes, los salesianos, los hermanos en el episcopado, y por el pueblo que lo sintió profundamente cercano. Se entregó de un modo creativo a su grey, ocupándose de los pobres, defendiendo a los intocables, curando a los atacados por el cólera.

Los puntos claves de su espiritualidad fueron la unión filial con la Virgen María, el celo misionero, la continua referencia a Don Bosco como emerge de sus escritos y de toda su actividad misionera. El momento cumbre de toda su vida virtuosa fue el tener que abandonar la diócesis de Shillong. Mons. Ferrando tuvo que presentar su dimisión estando todavía en plenitud de sus facultades físicas e intelectuales, para permitir el nombramiento de su sucesor, que había sido elegido, por indicaciones superiores, de entre los sacerdotes indígenas por él mismo formados. Fue un momento particularmente doloroso, vivido por el gran obispo con humildad y obediencia. Comprendió que había llegado el momento de retirarse en oración según la voluntad del Señor. De vuelta en Génova en 1969, continuó su actividad pastoral, presidiendo las ceremonias de la administración de la Confirmación y dedicándose al Sacramento de la Penitencia. Fue, hasta el último instante, fiel a la vida religiosa salesiana, decidiendo vivir en comunidad y renunciando a los privilegios que su condición de Obispo podía reservarle. Él continuó siendo, en Italia “a missionary”. No “a missionary who moves, but […] a missionary who is”: no un misionero que es trasladado, sino un misionero que es. Su vida, en este último período, se convirtió en un “irradiar”. Se convirtió en un “misionero de la oración” que dice: “estoy contento de haber salido para que otros entrasen a realizar obras tan maravillosas”. Desde Génova Quarto, continuó animando la misión del Assam, sensibilizando las conciencias y enviando ayudas económicas. Vivió esta hora de purificación con espíritu de fe, de abandono a la voluntad de Dios y de obediencia, experimentando en sí mismo el pleno sentido de la expresión evangélica “siervos inútiles somos”, y confirmando con su vida el caetera tolle, el aspecto oblativo-sacrificial de la vocación salesiana. Murió el 20 de junio de 1978 y fue sepultado en Rossiglione, su tierra natal. En 1987 sus restos mortales fueron llevados a la India.

En este año en que estamos comprometidos en recorrer con Jesús la aventura del Espíritu, acogemos con gozo el testimonio luminoso de este hijo de Don Bosco y fundador de una floreciente congregación, un verdadero pastor de la Iglesia según el corazón de Jesús. Dócil al Espíritu, desarrollo una fecunda acción pastoral, que se manifestó en el gran amor a los pobres, en la humildad de espíritu y en la caridad fraterna, en la alegría y el optimismo del espíritu salesiano.

Mientras me uno en especial a la alegría de sus hijas espirituales, que ven reconocidas las virtudes heroicas de su fundador, invito a todos los miembros de la Familia Salesiana a conocer el testimonio de este nuestro obispo salesiano misionero y su gran celo apostólico por la salvación de los jóvenes y de los pobres. Mons. Ferrando ha inaugurado, junto a muchos otros misioneros que han compartido con él la aventura del Espíritu en la India, entre los cuales los Siervos de Dios Francesco Convertini, Constantino Vendrame y Orestes Marengo, un nuevo método misionero: ser misionero itinerante. Este ejemplo es para nosotros un toque de atención providencial, sobre todo para las congregaciones religiosas tentadas por un proceso de institucionalización y de retraimiento, a no perder la pasión de salir al encuentro de las personas y de las situaciones de mayor pobreza e indigencia material y espiritual, yendo allí a donde nadie quiere ir.

Concluyendo, deseo confiar una vez más nuestra Familia Salesiana a María Auxiliadora, de la que el Venerable Mons. Ferrando fue siempre un hijo devoto. Escribió: “Miro esperanzado el provenir confiando en María Auxiliadora… Confío en María Auxiliadora que me ha salvado ya de tantos peligros”. Deseo que podáis inspiraros verdaderamente en este ejemplo de santidad salesiana, conociendo su testimonio y pidiendo por su intercesión la gracia del milagro que abra el camino de su beatificación.

Roma, 18 de marzo de 2016


(Aniversario de la ordenación sacerdotal

del Venerable Mons. Ferrando en Borgo San Martino – 1923)