SALESIANOS DE DON BOSCO - 28º CAPÍTULO GENERAL
¿QUÉ SALESIANOS PARA LOS JÓVENES DE HOY?
(Turín - 22 de febrero de 2020)
08.00 - SANTA MISA DE APERTURA - FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO
- HOMILÍA -
(João Braz card. de Aviz)
Queridos hermanos y hermanas reunidos hoy aquí,
Queridos hermanos Salesianos de Don Bosco:
Todos nosotros, con la Iglesia en todo el mundo, celebramos hoy la fiesta de la Cátedra de San Pedro. Esta cátedra, este asiento muy significativo, está en Roma, en la Basílica de San Pedro, pero está particularmente presente en la figura del papa Francisco, Pedro para nosotros hoy.
En la fe de la Iglesia, acogemos la palabra de Jesús dicha al apóstol Simón: "Tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16,18-19).
En esta fe de la Iglesia los Salesianos, como parte viva del pueblo de Dios, buscan una profundización del carisma de Don Bosco en su 28º Capítulo General que ahora comienza, con la pregunta: ¿Qué salesianos para los jóvenes de hoy?
La profundización del carisma salesiano tendrá, seguramente, muy presente la identidad de la vida consagrada y su contribución hoy a la vida de la Iglesia y del mundo. De hecho, gracias a los consagrados, la misión continúa y con las características del kairós eclesial y los "signos de los tiempos" que se manifiestan en el encuentro de los hombres y de las mujeres de hoy con el Señor de la historia.
Los veinte siglos de la Encarnación del Verbo (de la Palabra) en la historia humana, con su extraordinaria fecundidad en medio de tantas dificultades vividas por la Iglesia, nos ofrecen una prueba consistente de la fidelidad del Señor a los que buscan las vías del Evangelio para dar sentido y profundidad a su vida personal, a la comunidad y al cuerpo social.
Es un camino en el que no faltan turbulencias, como ahora experimentamos en la vida de la Iglesia, pero es el único camino posible, ya que las turbulencias son necesarias, en palabras del papa Francisco, para que nuestra fe sea probada y auténtica, apoyada en la fidelidad del Señor crucificado, para resucitar con Él.
Por eso los Padres conciliares, como Padres en la fe, nos han mostrado senderos de luz para nuestro tiempo, siguiendo la Palabra de Dios y la gran Tradición de la Iglesia. El Concilio Vaticano II es una fuente que continúa ofreciendo agua buena para volver a hacer fecunda la vida y la misión de la Iglesia en nuestros días.
Para la vida consagrada, en particular, el Concilio recordó la necesidad de volver al testimonio de la "sequela Christi", que para nosotros consagrados se da en la forma de Jesús, a través de los consejos evangélicos.
Las condiciones de esta “sequela” son las mismas para todos los bautizados. De hecho, no hay discípulos de primera o de segunda clase, sino solo discípulos en todas las vocaciones, tanto para las mujeres como para los hombres; sean casados o solteros, ancianos o jóvenes o niños. Todos, en Cristo, somos hijos del mismo Padre misericordioso y hermanos y hermanas entre nosotros. Hoy es particularmente necesario recrear esta fraternidad porque por eso conocerán que somos discípulos de Cristo, como Él mismo nos dijo.
Para nosotros, consagrados, el Concilio Vaticano II también nos pide el redescubrimiento de nuestros fundadores y fundadoras. Es una indicación precisa para apoyar lo que es la esencia del carisma, también con sus buenas tradiciones a lo largo del tiempo, pero sin apegarse a elementos secundarios que impiden una actualización sincera y auténtica y un desarrollo valiente hacia las nuevas dimensiones necesarias hoy en día.
Este dinamismo del carisma proviene del Espíritu que lo generó y, por esta razón, no puede desviarnos. No podemos conformarnos con la idea del "siempre se ha hecho así", como nos advierte el papa Francisco. Este "estancamiento" apaga en nosotros la fuerza dinámica del testimonio.
La lectura de la primera carta del apóstol Pedro en esta eucaristía, al comienzo de un nuevo Capítulo de los Salesianos de Don Bosco, nos permite reconocer en sus pastores de los jóvenes que el carisma y la misión les confían. Y luego las palabras de San Pedro son verdaderamente preciosas: "Pastoread el rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, mirad por él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con entrega generosa; no como déspotas con quienes os ha tocado en suerte, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el Pastor supremo, recibiréis la corona inmarcesible de la gloria” (1 Pe 5, 2-4).
La semana pasada fui con algunos hermanos obispos, sacerdotes y seglares a un pueblo cerca de Vicenza, donde nació un obispo salesiano que trabajó en el Medio Oriente durante muchos años y que ya ha fallecido. Se trata de Mons. Armando Bortolasso.
Ha trabajado intensamente por los jóvenes, por la paz y por el acercamiento entre las Iglesias y las religiones. Por esta razón, el municipio ha querido dedicarle una plaza del pueblo. También estuvo presente el Inspector salesiano de esa zona y con él un grupo de chicos y chicas que acompañaron la breve ceremonia con música. El Inspector nos dejó una buena impresión del carisma porque hablaba directamente a los jóvenes con pasión, pero teniendo en cuenta a todos los que estábamos allí. El testimonio de la vida salesiana de monseñor Armando, vivido con una alegría contagiosa hasta el final, quedó fuertemente marcado en nosotros presentes allí.
Querido Rector Mayor, don Ángel Fernández Artime, queridos consagrados salesianos y querida comunidad, recordemos en este tiempo de gracia que el apóstol Pedro, movido por el Padre de Jesús y Padre nuestro, profesó su fe diciendo a Jesús: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo” (Mt 16,16).
Él, Jesús, el Dios vivo entre nosotros, junto con María Auxiliadora, nuestra Madre, continúan guiando a la Iglesia y a la humanidad en este momento de la historia. Renovamos con confianza nuestro acto de fe para que el 28º Capítulo General de los Salesianos de Don Bosco ayude a toda la Familia Salesiana a ser fiel a la Iglesia y, en la estela de Don Bosco, a los jóvenes de hoy.