veces tan atentos a las formas con detrimento de la sustancia), ha sido la misma insistencia de
Don Bosco educador.
- Una fina sabiduría pedagógica. Acerca de la propuesta de santidad, Don Bosco se ha
demostrado un verdadero pedagogo, un maestro. Dice explícitamente la palabra santidad a
aquel muchacho, Domingo Savio, que ya era capaz de comprenderla, porque él mismo la
había pronunciado. A Miguel Magone, en cambio, en la estación de Carmagnola, le dice:
“Mira, ven al oratorio, allí podrás estudiar y jugar, allí encontrarás compañeros”.
Esto significa que es importante que nosotros, educadores, sepamos que hay un
camino gozoso de santidad capaz de satisfacer las expectativas de un corazón juvenil y, por
tanto, sepamos proponerlo a cada uno de los muchachos de nuestro oratorio o centro juvenil o
escuela, con las palabras oportunas. Sucederá que en un grupo de jóvenes oratorianos nosotros
hablemos expresamente de la santidad o de la vocación, conscientes de que nos
comprenderán. En otros casos, se deberá comenzar desde el principio, desmontando la
mentalidad, purificando las imágenes falsas de Dios o destruyendo los ídolos que se han
creado y que están tratando de reproducir en su vida.
Lo más importante es que, como educadores, seamos conscientes de que Dios llama a
todos a la santidad, es decir, a una respuesta gozosa a Él, y que se trata de un camino posible
de recorrer, sabiendo que a los muchachos los deberemos acompañar a partir de la situación
en que los encontremos: “los caminos de la santidad son personales”53. Por esto, es necesaria
“una verdadera y propia pedagogía de la santidad, que sea capaz de adaptarse a los ritmos de
cada persona”54, sobre la cual, como salesianos, deberemos reflexionar y deberemos
experimentar en la práctica del acompañamiento55. Recordemos que el primer paso de Don
Bosco fue la invitación a los muchachos a ir los domingos al oratorio para divertirse con
muchos compañeros. Éste era la primera llamada a la “santidad de la alegría” y a la vida
santa.
Don Bosco intuyó, desde los primeros años de su sacerdocio, la posibilidad de
acompañar a los jóvenes a la plenitud de la vida cristiana, proporcionada a su edad, con un
tipo de espiritualidad juvenil organizada en torno a algunas ideas-fuerza abiertas a la fe,
tributarias, evidentemente, de su tiempo, pero también proféticas, y llevadas adelante con
ardor y con genialidad pedagógica. Factor decisivo de esta genialidad fue, precisamente, la
capacidad de implicar a los jóvenes en la aventura y hacerlos los primeros beneficiarios, al
mismo tiempo que los verdaderos protagonistas. Los jóvenes mismos ayudaron a Don Bosco
“a iniciar, en la vida de cada día, un estilo de santidad nueva, acomodada a las exigencias
típicas del desarrollo del chico. Fueron así, de algún modo, simultáneamente discípulos y
maestros”56. La nuestra es una santidad para los jóvenes y con los jóvenes; porque también en
la búsqueda de la santidad, “los Salesianos y los jóvenes caminan juntos”57: o nos
santificamos con ellos, caminando y aprendiendo con ellos, o no seremos santos nunca.
Las etapas de este camino ya han sido definidas con claridad. El CG23,
particularmente, nos las presentó en forma sintética y muy estimulante, invitándonos a
organizar la vida de los jóvenes en torno a ellas y a insistir en ellas con opciones de valores y
actitudes evangélicos. Os las recuerdo, rogándoos con todas mis fuerzas que toméis el
documento para profundizar más el comentario58.
53
NMI, n. 31
54
Ibidem
55
Cf. ibidem
56
CG23, n. 159
57
JUAN PABLO II, Mensaje al comienzo del XXV Capítulo General, CG25, n. 145
58
Cf. CG23, Educar a los Jóvenes en la fe. Documentos Capitulares (Roma 1990), nn. 158-180
1