La Santidad es amor incondicional y servicio
Nací en Vietnam. En mi juventud, no había misioneros vietnamitas. El
concepto que la gente tenía de un misionero, era el de alguien que
dejaba su país y nunca más volvía a ver su hogar. Naturalmente, que
los padres nunca querrían que sus hijos hicieran eso. Siendo novicio ya
tenía este deseo, pero lo guardé para mí hasta mi profesión perpetua. Un
día, en el tercer año de teología, volví a escuchar la invitación para los
misioneros ad gentes. Recé fervorosamente y me puse en las manos de Dios.
Luego que dos primeros misioneros fueron enviados a Papúa Nueva Guinea
(eran mis estudiantes), me motivó a escribir la carta al Rector Mayor
ofreciendo mi disponibilidad. Mi oferta fue aceptada.
En ese tiempo recibí la noticia de que mi hermana había sido diagnosticada
con cáncer y estaba bajo tratamiento en el hospital. Una de las
enfermeras, que era una hermana religiosa me conocía y me informó que el
cáncer era muy peligroso. Mi hermana tendría que someterse a quimiotera-
pia. Podría esperar vivir seis meses o, a lo sumo, un año. Lloré por mi hermana. Ella había convertido a su
marido al cristianismo y tenía 3 hijos pequeños. Le pedí a Dios sinceramente que me tomara en lugar de
ella: "Toma mi vida y déjala vivir." Pero Dios sabe mejor que nosotros lo que hace: Dios ha mantenido a mi
hermana viva y saludable hasta ahora, y me envió a mí a Mongolia. Llegó el momento de contarles a mis
superiores, y luego a mi familia, mi intención misionera. Mi mamá no quería que la dejara, pero mi papá me
dijo: "Tú le perteneces a Dios; tú haces lo que Él quiere que tú hagas".
Como joven clérigo fui enviado a la nueva misión de Mongolia (en el primer grupo). El invierno en este país
dura más de 6 meses. La temperatura está por debajo de cero: -30, -40 y a veces menos. El verano es muy
corto, pero con el calor de un semi-desierto: +35, +40. La dieta básica es la carne y más carne. No se cono-
cen frutas de ninguna variedad! De hecho, no podría ser más diferente de mi propio país, en donde en todas
las estaciones es verde y cálido, y con muchas frutas y verduras! Además, la lengua local es muy difícil de
aprender, de escribir, de hablar... Pero puedo compartir con ustedes que estos no son los mayores desafíos
a los que me enfrento en mi vocación misionera. El reto es vivir en armonía y trabajar con los otros
Salesianos, aunque todos ellos son (y yo también) muy entusiastas y llenos de celo por la misión!
He estado en todas las comunidades y casas de Mongolia (sólo hay dos)! En la Escuela Técnica, me gustó
estar con los jóvenes y verlos graduarse, conseguir un trabajo, formar una familia y encontrar suceso en la
vida. Muchos de ellos regresan a nuestra comunidad y expresan su gratitud! Mientras estoy en la parroquia,
mi alegría es ver a la gente recibiendo la fe; disfrutan en venir a la iglesia, incluso para la misa diaria, lo
cual no es fácil ni siquiera en mi propio país, ni con mis propios hermanos y hermanas. Cuánta fe tiene esta
gente aquí! Uno de mis momentos más felices fue cuando un joven vino a confesarse conmigo y se puso a
llorar en el confesionario. Y eran lágrimas de alegría! No podría haber imaginado cómo Dios obra dentro de
los corazones de la gente!
Mi humilde consejo para los jóvenes misioneros, después de mis 18 años en la misión: oren y hagan un buen
discernimiento antes de ir a las misiones; comprueben cuál es realmente su motivación; prepárense bien
con un sentido de acogida y paciencia. Cuiden la meditación diaria; estén siempre cerca de Jesús; no
busquen los propios intereses; primero construyan la vida comunitaria, vean a los demás Salesianos como a
sus propios hermanos; ámenlos y cuídenlos sinceramente; amen a los jóvenes y ellos seguirán tus pasos
hacia la santidad, pasos de amor incondicional y de servicio. Finalmente: ¡confiadlo todo a la Santísima
Virgen María, Auxiliadora de los cristianos!
Andrew Tin Nguyen, vietnamita, misionero en Mongolia
Testimonio de Santidad Misionera Salesiana
P Pierluigi Cameroni SDB, Postulador General para las Causas de los Santos
Santo Domingo Savio (1842-1857) con su intención: "Quiero ser santo, tengo que serlo... y no seré
feliz hasta que me convierta en santo", resuena mucho, si no todo. lo que Don Bosco había podido
transmitirle, a partir del sermón en el que Domingo escuchó estas palabras alentadoras: "Ser santo
es fácil. Todos debemos convertirnos en santos. Está preparado en el cielo un gran premio para los
que se convierten en santos". El mismo Don Bosco escribe que este sermón fue la chispa que
encendió el corazón de Domingo Savio, haciéndolo un amante de Dios. Una santidad compartida
con muchos amigos, entre ellos de manera especial Giovanni Massaglia, y de la cual nacerá la Com-
pañía de la Inmaculada, el vivero salesiano de la primera generación.
Por la Iglesia en ÁFRICA,
fermento de unidad.
Intención Misionera Salesiana
Para que la Iglesia en África sea levadura de unidad
entre los pueblos y un signo de esperanza para este Continente.
Después del fructífero "Proyecto África", la presencia salesiana, se encuentra ahora
en 43 países, con casi 200 comunidades y alrededor de 35,000 laicos comprometidos.
Oremos para que la Familia Salesiana, fruto misionero y don a la Iglesia y al
Continente, sea una fuente para la evangelización y promotora de la paz, la unidad
y la solidaridad, especialmente atenta a las personas desplazadas y a los refugiados.