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Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” León - 24 de marzo de 2012 · Nº 105

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2 24 de febrero de 2012
Índice
La cuaresma 3
Retiro 5
Formación 13
Comunicación 21
Vocaciones 31
La Solana 41
El Anaquel 45
Bicentenario Don Bosco 67
Revista fundada en 2000
Segunda época
Dirige: José Luis Guzón
C/ Paseo de las Fuentecillas, 27
09001 – Burgos
Tfno.: 947 460 826
jlguzon@salesianos-leon.com
Colabora: Segundo Cousido
Dep. Legal: LE 1436-2002
ISSN: 1695-3681
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papeles de formación y comunicación
Alegraos
en el Señor
Llevo dos días en Roma para una reuniones de formación. Ya no
recordaba la explosión de la primavera como se produce en
Roma. Todo huele de diversa manera, la luz es más intensa, y el
calor preludia una gran bonanza para la naturaleza.
El buen tiempo que se avecina no es sino un trasunto de la
Pascua que se acerca. Por eso, al tiempo que gozo de la
naturaleza que rompe con fuerza, la viveza de la primavera, me
recuerda la expresión de Filipenses: «Alegraos siempre en el
Señor» (4,4).
Aunque haya muchos elementos y situaciones que nos puedan
mantener preocupados, debemos alzar la mirada y procurar
vivir en la alegría. En consecuencia, la primavera y la Pascua que
se avecinan nos invitan a la alegría, pero esa alegría que brota
del fondo del corazón de las personas.
El papa Pablo VI escribió hace años (1975), una exhortación que
llevaba por título «Gaudete en Domino» (Alegraos en el Señor).
Frente a quienes pensaban que el Papa daba una imagen de
hombre serio y hasta cierto punto rígido, dicha carta nos ayuda
a identificar al verdadero Pablo VI. «Nosotros», decía el papa
Montini, «hemos sentido la feliz necesidad interior de hacer
llegar, en el transcurso de este año de gracia, y más
oportunamente en ocasión de Pentecostés, una exhortación
apostólica en la cual el tema es, precisamente, la alegría
cristiana, el gozo del Espíritu Santo. Es como una especie de
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himno a la alegría divina, que nosotros queremos entonar para
suscitar un eco en el mundo entero y ante todo en la Iglesia: que
la alegría sea difundida en los corazones con el amor de la cual
ella es el fruto, por medio del Espíritu Santo que nos fue
donado».
Ojalá el ejemplo del Papa, y la vivencia responsable y consciente
de este periodo tan bonito que se nos acerca nos ayude a vivir
en la alegría, y una alegría que tiene como fuente la resurrección
del Señor, una alegría que nadie ni nada puede cambiar ni
quitarnos.
Feliz Pascua de Resurrección.
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Retiro
La fidelidad posible: Nuestra vocación
realizada en una sociedad pluralista
Pedro Hernández, sdb
1. Introducción
«Estad alerta, permaneced firmes en la fe; sed hombres, sed fuertes.
Cuanto hagáis, hacedlo con amor». (1Cor 16,13-14)
a. Génesis
Hará dos años, uno de los profesores de Comillas, nos reunió a cinco religiosos
jóvenes para hablar de los desafíos que la cultura actual suponía para un religioso, para
comentar nuestra experiencia personal y la vivencia que teníamos en las comunidades.
Hablamos entonces de abandonos, de la vida comunitaria, de la misión, de los problemas que
encontramos y de aquello que llena nuestra vida. Hablamos también de la fidelidad y del
sentido que le damos a ésta. Recuerdo ahora como uno de ellos decía que la fidelidad carece
de sentido por sí sola si Cristo deja de ser el centro vital. Surgieron entonces
cuestiones en torno a nuestra vida y nuestra vocación: ¿Cómo hablar de opciones
definitivas en una sociedad del “mientras dure”? ¿Cómo configurar y desarrollar la propia
personalidad en una sociedad fragmentada y pluralista?,…
Se podría seguir preguntando pero la pretensión de este retiro es otra. Cuando se me
propuso prepararlo pensé en aquel encuentro, pensé en lo fácil que resulta ver lo negativo de
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nuestra sociedad, pensé que merecía la pena repensar la fidelidad como algo posible en
nuestro tiempo y en nuestra cultura, pensé en rastrear lo de positivo que ofrece esta
sociedad pluralista para una vocación religiosa que quiera crecer en fidelidad, felicidad y
fecundidad (trinomio inseparable).
b. Prolegómenos sobre la fidelidad (fidelidad-felicidad-fecundidad)
El tema de la fidelidad es un tema fundamental hoy en la vida consagrada1. En
diversas ocasiones se aborda el tema de la fragilidad vocacional, de la formación para la
fidelidad,… Y, sin embargo, hay que recordar que la fidelidad es ante todo un don
de Dios. Cuando aceptamos su llamada, iniciamos un camino sin retorno y dinámico en el que
cada día su presencia nos empuja y nos sostiene para responder a nuevos desafíos y vivir
apasionadamente nuestra vocación. Como a Jeremías el Señor nos dice: a dondequiera que
yo te envíe irás y lo que yo te mande dirás. No les tengas miedo, que contigo estoy yo para
salvarte […] He puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy te doy autoridad sobre las gentes
(Jr 1,7.8.10). Este don recibido no cambia, Dios es fiel a sus promesas. En realidad la fidelidad
hace referencia a personas concretas y no a principios o normas. Se trata de ser fiel a Dios, a
nuestros hermanos, a los jóvenes,… En este sentido la pregunta fundamental que
debemos hacernos no es ¿para qué ser/seguir siendo religioso? Sino más bien: ¿para quién y
con quién ser religioso hoy?
Es desde esta óptica relacional desde donde ponemos en juego estos tres dinamismos de la
persona que son la fidelidad-felicidad-fecundidad.
• Fidelidad nos habla de la religación existente con Aquel de quien hemos
recibido todo. Sabemos que quien sigue siendo fiel en nuestro devenir histórico es
Dios. Es Él quien llamó, es Él quien nos mantiene en la respuesta,… Sabemos de quien
nos hemos fiado. Pero también nos pide que pongamos todo de nuestra parte en esa
respuesta. Cada momento de nuestra vida tiene esa potencialidad de sí a Dios,
de reconocimiento y consentimiento a su obrar en nosotros. Nos sabemos “ante
Dios” y esto es definitivo en nuestra vida, nos configura y nos permite desenvolver
dinámicas de conversión hacia Dios y su proyecto.
• Felicidad nos dice de una existencia realizada no por concluida sino por
direccionada hacia quien es el sentido de nuestra existencia. Felicidad que nace
de sabernos en el buen camino, de saber que llevamos adelante no sólo nuestra
misión, sino la obra del Señor. Felicidad que se traduce en deseo, anhelo, pasión por
lo que realizamos y también en cumplimiento. Somos capaces de descubrir como la
promesa de Dios se va realizando.
• Fecundidad es el último elemento del trinomio. Nuestras energías puestas en juego
van dando fruto con los años, todos los desvelos se traducen en generatividad. Una
vida que sale de sí genera comunión, fraternidad, proyectos compartidos.
Estamos llamados a amar como el Señor amó. A veces el aparente fracaso, las
dificultades, llevan en sí el germen de una vida lograda ante Dios. La promesa del
ciento por uno sigue siendo real.
1 Basta con acercarse a dos de las últimas publicaciones de la USG: Fidelidad y abandonos en la vida consagrada hoy
(2005) y Para una vida consagrada fiel. Desafíos antropológicos a la formación (2006), ambos en Litos.
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2. Retos y posibilidades
La cultura actual se presenta a la vez como reto y posibilidad para la vida consagrada y para la
vida salesiana. El contacto cercano con los jóvenes nos hace descubrir los desafíos a los que
nos enfrentamos.
Una sociedad en cambio que exige de nosotros estar atentos a los signos del tiempo que
vivimos, que nos puede ayudar a crecer en creatividad, que nos obliga a pensar
nuestra misión y nuestras respuestas a los jóvenes de forma nueva.
Una sociedad fragmentada que exige un gran esfuerzo por nuestra parte para dotarnos
de una identidad asentada, que nos pide un esqueleto firme que unifique. Cabe preguntarse
en torno a qué o quién pivota nuestra vida, quién es nuestro centro.
Una sociedad pluralista y globalizada que nos enfrenta a distintas maneras de pensar y
a distintas posiciones vitales. Tenemos como nunca la posibilidad de compartir nuestra
experiencia educativa y pastoral con otros. Abiertos a los demás podemos aportar la riqueza
de nuestro carisma y a la vez compartir la de otras congregaciones, grupos o movimientos.
Una sociedad individualista donde es todo un reto crear comunidad y cuidarla. El desafío para
nosotros hoy es hacer de nuestras obras auténticas comunidades, lugares de referencia para
todos aquellos que se acercan. Descubrirnos como individuos nos ha ayudado a
formarnos mejor, a crecer en libertad y autonomía. La posibilidad que nos ofrece el
vivir en comunidades de personas libres y liberadas es la fuerza de la responsabilidad
compartida y la capacidad de invertir todas nuestras energías en auténticos procesos de
liberación de los jóvenes para los que vivimos.
Una sociedad relativista y fugaz en la que vivimos “ad experimentum”. Nuestra opción
vital, nuestro “para siempre” no habla sólo del tiempo de la entrega, sino de la
radicalidad, calidad y totalidad de ésta. El reto es dar razón renovada cada día de nuestra
opción, volver a decir sí al Señor con nuestra vida.
3. Exigencias para la vitalidad vocacional hoy
Estos retos y posibilidades nos ponen frente a algunas exigencias para mantener la vitalidad
vocacional en esta sociedad. Debemos preguntarnos en primer lugar por la “cultura”
de nuestra inspectoría, por cuáles son las inquietudes y preocupaciones de los hermanos de
comunidad y desde ahí cuidar estos elementos:
• Primacía de Dios: el seguimiento de Jesús y la opción radical por el Reino son el
centro de nuestra vocación. Esforcémonos porque nuestro estilo de vida,
nuestros ritmos comunitarios, nuestra actividad pastoral y educativa, transparenten
esta primacía de Dios. Estamos llamados a cuidar una profunda relación con
Dios, con una espiritualidad renovada carismáticamente que nos permita seguir
viviendo la gracia de la unidad. No olvidemos nunca que fue Dios quien llamó y sigue
llamando, que es Él por quien optamos, por Él en los jóvenes, por Él en los hermanos,
por Él en la misión, por Él.
• Profecía del testimonio: estamos llamados en la Iglesia a ser profecía, a
comunicar con nuestra existencia la alegría de sabernos del Señor. Como
salesianos debemos comunicar a la sociedad nuestro especial amor a los jóvenes y la
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predilección del Señor por los pequeños y débiles. De eso habla nuestra
radicalidad de vida, nuestro servicio hacia ellos, la definitividad y totalidad de nuestra
entrega. La significatividad de nuestras obras y de cada hermano puede medirse
por su capacidad de testimonio profético en la misión que tiene encomendada. A
este respecto dice nuestro Rector Mayor: “Si la vida consagrada no sobresale por
ninguna otra cosas, si no despierta sentimientos más profundos y recursos menos
comunes, ¿para qué hacerse religiosos? Si los votos no tiene nada de extraordinario,
de insólito de alocado, ¿no será porque han sido reducidos a nuestra medida? Si la vida
consagrada se ha instalado en la normalidad, quiere decir que ha perdido toda su
fuerza profética; si hace de todo, pero nada de especial; si no anticipa nada mejor, ni
anuncia ni denuncia algo, ¿para qué sirve?”2. Es necesario y urgente que como
consagrados demos importancia al testimonio personal y comunitario.
• Don de la comunión: no sólo vivimos en comunidad sino que estamos
llamados a generar comunión en torno nuestro. Así nuestros últimos capítulos
generales son una continua llamada a la corresponsabilidad, a la misión
compartida. Este mismo trabajar juntos y en red con otros es ya un signo de
vitalidad. El mutuo enriquecimiento y la capacidad para hacer converger proyectos,
esfuerzos,… muestran que quien nos convoca es más importante que nosotros
mismos, que nuestro Dios es Él mismo comunión.
• Compromiso de la formación: es algo fundamental para la vitalidad de cada uno de
los hermanos. Es necesario mantenerse al día, hoy más que nunca, en todos los
aspectos humanos, pastorales, técnicos, educativos,… pero también es necesario
cuidar nuestra formación personal, salesiana, teológica. Sólo desde una formación
seria podremos ofrecer algo bueno y de calidad a los jóvenes. Y no se trata sólo de la
formación personal, sino que debemos preguntarnos también por cuál es la
dinámica y la preocupación formativa de nuestra comunidad y de nuestra
inspectoría.
4. Cuidar la fidelidad.
“Estad alerta, permaneced firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes.
Todo lo que hagáis, que sea con amor” (1 Cor 16,13-14)
Escribe Gabriel Marcel: “La fidelidad auténtica es libre, inventiva, creadora. Implica una lucha
activa y viviente contra las fuerzas que tienden en nosotros hacia la dispersión interior y no
menos hacia la esclerosis del acostumbramiento”. Todos sabemos que formar la fidelidad y
cuidarla no es fácil3. A modo de retiro y glosando la cita de Corintios me permito algunas
sugerencias. Es una invitación a hacer historia de fidelidad con Dios y a renovar la promesa y
la esperanza que nos habita. El Señor sigue siendo la roca firme en la que apoyarnos.
2 P. Chávez, “Tu eres mi Dios, fuera de ti no tengo ningún bien”, ACG 382 (2003), pp 26-27.
3 A este respecto es interesante la lectura en clave de fidelidad que hace el Rector Mayor en su última carta, “Recordando la
experiencia de los discípulos” en Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía. ACG 398,
15-27.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Pautas para el Retiro
Tomando las indicaciones y las preguntas de la “Hoja de Ruta” podemos seguir este itinerario.
1. Revisar en nuestra vida personal y comunitaria qué rasgos de nuestra cultura
hacen difícil o problemática la fidelidad vocacional. Preguntarnos qué se nos va
“colando” (y por esto entiendo aquellas trazas de aburguesamiento, dejadez,…
que van tomando carta de ciudadanía en nuestro vivir cotidiano)
2. Hacer oración desde la exhortación de Pablo a los Corintios (1Cor 16, 13-14),
revisando y proyectando nuestra vida ante los desafíos que supone cuidar nuestra
fidelidad. Hacer historia, también de la fidelidad de Dios en nuestra vida.
3. Pensar en estrategias concretas para hacer reales las exigencias para una vitalidad
vocacional. Tal vez sea suficiente con una o dos estrategias que sean reales o
realizables en la vida personal y comunitaria.
4. Realizar un diálogo comunitario a partir de las preguntas propuestas o las preguntas
del Retiro.
El texto en el contexto de la carta a los Corintios
El texto que nos ocupa se sitúa en la Conclusión de la primera carta de Pablo a la comunidad
de Corinto. Nos encontramos ante una comunidad entusiasta religiosamente, despierta, viva,
pero a la vez asediada en un mundo eminentemente pagano y paganizado. Una
comunidad que vive el conflicto entre los valores del Evangelio y el estilo de vida que
la rodea. En concreto el fragmento está entre las últimas recomendaciones que Pablo
da a la comunidad. El tiempo pasa desde que Pablo les dejase, Timoteo y Apolo tardarán en
llegar. Mientras tanto es necesario mantenerse en la fe frente a la tentación que puede ser
disolverse o acomodarse culturalmente (cf 1Pe 5,8-9).
Estad alerta (velad)
Resuena esa llamada del Vaticano II a auscultar los signos de los tiempos. Tenemos la
responsabilidad de abrir bien los ojos a la cultura y ayudar a los jóvenes y a todos aquellos con
los que estamos a procesar bien los datos de la realidad. Debemos ser en medio del mundo,
amadores y servidores de la verdad, por dura que ésta sea. Como las vírgenes
prudentes debemos ser de los que están alerta, a la espera, examinando lo que le agrada al
Señor (Ef 5,8-10). Debemos ser gentes en su busca: “¿Hay alguna palabra de parte
del Señor?” (Jer 37,17) para poder decir “Voy yo”. Es un deber estar atentos a las
necesidades de los jóvenes para poder ser fieles carismáticamente.
• Para pensar: ¿Qué signos vemos de la presencia del Señor en nuestro
ambiente? ¿Qué signos somos para los que nos rodean de esta
presencia? ¿Sabemos descubrir en los jóvenes al Señor? ¿Miramos
críticamente la realidad y la cultura en la que vivimos o nos dejamos llevar
por lo que dice la mayoría, los medios,…? ¿Miramos lo positivo que tiene
nuestra cultura o somos más bien profetas de calamidades?
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10 24 de febrero de 2012
Permaneced firmes en la fe
La fidelidad no es obstinación o empeño personal sino más bien saberse colocado en la vida
que vivimos por Alguien y estar seguros de que Quien ha llamado será quien
sostenga. Sabemos de quien nos hemos fiado, nos sabemos débiles en manos fuertes.
Y aún así no estamos en un momento en que se pueda dar ni la fe por supuesta. El mayor
peligro que nos acecha es la increencia, la frialdad afectiva y vocacional. Este “invierno de la
fe” no está fuera de nosotros sino que se va colando por las rendijas de nuestras
comunidades. Es tiempo de alimentar una fe profunda, anclada en Cristo y alimentada en el
encuentro íntimo y jugoso con Él. Para educar jóvenes maduros hacen falta salesianos
maduros. La fe hemos de sentirla como la imposibilidad existencial de imaginarnos otra vida
distinta de la que tenemos, “¿a dónde iremos si sólo Tú tienes palabras de vida
eterna?” No podemos concebirnos de otra manera, así, “predicar el Evangelio, no es
motivo de gloria, sino una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no anuncio el
evangelio!” (1Cor 9,16).
• Para pensar: ¿Alimentamos cada día nuestra relación con el Señor? ¿Es
para nosotros necesidad sentida y vivida la oración personal y
comunitaria, la celebración de la eucaristía,…? ¿Creemos y vivimos
realmente que nuestra vida es la mejor que el Señor quiere para
nosotros? ¿Somos apoyo para nuestros hermanos? ¿Qué se nos va
“colando” de increencia, rutina, comodidad en el día a día?
• Revisemos la “calidad” de nuestros momentos de oración y meditación, de
la celebración de la eucaristía, de los mismos momentos de vida común (en
qué medida somos apoyo para los hermanos).
Sed hombres
Es una exigencia hoy ser personas auténticas, maduras para poder educar y para
poder vivir en comunidad, también para poder vivir en fidelidad-felicidad-fecundidad. Es una
exigencia tomarse en serio el desarrollo de la propia personalidad. Así R. Kegan
propone ocho hebras de la persona madura: autoestima, capaz de comunicación sana, con
áreas en las que se sienta útil, con ciertas dosis de creatividad aún humilde, responsable, con
un mundo de valores estructurado, con sentido del humor y constante. Tal vez sea necesario
insistir en estas dos últimas. La primera nos habla de un rasgo tan salesiano como es
la alegría y la mirada positiva sobre la realidad y el mundo de los jóvenes. La segunda, la
constancia, se hace necesaria hoy día en un entorno de voluntades frágiles. Es la constancia
del que corre la carrera por la corona que no se marchita (1Cor 9, 25), del que no se cansa
de hacer el bien, del que es humilde, amable y paciente como corresponde a la vocación a la
que ha sido llamado (Ef 4,1-3). La constancia se muestra hermana de la “paciencia”.
Paciencia necesaria ante las propias miserias y las limitaciones de la comunidad o la
inspectoría. Es propio de una personalidad madura saber conjugar la comprensión y la
crítica. No olvidemos que nuestro modelo no es Prometeo, sino Jesucristo, el Hijo del
Padre misericordioso. Eduquémonos en el perdón y la misericordia que están a la raíz misma
de la fidelidad de Dios y de nuestra llamada.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
• Para pensar: Repasa las ocho hebras de la persona madura y piensa cómo va
tu propio tejido y el de la comunidad. ¿Eres en lo personal hipercrítico o más
bien evitas el conflicto para no pringarte en lo que sucede? ¿Te muestras rígido
en tus afirmaciones o más bien dejas espacio para el diálogo, la comprensión, el
cambio? ¿En qué ámbitos de la vida comunitaria y pastoral eres útil y
estás aportando?
Sed fuertes/robustos
Es tiempo de formar personalidades fuertes. Es tiempo de robustecer nuestra fe y
nuestra persona, pues los desafíos son nuevos y las respuestas no son ni tan claras ni tan
fáciles como en otros tiempos. No podemos ni dejarnos llevar por el desánimo ni hacer gala
de un optimismo ingenuo. Fueron tiempos difíciles para la comunidad de Corinto
cuando Pablo escribía, fueron tiempos difíciles para el mismo Pablo y en muchos lugares de la
escritura encontramos esta misma llamada a mantenerse fuerte ante la adversidad y la prueba
(cf. Lam 3,21-25). Sabemos que el Señor es bueno para los que en Él esperan. Sabemos que
Él es nuestra fuerza. Y ante las dificultades culturales no se trata de bajar los niveles de
exigencia en nuestra vida religiosa, en nuestra misión, en nuestro servicio pastoral, no.
La vocación religiosa pide personas humildes pero sanas, muy sanas. No seremos ni los
más guapos ni los más listos, pero sabemos que es nuestra la fuerza del que nos escogió para
ir a su pueblo, a los jóvenes (cf. Is 6,8).
• Para pensar: ¿Confiamos en nuestras solas fuerzas o estamos asentados
en el Señor? ¿Comulgamos con ruedas de molino y justificamos todo por la
paz en casa y lo difícil que son hoy las cosas o buscamos más bien crecer,
robustecer nuestra personalidad consagrada y comunitaria?
Todo lo que hagáis, hacedlo con amor
Sólo un corazón apasionado se mantiene en el amor. Sólo si somos apasionadas por Dios y
por su Reino podremos vivir fieles, felices y ser fecundos. Nuestra vida salesiana es una
llamada a ser signo de este amor de Dios. Amor que hemos de vivir, renovar cada día. Hemos
de recordar lo que decía Don Bosco: “no basta amar, es necesario que sepan que son
amados” o aquella recomendación a Don Rúa que encontramos inscrita en la medalla de la
profesión: “Studia di farti amare”. Hemos de apostar a un amor excéntrico y ardiente.
Un amor que ha de manar de la fuente de todo amor, el mismo Dios-Amor (1Jn 4,8). Un
amor excéntrico que convierte nuestro trabajo en “su” misión. Un amor excéntrico porque
sale y se desplaza hacia los demás. Un amor que puede ser así porque nuestro
centro afectivo indiscutible (personal y de las comunidades) es el Señor.
Es necesario sabernos y recordarnos amados. Sólo desde esta experiencia fundamental
de sabernos acogidos y aupados por el Espíritu que permanecerá con nosotros para
siempre, el Espíritu de la Verdad (Jn 14,16), podremos vivir en fidelidad.
Sabemos que nuestra fidelidad es débil y no podría ser de otra forma. Confiándonos en el que
nos ha amado fortalezcámosla por los caminos del amor generoso y entregado en la misión y
en la comunidad.
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12 24 de febrero de 2012
• Para pensar: ¿Somos hoy signos de un amor excéntrico? ¿Es el Señor nuestro
centro efectivo y afectivo o lo compartimos con otros “amores”? ¿Vivimos el
trabajo y la tarea pastoral como si se tratase de verdad de los “asuntos
del Señor”? ¿Lo hacemos todo con verdadero amor?
Para el diálogo comunitario
Para el diálogo comunitario se pueden utilizar las preguntas sugeridas en el desarrollo
del retiro. También se pueden utilizar las siguientes:
• ¿Cuáles son los principales desafíos que nos lanza nuestra cultura ambiental?
• ¿Qué rasgos positivos encontramos en nuestros jóvenes y en la cultura juvenil?
• ¿Qué rastros de increencia, comodidad,… se nos han colado en la comunidad?
• ¿Qué nuevas respuestas creativas se nos ocurren para adaptarnos a las
demandas de nuestra cultura y seguir siendo evangélicamente significativos?
• ¿Qué compromisos podemos tomar como comunidad para cuidar la fidelidad-
felicidad-fecundidad de todos los hermanos?
HOJA DE RUTA
1. Rasgos de la cultura que dificultan nuestra fidelidad personal o comunitaria
2. Estrategias para hacer reales las exigencias de una vida religiosa en fidelidad
3. Desde las cuestiones para el diálogo comunitario.
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papeles de formación y comunicación
El silencio
en la Iglesia4
Formación
Luis González-Carvajal Santabárbara
En la Iglesia actual hay cierto mar de fondo sobre ciertos temas, pero —aun
tratándose de cuestiones opinables— se guarda silencio para evitar ser vistos
con recela. Sin embargo, el propio magisterio dice que la Iglesia «es un
cuerpo vivo, y le faltaría algo a su vida si la opinión pública le faltase; falta cuya
censura recaería sobre los pastores y sobre los fieles». Dos modos de ejercer
la libertad de palabra en la Iglesia son la corrección fraterna y el
disentimiento, que practicaron en el pasado grandes santos.
Silencio preñado de sabiduría y silencio preñado de miedo
Ortega nos transmitió un delicioso relato oriental: «Los discípulos preguntaron una vez al
sabio maestro de la India cuál era el gran bramán; es decir, la mayor sabiduría. El maestro no
respondió. Creyendo los discípulos que estaba distraído, reiteraron la pregunta. Pero el
maestro calló también. Otra vez y otra insistieron los discípulos, sin obtener mejor respuesta.
Cuando se hubieron cansado de preguntar, el maestro abrió la boca y dijo: "Por qué habéis
4 «Sal Terrae» (mayo 2011) 385-397.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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14 24 de febrero de 2012
repetido tantas veces vuestra pregunta, si a la primera os respondí? Sabed que la mayor
sabiduría es el silencio"».
La Iglesia cultivó ese silencio preñado de sabiduría –aunque quizá no tanto como debiera–
en la teología apofática. Pero hay también un silencio malo, nacido del miedo a hablar;
aquel al que se referían los conocidos versos de Quevedo:
«No he de callar, por más que con el dedo, Ya tocando la boca, ya la frente,
Me representes o silencio o miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca
se ha de decir lo que se siente?».
Pues bien, mi artículo debe hablar de este segundo silencio. El Director de la Revista, al
encargarme su redacción, me trasladó las siguientes ideas del Consejo de Redacción: «En la
Iglesia nos encontramos hoy en día con muchas cuestiones sobre las que hay cierto mar
de fondo, pero silencio en la superficie, porque hablar de ciertos temas es visto con recelo,
y muy pronto al que habla se le acusa de heterodoxo. Se justifica muchas veces como la
necesidad de no dar la sensación de división cuando hay tanto embate desde fuera... Sin
embargo, existe toda una serie de cuestiones sobre las que va siendo urgente una palabra».
Supongo que el Consejo de Redacción pensaría en temas como la descentralización de la
Iglesia, el ejercicio de la autoridad, el papel de la mujer en la comunidad cristiana, la posible
ordenación de varones casados, etc.; cuestiones sobre las que ya reflexioné en otro lugar.
Indudablemente, hay en la Iglesia una pluralidad y un nivel de debate interno que para sí
quisieran otras instancias; sin ir más lejos, los partidos políticos (y confío en que las
reacciones a este artículo no desmientan mi apreciación). Como cantaba Paco Ibáñez hace
cuarenta años, «en el mundo no hay mayor pecado que el de no seguir al abanderado». Pe-
ro que otros estén peor no hasta para decir que nosotros estamos bien.
Es obvio también que, en lo referente a la libertad de palabra dentro de la Iglesia, la
situación actual es muchísimo mejor que la existente durante el pontificado de Pío X,
cuando los clérigos del Sodalitium Pianum –una especie de servicio secreto organizado por
Mons. Benigni con connivencia y financiación vaticana– espiaban a quienes consideraban sos-
pechosos de modernismo teológico, enviando después dossiers al Santo Oficio para que
procediera contra ellos.
Pero igualmente debemos decir que hemos retrocedido con respecto a los años del
posconcilio, cuando la opinión pública se manifestó en el interior de la Iglesia con una
espontaneidad alabada incluso por los mismos pastores. Pablo VI terminaba así su primera
Encíclica: «Nos sentimos alegres y confortados al observar que este diálogo en el interior
de la Igles¡a y hacia el exterior que la circunda es ya una realidad. ¡La Iglesia está viva hoy
más que nunca!».
Existen, naturalmente, grandes diferencias según los lugares. Algunos dirigentes eclesiales
mantienen con sus colaboradores y con el conjunto del pueblo de Dios un estilo de
comunicación sencillo y fraternal, pero otros –ya sea por temperamento o por comprender
el ministerio de la autoridad desde unas claves teológicas deficientes– no admiten
discrepancias ni corrección fraterna.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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Unidad y pluralidad en la Iglesia
En las sociedades occidentales, las minorías étnicas, sexuales, religiosas, culturales o estéticas
han tomado la palabra, y nuestra cultura resulta muy compleja; casi caótica. Muchas
personas, nostálgicas de la seguridad de tiempos pasados, querrían que la Iglesia fuera
todo lo contrario: un espacio de pensamiento monolítico. Sin embargo, como decía
Balthasar, «la tradición no se ha escandalizado jamás de la pluralidad de los puntos de vista,
con tal de que estos se mantengan dentro de la unidad de la Iglesia».
Ciertamente, en la Iglesia antigua y medieval la clarificación doctrinal nunca implicó
suprimir el rico fenómeno de las escuelas teológicas, que no disimulaban la competencia entre
ellas; pero era una competencia leal que enriquecía al conjunto de la Iglesia y a cada una de
las escuelas en particular. De modo semejante, en el ámbito de la teología moral los
llamados «sistemas morales» –probabilismo, probabiliorismo y equiprobabilismo– se referían a
las distintas formas de llegar a un juicio moral vinculante en los casos en que los moralistas
mantenían posturas diferentes.
Esa diversidad no provocaba nerviosismo en las autoridades de la Iglesia, porque –como dijo el
Concilio Vaticano II– la cultura (y también la teología) «tiene siempre necesidad de una
justa libertad para desarrollarse»'. Por tanto, «debe reconocerse a los fieles, clérigos o
laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer humilde y
valerosamente su manera de ver en los campos que son de su competencia».
Naturalmente, en la Iglesia, como en cualquier grupo humano, es «necesaria una última
autoridad capaz de decir la última palabra. Todo el problema, ya desde el principio, radica en saber
en qué consiste decir la última palabra y en qué condiciones hay que darla». Por definición,
la última palabra debe estar precedida por otras.
El espacio del pluralismo en el interior de la Iglesia queda perfectamente delimitado en
una fórmula inspirada en San Agustín (aunque de origen protestante) que el Vaticano II hizo
suya:
«Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo».
Haya unidad en lo necesario pone de manifiesto los límites que nunca debe sobrepasar la
libertad de palabra en el interior de la Iglesia: Haya libertad en lo dudoso –es decir, en todo
lo demás– indica el amplio espacio del pluralismo, que nunca debería recortarse.
Desgraciadamente, cristianos llenos de amor a la Iglesia son a menudo criticados en público, o al
menos «descatalogados», no porque sus ideas y actitudes sean heterodoxas, sino porque
no son de la misma «línea» o no hablan el mismo lenguaje. Recuerdo la magnífica
respuesta que el cardenal Ercole Gonzaga, en carta a un cierto Fra Reginaldo durante el tercer
período del Concilio de Trento, dio a quienes le criticaban por ser demasiado libre:
«Soy católico y quisiera ser un buen católico. Si no soy miembro de la hermandad del
rosario o de las "señoras de Ravenna", paciencia: basta con que sea discípulo de
Cristo».
No tengo la menor idea de lo que serían en el siglo XVI la hermandad del rosario o las
señoras de Ravenna, pero supongo que, para captar el sentido de la frase, basta sustituir
dichos nombres por otros actuales a quienes se atribuye frecuentemente el monopolio de la
fidelidad cristiana.
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16 24 de febrero de 2012
La opinión pública en la Iglesia
Pío XII, en un famoso discurso preparado para el Congreso Internacional de Periodistas
Católicos, tras explicar que la opinión pública es el eco más o menos espontáneo que suscitan las
noticias en quienes se sienten responsables de la suerte de su comunidad, concluyó que, «allí
donde no apareciera manifestación alguna de la opinión pública, allí, sobre todo, donde
hubiera que registrar su real inexistencia, sea la que sea la razón con que se explique su
mutismo o su ausencia, se debería ver un vicio, una enfermedad, un mal de la vida
social». El discurso terminaba diciendo que, si eso es válido para cualquier sociedad, lo
será también para la Iglesia: «Finalmente, Nos querríamos todavía añadir una palabra re-
ferente a la opinión pública en el seno mismo de la Iglesia (naturalmente, en las materias
dejadas a la libre discusión). Se extrañarán de esto solamente quienes no conocen la Iglesia
o quienes la conocen mal. Porque la Iglesia, después de todo, es un cuerpo vivo, y le
faltaría algo a su vida si la opinión pública le faltase; falta cuya censura recaería sobre los
pastores y sobre los fieles».
Así, pues, según Pío XII, cualquier cristiano o colectivo eclesial tiene el derecho, y a veces el
deber, de hacer públicas sus opiniones sobre las cuestiones de orden teórico o práctico
que afectan a la vida de la comunidad cristiana y entran dentro de ese legítimo pluralismo que
decíamos más arriba, porque de la discusión libre de esos temas saldrá la luz.
Por aquellos años, Karl Rahner dedicó al tema un breve estudio en el que explicaba:
«La opinión pública constituye para la autoridad eclesiástica un medio por el que
se le proporciona el necesario conocimiento de la realidad, dentro de la cual –y
teniéndola en cuenta– debe desempeñar su función de gobierno espiritual».
Para cumplir su misión, la autoridad de la Iglesia necesita saber «cómo piensan y sienten
los hombres, qué cosas aman y desean, de qué se escandalizan, qué disposición les
resulta difícil y penosa, en qué aspectos ha cambiado su modo de ser, cuáles son los
problemas que los intranquilizan, cuáles son las respuestas o reglamentaciones
tradicionales que no les satisfacen...». Si los obispos «no se aviniesen a "dejar hablar" alguna
vez a la gente (dicho con más erudición: si no toleraran y hasta fomentaran, con
valentía, paciencia y cierto optimismo libre de miedo, la opinión pública en la Iglesia),
correrían el peligro de gobernar a la Iglesia burocráticamente, desde el gabinete, en vez
de escuchar la voz de Dios también en la voz del pueblo». Y añadía: Los fieles, por su
parte, «deben llegar a comprender [...] que en ciertas circunstancias puede uno tener
hasta la obligación de pronunciar, dentro de los límites de lo permitido, una palabra de
crítica, aunque en la "esfera superior" no se granjeen siempre en seguida elogios y
reconocimientos. (¡Cuántos ejemplos hay de ello en la historia de los santos!)».
Dos décadas después del discurso de Pío XII, la Instrucción Pastoral Communio et progressio
(23-5-1971) argumentó de forma semejante.
Tras desarrollar la importancia de la opinión pública y la libertad de expresión en la sociedad
civil, aplicó las conclusiones alcanzadas al interior de la Iglesia: «Es necesario que los
católicos sean plenamente conscientes de que poseen verdadera libertad de expresar su
pensamiento» en el seno de la Iglesia. Por su parte, «las autoridades correspondientes
han de cuidar de que el intercambio de las legítimas opiniones se realice en la Iglesia con
libertad de pensamiento y de expresión». Naturalmente, «las verdades de fe pertenecen a
la esencia misma y no pueden en modo alguno estar sujetas a la libre interpretación de
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papeles de formación y comunicación
cada uno», pero los católicos «pueden y deben investigar libremente para llegar a interpretar
más profundamente las verdades reveladas, a fin de que estas se expongan mejor a una
sociedad múltiple y cambiante»".
En nuestros días, desgraciadamente, existen más reticencias frente a la libertad de expresión
en la Iglesia. Un ejemplo es la Instrucción Pastoral Aetatis novae, hecha pública el 22 de
febrero de 1992 por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales con motivo del
vigésimo aniversario de Communio et progressio. Citaba el canon 212 del Código de Derecho
Canónico, recogiendo la afirmación de que los fieles tienen «el derecho, y a veces incluso el
deber, de expresar a los pastores su opinión sobre las cuestiones que conciernen al bien de la
Iglesia», pero cortaba ahí la cita, omitiendo lo que sigue sobre el derecho a manifestar
también su opinión a los demás fieles.
Probablemente esas reticencias se deben a que, al socaire de la libertad de expresión, se han
dado innegables excesos. Ha dado la impresión –dice Félix García Olano– de que
algunas comunidades «se han erigido en Iglesias paralelas, con un magisterio propio, sin un
excesivo interés por mantener una línea de diálogo y sintonía con sus obispos y el resto de la
comunidad eclesial». Pero, naturalmente, convendría no olvidar aquello de abusus non toiit
usum.
Veamos a continuación dos modos de ejercer la libertad de palabra en la Iglesia: la corrección
fraterna y el disentimiento.
La corrección fraterna
Decía Joseph Ratzinger, en uno de sus primeros trabajos teológicos, que «lo que necesita la
Iglesia de hoy (y de todos los tiempos) no son panegiristas de lo existente, sino hombres
en quienes la humildad y la obediencia no sean menores que la pasión por la verdad».
Según esto, debe ser posible ejercer la corrección fraterna en la Iglesia sin sufrir represalias
(decía San Bernardo que, si intentara corregir a los malos obispos, «se enojarían contra
mí, cuando sería lo razonable enojarse contra sí mismos»). Aparte, naturalmente, de que
donde no hay libertad de crítica cualquier elogio resulta sospechoso.
El ejemplo neotestamentario más conocido es la abierta protesta de Pablo a propósito de
la postura ambigua de Pedro con relación a los judaizantes: «Cuando llegó Cefas a
Antioquía, tuve que encararme con él, porque era reprensible» (Ga 2,11).
En la Edad Media, este derecho fue ejercido ante los obispos e incluso papas por
cristianos de gran prestigio personal. Recordemos algunos ejemplos clásicos: Santa
Catalina de Siena critica a los malos pastores que «no solo no dan los bienes que están
obligados a repartir entre los pobres, sino que se los quitan a otros por la simonía y
ansias de dinero, y venden la gracia del Espíritu Santo. [...] Aman a sus súbditos tanto
como pueden saquearlos, y no más. No gastan los bienes de la Iglesia sino en vestidos
para el cuerpo, en andar con trajes delicados; no como clérigos y religiosos, sino como
señores y galanes de corte. Procuran tener buenos caballos y mucha vajilla de oro y plata,
ornatos para la casa».
San Bernardo, por su parte, dirigió al papa Eugenio III un largo escrito –que, según
Benedicto XVI, «es una lectura obligada para todo papa» en el que decía cosas como
estas:
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«Cómo me atreveré a decir lo que pienso? Veo bien lo que amenaza. Clamarán
que es una cosa no acostumbrada, pues no podrán negar que sea justa». «No se
sabe que [San Pedro] saliese jamás adornado de piedras o de sedas, ni cubierto de
oro, ni llevado en blanco caballo, ni acompañado de tropa, ni cercado del ruidoso
séquito de ministros. [...] En esto habéis sucedido, no a Pedro, sino a Constantino».
En cuanto a la provisión de cargos eclesiásticos, decía: «Hay quien ruega por
otro, hay tal vez quien ruega por sí mismo. Aquel por quien os ruegan se hace
sospechoso; el que ruega por sí mismo ya está juzgado. [...] Al que adula y al que habla
al gusto de cada uno, reputadle uno de los que ruegan, aunque nada ruegue». Debéis
promover a los cargos, «'no a los que lo desean, no a los que corren, sino a los que se
detienen, a los que rehúsan [...]; a aquellos que, fuera de Dios, nada temen y, si no
es de Dios, nada esperan». «Considerad que la santa Iglesia romana que, siendo
Dios el autor, gobernáis es madre de las iglesias, no señora; que vos sois, no señor de
los obispos, sino uno de ellos, hermano de los que aman a Dios y compañero de los
que le temen».
San Antonio de Padua utilizaba un lenguaje mucho más duro para criticar a los malos
pastores:
«Los centinelas de la Iglesia están todos ciegos, privados de la luz de la vida y de la
ciencia. [...] Predican por dinero. [...]
Duermen en pecado. [...]
Tienen cara de meretriz y rehúsan avergonzarse (Jr 3,3). Ignoran la saciedad y dicen
siempre: Más, más. Nunca dicen: Basta». «El conjunto o asamblea de los fieles se
aparta de la estabilidad de la fe, de la santidad de la vida, a causa del ejemplo de
maldad de los prelados. [...]
El prelado esclavizado por la malicia, ensoberbecido, [es como un] mono en el
tejado [simia in tecto] presidente del pueblo de Dios». «Advierte que [a Pedro] le
fue dicho por tres veces apacienta, y ni una sola vez trasquila u ordeña. [...]
¡Ay del que ni siquiera una vez apacienta, pero tres o cuatro veces trasquila y
ordeña! [...]
Estas dos cosas acontecen hoy a los pastores de la Iglesia: carecen del poder de
las obras virtuosas y les falta la luz de la ciencia».
Tan duro es el lenguaje que no sé si esa corrección puede calificarse verdaderamente de
«fraterna». Sin embargo, tales críticas no impidieron que fuera canonizado por
Gregorio IX a menos de un año de su muerte, lo cual conviene resaltar en alabanza de
dicho Papa (decía Marañón que «el mérito de la verdad no es casi nunca de quien la
dice, sino casi siempre de quien sabe escucharla»).
Desgraciadamente, lo habitual en nuestros días es no corregir jamás a las autoridades de la
Iglesia cara a cara, como Pablo a Pedro, sino criticarlas por detrás. Juan Ma Laboa, en la última
lección que dictó en la Facultad de Teología «San Dámaso», caracterizó al clero como un
«colectivo que mantiene con constancia un pagano culto a la personalidad en relación
con sus jerarcas, aunque, al mismo tiempo, en nuestras conversaciones particulares, seamos
enormemente críticos con todos nuestros superiores». Recordemos que, según el
famoso discurso de Pío XII citado más arriba, cuando eso ocurre, es necesario censurar
tanto a los responsables eclesiales como a sus subordinados.
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papeles de formación y comunicación
El disentimiento
Tras la corrección fraterna, debemos hablar del disentimiento. Decía D. Ramón Buxarrais,
obispo dimisionario de Málaga, que «sería una equivocación "decapitar" la discrepancia.
La actitud de Gamaliel nos recuerda que luchar contra quienes no piensan (excepto en lo
esencial, claro está) de acuerdo con lo oficialmente establecido, podría ser una lucha contra
Dios. Por eso opino que los grupos discrepantes en la Iglesia no deben morir, aunque a
veces resulten incómodos y molestos. Dios a veces también lo es».
A menudo contundimos la unidad con la uniformidad, y nos aterran los conflictos. Conviene
recordar que la oposición era para Heráclito algo en sí fecundo, lleno de vida y fuerza
creadora, y en este sentido se ha de entender su aforismo: «La guerra es madre de todo».
La Iglesia perdería todo su dinamismo si desaparecieran las diferencias en su interior,
porque, como dijo Tony de Mello, «una sociedad que domestica a sus rebeldes ha
conquistado su paz, pero ha perdido su futuro». Lo que necesitamos, naturalmente, es un
consenso acerca de la legitimidad de la discrepancia y los límites que no debe traspasar para
ser aceptable.
Conviene recordar aquí que, en los años veinte del pasado siglo, Romano Guardini desarrolló
la propia filosofía de la vida como «filosofía de la oposición». Desgraciadamente, ese libro
pasó un tanto desapercibido y se olvidó pronto, porque encajaba mal en el ideal de una
Iglesia monolítica.
A veces se trata como si fueran peligrosos enemigos a quienes, aun dentro del pluralismo
legítimo, discrepan de la línea oficial. El beato Newman –que sufrió en carne propia esa
experiencia–, en carta a Mr. Maskell, escribió indignado: «Nunca esperé ver tal escándalo
en la Iglesia. Sé que se han dado escándalos semejantes en tiempos anteriores, incluso en
concilios, pero creía que la Iglesia estaba expuesta a demasiadas miradas vigilantes y
hostiles para permitir que aun los eclesiásticos más temerarios, tiránicos y crueles
hiriesen y traspasasen de tal modo a las almas religiosas y cooperasen así con los que
quieren la caída de la Iglesia».
Debemos decirlo: «Una autoridad que no tolera una "oposición leal" es –especialmente en la
Iglesia y en las Iglesias– más una amenaza que un apoyo para la unidad y armonía de la
comunidad».
Cuando el silencio es noble
El ejercicio de la libertad de expresión en la Iglesia requiere madurez tanto en la jerarquía
como en el pueblo fiel. Las autoridades –escribe Jorge Piquer– «deben llegar a ver que
también en la Iglesia puede haber una "muy leal oposición a Su Majestad", la cual en el
transcurso de la historia de la Iglesia, a menudo, ha producido asimismo santos en sus
filas». Los fieles, a su vez, deben admitir que ellos no tienen la última palabra. «Después de
haber manifestado el propio parecer, después de haber estudiado y expuesto las razones
que vemos, [...] es posible que la jerarquía se manifieste en otro sentido. ¿Qué hacer en este
caso? Obedecer». Es costoso. «Se necesita una gran preparación interna para saber
aceptar decisiones últimas sin rencor ni estridencias». No todos lo consiguen. Pon-
gamos dos ejemplos del siglo XIX: Cuando, en 1849, dos obras de Rosmini –Las cinco llagas
de la Santa Iglesia y Constitución según la justicia social– fueron incluidas en el índice de libros
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20 24 de febrero de 2012
prohibidos, calló y acató. Hoy sus ideas han sido ampliamente aceptadas en la Iglesia, y
en 2007 fue beatificado.
En cambio, Lamennais, viendo condenadas sus ideas por Gregorio XVI –ideas que,
como las de Rosmini, hoy son moneda corriente–, rompió con la Iglesia (y, por cierto,
perdió rápidamente influencia). Sin duda, el sentido de comunión eclesial de Lamennais era
muy deficiente (bien que sufrió por ello su hermano Juan María, el fundador de los Hermanos
Menesianos). Pero siempre que alguien rompe la comunión, todos los demás –y
particularmente la jerarquía de la Iglesia– deberíamos preguntarnos si no le habremos
hecho demasiado difícil la fidelidad.
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3 Pages 21-30

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papeles de formación y comunicación
Comunicación
El nuevo uso de las TIC
en las aulas5
Alberto Benito-Peregrina
“Son muchos los que llegan a pensar
que ya no es posible educar sin ordenadores”.
La tecnología como mito
Como señala el catedrático Jesús Beltrán Llera, la realidad de las nuevas tecnologías aplicadas
a la educación siempre va precedida de una serie de profecías fallidas. Así, en la década de los
años treinta se hablaba de la radio como del epicentro de un nuevo tipo de clase; en la década
de los cincuenta era la televisión la que se presentaba como el futuro de la educación; ya en la
década de los setenta se hablaba de la “enseñanza asistida por ordenador” que iba a desplazar
a los profesores; y finalmente ahora, en los albores del siglo XXI se dice que la escuela es la
web.
En general, como señala el profesor Beltrán Llera, existe una creencia generalizada de que la
tecnología es un instrumento mágico, salvífico, igualitario y revolucionario. Incluso son
muchos los que llegan a pensar que en la actualidad ya no es posible educar sin la ayuda de
ordenadores.
El mito de la tecnología como epicentro de la acción pedagógica ha llevado a la
Administración Pública a desarrollar costosísimos planes cuyo fin es que cada alumno
disponga de un ordenador personal en el aula, mientras se descuidan otros aspectos básicos
5 «Diálogo» 287 (2011) 11-19.
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22 24 de febrero de 2012
como la formación del profesorado y su necesaria adaptación y reciclaje de conocimientos,
la atención a la diversidad, la mejora de instalaciones, el incremento de la calidad educativa
general... etc.'
Si miramos los presupuestos de los distintos departamentos de educación, nos daremos
cuenta que las partidas que más crecen y a las que más recursos se le atribuyen son las
dedicadas a nuevas tecnologías y dotación de infraestructuras informáticas.
Los centros educativos por su parte, muestran con orgullo sus modernas pizarras
digitales y exaltan la gran cantidad de ordenadores de que disponen, pero ni una palabra del
excelente claustro de profesores ni de su proyecto educativo. En los tiempos actuales el
criterio que predomina a la hora de determinar la calidad educativa de un centro está en ver
el ratio de ordenadores por alumno o las horas que se dedican en el centro a las nuevas
tecnologías. Pero ¿Es esto cierto? ¿Qué hay de verdad en este mito? ¿Responde a una
realidad contrastada?
Basta comprobar qué países están a la cabeza del desarrollo y calidad educativa
(Finlandia, Australia, Japón)2 y cuantos recursos dedican a las tecnologías, para darse
cuenta de que el mito es sólo eso, una ficción.
La tecnología como instrumento de aprendizaje
Algunos expertos norteamericanos del MIT y del Instituto Tecnológico para la
Educación señalan que en el mundo digital y de las TIC, los mayores de 25 años se
comportan como inmigrantes digitales, mientras que los menores de esa edad lo hacen
como nativos digitales.
Resulta una metáfora acertada y muy descriptiva, si consideramos la facilidad y naturalidad
con que un niño es capaz de manejar un ordenador o una consola de videojuegos. Todo
lo relacionado con la tecnología lo vive como algo consustancial a su vida y a su entorno;
desde que nació está acostumbrado a convivir con teléfonos móviles, microondas, cadena
de música, videoconsola, ordenador... etc, y a utilizar sus múltiples y complicados mandos
como si hubiera nacido con ellos en la mano.
Compárese con los ímprobos esfuerzos que una persona adulta debe hacer
simplemente para programar el video o manejarse con su teléfono móvil.
Muchos autores (Jonassen, Reeves, Norman, Sugrue,...etc) hablan de los ordenadores,
Internet y la tecnología como instrumentos cognitivos. De una u otra forma, la tecnología
asume tareas mecánicas y rutinarias que permiten liberar el espacio cognitivo del alumno
en favor de un pensamiento de nivel superior que favorece el pensamiento crítico (análisis,
evaluación, conexión), el pensamiento creativo (elaborar, sintetizar, imaginar) y el
pensamiento complejo (diseñar, resolver problemas y tomar decisiones).
Como señala el profesor Bertrán Llera, los instrumentos cognitivos derivados de los
ordenadores, y de la tecnología en general, tienen la misión de ayudar a los estudiantes a
aprender de manera significativa, funcionando como socios en la construcción del
conocimiento.
El papel ideal del ordenador sería potenciar y desarrollar las capacidades mentales, guiar los
procesos del aprendizaje actuando de apoyo y soporte en la acción constructiva del
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

3.3 Page 23

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papeles de formación y comunicación
alumno, y trabajar en colaboración con el estudiante repartiéndose las tareas y
funciones que cada uno sabe hacer mejor. Así, al igual que un ordenador no puede por sí
solo distinguir la información relevante e imprescindible de la que no lo es, o atribuir
valores axiológicos a los contenidos, tampoco el alumno puede memorizar de manera
masiva la información, tal como hacen los ordenadores.
Jonassen identifica algunas de las tareas y actividades en las que las tecnologías de la
información y la comunicación pueden ser útiles en el aula:
1) Búsqueda de información y exploración del conocimiento:
A través del uso de Internet es posible acceder cada vez más al mito de la biblioteca
universal de Alejandría. Mediante los buscadores (google, yahoo, bing,... etc) es
posible recopilar de manera casi inmediata toda la información relativa a cualquier
tema que podamos imaginar.
2) Construcción del conocimiento: Mediante el uso del Hipermedia (integración
de hipertexto y multimedia) el alumno integra mucho mejor la información y
desarrolla de manera más profunda su capacidad de asumir el conocimiento. El
alumno ya no sólo lee, sino que ve, escucha, manipula, investiga, desarrolla y
construye nuevos significados.
3) Organización del conocimiento: Mediante las Bases de datos, el alumno
clasifica, organiza, y representa los conocimientos que construye durante el
aprendizaje. La información suelta y dispersa apenas tienen utilidad y no
constituye conocimiento, pero si se analiza, organiza y clasifica sí se convierte en
relevante y se transforma en conocimiento.
4) Representación del conocimiento: A través de los mapas conceptuales,
sistemas expertos y micromundos, el aprendizaje se convierte en significativo, se
favorece la inteligencia analítica, y favorece la producción de experiencias sensoriales
pluridimensionales.
5) Construcción social del conocimiento: Mediante el uso intensivo de las
telecomunicaciones, correo electrónico, redes sociales, chats, foros.. etc, es posible
eliminar las limitaciones espacio temporales y ampliar los espacios de comunicación y
convivencia que facilitan los nuevos círculos de aprendizaje.
La tecnología al servicio del alumno y el profesor
Una de las conclusiones más relevantes del estudio de investigación Tecnología y
aprendizaje, realizado por el Grupo SM y el Instituto IDEA sobre el impacto del ordenador en
el Aula3, señalaba que el uso masivo de las TIC en el Aula no incrementa de manera directa y
homogénea el nivel de aprendizaje en todo el alumnado. Los alumnos mejor capacitados
y con más motivación, apenas incrementan su nivel de aprendizaje. Por el contrario, son
los alumnos menos brillantes, con menores capacidades y motivación, los que incrementan
sus resultados académicos cuando se utilizan ordenadores y nuevas tecnologías en aula.
Otra de las constataciones de dicho informe era que el ordenador en el aula puede ser un
poderoso instrumento no sólo para mejorar el interés de los alumnos, adaptarse a sus
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24 24 de febrero de 2012
diferencias individuales y crear un buen clima de trabajo, sino también para modificar el
modelo de enseñanza, de aprendizaje y de evaluación. El ordenador en el aula puede ser
también una estrategia adecuada para cambiar la organización de los centros y encontrar
formas más flexibles de funcionamiento, y para crear una nueva dinámica en el trabajo en
equipo de los profesores.
Parece obvio que la tecnología bien utilizada puede ser un instrumento valioso y eficaz
para mejorar el proceso educativo, siempre que no se absolutice su uso y se considere un
medio y no un fin en si misma.
El uso de las TIC en el aula debe estar siempre al servicio del alumno y el profesor,
verdaderos protagonistas del proceso educativo, y no pueden convertirse en la estrella
emergente del firmamento pedagógico ni en la atracción principal del circo educativo.
Sin duda, la transformación más importante y significativa que ha sufrido la educación y la
pedagogía en las últimas décadas ha sido el cambio de paradigma: se ha pasado de una
escuela donde se enseña a una escuela donde se aprende.
En la escuela tradicional lo importante era el paradigma "instruccional", basado en la
acción del profesor y en la enseñanza. Por el contrario, en la escuela moderna lo más
importante es el alumno y el aprendizaje, y todos los elementos del sistema educativo,
incluidos el profesor y la enseñanza, se subordinan al alumno y a ese proceso personal de
aprendizaje.
Este cambio de paradigma resulta trascendental, ya que el aprendizaje no se trata ya como
una mera adquisición, acumulación y reproducción de datos informativos, sino como
una construcción o representación mental de significados. Lo más importante de este
cambio es que el aprendizaje es un proceso personal, cada individuo tiene su propio ritmo,
genera sus propias necesidades, utiliza las herramientas que necesita, y establece su propio
camino. Es evidente la diferencia con el antiguo sistema, donde el profesor impartía una
enseñanza generalizada, sin matices ni distinciones, igual para todos, sin tener en cuenta los
ritmos personales ni las capacidades de cada alumno.
En función de estos cambios señalados, podemos distinguir "grosso modo" la existencia
de dos pedagogías: la pedagogía de la reproducción y la pedagogía de la imaginación.
La pedagogía de la reproducción consiste, como señala Bertrán Llera, en la presentación y
desarrollo de los conocimientos que deben ser luego fielmente reproducidos.
Responde a una concepción unívoca de la verdad y el conocimiento, que considera que
sólo hay una verdad, de carácter estático e inmutable, y sólo existe una forma de captar el
conocimiento.
Por el contrario, la pedagogía de la imaginación responde a una nueva concepción de la
verdad, que podríamos denominar postmoderna, centrada en la búsqueda, la indagación, la
curiosidad y la imaginación. La verdad se considera algo dinámico y en continua
transformación: es más una pregunta que una respuesta, y es más un proceso que un
producto acabado. La pedagogía de la imaginación utiliza estrategias adecuadas para
relacionar, combinar y transformar los conocimientos, no para aceptarlos de forma
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papeles de formación y comunicación
acrítica y aprehenderlos sin más.
Aunque parece obvio que la pedagogía de la imaginación es la que paulatinamente se va
imponiendo en nuestras escuelas, todavía quedan importantes vestigios de la pedagogía de la
reproducción en muchos de nuestros colegios. Como poco, podemos decir que en muchos
casos estamos todavía en un periodo de transición, aunque no falten también algunos
defensores a ultranza de esta pedagogía tradicional, basada en "la fiel repetición, el
esfuerzo memorístico y la exclusiva y omnipresente actuación del profesor.
Es aquí, en esta tensión dialéctica entre ambos tipos de pedagogía, donde las nuevas
tecnologías pueden terminar por desequilibrar la balanza a favor de uno u otro modelo. Y a
pesar de lo que pudiera parecer, no es tan evidente que el uso intensivo de ordenadores e
Internet en el aula favorezca de manera automática la pedagogía de la imaginación.
Por el contrario, las nuevas tecnologías pueden favorecer también la réplica de modelos
tradicionales y la mera reproducción de datos informativos. Todo consistiría en sustituir
el libro de papel o el cuaderno por la pantalla de ordenador y el soporte dvd, sin más.
Igual que nos encontramos con profesores que siguen utilizando en sus clases los mismos
materiales y las mismas cuartillas amarillentas que hace quince o veinte años, también es
posible encontrar a profesores que año tras año sigan con la misma presentación de power
point, el mismo programa de utilidades, o los mismos vínculos o links para explicar su
tema de ciencias naturales o de física.
La aplicación intensiva de las nuevas tecnologías en el aula no crea por sí misma un entorno
de aprendizaje basado en la pedagogía de la imaginación, no incrementa de forma mágica los
resultados de los alumnos ni resulta más eficaz de manera taumatúrgica. Si así fuera,
bastaría con incrementar los presupuestos y las inversiones en esta materia para que
automáticamente mejorara la educación. Pero ya hemos visto que esto no es así.
Las nuevas tecnologías impulsan y favorecen el aprendizaje y proporcionan las herramientas
necesarias para favorecer esta pedagogía de la imaginación. Pero se requiere previamente
una estrategia de implantación, unos objetivos concretos, y un desarrollo adecuado
acorde a estas estrategias y objetivos previos. Y sobre todo, requiere la implicación
absoluta de los docentes y un cambio de mentalidad acerca de los nuevos roles que implica
este nuevo escenario.
Una de las grandes paradojas de la educación es que las escuelas enseñan hoy los
conocimientos del ayer para que sean útiles mañana. La situación se complica cuando el
profesorado está instruido y formado en un modelo de enseñanza acumulativo y de
mera reproducción de contenidos, pero al mismo tiempo el alumno es capaz de acceder a
todos esos conocimiento acumulados (muchos más de lo que tiene el profesor a veces) y
tiene herramientas que le permiten desarrollarlos y asimilarlos al margen del profesor. La
conclusión es obvia ¿Para qué sirve entonces el profesor? ¿Qué aporta ir a clase o al colegio?
Aparte de otras competencias y habilidades (socialización, convivencia, formación de
valores..etc) que además pueden adquirirse y desarrollarse en otros ámbitos que no sea
necesariamente el colegio, resulta evidente que una de las funciones que tradicionalmente
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26 24 de febrero de 2012
era básica en la escuela, la transmisión de conocimientos, ha entrado en una crisis profunda y
ha periclitado y caducado definitivamente.
A veces resulta difícil explicar y justificar qué aprenden en el colegio un chico o una chica
a partir de los 14 años, cuando ya tienen desarrolladas la mayor parte de sus habilidades
sociales y capacidades cognitivas. No es casualidad que a partir de esta edad surjan los
mayores problemas de disciplina y conflictividad.
Aparte de otras consideraciones, el alumno no encuentra ya ningún aliciente en las
clases, ya que toda la información y contenidos que el profesor le suministra, puede
obtenerlo por sus propios medios a través de Internet, y además presentado de una
manera mucho más atractiva, pedagógica y divertida.
En esta tesitura, la única alternativa está en que sea el profesor el que proporcione estas
nuevas vías de conocimiento y proponga nuevas formas de aprendizaje, donde el alumno
sea el auténtico protagonista.
Esto implica que el profesor debe asumir un nuevo rol en el proceso educativo. Frente al
papel tradicional de suministrador de contenidos cerrados e información estandarizada, el
profesor debe asumir que su nueva tarea consiste ahora en orientar y guiar al alumno
dentro del marasmo y océano de información que circula por la red. Su misión no está ya en
reproducir datos y contenidos sin más, sino en tutelar al alumno y orientarle acerca de la
utilidad y trascendencia de cada información, para que sepa distinguir y discernir cuál de esa
información es la más relevante y trascendente.
Igual que en las edades más tempranas los alumnos aprenden a leer y a descodificar y
descifrar los signos y símbolos que componen una lengua, a partir de cierto nivel
académico (que tal vez comenzaría con la educación secundaria) los alumnos deben
aprender a interpretar y descodificar el lenguaje y los contenidos que aparecen en la red o en
cualquier formato multimedia o digital. Para ello resulta imprescindible, obviamente, que el
alumno utilice las TIC en el aula de forma masiva y continua. De lo contrario, estaríamos
sometiendo a la mayoría de estos alumnos a una suerte de bilocación o desquiciamiento
educativo, ya que no estaríamos utilizando las herramientas y utilidades que son ya
habituales en el resto de entornos sociales. Les obligaríamos a establecer una separación
radical entre el mundo real y de la calle, donde la tecnología y el uso de las TIC son ya
imprescindibles, y el mundo escolar, donde las TIC son sólo unas siglas de las que todo el
mundo habla pero nadie sabe para qué sirven.
Por otro lado, estaríamos también condenando al analfabetismo tecnológico a muchos
de estos alumnos, cuya única posibilidad de acercamiento y familiarización con el mundo
de las TIC es el colegio.
El conocimiento de lenguas extranjeras y el uso habitual de la tecnología son ya
requerimientos indispensables en el mundo laboral, con independencia de los niveles o
categorías profesionales que se tengan. Desconocer hoy en día el idioma inglés o no tener
unos conocimientos profundos del uso del ordenador y la red, implica ya una notable
desventaja inicial a la hora de enfrentarse con el mundo del trabajo.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Guía para padres navegantes
Resultan ya lugares comunes los comentarios acerca de que los padres abdican de su tarea
educativa y colaboran poco o nada con el colegio, o que en el peor de los casos, padres y
colegio, están educando de manera divergente.
Sin entrar en el análisis profundo de las razones de estos comentarios, lo cierto es que en
muchos casos se corresponden a una realidad contrastable. El problema se agrava
cuando lo alumnos utilizan de manera habitual entornos digitales, ordenadores e
internet, y se integran en la cultura de las tecnologías de la información y el conocimiento
sin que padres ni profesores puedan ya compartir espacios comunes y de intercambio.
Es en este momento, cuando el chico está de manera habitual sólo ante su pantalla
del ordenador, sin intermediarios de ningún tipo, ni padres ni maestros, cuando surge
lo que algunos expertos llaman la autoeducación. ¿Qué pueden hacer los padres en este
momento?.
Existen tres cuestiones previas que los padres deben resolver de manera
inmediata:
En primer lugar, superar la denominada brecha digital intergeneracional. Decíamos
anteriormente que en el mundo digital y de las TIC, los mayores de 25 años se
comportan como inmigrantes digitales, mientras que los menores de esa edad lo
hacen como nativos digitales. Siendo conscientes de esta diferencia real, nuestra
tarea principal será asimilarnos lo más posible a los nativos digitales, para lo cual
tendremos que hacer un esfuerzo de aprendizaje de lenguaje, herramientas, usos,.
.etc. Hay que intentar un acercamiento progresivo al mundo digital donde se mueven
los hijos, porque es la única manera de poder entenderlos.
En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, hay que superar la tecnofobia natural
que los padres sienten en ocasiones. Los ordenadores no son máquinas complejas
y demoníacas de las que hay que huir, y que sólo entienden los jóvenes. Son sólo
un instrumento con infinidad de posibilidades para todos, que tenemos que
integrar en nuestra vida cotidiana.
En tercer lugar, hay que superar también el tecnoludismo, la idea de que los
ordenadores e Internet sólo sirven para jugar y pasar el rato, y por eso es normal
que sólo los utilicen los jóvenes y los niños.
Los padres deben ser conscientes de que los entornos digitales son plataformas
privilegiadas de formación, y también de deformación. Por eso, los padres no pueden
abdicar nunca de su tarea educativa cuando se trata de enfrentarse a estos nuevos
entornos digitales.
Los padres deben compartir con sus hijos espacios y tiempos de navegación en
Internet, conociendo sus límites e imponiéndolos a los hijos.
Así, ante la gran cantidad de información a la que se puede acceder a través de la red, los
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

3.8 Page 28

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28 24 de febrero de 2012
padres deben educar en la selección y valoración de esa información. Deben enseñar a
distinguir entre información relevante y no relevante, a identificar qué información es
significativa y cuál no, cuál es importante y cuál no,... etc.
Los padres deben también educar en la limitación y la mesura en cuanto al tiempo que se
pasan sus hijos ante la pantalla. Los ordenadores y la red nos ofrecen un mundo de
posibilidades de información y relaciones humanas, pero hay otras muchas posibilidades
que están en la calle y en nuestro entorno real más cercano. El mundo digital debe ampliar
posibilidades pero nunca ocultar ni cercenar las que están más cerca.
Finalmente, los padres deben integrar el ordenador e Internet en su vida como un elemento
cotidiano que facilita muchas tareas, nos ayuda en multitud de circunstancias y nos
interrelaciona con el mundo de manera más amplia pero no exclusiva. Así, desde
nuestra propia casa, Internet nos permite cosas como: leer el periódico, hacer la compra,
escuchar música, hablar con los amigos, hacer operaciones en nuestro banco, contratar un
seguro, estudiar una carrera universitaria,.. .etc. Muchas de estas actividades deben
comentarse y compartirse con los propios hijos como si fueran "acontecimientos
vitales".
Pero aunque los padres se acostumbren a realizar muchas de estas tareas a través de
Internet, también deben transmitir a sus hijos el placer de tener un periódico en las
manos, ir a un concierto en directo, quedar con los amigos en vivo y en directo, y compartir
espacios reales con otros. Al fin y al cabo, las TIC son siempre un medio y nunca un fin
en sí mismas.
Escuela de padres
1. ¿Crees que es real el mito de la tecnología?
2. ¿Qué crees que aporta la tecnología al proceso educativo?
3. ¿Qué tipo de pedagogía consideras más eficaz y necesaria? ¿La de reproducción o la
de imaginación? ¿Cómo ayudan las TIC en cada tipo de pedagogía?
4. ¿Qué importancia le das al uso de la tecnología en la escuela? ¿Aceptarías que el colegio
de tu hijo apenas utilizara los ordenadores en el Aula?
5. ¿Cómo crees que se deben utilizar las nuevas tecnologías en el colegio? ¿Crees que
ayudan en algo en la educación de tus hijos?
6. ¿Consideras que los profesores están preparados para aplicar las nuevas
tecnologías en sus clases? ¿Estás preparado tú?
7. ¿Controlas lo que tus hijos hacen con el ordenador? ¿Sabes cuantas horas dedican a
Internet? ¿Conoces las páginas que visitan?
8. ¿Has compartido alguna vez con tus hijos una sesión de Internet? ¿Les has ayudado
alguna vez a buscar información? ¿Te han pedido ayuda alguna vez sobre el manejo de Internet
o del ordenador? ¿Y tú a ellos?
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

3.9 Page 29

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papeles de formación y comunicación
Vocaciones
Llamados por Jesús a ser sus seguidores
-Elementos esenciales de la vocación cristiana-
Juan José Bartolomé, sdb6
“El secreto de la vocación
está en la capacidad y en la alegría de distinguir,
escuchar y seguir la voz de Dios”7
La tradición evangélica es unánime en presentar a Jesús desde los inicios mismos de su
ministerio público, desplazándose por pueblos y aldeas acompañado de un grupo de
personas, que no eran familiares suyos (Mc 3,31-35) ni meros oyentes anónimos (Mc 4,1-
10.33-34), sólo seguidores. La característica más evidente que los contradistingue de cuantas
personas se acercaban al Maestro de Nazaret era esa estrecha relación que a él les unía, una
relación nacida por decisión personal de Jesús y mantenida como convivencia ininterrumpida.
Los relatos de vocación de los primeros discípulos (Mc 1,16-20; cf. Mt 4,18-22; Lc 5,1-11; Jn
1,35-50) son la crónica del inicio de esa relación. Además de recoger recuerdos históricos de
lo sucedido, estos textos presentan la llamada de Jesús como prototipo de toda auténtica
vocación cristiana. Quien quiera saber qué es vocación, por qué surge y cómo se vive tiene
que retornar a ellos.
6 Trabaja en la Curia General de los Salesianos
7 Benedicto XVI, Discurso durante el encuentro con los jóvenes. Catedral de Sulmona, 4 julio 2010.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

3.10 Page 30

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30 24 de febrero de 2012
1. El relato de vocación más antiguo (Mc 1,16-20)
Si, como se cree, Marcos es el primer evangelio escrito, su narración de la vocación de los
primeros discípulos de Jesús ha de considerarse el relato más antiguo de vocación que nos ha
transmitido la tradición evangélica.
Esta primacía 'cronológica', que lo hace preferible frente a los otros relatos análogos (Mc
2,13-14; Mt 4,18-22; Lc 5,1-11, Jn 1,35-51), no lo hace más generoso en los detalles ni facilita
su comprensión: el evangelista, que ha recogido en su crónica la memoria de un hecho
histórico, ha idealizado el episodio, generalizándolo, y lo ha acomodado a su propio proyecto
editorial. Lo que significa que el relato, aun recordando un suceso real de la vida de Jesús,
refleja más bien la comprensión que de él tenía el evangelista. En la intención de su autor, Mc
1,16-20, además de señalar el comienzo de la misión pública de Jesús de Nazaret, es el
paradigma de todo inicio vocacional: el discípulo de Jesús, en cualquier tiempo, deberá
reconocer en esta narración sucinta y estilizada los datos esenciales de su llamada personal.
No hay que insistir aquí en el hecho de que Jesús invitara a hombres a seguirle, a quienes
exigía una lealtad personal tan exclusiva como insólita e inexplicable en su entorno social (Mt
8,21-22/Lc 9,59-60)8. Es un hecho históricamente seguro. Pero que haya ocurrido,
ciertamente, que Jesús haya invitado a algunos a seguirle más de cerca mientras estaba
predicando el reino, no significa que el relato sólo quiera decir eso. Para hacerse con la visión
del redactor habrá que entender previamente su forma de presentar el suceso. Lo que se
consigue viendo el lugar donde lo ha situado y la función que allí le corresponde y, sobre
todo, examinando la narración en sí misma.
1.1 Un dato significativo
Marcos sitúa la primera invitación de Jesús al inicio del evangelio. Este dato, que suele pasar
desatendido, es relevante; encuentra confirmación, además, en el cuarto evangelio, que
testimonia una tradición diferente sobre el surgimiento del primer grupo de discípulos (Jn
1,35-50): el primer encuentro de Jesús con personas concretas, inmediato a su presentación
pública como predicador del Reino (Mc 1,14-15; Jn 1,29), se resuelve en una llamada al
seguimiento (Mc 1,17.20; Jn 1,39)9.
Jesús de Nazaret no quiso, pues, predicar el Reino de Dios cercano sin contar con hombres
que compartieran vida y tarea. Más aún, su primera actuación como anunciador de la cercanía
de Dios consistió precisamente en procurarse hombres que le estuvieran cercanos, porque le
iban a seguir dondequiera él fuera. Quienes iban a ser luego testigos legítimos de la tradición
(Lc 1,2) debían estar con Jesús desde el principio (cf. Hch 1,21-22; 10,37-39).
El seguimiento de Jesús (Mc 1,16-20) es, pues, la primera 'institución' que surge después la
predicación del Reino de Dios (Mc 1,14-15): Jesús empezó a realizar su anuncio, cuando
invitó a su seguimiento; alcanzó su destino, cuando se vio abandonado por cuantos le habían
seguido hasta entonces (Mc14,17-52). La constante compañía de discípulos caracterizó la
misión de Jesús: el predicador de Nazaret que se sabía con el Dios cercano como tema único
de su vida, no supo proclamarlo desde la soledad personal. Reino de Dios y el seguimiento de
Jesús derivan de la misma fuente: la conciencia mesiánica del Jesús histórico. No queda otra
explicación plausible mejor.
8 M. Hengel, Seguimiento y Carisma. La radicalidad de la llamada de Jesús (Santander 1981).
9 El relato de la doble llamada viene situado en estrecha continuidad topográfica (Mc 1,16a.19a), no sólo geográfica, con el
anuncio del reino (Mc 1,14-15): Jesús viene a Galilea (Mc 1,14) y por allí se mueve, en torno al mar (Mc 1,16).
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

4 Pages 31-40

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papeles de formación y comunicación
1.2 Contexto narrativo
Tras un breve prólogo, que le ayuda a presentar a Jesús, anunciado por el Bautista (Mc 1,2-8),
proclamado Hijo por Dios mismo (Mc 1,9-11), vencedor del diablo (Mc 1,12-13), Marcos
narra la actividad de Jesús en Galilea (Mc 1,14-8,26), donde desvelará progresivamente su
identidad mesiánica con incuestionable autoridad (Mc 1,22.26; 2,12; 4,41).
Este primer gran bloque narrativo puede subdividirse en tres secciones (Mc 1,14-3,12. 3,13-
6,6; 6,7-8,26), que comienzan y terminan de forma análoga: un sumario sobre la actividad de
Jesús (Mc 1,14-15; 3,3-12; 6,6b), seguido de una escena sobre el discipulado (Mc 1,16-20;
3,13-19; 6,7-13) en el inicio; al final, cada sección recoge una reacción negativa de frente a
Jesús (Mc 3,5-6; 6,1-6a; 8,14-21), quien se ha dedicado a decir y a hacer (cf. Hch 1,1) el
Reino.
En la primera sección narrativa (Mc 1,14-3,6) Marcos presenta a Jesús obrando con autoridad
(Mc 1,22.24; 2,10), respondiendo a las necesidades de los hombres lo mismo que a las
objeciones de escribas y fariseos (Mc 2,6-10.23-28; 3,1-6): enseña y sana, invita al
seguimiento a unos (Mc 1,16-20; 2,13-14) y ofrece salvación a todos (Mc 2,13-17).
La presentación de Jesús, hombre del Espíritu (Mc 1,10.12) y maestro de indiscutible
autoridad (Mc 2,27), va prologada, pues, por este relato de una doble vocación: estos
primeros discípulos serán también, a lo largo del evangelio, los testigos privilegiados de la
actuación mesiánica de Jesús (Mc 5,37; 9,2; 13,3; 14,33): ellos deberán continuarla hasta
alcanzar a todas las naciones (Mc 13,10).
El seguimiento no es, pues, la meta en sí misma; es el método para llegar un día a ser sus
enviados y plenipotenciarios (Mc 6,7-13).
La vocación de los primeros discípulos (Mc 1,16-20) es la primera demostración de eficacia
de su palabra y de la autoridad que acompaña su hacer personal. Puesto que la narración
previa (Mc 1,2-16) no prepara (como en Jn 1,40) ni hace verosímil el seguimiento inmediato
(así Lc 5,1-11), Jesús queda presentado, aunque sea de forma velada, como una personalidad
raramente irresistible. El relato sigue sin solución de continuidad al primer anuncio,
programático, del Reino (Mc 1,14-15) y antecede a la primera alusión de una enseñanza
nueva, autoritativa, de Jesús (Mc 1,21-22), quien puede vencer espíritus inmundos y
enfermedades (Mc 1,23-2,12) lo mismo que seguir llamando al seguimiento (Mc 2,13-14) y
discutir con los entendidos (Mc 2,15-3,6).
Los seguidores de Jesús no se perfilan aún, en esta etapa de la narración, como grupo a se,
distinto de los demás; son simplemente acompañantes del maestro que enseña con autoridad
(Mc 1,21.29.36) y ante quien el pueblo se pregunta sobre la eficacia de su magisterio (Mc
1,27). El seguimiento no deberá ser considerado, ni solo ni principalmente, un suceso
individual del llamado, una gracia que le ha sido concedida personalmente, siendo como es
una necesidad de Jesús, mientras y porque está predicando el Reino de Dios.
1.3 Estructura del relato
Marcos ha recibido de la memoria comunitaria la tradición que narra. Pero la cuenta según su
propio plan, estilizando al máximo el relato: reduciéndolo a lo esencial, logra hacerlo ejemplar
para un mayor número de lectores, que podrán reconocerse en él con más facilidad. Su
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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32 24 de febrero de 2012
brevedad y el marcado esquematismo con el que ha sido construido no nos informa sobre lo
que sucedió en realidad; más aún, lo que dice no resulta del todo convincente. Pero es así
como deja entrever mejor las ideas matrices de su teología de la vocación. La mejor forma de
hacerse con ellas será atenerse a cuanto narra y, en especial, a cómo lo narra.
El relato está claramente dividido en dos partes, construidas ambas en estrecho paralelismo,
que queda resaltado por la repetición de ciertas palabras10. Salva de la monotonía, que podría
producir la similitud de las dos escenas, cierta tensión narrativa que emerge si se las compara:
en ambas escenas, Jesús se encuentra y llama a una pareja de hermanos, pescadores; la
llamada de Jesús queda, primero, explicitada en la única irrupción del estilo directo (Mc 1,17);
luego es solo aludida (Mc 1,20a); además, la renuncia de la primera pareja (Mc 1,18) está
menos pormenorizada que la de la segunda, es menos radical (Mc 1,20c): los primeros dejan
el trabajo, los segundos, trabajo y hogar.
Primera escena: vocación de Pedro y Andrés (Mc 1,16-18)
16 “Y pasando a lo largo del mar de Galilea11,
a vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón,
b echando las redes al mar; eran pescadores.
c 17 Jesús les dijo: 'Ea, (venid), detrás de mí.
Haré que seáis pescadores de hombres'.
b’ 18 Y, al instante, dejando las redes
a’ le siguieron”.
Segunda escena: vocación de Santiago y Juan (Mc 1,19-20)
19 “Y pasando un poco más adelante,
a vio a Santiago Zebedeo y a Juan, su hermano;
b estaban en la barca arreglando las redes,
c 20 Y, enseguida, los llamó.
b’ Y dejando a su padre en la barca con los jornaleros,
a’ se fueron detrás de él”.
Las dos escenas se abren y cierran de forma idéntica: pasando Jesús ve a unos hombres (Mc
1,16.19); éstos, hermanos en ambos casos (Mc 1,16.19), terminaron por ir tras de él (Mc
1,18.20). Este cambio de actividad impone la liberación inmediata de su ocupación previa (Mc
1,16-17.19-20). El elemento que provoca el cambio es una palabra de Jesús, que sólo está
explicitada en la primera escena (Mc 1,17. 20).
Estas correspondencias destacan los datos esenciales de la vocación según el relato:
10 Pasando: Mc 1,16.19; vio: Mc 1,16.19; hermano: Mc 1,16.19; redes: Mc 1,16.18.19; dejando: Mc 1,18.20; barca: Mc
1,19.20.
11 La formulación no es afortunada. Un oyente familiarizado con la geografía no necesitaba que se le indicara el mar de
Galilea como lugar de trabajo para pescadores. ¿No lo sabrían los primeros lectores del evangelio, por no ser galileos? ¿O
deseaba el evangelista identificar Galilea como la cuna del discipulado (Mc 16,7)? En Mc el mar es, sin duda, escenario
privilegiado, en donde enseñará Jesús a las gentes (Mc 2,13; 4,1), a donde acudirá para evitarlas (Mc 3,7; 6,30-33), donde
hará milagros (Mc 5,1.21; 6,33-34.53; 7,31) y ha llamado a sus primeros discípulos.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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forum.com 33
papeles de formación y comunicación
1. La iniciativa de Jesús es previa y soberana: Jesús es, en toda la narración,
protagonista indiscutido; pasa, ve, habla y es, al instante, obedecido.
2. El seguimiento es consecuencia de una llamada personal y se realiza como un
caminar subordinado: la convivencia con Jesús la consigue quien marche en pos de él,
… y mientras lo haga.
3. Se da un cambio de ocupación en el llamado: las redes, la barca, el padre, serán
sustituidos, todos ellos, por Jesús, sólo él. Jesús reemplaza anteriores quehaceres; ir
tras él se convierte en la ocupación del discípulo, exclusiva y excluyente; el que le
sigue no tiene más que hacer…, ni menos.
4. Es realmente significativo que en el centro del relato esté una palabra de Jesús,
explícita (Mc 1,17) o sólo narrada (Mc 1,20): revela la naturaleza dialogal de toda
vocación. Pero no hay conversación, ni tiempo para convencer; se da una orden que
es de seguida de inmediato. El llamado, una vez que 'oye' a Jesús, queda con él en
deuda de respuesta. Es quien llama, y no quien se siente llamado, el que provoca la
respuesta, quien constituye al llamado en 'responsable' de la vocación.
2. La llamada de Jesús: elementos constituyentes
Al tiempo que hace crónica de las dos primeras llamadas, el relato presenta el esquema
básico, la forma esencial, de toda posible vocación cristiana. La estructura narrativa, tal como
ha quedado expuesta arriba, lleva a distinguir tres elementos constitutivos:
2.1 Iniciativa de Jesús
El llamado es un iniciado. Antes incluso de saberse interpelado (Mc 1,17.20), el futuro
seguidor de Jesús, habrá sido, para su sorpresa, meta de sus pasos y objeto de su mirada (Mc
1,16.19). Antes de oír la invitación, habrá sido buscado y encontrado, identificado en su
entorno concreto, junto al mar; descubierto personalmente se sabrá agraciado con su mirada.
El Jesús que mira a quien llama es un Jesús que se mueve hacia él, que le mueve, mejor dicho,
hacia él la predicación del Reino (Mc 1,9.14); es precisamente este pasar previo de Jesús y su
fijarse en uno lo que antecede al saberse llamado. La iniciativa de Jesús precede a la
conciencia misma del discípulo (cf. Jn 15,16). En la narración se destacan dos momentos en
esa iniciativa de Jesús.
Es Jesús quien se acerca
En su camino de ida hacia los hombres con la Buena Noticia como quehacer, Jesús pasa al
lado de unos hombres, que estaban junto al mar12. Este Jesús, que no encuentra reposo (Mc
1,35-39), es un caminante con una causa, no deambula desocupado, va urgido por la causa de
Dios.
Nada sabemos de antemano de los hombres con los que se topa, salvo sus nombres, su
parentesco y su ocupación. Eran hombres sin historia hasta que se encontraron con Jesús.
12 Según Lucas, con mayor precisión, lago (Lc 5,2; 8,22.33).
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34 24 de febrero de 2012
Cuando éstos adviertan su presencia, al oír sus palabras, reconocerán haber sido
'encontrados' por él: el discípulo surge en la misión personal de Jesús, de su pasar mientras
predica el Reino. De ahí que resurja siempre que se encuentre caminando detrás de él,
compartiendo camino y misión, aun a sabiendas de que ambas culminan en una cruz (Mc
8,34-38).
Esta precedencia de Jesús, yendo en busca de los llamados, evoca el paso salvífico de Dios en
el AT, quien solía encontrarse con sus elegidos, mientras éstos se ocupaban de tareas
profanas (Ex 3,1-21; Jue 6,11-23; Am 7,14-15; 1 Sam 7,8; Sal 78,71-72). Aquí Jesús va hacia el
hombre ocupado en su sustento; hallarlos enfrascados en ocupaciones que hacen impensable
el destino que conocerán tras su llamada resalta más aún la impreparación para la misión
encomendada en la que vivían. No eran hombres desocupados, a la espera de un objetivo por
el que afanarse; estaban metidos de lleno en un trabajo que poco, si algo, tenía que ver con
aquello a lo que serán llamados.
Con mirada selectiva
Es importante la indicación, repetida en el relato, de que Jesús, antes de llamar al elegido, se
fija en él (será el caso, después, de Leví, Mc 2,14). Su mirada es algo más que un simple
reconocer casual, pues penetra en la intimidad de quien es contemplado (Mc 3,5; 6,34; 10,23-
28; 12,34). La mirada de Jesús tiene la misma fuerza cognoscitiva del Dios que se manifiesta a
su profeta (Jr 12,5; Is 49,1.5), a su apóstol (Gal 1,15) o al creyente (Gal 4,9) en la entraña
misma de su madre.
Antes de ser llamado, el hombre es bien mirado. Ni el lector del relato ni el discípulo dentro
de él sabrán bien el motivo de la elección. Pero el llamado descubrirá que Jesús se fijó en él,
una vez haya respondido afirmativamente a su invitación. Sólo entonces, y para su sorpresa,
reconocerá que, previo a su opción por Jesús, éste se había ‘quedado’ ya con él. El llamado es
así una etapa –una de las primeras– en el camino de Jesús, quien se quedó prendado de él
mientras iba, como Hijo de Dios (Mc 1,11) al encuentro de su destino (Mc 15,39). El discípulo
sabe haber importado algo, en algún momento, a su Señor, aunque no sienta ya más el peso
de su mirada.
Y es la mirada de Jesús la que identifica al llamado, la que le confiere, en la narración, una faz
concreta, un nombre, una relación de fraternidad, una ocupación. Y en ese orden: desde lo
más personal hacia lo menos decisivo. Como sólo Dios sabe mirar a su creatura. Es a Simón13,
a quien contempla en primer lugar; esta prioridad, para bien o para mal, la conservará Pedro
a lo largo de todo el relato: será el primero en ser nombrado y el último14. Como su hermano
Andrés (nombre típicamente griego), es oriundo de Betsaida (Jn 1,44), localidad junto al lago.
2.2 La palabra
La mirada es silenciosa, necesita de la palabra para ser entendida; sólo así sabe de su elección
el elegido. La palabra hace público el motivo de la fijación de Jesús: la llamada (Mc 1,20)
queda explicitada en una doble sentencia (Mc 1,17). Esta es la segunda palabra de Jesús en el
13 Sustantivo helenizado del hebreo Simeón, cf. Hch 15,14; 2 Pe 1,1.
14 Mc 1,29-30.36; 3,16; 5,37; 8,29.32-33; 9,2.5; 10,28; 11,21; 13,3; 14,29.33.37.54.66-72; 16,7.
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evangelio: la primera, el anuncio del reino (Mc 1,14), iba dirigida a todos; la segunda (Mc
1,17), sólo a cuantos ha distinguido con su atención, mientras pasaba de largo.
La invitación a seguirle va después de su proclamación del Reino, nace y queda legitimada en
ella: es su primera actuación de Jesús. De ahí que los discípulos compartan, primero, la vida
itinerante de su maestro, 'sin casa ni cama' propia (Mt 8,20), y le substituyan después (Mc 6,7-
12.30-36; 16,14-20).
Una orden: ‘¡ea, [poneos] detrás de mí!’
Lo primero que dice Jesús a esos pescadores es un mandato incondicional, un acto de
autoridad sin previo aviso. La relación que se instaura compromete a ambas partes, aunque
de forma diversa. Uno precede, los otros le siguen; uno manda, otros obedecen. En
concreto, la expresión usada por Jesús, traducida normalmente como 'venid detrás de mí', es
usada en el AT en situaciones, donde se exige un seguimiento incondicional, cuando hay que
optar por un partido, el líder carismático o el mismo Dios15. Seguir a alguien implica tomar
una elección radical por él (2 Sam 20,11; 1 Re 18,21; 2 Re 10,16); instaura un relación
personal intensa y subordinada; discípulo se es por seguir a un maestro.
En Marcos la opción de seguir a Jesús ha sido facilitada. Jesús es ya el hombre del Espíritu,
vencedor del diablo (Mc 1,13-14), con el que está en plena guerra (Mc 1,21-2,11). Es este
Jesús quien propone alinearse con él, en militancia partidista; no llama a ser iguales a él, por
más que con él convivan. Jesús se reserva para sí la primera línea en el combate: hay que
seguirle, no precederle; suyas son las luchas y los medios, el destino y los triunfos.
Es la misma relación de subordinación, en la que consiste el discipulado, lo que libra al
llamado de su responsabilidad en las opciones decisivas. Será siempre guerra de Jesús la que
ellos combatirán; sus caminos, los que recorrerán; sus decisiones, las que abrazarán. Jesús
antecede siempre..., si se le sigue; será compañero de camino a quien vaya tras él. El mandato
tiende a conseguir la convivencia, pero una convivencia que se realiza no tanto como un
estar-con, cuanto como un ir-en pos-de: se acompaña a Jesús, yendo detras de él (Mc 8,34;
10,21).
Una promesa: ‘os haré pescadores de hombres’
La promesa sirve para apoyar la exigencia; primero se obedece al que llama, luego éste se
empeña con quien le obedece. Jesús aquí se comporta como el Dios bíblico: primero, llama
(Mc 3,14); después – cuándo, no se sabe por adelantado –, realizará su promesa (Mc 6,7; cf.
Gn 12,1-3; 15,1-21; Lc 1,26-38): sólo cambiará a quien le haya obedecido.
Lo que significa que vocación y misión no coinciden temporalmente. Es la promesa lo que
pone en movimiento al llamado, lo que le da fuerzas, y esperanza, para iniciar una nueva
encomienda. Sólo quien ‘sale’ de sus ocupaciones, con la promesa como viático y única
certeza, conocerá su realización. Quien obedece hoy, no conoce todavía lo que Jesús le dará
mañana; hasta que Dios no cumpla su palabra, quedará algo por descubrir en la relación
personal con Él. No se intima con Jesús, porque se le sigua, sino hasta que no se consigan sus
promesas: el discípulo no conoce totalmente a su Señor, hasta que éste no cumpla su palabra.
15 2 Re 6,19; Jue 3,28; 1 Sam 11,7; 2 Sam 15,13; Dt 13,3.5; 2 Re 23,3.
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36 24 de febrero de 2012
Entonces será el Señor que imaginó, cuando partió en pos de Él. Lo mejor del Dios que llama
está aún por descubrírsenos, si ya le seguimos.
Jesús empeña su palabra, su poder, en el cambio del discípulo. ‘Os haré’ expresa un
compromiso personal fuerte en la institución del discipulado (cf. 1 Sam 12,6; 1 Re 13,33; 2
Cro 2,18). En continuidad con lo que ya eran, pescadores de peces, los convertirá en otras
personas, pescadores de hombres. La intervención de Jesús cambiará sus vidas y su quehacer,
no sus habilidades aprendidas; dará una finalidad nueva a lo que ya saben hacer.
El relato presenta a las dos parejas de hermanos trabajando como pescadores, los primeros,
en plena faena, los segundos, preparándose a ella16. Pescar era una actividad bastante
lucrativa17, si se era propietario. Jesús aprovechará su pericia, su saber echar las redes y
arreglarlas (Mc 1,16.18), pero les cambiará los destinatarios: su ocupación será, de ahora en
adelante, el Reino, que les impondrá abandonar el ejercicio de su oficio sin tener que
renunciar a sus conocimientos. Jesús no cambia la experiencia profesional, reemplaza los
destinatarios; cambia la razón de ser de la actividad habitual de los llamados. No vivirán ya de
los peces, vivirán para los demás; más que una labor terrena, Jesús les confía una tarea
escatológica. En que lo lograrán ha emplazado Jesús su palabra.
En esta promesa de Jesús, con toda probabilidad, está el núcleo más seguro del todo el relato,
desde el punto de vista histórico. La frase 'pescador de hombres' no tenía connotaciones
positivas en su entorno18. Con la imagen Jesús quiso subrayar, paradójicamente, la situación
crítica de los hombres, dada la inminencia del reino; el discípulo debería ganar con su
esfuerzo súbditos para su Dios: es hora de echar todas las redes disponibles y trabajar de
noche, como hacían los pescadores en Galilea.
2.3 La reacción
Las dos parejas de llamados siguieron a Jesús inmediatamente (Mc 1,18.20). El relato no tiene
encuenta ni las lógicas objeciones ni plausibles excusas por parte de los elegidos; no es
probable que un desconocido sea seguido sin mediar más que una orden. La ‘historia’ no
resulta verosímil, ni desde el punto de vista histórico, ni, mucho menos, de la psicología. En
ella sólo se contempla el punto de vista de Dios: si Dios habla, no queda otro remedio que
seguirle. Quien no lo deje todo, y enseguida (1 Re 19,20-21), si no se encuentran las fuerzas
necesarias, no ha sido realmente llamado.
Quien se sabe elegido, sabe que puede salir en seguimiento de quien lo eligió. Quien miró e
interpeló, quien se comprometió y va adelante, da la capacidad. El llamado no podrá hacer
otra cosa; dejará lo que le ocupaba19, redes y trabajos20, casa y familia21, para tener como
16 De ordinario, se pescaba de noche o al amanecer; el lavado y la reparación de las redes, en cambio, se hacía tras
descargar la captura, de día, y podía durar algún tiempo. Los encuentros de Jesús están colocados en dos momentos
diversos, aunque consecutivos del oficio de pescar.
17 W. Wuellner, The Meaning of ‘Fishers of Men’ (Filadelfia 1967) 36-63.
18 En Jr 16,16 es imagen de hostilidad, no de salvación; los pescadores designados por Dios serán los invasores de Israel
(Hb 1,14-17); en la predicación primitiva, el símbolo fue utilizado para expresar la separación definitiva que ocurriría al final
(Mt 13,47-50).
19 Ser pescador autónomo (cf. Mc 10,28) y disponer de asalariados (Mc 1,20) hace pensar en una situación económica
desahogada. Dejar sin más medios de vida, compañeros de trabajo y la vida familiar era una reacción difícilmente
comprensible.
20 El mismo relato se encarga de insinuar que tal ruptura no fue tan radical; Jesús permanecerá hasta abandonar Galilea en
los alrededores de Cafarnaún, la ciudad de Pedro (Mc 1,21; 2,1; 3,20), y siempre tendrá, de necesitarla, una barca a su
disposición (Mc 3,9; 4,1.35; 5,21; 6,32.45; 8,13).
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papeles de formación y comunicación
ocupación y familia al maestro que lo miró y invitó (cf. Mc 10,29-30). Y este abandono,
consecuencia de la llamada no su requisito previo, es, al mismo tiempo, su mejor prueba. No
se es llamado por haber renunciado; quien ha sido llamado tendrá que abandonar hogar y
ocupaciones.
La renuncia no es el fin, sino medio, del seguimiento: se abandona, porque se ha encontrado.
Los lugares y personas que se pierden y crean vacío serán reemplazados; lo que tenían entre
manos, las redes y el trabajo, y en el corazón, el padre, cede su puesto a Jesús. Todo lo que
antes nos ocupaba, debe ser ocupado por Él.
Y esta renuncia, que ha de ser compartida puesto que los llamados lo son por parejas; seguir
a Jesús crea una nueva familiaridad: en el seguimiento nace una fraternidad que no se apoya ya
en lazos previos de sangre ni en el trabajo compartido, se alimenta de la obediencia a una
idéntica llamada. Hermanados porque siguen a Jesús, las dos parejas de hermanos pueden ir
juntos a Cafarnaún (Mc 1,21).
3. Algunas consecuencias prácticas para una pastoral vocacional
En el NT los relatos de institución, sean de la eucaristía sean del apostolado, no nos dicen que
pasó aquel día, cuando Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos o cuando los envió en su
nombre y con su poder; relatan cómo hay que comprender la eucaristía o la misión
apostólica. En los pocos y anecdóticos detalles que nos ofrecen están narradas las leyes
esenciales de la institución creada, sea la eucaristía o el apostolado cristiano.
3.1 Aprendices o seguidores
Marcos ve a Jesús siempre en camino, transeúnte permanente llevado por una urgencia que
no lo calma, proclamar el reino de Dios (Mc 1,15): entra en escena viniendo de Nazaret (Mc
1,9); conducido al desierto por el Espíritu (Mc 1,12), llega a Galilea (Mc 1,14); y pasando de
largo junto al lago (Mc 1,16.19), entra en Cafarnaún (Mc 1,21), cuya sinagoga visita antes de ir
a casa de Simón (Mc 1,30). Al día siguiente, de mañana, marcha a un lugar solitario (Mc 1,35),
donde lo alcanzan sus discípulos con quienes va por toda Galilea (Mc 1,39) hasta que regresa
a Cafarnaún (Mc 2,1) para volver a salir al mar (Mc 2,13). Este continuo trasiego de Jesús
obliga a las gentes a ir en su búsqueda (Mc 1,36; 2,2.13) y a sus discípulos a ir en pos de él
(Mc 1,18.20; 2,14).
De semejante presentación emerge una precisa concepción del llamado: el discípulo de Jesús
siempre, y solo, su seguidor. Más que aprendiz de doctrinas, es testigo de vida, compañero
de camino y no tanto repetidor de consignas. Aprenderá de él, quien le siga; de hecho, Jesús
no invita a aprender de él, sino a ponerse a caminar tras él (Mc 1,17.20): más que una
doctrina que asumir el discípulo tiene una persona que acompañar, mejor, que seguir yendo
siempre en pos por caminos que no elegirá jamás. La relación personal, subordinada siempre,
y no el aprendizaje doctrinal es el modo como se realiza el discipulado.
21 A notar que a Pedro, a diferencia de los hijos del Zebedeo, no se le exige ruptura familiar (Mc 1,29-31). Las exigencias no
son, pues, idénticas.
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3.2 El reino de Dios como motivo
El Jesús que llama por vez primera a dos parejas acaba de anunciar por vez primera el reino
de Dios. Nacen discípulos - ¿también hoy? – cuando y mientras se predica el Reino. ¿Qué
decir de una comunidad cristiana en la no que le surgen seguidores a Jesús? ¿En qué andará
ocupados los evangelizadores hoy que dejan indiferentes a cuantos los ven venir y los oyen
predicar?
El reino de Dios, no cualquier otro mensaje, es lo que lleva a Jesús hacia quienes llama; el
reino es el pretexto de la vocación, no las cualidades personales de los llamados. Y será el
Reino la causa que deberá ocuparles, en cuerpo y alma. Antes de ser la causa del llamado, el
anuncio del reino de Dios es la causa de Quien los ha llamado. Si a pocos hoy preocupa que
Dios sea proclamado rey, ¿cómo le van a surgir seguidores a Jesús? Si pocos hoy oyen que
Dios desea ser su soberano, ¿por qué iban a ponerse a su servicio?
3.3 Los llamados son hombres ya ocupados
Dos parejas de pescadores, hermanos de sangre y hermanados en el trabajo diario, fueron la
primera compañía de Jesús; unos inicios más bien modestos para quien pensaba llevar el reino
de Dios al mundo. El hecho es que lo supiera o no, lo quisiera o no, Jesús no predicó el reino
de Dios desde la soledad. Y eso que moverse con libertad por Galilea resultaba más fácil a
quien menos acompañado anduviera. ¿Cuál podría ser la causa de este empecinamiento de
Jesús en ser seguido mientras sigue su propia vocación? ¿O es que se puede hablar
fehacientemente de la cercanía de Dios sin estar cerca de los hombres, sin estar cercado por
ellos? Los hermanos han de hacerse seguidores para volver a estar hermanados por la
convivencia con Jesús: antes lo estaban, pero sin Jesús. Desde ahora, no podrán dejar a Jesús,
si quieren seguir siendo hermanos.
Un dato no despreciable en el relato de la vocación es que ambas parejas de hermanos están
trabajando: todos tienen una misma profesión; unos, también una familia. No andan
desocupados, ni a la búsqueda de algo que hacer en la vida. Ya tienen, diríamos hoy, un
proyecto personal de vida y lo están realizando. Jesús no llama a ociosos, ni a gente que no
sabe qué hacer con su vida. Pero a los que llama les da una nueva ocupación, le han de seguir
a Él, y les renueva su profesión, serán pescadores de hombres.
3.4 Una relación personal basada en la obediencia ciega
La relación que instaura el seguimiento es desigual. Compañeros serán compañeros sólo los
seguidores, pero llegarán (aún) a ser amigos. Uno solo es quien precede, el que ha llamado;
los demás, siguen sus huellas y sus decisiones, su caminar y su destino. Sin demoras, ni
excusas. Sólo quien es llamado, puede seguir. O, caso único, quien no puede o quiere seguir,
no consigue quedarse por más bueno que sea.
La relación discípulo-maestro, mejor, seguidor-seguido, nace y se alimenta en una obediencia
ciega. Ciega, porque se le obedece sin conocerle aún; ciega, porque se le sigue adónde no se
sabe; ciega, porque se va tras quien no ha asegurado el presente sino que se ha
comprometido sólo con nuestro futuro.
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Seguir a Jesús es ocupación impuesta. Se puede optar por no ir tras él, pero quien va tras él se
sabe obligado a hacerlo. Pero sólo para quien es llamado su vocación es imperativo
categórico. Queasí lo perciba prueba la autenticidad.
3.5 Un seguimiento que se realiza en fraternidad
Seguir a Jesús es conseguir una nueva familia. Los que conviven con Jesús deben compartir
camino y tarea entre ellos. No se han elegido unos a otros, todos han sido escogidos por
Jesús. Pero una vez asumida la vocación a seguirle solo a él, se les impone confraternizar
entre ellos. Una llamada personal, un seguimiento compartido y una misión que realizar en
común los hace hermanos. Habrán dejado atrás familia y ocupaciones, pero no dejarán de ser
hermanos ni tendrán que abandonar el ser pescadores.
Para seguir a Jesús no hay que abandonar todo lazo afectivo que ate a un hogar y cualquier
otra tarea que no sea la de acompañar a Jesús. Se conservan las habilidades adquiridas y la
capacidad innata, pero tendrán que finalizarse en la nueva causa: no dejarán de ser hermanos
ni tendrán que renunciar a pescar, pero lo serán siguiendo a Jesús y haciendo proselitismo. El
seguidor de Jesús reconoce como hermano a quien ha sido, como él, llamado por Jesús y con
él comparte su vida y la misión.
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La solana
Orar en la vejez22
Piet van Breemen, sj
Cuanto más viejo es uno, tanto más tiene que afrontar el hecho de que las posibilidades de
contacto menguan, porque ya no puede oír, ver ni caminar tan bien como antes. Ésta es
una pérdida dolorosa, pero al mismo tiempo constituye una invitación de la naturaleza a
entrar más en uno mismo. Rechazar dicha invitación supondría otra gran pérdida. Esto nos
lleva de manera absolutamente natural al importante tema de la oración en la ancianidad. La
oración de quien tiene 80 años es, por supuesto, distinta de la de quien tiene 25.
Probablemente posea más madurez y calado, pero también, sin duda, sus propias dificultades.
¿Cómo podemos orar en la vejez? ¿Qué puede ayudarnos a hacerlo?
Cuando Dag Hammarskjold tenía la dirección de las Naciones Unidas, creó en el gigantesco
edificio principal de esta organización, sito en Nueva York, una sala de meditación en la
que sus diplomáticos, funcionarios y visitantes —fuera cual fuera la religión a la que
pertenecieran– pudieran retirarse para entregarse a la meditación y al silencio. Escribió
para este lugar un texto de su propia mano y lo puso en un lugar visible de dicha sala. La
primera frase rezaba: «En cada uno de nosotros hay un centro de quietud rodeado de
silencio» (in each of us there is a centre of stillness surrounded by silence). Este centro íntimo de
quietud es probablemente lo que, en la larga tradición espiritual, los místicos llamaban «el
sutil ápice del alma». Con razón afirma Dag Hammarskjold que dicho centro de quietud
está ya ahí, y que lo está en cada uno de nosotros. No se tiene que crear, sino tan sólo
encontrar el acceso al mismo. Puede que el camino hasta allí esté poco transitado y
22 El arte de envejecer. La ancianidad como tarea espiritual, Sal Terrae, Santander 2004, pp. 47-55.
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enteramente cubierto de maleza, por lo que tal vez primero haya que dejarlo expedito.
En la ancianidad, la Madre Naturaleza nos facilita algo más la andadura de este camino
hacia dentro. No obstante, luego la persona de edad avanzada descubre rápidamente que no
es tan sencillo permanecer en auténtico recogimiento –debido, entre otras cosas, a que la
capacidad de concentración se debilita–. Esto constituye en la vejez una desventaja con la
que se debe contar. Dichoso quien no carga de culpa este peso impuesto por nuestra
propia naturaleza, pues hacerlo así sería malsano. Los modernos métodos de
meditación insisten con razón en que el cuerpo debe participar en la contemplación. En
la vejez, este consejo puede suponer a veces que se acepten los achaques corporales de la
edad y se presenten a Dios, cosa que a menudo no es nada fácil. ¡No pretendemos idealizar
la oración en la ancianidad! Hay quien en sus años más jóvenes abriga esperanzas con
respecto al tiempo libre para la oración que la vejez le regalará, pero luego, llegado el
momento, descubre lo difícil y decepcionante que puede ser la oración. Cuanto más
hondo y más temprano se llegue a las raíces de la oración, tanto más fácilmente
demostrarán éstas su valor y se consolidarán en la ancianidad.
Se puede orar con otros, en una comunidad o en un grupo. Se puede orar también en
pareja. Y, naturalmente, muchos orarán solos. Una iglesia o capilla es, por lo regular, el
lugar más recomendable para orar, pero tales lugares no siempre son accesibles,
asequibles o apropiados. Se puede hacer en la propia vivienda o habitación una «capillita» o
un sencillo rincón de oración, o también escoger como centro del propio recogimiento un
simple objeto.
Formas de oración hay muchas. El primer puesto lo ocupa, sin duda, la celebración de la
Eucaristía, a la que Jesús mismo nos invita con el ruego: «Haced esto en memoria mía».
Con estas palabras se indica sucintamente el núcleo de la santa Misa. Recordamos
cómo fue Jesús en su vida, en su pasión y en su resurrección. Igualmente recordamos
cómo quiere estar entre nosotros como centro de nuestra vida. Jesús quiere poner
la celebración de la eucaristía en el centro de nuestra atención, de nuestro afecto y de
nuestra entrega. Esta rememoración se convierte después, por sí sola, en agradecimiento, en
celebración de la «eucaristía» –la palabra griega significa, en efecto, acción de
gracias–. En dicho agradecimiento confluye luego todo aquello por lo que estamos
agradecidos. También nuestras preocupaciones y súplicas tienen cabida en ella. El
momento culminante llega cuando Jesús se nos da en su cuerpo y su sangre. Con ello
hace lo que es característico de nuestro Dios; pues Dios quiere dársenos. Esto es lo
que apasiona a Dios, y esa pasión queda personificada y ejemplificada en Jesús. Cuando
ya no se puede ir en persona a la iglesia o la capilla donde se celebra la eucaristía, se puede
recurrir a transmisiones televisivas bien hechas, que para muchas personas mayores
constituyen un auténtico consuelo. Una auxiliar de geriatría menciona agradecida la alegría de
las personas mayores después de una celebración eucarística: «En sus ojos se refleja la paz
y, a veces, una brillante luminosidad».
La oración oficial de la Iglesia es la Liturgia de las Horas, en la que los salmos desempeñan el
papel principal. Agustín dice a este propósito: «Ora [Cristo] por nosotros como sacerdote
nuestro, ora en nosotros por ser nuestra cabeza, es invocado por nosotros como Dios
nuestro. Reconozcamos, pues, en él nuestras propias voces y reconozcamos también su
voz en nosotros»13. Quien ora así se sabe unido a la Iglesia entera, pues une su voz a una
oración que se eleva constantemente hasta Dios en todos los lugares de la tierra. Ora
también así por todas las necesidades del mundo, conocidas y desconocidas. Hay seglares
que rezan diariamente la Liturgia de las Horas en su totalidad o en parte, sobre todo la
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oración de la mañana y la de la tarde. Oran unidos a otros –también como matrimonio– o
solos. La Liturgia de las Horas es una manera muy rica y oportuna de orar.
Mucho más extendido está el rezo del rosario. Es la oración preferida de muchas personas
mayores. También el rosario se reza con otros o solo. En algunas residencias de ancianos,
iglesias parroquiales y capillas, la gente se reúne a una determinada hora del día para rezar
el rosario. Un jesuita que ha acompañado con frecuencia a alumnos y alumnas a Albania,
el país más pobre de Europa, para apoyar allí el trabajo de promoción realizado por
la Compañía de Jesús, cuenta cómo en una aldea la gente se reunía cada domingo en
un lugar a la sombra de los árboles. Cantaban el rosario con un recitado monótono de
reminiscencias orientales. Se podía percibir que aquélla era una cuestión seria e importante.
Durante la dictadura comunista se reprimió toda religiosidad. Incluso orar estaba
penado con prisión y deportación de la familia. Mi hermano llegó a dialogar sobre ello
con Zef, de 34 años. Zef contaba: «Estos diez dedos» –y mostraba sus manos marcadas
por el trabajo– «y el recuerdo de los misterios del rosario, la encarnación, la pasión y la
glorificación de Jesús, nos han hecho permanecer cristianos sin Biblia ni sacramentos. Sólo
el rosario nos permitió permanecer firmes en la fe».
También alguien que vivió y padeció personalmente el régimen comunista, Karol
Wojtyla, pronunció, apenas dos semanas después de su elección papal –todavía estaba en sus
años de pleno vigor– cálidas palabras sobre el rosario en su alocución del angelus, y
acomodó su nuevo servicio al ritmo diario del rezo del rosario. Al comienzo de su
vigésimo quinto año de pontificado, el 16 de octubre de 2002, nos recomendó una
vez más el rosario, con palabras muy personales, en una carta apostólica. En esta ocasión
completó los misterios habituales –los gozosos, los dolorosos y los gloriosos– con otros
cinco misterios tomados de la vida pública de Jesús. Él los llama los misterios
luminosos:
1. El bautismo de Jesús en el Jordán.
2. La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná.
3. El anuncio del reino de Dios invitando a la conversión.
4. La transfiguración de Jesús.
5. La institución de la eucaristía.
Los nuevos misterios del rosario están especialmente recomendados para el jueves.
La oración de petición, con frecuencia en forma personal y con palabras propias, es sin
duda para muchas personas la oración más espontánea. Los padres piden por sus hijos y
nietos. Nadie tiene que enseñárselo. Lo mismo que los hijos no tienen que aprender a
dar a conocer sus deseos a sus padres, todo creyente, en su calidad de hijo de Dios, tiene
el privilegio de suplicar a Dios. Esto es propio de la relación de confianza. No para informar a
Dios sobre nuestras necesidades, como si él no las conociera o las olvidara, sino para
ponerlas en sus manos, confiárselas y dejárselas a él. Así, la oración de petición tiene un
efecto liberador y benéfico. Ya no tenemos que llevar solos nuestra carga. Dios sabe de
nosotros. Puede que a veces no le entendamos, pero creemos en él, en su presencia, en
su obrar oculto, en su bondad. Así, nuestro corazón se abre para recibir sus dones.
Toda oración de petición concluye con estas palabras: «Pero no se haga mi voluntad,
sino la tuya» (Lc 22,42). También esto es propio de la relación de confianza. Hay
personas que dicen estas palabras demasiado pronto, porque en realidad no
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confían en que Dios escuche su súplica, y agregan precipitadamente estas palabras
porque quieren protegerse del desengaño. Pero también hay personas que dicen
estas palabras de entrega demasiado tarde, o no las dicen en absoluto. Su oración se
vuelve entonces fanática y malsana. Es como si se quisiera obtener algo de Dios a la
fuerza. También en este caso hay que encontrar, una vez más, la medida justa.
En la oración de petición nunca estamos solos. La Carta a los Hebreos dice sobre Jesús
glorificado que «está siempre vivo para dar la cara [o, según otra traducción: para interceder]
por ellos [los que por él se presentan ante Dios]» (Hb 7,25). Lo mismo hacen, unidos a
Jesús, los santos en su calidad de amigos de Dios. Toda la muchedumbre que nadie puede
contar está reunida en torno a Jesús y, junto con él, intercede con gran solidaridad por
nosotros ante Dios. En la oración de petición nos incorporamos, aquí en la tierra, a
esta actividad celestial. Los ancianos tienen el privilegio de poder ejercitar ya esta actividad de
una manera especial. Muchos de ellos lo hacen también espontáneamente con su fe, su
solicitud y su amor. En la Compañía de Jesús, ésta es la tarea que se encomienda
oficialmente a los jesuitas ancianos que ya no están en activo. Así, en el Catálogo de
nombres que cada provincia publica anualmente para uso interno, tras su nombre
aparece: Orat pro ecclesia et societate («Ora por la Iglesia y por la Compañía»). En
los casi nueve años que pasé en la residencia de ancianos berlinesa, pude comprobar con
alegría cuán en serio se toma esta tarea.
La oración de petición va acompañada por la oración de acción de gracias. En el
capítulo anterior se habló ya de la gratitud. Naturalmente, ésta se expresa también en la
oración. La oración de acción de gracias y la oración de petición se complementan y se
estimulan mutuamente.
Hay muchas plegarias que podemos hacer nuestras. Así, el tesoro de la tradición
cristiana enriquece nuestra oración y abre horizontes que nosotros solos no
descubriríamos. Algunas personas formulan su propia oración, en la cual encuentran su
lugar tanto su personal experiencia vital como su agradecimiento concreto y sus
propias inquietudes. Poco a poco, esto se va desarrollando hasta convertirse en un tesoro
precioso en virtud del cual uno está cerca de Dios de manera única.
Normalmente, la oración se hace cada vez más tranquila. Con frecuencia consiste en
permanecer sosegadamente bajo la mirada amorosa de Dios. Detenerse junto a él hace
bien. Ya no se tienen que decir muchas cosas, pues Dios lo sabe todo. Sean alegrías o
tristezas, deseos o inquietudes, éxitos o fracasos, lo que nos viene a la conciencia se
puede compartir sencillamente con Dios y se le puede encomendar. Dios nos contempla
amorosamente y con gran benevolencia, y se alegra de nuestra existencia. Esto
basta. Somos siempre objeto de su mirada. Conocida es la historia del cura de Ars, que
vio cómo un campesino solía permanecer largos ratos sentado en la iglesia, y un día le
preguntó lo que hacía. La respuesta fue: «Dios me mira, y yo lo miro». En estas sencillas
palabras está formulado de manera breve y atinada el núcleo de la oración. Muchas
son las personas ancianas que han sabido descubrir eso mismo y encontrar en ello una
alegría profunda y tranquila. Presentan sin esfuerzo ante Dios a todos aquellos que les son
queridos, además de su propia persona. Bien está así.
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El anaquel
¿Qué marca diferencialmente
al cristianismo?23
Timothy Radcliffe
Durante una cena, hace unos pocos años, un amigo, que es profesor de sociología de la
religión, me hizo una pregunta que le había planteado su hijo adolescente: «Por qué ser
cristiano? ¿Qué sentido tiene?». Al principio, me quedé sorprendido. Si el cristianismo es
verdadero, entonces no puede tener otro sentido que Dios. No veneramos a Dios porque
recibamos algo en correspondencia. Meister Eckhart pensaba que esto sería tratar a Dios
como una vaca: «Algunos quieren amar a Dios como aman a una vaca. Amas a una vaca por su
leche y su queso y el beneficio que te aporta. Esto es lo que hacen todos los que aman a Dios
para recibir recompensas, riquezas o algún con suelo interior; y, en realidad, no aman
verdaderamente a Dios, sino su propio provecho». Por tanto, sería una blasfemia amar a
Dios por cualquier beneficio que pudiéramos obtener de él.
Pero este amigo insistía en la pregunta: «Qué sacas de él? ¿Qué efecto significativo produce
ser cristiano?». Si Jesús vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia (Juan 10,10),
entonces esta convicción debe mostrarse de algún modo en nuestra vida cristiana. Debe
haber alguna cualidad desconcertante de nuestra vida que intrigue a la gente y que
remita a nuestra participación en la muerte y la resurrección de Cristo. El cardenal Suhard,
arzobispo de París en la década de 1940, escribió: «Ser un testigo no consiste en dedicarse a
la propaganda ni en agitar a la gente, sino en ser un misterio viviente. Significa vivir de tal
23 «Concilium» 340 (2011) 173-183. Traducido del inglés por José Pérez Escobar.
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modo que la propia vida no tendría sentido si Dios no existiera». Es evidente que esto no
implica que los cristianos sean mejores que los demás. Esta afirmación resultaría repugnante.
Con toda seguridad, porque es esto lo que pensamos frecuentemente es por lo que el
mundo disfruta tanto sacando a relucir nuestros pecados. Pero Jesús dijo que no había
venido a llamar a los justos, sino a los pecadores (Marcos 3,17), y sigue haciéndolo. Por tanto,
¿en qué se distingue la vida cristiana? Investigo esta cuestión en mi libro titulado ¿Qué sentido
tiene ser cristiano? En él examino, al igual que las cuestiones estudiadas en este artículo –la
esperanza, la alegría, la libertad, la valentía y la corporeidad–, cómo nuestra fe afecta a
nuestra forma de entender la verdad, la comunidad y el descanso.
Estar vivo es más que una condición biológica. Crecemos al dirigirnos a Dios como aquel en
quien encontramos la plenitud, la felicidad y la libertad. Así pues, estar vivo es extendernos
hacia delante, hacia el futuro. De no esperar esto, podríamos decir que, en cierto
sentido, no vivimos humanamente. Estamos llenos de «ansias de inmortalidad», de
hambre por lo trascendente, que encontrará su satisfacción porque Dios no crea nada
que esté condenado a la frustración eterna.
La sociedad occidental se ha apoyado durante los últimos siglos en el optimismo de la
Ilustración, posteriormente estimulado por los logros de la Revolución industrial. Parecía
que éramos llevados hacia delante por una ola de progreso inevitable. Esta fue la con-
fianza que se vio resquebrajada por las dos guerras mundiales del siglo xx, el horror del
holocausto y la aberración de las bombas atómicas que mataron a cientos de miles de
ciudadanos inocentes en Nagasaki e Hiroshima. Se produjo un florecimiento desafiante
en los acelerados años sesenta, pero actualmente nuestros jóvenes se sienten inseguros
ante el futuro, al contemplar las consecuencias potencialmente catastróficas del cambio
climático y el surgimiento de la violencia fundamentalista en todos los continentes del
planeta.
Tal vez desde la peste negra en Europa, no ha existido una sociedad que necesite tanto la
esperanza. La Ilustración fue sostenida por la confianza en un futuro que podíamos crear,
pero este desembocó en la brutalidad de los regímenes del siglo xx que doblegaron a los
seres humanos a su voluntad. En esta perspectiva, escribió Hugh Rayment-Pickard: «Una vez
que hay un plan, hay que desarrollarlo y sus recursos deben controlarse y gestionarse.
Quienes no están de acuerdo con el plan o no cooperan con él también deben ser "ges-
tionados". El proyecto global de llevar a cabo el futuro planificado exige la imposición de
lo que Adorno y Horkheimer llaman la "razón instrumental": una racionalidad que
controla y presiona todo cuanto existe en la naturaleza para ponerlo al servicio de las
metas elegidas».
A menudo, la esperanza cristiana se descubre cuando se pierde el plan y no vemos cómo
seguir adelante. El viaje de Dante al Paraíso comenzó cuando «la senda derecha ya [estaba]
perdida» 6. Desperté apeste sentido de la esperanza al final de un día en Ruanda, al
comienzo del genocidio, después de un día espantoso de viaje por el país, visitando campos
de refugiados, y, sobre todo, al enfrentarme en un hospital con un pabellón atestado de
niños mutilados por las minas. Cuando nos reunimos con nuestras hermanas dominicas por
la tarde, ¿qué podía decir?, ¿qué palabras de esperanza podían expresarse? Pero había
algo que podía hacerse. Podíamos recordar lo que dijo Jesús la noche antes de morir,
cuando parecía que no tenía más futuro que el Gólgota. Realizó un acto que se dirigía a una
esperanza que no podía por entonces comprenderse con palabras, sino solamente
indicarse mediante gestos: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros».
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Nuestro desafío consiste en hacer gestos creativos, que no solo hablen de nuestra
esperanza, sino que sean signos de que aquello que anhelamos está ya seminalmente
viviendo en nosotros. Uno de estos gestos, que aún recuerdo, tuvo lugar la Nochebuena
de 1996, en la que participé con Pedro Meca (O.P.), que es el capellán de los sin techo de
París. Cada Navidad levanta tina enorme tienda de campaña en el centro de París en la
que celebra la misa de Nochebuena para unas 1.000 personas sobre un altar hecho con
los cartones de quienes los usan porque no tienen otro refugio. La alegría de aquella fiesta fue
pregustar el futuro, el Reino en el que nadie será humillado, ni tendrá hambre, ni sufrirá,
porque todos estaremos en nuestro hogar, en Dios. Necesitamos la imaginación y la
valentía para hacer estos gestos que remiten a lo que esperamos, más allá de nuestras
palabras.
La alegría de aquella Nochebuena no fue solamente una emoción agradable. Estar alegre es
sencillamente estar humanamente vivo. La palabra española alegría procede de un vocablo
latino que parece que al principio se aplicaba a los animales, especialmente a los
caballos. Alacer equus era un caballo vivaz, enérgico, estimulado, un caballo que está
rebosante de vida, que da brincos y coces. Y nuestra alegría cristiana es el comienzo de
nuestra participación en la vida de Dios. La alegría de Dios no es una emoción divina, sino
que es Dios en cuanto Dios, el «Yo soy» con quien Moisés se encontró en el desierto.
De hecho, Eckhart describe la alegría de Dios como la euforia con que un caballo galopa
libremente por la pradera. Esta alegría debería revolucionar nuestras celebraciones, como
cuando David bailó ante el arca:
Alabadlo al son de trompetas, alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con danzas y tambores,
alabadlo con laúdes y flautas,
alabadlo con címbalos sonoros,
alabadlo con címbalos vibrantes.
¡Que todo viviente alabe al Señor! (Salmo 150).
Por desgracia, a la celebración habitual de la eucaristía dominical le falta entusiasmo. A
diferencia de en la Edad Media, los obispos ya no bailan con el clero en sus catedrales el
domingo de Pascua. Esta índole festiva fue el comienzo de la predicación de Jesús, cuando
convirtió el agua en vino. Su alegría era su autoridad, incluso cuando escandalizaba a
la gente por comer con pecadores. También él es nuestra autoridad primera y fundamental.
No sorprende que los primeros dominicos fueran conocidos por su alegría y que su
metáfora principal para referirse al evangelio fuera «el vino nuevo que te embriaga».
Santa Catalina de Siena escribió lo siguiente a Fray Bartolomeo: «Compórtate como
alguien que bebe mucho y que llega a embriagarse y a perderse hasta el punto de que
no llega a verse». Y en otra carta: «Comportémonos como el borracho que no piensa en sí
mismo, sino solamente en el vino que ha bebido y en el que aún le queda por beber».
Parece que la alegría que los frailes sentían gracias al vino no era siempre una metáfora.
La alegría cristiana puede resultar opresiva si es una jovialidad forzada. Nada puede ser
más deprimente que alguien te diga: «Sé feliz porque Jesús te ama». De hecho, en una
investigación realizada para la Iglesia de Inglaterra se decía que muchos jóvenes se sienten
obligados a ser felices, experimentando así los momentos de tristeza como un fracaso o un
signo de su incompetencia. «La tristeza no se reconoce fácilmente en el rostro de la
felicidad que "puede conseguirse". Por esta razón, la tristeza puede ser una causa
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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importante de vergüenza y de soledad que los jóvenes tratan de ocultar». Es una de las
razones de la epidemia de suicidios que encontramos por todo el mundo.
Pero, en los evangelios, el antónimo de la alegría no es la tristeza. En las bienaventuranzas se
nos dice: «dichosos los que están tristes, porque serán consolados» (Mateo 5,4). El
antónimo de la alegría es la dureza de corazón, que nos aísla de la alegría o del sufrimiento
de los demás. Pedimos que se nos quite el corazón de piedra y que se nos dé un corazón
de carne. La tristeza enternece el corazón, ahuecando el espacio necesario para la alegría.
Por esta razón, los santos más alegres, Domingo y Francisco, eran también los más tristes. En
caso contrario, toda felicidad que podamos conseguir es una huida egoísta de nuestra carne y
sangre.
Según los evangelios sinópticos, la última cena fue un banquete pascual, la celebración
conmemorativa de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Se ha comentado
que Judas traicionó a Jesús porque estaba desilusionado. No parecía que Jesús realizara la
liberación prometida de la opresión romana, y Judas se sintió traicionado. Pero las últimas
palabras que Jesús dijo a Judas fueron las siguientes: «Amigo, ¿por qué estás aquí?». Tal vez
sean estas palabras el ofrecimiento de una libertad más profunda, incluso de nuestros
fracasos más enormes.
El estudio sobre los valores en Europa que se publica cada diez años muestra, por lo
general, que la libertad es el valor más apreciado de la sociedad occidental, y, sin embargo,
muchas personas se sienten atrapadas por la pobreza, por la herencia genética, por la
educación, por los sistemas políticos, que les hacen sentirse impotentes, o por fracasos
personales. Incluso el denominado «Mundo Libre» está caracterizado por un sentimiento
generalizado de victimización. Y la libertad de la que estamos sedientos se entiende, con
frecuencia, exiguamente como libertad de consumo, la falsa libertad de elegir entre
productos casi idénticos. Por tanto, el cristianismo debería encarnar la libertad
inmensamente atractiva de Cristo, pues esta es la que realmente anhela.
La libertad de Jesús irrumpía en su espontaneidad. En el evangelio de Marcos encontramos
asociada con Jesús la palabra euthus, «inmediatamente». Jesús actúa sin vacilar.
Espontáneamente no significa hacer lo que primero te viene a la cabeza. Actúa desde el
centro de su ser. Sus acciones surgen de su identidad. Como ocurre con alegría, se trata de
una libertad paradójica que incluye lo que parece ser su opuesto. Es libre porque hace
espontáneamente la voluntad de su Padre. Es la libertad profunda para hacer lo que debe
hacer. «Y empezó a enseñarles que el Hijo del hombre debía padecer mucho, que sería
rechazado por los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley; que lo
matarían, y a los tres días resucitaría» (Marcos 8,31). En definitiva, se trata de la libertad para
aceptar su destino.
Cornelius Ernst (O.P) escribió lo siguiente: «Lo que tenemos sobre todo que
entender, primero en Jesús y después en nosotros, es que el destino que Dios tiene
para el ser humano implica un paso, una subida, una entrada en lo más profundo de la
finalidad de Dios, y, así, su cumplimiento. Solo se aprecia adecuadamente la libertad
humana en esta dimensión de destino, en la que verdaderamente se realiza. A lo largo de
nuestra vida cotidiana se nos hacen opciones para que ejerzamos nuestra libertad, pero el
sentido fundamental de estas solo puede valorarse cuando se evalúan según los criterios de
nuestro destino definitivo. En efecto, las opciones esenciales son aquellas en las que
nuestro destino adquiere un nuevo sentido precisamente gracias a la opción, pues
nuestro destino no es un fátum que se nos impone por un poder extraño e inescrutable.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
El destino es la llamada y la invitación que nos hace el Dios de amor, al que
deberíamos responder con un consentimiento amoroso y creativo».
A menos que nos veamos tocados por esta misma libertad, nuestras palabras carecerán
del contexto necesario para que tengan sentido. Pero la Iglesia es considerada, por lo
general, como un lugar de temor huraño, que impone límites estrictos, y, en esta
perspectiva, nuestra moral es vista como algo impuesto, como el sometimiento a un
control exterior, en lugar de verse como algo que nos libera para ser nosotros mismos
en Cristo, disfrutando de la libertad de los hijos de Dios. Al principio, cuando Pedro es
liberado de la cárcel por un ángel (Hechos 12), piensa que es una ilusión. También a
nosotros se nos han quitado los grilletes de nuestras muñecas, pero ¿nos lo creemos? De
no ser así, ¿por qué deberíamos esperar que lo hagan quienes nos escuchan?
La valentía es una virtud que se respeta universalmente y la cobardía, en palabras de C. S.
Lewis, en su novela Cartas del diablo, «es horrible de prever, horrible de sentir y horrible
de recordar» ". Cabe la posibilidad de pensar que la Roma pagana se convirtió por la
valentía de los mártires. El modo en que afrontaban la muerte era el contexto necesario para
clue sus palabras sobre el reinado de Cristo o la resurrección tuvieran un significado. El
lugar central que los mártires tenían en la Iglesia antigua puede parecernos algo malsano y
contrario a la vida, pero, como dijo G. K. Chesterton, esa «valentía es casi un
contrasentido. Significa un deseo intenso por vivir que toma la forma de una
disposición a morir». Huir del martirio habría sido una negación de su esperanza, la
extinción de su alegría y la renuncia a su libertad. En el modo como afrontaron la muerte
expresaron visiblemente lo que significa estar plenamente vivo.
Para Aristóteles el ejemplo principal de valentía se encuentra en el soldado intrépido. Para
Tomás de Aquino, la valentía se muestra, sobre todo, en el aguante, incluso con alegría.
Esta es la valentía que necesitamos hoy día. La Iglesia está avergonzada por el descu-
brimiento de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes y religiosos; los obispos han
estado encubriendo vergonzosamente este escándalo; en Occidente muchas personas están
renunciando a su bautismo; las congregaciones religiosas experimentan una caída
brusca de vocaciones y la Iglesia parece estar tambaleándose. Aún no hay ningún signo
que nos indique que ha pasado esta crisis. Puede que dure años. Necesitamos la
valentía cristiana para aferrarnos a Cristo, para esperarlo. El cardenal Newman decía que «el
cristiano es aquel que espera a Cristo». Esta espera no consiste en una pasividad inútil. El
ritmo del año litúrgico nos enseña a esperar activamente, a desplegar todos nuestros
sentidos para encontrar la presencia de Cristo entre nosotros y para pregustar un poco la
victoria definitiva.
La valentía, como la cobardía, es contagiosa. Compartimos lo que hemos elegido. Nelson
Mandela y sus amigos de la cárcel en Rob-ben Island mantuvieron su valentía viva
dejándose mensajes ocultos unos a otros bajo los bordes de los retretes o escondiéndolos
entre los matorrales. La palabra confianza viene de confidens, es decir, de creer unos en
otros. En efecto, necesitamos la valentía para mirar con ojos imperturbables los fallos de la
Iglesia, pero también nos apoyamos unos a otros al compartir la buena noticia de los
otros miembros del cuerpo de Cristo que sufren la persecución por su fe actualmente, y
que, voluntariamente, comparten la vida de los más pobres de entre los pobres, dando
testimonio de su esperanza en los lugares más tenebrosos. A menudo, no aparecen en la
prensa. Nos apoyamos unos a otros para ser valientes, no por un ciego optimismo, sino
porque compartimos los signos de la esperanza.
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La valentía exige también que aceptemos que somos seres mortales vulnerables. Todos
seremos heridos de vez en cuando y es totalmente seguro que moriremos. Vivimos en
cuerpos inhabitados por el alma. Por eso, nuestra fe cristiana exige la encarnación. Los
paganos de Roma no solo estaban sorprendidos por el martirio de los cristianos, sino
también por el cuidado que prestaban a los cuerpos de los enfermos de cualquier
religión. El cuerpo ocupa un lugar central en la mayoría de nuestras grandes doctrinas: la
creación, la encarnación, la resurrección, la humanidad y la divinidad de Cristo, la presencia
real de Cristo en la eucaristía. Casi todos los sacramentos éstán dedicados a santificar los
momentos clave de nuestra vida corporal: el nacimiento y la muerte, la comida y la bebida, la
enfermedad y la sexualidad. Nuestra redención se forja en nuestra vida corporal. En la
película Billy Eliot, la historia de un joven de clase trabajadora que quiere ser bailarín, se le
pregunta al protagonista qué siente cuando baila, a lo que él responde: «Como
electricidad». La gracia electrifica nuestros cuerpos. Así que oremos con nuestros cuerpos:
de pie o sentados, inclinándonos o arrodillándonos, bailando o participando en una
procesión. Etty Hillesum, una judía holandesa, murió en Auschwitz en 1943. Parte del
viaje de su vida lo dedicó a aprender a arrodillarse: «A veces me latía por todo el
cuerpo un deseo de arrodillarme, o, más bien, era como si mi cuerpo hubiera sido
concebido y hecho para arrodillarse». Los nueve modos de orar de santo Domingo
estaban, todos ellos, relacionados con los gestos corporales, que encajaban
perfectamente con aquel cuya misión era combatir las creencias de los albigenses que
negaban el valor del cuerpo.
El dualismo ha sido la tentación con la que el cristianismo ha tenido que luchar desde el
comienzo, y que aún persiste. La trivialización contemporánea de la sexualidad se enraíza en
una especie de desprecio del cuerpo. Aunque, en contra de la opinión pública, las cuestiones
de ética sexual no constituyen la preocupación principal de la vida moral cristiana, una
visión del significado de nuestra sexualidad revela de qué modo amamos y
apreciamos nuestros cuerpos. Yo creo que lo esencial de la ética cristiana se enraíza en
aquel gesto esperanzador de Jesús: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros».
La ética sexual correcta es la que hace realidad la generosidad, la vulnerabilidad y la
fidelidad de la donación que Jesús hace de sí mismo.
Una sociedad que tiene miedo a aceptar nuestra corporeidad también huirá de la
muerte. Saul Bellow dijo que «el desconocimiento de la muerte nos está destruyendo». Es
el respaldo oscuro que un espejo necesita antes de que podamos vernos claramente en él.
La valentía no implica la carencia de miedos, sino no ser prisionero de los propios
miedos. Cuando el duque de Norfolk le dijo a santo Tomás Moro que debía tener cuidado,
«pues Lord Moro, la ira del príncipe es la muerte», el santo replicó: «¿Eso es todo, Lord?
Entonces, de buena fe, señor mío, no hay más diferencia entre su excelencia y un
servidor, solo que yo moriré hoy y usted mañana».
Así que, en efecto, ser cristiano debería producir un efecto significativo. Nuestras palabras
no tendrán sentido alguno si no se encarnan en modos específicos de vida. Tenemos
una esperanza extraña, que se revela precisamente cuando parece que no hay
futuro, una alegría suficientemente grande para dar cabida a la tristeza y una libertad que
alcanza su cima en la donación de nuestra vida. Esto nos exige la valentía, que implica
que amamos tanto la vida que estamos dispuestos a morir, y el aprecio a nuestra
existencia corporal. A menos que la gente se encuentre con esta fe viva, esperanzadora y
libre, todos nuestros intentos de evangelización serán una pérdida de tiempo. Nuestras
palabras estarían vacías.
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papeles de formación y comunicación
Una comunidad europea
de solidaridad y responsabilidad24
Obispos de la COMECE
Prefacio
En esta declaración, los obispos de la Comisión de las Conferencias
Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) se pronuncian sobre el
concepto de «una economía social de mercado altamente competitiva», que se
ha convertido en uno de los objetivos de la Unión Europea desde la entrada en
vigor del Tratado de Lisboa. El concepto de economía social de mercado se
viene empleando principalmente en los países germanófonos, aunque también
ha estado presente en la tradición constitucional de otros países de la UE
como Polonia. En la actualidad se ha convertido en un concepto legal con un
sólido arraigo en los tratados europeos, aunque aún le falta desarrollarse y
materializarse. Es por ello que nosotros, en nuestra calidad de obispos,
desearíamos contribuir a este proceso, tal como veníamos haciendo en el
pasado respecto a otras cuestiones de la política europea.
Las raíces del concepto de «economía social de mercado» se encuentran en la
herencia filosófica y religiosa europea, y más concretamente en la herencia
cristiana. Este es el motivo por el que nos parecía oportuno y legítimo abordar
esta cuestión desde nuestra perspectiva, a pesar de reconocer abiertamente
que no somos expertos en muchas de las cuestiones planteadas.
Por todo ello, solicitamos, en principio en marzo de 2010, a la Comisión Social
de la COMECE, presidida por el Cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de
Múnich y Frisinga, que elaborara un borrador de declaración. Nos gustaría
expresar nuestro agradecimiento a nuestra Comisión Social y a su Presidente,
además de a sus muchos y excelentes expertos, por su diligente trabajo
24 Declaración de los Obispos de la COMECE sobre el objetivo de una economía social de mercado competitiva del tratato
de la UE
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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preliminar y asesoramiento. Asimismo, aprovechamos esta oportunidad para
hacer un agradecimiento especial al Director del Centro de Ciencias Sociales
Católicas de la Conferencia Episcopal Alemana y a sus colegas de
Mönchengladbach. La Conferencia sobre Ética Social, organizada
conjuntamente con la Secretaría de la COMECE en mayo de 2011, supuso un
importante paso para la elaboración del proyecto final, el cual discutimos a lo
largo de dos sesiones plenarias y adoptamos finalmente el pasado mes de
octubre.
Los obispos católicos, en cuyo nombre los obispos de la COMECE realizan el
seguimiento del proceso de integración europea, se sienten estrechamente
vinculados a la tarea de integración europea. No obstante, en la actualidad se
hace necesario comunicar a los ciudadanos europeos la importancia de dicha
tarea. Estamos plenamente convencidos de que el concepto de la economía
social de mercado puede resultar de gran utilidad a este respecto. Dicho
concepto encarna un equilibrio perfecto entre los principios de libertad y
solidaridad. Hace referencia al respeto por el valor de todos los seres humanos
y a la protección particular de los que están más desprotegidos. En el marco y
los límites de nuestra responsabilidad específica, nos gustaría trabajar junto a la
Unión Europea para construir una comunidad sincera de solidaridad y
responsabilidad, que tenga asimismo en cuenta sus obligaciones a escala
mundial.
+ Adrianus van Luyn,
Obispo de Róterdam
Presidente de la COMECE
Prólogo
La publicación de este texto se produce en un periodo convulso. En el momento de redactar
estas líneas, y a pesar de la existencia de algunos indicios esperanzadores tras las últimas
cumbres de la Unión Europea y la Eurozona, nadie puede predecir el rumbo que emprenderá
la Unión Europea, ni si podrá responder con solidaridad y responsabilidad a los desafíos que
se le plantean.
No cabe duda de que, en los últimos años, la Unión Europea se ha visto inmersa en el
periodo de los procesos internos más intensos desde su fundación. Incluso en la actualidad,
no parece divisarse un final en el horizonte. Tras la grave crisis bancaria y financiera, que en
2008 afectó primero a los Estados Unidos y posteriormente se extendió a otros países y
continentes, a principios de 2010 comenzaron a surgir dudas en el seno de la comunidad
financiera internacional respecto a la solvencia de algunos Estados de la Eurozona. Los niveles
de la deuda nacional se habían disparado hasta cotas insostenibles en relación con los
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
resultados económicos, de manera que dejó de ser posible su reembolso en buena y debida
forma fuera de sus propios recursos. Lo que en un principio solo había afectado a
determinados Estados de la Eurozona acabó por expandirse posteriormente a casi todos los
demás. Por ello, resulta indispensable hoy día adoptar una serie de medidas comunes y
decisivas que permitan evitar que se dañen los cimientos del orden de paz europeo
establecido, aunque ello conlleve una serie de concesiones y sacrificios por parte de todos
nosotros.
El desplome de la Eurozona tendría una serie de efectos considerables en toda la Unión
Europea. Un motivo muy importante para la introducción del euro fue evitar que se
produjera una espiral devaluatoria de las monedas nacionales dentro del Mercado Común.
Por lo tanto, a largo plazo la disolución de la unión monetaria acabaría socavando los logros
del Mercado Común que, desde la firma del Tratado de Roma de 1957, ha constituido el
corazón del proceso de integración. ¡No podemos dejar que ese corazón deje de latir!
El a menudo despreciado Mercado Común Europeo contribuyó de forma decisiva en el
pasado a mantener la paz en las naciones de un continente saqueado por la guerra y a que sus
ciudadanos disfrutaran de libertad y prosperidad. Sin embargo, actualmente no podemos
dejar que el proceso de integración europea se quede estancado: el Mercado Común
Europeo debe seguir desarrollándose. Este es por tanto el objetivo que persigue la presente
declaración de los obispos de la COMECE. En nuestra declaración, que constituye nuestra
contribución al debate público, proponemos hacer que el Mercado Común evolucione con
arreglo al concepto de una economía social de mercado que permita a la Unión Europea
convertirse por sí misma en una comunidad viable de solidaridad y responsabilidad.
Desde esta perspectiva y de cara a la crisis europea actual, es importante y primordial
reafirmar los fundamentos culturales del concepto de la economía social de mercado. Se trata
de algo más que un simple modelo económico. Está basada en los fundamentos filosóficos y
jurídicos de la antigüedad grecorromana y cimentada en la teología bíblica. Vincula la libertad
del mercado al principio de justicia y al mandamiento de amar al prójimo. Estos fundamentos
culturales y antropológicos se recuerdan y resumen en la primera sección de la declaración.
A continuación, se describen cuatro características esenciales de la economía social de
mercado europea, haciendo hincapié en la importancia de las iniciativas libres y voluntarias
para promover un bienestar que posibilite el proceso de cohesión social. Las iniciativas libres
con un objetivo social de la economía social de mercado europea merecen un mayor respaldo
y un mejor marco legal con arreglo a su especificidad. En segundo lugar, se reivindica que una
economía social de mercado debe ser eficiente desde el punto de vista económico, es decir,
competitiva, para poder imponer los impuestos y contribuciones para reducir la deuda y
financiar el gasto en curso. No obstante, el mercado europeo precisa no solo de reglas,
especialmente en el sector financiero, sino también de la adopción de una serie de medidas
basadas en la virtud por parte de todos los participantes del mercado, empezando por el
empresario y llegando hasta el consumidor. Se trata de una cuestión de política reguladora
(«Ordnungspolitik») y de una ética institucional, además de la moral y la virtud.
La tercera característica de la economía social de mercado europea es su política social. Con
arreglo a los principios de solidaridad y subsidiariedad, todas las personas con necesidades en
la Unión Europea deben recibir protección social y una garantía de justicia participatoria.
Nuestros jóvenes tienen derecho a recibir una formación y una educación de calidad. La
familia debe valorarse como una fuente de vida desde la que fomentar el aumento de la
solidaridad y la responsabilidad, debiendo respaldarse en consecuencia. Además, al menos en
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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el caso de los Estados que forman parte de la unión monetaria y de los que tienen previsto
dar este paso, actualmente existe el desafío concreto de ampliar la convergencia de los
servicios sociales.
Por último, la economía social de mercado europea debe ser ecológica. La redefinición de
nuestra relación con la naturaleza y la instauración de una cultura de «moderación»
constituyen, para nosotros los europeos, una condición esencial para poder interactuar con
los recursos naturales y luchar contra las consecuencias del cambio climático. La Unión
Europea debería mantener su rol de portadora de la integridad de la creación dentro de los
comités internacionales. Por una cuestión de principios, no debe limitarse a sí misma, en su
calidad de comunidad de solidaridad y responsabilidad, a determinar su política dentro de sus
propias fronteras, sino que también debe desempeñar un papel activo a nivel mundial y
cumplir las obligaciones y promesas realizadas.
Para elaborar la presente declaración, nos hemos inspirado sobre todo en los documentos de
la enseñanza social de la Iglesia. Sobre todo, los textos del Concilio Vaticano II, que se inició
hace casi cincuenta años, y las Encíclicas Sociales de los Papas, tienen una importancia
fundamental. Asimismo, nos hemos basado en numerosos informes de las conferencias
episcopales y las declaraciones anteriores de la COMECE. Por último, el Papa Benedicto XVI,
con su encíclica Caritas in veritate, ha dado un nuevo impulso, orientándonos en nuestro
análisis del concepto de economía social de mercado para la Unión Europea. Por ello
expresamos nuestra gratitud al Santo Padre.
Con la presente declaración, confiamos en promover el debate, lo cual es importante para
nosotros. Hemos complementado nuestra descripción de las cuatro características de la
economía social de mercado europea con propuestas y preguntas concretas. Nos hemos
atrevido a hacerlo en pos de un debate animado. En sí misma, esta declaración es además una
expresión de nuestra solidaridad y responsabilidad para con Europa. Puesto que Europa debe
ser una «contribución para un mundo mejor» (Jean Monnet).
+ Cardenal Reinhard Marx,
Arzobispo de Múnich y Frisinga
Vicepresidente de la COMECE y
Presidente de la Comisión Social de la COMECE
Introducción
El término «economía social de mercado» accedió, junto con otros objetivos, a los tratados
de la UE a través del Tratado de Lisboa. De este modo, el modelo de la economía social de
mercado se convirtió en uno de los objetivos principales de la Unión, aunque el cumplimiento
integral de este objetivo aún esté por llegar. A través de la presente declaración, la Comisión
de las Conferencias Episcopales en los países de la Unión Europea (COMECE) pretende
hacerse oír en el debate sobre la forma de lograr el objetivo de la economía social de
mercado europea y la forma institucional que esta debería asumir. La crisis actual en la
Eurozona, así como la debilidad y el desequilibrio estructural en el seno de la Unión Europea,
ponen de manifiesto la necesidad urgente de entablar este debate. Somos perfectamente
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
conscientes de que la Iglesia católica no tiene ninguna solución técnica, ni ningún modelo
político o económico que presentar25. Sin embargo, y dado que la Iglesia vive realmente entre
la gente de a pie, también comparte con ella sus preocupaciones diarias y dificultades26.
Asimismo, si tenemos en cuenta la cuestión del posible impacto de la futura configuración
económica y social de Europa en las vidas de las personas, tanto dentro como fuera de la UE,
consideramos que tenemos el deber de hacer comentarios sobre esta importante cuestión en
nuestra calidad de obispos europeos. Para hacerlo, también nos remitimos a nuestras
declaraciones anteriores27.
1. Fundamentos culturales de la economía social de mercado
1) El concepto de una economía social de mercado vincula el principio de un mercado libre y
el instrumento de una economía competitiva con el principio de solidaridad y los mecanismos
diseñados para aumentar la igualdad social. Esta relación es algo más que una simple
respuesta de sentido común o un juicio meramente instrumental. Más bien se fundamenta en
un juicio de valores derivado de los cimientos morales de nuestra cultura europea. Sus raíces
se encuentran en nuestro patrimonio histórico. De forma más exacta, podemos decir que la
idea de una economía social de mercado se deriva, en gran medida, de la visión cristiana y
occidental de la persona humana y de su relación, tan característica de la cultura europea, con
la antigua ética de la justicia y el amor que se remonta a la filosofía griega, la jurisprudencia
romana y la Biblia. Las formas de economía social de mercado que encontramos actualmente
en Europa serían inconcebibles sin este patrimonio cultural. Por su parte, la Unión Europea
deberá tener en cuenta dicho patrimonio cultural al abordar cualquier nueva etapa de la
economía social de mercado, lo que constituye uno de los desafíos clave de la actualidad. Este
es otro de los motivos por los que creemos que podemos realizar, en nuestra calidad de
obispos católicos, valiosas aportaciones a este debate.
2) La visión cristiana y occidental de la persona humana tiene su origen en la filosofía de la
antigüedad griega y romana, por un lado, y en la teología bíblica, por otro. En la filosofía
griega y el derecho romano, la persona humana aparece representada por primera vez desde
un punto de vista histórico-cultural como un individuo responsable de sus actos con sus
derechos y deberes claramente definidos. Por otra parte, en el relato bíblico de la creación,
se nos explica que Dios creó al hombre a su imagen. Según esto, la persona humana adquiere
un nivel totalmente distinto: pasa de ser un mero ejemplar de la especie humana para
convertirse en una persona única con una dignidad inalienable. El valor del ser humano
presentado en el Antiguo Testamento se vería aún más reforzado con la encarnación de Dios
en Jesucristo. Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, se encuentra en el centro de la
antropología cristiana: «En él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada
también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en
25 Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral de la Iglesia en el Mundo Moderno Gaudium et Spes, núm.
36; Juan Pablo II, Carta Encíclica Sollicitudo Rei Socialis (30 de diciembre de 1987), núm. 41; Cf. Juan Pablo II, Carta
Encíclica Centesimus Annus (1 de mayo de 1991), núm. 43 Benedicto XVI, Carta EncíclicaCaritas in Veritate (29 de junio de
2009), núm. 9.
26 Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral de la Iglesia en el Mundo Moderno Gaudium et Spes, núm.
1; Carta Encíclica de Pablo VI, Populorum Progressio (26 de marzo de 1967), núm. 13.
27 Cf. Declaración de los obispos de la COMECE sobre la Unión Monetaria (2000), sobre la “Solidaridad es el alma de la UE”
(2004), “La Construcción de la Unión Europea y la Responsabilidad de los Católicos” (Grupo Simon) (9 de mayo de 2005);
informes de grupos expertos sobre Gobernanza Mundia (2001), sobre una “Europa de Valores” (2007) y sobre el Cambio
Climático (2009).
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cierto modo, con todo hombre»28. A pesar de esta dignidad específica, desde la perspectiva
cristiana la persona humana es una criatura que solo puede cumplir su destino reconociendo
que la vida es un don inalienable y que la forma en la que decidimos vivir nuestra vida debe
integrarse en el orden de la Creación de una forma global y duradera. Basándose en esta
concepción antropológica cristiana, la Iglesia proclama la igual dignidad fundamental de todos
los hombres, algo que también debe reconocerse en las instituciones sociales y en el sistema
económico29. A continuación, proclama a la persona humana como ser social, relacional y
llamado a trabajar conjuntamente para contribuir al Bien Común.
3) Ya en la filosofía de la antigüedad la justicia se consideraba como una virtud cardinal. La
idea dominante es que a cada persona se le debe conceder aquello que legalmente se le deba.
La teología cristiana se apropió esta concepción de la justicia, a la vez que la modificaba de
forma decisiva basándose en la igualdad fundamental de todos los hombres y el mandamiento
de amar al prójimo. El concepto de justicia social resultante no solo se orienta a las
actuaciones y los derechos legales que uno adquiere a raíz de ello, sino que sobre todo se
dirige a la igualdad de la dignidad de todos los seres humanos. El mandamiento cristiano de
amar al prójimo ha influenciado, a este respecto, nuestra concepción de la justicia en la
medida en que cada persona se beneficia no solo de lo que legalmente se le debe, sino que
además ejerce el derecho moral de tener una vida digna en la sociedad. Esto se refleja
claramente en el Nuevo Testamento en la parábola del Buen Samaritano: todo ser humano
tiene derecho a recibir ayuda y, al mismo tiempo, de él se espera que actúe de forma
solidaria. La injusticia de Caín respecto a Abel se ve superada por el amor compasivo del
Buen Samaritano. Desde este punto de vista, la pobreza material y existencial, y la exclusión
de personas de determinados sectores de la vida social constituye una grave violación de la
justicia social. No podemos permitir que nadie se quede atrás, independientemente de su
edad, nacionalidad o color de piel. Inspirada por esta convicción, la cultura cristiana comenzó
desde muy temprano a crear estructuras e instituciones que encarnaran la compasión y la
caridad30. En materia de historia cultural, aquí es donde podemos encontrar los orígenes del
estado del bienestar moderno.
En su proceso de conversión en una economía social de mercado, la Unión Europea puede
basarse en las tradiciones que se encuentran presentes en todos los Estados Miembros.
Segura de que este fundamento común está presente en todos los estratos de la sociedad y
siguiendo el principio de subsidiariedad, la economía social de mercado posibilita la
coexistencia de varios tipos de ayudas e instituciones, en tanto que siguen un impulso común
fundamental que se deriva de una sola fuente.
2. Iniciartivas comunitarias y voluntarias
en materia de bienestar en la economía social de mercado
4) Tras el final de la II Guerra Mundial, la economía social de mercado se convirtió en un
modelo político-social. En algunos estados esto se produjo con una referencia explícita al
28 Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Pastoral de la Iglesia en el Mundo Moderno Gaudium et Spes, núm. 22.
29 Cf. Juan XXIII, carta encíclica Mater et Magistra (15 de mayo de 1961), núm. 221; Concilio Ecuménico Vaticano II,
Constitución Pastoral de la Iglesia en el Mundo Moderno Gaudium et Spes, núm. 25, 29.
30 En lo que respecta a la Solidaridad entre distintas categorías de la sociedad humana, ya en los tiempos de los Padres de
la Iglesia se constató que debía prestarse atención a los requisitos y las necesidades de la sociedad humana en el espíritu
del Evangelio. Es más, Basilio el Grande instaba a la comunidad en este sentido: “Pues el cuidado de los necesitados gasta
las riquezas; pues cada uno ha de recibir un poco según su necesidad; y todos han de repartir igualmente sus bienes y
gastarlos entre los pobres” (Homilía a los ricos).
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papeles de formación y comunicación
término. En otros estados, se emplearon distintos términos que al final venían a significar lo
mismo: una gran libertad de mercado asociada a los instrumentos de una economía
competitiva, además de al principio de solidaridad y a los mecanismos de igualdad social, es
decir, una protección social de gran alcance por parte del Estado. Tras la caída del régimen
comunista en 1989, los países de Europa Central y del Este también tomaron la economía
social de mercado como un modelo, aunque esta no se pudiera materializar en algunos de
estos lugares. De este modo, por una parte, en los últimos años se ha evidenciado un
aumento en la sensibilización de que el mercado libre no es capaz de aportar ciertos bienes y
servicios (públicos) tales como la sanidad, la educación y la vivienda de una forma apropiada e
individualizada sin necesidad de que intervenga el Estado31. Por otra parte, cada vez son más
las evidencias que demuestran que en muchos países la cohesión social se ve amenazada a
pesar del elevado nivel de protección social existente, dado que no se ha tenido
suficientemente en cuenta la aportación indispensable de las asociaciones voluntarias y las
iniciativas privadas. Estas últimas son la expresión de un elevado nivel de solidaridad
espontánea y de ayuda voluntaria basadas en la reciprocidad (es decir, no impulsadas por el
Estado ni dependientes de este). Una sociedad no puede funcionar únicamente basándose en
los derechos legales, sino que necesita espacio de generosidad, sobre todo en lo que respecta
a la familia. Un exceso del bienestar del Estado, por el contrario, podría generar dependencia
y obstaculizar la asunción de responsabilidad individual, la caridad activa y la solidaridad.
5) El Estado es una condición previa para una comunidad ordenada, sin la cual no puede
lograrse el desarrollo integral humano. Como las iniciativas privadas por sí mismas no eran
suficientes, se pusieron en marcha una serie de planes con los que se pretendía
institucionalizar la solidaridad mediante el cobro de impuestos y las contribuciones de la
seguridad social. La forma de solidaridad organizada por el Estado es fiable, duradera y, por
tanto, necesaria.
Sin embargo, no basta con ello, ya que no tiene concretamente carácter voluntario. La
asistencia prestada a otras personas como forma voluntaria de caridad y solidaridad, sin
carácter obligatorio y sin la expectativa de recibir nada a cambio de forma inmediata o
directa, y que suele originarse en la fe religiosa, no debe reprimirse, ya sea mediante formas
burocráticas de solidaridad estatal o mediante soluciones de mercado motivadas por
consideraciones a corto plazo. De hecho, resulta irremplazable e indispensable en tanto que
exige la concienciación moral del individuo y, junto al principio de ley y orden, contribuye de
manera significativa a la creación del «capital de confianza» necesario para desarrollar unas
relaciones de confianza y la existencia social. El Papa Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in
veritate, abordaba esta relación empleando los términos «don», «reciprocidad», «gratuidad» y
«fraternidad»32. Por lo tanto, las instituciones que se corresponden con esta forma libre de
solidaridad (asociaciones mutuas, cooperativas y organismos municipales) y otras formas de
economía social e inversiones éticas, exigen que se les preste una atención especial a la hora
de construir una economía social de mercado europea. Por este motivo, acogemos con
beneplácito el hecho de que se haya incrementado el reconocimiento de la importancia de
estas instituciones en algunas iniciativas recientes con las que se pretende dinamizar el
31 Respecto a esto, no debe pasarse por alto el hecho de que el mercado no es intrínsecamente social. De ordenarse
correctamente, puede ser un lugar de interacciones que generan relaciones y posibilitar un uso más eficiente de los
recursos escasos. Esto incluye además el establecimiento de relaciones industriales mediante los convenios colectivos y la
participación de los trabajadores.
32 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 34ff. Cf. también Pío XI, Carta
Encíclica Quadragesimo Anno (15 de mayo de 1931), núm. 137.
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58 24 de febrero de 2012
mercado interno europeo. Debería dárseles prioridad siempre que las soluciones aportadas
por dichas iniciativas sean equivalentes a las soluciones estatales o de la economía de
mercado, de conformidad con el principio de subsidiariedad. En concreto, la experiencia de
las instituciones benéficas y de cooperación debería utilizarse en mayor medida al materializar
el objetivo de reducir el número de personas en riesgo de pobreza en Europa en 20 millones
de personas para 2020, un objetivo acordado de forma vinculante en la Estrategia 2020 de la
UE.
3. Economía de mercado y competencia
6) En la actualidad existe la idea ampliamente generalizada de que la competencia del
mercado y el principio de solidaridad se excluyen mutuamente. Sin embargo, el Tratado de
Lisboa establece una clara conexión entre los objetivos sociales de la Unión Europea y la
competencia, en la medida en que determine que la Unión Europea trabaja para conseguir
una «economía social de mercado muy competitiva»33. No obstante, nosotros consideramos
que en este modelo de política europea debería hacerse hincapié en que sea «social», más
que en que sea «muy competitiva». La competencia sería el medio y lo «social» sería el fin.
Una vez aclarado esto, nos gustaría decir que somos claramente conscientes de que un
mercado bien regulado, guiado realmente por la competencia, es un medio efectivo para
lograr importantes objetivos en el camino hacia la justicia34. La competencia garantiza que los
recursos económicos se utilizan eficientemente y que las personas buscan en todo momento
nuevas y mejores soluciones a los problemas económicos. No obstante, también es cierto
que la competencia no es un fenómeno que se produzca de forma natural, que surja de la
nada cuando reina la libertad económica. A las personas encargadas de elaborar los marcos
políticos les corresponderá la tarea de garantizar que se impone un sistema de competencia
legítimo basado en los resultados. Los monopolios, los cárteles, la manipulación fraudulenta y
la distorsión de la competencia a través del abuso del poder económico o la ayuda pública
deberán combatirse activamente o evitarse a través de los órganos legislativos y ejecutivos de
la Unión Europea. Aunque suene paradójico, el concepto de la libre competencia no se podrá
materializar sin haber establecido unas normas claras, aplicables y reforzadas por sanciones.
7) Para que un sistema económico competitivo funcione correctamente, es esencial contar
con un sistema monetario y financiero estable35. La crisis mundial de los mercados financieros
ha puesto dramáticamente de manifiesto la enorme carencia de reglamentación a este
respecto36. Teniendo en cuenta la importancia sistemática de los sectores financiero y
bancario, deberá prestarse una especial atención a la supervisión y regulación en este campo.
Asimismo, también es necesario analizar la crisis financiera tratando de comprender la riqueza
y el crecimiento que se perseguían exclusivamente con la acumulación de bienes y el nivel de
beneficios. Esta concepción amenaza con eclipsar las dimensiones social y ecológica de la
calidad de vida, que a menudo no pueden expresarse directamente en términos monetarios,
y no tiene en cuenta el impacto de la actividad económica en otras personas, sobre todo en
las generaciones venideras. Por lo tanto, si pretendemos limitar la crisis financiera al pasado,
33 Apartado 3 del Artículo 3 del Tratado de la Unión Europea (TUE).
34 Cf. Pontificio Consejo Justicia y Paz Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, núm. 347.
35 Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus Annus (1 de mayo de 1991), núm. 48.
36 Cf. Pío XI, Carta Encíclica Quadragesimo Anno (15 de mayo de 1931), núm. 89.
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será necesario volver a evaluar el sistema de valores. El hecho de orientar la actividad
económica hacia un solo objetivo es un error37.
8) Los sistemas de incentivos que desvinculan el riesgo y la responsabilidad contradicen el
espíritu de la economía social de mercado. Por lo tanto, la Unión Europea debería establecer
normas que vinculen más estrechamente los salarios de los directores con el éxito a largo
plazo de las decisiones de inversión y de crédito, y que definan los límites máximos de dicha
remuneración. A una economía de mercado al servicio exclusivo de los intereses del capital
no se le puede llamar «social». No obstante, es indiscutible que no habrá una economía social
de mercado en Europa sin un comportamiento serio, fiable y responsable de todos los
actores del ámbito económico, y de los altos cargos en concreto. Tanto dentro de la UE
como en el marco del G20, no solo es necesario adoptar mejores leyes y normas para el
mercado financiero mundial, cuando menos pensando en las generaciones venideras, sino que
además necesitamos una nueva cultura más ética, cuyo desarrollo no puede encomendarse
exclusivamente a la política. El respeto por el principio fundamental de la enseñanza social
católica de la destinación de los bienes y de la función social inherente al derecho legítimo y
necesario a la propiedad privada no solo deberá considerarse un deber de la política, sino que
además deberá ser interiorizado por todos los actores[38.
9) En interés del Bien Común y de conformidad con el modelo de economía social de
mercado en el que los principios de libertad y justicia social están interrelacionados, los
gobiernos de los Estados Miembros y las instituciones de la Unión Europea deberán aplicar
políticas monetarias, financieras y económicas cuyo objetivo sea la estabilidad. Los (en algunos
casos) terribles niveles de deuda pública y privada deberán liquidarse en interés de las
generaciones venideras. Sin embargo, esto no deberá lograrse a costa de los más pobres y sin
tener en cuenta los requisitos de justicia social. El reparto de las cargas, derivado de las
medidas destinadas a reducir la deuda contraída en el transcurso de la crisis financiera actual,
deberá tener en cuenta las responsabilidades de los gobiernos, además de las de los bancos y
otras entidades financieras, y podrá llevar posteriormente al pago de un impuesto
extraordinario en el sector. De este modo, la Comisión Europea ha propuesto la creación de
unos fondos de resolución bancaria, con medios financieros aportados por los bancos, que
deberían permitir hacer frente a las consecuencias de los posibles quiebres bancarios sin
necesidad de recurrir al dinero de los contribuyentes. Otra de las propuestas contempla la
creación de un impuesto para transacciones financieras que debería ser introducido como
paso preliminar por los países de la Eurozona, de no haber otro remedio. En concreto,
aquellos países miembros de pleno derecho de la unión económica y monetaria de la UE han
asumido un nivel especialmente alto de responsabilidad mutua y global. Con la firma del
Tratado de Maastricht, estos países formaron una comunidad basada en la solidaridad, cuya
calidad es plenamente visible solo en la actualidad. Al mismo tiempo, parece evidente que
esta solidaridad también conlleva una comunidad de responsabilidad. En el futuro de la Unión
Europea, la solidaridad y la responsabilidad deben vincularse cada vez más estrechamente. En
la medida en que se haga necesario adoptar más medidas para la integración, la comunidad de
solidaridad deberá sustentarse en el deseo que la gente tiene de vivir en comunidad. A su vez,
solamente tendrá futuro en caso de que, como comunidad responsable, también esté abierta
a aquellos Estados Miembros que aún permanecen fuera de ella. En efecto, la disposición de
las personas a la hora de adoptar esta comunidad en sus corazones, así como su apertura a
37 Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 21.
38 Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Laborem Exercens (14 de septiembre de 1981), núm. 14; Juan Pablo II, Carta
Encíclica Sollicitudo Rei Socialis (30 de diciembre de 1987), núm. 42.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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todos los Estados Miembros de la UE se presentan como los grandes desafíos de los
próximos años por lo que respecta a la integración europea. En nuestra calidad de obispos,
nombrados por nuestros hermanos obispos para realizar un seguimiento y control del
proceso, nos gustaría destacar el siguiente punto: al igual que el sistema de los estados nación
de los siglos XIX y XX fue incapaz de garantizar una paz duradera, la Unión Europea, en la
fase actual de integración en la que se encuentra, será igualmente incapaz de afrontar con
éxito los desafíos demográficos y de globalización que actualmente afronta Europa. Europa
debe comprometerse a adoptar el modelo de la economía social de mercado. El futuro de las
gentes y las naciones de Europa es una comunidad de responsabilidad y solidaridad que se
encuentra unida por la economía social de mercado.
10) Aunque el mercado tenga muchos aspectos positivos, también es cierto que no es un fin
en sí mismo. Se trata de un instrumento al servicio del desarrollo humano y de la humanidad
en su totalidad39. Por ello, las personas no deben reducirse nunca al papel de productores y
consumidores, sino que deben percibirse y tratarse como las personas humanas que son, las
cuales producen y consumen para poder vivir40. Por lo tanto, es necesario poner ciertas
restricciones al mercado en aquellos casos en los que, de no restringirse, se produciría un
impacto perjudicial en la vida y el desarrollo de los seres humanos. En cuanto al suministro de
los bienes de primera necesidad y los servicios públicos en particular, las autoridades públicas
tienen una obligación formal. El mercado por sí solo no es capaz de aportar soluciones
satisfactorias a este respecto. Incluso aunque pueda parecer prudente organizar
determinados elementos de los servicios públicos y servicios sanitarios con arreglo a los
principios del mercado, el acceso universal y de calidad a estos dominios deberá garantizarse
con los medios y medidas apropiados que sean administrados por las autoridades públicas.
Una regulación apropiada, dentro del mercado común europeo, de los servicios públicos en
general, y de los servicios sociales en particular, sería establecer una característica distintiva
de la economía social de mercado. Esperamos que la Unión Europea adopte las medidas
oportunas a este respecto en colaboración con los Estados Miembros.
11) En la actualidad, tenemos la misión de protegernos de la intrusión y la dominación del
mercado, y de toda su lógica interna, en todos los ámbitos de la vida. Existen una serie de
necesidades compartidas y cualitativas que no pueden ser satisfechas por el mercado,
especialmente en lo que respecta a la familia. Como consecuencia, el gobierno tiene la tarea
de garantizar unos tiempos y unos espacios de vida al margen del mercado en los que la gente
pueda buscar formas de responder a dichas necesidades41. Es correcto, por tanto, que se
restrinja la actividad del mercado durante los días festivos oficiales y los domingos, dado que
es estos días, ya sea por un festivo nacional, cultural o religioso, la paz, la tranquilidad y la
reflexión están por encima de cualquier actividad económica. Por este mismo motivo, la
actividad económica se limita o suspende por completo en determinados espacios y medios
públicos como, por ejemplo, la prohibición de hacer publicidad durante la retransmisión de
las misas. Estas cuestiones no deben perderse de vista en el marco europeo y en la
finalización del mercado común.
12) No obstante, no sólo compete al Estado imponer las restricciones al mercado. La
decisión de optar por una economía de mercado es al mismo tiempo una decisión en la que
se opta por la libertad de las personas. Este es el motivo por el que necesitamos que las
personas individuales asuman su responsabilidad libremente y basándose en el principio de
39 Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 8f.
40 Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus Annus (1 de mayo de 1991), núm. 39.
41 Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 36.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

7 Pages 61-70

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solidaridad42. En muchas ocasiones, el mercado suele garantizar que los recursos materiales
se orientan a realizar la máxima aportación para satisfacer las necesidades de los
consumidores. Sin embargo, en sociedades de la abundancia como las europeas, aunque
pueda parecer que las necesidades básicas están cubiertas para casi todos los ciudadanos, los
deseos de los consumidores se orientan principalmente hacia los bienes no básicos y de lujo.
El mercado hace la vista gorda ante la diferente calidad moral de los bienes anteriormente
mencionados, la cual puede variar en cuanto a su naturaleza o la forma de fabricar o
suministrar estos productos. En este tipo de sociedades, los fabricantes, que a menudo
buscan generar necesidades específicas en primer lugar, comparten gran parte de
responsabilidad con los consumidores. Los consumidores son los que, en gran medida a
consecuencia de sus hábitos de consumo, dictan finalmente la dirección de la actividad
económica tanto en Europa como en el mundo. Cada decisión económica tomada tiene
también una consecuencia moral43. Por lo tanto, para poder educar a los ciudadanos para que
opten por un consumo responsable es necesario hacer un esfuerzo cultural decisivo44. La
Iglesia también pretende hacer sus aportaciones a este respecto.
4. Política social
13) Actualmente la Unión Europea tiene solamente una competencia limitada en materia de
política social, dado que la responsabilidad principal en este ámbito compete a los Estados
Miembros. Sin embargo, nos hemos dado cuenta de que dentro de la comunidad de
solidaridad y responsabilidad de la unión económica y monetaria, las cuestiones de la política
social, fiscal y presupuestaria van ganando en importancia, así como que resulta necesario y
deseable volver a asignar las responsabilidades entre la Unión Europea y los Estados
Miembros. Esta es la razón principal por la que nos gustaría hacer algunas reflexiones
generales respecto a este asunto que son de especial importancia para los más pobres y
vulnerables de nuestra sociedad. Desde sus inicios, la Unión Europea se ha considerado a sí
misma no solo como una zona de libre comercio, sino más bien como una comunidad política
y de valores. Uno de los principales valores de la cultura europea es el de la justicia social.
14) El mercado solamente puede responder a las exigencias materiales que pueden ser objeto
de resultados y compensación, lo que conlleva que no tiene en cuenta las necesidades de
aquellos que, por motivos de edad, enfermedad o desempleo, no se pueden permitir
participar (plenamente) en las actividades del mercado. Por lo tanto, es importante que en la
economía social de mercado europea se pongan en marcha las prestaciones sociales para
cubrir este vacío con el fin de garantizar un estándar de vida digno a todos los ciudadanos.
Esto debería dejar de ser una preocupación exclusiva de cada Estado Miembros para
convertirse en una preocupación de la Unión Europea.
15) En los últimos años muchos países europeos han introducido una serie de reformas en el
ámbito de la política social, algunas de las cuales han sido recibidas con una enorme
preocupación por parte de los ciudadanos. Los motivos aducidos para justificar estas
reformas fueron la evolución demográfica y los desafíos de la globalización, factores que
llevaron a los países a competir entre sí. Estos ajustes, inevitables en determinados casos,
deben no obstante ajustarse al principio de justicia social y no afectar a la estructura de las
42 Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 11.
43 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 37.
44 Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus Annus (1 de mayo de 1991), núm. 36.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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62 24 de febrero de 2012
prestaciones sociales45. En interés de los beneficiarios de las prestaciones sociales y el bien
común, la política social de la Unión Europea debe seguir ajustándose a los principios de
subsidiariedad y solidaridad. A medida que se amplían las diferencias de igualdad en la
sociedad, se hace necesario establecer una redistribución para lograr un mayor equilibrio
entre pobres y ricos, enfermos y sanos, jóvenes y ancianos.
16) Si nos centramos concretamente en el desempleo masivo, la política social de la UE y de
sus estados no debería reducirse simplemente a ofrecer a los afectados ayuda económica
para salir adelante. El paro va mucho más allá de la ausencia de ingresos: también trae consigo
una amplia sensación de exclusión del mundo que te rodea. Por ello, las prestaciones sociales
deberían perseguir el objetivo de permitir a las personas participar activamente de la vida
social, especialmente por medio de la reintegración en el empleo activo. Por su parte, las
personas que perciban algún tipo de ayuda deben esforzarse al máximo por realizar
contribuciones a la sociedad. La política de empleo de la Unión Europea debería regirse por
este principio. Por otra parte, deberían intensificarse los esfuerzos a nivel europeo para
ampliar la movilidad de los trabajadores en la economía social de mercado europea. En
materia de transferibilidad del derecho a pensión complementaria (jubilaciones profesionales),
los socios sociales europeos tendrán la responsabilidad, en el marco del diálogo social
europeo, de elaborar una propuesta de directiva europea. A tal respecto, acogemos
positivamente la responsabilidad de los socios sociales en el marco de las regulaciones de la
UE en cuanto a política social. En esta época de crisis y de ajustes en ocasiones complicados,
invitamos a las instituciones europeas a crear unas condiciones que posibiliten el diálogo social
entre los socios europeos para que puedan cumplir con el papel que se les ha asignado en los
tratados europeos.
17) Asimismo, en muchos países europeos el número de personas activas podría
incrementarse probablemente si se redujeran las contribuciones y los impuestos que se
aplican al trabajo. El nivel europeo debería ofrecer un impulso significativo a este respecto,
incluso a pesar de tener una competencia muy limitada en cuanto a la aplicación directa de
impuestos y de no contar para nada, hasta la fecha, con poderes en cuanto a la financiación
del sistema de la seguridad social. Además, con la firma del «Pacto por el Euro», que casi
todos los Estados Miembros de la UE han formalizado, se ha creado recientemente un
instrumento que, de forma voluntaria, crea expectativas de convergencia de las políticas
fiscales y sociales en pos de una mayor justicia.
18) Existe una relación muy estrecha entre la política social, familiar y educativa. Las causas y
consecuencias de las decisiones en estos ámbitos de la política se influyen entre sí y son
mutuamente dependientes. En el pasado, la adopción de una política social demasiado
centrada en la ayuda financiera solía ocultar el hecho de que la promoción de las familias y la
inversión en educación constituyen la mejor manera de prevenir la pobreza y la exclusión
social. Por ello, acogemos positivamente el hecho de que los países europeos estén
prestando cada vez una mayor atención a las políticas familiares y educativas. Las familias en
particular, además de su labor en la crianza y el cuidado de los hijos, también prestan un gran
servicio al bien común. Puesto que este servicio no se considera perteneciente al mercado, el
Estado tendrá el deber de encontrar el justo equilibrio entre los padres y las personas sin
hijos en cuanto a las leyes fiscales y las políticas sociales adecuadas. La política educativa, a
nivel de la responsabilidad de los Estados Miembros, debe valorarse respecto al objetivo de
reducir la tasa de abandono escolar en la UE por debajo del 10% para 2020. Además, las
45 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 25.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
familias, escuelas, universidades y las instituciones de formación profesional y formación
continua, junto con la Iglesia y las comunidades religiosas, deben trata de despertar la
conciencia moral y la virtud personal.
19) En las décadas venideras, Europa dependerá de los trabajadores de otras partes del
mundo para garantizar que basta con el nivel de rendimiento económico para cubrir la
financiación de las prestaciones de la seguridad social. Los países de origen y los de acogida
deberían colaborar para gestionar de manera ordenada los flujos migratorios, con la intención
de reducir al mínimo el sufrimiento y las penurias de las nuevas llegadas, además de las
inevitables cargas aplicadas a los que los aceptan. En el marco de su responsabilidad,
recomendamos a la Unión Europea que resuelva las cuestiones de la ayuda externa, las visitas
de estudio y las condiciones laborales en los acuerdos suscritos con terceros países. Esto no
debería hacerse exclusivamente con los países de acogida en mente. La migración también
afecta a la familia, las estructuras sociales y económicas de los países de origen. Todos
deberemos respetar en todo momento el valor de los seres humanos que vengan a Europa
procedentes de otros países. Asimismo, deberán respetarse sus derechos fundamentales46.
20) En la economía social de mercado la responsabilidad social no se limita estrictamente a la
política social, sino que también se aplica, por ejemplo, al ámbito del derecho contractual,
donde la desigualdad de información y poder entre las partes del contrato puede provocar
inconvenientes e injusticia. Actualmente la Unión Europea se esfuerza por acabar con los
obstáculos del mercado interno europeo. En relación con las propuestas de una ley
contractual adicional para toda Europa, que podría aplicarse voluntariamente en las leyes
nacionales existentes, deberá prestarse especial atención a proteger eficazmente a la parte
contractual más débil como, por ejemplo, en el caso de las ventas por Internet.
5.Desarrollo sostenible de la economía social de mercado
21) En la sección 3 del Artículo 3 del Tratado de la Unión Europea, la competitividad y el
progreso social de la economía social de mercado europea se mencionan junto a la
protección y la mejora de la calidad medioambiental. De este modo, los firmantes europeos
del Tratado reconocen que, en la actualidad, además del desarrollo social continuado de la
economía social de mercado, también es muy importante su desarrollo ecológico continuado.
De hecho, cabe destacar que en los círculos científicos y en los debates públicos se suele
emplear con bastante frecuencia el término «economía ecosocial de mercado» en lugar de
hablar de «economía social de mercado». Nosotros, en nuestra calidad de obispos de la
COMECE, compartimos la intención que subyace a todo esto. En vista del dramático cambio
medioambiental que se está produciendo, sobre todo en lo que respecta al cambio climático
y a la escasez de combustibles fósiles y otras materias primas, nuestra responsabilidad por la
Creación nos obliga a respetar el principio económico y ético de la sostenibilidad. Una
economía competitiva y preparada para el futuro se basa en la fuerza de los mercados para
innovar y elevar la productividad de los recursos. Lo que hace es configurar todos los
procesos económicos determinando las condiciones y los incentivos ecológicos con la
intención de conservar las bases naturales de nuestra existencia. De no ser por la integración
sistemática de los factores ecológicos, a largo plazo no se podrían conseguir ni la competencia
económica ni la justicia social.
46 Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 62.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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64 24 de febrero de 2012
22) Los desafíos ecológicos actuales nos exigen, por encima y más allá de la protección de
nuestros recursos socioeconómicos, buscar las posibles maneras de redefinir la relación entre
los seres humanos y la naturaleza desde un punto de vista ético y antropológico, de manera
que transformemos nuestra concepción del término «desarrollo». La protección del medio
ambiente debe pasar de ser una limitación a convertirse en un objetivo para el desarrollo de
nuestras sociedades a través del reconocimiento de la calidad medioambiental como un
componente esencial del modelo de prosperidad. El Papa Benedicto XVI dice en su
encíclica Caritas in Veritate que «su uso [el del entono natural] representa para nosotros una
responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad»47.
Nuestras economías necesitan desarrollarse más con un sentido de desarrollo que esté en
sintonía con los ciclos y los ritmos temporales de la naturaleza. Esto exige de nosotros un
cambio en la manera en la que gestionamos los alimentos, la energía y el agua. Los
acontecimientos actuales ya han demostrado que el derroche de recursos conlleva conflictos
violentos. La renovación de la economía social de mercado ofrece un marco que podríamos
utilizar para acercarnos más a estos objetivos. De hecho, este marco debería
proporcionarnos un medio para medir dicha renovación. No es solo una cuestión de
desarrollar una tecnología más eficiente y económica, sino que también se trata de reducir
considerablemente nuestro consumo, de moderarlo. Por lo que respecta al desarrollo de los
Estados de la Europa Central y del Este, las regulaciones de protección contra la explotación
a corto plazo de los recursos naturales y socioculturales desempeñan un papel decisivo en la
protección del Bien Común a largo plazo.
23) Como la calidad medioambiental se considera un bien público, cuyos daños nos afectan a
todos nosotros y cuya utilidad no se puede individualizar fácilmente, resulta difícil asignar los
beneficios de las inversiones para mejorar la calidad medioambiental. Como consecuencia, la
sostenibilidad precisa de una garantía institucional específica, no solo a nivel europeo, sino a
nivel mundial. Solicitamos a las instituciones de la Unión Europea y a los gobiernos nacionales
que hagan todo lo posible por implicarse con sus socios internacionales en este asunto. Sin
embargo, en este contexto también son necesarias las iniciativas de la sociedad civil. Su
importancia en el diálogo internacional y la cooperación al desarrollo tienen cada vez una
mayor importancia. En su encíclica Caritas in veritate el Papa Benedicto declaró que estas
iniciativas eran esenciales para el objetivo de civilizar la economía mundial48. La Iglesia está
preparada y con ganas de ofrecer sus conocimientos en el ámbito del diálogo internacional
respecto a estas cuestiones: por ejemplo, una reflexión a largo plazo, una concepción
universal del Bien Común y la responsabilidad, una concepción de la naturaleza como
creación con sus valor intrínseco y, además, aunque no por ello menos importante, una red
global trascendental de compromisos específicos.
Conclusión
24) La Unión Europea se ha puesto como objetivo la creación de una economía social de
mercado. Lo que pretendemos con la presente declaración es contribuir al debate surgido
respecto a los principios en los que debería basarse este objetivo. La economía social de
mercado ya ha demostrado su valía en muchos de los Estados Miembros de la UE. En la
actualidad, la economía social de mercado debe extenderse por Europa para afrontar el
desafío de la competencia global, para poder seguir ofreciendo una protección social efectiva
47 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 48.
48 Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 38ff.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
a los más necesitados de nuestra comunidad, así como para ser sostenibles en cumplimiento
de los requisitos de protección medioambiental y climática. Para poder materializar la
economía social de mercado en la Unión Europea, necesitamos una comunidad de solidaridad
y responsabilidad. A través de la solidaridad y la responsabilidad, los europeos conseguiremos
superar la grave crisis actual y seguir juntos el camino común emprendido para, finalmente,
mostrar la paz y la justicia a todas las personas del mundo.
25) La crisis de los mercados financieros y de la economía ha demostrado claramente que los
principales desafíos y peligros económicos relacionados con la integración general de las
economías nacionales hoy en día deben resolverse a escala internacional. La Unión Europea,
entendida como una comunidad de Estados prósperos muy industrializados, tiene la
responsabilidad moral específica de garantizar a largo plazo el desarrollo de «una verdadera
autoridad política mundial»49 con estructuras e instituciones supranacionales. Esta
autoridad «deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los
principios de subsidiaridad y de solidaridad»50, algo que a nosotros nos parece fundamental.
Además de al ingenio económico, habrá que prestar la debida atención a los principios de
justicia y responsabilidad ecológica. Los estados económicamente más desarrollados deben ir
más allá de las ganancias económicas inmediatas e individuales, optando en su lugar por
adoptar un papel activo en el orden económico mundial que garantice una competencia libre
y justa, y que abra la posibilidad del desarrollo a las economías nacionales más débiles. Incluso
aunque la ayuda al desarrollo, utilizada con sensatez, para las comunidades pobres sea a tal
efecto ventajosa para todos51, la solidaridad significa mucho más que la búsqueda exclusiva de
los intereses de uno. Por lo tanto, nos gustaría aprovechar esta oportunidad para hacer una
vez más un llamamiento urgente a los gobiernos de todos los países de la UE para que
cumplan sus promesas y aumenten su ayuda al desarrollo hasta el 0,7% de su PBI para 2015 y
hagan un buen uso de esta52. Muy a nuestro pesar, la UE no ha conseguido alcanzar su
objetivo provisional del 0,56% del PBI para 2010. Para poder cumplir la promesa que hizo
públicamente a los países más pobres, especialmente a África, Europa deberá hacer un
esfuerzo adicional por un valor estimado de cincuenta mil millones de euros.
26) Desde el principio, el proyecto de integración europea no ha sido meramente
económico, sino también político y moral: debe estar al servicio de la justicia y la paz en
Europa y el mundo entero. La materialización de una economía social de mercado en Europa
como una comunidad de solidaridad y responsabilidad forma parte de este intento por
alcanzar la paz mundial y la justicia global. La cultura actual de la culpa debería ser
reemplazada por una nueva cultura de corresponsabilidad. Los cristianos estamos llamados a
fomentar y desarrollar esta cultura de la corresponsabilidad. En nuestra calidad de obispos de
la COMECE, informamos de que respaldamos este proyecto y reconocemos en él una
49 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 67; Cf. también Juan XXIII, Carta
Encíclica Pacem in Terris (11 de abril de 1963), núm. 293, y más recientemente la nota explícita del Consejo Pontificio
«Justicia y Paz», publicada en octubre de 2011, bajo el título Por una reforma del sistema financiero y monetario
internacional en la perspectiva de una autoridad pública con competencia universal: “Se trata de una Autoridad con un
horizonte planetario, que no puede ser impuesta por la fuerza, sino que debería ser la expresión de un acuerdo libre y
compartido, más allá de las exigencias permanentes e históricas del bien común mundial, y no fruto de coerciones o de
violencias. Debería surgir de un proceso de maduración progresiva de las conciencias y de las libertades, así como del
conocimiento de las crecientes responsabilidades”. (punto núm. 3).
50 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 67.
51 Cf. Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 60.
52 Recordemos que ya en 1970 los países ricos de las Naciones Unidas se comprometieron a destinar el 0,7% de su PBI a
la cooperación al desarrollo.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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66 24 de febrero de 2012
importante contribución a la creación de una cultura que «impulsa la globalización hacia metas
de humanización solidaria»53.
Como Iglesia católica adquirimos un compromiso con cualquier esfuerzo que se haga en este
sentido, inspirados por las palabras del Santo Padre Juan Pablo II en la Carta
Encíclica Centesimus Annus: «A quienes hoy día buscan una nueva y auténtica teoría y praxis
de liberación, la Iglesia ofrece no sólo la doctrina social y, en general, sus enseñanzas sobre la
persona redimida por Cristo, sino también su compromiso concreto de ayuda para combatir
la marginación y el sufrimiento»54
53 Benedicto XVI, Carta Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009), núm. 42.
54 Juan Pablo II, Carta Encíclica Centesimus Annus (1 de mayo de 1991), núm. 26.
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papeles de formación y comunicación
Bicentenario de
Don Bosco
-historia-
Conociendo e imitando a Don Bosco,
hagamos de los jóvenes la misión de nuestra vida
Pascual Chávez Villanueva, sdb55
1. Don Bosco,
padre y maestro, don de Dios.
Todo lo queremos saber sobre “el espíritu salesiano” lo encontramos encarnado en Don
Bosco. Él, es sencillamente, nuestro modelo, nuestro “padre y maestro”. Todos
tenemos necesidad de testimonios sobre los que modelar la vida. Para nosotros él es el
camino de la plenitud humana y el seguimiento de Jesús. Aunque las circunstancias históricas
en las que vivimos son muy distintas de las suyas, su imagen y su proyecto continúan siendo
de una vibrante actualidad.
Fue verdaderamente un padre para muchos jóvenes, que no teniendo en la vida ninguna
personal con la que experimentar la paternidad de Dios. Lo fue para los
salesianos, que junto a el, descubrieron el sentido de la existencia, y como el,
aprendieron a vivirla dándose a los jóvenes. Continúa a serlo ahora, cuando lo descubrimos
como verdadero padre de una gran familia espiritual.
Si la paternidad de Don Bosco evoca la paternidad divina, su imagen di “maestro” trae a
nuestra mente algunos trazos del Divino Maestro, aquel que ha sido su guía desde el “sueño
55 Síntesis del Rector Mayor al Comentario al Aguinaldo 2012
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68 24 de febrero de 2012
de los nueve años” en adelante. Ha aprendido de él le lenguaje a usar con los jóvenes: “No
con golpes, sino con bondad”. Solamente así podrán experimentar el amor de Dios.
Se sabe que Don Bosco ha profundizado este aspecto, hasta el punto de descubrir que
“no basta amar, es necesario que los jóvenes se sientan amados”. ¿Acaso no es una genialidad
definir la educación como “cosa del corazón”?
Nosotros lo consideramos padre y maestro junto a los jóvenes, en particular
aquellos más necesitados de experimentar la bondad de Dios; junto a todos aquellos que
tienen la misión de cuidar de los jóvenes: padres, maestros, educadores, pastores…
Como todos los grandes, ha sido un hombre de una sola causa: los jóvenes. Ellos han
constituido su misión. Por ellos ha desarrollado todos los recursos humanos e para ellos se ha
trasformado bajo la acción del Espíritu. Dicen que, cuando Dios manda al mundo un gran
santo, le confía una misión con la cual se santificará. Así ha sucedido con Don Bosco que, con
la educación de los jóvenes, la búsqueda de su salvación, encontró su propia santificación. Y
no tanto como premio a sus fatigas y preocupaciones, que a pesar de haber sido tantas, con la
unidad de su persona, que lo llevaba a estar totalmente comprometido con los jóvenes y, al
mismo tiempo, todo de Dios; lleno “de sueños” y simultáneamente, de un realismo
impresionante.
En este tiempo, che se caracteriza por la ausencia del padre, Don Bosco se ofrece a nosotros
como modelo para amara con todo el amor del Sistema Preventivo y con toda la
propositividad del “da mihi animas”, sabiendo que los jóvenes tienen necesidad en primer
lugar de amor, pero que se traduce en educación, de manera que pueden madurar y afrontar
con éxito la vida, cada vez más competitiva.
De hecho, tener a Don Bosco como padre y maestro implica conservar el don de Dios. Dejar
que sea Don Bosco quien guía nuestra vida, esforzarnos para que su experiencia espiritual
guie la nuestra, nos hará vivir bajo la protección de la divina providencia, experimentando la
acción de Dios en nosotros. Quien habita en la casa de Don Bosco, quien aprende en su
escuela, vive el don de Dios y sabrá como agradecer. Dios no ha ---- fácil la vivencia de su
gracia, la experiencia de su cercanía, la prueba de su benevolencia: aceptar el magisterio de
Don Bosco, su paternidad, es el modo salesiano de sentirse amado por Dios. Aquí radica la
capacidad de la alegría, típica del modo salesiano de realizar la santidad.
Reconocer en Don Bosco un don de Dios obliga a considerarlo instrumento y medio para
nuestra experiencia de Dios, impone valorarlo mayormente y reconocerlo mejor,
tomar en serio sus enseñanzas y vivir con radicalidad su paternidad.
2.- Conocer la historia de Don Bosco.
Nos estamos acercando a grandes pasos a la celebración del bicentenario del nacimiento de
Don Bosco.
Una circunstancia que debe encontrarnos preparados y disponibles para reforzar nuestra
identidad carismática.
Es nuestra obligación comprender, reinterpretar y perpetuar sus intuiciones, las elecciones y
la acción pastoral conducida por él. La genialidad operativa, las dotes educativas y la
espiritualidad son, sin lugar a dudas, tres dimensiones que caracterizan la figura de Don
Bosco.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
El primer paso es conocer su historia.
Un conocimiento que valiéndose de los métodos de la investigación histórica no debe
prescindir de la gran dedicación de Don Bosco ha tenido por los jóvenes y no debe olvidar la
presencia y la acción de Dios en su vida.
El aguinaldo que el Rector Mayor confía a los grupos de la Familia Salesiana para el 2012 es
una invitación a conocer de manera profunda la historia de Don Bosco para reconstruir, hoy,
su imagen y perpetuar la misión a ella confiada: la educación y la evangelización de los
jóvenes.
La reconstrucción de la imagen de Don Bosco y de su acción debe iluminar la realidad donde
la Familia Salesiana actúa y que es caracterizada por un horizonte cultural
particular, de la complejidad de la vida contemporánea, de la globalización, de la cultura
postmoderna, de las dificultades pastorales, de la disminución de las vocaciones y de la
“puesta en cuestión” de la vida consagrada.
3.- Porqué una historia sobre Don Bosco
Don Bosco continua a ser una figura de gran relieve para la Iglesia y para la sociedad civil. Su
figura es de tal calibre que no puede quedar reducida simples fórmulas.
En el pasado muchas presentaciones suyas, no exentas de exaltaciones y amplificaciones, han
corrido el riesgo de distorsionar su rostro, su intuición o su espíritu.
Hoy la hagiografía tiene en cuenta las interpretaciones históricas fundadas y la renovada
lectura teológica de la experiencia espiritual de los santos.
Don Bosco es una figura poliédrica. Es un fundador, un legislador, un educador, un maestro
de vida espiritual.
Por eso, para evitar que todo cuanto ha sido fundamentado pueda perderse, es urgente y
necesario conocerlo.
Aumentando la distancia cronológica, geográfica y cultural de él, si puede correr el riesgo de
perder aquel clima afectivo y aquella cercanía que los convertían en familiar.
Si debiese venir a menos la referencia a nuestro Padre común, a su espíritu, a su práctica, a
sus criterios inspiradores, como Familia Salesiana no tendríamos ningún derecho de
ciudadanía en la Iglesia y en la Sociedad, por que estaríamos privados de nuestras raíces y de
nuestra identidad.
Además tenemos que considerar otros dos motivos.
Para un movimiento espiritual, como es la Familia Salesiana, es importante tener viva la
memoria de la propia historia, organizarla y hacerla accesible de tal manera que favorezca la
consolidación de una cultura de referencia y haga frente a las transformaciones históricas,
sociales y culturales.
De este modo la Familia Salesiana podrá continuar siendo portadora del carisma de los
orígenes y convertirse en garante y guardián de la propia tradición.
El conocimiento profundo de Don Bosco encuentra su razón, también en el hecho que
muchos documentos normativos de los grupos de la Familia Salesiana indican a Don Bosco
como guía y como modelo.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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4.- ¿Qué historia?
La historia de Don Bosco debe ser reconstruida e interpretada con coraje y autenticidad.
Como sugería el Papa León XIII: lo histórico no debe nunca decir nada falso ni callar nada de
verdadero.
Los signos de las imperfecciones de los santos tienen la triple ventaja de respetar la exactitud
histórica, de subrayar el primado de Dios y de demostrar la fragilidad de la naturaleza humana
que todos comparten.
Hay pues que superar lo anecdótico y favorecer la actualización de Don Bosco hoy, en el
umbral del tercer milenio.
Un conocimiento que, en tensión entre los interrogantes sobre el presente y la
búsqueda de respuestas que vienen del pasado, ayude al carisma salesiano a inculturarse en el
hoy.
Es necesario que el carisma fundacional de un movimiento venga reinterpretado vitalmente
para que así no se convierta en un fósil admirable.
Los fundadores han tenido experiencia del Espíritu Santo en un contexto histórico
determinado; por eso es indispensable determinar los elementos propios de la cultura y de la
situación de la época.
Será, de esta manera, posible determinar el valor de su acción y la ---- de las respuestas dadas
a los desafíos de su tiempo.
Una investigación histórica sobre Don Bosco debe estar en grado de determinar aquello que
es transitorio y aquello que es permanente en el carisma, aquello que debe ser dejado y
aquello que debe ser asumido.
La historia de Don Bosco, no es solo nuestra!
Es también de la Iglesia y de la humanidad y no debería estar ausente de sus historiografías.
La exclusión del debate cultural en curso en cada país determinaría también la insignificancia
histórica de los salesianos, su marginación social y la ausencia de nuestra oferta educativa.
Si queremos continuar teniendo credibilidad debemos tener la misma profesionalidad,
conocer el mismo lenguaje.
5.- El camino de la historiografía salesiana.
La producción historiográfica salesiana ha recorrido un notable camino.
Desde los primeros perfiles biográficos de Don Bosco, sencillos, se ha pasado a las biografías
encomiables, inspiradas en una lectura teológica, anecdótica y taumatúrgica.
Después de la mitad de 1900, el inquietud por la lectura hagiográfica del pasado ---- también
en los salesianos.
El nuevo clima cultural de los años setenta llevó - a través de presupuestos, métodos,
instrumentos de investigación actual, búsqueda compartida, - a profundizar el conocimiento
del patrimonio heredado de Don Bosco.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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papeles de formación y comunicación
Para una correcta hermenéutica de la historia salesiana, hoy, hay que considerar tres tipos de
análisis.
El análisis filológico es posible gracias a las publicaciones de las Obras Editadas e inéditas de
Don Bosco. El precioso trabajo desarrollado por el Centro de Estudios Don Bosco de la
Universidad Pontificia Salesiana y del Instituto Histórico Salesiano han puesto a disposición de
todos, en ediciones científicamente cuidadas y revisadas, millones de páginas de los escritos
de Don Bosco.
Sigue el análisis histórico-crítico que debe tener cuenta del contenido de las fuentes en
referencia a las categorías culturales y eclesiales de la época.
La tercera, la más importante, es el análisis vital y actualizador, capaz de expresar de nuevo,
repensar y reactualizar el contenido de las fuentes.
El acercamiento a Don Bosco, realizado con métodos propios de la investigación histórica,
nos ha llevado a medir mejor su grandeza, su genialidad operativa, sus dotes de educador, su
espiritualidad, su obra, comprensible sólo plenamente si ---- bien enraizada en la historia de la
sociedad en la cual se vive.
No es un rechazo apriorístico de las válidas y respetables imágenes de Don Bosco que han
tenido las generaciones de salesianos y de miembros de la Familia Salesiana.
Tenemos necesidad de una imagen de Don Bosco que sea actual, que hable al mundo de hoy,
en un lenguaje renovado.
Delegación Inspectorial de comunidad y formación

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72 24 de febrero de 2012
Conociendo a Don Bosco
Un muchacho de campo
que sueña con llegar a ser sacerdote
(Braido I – Introducción General pp. 11-17;
Cap. III, pp. 121-132)
-Propuesta de trabajo en grupo-56
¿Quién es Don Bosco en su propio devenir? ¿Qué perfil resulta de las copiosas
informaciones sobre las vivencias personales e institucionales, las múltiples
relaciones y los más significativos proyectos y las realizaciones concretas:
los rasgos de la personalidad, el temperamento, el carácter, los
claroscuros, las idiosincrasias y las disponibilidades? La vivencia personal,
en efecto, es inseparable de la autoconciencia de la propia misión de apóstol,
de benefactor y formador de las nuevas generaciones. Paralelamente se
configura un mensaje, que, por una parte, revela los rasgos de una
espiritualidad del sacerdote educador de jóvenes y, por otra, un magisterio de
pedagogía y de vida para los colaboradores. Vida interior, acción,
palabras, escritos, enseñanzas, directivas, animación, hacen un todo
indiviso, constitutivo de su personalidad histórica.
(De la Introducción General)
FICHA 2 – BRAIDO I:
INTRODUCCIÓN GENERAL, PP. 11-17
CAP. III, PP. 121-132
56 Propuesta tomada de la Delegación de Formación de la Inspectoría Salesiana “San Juan Bosco” de Madrid, a quien
agradecemos su generosidad al compartir estos materiales.
Inspectoría Salesiana “Santiago el Mayor” - León

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LECTURA PERSONAL DEL TEXTO
DE LA INTRODUCCIÓN GENERAL (PP. 11-17)
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papeles de formación y comunicación
Primer punto de reflexión y diálogo
[…] a crónicas y testimonios originados mayormente en el pequeño mundo de
Valdocco, debidos a redactores particularmente devotos, deslumbrados,
impresionables, más dispuestos a ver en don Bosco o extraordinario que a registrar
el duro y empeñativo cotidiano, las dudas, los problemas, el cansancio, las
limitaciones. Para algunos de ellos, en efecto, el sueño puede tornarse visión,
la previsión cambiarse en profecía, la intuición del ánimo juvenil transformarse
en escrutinio de las conciencias (p. 15). El Don Bosco más real y verdadero,
en efecto, se revela ante todo en la multiplicidad del obrar más que en la
elaboración de ideas universales y sistemáticas o en la prolijidad del decir. Los
hechos, las obras son su ser y su mensaje. (cf. p. 16-17).
Cómo y por qué separar los datos biográficos y los “legendarios” de Don Bosco. ¿Es
necesario distinguir la interpretación del hecho? ¿Cómo llegar al don Bosco real, hoy? ¿Se
derrumba un mito? ¿Se recupera su originalidad?
Mediante el diálogo, descubrir los puntos a favor y en contra del conocimiento histórico y
riguroso, documentado y sistemático de Don Bosco.
Segundo punto de reflexión y diálogo
¿Quién es Don Bosco en su tiempo? […] El primer periodo de su vida, es el tiempo
del Don Bosco niño, estudiante, sacerdote, totalmente encarnado en su tierra y
en su diócesis, con mentalidad, perspectivas, idealidad, actividad, aprobaciones,
colaboraciones y también reconocimientos públicos y privados (diarios, revistas,
cartas, valoraciones de autoridades civiles y religiosas) ligados a un mundo bien
preciso: Murialdo, Castelnuovo, Chieri, Turín, Piamonte. En este tiempo aparecen
episodios y en definitiva veleidades de entrar en alguna orden o congregación
religiosa o de elección misionera (cf., pp. 12-13).
[…] Y sin embargo, luego (sic) de algunos años será ese clérigo [Cafasso], a
más de generoso benefactor, el padre espiritual del joven contestatario [Juan Bosco]
de Murialdo, ya sacerdote de los jóvenes: el cual, ciertamente disponía de tanta
humildad y fortaleza para desear y aceptar un guía exigente para seguir, y no
condescendiente que se deje arrastrar (p. 132).
Los rasgos característicos de la infancia y adolescencia de Juanito Bosco en el contexto
social y religioso, y la manera en que se integran en su proceso vocacional. La figura de Mamá
Margarita, Don Calosso y Don Cafasso, y el recuerdo imborrable que dejan en su vida.
Tras el diálogo, indicar los elementos de la infancia (“escuela paralela” - dice Braido,
personajes relevantes…) que estarán presentes después (expresados por el mismo Don
Bosco en las Memorias del Oratorio) en su modo original de ser sacerdote para los jóvenes.
Sugerencias, aportaciones y comentarios a: formacion@salesianos-madrid.com
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