La formación profesional y la educación para el trabajo
en el proyecto educativo-pastoral salesiano
La educación para el trabajo de los jóvenes y la educación mediante el trabajo es un elemento fundamental de la propuesta educativo-pastoral salesiana.
En el programa de animación y gobierno del RM y de su Consejo para el sexenio 2002-2008, el Dicasterio pretendía “atender especial y prioritariamente a las situaciones de abandono juvenil” entre las que se señalaba la preparación para la inserción en el trabajo.1
Ya en el sexenio precedente, entre las iniciativas para desarrollar una educación de calidad en nuestras Escuelas y Centros de Formación Profesional se había intentado despertar una mayor conciencia de la importancia y urgencia de la educación para el trabajo. Prueba de este esfuerzo fue la intervención del Consejero para la Pastoral Juvenil en las Actas de Consejo general nº 368 (julio- septiembre 1999) “La Pastoral Juvenil Salesiana y el mundo del trabajo”.
En el año 1977, se había publicado una investigación dirigida por el Dicasterio de la PJ, bajo la dirección de D. Luc Van Looy, y del Instituto de Sociología de la UPS, sobre la Formación Profesional Salesiana. Se daba en ella una visión de conjunto de la situación de la FP en la Congregación, de su realidad, de su problemática y de su perspectiva de futuro. Esta investigación aún no ha sido suficientemente valorada.
Entre tanto, se originaban, por casi todas partes, especialmente en los países en vías de desarrollo, todo un conjunto de servicios y propuestas para preparar para el trabajo a los jóvenes en situación de riesgo: centros y programas más o menos formales y también informales de Formación Profesional, algunas experiencias muy interesantes de creación de trabajo, etc. Estas iniciativas, nacidas del celo pastoral de algunos salesianos, se desarrollaban especialmente en ambientes parroquiales o de Oratorio, y también en escuelas profesionales en horarios nocturnos, pero insuficientemente considerados y coordinados en los programas y la animación pastoral de las Inspectorías.
Las procuras Internacionales Salesianas, con algunas ONG para el desarrollo, han sostenido y acompañado muchas de estas iniciativas, así como el nacimiento y desarrollo de Centros de Formación Profesional en muchas inspectorías de África, Asia y América Latina. Aprovecho la ocasión para agradecer este empeño vuestro en sostener y defender estos programas ante las grandes organizaciones internacionales de ayuda al desarrollo; si muchos de estos servicios formativos para los jóvenes en riesgo han podido desarrollarse y multiplicarse en muchas inspectorías, en gran medida ha sido mérito vuestro.
Durante estos años yo mismo he recibido y presentado diversas orientaciones que animaban a la Congregación a retomar este sector característico de la misión salesiana, para promover en las inspectorías una mayor atención y coordinación a estas obras y servicios, cuidar su crecimiento en calidad educativa y facilitar una búsqueda más eficaz de recursos para el futuro.
En este sentido, el Dicasterio de la PJ ha promovido, en estos últimos años una reflexión sobre la Formación Profesional y la educación para el trabajo en las Comisiones continentales de la escuela salesiana (Europa, en Cracovia, marzo 2004; América, en Santiago de Chile, enero 2004); se ha celebrado un seminario de estudio con algunos salesianos expertos en estas iniciativas para conocer la realidad y preparar un itinerario de reflexión y de estudio en las inspectorías de la región Interamérica (Quito, marzo 2004). La Conferencia de los inspectores de África y Madagascar ha celebrado un primer encuentro y ha pedido al Dicasterio que convoque un encuentro con los representantes de las inspectorías interesadas para estudiar el tema. Se ha puesto, pues, en marcha un amplio itinerario de reflexión, de comunicación y coordinación que se vuelve ahora a retomar para ayudar a las inspectorías a renovar la calidad y la eficacia de su misión educativa y de acompañamiento a los jóvenes que se preparan para insertarse en el mundo del trabajo.
2.1.Los jóvenes que se preparan para el trabajo, los jóvenes trabajadores y los jóvenes sin trabajo destinatarios específicos de nuestra misión.
Don Bosco, en su opción educativa y pastoral por los jóvenes necesitados demostró una gran preocupación por el mundo del trabajo. Comenzó su obra en Valdocco acogiendo a jóvenes en busca de trabajo y a inmigrantes desocupados, los reunió, les buscó trabajo, les procuró talleres en los que aprender un oficio y recibir una adecuada formación religiosa y moral.
Desde el principio, la preocupación por los jóvenes obreros ha sido un aspecto esencial de la misión salesiana y se expresa, de modo particular, en las numerosísimas escuelas profesionales e iniciativas equivalentes que constituyen una de las características de los Salesianos más conocidas en muchos países, sobre todo en los que están en vías de desarrollo.
Esta constante orientación de la Congregación ya desde los orígenes, se recoge en el art. 27 de las Constituciones: “Los jóvenes de los ambientes populares que se orientan hacia el trabajo y los jóvenes obreros, encuentran a menudo dificultades y fácilmente están expuestos a injusticias. Imitando la solicitud de D. Bosco nos dirigimos a ellos, a fin de hacerlos idóneos para ocupar su puesto en la sociedad y en la Iglesia, y para que tomen conciencia de su papel en la transformación cristiana de la vida social”.
Además las Escuelas profesionales, muchos Oratorios-Centros Juveniles, Parroquias, etc., pueden ofrecer una atención especial a los jóvenes trabajadores o en paro, facilitándoles acogida y protagonismo, una metodología que les facilite su integración en el ambiente, iniciativas que respondan a sus más sentidas necesidades. A menudo nos vemos en dificultades para conectar con estos jóvenes porque muchas de nuestras actividades son más apropiadas para jóvenes estudiantes y universitarios con una cierta cultura y capacidad intelectual. En muchos lugares han surgido iniciativas de formación para el trabajo, de ayuda a la propia iniciativa, becas de trabajo y otros métodos semejantes, señal del interés y preocupación de muchos salesianos y colaboradores.
2.2.Una educación integral.
La finalidad de nuestra acción educativa es no sólo preparar a los jóvenes para el trabajo, sino hacerles también capaces de desarrollar dignamente su vocación y contribuir así a la transformación cristiana de la sociedad. Esta finalidad nos obliga a introducir en los programas educativos de los Centros de Formación Profesional, algunas líneas prioritarias tales como la prioridad de la persona respecto a la economía, la atención preferencial a los más débiles, el buscar el bien de la comunidad, la salvaguardia de la dimensión de la gratuidad ante la perspectiva apremiante del provecho, la profesionalidad vivida en la perspectiva de las competencias personales y profesionales, la promoción de modelos de desarrollo más equitativos, que impidan ampliar ulteriormente las lacerantes desigualdades presentes en el sistema.
Esta preocupación para ofrecer a los jóvenes que se preparan para el trabajo una educación integral debe comprometer a todas las comunidades y a todas las obras salesianas, no sólo en las escuelas profesionales. Se dice en el art. 2 de los Reglamentos: “Fomenten las inspectorías el compromiso educativo hacia los jóvenes obreros. …Procuren conocer el mundo del trabajo y las situaciones de los jóvenes obreros. Cuiden los centros de formación profesional desde el punto de vista pastoral, pedagógico y técnico y preparen programas adecuados para formar a los jóvenes en una auténtica espiritualidad del trabajo”.
Son compromisos importantes y urgentes que nos exigen a todos un serio examen, principalmente porque el mundo del trabajo se está rápidamente transformando, cambia la demanda de las empresas y la posibilidad de empleo y los jóvenes son los que más experimentan estos cambios.
2.3.La pedagogía del trabajo, elemento importante en la formación integral salesiana.
Muchos jóvenes están expuestos o viven ya alguna experiencia de fracaso escolar y/o con problemas de integración personal, familiar y social. Para ellos una experiencia laboral positiva, programada y acompañada de criterios educativos, puede constituir una inmejorable posibilidad de recuperación personal; el joven puede volver a adquirir la propia estima, redescubrir sus propias habilidades y capacidades, apreciar el trabajo bien hecho y estar motivado para su propia formación.
Todo esto exige que en la propuesta educativa se ofrezca un amplio espacio para algunas experiencias de trabajo, servicios a la comunidad, trabajo en organizaciones “non profit”, valorando en ellas principalmente la realización personal y el servicio al bien común de la comunidad. Requiere también la promoción de contactos cualificados y significativos con personas, instituciones y ambientes del mundo del trabajo, favoreciendo el diálogo, los encuentros, el conocimiento mutuo y la colaboración en la formación. Por este motivo las obras y servicios de Formación Profesional necesitan trabajar en red con escuelas, empresas, administración pública y muchas otras obras y servicios sociales y educativos.
2.4.Una orientación evangélica que abre y dispone para la evangelización.
“Como Don Bosco estamos llamados todos y en todas las ocasiones a ser educadores de la fe” dicen nuestras Constituciones (art. 34). Por este motivo todas nuestras acciones y obras en favor de los jóvenes trabajadores debe ofrecerles una visión humanista y evangélica de la realidad social, económica y del mundo del trabajo, mediante la clase de religión o de formación moral y el estudio de la Doctrina Social de la Iglesia; debe desarrollar una pedagogía de los valores, debe proponer experiencias espirituales y de apertura a Dios como una gradual iniciación a la oración y a la celebración; ofrecer también una experiencia de servicio gratuito y de solidaridad en favor de los más pobres, empezando por los del propio ambiente; etc. De esta manera nuestra presencia y acción educativa será signo del Evangelio y camino que abre a la evangelización
En los países en vías de desarrollo la Formación Profesional tiene siempre más importancia; la mayoría de los jóvenes, sobre todo los más pobres, permanecen al margen de la escuela, al menos después de la enseñanza elemental; para ellos la formación profesional o una rápida preparación para el trabajo es el único camino abierto para poder insertarse positivamente en el mundo del trabajo y en la sociedad.
Por ello, además de los numerosos Centros de Formación Profesional propiamente hablando, se han puesto en práctica muchas iniciativas y servicios para la preparación inmediata de los jóvenes al trabajo. Todas estas obras y servicios requieren inversiones importantes, un costoso mantenimiento, una actualización continua y mucha creatividad, cosas todas que no siempre las comunidades o las inspectorías pueden asegurar.
Otro aspecto de este apoyo es la formación técnica, pedagógica y salesiana de los maestros, instructores y formadores; muchos de ellos son personas de buena voluntad, dispuestos a compartir cuanto saben, pero no siempre muy cualificados; con escasa sensibilidad pedagógica y también con poco conocimiento del estilo y espíritu salesiano; son ellos mismos pobres y necesitados de ganar más y progresar.
Un indicador importante de la eficacia de una formación profesional es su capacidad de encaminar a los jóvenes a encontrar un trabajo y a insertarse positivamente en él; sólo de este modo se garantizará el fruto de la formación recibida y se evitará la emigración o la marginación.
Pero esto, en muchas situaciones de precariedad, es muy difícil: el trabajo es escaso, poco seguro y ofrece pocas posibilidades de progreso profesional; los derechos de los jóvenes en el trabajo son poco respetados; en muchos está muy extendida la mentalidad de la ganancia fácil y rápida, incluso a expensas del futuro. Los mismos jóvenes que, al acabar la formación, encuentran un trabajo, necesitan apoyo y acompañamiento para insertarse en él y para continuar su formación. Todas estas preocupaciones exigen un proyecto global que no tenga presente solamente los cursos, sino que mire a asegurar en el itinerario formativo el aprendizaje práctico en empresas, a garantizar una ocupación a los jóvenes que acaban, a promover entre ellos experiencias de auto-empresas, a suscitar la colaboración de las empresas en el acompañamiento formativo de los jóvenes que se insertan en ellas, etc. Un proyecto tal supera normalmente las posibilidades de una sola comunidad educativa.
Frecuentemente algunas de estas obras y servicios deben su origen a la iniciativa de un salesiano o de una comunidad, pero su pleno desarrollo exige que sea la Inspectoría como tal la que asuma el proyecto y garantice su continuidad, su eficacia y el estilo salesiano.
La atención educativa a los jóvenes trabajadores no debe ser sólo preocupación de algunos hermanos o de algunas obras de la inspectoría, sino que debe implicar a todos en un trabajo en red según un proyecto global al que cada obra aporta su propia contribución específica. Esto exige que esta atención se contemple en el PEPS inspectorial e implique a los diversos equipos de animación, de manera especial al de la escuela, al de la marginación y a los servicios sociales. En esto nos queda aún un largo camino por recorrer.
Además, esta iniciativa productiva siempre debe tener en cuenta el carácter formativo y educativo del Centro, sin anteponer las exigencias de producción a las exigencias de los programas formativos.
Al responder a estas preocupaciones es necesario, ante todo, promover entre los SDB y las comunidades educativas una mentalidad de mayor sensibilización hacia el mundo del trabajo, de modo que la atención a estos jóvenes que se preparan para el trabajo sea una orientación compartida por todas las obras salesianas. Esto exige:
Un mayor conocimiento del mundo del trabajo y de sus principales tendencias y fenómenos por parte de los Salesianos y de las comunidades, con un esfuerzo permanente de información, de discernimiento y confrontación crítica con cuanto se origina y se expresa en el mundo del trabajo.
Una formación social sistemática y profunda que nos asegura a nosotros y a los jóvenes de nuestras obras una mentalidad más solidaria y una mayor capacidad de comprometerse con eficacia por la justicia. Esto supone un conocimiento más completo y sistemático de la enseñanza social de la Iglesia y la colaboración en proyectos concretos de solidaridad.
Una atención especial a los jóvenes trabajadores o en paro en nuestras obras, sobre todo en los Oratorios-Centros Juveniles, parroquias, Colegios, grupos, etc., facilitando en ellos su acogida y protagonismo, una metodología que les facilite la integración en el ambiente, iniciativas que respondan a sus necesidades más sentidas.
La renovación de la pedagogía del trabajo en la propuesta educativo-pastoral salesiana, superando una pedagogía demasiado intelectual y a menudo también demasiado selectiva.
Junto a esta renovación de la mentalidad se necesita también promover una nueva metodología de trabajo educativo y pastoral mediante proyectos y procesos, realizados en colaboración y en red.
Nuestro modo de trabajar es a menudo demasiado sectorial: cada obra o sector se preocupa sólo de sus campos específicos, sin percibir que hoy un trabajo verdaderamente eficaz exige actuar al mismo tiempo sobre diversos aspectos que influyen en la realidad que se quiere transformar. Por ejemplo: si queremos educar a los jóvenes para que puedan insertarse eficazmente en el mundo del trabajo, no basta preocuparse por su preparación técnica o profesional, sino que al mismo tiempo debemos insertarles en el complejo mundo del trabajo para promover en ellos nuevas experiencias y posibilidades de colaboración de los jóvenes; debemos preocuparnos también de la transformación del territorio para que pueda proporcionar nuevas iniciativas de trabajo y desarrollo, de manera que los jóvenes profesionalmente preparados no tengan que ir a otro lugar en busca de trabajo, sino que se les ayude en el propio lugar a crear y a desarrollar sus capacidades para servicio de todos.
Formación, creación de trabajo, acompañamiento y ayuda humana y laboral, promoción del territorio, etc., son elementos de un proyecto global que, sectorializados, pierden muchas de sus posibilidades.
Evidentemente un proyecto semejante no puede ser llevado a cabo, por regla general, por una sola institución; se necesita un trabajo en equipo con muchas otras que desde diversos puntos de vista y con diferentes competencias convergen y colaboran en un objetivo común.
Esta forma de trabajar, mediante proyectos globales y en red todavía está poco desarrollada entre nosotros, pero es fundamental sobre todo en este campo de la formación y educación de los jóvenes que se preparan para el trabajo; por esta razón constituye una importante preocupación del Dicasterio.
Estos son los elementos que considero importantes para un buen planteamiento de la animación de la Formación Profesional salesiana.
Estoy seguro que vuestra experiencia en la promoción y mantenimiento durante muchos años de numerosos centros e iniciativas de formación profesional en diversas partes del mundo salesiano puede enriquecer y completar la visión que presentamos.
Todos juntos, compartiendo el mismo cuadro de referencia: criterios, objetivos, prioridades, lograremos renovar y dar plena significatividad a este campo característico de nuestra misión: la educación de los jóvenes que se preparan para el trabajo
Pascual Chavez V.
Casa
Generalicia. Roma, 6 junio 2009
1 Cf. Progetto di animazione e governo del Rettor Maggiore e del suo Consiglio. ACG 380 pag. 39