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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
«Haced todo por amor,
nada a la fuerza»
(San Francisco de Sales)
En el cuarto centenario de la muerte
de san Francisco de Sales:
dos gigantes que se suceden
en el carisma salesiano
1. NADA A LA FUERZA. LA LIBERTAD, DON DE DIOS.– Y por eso nuestro sistema educativo «no apela a
imposiciones».– 2. LA PRESENCIA DE DIOS EN EL CORAZÓN HUMANO.– Reconocemos «el anhelo de
Dios, que todo hombre lleva en lo más profundo de su ser».– 3. LA VIDA EN DIOS.– Que en nosotros «asocia
en una misma experiencia de vida a educadores y jóvenes.– 4. LA DULZURA Y AMABILIDAD DE TRATO.
Que nos lleva a vivir «dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo».– 5. AMOR INCONDICIONAL
Y SIN RESTRICCIONES.– «Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se encuentra el
desarrollo de su libertad»– 6. LA GUÍA ESPIRITUAL.– «Los acompañamos para que adquieran convicciones
sólidas».– 7. TODO POR AMOR.Para que «progresivamente se vayan haciendo responsables del delicado
proceso de crecimiento de su humanidad en la fe». –Francisco de Sales, un humanista cristiano que comunica a
Dios. –Conclusión– PARA VOLVER A LEER Y REFLEXIONAR. PARA DEJAR REPOSAR EN EL CORAZÓN.
Debo comenzar declarando que no es mi intención escribir un opús-
culo sobre la vida de san Francisco de Sales. Existen magníficas biogra-
fías escritas por verdaderos expertos. Sería absolutamente presuntuoso
por mi parte y supera, sin duda, tanto mi pretensión como mi interés.
Pero, en cambio, sí pretendo con estas páginas, ante la espléndida
figura de san Francisco de Sales, iluminar en este cuarto centenario de
su muerte a nuestra Familia Salesiana, la Familia de Don Bosco, que
hunde sus raíces y bebe cotidianamente de esta espiritualidad salesiana.
Desde el inicio hablo de dos gigantes que se suceden en el carisma
salesiano, porque ambos son un gran don en la Iglesia, y porque Don
Bosco supo traducir, como ningún otro, la fuerza espiritual de Francisco

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
de Sales en la cotidianidad de la educación y evangelización de sus mu-
chachos pobres y, por ende, toda su Familia Salesiana sigue teniendo
este deber en la Iglesia y en el mundo de hoy.
Por esto quiero declarar, desde el inicio, que «simbólicamente» am-
bos, Francisco de Sales y Juan Bosco (Don Bosco), tienen mucho en
común, ya desde la cuna.
Francisco de Sales, nace bajo el cielo de Saboya que corona valles
atravesados por torrentes que nacen en las cumbres más altas de los
Alpes.
¿Cómo no pensar que Juan Bosco también era un «saboyano»? No
nació en un castillo, pero tenía el mismo don que Francisco: una madre
dulcemente llena de fe. Françoise de Boisy era jovencísima cuando
esperaba su primer hijo y, en Annecy, frente a la Sábana Santa, que le
hablaba de la pasión del Hijo bendito de Dios, emocionada, hizo una
promesa: ese niño debía pertenecer a Jesús para siempre.
Mamá Margarita le dirá a su Juan un día: «Cuando viniste al mundo,
te consagré a la Santísima Virgen».
Frente a la misma Sábana Santa, Don Bosco también se arrodillará
en Turín. Las madres cristianas generan santos. En un castillo, como
Francisco, o en una casa de campo destartalada, como Juan.
Dicen que la primera frase completa que logró formular Francisco
fue: «El buen Dios y mi madre me quieren mucho».
Y el buen Dios cuidó de Francisco y de Juan. Y a ambos les dio un
gran corazón. Francisco estudió en París y Padua, en las universidades
más prestigiosas del momento. Juan estudiaba a la luz de las velas en
el hueco debajo de la escalera del «Caffé Pianta». Pero el Espíritu no
se detiene ante las dificultades humanas. Los dos estaban destinados
a «encontrarse». Y un día Don Bosco dijo a un grupo de jóvenes que
habían crecido a su lado: «Nos llamaremos Salesianos». Y desde aquel
momento, siempre guiado por el Espíritu, se irá desarrollando el gran
árbol de la Familia de Don Bosco, la Familia Salesiana.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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San Francisco de Sales es una de las figuras de la historia que, con
el paso del tiempo, han crecido en relevancia y significatividad, debido
a la fecunda expansión de sus intuiciones, experiencias y convicciones
espirituales. Después de cuatrocientos años no deja de ser fascinante
su propuesta de vida cristiana, su método de acompañamiento espiri-
tual y su visión antropológica de la relación del ser humano con Dios.
El lema que he elegido para este Aguinaldo en familia, fiel como
siempre a la herencia y tradición que nos dejó el mismo Don Bosco,
viene de la pluma misma de Francisco de Sales, puesto hoy en el centro
de nuestras miradas en el cuarto centenario de su muerte1.
Las Constituciones de los Salesianos de Don Bosco tienen nume-
rosos elementos y características de la espiritualidad de san Francisco
de Sales. Lo mismo las de las Hijas de María Auxiliadora y las de otros
muchos grupos de la Familia de Don Bosco, ya que tienen en su identi-
dad tantísimos elementos salesianos. Por eso no resulta difícil encontrar
sintonía, conexiones y aplicaciones directas entre los textos escritos
hace cuatrocientos años por Francisco de Sales y lo que, como rasgos
de identidad, forma parte de nuestro patrimonio espiritual salesiano.
Y, en particular, como guía del presente escrito, me sirvo del artícu-
lo 38 de las Constituciones de los Salesianos de Don Bosco en el que se
describen las características del Sistema Preventivo en nuestra misión,
en el marco de nuestro servicio educativo-pastoral, y expresa una sín-
tesis de los aspectos que deseo desarrollar, casi como si se tratara de
un índice de lectura actualizada del pensamiento de san Francisco
de Sales. Dice así:
1 Lettre CCXXXIV. À la Baronne de Chantal, OEA XII, 359. La carta está fechada el 14 de
octubre de 1604: «Pero si os gustan mucho las oraciones que antes habéis indicado, no cam-
biéis, os lo ruego, y si os parece dejar alguna cosa que os propongo, no hacerse escrúpulos,
porque la regla de nuestra obediencia, que os escribo con grandes letras, es: HACER TODO
POR AMOR, NADA A LA FUERZA; CONVIENE AMAR MÁS LA OBEDIENCIA QUE TEMER
LA DESOBEDIENCIA. Os dejo el espíritu de libertad, no el que excluye la obediencia,
que esta es la libertad del mundo, sino la que excluye la violencia, el escrúpulo, el ansia.
Si amáis fuertemente la obediencia y la sumisión, querría que si viene la ocasión justa y
amorosa de dejar algún ejercicio vuestro, que sea una especie de obediencia y que esta
ausencia sea sustituida por el amor».

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«Para realizar nuestro servicio educativo y pastoral, Don Bosco nos
legó el Sistema Preventivo.
Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el
amor: no apela a imposiciones, sino a los recursos de la inteligencia,
del corazón y del anhelo de Dios, que todo hombre lleva en lo más
profundo de su ser.
Asocia en una misma experiencia de vida a educadores y jóvenes,
dentro de un clima de familia, de confianza y de diálogo.
Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes tal como se
encuentra el desarrollo de su libertad. Los acompañamos, para que
adquieran convicciones sólidas y progresivamente se vayan haciendo
responsables del delicado proceso de crecimiento de su humanidad
en la fe» (Const. 38).
Si algo distingue a nuestra Familia Salesiana en las sociedades y las
culturas de hoy, tan multiformes y diversas, es probablemente el Siste-
ma Preventivo de Don Bosco, que es capaz de aplicarse, ser conocido y
aceptado en los más variados contextos. Encuentro en el artículo citado,
y en las líneas centrales del pensamiento y de la espiritualidad de san
Francisco de Sales tantos elementos comunes, que me he permitido
entablar un diálogo entre Francisco de Sales y Don Bosco a partir de
lo que aquí descubrimos:
1. Nada a la fuerza. La libertad, don de Dios: à y por eso nuestro
sistema educativo «no apela a imposiciones».
2. La presencia de Dios en el corazón humano: à por eso re-
conocemos el «anhelo de Dios, que todo hombre lleva en lo más
profundo de su ser».
3. La vida en Dios: à que «asocia en una misma experiencia de
vida a educadores y jóvenes».
4. La dulzura y amabilidad de trato: à que nos lleva a vivir con
nuestros jóvenes “dentro de un clima de familia, de confianza
y de diálogo”.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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5. Un amor incondicional y sin restricciones: à que hace posible
en nuestra familia que «imitando la paciencia de Dios acogemos
a los jóvenes tal como se encuentra el desarrollo de su libertad».
6. Con la necesidad de una guía espiritual: à y por eso «los
acompañamos para que adquieran convicciones sólidas».
7. Hasta vivir «todo por amor»: à para que «progresivamente se
vayan haciendo responsables del delicado proceso de crecimiento
de su humanidad en la fe».
1. NADA A LA FUERZA. LA LIBERTAD, DON DE DIOS
Y por eso nuestro sistema educativo «no apela a imposiciones».
«La caridad y la dulzura de san Francisco de Sales me guíen en
todo»2. Don Bosco tuvo ocasión de conocer en el seminario de Chieri las
obras fundamentales de san Francisco de Sales. Uno de sus propósitos
en la ordenación sacerdotal nos hace ver que había encontrado en él un
modelo no solo de acción sino también de vida. La caridad y la dulzura
que desplegó san Francisco de Sales en el trato con las personas, a lo
largo de su vida, tuvo en Don Bosco un impacto y una convicción que
lo marcaron toda su vida, comenzando por recordar siempre el sueño
de los nueve años: «no con golpes»3.
«Nada a la fuerza» es una propuesta hermosa, una invitación para
que sea una preciosa regla personal de vida.
Orienta en el modo de aceptar una tarea, en la actitud con la que se
desarrolla una misión, en el modo de asumir una responsabilidad o un
servicio a los demás. Y lo que sostiene y da consistencia a esta opción,
2 Cuarto propósito hecho por el joven Don Bosco en ocasión de los ejercicios espirituales
antes de la ordenación sacerdotal. Cf. J. BOSCO, Propósitos hechos por el joven Don Bosco
en los ejercicios espirituales, en INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes salesianas. Don
Bosco y su obra. Recopilación antológica, Editorial CCS, Madrid 2015, 883.
3 J. BOSCO, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, en INSTITUTO HISTÓRICO SALE-
SIANO, Fuentes salesianas, 1062.

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a este modo de vivir como cristianos, tiene que ver con la decisión
misma de Dios, que nos ha creado y nos ha hecho libres.
Todos hemos experimentado que las cosas que vienen impuestas,
sin razones, sin un porqué, simplemente por imperativo y a la fuerza,
no se sostienen durante mucho tiempo; tan solo dura el tiempo que
dure la imposición. Dios no hace así, y san Francisco de Sales lo pudo
experimentar en su actividad pastoral. Siendo un obispo tridentino,
promotor de la reforma católica, educado en la lucha contra la tibieza
de la fe, eligió el camino del corazón y no el de la fuerza. Y no hizo
más que fijarse y vivir la actitud de Dios. Así lo dice a su hija espiritual:
«Como un buen padre que tiene de la mano a su hijo adaptará sus pasos
a los vuestros y estará contento de no caminar más deprisa que tú»4.
Para el santo humanista Francisco de Sales, la libertad es el elemento
más precioso de la persona5. La realidad de la Encarnación es el motivo
más sublime para poder afirmar esta dignidad. Se puede decir que Dios
no solo nos ha creado a su imagen y semejanza, sino que, en Cristo, Dios
mismo —con palabras de Francisco de Sales— «se ha hecho a nuestra
imagen y semejanza»6. Esta grandeza del ser humano, su valor como per-
sona, se manifiesta en la libertad que hace a la persona responsable. Para
4 Carta a Juana de Chantal (OEA XIV, 111). Para las citas de san Francisco de Sales, vemos que
muchos autores citan las mismas fuentes, en ocasiones usando nomenclatura diferente. Para
evitar confusiones, citaremos, a ser posible, la obra original con su libro y capítulo para que
pueda ser encontrado más fácilmente en cualquier versión o idioma. En la referencia más
aceptada de sus obras es la edición completa de 27 volúmenes basada en los autógrafos y
ediciones originales bajo el cuidado de las Religiosas de la Visitación del primer Monasterio
de Annecy, Oeuvres de Saint François de Sales citado con las siglas OEA («Obras Edición
Annecy», indicando el volumen y la página de esta obra). En ocasiones citaré solamente la
fuente secundaria. Existen, para ventaja de la consulta de las citas y la lectura, una magnífica
biblioteca digital con todas las obras de San Francisco, disponibles en diversos formatos
digitales: <https://www.donboscosanto.eu/francesco_di_sales/index-fr.php>.
5 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales. Un progetto di formazione integrale, LAS, Roma 2021,
76-77.
6 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales, 76. La cita completa: «Dios nos ha manifestado de
tantas maneras y por tantos medios que quiere que todos nos salvemos, que nadie lo puede
ignorar. Con este intento nos hizo a su imagen y semejanza por la creación, y Él se hizo
a nuestra imagen y semejanza por la encarnación, después de la cual padeció la muerte,
para rescatar a toda la raza de los hombres y salvarla». Tratado del Amor de Dios, VIII, 4.

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Francisco de Sales la libertad es la parte más importante de la persona
porque es la vida del corazón. Y tiene tanto valor y dignidad que Dios
mismo, que nos la ha dado, no la pretende con la fuerza, y cuando nos la
pide, quiere que se la entreguemos sinceramente y de propia voluntad.
Dios «no ha obligado nunca a ninguno a servirlo y no lo hará jamás»7.
La acción de Dios, su gracia, no actúa nunca sin nuestro consenti-
miento. Actúa con fuerza, pero no para obligar o constreñir, sino para
atraer el corazón; no para violentar, sino para enamorar a nuestra li-
bertad. La libertad donada por Dios a la persona humana es siempre
respetada. Dios, como le gustaba decir a Francisco de Sales, nos atrae
hacia Él con su bondadosa iniciativa, a veces como una vocación o una
llamada, otras veces como la voz de un amigo, como una inspiración o
una invitación y otras como una «prevención» porque se anticipa siempre.
Dios no se impone: llama a nuestra puerta y espera a que le abramos8.
De igual modo, Don Bosco, en el trato con sus muchachos más
desfavorecidos y pobres de Valdocco, aprendió a seguir la vía del co-
razón en la acogida y en el acompañamiento educativo. La puesta en
práctica del celo pastoral, del deseo de salvar almas, del compromiso
por el desarrollo pleno de sus muchachos se realiza sin coacción, sin
imposiciones, siempre con la aceptación por parte del joven de entablar
esta relación de amistad porque en su corazón siente que se quiere su
bien, que hay alguien que piensa en su bien y que quiere que sea feliz.
La libertad humana será siempre un valor que custodiar, incluso
cuando entren en juego otros valores como la fe, la justicia y la verdad.
Para nosotros, como Familia de Don Bosco, esto es fundamental. No
aceptamos que se pueda educar sin el respeto sagrado a la libertad de
cada persona. Donde no se respeta la libertad de la persona, ahí no está
Dios. Por eso según san Francisco de Sales, Dios atrae con su amor a la
persona del modo más conforme a nuestra naturaleza. Así lo expresa
en este bello texto:
7 Cf. Homilía sobre la conversión de San Agustín (OEA IX, 335). Citado en M. WIRTH, San
Francesco di Sales, 76.
8 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales, 140.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
«El lazo propio de la voluntad humana es el goce y el placer. Mués-
trale a un niño nueces, dice san Agustín, y se sentirá atraído como un
imán; es atraído por el lazo, no del cuerpo sino del corazón. Ved, pues,
cómo nos atrae el Padre Eterno: enseñándonos nos deleita, pero sin
imponernos ninguna necesidad. Tan amable es la mano de Dios en el
manejo de nuestro corazón y tanta es su destreza en comunicarnos su
fuerza, sin privarnos de la libertad, y en darnos su poderoso impulso,
sin impedir el de nuestro querer, que, en lo que atañe al bien, así
como su potencia, nos da suavemente el poder, de la misma manera
su suavidad nos conserva poderosamente la libertad del querer. Si tú
conocieras el don de Dios, dijo el Salvador a la Samaritana, y quién es el
que te dice: Dame de beber; puede ser que tú le hubieras pedido a Él, y Él
te hubiera dado agua viva. Las inspiraciones, Teótimo, nos previenen
y, antes de que pensemos en ellas, se dejan sentir; pero, una vez las
hemos sentido, de nosotros depende el consentir, para secundarlas y
seguir sus movimientos, o el disentir y el rechazarlas. Se dejan sentir
sin nosotros, pero no hacen que consintamos sin nosotros»9.
Dios atrae, llega a decir Francisco de Sales, como lo hacen los
perfumes de los que habla el Cantar de los Cantares. El intento de
compaginar libertad del hombre y atracción de Dios se lleva a
cabo con la dulzura. La fuerza de la atracción de Dios, potente, pero
no violenta, está en la dulzura de su atracción, y además el amor de
Dios no es para nada rival del amor humano hacia las criaturas en la
experiencia espiritual que vive y comparte Francisco de Sales. Ningún
amor aleja nunca nuestro corazón de Dios sino aquello que le es con-
trario. La mística salesiana, este amor a Dios del que hablamos, lejos
de excluir el amor a los demás, lo requiere10.
Es así como entendemos que Dios respeta la libertad humana al
mismo tiempo que quiere nuestro bien y nos da tantas muestras de su
amor. Quizás la primera de ellas será, sin duda, el respeto de forma
9 Tratado del Amor de Dios, II, 12: «Que los llamamientos divinos nos dejan en completa
libertad para seguirlos o para no aceptarlos».
10 Cf. F. VINCENT, Saint François de Sales, directeur d’âmes. L’éducation de la volonté, 264
(nota1). Citado en M. WIRTH, San Francesco di Sales, 140.

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incondicional a nuestra libertad. El amor desaparece si se pretende im-
poner o exigir, y en esto reside la fuerza con la que Francisco de Sales
presenta la imagen positiva de Dios amante, que ofrece su amistad, y
dona sus bienes, y deja espacio abierto en libertad a la reciprocidad,
mediante la comunicación con Él.
Esto también nos ilumina acerca del cuidado y respeto de la libertad
religiosa de toda persona. Tener como Francisco de Sales una presencia
amable entre los no católicos, presencia que entendemos que es una
forma de evangelización a través del testimonio, tener una presencia que
a veces deberá ser callada, silenciosa, respetuosa, será perfectamente
válida ya que parte no solo del principio de la no violencia sino, lo que
es más importante, del respeto profundo a la libertad de las personas.
Nos sentimos muy identificados con este modo de presencia que
ya practicó san Francisco de Sales en zonas de conflicto a causa de
las guerras de religión de su época, dando un testimonio profético de
paciencia y perseverancia con un estilo centrado en la cruz de Cristo y
en la materna intercesión de María.
Nuestra presencia como Familia Salesiana en tantos lugares del
mundo requiere, por opción, este tipo de presencia.
Y ciertamente, ahondar en el legado de Francisco de Sales, e inten-
tar aplicar su espiritualidad en situaciones concretas de nuestro tiempo,
será el mejor modo de crecer en «salesianidad».
2. LA PRESENCIA DE DIOS EN EL CORAZÓN HUMANO
Reconocemos «el anhelo de Dios, que todo hombre
lleva en lo más profundo de su ser».
Decir «nada a la fuerza», no es únicamente una estrategia o un mé-
todo sino, sobre todo, esa profunda convicción de confianza y fe en el
ser humano —el humanismo cristiano— que vivió san Francisco de Sa-
les, en cierto modo contracorriente, y que Don Bosco supo desarrollar
magníficamente con su optimismo y confianza plena en los jóvenes, en

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sus muchachos: el ser humano, el joven, cada persona, todos nosotros,
llevamos inscrita en nuestro ser la necesidad de Dios, el deseo de Dios,
«la nostalgia de Dios»11. El deseo natural de ver a Dios se transforma en
nuestros santos en la convicción de que Dios está presente y se hace
presente a cada persona en esos momentos de su vida, que solo Dios
mismo elige, y del modo que solo Dios conoce12.
Estos principios teológicos, tan contemporáneos a nosotros, se ex-
presan en concreto en una actitud espiritual de colaboración con la
acción de Dios, profundamente salesiana: la de servir en espíritu de
libertad al hombre, que ya en san Francisco de Sales toma forma en el
optimismo, en la positividad, en la confianza en la naturaleza humana y,
como consecuencia, en el valor de la amistad y en la posible búsqueda
de la felicidad.
Desde la imagen positiva de Dios que nos ofrece su amistad, es fácil
comprender este elemento que ilumina la espiritualidad salesiana vivida
y propuesta por Don Bosco: «procura hacerte amar más que hacerte
temer»13. Nuestro padre Don Bosco, siguiendo a Francisco de Sales,
quiere que Dios sea amado más que temido y, si el «temor de Dios» ha
de ser una vía de santidad, no lo será como temor y miedo a un terrible
castigo, sino como un temor estrechamente unido a la confianza en la
bondad de Dios.
11 Cf. FRANCISCO DE SALES, Tratado del Amor de Dios, I, 18: «Mas, si no podemos naturalmente
amar a Dios sobre todas las cosas, ¿por qué tenemos esta natural inclinación a ello? ¿No es
una cosa vana el que la naturaleza nos incline a un amor que no nos puede dar? ¿Por qué
nos da la sed de un agua tan preciosa, si no puede darnos a beber de ella? ¡Ah, Teótimo,
qué bueno ha sido Dios para con nosotros!».
12 Cf. Gaudium et spes, 22: «En realidad, el misterio del hombre solo se esclarece en el misterio
del Verbo encarnado […] Esto vale no solamente para los cristianos, sino también para
todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible.
Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es
decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la
posibilidad de que, en la forma de solo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual».
13 Los comentaristas de san Francisco de Sales sugieren que se atribuye al santo una frase que
expresa la profundidad de este principio: «Los que aman hacerse temer, temen hacer amar».

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Lejos de sembrar pesimismo, negatividad o temor, la presencia de
Dios, el anhelo del encuentro con Dios, el deseo de su amistad y de verla
correspondida, son la base de la espiritualidad salesiana. Frente a los que
consideraban a Dios como un guardián que reprime las infracciones a
la ley, o un Dios lejano e indiferente, Francisco de Sales lo experimenta
como un Dios preocupado por sus criaturas y por su felicidad, respetuoso
siempre de su libertad y empeñado en guiarlo con firmeza y dulzura14.
Francisco de Sales comparte la idea aristotélica de que en toda
persona existe una aspiración a la felicidad, un movimiento que tiende
a este fin, un deseo natural que es común a toda la humanidad. Pero,
a su vez, desde su propia experiencia personal se da cuenta de que
un primer acercamiento a la felicidad se produce en la aceptación de
sí mismo, de lo que uno es, porque se confunde la felicidad con los
medios para alcanzarla. Algunos la buscan en las riquezas, otros en el
placer, otros en la gloria humana.
En realidad, para Francisco de Sales solo el bien supremo puede
colmar plenamente el corazón humano. Y este sumo bien es Dios, al
cual el corazón humano tiende por su naturaleza. Había aprendido de
sus maestros de filosofía que la «felicidad práctica» consistía en la pose-
sión de sabiduría, honestidad, bondad y placer, pero que la «felicidad
esencial» de la persona humana no puede encontrarse más que en Dios
y solo en Él. Como discípulo de Tomás de Aquino, tenía confianza en
la capacidad de la inteligencia y de la voluntad humana para intuir o
descubrir a Dios como su fin último, y le viene a la mente la confesión
de san Agustín, que admirablemente sintetiza estas ideas y con la que
Francisco de Sales confeccionaba algunas de sus homilías: «Nos hiciste,
Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en
ti» (Confesiones, I, 1.1)15.
14 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales, 145.
15 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales, 130, nota 1: «En el manuscrito del curso de filosofía
del mes de marzo de 1586 había copiado en grandes caracteres esta frase latina de san
Agustín: «Fecisti nos, inquit, Domine, ad te, et inquietum est cor nostrum donec revertatur
ad Te» (OEA XXII, 7). También se encuentra en una homilía de 1594 (OEA VII, 189).

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
Pero la tendencia a Dios, que sentimos de modo natural, no la po-
demos alcanzar por nosotros solos, porque es don de Dios, quien toma
siempre la iniciativa. San Francisco de Sales nos ofrece en su espiritua-
lidad la convicción de que, si bien tendemos a la felicidad, identificada
con el encuentro con Dios, y no podemos alcanzarla solos, Dios se ha
comprometido a dárnosla, porque así lo ha querido. Y esta promesa de
plenitud, junto al deseo de Dios que hay en nosotros, están llamados
a dar muchos frutos.
Podemos entender que la visión antropológica y teológica que tie-
ne Francisco de Sales consiente mantener perfectamente en su justo
equilibrio —y esto es muy importante para nosotros también hoy— el
diálogo entre fe y razón. En su tiempo Francisco de Sales, dialogan-
do con sus adversarios —a los que llamaba hermanos— sostenía que
acoger a Dios como bien supremo encontraba apoyo en la razón, en la
misma naturaleza humana. Frente a quien solamente se fundamentaba
en la Biblia, Francisco de Sales hacía ver que la razón y la fe brotan
de una misma fuente, y siendo obra del mismo Autor, no pueden ser
contrarias entre sí. La teología no destruye el uso de la razón, sino que
la presupone, y no la anula, sino que la completa.
Este es el contexto en el que Francisco de Sales elaboró su reflexión
y desarrolló su espiritualidad. Hoy nos corresponde dar continuidad
a esa corriente espiritual que aportó tanta luz a la vida de tantas per-
sonas, en su búsqueda de la felicidad y, en definitiva, en la búsqueda
de Dios mismo.
Francisco de Sales en su tiempo, y Don Bosco en el suyo, vivieron
con esta fuerte convicción que nos han legado. Francisco escribe: «no
hay terreno tan ingrato que la dedicación del agricultor no consiga
hacerlo productivo»16. Y así nos propone otro elemento fundamental
de la espiritualidad y de la pedagogía salesianas: la paciencia, que no
es más que imitación de la que Dios tiene con nosotros. Esto mismo
ha sido una constante, también, en Don Bosco.
16 Cf. OEA XV, 28, citado en M. WIRTH, San Francesco di Sales, 29.

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Hoy nos corresponde, como familia que participa de esta espiritua-
lidad, seguir confiando y potenciando los recursos de la inteligencia,
del corazón y de nuestro anhelo de Dios, frente a cualquier tipo de
dificultad. Ciertamente, esta labor exige un perfil propio y definido de
educador o educadora salesiano que viva fuertemente la convicción
de que el bien siempre anida en el corazón de cada persona, de cada
joven, por escondido que esté, tal como creía también Don Bosco, y
que cada corazón humano está capacitado para el encuentro con Dios.
A nosotros nos toca ayudar a recorrer este camino.
3. LA VIDA EN DIOS
Que en nosotros «asocia en una misma experiencia de vida
a educadores y jóvenes».
Francisco de Sales ha sabido presentar la vida espiritual como una
realidad al alcance de todos. El término por excelencia que utiliza para
referirse a esta vida cristiana en Dios es «devoción», como expresión
de amor a Dios con las características de no ser exclusivo y cerrado.
Francisco de Sales no encuentra oposición en querer ser completa-
mente de Dios, viviendo en plenitud la presencia en el mundo. Esta es
probablemente su propuesta más original y «revolucionaria».
Si la devoción es amor, amor a Dios en primer lugar, también es
amor al prójimo, y esta devoción puede ser practicada por todos y en
cualquier realidad humana. Para llevar una vida cristiana auténtica, no
es necesario retirarse del mundo, irse al desierto o entrar obligatoria-
mente en un convento.
En su Introducción a la vida devota, dirigiéndose con el poético
nombre de Filotea a toda persona que quiere amar a Dios, traza un
itinerario de vida cristiana en medio del mundo, mostrando que es nece-
sario servirse de las propias alas para elevarse a la altura de la oración,
y, al mismo tiempo, hay que servirse de los propios pies para caminar
junto con las demás personas en santa y amigable conversación.

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«La devoción viva y verdadera, Filotea, presupone el amor de Dios; me-
jor dicho, no es otra cosa que el verdadero amor de Dios, y no un amor
cualquiera; pues cuando el amor divino embellece nuestras almas se
llama gracia, ya que nos hace gratos a su divina Majestad; cuando nos
comunica la fuerza necesaria para bien obrar, se llama caridad; pero,
cuando llega a un tal grado de perfección, que no solamente nos hace
obrar bien, sino también actuar cuidadosa, frecuente y prontamente,
entonces se llama devoción. […] En pocas palabras, la devoción no es
otra cosa que una agilidad o viveza espiritual por cuyo medio la caridad
actúa en nosotros y nosotros actuamos en ella con prontitud y alegría;
así como la caridad nos hace cumplir todos los mandamientos divinos,
la devoción nos los hace practicar pronta y diligentemente. Por esto,
quien no observe los mandamientos de Dios no puede ser tenido por
bueno ni por devoto, pues, para ser bueno, es necesaria la caridad y,
para ser devoto, además de tener caridad, es necesario practicarla con
diligencia y prontitud»17.
No me resisto a traer aquí algunos de los renglones más luminosos y
fecundos de nuestro autor que hacen referencia a la convicción de que
cada persona que viene a este mundo llega con un proyecto personal
de Dios para ella; un proyecto de felicidad y de realización plena de la
voluntad de Dios para cada una de sus creaturas. En la Introducción a
la vida devota, hablando de la necesidad de que cada uno encuentre
en su estado de vida el modo mejor de alabar a Dios, san Francisco de
Sales, en diálogo con Filotea, dice:
«La devoción debe ser practicada de forma diferente por el caballero, por
el artesano, por el criado, por el príncipe, por la viuda, por la doncella,
por la casada; y no solo esto, hay que acomodar su práctica con las
fuerzas, las ocupaciones y los deberes de cada estado. Te ruego, Filotea,
que me respondas: ¿sería justo que el obispo observase una vida de se-
mejante a los cartujos? Y si los casados no quisieran poseer nada, como
los capuchinos, si el artesano pretendiese estar todo el día en el templo,
como los religiosos, y estos entregados a toda suerte de relaciones para
17 FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota I, 1.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
17
servir al prójimo, como el obispo, ¿no sería todo ello ridículo, desorde-
nado e intolerable? Sin embargo, este desorden es muy frecuente y el
mundo, que no distingue o no quiere hacer distinción entre la devoción
e indiscreción de quienes se dicen devotos, murmura y censura la de-
voción que, ciertamente, no es causa de semejantes desórdenes […]»18.
Este camino conduce a una teología cristiana de la vocación en la
que corresponde a cada persona realizar el proceso de búsqueda de su
propia vocación, en línea con el Concilio Vaticano II: «Todos los fieles,
cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y
tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada
uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es
perfecto el mismo Padre» (Lumen Gentium, 11).
Tanto Francisco de Sales como Don Bosco hacen de la vida de
cada día una expresión del amor de Dios, que es recibido y también
correspondido. Nuestros santos han querido acercar la relación con
Dios a la vida y la vida a la relación con Dios. Se trata de la propuesta
de «la santidad de la puerta de al lado» o «la clase media de la santidad»
de la que con tanto afecto nos habla el papa Francisco. «Me gusta ver
la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con
tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para
llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que
siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo
la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de
la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un
reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase
media de la santidad”»19.
Como Don Bosco, también nosotros hoy debemos estar abiertos
a realizar esta tarea tan importante de acompañar a los jóvenes en su
búsqueda vocacional y de santidad, así como de vivirla nosotros mis-
mos. Es quizás lo que con más urgencia y necesidad nos pueden estar
18 Ibidem, I, 3.
19 JOSEPH MALEGUE, Pierres noires. Les classes moyennes du Salut, París 1958, Citado en FRAN-
CISCO, Gaudete et exsultate, 7.

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18
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
pidiendo. Tenemos aún reciente el eco de la llamada de los jóvenes a
la Iglesia en el Sínodo sobre los jóvenes pidiendo, entre otras cosas,
ser acompañados en el discernimiento de su vocación. La exhortación
apostólica del papa Francisco Christus vivit, queriendo responder a
los jóvenes, es también un desafío como Familia Salesiana que somos:
«Hay sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, profesionales, e incluso
jóvenes capacitados, que pueden acompañar a los jóvenes en su dis-
cernimiento vocacional. Cuando nos toca ayudar a otro a discernir el
camino de su vida, lo primero es escuchar»20.
Y así tocamos, casi con la mano, otro elemento fundamental de
nuestra espiritualidad: la presencia y la escucha, precisamente para
ayudar a todo el que llegue a nosotros, y al que nosotros nos acerque-
mos, para entablar una relación de amistad, de encuentro de cercanía,
algo que, de nuevo, adquiere el sabor salesiano de poner al joven, a
la persona, al centro. El «Da mihi animas» de Don Bosco, y antes de
Francisco de Sales, siguen teniendo plena vigencia hoy.
San Francisco de Sales orientó su propia vida pastoral como la rea-
lización de una misión que se le había encomendado. La participación
del amor de Dios es lo que lo lleva a participar también en la misión
salvadora de Cristo Buen Pastor. A partir de su experiencia del amor
de Dios en sí mismo, siente que ese amor ardiente, o ardor amante, se
traduce en alegría por la conversión del pecador y en pena ante la dure-
za de corazón de quienes rechazan esta invitación. Esta es la particular
lectura del da mihi animas de san Francisco de Sales21.
20 Christus vivit, 291.
21 Mons. Jean-Pierre Camus, obispo de Belley y amigo personal de Francisco de Sales, en su
libro sobre el espíritu del bienaventurado Francisco de Sales, al tratar de su celo por las
almas, alaba el desapego del santo por los bienes materiales, su preocupación puramente
pastoral y pone en sus labios la oración dirigida al Señor: «da mihi animas, cetera tolle». Para
el fecundo escritor, estas palabras expresarían el ardiente celo pastoral que guiaba siempre
todas sus empresas. Cf. J. P. CAMUS, El espíritu de San Francisco de Sales II, Balmes, Barcelo-
na 1947, 339. Citado en E. ALBURQUERQUE, Don Bosco y sus amistades espirituales, Editorial
CCS, Madrid 2021, «San Francisco de Sales. Afinidad y convergencia espiritual», 11-27.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
19
Haríamos una buena actualización de este celo y caridad pastoral
de san Francisco si, como él, mantuviésemos firmemente arraigada en
Cristo nuestra vida. Solo así la acción apostólica es fecunda, porque se
realiza desde la necesidad que se experimenta de comunicar el amor
con el que uno se siente amado. De nuevo, un buen homenaje a san
Francisco de Sales en el cuarto centenario de su muerte sería la
renovación y, en algún caso la recuperación, del dinamismo apos-
tólico del da mihi animas cetera tolle, entregándonos a Dios y a los
jóvenes con su misma caridad pastoral y la de Don Bosco.
La espiritualidad salesiana de Don Bosco, frente a otras corrientes
espirituales que algunos especialistas denominan «abstractas», se sitúa en
una línea bien diversa, porque se inspira en un maestro como Francisco
de Sales proponiendo una espiritualidad para la vida ordinaria22. En una
expresión feliz atribuida al santo se dirá que «hay que florecer donde Dios
nos ha plantado». Es esta una característica fundamental de la espirituali-
dad salesiana: que es realista. Aprender a amar la condición que tenemos,
asumir la vida como se presenta, y amarla como manifestación de la
aceptación del querer de Dios, puede parecer algo pasivo, pero no resulta
tal cuando se trata de practicar la virtud, hacer el bien, cumplir el propio
deber, las cosas de cada día, en el lugar donde la providencia de Dios
nos ha plantado, y tal vez donde no siempre habríamos querido estar, o
quizá sí. Es disponer el corazón para la aceptación de la voluntad de Dios.
Nos viene enseguida a la mente que esta era la espiritualidad pro-
puesta por el mismo Don Bosco a sus muchachos y a los Salesianos.
Como muestra, un botón: las mortificaciones de Domingo Savio.
«[…] ¡Pobre de mí! Yo estoy verdaderamente hecho un lío. El Salvador
dice que, si no hago penitencia, no iré al paraíso; y a mí se me prohíbe
hacerla: ¿cuál será entonces mi paraíso?”
22 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales, 156. San Francisco de Sales se inspira en maestros
espirituales que fueron al mismo tiempo predicadores, pastores y directores espirituales,
como san Felipe Neri, fundador del Oratorio en Roma. Sus fuentes principales de espi-
ritualidad son obras de espiritualidad que acercan la perfección cristiana a la condición
común del cristiano del mundo.

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20
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
—La penitencia, que el Señor quiere de ti, le dije, es la obediencia. Obe-
dece, y esto te basta. —¿No podría permitirme alguna otra penitencia?
—Sí: se te permiten las penitencias de soportar pacientemente las
injurias que se te hiciesen; tolerar con resignación el calor, el frío, el
viento, la lluvia, el cansancio y todas las incomodidades de salud que
Dios quiera enviarte.
—Pero esto se sufre por necesidad.
—Lo que debas sufrir por necesidad ofréceselo a Dios, y se convierte
en virtud y mérito para tu alma.
Contento y resignado con estos consejos, se fue tranquilo»23.
Nuestra Familia Salesiana tiene asumido su modo de vivir la relación
con Dios mediante el cumplimiento del deber, con la conciencia de que
es la forma que tenemos de corresponder, participar y cooperar con
Dios en su acción creadora y con Cristo en la construcción del Reino.
Don Bosco promovió y vivió con sus jóvenes y sus Salesianos las
características de este modo sencillo, cercano, cotidiano de estar en
relación con Dios. Se corresponde con el modo de Francisco de Sales
de proponer la práctica de la virtud cotidianamente, pero aquellas que
le corresponden a su condición y a su estado, no otras. «Dios, en el acto
de la creación, mandó que cada planta diese fruto según su especie;
de igual modo ordena a los cristianos, plantas vivas de su Iglesia, que
produzcan frutos de devoción según propia calidad y carácter»24.
4. LA DULZURA Y AMABILIDAD DE TRATO
Que nos lleva a vivir «dentro de un clima de familia,
de confianza y de diálogo».
Si por algo es bien conocido nuestro Francisco de Sales es por su
amabilidad y su dulzura. Así escribe en una de sus cartas:
23 Cf. J. BOSCO, Vida del jovencito Savio Domenico, alumno del Oratorio de San Francisco
de Sales, en INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes salesianas, 959.
24 FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota I, 3.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
21
«Me gustan especialmente estas tres pequeñas virtudes: la amabilidad
en el corazón, la pobreza de espíritu y la sencillez en la vida. Y tam-
bién los ejercicios más exigentes: visitar al enfermo, servir al pobre,
confortar al afligido, y otros, pero todo no por obligación, sino con
verdadera libertad»25.
Quienes han estudiado su vida y su personalidad coinciden en
destacar que su carácter afable no era espontáneo26, como tampoco lo
fue en Don Bosco. San Francisco de Sales se propuso como modelo la
imitación de Jesucristo manso y humilde de corazón27, y podría decirse
que la dulzura fue su virtud característica. «Una dulzura, sin embargo,
muy distinta de aquella amabilidad artificiosa que consiste en andar
buscando maneras y en el desahogo de una afabilidad ceremoniosa,
y que es muy ajena tanto a la apatía, que no se conmueve por nada,
como de la timidez, que no se atreve a indignarse ni siquiera cuando
es necesario. Tal virtud, germinada en el corazón de san Francisco de
Sales como el fruto suavísimo de la caridad y nutrida del espíritu de com-
pasión y de condescendencia, templaba de dulzura la gravedad de su
aspecto y hacía agradable su voz y su gesto, granjeándose de esta forma
el respeto y el afecto de todos»28.
25 Carta 308. À la Baronne de Chantal, del 8 de septiembre de 1605. Consultado en la edición
digital, p. 83/321. OEA XIII, 92. Citado en: EUNAN MCDONNELL, God Desires You, DeSales
Resource Center, Stella Niagara, New York, 2008, 56.
26 Así, por ejemplo: «Son muchos los biógrafos que aseguran que era de temperamento colé-
rico, fuerte, impaciente, muy de su raza, un verdadero saboyano. Debido a ello, frecuente-
mente la cólera hervía en su cabeza, se sentía desazonado ante el lenguaje insolente o las
acciones desconsideradas, le irritaba interiormente el desorden, su semblante cambiaba
de color y se volvía rubicundo ante una contradicción. Sin embargo, la lucha constante
contra esas tentaciones, la vigilancia, el esfuerzo ascético, el dominio personal y la ayuda
de la gracia, le llevan a esa dulzura exquisita que hacen de él una imagen viva de Cristo.
No se debería, pues, hablar de una dulzura natural de Francisco de Sales, sino que habría
que ver en ella el fruto logrado de un combate victorioso». Cf. E. ALBURQUERQUE, Espíritu
y espiritualidad salesiana, Editorial CCS, Madrid 2017, 105-112.
27 Cf. EUNAN MCDONNELL, God Desires You, 56-57.
28 Cf. PÍO XI, Carta encíclica Rerum ómnium perturbationem, del 26 de enero de 1923. En el
tercer centenario de la muerte de San Francisco de Sales, el papa Benedicto XV tenía intención
de escribir una encíclica. Lo hizo en 1923 su sucesor Pío XI, quien resalta la santidad amable
y accesible a todos. Brillaba su dulzura de ánimo, que podría decirse su virtud característica.

2.10 Page 20

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22
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
Fue esta dulzura la que atrajo, también, a Don Bosco, desde el inicio
de su labor pastoral, y la que caracterizó también su estilo educativo en
la relación con sus muchachos. Reflexionar hoy sobre la amabilidad y
la dulzura, desde Roma, permite intuir algunos de los sentimientos que
tuvo el mismo Don Bosco hacia sus muchachos y que transmitió, no sin
dolor, en la carta del 10 de mayo de 1884 a sus Salesianos. En ella, nos
recuerda: «La caridad de los que mandan y la caridad de los que tienen
que obedecer hagan reinar entre nosotros el espíritu de san Francisco
de Sales»29. Don Bosco nos enseña que la acogida, la cordialidad, la
bondad, la paciencia, el cariño, la confianza, la dulzura, la amabilidad,
la mansedumbre, son expresiones del amor que suscita confianza y
familiaridad. En este ambiente es donde surge nuestra espiritualidad
salesiana, llena de comprensión y misericordia, de acogida y capacidad
de esperar con paciencia el crecimiento de los jóvenes.
Al igual que Francisco de Sales, Don Bosco quiso vivir con la manse-
dumbre y humildad de corazón de Jesucristo (cf. Mt 11,29). En el sueño
de los nueve años recibió una consigna de la «Maestra», en medio de
una multitud de cabritos, perros, gatos, osos y otros animales: «He aquí
tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte,
robusto; y cuanto veas que ocurre ahora con estos animales, lo deberás
hacer tú con mis hijos»30. Conmueve que en los primeros recuerdos
plasmados en las Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales que
Don Bosco escribe por obediencia, tenga una gran prioridad la actitud
humilde con la que hacer frente a las dificultades.
Las cualidades de la mansedumbre y la humildad de corazón fueron
para Francisco de Sales las únicas ayudas para su misión en la región
del Chablais, donde como misionero realizó un hermoso trabajo pasto-
ral, modelo hoy de estilo apostólico. De modo muy diferente a la forma
de actuar de otros misioneros, que buscaban hacerse temer, Francisco
29 J. BOSCO, Carta de Roma a la comunidad salesiana del Oratorio de Turín-Valdocco, en
INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes salesianas,408.
30 Cf. Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales de 1815 a 1855, en INSTITUTO HISTÓ-
RICO SALESIANO, Fuentes salesianas, 1062.

3 Pages 21-30

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3.1 Page 21

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
23
de Sales atraía más moscas con una cucharada de aquella miel que le
era habitual, que todos esos con un barril de vinagre31.
Este espíritu de amabilidad, dulzura y mansedumbre debió quedar
muy grabado en los primeros Salesianos, ya que pertenece a nuestra
más antigua tradición. Todo indica que no lo podemos descuidar, y
menos aún perder, a riesgo de dañar de modo significativo, nuestra
identidad carismática. La forma en que se transmite entre nosotros este
espíritu de bondad y mansedumbre la descubrimos en la vida de los
chicos que se hicieron Salesianos, precisamente, por la experiencia
en su propia persona del trato familiar, acogedor, amable, respetuoso
que ofrecía la convivencia con Don Bosco y los primeros Salesianos de
Valdocco. De hecho, se hablaba en los primeros tiempos de un «cuarto
voto salesiano» del que formarían parte la bondad (en primer lugar),
el trabajo y el Sistema Preventivo32.
Uniendo este testimonio al que nos dejan los testigos del sueño de
la Carta de Roma, en particular Valfré, quien aparece en el sueño y
estaba en el Oratorio antes de 1870, leemos:
«[…] era una escena llena de vida, todo movimiento, toda alegría. Uno
corría, otro saltaba, […] En un lugar se había reunido un grupo de jó-
venes que pendían de los labios de un sacerdote que les narraba una
historieta. En otro lugar un clérigo en medio de otros jóvenes jugaba
al burro vuela y a los oficios […] Se veía que entre los jóvenes y los
superiores reinaba la mayor cordialidad y confianza. […] la familiari-
31 Cf. J.-P. CAMUS, L’Esprit du bienheureux François de Sales, partie I, section 3. Citado en M.
WIRTH, San Francesco di Sales, 97. Mons. Jean-Pierre Camus, hablando de su personalidad,
destaca las expresiones que empleaba frente a sus oponentes y adversarios, que reflejan
bien su talante humilde y su mansedumbre. Habla de hermanos, hijos de la iglesia en
disposición, hermanos en esperanza en la misma vocación a la salvación, y a la sede de
Ginebra siempre la llamaba «mi pobre» o «mi querida», términos de compasión y de amor.
32 Cf. A. CAVIGLIA Conferenze sullo Spirito Salesiano, Centro Mariano Salesiano-Istituto Inter-
nazionale Don Bosco, Torino 1985 (edición de Aldo Girauido): Abbiamo tre quarti voti.
Secondo i vari aspetti: la bontà, il lavoro, il sistema preventivo […]”, 70. Cf. el comentario de
E. ALBURQUERQUE, Espíritu y espiritualidad salesiana, «El cuarto voto salesiano», 119-120.

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24
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
dad produce amor, el amor produce confianza. Eso abre los corazones
[…]»33.
No podemos imaginar una presencia salesiana en el mundo, una
presencia de las Hijas de María Auxiliadora, de los Salesianos de Don
Bosco, y en la actualidad de los 32 grupos que integramos la Familia
Salesiana de Don Bosco, que no tenga esta característica de la bondad
como elemento distintivo, o al menos la deberíamos tener, como nos
ha querido recordar el querido papa Francisco con su luminosa expre-
sión de la «opción Valdocco»34. Se trata de nuestra opción por el estilo
salesiano de la bondad, del cariño, de la familiaridad, de la presencia.
Tenemos un tesoro, que es un don recibido, y que nos corresponde
ahora reavivar.
En la Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana se
contempla que el cariño, la «amorevolezza» salesiana son un aspecto
característico de la identidad de la Familia Salesiana.
«El cariño de Don Bosco es, sin duda, un rasgo característico de su
metodología pedagógica considerado válido también hoy, tanto en los
lugares todavía cristianos como en otros en los que viven jóvenes que
pertenecen a otras religiones.
Pero no se reduce solo a un principio pedagógico, sino que debe
considerarse como elemento esencial de nuestra espiritualidad.
Es, en efecto, amor auténtico porque nace de Dios; es amor que se
manifiesta en los lenguajes de la sencillez, de la cordialidad y de la
fidelidad; es amor que produce deseo de correspondencia; es amor
que suscita confianza, abriendo el camino a la confianza y a la comu-
33 J. BOSCO, Carta de Roma a la comunidad salesiana del Oratorio de Turín-Valdocco, en
INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes salesianas,402-403. Cf. GIOVANNI BOSCO, Epi-
stolario. Introduzione, testi critici e note a cura di Francesco Motto, Vol. IX (1884-1886),
Istituto Storico Salesiano, Scritti editi e inediti. Vol XVI. Fonti, LAS, Roma 2021, documento
n. 4022a, 120.
34 Cf. FRANCISCO, Mensaje de su Santidad el papa Francisco a los miembros del CG28, en
ACG 433, ¿Qué Salesianos para los jóvenes de hoy? Reflexión poscapitular de la Sociedad
de San Francisco de Sales, Roma-Madrid 2020.

3.3 Page 23

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
25
nicación profunda (“la educación es cosa del corazón”); es amor que
se difunde creando un clima de familia, donde estar juntos es bonito
y enriquecedor»35.
Francisco de Sales atraía a la gente por su dulzura. San Vicente de
Paúl lo describió como la persona más parecida a nuestro Señor36. Ha-
bía aprendido de Jesús, que es manso y humilde de corazón. Este co-
razón de Jesús tiene un profundo significado para Francisco de Sales y
para Don Bosco. El amor de Dios hecho carne, encuentra en el corazón
humano de Jesús la expresión más elocuente del amor. Partiendo de
la libertad con que Dios crea la humanidad, siguiendo por la dulzura,
la bondad y el cariño como modo que tiene Dios de tratar a sus hijos e
hijas, llegamos al centro de la espiritualidad salesiana, que es también
el modelo de nuestro ser y vivir: el amor.
Para muchos de nuestros jóvenes, la experiencia más recordada
del contacto con las presencias de la Familia Salesiana en el mundo es,
con mucha frecuencia, el trato familiar, la acogida y el afecto con que
se sienten tratados, en definitiva, el espíritu de familia.
¿De dónde nace en Francisco de Sales su capacidad de amor y ama-
bilidad, donación y entrega? Sin duda de la certeza profunda a la que
llega, tras superar dos fuertes crisis que lo hacían sentirse indigno del
Amor de Dios. De hecho, la experiencia de crisis y de oscuridad, que
podemos experimentar todos, la han experimentado también grandes
santos como Teresa de Ávila, Teresa de Calcuta, San Juan de la Cruz,
etc. En Francisco de Sales nació una esperanza purificada que lo llevó
a confiar no en sus méritos, sino en la misericordia y en la bondad de
Dios. Se movió en la dirección del «puro amor», un amor que ama a Dios
por Él mismo. Dios no nos ama porque seamos buenos, sino porque
Él es bueno, y no amamos a Dios porque queramos de Él algo bueno,
sino por Él mismo que es el mayor bien. A hacer la voluntad de Dios
no se llega por sentimientos de «indignidad», sino por la esperanza en la
35 Carta de identidad carismática de la Familia Salesiana, n.32.
36 Cf. EUNAN MCDONNELL, God Desires You, 57.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
misericordia y en la bondad de Dios. Esto es el optimismo salesiano. Esta
mirada nos lleva a la convicción de rechazar cualquier idea que describa
a Dios como un tirano justiciero, y a aceptar, en cambio, al Dios revelado
por Jesús, un Dios de misericordia y de amor, y contemplar cómo en
Francisco de Sales su corazón se ensancha al percibir el infinito amor de
Dios. Por tanto, cuando nos habla del amor de Dios, está hablando de
su propia experiencia. Francisco de Sales responde al amor de Dios con
amor. Resulta conmovedora esta declaración profundamente sincera,
que hace en oración:
«Pase lo que pase, Señor, tú que tienes todas las cosas en tu mano, y
cuyos caminos son la justicia y la verdad; lo que hayas decidido para
mí sobre este secreto eterno de la predestinación y la reprobación; tú
cuyos juicios son un profundo abismo, tú que eres siempre un Juez
justo y un Padre misericordioso, te amaré, Señor, al menos en esta vida,
si no me es dado amarte en la vida eterna; al menos te amaré aquí, oh
Dios, y siempre esperaré en tu misericordia, y siempre repetiré todas
tus alabanzas, a pesar de todo lo que el ángel de Satanás mantiene para
inspirarme allí en contra. Oh, Señor Jesús, siempre serás mi esperanza
y mi salvación en la tierra de los vivos. Si, porque necesariamente lo
merezco, debo ser maldito entre los malditos que no verán tu dulce
rostro, concédeme al menos no estar entre los que maldicen tu santo
nombre»37.
En la crisis, Francisco de Sales deja traslucir lo más profundo de
su ser: un corazón enamorado de Dios. Constató que la sumisión de
la voluntad propia, a imitación de Cristo en el Huerto de los Olivos,
es la cima del amor puro. Una respuesta como esta, solo se puede dar
por puro amor, y nace del centro más sublime del espíritu. Es un amor
basado en la fidelidad y el sacrificio por el amado. Jesús, en la agonía
del huerto, es nuestro modelo: «no se haga mi voluntad, sino la tuya»
(Mc 14,36)38.
37 OEA XXII, 19-20.
38 Cf. EUNAN MCDONNELL, God Desires You, 18.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
27
La convicción de que el amor de Dios no se basa en sentirse bien,
sino en hacer la voluntad de Dios Padre, es el eje de la espiritualidad
de Francisco de Sales y debe ser el modelo para toda la Familia de
Don Bosco. De modo espléndido lo expresa Francisco aludiendo a la
necesidad que tenemos de hacer un camino desde los consuelos de
Dios al Dios de los consuelos, del entusiasmo hacia el verdadero amor,
permaneciendo fieles en medio de las pruebas; pasar de estar enamo-
rados al verdadero amor a los otros. Un amor puro, desinteresado, que
no busca nada para sí, descentrado de sí mismo. Dios que quiere salvar
a todos y nos hace ver que el amor perfecto excluye todo temor. Hacer
todo por amor, nada por temor, porque es la misericordia de Dios y no
los propios méritos la que nos mueve a amar.
De esta espiritualidad salesiana será significativo para nosotros des-
cubrir el amor incondicional a Dios como centro de todo el dinamismo
de caridad y de celo apostólico hacia los demás que Francisco de Sales
primero, y Don Bosco después, desarrollaron magníficamente.
5. AMOR INCONDICIONAL Y SIN RESTRICCIONES
«Imitando la paciencia de Dios acogemos a los jóvenes
tal como se encuentra el desarrollo de su libertad».
La santidad para todos es un elemento esencial de la propuesta
espiritual de Francisco de Sales que se fundamenta en el amor a Dios
a todos y a cada uno. Este amor tiene, en la devoción al Sagrado Cora-
zón de Jesús, un sólido modelo de imitación y seguimiento. Junto a la
mansedumbre y humildad, ofrecer la sumisión de la voluntad propia a
imitación de Cristo en el Huerto de los Olivos, es la cima del puro amor.
Amar es un acto de voluntad, un acto de entrega, en el que escogemos
la voluntad de Dios.
En su Tratado del Amor de Dios, Francisco de Sales cita más de
trescientas veces el corazón. Siendo un humanista cristiano, apela con-
tinuamente a la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios,
y en la persona humana encuentra la «perfección del universo»:

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
«El hombre es la perfección del universo; el espíritu es la perfección
del hombre; el amor es la perfección del espíritu, y la caridad es la
perfección del amor. Por esto, el amor de Dios es el fin, la perfección
y la excelencia del universo. En esto consiste la grandeza y la primacía
del mandamiento del amor divino, llamado por el Salvador máximo y
primer mandamiento»39.
El corazón del ser humano (mujer y hombre), un corazón pródigo
cuando se aleja del bien, siempre contará con esa voluntad que lo sigue
atrayendo al bien, porque es la forma en que Dios nos ha creado, y no
podremos llegar a Dios solo por medio de nuestras propias fuerzas,
dependiendo solo de nuestra naturaleza humana, si no nos ayuda con
su providencia, su gracia y su amor. La inclinación natural hacia lo
bueno, lo bello y lo verdadero, puede ser suficiente para empezar, para
ponernos en camino, y es ahí cuando la acción de Dios en nosotros, su
gracia, que no es negada a ninguno que lo busca, nos asiste y nos guía.
Si san Agustín decía que «nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti»40, siguiendo el pensamiento de Francisco de Sales, po-
díamos decir con von Balthasar, que «tu corazón [oh, Dios], se siente
inquieto hasta que nosotros descansemos en ti, hasta que el tiempo y
la eternidad se confundan sumergidos el uno en el otro […]»41.
En la tradición salesiana encontramos numerosos ejemplos de una
preferente devoción al Corazón de Jesús, tanto con Francisco de Sales
y Juana de Chantal, como de modo muy especial en una de sus hijas de
la Visitación, santa Margarita María de Alacoque, hasta llegar incluso a
los tiempos de Don Bosco, con el particular impulso a la devoción por
parte del papa Pío IX42, que beatificó a Margarita María de Alacoque, y
en 1877 declaró a san Francisco de Sales doctor de la Iglesia.
39 FRANCISCO DE SALES, Tratado del Amor de Dios, X, 1.
40 AGUSTÍN DE HIPONA, Confesiones, I, 1.
41 Cfr. H. U. VON BALTHASAR, El corazón del mundo, Ediciones Encuentro, Madrid 2009, Citado
en EUNAN MCDONNELL, God Desires You, 30.
42 Pío IX publicó diversos documentos sobre el Oficio de la Misa del Sagrado Corazón,
erigió numerosas cofradías, concedió indulgencias a múltiples prácticas de devoción,

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
29
La época que vivió Don Bosco estuvo marcada por la devoción al
Sagrado Corazón de Jesús, y desde la Basílica construida por nuestro
padre, por deseo de Pío IX y, después, a petición del papa León XIII,
queda ligada la Familia Salesiana al amor de Jesús expresado en su
corazón. Quizás sea este otro punto de semejanza entre san Francisco
de Sales y Don Bosco: la fidelidad a la Iglesia y a la misión de anun-
ciar el Evangelio, poniendo a Cristo en el centro de la acción pastoral
y queriendo llegar a todos. No es irrelevante el hecho de denominar a
la basílica menor del Sagrado Corazón de Roma «Templo Internacio-
nal», como lo es el Tibidabo en Barcelona y lo son muchos templos
dedicados al Sagrado Corazón de Jesús en todo el mundo salesiano, y
naturalmente, en la Iglesia toda.
En el Corazón de Jesús está presente la presencia encarnada del
amor de Dios y su voluntad de redención del mundo, garantizándonos
que la última palabra de Dios en el mundo es Él, el amor. El papa emé-
rito Benedicto XVI, en su preciosa y magistral encíclica Deus Caritas
est, hace hincapié en Jesucristo como encarnación del amor de Dios,
manifestación del actuar de Dios a lo largo de la historia de la huma-
nidad, y que en Jesús encuentra la máxima expresión:
“[…] Cuando Jesús habla en sus parábolas del pastor que va tras la
oveja descarriada, de la mujer que busca la dracma, del padre que sale
al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata solo de meras
palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar. En su
muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al en-
y también beatificó a Margarita María de Alacoque (19 de agosto de 1864). En la
Basílica del Sacro Cuore en el Castro Pretorio de Roma, se ven reflejados algunos de
estos motivos importantes: El cuadro del altar mayor, es un lienzo encargado por Don
Bosco al pintor Francesco de Rohden. Representa la tercera aparición del Sagrado
Corazón de Jesús a Santa Margarita Mª de Alacoque en 1687. La composición fue
diseñada por el propio Don Bosco: Cristo está colocado en el centro con un corazón
flameante en la mano. Alrededor de él hay una multitud de ángeles. En la parte in-
ferior hay una predela con dos pinturas redondas que representan a San Francisco
de Sales y Santa Margarita Alacoque. En la parte superior, un querubín sostiene un
pergamino con la cita del libro de los proverbios: “Praebe, fili mi, cor tuum mihi
(Prov 23,26): «Hijo mío dame tu corazón».

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
tregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo: esto es amor en su
forma más radical. Poner la mirada en el costado traspasado de Cristo,
del que habla Juan (cf. 19,37), ayuda a comprender lo que ha sido el
punto de partida de esta Carta encíclica: “Dios es amor” (1 Jn 4,8). Es
allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí
se debe definir ahora qué es el amor. Y desde esa mirada, el cristiano
encuentra la orientación de su vivir y de su amar”43.
Este pequeño excursus sobre la devoción al Sagrado Corazón, nos
acerca también al centro de nuestra espiritualidad. No hay bondad,
no hay dedicación a los necesitados, no hay amabilidad ni libertad, ni
caridad o cualquiera de los rasgos que venimos presentando, si falta la
fuente originaria del Amor de Dios. Es el amor y no el pecado lo que
explica la decisión libre de Dios de formar parte de la humanidad y
ser uno de nosotros. Entendemos así, que la Encarnación, el hacerse
hombre, ha sido eternamente querida por Dios. No es el plan «b» de
Dios por el pecado del hombre. Aunque no hubiese habido pecado
del que redimirnos, Dios se hubiera igualmente hecho hombre. Esta
es la convicción de Francisco de Sales. La Encarnación, además no es
solo un hecho histórico, sino continuo, metafísico y personal. Dios se
encarna en nuestra historia, por pura iniciativa suya.
Desde aquí tiene pleno sentido el apostolado y la dedicación a nues-
tra misión, como imitación de Aquel que dio su vida por amor hacia
nosotros, amando de igual modo con la entrega de nuestra vida, con
esa humildad que Francisco de Sales llamaba «caridad descendente»,
entrando en relación con los demás, haciéndonos pequeños con los
pequeños, por amor, para elevarles. Este es el «éxtasis», el salir de uno
mismo e ir al encuentro de los demás con actitud de servicio como en
el lavatorio de los pies de Jesús (cf. Jn 13): «Se sentó, llamó a los Doce
y les dijo: «el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro
servidor» (Mt 20,26) y «el Hijo del hombre no ha venido a ser servido
sino a servir» (Mt 20,28).
43 BENEDICTO XVI, Deus caritas est, 12.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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A la luz de la Palabra del Señor y con el buen ejemplo de Francisco
de Sales leemos la paternidad de Don Bosco, expresión de su amor
incondicional a los jóvenes pobres, abandonados y en peligro.
En nuestra espiritualidad salesiana, la devoción y la vida espiritual
no se separan del apostolado y del ejercicio de la caridad, y por eso,
junto al templo, Don Bosco quiso un centro educativo y de formación
de sus muchachos, una casa que, como la de Valdocco y todas las de-
más del mundo, fuese casa de acogida de los jóvenes más necesitados,
y patios donde encontrarse con los amigos. Así es como se completa y
da plenitud a una auténtica devoción que lleva al ejercicio de la caridad
hacia el prójimo. Tal y como quería Don Bosco, ¡Que el amor a Cristo
nos lleve al amor a los jóvenes!, característica salesiana de nuestra vida
y permanente desafío para la Familia de Don Bosco hoy y siempre.
6. LA GUÍA ESPIRITUAL
«Los acompañamos para que adquieran convicciones sólidas».
La Familia Salesiana sigue poniendo en práctica el arte de acompa-
ñar, ese mismo arte que supieron desarrollar, cada uno en su tiempo,
Francisco de Sales y Don Bosco. El ministerio, el servicio de guía espi-
ritual, ha sido y es estimado en la Iglesia por algo que en la pedagogía
y en el sistema educativo salesiano es importante y que tendremos
que hacer mejor: el acompañamiento. También en esta tarea se ponen
en práctica los principios salesianos que, heredados de Francisco de
Sales, venimos haciendo vida: la bondad, la amabilidad, la paciencia,
la escucha, la espera.
Los jóvenes de hoy, como los de todas las épocas, están esperando
la mano amiga que los ayude a caminar. La dirección espiritual que
Francisco de Sales realizaba con tantas personas, ayudándolos a ca-
minar hacia Dios en el estado de la vida en que se encontraban, fue
también lo que llevó a cabo Don Bosco con sus jóvenes. Acompañar
a cada uno mediante un ambiente educativo y un trato personal. No
en vano inventó Don Bosco las «palabras al oído», que es el modo de

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
decir que a cada uno proponía un itinerario personal de santidad y de
crecimiento en su vida, hasta llegar a ser lo que Dios había «soñado»
para a cada uno de ellos.
Reflexionar sobre este servicio a los jóvenes nos impulsa a profun-
dizar en el significado que tiene, para nosotros, el acompañamiento de
la persona. Un modo precioso de servir a los demás con la generosidad
del tiempo concedido a la escucha. No hay cosa que más se aprecie en
la relación entre las personas que el tiempo generosamente concedido
a la escucha del otro, dejando otros compromisos, otras tareas, ofre-
ciendo la plena disponibilidad para acoger, escuchar, orientar, guiar,
proponer, acompañar.
En este año centenario de san Francisco de Sales no podemos olvi-
dar este sencillo y humilde servicio a los jóvenes, que expresa de forma
evidente el aprecio y la importancia que damos a sus vidas cuando de-
dicamos nuestro tiempo a estar con ellos, escucharlos, comprenderlos
y ayudarlos a que sigan en su vida el proyecto que Dios les propone.
Para nosotros, seguidores de la espiritualidad de san Francisco de Sales
en Don Bosco, da sentido a nuestra vocación educadora y evangeli-
zadora ayudar a los jóvenes a descubrir y seguir la voluntad de Dios.
También para esto hemos nacido en la Iglesia, para esto ha suscitado
el Espíritu Santo el carisma salesiano en Don Bosco, vivido hoy en su
familia religiosa.
En esta dimensión del servicio pastoral del acompañamiento se
pone en práctica nuestra predilección por los jóvenes pobres y aban-
donados. Sin duda no se tratará ni del ambiente cultural, ni del tipo de
personas a quienes acompañó Francisco de Sales, pero no hay diferen-
cia en cuanto a la importancia dada a la búsqueda de la voluntad de
Dios en la vida de cada persona, de cada joven, de cada destinatario
de nuestra misión. Se hace evidente que la persona que tenemos de-
lante es importante cuando se dejan otras cosas para prestar atención
a su vida, a su historia, a su situación. Es el modo concreto de poner
en práctica el lema de Don Bosco «Da mihi animas, cetera tolle», tan
urgente e importante hoy para nosotros como lo fue para él.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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En el más vivo lenguaje salesiano, encontramos el deseo de Don
Bosco de llegar a ser el «amigo del alma» de tantos jóvenes, del mis-
mo modo que Francisco de Sales había experimentado esa amistad
espiritual que surgía en las personas por él acompañadas. Don Bosco,
siguiendo la estela de Francisco de Sales, intenta que sus jóvenes lle-
guen a la amistad con Dios, centro de toda vida espiritual. Así, en la
vida de cada día, en las más normales circunstancias, y también en los
momentos especiales y difíciles. Él quería ser ese amigo de aquellos
muchachos que pudieran confiar en él, y como amigo y padre acercar-
los a Dios. Así nos lo cuenta Don Bosco mismo:
“En circunstancias así, constaté que algunos volvían a aquel lugar por-
que estaban abandonados a sí mismos. ¿Si estos muchachos tuvieran
fuera un amigo que se preocupara de ellos, los asistiera e instruyese
en la religión los días festivos, quién sabe – decía para mí – si no se
alejarían de su ruina o, por lo menos, no se reduciría el número de los
que regresan a la cárcel? Comuniqué mi pensamiento a Don Cafasso;
con su consejo y ayuda, me dediqué a estudiar cómo llevarlo a cabo,
dejando el éxito en manos del Señor, sin el que resultan vanos todos
los esfuerzos de los hombres”44.
En la Introducción a la vida devota, Francisco de Sales proponiendo
la búsqueda del «amigo del alma» para poder caminar en la vida, no
pone ninguna condición. En esto consiste también la acogida incondi-
cional. Este es el estilo «salesiano de acompañamiento»45.
Cuando al joven Tobías se le ordenó ir a Ragés, dijo: «No conozco el
camino». «Ve, pues —le replicó su padre—, y busca un hombre que
te acompañe». Lo mismo te digo yo, Filotea. ¿Quieres de veras entrar
44 Cf. J. BOSCO, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, en INSTITUTO HISTÓRICO
SALESIANO, Fuentes salesianas, 1114.
45 El estudio sobre el acompañamiento ha recuperado interés en los últimos años, y no faltan
obras que presentan interesantes propuestas para profundizar. En nuestro ambiente sale-
siano, cf. FABIO ATTARD – MIGUEL ÁNGEL GARCÍA (editores), El acompañamiento espiritual.
Itinerario pedagógico-espiritual en clave salesiana al servicio de los jóvenes, Editorial CCS,
Madrid 2019; y también CENTRO NACIONAL SALESIANO DE PASTORAL JUVENIL - J. CRESPO-BUEIS,
(coord.), Acompañar a jóvenes, Editorial CCS, Madrid, 2021.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
la devoción? Busca un hombre de bien que te guíe y te conduzca; he
aquí la más importante de las recomendaciones. «Por más que busques
—dice el devoto Juan de Ávila—, jamás encontrarás con tanta seguri-
dad la voluntad de Dios como por el camino de esta humilde obedien-
cia, tan recomendada y practicada por todos los antiguos devotos»46.
Encontrar esos amigos del alma que nos acompañen en el camino
sería también un hermoso fruto de este centenario salesiano. Don Bosco
lo tuvo muy en cuenta, y lo hacía realidad con la acogida incondicio-
nal, el cuidado del ambiente y de la presencia, la amistad, el afecto, la
confianza, la búsqueda del bien de cada uno, la escucha a Dios que es
quien ha puesto en nuestro camino la persona misma que nos pueda
acompañar. Él mismo nos hace ver, con su propia experiencia, el gran
valor del acompañamiento en su vida, especialmente en algunos mo-
mentos decisivos. Dice así:
“Don Cafasso —desde seis años antes, mi guía— fue también mi
director espiritual y, si he realizado algún bien, se lo debo a este digno
eclesiástico, en cuyas manos deposité todas las decisiones, aspiraciones
y acciones de mi vida”47.
Francisco de Sales, al respecto, había escrito en su Filotea:
«[Este amigo] debe ser siempre para ti un ángel; es decir, cuando lo
hayas encontrado, no le consideres como un simple hombre, no pon-
gas tu confianza en él ni en su ciencia humana, sino en Dios, que será
quien te hable y favorezca por su medio, poniendo en su corazón y
en sus labios cuanto sea necesario para tu bien; de forma que le debes
escuchar como si fuere un ángel descendido del cielo para llevarte
allí. Ábrele tu corazón con toda sinceridad, manifestándole fielmente
cuanto en él hay de bueno y de malo, sin fingimientos ni paliativos:
por este medio, el bien será examinado, y quedará más asegurado, y el
mal será remediado y corregido; y te sentirás aliviada y fortalecida en
tus aflicciones y regulada en tus consuelos. Pon en él suma confianza
46 FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, I, 4.
47 Cf. J. BOSCO, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, en INSTITUTO HISTÓRICO
SALESIANO, Fuentes salesianas, 1113.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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unida con cierta sagrada reverencia, de suerte que el respeto no haga
decrecer la confianza, ni la confianza sea obstáculo para el respeto
que una hija siente hacia su padre; respétale con la confianza que el
hijo tiene con su madre; en una palabra, esta amistad debe ser fuerte
y dulce, santa, sagrada, divina y espiritual»48.
Terminando su tiempo en el Convitto Eclesiastico de Turín, Don
Bosco quiere que sea la voluntad de Dios quien guíe sus pasos en lo
que tendrá que iniciar, y se confía al criterio de quien mejor lo conoce
y lo puede orientar: Don Cafasso. En este breve diálogo que mantiene
con él, nos muestra cómo había asimilado totalmente lo que Francisco
de Sales había enseñado sobre la indiferencia, la búsqueda sincera y
la obediencia en el acompañamiento. Nos muestra un camino de vida
no solo para proponer a otros, sino para poner en práctica nosotros
mismos.
Un día Don Cafasso me llamó y dijo:
—Ya ha terminado el período de sus estudios; es necesario que vaya
a trabajar. En estos tiempos, la mies es muy copiosa. ¿A qué os sentís
más inclinado?
—A lo que usted me indique.
—Hay tres empleos: vicepárroco en Buttigliera de Asti; repetidor de
moral aquí en el Convitto; director del pequeño Ospedaletto junto al
Refugio. ¿Cuál elegiría?
—El que usted juzgue conveniente.
—¿No se inclina más por uno que por otro?
—Mi inclinación apunta a ocuparme de la juventud. Usted haga de mí
lo que quiera; percibo la voluntad del Señor en su consejo.
—¿Qué ocupa en ese momento su corazón, ¿qué alberga su mente?
—En este momento, siento encontrarme en medio de una multitud de
muchachos que solicitan mi ayuda.
48 FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota., I. 4.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
—Vaya, pues, a pasar unas semanas de vacaciones. Al volver, le indi-
caré su destino.
Tras las vacaciones, Don Cafasso dejó pasar algunas semanas sin co-
mentarme nada; tampoco yo le consulté.
—¿Por qué no pregunta por su destino?, me manifestó un día.
—Porque quiero reconocer la voluntad de Dios en su deliberación, sin
añadir cosa alguna de mi parte.
—Prepare su equipaje y vaya con el teólogo Borel. Será director del
pequeño hospital de santa Filomena; trabajará también en la Obra del
Refugio. Mientras tanto, Dios le pondrá delante lo que deberá hacer
por la juventud.
A simple vista, tal consejo parecía oponerse a mis inclinaciones, por-
que la dirección de un hospital, predicar y confesar en un instituto de
más de cuatrocientas muchachas me quitaría el tiempo para cualquier
otra ocupación. Sin embargo, tal era —como pronto comprobé— el
designio del cielo”49.
En la espiritualidad de Francisco de Sales descubrimos, por tanto,
respecto al acompañamiento, que nuestro estilo educativo es una «mis-
tagogía espiritual» que se hace cargo del otro con una amistad educativa
que ilumina, introduce en la vida interior y genera una relación con Dios;
con un estilo de vida y de relación simpática, jovial, cercana, que no es
superficial, sino capaz de llevar a cada uno por un camino que conduce al
Amor de Dios. Y también, que el acompañante salesiano debe tener las ac-
titudes propias de quien vive el Sistema Preventivo y la caridad pastoral50.
49 Cf. J. BOSCO, Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales, en INSTITUTO HISTÓRICO
SALESIANO, Fuentes salesianas, p. 1119.
50 Cf. ALDO GIRAUDO, «Dirección espiritual en san Juan Bosco. Connotaciones peculiares de
la dirección espiritual ofrecida por Don Bosco a los jóvenes» en: FABIO ATTARD – MIGUEL
ÁNGEL GARCÍA (editores) El acompañamiento espiritual. Itinerario pedagógico-espiritual en
clave salesiana al servicio de los jóvenes, 224. «Don Bosco es modelo: tiende a identificar
en sí al educador, al confesor y al director espiritual; insiste en la acogida afectuosa, en la
bondad, en la magnanimidad y el cuidado de los detalles, la intensidad del afecto demos-
trado, de tal modo que los jóvenes se fíen, se confíen y colaboren en la acción formativa
con una obediencia pronta y cordial».

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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7. TODO POR AMOR
Para que «progresivamente se vayan haciendo responsables
del delicado proceso de crecimiento de su humanidad en la fe».
Un aspecto que atraviesa toda la espiritualidad salesiana (de Fran-
cisco de Sales), es el gran valor de la oración. Me he referido a lo largo
de estas páginas a algunas formas de expresión devocional, también al
Sagrado Corazón, a la actitud fundamental de la confianza, al abandono
en manos de la Providencia, a la conciencia de tener en nosotros un
«santuario interior», a la amistad con Dios que debemos cultivar, y a la
bondad de Dios que nunca niega su ayuda a quien hace todo lo que
puede y es fiel en las pequeñas cosas.
Se puede percibir en todo ello el celo pastoral de Francisco de Sa-
les, su paciencia con todos, su bondad, su optimismo, su fortaleza de
ánimo, y hasta su deseo de comunicar, a todos, la buena noticia del
Evangelio. Todo es fruto de su relación con Dios, a la vez profunda
y sencilla, cotidiana y de amistad verdadera. Su vida de oración es su
historia personal de amor con Dios, con sus progresos y los ejercicios
para evitar que su relación con el Corazón de su corazón, siempre cen-
tral en la vida, se enfriara.
Para Francisco de Sales la oración como comunicación con Dios,
es el corazón de la persona humana que habla al corazón del Señor.
Es la forma de oración de la espiritualidad encarnada. Dios no es solo
Dios del corazón humano, sino también «amigo del corazón humano».
La oración nos permite encontrar ese corazón de Dios y conformar
nuestro corazón con el suyo. «Unimos nuestra voluntad a Dios para sabo-
rear y sentir las dulzuras de su incomprensible bondad, pues, en lo alto de
esta escalera, Dios, inclinándose hacia nosotros, nos da el beso de amor y
nos da a gustar los sagrados pechos de su dulzura, mejores que el vino»51.
Francisco de Sales vive la oración como diálogo de corazones, en
el que Dios toma la iniciativa.
51 FRANCISCO DE SALES, Tratado…, o.c., XI,12.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
«Nunca es más agradable un presente que cuando nos lo hace un ami-
go. Los más suaves mandatos se hacen ásperos si un corazón tirano
y cruel los impone, y nos parecen muy amables, cuando los dicta el
amor. La servidumbre le parecía a Jacob un reinado, porque procedía
del amor. Muchos guardan los mandamientos como quien toma una
medicina, a saber, más por temor de morir y condenarse que por el
placer de vivir según el agrado de Dios. Al contrario, el corazón ena-
morado ama los mandamientos, y cuanto más difíciles son, más dulces
y agradables le parecen, porque así mejor complace al Amado y es
mayor el honor que le tributa»52.
Se trata de amar la voluntad de Dios, ponerla en práctica, encon-
trando en la oración el mejor apoyo para realizarla. La clave de esta
espiritualidad está en que se acude a la oración para estar con quien
sabemos que nos ama, acompasar el latido de nuestro corazón con el
del Maestro, como el discípulo amado, contemplar, ya que la oración
consiste no en pensar mucho sino en amar mucho, y descansar en Él,
como forma de reponerse y recobrar fuerzas para continuar amando.
La caridad como medida de nuestra oración
La caridad es la medida de nuestra oración, porque nuestro amor a
Dios se manifiesta en el amor al prójimo. En esto consiste la «oración de
la vida» que en san Francisco de Sales tiene tanta primacía53. Consiste
en realizar todas las actividades en el amor y por el amor de Dios, de
tal modo que toda la vida se convierta en una oración continua. Quien
hace obras de caridad, visita a los enfermos, asiste en el patio, da tiempo
a otros para escucharlos, acoge a quien tiene necesidad… hace oración.
Las ocupaciones y tareas no deberían impedir la unión con Dios, y quie-
nes practican esta forma de oración no corren el peligro de olvidarse
de Dios. Cuando dos personas están enamoradas una de otra, concluye
Francisco de Sales, el pensamiento se dirige siempre hacia el otro.
Los sencillos medios que propone él para llegar a la unión con Dios
(tema que nos es tan querido en nuestra espiritualidad como hijos e
52 Ibidem, VIII, 5.
53 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales, 160.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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hijas de Don Bosco), los reconocemos, justamente, en las prácticas de
piedad que Don Bosco proponía a sus muchachos y a sus primeros
Salesianos. A quien tiene ocupaciones en cosas temporales, le aconseja
encontrar momentos, incluso brevísimos, de recogimiento para unir
el corazón a Dios con breves suspiros, jaculatorias y buenos pensa-
mientos, o para tomar conciencia de Dios en nuestro espíritu. Mientras
estamos en medio de las conversaciones o actividades, podemos siem-
pre permanecer en la presencia de Dios. De esta manera, la verdadera
oración no nos hace descuidar las obligaciones de la vida de cada día.
Quienes lo conocían, reconocen que Francisco de Sales vivía lo que
aconsejaba y enseñaba a otros. Lo que hacía, lo hacía por Dios y en
Dios. Consideraba que esta «oración activa» era mejor que las demás.
Cuando estaba sobrecargado de tareas y compromisos, no dedicaba
casi tiempo a la oración formal: «su vida era una continua oración»54.
En la Introducción a la vida devota, Francisco de Sales presenta
los grados de la oración, siguiendo muy de cerca a santa Teresa de Je-
sús (oración vocal, mental, contemplativa y de quietud). Para nuestra
práctica cotidiana, valdría la pena profundizar en el valor que la medi-
tación tiene para Francisco de Sales, quien considera que, al igual que
a un reloj se le da cuerda para que no se pare, la oración y el tiempo
dedicado al Señor en la meditación y el examen de conciencia, y otras
prácticas de piedad, mantienen vivo nuestro celo, nuestro ardor apos-
tólico y nuestro deseo de ser de Dios. Conviene encontrar momentos
para retirarnos al propio corazón, apartados del ajetreo y el activismo,
y conversar de corazón a corazón con Dios.
«No hay reloj, por bueno que sea, al que no tengamos que dar cuerda
por lo menos dos veces al día, por la mañana y por la noche; y después,
por lo menos una vez al año, desmontarle todas sus piezas para limpiar
el orín que en ellas se haya formado, enderezar las torcidas y reparar las
desgastadas. De la misma manera, el que tiene buen cuidado de su cora-
54 Cf. M. WIRTH, San Francesco di Sales, 160. En nota, refiere este hecho en la carta de ma-
dre de Chantal a dom Jean de Saint-François, en JEANNE-FRANÇOISE FRÉMYOT DE CHANTAL,
Correspondance, t. II, 305.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
zón, debe ajustarlo a la ley divina dos veces al día, por la mañana y por
la noche, mediante los ejercicios señalados anteriormente; además de
esto, cada uno debe considerar varias veces su estado, para enmendarlo
y enderezarlo; y finalmente, al menos una vez al año, debe desmontar
y reparar minuciosamente cada una de las piezas, es decir, todos los
afectos y pasiones, a fin de destruir los defectos que pueda encontrar.
Y, así como el relojero engrasa con aceite refinado las ruedas, los re-
sortes y todos los muelles del reloj, para que los movimientos sean más
acompasados y las piezas se vean libres del orín, así la persona devota,
después de haber verificado este desmontaje, para renovarlo convenien-
temente, debe engrasarlo con los sacramentos de la confesión y de la
eucaristía. Mediante este ejercicio repararás las fuerzas abatidas por el
tiempo, templarás tu corazón, harás reverdecer en el alma tus buenos
propósitos y, por consiguiente, florecerán las virtudes de tu espíritu»55.
Cuando el proceso es auténtico, la oración lleva a la acción y vi-
ceversa. El valor añadido, está en que la oración se practica con la
sencillez y el abandono de «nada pedir, nada rehusar». Y esto ayuda a
purificar las motivaciones del seguimiento, nos permite ser guiados por
Dios, y dispone una verdadera libertad dentro de nosotros.
María la Madre de Jesús.
Acudamos a esta Madre, invoquemos su Amor Maternal
Solo haré una referencia breve, sintética, pero sí deseo hacer notar
que el crecimiento humano en la fe encuentra también un modelo en
María, la madre de Jesús56. San Francisco de Sales decía que la obra de
la Visitación, fundada con Juana de Chantal, tendría como símbolo un
corazón traspasado por dos flechas, coronado con una cruz, circundado
de una corona de espinas y los sagrados nombres de Jesús y María,
grabados en él. María aparece en la teología de Francisco de Sales, en
forma similar a la que será la teología del Concilio Vaticano II. Ella está
en el corazón de la Iglesia. Y su misión es atraer y llevar a todos a su
55 Cf. FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, V, 1.
56 Cf. EUNAN MCDONNELL, God Desires You, 127-135.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Hijo57. Y esta es la razón por la que Francisco de Sales anima a unirse
a María, como los discípulos, para recibir a la fuente de la unidad, el
Espíritu Santo.
«Honra, reverencia y respeta con amor especial a la santísima y gloriosa
Virgen María, Madre de Jesucristo y, por eso, nuestra abuela. Recurra-
mos, pues, a ella y, como nietos, arrojémonos en su regazo con toda
confianza; en todos los momentos, en todas las ocasiones, recurramos
a esta dulce Madre, invoquemos su amor maternal y, procurando imitar
sus virtudes, tengamos para Ella un corazón filial»58.
Además, la figura de María, modelo de todas las virtudes, presentada
como «revestida de Cristo», recorre como su hijo el camino de la humil-
dad, con su total dependencia de Dios, disponible para Dios; recibe
abundantemente la generosidad de Dios. Cuando canta en su magníficat
la humildad de la sierva, es porque ha atraído la mirada de Dios.
Por último, el rasgo salesiano de la devoción a la Virgen, nuestra
madre y guía, corresponde a la confianza que Don Bosco depositó en
María como Consolata, Inmaculada y Auxiliadora de todos los herma-
nos de su Hijo. Ella coopera en el plan de salvación de Dios y, con
palabras de Francisco de Sales, Dios «hizo pasar a María por todos los
estados de vida, de modo que todos puedan encontrar en Ella lo que
necesiten para vivir adecuadamente su propio estado de vida»59. En Ella
comprobamos lo que Dios está dispuesto a hacer con su amor, cuando
encuentra corazones disponibles como el de María. Vaciándose de sí
misma, recibe la plenitud de Dios. Permaneciendo disponible para
Dios, Él es capaz de realizar en Ella grandes cosas.
La contemplación de María, con su vida y su sí a Dios, nos invita a
abrirnos al amor de Dios, sabiendo que el corazón de Jesús, en el árbol
de la cruz nos contempla y nos ama. En María vemos completado el
verdadero destino de nuestro corazón, el corazón de Dios.
57 Cf. OEA XXVI, 266. Citado en EUNAN MCDONNELL, God Desires You, 128.
58 Cf. FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, II, 16.
59 OEA IX, 342. Citado en EUNAN MCDONNELL, God Desires You, 134.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
Francisco de Sales,
un humanista cristiano que comunica a Dios
Hay otra característica de Francisco de Sales por la que quizás es
más conocido en los ambientes culturales de nuestro mundo: es el
patrono de los periodistas. En una época en la que la comunicación
se realiza de tantos modos, con sus indiscutibles ventajas y carencias,
Francisco de Sales destaca por un valor que dignifica la profesión pe-
riodística: la búsqueda y la difusión de la verdad.
Cuando el papa Pío XI en 1923, declaró a Francisco de Sales pa-
trono de los periodistas60, indicó sus características principales como
comunicador. Su modo amable de santidad mostró a los demás en sus
escritos la vía segura y sencilla hacia la perfección cristiana.
Mostrar, como hizo Francisco de Sales, que la santidad es para todos
y que es perfectamente conciliable con todos los oficios y condiciones
de la vida civil, comporta también saber comunicar los contenidos de la
fe y de la religión con un lenguaje sencillo, comprensible y agradable.
Y esta es la virtud y la característica salesiana de una comunicación de
la verdad, por todos los medios posibles, para que el anuncio llegue a
todos y los ayude a comprender el mensaje que se quiere transmitir.
Este deseo de comunicar la verdad del Evangelio se vio acompaña-
do de una creatividad y originalidad sin igual, como los carteles que
colgaba en lugares públicos o distribuía por debajo de las puertas,
cuando no disponía de un púlpito para impartir sus catequesis al pue-
blo de Dios que le había sido confiado como su pastor. De esta forma
sencilla, libre y asequible se hacía presente.
Pío XI, en su encíclica del tercer centenario de la muerte de Fran-
cisco de Sales, declara los principios fundamentales que siguen de
actualidad, y que son dignos de consideración como modelo de com-
portamiento íntegro, profesional y honesto.
«Pero quisiéramos que este solemne aniversario [tercer centenario de
la muerte de Francisco de Sales] beneficiara especialmente a todos los
60 PÍO XI, Carta encíclica Rerum omnium perturbationem, 26 de enero de 1923.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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católicos que, mediante la publicación de periódicos u otros escritos,
ilustran, promueven y defienden la doctrina cristiana. Es necesario
que, en las discusiones, imiten y mantengan ese vigor, combinado con
la moderación y la caridad, que es propio de Francisco. Porque con
su ejemplo les enseña claramente la conducta que deben adoptar. En
primer lugar, que estudien con la mayor diligencia y, en la medida de
sus posibilidades, adquieran el conocimiento de la doctrina católica;
que se guarden de faltar a la verdad, ni, con el pretexto de evitar la
ofensa a sus adversarios, de atenuarla u ocultarla; que cuiden la misma
forma y elegancia del discurso, y procuren expresar sus pensamientos
con perspicuidad [claridad, transparencia, inteligibilidad] y el ornato
de las palabras, para que sus lectores se deleiten en la verdad. Si tienen
que luchar contra sus adversarios, deben saber refutar los errores y
resistir la falta de probidad de los perversos, pero de tal manera que
muestren que están animados por la rectitud y, sobre todo, movidos
por la caridad. Y puesto que no parece que san Francisco de Sales
haya sido hecho Patrono de los mencionados escritores católicos por
un documento público y solemne de esta Sede Apostólica, Nosotros,
aprovechando esta favorable oportunidad, con conocimiento cierto y
madura deliberación, por Nuestra autoridad apostólica damos o con-
firmamos, y declaramos, por esta Carta Encíclica, a San Francisco de
Sales, obispo de Ginebra y Doctor de la Iglesia, como Patrono celestial
de todos ellos, no obstante cualquier cosa en contrario»61.
Tenemos aquí un precioso compromiso con la verdad y su anun-
cio, con el estilo salesiano de la bondad y la dulzura, con el anuncio
sencillo, con la recta intención de hacer llegar a todos el anuncio de la
verdad buscando siempre el bien de las personas.
El anuncio y la proclamación de la fe, además de cuanto acabamos
de decir, conllevan otro aspecto importante a tener en cuenta porque a
ello fue fiel Francisco de Sales. Como obispo de Ginebra estuvo siempre
preocupado por la evangelización del pueblo de Dios, y en especial la
catequesis. No podemos perder este valor carismático como Familia de
Don Bosco. Comunicar el mensaje del Evangelio para que sea vivido,
61 Ibidem. Las cursivas y paréntesis son míos.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
forma parte de nuestro carisma. La Congregación salesiana, la Familia
Salesiana nació de una sencilla catequesis62. La Iglesia ha establecido
recientemente el ministerio del catequista63. Se nos ofrece una magnífi-
ca oportunidad para revitalizar nuestra dimensión evangelizadora con
estas perspectivas.
No olvidamos también que Don Bosco, con los medios que tuvo
a disposición en aquellos momentos, publicó 318 obras a lo largo de
cuarenta años, porque como Francisco de Sales estaba convencido de
que una buena palabra o una rica lectura podría hacer un gran bien.
Todos los esfuerzos eran nada para él a fin de lograr el bien y la salva-
ción de una persona.
Por último, siempre fue intención de Francisco de Sales llegar a todos
y anunciar la salvación y la liberación que ofrece el Amor de Dios. Esto
se hacía realidad en su particular ejercicio de la amabilidad y del celo
pastoral yendo a visitar, saliendo al encuentro, buscando y propiciando
de diversas maneras el encuentro con las personas. La fundación de la
Orden de la Visitación, junto con Juana de Chantal nos habla, con el len-
guaje de la época, de esta «Iglesia en salida» propuesta por el papa Fran-
cisco, que va al encuentro de quien quiera escuchar el mensaje de Jesús.
La imagen de Don Bosco visitando a los chicos durante la semana
en sus puestos de trabajo, la imagen de Francisco de Sales visitando
a sus feligreses y metiendo por debajo de las puertas de sus casas un
mensaje de fe y de amor de Dios, la imagen inspiradora de la Virgen
María en la visitación a su pariente Isabel, nos debería animar y entu-
siasmar, y resultar casi desafiante para nosotros.
62 El encuentro con Bartolomé Garelli en la iglesia de San Francisco de Asís, el 8 de diciembre
de 1841. “[…] Me levanté e hice la señal de la santa cruz para comenzar, pero mi alumno
no la hizo porque no sabía. Aquella primera lección de catecismo la dediqué a enseñarle
a hacer la señal de la cruz y a que conociera al Dios creador, junto al fin para el que nos
creó. […] He aquí el origen de nuestro Oratorio, que con la bendición del Señor creció tanto
como entonces nunca hubiera imaginado”. Cf. Memorias del Oratorio de San Francisco
de Sales de 1815 a 1855, en INSTITUTO HISTÓRICO SALESIANO, Fuentes salesianas, 1116.
63 Cf. FRANCISCO, Carta apostólica en forma de «Motu Proprio» Antiquum Ministerium, del
10 de mayo de 2021 (Memoria de san Juan de Ávila) con la que se instituye el ministerio
de catequista.

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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Conclusión
Como Familia Salesiana también tenemos nosotros la necesidad
de desplegar el «carisma de la visitación» como deseo del corazón de
anunciar, sin esperar a que vengan a nosotros, yendo a espacios y lu-
gares habitados por tantas personas a las que una palabra amable, un
encuentro, una mirada llena de respeto les puede abrir los horizontes
a una vida mejor.
En definitiva, salir al encuentro de los jóvenes, allí donde y como se
encuentren, sigue siendo nuestro rasgo de identidad más propio que
confirma el deseo de Don Bosco de amar lo que los jóvenes aman para
que amen lo que nosotros amamos, expandiendo el espíritu salesiano,
nuestra «opción Valdocco», allí donde nos lleve el deseo de estar con los
jóvenes, viviendo un verdadero «sacramento salesiano de la presencia»,
y el compromiso de realizar «pequeños ejercicios de caridad». Así na-
cimos, y así queremos seguir a Don Bosco que encontró en Francisco
de Sales un modelo y un alma gemela.
El aniversario que celebramos este año nos ayude a seguir crecien-
do en dedicación a los jóvenes pobres y abandonados con el carisma
salesiano de Don Bosco imbuido del espíritu de san Francisco de Sales.
���
PARA VOLVER A LEER Y REFLEXIONAR,
PARA DEJAR REPOSAR EN EL CORAZÓN
Termino esta redacción recogiendo algunos de los pensamientos
de san Francisco de Sales, Don Bosco, el papa Francisco o incluso de
mi redacción que, quizá entre otros, pudieran ayudarnos a reflexionar,
a dejarlos reposar en el propio corazón después de la lectura del Agui-
naldo. Entre otros he «entresacado» los siguientes:
¾ La caridad y la dulzura de San Francisco de Sales me guíen en todo.
¾ «Nada a la fuerza» es toda una propuesta hermosa, una invitación
para que sea una preciosa regla personal de vida.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
¾ Como obispo tridentino que era, promotor de la reforma católica,
educado en la lucha contra la tibieza de la fe, eligió el camino
del corazón y no el de la fuerza. Y no hizo más que fijarse en la
actitud de Dios.
¾ Dios, en su gracia, no actúa nunca sin nuestro consentimiento.
Actúa con fuerza, pero no para obligar o constreñir, sino para
atraer el corazón, no para violentar, sino para enamorar a nues-
tra libertad.
¾ Dios, como le gustaba decir a Francisco de Sales, nos atrae hacia
Él con su bondadosa iniciativa, a veces como una vocación o
llamada, otras veces como la voz de un amigo, como una inspi-
ración o una invitación y otras como una «prevención», porque
se anticipa siempre. Dios no se impone: llama a nuestra puerta y
espera a que le abramos.
¾ No aceptamos que se pueda educar sin el respeto sagrado a la
libertad de cada persona. Donde no se respeta la libertad de la per-
sona, ahí no está Dios.
¾ La fuerza de la atracción de Dios, potente, pero no violenta, está
en la dulzura de su atracción.
¾ La mística salesiana, este amor a Dios del que hablamos, lejos de
excluir el amor a los demás, lo requiere.
¾ El ser humano, el joven, cada persona, todos nosotros, llevamos
inscrito en nuestro ser la necesidad de Dios, el deseo de Dios, «la
nostalgia de Dios».
¾ Dios está presente y se hace presente a cada persona en esos
momentos de su vida que solo Dios mismo elige y del modo que
solo Dios conoce.
¾ Tanto Francisco de Sales como Don Bosco hacen de la vida de cada
día expresión del amor de Dios, que es recibido y también corres-
pondido. Nuestros santos han querido acercar la relación con Dios
a la vida y la vida a la relación con Dios. Se trata de la propuesta
de «la santidad de la puerta de al lado» o «la clase media de la san-
tidad» de la que con tanto afecto nos habla el papa Francisco. «Me

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1. CARTA DEL RECTOR MAYOR
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gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres
que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres
que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las
religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para
seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa
es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos
que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de
Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad”».
¾ Dios no nos ama porque seamos buenos, sino porque Él es bueno
¾ A hacer la voluntad de Dios no se llega por sentimientos de «in-
dignidad», sino por la esperanza en la misericordia y en la bondad
de Dios. Esto es el optimismo salesiano.
¾ Francisco de Sales responde al amor de Dios con amor.
¾ Te amaré, Señor, al menos en esta vida, si no me es dado amarte
en la vida eterna; al menos te amaré aquí, oh Dios, y siempre
esperaré en tu misericordia
¾ La crisis de Francisco de Sales deja traslucir lo más profundo de
su ser: un corazón enamorado de Dios.
¾ La convicción de que el amor de Dios no se basa en sentirse bien,
sino en hacer la voluntad de Dios Padre; es el eje de la espiritua-
lidad de Francisco de Sales y debe ser la guía para toda la Familia
de Don Bosco.
¾ Hacer un camino desde los consuelos de Dios al Dios de los con-
suelos, del entusiasmo hacia el verdadero amor.
¾ Pasar de estar enamorados al verdadero amor a los otros.
¾ Hacer todo por amor, nada por temor, porque es la misericordia
de Dios y no los propios méritos lo que nos mueve a amar.
¾ Si San Agustín decía que «nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti»64, siguiendo el pensamiento de Francisco de Sales,
podíamos decir con von Balthasar, que «tu corazón [oh Dios], se
64 AGUSTÍN DE HIPONA, Confesiones, I, 1.

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ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, núm. 437
siente inquieto hasta que nosotros descansemos en ti, hasta que el
tiempo y la eternidad se confundan sumergidos el uno en el otro».
¾ Tal y como quería Don Bosco: ¡Que el amor a Cristo nos lleve
al amor a los jóvenes!, característica salesiana de nuestra vida y
permanente desafío para la Familia de Don Bosco hoy y siempre.
¾ Su vida de oración es su historia personal de amor con Dios.
¾ Para Francisco de Sales la oración como comunicación con Dios,
es el corazón de la persona humana que habla al corazón del Se-
ñor. Es la forma de oración de la espiritualidad encarnada.
¾ La oración nos permite encontrar ese corazón de Dios y conformar
nuestro corazón con el suyo.
¾ La caridad es la medida de nuestra oración, porque nuestro amor
a Dios se manifiesta en el amor al prójimo.
¾ En esto consiste la «oración de la vida»: en realizar todas las acti-
vidades en el amor y por amor de Dios, de tal modo que toda la
vida se convierta en una oración continua.
¾ Conviene encontrar momentos para retirarnos al propio corazón,
apartados del ajetreo y del activismo, y conversar de corazón a
corazón con Dios.
En Ella (María) comprobamos lo que Dios está dispuesto a hacer
con su amor, cuando encuentra corazones disponibles como el de Ma-
ría. Vaciándose de sí misma, recibe la plenitud de Dios. Permaneciendo
disponible para Dios, Él es capaz de realizar en Ella grandes cosas.
Don Ángel FERNÁNDEZ ARTIME, SDB
Rector Mayor