SÍNTESIS |
Inspectoría
Salesiana de “Santiago el Mayor" León , 26 de mayo
de 2001 nº 9
MISIÓN (CUASI) IMPOSIBLE
Hace unos días el equipo de “Misión Imposible” llegaba al Everest, la mítica cumbre soñada por tantos deportistas de la montaña. También estamos a punto de llegar a la cima del curso. Es momento de balances. De la misma manera que exigimos evaluaciones y verificaciones a los chicos, de la misma forma que evaluamos nuestro trabajo pastoral y la consecución de objetivos, debemos examinar nuestro trabajo, nuestra ilusión, nuestros logros y fracasos.
Junto a los balances, el verano es tiempo de proyectos. Todos proyectamos un tiempo de vacaciones, algunas lecturas, tal vez terminar trabajos que durante el curso no pudimos realizar. Paradójicamente, aquel tiempo que debería ser de recuperación de fuerzas y, por tanto, de un trabajo más mitigado, en ocasiones se convierte en un periodo de vértigo. Cuidemos nuestra salud, nuestra oración, nuestra comunidad, nuestras lecturas… Se hace difícil armonizar todo, pero seamos posibilistas, intentemos llevar a cabo esa “misión (cuasi) imposible”. ¡Feliz verano! Nos despedimos hasta octubre.
ÍNDICE
Retiro ………………………....3-9
Formación………………….10-17
Comunicación.……..........18-22
El anaquel…………….......23-41
Revista fundada en el 2000
Edita y dirige:
Inspectoría Salesiana "Santiago el Mayor"
Avda. de Antibióticos, 126
Apdo. 425
24080 LEÓN
Tfno.: 987 203712 Fax: 987 259254
e-mail: formacion@salesianos-leon.com
Maqueta y coordina: José Luis Guzón.
Redacción: Segundo Cousido y Mateo González
Depósito Legal: LE 1436-2002
ISSN 1695-3681
RETIRO
DON BOSCO - PADRE FUNDADOR CARISMÁTICO DE LA FAMILIA SALESIANA
- Está fuera de discusión que Don Bosco ha sido el fundador de los SDB, HMA y CC. SS. Don Bosco tuvo clara la idea o el proyecto de la F.S. y la quiso realizar.
- Leer texto La Familia Salesiana. Viganó ACG 344, ...
- El problema consiste ahora en demostrar:
que Don Bosco fundó las tres ramas,
como única realidad, orgánica
que llamamos Familia Salesiana.
que no es una federación de grupos constituidos sucesivamente
sino un organismo vital que se ha desarrollado biológicamente por la unión de células vivas creadas por un único generador.
- Nosotros debemos encontrar en Don Bosco el origen de la F. S. como la resultante:
de su celo apasionado y realista
fruto de la inspiración del Espíritu Santo
para la salvación del mayor número posible de jóvenes
y que lo lleva a buscar el mayor número posible de colaboradores de todas las categorías sociales y eclesiales, inspirado en el hecho de las numerosas asociaciones de su tiempo.
- Hacemos historia de las principales etapas de la fundación de la F.S.
A.- FUNDACIÓN DE LOS PROMOTORES O COOPERADORES SALESIANOS EN TURIN.
- La historia de la F. S. se inicia no con la fundación de los Salesianas religiosos, sino con los Cooperadores, aunque éstos no hayan tenido forma jurídica de asociación hasta 1876 con la aprobación del Reglamento que el mismo Don Bosco escribió.
1.- La "Congregación de los Cooperadores Salesianos y su actividad”.
Cuando expone en diversos escritos (Introducción histórica a las primeras Constituciones SDB, un autógrafo de Don Bosco del 1876 a Monseñor Gastaldi, y un manuscrito de Don Berto corregido por Don Bosco titulado "Historia de los SS. CC”) la historia de los Cooperadores y de su relación con los salesianos religiosos el mismo Don Bosco afirma: "La historia de los CC se remonta al 1841 cuando se comenzó a recoger a los niños pobres y abandonadas en la ciudad de Turín”.
Durante los 18 años de trabajo pastoral en los tres oratorios de Valdocco, Porta Nova y Vanchiglia, antes de la fundación de los SDB (1841-1859), Don Bosco trata de buscar colaboradores: sacerdotes seculares (Don Borel), laicos nobles (Conde Cays, Marqués Fassatti) y modestos colaboradores (Cagliardi) para la enseñanza del catecismo, cursos por la tarde, necesidad de materiales, búsqueda de trabajo en la ciudad, y mujeres para el trabajo de limpieza y costura.
2.- Existencia jurídica de esta Congregación (1850-1852)
Rápidamente, lo dice Don Bosco a fin del año 1841, para conservar la unidad de espíritu y de disciplina, D. Bosco piensa en agrupar a estos colaboradores en una asociación estructurada, dándole el nombre significativo de "Promotores y Cooperadores Salesianos, constituidos como una verdadera congregación (en sentido laico) bajo cl título de San Francisco de Sales (MB XI, 85).
En 1850 la hace reconocer oficialmente por el arzobispo Monseñor Fransoni y le pide beneficios para esta congregación al Papa.
En 1852 obtiene la erección canónica (decreto del 31 de marzo) que lo nombra director-cabeza espiritual de los tres oratorios con todas las facultades que son necesarias y oportunas para el trabajo pastoral. Estos colaboradores siguen el reglamento del Oratorio.
3.- Enriquecimiento y desarrollo de esta Congregación (1852-1859).
Hay un hecho histórico: Don Bosco estaba desilusionado porque muchos de estos colaboradores o cooperadores se le iban. No eran perseverantes.
A partir de 1852, Don Bosco apoyado en sus sueños, abriga dos grandes convicciones:
la continuidad de la abra requiere ayudantes completamente disponibles.
a éstos los encontrará principalmente entre los jóvenes. Entonces la Congregación de los Promotores o colaboradores se enriquece poco a poco con miembros jóvenes, sobre todo con los alumnos mayores del Oratorio, sean externos o internos, y en particular miembros de la Compañía de la Inmaculada (fundada en el I856), de la cual nacerá el 18 de diciembre de 1859 la Pía Sociedad Salesiana.
Don Bosco mismo en un texto famoso, presenta la Sociedad Salesiana como el fruto de un desmembramiento del primitivo grupo de los CC., los dos grupos ya consistentes trabajarán en condiciones diversas: unos como religiosos, otros como laicos, pera unidos para trabajar por la juventud pobre (MB XI, 85-86).
B.- PROYECTO NO APROBADO DE UNA ÚNICA PIA SOCIEDAD SALESIANA CON DOS TIPOS DE MIEMBROS: RELIGIOSOS Y LAICOS (SALESIANOS INTERNOS Y EXTERNOS) 1860-1876.
1- EI proyecto de una única sociedad salesiana.
Don Bosco no tuvo enseguida una idea clara del tipo de instituto que iba a fundar, ni sobre el tipo de vínculos con los que iba a unir a sí a las jóvenes dispuestos a ponerse a su completa disposición.
Tres razones han aconsejado a Don Bosco obrar con mucha prudencia en la fundación de la saciedad religiosa:
Era la época de la supresión civil de las congregaciones del Piamonte.
El temor de asustar a los jóvenes invitándolos a hacerse frailes.
Y sobre todo el hacer entender que su congregación tenía un carácter novedoso: plenamente apostólica al servicio de los jóvenes, pero para nada monacal ("nosotros no somos frailes" dice Don Bosco al canónigo Guiol ). Además se daba un hecho: los miembros fundantes de esta Congregación eran todos jóvenes, sin ninguna experiencia religiosa, que crecieron en el ambiente de Valdocco. Don Bosco fundó una Congregación no para los jóvenes solamente, sino con jóvenes.
a. Primer paso: 26 de enero de 1854: "Salesianos".
La providencia le envía jóvenes de calidad extraordinaria: Rúa, Cagliero, Francesia... D. Allasonatti... Domingo Savio.
b. Segundo paso decisivo: 18 diciembre 1859: Pía Sociedad de S. F. S.
Constatemos el hecho: Don Bosco fundó su Sociedad no sólo para los jóvenes, sobre todo pobres, sino con jóvenes, que procedían casi todos de familias modestísimas. "Digno de meditación ".
c. Camino hacia la aprobación de las Constituciones.
El camino recorrido por D. Bosco para obtener a la Sociedad Salesiana la plena personalidad jurídica y la plena, exención de la jurisdicción de los obispos locales, y el camino paralelo recorrido para la plena aprobación de las Reglas fueron largos y difíciles... Hubiera disuadido a cualquiera. Don Bosco lo hizo con una fe y una tenacidad extraordinarias.
1857.- Redacción del primer borrador. EI demonio le tiró la tinta.
1858.- Segundo proyecto después de la visita a Pío IX.
1860.- Se enriquecen con el capítulo sobre los "miembros externos"
1864.- Versión enviada a Roma para su aprobación una vez obtenida la aprobación de Mons. Fransoni. Algunas cosas de las que dice ese capítulo:
Cualquier persona aun viviendo en su propia casa y en el seno de la propia familia puede pertenecer a nuestra sociedad.
El no hace ningún voto, pero procurará poner en práctica aquella parte del Reglamento que es compatible con su edad, estado y condiciones, obras de caridad especialmente dirigidas al bien espiritual de la juventud o del pueblo.
Haga, al menos, una promesa al Rector Mayor (entonces Dan Bosco) de emplear todas sus fuerzas para la mayor gloria de Dios.
¿Cuál es el significado de este capítulo en la mente de Don Bosco? El sabe perfectamente que el pequeño grupo de los jóvenes salesianos religiosos es una parte diferenciada del gran grupo de los "promotores salesianos". Aunque la Pía Sociedad aparezca ya como la fundación decisiva para la continuidad de la obra salesiana, no tiene la más mínima intención de romper la unidad primitiva de sus diversos colaboradores. Más aún, esta unidad quedará reforzada por el hecho de que los cooperadores no religiosos girarán ahora en torno a la Pía Saciedad como su núcleo central y estable.
La regla escrita vale para los cooperadores en la medida que se pueda cumplir desde su condición de seglares.
2.- La lucha significativa entre Roma y Don Bosco sobre este proyecto (1864-1874).
El 23 de junio de 1864 la S.G. Congregación do los Obispos y Religiosos emana un decreto que reconoce la existencia eclesial de la nueva sociedad y el 1 de marzo de 1869 el decreto de aprobación. Estaba entonces el Cap. XVI. Don Bosco interpreta esto como un reconocimiento oficial de los dos grupos y de su unidad. Pero los examinadores romanos no entienden hacer esto. Durante 10 años, hasta la penúltima edición de las Constituciones en enero de 1874, Don Bosco tratará de hacer entender su idea ante la Santa Sede. Esto indica la importancia que le daba Don Bosco, que se mantiene luchando tanto tiempo. . .
Para Don Bosco se trataba de algo importante y significativo: "Eran salesianos laicos, hermanos de los salesianos religiosos, la óptica era apostólica. En cambio Roma tiene una óptica religiosa, las considera personas extrañas al Pío Instituto (MB VII 626) porque no profesan los tres votos no llevan vida común. Don Bosco debe ceder para que le aprueben las Constituciones de los SDB. Quita el Cap. XVI (3 de abril de 1874).
3.- Organización de los Cooperadores asociados a la Sociedad Salesiana.
Don Bosco piensa enseguida en dotar de una figura jurídica válida para siempre la nueva situación. Después de dos años de reflexión y tres esbozos sucesivos de un texto reglamentario constituye definitivamente la "pía asociación" con el nombre de Unión de los Cooperadores Salesianos, y escribe para ellos el Reglamento definitivo, que nace en Turín el 12 de julio de 1876 y con el título de Cooperadores Salesianos, o sea un modo práctico "para favorecer las buenas costumbres en la sociedad civil".
Tiene 8 capítulos. Los puntos más sobresalientes son estos:
sus miembros son hermanos o descendientes de los Promotores salesianos del 1850, sin interrupción (MB XI).
Cuenta entre ellos también a las cooperadoras y no sólo cooperadores a los cuales solamente les estaba permitido "la agregación" a la Sociedad Salesiana (Esto ha sido una consecuencia providencial del rechazo de Roma).
Son asociados a la Congregación de S. Francisco de Sales, son como una tercera orden salesiana, se proponen tos mismos fines, tienen el mismo superior mayor, y los miembros de la Congregación Salesiana los deben considerar a todos como otros hermanos en J.C.
El reglamento llamado también Regla está estrictamente inspirado en las Constituciones de los Salesianos y expone la vocación salesiana laical, un tenor de vida igual a la de los salesianos religiosos, fin principal es la vida activa en el ejercicio de la caridad hacia el prójimo y especialmente hacia la juventud en peligro, sea en las obras salesianas, sea en las parroquias, con el mismo espíritu y método, las mismas prácticas fundamentales de piedad, las mismas indulgencias de los salesianos y en comunión de los santos salesianos.
Estos hechos hacen ver que Don Bosco jamás ha concebido el trabajo pastoral de los salesianos sin la presencia activa de los Cooperadores, siempre considerados por él como hermanos de espíritu y trabajo.
Es importante afirmar por qué Don Bosco en el primer Capítulo General (1875 explicó por qué rechazaba el descentralizar o separar la organización de las CC. como hicieron los Franciscanos, para su tercera orden. Dice: “EI gran esfuerzo que yo he hecho para estos cooperadores, cosa que he estudiado muchos años, fue encontrar el modo de hacer que todos estén unidos a la cabeza y que él sepa hacer llegar sus pensamientos a todos, preocupación de unidad de acción y de espíritu”.
C.- FUNDACIÓN DEL INSTITUTO DE LAS HMA AGREGADO A LA SOCIEDAD SALESIANA (1871-1881)
En el 1871, Don Bosco aconsejado par personas importantes guiado por sus sueños, conducido por signos providenciales, anuncia al Consejo la intención de fundar una Congregación que hiciese con las jóvenes lo que los Salesianos hacían por los jóvenes, apoyándose en el grupo de las Hijas de la Inmaculada guiado en Mornese por el vicepárroco Don Pestarino y con el cual ya Don Bosco había tenido contacto desde 1864.
Aprobada la propuesta con entusiasmo, Don Bosco obtiene también el consejo del Papa Pío IX. Prepara las Constituciones y organiza el grupo de Mornese en comunidad religiosa. EI Instituto es oficialmente aprobado y organizado como grupo el 5 de agosto de 1872.
Quince jóvenes reciben el hábito y 11 de ellas hacen los votos trienales bajo el nombre de Hijas de María Auxiliadora. El Primer Consejo General será elegido el 15 de junio de 1874 con María Mazzarello como Superiora.
Este Instituto, que se orienta hacia el mismo tipo de obras de los Salesianos y vive el mismo espíritu (con acentuaciones femeninas y marianas), Don Bosco lo quiere estrictamente unido a su persona de fundador y a la sociedad salesiana existente ya.
Lo que Don Bosco no logra con los CC. lo logra con las HMA: su Instituto aunque tiene Constituciones propias, superiores y personal , es agregado o afiliado a la Sociedad Salesiana en el sentido estricto de la palabra sin que Don Bosco haya juzgado necesario ni oportuno pedir a Roma una aprobación específica, aunque debemos decir que Roma no ve con buenos ojos esta agrupación, que él arregla personalmente con el Obispo local. Se dirige al Obispo de Acqui que aprueba las Constituciones el 23 de enero de 1876.
Ya en el 1874 Don Bosco había explicado a la Santa Sede que la Casa de Mornese formaba parte de su obra "como apéndice y dependientemente de la Congregación Salesiana" (MB X).
Las primeras Constituciones HMA publicadas en Turín en 1878 se titulan “Reglas o Constituciones para el Instituto de las HMA agregado a la Sociedad Salesiana”.
En la última edición corregida y guiada por Don Bosco, más completa (1885, que duró hasta el I906) se puede leer:
Título II: Forma del Instituto.
1.-EI Instituto está bajo la dependencia del Superior General de la Sociedad de San Francisco de Sales, al que se le da el nombre de Superior Mayor. En cada una de las casas que pertenecen a la Congregación, él podrá hacerse representar por un sacerdote con el nombre de Director particular, y para todo el instituto, de un miembro del Capítulo Superior Salesiano, o de otro sacerdote idóneo, con el título de Director General de las Hermanas. El Director General cuidará de todo aquello que se refiere a la marcha de lo material, moral y espiritual del Instituto (Ver Constituciones del Instituto).
En efecto el Superior Mayor admite a los votos y da las dispensas; preside el Capítulo Superior (Consejo General) del Instituto, decide la apertura de las casas, confirma los nombramientos de las directoras locales. De aquí podemos deducir la importancia que tuvieron en los inicios de las HMA los salesianos Cagliero, Dan Rua, Don Bonetti; Don Costamagna, Don Lemoyne.
Esta dependencia duró hasta el año1901 y en la práctica hasta el año 1906, cuando en el 1901 la Santa Sede decidió que una congregación femenina no debía depender de una congregación masculina de la misma naturaleza.
Esta dependencia en los inicios reportó una gran ventaja para los dos Institutos: Don Bosco pudo enriquecer la animación de las Hermanas, todas jóvenes, formarlas en el mismo espíritu, ejercitarlas en el servicio de la actividad educativa: EI Instituto se benefició del prestigio de Don Bosco y del dinamismo de su Pía Sociedad. Y las HMA dieron a los salesianos una ayuda preciosísima, de modo especial en la obra misionera.
D.- DON BOSGO PADRE FUNDADOR DE SU FAMILIA SALESIANA.
1.- Fundador consciente de una única familia, fuertemente centralizada.
Don Desramaut resume la identidad de la asociación salesiana en el 1876 y concluye: “Era la asociación fraterna de tres sociedades, dos de religiosos, una de no religiosos" cuyos miembros
estaban estrictamente unidos al Superior de la Congregación masculina
perseguían los mismos fines morales (santificación) y sociales (servicio apostólico particular)
según los valares y un programa puestos en común cada uno de acuerdo a sus propios reglamentos.
Tenemos que tener claro que Don Bosco era consciente que por disposición de la Providencia era:
EI Padre, cabeza de un vasto movimiento de fuerzas espirituales unidas y articuladas
en fuerza también de su temperamento centralizador y de la mentalidad socio eclesial de su tiempo
pero con la convicción de la originalidad de su carisma que debía transmitir a otros discípulos.
Don Stella escribe: "Aparece dominado de una aspiración unitaria, de una fuerza, aquella de la única familia a imagen y semejanza de la familia humana que tiene a Dios por padre y de la familia de la Iglesia que tiene al Papa como padre común." (D. Bosco... vol I, 225).
En el año 1877 expresaba esta convicción escribiendo para el Primer Capítulo General un texto estupendo donde asocia a los tres grupos por él fundados, usando la típica forma estilística de tenemos (hablaba en plural refiriéndose a los tres grupos).
Se puede afirmar que para Don Bosco ningún grupo ha sido jamás concebido y jamás ha existido de un modo separado, fuera de la perspectiva unitaria, aunque después en la historia, por exigencias del Derecho Canónico se ha dada un legítimo proceso de personalización de cada grupo, que pudo haber llegado a una exageración. Leer lo que dice el Rector Mayor en la carta sobre la F. S.
2.- De la agregación a la comunión.
Leer lo que dice el CGE.
La historia hace entender que a Don Bosco se le debe ver siempre como fundador de una única familia, de un vasto conjunto de fuerzas apostólicas salesianas entregadas a la misma misión (que ha ido ampliándose) que hay que realizar con el mismo espíritu (que ha ido enriqueciéndose) y el mismo deseo de santidad personal y con la ayuda de estructuras de cohesión y de colaboración (que ha ido articulándose).
El aislarse de un solo grupo significaría romper la unidad y la riqueza del carisma salesiano y de la acción salesiana. EI esfuerzo actual para reconstruir una F.S. viva con fundamentos válidos no es otra cosa que encontrarse con la verdad de Don Bosco y de nosotros mismos.
La misma historia hace entender en segundo lugar el papel peculiar adquirido por la segunda fundación, la de los salesianos religiosos: "vínculo seguro y estable de unión y centro animador en relación con los otros dos grupos."
A pesar de las rupturas jurídicas históricas, lo que une a los grupos es más fuerte que lo que los separa y debe pensarse y vivirse su comunión unida a su distinción. A la antigua agregación debe corresponder hoy la comunión.
El esfuerzo de los últimos capítulos generales para reconstruir esta unidad de familia, no es más que recuperar la fidelidad al pensamiento y al esfuerzo del fundador.
José Rodríguez Pacheco
FORMACIÓN
(Vida Religiosa –marzo 2001- vol.90)
1 UNA MIRADA SOBRE LA VIDA RELIGIOSA |
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Mª Asunción Valls
¿Cómo percibimos la vida consagrada en este momento? “Perplejos, pero no desconcertados” (2Cor 4,8b). Ésta parece ser la actitud de los autores del documento cuando, tras analizar el momento actual del mundo y la sociedad, reflejan su percepción de la vida consagrada. En momentos de envejecimiento estructural, muestran la esperanzada perplejidad de quien contempla lo nuevo que emerge y la honesta sinceridad de quien ve caducar las formas de su soporte institucional. Términos como pluralismo, inculturación o inserción, alternan con otros de diferente tenor: sospecha, tentación, miedo... El envejecimiento de las formas y la excesiva institucionalización debilitan la capacidad de seducción del carisma en zonas tradicionales. ¿Acabará por seguir el mismo proceso en los nuevos lugares donde florece? Las interpelaciones surgen entre la fragilidad y la incertidumbre, sin experiencias previas... La comodidad y el temor pueden llevar a unos y otros a reproducir modelos envejecidos, o a prolongar actitudes tutelares. Sin embargo, la mayor representación de las nuevas regiones en asambleas y capítulos generales, su peso creciente en el gobierno de los Institutos, están conduciendo a la elaboración de síntesis acogedoras de la diversidad. Mayor cautela se advierte en el tema dc la formación, donde son más peligrosos los ensayos y experimentos, situándonos de nuevo ante el peligro de repetir esquemas que ya no son operativos. Las mismas tensiones se aprecian a la hora de plantear la inserción en las iglesias particulares; esta deseable “localización” ha de lograrse sin perjuicio de la comunión con la Iglesia global. Todo el apartado se resume en esta humilde y vigorosa confesión: “Todavía no sabemos gestionar la pluralidad. Nos da miedo. El Espíritu nos abrirá caminos” (nn. 31-35).
La presencia del Espíritu aldea particularmente sobre los números que se dedican a la vida consagrada masculina en contextos de catolicidad y encarnación, desencadenando una respuesta: la obediencia a la Alianza y al mandamiento del amor. Esta es la base de una conciencia equilibradamente dual: gestores de la pluralidad y expertos en comunión; ciudadanos del mundo y ciudadanos del Reino; conscientes de la transnacionalidad institucional y de la cercanía concreta. No son caminos nuevos, pero sí formas nuevas: “es tiempo para hacer las cosas mejor que antes”... Ante los desafíos planteados a la Iglesia por la globalización, la experiencia secular de la vida consagrada en su reflexión y en su acción puede ofrecerse corno punto de referencia (nn. 52-53). Acercar el carisma a cada una de las culturas, inculturarlo, implica la presencia del Espíritu en permanente re-fundación. Reaparecen los temores y tensiones: fragmentación y provisionalidad, madurez y discernimiento. Dios no tiene prisa: lo que importa es permanecer unidos a Él (n. 54), actor principal de esta tarea que el documento califica de fascinante. Junto al Espíritu, como servidor, está cada gobierno general, estimulando la inculturación y velando por la comunión, para que lo nuevo pueda ser integrado en el cuerpo congregacional sin rechazo, porque “su vivencia es tan fuerte que se percibe el aroma esencial del carisma” más allá de elementos circunstanciales. Una vivencia situada en el seguimiento evangélico de Cristo, admitiendo a revisión no sólo la categoría misma de “voto” y su triple formulación clásica: castidad-pobreza-obediencia, sino sus posibles expresiones culturales (nn. 55-57).
Si lo clásico ha de ser renovado, lo implícito debe ser desvelado. Profundizar en la propia identidad, sin reducciones simplistas: religioso, de tal Instituto, sí; pero también laico o sacerdote; de una u otra cultura o nacionalidad. Asumir la complejidad de la identidad sin fragmentarse supone la apertura a la catolicidad. Pero ante el posible desequilibrio entre los elementos de una identidad compleja aparecen el término “desconcierto” y la dualidad en las reacciones: pertenencia débil —nomadismo cultural, prestigio colectivo— entusiasmo carismático... Y una llamada a integrar mejor que a destruir: “la vocación a la vida consagrada es el elemento catalizador de la identidad compleja”. ¡También la vocación es compleja! (nn. 58-60).
Partiendo de la experiencia pentecostal desencadena el texto un interrogatorio en clave de discernimiento para individuar y compartir experiencias, para trazar nuevos caminos (61). La catolicidad e inculturación del carisma comunitario plantean nuevas cuestiones e iluminan perspectivas en los textos legislativos, en los capítulos generales, en foros diversos. Han de superarse formas no evangélicas de inculturación. El gobierno general es cuestionado como gestor operativo —tal vez excesivamente centralizador— en favor de tareas de animación en la inserción y la catolicidad; y es invitado a compartirlas con instituciones intermedias, a equilibrar la representatividad regional y a prestar especial atención a los procesos de refundación (nn. 62-68).
Asumir la realidad de una “identidad compleja” fuerza a situarse ante la complejidad de otras identidades: acentuar lo particular puede conducir a una “deficiencia de catolicidad”; pero la institucionalización de la identidad jerárquica pudiera ir contra la llamada de todos a la misma santidad. Urge por tanto recuperar en los Institutos y en la Iglesia mayor espacio de libertad profética y carismática, en línea con el don recibido (nn. 69-79). Esta dimensión profética confronta los proyectos de misión con los modelos de economía global vigentes y con las realidades locales, reclamando el diálogo inmediato, en cercanía; pero también el diálogo global que hacen posible los medios de comunicación social (n. 71).
La espiritualidad consagrada se presenta como síntesis vivencial de instancias evangélicas y carismáticas, en referencia al Espíritu de Jesús. Llamada a ser semilla del Reino, invita a cultivar “una espiritualidad global configurada por la passio mundi”, abierta a nuevas formas de oración y celebración. Y apoyada, más que en las formas, en una fe vivencial, expresada en la unión de corazones y el intercambio de dones espirituales, en diversos contextos culturales. Una globalización de la espiritualidad, así planteada, nos lleva también a compartir nuestros carismas con los laicos, promoviendo nuevas formas de discernimiento y participación (nn. 72-74). Asumir los sentimientos de Cristo y a la vez descubrir los signos de Dios en nuestra realidad supone un proceso formativo que apunta ante todo a la persona, para que partiendo de su identidad compleja supere contradicciones e integre posibilidades. A su vez, la internacionalidad de los institutos reclama iniciativas unificantes de comunicación e integración mutuas; formar, se dice, “para vivir en la red” —antropológica y social— sin olvidar la posible existencia de virus contaminantes, que reclaman los adecuados antídotos (nn. 75-78).
El documento apunta directamente a comunidades interculturales e integradoras, como parábola de fraternidad evangélica que se ofrece a la Iglesia y la Sociedad, ayudándolas a superar el mito de la superioridad occidental. La consideración de personas y bienes económicos como “patrimonio común” requiere su gestión a través de estructuras de participación y comunión, que posibiliten la distribución solidaria de unas y otros. La comunión de bienes y las formas, personales o comunitarias, de inserción entre los pobres requieren una configuración económica evangélica de los institutos, para salir al paso de las necesidades económicas de personas y obras enclavadas en zonas de pobreza. La ideología neoliberal y globalizadora exige igualmente iniciativas que nos ayuden a tomar conciencia de su influjo, tanto en nuestros proyectos económicos, como en las formas comunitarias y personales de pobreza (nn. 80-81).
Plantear la vida consagrada como vocación universal al amor de la Alianza requiere asumir con libertad formas nuevas de expresar la opción preferencial por una forma de vida, que se inspira en la etapa profética y liminal de Jesús de Nazaret y que pueda ser reconocida como “emergencia actual del amor apasionado al Señor resucitado, Esposo de su Iglesia, mediador de la definitiva Alianza”. Concluye el documento reconociendo que las preguntas abundan más que las respuestas; y que éstas son “pocas y frágiles”. Lo importante, dice, es “enfocar adecuadamente las cuestiones vitales”. Una tarea que empieza justamente cuando se termina de leer el documento.
2 TEXTOS |
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1) LA NUEVA FRONTERA DE LA VIDA RELIGIOSA
Felicísimo Martínez (2000), La frontera actual de la vida religiosa. Bases y desafíos de la refundación. Madrid. San Pablo, 10-11.
La vida religiosa sabe que se encuentra hoy ante una nueva frontera. O, más bien, ella es frontera para sí misma, en este intento de superarse y caminar hacia una vida más radicalmente evangélica. No es un pequeño altozano a nuestro frente o una simple meta volante sin mayor importancia. Se trata de dar un paso cualitativo hacia delante, de inaugurar el modelo radical que buscamos. Se trata de pasar de la simple renovación a la refundación. Sin perdernos en debates sobre palabras, sustancialmente sabemos lo que queremos decir cuando hablamos de modelo radical de vida religiosa, o de la refundación de la vida religiosa.
Si la palabra refundación no gusta, cámbiese por otra de preferencia personal. Pero no cambiemos la sustancia del asunto, en un intento solapado de diluir y edulcorar las bases y los desafíos de la refundación. No llamemos pobreza a cualquier cosa. No llamemos comunidad a cualquier grupo. No llamemos inserción a cualquier presencia. Conviene evitar a toda costa la equivocación de confundir el discurso con los hechos, confusión frecuente en las personas muy espirituales. Antes de engañarnos, es preferible asumir nuestras limitaciones y hasta nuestros fracasos en el camino del seguimiento de Jesús. Esa sinceración es un gesto que nos honra y, sobre todo, convoca la misericordia y el perdón de Dios.
(...) Creo que está casi todo dicho ya sobre la naturaleza y la misión de la vida religiosa. La pregunta definitiva hoy para los religiosos y las religiosas no es una pregunta teórica: ¿cuál es la naturaleza y la misión de la vida religiosa? Es una pregunta eminentemente práctica: ¿qué estamos dispuestos a hacer para refundar la vida religiosa? ¿En qué estamos dispuestos a cambiar para abrir paso a un modelo radical de vida religiosa?
La nueva frontera de la vida religiosa nos conduce hasta esas preguntas. Las bases y desafíos de la refundación nos obligan a contestarlas con toda sinceridad. Pero, sobre todo, nos obligan a contestarlas con una vida acorde con el evangelio de Jesús.
2) INCULTURACIÓN Y VIDA CONSAGRADA
Jesús Álvarez (1997), «Diaconía caritatis: nuevas perspectivas para la misión», en A. Aparicio (ed), Comentarios a la Exhortación apostólica ‘Vita consecrata’. Madrid, Publicaciones Claretianas, 237-260; cit. 251-253.
La inculturación no debe ser considerada como una concesión arrancada a los religiosos de una determinada cultura por las personas consagradas provenientes de una cultura distinta. La inculturación es, tanto un derecho, como un deber de los religiosos extranjeros y de los religiosos autóctonos, perfectamente cimentado en la misma revelación cristiana y en la consiguiente reflexión teológica. En último término, no se trata de otra cosa que de la continuación de la realidad salvífica del misterio de la Encarnación de Cristo, que se hace visible en la cultura de cada pueblo.
Inculturación es, pues, sinónimo de encarnación. Y ahí se entra en el corazón mismo del Evangelio, y desde el Evangelio en el corazón mismo del carisma religioso. El carisma religioso, como el Evangelio, no pone barreras ni a culturas ni a pueblos, sino que rompe las barreras que le impidan encarnarse en cualquier pueblo o en cualquier cultura. Y desde ese pueblo y desde esa cultura produce nuevas riquezas, nuevas formas de pensamiento, de acción y de celebración.
La inculturación no es simplemente una estrategia pastoral, sino algo esencial que apunta al corazón mismo de la identidad de la misión de la vida consagrada; puesto que es necesario tener un gran sentido de catolicidad para ir a todas las partes del mundo y con espíritu abierto estimar grandemente las costumbres de los pueblos y sus valores culturales y religiosos.
Jesús no se encarnó en una naturaleza humana “desculturizada”, para, de ese modo, entrar en todas las culturas. Todo lo contrario. La universalidad de Cristo, su validez permanente para todos los tiempos, para todos los pueblos y para todas las culturas, no fue el resultado de un proceso personal, sino que, por voluntad del Padre, renunció a ese proceso personal vaciándose de sí mismo, a fin de presentarse como un hombre cualquiera; es decir, como un hombre perteneciente a un pueblo, a una cultura, no como un hombre volatilizado en un universalismo cultural, que no existe en ninguna parte, porque no existen nada más que culturas concretas y hombres concretos.
El Jesús histórico nació judío y permaneció judío hasta su muerte. Solamente el Jesús resucitado rompió las barreras judías primero, y las barreras occidentales después, para ser pura transparencia para todos los hombres de todas las razas y de todos los tiempos. Con Jesús resucitado aparece el Hombre nuevo (el hombre renacido en Cristo por el Bautismo) y el nuevo Pueblo (la Iglesia) en los cuales son nuevos todos los hombres bautizados, y ya no hay más Pueblo que la Iglesia universal y las Iglesias locales en las cuales pueden y deben entrar para convertirse en nuevo Pueblo de Dios, todos los pueblos de la tierra. Por eso mismo, Jesús resucitado es el criterio último de la inculturación de la iglesia y de la vida consagrada.
3) INTERCULTURALIDAD EN LAS CONGREGACIONES
Misioneros Combonianos (1999), Carta de la Dirección General sobre la Interculturalidad en la comunidad comboniana, nn. 58.59.69-71.
Los orígenes históricos y el desarrollo de todo instituto llevan consigo la inevitable hegemonía de la cultura del grupo original, que frecuentemente es también mayoritario. Esto crea una dinámica particular en el diálogo intercultural. Por una parte, el grupo mayoritario tiende a perpetuar tal hegemonía, juzgando —a veces por simple inercia— que los grupos minoritarios no han asimilado suficientemente el espíritu del carisma o no están todavía preparados para asumir responsabilidades. La consecuencia es la vigencia de un único modelo, que se perpetúa “democráticamente” por la fuerza de los números, pero sin la debida atención al sentir de las minorías, que quedan relegadas a un silencio más o menos resignado. Por otra parte, puede suceder que una minoría particularmente combativa, manipulando el concepto de víctima injustamente oprimida, imponga siempre su criterio. Se pasaría así de la dictadura de la mayoría a la dictadura de la minoría. La solución justa no es la lógica de los “vencedores” o “vencidos” ni tampoco el silencio “pro bono pacis” de una o de ambas partes, que no deja satisfecho a nadie y que genera un clima sordo de tensión y desconfianza mutua. La única vía es el diálogo abierto y generoso en el que cada grupo se esfuerza en ir al encuentro de la sensibilidad y aspiraciones del otro —en espíritu de comunión y respeto de la verdad—.
La particular dinámica que se crea en el diálogo intercultural ante la presencia de mayorías y minorías, a la que hemos aludido en el diálogo arriba, tiene entre nosotros plena aplicación. Por una parte, la “mayoría hegemónica” podría pensar, de forma más o menos consciente, que “lo que siempre se ha hecho” tiene la garantía y el sello de lo que “es válido”, y que por tanto los recién incorporados deberán asimilarlo y continuarlo, igual que ellos aprendieron de los mayores. Ante la aparente dificultad de los jóvenes a entrar en el proceso, fácilmente se sentirán tentados de acusarles de incapacidad o impreparación, cuando no de falta de voluntad.
Por parte de la “minoría” podría existir una cierta hipersensibilidad, una predisposición a no dejarse “absorber”, que les lleve a la afirmación de la propia identidad, aferrándose rígidamente a detalles que se convierten en bandera de las diferencias. Puede darse el caso de que quienes ahora son los compañeros de comunidad hayan sido en el pasado los “padres en la fe”, es decir, aquellos mismos que los han bautizado, acompañado vocacionalmente o formado. Este hecho no siempre facilita las relaciones; al contrario, puede agudizar el problema, al reforzar los motivos de dependencia y el consiguiente rechazo.
Sólo un voto de confianza y una permanente voluntad de diálogo, además de la gracia del Señor, permitirán superar los mutuos prejuicios y el juego de reacciones no siempre conscientes. Por la naturaleza misma de las cosas, tocará a la “vieja mayoría” prestar una atención particular y, posiblemente, hacer las mayores renuncias, por eso de que la vida camina hacia el futuro. Sin embargo, también las nuevas generaciones deberán estar muy atentas a aceptar con espíritu abierto todo lo que les viene trasmitido con la palabra y con la vida. En esas formas transitorias y tantas veces discutibles —en vasijas de barro— está contenido el precioso carisma del Fundador, que ellos tendrán que “re-crear” y “re-vivir” desde los valores de sus respectivas culturas.
4) UNA NUEVA RELACIÓN VARÓN-MUJER
Juan Pablo II (1996), Vita Consecrata, 51.
No es posible desconocer lo fundado de muchas de las reivindicaciones que se refieren a la posición de la mujer en los diversos ámbitos sociales y eclesiales. Es obligado reconocer igualmente que la nueva conciencia femenina ayuda también a los hombres a revisar sus esquemas mentales, su manera de autocomprenderse, de situarse en la historia e interpretarla, y de organizar la vida social, política, económica, religiosa y eclesial.
La Iglesia, que ha recibido de Cristo un mensaje de liberación, tiene la misión de difundirlo proféticamente, promoviendo una mentalidad y una conducta conformes a las intenciones del Señor. En este contexto la mujer consagrada, a partir de su experiencia de Iglesia y de mujer en la iglesia, puede contribuir a eliminar ciertas visiones unilaterales, que no se ajustan al pleno reconocimiento de su dignidad, de su aportación específica a la vida y a la acción pastoral y misionera de la Iglesia. Por ello es legítimo que la mujer consagrada aspire a ver reconocida más claramente su identidad, su capacidad, su misión y su responsabilidad, tanto en la conciencia eclesial como en la vida cotidiana.
5) UNA NUEVA RELACIÓN RELIGIOSOS-SEGLARES
Bruno Secondin (2000), «Compartir los carismas y la espiritualidad», Seminarios 155, 5 1-84; cit. 70.
De todo lo dicho hasta ahora aparece evidente que hoy se impone con urgencia el deber de crear, entre religiosos y laicos, una nueva alianza no fundada en la delegación del servicio, sino más bien en la participación y la corresponsabilidad, en la comunión y el intercambio de dones, en una nueva corresponsabilidad eclesial a favor de la fecundidad creativa del carisma.
En una Iglesia centrada principalmente en el “mantenimiento” de su estructura jerárquica, de su eficiencia administrativa y de su “sistema conceptual” (la ortodoxia), queda poco lugar para los laicos, y sobre todo, se les niega fácilmente un papel de corresponsabilidad y protagonismo. Podemos hablar de “laicado” como de un “gigante durmiente”, que se intenta “domesticar” a través de distintas formas de control. En el próximo siglo este despertar de protagonismo será, justamente, uno de los grandes desafíos, y los carismas de la vida consagrada deberán dar su ayuda profética en este encuentro recíproco y en esta búsqueda de nuevos caminos.
6) MIEDO A LA NOVEDAD
Timothy Radcliffe, Alabar, bendecir y predicar. La Misión de la familia dominicana. Manila, diciembre 2000.
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los Judíos...
Los discípulos están encerrados en la estancia superior del edificio. Es tiempo de esperar, entre dos vidas. Las mujeres dicen que han encontrado al Señor resucitado, pero los hombres no lo han visto. Como de costumbre, ¡los hombres son más lentos! Sólo han visto una tumba vacía, pero ¿eso qué significa? Su vida anterior con Jesús, cuando andaban con él hacia Jerusalén, escuchaban las parábolas y participaban de su vida, ha terminado. Y no ha comenzado aún la nueva vida de la resurrección. Han oído que Jesús ha resucitado, pero no han visto su rostro. Así que esperan o vuelven a lo que antes hacían, “pescar peces”. Es un momento de transición.
En menor escala la familia dominicana está viviendo un momento semejante. Desde el primer momento Domingo se rodeó de una familia de predicadores, hombres y mujeres, religiosos y laicos, contemplativos y predicadores, que con gusto se lanzó a los caminos. En Santa Sabina hay inscripciones antiguas que hablan de la familia dominicana. Ella ha sido siempre parte de lo que somos. Pero ahora proclamamos que algo nuevo está sucediendo. En todo el mundo hermanas y laicos están clamando por su identidad de predicadores. Cuando leemos las actas de los capítulos generales de los frailes, se nos dice que éste es un momento nuevo en la historia. Proclamamos que todos los miembros de la familia dominicana somos iguales y participamos de una misión común. Son muchos y bellos los documentos que lo dicen. Pero algunos de nosotros somos como los discípulos. No tenemos aún clara evidencia del cambio. La mayoría de las cosas parece seguir en gran parte como antes. Oímos relatos magníficos de nuevas colaboraciones. ¡Pero parece que eso sucede en algún lugar, distinto de donde nosotros estamos! Así que, como los discípulos, nos encerramos en la estancia superior: a la espera, esperanzados, pero con incertidumbre.
Es parte de la experiencia que se vive en toda la Iglesia en este momento. Tenemos magníficos documentos del Vaticano II que proclaman la dignidad de la vocación laical. Tenemos declaraciones sobre el lugar de la mujer en la vida y misión de la Iglesia. Tenemos una nueva visión de la Iglesia como Pueblo peregrino de Dios. Pero a veces tenemos el sentimiento de que no es mucho lo que realmente ha cambiado, de hecho, algunas veces la Iglesia aparece ahora más clerical que antes. Este tiempo es, así, para muchos católicos tiempo de sentimientos encontrados: de esperanza y desánimo, de renovación y frustración, de alegría y enfado.
Y además está el miedo. Por miedo están los discípulos encerrados en la habitación de arriba. ¿A qué tenemos miedo? ¿Qué miedos nos tienen recluidos en ese pequeño espacio, renuentes a enfrentamos con algo nuevo? Hemos de atrevemos a descubrir los miedos que nos atenazan y nos impiden lanzamos sin reservas a llevar a cabo nuestra misión de familia dominicana. Puede que sea el miedo a perder los distintivos propios de cada congregación, heredados de su fundador, su historia y sus pequeñas historias. Puede que tengamos miedo a fracasar si intentamos algo nuevo. A veces los hermanos tienen miedo a trabajar con mujeres, ¡aunque sean sus hermanas! A veces las hermanas tienen miedo a trabajar con hombres, ¡aunque sean sus hermanos! Es más seguro continuar haciendo lo que siempre hemos hecho.
8) A PROPÓSITO DE NUESTRAS ECONOMÍAS
Hno. Benito Arbués, Hermanos Maristas (2000), Circular a propósito de nuestros bienes, 31.X.2000
Hay medios que pueden ser convenientes en las obras educativas pero que no encajan en la comunidad. Con libertad y para ayudaros a proseguir y concretar este punto os ofrezco unas sugerencias. Sin duda que si las reflexionáis comunitariamente, se os ocurrirán otras muy acertadas:
Sería interesante que la comunidad fuera de las últimas familias de la zona en adquirir una novedad que a primera vista parece útil para la vivienda. Y por supuesto no debería comprarse algo que no fuera útil para los dos tercios de sus miembros. Hay cosas que aunque nos las regalen o podamos comprarlas a buen precio y como “oportunidad”, no debieran ser aceptadas por la comunidad (ni por el Hermano Provincial) porque elevan el nivel de vida.
¿Es posible y realista adaptar nuestro nivel de vida al que lleva el 50% de las familias menos ricas de nuestro país? Por supuesto que las comunidades situadas en zonas populares podrían tener un perfil bastante similar a su entorno estando atentos para no ofender a los pobres con un nivel de vida más holgado de lo necesario.
El número de empleados al servicio de las comunidades es otro tema a reflexionar, Poco a poco nos vamos habituando a “ser servidos” y a veces nos hacemos exigentes y un poco ineptos para resolver servicios caseros. El trabajo manual tal vez tenga otras expresiones hoy en muchos países, entre otros, los servicios que afectan a la vivienda comunitaria. Un Hermano de una comunidad situada en un medio obrero me comentaba que, por razones humanas y en espera de la jubilación, habían mantenido el trabajo de una cocinera. Para la gente del barrio tener ese servicio era un indicador de que podían permitirse gastos que no estaban al alcance de las personas del barrio.
Me parece enriquecedor que las comunidades pierdan miedo y realicen gestos concretos. Conozco varias familias que en Navidad, Pascua o en otras celebraciones importantes, invitan a su mesa a alguna persona marginada (ancianos que viven solos, niños huérfanos, un joven recién salido de la cárcel y no tiene donde ir, etc.). A veces eligen la persona que Dios pone en su camino. Hermanos, ¿no podría realizar vuestra comunidad estos u otros gestos similares?
Los presupuestos comunitarios ¿se reducen a un informe de cifras o son una oportunidad realista para reflexionar sobre la incidencia de la economía en la vida de los pobres, de corregir algunas infidelidades y de expresar con hechos nuestra actitud de seguir a Cristo pobre? ¿No puede ser un buen momento de ejercitar el discernimiento comunitario?
3 ORACIÓN |
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3.1 |
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3.1.1 VIDA CONSAGRADA |
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Ana Mª Schlüter
Te alabamos por tu debilidad, más fuerte que todos los poderes, por estar en camino y siempre en casa, por la precariedad más segura que todas las seguridades, por el Espíritu que palpita en lo más profundo del corazón humano. Nuestra vida es una llamada a la locura por ti.
Espíritu Santo, inflama nuestros corazones y convierte en realidad: “En Dios espera silenciosa mi alma, sólo de él me viene la salvación. —El es mi roca, él mi refugio” (Salmo 61,2.8). Tenemos puesta nuestra confianza sólo en ti. Ven en ayuda de nuestra falta de confianza.
Que llenos de amor nos atrevamos, como David, con nuestro pequeño y ridículo guijarro de río, mas fuerte, sin embargo, que las más hermosas armaduras avaladas por larga tradición y más potente que los Goliat de cualquier tipo.
Muévenos y guíanos tú, Espíritu Santo, para que, anclados en el hondón del alma, sepamos escucharte y emprender caminos nuevos en bien de nuestros hermanos y hermanas, insertando nuestro esfuerzo en la acción divina que en el silencio mueve la historia.
COMUNICACIÓN
LOS MCS, AUTOPISTA DE LA CONCIENCIA PLANETARIA
María Concepción Martínez Cruz
Introducción
Es difícil sopesar el presente y el futuro de la enseñanza sin reflexionar sobre un hecho: las instituciones docentes contemporáneas viven en un universo dominado por los Medios de Comunicación de Masas. Es pues imposible que no se vean en alguna medida condicionadas o por lo menos influenciadas.
El estudioso que trabaja los mecanismos de persuasión de las masas debe pues describirlos y enseñar a reconocerlos. Sin olvidar que Mass Media, es decir, instrumentos de comunicación de masas son también el libro, la prensa, la radio y el cine.
Se produce comunicación de masas cuando un emisor centralizado comunica, a través de un canal tecnológicamente complejo, un mensaje que llega a una comunidad de receptores dispersos en un amplio territorio y de diversa extracción social, cultural e incluso lingüística.
Para la mayoría de los expertos, la comunicación es la puesta en práctica de nuevas tecnologías, tanto de la información como de la comunicación, combinando "tres matrices técnicas": la informática, el armamentismo audiovisual y las redes. Con estos recursos la comunicación se ha convertido en un elemento clave para la internacionalización de las economías y de las culturas, y por ende en factor que determina las relaciones entre los pueblos.
En el año 2011 las nuevas redes de comunicación van a permitir que puedan estar conectados unos cinco mil millones de personas, casi toda la población de la tierra, a través de sólo 800 millones de ordenadores. En la caja del televisor estarán integrados todos los servicios de telefonía, voz, documentación e imagen y será como un variopinto bazar de utilidades y ocio. Gracias a un casi "milagroso" paquete tecnológico, una persona desde su casa podrá tener acceso al instante a toda la información pública: leer los periódicos, visitar a un enfermo, recibir un diagnóstico médico, oir relatos literarios en vez de leerlos, participar en un debate o cursar estudios universitarios...
¿Quién tendrá el control de estos medios...? Ésta es la gran pregunta que de modo pionero se hacen las asociaciones de consumidores norteamericanos; por creer que puede arruinarse la intimidad del ciudadano, o ahondarse en la desigualdad entre los pobres y ricos del mundo.
Ya que vamos a trat:ar de Medios de Comunicación, les pido un poco de imaginación y que se sitúen en un plató de televisión. Simulemos un coloquio en dónde grandes teóricos de la Comunicación y la Sociología, desde Platón, Weber, Durkheim, Mannheim, Simmel, Merton, Parson, Bourdieu, Mead, etc, hasta McLuhan, Umberto Eco, semiólogos, filósofos y psicólogos actuales debaten sobre la educación del año 2001: ¿Cuál sería su veredicto final sobre los Mass Media, como soporte y contenido de la educación?
Una comunicación tiene que ser breve, por lo tanto sólo voy a permitirme dejar insinuados interrogantes que yo misma me hago, y que me gustaría ayudaran a ser críticos con estos medios. Pues se da la paradoja que en la misma Universidad un departamento los enseña y otros los critican. Y cuando algunos profesores o profesionales de la Universidad trabajan para o con los Medios de Comunicación, prestando asesoramiento a empresas financieras o de poder político, farisaicamente no escandalizan, e incluso hasta suscitan envidia.
1. Impresiones de estudio y trabajo
Esta aportación será por encima de todo vivencial y práctica. Fruto de veinticinco años de profesión periodística en prensa, radio y televisión, corresponsabilizada de series tan populares como "Escuela de salud", "Voces sin voz", "Usted por ejemplo", "Tiempo de. Vivir" y en la última etapa los Informativos de Radio Nacional y las revistas para la tercera edad "Sesenta y más" y "Todos a vivir".
Mi otra vertiente formativa, la posterior de socióloga, contribuyó a ensamblar mejor en el devenir social de la vida las ricas y complejas sensibilidades de la periodista. Porque sabido es que la sociología dinamiza e interconecta todo lo que en otras ciencias humanas tiene interpretación y trazo de fotografía estática.
Estas reflexiones son pues en una pieza la síntesis de mi yo periodístico, seguramente el periodismo es la profesión más impaciente del mundo, y de mi cautelar interpretación sociológica. Y las manifiesto aquí, como puerta y camino de la tesis que actualmente trabajo.
2. El valor de la educación
Como el proyecto es dinamizar el pensamiento alrededor de los Mass Media y su penetracción en la escuela tradicional, me parece idóneo destacar dos síntesis de lo que es escuela. Son dos maneras clásicas de interpretarla, complementarias entre sí. "La escucha es fundamentalmente un medio moral organizado socialmente como un microcosmos social. La sociedad se reproduce en Ia escuela y ésta en la sociedad" (Durkheim). "La escuela y la educación vienen planteadas en su sociología como ámbitos en la esfera de dominación", para el autor de esta aseveración, que es Weber, la escuela, la familia, y la iglesia son instrumentos de dominación. Tanto él como Durkheim a buen seguro englobarían y meterían en el mismo paquete hoy a los Mass Media, especialmente a la televisión.
3. La escuela banal de la televisión
Aunque la magnitud de su influencia aparecerá en otros momentos de esta comunicación, ya entra muy bien aquí, el tipo de escuela y cultura que implanta la televisión en España, devotamente seguida por más del 95 % de la población, que la ve por lo menos dos horas al día.
Según el sociólogo Salvador Giner, "la cultura popular de hoy es como un pasacalles administrado por los Medios Técnicos de Comunicación y por las multinacionales de entretenimiento visual, que sólo ofrece inseguridad y certidumbres relativas". Con los Mass Media ha nacido pues una populosa y peculiar escuela de lo provisional, que se instala en la paradójicamente llamada moderna "sociedad de la información" o "sociedad del conocimiento". Y el apelativo de su paradoja es cierto, porque es difícil imaginar una sociedad tan masivamente analfabeta funcional como la actual. Es casi un desierto la concienciación profunda de los valores transcendentales y supremos de la vida. Y sin ella difícilmente se alcanza la altísima dignidad de persona, como culminación de la cadena evolutiva del Universo.
4. Los Mass Media son dominación
En la misma línea que Durkheim y Weber se referían a la escuela como instancia de dominación, el esquema de pensamiento sirve para aplicar a los Medios, cuyo poderío económico o facturación anual supera a la de toda la industria aeroespacial del mundo. Los grupos multimedia y los oligopolios informativos son a la vez negocio y "escuela popular" al servicio del "poder" y los poderes que dirigen la sociedad, y que adopta ante ellos una conducta de pasivo e inconsciente
servilismo. Los Mass Media son tiranía y dominación, y venden lo que haga falta, desde un detergente a un político.
5. El papanatismo popular
Para señalar la principal clientela de los Mass Media, que ahí está a pecho descubierto y sin filtro alguno de capacidad crítica, es más eficaz referirse al público de la televisión.
Las mujeres son más teleadictas que los varones; y lo es menos la gente activa. La población que nutre el mar de las clases populares, con menos formación y cultura, e inferior poder adquisitivo, significa el principal activo del consumo televisivo. Sobre esta millonaria muchedumbre asienta y conforma la televisión un peculiar papanatismo popular. Para estas personas lo que sale por la televisión va, como suele decirse a misa. Es su código de información, "formación" y conducta. Ver la televisión es lo que más hacen, después de dormir y trabajar. Y lo hacen con verdadera gula. De esta manera se convierten en víctimas inocentes de una mal llamada "caja tonta", que les avasalla y contamina. Metiéndoles en el alma la fiebre de paraísos, necesidades y otra vida que jamás podrán comprar y satisfacer. Sin pedirles permiso la televisión atornilla a sus cuerpos una doble o triple personalidad. Y se produce el fenómeno de la "contaminación" televisiva, que sin escrúpulos también engancha y "enferma" a los niños, con su personalidad sin hacer.
6. Escuela paralela
Datos proporcionados por la UNESCO a la Asociación Española de Pediatría revelan que los niños occidentales pasan más del 20% de su día pegados a la pantalla. Pues bien, un 96,6å de nuestros niños españoles la ven cuatro horas diarias, y para colmo, el 13% tienen TV en su habitación. Muchos de estos niños menores de 14 años comienzan su jornada a las ocho de la mañana, desayunando ante los dibujos animados.
La influencia de los medios audiovisuales está suscitando fuertes inquietudes en todos los países, y se piensa que en las nuevas generaciones, criadas a los pechos de la "caja tonta", tienen más dificultades para desarrollar actividades creativas y que sus actitudes para la lectura, la escritura y el razonamiento han decaído. Tampoco tienen paciencia para concentrarse sobre textos escritos, que exigen reflexión y análisis. Repiten en cambio, de modo mimético, influencias violentas y agresivas copiadas de sus héroes, que a los adultos nos dejan aterrorizados.
Los padres tienen miedo ante estos efectos, y se sienten desplazados en su labor socializadora. Los educadores, por su parte, no saben que hacer con unos chavales que asisten a las clases con su cerebro puesto en las "hazañas televisivas". Las dos partes; padres y educadores, palpamos que la TV ha enmudecido el diálogo, quien habla y habla por todos, es el televisor.
La televisión tiene atractivo y una forma fácil de comunicar las cosas, debido a la combinación mágica de imagen y palabra.
Efectivamente la teoría de Bruner dice que "la imagen presenta un efecto superior en los niños de todas las edades por depender, primariamente de la representación icónica". Tienen más dificultades para procesar la información verbal, porque es más simbólica que la visual o de imágenes.
Gran parte de la intensa atracción que ejerce la televisión en todos los espectadores, pequeños y mayores, se debe a su persuasivo y peculiar lenguaje de imagen y sonido. Nada hay en ella improvisado, y ésto lo saben muy bien los profesionales y teóricos de la imagen y la publicidad. En su casi perfecta armonía reside el éxito.
7. La televisión no es buena ni mala
Desde una perspectiva general, no es ni óptima ni perversa en sí. Como por ejemplo lo fue la música o la literatura en otro tiempo, es un medio que expone el mito de la sociedad actual a través de lo narrativo y lo fantástico, convirtiendo en rito la cotidianidad; sin preocuparse de objetivar la realidad al modo que lo hacen las ciencias.
El poder político, económico, o de cualquier otro signo es quien puede cargar de verdad e higiene mental, o por el contrario, de amarillismo, demagogia, violencia, pansexualismo y contaminación los medios, sobre todo la televisión, por su carácter de liderazgo popular. De ahí que los estudiosos y preocupados por los efectos de estos medios, como forma de expresión de lo social, pensemos que por encima de los intereses políticos, económicos o ideológicos debería transformarse la TV en un instrumento de información crítica. Para difundir una imagen más objetiva de la sociedad; tarea que la psicología y la sociología persiguen desde sus perspectivas metodológicas. Porque los Medios de comunicación son ciertamente indispensables para llegar en primera instancia a quienes se encuentran separados del circuito de la información cultural, y que tampoco acceden a la relación didáctica del cara a cara en las aulas. Los Mass Media suplen a la escuela y al mismo tiempo enseñan dónde está la capital de Camboya, sitúan la guerra en Bosnia, informan de la caída del dólar, o de la crisis de un gobierno. Cuentan hechos, eso sí, pero sin conceptualizar. Es a la Escuela y a la Universidad a quienes corresponde hacerlo, controlar y corregir.
Para unos la televisión es mensajera de la degradación general, basurero electrónico, fábrica de analfabetos funcionales, espectáculo del mundo, "el gran electrodoméstico de las imágenes, que ejerce funciones de gurú, de gran fabulador y comunicador del planeta".
Otros, la ven como el vehículo más poderoso, el producto más completo, inteligible y penetrante, porque suscita estímulos con el menor esfuerzo imaginativo y mental.
Como quiera que sea, el impacto de la televisión sobre el comportamiento de la persona es uno de los temas más polémicos y debatidos de nuestros días, tanto por su influencia en las actitudes personales como en los cambios sociales. Más lejos van los que creen que la gran lección de McLuhan fue adelantarse a los tiempos, y que hoy, gracias a la galaxia electrónica se recupera el pequeño formato, la descentralización y una suerte de nomadismo de cuerpo y mente, que viene a ser la "famosa aldea global", que nos hace recuperar la dimensión primitiva y comunitaria.
8. Revoluciones televisadas
Quisiera destacar que el televisor ha sido el arma definitiva, por ejemplo, contra los regímenes totalitarios del Este. Si la caída de Ceaucescu fue el punto culminante de la revolución en la Europa socialista lo fue principalmente porque se retransmitió en directo ante una audiencia mundial. Se hizo público así un modelo de cómo enfrentarse al aparato del Estado.
Se cumplen cinco años del "espectáculo" en la plaza de Tiananmen, que también dio la vuelta al mundo. La televisión acreditó la caída del muro de Berlín, las Guerras del Golfo y de Yugoslavia.
Sin embargo, es también científico reconocer que gracias a su poderío el mundo se convirtió en máximo espectador de otros grandes acontecimientos de la cultura.
9. Trabajo para sociólogos
Me gustaría haber despertado interés por los denostados Medios de Comunicación Social que, queramos o no reconocerlo, tendrán aún más protagonismo en la nueva cultura del próximo milenio. Porque en la Comunicación de manera efectiva es en donde se produce el fenómeno que el filósofo italiano Giacomo Marramao llama "contemporaneidad de lo no contemporáneo, de sincronía de lo asincrónico de las culturas contemporáneas". En esta línea, y como lugar de encuentro a escala planetaria, los Medios y sobre todo la televisión, pueden ser la gran autopista de la conciencia planetaria.
Quiero recalcar que no debemos tenerles miedo. Están decisivamente en este tiempo. Son un factor decisivo de nuestra experiencia y de nuestra percepción de esa realidad que es el lenguaje.
Los educadores de las escalas más básicas y la Universidad deben utilizar estos Medios, conocer sus técnicas y apostar por su no manipulación.
Como decía W. Mills, "Es cuestión de ponerle imaginación a la sociología".
El
ANAQUEL
3.2 “Aquí estoy para hacer tu voluntad” (Hb 10,3) |
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4 Nuestra obediencia: signo y profecía |
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(ACG 375 [2001] 3-52). Resumen
5 S u m a r i o |
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Al inicio del tercer milenio, el RM escribe sobre la obediencia, porque “es uno de los elementos que garantizan la consistencia del servicio de la Congregación, la calidad de su misión, la energía interior de sus comunidades” (44).
La carta se inicia situando la obediencia religiosa en un mundo en transformación (3-5).
1ª.La obediencia es presentada como bienaventuranza primera desde el evangelio y en la tradición salesiana (5-9).
2ª.A continuación se afirma el valor teologal de la obediencia apoyándose en la vivencia de Jesús, de María y de Don Bosco (9-16).
3ª.Este valor hay que vivirlo de forma nueva, marcando los elementos, culturales y eclesiales, que producen esa transformación y las nuevas formas de vivirlo: menos ascética y más cristológicamente, menos individual y más comunitariamente (17-27).
4º.En un capítulo más amplio, y quizá novedoso, se describe la obediencia para hoy: una obediencia en formación, que se actúa según una precisa metodología pedagógica, que conjuga vida y misión y es profética (27-44) .
5ª.La obediencia del tercer milenio viene explicitada como creativa, comunitaria y proyectual, relacional,formativa y propositiva (44-49).
6ª.Con una reflexión sobre el relato de la Anunciación como crónica de nuestra vida de obediencia se concluye la carta (49-52).
Hablemos de nuevo de la obediencia
No resulta fácil hablar hoy de obediencia. Una sensibilidad democrática emergente y la visión individualista de la vida han operando una ‘transformación’ del concepto mismo de obediencia. Ya no es vista como virtud, sino como ‘señal de una mayoría edad nunca madurada’: la expresión contiene un germen de verdad, si se refiere a la delegación de responsabilidad que alguno descarga sobre quien manda.
En la cultura corriente, la obediencia no es percibida como virtud simpática ni deseable. El problema no reside tanto en su práctica, cuanto en que no se capta su base teologal. “Suprimida la obediencia como virtud teologal en la vida consagrada, renace como enfermedad”, se ha escrito; y surgen fundamentalismos, fuertes liderazgos que impiden madurar, individualismos injustificados. Se ha necesario, pues, reflexionar sobre la obediencia salesiana para reconocer su sentido. Así quedará completada la revisión de los signos que nuestra vida común proporciona a los jóvenes a través de los consejos evangélicos.
1.LA BIENAVENTURANZA PRIMERA Y RADICAL
“La obediencia es una virtud adulta. Es más, sólo puede ser una virtud adulta” (5). La proponemos a nuestros muchachos, para ayudarlos a madurar; en la vida consagrada es puerta de ingreso en el misterio de Cristo, su lugar más secreto y fecundo: “no sabrán qué significa ver a Dios, hasta que hayan obedecido” (Newman).
En el evangelio no hay una fórmula que declare la bienaventuranza del obediente, porque está proclamada en cada una de sus páginas: “es la totalidad del evangelio la que, desde la Anunciación de Jesús hasta su muerte en cruz, proclama la bienaventuranza de la comunión con el Padre... Quien quiera dar algún paso em eñ seguimiento de Jesús, está llamado a entrar en el Misterio de su obediencia” (7).
En ‘el sueño de los diamantes’ (cf. MBe XV 166-171), Don Bosco vio la obediencia como ‘fundamento del edificio espiritual y compendio de santidad’. Alma de la Congregación, custodia las virtudes, multiplica las energías y el bien. Debe ejercitarse de forma evangélica, no de mala gana, sino con el corazón abierto, como quien vive el espíritu de familia” (8).
Las Constituciones SDB, por fidelidad a Don Bosco, han invertido el orden tradicional de los votos para presentar la obediencia en primer lugar y destacar su energía de misión, de santificación y de comunión. Semejante decisión sugiere que “el ser mandado a los jóvenes es el corazón de la vocación salesiana” (8). Que el Padre nos envíe evita que nuestra obediencia se convierta en un esfuerzo de voluntad o en un ejercicio de disciplina: es “el fundamento de la vida fraterna:... la disponibilidad a la voluntad de Dios es el cemento espiritual, que salva al grupo de la fragmentación” (9).
2.VALOR DE LA OBEDIENCIA RELIGIOSA
2.1. “In capite libri scriptum...”
Heb 10,7 ha visto la encarnación como un acto de obediencia; para Cristo obedecer fue un ‘sentirse engendrado por el Padre’; mandado por Dios, se alimentaba de su voluntad (Jn 4,34; 6,38; 8,28-29). “La obediencia, en Jesús, no es una simple virtud, sino la definición misma de su identidad y la expresión de su Filiación, de ser llamado por el Padre, a través de la generación y de su continuo responder ‘¡Aquí estoy!’. Tampoco Jesús se limita a obedecer estando ‘de corazón a corazón’ con el Padre. Él obedece también estando ‘de corazón a corazón’ con el mundo. Acepta, con humildad y realismo, las mediaciones” (10-11): una vida bajo la tutela de José y María, sometido a las leyes y costumbres religiosas de su pueblo, a la ley del trabajo manual, que culminó en los acontecimientos de la pasión. “En la historia de Jesús y en sus actitudes, nosotros descubrimos el secreto de la transformación del mundo según la voluntad del Padre” (11).
2.2. En seguimiento de Cristo
La obediencia es, en la Escritura, “el corazón mismo de la fe” (12). “Fe es entrega de sí mismo y abandono total en las manos y en la palabra de Dios ... Obediencia es recibir de Él confiadamente el horizonte de la vida, los criterios de juicio, la verdad de las cosas... Fe es prontitud para recibir por la gracia y por el bautismo una nueva identidad, que nos transfigura progresivamente en hijos en el Hijo: por lo tanto, no está ciertamente fuera de lugar llamar a todo esto ‘obediencia’. Semejante dimensión se manifiesta más clara en los momentos más dolorosos” (12).
A través del sacrificio de la obediencia, el cristiano se transfigura en Cristo y participa en el anonadamiento del Hijo, su triple kénosis: “la de la encarnación, que lo ha sumergido en la condición humana; la de la pasión, que lo ha despojado hasta de la dignidad humana; la de la Eucaristía, que lo entrega, en el misterio de la cotidianidad, al amor y al dolor del hombre” (13).
2.3.Con María
Se obedece con mayor alegría cuando, como María, uno se sabe beneficiario de la gracia. María “se ha definido esclava obediente y se ha convertido en modelo – icono, como gusta decir hoy – de toda obediencia de fe. Si podemos ver en la obediencia de Abrahán el comienzo de la Antigua Alianza, en la obediencia de María saludamos el comienzo del Testamento Nuevo” (13).
En María la obediencia es experiencia dialogal; no escucha a Dios pasivamente; pregunta, intenta comprender, trata de acortar la distancia entre el misterio de Dios y la experiencia humana. Su fiat “es la historia del mundo en compendio, su teología en una sola palabra” (Evdokimov); es el camino de una “libertad mayor” (Agustín), entroncada como está en la gracia que libera. “En el cielo, ante Dios, no se es sólo ‘libre’, para seguir escogiendo, sino ‘superlibre’ porque ya se ha escogido y se está plenamente adherido a Él, con todos los dinamismos de la voluntad (D. Viganò)”.
Como María, el consagrado obedece porque cree que Dios está dentro de la trama de su historia, lo sabe interesado en su proyecto de vida: ‘tiene algo que hacer con Él’, a través de mediaciones concretas.
2.4. Como Don Bosco
La Congregación ha hecho últimamente un constante esfuerzo por comprender mejor al Fundador y por colocarlo en el designio de Dios. “para esclarecer la gracia y el misterio de nuestra identidad” (15). En Don Bosco reconocemos – educadores y jóvenes juntos – “un camino evangélico de santificación misionera y juvenil”. Como hijos de un gran Fundador estamos llamados a explorar la ‘gracia originante’ de su vocación – que se concreta en la historia del Fundador – para confirmar la propia fidelidad y para discernir mejor la voluntad de Dios.
La obediencia filial a Dios “manda al salesiano a Don Bosco y lo ata a él”, anudándole a otros testimonios autorizados de su espíritu, como las Constituciones, en las que “tenemos a todo Don Bosco (D. Rinaldi)” (16).
Aquí puede estar la raíz de alguno de nuestros problemas: “no hemos profundizado todavía suficientemente – vital y espiritualmente – nuestra relación con Don Bosco, profeta de Dios para nosotros. Y, acaso, a veces, se ha aflojado demasiado el vínculo de obediencia profesado ‘según el camino evangélico trazado en las Constituciones salesianas’’ (Const. 24), centrado principalmente en una misión que cumplir corresponsablemente. Minados por el subjetivismo, desgastados por el individualismo, dejados a merced de vidas más agitadas que activas, los compromisos de la misión resultan, a veces, más desatendidos que refutados, porque se comparan más con el ámbito frágil y mudable del derecho, que con el otro, sólido y ‘granítico’ del ‘don de Dios’ – que es el carisma de Don Bosco –, sobre el cual es posible fabricar la casa de nuestra vida. El CG25 con su llamada sustancial al carácter comunitario de nuestro vivir, de nuestro manifestarnos y de nuestro obrar, vuelve a proponer la atención y la búsqueda común de la voluntad de Dios que no eliminan las mediaciones, sino que les dan su fuerza profética” (16).
3. UN VALOR EN TRANSFORMACIÓN
3.1. Elementos culturales
La esencia de la obediencia evangélica es la misma, ayer y siempre: han cambiado el protagonista, el contexto cultural, la relación entre quien ejerce autoridad y quien se ha declarado dispuesto a la obediencia.
El protagonista ha cambiado. Cuenta con mayores posibilidades de participar en decisiones; goza de mayor espacio de libertad y de expresión personal, manifiesta la propia creatividad, como forma de auténtica obediencia, y asume, cada vez con mayor decisión, la propia responsabilidad, tanto en el camino del discernimiento, como cargando con las consecuencias de las opciones realizadas. El religioso obediente ya no es el mismo: tutela su propia felicidad, rehúsa delegar decisiones sobre su existencia, desea ver reconocida la originalidad de su aportación personal, exige razones para entender lo que sucede más allá del principio de autoridad, intuye lo irrenunciable de su dignidad personal. “Confiada a un cálculo humano, la obediencia religiosa pierde su valor y su consistencia” (18).
El horizonte cultural en el que se inserta el ejercicio de la obediencia tampoco es el mismo. Hemos pasado de una sociedad estática a una dinámica, de una época orgánica a una época crítica, de la aldea local a una global. Las normas, escritas y no, valoradas ayer por su antigüedad y duración, son contestadas o, al menos, revisadas. El estilo participativo, lógico en la vida civil, ha entrado la casa religiosa. La complejidad de vida, hoy mejor apreciada, nos ha vuelto más sensibles “a la fragilidad, a la unilateralidad, a la problematicidad de decisiones en sí legítimas – a veces hasta necesarias –, despojando a la autoridad de toda infalibilidad fácil, pero al mismo tiempo preguntándose también por su papel. La secularización de la autoridad ha llevado, de alguna manera, a una secularización de la obediencia, que debe ser continuamente iluminada con su sentido cristiano y carismático profundo” (18).
El mismo ejercicio de la obediencia es diverso. A veces hermanos que trabajan en funciones civiles, con contratos legales, ponen reservas para vivir disponibles a la obediencia; habría que recordar que “nuestra profesión es el voto de obediencia con raíz teologal. Todo lo demás está comprendido y sostenido por él” (19). La diversidad y multiplicación de los caminos formativos, el surgir de nuevas especializaciones y la dificultad de dominarlas pueden crear “una verdadera asimetría y disparidad de competencias entre superior y religioso” (19). Esta situación hace indispensable el diálogo, pero puede “engendrar superiores demasiado tímidos, o renunciatarios, o frenados por un sentido agudo de la propia incompetencia, ... tentados de dejar marchar las cosas por su libre albedrío, en vez de asumir la fatiga de guiarlas” (19).
3.2.Elementos eclesiales
En ámbito eclesial, la trasformación habida se refleja en las modalidades y en el ejercicio de la obediencia.
La obediencia en la Iglesia forma parte de la actitud post-pascual: Cristo, presente mediante su Espíritu, interviene mediante los carismas concedidos a la Iglesia y por ella reconocidos, entre los que está la relación autoridad-obediencia. La Iglesia vive en actitud obediencial: comparte la pasión de Cristo y está llamada a realizar el proyecto del Padre. En nosotros, es Cristo quien obedece y nosotros estamos llamados a obedecer en Cristo.
Para el cristiano y, en particular, para el religioso “la obediencia un canal privilegiado de su camino de fidelidad y de santificación... El hombre no puede hacer una ofrenda mayor a Dios... Ello explica por qué el voto de obediencia es... el más importante de los tres” (20).
Acentuar, por otra parte, la naturaleza carismática de la Iglesia sobre su dimensión institucional lleva a preferir insistir en el discernimiento de los dones del Espíritu exigido al superior y a los responsables de la vida de las comunidades más que en el deber de obediencia impuesto al fiel. “La riqueza de la comunidad viene de los dones de que cada uno es depositario, y el superior mejor no es el que sabe imponerse mejor, sino el que sabe descubrir y valorar mejor la aportación de cada uno” (21). Los contemporáneos de Don Bosco atestiguan su sagacidad para elegir al hombre justo en el puesto justo y para descubrir recursos escondidos, para sacar provecho de quien había sido dejado aparte como difícil o equivocado.
Discernir es un proceso que ocurre bajo el cielo de Dios, pero se mueve sobre el terreno de las mediaciones humanas. Hay que buscar la voluntad de Dios, “la cual, normalmente, corre por líneas verticales y por líneas de comunión. Está menos unida a elementos de eficiencia que a actitudes de confianza. Por lo que el diálogo, la escucha, el feliz descubrimiento del hermano, marcan las etapas que van indicando los pasos sucesivos, destinados a hacer madurar una obediencia que - en su estadio más puro y logrado – se asemeja más a una promoción de la persona que a una imposición de la autoridad” (21).
3.3. Directrices de marcha
La evolución en el concepto y en la práctica de la obediencia se pone de manifiesto en un doble paso.
3.3.1. De la ascética a la mística de la obediencia.
La obediencia religiosa impone una nueva formulación de nuestra libertad, que ha de ser espacio marcado por la Cruz y llamado a vivir la Pascua: ha de saber ‘perderse’ , si quiere en verdad ‘encontrarse’ (cf. Mt 16,25; Mc 8,35; Lc 9,24). Más que de libertad ‘renunciada’ tiene que hablarse de libertad ‘robustecida’ (LG 43), ‘más madura’ (PO 15), ‘ampliada’ (PC 14). “Estamos siempre dispuestos a conformarnos’ a las llamadas del Señor – que, a veces, podrán también encontrarnos a contrapié –, a través de una disponibilidad desarmada y audaz, que brota del abandono en los brazos del Padre” (22-23).
“La obediencia es signo y epifanía de la fe”. “La polarización de fondo no está en la confrontación del superior y del súbdito, o entre proyecto personal y orden recibida; sino en la dialéctica entre designio de Dios y proyecto del hombre, entre la Palabra de Dios, que construye la historia, y la escucha obediente de los hombres que la viven... ‘Verdadera libertad es vivir en actitud de escucha, es decir, con el rostro mirando hacia el que habla, construyendo la realidad a la que hace referencia’ (A.Pigna)”.
El camino de la obediencia a Dios es fe vivida, no sólo pensada: no consiste sólo en verdades que creer, sino en voluntad que cumplir (cf. Mt 7,21); es el camino de apropiación de la filiación de Cristo que se nos dio en el bautismo. El voto de obediencia, ‘el más bíblico de todos’, capacita para hacerse con el sentir de Cristo. Antes que gesto puntual, la obediencia es un estado de ánimo permanente, que introduce en el alma de Cristo. “Corazón de nuestra vida consagrada es una ‘caridad obediente’, que acoge el proyecto de Dios sobre nosotros, viviéndolo cada día en los acontecimientos personales y en las perspectivas comunitarias” (24).
3.3.2. Miembros responsables de una comunidad de obediencia
En la eclesiología de comunión, reavivada por el Concilio, la comunidad es el primer sujeto de la misión eclesial, como Cuerpo de Cristo que habita y salva la historia. En consecuencia, la búsqueda exasperada de la autorrealización individual cede lugar al don gozoso de sí, la obediencia de pura ejecución se convierte en obediencia como asunción de un proyecto compartido. Ello implica una verdadera conversión: obedecer significa hoy aceptar la interdependencia y reciprocidad, que caracterizan nuestra vida común, recuperar un sentido de pertenencia, no sólo sociológico sino afectivo y espiritual.
“En tiempos de afiliaciones débiles o en caída, de pertenencias múltiples y fragmentadas, de fidelidades inciertas – que no faltan tampoco en las comunidades religiosas – la obediencia bien comprendida y vivida con alegría sirve de fundamento para una esperanza renovada. Y hay que decir que desde que estamos actuando en comunión, incluso con nuevos esfuerzos, nuestras presencias expresan mayor fuerza salvífica” (25). Del Yo obedezco de otras épocas, hay que vivir hoy el más eclesial del Nosotros obedecemos. “Antes de cualquier distinción en vista de la función de autoridad (hermanos, superiores) que queda establecida, de hecho, debe afirmarse la unidad en virtud de la obediencia de fe, que todos juntos profesamos. La primera en entrar en crisis no ha sido la autoridad, sino la comunidad, a cuya luz debe replantearse el estilo entero de la obediencia” (25).
Ayer era central en la obediencia la relación directa con el superior; hoy adquiere mayor importancia la inserción de la obediencia en el tejido comunitario. “Hay que realizar muchas obediencias intracomunitarias, siguiendo el ejemplo de Jesús, que obedecía al Padre, pero acogía también la mediación de María y de José. Sucede que, de la desatención a las ‘pequeñas mediaciones’, se pasa, casi sin darse cuenta, al descuido de las mediaciones más grandes y más autorizadas... No debe quedar devaluado, en este sentido, por ejemplo, el coloquio con el superior (Const. 70), que – aún con los debidos retoques - sigue teniendo una función central en la vida de la comunidad salesiana” (26).
En el pasado prevalecía, quizá, la ejecución de la obediencia; hoy se insiste en la participación y corresponsabilidad en la toma de decisiones. “El discernimiento comunitario es, entonces, para los problemas más graves, el estadio previo a la intervención de la autoridad y un momento de gracia, común tanto al superior como al simple hermano. Allí cada uno obedece a la voluntad del Señor, que se trata de descubrir y de realizar según el don hecho a cada uno, colocándose, todos juntos, en el interior del carisma del Fundador. Muchas veces la ‘convergencia de opiniones’ (Const. 66) – de la que el superior no deberá separarse sin serias razones – ayudará a tomar decisiones ampliamente compartidas. Otras veces, en cambio, será necesario que el salesiano acoja precisamente la autoridad del superior como elemento decisivo del discernimiento, ‘una ayuda y un signo que Dios le ofrece para manifestarle su voluntad’ (Const. 67)” (26-27).
La comunidad religiosa es lugar de la obediencia, del discernimiento y de la creatividad: “no sólo de la ‘minoría’, sino también de la madurez. No sólo del liderazgo autorizado, sino también de la corresponsabilidad y del diálogo” (27).
4. UNA OBEDIENCIA PARA LA HORA PRESENTE
Nuestra vocación es una obediencia “en formación”
La vocación es obediencia a la llamada del Señor más que realización de un proyecto personal; por legítimo que fuera, sería incapaz de sostenernos en el camino a largo plazo. Se manifiesta como atracción interior hacia el carisma de un Fundador, que vive en la Iglesia a través de sus hijos/as. El compromiso es crecer en la calidad de nuestra obediencia vocacional, algo nunca del todo asegurado.
Una vida de obediencia pudo llevar en otros tiempos a formas infantiles de dependencia, a la delegación de la propia responsabilidad, a incapacitarnos para asumir funciones de riesgo y de gobierno. Hoy los retos a la obediencia evangélica surgen de otras fuentes:
“una enfatización de la autonomía de la conciencia, separada de la propia comunidad o de la dimensión que fundamenta su misma dignidad, que es la búsqueda asidua del Proyecto y de la presencia de Dios en nuestra vida” (28);
“una actitud antiinstitucional – que tiene muchas raíces en la cultura corriente – por la que la autoridad es concebida más como un peligro que como una ayuda, más como concurrencia que como colaboración, más como adversario – tanto más insidioso cuanto más correcto – que como interlocutor, más como un poder enemigo del que hay que defenderse, que como una gracia de la que sacar fruto” (28);
“una mentalidad que atribuye escasa estima a la Regla, a la tradición y a la disciplina religiosa, no aceptadas como esfuerzos eclesiales para actualizar el Evangelio, sino juzgadas como restos obsoletos y engorrosos de un pasado que ya no existe” (29).
“una lectura funcionalista y secular de la autoridad en la Iglesia y en la vida religiosa, que impide reconocer, en la fe, las “mediaciones” que, aunque imperfectamente, nos ponen en contacto con el Misterio de Dios” (29).
“la ausencia y la debilidad del ejercicio de la autoridad religiosa – que puede resultar un tácito mensaje sobre su insignificancia, lanzado por quien está precisamente llamado a darle espesor humano y evangélico – pueden haber disminuido la alegría y la eficacia de la obediencia religiosa, a la que Don Bosco atribuía gran importancia para dar serenidad a la vida salesiana” (29).
Es deber de los responsables de la formación, inicial y permanente, elaborar una ‘pedagogía de la obediencia’, centrada en Cristo y capaz de tener presente la época nueva, en la que estamos llamados a vivir, cambiando lo que se deba cambiar. Habrá que educar aspectos humanos de la personalidad, para hacer posible la práctica serena de la obediencia.
La cultura actual, con su carga emotiva y agresiva, estimula la búsqueda de habitats confortables, ‘senos maternales’ donde refugiarse. “Es necesario ayudar a vivir de forma equilibrada la tensión entre dependencia (que se expresa en la necesidad de aprobación, de afiliación, de seguridad) e independencia (que supone confianza en los propios recursos, apertura al riesgo y a la responsabilidad, capacidad de cargar con la cruz y con el fracaso...)” (29-30).
Para realizar las relaciones fraternas e integrarse en forma positiva en grupos de trabajo y de comunicación, hace falta vivir con autonomía personal. “Cada uno debe entrar por el camino de la autenticidad, sabiendo definirse y colocarse con razones no improvisadas, ni abrazadas por mera pereza o espíritu de componenda, ni calladas por temor a tener que afrontar la contradicción o la soledad; sino maduradas en un atento y cuidado camino de fe” (30).
Igualmente se deben robustecer actitudes espirituales.
Leer con fe los acontecimientos de la propia vida y descubrir que, a través de sucesos casuales, Dios teje para cada uno una trama de salvación.
Descubrir en el carisma salesiano una gracia personal, que el Señor nos ofrece y que ha preparado para nosotros; el reconocimiento del don recibido será sostén de la alegría de vivirlo y motivo de una evangelización por contagio, la más eficaz posible.
Asimilar la espiritualidad de la encarnación y asumir la presencia de las mediaciones, “como intérpretes diarios de la voluntad de Dios” (Const. 64). “Nos aportan, dentro de la humildad del signo, la posibilidad de un contacto real con Dios. Mientras nos invitan a vivir como si viéramos al Invisible (Hb 11,27), nos hacen más familiar el Misterio de Dios”. Entre todas las mediaciones (Iglesia y sacramentos, Fundadores y carismas, Reglas y comunidad, Obispos y superiores, el mundo de la naturaleza y el de la historia), “la más noble y elocuente es siempre el hombre, creado a imagen de Dios; y, entre los hombres, aquellos que han recibido mandato y vocación de ser, de modo peculiar, signos de Él, en su calidad de pastores” (31). Don Bosco llamaba a esta mediación, acogida por fe y no por simple simpatía, obediencia ‘religiosa’, pues pone su confianza en Dios y en las personas que Él nos da como guías.
4.2. Una pedagogía de la obediencia
La pedagogía de la obediencia fermenta la vida práctica y la ilumina.
Es necesario – en los ambientes formativos y en todas las casas, especialmente ante opciones de responsabilidad – el aprendizaje y el ejercicio del discernimiento comunitario (Const. 44.66): “en clima de oración y de escucha recíproca, bajo una guía atenta para valorizar todos los recursos y para crear espacio para cada persona. Se trata de recoger todos los datos que iluminan la evaluación de un problema, de individuar los criterios de lectura más decisivos, de sacar las conclusiones operativas más urgentes. Es un contexto en el que la obediencia se esfuerza por dar una mirada de fe capaz de leer ‘los signos de los tiempos’, abre el oído a la palabra y al corazón del hermano, sabe dar la propia aportación, con humildad y con alegría, para realizar la decisión, que concluye el momento de la búsqueda en común. Y en esto utiliza también todos los recursos de la razón” (32).
La solución de determinados conflictos requieren ayuda personalizada
El conflicto entre obediencia y conciencia personal es el caso más serio. Pueden aparecer situaciones complejas, dramáticas, que requieren calma y clarificación. No deben quedar sujetas al juicio exclusivo del superior; tienen, más bien, necesidad de su respeto y de su oración; “en estos casos, in embargo, el diálogo con el superior deberá acompañar al hermano, en la caridad y en la claridad, para ayudarle a discernir los valores en cuestión, la multiplicidad de los justos criterios de juicio, las posibles vías de solución” (33).
Para casos, no infrecuentes, en los que la conciencia se opone simplemente a la obediencia, indico algunos sencillos criterios de valoración:
Aunque este tipo de conflicto, en la vida religiosa, es raro y excepcional, habrá que “dedicar tiempo, oración y diálogo para dar al superior la indispensable aportación de nuestra experiencia y de nuestro amor a los jóvenes y a la Congregación y para recibir de él serenamente las motivaciones y las decisiones, que marcan la conclusión de la búsqueda común” (34).
Hay que llegar a la seguridad, ante el Señor, de que nuestra conciencia es “una conciencia religiosa salesiana, que ha acogido e interiorizado los elementos esenciales de nuestra vocación de consagrados, según el espíritu de Don Bosco y los votos hechos al Señor” (34). A veces hay que dialogar con conciencias que han perdido el horizonte vocacional o se mueve por criterios subjetivos o mundanos: “en estos casos, la experiencia del conflicto puede ser ocasión de una auténtica recuperación vocacional, o, a veces, aunque dolorosamente, de una definitiva clarificación” (34).
Surge tensión entre obediencia y eficiencia, cuando lo que se pide no respeta profesión personal o género de trabajo, capacidad apostólica o ritmos vitales. La obediencia tiene eficacia siempre que se vea la situación desde la fe.
Puede darse fricción entre obediencia y sentido de autorrealización, cuando el proyecto personal, sus objetivos, modos y tiempos de realización entran en conflicto con el Proyecto de Dios. “‘Perderse para encontrarse’ es una paradoja evangélica, difícil de digerir para quien juzgase con la vista corta del pequeño interés personal” (35).
Hay contradicción, al menos aparente, entre obediencia y fecundidad apostólica. “¿Quién de nosotros, sintiéndose florecer en un puesto, no se ha encontrado en dificultad para colocarse en otro, donde no se preveían ni flores ni frutos, sino que nos sentíamos mandados a recoger... puñados de hojas secas?”. Hay estaciones de la cuya fecundidad está unida con el obrar, otras, hijas del padecer (Don Viganò): “aquí los metros mundanos y seculares no funcionan ya: queda, como único metro, la Cruz” (36).
No es raro que surja conflicto entre obediencia y profecía, si trabajando a gusto y con éxito, en fronteras avanzadas, se agranda la distancia con la Iglesia y la Congregación. “En tales circunstancias, hace falta tener clara conciencia de que, tal vez, la hora de la profecía verdadera no coincide necesariamente con la del éxito o de la simple satisfacción personal” (36). “En tiempos en que, justamente, ha sido reconocida la dignidad de la objeción de conciencia, con mayor razón debe haber quien, con espíritu evangélico y pentecostal, sabe ilustrar – más con la vida que con las palabras – la dignidad de la obediencia de conciencia, según el ejemplo del Señor Jesús” (37).
4.3.Nuestra vocación es una obediencia de vida y de misión
En las historias bíblicas de vocaciones la obediencia precede la misión y el anuncio. “El primer paso de la misión es la obediencia del misionero. Es necesario que él se ponga antes en estado de oyente que de predicador. La primera tierra de misión es el corazón del misionero... El compromiso misionero es compromiso de santidad personal” (38): “Hay que comenzar por purificarse a sí mismos antes de purificar a los demás; hay que instruirse para poder instruir; hay que hacerse luz para iluminar, acercarse a Dios para acercar a los demás a Él, hacerse santos para santificar” (San Gregorio Nacianceno).
La obediencia que nos pone en las manos de Dios nos introduce en la comunidad salesiana y que determina nuestro campo de apostolado: educados por el Señor, acompañados por la comunidad, vamos a los jóvenes en nombre de Dios. “La conciencia de ser ‘mandados’ a los jóvenes da a nuestro ministerio una íntima estabilidad y la fuerza de la paciencia evangelizadora, que nos permite afrontar dificultades, asumir positivamente los fracasos, esperar la maduración de los tiempos, sin que el paso a través de la crisis se transforme en paralización y frustración vocacional, o en desalientos amargos e infructuosos. El voto de obediencia expresa la disponibilidad para ponerse en Sus manos, para dejarse emplear por Él y llegar a ser instrumentos para la construcción del Reino” (39).
Don Bosco, sirviéndose de la total disponibilidad de unos jóvenes para el servicio del evangelio, inauguró la misio ad gentes (Mbe IV 327); seguimos contando con esta disponibilidad para la obediencia, propia de nuestra tradición, y la hemos revivido en la expedición misionera del año 2000.
4.4. Nuestra existencia es una obediencia profética
La vida consagrada tendrá futuro cuando más capaz sea de proponerse como profecía auténtica. La gran ‘profecía’ anunciada por la obediencia religiosa es Cristo. “Desde el principio de la vida consagrada, el alma de la obediencia religiosa es el deseo de hacer memoria de Cristo y de su total entrega al Padre y a la misión recibida” (40).
Verdadera profecía – hoy particularmente pedida a los religiosos, aun en virtud del voto (Const. 125) - es su estilo y compromiso de obediencia eclesial. Juan Pablo II ha advertido cierta “crisis de obediencia al Magisterio de la Iglesia” (TMA 36), e insistía en profundizar la fe al servicio de la Iglesia para “llevar a los miembros del pueblo de Dios a una conciencia más madura de las propias responsabilidades, como también a un más vivo sentido del valor de la obediencia eclesial” (TMA 47). “Es una invitación que los hijos de Don Bosco y la Familia Salesiana se sienten comprometidos a acoger, aún en virtud de una tradición de familia, hoy más actual que ayer, que ve en la leal fidelidad a Pedro y a los Pastores uno de los elementos característicos del carisma salesiano (Const. 13)” (41).
Tal obediencia es fecunda, urgente y significativa en lo que se refiere al Misterio de Cristo y de la Iglesia, la celebración y la catequesis de los sacramentos, la vida moral de los jóvenes, de la familia y del pueblo cristiano.
La obediencia consagrada muestra, además, el rigor de la entrega a Dios, corrige la autonomía no motivada ni regulada – tentación difundida hoy –, y propone una relación con Dios, filial y no servil, responsable y confiada. Ello implica cierta disciplina, un estilo del discipulado. “La obediencia es una disciplina puesta a nuestra libertad para hacerla instrumento idóneo de liberación... No es casual que haya muchos religiosos/as entre los que han expuesto y dado la vida por el Reino, por la causa de los derechos humanos, por la defensa de la mujer y del niño, por la educación de los individuos y de los pueblos” (42).
En el modo salesiano de obedecer sobresale “el coraje de aceptar los límites de nuestra condición histórica”, especialmente en algunas etapas y circunstancias de nuestra existencia: en el joven que acepta al educador como guía para su crecimiento; en el adulto que se inserta en un grupo de trabajo, en un proyectos que no siempre inician de cero; en el anciano que se deja llevar por Dios y como a Él le agrade hasta su casa. Nuestra obediencia representa el estilo de autoridad-obediencia inaugurado por Cristo como servicio y anuncio. “Se aleja de todos los modos autoritarios o complacientes de ejercitar la autoridad, denuncia el peligro de resbalar hacia formas de poder; pone en guardia contra las deformaciones manipuladoras en la gestión de la autoridad” (43).
La obediencia del consagrado es expresión de solidaridad en favor de los que viven obligados a obedecer por fuerza o por necesidad; en favor de aquellos que, despojados de su libertad, sufren injustamente la cárcel; y de quien, aún dentro de la familia, es víctima de autoritarismos y prepotencias y no puede gustar la fuerza liberadora del amor. “La obediencia voluntaria del salesiano evidencia el carácter relativo de las opciones y de las opiniones humanas, que corren el peligro de contraponerse orgullosamente las unas a las otras, a veces a costa de la caridad” (44).
Porque es profecía auténtica colocarse obedientemente en zonas ‘límite’ de servicio y de apostolado, testimoniando valores menos populares, para acabar también ‘marginados con los marginados’, encarnando la lógica de la ‘piedra desechada por los constructores’, de la que el Señor se sirve para reedificar su Iglesia.
5.UNA OBEDIENCIA PARA EL TERCER MILENIO
Nuestra obediencia tiene necesidad de renovarse, expresando una riqueza inédita. Hay que dejar de ver la obediencia religiosa reducida a los cambios de casa o de función. Hoy la obediencia ha de ser:
Creativa, capaz de dar respuestas nuevas a las necesidades nuevas. “En la sociedad de hoy es difícil moverse sólo sobre lo consolidado, repitiendo por una parte lo que ya se hizo por otra. Para nuevas necesidades, es preciso inventar respuestas nuevas. Función del buen superior no es desanimar la creatividad, sino valorarla y estimularla dentro del surco trazado” (45). De Don Bosco pudo decirse que fue un fundador que convirtió a sus discípulos primeros en otros tantos ‘fundadores’.
Comunitaria y proyectual. “Las casas y sus proyectos educativos pre-existen a los hermanos, llamados a habitarlas y a servirlos. Obedecer en forma proyectual significa, ante todo, darse cuenta del proyecto que está en vigor en las casas, meterse de lleno en él con espíritu de servicio, y sólo posteriormente modificar lo que debe ser modificado, o innovar lo que se debe innovar” (46). Sucede, en cambio, que obligamos a laicos y colaboradores a adaptarse continuamente, no ya a proyectos comunitarios, sino a personas concretas.
Realizar el proyecto salesiano exige una fuerte obediencia comunitaria, que “invita a descubrir los recursos – que son, sobre todo, personas – de los que la comunidad dispone; a ver la propia función entrelazada como una red con otras funciones, que deben ser reconocidas y valorizadas; a creer con Don Bosco que ‘vivir y trabajar juntos’ (Const. 49) es fuente de eficacia segura y de testimonio válido, si es verdad que nuestra comunión es nuestra primera misión” (46-47). Obediencia y comunidad van unidas: la caída de la primera atenta contra la segunda; además, el superior – la referencia normal de la obediencia – es también el principal responsable de la comunidad religiosa.
Relacional. La obediencia se centra no en las ‘cosas que hacer’, sino en las ”personas que encontrar”, las “relaciones que construir”, los “corazones que contactar”. “‘En la comunidad y con miras a la misión, todos obedecemos’ (Const. 66), y esta obediencia común engendra un tejido relacional que debemos tener en cuenta al construir nuestro proyecto y al proponer nuestro servicio” (47). En esto consiste la ‘espiritualidad de la relación’, a la que nos invita el CG24.
El campo y el contexto de la obediencia misionera incluye la relación con los Grupos de la Familia Salesiana y reconoce en la Carta de la misión salesiana la mentalidad y plataforma para construir colaboraciones posibles y eficientes. “En este frente se coloca, por ejemplo, el esfuerzo por conocer y estudiar modos de responder a las plagas juveniles que la globalización no permite resolver, sino que las agrava” (47). Y el empeño por estimular iniciativas profesionales y educativas, sociales y políticas, nacionales e internacionales, que contribuyan con nosotros a “fundar” un derecho en el que los jóvenes tengan asegurada una normal educación” (48).
Formativa, que ve la comunidad que animamos como comunidad de formación. “De este nuevo estilo – imperativo ineludible de una sociedad en la que la obediencia y la información tendrán un papel cada vez más decisivo – se espera el crecimiento de las personas, el incremento de calidad del producto (también del educativo), la actualización tecnológica, la renovación de la organización del trabajo y de su capacidad de responder a la demanda y a las exigencias del territorio” (48).
Propositiva, capaz de hacerse mensaje y testimonio, comunicando a los jóvenes el sentido de nuestra vida. “La legibilidad espiritual de nuestra obediencia – que se vuelve abandono confiado en la Providencia de Dios – y su capacidad de construir familia son otros tantos canales que hacen accesible la comprensión de la obediencia a los jóvenes de hoy” (48-49). “Se engaña enormemente – escribía san Francisco de Sales –, si cree que la oración [la] puede llevar a la perfección sin la obediencia... Muchos religiosos se han hecho santos sin la oración mental, pero ninguno sin la obediencia (San Francisco de Sales)”.
6.LA ANUNCIACIÓN, LLAMADA Y RESPUESTA: “HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA”
Finalizando el RM comenta de nuevo (cf. ACG 373 [2000] 51-53) el relato de la Anunciación a María (Lc 1,26-38). En él, “María es invitada, en primer lugar, a creer que el acontecimiento es posible y a creer también en sí misma (¡es la cosa más difícil!); luego, a aceptar comprometerse y, además, a mantenerse fiel en la colaboración durante su vida. Todo esto como un entregarse incondicional a Dios. Dios tiene el misterioso poder de hacer fecundo lo que, a los ojos humanos, es estéril, limitado o perdido. ¡Una invitación, ésta, a revisar nuestra fe en la acción y en la fuerza del Espíritu!” (51).
La vocación mariana recuerda nuestra vocación y enuncia cómo debe ser nuestra respuesta. “Anunciación fue, en efecto, la inspiración que nos movió a seguir al Señor Jesús, siguiendo el ejemplo de Don Bosco. Y anunciación son las llamadas a compromisos y responsabilidades, en las que es necesario confiar en Dios y esperar con confianza el futuro... También nuestra obediencia en la fe debe madurar en el diálogo con Dios y en la docilidad al Espíritu. A veces en nuestra vida activa, consagrada o laical, se manifiesta una tensión entre la relación personal con Dios, es decir, atención, diálogo, acogida afectuosa y grata del Señor, y – por otra parte – la preocupación por los resultados de nuestra actividad. Esta última nos reta y a veces nos tienta. Queremos hacer siempre más, y poco a poco ponemos nuestra confianza en los medios y en las actividades, hasta el punto que éstos acaban por vaciarnos. Es necesario que las conectemos constantemente con la fuente de la que toman energía y significado: la invitación de Dios para colaborar con Él. Éste es el sentido profundo de nuestra obediencia” (51-52).
María está en el origen de nuestra Congregación y de la Familia Salesiana; que su itinerario en la fe, manifestado en la Anunciación, sea también el nuestro: sentir la llamada interior, dejarnos fecundar interiormente y plasmar por el Espíritu, y responder con nuestro Aquí estoy para producir frutos apostólicos.
Puntos para la reflexión
Don Bosco, y la Congregación en 1984, han querido dar a la obediencia el primer lugar al tratar los votos. Y es que “ser mandados a los jóvenes es el corazón de la vocación salesiana” (8). ¿Qué tipo, modalidad y consecuencias, de obediencia resulta de esa decisión? Recuerda el texto constitucional: “vivimos la obediencia de Cristo cumpliendo la misión que se nos está confiada” (Const. 64).
Afirmar que para Cristo la obediencia es “conciencia de ‘saberse engendrado, para ser mandado’ por el Padre” (10) supone identificar la obediencia de Cristo con su propio ser y con su misión personal: origen y destino de su existencia. ¿Puede decirse lo mismo del cristiano, consagrado o no? ¿En qué sentido? ¿Obedecer es virtud o necesidad de los hijos de Dios?
La obediencia de María es “camino de libertad mayor” (Agustín). ¿Cómo puede ser que ‘tener que hacer algo con Dios’ me haga más libre? ¿Se es libre para seguir escogiendo, o se es más libre porque ya se ha escogido?
Identificarse con Cristo, ¿no es el mejor pago a nuestra obediencia? Vivir como hijos de Dios, ¿exime de una obediencia al Padre a través de mediaciones concretas y menos ‘divinas’?
Pasar del yo obedezco al nosotros obedecemos, ¿facilita la obediencia a Dios o la entorpece? Razona bien la respuesta. Enumera alguna dificultad que surge de la vivencia comunitaria de la obediencia.
¿Qué te parece la afirmación de que es necesario elaborar “una pedagogía de la obediencia” (32-37)? En cuanto dice el RM, ¿percibes un itinerario o, al menos, ciertos pasos por recorrer en nuestras comunidades? ¿Cuáles serían? ¿Cuál ves como más urgente?
¿Consideras “necesario” que nos iniciemos en el “aprendizaje y ejercicio del discernimiento comunitario” (32)? Ya que el método lo ha esbozado ya el RM en su carta (32-33), cabe preguntarse sobre qué temas debería normalmente hacerse y con qué frecuencia.
Repasa los criterios de valoración que el RM indica para resolver conflictos entre obediencia y conciencia (33-37). Si puedes, coméntalos en comunidad y ve si – en qué casos - , y cómo – en qué modo - , ponerlos en práctica.
¿Has vivido alguna vez la obediencia como solidaridad con los que no tienen voz, con los que poco cuentan, con los que viven al margen de la sociedad? Testimoniar valores menos populares o menos novedosos, colocarse en zonas límite de servicio y apostolado, ¿podría justificar una vida de obediencia?
¿Adviertes en nuestros ambientes, en nuestra comunidad, esa “crisis de obediencia al magisterio de la Iglesia” denunciada por el Papa? ¿En qué te basas? ¿Sigue siendo actual, profético, nuestro compromiso carismático de fidelidad al Cristo y a su Iglesia, al Papa y a los obispos?
¿Qué pensar de la afirmación de San Francisco de Saless: “muchos religiosos se han hecho santos sin la oración mental, pero ninguno sin la obediencia”? ¿A qué oración se refiere y a qué obediencia?
¿Has visto alguna vez reflejada tu experiencia vocacional en el relato de la Anunciación? ¿En qué sentido la vocación de María aporta nuevos datos y renovada energía en tu vivencia vocacional?
Juan J. Bartolomé,
El anaquel
Salir de noche y dormir de día.
Paulino Castells y Gema Salgado
Planeta - 2001 - 156 págs.
El título del libro y el subtítulo (Claves para convivir con nuestros hijos adolescentes. Guía para padres y educadores) lo dicen todo. Los autores, él, especialista en psiquiatría infantil y ella, periodista y Licenciada en Ciencias de la Información, ofrecen a los padres y educadores como un vademecum para descubrir las claves del fenómeno enunciado en el título del libro, y cómo aprender a convivir con los jóvenes protagonistas de esta no ya tan nueva realidad del mundo juvenil. Saramago, a quien los autores citan en la entrada, sintetiza en una frase el fondo del tema que aquí se analiza: “…el joven…se opone a todo menos a la sociedad, que le permite vivir una vida bajo la protección de sus padres y en la que lo que cuenta es la movida”. Sin pasar por alto los aspectos positivos de los jóvenes y de lo que supone de los fines de semana, señalan lo negativo y los peligros que entraña este nuevo modo de vivir. Aclaran conceptos y ofrecen estrategias para ‘negociar’ con los hijos en los temas de las salidas, comportamientos y vuelta a casa. Los autores estudian los amigos, los grupos, las bandas, las tribus urbanas; ofrecen testimonios sobre lo que los chicos hacen cuando salen. Se adentran en la fronda del sexo, aborto, sida, alcohol, droga, tabaco, música, audiovisuales, velocidad y violencia. Muy interesante el estudio del síndrome de ‘fase de sueño retrasado’. Analizan las alternativas que se pueden ofrecer durante la noche. Consideran la comunicación y el afecto entre padres e hijos como una de las mejores fórmulas para conseguir que esta situación no se convierta en tragedia para unos y otros. El libro no es definitivo pero es una buena aportación para el conocimiento de uno de los aspectos de la vida de nuestros jóvenes (FD).
Razones y valores en la era científico-técnológica
Nicholas Rescher
Ed. Paidós - 1999 - 220 págs.
El autor es un filósofo en su sentido más amplio y radical. En su libro trata de comprender y explicar este mundo científico-técnico, tratando de descubrir las razones y los valores que lo sustentan. Inevitablemente nos acordamos de Marx quien afirmaba que hasta entonces los filósofos habían explicado el mundo, y lo que había que hacer era transformarlo. No pocos de sus planteamientos se ha encargado la historia de negárselos; este es uno, como su criterio económico que propugnaba remunerar la mano de obra en detrimento del capital, cuando hoy, en los procesos de una globalizada economía de mercado se remunera el capital en detrimento de la mano e obra. Y así en otros planteamientos políticos y filosóficos. Rescher retorna a los viejos tiempos en los que los pensadores se preocupaban de comprender el mundo; éste ahora ha sido transformado por la técnica de un modo que nunca lo hubiera soñado Marx. Pero estos cambios han incidido también en la forma de comportarnos, en asuntos que afectas al pensamiento y al modo de mirar este mundo y el puesto que ocupamos en él. Los cambios producidos por el progreso no han servido para comprender este mundo. Por eso el autor se adentra en la tarea, ya antigua, de intentar comprenderlo y explicarlo. Y lo hace desde un kantismo práctico, realista. Por de pronto propugna que los avances científicos tengan límites éticos para estar en armonía con el resto de la experiencia humana. Primero racionalidad científica; después, progreso. Para los que están interesados en éstos tiempos’ de aceleradas transformaciones y cómo comprenderlo, para los que caminan por la espesura de la filosofía, este libro les aportará interesantes elementos de reflexión (FD).
Filosofía para el fin de los tiempos
Félix Duque
Akal - 2000 - 278 págs.
Del “Fin de la historia” de Fukuyama, al “Fin de los tiempos” de Duque. ¿Cómo ha sido?. Nos lo recuerda aquella frase: Un día, al abrir la ventana por la mañana, vi que había empezado el Renacimiento. Ahora nos ha pasado igual; ha amanecido una nueva era: la de la telemática, de la que, por fortuna, teníamos ya un claro anuncio. Estamos en otros tiempos y vivimos en un planeta que se ha convertido en una gigantesca red de comunicación. Se agotaron los viejos tiempos modernos, el de las comunidades, para aposentarnos en la ‘comunidad transaccional’, superando, incluso, a ‘la aldea global’ preconizada por McLuhan (1964). Las redes de comunicación se traducen, solapan y comunican entre si, produciéndose un mestizaje de culturas y técnicas. ¿Y el hombre? Ahí está, sujeto y objeto de los nuevos tiempos en los que emerge una igualdad por abajo, concreta y tangible. Un hombre hecho a veces trizas, un tanto cosificado por la tecnociencia. Los clásicos conceptos o ejes filosóficos, como naturaleza, sociedad, historia, ciencia, producción, Estado, tiempo, no son ya lo mismo que fueron. Ni mucho menos las categorías metafísicas que han sido desmanteladas por internet. Las redes de comunicación transcienden el concepto unívoco de tiempo y restauran la multiplicidad de los tiempos, mezclándolos “en una inédita astucia de la razón que les quita toda finalidad”. El Hombre, ser del espacio y tiempo, se sitúa en múltiples espacios y tiempos. ¿Qué puede hacer en este contexto la filosofía? Ser lo que es. Hacer lo que sabe. En estas coordenadas se desenvuelve el autor que brinda una lectura reflexiva para aquellos interesados en las vetas profundas del humanismo y de los saberes filosóficos (FD).
La educación y los valores
Coordina Adela Cortina
Fundación Argentaria - Biblioteca nueva - 2000 - 144 págs.
Este libro recoge las ponencias del “Primer Encuentro sobre Educación” (Febrero 2000, Círculo de Bellas Artes de Madrid). Coordina Adela Cortina, un referente obligado a la hora de abordar temás de ética. (Cfr. Ética aplicada y democracia radical - Tecnos - 1993; y La ética de la sociedad civil - Anaya - 1994). Los ponentes, además de Cortina, son Julián Marías, John Gray, Martín Patino, Trías y Vargas Llosa. En el fondo los seis abordan la tarea de la educación de la personalidad moral del hombre en estos tiempos a veces confusos y difíciles. Como expone Cortina, con terminología personal, hay que ofrecer valores que distingan a sociedades proactivas, no reactivas, distanciándose de la terminología gastada de ‘progresía’ y ‘reacción’. En todos los ponentes aparece la preocupación de ofrecer valores éticos definidos. Se interrogan cómo estando intelectualmente todo tan claro, no se establece un nuevo orden de valores. Se postula un nuevo mecenazgo moral que antes estuvo en manos eclesiales y que ahora tienen que defender y apostar por él los poderes políticos, económicos y administrativos en aras de una ética civil, de una moral secular que nos permita con horizontes claros y peso interior. Como apunte particular, Martín Patino apuesta por una educación orientada a un tipo de convivencia multicultural, multiétnica y religiosa, distanciándose de los planteamientos de Giovanni Sartori (Cfr. Forum.com, nº 7, pág. 31) (FD).
6 Aquel hombre llamado Jesús |
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Eduardo T. Gil de Muro
Monte Carmelo – 2000- 392 págs.
El veterano periodista Eduardo Gil de Muro nos sorprende con esta lírica y sentida biografía de Jesús. Una vez que ha dejado los micrófonos de la misa dominical televisada, está plenamente entregado a la editorial carmelita de Burgos en la que gestiona diversos e innovadores proyectos. En este tierno libro, con pluma ágil nos cuenta, a los que ya la conocemos, la vida de Jesús. Es, ha asegurado varias veces, «la biografía que siempre ha querido leer de Jesús». Nos la cuenta con un estilo sencillo, popular y con cierto sabor costumbrista. En cuarenta y dos breves capítulos recoge los episodios y las vivencias de Jesús y de los personajes que entran en contacto con Él, mostrándonos qué es lo que le fascina de Jesús y haciendo que nos sintamos un poco más unidos a Él y a su misión. A cada capítulo le acompaña un cuidado grabado que nos pone en situación. Si Jesús empleaba las parábolas para llegar a los sencillos y a sus vidas, Gil de Muro nos presenta aquí una “gran parábola” en la de unos signos se suceden otros hechos, de manera que ante tantos prodigios, no podemos quedarnos como estábamos (MG).
Carisma e historia. Claves para interpretar la historia de una congregación religiosa
Jesús Álvarez Gómez
Publicaciones claretianas – 2001 – 192 págs.
Este misionero claretiano leonés, especialista en Historia de la Iglesia y en Formas de Vida consagrada, nos fascina con este nuevo trabajo. Si ya los latinos decían que la historia era magistra vitae, Jesús Álvarez nos muestra que a la hora de reconstruir la historia de una congregación religiosa, o lo hacemos desde la historia de la salvación o carece de sentido. Seguro que pocas veces nos hemos parado a pensar esta realidad que nos presenta aquí, el carisma religioso se encuadra y encarna en un contexto determinado, pero nosotros hemos de ver las líneas de fondo que hagan ver nuestro tiempo como verdadera historia de salvación. Mediante quince breves y ricos capítulos nos da pautas actuales de relecturas de la historia de nuestras congregaciones haciendo que valoremos la importancia de cada una, pero también la relatividad frente a la historia que construimos dentro la Iglesia. Los fundadores, la espiritualidad propia, la Palabra de Dios, el futuro inmediato, la dimensión profética, las nuevas culturas y nuevos retos... no se le escapan al autor en estas reflexiones en voz alta que comparte con nosotros. Conocer nuestra historia no nos convertirá en eruditos, «sino en sabios para siempre», dice el autor en el prólogo.