tiempos de Don Bosco, tenemos que ser reconocidos principalmente por estas
opciones, decisiones y acciones.
Y esto no lo hacemos nosotros solos. Formamos parte de la gran Familia Salesiana
que también ha de crecer en Identidad y Pertenencia, y contamos además con la
gran fuerza de un laicado bien formado y comprometido en la Misión
Compartida. Traduzco en expresión propia lo que expresó, en su contenido, el
CG24 hace ya dieciocho años: Llegado este momento, la misión compartida con
los laicos ya no es opcional, es exigencia carismática.
3. PERTENENCIENDO MÁS A DIOS
Debo confesaros, Hermanos, que expresiones como Primado de Dios, Místicos en el
Espíritu, Trama de Dios, Cercanía de Dios, Unión con Dios, Buscadores de Dios…. son
expresiones que me llegan hondamente el corazón diciéndome que aquí hay algo
importante, que ésta es la clave, y que todo lo demás, en lo que tantas energías ponemos,
‘se da por añadidura’ o ‘cae como fruto maduro’; es decir, es consecuencia, está
garantizado.
Al mismo tiempo, no os oculto sinceramente un temor que he experimentado ya en
mis años de servicio como Inspector: Es posible que al hablar de esto pueda haber
Hermanos que sencillamente desconecten, que lo califiquen ya ‘a priori’, como teología
trasnochada, como paradigma que ‘ya no sirve’, que ‘ya está desfasada’…. Y, sin embargo,
estas mismas reflexiones las encontramos en los más diversos lugares, escritos teológicos
y revistas de actualidad en los que se toma el pulso a la vida religiosa.
En nuestro Capítulo General 27, recogiendo la experiencia de toda la Congregación,
el diagnóstico era coincidente entre nosotros y con otras miradas.
Creo verdaderamente, Hermanos, que la vida espiritual debe estar en el primer
puesto21, una vida espiritual que es, ante todo, búsqueda de Dios en lo cotidiano, en
medio de todo lo que hacemos y de lo que nos ocupa. Y digo esto, porque la salvación para
nosotros, como lo fue para Don Bosco en la búsqueda de lo mejor para sus jóvenes, y para
toda vida religiosa de hoy, el elemento básico de la misma ha sido, sigue siendo y será, la
persona del Señor Jesús y su mensaje. En definitiva, la centralidad de Jesucristo en
nuestra vida. Posiblemente no se haya puesto nunca en duda, pero no es lo mismo que
hacerlo vida y criterio de la propia vida.
Nuestra vida religiosa, por no ser solo salesiana, sino también vida religiosa como
consagrados Salesianos, no encuentra su razón de ser en lo que hacemos, ni en las
maneras de organizarnos, ni en la eficacia de nuestros programas y planificaciones. O
nuestra vida religiosa como consagrados nos devuelve al signo (una comunidad de
hombres creyentes al servicio del Reino), o corremos el peligro de que nos preocupe más
nuestra fuerza (si es que la tuviéramos), que el mensaje de Dios.
El peligro en toda vida religiosa está en perder la frescura carismática. Es posible que nos
envuelvan los trabajos, las actividades, las tareas (pastorales o no)…, y podemos perder el
valor simbólico de nuestra vida. Por ejemplo, cuando escucho, como recientemente me ha
acontecido, que en un determinado país, con gran presencia de obras salesianas, tenemos
un gran reconocimiento por nuestras obras sociales, y, en cambio, se valora poco nuestra
condición de salesianos como hombres creyentes de vida consagrada. Debo confesaros
21 CG27, Introduzione, p.21 citando a Giovanni Paolo II: “La vida espiritual debe estar en el primer puesto (…). De esta opción
prioritaria, desarrollada en el empeño personal y comunitario, dependen la fecundidad apostólica, la generosidad en el amor por
lo pobres e incluso la atracción vocación sobre las nuevas generaciones” (GIOVANNI PAOLO II, Vita Consecrata, 93)