El mejor regalo que he recibido de los jóvenes
Recuerdo cuando en 2007, en la parroquia de Santo Domingo Savio Bellflower, USA, manifesté por primera vez mi
deseo de ser voluntario en medio de los huérfanos de Ecuador. Desde hace ocho meses trabajo con los muchachos de
Guayaquil. Creo haber encontrado la pasión de mi vida. Si tuviera que escoger la mejor vivencia de mi vida, elegiría
ésta.
Esta experiencia ha cambiado mi visión del mundo. Me ha abierto los ojos a la realidad de la pobreza, el hambre, y las
condiciones en que se encuentran los países en vías de desarrollo. Y no sólo me ha abierto los ojos, sino que se ha
convertido en la inspiración que me ha hecho una mejor persona.
Al principio me daba miedo este nuevo país, lejos de mi familia, de mis amigos, pero cuando conocí a estos muchachos
desaparecieron todas las inhibiciones. No podía creer cuando me decían que esta experiencia cambiaría mi vida. Ni me
imaginaba lo exacto que iba a resultar. Ver un muchacho inocente tirado por el suelo cambia tu vida; y cuando el
muchacho se decide venir contigo al oratorio es una bendición. Siento que he acogido no sólo a Vince o Erick, sino a
Dios mismo.
Cada día que pasa es un regalo de Dios. He podido entender qué es amarle a Él, de lo cual estoy enormemente
agradecido. Lo mejor que he aprendido aquí es la inseguridad de las cosas que poseemos, ya sean los zapatos, o un
plato de arroz o los mismos padres. Y yo creía que todas estas cosas me daban seguridad. Hace un año mi vida se me
venía abajo, no tenía motivación ni para estudiar ni para trabajar. Ahora dejo Ecuador con una nueva visión de la vida,
un nuevo deseo, un nuevo motivo, seguir ayudando a los demás. Esta nueva motivación que crece en mi corazón es el
mejor regalo que he recibido de mis muchachos, es algo que no se puede comprar con dinero.
Entonces ¿Dónde me veo dentro de diez años? Me veo de una manera diferente en el mundo, ayudando a los demás, no
sé si en Ecuador, quizás de bombero. Agradezco a todos los hermanos y sacerdotes salesianos que, en todo esto, rezaron
y creyeron en mí. Ellos me ayudaron a ser lo que soy ahora.
Juan Garcia, 18 años
MISIONEROS ENTRE LOS MUSULMANES
«… Nosotros estamos aquí porque somos misioneros,
porque tenemos una fe que compartir, una Buena
Nueva que dar a conocer. Ciertamente nuestra misión
es sobre todo testimonio. Un testimonio de la fe que
nos anima, de la esperanza que nos sostiene, y del
amor que recibimos de Dios y que queremos
compartir con todos.
Personalmente no me siento frustrado porque haya
pocos cristianos o porque sean pocos los que se
convierten a nuestra fe. Estoy convencido de que
Don Václav Klement y Don José Miguel Núñez, Consejero para la
región Europa Oeste, con los jóvenes del centro de Formación
estamos aquí para “sembrar”, no para “recoger”.
Sembramos en la oración, aunque silenciosa, en las
lecciones de nuestra escuela o en las del gobierno, en
Profesional“Assabil”, Marruecos.
nuestra presencia en los hospitales y en los
dispensarios… en el compartir nuestra vida con la de los que viven aquí.
Ciertamente que la acción misionera no puede medirse con el registro de los sacramentos o con otros instrumentos de
medida. Sólo Dios la puede medir. Sólo Él un día nos podrá decir: Tuve hambre, de un mundo fraterno, de amistad, de
amor, de Buena Noticia, de Dios… y vosotros habéis venido a buscarme… Entonces alguno preguntará: pero ¿cuándo
te hemos dado esperanza? ¿Cuándo te hemos dado una buena palabra? ¿Cuándo te hemos dicho la verdad sobre un
Dios-Amor? ¿Cuándo te hemos dado la esperanza de un mundo fraterno?” Entonces Jesús nos dirá: “Cada vez que lo
habéis hecho a estos pequeños, a esta gente que vive en esta tierra difícil, me lo habéis hecho a mí. Por eso pienso
que un obispo o un sacerdote que trabaja aquí no debe sentirse desanimado por el hecho de no tener grandes acciones
pastorales. Está llamado a dar testimonio, a hacer que a través de su vida y de su acción pase un destello de la Luz
que ilumina a todo ser humano.
…Lo que importa no es recoger frutos sino echar las semillas evangélicas que un día darán su fruto… La misión es
siempre “misión” incluso en países musulmanes. Nosotros, los misioneros necesitamos, pues, un par de anteojos, los
de la fe, para poder ver y creer que acción y testimonio tienen sentido y hacen fermentar la masa del mundo».
Monseñor Giorgio Bertin
Obispo de Gibuti y Administrador apsotólico de Mogadiscio
(Popoli e Missione, Marzo 2009, p. 52-53 – citado con permiso)