Aún quedan días de verano.
Por un verano solidario
Retiro ………………….………..............................3–6
Formación…………….………..........................7 - 24
Comunicación…………………………………………25 - 34
Vocaciones…...….…..............................35 - 45
La solana……………………………………………….46 - 48
El anaquel……….…….............................49 - 62
Reseña…………………………………………. 49 - 50
Don Rua………………………………………51 – 53
Año Sacerdotal……………………………54 – 57
Índice 2009-2010…………………………………. 58 - 62
Revista
fundada en el año 2000
Segunda
época
Dirige:
José Luis Guzón
C\\
Paseo de las Fuentecillas, 27
09001
Burgos
Tfno.
947 460826 Fax: 947 462002
e-mail:
jlguzon@salesianos-leon.com
Coordina:
José Luis Guzón
Redacción:
Urbano Sáinz
Maquetación:
Amadeo Alonso
Asesoramiento:
Segundo Cousido, Mateo González, Óscar Bartolomé e Isidro Revilla
Depósito
Legal: LE 1436-2002
ISSN:
1695-3681
CULTIVAR UNA ESPIRITUALIDAD PARA EL CAMBIO
Confers
Diocesanas
de
CLAC
Salamanca,
24 de abril
de
2010
Introducción
Muchos de nosotros somos testigos de múltiples cambios: en la sociedad, en la Iglesia, en nuestras propias Congregaciones y comunidades. Los cambios acelerados y profundos que ha experimentado y experimenta nuestro mundo hacen que el terreno que pisamos lo sintamos movedizo, tanto que más nos parece caminar sobre el oleaje del mar, como Pedro, que sobre tierra firme. Por eso es preciso preguntarnos cómo afrontamos los cambios y qué actitudes y respuestas damos ante ellos.
Los necesarios cambios hay que afrontarlos con realismo y con grandeza de alma; con sentido de corresponsabilidad, pues llevarlos a cabo no depende sólo de las personas que nos gobiernan sino de todos. La situación actual de la vida religiosa requiere una profunda renovación y ésta no se llevará a cabo sin cambios y sin una generosa colaboración de todos. Interesa que cultivemos una espiritualidad para el cambio, enraizada y alentada por el Espíritu Santo, fuente y origen de toda creatividad y novedad.
1. Supuestas necesarios
La vida es dinamismo. Creemos que nuestro mundo ha salido de las manos creadoras de Dios en un despliegue de amor y creatividad. Ya en los albores de la creación el mandato de Yahveh a su criaturas entraña dinamismo de cambio: "Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla"(Gn 1, 27-28)
Hombre y mujer, acogidos en la casa construida por las manos poderosas de Dios, fueron llamados al trabajo creativo en este mundo para su desarrollo, progreso, transformación, según el sueño de su Creador. Esto nos quiere decir que la vida es dinámica, conlleva cambios y transformaciones y que todo cambio debe ser oportunidad para llevarla hacia cotas más altas de bien, de justicia y belleza.
La presencia del Espíritu y el misterio de la Encarnación nos están diciendo que Dios ha apostado definitivamente por la humanidad. Por lo tanto nuestro mundo es lugar teológico en el que Dios está presente y actuante. La historia humana es historia de salvación. No hay dos historias, una profana y mala, y otra sagrada y buena. Dios se encuentra en la entraña de toda realidad, liberándola, salvándola y llevándola a su plenitud. Los acontecimientos de la historia son vestigios de la presencia del resucitado y desde esta perspectiva tenemos que tener una gran simpatía a nuestro mundo y mirarlo con los ojos que Dios le mira y nos mira. Nuestra tarea es discernir los signos de los tiempos y colaborar a encaminarlos a la meta del sueño de Dios Padre para el género humano.
La persona como sujeto de cambio. Toda persona debería aceptarse como ser en camino hacia su plenitud. Y como la plenitud es meta, avanzar hacia ella es tarea que dura la vida entera. Conlleva, entre otras cosas, abrirse al cambio, a la experiencia de lo distinto sin lo cual no se puede cambiar. La primera actitud personal que debíamos adoptar es la actitud de éxodo, estar dispuesto a traspasar los propios límites, los que uno mismo experimenta o se pone y los que otros le imponen. Porque no somos solamente nuestro pasado sino lo que de inédito hay en nuestra vida en espera de nacer, de poder ser. La historia siempre es futura; la historia personal también y nadie sabe cuándo empieza a revelarse lo verdadero... De ahí la necesaria vigilia pues "si no esperamos lo inesperado no lo reconoceremos cuando llegue" (Heráclito).
Por sorprendente que pueda parecernos, precisamente cuando el impulso vital va aminorándose con los años es preciso "aprender a vivir". Es el momento de un trabajo personal, cotidiano y sencillo, casi manual que se reduce, al fin y al cabo, en golpear las paredes del corazón para ver dónde está la oquedad. Porque las rutinas nos aguardan siempre, por eso es necesario sacudir la inercia, mantener a pulso la libertad, cuidar y cultivar lo mejor que hay en nosotros mismos.
La cooperación necesaria. Nuestro aporte al verdadero cambio que hoy necesita el mundo debe ser compromiso solidario con todas aquellas acciones, proyectos, grupos humanos que contribuyen a la humanización de la cultura y la sociedad. Se trataría de un ecumenismo universal, un ecumenismo desde la colaboración. Como creyentes agraciados con los dones teologales de a fe, la esperanza y la caridad, deberíamos tener Un plus de motivación para no capitular ante el mal, las injusticias, los abusos de todo género, los fracasos y los logros parciales. Sólo los verdaderos profetas saben permanecer y arriesgar en la noche, con la esperanza de un mañana siempre mejor.
2. Actitudes para una espiritualidad abierta al cambio
Apertura y búsqueda en pos del verdadero rostro evangélico de la vida religiosa. En búsqueda de la fuente que nos conduzca al origen de nuestra vocación, del carisma congregacional. La fuente que nos otorgue la frescura para buscar, con verdadera pasión, el mañana por estrenar. Una búsqueda apasionada, deseante es la que nos pondrá en camino. "Que para encontrar la fuente, sólo la sed nos alumbra" dijo el poeta. Porque buscamos aquello que nos apasiona: una vida más evangélica, una misión más fecunda y generativa.
Libertad interior. Supone renunciar a ciertas seguridades que nos vienen de instalamos en lugares, costumbres, rutinas, convencionalismos, la seguridad en lo conocido y trillado. Atrincheramos en seguridades nos conduce, poco a poco, a la dejadez y la pereza, a justificar cansancios y a que nos invada la desmotivación. Nuestra vida no está llamada a la apatía o a la conformidad sino al riesgo de la profecía.
Confianza que supera la tentación del miedo. Nuestros miedos nos bloquean y anquilosan cegando las fuentes de toda creación. Nos impiden realizar aquello que hemos pensado con amplitud y calidad. Martin Luther King escribió páginas hermosas contra el miedo que frena la realización de nuestros mejores sueños "El miedo llamó a mi puerta. La fe salió a abrir. Pero ya no había nadie" Aquel que sepa vencer sus miedos le habitará la actitud de valentía. Con ella la persona está capacitada para enfrentarse a lo dificil, para no rechazar un proyecto que reconoce valioso, por el esfuerzo que cuesta conseguirlo.
Amplitud y generosidad Todo proyecto creador comienza por un sueño. Los desafíos que hoy presenta la vida religiosa para su renovación requieren cambio de mentalidad y ampiltua ae miras. La mayor tentación hoy consiste en aceptar una mezquina escala de valores, propia de personas de miras estrechas, pasivas y con mentalidad negativa.
Pensar con amplitud, con grandeza de alma se hace imprescindible para acometer cualquier empresa. "Dios goza cuando ve que nuestra alma se agranda" (Maestro Eckart). Quien piensa con amplitud y sueña sin ensoñaciones está disponible para actuar.. Sabe que "el más largo de los viajes comienza con un paso" .Y está dispuesto a darlo con generosidad. ¿Qué puedo hacer yo por los demás? No el egoísmo de quien dice: ,qué me pueden dar los demás?. Siempre suma en lugar de restar. Dispuesto siempre a prestar servicios generosos con un plus de delicadeza y detalle. Esta calidad siempre va acompañada de entusiasmo, fruto de la fe en aquello que se emprende. Los religiosos hemos abusado de discursos estéticos, de grandes documentos sobre la renovación y hemos terminado por no creer lo que decimos ni lo que nos dicen. Quizá convenga decir sólo lo que de veras creemos y estamos dispuestos a hacer.
Actitud contemplativa para leer e interpretar la realidad a la luz de la fe. En primer lugar requiere sentirse solidario en la suerte que padece y sufre la humanidad. Tratar de conocer la realidad que nos rodea y en la que estamos inmersos acudiendo a las fuentes que nos ofrecen verdadera información; aplicar reflexión y crítica constructiva. Para leer la realidad de manera contemplativa se requiere interioridad silenciada, limpio corazón "Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios" Con ojos limpios del corazón limpio podremos reconocer a Jesús nuevamente encarnado en las realidades cambiantes de la historia, positivas y negativas, gozos y logros, dolor, injusticia y fracaso. "Todo es del dolor con que se mira". Esta mirada traspasa la corteza de la realidad para encontrar el misterio de salvación que encierra en sus entrañas "Porque la creación entera gime con dolores de parto, aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios" Para tener esta mirada hay que estar armonizado interiormente pues aquél que vive entretenido en sus intereses egoístas, disperso en asuntos banales, divertido en disfrutar de sus logros y seguridades, se le irá embotando la mente y el corazón dejándole sin capacidad contemplativa.
Discernimiento. El discernimiento más que un ejercicio es una forma de vivir de cara a Dios con el deseo profundo de buscar su voluntad, de agradarle en todo y siempre. El discernimiento exige apertura al Espíritu, docilidad a sus mociones y magnanimidad para secundarlas. Exige el sometimiento a la ardua tarea de separar, distinguir, cribar lo falso de lo verdadero; rechazar todo aquello que va adhiriéndose a nuestro ser y nos impide mantener la utopía y el amor en su verdadera estatura.
Pero muchos son los autoengaños que amenazan un discernimiento sólo personal ya que no siempre nos mueve el buen espíritu sino que muchas veces estamos movidos por nuestros afectos desordenados, amores interesados, miedos y perezas que tratamos de justificar. Es necesaria la alteridad en el discernimiento, la presencia del otro, de los otros, especialmente de nuestros hermanos/as con los que vivimos en comunidad el seguimiento de Jesús y la misión. El discernimiento comunitario suele ser asignatura pendiente en la mayoría de nuestras comunidades y sin embargo hay que intentarlo disponiéndonos mediante una gran humildad, aquella que nos hace andar en verdad y nos hace verdaderamente libres interiormente. Si logramos un espacio común de discernimiento, con el Señor en medio de nosotros, saldremos a parajes de mayor autenticidad personal, comunitaria y de misión.
PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y DE GRUPOS
¿Te consideras persona abierta a los cambios o reticente ante los mismos?
¿Qué actitudes, de las que aquí se señalan, tienes más personalizadas y practicas más?
¿Cuál de ellas cultiva más tu comunidad?
¿Crees que la Vida Religiosa presenta resistencias a los cambios que hoy la harían más significativa y profética en el mundo? Enumera alguna ellas.
¿Cómo lograríamos vencerlas?
Comportamiento social de los jóvenes: la cultura de la fiesta1
Mª Teresa Galán y Fernando Burguillo
¿Qué hacen los jóvenes en su tiempo libre? ¿Cómo se divierten? ¿Son seguros los medios en los que se desenvuelven?... Estas son algunas de las preguntas que surgen en la mente de los adultos, especialmente si son padres, intentando comprender los problemas y los comportamientos de los jóvenes. No es fácil ponerse en el lugar de éstos: requiere un ejercicio en el que no basta con mirar atrás porque, frecuentemente, el salto generacional ha dinamitado buena parte de los elementos comunes que permitirían una adecuada identificación.
Acercamos a la cultura juvenil, más concretamente a los comportamientos en tomo a la fiesta, puede damos algunas pistas de cómo piensan, de cómo se relacionan y de cómo se sienten ante la sociedad en un momento de intensos cambios en su vida.
4.1. LA CULTURA JUVENIL
Es habitual que los jóvenes perciban «su cultura» como propia, diferente de la de los adultos, separada de la de éstos. En este sentido, Hopkins considera que la cultura juvenil representa una subcultura compuesta por los jóvenes y que se inserta dentro de la sociedad, pero las normas reguladoras, los valores y las actitudes de la subcultura se perciben como diferentes de los del resto de la sociedad y, en particular, de los que mantienen los miembros de las generaciones más viejas. En opinión de este autor, «una adolescencia más prolongada puede que constituya el factor principal subyacente en el desarrollo de la cultura juvenil, es decir, la tendencia de los jóvenes a desarrollar un conjunto de actitudes y de conductas diferentes del resto de la cultura». En palabras de Stone y Church (1975), «cuanto más alta es la muralla que separa a los adolescentes de los adultos, más compleja se vuelve la cultura del grupo de pares, y más depende el joven de éste en su búsqueda de apoyo e identidad. (...) El individuo y su panda están siempre ávidos de innovaciones, pero de la clase de innovaciones que se ajustan a la estructura establecida de la cultura juvenil».
En los jóvenes, la presión hacia el estilo de vida del grupo de iguales puede conducir a una situación de inadaptación personal que, aunque no se manifieste en un comportamiento socialmente inadaptado, supone una insatisfacción vital. A menudo se necesitan instrumentos que ayuden a mantener ese frágil equilibrio entre la renuncia a las metas propias y la presión social. Para eso, la sociedad ofrece toda una productiva industria, por ejemplo de alcohol, sin tener en cuenta los efectos sobre la salud y sociales con un coste personal, sanitario y económico superior al de las llamadas drogas ilegales. Se trata de una situación de adaptación social pero frecuentemente a costa de una inadaptación personal.
Los jóvenes poseen una alta capacidad de compra directa que motiva el interés de las multinacionales discográficas y de las automovilísticas, del mundo de la moda, de los editores de publicaciones dirigidas al sector juvenil, de las empresas de telefonía móvil, etc. En este sentido, Stone y Church (1975) señalan que «gran parte de la cultura adolescente tiene su origen en los fértiles cerebros de personas adultas: articulistas de revistas y periódicos, compositores, músicos y editores de música, fabricantes de ropa, fabricantes de novedades... que sondean hábilmente el Zeitgeist adolescente con la ayuda de encuestas de opinión (...) y que inculcan o propagan ideas para nuevas modas en el vestir y en la decoración, nuevas clases de fiestas, nuevos giros del lenguaje, nuevas estrellas de la canción, etc. Se ha reconocido la importancia del mercado adolescente, y se ha desarrollado todo un sector de la economía consagrado a los gustos de los adolescentes». Esta afirmación, de la que han pasado ya más de dos décadas, sigue estando vigente hoy, si cabe con más fuerza y con más campos comerciales abiertos al sector juvenil. En opinión de estos autores, los adultos son cómplices de los jóvenes en la elaboración de una cultura separada para éstos, aunque a veces deploran su existencia y su influencia. Pero «mientras que los adultos suelen considerar vanas o perniciosas las actividades de los jóvenes, para estos son parte de un nuevo y dinámico modo de vida adulto que reemplazará al mundo gris de los mayores».
4.2. LA CULTURA JUVENIL DE LA FIESTA DESDE LOS AÑOS 80. «LA MOVIDA»
Para Comas (1994), la necesidad de dotar a la sociedad española de nuevos contenidos culturales «adecuados tanto a las exigencias de la sociedad de consumo que había en la etapa de desarrollo industrial, como al nuevo soporte institucional de tipo democrático creado durante la transición, no fue percibida como una de las tareas pendientes de la democracia». Sin embargo, una nueva cultura emerge a mitad de los años 80, respondiendo a diferentes retos y situaciones: las corrientes ecopacifistas, la masificación universitaria, la reivindicación nacionalista, el desempleo juvenil... representaban formatos sobre los que se va articulando una nueva cultura juvenil. Su extensión y éxito, en opinión de Comas (1985), puede atribuirse a varios factores, pero «fue sin duda la falta de alternativas, el vacío cultural en el que crecía la democracia y la sociedad de consumo, las que propiciaron la emergencia de la cultura de la fiesta, la tolerancia hacia el consumo de drogas y la eclosión de los comportamientos narcisistas».
En gran medida, esta cultura de la fiesta ha venido desarrollándose en el marco de lo que ha dado en llamarse popularmente la movida, y que no es sino una forma global de referirse a las características de horarios, espacios, etc., que conforman el comportamiento festivo y de consumo de sustancias de los jóvenes españoles de los últimos 15-20 años.
Resulta difícil precisar el momento histórico en el que el término movida comienza a ser utilizado con los usos que hoy le conocemos, y que a continuación vamos a tratar de concretar. Probablemente, el término fue acuñado -o al menos se popularizó y extendió su uso genérico- con ocasión de la llamada Movida madrileña. Este fue un movimiento social y lúdico-cultural que surge en los primeros años ochenta en la capital de España, coincidiendo con la llegada a la alcaldía de Madrid de Enrique Tierno Galván. Se caracterizó por el surgimiento de nuevas vanguardias creativas, fundamentalmente en el arte gráfico (fotografía, cómic, etc., destacando los nombres de Ouka Lele, Alberto García-Alix, etc.) pero, fundamentalmente, tuvo su máximo reflejo en la música, con la apertura de establecimientos que resultaron un punto de referencia característico de la «movida» (como Rock Ola) y numerosos grupos musicales de corte pop (Kaka de Luxe, Alaska y Los Pegamoides, etc.). Al calor de ese movimiento nacen también publicaciones escritas (La Luna, Madrid Me Mata...) y comienzan sus pasos nuevos cineastas (entre ellos el luego consagrado Pedro Almodóvar). Entre los ingredientes característicos de la Movida madrileña estuvo, en opinión de Galán (1994) «la recuperación de un espíritu de pertenencia a la ciudad; durante décadas -fundamentalmente tras el «desarrollismo» de los sesenta y el éxodo rural hacia Madrid, con el desarraigo que comportaba- no existía, al contrario que en otras ciudades, un orgullo ciudadano de «ser madrileño», era un gentilicio ciertamente devaluado, mientras su antigua identidad -el casticismo- se reducía a exiguas minorías; con la movida se recupera un cierto orgullo madrileñista, pero ahora caracterizado precisamente por el mestizaje, la apertura cultural, la pluralidad de orígenes». Con la Movida madrileña alcanza gran extensión la llamada jerga «cheli» y se popularizan enormemente entré las capas más jóvenes de la población algunos términos propios de la misma. Un rasgo característico de esa etapa es el hecho de que, en una sociedad que salía de un largo período autocrático, tal vez por la «ley del péndulo», se pasa en los ambientes de la movida a una tolerancia hacia el consumo de drogas. La polémica frase «a colocarse y al loro», pronunciada públicamente por el propio Alcalde de la ciudad en un concierto de rock es, en este sentido, significativa. Otras ciudades alumbraron poco después movimientos sociales de parecidas características (surgimiento de muchos grupos musicales pop, nuevos locales, etc.) siendo el más destacado el caso de la llamada «Movida viguesa».
4.2.1. Concepto y definiciones
El término «movida» se ha configurado, a lo largo de los años, como un comodín lingüístico apto para expresar en el habla coloquial con un mismo significante y distintos significados, aspectos, también distintos, de la actividad y las relaciones humanas. Aspectos éstos que, precisos en su origen, dependerán ahora del contexto que emisor y receptor empleen y que ambos descifrarán perfectamente dependiendo de elementos como la entonación de las frases o la función de éstas. Este fenómeno polisémico, sustantivado el participio originario, ha producido un aluvión de expresiones en las que el denominador común es siempre la palabra «movida». Así podemos encontrar una extensa serie de ejemplos en los que «movida» ha desplazado en el significante al término específico o correcto:
Tener movida: expresa el conflicto entre personas: pelea callejera, riña familiar, discusión entre amigos, castigo en el colegio, etc.
La movida de... (una ciudad, p. ej.): alude al ambiente nocturno (por lo general) de una ciudad: sus locales para diversión y expansión, de copas... También, dependiendo del contexto, al ocio, la oferta cultural...
Pasar de movidas: Se refiere a la intención del hablante de eludir actividades o acciones de resultado dudoso o peligroso, de no implicarse ni complicarse en asuntos generalmente perjudiciales para la integridad, gravosos para la economía, etc.
Ir, salir de, organizar una movida: denota la intención de salir de noche de copas y divertimento sin imponerse límite horario o de consumo de algo.
Haber una movida organizada: esta expresión, distinta sintácticamente de una de las anteriores, sustituye al hecho que se pretende referir quedando éste elidido por el emisor y sobreentendido por el receptor. El hecho a sustituir puede ser muy diverso: un atasco, un accidente, una huelga, una algarada callejera, etc.
Preparar una movida: esta es una de las locuciones más oscilantes pues puede referirse desde «intención de cometer un delito», pasando por «organizar un acto cultural», hasta «organizar una protesta ante algún organismo público».
El término «movida» es el participio pasado del verbo mover. Carece de sentido pleno por sí mismo y necesita un auxiliar que le complemente. En este espectro de posibilidades, «movida» puede significar desde «disgusto» a una mera expresión de perplejidad o sorpresa, y será el contexto quien permita descifrar al receptor del mensaje el significado de la frase. A raíz de la aparición del fenómeno social juvenil que llamamos «movida» el término se ha substantivado adquiriendo la posición de comodín en el lenguaje coloquial y es que, en realidad, casi cualquier actividad humana puede tener como expresión, bien por afinidad verbal, bien por desplazamiento de significado, la palabra «movida».
Prieto Aguirre (1997) considera la movida como una fiesta propia de la sociedad de las últimas dos décadas, protagonizada fundamentalmente por los jóvenes, que se caracteriza por sus peculiares horarios -de media noche hasta bien entrada la madrugada-, la música con abuso de decibelios, las luces destelleantes y el consumo de alcohol. Prieto señala que la movida resulta una diversión desadaptada cuando algunos de los participantes muestran comportamientos asociales: desperfectos en el mobiliario urbano, abandono en espacios públicos de botellas vacías, etc. Además de estas diversiones asociales no es infrecuente encontrar, en el ámbito de la movida, diversiones autistas, que corresponden a las personas que pasan horas sin hablar con nadie, escuchando música y bebiendo alcohol.
En la última década en este contexto ha aparecido un fenómeno, no esencialmente nuevo pero sí con algunas características diferenciales: el botellón. Se aplica este término de forma más específica a aquella parte de la movida que se desarrolla en grupos, al aire libre, generalmente en espacios públicos, organizada por los propios jóvenes, con consumo de alcohol y otras bebidas que ellos mismos se encargan de comprar. Este fenómeno ha tenido su máxima expresión en los denominados macrobotellones celebrados en grandes ciudades, anunciados con antelación suficiente, generalmente a través de mensajes SMS y de Internet, en los que en algún momento los organizadores planeaban lograr récords de asistencia.
4.2.2. Principales componentes
Los elementos que componen esta cultura juvenil representada en la movida, como elemento festivo, son los siguientes:
1. La presencia de otros
La movida es un fenómeno colectivo: la presencia de otros es un elemento fundamental, el efecto de verse rodeado de gente con la que se crea, en opinión de Thornton (1996), una experiencia no de conformidad, sino de afinidad espontánea. Pero además, como señalan Gamella et al (1997), la movida, especialmente la que se desarrolla en lugares cerrados y amplios como discotecas, «tiene también aspectos de exhibición: vas a mirar y a ser mirado. Ver y que te vean, es un elemento central de la fiesta».
Las pandillas o grupos actuales se caracterizan (DGSP, 1966), a diferencia de las tradicionales (definidas por una mayor estructuración), por ser más abiertas, flexibles e informales, sirviendo de marco de encuentro e intercambio, al mismo tiempo que permiten a los jóvenes ir a su aire. Sus miembros suelen llegar juntos a los locales, pero allí muchas veces se dispersan durante la noche o van y vienen de un grupo a otro. En el caso del botellón, al tratarse generalmente de espacios públicos al aire libre en los que se reúnen varios grupos, se aprecia a lo largo de la noche un ir y venir continuo de los jóvenes de unos grupos a otros. El botellón es considerado por los jóvenes como un buen espacio para conocer gente y relacionarse.
Pero además hay una dimensión de ritual que se suma a la de pertenencia al grupo. En la revisión que Calafat et al, 2005, han realizado de los trabajos y artículos publicados sobre el fenómeno del botellón, se apunta que la mayoría, de estudios cualitativos que describen botellones en las distintas poblaciones españolas, muestran que es una actividad altamente ritualizada: los jóvenes se organizan y elaboran estrategias para crear ese ambiente, se convierten en entes activos de la fiesta. Parte de la emoción del botellón es la participación en crear las condiciones para practicarlo, esa participación activa es menor si la opción es una discoteca o un pub para pasar la noche.
En este marco, el habitual consumo de alcohol y la presencia de sustancias de síntesis y otras drogas, cumplen su papel como elementos de sociabilidad, ya sea como desinhibidores o como estimulantes. El efecto más señalado por los consumidores de éxtasis y similares (Lorenzo, 1997) es su capacidad para inducir un determinado estado emocional, caracterizado por la empatía, lo que produce una cierta expansión emocional, una sensación de intimidad con los otros y facilita una mayor capacidad verbal y de interacción. Martín et al (1997) señalan que, sin embargo, otras veces, los jóvenes citan la evasión como uno de los motivos para el consumo de drogas en este ámbito de diversión nocturna. No sólo como reacción ante situaciones de la vida cotidiana que representan un elemento de tensión, sino como vehículo de aislamiento del entomo (es como si fueses tú el único. Estás en la discoteca y es como si nada estuviese: no te importa la gente ni nada). Desde esta motivación, plantean ese aislamiento «como valor positivo en sí mismo, a través de la creación de un universo propio que se obtiene con más facilidad mediante el consumo de determinadas drogas». Olea y Prieto (1997) señalan que, con frecuencia, nos encontramos en este marco juvenil con el fenómeno de la diversión autista, diversión frustrada en cuanto no consigue su objetivo de evadirse del tedio, que corresponde a jóvenes que pasan horas sin hablar con nadie, escuchando música o bailando, sintiendo la soledad y el tedio rodeados de una masa de personas de la que permanecen aislados.
2. Los espacios. El protagonismo de la calle
Principalmente en las tres últimas décadas, han proliferado en nuestro país los legalmente clasificados como bares de categoría especial, que han utilizado de forma comercial la denominación de pub, disco-pub, café-bar, disco-bar, etc. Se han distinguido de los locales de otra época por su clara orientación a la clientela juvenil, tanto en horarios, como en el tipo de bebidas que se ofrecen y en las innovadoras decoraciones. Así, por ejemplo, podemos encontrar decoraciones temáticas simulando un ambiente medieval, una calle de ciudad, una cueva, una fábrica, una farmacia, etc. También han proliferado los ciber-bar en los que se ofrece a los clientes la posibilidad de utilizar Internet mientras se toma una consumición. Es frecuente que todos estos locales, adecuándose a las costumbres y horarios de los jóvenes, abran bien avanzada la tarde e incluso cerca de la medianoche y, en algunos casos, solamente durante el fin de semana. Gamella et al (1997) señalan que, en los últimos años, con el antecedente del fenómeno de los raves y el acid house, en España, al igual que en otros países, la «fiesta» ha generado espacios propios en macrodiscotecas, por lo común de origen industrial o postindustrial. Son, generalmente, locales espaciosos, casi siempre sin ventanas, decorados y animados con elementos psicodélicos (láser, proyecciones de hologramas, humos artificiales, etc.) y, habitualmente, con nombres que indican, en opinión de estos autores, su preferencia supranacional (generalmente en inglés), tecnofílica y futurista. Alrededor de algunos de estos locales se ha creado una auténtica industria del marketing, intentando facilitar la identificación de los jóvenes con el estilo de fiesta que allí se promueve: camisetas con eslogans, colores y logos identificativos, CD con la música que se suele oír en el local amenizada generalmente por la voz de animadores o DJ... En los últimos años son famosas, por ejemplo, las llamadas fiestas naranja de un local a varios kilómetros de Madrid, en las que los participantes no sólo siguen una estética naranja en el vestir sino que incluso adornan sus coches con decoración acorde y llegan a colorearse el pelo o el cuerpo de naranja para sentirse plenamente integrados en el ambiente de la fiesta, incluso desde antes de llegar a ella. En esta línea, ha aumentado el interés por extensos espacios de diversión nocturna al aire libre, más grandes y aislados que los del centro de la ciudad, adquiriendo gran popularidad entre los jóvenes las fiestas nocturnas al aire libre que, especialmente durante el verano, se organizan. Suele tratarse de extensos espacios de diversión al aire libre, con gran aforo y situados en las afueras de la ciudad, haciendo casi imprescindible el uso del coche en los desplazamientos. Curiosamente, en diversas ciudades, algunas de estas manifestaciones festivas tienen lugar en el marco de los campus universitarios. Según datos recogidos en la Encuesta Estatal sobre Drogas en Enseñanzas Secundarias 2004 (Delegación de Gobierno, 2005), el lugar de consumo habitual (respuesta múltiple) durante el fin de semana son los locales públicos en un 81 % de los casos, los espacios abiertos como calles o parques en un 47,5% de los casos y en casas en un 28,6% de los casos. La calle es un elemento importante de la movida, especialmente entre los más jóvenes ya que, aunque en algunos locales les venden alcohol, la mayor parte de los bares y discotecas les están vedados. De ahí proviene, en palabras de Comas (1994), «su empeño en ocupar la calle, en configurar un zoco, en el que pretender escapar de la observación de los adultos», a través de la masa y las fronteras simbólicas y físicas. Con la llegada del botellón la calle ha recobrado protagonismo. Los jóvenes argumentan que una de las razones para preferir este tipo de reunión es que pueden ahorrar dinero al comprar las bebidas en supermercados y así evitar lo que califican en numerosas encuestas como precios abusivos de la bebida en pubs y discotecas. Pero parece que el significado del fenómeno va más allá. En un estudio realizado en Madrid (Navarrete, 2004) la valoración que hacen los jóvenes de 14 a 17 años para ir al botellón son, puntuadas del 1 al 10, charlar con los amigos (9, l), tener un espacio propio (7,7), consumir alcohol (7,4), conocer gente (7,2), coger el «punto» antes de ir a un local (6,9) o ligar (5,9). En los últimos estudios realizados parece que el papel del precio de las bebidas tiene más peso en capitales como Madrid o Barcelona, en las que los precios de las bebidas alcohólicas en los locales nocturnos suele ser superior. En un estudio realizado en Cáceres (Domínguez, 2001), el 60% de los jóvenes encuestados señalan exclusivamente que les gusta hacer el botellón porque va con sus amigos/as. Un 23,7% amplía su respuesta y dicen que les gusta el botellón porque «conocen gente nueva, van con sus amigos/as y porque beben alcohol» Parece, por tanto, que entre los argumentos de los jóvenes para justificar el botellón tiene un peso importante la idea de la relación con el grupo de iguales --con su «pandilla»-, así como la búsqueda de nuevos vínculos sociales que acompañen la diversión, en ese ir y venir de un grupo a otro del que ya hemos hablado. La calle, el consumo de alcohol y quizás el de otras drogas, vuelven a aparecer como elementos socializadores en el comportamiento social juvenil.
La calle tiene, en suma, su especial protagonismo, como elemento referencial de muchos de los comportamientos juveniles; en opinión de Martín et al (1997), «por lo que significa su ubicación y la variopinta y vital peripecia diaria que en ella se desarrolla, es el enganche directo con la comunidad en la que la propia calle se inscribe en calidad no sólo de escenario sino de cauce obligado para la acción y para el encuentro, y es por ello por lo que acaba siendo un referente, necesario y consistente, de condicionamiento comportamental, por encima ya de la propia familia».
En cuanto a los pubs, la proliferación de los mismos ha tenido, en la mayor parte de las poblaciones, un carácter preferentemente zonal, lo que le ha otorgado a la calle otro valor más: el de ser el nexo de unión entre locales colindantes o muy próximos que conforman las denominadas «zonas de marcha», en las que los jóvenes entran y salen de un local a otro, en muchas ocasiones con la bebida en la mano. La calle se convierte así en una prolongación de los locales, donde el espacio abierto facilita, como en el caso del botellón, la observación y la exhibición, el encuentro entre grupos de gente proveniente de los distintos locales e, incluso, la comunicación, al no estar tan inmersos en el ambiente musical.
Precisamente en algunos planes municipales sobre drogas se han ido adoptando medidas para intentar evitar el efecto aditivo de los locales, por ejemplo, estableciendo un mínimo de distancia entre las puertas de acceso de los nuevos locales que soliciten licencia de apertura.
Pero si hasta ahora habíamos oído quejas sobre la repercusión en el vecindario de las denominadas «zonas de marcha», nada de esto es comparable a la repercusión mediática que los macrobotellones han tenido en este sentido. Hasta tal punto que el debate social y mediático, más que en las consecuencias del consumo de alcohol y en las posibilidades de acceso al mismo de los menores, se ha centrado frecuentemente en el ruido, en los desperfectos causados y en la intervención policial en las zonas donde el botellón tiene lugar. Como consecuencia las propuestas sociales y políticas, generalmente de carácter municipal, ante este fenómeno han tenido frecuentemente un enfoque de problema de orden público, si bien necesario, claramente insuficiente si lo que queremos es abordar el problema de fondo: el incremento y los cambios en las tendencias del consumo de alcohol entre los jóvenes. En este sentido, destaca el hecho de que algún ayuntamiento esté planteándose la habilitación de un botellódromo para evitar que en la ciudad haya varios puntos con botellones, lo que causa más molestias en los vecinos y más daños en mobiliario urbano. En marzo de 2006 se produjeron varias convocatorias de macrobotellones en diversas ciudades españolas: en algunas se contó con la autorización e incluso la colaboración del ayuntamiento; en otros casos se tomaron medidas para evitarlos. Los comerciantes de Ciutat Vella cifraron en cerca de 200.000 euros los daños causados por los actos vandálicos protagonizados por una serie de jóvenes, tras haberse evitado la realización de un macrobotellón en la Rambla del Raval. Sin duda, estamos ante un problema de difícil solución y que, a buen seguro, debe contemplarse desde un enfoque multidisciplinar. Los datos que maneja el Ministerio de Sanidad son preocupantes: apuntan que la edad de inicio en el consumo de alcohol se sitúa en los 13,7 años, que el 64% de los menores de 18 años consume alcohol de forma regular y que el 34,8% reconoce haberse emborrachado en el último mes. El Gobierno está preparando actualmente un anteproyecto de ley para prevenir y reducir el consumo de alcohol entre los menores de edad: una ley antialcohol en la que destaca el hecho de que vender alcohol a menores será considerado como una falta muy grave y que se prohibirá el consumo en las vías y zonas públicas.
3. La música
La música es parte importante de la ambientación de un local y, en gran medida, va a condicionar su tipo de clientela. En las discotecas es habitual el predominio de la música techno y los derivados de ella que han ido apareciendo en la última década. En muchos casos, el disc jockey o pinchadiscos adquiere, como señalan Bobes et al, 1997, un innegable protagonismo de cierto carácter ritual, convirtiéndose en el director de la fiesta a través de la secuencia de música, de los cambios de tono o de ritmo, de la superposición de sonidos, dirigiéndose con frases estimulantes al público, etc. En los pubs juveniles, este tipo de música suele alternarse a lo largo de la noche con otros estilos musicales, entre los que tienen cabida los ritmos latinos y la música española. Es frecuente la identificación de un local con un tipo de música y con una estética, lo que va a determinar el tipo de clientela e incluso, en los últimos años, la nacionalidad de la misma.
Thornton (1996) señala que las subculturas y estilos juveniles tienden a ser subculturas musicales. Así nos encontramos en la actualidad, como describen Gamella et al (1997) «con un amplio grupo de músicas y estilos que sirven de sintonía a muchas formas distintas de expresión y ocio juvenil». De este modo, en los últimos años, han surgido multitud de estilos o subestilos de la denominada dance music o «música de baile» (trance, hardcore, happy-hardcore 4 beat, jungle, ambient, dub, etc.). Estos autores subrayan la rapidez con la que se produce actualmente la extensión de las corrientes musicales, ya que elementos de consumo transnacional, como los CD, «viajan más deprisa y más lejos que los intérpretes y contribuyen a la globalización de sonidos y estilos a gran velocidad, a la mutualidad de estilos y culturas juveniles». Actualmente, con las posibilidades que brinda Internet y los distintos formatos en los que se almacena la producción musical, la difusión es aún más rápida y mucho más globalizadora.
4. La ubicación temporal
Esta cultura juvenil de la fiesta y los comportamientos a ella asociados, tienen una ubicación temporal definida, pues se desarrollan, fundamentalmente, durante los fines de semana, que representan, tras cinco días de estudio o de trabajo, el espacio de las otras conductas. Martín (1997) señala que los jóvenes organizan su vida y su tiempo alrededor de la dualidad día «festivo-tiempo de ocio» frente a «día laborable-tiempo ocupado» y tanto es así que las actividades que realizan voluntariamente en los días de semana, son consideradas por los jóvenes como «obligaciones libremente adquiridas para su propia formación», bien sea intelectual (clases de inglés, de música, de informática) o física (baloncesto, fútbol...). De forma opuesta, el tiempo de ocio de los fines de semana «es percibido como algo suyo, un espacio temporal en el que se rompen los moldes y patrones que han ido manteniendo durante toda la semana, y se configura una identidad propia en la que, casi siempre con el grupo de amigos, ellos son los protagonistas».
El fin de semana es el ámbito temporal de la movida y se quiere vivir con intensidad: limitando, o incluso anulando, los periodos de sueño o de descanso. En este sentido, Olea (1997) apunta que la diversión, entendida como huida y separación del universo cotidiano, a diferencia del descanso, no libera de la fatiga, sino preferentemente del tedio. Con ella, se busca un mundo contrario al mundo de cada día y en esta búsqueda pueden seguirse caminos distintos: «Se puede buscar cambiando el ritmo y el horario, trasnochando para ir de copas hasta la madrugada o integrándose en la ruta del bakalao».
Pero en este ámbito juvenil de diversión nocturna, no es suficiente con «estar», hay que hacerlo con energía, tener lo que en este contexto se denomina marcha y que es definida por Gamella et al (1997) como: «Un tipo de estimulación social, emprendedora e instrumental que es uno de los elementos centrales de la noche». Expresiones como «durar», «aguantar», «resistir» o «no rajarse», son habituales en este entorno, de tal modo que la necesidad de continuar cuando los pubs y las discotecas cierran, dio lugar a la aparición de un nuevo tipo de locales que abren al amanecer: los denominados after hours, algunos de los cuales (Capdevila, 1995), para evitar problemas con la policía municipal, cuentan con permiso de croissantería o cafetería, lo que les permite abrir a primeras horas de la mañana, cuando las discotecas cierran.
Las salidas del fin de semana suelen tener un prólogo en las noches de los jueves, en las que es frecuente encontrar fiestas, muchas de ellas con descuentos en la bebida, especialmente dirigidas a los estudiantes. Las tradicionales excursiones de fin de curso o de paso del ecuador suelen ser financiadas, en mayor o menor medida, por los porcentajes de ventas de bebidas o de entradas de las fiestas de los jueves que los locales organizan en colaboración con los estudiantes, que dejan así de ser sólo consumidores, para pasar a ser copartícipes de la organización.
En el ámbito de la movida, existe también una alteración del orden del tiempo «establecido» de modo que la noche cobra protagonismo. De algún modo, los jóvenes desarrollan cierto sentido de posesión sobre la noche, además, como describen Castells y Silber (1998), la noche está investida de un espléndido ritual iniciático: ser niño implica, entre diversas obligaciones específicas, tener que irse pronto a la cama. En consecuencia, como señalan estos autores, un rito de paso de la adolescencia significa conquistar el derecho a dominar la hora de recogerse en casa por la noche.
5. El consumo de alcohol y otras sustancias
El alcohol es, con diferencia, la sustancia psicoactiva de abuso más extendida entre los jóvenes españoles: el consumo es, fundamentalmente, de fin de semana encuadrándose en el tiempo de ocio. Se bebe especialmente por la tarde/noche, fuera de casa y, fundamentalmente, en el grupo de iguales. La Declaración de la OMS (2001) sobre Jóvenes y Alcohol señala con preocupación que las principales tendencias en los patrones de consumo de alcohol entre los jóvenes se caracterizan por la mayor experimentación entre los niños y el aumento de los consumos de alto riesgo como binge-drinking (consumos excesivos en cortos periodos de tiempo) y de las «borracheras», especialmente entre adolescentes y adultos jóvenes, así como en la mezcla de alcohol con otras sustancias (policonsumo).
En el estudio realizado en Madrid por Navarro et al (1998), los escolares madrileños presentaban una media de consumo de alcohol de 3,77 ml (6,09 ml si consideramos sólo a los bebedores) en día laborable y domingo, mientras que el viernes aumentaba a 38,87 ml (62,77 si consideramos sólo a los bebedores) y el sábado a 52,45 ml (84,72 ml si consideramos sólo a los bebedores). Como puede apreciarse, la diferencia en las medias de laborables-domingo y viernes- sábado es grande, a diferencia de lo que ocurre en el conjunto de la población donde la diferencia, según los datos del estudio, es moderada. Similares diferencias encontrarnos en los datos obtenidos en la Encuesta sobre Drogas en Población escolar de 2004 promovida por el Plan Nacional sobre Drogas (Delegación de Gobierno, 2005). Para Comas (1994), esta pauta de consumo, adoptada en los años 80, guarda estrecha relación con las dificultades en el proceso de emancipación personal: «Mientras se depende o se vive con la familia de origen el consumo es esencialmente de fin de semana; cuando los jóvenes se independizan y crean su propia familia beben algo más, pero lo distribuyen a lo largo de la semana».
Otra de las características de estas nuevas formas de consumo es la gran variedad de nombres, mezclas y continentes utilizados. De estos últimos, dos de los más usados son: los minis, que son vasos, generalmente de plástico, de 1l de capacidad que puede llenarse de cerveza, calimocho (vino mezclado con refresco de cola) o cualquier otra mezcla; y los chupitos, que son vasos de muy pequeña capacidad, en tomo a los 4 cl. que suelen llenarse con mezclas de diversas bebidas que adquieren, por su color o sus propiedades, nombres como cerebrito, quitapenas, cucaracha, golpe, etc., aunque cualquier combinación es posible.
Según datos de la Encuesta Estatal sobre Drogas en Enseñanzas Secundarias 2004 (Delegación de Gobierno, 2005), realizada a jóvenes de entre 14-18 años, las bebidas alcohólicas más extendidas en fines de semana son los combinados/cubatas (58,4% los había consumido algún fin de semana en los 30 días previos). En segundo lugar se sitúa la cerveza (34,1 %) y a continuación los licores fuertes, el vino y los licores de frutas. En cambio, en días laborables la bebida más extendida fue la cerveza, seguida de los combinados/cubatas.
En cuanto a las bebidas no alcohólicas, son consumidas por los jóvenes numerosas variedades de refrescos carbonatados y zumos que, de forma creciente, con múltiples sabores y colores, van apareciendo en el mercado, algunos de ellos presentados con variedad baja en calorías o ligth. También es frecuente el consumo de agua embotellada que, si bien durante una época se asoció al consumo de drogas de diseño, parece haberse desligado. En la actualidad, la mayoría de los consumidores mezclan las «pastillas» con otras sustancias psicoactivas, sobre todo con alcohol, tabaco y cannabis. El aumento del consumo de agua estaría favorecido por los mismos motivos (fundamentalmente de índole estético-dietéticos) que el creciente consumo de bebidas light entre las que se le encuadra por los jóvenes.
En España han adquirido cierta difusión, a partir de los años 90, especialmente en locales de diversión nocturnos, las bebidas energéticas. Son bebidas de diseño, cuya composición es una combinación variable de vitaminas, cafeína, ginseng, taurina, etc. Nacieron (Delgado, 1996) en San Francisco en los años 80 impulsadas por la moda del culto al cuerpo. De allí pasaron a Europa obteniendo gran difusión en el Reino Unido, Alemania, Austria, Suiza y Holanda. Utilizando nombres comerciales que hacen referencia a la energía o el estímulo, como Reanimator, Explosive o Red Bull (toro rojo), a estas bebidas se les ha atribuido, en su lanzamiento comercial, capacidad para estimular el sistema nervioso, aliviar el estrés, incrementar la resistencia al cansancio y potenciar los estados de vigilia e, incluso, se han recomendado comercialmente como «eficaces contra la resaca».
Ha surgido también una nueva generación de bebidas inteligentes o elegantes (smart drinks), en cuya elaboración se utilizan aminoácidos, sales minerales, vitaminas, plantas exóticas y productos naturales como la jalea real. Tienen un sabor de características similares a los refrescos pero se ofertan como más naturales en su composición, dirigiéndose su comercialización, preferentemente, en palabras recogidas en prensa nacional (Peña, 1995), a «gente joven y sana, dispuesta a innovar sin dejar de divertirse, personas preocupadas por su alimentación, amantes de los productos dietéticos y naturistas y abstemios convencidos».
El ocio constituye un marco donde, como recuerda Elzo et al (1996), pueden llevarse a cabo con una mayor probabilidad determinados comportamientos de riesgo y, en este sentido, es sobradamente conocido que el consumo de alcohol ocupa, un lugar importante entre las pautas de comportamiento social de los jóvenes. Si hablamos del botellón, el alcohol está presente en cualquier dimensión desde la que lo abordemos. Como señalan Calafat et al (2005), los estudios realizados en nuestro país, casi todos de ámbito local, confirman que la gran mayoría de los participantes en los botellones consumen alcohol, tanto si se trata de menores de edad como si no lo son. A pesar de la diversidad de contextos investigados, de metodología o de objetivos de los diferentes trabajos, los resultados obtenidos en los mismos respecto a la incidencia del consumo y el lugar que ocupa el alcohol en este estilo de diversión, son similares (entre el 85% y el 91 % -según distintos estudios- de los participantes en el botellón consumen habitualmente alcohol).
Según datos del Plan Nacional sobre Drogas (Delegación de Gobierno, 2005), los patrones de consumo de drogas ilegales son similares a los del con- sumo de alcohol en cuanto al patrón de fin de semana. El cannabis es la droga ilegal más consumida entre los estudiantes de 14-18 años, de los que un 42,7% ha consumido alguna vez en la vida, un 36,6% en los últimos 12 meses, un 25,1 % alguna vez en los últimos 30 días y un 1,3% había consumido 20 días o más en el último mes. Pero la sustancia que ha mostrado el aumento más importante en su prevalencia ha sido la cocaína: en el periodo 1994-2004 su prevalencia se ha multiplicado por entre 3 y 5 dependiendo del indicador que se considere. La tendencia en el consumo de las drogas de diseño ha sido irregular pero podemos hablar de un descenso desde el año 2000. Las anfetaminas y los alucinógenos presentan por lo general un consumo esporádico, con una tendencia en los últimos años al descenso o la estabilización pero aumentando la edad de inicio en el consumo de los mismos.
Las sustancias más vinculadas al entorno de los bares de copas y las discotecas son, además del alcohol, fundamentalmente el cannabis y la cocaína, y de forma más esporádica las drogas de síntesis y los alucinógenos. Su consumo se inicia con frecuencia con anterioridad a la llegada al lugar de diversión, con el objeto de que una vez allí, se haya alcanzado ya el efecto que se desea. En el caso del botellón, el consumo de alcohol se asocia de forma prioritaria al consumo de cannabis pero cuando, tras finalizar éste, los jóvenes se trasladan a discotecas o pubs, se inicia el consumo de otras drogas, fundamentalmente cocaína.
6. Los desplazamientos
Para la mayoría de los jóvenes, el coche no es sólo un instrumento, también es un símbolo. Folb (1997) apunta que «los automóviles no sólo proporcionan movilidad y prestigio, sino que se convierten en entornos totales por sí mismos, son, literalmente, hogares móviles». La proliferación, especialmente en los últimos cinco años, de la cultura del tuning es una prueba de ello. Y así parece ser especialmente para los jóvenes, de modo que sus coches suelen llevar potentes equipos de sonido que les permiten escuchar su música preferida con un volumen considerable e, incluso, suelen transportar en el maletero bebidas para autoconsumo. Los coches se convierten frecuentemente en bares rodantes.
Martín et al (1997), señalan que «la competitividad, la aventura, el vértigo y el azar van a conciliarse con formas gregarias de realizar el ocio en los lugares públicos, instalando músicas y bares en los propios coches, sobre los que apurar, entre ritos grupales, calimochos y litronas». En esta línea, Gamella et al (1997) subrayan el hecho de que los jóvenes con sus coches crean a menudo en parkings, descampados o plazas, con la música que sale de sus altavoces y su baile, un espacio que prolonga el interior de los locales cerrados y señalan que, en su opinión, estos desplazamientos en coches «llenos de música» tienen antecedentes en la cultura driving o parking americana: «Aquellas prohibiciones del cruising y del joyriding, el deambular en automóvil oyendo música por la radio y realizando una socialización sobre ruedas que alarmaron a las autoridades norteamericanas de los cincuenta, se han convertido en nuevo crimen juvenil en el Reino Unido en los noventa, produciendo también en nuestro país alarma social y pánico moral como los generados por las famosas rutas del bakalao».
Según datos de la Dirección General de Tráfico, más de un 70% de los jóvenes se desplazan en coche o en moto durante el fin de semana por razones de ocio (Navarro, 1992). A pesar de la cercanía entre los locales en las denominadas zonas de marcha, para poder continuar con la diversión cuando éstos cierran, frecuentemente es necesaria la utilización de vehículos para los desplazamientos, pues, como hemos señalado anteriormente, en muchas ciudades, los locales «de última hora» suelen ser discotecas ubicadas en la periferia. Por otro lado, son frecuentes, entre los jóvenes de los pueblos, las salidas nocturnas durante los fines de semana a pueblos limítrofes o a la capital de provincia.
Pero estos desplazamientos están ligados a una alta siniestralidad. En un estudio publicado recientemente por el RACC (2006), se señala que en España durante el año 2004 murieron 1.547 jóvenes de 15 a 29 años en accidentes de tráfico, 9.220 resultaron heridos graves y 47.703 resultaron heridos leves. Los jóvenes representan alrededor del 33% del total de fallecidos en accidentes de tráfico en nuestro país, y alrededor del 40% del total de heridos. La tasa de fallecidos jóvenes en España en 2004 se sitúa entre las más altas de la Unión Europea, sólo superada por Austria, Luxemburgo y Francia. Prácticamente duplica a Suecia y a Holanda, dos de los países europeos líderes en seguridad vial. En este sentido habrá que esperar a las posibles repercusiones que la reciente instauración del carnet por puntos pudiera tener en España.
En el citado estudio se señala que los accidentes con participación de conductores jóvenes ocurren habitualmente en el fin de semana, más frecuentemente en sábado de madrugada, durante el regreso de actividades de ocio. El 60% de los accidentes con víctimas mortales de 15 a 29 años ocurren de viernes a domingo y de ellos, la mitad tienen lugar entre las doce de la noche y las seis de la madrugada.
La experiencia resulta determinante en la accidentalidad de los jóvenes: estudios internacionales apuntan que, con sólo un año de experiencia, la probabilidad de sufrir un accidente se reduce a casi una quinta parte en comparación con la probabilidad que hay recién obtenido el carnet de conducir. No obstante los factores que más inciden en los accidentes son: conducir habiendo ingerido alcohol, superar los límites de velocidad permitidos y conducir de forma temeraria. Las infracciones que los jóvenes refieren cometer con mayor frecuencia son: sobrepasar los límites de velocidad (33,7%), conducir con la música elevada (32%), conducir cansados (26%) y hablar por el móvil (23%).
En esta encuesta del RACC se les pidió a los jóvenes que valorasen de 0 (nada) a 10 (mucho) los temas que más le preocupan. Curiosamente, un aspecto vinculado a la movilidad, como es disponer de carnet de conducir, se sitúa entre las tres principales prioridades de la juventud española: las relaciones con los amigos (8,18), disponer de carnet de conducir (8,15) y el acceso a la vivienda (7,97). Un 62% de los jóvenes tienen carnet de conducir y un 8.0% afirma disponer de coche habitualmente. Es el medio de transporte más utilizado por los jóvenes, seguido de cerca por él transporte público, pero durante el fin de semana, y especialmente durante las noches de los mismos, el uso del coche aumenta.
En suma, todos estos datos no hacen sino alertamos de un problema en el que, dada su complejidad, se hace imprescindible un abordaje desde distintos frentes: medidas legislativas, campañas de prevención, mayor accesibilidad al transporte público durante las noches de los fines de semana, implicación de las familias, intervención en el ámbito educativo, participación de los medios de comunicación... y, por supuesto, una toma de conciencia por parte de los propios jóvenes.
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Sin duda, el lema de esta XXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, es uno de los más claros y concretos de los últimos años: «El sacerdote y la pastoral en el mundo digital: los nuevos medios al servicio de la Palabra». En esta colaboración, no voy a resumir el mensaje papal ni siquiera a glosarlo de forma directa. Más bien haré una relectura, desde una clave: la educación del presbítero para hacer posible esa nueva pastoral que se nos pide en la evangelización de la cibercultura.
Educar al sacerdote para la pastoral de la cibercultura2
Mons. Raúl Berzosa
Se trata de un tema sobre el que he venido escribiendo y reflexionando en diferentes foros culturales y eclesiales. Volver una vez más sobre ello, tal vez logre abrir pistas de futuro para seguir caminando con esperanza.
Desde el comienzo vayan por delante algunas frases del Magisterio Católico, lacerantes como dardos: «Cuando los padres conciliares estaban dirigiendo su mirada hacia el futuro... Reconocieron especialmente que los desarrollos de la tecnología de las comunicaciones, con toda probabilidad, iban a provocar reacciones en cadena de consecuencias imprevisibles» (Juan Pablo II).
No cabe duda de que «los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para sus comportamientos individuales, familiares y sociales» (Redemptoris missio, 37).
Y finalmente, «surge el difícil interrogante de si estamos en el umbral y comienzo de una era totalmente nueva en las comunicaciones sociales, y asimismo de si se trata de unas comunicaciones que influyen no tanto cuantitativa como cualitativamente» (Communio et Progressio, 181).
Verdadera revolución copernicana
Precisamente, corroborando estas sospechas, se ha podido escribir: «Vivimos en la realidad de la sobre-información... Las fuentes de información ya no son sólo ni principalmente los libros... ya no educan sólo los padres o la escuela... el maestro no es ni único ni principal transmisor de los saberes... Asistimos a una verdadera revolución copernicana: la revolución mediática, apoyada por factores convergentes como la urbanización y los procesos industriales» (F. Vílchez Martín, sociólogo).
¿Cómo se puede, entonces desde las premisas anteriores hacer realidad lo que ya en el Concilio Vaticano II (en Inter mirifica, n. 15) se pedía urgentemente en una doble vertiente:
1. Que las nuevas tecnologías se utilizasen como plataformas d evangelización;
2. Que se forme oportunamente a los sacerdotes para que sean expertos en dichas tecnologías y puedan evangelizar?
La respuesta a estos dos urgentes interrogantes será la coordenada que vertebrará la presente colaboración.
Formar al presbítero en la antropología mediática
¿Qué significa educar «en, con y para» la era mediática, para la cibercultura? A la hora de responder, en un primer momento recordamos que lo que está en juego es educar para hacer posible la pastoral de la cultura en los medios de comunicación, con el fin no sólo de servirnos de los medios para evangelizar, sino de integrar el mensaje cristiano en la cultura mediática para así romper y salvar la ruptura o abismo entre la Fe y esa misma cultura. Estamos hablando, en este sentido, de un doble y necesario movimiento: educar evangelizando y evangelizar para educar, hasta «que el mensaje cristiano penetre en las conciencias, se pose en el corazón de cada hombre, y suscite una adhesión y un compromiso» (Evangelii nuntiandi, 45).
Si la Iglesia ha contemplado hasta ahora los medios en clave educativa, ahora contemplará la educación en clave comunicativa. Para ello, sigue siendo válido el doble camino de que «los medios hacen a la persona, y la persona hace a los medios». Y este otro axioma: «Comunicar para evangelizar; y hacer del evangelizador un comunicador». Nos encontramos en plena revolución multimedia. PC ya no significa «Partido Comunista» sino «Personal Computer». Todo un paradigma del cambio revolucionario. Un tiempo de promesas y de peligros.
El automóvil reemplazó a la diligencia; el fax, al télex y al correo. La realidad digital-virtual, supera a la misma realidad real. Ha desaparecido hasta el tiempo y el espacio como referentes aparentemente firmes y seguros. La sociedad digital-virtual hunde sus raíces en una nueva antropología: «el homo videns» u hombre de la cultura de la imagen.
Las nuevas tecnologías están cambiando nuestra mente y corazón. El hombre y la mujer de hoy, en el mundo de las nuevas tecnologías, no se sitúan como un espectador privilegiado que pueda permanecer en la orilla del río contemplando desde fuera la corriente. Está inmerso en medio de la corriente. Y es bueno, y deseable, que se dé cuenta de dónde viene el agua y hacia dónde se encamina.
El mundo digital se desarrolla a partir de tres fundamentos tecnológicos: los microprocesadores (diminutos, pero potentes cerebros artificiales), la transmisión óptica de datos (que permite que la información camine a la velocidad de la luz) y los sistemas de comprensión y codificación de señales digitalizadas (hoy, el sistema es el binario). Cables, satélites artificiales y otros artilugios, aún por nacer, serán el sustento base de esta misma realidad digital.
Las empresas ya no son organizaciones jerarquizadas sino multinacionales interconexionadas en forma de red. El aprendizaje continuado y la formación permanente se han convertido en actitudes necesarias de por vida. Con frecuencia, una visión mercantilista provoca la concentración en verdaderos oligopolios mediáticos, apoyados por tutelas políticas afines, que imponen sus líneas ideológicas y dificultan el ejercicio real del derecho de información para los más débiles.
En forma de decálogo, volvemos a señalar algunas sencillas reflexiones que delatan la «nueva antropología» aludida, y no sólo los nuevos valores, a cuyo nacimiento estamos asistiendo, y que requieren un adecuado planteamiento en la acción educativa, catequética y pastoral del presbítero de hoy:
1. Las nuevas tecnologías de comunicación acentúan el presente (presentismo). «lo mejor está en el presente; el futuro será más y mejor de lo mismo». Hemos llegado al fin de la historia, al último hombre, como diría el neoliberal Fukuyama.
2. Las nuevas tecnologías di comunicación logran borrar las barreras entre lo real y lo virtual Hasta la chica o el chico ideal, el príncipe o la princesa azul, se pueden fabricar en Internet (Ejem. Programa «Second Life»).
3. Las nuevas tecnologías rompen la barrera del tiempo cronológico. En ellas, con ellas y por ellas se puede recuperar el pasado, «regresar al futuro», instalarme en el presente o crear, interactivamente el futuro. ¿Cuál es el tiempo realmente vivido?
4. Las nuevas tecnologías favorecen y propician una comunicación rápida y simultánea, un intercambio de información vertiginosa No queda espacio para la reflexión ni se valora el discernimiento sosegado. Nos vive la vida. Recordamos las palabras atribuidas a Elliot: «Hemos perdido la sabiduría por la mucha especialización; ésta por la mucha información». Y además, te introducen en redes de comunicación donde tu persona, y con ello tu intimidad, no se sabe muy bien en manos de quién está (Ej. Facebook o Tuenti).
5. Las nuevas tecnologías abren inmensos e insospechados campos lúdicos. Se experimenta la vida como un juego, donde, en jerga freudiana, el yo-niño prevalece sobre los demás. ¿Estaremos condenados a ser una sociedad de eternos adolescentes?
6. Las nuevas tecnologías producen la sensación de la temida prepotencia, del poder abarcar todo y en todos los campos. Los medios refuerzan el individualismo y el marcado endiosamiento narcisista.
7. Las nuevas tecnologías estimulan a la prisa por los resultados. En el mínimo tiempo, los máximos resultados. Hombres y mujeres de hoy esperan y desean éxitos y satisfacciones inmediatos, a costa de lo que sea (síndrome del drogadicto y del invernadero).
8. Las nuevas tecnologías nos hacen ver que todo es caducable e intercambiable. Vivimos historias cortas que apenas dejan huella.
9. Las nuevas tecnologías, aparentemente abren horizontes cosmopolitas («la aldea global»), pero en realidad contribuyen a crear un mundo doblemente dual: por un lado, los conectados y los no conectados a la gran red; y, por otro lado, entre los conectados, los de primera categoría (los ricos) y los de segunda (que sólo participan de las migajas tecnológicas). Los hombres del primer mundo, sin darse cuenta, están contribuyendo, en un mundo globalizado, a asentar la terrible sociedad de los tres tercios: los integrados, los empobrecidos, y los excluidos.
10. Las nuevas tecnologías favorecen un mundo inmanente, donde el misterio y lo transcendente no tiene cabida, en el sentido profundo de la palabra. Dios, a lo sumo, queda en la «despensa» del disco duro, prisionero de una tecnología chata y miope.
Al finalizar este decálogo resuenan inevitablemente algunas palabras de la Instrucción Aetatis Novae, 7: «La fuente de determinados problemas individuales y sociales reside en el progresivo uso de los medios de comunicación en sustitución de las relaciones interpersonales y en la considerable dedicación prestada a los personajes de ficción que presentan. Los medios de comunicación no pueden reemplazar el contacto personal», y, añadimos, el contacto con la realidad. Y, entonces, nace un nuevo interrogante: «¿Qué pastoral podemos realizar?»
Educar para los nuevos retos tecnológicos
Para afrontar los retos destacados en el apartado anterior, como punto de partida, el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 2496) nos advierte de que «los medios de masas pueden engendrar cierta pasividad en los usuarios, haciendo de éstos, consumidores poco vigilantes de mensajes o espectáculos. Por ello deben formarse una conciencia clara y recta».
Y nuestros obispos nos recordaban que los consumidores tienen un grado de responsabilidad en su educación en cuanto que deben despertar y ejercer «un sano y maduro sentido crítico» que, para los católicos, debe estar guiado por la doctrina de la Iglesia (La familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad, n. 152).
Y ahora sí, con toda su fuerza y crudeza, nos preguntamos, «¿qué es educar-formar al presbítero en este mundo nuevo y mediático?»
El rico magisterio papal contemporáneo, ya en 1963, entendía el sentido de la educación-formación en los medios de comunicación (también para el presbítero) de la siguiente manera: «Hay que servirse de los medios de comunicación social para predicar a los hombres el mensaje de salvación y enseñarles el recto uso de dichos medios... Corresponde a la Iglesia el derecho natural de usar y poseer todos los instrumentos de este orden, en cuanto sean necesarios o útiles para la educación cristiana» (Inter Mirifica, 3).
Años más tarde, en 1971, la Instrucción Pastoral Communio et Progressio (nn. 6-7), completaba y concretaba aún más: «Los medios de comunicación deben ordenarse a revelar los interrogantes y esperanzas de la sociedad humana, a darles respuesta y a que los hombres se unan más estrechamente... Los medios de comunicación deben estar al servicio de la dignidad del hombre y apoyarse en los principios morales». Los católicos deben persuadirse de que sirviendo a la comunicación social con los medios más modernos sirven también al hombre.
Destaquemos, llegados a este punto, que educar-formar en comunicación social, para una pastoral eficaz, no es sólo aprender a conocer, a hacer y a convivir, sino aprender a «ser», desde la propia identidad y misión, en nuestro caso, presbiteral. Más aún, educar para una nueva pastoral en los medios de comunicación es educar «en y para la verdad, y en y para la comunión» y hacer visible toda la carga mística y de potencial humano que comporta el misterio cristiano.
Como consecuencias operativas de una buena educación pastoral en los medios de comunicación serán, al menos, la defensa de la vida, la promoción de los valores humanos, culturales y familiares, y la propuesta de modelos de vida que encarnen dichos valores.
Si llegados a este momento se nos vuelve a preguntar qué es educar pastoralmente en medios de comunicación, en sentido humanista y cristiano, y sobre todo para el presbítero, sin reparos tomamos prestadas las palabras de la Instrucción Aetatis Novae (nn. 7-11), traduciéndolas de la siguiente manera: educar para una nueva pastoral es situar los medíos de comunicación social al servicio de las personas y de las culturas; al servicio del diálogo con el mundo actual; al servicio de la comunidad humana y del progreso social; al servicio de la comunión eclesial; y al servicio de una nueva evangelización.
Educación del presbítero en medios de comunicación
Según un documento de la Congregación para la Educación Católica, dirigido a los Seminaristas, y fechado en 1986 (Orientaciones sobre la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los instrumentos de la comunicación social), se deben complementar y promover tres niveles:
Nivel de base: formación básica y elemental para todos los receptores. Como fines, despertar el sentido crítico y ético, dando a conocer la naturaleza específica de los medios y qué estructuras económicas, políticas o ideológicas los sustentan. Este nivel correspondería a parroquias, ERE, catequesis, escuelas de padres, etc. Y se deben elaborar, para la formación, materiales didácticos como: publicaciones, páginas Web CDs, Vídeos, etc.
Nivel pastoral: adiestrar en el uso correcto de los medios, saber utilizarlos para la evangelización y ser formadores-educadores de otros usuarios. Aquí se integran lo! agentes de pastoral cualificados
Los soportes y materiales pedagógicos y didácticos serían los mismos del nivel base, adaptados para este nuevo nivel.
Nivel de especialización: formar en sentido y valores cristianos a los profesionales de los medios. Como fines, empapar todos los ámbitos sociales del humanismo y de los valores, de la moral y del misterio cristiano. En este nivel se incluyen las Escuelas de Formación Cristianas, los Centros Superiores, las Delegaciones Diocesanas y todos los centros de Formación Permanente. Los soportes y materiales pedagógicos y didácticos serían los mismos, adaptados para este tercer nivel, en orden a pasar “de ser evangelizados a evangelizadores”.
El presbítero, agente educador en mass media
Por lo dicho anteriormente, es notorio que corresponde a los pastores, principalmente a los obispos y presbíteros en sus diócesis y parroquias, el deber de formarse y saber utilizar los medios de comunicación social para poder educar en los mismos, en clave pastoral- evangelizadora (Inter mirifica, 3; 13; 20).
A los presbíteros, como educadores y pastores, se les solicita aún algo más: no sólo comunicar sino testimoniar a Cristo. Para ello es necesario encontrarse personalmente con El a través de la oración, los Sacramentos y la Palabra. Así como estudiando la doctrina cristiana y sirviendo a la humanidad (cf. Mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones del año 2000). Y a ello contribuyen también las nuevas tecnologías.
Como a otros comunicadores cualificados, se solicita que los presbíteros no se guíen por la tentación del dinero o por el ansia de la popularidad y de la fama; sino que deben cuidar la atención a la pluralidad de usuarios y la calidad de los productos (Communio et Progressio, 73-75). Son mediaciones necesarias, unido a la gratuidad generosa, para una correcta pastoral.
En cualquier caso, las nuevas tecnologías, para los presbíteros, representan una nueva «frontera de la misión evangelizadora de la Iglesia», en una doble dirección:
a) por un lado, para educar en un sentido crítico, en la pasión por la verdad como defensa de la verdadera libertad; en el respeto a la dignidad de la persona; en la elevación de la auténtica cultura de los pueblos; y en el rechazo firme y valiente de toda forma de manipulación y monopolización;
b) por otro lado, son necesarios para anunciar la Buena Noticia y el Evangelio que salva.
Mediaciones y productos para educar y formar
Desde diversas y heterogéneas instancias educativas se nos advierte de que los medios de comunicación social «amenazan con desplazar a los educadores y evangelizadores...» ¿Cómo evitarlo? Más aún, ¿cómo complementar la educación formal (académica), no formal (tiempo libre) e informal (propia de los mass media y de las nuevas tecnologías)? Tenemos que tratar forzosamente de las mediaciones.
El texto conciliar, antes referido, hablaba de promover publicaciones escritas honestas y confesionales para formar con ellas una adecuada opinión pública en consonancia con el derecho natural y con la doctrina católica, y para que se supiera leer en clave cristiana los acontecimientos cotidianos (Inter Mirifica, 14-16). Igualmente se insiste en la producción, distribución y financiación de películas, especialmente para los jóvenes.
Aún más: que se utilicen y potencien emisoras de radio y televisión, emisiones y programas; que en el arte dramático se trabaje en favor del ser humano y de su dignidad; que se multiplique el número de escuelas, facultades e institutos confesionales, penetrados de espíritu cristiano y de sana doctrina social de la Iglesia; que no se descuide la formación en los Medios de Comunicación en escuelas, asociaciones de laicos y seminarios , así como en las catequesis; que se formen y apoyen artistas que sirvan a la sociedad con su arte, y que se formen críticos que dominen perfectamente su profesión, para poder emitir también juicios morales.
Un medio privilegiado para la educación-formación, destacará Communio et Progressio, es la opinión pública, que por una parte manifiesta el derecho de libertad de expresión, pero que corre el peligro de ser manipulada por la publicidad. Con una sana advertencia: no siempre la opinión de la mayoría es la mejor ni la más próxima a la verdad, aunque sí es conveniente que deba ser tenida en cuenta por la autoridad civil y religiosa. En cualquier caso, hay que educar en y a la opinión pública.
Nos situamos en el presente: siglo XXI. Todo lo expresado anteriormente, hoy, se queda corto: es preciso una auténtica formación en comunicación social. Cada agente de pastoral, y por lo mismo cada sacerdote, tiene que estar dotado de competencias comunicativas adecuadas.
En este campo nada es fruto de la improvisación. Se necesita una formación orgánica y prolongada. La preparación de presbíteros, religiosos, religiosas, catequistas y educadores exige un programa sistemático, sedes equipadas y docentes cualificadas. En los seminarios, institutos de teología e institutos superiores de ciencias religiosas debe concretarse un programa de formación en comunicación social de tipo teórico y práctico; para que el estudio de la comunicación no se circunscriba a «cursos aislados», sino que debe constituir una dimensión que atraviese toda la vida de los centros de formación. Del uso responsable de los mass media depende en gran medida la eficacia y credibilidad del mensaje cristiano en la cibercultura. Las nuevas tecnologías mediáticas no anulan la acción del Espíritu Santo; la favorecen.
Aula de la cultura y comunicación
Para hacer posible lo que acabo de enunciar, deseo recoger e insistir, una vez más, en una propuesta atrevida y novedosa del Papa Juan Pablo II: la creación de la denominada «aula de la cultura y comunicación», en todas las parroquias; y, por lo mismo, la figura del animador cultural. La Conferencia Episcopal Italiana se viene haciendo eco ampliamente de esta iniciativa. Afirma el Papa: «Hay que reservar en las obras parroquiales un ámbito para destinarlo a la sala de la comunicación y a los varios servicios que ésta puede prestar a la comunidad misma y a los alejados. Esta sala no se entiende sin más como la del cine-club clásico, sino como una verdadera y propia estructura pastoral al servicio de la comunicación creativa y evangelizadora... Y del encuentro con creyentes y alejados... Por eso, abriéndoos al concepto más amplio y profundo de comunicación, habéis querido (...) hacer de vuestras salas un lugar de encuentro y de diálogo, espacios de cultura y de compromiso, para una acción sabia de recuperación cultural, de pre-evangelización y de plena evangelización. (...) Estas salas de cultura y comunicación se han convertido en algo propedéutico al templo, en un punto de referencia y de interés también para los alejados, en un servicio al Pueblo de Dios, también a todos los hijos de Dios dispersos» (Recogido en: Comunicación y misión, Directorio sobre las comunicaciones sociales en la misión de la Iglesia, de la Conferencia Episcopal Italiana, 2005)
Y, junto a la sala de cultura y comunicación, es urgente potenciar y promocionar la nueva figura del animador en el ámbito de la cultura y de la comunicación, que afiance y complemente la del catequista, la del animador de la liturgia, o la del agente de la caridad. No suplanta a los demás sino que potencia la creatividad y la imaginación a la hora de evangelizar en la nueva cultura emergente. Es fruto de una Iglesia que se sabe misionera y de puertas abiertas. Basta disponer de un espacio equipado con algunos de los modernos instrumentos de la comunicación. Algunos de los varios servicios que se pueden prestar a la comunidad, siempre con el buen hacer de¡ animador de la cibercultura, serían los siguientes, contando con las posibilidades de Internet e Intranet:
a) correo electrónico, chat, faq -preguntas y respuestas-, grupos de discusión. Sin olvidar los SMS y MMS que pueden ayudar a crear «familia» (fechas de cumpleaños, recordatorios en tiempos litúrgicos fuertes, domingos y fiestas ...)
b) Grabación y proyección de documentales, en Videos y DVDs...
c) Celebraciones con niños, adolescentes y jóvenes...
d) Conferencias y debates.
Iglesia evangelizadora
Ya es un tópico la afirmación lacerante de que «la Iglesia, o es comunicadora o no es Iglesia». En cualquier caso, no podemos estar llegando siempre tarde. Debemos continuar la apuesta que, desde el concilio Vaticano II, ha venido haciendo la Iglesia, también para el presbítero, y que podemos resumir, ya para concluir, al menos en estos puntos:
- Estímulo de las iniciativas evangelizadoras en los medios.
- Potenciar una formación adecuada para saber emplear estos medios, tanto en los agentes como en las Instituciones católicas.
- Invertir recursos materiales y humanos en estos campos de evangelización.
Concluimos con unas palabras de Juan Pablo II: «Corresponde a los fieles (incluidos presbíteros) hacer un uso creativo de los descubrimientos y nuevas tecnologías en beneficio de la humanidad y en cumplimiento del designio de Dios sobre el mundo... mediante una sabia utilización de las potencialidades de la era informática, con el fin de servir a la vocación humana y trascendente de cada ser humano y así glorificar el Padre de quien viene todo bien» (cf. Mensaje para la XXIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales).
Nuevas actitudes en la Pastoral de la cibercultura
Tenemos que volver a recobrar el “descodificador» cultural” para insertar y hacer creíble el mensaje cristiano. ¿Cómo será posible? Propongo una especie de decálogo en la cibercultura:
1. Apostar por medios propios (pastoral de presencia) y estar presentes en las nuevas vanguardias tecnológicas (pastoral de mediación).
2. Formar verdaderos comunicadores cristianos en las nuevas tecnologías. También presbíteros, sin miedos ni prejuicios.
3. La intervención «normalizada» en las nuevas tecnologías, público como un espacio a ganar.
4. Promover la participación en las nuevas redes y tecnologías, luchando por la instauración de la infoética.
S. Asumir el doble reto de la formación de comunicadores y de usuarios en nuevas tecnologías.
6. Diseñar la verdadera pastoral de los mass media en el interior de la Iglesia, que incluso dibujen «la imagen pública de la misma Iglesia».
7. Hacer posible que toda la, pastoral sea más comunicativa, en el doble sentido de apertura y de inteligibilidad.
8. En este campo de las nuevas tecnologías, realizar la triple dinámica pastoral que nos viene recordando el Papa Benedicto, que debe darse en toda la acción pastoral: asumir, purificar, y elevar.
9. Contribuir, «con y desde» las nuevas tecnologías a recobrar una genuina antropología, así como las bases de una nueva sociedad del amor y de la vida, del entendimiento y del diálogo, de la justicia y de la verdad, de la bondad y de la belleza.
10. Llevar una brújula para el camino en consonancia con una pastoral integral para hoy: Norte: testigos de la comunicación y buenos profesionales; Sur: comunidades de referencia o centros de comunicación adecuados desde las nuevas tecnologías; Este: verdadera iniciación y sólida formación en las nuevas tecnologías; Oeste: redes de alternativa cultural cristiana y de apoyo a lo que favorezca la nueva pastoral.
Bibliografía para seguir profundizando
PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES, Iglesia e informática, CELAM, México 2004; R. BERZOSA MARTÍNEz, Evangelizar en una nueva cultura, San Pablo, Madrid 1998; ID., Transmitir la fe en un nuevo siglo, DDB, Bilbao 2008; ID., «Cibernética», en Diccionario de Pastoral y Evangelización, Monte Carmelo, Burgos 2001, 208-210; ID., «Mass media y sacerdote», en Diccionario del Sacerdocio, BAC, Madrid 2005, 421-429; 3. L., CENTURIóN, Diccionario de las nuevas tecnologías, Acento, Madrid 1998; F. GARCÍA-FERNÁNDEZ-X. BRINGUE; Una familia en el cierespacio, Palabra, Madrid 2002; M. R. PINTO LOBO, Los medios de comunicación en nuestras vidas. La aculturación: de la paranoia a la esquizofrenia de los «mass-media», Universidad Pontificia, Salamanca 1997; D. DE MIGUEL POYAR6, Con el Señor en la cibercultura, BAC, Madrid 2001; R MONOT-M. SIMON, Vivir en el cibermundo, Mensajero, Bilbao 1999; G. SARTORI Homo videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid 1998; 1. CREMADES, Micropoder. La fuerza del ciudadano en la era digital, Espasa, Madrid 2007; 1. E. VECCHI, Guardianes de sueños., Educadores en la era informática, PPC, Madrid 2000.
¡Pido silencio!... para vivirme
Guadalupe Hoyos*
1. ¡PIDO SILENCIO!
Comienzo a escribir estas letras sacudida por el contraste que me provoca el leer repetidas veces la afirmación de chicos/as en torno a los 14-16 años sobre el silencio: ¡El silencio no existe! y la contemplación del silencio que contagia la persona que acaba de morir.
¡El silencio existe chicos/as!, vaya si existe. Y este, el provocado por la muerte en una persona querida, es el más fuerte y desgarrador, el que más llega hasta el fondo desconocido de uno/a mismo/a y a la vez, provoca más vacío. Necesita ese hueco que se empeña en excavar en cada uno/a para existir.
Pero el tema no es la muerte, sino la vida, y a ella nos vamos a acercar para descubrir su silencio. Le damos la palabra a Pablo Neruda: ¡PIDO SILENCIO!
(...)
Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.
(...)
Es una parte del poema más extenso en el que el autor va pidiendo lo que necesita para ser. Y pide silencio para vivirse.
Nosotros/as pedimos muchas veces silencio y de diferentes maneras. No siempre hay detrás la misma intención. Ahora, sin embargo nos unimos a la que expresa el autor. Silencio necesario para vivirnos, para no dejar que la vida suceda al margen de cada uno/a, para tomarla en nuestras manos, acogerla, contemplarla, para que el tiempo no pase sin vida por nosotros/as; para ser "vivientes" más que "vividos"; para no descubrirnos huecos/as, sino habitados por el mismo Dios, por la VIDA.
Es una paradoja y una osadía hablar del silencio, escribir sobre el silencio, utilizar palabras. Quizá la mejor forma de hacerlo sería la que eligieron algunos chicos, cuando para preparar parte de este artículo les pedí que escribieran lo que para ellos era el silencio. Algunos me entregaron el folio en blanco. ¡Nunca mejor expresado! (No sólo es un recurso fácil).
No sé si esta reflexión llegará a alguno de ellos para crearles, al menos, una pregunta sobre el silencio, de esas de las que una no se desprende fácilmente y se convierten en compañeras con las que hay que aprender a vivir. Quizá no.
La única pretensión de estas líneas es la de compartir búsquedas desde el límite en torno a esta realidad. Con unos cuantos folios en blanco por delante, experimento la misma sensación de miedo que algunos jóvenes sienten ante el silencio. Nada y vacío.
Pero hay que continuar.
* Antes de seguir leyendo, ¿por qué no dedicas unos minutos al silencio? Un tiempo para sentirlo, percibirlo y dejarte envolver, más que para pensar en él.
El silencio pertenece a esa parte del misterio de la vida, de lo que no se puede abarcar, ni controlar; que nos supera y a la vez nos acecha. Pero depende de nosotros/as el acogerlo, dejarle espacio conscientemente y darle tiempo, saborearlo. El silencio así se convertirá en luz y noche, seguridad y miedo, olenitud y vacío, placer y dolor, serenidad e inquietud... en definitiva en generador de vida.
2. ESCUCHA EN EL SILENCIO PARA APRENDER NUEVOS LENGUAJES
Al llegar a casa después del colegio, cuando era niña, lo primero que hacía era llamar a mi madre. Necesitaba saber que estaba. Si por alguna razón no me oía al entrar o quería dejarse encontrar por mí y el silencio era su respuesta, me llenaba enseguida de inquietud. Sólo necesitaba oír: "estoy aquí” o "¿qué quieres?" o "¿qué tal en el cole?"... luego yo iba a lo mío.
A veces, descubro a Dios queriendo dejarse encontrar por mí y su silencio en ocasiones aún me inquieta aunque sé que está. Sin embargo esa búsqueda de Dios, como lo fue desde el principio, no es sin apoyos.
En la historia del Pueblo de Israel, Dios pronuncia un imperativo con insistencia: ¡SHEMA ISRAEL! ¡ESCUCHA! (Dt 4,1.5,1.6,4). En esa palabra puedo apoyar mi búsqueda.
Es Él el que va a hablar, es SU Palabra la que ha de ser escuchada. Y para responder a esta petición, el camino es el silencio. No como nada y vacío, sino como disposición para acoger esa Palabra que va a ser pronunciada. Dios es Palabra. Hablamos del silencio para en él, acoger al Dios-Palabra.
Es una palabra que se gesta en el silencio, el que existe desde siempre y para siempre y que es creadora, hace lo que dice.
"Al Principio ya existía la Palabra... Mediante ella se hizo todo... Ella contenía vida" (Jn 1-4).
"Lo que existía desde el principio... -hablamos de la Palabra, que es la vida, porque la vida se manifestó-..." (1 Jn 1).
"Voy a recordar las obras de Dios y a contar lo que he visto: por la palabra de Dios son creadas y de su voluntad reciben su tarea" (Eclo 42,15).
Desde el silencio, escuchar para acoger esa Palabra que Dios pronuncia sobre mí y que es generadora de Vida.
No fue nada fácil para Israel vivir escuchando, aunque esa fuera su forma de vivir realmente. Escuchando fue aprendiendo que su Dios era único y que lo elegía para establecer una Alianza basada en la confianza y en el amor. Necesitó mucho tiempo para aprender a escucharle. Tuvo que distinguir SU voz de otras que se pronunciaban a la vez mezcladas con ruidos e interferencias y que hacía difícil ese diálogo entre él y Dios. Va tomando conciencia de ser pueblo "oyente de la Palabra". Una Palabra que no se deja manipular y que tiene que ser escuchada sin distorsiones. Su frecuencia es el silencio dentro.
A nosotros/as tampoco nos resulta fácil llegar a vivir así. ¡Y en ocasiones se lo reprochamos a nuestros jóvenes!
-"Todo el día con los casos puestos, con la música a tope, con el móvil saturado de mensajes y la línea de internet bloqueada..."
Nos parece que eso no es vida y olvidamos mirar la nuestra.
¿Cuánto tiempo hace que no te paras conscientemente para disfrutar del paisaje que atraviesas cada día?, ¿cuándo fue la última vez que te has escuchado a fondo, en silencio, y a los tuyos, sin prejuicios ni prisas...?, ¿vives tratando de ser "oyente de la Palabra"?, ¿vas haciéndote a su lenguaje?
Sus cascos son nuestras ideas preconcebidas, su música a tope nuestras prisas, su móvil saturado, nuestra agenda y su línea bloqueada, nuestras búsquedas desde nosotros/as mismos/as que se convierten en cansancio y reproche o en aislamiento y vacío.
2.1. Escucharnos por dentro
Vivir escuchando no es fácil para nadie y tenemos que empezar por escucharnos dentro.
El silencio es el camino que me conduce a lo más profundo de mí mismo/a. Una profundidad que me produce vértigo y temor y a la vez atracción dolorosa. La misma con la que la Tierra me atrae y me permite-obliga a vivir pegado/a a ella.
El camino no aparece bien trazado en ningún plano, ni carta de navegación, es mas bien un laberinto con infinidad de pequeños senderos que no conducen a ninguna parte, pero que hay que recorrer para encontrar el verdadero, sin desfallecer y soportando el cansancio y la incertidumbre. Un camino que de morada en morada, en palabras de Teresa de Jesús, nos conduce a la morada principal, en la que en el centro habita el mismo Dios, aunque con frecuencia ocultemos su presencia.
En la medida en que se avanza se desatan con toda su fuerza miedos, angustias, temores, gritos, como si le hubiera dado permiso a Pandora para abrir mi caja. permanecer escuchando "mis males", será la condición para descubrir que soy más que mi temor, mi angustia y mi grito. Escuchar esta parte de mí, para saber qué me llena de ruido, me bloquea y condiciona mi percepción. Al lado de ellos aparecen mis posibilidades, mis sueños y deseos, mi bondad, o que me hace semejante a Dios (Gn 1,26-27).
¿Cómo no permanecer a la escucha?
Silencio para escucharme y en a escucha, ser.
2.2. Escuchar a los demás y a la realidad
Escuchar a los demás y a la realidad, supone, además de SER, ESTAR.
Hacerme silencio para acoger al otro, para no quedarme en la superficie, para atravesar niveles que me hablan de lo que de verdad es, más allá de su apariencia. Dejar paso en mí a su palabra y a su silencio, a su límite y a sus posibilidades. Dejar que el otro crezca en mí y se desarrolle. Una escucha, que acogiendo en el silencio, genera comunicación, relación. Somos en relación. Vivir, para el ser humano, es convivir. Nos vamos haciendo en el encuentro con el otro, con un tú concreto. Hemos sido creados a imagen y semejanza de un Dios que en esencia es relación, diálogo, comunicación, amor. La comunicación, la relación, la amistad y el amor son elementos básicos para el desarrollo personal.
La realidad es compleja, ambigua y... muy ruidosa. Y en esa complejidad y ambigüedad vivimos. Formamos parte de ella y ella de nosotros/as. Con ella también tengo que aprender relación, vida.
¿Cómo no permanecer a la escucha?
Tiene algo que decir y que decirme. Necesita decirse en mi silencio, para seguir siendo asumida y transformada. Quedarse en los tópicos que parecen definirla (superficial, consumista, esclava de la imagen, hedonista...) es situarse ante ella como espectador/a, no como actor.
La realidad cambia en la medida en que cada uno/a actuamos en ella desde dentro, descubriendo la vida que surge, acompañando e impulsando su crecimiento.
2.3. Escuchar a Dios
¡ESCUCHA! me dice DIOS.
Me invita a vaciarme, a hacerme silencio para que su Palabra me llene y me de vida. Él tiene palabras para mí que yo solo/a puedo escuchar. Él quiere decirse en mí.
¿Cómo no permanecer a la escucha?
Seguro que recuerdas esas palabras que ha ido pronunciando en ti, en tu oído y en tu corazón, DENTRO y que han cobrado dimensiones nuevas. Son palabras de vida que te acompañarán siempre. Recuérdalas, acógelas, agradécelas.
Sin esta actitud de escucha resulta difícil percibirlo, porque su forma más frecuente es la brisa suave (1 Re 19,12-13). El estruendo, lo complejo, lo enredado, lo espectacular... no suelen ser sus lugares ni sus modos.
¿Qué tiene tu vida de estruendo, de enredo, de complejidad, de necesidad de "ser estrella"...? ¿Cómo la ocupas de silencio que se hace eco de la Palabra?
3. RECONOCIENDO PAISAJES
3.1. Paisajes para vivir
Cuando trabajo en casa, suelo hacerlo al lado de una ventana que me permite contemplar y respirar el silencio. Vivo a las afueras de una ciudad tranquila, en medio del campo. El invierno aquí es largo, duro y frío y con frecuencia nos rodea un paisaje nevado. Silencio. Se me está colando dentro. Antes lo sentía como impuesto. Ahora, cuando no lo tengo, lo echo de menos y lo busco. La imagen del paisaje nevado en invierno, forma parte de mí.
Quizá cada uno/a tengamos que descubrir nuestro propio paisaje interior, a nuestro alrededor, (como escribió Etty Hillesum) para recuperar identidad, serenidad y armonía. El paisaje interior para algunas personas será el mar: acantilados, sol en el horizonte, playas, tempestades... el de otras, el monte: bosques llenos de vida, mil especies, praderas, desniveles... o las llanuras de Castilla: rojas, verdes, amarillas, según la estación...
Descubrirlo, recorrerlo, reconocer sus límites y posibilidades y vivir en él.
Muchos/as de nuestros chicos/as, responden con entusiasmo a ofertas relacionadas con la naturaleza: excursiones, acampadas, deportes de riesgo, de aventura...
¿No será para ellos/as, una forma de búsqueda de su propio paisaje interior?
Nos puede parecer una búsqueda salvaje porque no miden y arriesgan y no utilizan el miedo como freno. Quizá es que no tienen nada que perder y nosotros/as hemos ido acumulando imagen, ideas, proyectos... que ¡sería un lujo perderlas!
Quieren vivir y hacerlo "a tope". Se ponen a prueba. Aún no ha sido la misma vida, Dios, el que los/as ha puesto a prueba.
¿No podemos compartir con ellos nuestras experiencias de "prueba'"? Quizá no sepamos decirlas, contarlas, encontrar un lenguaje común, pero sí podemos acercarnos comprendiendo.
Hacer puenting, barranquismo, hidroespid, rafting, snowboard... Ileva consigo dosis de atrevimiento, soledad, silencio, vértigo, vacío, valentía y capacidad de permanecer en la dificultad extrema.
Recorre estas últimas palabras trayendo a tu memoria la última prueba que te ha puesto la vida, Dios, en tu camino. Las reconoces, ¿verdad?
3.2. Paisajes para ser atravesados
Hay también otros paisajes que descubrimos en el exterior y que en algunas épocas forman parte de nosotros/as y parecen instalarse definitivamente. Sin embargo son paisajes que han de ser atravesados, situaciones que han de ser superadas, porque la vida en ellas a largo plazo no es posible.
Estos paisajes son creados por factores climáticos extremos: el desierto o las zonas polares; o porque su latitud está por encima o por debajo de donde se dan las condiciones de vida más frecuentes: la cima de una montaña o las profundidades del mar. Son lugares con posibilidades de vida reducidas, pero que nos abren al conocimiento de nuevas dimensiones. Como las situaciones o pruebas de la vida que son extremas.
"...seréis capaces de comprender lo que es anchura y largura, altura y profundidad y de conocer lo que supera todo conocimiento..." (Ef 3,17-19).
* Descubríendo anchura
En el desierto, excesivo calor y escasez de agua. Kilómetros de tierra alrededor. Ningún punto de referencia con el que orientarse en ningún horizonte. Sólo horizonte y silencio.
En tu vida, has tenido que atravesar algún desierto. Varios caminos posibles se abrían ante ti. Has ido recorriendo algunos: un cambio de trabajo, tomar alguna decisión que suponía mayor responsabilidad, asumir un proyecto para el que te creías preparado..., pero al final de ellos, ningún oasis, de nuevo más sed, la misma insatisfacción.
¿Cómo orientarse? ¿Cómo seguir avanzando para atravesar horizontes que nos descubran otros nuevos, más allá?
En el desierto surgen espejismos, que por un momen¬to hacen recuperar ilusiones, pero que pronto se agostan. Y sin embargo, hay que atravesarlos. Hay que cruzar los desiertos de nuestras vidas. Es un tiempo de silencio y soledad en el que la sed se hace insufrible.
Quizá sea esa la prueba. Es la sed la que nos hace permanecer en búsqueda, para encontrar el agua que nos de vida.
Descubrimos mucha sed en nosotros/as y a nuestro alrededor. Es en el silencio donde podemos encontrar el camino que nos lleva al manantial.
Los jóvenes también tienen sed. La misma que nosotros/as. sed de felicidad, de sentido, de absoluto. Muchos creen encontrar la fuente, no por el camino del silenciamiento, sino siguiendo incondicionalmente los indicadores de los espejismos que ap#recen en las épocas en las que hay que atravesar desiertos. El espejismo del "todo vale", "hay que experimentarlo todo", "me quedo con todo, ¿por qué tengo que elegir?"...
Ellos también tienen que decidir caminos en sus desiertos y con menos experiencia que nosotros/as. Elegir su futuro y prepararlo desde el presente es una tarea extremadamente difícil. Quizá ese sea su desierto poblado de espejismos. "Carpe diem". Y necesitan también, aunque con frecuencia lo rechacen, el silencio, para saber qué quieren, cuál es su sed e ir recorriendo el camino que les lleva a su futuro, a la fuente.
El tiempo, la sed que cada vez encuentra menos aguas que sacien el silencio-palabras de otros/as que han recorrido esos o semejantes desiertos, podrán ayudarle a reconocer, esos espejismos, molinos convertidos en gigantes que llevan a la locura y a la muerte y atravesar sus desiertos.
Es posible que los espejismos que nos atraen o ilusionan a nosotros no sean los mismos, pero ¿seguro que no nos dejamos seducir también por ellos?
El silencio conduce al manantial, al venero. El silencio conduce DENTRO y es allí donde está manando la vida.
En las zonas polares, las bajas temperaturas convierten el agua en hielo, sobre la tierra o sobre el agua. Horizonte blanco y helado, silencio. Necesidad acuciante de calor. Son desiertos helados que aparecen en nuestras vidas, pero que tienen que ser atravesados. Son lugares de paso, no para establecerse y vivir en ellos.
Hay épocas en las que el frío, la dureza. la rigidez, acampan libremente en nuestro interior, como si de pronto hubiera pasado "la Reina de las nieves" haciendo de nosotros/as su casa.
La dureza-violencia, el fanatismo, la rigidez que podemos percibir en algunos ambientes y personas, también entre los jóvenes, ¿no será la consecuencia de permanecer largas temporadas expuestos al frío? El frío que provoca la falta de cariño (dado y recibido), el no ser importante para nadie, el ser valorado por lo que uno hace o tiene, no por lo que es, el percibirse como invisible (no estorba, pero nadie lo echa de menos)... Frío, mucho frío. Uno/a teme morir congelado/a y solo/a.
Esta es la prueba. Es el frío el que nos hace permanecer en movimiento, en búsqueda, para no congelarnos, hasta encontrar el fuego, el calor que da vida.
Nos quejamos de que la gente es más fría que antes, que ya no se saluda ni se conoce a nadie, que no te paran por la calle para hablar de lo de siempre, de la vida. La desconfianza ha aumentado dando paso a ese enfriamiento progresivo en la relación y el encuentro.
Es en el silencio donde podemos dejar espacio al otro. Y desde él expulsar la desconfianza, acoger y hacer casa donde vayan entrando más. Establecer relaciones de corazón a corazón que derritan los hielos, las durezas y destierren los fríos, en las que el calor, posibilite al otro ser.
* Alcanzando altura
La cima de las montañas altas se convierte en la meta de muchos que ven en la escalada una forma de vida. Hablamos ahora de altura. En el punto más alto, el paisaje es sobrecogedor. El silencio es la única posibilidad para acoger lo que senos ofrece, para grabar en la rétina cada imagen. El silencio se siente, se respira, se ve. Produce vértigo y gozo a la vez.
Echando la vista atrás podemos reconocer esas cimas de nuestra vida. Metas que nos parecían inalcanzables, sueños hechos realidad a base de confianza y tesón, tragedias personales vividas con altura, experiencias que nos han provocado un gozo que no podíamos ni sospechar.
Pero la cima tampoco es un lugar para quedarse. La casa allí no es posible.
El oxígeno a medida que se asciende se convierte en un bien escaso. Mareo, somnolencia. Uno/a comienza a percibir la realidad de otra forma, deformada. La altura "emborracha". Todas las alturas que uno/a consigue sólo desde el/ella y para ser más que los demás.
Cuando se corona la cima, no se llega al final, hay que emplearse a fondo en la bajada. Ese es el final para dar paso a un nuevo comienzo. Como Pedro, Santiago y Juan después de la experiencia del Tabor (Mc 9,1-9), tenemos que bajar de la montaña.
Los jóvenes quieren "llegar alto", pero viven desorientados por los modelos de "altura" que valoramos o que les presentamos, conscientemente o no. ¿Quién no quiere triunfar y ser aclamado, deseado, idolatrado... sin apenas esfuerzo? (¿Modelo "Operación triunfo"?)
Esta es la prueba. La altura, llegar a la cima, superar nuevas metas, nos mantendrá en búsqueda. No para hacer casa en las alturas, sino para contemplar desde el silencio el horizonte por encima de él y que esta contemplación nos oriente en la búsqueda de nuevas cimas.
* Descendiendo en profundidad
La altura está unida a la profundidad, se tiene que dar de forma conjunta.
Entrar en las profundidades del mar es descubrir un paisaje sorprendente, desconocido y desconcertante. El medio, no es el habitual, las formas, los colores, los movimientos, las sensaciones que nos llegan de nuestro cuerpo, también cambian. Y ¡toda esa vida existe aunque yo no la percibe habitualmente! ¡Cuánta vida existe que se escapa a mi percepción! ¡Cuántas veces niego su existencia no reconociéndola!
Para recorrerlo es necesario un equipo especial, que nos haga compatibles con las condiciones nuevas. A medida que se desciende la presión aumenta. Muchas atmósferas sobre nuestro cuerpo. El tiempo que se puede permanecer bajo esa presión es limitado. Hay que subir y hacerlo lentamente, posibilitando la descompresión.
Las "atmósferas" en el día a día parecen acumularse. Se hace imposible vivir con tanta presión y uno/a busca escapes. Sale corriendo de lo cotidiano, y se sitúa de pronto en otra esfera, que con frecuencia lo aleja de sí mismo: aventuras fuertes de todo tipo, vivir sólo para el fin de semana y en el extremo, en cualquier extremo. Vivir dos días de los siete que tiene la semana, no es vivir. Algunas emisoras de radio martillean una y otra vez sobre los oídos la misma idea: ¡Ánimo, aunque sólo sea lunes!, ¡Ya es martes!, ¡Por fin, miércoles!, ¡Jueves, un día y fin de semana! ¡Viernes! ¿Ya has pensado lo que vas a hacer esta noche?
Algunos jóvenes, buscan en el fin de semana lo que durante la semana no encuentran, y vuelven de nuevo el lunes a esperar que llegue el viernes para tratar de encontrarlo. Un círculo que se cierra sobre sí mismo creando vacío.
¿No vivimos días, semanas, meses... de nuestra vida recorriendo esos mismos círculos cada vez que huimos del presente o nos rebelamos ante la cotidianeidad del cada día?
Cuando uno/a, se toma en serio la dimensión de profundidad de la vida, también siente la presión. Se abre a algo nuevo, desconcertante, que desborda. De nuevo miedos y fantasmas que tienen que ser espantados. ¡Que deje de quejarse y de gritar mi cuerpo, que paren de moverse y hacer ruido mis ideas, que no me confundan ni me distraigan mis sentimientos, que me dejen libertad y no me aten mis afectos...! Nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestros sentimientos y nuestro corazón ha de ser silenciado. En el silencio ser capaces de permanecer y descubrirnos, descubrir la vida dentro de cada uno/a, de los demás, de la realidad. Descubrir a Dios. Y poco a poco volver al cada día acogiéndolo como es, porque es el único lugar posible de vida.
Desierto, zonas polares, cimas, simas... y tantos paisajes más, que podemos reconocer, descubrir, contemplar y atravesar, no sólo fuera, sino dentro. Paisajes interiores que nos abren a nuevas dimensiones, posibles desde el silencio.
Anchura, altura y profundidad a la que estamos llamados/as desde el principio y que nuestra libertad tiene que recorrer, alcanzar y descender.
4. SILENCIO EN LOS EXTREMOS DE LA VIDA Y ENTRE ELLOS
4.1. Silencio para nacer, silencio para morir
El silencio forma parte de nuestra vida. En los extremos de la misma, podemos percibirlo más intensamente.
El silencio de la vida que acaba de ocupar un lugar en el mundo y el silencio de la muerte que deja el que abandona el mundo.
Ambos silencios, el de la vida y el de la muerte, son rasgados por el llanto. El de la vida, llanto que conquista la primera respiración. Y de nuevo calma, silencio placentero del nuevo ritmo estrenado. El de la muerte, llanto de otros por el dolor que provoca la pérdida. Silencio brutal que se impone. Noche cerrada, prolongada en el espacio y en el tiempo. Estos silencios acompañan irremediablemente a la vida, forman parte de ella.
4.2. Silencios entre los extremos de la vida
Además del silencio del nacimiento y de la muerte, descubrimos silencios que abren a la vida o empujan a la muerte.
Silencios que generan o posibilitan la vida
-Silencio necesario para la creación: recogerse para investigar, descubrir, escribir, componer, pintar, esculpir... para crear cualquier obra de arte...
-Silencio necesario para el amor: mirar y dejarse mirar en el silencio por la persona amada, mirar silenciosamente, ofreciendo reconocimiento y dignidad; velar en el silencio al recién nacido, al hijo enfermo o al anciano...
- Silencio necesario para la oración: para la contemplación y el encuentro con el Dios verdadero que me habita y acoger su Palabra, su vida en mí.
Silencios que procuran y provocan muerte
- Silencio impuesto para destruir el diálogo y el fluir de ideas y opiniones diferentes; para ocultar información; para no reconocer al otro como persona para la relación y el encuentro; silencio impuesto desde el poder, para seguir manteniéndolo.
-Silencio que ignora, desprecia, anula, niega la palabra, silencio que hiere.
-Silencio que provoca el encerramiento en uno/a mismo/a y se cierra a los demás y a Dios; soledad del caos que lleva a la destrucción y a la muerte.
Y entre los extremos de la existencia, más silencios:
Silencio para ser uno/a mismo/a
Entre el nacimiento y la muerte, si uno vive años suficientes, tiene la gran tarea (¿la única tarea?), de Ilegar a ser él/ella mismo/a, el/la que Dios ha soñado desde el principio. Salmo 139 (138) 15-16: "Cuando en lo oculto te iba formando..."
La persona, tiene por delante un largo camino lleno de posibilidades y de trampas. Y tendrá que recorrerlo arriesgando, no tratando sólo de acertar, sin parar a pesar de las encrucijadas, los desvíos y cansancios, hasta llegar al final. Una meta hacia la que tendemos, pero que del todo tampoco la tenemos bien definida, porque hay que irla descubriendo en las experiencias y en el tiempo, en el día a día.
Este camino lento en el que la persona va descubriendo quién es, porque Dios se lo va revelando, supone un esfuerzo consciente de silenciamiento en el que el silencio es creador. Creador de persona. No se trata en la mayoría de las personas de dedicarse al silencio y a la contemplación, sino más bien de dejar que surja y vaya creciendo en cada una esa dimensión contemplativa que las sitúa ante sí mismas, los demás, la realidad y Dios, desde otro ángulo.
Silencio para que nuestra vida no sea manejada por otros
La sociedad ofrece constantemente diversidad de medios para evitar el silencio, como medicina preventiva para librarse de esa enfermedad. Medios válidos para el desarrollo personal, de la cultura y de los pueblos, pero que esconden la terrible posibilidad de ahuyentar el silencio de nuestras vidas, dejarnos sin ellas.
Podemos tener información y comunicarnos con cualquier parte del mundo y a cualquier hora; ser espectadores del horror que se da en nuestro país o en las antípodas en tiempo real (Ej: 11 S); radio y TV las 24 horas del día, todos los días del año; asistimos impasibles y con frecuencia curiosos a faltas de respeto y de dignidad que han sido compradas; en directo se gritan secretos; se pone un altavoz de largo alcance para que pueda oírse el último chisme rosa, amarillo, verde o negro; se inventan o provocan situaciones que ni la imaginación más atrevida sería capaz de soñar...
¿No es esta una forma sutil de violencia ejercida contra los más débiles?
Sin embargo no es una situación que halla llegado con el nuevo milenio. Ya lo hacían los romanos "pan y circo". Fórmula sencilla que triunfa siglo a siglo. La forma del pan y el espectáculo del circo cambian, pero consiguen lo mismo, alejarnos de nosotros/as mismos/as y vivir fuera, manejados por otros. Nuevos "panes" y "circos" se suceden, cada vez más rápidamente. Es fácil entrar en este juego inconscientemente, pero no como el/la que mueve las fichas, sino convertidos/as en ellas y sometidos/as al azar. Incluso la publicidad que tan despierta está para conectar con nuestros deseos, lo ha descubierto. Serenidad, armonía, felicidad... quiere vendernos a través de imágenes y palabras. También el silencio (Un "mesías" del silencio utilizan para anunciar un coche).
Sociedad que nos entretiene para alejarnos de lo real, de nuestras responsabilidades personales y sociales.
Muchos han crecido y aprendido a vivir en el ruido. Forma parte de su vida tanto como cualquier órgano y parece que no pueden desprenderse de él, como no podrían hacerlo de su piel. Tiene la necesidad de llenar su vida de ruidos, músicas o palabras y así lo expresan algunos jóvenes. Unas veces provocados, producidos, pronunciados y otras escuchados. El silencio se asocia a los ignorantes que no tienen qué decir, a los locos metidos en su mundo... Es perjudicial e inútil y además da miedo. ¡Cómo dejar que entre en nuestras vidas!
Pero esta inmersión en el ruido o huida del silencio, no lleva a ninguna parte. La persona necesita silencio para ser capaz de mover sus hilos.
Silencio y soledad
Soledad. No es una palabra cómoda. Rápidamente se asocia a desamparo, aislamiento, tristeza... en definitiva a algo insano, no deseable, y sin embargo forma parte de la vida, a la que no podemos-debemos renunciar. No es posible vivir haciendo paréntesis que nos libren de ella y limitarlo sólo a los acontecimientos del nacimiento y de la muerte. Ha de ir de la mano del silencio para entre ambos, permitir a la persona ser y reconocerse como espacio con capacidad para que entre más. Hay sentimientos, emociones, experiencias que uno/a vive sólo/a y que no se pueden decir porque las palabras sólo servirían para ocultarlas, distorsionarlas. Pero está y existen en cada uno/a, y el silencio es su voz: la pérdida de la madre, el enamoramiento o el rechazo de la persona amada, el nacimiento del hijo, el aplauso del éxito, el fracaso, la enfermedad terminal, las catástrofes naturales, la violencia en propia carne, el amor desinteresado...
Soledad y silencio para recuperar esa actitud de admiración y sorpresa en lo cotidiano, desde la que dejar que brote el agradecimiento y a gratuidad.
"Moisés se fijó: la zarza ardía sin comunicarse.
Moisés dijo: Voy a acercarme a mirar ese espectáculo tan admirable..." (Ex 3,2-3).
Soledad y silencio, lugar de encuentro con lo diferente.
Soledad y silencio para atravesar el umbral del misterio que se esconde más allá de lo superficial.
5. ¡PIDO SILENCIO! PERO PARA VIVIRLO NECESITO GESTOS Y PALABRAS
Cada día me cruzo en el camino, me encuentro por los pasillos y tengo delante en la clase, a muchos jóvenes. Trabajo entre ellos y con ellos. Y la verdad, es que el tema del silencio me preocupa. No sólo en los que no paran de hablar, gritar y moverse durante todo el día y siempre están rodeados de gente, o en los que viven en un inquietante silencio externo y sin amigos. Me preocupa que los jóvenes no cuenten con el silencio en su vida, que no lo descubran precisamente como la posibilidad de vivir.
Cuando pienso en ellos/as:
Deseo que el presente que viven sea el lugar en el que encuen¬tren la felicidad y el sentido de su vida.
Deseo que el miedo al silencio, a descubrirse en él, no les provoque la huida de sí mismos, de la realidad y de Dios.
Deseo que los espejismos no los confundan ni los alejen de su futuro.
Deseo que el frío no los paralice, ni los vuelva rígidos e insensibles.
Deseo que la altura y el éxito fácil, no los emborrache, ni les haga creer que es su sitio.
Deseo que la profundidad no los asuste, ni los encierre en sí mismos.
Deseo que acojan la soledad como compañera en el camino de la vida, y que la descubran como posibilidad de hacer sitio a otros/as.
Deseo que sean capaces de escuchar el nombre que Dios va pronunciando dentro de cada uno/a.
Deseos compartidos con muchos/as de vosotros/as. Deseos que no podemos lanzar al aire y dejar que allí se realicen sin más o esperar que sean otros o el paso del tiempo los que los lleven a cabo. Su realización depende de ti, de mí, cada uno/a. Y no hay que esperar a poder mostrarnos ante ellos como perfectos y sin límites para caminar a su lado.
Hablar con ellos explícitamente del silencio, les ayudará a despejar el horizonte de fantasmas. Conocer lo que saben, piensan y sienten en torno al silencio, nos dará pistas reales sobre dónde se encuentran y cómo desde ahí, dar el paso siguiente. Poder tener con ellos experiencias en la naturaleza en las que percibir el silencio (para concentrarse en momentos donde la travesía es peligrosa, para no asustar a las aves en época de cría, para contemplar un paisaje inesperado o identificar las estrellas en una noche clara...) al lado del encuentro y de la fiesta, también ayuda a alejar temores.
Y desde lo que somos, con nuestra historia y sus experiencias y desde donde estamos, geográfica y existencialmente podemos:
Tender nuestra mano para que puedan permanecer sin huir, cuando les asalta el miedo.
Compartir nuestra luz, aunque no sea brillante, cuando les envuelven los espejismos.
Ofrecerles el calor de la escucha, de la acogida y de la comprensión, cuando el frío se va instalando en ellos/as.
Abrir con ellos/as, caminos de bajada que lleven a la realidad, cuando sientan la tentación de vivir en el éxito fácil.
Orientarles en esa arriesgada travesía hacia el interior, cuando se sienten perdidos/as en la profundidad, sabiendo que es Dios que clesde dentro los conduce hacia su centro.
También otros/as nos han acompañado, nos han ofrecido su silencio y su palabra, sus gestos, su tiempo y sus sueños. El futuro que en nuestra adolescencia-juventud, parecía un lugar lejano, lo hemos experimentado ya como presente que nos impulsa a seguir viviendo. Porque nuestra tarea es la vida. Recuperar el silencio nos posibilita descubrir esas dimensiones de vida nueva que sólo él abre.
Volviendo a utilizar las palabras de Pablo Neruda, termino, para seguir avanzando:
PIDO SILENCIO!
Pero porque pido silencio no crean que voy a morirme: me pasa todo lo contrario: sucede que voy a vivirme. Sucede que voy y que sigo.
Misterio3
Joan Chittister
«PUES la vejez no tiene menos de oportunidad/que la juventud misma, si bien de otra guisa», observa Henry Wadsworth Longfellow. «Y a medida que el crepúsculo palidece/el cielo se puebla de estrellas, invisibles de día».
Longfellow habla claramente del misterio de los últimos años de vida, de la satisfacción que comportan. Y, sin embargo, uno de los obstáculos para vivir una vida apasionante durante estos últimos años es que nos convencemos a nosotros mismo de que estamos perdiendo algo y apenas somos conscientes de lo que estamos ganando.
En la vida hay demasiadas cosas pensadas para la juventud o para la madurez. Casi nada nos remite a los días en que el tiempo será nuestro único guía, nuestro compañero, nuestra meta Escuchamos pocas promesas, por no decir ninguna, sobre la gloria de estar menos ocupados, menos hostigados, menos consumidos por todo. Los últimos años de la vida se nos dan para recoger la cosecha de todo ese esfuerzo.
Pero, para penetrar en el misterio de este estadio de la vida es importante que nos permitamos trascender los confines de la etapa anterior, con todos sus rigores sociales, sus necesidades personales, sus roles y protocolos públicos. Hemos aprendido muy bien cómo vivir las reglas de la vida. Pero no estamos tan seguros de cómo vivir sus libertades.
Lo triste del moderno estilo de vida es que, con suma facilidad y rapidez, nos quedamos encerrados en nuestros pequeños mundos personales. Durante años recorremos las mismas calles, seguimos los mismos horarios, comemos los mismos platos, hablamos con las mismas personas, leemos los mismos periódicos y mantenemos las mismas conversaciones, una y otra vez. El problema radica en que, francamente, no tenemos tiempo para pasear por calles desconocidas o desperdiciar valiosos minutos explorando pequeñas tiendas de ropa. Si no estamos en casa todas las tardes a las siete, no podemos hacer la colada. Ir a comprar con la lista hecha es más rápido que asomarse a los viejos y polvorientos mercados o curiosear en los tiendas de alimentación para gurmés que venden siete tipos de yogur natural y setenta clases de queso. Sencillamente no hay posibilidad de conocer gente nueva cuando las fiestas de la oficina y las reuniones de negocios se celebran una y otra vez en el mismo restaurante. En los largos desplazamientos de ida y vuelta al trabajo no tenemos ocasión de hablar con desconocidos, y tampoco hay mucho qué decir cuando la política, la economía y la religión han sido eliminadas de la superficial lista de temas decorosos. Con el tiempo, la rutina se filtra en todas las dimensiones de la vida. En parte, resulta cómoda. La rutina es lo que nos permite saber qué hacer y justo en qué momento y de qué manen Pero en su mayor parte es sofocante. Nos convierte en robots de nivel inferior que no piensan lo suficiente para percatarse de que no pensamos demasiado sobre nada. La vejez nos libera de eso. La rutina puede ceder paso, por fin, al misterio, a la posibilidad, al tiempo de pacer en la vida. El problema es que puede transcurrir un tiempo largo, bastante largo, antes de que esto se experimente como liberación. Nos resistimos tenazmente a ello. Construimos nuestras propias prisiones y vivimos en ellas hasta que estamos demasiado entumecidos para intentar escapar. Sólo el envejecimiento nos libera de nosotros mismos, a pesar de nosotros mismos. Ser viejos es lo que nos concede la oportunidad de holgar como nunca hemos holgado en la vida
Podríamos ir a la cabaña el miércoles, por ejemplo. Bien, ¿y por qué no? Podríamos ir la biblioteca, sentarnos en la sala de lectura y pasar el día allí leyendo. Bien, ¿y por qué no? Hoy podríamos jugar a las cartas con un vecino que está enfermo. Bien, ¿y por qué no? Podemos aparcar el coche a orillas de las aguas y quedarnos allí leyendo un libro. Bien, ¿y por qué no? ¿Por qué no, de hecho, penetrar en el misterio de la vida hasta que nos sintamos suficientemente cómodos con el misterio como para confiar en él incluso hasta el final?
Horarios y plazos tienen su lugar en la vida, por supuesto. Nos mantienen responsables ante la sociedad. El problema empieza cuando gobiernan nuestra vida, cuando la obstruyen, cuando se convierten en nuestra vida.
El misterio es lo que nos acontece cuando dejamos que la vida evolucione por sí sola en vez de empeñamos en hacer que acaezca de continuo. Es la extraña llamada a la puerta, la repentina visión de una flor que se abre sin ceremonias, una tarde en el jardín de la casa, un día en que cogemos el autobús que va al centro de la ciudad. Sólo por ver. Sólo por curiosear. Sólo por estar allí.
Hay algo santificador en imaginar sin más que lo que nos sucede en un día cualquiera nos es enviado para despertar nuestras almas a algo nuevo: un olor insólito, un sabor diferente, un momento en que nos permitimos intercambiar miradas con un desconocido, sonreír un poco, saludar con la cabeza. ¿Quién sabe? Tal vez alguna de esas cosas nos abrirá al refrescante recuerdo del dolor o será un conmovedor recordatorio de la gloria, un instante de asombro que nos deja sin aliento, una sensación de la presencia de Dios en la vida.
La luz solar hace presente en nuevas tonalidades de color el significado de un momento distante ya en el tiempo. El asombro, al sacudirnos, nos lleva a apercibirnos conscientemente de cosas vistas hace mucho tiempo, pero que también hace mucho tiempo que no hemos vuelto a ver. Tales cosas son la esencia del misterio.
El misterio tiene una finalidad en un mundo fríamente calculado. Ahora vivimos vidas cronometradas con gran precisión. Antes de que la gente poseyera relojes, la aurora y la oscuridad bastaban como marco de referencia temporal para la vida. «Iré mañana» significaba que llegaré mañana... cuando llegue. En la actualidad, «iré mañana» sólo significa un cuándo concreto, preciso: al minuto, en un determinado momento. Ahí no hay misterio. Sólo expectativa.
Así pues, el misterio -la noción de que algo maravilloso puede suceder en cualquier instante, con sólo que dejemos sitio para ello- nos lleva a una conciencia totalmente nueva de la inmanencia de Dios en el tiempo. Ahora aprendemos que Dios llega de improviso. Lo más probable es que se presente justo cuando menos lo esperemos.
En general, hemos aprendido a negar el derecho de lo inesperado, de lo misterioso, a invadir en modo alguno nuestras vidas, tan cuidadosamente programadas. Algo demasiado arriesgado en un mundo que vive en inestable equilibrio sobre estrictos horarios y a la luz de amenazadoras fechas límite.
Pero, ah, en la vejez el misterio recobra vida. Ya nada es demasiado seguro. Todo habla en términos de «a lo mejor», «quizá», «tal vez» y «probablemente». Tal vez esté todavía ahí. O tal vez no. Como los niños, aprendemos de nuevo a admirarnos Aprendemos que levantarnos cada mañana puede ser divertido, puede ser maravilloso. Seguramente ocurrirá algo. ¿Qué será?
Luego, conforme pasan los años, aprendemos a confiar en la bondad del tiempo, en la gloriosa cornucopia de vida que llamamos Dios. Y ¿quién sabe? Al final de la vida, el misterio que allí nos aguarda, finalmente visible bajo el resplandor del tiempo, tal vez sea más de lo que el alma puede aguantar.
Una carga de estos años es tener miedo del cada vez más cercano suceso místico, como si la divinidad que hemos conocido en vida fuera a abandonarnos a la hora de la muerte.
Una bendición de estos años es llegar a percibir que, detrás de todo eso tan imperturbable, firme y familiar que hay frente a nosotros, corre un contrapunto de misterio y sentido que debe ser experimentado de modos que nunca habríamos creído posibles. Liberarse de lo prosaico, lo programado, lo pragmático, significa abrir el mundo de par en par en formas con las que nunca habíamos soñado. En este nuevo mundo, una montaña, un banco, una senda con césped, es mucho más que sólo eso: es un símbolo de posibilidades inauditas, de la santidad del tiempo.
BENSON, Robert Hugh,
Confesiones de un converso,
Rialp, Madrid 2008.
Ildefonso García Nebreda
Robert H. Benson, hijo menor del arzobispo de Canterbury, quien le ordenó como sacerdote anglicano, se convirtió a la fe católica en 1903. Tras estudiar en Roma, se ordenó de sacerdote, llevando a cabo una amplia y fecunda labor apostólica como escritor y director espiritual. El presente libro se publicó, en principio, por entregas, en The Ave Maria, una revista católica. El interés que suscitó en los lectores (católicos y anglicanos) hizo que se editara en forma de libro.
He decidido que sea el propio Benson quien tome la palabra en esta reseña. Si sus propias palabras resuenan en nuestros oídos y hallan eco dentro del posible (?) lector, la invitación a leer Confesiones de un converso será más fuerte y eficaz. A ver si acierto.
"... Durante 25 años viví en un ambiente clerical, y durante nueve años fui pastor en una ciudad, en un pueblo y en un convento. Mi padre era la cabeza espiritual de la comunidad anglicana de Inglaterra" (p.11)...
"Los católicos, creía yo, eran claramente corruptos y decadentes, eran ritualistas y contaminados y los protestestantes eran radicales, ruidosos, extravagantes y vulgares".
"Un día (estando yo en Egipto), entré, por puro capricho, en una iglesia católica del pueblo. Se hallaba rodeada de casas de adobe. No daba al visitante ninguna impresión de esa solidadez y seguridad que suele propoorcionar lo europeo, y su interior ...era poco atractivo... Sin embargo, ahora creo que fue allí donde algo parecido a la fe católica se agitó en mi interior... Allí me planteé por primera vez la posibilidad de que Roma estuviera en lo cierto y de que fuéramos nosotros los equivocados. Mi desdén por la Iglesia Católica comenzó a impregnarse de un respetuoso temor (p. 40-41).
"En Damasco recibí un nuevo golpe al enterarme por el The Guardian de que el predicador al que debía todos mis conocimientos de lo distitntivo de la doctrina católica, ... se había sometido a Roma. Es imposible describir la sorpresa y el horror con que encajé la noticia" (p.43).
"En 1902, mientras paseaba con mi madre, le conté que había vuelto a tener inquietudes en relación con Roma... Le prometí que, si surgían de nuevo, se lo haría saber al momento... La mantuve informada, igual que a mi superior, de las etapas de mi proceso y obedecí al pie de la letra los consejos de ambos. Leí todos los libros anglicanos que me recomendaron y consulté con todas las personas capacitadas que me propusieron" (p. 69).
"La perspectiva de cambiar de Iglesia supone perder lo más íntimo, lo más querido y conocido, para caer en un desiereto descomunal, donde serás observado, puesto en tela de juicio y despreciado" (pp.72-73).
"Yo era ministro de una iglesia que parecía no tener criterios claros y únicos ni siquiera en materias relacionadas con la salvación de las almas... Tomemos como ejemplo un sólo punto esencial: la doctrina sobre la Penitencia. En realidad, yo ignoraba si está permitido o no enseñar que era indispensable para obtenerel perdón del pecado mortal. Prácticamente, todos los obispos lo negaban y, algunos de ellos, negaban, incluso el poder de absolver... Y,cada día con mayor claridad, veeía la imposibilidad de afirmar que la Iglesia de Inglaterra exigía la Confesión sacramental" (p.75)
"Un amigo, también sacerdote católico, me dijo que el mayor inconveniente con el que tropezó al convertirse fue el verse obligado a negar la validez de su ordenación. Hasta entonces, había sido un pastor ritualista que trabajaba abnegadamente entre los pobresde una importante ciudad inglesa y que, durante años, celebról ldiariamente o que creía ser el Santo Sacrificio de la misa. Me contó que casi le asustaba hacer la Primera Comunión... Sin embargo, en el momento en que la Sagrada Forma tocó su lengua, advirtió la diferencia. Me dijo que desde aquel instante no dudó un segundo, pues hasta entonces, sólo había recibido pan y vino acompañados de una gracia no sacramental. Y que este nuevo don era, ni más ni menos, que el Cuerpo Inmaculado de Cristo" (p.104)
"Me parece importante recalcar que la idea de volver a la Iglesia de Inglaterra es para mí tan impensable como la de intentar entrar en un redil ajeno... Retornar desde la Iglesia Católica a la Anglicana sería cambiar la certeza por la duda, la fe por el agnoticismo, la substancia por las sobras, la luz brillante por la obscura penumbra, el hecho universal por una doctrina provinciana y carente de historia..." (pp. 109-110).
"Yo diría que...en ambas comuniones hay fallos. En el caso de los anglicanos, esos fallos son vitales y radicales, pues afectan a lo que debería quedar intacto... Y en el caso de la Iglesia Católica, sus defectos son propios de una humanidad dañada e inseparables del estado de imperfección en el que nos encontramos los humanos. Los fallos del anglicanismo y del protestantismo, en general, son prueba de que su doctrina no es divina; los fallos del catolicismo sólo demuestran que tienen un lado humanoademás del divino" (p. 116)
Estos son algunos de los pensamientos entresacados de su libro. No sé si he acertado. Quien coja entre sus manos Confesiones de un converso constatará que fue el ansia de verdad lo llevó a Benson hasta la fe católica. Un sólo defecto he captado en él: el escaso número de páginas de que consta. Es un libro que el lector lamenta haber concluido.
La sotana
Me sorprendía y me gustaha ver la habilidad con que los Salesianos participaban en el patio de toda clase de juegos pero, con la sotana puesta. ¡Qué habilidad! No se caían pisándosela ni les estorbaba para meter unos golazos, que ya quisieran muchos delanteros de los equipos famosos.
Ah, una cosa muy importante en tu vida! Algo que siempre recordarás con alegría y emoción, ¿te acuerdas de tu amigo Rocchietti? A él y a ti os impuso la sotana Don Bosco juntamente con el cura de Castelnuovo, Don Cinzano que celebró la misa, fue en la capilla del Santo Rosario, junto a la casa de José Bosco, el hermano le Juan, en I Becchi, ante la presencia de todos los nuchachos que, con vosotros, disfrutaban del paseo; tenías quince años. Seguramente también estaría Mamá Margarita. Por aquellas tierras andaba Juan Bosco cuando también él recibió la tan deseada vestimenta clerical de manos del Padre Cinzano.
La noticia no sentó muy bien a tus hermanastros lue preferían verte trabajando con ellos, decían que acompañando a un cura pobre, mal porvenir ibas a tener. Pero tu vocación era firme y estaba bien encauzada por el cura al que tú seguías. Además tu madre, no sólo estaba conforme, sino orgullosa de ti. Desde entonces subiste un peldaño en el seguimiento de Don Bosco y en la responsabilidad que tenías de dar buen ejemplo a todos.
Ahora empezaste a comprender aquel gesto que te hizo tu amigo como cortando en dos mitades la mano y diciendo: "En la vida, tú y yo, trabajaremos a medias, todo lo compartiremos, los momentos buenos y los menos buenos".
Así fueron los comienzos pero, cuando a Don Bosco le fue aumentando el número de jóvenes que querían seguir con él ayudándole fue cuando pensó en distinguiros con un nombre especial: Salesianos. La admiración y devoción que le tenía a San Francisco de Sales quería que vosotros también la tuvierais, el Santo de la bondad y el sacrificio, por eso... "de Sales: Salesianos" ¿a que sí?, y os gustaba llamaros así. ¡Qué bonito!, un grupo de jóvenes que quería llamarse así junto a Don Bosco y emprender un camino nuevo que os llevaría a comprometeros para siempre cuando llegara el momento.
Quería que fuerais como él, empeñados en ayudar a la juventud y en acercarlos a la cultura y a los sacramentos. Teníais que ser modelo y ejemplo con vuestra manera de actuar. Él quería enseñaros lo que más tarde sería conocido como "El Sistema Preventivo de Don Bosco": Razón, Religión y Amor. ¡Ojalá hoy se pusiera en práctica en todos los centros educativos ¡otro gallo cantaría!
Él decía de ti que, en cualquier lugar que te encontraras siempre se te veía contento: comedor, patios, clase, capilla... aprendías bien y rápido de tu maestro y es que te lo habías tomado todo muy en serio y con gran responsabilidad. Todos sabíais la importancia laba él a la alegría. Cuando veía a un muchacho s te se preocupaba mucho, sabía que algo le pasaba eguro que necesitaba ayuda. "El joven siempre tiene que estar alegre". ¿Recuerdas a Domingo Savio? ". siempre decía que ellos hacían consistir la santidad en estar siempre alegres. De él habría mucho que decir ¿verdad? Tú lo conociste bien. Fue el fundador de la Compañía de la Inmaculada, de la que fuiste presidente. De no morir tan pronto, a los 15 años, hubiera sido igualito que tú en la Congregación.
Llega el momento de comprometerse firmemente para que el grupo "Salesiano" camine por el sendero de los votos religiosos, esto ya es más serio, por eso con anterioridad tuvo lugar aquella reunión, la noche del 26 de enero de 1854 que, como recordarás estabais Rocchietti, Artiglia, Cagliero y tú cuando Don Bosco, en el silencio de su habitación propuso hacer una prueba práctica de caridad hacia el prójimo y preparar así lo que luego iría llegando. Para ti fue el 25 de marzo de 1855, fiesta de la Anunciación, quisiste ser el primero, en la misma habitación del Padre y delante de él, pronunciaste tus primeros votos con el propósito de renovarlos sucesivamente.
Nacía la que sería una gran Congregación Religiosa... ¡Qué sencillas hace Dios las cosas!, con lo complicado que lo hacemos nosotros todo. Tenías 18 años y desde entonces no pensaste más que en hacer la voluntad del Señor expresada por Don Bosco. Ya se hablaba de ti por el Oratorio y se decía que eras tan santo como Don Bosco. Don Francesia dijo en una ocasión: "Desde que era joven se corría la voz en el Oratorio de que Rúa era santo como Don Bosco. Sólo había una diferencia: D. Bosco era un santo maduro Rúa un santo joven".
Hay quien pueda pensar que el maestro se hace ayudar por el discípulo para cruzarse de brazos, en este caso era todo lo contrario: los que elegía Juan Bosco se desvivían por hacer bien sus tareas porque lo veían a él incansable hasta agotarse, por eso sus deseos eran para ti órdenes. Cagliero dijo de ti un día: "...este Rúa se va a matar".
Eras tremendo, todo te lo tomabas con una voluntad y decisión de una entrega total. En ti no había medias tintas. Te ganaste su confianza de tal forma que todas las empresas más comprometidas o dificiles se te encomendaban a ti: clases a los internos, asistencias en comedor, patios, iglesia, etc. además de tus estudios que nunca descuidabas. No hay más que ver tu comportamiento cuando la epidemia de cólera del año 1854. Te pusiste a la cabeza de todos los voluntarios para ir a socorrer a tantos enfermos que morían a manojitos, por el fácil contagio y las casi nulas medidas sanitarias. Lo mismo acudías, con tus compañeros a sucias buhardillas que a cualquier pobre casa o malolientes refugios u hospitales donde se requería vuestra ayuda. No teníais miedo al contagio porque Don Bosco os había prometido, en nombre de la Virgen, que ninguno caería enfermo y así fue. Pasó la epidemia y a ningún joven del Oratorio le pasó nada.
Se abre un nuevo Oratorio y claro, ahí estaba el joven Rua para que lo atendiera. Ni las muchas ocupaciones, ni el agotamiento, nada te impedía estar muy tempranito en el Oratorio que te habían encomendado lejos de Valdocco, el de San Luis que estaba en la otra punta de la ciudad, cosa que era una dificultad añadida, por los kilómetros que tenías que recorrer entre ida y vuelta pero claro, como eras joven y ágil, pues no te pesaba el camino, llegabas en un santiamén.
Permíteme una pregunta: Tú tan joven y con poca salud, ¿cómo te apañabas para responder con garantía a todos los asuntos encomendados por tu maestro?
La respuesta yo me la imagino porque ya voy conociéndote un poco: primero porque nunca querías defraudar a Don Bosco; segundo la oración y los saramentos te daban fuerzas y tercero que el grupo de buenos amigos de que te rodeaste te animaba a ser buena levadura entre ellos y, además veías los frutos. Claro que, el sinfín de cosas que llevabas, suponía quitarte horas de sueño para preparar todo y para que tus propios estudios fueran adelante con buen nivel.
De tus obligaciones no te olvidabas nunca aunque supusieran algunos sacrificios; ¿te quedaste dormido alguna vez estudiando en el silencio de la noche?, creo que seguramente más de una vez y pienso en el frío que haría tan cerca de los Alpes, allá por el norte de Italia; el alumbrado que me supongo sería con velas o candilejas; la falta de espacio; lo rudimentario de los textos..., nada fácil, pero, ¡caramba!, tus notas siempre eran brillantes. De todo esto saco como conclusión que tu capacidad intelectual sería excepcional, no me lo explico de otra manera. El Señor te había dotado de buena memoria y magníficas cualidades.
Yo no sé si soy buen estudiante pero, en tus circunstancias, hubiera sido un desastre. Adiós.
San José Cafasso, modelo sacerdotal
Director espiritual y maestro de Don Bosco
Trabajando sin ningún alarde, el padre Cafasso realizó un extraordinario apostolado al combatir los errores de la época; se constituyó en un sustentáculo para la formación de los sacerdotes
Plinio María Solimeo
José Cafasso nació en la villa de Castelnuovo de Asti (hoy Castelnuovo Don Bosco) en 1811. Una hermana suya fue madre de otro santo, San José Alamano, fundador de la comunidad de los Padres de la Consolata.
Desde pequeño José era llamado por sus conciudadanos de il santetto, a causa de su atracción hacia la virtud y las cosas santas.
A los dieciséis años entró al seminario y vistió por primera vez la sotana. Así lo describe San Juan Bosco, que lo conoció a esa edad: “pequeño de estatura, de ojos brillantes, aire afable y rostro angelical”.
Providencial encuentro con San Juan Bosco
Don Bosco, que era aún niño, lo vio en la puerta de la iglesia de su ciudad, durante una kermesse, e impresionado con la apariencia del joven seminarista, quiso conversar con él. Se propuso entonces mostrarle alguno de los espectáculos de la feria. Y narra de este modo el episodio:
“[José Cafasso] me hizo una señal para que me acercase y empezó a preguntarme por mis años, por mis estudios; si había recibido la primera comunión, con qué frecuencia me confesaba, adónde iba al catecismo y cosas semejantes. Quedé como encantado de aquella manera edificante de hablar; respondí gustoso a todas las preguntas; después, casi para agradecer su amabilidad, repetí mi ofrecimiento de acompañarle a visitar cualquier espectáculo o novedad.
— Mi querido amigo —dijo él—: los espectáculos de los sacerdotes son las funciones de la Iglesia; cuanto más devotamente se celebran, tanto más agradables resultan. Nuestras novedades son las prácticas de la religión, que son siempre nuevas, y por eso hay que frecuentarlas con asiduidad; yo sólo espero que abran la iglesia para poder entrar.
Me animé a seguir la conversación, y añadí:
— Es verdad lo que usted dice; pero hay tiempo para todo: tiempo para la iglesia y tiempo para divertirse.
Él se puso a reír. Y terminó con estas memorables palabras, que fueron como el programa de las acciones de toda su vida:
— Quien abraza el estado eclesiástico se entrega al Señor, y nada de cuanto tuvo en el mundo debe preocuparle, sino aquello que puede servir para la gloria de Dios y provecho de las almas”.1
En el Convitto San Francisco de Asís
José Cafasso era un óptimo estudiante, y tuvo que pedir dispensa para ser ordenado más joven de lo normal, a los 21 años de edad, en setiembre de 1833. En vez de aceptar innumerables invitaciones de parroquias, quiso profundizar sus estudios en el Convitto (internado) eclesiástico San Francisco de Asís, de Turín. En aquella especie de academia eclesiástica pasó algunos años de intensa formación intelectual y espiritual, siendo nombrado profesor de la cátedra de moral. Trabajó al lado del canónigo Guala, uno de los fundadores del establecimiento y su rector. Su programa era santificarse cada vez más y auxiliar a los demás para que también se santificasen. Todos admiraban en él aquel empeño para buscar en todo la mayor gloria de Dios y la santificación propia y ajena.
Al morir el Canónigo Guala, José fue aclamado por unanimidad para substituirlo, y mantuvo ese cargo durante doce años, es decir, hasta su muerte. Se puso como modelos a San Francisco de Sales y a San Felipe Neri. Muchos decían que, en la jovialidad y uniformidad de espíritu, él se asemejaba mucho a esos santos.
Combate al jansenismo y al rigorismo
El padre Cafasso combatió tenazmente dos filosofías que habían entonces penetrado en Italia: el jansenismo, que sostenía que sólo una persona muy santa debería aproximarse a los sacramentos, principalmente la Eucaristía; y el rigorismo, que se centraba más en la justicia de Dios, casi abstrayendo su misericordia, sin procurar ver el equilibrio existente entre estos dos atributos divinos. El Papa Pío XI, por ocasión del decreto De tuto para la beatificación de José Cafasso, firmado el 1º de noviembre de 1924, afirmó: “Bien presto logró Cafasso sentar plaza de maestro en las filas del joven clero, inflamado de caridad y radiante de sanísimas ideas, dispuesto a oponer a los males del tiempo los oportunos remedios. Contra el jansenismo alzaba un espíritu de suave confianza en la divina bondad; frente al rigorismo colocaba una actitud de justa facilidad y bondad paterna en el ejercicio del ministerio, desbancaba, en fin, el regalismo [doctrina que antepone los intereses del Estado a los de la Iglesia], con una dignidad soberana y una conciencia respetuosa para con las leyes justas y las autoridades legítimas, sin claudicar jamás, antes bien dominada y conducida por la perfecta observancia de los derechos de Dios y de las almas, por la devoción inviolable a la Santa Sede y al Pontífice Supremo y por el amor filial a la Santa Madre Iglesia”.2
Para contraponerse al jansenismo y al rigorismo, él presentaba la Religión bajo sus más bellos aspectos, concebida como un ejercicio de amor a un Dios de bondad y misericordia, que padeció y murió para salvarnos. Sin descuidar las verdades esenciales, ponía el acento en aquellas más bellas y accesibles al común de los cristianos, para que practicasen las virtudes. Como se ve, utilizaba la táctica religiosa preconizada siglos antes por San Ignacio de Loyola, del agere contra, es decir, actuar siempre contra los errores y vicios de la época.
Llevaba a sus alumnos sacerdotes a visitar las cárceles y los barrios más pobres de la ciudad, a fin de despertar en ellos una gran sensibilidad hacia los desheredados de fortuna.
Amigo y protector de Don Bosco
Cuando San Juan Bosco estaba aún en el seminario y no podía proseguir sus estudios por falta de recursos, el padre Cafasso le pagó media beca y obtuvo de los regentes del seminario que le facilitasen la otra mitad, sirviéndole el joven seminarista de sacristán, remendón y peluquero; y cuando se ordenó, también le costeó el curso en el Convitto para su post-graduación.
Después lo ayudó en su apostolado con los niños, e, incluso cuando todos abandonaron a Don Bosco, continuó siendo su acérrimo defensor. Lo ayudó también en la recién fundada Sociedad Salesiana, siendo considerado por los salesianos como uno de sus mayores benefactores.
Asistencia a los condenados a la hora de la muerte
Turín era la capital del reino de Saboya y una ciudad en gran desarrollo, que atraía toda especie de aventureros. En consecuencia, las cárceles estaban llenas de una variedad de delincuentes, abandonados por todos. Éste fue uno de los campos de apostolado preferido por Don Cafasso. Él entregaba a los presos ropa, comida, material de limpieza y otras cosas. Iba a visitarlos, y con paciencia y dulzura acababa haciendo con que muchos se confesasen y comenzasen a llevar una vida más decente. Su visita semanal era esperada con expectativa por aquellos parias de la sociedad. Muy al contrario de los que hoy predican los “derechos humanos” de los bandidos, que no buscan la conversión de los mismos, sino apenas proporcionarles regalías terrenas, manteniéndolos en la mentalidad criminal.
El mayor y más heroico apostolado ejercido por José Cafasso era con los condenados a muerte. Cuando un criminal recibía la sentencia capital, el sacerdote lo preparaba durante los días que la precedían, para que se convirtiera y confesara, y después lo acompañaba hasta el lugar del suplicio, inspirándole sentimientos religiosos. De los 68 condenados que así acompañó hasta el último suplicio, ninguno murió sin confesarse y mostrarse verdaderamente arrepentido.
Cuando el delincuente oía la pena de muerte, generalmente exclamaba: “Que el padre Cafasso esté a mi lado a la hora de la muerte, es mi último deseo”. Lo llamaban incluso de otras ciudades, para ese benemérito apostolado. Hoy en día, ¿dónde están los criminales que piden asistencia espiritual? Y, ¿no es cada vez más difícil encontrar un buen sacerdote que quiera darla? Cómo hemos decaído...
Cuando Don Bosco era aún joven sacerdote, el padre Cafasso lo llevó cierto día a una de aquellas visitas. De sólo ver la horca, Don Bosco cayó desmayado...3 Lo que muestra el dominio que Don Cafasso debería tener sobre sí mismo para familiarizarse con tan difícil apostolado. Pero entonces se trataba de salvar un alma en el último momento, y eso bastaba para darle fuerzas.
“Padre de los pobres, consejero de los vacilantes”
Un don que José Cafasso recibió en grado eminente fue el de la prudencia. A su puerta golpeaban desde altos eclesiásticos hasta gente menuda del pueblo, en busca de un consejo para resolver situaciones delicadas. Y él siempre tenía una palabra precisa, el consejo apropiado, la solución definitiva.
Otras cualidades que en él sobresalían de modo especial eran su tranquilidad inmutable y ejemplar paciencia. En el rostro llevaba siempre una sonrisa amable para acoger a las personas. Como era de baja estatura, decían de él: “Es pequeño de cuerpo, pero gigante de espíritu”.
San Juan Bosco, en la biografía que escribió de San José Cafasso, su director y maestro, destaca varias facetas de su múltiple actividad: “padre de los pobres, consejero de los vacilantes, consolador de los enfermos, auxilio de los agonizantes, alivio de los encarcelados, salud de los condenados a muerte”.4
La devoción del padre Cafasso a la Santísima Virgen era fuera de lo común. La nutría desde pequeño y hablaba de Ella con entusiasmo. Dedicaba los sábados en su honra, y nada que le fuese pedido en uno de esos días o en alguna fiesta de Nuestra Señora, quedaba sin ser atendido.
Tres grandes amores: la Eucaristía, Nuestra Señora, el Papado
Decía constantemente que tenía tres amores: a Jesús Sacramentado, a la Santísima Virgen y al Papa.5
En uno de sus sermones sobre Nuestra Señora, Don José Cafasso exclamó arrebatado: “¡Qué bello morir un día sábado, día de la Virgen, para ser llevados por Ella al Cielo!” Realmente, esa fue la gracia que obtuvo, al fallecer el sábado 23 de junio de 1860, a los 49 años de edad.
José Cafasso fue beatificado por Pío XI en 1925, y canonizado por Pío XII el 22 de junio de 1947.
Notas.-
1.
San Juan Bosco,
San
Juan Bosco — Obras fundamentales,
BAC, Madrid, 1995, Memorias
del Oratorio,
p. 362.
2.
P. Giuseppe Usseglio S.D.B.,
www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/06/06-23_S_jose_cafasso.htm
3.
www.iglesiapotosina.org/admon/santoral/santostodos.cfm?
id_santo=332
4.
P.
Usseglio,
site citado.
5.
www.serviciocatolico.com/liturgia%20y%20santoral/santoral/junio/23dejuni.htm
Forum.com
Índice general. Curso 2009/2010
Núms.: 81-89
Presentación
El inicio de curso, ocasión de acción de gracias (24 de septiembre de 2009, nº 81, p. 1).
El otoño (“El cárdeno otoño no tiene leyendas para mí…”) (24 de octubre de 2009, nº 82, 1).
Llega el Príncipe de la paz (24 de noviembre de 2009, nº 83, 1).
Don Bosco en medio de los jóvenes (24 de diciembre de 2009, nº 84, 1).
Haití en el corazón: de cómo hacer de una tragedia fuente de esperanza (24 de enero de 2010, nº 85, 1).
La Pascua, también es tiempo de espera (24 febrero de 2010, nº 86, 1).
Érase de un marinero…(24 de marzo de 2010, nº 87, 1).
“Todo lo que tenemos se lo debemos a María Auxiliadora” (24 de abril de 2010, nº 88, 1).
“Aún quedan días de verano” (24 de mayo de 2010, nº 89, 1).
Retiros
Pascual Chávez Villanueva, “Spiritualità e missione” (septiembre de 2009, nº 81, 3-13).
Eduardo Vizcaíno Cruzado, “El destino de Marta. Algunas claves de nueva espiritualidad” (octubre de 2009, nº 82, 3-25).
Sergio Huerta, “La alegría de encontrar el tesoro” (noviembre de 2009, nº 83, 3-8).
Dolores Aleixandre, “El agujero de la roca. Otros lugares para ‘ver` a Dios” (diciembre de 2009, nº 84, 3-11).
Severino María Alonso, “El valor de la persona” (enero de 2010, nº 85, 3-8).
Ángel Aparicio Rodríguez, “Amar al Señor con todas las riquezas” (febrero de 2010, nº 86, 3-9).
Bonifacio Fernández, “La corrección fraterna” (marzo de 2010, nº 87, 3-9).
Pablo Largo Domínguez, “La lógica de la debilidad” (abril de 2010, nº 88, 3-11).
Cultivar una espiritualidad para el cambio (mayo de 2010, nº 89, 3-6).
Formación
Ildefonso Camacho y M. Juncal Guevara, “Bolonia y los estudios de teología” (septiembre de 2009, nº 81, 14-35).
José Antonio Negrín de la Peña, “Cristianismo, economía y crisis” (octubre de 2009, nº 82, 26-37).
Pedro Ortega et alii, “Las difíciles relaciones entre familia y escuela en España” (noviembre de 2009, nº 83, 9-31).
Ángel Cordovilla, “El cristianismo, fuente de la conciencia europea” (diciembre de 2009, nº 84, 12-22).
Miguel Márquez Calle, “Jóvenes: proceso y dinamismo interior” (enero de 2010, nº 85, 9-40).
José Román Flecha Andrés, “Esperanza y responsabilidad ética” (febrero de 2010, nº 86, 10-23).
Henri Derroitte, “Reinventar la catequesis en un mundo en movimiento” (marzo de 2010, nº 87, 10-32).
José María Quintana Cabanas, “Propuesta de una Pedagogía Humanística” (abril de 2010, nº 88, 12-36).
María Teresa Galán et alii, “Comportamiento social de los jóvenes: la cultura de la fiesta” (mayo de 2010, nº 89, 7-24).
Comunicación
Raúl Berzosa, “Jornada de las Comunicaciones Sociales. Nuevas tecnologías, nuevas relaciones” (septiembre de 2009, nº 81, 36-40).
Pablo D’Ors, “Huellas de Dios en el teatro de hoy” (octubre de 2009, nº 82, 38-47).
María Gómez, “Redes sociales” (noviembre de 2009, nº 83, 32-39).
José Manuel Burgueño, “¿Sin noticias de Dios? Algunas claves para buscar a Dios en la prensa” (diciembre de 2009, nº 84, 23-31).
Julián del Olmo, “Pasen y vean” (enero de 2010, nº 85, 41-46).
Emilio Lavaniegos-Juan Francisco Comendador, “El cine en la pastoral de las vocaciones” (febrero de 2010, nº 86, 24-39).
Federico Polvara, “Navegando en los blogs” (marzo de 2010, nº 87, 33-36).
Pedro Rodríguez Panizo, “La zarza ardiente de la palabra poética” (abril de 2010, nº 88, 37-48).
Mons. Raúl Berzosa, “Educar al sacerdote para la pastoral de la cibercultura” (mayo de 2010, nº 89, 25-34).
Vocaciones
Gabino Uríbarri, “La vida cristiana como vocación” (septiembre de 2009, nº 81, 41-56).
Toni Catalá, “Nuestra felicidad y esperanza como atrayente propuesta vocacional” (octubre de 2009, nº 82, 48-55).
Inmaculada Eibe,”La Vida Religiosa en la frontera de los jóvenes” (noviembre de 2009, nº 83, 40-58).
José A. García-Monge, “Escoger `mi` vida” (diciembre de 2009, nº 84, 32-42).
VARIOS, “Necesidad de convocar. Conclusiones del seminario de reflexión sobre la animación vocacional” (enero de 2010, nº 85, 47-54).
Santiago Guijarro Oporto, “Para trabajar bíblicamente la dimensión vocacional. ¿Me está llamando Dios?” (febrero de 2010, nº 86, 40-48).
Mariola López Villanueva, “Las mujeres que miran la cruz de lejos. Un acercamiento terapéutico” (marzo de 2010, nº 87, 37-45).
Juan Manuel Martín-Moreno, “La atracción del Crucificado. Los Ejercicios Espirituales de Nicodemo” (abril de 2010, nº 88, 49-57).
Guadalupe Hoyos, “¡Pido silencio!…para vivirme” (mayo de 2010, nº 89, 35-45).
La solana
Joan Chittister, “El propósito de la vida” (septiembre de 2009, nº 81, 57-63).
Joan Chittister, “Prejuicios de la vejez” (octubre de 2009, nº 82, 56-59).
Joan Chittister, “Espiritualidad del anciano” (noviembre de 2009, nº 83, 59-62).
Joan Chittister, “Sabiduría” (diciembre de 2009, nº 84, 43-46).
Joan Chittister, “Sentido” (enero de 2010, nº 85, 55-58).
Joan Chittister, “Aprender” (febrero de 2010, nº 86, 49-52).
Joan Chittister, “Alegría” (marzo de 2010, nº 87, 46-49).
Joan Chittister, “Culminación” (abril de 2010, nº 88, 58-60).
Joan Chittister, “Misterio” (mayo de 2010, nº 89, 46-48).
El anaquel
Lluís Oviedo Torró, “Los cristianos en un mundo secularizado: la propuesta de Charles Taylor” (septiembre de 2009, nº 81, 64-74).
Timothy Radcliffe, “¿Por qué el ser religioso?” (octubre de 2009, nº 82, 60-69).
Luis Oviedo Torró, “Presente y futuro de los franciscanos y de los consagrados en general en un ambiente secularizado” (octubre de 2009, nº 82, 70-87).
Felipe Pou Ampuero, “Educación diferente” (noviembre de 2009, nº 83, 63-68).
Eusebio Martínez,”Necesidad de convocar: la calidad de la formación inicial y permanente” (noviembre de 2009, nº 83, 81-82).
VARIOS, “Manifiesto del XI Congreso Católicos y Vida Pública” (diciembre de 2009, nº 84, 47-49).
Eduardo Galeano, “Me caí del mundo y no sé por dónde se entra. (Para mayores de 30)” (enero de 2010, nº 85, 59-62).
Juan A. Estrada, “¿Está Dios en Haití?” (enero de 2010, nº 85, 79-80).
Jaime Mayor Oreja, “Crisis de valores, diagnóstico del relativismo” (febrero de 2010, nº 86, 53-63).
Benedicto XVI, “Mensaje del Papa a los jóvenes” (marzo de 2010, nº 87, 50-55).
Ildefonso García Nebreda, “Reseña de Señor del mundo de Robert Hugh Benson” (abril de 2010, nº 88, 61-62).
Ildefonso García Nebreda, “Reseña de Confesiones de un converso de Robert Hugh Beson” (mayo de 2010, nº 89, 49).
Centenario de Don Rua
Pablo VI, “Homilía de Pablo VI en la beatificación de Don Miguel Rua” (noviembre de 2009, nº 83, 69-72).
Pascual Chávez, “Don Rua: la fidelidad a la Vida Consagrada” (diciembre de 2009, nº 84, 50-61).
Teresio Bosco, “Ser Don Bosco y sólo Don Bosco” (enero de 2010, nº 85, 63-67).
A.Auffray, “Un santo formado por otro santo: Don Miguel Rua. El primer sucesor de Don Bosco” (febrero de 2010, nº 86, 64-67).
Francisco Rodríguez de Coro, “Miguel Rua. A medias con Don Bosco” (marzo de 2010, nº 87, 56-57).
VARIOS, “Don Miguel Rua, “otro” Don Bosco” (abril de 2010, nº 88, 63-79).
“La sotana” (mayo de 2010, nº 89, 51-53).
Año Jubilar sacerdotal
José Colomer, “Don Bosco sacerdote” (noviembre de 2009, nº 83, 73-80).
Egidio Viganò, “Con la mirada puesta en el presbiterio del tercer milenio” (diciembre de 2009, nº 84, 62-76).
Fernando Peraza, “Don Bosco, el párroco de los muchachos sin parroquia” (enero de 2010, nº 85, 68-78).
Rainiero Cantalamessa, “Ministros de la Nueva Alianza del Espíritu” (febrero de 2010, nº 86, 68-75).
P. Liberatore, “Algunos testimonios de vida sacerdotal” (marzo de 2010, nº 87, 58-66).
Fernando Peraza, “El Convitto, la opción fundamental por los jóvenes pobres y abandonados, y la identificación de un estilo pastoral” (abril de 2010, nº 88, 80-89).
Plinio María Solimeo, “San José Cafasso, modelo sacerdotal” (mayo de 2010, nº 89, 54-57).
Índice General. Curso 2009-2010 (mayo de 2010, nº 89, 58-62).
1 C. MINGOTE-M. REQUENA (eds.), El malestar de los jóvenes, Díaz de Santos, Madrid 2008, pp. 99-115.
2 Cooperador Paulino 153 (2010) 8-15.
3 El don de los años. Saber envejecer, ST, Santander 2009, pp. 87-91.