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valores del espíritu, deseosos de ayuda y apoyo en !a maduración de su personalidad. Por otro
lado, es evidente que la juventud está sometida a impulsos y condicionamientos negativos, fruto
de visiones ideológicas diversas. El educador atento debe saber captar la condición juvenil
concreta e intervenir con competencia segura y sabiduría clarividente.
7. En ello debe sentirse apremiado, iluminado y sostenido por la incomparable tradición
educadora de la Iglesia.
La Iglesia, "experta en humanidad", consciente de que es el pueblo cuyo padre y educador es
Dios, según explícita enseñanza de la Sagrada Escritura (cf. Dt 1, 31; 8, 5; 32, 10-12; Os 11, 1-4;
ls 1, 3; Jer 3, 14-15; Prov 3, 11-12; Heb 12, 5-11; Ap 3, 19),la Iglesia —repito— "experta en
humanidad" puede afirmar con todo derecho que es también "experta en educación". Lo atestigua
la larga y gloriosa historia bimilenaria escrita por padres y familias, sacerdotes y seglares,
hombres y mujeres, instituciones religiosas y movimientos eclesiales, que en el servicio de la
educación han vivido su carisma de prolongar la educación divina, cuya cumbre es Cristo.
Gracias a la labor de tantos educadores y Pastores, y de numerosas órdenes e institutos
religiosos promotores de instituciones de inestimable valor humano y cultural, la historia de la
Iglesia se identifica, en parte no pequeña, con la historia de la educación de los pueblos.
Verdaderamente, para la Iglesia —como dijo el Concilio Vaticano II— interesarse por la educación
es cumplir el "mandato recibido de su divino Fundador, a saber, anunciar a todos los hombres el
misterio de la salvación e instaurar todas las cosas en Cristo" [12].
8. Hablando de la labor de los religiosos y haciendo ver su espíritu emprendedor, el Papa Pablo
VI, de venerable memoria, afirmaba que su apostolado "está frecuentemente marcado por una
originalidad y una imaginación que suscitan admiración" [13]. En cuanto a San Juan Bosco,
fundador de una gran familia espiritual, puede decirse que el rasgo peculiar de su creatividad se
vincula a la praxis educadora que llamó "sistema preventivo". Este representa, en cierto modo, la
síntesis de la sabiduría pedagógica y constituye el mensaje profético que legó a los suyos y a
toda la Iglesia, y que ha merecido la atención y el reconocimiento de numerosos educadores y
estudiosos de pedagogía.
La palabra "preventivo" que emplea, hay que tomarla, más que en su acepción lingüística estricta,
en la riqueza de las características peculiares del arte de educar del Santo. Ante todo, es preciso
recordar la voluntad de prevenir la aparición de experiencias negativas, que podrían comprometer
las energías del joven u obligarle a largos y penosos esfuerzos de recuperación. No obstante, en
dicha palabra se significan también, vividas con intensidad peculiar, intuiciones profundas,
opciones precisas y criterios metodológicos concretos; por ejemplo: el arte de educar en positivo,
proponiendo el bien en vivencias adecuadas y envolventes, capaces de atraer por su nobleza y
hermosura, el arte de hacer que los jóvenes crezcan desde dentro, apoyándose en su libertad
interior, venciendo condicionamientos y formalismos exteriores; el arte de ganar el corazón de los
jóvenes, de modo que caminen con alegría y satisfacción hacia el bien, corrigiendo desviaciones