Haití en el corazón
De cómo hacer de una tragedia fuente de esperanza
Retiro ………………….………..............................3–8
Formación…………….………........................ 9 - 40
Comunicación…………………………………………41 - 46
Vocaciones…...….…..............................47 - 54
La solana……………………………………………….55 - 58
El anaquel……….…….............................59 - 80
Me caí del mundo…………………………60 – 62
Don Rua………………………………………63 – 67
Año Sacerdotal……………………………68 – 78
¿Está Dios en Haití?………………………79 – 80
Revista
fundada en el año 2000
Segunda
época
Dirige:
José Luis Guzón
C\\
Paseo de las Fuentecillas, 27
09001
Burgos
Tfno.
947 460826 Fax: 947 462002
e-mail:
jlguzon@salesianos-leon.com
Coordina:
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Redacción:
Urbano Sáinz
Maquetación:
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Asesoramiento:
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Depósito
Legal: LE 1436-2002
ISSN:
1695-3681
EL VALOR DE LA PERSONA1
No me interesan vuestras cosas, me interesáis vosotros (2 Cor 12, 14)
Severino María Alonso, CMF
In memoriam
Primacía de la persona
La persona humana es, por su misma naturaleza, un ser abierto al misterio. No es simplemente “algo”, es decir, una realidad neutra o impersonal, una cosa más entre las cosas de mundo. Es alguien y, por lo tanto, un ser del todo original, único e inconfundible en el universo. Es un ser consciente y dueño de sí mismo, responsable ante su propia conciencia, ante otras personas y, en definitiva, ante Dios.
En cuanto espíritu encarnado o encarnación de un espíritu, el hombre es, a la vez, menesteroso y rico, indigente y generoso. Necesita salir de sí mismo para lograr su propio perfeccionamiento y está esencialmente orientado al encuentro con otros seres inteligentes y libres, es decir, con otras personas. Capaz de responder y obligado a dar respuesta de sí mismo ante la propia conciencia, ante los demás hombres y, en último término, ante Dios. Incompleto en su estructura biológica, psíquica, social y espiritual, tiene una fundamental e incoercible aspiración a la autorrealización integral. Todo lo que hace, lleva, en el fondo, este último sentido. El hombre es 'artesano de sí mismo´: homo faber sui ipsius. No sólo hace cosas, sino que 'se hace' a sí mismo. Con entera -aunque no exclusiva- responsabilidad en esta tarea ineludible. Y este hacerse se con- vierte en empresa ininterrumpida, en quehacer permanente e irrenunciable. El hombre tiene, por eso, el derecho y el deber -la gloria y la pesadumbre- de irse haciendo y realizando.
Los demás seres del universo están ya hechos, terminados, concluidos realmente (conclusos, es decir, cerrados). Aunque en ellos -en algunos de ellos- se dé un desarrollo biológico o celular. Son lo que son irremediable e irresponsablemente. No son dueños y responsables de sí mismos y de sus hechos. Y aunque sujetos a la evolución, no son propiamente sujetos de 'perfeccionamiento' y de autorrealización. En cambio, el hombre tiene la obligación y el privilegio de 'hacerse', y no puede renunciar, por nada del mundo, a esta tarea primordial, a este quehacer sustantivo, sin el grave riesgo de falsificar su vida entera e incluso de fracasar definitivamente en su empresa de ser hombre.
La afirmación de Dios - del Dios verdadero, revelado en Jesucristo- nos lleva necesariamente a la afirmación real del hombre. Y la primacía absolutamente absoluta de Dios nos lleva a reconocer la primacía relativamente absoluta de la persona humana. Esta primacía sobre todo lo demás - instituciones, leyes, economía y técnica, por el hecho de ser imagen viva de Dios, es un dato original de la revelación y una dimensión esencial de la concepción cristiana del hombre. Esta concepción contrasta abiertamente con las que ofrecen otras religiones, filosofías o sistemas políticos. Para el comunismo, por ejemplo, al igual que para el capitalismo puro, el hombre no es más que una pequeña pieza de una gigantesca máquina y vale, en realidad, por lo que hace y por lo que tiene, por lo que produce. Para el cristianismo, en cambio, la persona humana es y debe ser el principio, el sujeto y el fin de todas las instituciones sociales" (GS 25).
La persona humana no es nunca un medio, ni siquiera para Dios, sino un fin, aunque no es el final de sí misma, ya que sólo se entiende en Dios y desde Dios. Decir que la persona es fin, es afirmar que debe ser amada, respetada y valorada por razón de sí misma, por el simple hecho de ser persona, independientemente de toda otra motivación. Es subordinar todo lo demás: estructuras, actividades y legislaciones, al bien integral de la persona, a su pleno desarrollo natural y sobrenatural, en conformidad con el proyecto amoroso de Dios sobre ella. La persona, en consecuencia, no puede ser manipulada, ni engañada, ni instrumentalizada. Tiene derecho a la verdad. El mismo Dios “la ama por razón de ella misma" (GS 24).
Es importante recordar, porque sería lamentable olvidarla o no tenerla suficientemente en cuenta, una fundamental distinción. El cristianismo no admite jerarquía de personas. Nadie, en consecuencia, es superior a otro en dignidad, ni en cuanto persona humana ni en cuanto creyente. Como hijos e imágenes de Dios, todos tienen la misma e irrenunciable dignidad. Aunque, como es evidente, no todos tengan las mismas cualidades. Por eso, desde este punto de vista, nadie merece más respeto que otro. Pero el cristianismo admite y reconoce jerarquía de ministerios, de servicios y de 'funciones', que a nadie le es lícito desconocer y, menos todavía, rechazar. Por la misma voluntad de Jesús y por la libre actuación de su Espíritu, no todos desempeñan en la Iglesia el mismo ministerio.
Dice muy oportuna y claramente el Concilio: "Es común la dignidad de los miembros (del pueblo de Dios), que deriva de su regeneración en Cristo; común, la gracia de la filiación; común, la llamada a la perfección; una sola salvación, única la esperanza e indivisa la caridad. No hay, por consiguiente, en Cristo y en la iglesia ninguna desigualdad por razón de la raza o de la nacionalidad, de la condición social o del sexo... Aun cuando algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos doctores, dispensadores de los misterios y pastores para los demás, existe una auténtica igualdad entre todos en cuanto a la dignidad ("vera tamen inter omnes viget aequalitas quoad dignitatem") y a la acción común a todos los fieles en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo" (LG 32).
Una de las tendencias más positivas y más vigorosas hoy día entre los religiosos hacia dentro y hacia fuera de la misma vida consagrada es la afirmación de la primacía de la persona y el sincero deseo de restaurarla en su primacía, subordinando a ella todo lo demás. Es el reconocimiento del valor inalienable de la persona humana por encima de cualquier otra realidad, y de la libertad como fundamento inmediato de los demás derechos humanos. Y la afirmación del amor como fuerza y motivo último en la promoción eficaz de esos mismos derechos.
"La gloria de Dios es el hombre viviente`
"Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto" (GS 2 l), un verdadero enigma o, más exactamente, un misterio. La solución a este 'problema' y el esclarecimiento de su propio ser no le pueden venir de las ciencias humanas. Ni siquiera de la filosofía. Mucho menos, de la biología; y tampoco de la psicología, aunque a sí misma se llame profunda. Lo mejor del hombre, su misterio, su realidad más honda y su verdadera identidad, son inalcanzables por métodos científicos. Y es que el hombre no puede ser definido por sí mismo, ni desde sí mismo, a partir del análisis de los elementos que le constituyen y de las diferencias específicas que le separan de los demás seres del universo.
El hombre no es una simple criatura, como las demás. Ni, por supuesto, un ser autónomo, independiente, con pleno sentido en sí mismo. Es imagen y semejanza de Dios (cf Gen 1, 26- 27). En esto consiste su grandeza y su máxima originalidad. Imagen y semejanza quieren decir imagen verdadera, reflejo vivo y real de Dios. Por eso, fundamentalmente, el hombre es gloria de Dios'. Porque gloria, en el sentido fuerte de la palabra, es la misma naturaleza divina en cuanto comunicada o proyectada.
Es la reverberación del ser de Dios en su criatura. Es la imagen eikon de Dios impresa realmente en el hombre. La gloria de Dios, sentido y fin de toda la creación, no es 'algo' que el hombre da a Dios, sino 'algo' que Dios da al hombre. La gloria de Dios consiste en comunicar a otros su propio ser y en que esos seres, por él creados, sean lo más parecidos a él mismo Hablar de la gloria de Dios "significa hablar de la realidad misma de Dios manifestándose al hombre en resplandor… La gloria de Dios es por tanto, el poder, la majestad, la riqueza y la vida que Dios manifiesta al hombre, dándoselo en su historia”`. Jesús, por ser la Imagen perfecta del Padre, es también incluso en cuanto Hombre su máxima gloria y su máxima glorificación". Y todo el quehacer del hombre consiste en irse pareciendo, cada vez más, a Jesucristo.
Los demás seres del universo son huella o vestigio de Dios; pero no su imagen. Tampoco son sujetos de gracia y de amor. Como recuerda el Concilio, el hombre "es la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por ella misma" (GS 24). El hombre, por su misma naturaleza, "es superior al universo entero" (GS 14) y está llamado, por libre y amorosa decisión divina, al diálogo y a la unión con Dios. "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios" (GS 19). "Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse al hombre, como a su centro y a su cima" (GS 12). El hombre es sentido de toda la creación material, porque ha sido constituido por Dios como dueño y señor del universo, si bien con una soberanía relativa, ya que sólo puede entenderse en real subordinación a la soberanía absoluta del mismo Dios.
El ser humano -varón y mujer-, desde siempre, ha sido pensado y querido en Cristo. Ha sido creado y recreado en la Persona de Cristo. Y está predestinado a reproducir en sí mismo la imagen viva de Cristo. Sólo en él encuentra su esencia y su consistencia, su última razón de ser y su verdadera identidad. "Realmente, sólo en el misterio del Verbo Encarnado se esclarece de verdad el misterio del hombre... Cristo, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre, y le descubre la sublimidad de su vocación... El que es Imagen de Dios invisible (Col 1, 15) es también el Hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado" (GS 22). Por eso, "el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se hace a sí mismo más hombre " (GS 41).
La teología cristiana intenta comprender y clarificar el plan de salvación que Dios tiene sobre el hombre y que san Pablo llama misterio: ese designio eterno, libre, inteligente y amoroso contenido fundamental de toda la revelación, que se realiza históricamente en la Persona de Jesucristo, en su Encarnación, Muerte, Resurrección. Es el proyecto de la eterna y definitiva Alianza, sellada en la sangre de Cristo, a la que, por voluntad de Dios, se ordena intrínsecamente toda la creación. Porque, de hecho, la creación no tiene ni ha tenido nunca pleno sentido en sí misma, ya que es totalmente relativa a la amistad sobrenatural y a la filiación divina de los hombres, o sea, a la Alianza de Dios con el hombre en Jesucristo. Dios no crea al hombre simplemente para tener una 'criatura', sino para hacerle hijo y amigo en la Persona de su Hijo. La creación es la razón externa, la condición necesaria y el presupuesto de la alianza. La creación hace posible la alianza. Pero la alianza es la razón interna de la creación. Es decir, la creación fue pensada y querida por Dios en orden a la alianza. Y Jesucristo es la última razón de ser y, a la vez, el sentido definitivo de la alianza y de la creación.
En el plano histórico, el estado natural puro no ha existido nunca. Porque Dios Padre todo lo ha pensado, querido y creado en Cristo, es decir, en orden a la filiación y a la amistad divinas. Y, claro está, no por una exigencia intrínseca de] mismo ser creado o de la naturaleza del hombre, sino por pura iniciativa y benevolencia suya: por amor gratuito y libre. "La suprema vocación del hombre, recuerda el Concilio, en realidad es una sola, es decir, divina" (GS 22). Por eso, sólo en Cristo Jesús es donde el hombre se realiza incluso humanamente, donde consigue su plenitud y alcanza su verdadera estatura. Sólo en Cristo llega el hombre a ser de verdad él mismo.
Existen, sin embargo, algunos síntomas alarmantes de que se está olvidando la visión integral del hombre -de la persona humana-, que nos ofrece el cristianismo, como espíritu encarnado o encarnación de un espíritu, ser unitario y realidad armónica, a la vez esencialmente espiritual y corpórea, como hijo de Dios y hermano de Cristo y como centro y meta del universo; y de que se está cayendo en un progresivo reduccionismo en su comprensión. La espiritualidad, muchas veces, se reduce a mera psicología. La psicología, a biología. La biología, a zoología. La zoología, a anatomía. La anatomía, a mecánica. El hombre, que anhelaba ser superhombre, se ha convertido no sólo en un subhombre como afirmó Camus, sino en un robot.
Por haber buscado y proclamado, con frecuencia, “la gloria de Dios a costa de la gloria del hombre”, malentendiendo los datos bíblicos y desconociendo la mejor teología católica, no pocos han rechazado la fe en Dios. Por haber afirmado los derechos de Dios a costa de los derechos del hombre, como si fueran contrarios entre sí, y no más bien complementarios y hasta correlativos, hemos contribuido a la negación de Dios. El Concilio reconoció la "responsabilidad" y la "no pequeña parte" que los creyentes hemos tenido "muchas veces" en “la génesis del ateísmo, por haber velado más que revelado el rostro de Dios" (GS 19).
Los derechos de Dios coinciden, históricamente, con los derechos del hombre. Los mandamientos de Dios, que se convierten para el hombre en deberes fundamentales y en obligaciones ineludibles, no pretenden nunca salvaguardar privilegios de Dios, sino proteger los verdaderos intereses de la persona humana. Dios no se beneficia en nada. Es el ser humano el único que sale beneficiado. Nuestras alabanzas no enriquecen a Dios, sino a nosotros mismos. Son, a este respecto, certeras y expresivas las afirmaciones de la Liturgia: Pues, aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación, por Cristo, Señor nuestro”`.
Dios y el hombre no sólo pueden coexistir, sino que se afirman y se confirman mutuamente. Dios es la máxima afirmación y la suprema garantía del hombre, porque es el principio y el término absoluto de su ser, de su libertad y de su amor. Y el hombre verdadero es la mejor afirmación de Dios y su mejor testigo. La verdadera autonomía y libertad del hombre coinciden realmente con la fe en el amor creador y salvador de Dios. Por eso, afirmar a Dios es la suprema manera y también la única manera auténtica de afirmar al hombre. Al rendir culto a Dios como al único Señor, el hombre es soberanamente libre y es de verdad 'él mismo'. Más que ser autónomo, en el sentido literal de la palabra que implicaría una forma sutil y radical de esclavitud, es teónomo, pues Dios es su verdadera Ley, y es más íntimo al hombre que él a sí mismo. Dios no es sólo la Verdad, el Amor y la Libertad, sino la plena y total Verdad del hombre y para el hombre, su pleno y total Amor, su total y plena Libertad. Sin Dios hombre se desvanece, perdiéndose en la nada.
Una personalidad, humanamente realizada y madura
Los cristianos, en cuanto llamados a reproducir en sí mismos la imagen de Cristo (cf Rm 8, 29) y a alcanzar la plenitud de su madurez de Hombre perfecto (cf Ef 4, 13), han de hacer ver con el testimonio irrefutable de su vida que Dios es el mejor Amigo del hombre, que no tiene 'celos' del hombre, sino 'celo' por el hombre. Y que reconocerle como Creador y como Padre es encontrar el verdadero fundamento de la dignidad de la persona humana y descubrir su verdadera originalidad frente a todos los demás seres del universo.
Y especialmente los cristianos-religiosos, en virtud del radicalismo de nuestra fe, tienen que demostrar que la vida consagrada, aun teniendo en cuenta las inevitables renuncias y sacrificios que lleva consigo, es capaz de forjar auténticas personalidades humanas, realizadas, maduras y, por consiguiente, felices. Y sabemos que demostrar es mucho más que 'mostrar', que poner delante. Porque es hacer ver con argumentos convincentes. Es lo que afirma, gráficamente, la expresión castiza: "meter por los ojos". De manera que no haya más remedio que 'verlo´ aunque uno no quisiera. Sólo, de ese modo, vida consagrada será de verdad creíble y se convertirá en un testimonio fehaciente de ese Dios que es Amor para el hombre y que, por lo mismo, quiere y busca su plena realización y su definitiva felicidad. Por eso, Juan Pablo II, a 1os pocos días de iniciar su misión pastoral como Papa, habló del triple testimonio que ha de dar en la Iglesia todo religioso y toda religiosa: "El testimonio, ante todo, de la coherencia seria con los valores evangélicos y con el propio carisma... El testimonio, luego, de una personalidad humanamente realizada y madura, que sabe establecer relación con los demás, sin prevenciones injustificadas, ni imprudencias ingenuas, sino con apertura cordial y sereno equilibrio. El testimonio, por último, de la alegría`. He aquí un verdadero "programa de formación", inicial y permanente.
La personalidad se constituye y se define por la recta independencia: recta independencia en el 'ser' y en el `actuar'. En esto coinciden la noción metafísica y la psicológica de personalidad. Y, siendo las tres dimensiones más hondas de la persona humana el pensamiento, la libertad y el amor, la personalidad integral abarca estas tres dimensiones y supone una cierta plenitud psicológico-moral y un desarrollo armónico y progresivo de acuerdo con la edad de esas mismas dimensiones. De este modo, surgen: la personalidad intelectual, o la recta independencia en el pensar (espíritu crítico); la personalidad volitiva, o la recta independencia en el actuar (sentido de responsabilidad); y la personalidad afectiva (madurez afectiva), o la recta independencia en el amor. Ser de verdad persona, en el sentido pleno y cabal de la palabra, es el 'derecho' y, al mismo tiempo, el 'deber' más fundamental de todo ser humano. Pero lo es, todavía más, y por especiales razones, del religioso y de la religiosa.
Entre las tendencias o constantes, que con mayor fuerza se vienen manifestando, en la vida consagrada, desde el mismo Concilio hasta nuestros días -y que, sin duda, seguirán vigiendo en el futuro- se destacan el reconocimiento explícito y la vigorosa afirmación de la primacía de la persona humana -como ya hemos recordado- y, al mismo tiempo, la valoración también ‘prioritaria'de la vida comunitaria. Dos tendencias, que -si se entienden bien- son realmente complementarias, porque se implican y explican mutuamente. Con dos peligros graves, cuando se confunde la 'persona' con 'individuo'; y la 'comunidad' con el 'grupo', que serían "el individualismo disgregante y el comunitarismo nivelador" (VFC 39). El individualismo desde el punto de vista psicológico y sociológico, es un verdadero 'atentado' contra la 'persona', porque destruye la auténtica ‘personalidad’. Y desde el punto de vista teológico, es una 'condenación', porque excluye del ámbito propio de la salvación. Y el comunitarismo es la disolución de la verdadera comunidad.
La persona es un ser abierto, que tiene mantiene comunión y comunicación profunda con otras personas y, en definitiva, con Dios. El individuo, en cambio, ha roto toda vinculación profunda con los otros, aislándose de las demás personas, y vive cerrado sobre sí mismo... Caín en el desierto después de haber matado a su hermano, huyendo de Dios y de sí mismo es el símbolo humano y religioso del ‘individualisimo’. La persona sólo es de verdad persona en relación profunda con las demás personas, es decir, en comunidad. Y una comunidad sólo merece de verdad este nombre, cuando es comunidad de personas.
La persona es siempre creadora de comunidad, porque es sujeto activo y pasivo de relaciones interpersonales, que son las únicas que crean comunidad. Un conjunto de personas constituyen una comunidad. El individuo sólo es capaz de crear grupo o simple equipo de trabajo, pero no verdadera comunidad. Y por su parte, la comunidad auténtica es 'creadora de personas', porque es escuela permanente di 'personalización' y de crecimiento personal, por medio de relaciones interpersonales cada vez más estrechas y profundas. Por eso, si una comunidad 'ahoga' o diluye la originalidad de cada persona, no es verdadera comunidad, sino grupo. La 'comunidad' destaca el valor y la ‘personalidad' de la persona. El ‘grupo' pone de relieve lo colectivo, es decir, lo neutro e impersonal. La comunidad se caracteriza por la unidad y por el pluralismo. En cambio, el grupo se caracteriza por la simple uniformidad exterior. La unidad enriquece, mientras que la uniformidad empobrece. Pablo VI hizo esta grave afirmación: "Si algunos religiosos dan la impresión de estar oprimidos por su vida común, la que por el contrario hubiera debido haberles hecho crecer, ¿no se deberá a que falta aquella cordialidad y amabilidad con que se alimenta la esperanza?" (ET 39).
La praxis de la vida comunitaria consiste en ir entretejiendo, sin desfallecimiento y sin descanso, una red de relaciones interpersonales, cada día más profundas, que mantengan a las personas en mutua apertura y en mutua comunión. Unas relaciones de conocimiento y amor que las libere de la soledad y las vaya enriqueciendo natural y sobrenaturalmente y les vaya posibilitando el fiel cumplimiento de su misión. No se trata -ni siquiera como ideal- de tener todos las mismas ideas, los mismos sentimientos, un mismo carácter o desarrollar todos la misma actividad. Esto -si fuera posible- sería empobrecedor.
Como presupuesto necesario, para vivir en intercomunión, hay que valorar a todos y a cada uno de los miembros de la comunidad como persona. Por consiguiente, cada uno debe ser considerado y tratado siempre:
-como persona, que debe realizarse a sí misma en la interrelación e intercomunión fraterna;
-como persona, que está destinada directa e inmediatamente a Dios;
-como persona, que es hija del Padre en su Hijo Único, por la acción del Espíritu Santo;
-como persona, que no puede ser 'dominada’ por nada ni por nadie, ni manipulada o utilizada como instrumento en orden a una empresa, aunque sea de apostolado, sino que debe ser admitida amorosamente a la intercomunión fraterna y a la colaboración en la misión apostólica; teniendo muy en cuenta que la verdadera colaboración es siempre de persona a persona, y no de persona a instrumento.
En definitiva, "el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se hace a sí mismo más hombre” (GS 41) Porque la divinización es la más plena realización humana de la persona.
1 San Ireneo, Adversus haereses,4,20,7.
2 Cf San Ireneo, Adversus hoereses, 4, 20, 7: 1a gloria de Dios es el hombre viviente; la vida del hombre es la visión de Dios”. Cf también la afirmación complementaria del mismo San Ireneo: “La gloria del hombre es Dios; ahora bien, el receptor de la operación de Dios, de toda su sabiduría y de toda su potencia es el hombre " (ibid., 3, 30, 2).
3 O. González de Cardedal, La gloría del hombre, Madrid, 1985,p. 42. Cf A.Andrés Ortega, C.M.F, Cuerpo Místico y vida religiosa, Madrid, 1959, p. 54: “El Padre es glorificado en nosotros en la medida en que, a través de nosotros mismos, se irradia la gloria del Padre, que es Jesús, con lo cual nosotros nos hacemos gloria del Padre". (Cf` A. Andrés Ortega, C.M.F, Escritos teológicos y filosóficos, BAC, Madrid, 2006, t. II. p. 166].
4 Cf 2 Cor 4,4; Col 1, 15; Hebr 1, 3; Jn 13, 31-32; 17, 4ss; etc.
5 A Camus, Lhomme revolté, Paris, 1951, p. 302.
6 O. González de Cardedal, La gloriadel hombre, Madrid, 1985, pp.40ss.
7 Prefacio Común IV.
8 Juan Pablo II, Alocución del 10 de noviembre de 1978 (cf Alocución del 28 de octubre de 1979).
Jóvenes: proceso y dinamismo interior2
Miguel Márquez Calle
Salamanca
INTUICIÓN: Este artículo presenta el caminar humilde que durante años he ido haciendo con jóvenes de diversos ambientes y lugares. No tiene el valor de una propuesta pastoral acabada. El valor de estas páginas tiene más que ver con el de una intuición que ha resultado válida para muchos de ellos y que sigue temblorosa, expectante, abierta, como está abierto y en construcción todo lo que se refiere al mundo juvenil y al de la interioridad.
DIÁLOGO ABIERTO: La propuesta que hago quiere abrir un diálogo con cualquiera que acepte estas líneas como posible foro de profundización en el empeño de acompañar y avivar nuestra propia búsqueda interior y la de los jóvenes.
UNA EXIGENCIA DE AUTENTICIDAD: No podemos hablar de animar y enriquecer el camino interior de los jóvenes si no estamos nosotros implicados en esa búsqueda de la raíz y las fuentes del Dios vivo en nosotros.
No es fácil acercarse al mundo de los jóvenes y ofrecerse a acompañar y alumbrar la búsqueda interior. ¿Quién se atreve a recorrer con ellos el camino de la exploración, de las dudas, del caos, del no saber, de las decepciones, de los hallazgos? ¿Quién atravesará con ellos este terreno pedregoso y tantas veces sin respuesta para arribar a la otra orilla de sus propios descubrimientos, de sí mismos, de Dios, de la vida?
¿Dónde se hallan los «maestros» que se atrevan a esta empresa? Expresaba con meridiana claridad Durckheim una de las cualidades del verdadero compañero en esta empresa interior, del verdadero maestro: «En el maestro la luz proviene de la noche que él ya ha pasado; su saber florece en un segundo plano de la conciencia perdida; y su encuentro con la debilidad y la muerte le han hecho fuerte. Su amor ha nacido en el sufrimiento de la soledad vivida» 1
Arrimarse a ellos es volver a hacer la travesía del no saber confiado en que el verdadero artífice de este acompañamiento es el Espíritu Santo. Hoy existen muchos teóricos de la espiritualidad muchos expertos del saber decir, del saber exponer, pero no abundan los «maestros» en el sentido en que Durckheim apuntaba. Tenemos necesidad de mistagogos, de iniciadores vitales en el sendero complejo, insondable de la búsqueda interior.
En el ámbito del Carmelo existen muchos y buenos estudios acerca de la doctrina teresiana y sanjuanista, y de los demás santos (sobro todo santas) carmelitanos. Dichos estudios son un inapreciable apoyo, pero adolecemos de falta de concreción en el terreno práctico, nos falta la traducción vital, la aplicación concreta. Tendremos en los años venideros que hacer un trabajo de recogida del eco que la doctrina de los místicos está produciendo al contacto con el caminar de nuestros jóvenes y completar lo que falta a la doctrina de los místicos. Sí, he dicho conscientemente completar, porque ellos nunca pretendieron dar unas pistas acabadas. Ese trabajo nos lo dejaron a los que estábamos por venir; y ese trabajo está siempre por hacer.
Parto de que no es un buen acercamiento al interior de los jóvenes la seguridad incuestionable, la pretensión de buscar en todo claridad y respuestas acabadas. Llevo tiempo preocupado por los itinerarios, los procesos y la pedagogía necesaria para acompañar el crecimiento de los jóvenes en el camino de la maduración interior en la fe.
Durante mucho tiempo acompañé actividades puntuales aparentemente fructíferas que corrían el peligro de quedarse en vivencias fuertes, al límite, que dejaban la memoria poblada de sentimientos más o menos agradables... pero que no se inscribían normalmente en un proceso continuado y paciente de maduración y de profundización. Con el paso del tiempo he reconocido haber alentado un sentimentalismo autocomplaciente que degeneró en procesos abortados por falta de perseverancia y seguimiento paciente.
Las preguntas que surgen después de esta experiencia de dos décadas de vivencias con jóvenes: Peregrinaciones, Campos de trabajo, Pascuas, Retiros de silencio, convivencias de reflexión, acompañamiento vocacional y en la fe, etc., las recojo en estas líneas que quieren ser un esbozo de un posible trabajo posterior más fundamentado y elaborado.
¿Es posible ofrecer un proyecto de búsqueda interior, de aventura espiritual que enganche con los desafíos que los jóvenes tienen planteados hoy y que atraviesan sus cimientos en construcción? ¿Una oferta que ayude a la exploración interior que ellos tienen que hacer por sí mismos y no a la que nosotros hicimos o queremos para ellos?
Presento cuatro etapas, cuatro exploraciones o sondeos del mundo interior de los jóvenes desde el paradigma de la aventura, en clave de desafío y reto. Parto (ya me posiciono) de mi convicción y fe en el espíritu heroico y arriesgado que anida inequívocamente en cualquier joven de ayer y de hoy, por más que muchos se empeñen en generalizar descalificando todo lo que se refiere a los jóvenes de hoy.
Vigilaré no funcionar con tópicos fáciles al uso, y no me aventuraré a hacer un diagnóstico de la juventud actual, que tan bien está siendo hecho por los expertos en la materia'. Este itinerario ha sido llevado a cabo con jóvenes en diversos ambientes y lugares: Albacete, Ávila, Plasencia, Salamanca, Zaragoza, Castellón, Segovia, Madrid... y está sujeto a todos los cambios y matices que gustéis aportar, porque tan sólo es un eco de muchas experiencias vividas y soñadas... desde la humildad. Son un punto y seguido en la búsqueda interior que a nadie se le ahorra hacer.
Cuatro metáforas del caminante: RAÍZ, BOSQUE, FUENTE (HOGAR) y CAMINO.
RAÍZ: La primera pregunta forzosamente ha de ser por la raíz, por dónde nos encontramos y quiénes somos. En este apartado me adentraré en el mundo de algunas enfermedades que son comunes a los jóvenes y a los no tan jóvenes; para continuar ofreciendo pistas de curación y algunas claves a tener en cuenta para que la experiencia interior se libre de ciertos espejismos y manipulaciones.
BOSQUE: La segunda propuesta nos adentra en el bosque, fascinante metáfora del camino interior, que nos lleva por los inexplorados senderos del no saber, del perderse, del naufragio, hacia el puerto que anhelábamos sin conocerlo, y que ha motivado esta «imprudente aventura» de riesgo y peligro.
FUENTE Y HOGAR: La meta del camino interior la simbolizamos con la fuente o el hogar. Al fin, todos los caminos conducen al hogar, a la patria interior, en la que Dios recoge todas nuestras dispersiones y quebrantos. Volver al origen será un desafío permanente, sabiendo que ese origen no se encuentra regresando, sino aventurando: salir hacia dentro'; volver hacia adelante.
CAMINO: Finalmente, se va haciendo cada día más acuciante la petición que se nos hace a los que rondamos esta preocupación por la interioridad, la autentificación de todo este proceso en la vida cotidiana, en el diario caminar. Hay una vuelta del monasterio y de la ermita, del desierto y del yermo al asfalto, a la acera y al mercado... sin negar la necesidad de esos ámbitos, se reclama con urgencia la mística del Dios de las pequeñas cosas en la vida cotidiana, un Dios, no de espacios privilegiados, no de momentos aislados, sino del día a día, que camina con nosotros disfrazado de lunes por la mañana.
I. RAÍZ
«De mi alma en el más profundo centro» (Llama)
El árbol es en sí una perfecta metáfora del equilibrio, la armonía, la belleza sin artificios. Su raíz es su salud y también la razón de ese equilibrio, que no se ve, dentro de la tierra, como está.
En este apartado, RAÍZ, me pregunto por el suelo básico que da consistencia a esta empresa que llamamos espiritualidad. Al igual que Teresa plantea los cimientos del edificio de la oración y del trato con Dios en el Camino de Perfección, hablando del amor de unas con otras, del desasimiento y la humildad, así como de la pobreza y la determinada determinación, insistiendo siempre en una buena formación, así, de igual modo, toda palabra acerca de la interioridad ha de ser fundamentada, discernida convenientemente.
Hay que empezar hablando de las heridas internas o externas que impiden al joven, al creyente hacer un buen camino a su más profundo centro, que le impiden dejarse encontrar por el Señor; que no le dejan ser él mismo, para ser dentro de sí mismo, desde la raíz, y reconocer en todo su ser la gracia de una PRESENCIA fundante.
Aunque comience hablando de enfermedades, éstas son la cruz y la cara de la inapreciable riqueza que es la vida de cada ser humano. Parto (ya me posiciono) de una visión optimista. Por eso hablaré de curación y de algunas claves para que el árbol de la experiencia espiritual pueda crecer derecho.
ENFERMEDADES QUE IMPIDEN SONDEAR NUESTRAS RAÍCES.
HACIA LA CURACIÓN.
TRAMPAS.
ALGUNAS CLAVES PARA LA BÚSQUEDA ESPIRITUAL DE NUESTRA
RAÍZ EN DIOS.
1. ENFERMEDADES QUE IMPIDEN VIVIR DESDE LA RAÍZ
ANOREXIA: vuelve a casa, habita tu propio cuerpo.
Hace unos años leía en un artículo: «9 de cada 10 mujer desean cambiar su físico, según un estudio elaborado por DOVE (campaña por la belleza real). La encuesta realizada a 3.300 mujeres y adolescentes entre quince y sesenta y cuatro años, revela que el 64 por 100 de las mujeres y el 72 por 100 de las adolescentes llegan a evitar incluso ciertas actividades -como ir a la playa, hacer ejercicio físico o expresar sus propias opiniones- cuando no se sienten a gusto con su aspecto»
Añade la autora del artículo: «Señores, con la creación de estos modelos estamos cruzando el límite permitido entre salud y belleza. Ya lo dije hace unos meses en uno de mis artículos: Estamos concibiendo generaciones de mujeres enfermizas, cuya única obsesión es vivir la perfección y convertirse en una "mujer 10" ... ».
Si entráis en la página de DOVE sobre la Campaña por la belleza real, también podéis leer: «Por demasiado tiempo, la belleza ha sido definida por estereotipos estrechos y sofocantes. Nos dijiste que era hora de cambiar todo eso. Estamos de acuerdo. Porque creemos que la belleza real viene en muchas formas, tamaños y edades. Por eso empezamos la Campaña Por la Belleza Real».
Con esta entrada quiero señalar un drama mucho más extendido y universal de lo que sospechamos. No sólo los jóvenes, toda nuestra sociedad está aquejada de una cierta anorexia, no sólo imaginaria.
Está en juego todo el mundo de la imagen, de los modelos de referencia, de la identidad, y esta enfermedad ataca directamente al mundo interior y a la posibilidad de vivirse con normalidad y aceptación. Se trata de la disociación, el divorcio entre lo que nos gustaría ser y lo que realmente somos, entre los modelos que nos imponemos y otros nos imponen y nuestras verdaderas posibilidades de vivir con autenticidad.
Para trabajar con los jóvenes la interioridad, primero hay que atender todo lo que se refiere a la exterioridad, a su imaginario de modelos de referencia, a la percepción de sí mismos. Todo eso tiene mucho más que ver de lo que imaginamos con cómo nos sentimos por dentro y con la necesidad de volver a casa, de habitar el propio cuerpo físico, espiritual, psicológico, afectivo...
No es lugar para extenderme, queda sólo enunciado el problema serio que afecta a la dificultad para vivir vida interior. Si no acepto mi propio ser corporal, espiritual, real, ¿cómo podré hacerme protagonista de este camino que nace precisamente de acoger y querer mi verdad, mi riqueza y mi limitación, como único camino de autenticidad?
CERVICALES: síndrome del YOYÓ. Alza la mirada, levántate
De tanto mirarnos el ombligo (perdón), de tanto miramos a nosotros, está en peligro una mirada erguida. Esta enfermedad hace caer en la cuenta de una cierta espiritualidad que actúa de tapadera de personalidades egocéntricas y ególatras que, bajo apariencia de perfección, se buscan permanentemente a sí mism@s en Dios, en lugar de buscar a Dios en sí mismos y en todo.
Cuando el joven se plantea por dónde tirar, sabemos que no necesita tanto evidencias o claridades, como capacidad de riesgo y confianza en que el camino se irá esclareciendo y abriendo. Pero para ello ha de confiar en Otro y en otros, que hacen con él este camino. Nunca a solas. Hay que mirarse en relación con otros y hacerse fuertes en la comunión.
El miedo, la inseguridad con frecuencia le paralizan sobre sí mismo y le mantienen asegurando su pie sólo en el terreno conocido y sin falla posible, pero el Señor le anima: Alza la mirada, ponte en camino, confia... equivócate, si es preciso, pero, sobre todo, CRECE.
Problemas de DIGESTIÓN: mastica despacio, saborea lo que se te regala
También nos va la vida en digerir bien lo que acontece, no sólo el pasado, sino también el momento presente. La calidad de vida interior depende, en mayor o menor medida, de la buena digestión de lo que nos acontece; de la digestión y de la asimilación. Hay que digerir la herencia recibida y ayudar a generar, a gestar la palabra verdadera en cada uno, la palabra que sabe a nueva, autobiográfica, sin malas imitaciones, sin falsificaciones... Thomas Merton' decía que ser santo empieza por ser uno mismo, no otra cosa.
La mala digestión toma forma de úlcera cuando el pasado no se ha digerido, cuando la herida que la vida produjo se cosió sin cerrarse. Viviendo desde heridas no curadas es posible que nos convirtamos en personas a la defensiva, atrincherados en nosotros mismos y que no nos asomemos a la revelación de Dios en el otro, en lo otro, por temor a ser dañados de nuevo. Aquí valdría la curación de Jesús: Effetá, ábrete.
Hay un cierto hastío de palabras, cansancio de discursos vacíos, vengan de quien vengan. Se acabaron las divinas palabras, los grandes dogmas. Por todo esto, nos va la vida en deshollinar, limpiar las paredes del alma, en digerir las esquinas del dolor y del fracaso, en reabrir ventanas a lo nuevo, para que la vida sea lo que puede llegar a ser, experiencia de lo que nace ahora, sin renegar del pasado, si cual sea.
Para Juan de la Cruz hay que digerir no sólo lo malo, sino también lo bueno. No es cuestión de gusto, sino de circulación, para acoger el presente desnudo, imprevisible.
CATARATAS: ponte de vez en cuando en lugar del otro
Parece una enfermedad de mayores, pero hay jóvenes que 1a padecen sin saberlo.
Con las cataratas señalo metafóricamente, no tanto la limitación de la visión, sino más ampliamente, una consecuencia frecuente de nuestra parcial visión: pensar que las cosas son indudablemente tal como yo las veo y desde el enfoque con que yo las percibo. Hay un fundamentalismo larvado en muchas posiciones aparentemente tolerantes.
Reconocer que vemos un lado de la luna. Nuestros ojos están acostumbrados a mirar con unas gafas determinadas y nos hemos vuelto miopes. Lo peor no es tener una visión parcial, sino que afirmemos con absoluta seguridad que lo que vemos es tal como lo vemos, sin abrir espacio a otros enfoques o puntos de vista. Nos hace falta una operación de humildad a todos.
En este sentido me atrevo a decir que a la Iglesia, tal vez, no le ha venido nada mal no sentirse tan unánimemente escuchada y reverenciada. Ha sido una sacudida y una violenta llamada a reencontrar su verdadera sabiduría, que nunca se halló en su incuestionabilidad, ni en su infalibilidad, sino en la infalible eficacia de la misericordia y del amor desinteresado.
Si me permitís la imagen, hay que ponerse las gafas de Dios para mirar el mundo desde las entrañas de Dios.
ALZHEIMER: pregunta a los ancianos, a los sabios
¿Hay jóvenes con alzheimer? Sí... hay jóvenes que han perdido la memoria, o, tal vez, nunca la hallaron, de sus orígenes, de su propio verdadero nacimiento, de su identidad, de su casa.
Todos corremos el peligro de olvidar de dónde venimos, dónde están nuestras raíces. Estamos amenazados de sinsentido, de falta de orientación. Con mucha frecuencia, sumidos en los problemas de cada día, olvidamos que todo ha sido Don, regalo, y, además, que somos inmensamente vulnerables, tremendamente fugaces. Polvo, ceniza, viento... nosotros también pasaremos.
«Sin memoria no hay imaginación»; por tanto, olvidando de dónde venimos, olvidando el don, olvidando que somos libres y llamados a nacer cada día, perdemos la posibilidad de construir futuro desde dentro, con verdad. Hay que recordar, como hacía el pueblo de Israel en otro tiempo: «Mi padre era un arameo errante ... ».
Recapitulando las enfermedades: la anorexia afecta a la falta de aceptación de sí mismos; los problemas cervicales afectan a la mirada erguida; la mala digestión a la posibilidad de nutrirse bien del Don ahora; las cataratas a la visión integradora e incluyente de la realidad y el alzheimer a la memoria de nuestros orígenes.
Estas cinco enfermedades, entre otras posibles, nos pueden dar pie para trabajar con los jóvenes de forma comprensible y con cierto humor cuáles son las que a nosotros nos están impidiendo valorar el tesoro, la perla interior; lo que una joven llamó el hoy de Dios como un eterno presente6
2. Hacia la curación
Cuando hago la propuesta a los jóvenes de un camino de sanación, les ofrezco estos seis ámbitos medicinales de curación, a lo que se pueden añadir otros posibles. Son seis danzas o juegos de saneamiento desde el interior, necesarias para el joven y para cualquiera, que es fundamental aprender a conjugar desde los inicios
· Sinceridad
De las enfermedades que exponía más arriba se desprende la necesidad primera de vivir desde la sinceridad. Lo que no se reconoce no se cura. No engañarnos a nosotros mismos. Contar los adentros sin disfrazarnos para ir poniendo verdad a nuestra historia. Necesitamos ejercicios de transparencia, de humilde contraste, desnudamiento de roles. Bajar a la raíz supone nombrar lo que en mí es verdad, sin esconderme, sin mentir.
· Silencio: «El silencio es la gran revelación» dijo Lao Tsé
Gran parte de la vida de Jesús discurre en un silencio hondo, traspasado de escucha. Y su definitiva palabra es el silencio de una vida entregada. Nunca se disfrazó de palabras o se justificó detrás de ellas. Sin silencio nuestras palabras son vanas y tienen el peligro de ser mentirosas, engañadoras, manipuladoras, comerciales, en definitiva, palabras ceniza.
Dice Gustavo Gutiérrez que el silencio es lo primero, si queremos ser respetuosos con el misterio, que la verdadera teología nace del silencio, se engendra en el silencio, sólo luego nace una palabra, después de haber sido testimonio de vida.
El silencio es el gran reto para nosotros, hombres y mujeres multiocupados, ajetreados y frecuentemente subidos en tacones que mienten nuestra verdadera estatura, empeñados como estamos en aparecer, más que en ser lo que somos.
El silencio perseverante es garantía de autenticidad, porque saca a luz, tarde o temprano, lo que es verdad más adentro. Animar a los jóvenes a hacer silencio delante de Dios es comprometerles con la búsqueda sincera de la verdad, más allá y más acá del propio gusto o bienestar. En todo este camino se examina si la motivación profunda es la verdad o el capricho pasajero.
. Escucha: «El sacramento del presente y del futuro es la ESCUCHA y la HOSPITALIDAD”, ha dicho un obispo argentino en nuestros días
El silencio no es vaciar la mente y quedarse en blanco, como tabla rasa. Es falso que hacer silencio sea conseguir no tener distracciones. Es una de las ideas engañosas que circulan entre los orantes actuales. No es ausencia de distracciones o paz ideal, es disposición para la escucha.
Es escuchar y escucharse a través de todo lo que en mí es verdadero y real. Por tanto, la oración siempre comienza con la acogida de mi verdad en este momento de la vida: mis pensamientos, inquietudes, afectos, nervios, cansancios, dolores, malestares, gozos... para ir escuchando más al fondo una música callada, que me pide callarme y acallar, sin aplastar nada.
· Don inesperado
La vida está llena de milagros, que nuestros ojos no son capaces de ver. Todo, a nuestro alrededor está renaciendo implacablemente.
La vida, en este sentido, es un regalo permanente. Desenterrar la palabra gratuidad de nuestro diccionario de palabras sepultadas y anatematizadas en nuestras relaciones y acostumbrarnos a agradecer cada cosa, por pequeña que sea, es educar al joven la mirada expectante y maravillada.
Lo que nos cura es siempre un don inesperado, un disparo de gracia, un estallido de sorpresa, un amanecer insospechado, un despertar imprevisto... Siempre acontece la vida milagrosamente cuando estamos desprevenidos, y siempre acontece, afortunadamente, por donde no habían vaticinado los expertos. Lo expresó de forma poética el hermano Roger: «Incluso en los desiertos del corazón brota la frescura de las fuentes». Y también Saint-Exupery puso en boca del Principito aquella sentencia: «Lo más encantador del desierto es que en algún lugar esconde un pozo».
· Comunidad
No nos salvaremos solos. El sueño de Jesús es un sueño de unidad y comunión. La vida interior se hace mentirosa y se llena de espejismos cuando nace de un egocentrismo atrincherado. Hay solitarios y ermitaños que nunca llegaron a verdaderos espirituales porque huyeron. A la soledad nunca se huye; se va a encontrarse con la verdad cruda, desnuda, y el que va lo hace desnudo. Jesús fue al desierto «para ser tentado” dice la Escritura'.
La comunidad, que puede llegar a ser nuestra mayor penitencia, sin embargo, es también nuestra curación. Sólo adentrándonos y afrontando ese mundo complejo y arduo de las relaciones humanas podremos plantear con fundamento nuestra exploración interior.
No se es verdadero buscador interior sin asomarse con nobleza y humildad al trato con los demás. Es un principio de discernimiento básico. No trata bien con Dios el que no acepta a los demás tal cuales son, sin eliminarlos o idealizarlos. Pocas realidades sacan tan claramente a la luz nuestro yo más íntimo como el trato con los demás. Y para explorar bien interiormente he de dejarme descubrir desde lo más íntimo de mi raíz y mis sombras, por el otro y con el otro.
· Reconciliación
Todo este planteamiento que hago no es otro que el de la reconciliación, la integración de todo lo que somos y vivimos. La buena escucha supone reconciliación interior, dejarme querer, perdonar y sanar. La pregunta de Jesús a Pedro es clarificadora, en este sentido: «¿Me amas?» (Jn 21,15-17).
Esta reconciliación supone, como diremos al hablar del regreso al hogar, tres dinámicas:
- Aquí y ahora: aunque parezca un tópico muy al uso en nuestros días en todo tipo de literatura, hay que decir que en el corazón del evangelio se invita a vivir el ahora confiando en que el Señor cuida de cada una de sus criaturas. (Mt 6,25-34). Por tanto, hay que volver al hoy fecundo, avivar la fe en el Espíritu Santo que renueva y recrea la vida aquí y ahora, no mañana, ni ayer.
- Integración de lo negativo: me gusta explicar esta necesidad de integrar con un símil, el del nido de cigüeña. La cigüeña hace el nido con los materiales que encuentra, estos materiales no son perfectos, todo lo contrario, cualquier basura le sirve para preparar el nido: telas, plásticos, cartones, latas, ramas, excrementos, etc. No está tan preocupada por la pureza de los materiales como por adaptar bien, tejer el nido para la vida que llega. Le preocupa la vida que nace. Esto es la vida espiritual: acoger todo el pasado, también lo que en él fue basura, lo que no te gustó tanto de ti, o de los demás, y tener la humildad y la sabiduría paciente de la cigüeña, que se preocupa, no tanto de sí misma, como de la vida que sabe que está a punto de irrumpir. Tejer con todo lo que acontece en la vida un nido para la sorpresa de Dios. Para el que ama, nada es despreciable. Por tanto, sé como la cigüeña.
Integrar lo negativo supone revisar nuestra visión radical y prioritariamente moralizada de la vida espiritual, como un peligro que amenaza el sano ejercicio de la búsqueda interior. Ésta no persigue la perfección ante todo, sino la verdad, el encuentro, la amistad con Dios. Ya lo decía el anónimo poeta: «Aunque no hubiera cielo yo te amara, y aunque no hubiera infierno te temiera». Lo que más importa no es, ni siquiera, la salvación, sino la calidad del encuentro, la calidad de vida hoy, en este «eterno presente» de Dios.
-Entregar la vida: Le tomo prestadas las palabras al hermano Roger de Taizé, para expresar lo que quiero decir: «Lo que hace feliz una existencia es avanzar hacia la sencillez de nuestro corazón y la de nuestra vida. Para que una vida sea hermosa, no es indispensable tener capacidades extraordinarias o grandes facilidades. Hay una felicidad en el humilde don de la persona. Cuando la sencillez está íntimamente asociada a la bondad del corazón, incluso personas sin recursos pueden crear un espacio de esperanza en su entorno. Sí, Dios nos quiere felices. Pero jamás nos invita a permanecer pasivos, nunca a estar indiferentes ante el sufrimiento de los otros. Todo lo contrario: Dios nos propone ser creadores y llegar a crear incluso en los momentos de prueba».
Al fin, de lo que se trata es de entregar la vida hoy, sin dilación, sin justificaciones y aplazamientos miedosos. Decirle a Dios: AQUÍ ESTOY, AQUÍ ME TIENES, sea cual sea el momento en que te encuentras, ofrecerle al Señor tu historia en este momento, sin esperar a mañana, sin esperar a estar del todo curado, porque nunca estaremos del todo sanos. Decirle Sí en el corazón de nuestra verdad, siempre en construcción, pero decir sí ahora, aquí, tal como Él te conoce, tal cual eres, no otro.
3. TRAMPAS
Santa Teresa dirá que hay que empeñarse en este camino «pase lo que pase», hay que tener una «determinada determinación», «ya se hunda el mundo». Porque es cierto que el que se dispone para este camino ha de afrontar múltiples contradicciones y dificultades. La misma vida de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz es un claro ejemplo. Ella dirá comenzando el libro de las Moradas, que muchos no pasan de los arrabales de este castillo, y se quedan en la «grosería» de estos cuerpos, sin llegar a atisbar la belleza de esta íntima morada en la que Dios tiene sus deleites con el alma.
Las trampas en las que el hombre espiritual se puede ver engañado son múltiples, y sería este punto un lugar adecuado para abundar en aquéllas en las que nos hemos visto sumergidos y han traído luz a nuestro empeño de crecer. Tan sólo apuntaré tres trampas, tres mitos de moda en los que, cayendo, le ponemos piedra de molino a nuestro andar hacia la experiencia del Dios que habita en nosotros:
El mito de la belleza
Contra una belleza externa, hueca, superficial, hecha de apariencia, de medidas y tamaños determinados, con frecuencia conduce a la esclavitud y al vacío. Hay una belleza mentirosa que está impidiendo a nuestro mirar valorar otros aspectos de la dignidad de la persona. Una belleza alimentada interesadamente, manipulada para ceñimos a modelos predeterminados. Una belleza que se alimenta de nuestra insatisfacción, y nos precipita al consumo de productos reales o virtuales que aminoren la insoportable realidad que nos devuelve el espejo. Sin embargo, la belleza que se genera en aquellos que se encuentran con la mirada de Jesús, la alegría de sentirse queridos y valorados por lo que son. Todo el Evangelio es la transfiguración del espíritu humano a partir de Jesús, rostro, mirada de Dios, que rescata una belleza inequívoca. Somos preciosos a los ojos de Dios y estamos llamados a vivir felices de ser quienes somos, con nuestra estatura, nuestra piel, nuestros rasgos, nuestra historia.
La belleza arrugada de la Madre Teresa de Calcuta, la belleza encorvada del hermano Roger de Taizé, la belleza temblorosa de Juan Pablo II en sus últimos días. La belleza marchita, arrugada, consumida, entregada de la flor seca, en la que sigue brillando todo su esplendor, igual que en los ojos de Dios el anciano arrugado sigue encerrando al recién nacido que fue. ¿Cómo aprender a mirar así, a mirarnos y dejamos mirar así?
El mito de la cultura
Contra el mito de la cultura ignorante, orgullosa, tejida de conocimientos y títulos, de altanería y desdén hacia lo supuestamente inferior. Una pretendida cultura sin contenido humano, sin contacto con el latir de dentro, sin escucha verdadera, una cultura que no es sabia, porque ha perdido lo más importante, la señal inequívoca de la verdadera sabiduría: la escucha humilde. De hecho, la más alta sabiduría coincide con la más grande sencillez.
El mito de la religión
Contra una religión heredada y no pasada por el corazón, por la crisis, por la duda, por la vulnerabilidad. Contra un Dios de memoria, de bolsillo, a la carta, un Dios siempre justificador de nuestros caprichos y guerras interesadas, contra un Dios blandengue, papaíto permisivo. Contra un Dios que no enamora, que no crea comunión, que favorece y justifica la aniquilación de los que no creen en Él. Contra un Dios al que le duele el estómago y no sabe reír, ni llorar, ni estremecerse, y vive de nuestro miedo. Contra una religión hecha de amenazas y anatemas, contra una religión que no despierta a la vida, que no cuida lo humano, que no se inclina ante lo débil, que permanece extasiada en el séptimo cielo, sin consentir mancharse con el barro de lo insignificante.
¿De qué Dios hablaba Jesús? ¿Qué religión nos propuso vivir?
4. CLAVES DE LA EXPERIENCIA
El camino al interior no se improvisa, hay que armarse, aderezarse para una ardua lucha, para una pertinaz refriega con elementos de fuera y de dentro. Os propongo algunas claves irrenunciables, discernidoras. A partir de éstas podríamos señalar otras.
En otro lugar' están más explicitadas estas claves, pistas para discernir esta aventura y que aquí sólo brevemente se explican:
. Silencio
A muchos jóvenes les da miedo, diría que hasta pánico el silencio, y prefieren el ruido permanente que aísla, que evade, que distrae. El ruido, frente al silencio, llena ese vacío con el que no se sabe qué hacer. Da miedo ese vacío, da vértigo asomarse a los adentros de uno mismo y caer en la cuenta de que soy un perfecto desconocido para mí mismo. Por eso muchos jóvenes optan por desconocerse y vivir en la superficie, sin explorar demasiado, sin arriesgarse a perder pie.
El silencio interior es uno de los mayores retos por conquistar en nuestros días, un silencio que abre a la exploración de relaciones verdaderamente profundas y fecundas. Un silencio que posibilita otra manera de acoger, de darse, de comunicarse y de escuchar el latir de las personas, de la vida, de Dios. El silencio verdadero te abre a la verdad que todavía no conoces. Nos falta mucho este silencio que ausculta el porvenir naciendo en este ahora gris. Nos asoma al riesgo del no saber, del no poder, del no ver, incluso del no creer. Nadie puede correr ese riesgo por ti, tienes que adentrarte tú en un silencio tenebroso y fascinante, para encontrar lo que sólo tus ojos pueden ver.
. No somos dueños de Dios
Parece una afirmación de cajón, pero no lo es tanto en la mentalidad de moda al uso. Cada día se lleva más el absolutismo de las verdades propias, de los propios colores, del propio partido. Y, en consecuencia, rezamos a Nuestro Dios para que favorezca nuestros intereses como los más dignos de atención. Dios, indudablemente es de los nuestros. No puede ser de otro modo, siendo como es inteligente y sabio.
Sin embargo, siento disentir, y me declaro hereje de todo grupo que se pretende dueño de Dios, me autoinculpo en el juicio en que son condenados los que se niegan a declarar a los «otros» como mentecatos ignorantes. Sean cuales sean esos «otros», y sea quien sea el «nosotros».
No somos dueños de Dios, nadie lo es, ninguno poseemos a Dios en un sentido exclusivo, manipulador, domesticador. No es apresable, enjaulable, fotografiable, definible en un puñado de conceptos. Afortunadamente Dios se ríe de nuestros juegos de omnipotencia, rompe los cerrojos de los sagrarios en que parece que le hiciéramos exclusiva propiedad, y se va a pasear colándose en el corazón de los que no tienen nada que perder. Otra vez la Buena Nueva.
. Dios es lo real
La realidad es una clave de discernimiento fundamental al hablar de la experiencia interior. Para no convertir este camino en una proyección, en una huída, en una fantasía, tenemos que dejamos contrastar permanentemente por la realidad. Nada tiene que ver la experiencia religiosa con alejamiento de la realidad y de la vida. La verdadera experiencia no nos extraña de lo real; no nos disuelve y anula, no nos arrebata la libertad de decisión.
Tal vez en otras épocas la espiritualidad fuera asociada con categorías que privilegiaban lo extraordinario, lo milagroso. Aún para muchos hoy la mística y la experiencia va unida a evasión, esoterismo, conexión alucinógena, a visión incluso material de lo divino, a milagro, a fenómenos paranormales. Pero lo cierto es que el camino interior nos ayuda, si es auténtico, a entrañarnos en lo real descubriendo a Dios disfrazado de cotidianidad `.
. El «otro», sagrario de su Presencia
El verdadero testimonio creyente no consiste en la propaganda o el anuncio proselitista; la verdadera evangelización consiste en escuchar los adentros de este mundo, de cualquier otro y no renunciar a la belleza que todo ser humano lleva dentro, por muy sepultada que parezca. Hay que discernir, entre tanta basura, los guiños de Dios, sin asustarnos del mal olor, ni de la rabia que brota insultante, y ver más adentro de las lágrimas un nacimiento que llama a ser alentado. Pero no se encuentran fácilmente personas que sean capaces de escuchar así, desprendidas de sí mismas, con fe en que todo otro encierra un misterio de Dios, de amor. Y esta experiencia de Dios en el otro es irrenunciable cristianamente.
. La noche esconde la más clara luz: “la noche es clara como el día»
La noche, del tipo que sea, no es razón para dudar de la invisible presencia. Los buscadores atrevidos nos contaron que es en la noche de manera privilegiada donde se iluminan los rasgos de su mirar... Cuando Él parece no mostrar su rostro, cuando no encuentras luz... Una invitación a esperar, respirar como un niño, con todo tu ser... y aguardar calladamente, consciente de tu pobreza, mirando más allá de ti; la vida que está por nacer... «los ojos deseados, que tengo en mis entrañas dibujados»
. Libro Vivo
Los maestros de la experiencia, los buenos maestros nunca dejan al discípulo amarrado en sus propias palabras. Nunca es tanto lo que dicen, como lo que sugieren, lo que invitan a descubrir, a aventurar. El verdadero maestro te anima a explorar por ti mismo los caminos aún no sondeados del conocimiento de Dios. Existe algo que tú has de descubrir y que nadie encontrará por ti.
La experiencia está siempre más allá y más acá de las palabras, en los huecos que ellas dejan, en los vacíos que atisban, en los paisajes que vislumbran, en los amores que balbucean.
II. BOSQUE
«Entremos más adentro en la espesura» (CB 36)
El bosque nos adentra en la espesura del conocimiento de nosotros mismos y de Dios. Bosque sugiere un ámbito donde nos adentramos sin ver el final, sin saber la salida, donde todo es posible y las soluciones no están escritas. El bosque es lo inconmensurable, lo irrastreable de Dios, terreno no hollado por explorador alguno, invitación a estrenar un conocimiento personal y nuevo. Es esencialmente aventura, riesgo.
1. ATREVERSE A PERDER (SE).
2. NAUFRAGIOS.
3. EL CAMELLO, EL LEÓN, EL NIÑO.
4. AVENTUREMOS LA VIDA.
I. ATREVERSE A PERDER (SE)
Lo propio del bosque, siendo la primera vez que lo recorremos, es la pérdida y el hallazgo inesperado. Aunque dejáramos migas de pan, al volver algún ave malévola o hambrienta habría borrado las marcas que conducen a casa. Casi siempre sucede que no sirven las referencias de ayer, las pistas de ayer, para el camino que hoy toca recorrer.
¿Por qué, en la dinámica de la espiritualidad, del camino interior, perderse no es algo necesariamente negativo, sino fuente de dinamismo renovado y de fecundidad? Perderse ¿de qué, de quién?: De mí mismo / De los demás / De las ideas-ideologías / De Dios.
De mí mismo: La pregunta que resurge con fuerza en algunos momentos de la vida es: ¿Quién soy yo? Esa pregunta suele nacer unida a una crisis de identidad, que anuncia la posibilidad de crecimiento, de maduración, de avance. Así, perderse, aquí sería poder reencontrarse de forma original, descubrirme de forma novedosa, mi nombre nuevo, como soy nombrado por Dios. Esta es tarea permanente del que quiere ser verdadero y no pactar con su imagen de ayer, anclarse en lo conquistado ayer. Perder mi yo (EGO), una de las tareas más necesarias en este camino de ser personas y personas espirituales, guiadas por el Espíritu y no por nuestro capricho, como he repetido en varias ocasiones.
De los demás: ¿Quiénes son para mí? Poner en libertad dependencias y ahondar relaciones, amistades. ¿Fidelidades eternas, idílicas? ¿Somos libres en nuestras relaciones comunitarias, con los amigos o cedemos a chantajes sutiles por miedo a perder amigos, a quedarnos solos?
De las ideas, de las ideologías: ¿En qué creer? ¿Por qué luchar? Aferrados a ideas incuestionables, con frecuencia nos cerramos a una verdad mejor. Siempre recordamos aquí el ejemplo de Pablo de Tarso, convencido de su verdad y derribado a un suelo de ceguera- luz. Tiene que perder la vista, la seguridad, las palabras, para abrirse a una luz que no conocía, es tomado de la mano, como un niño y se le regala Jesús como Verdad y Vida.
De Dios: ¿Existes? ¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¿Qué quieres conmigo? La más difícil de las fidelidades se le pide al amigo de Dios cuando el mismo Dios le invita a no aferrarse a la imagen que de Él tiene y a desprenderse de lo que de Él conoce, para dejarse visitar de nuevo.
San Juan de la Cruz ha sido llamado maestro de la sospecha por poner en cuestión algunos inventos sobre Dios que no se sostienen, que no obedecen al Dios verdadero. Lo más preocupante no es que hoy no se crea en Dios, sino la cantidad de falsos dioses en los que se cree. Por tanto hay que dejar a Dios ser Dios, dejarle marchar, para que él vuelva nuevo.
2. NAUFRAGIOS
Aunque nos saca un poco de la metáfora del bosque, adentrándonos en la de la mar, expresaríamos esta pérdida, en expresión de Marina ' como naufragio. Metáfora familiar para cualquier joven, que en tantas ocasiones tiene que vérselas con los restos de su propia embarcación, que puede sucumbir en el intento de alcanzar la orilla.
Marina propone cuatro acciones en tiempos de naufragio, cuatro orientaciones en el mar del no saber. A estas cuatro sugerencias de Marina, añado una quinta, deducida de los grandes maestros de la espiritualidad.
Sobrevivir: no dejarse morir en brazos de la decepción y del fracaso. Sobrevivir a toda costa, nadar, luchar por la vida que queda, no rendirse, no claudicar. «No pierda el cuidado de orar y espere en desnudez y vacío, que no tardará su bien».
Construir un barco: incluso con los materiales del naufragio, reciclar los restos del fracaso. Reconstruir mi barca, sin quedarme en el lamento por la seguridad, por la embarcación perdida. El barco de ayer no me llevará al puerto de hoy.
Gobernarlo: no inhibirse, no soltar las riendas, aunque sangre el alma. Alzar la mirada y hacerme responsable del paso que ahora me toca dar, aunque sea de noche y haga frío, ponerme al timón.
Conducirlo a puerto: aunque no funcione la brújula de ayer, buscar el Norte, mirar las estrellas, saber esperar, confiando en que siempre aparece en el horizonte un puerto. Dirigirme hacia allí. Una estrella orientó en la noche a los sabios que salieron de su casa con el deseo de encontrar la verdad.
Quemarlo: Añado esta quinta clave, que recuerda un hecho histórico bien conocido relacionado con Hernán Cortés. Quemar las barcas ha pasado a nuestro refranero universal, como expresión de cortar con toda seguridad que nos deje anclados en el pasado.
No aferrarse a los dones de Dios, a las seguridades de ayer. En expresión de los monjes orientales, «lavar bien los cuencos” para que la comida hoy tenga el sabor de hoy, sin condicionar a Dios sus dones, sin elegir el menú a la carta.
3. EL CAMELLO, EL LEÓN, EL NIÑO
He hablado de pérdidas y de naufragios, ahora toca hablar de cómo vivir esas situaciones, ¿cuál sería el mejor traje, la mejor indumentaria, de forma que no fuera sólo una armadura externa, sino una actitud interior?
Al igual que más arriba me serví de la metáfora de Marina, aquí me permito pedirle prestada a Nietzsche su metáfora de la evolución del espíritu humano.
El camello, el león y el niño, son tres actitudes que pueden ser reflejo de otras tantas formas de andar este sendero interior, salvando siempre las distancias y los matices. Veamos cada uno de estos modelos:
. El camello
Autonomía, autosuficiencia, aguante, parecen caracterizar la figura del camello, envidiable por su persistencia y su constancia. Lo aguanta todo, lo soporta todo, no se queja, no parece necesitar apoyos; él es el que ayuda, no precisa apenas repostar y descansar. Calla, se resigna, obedece ciegamente.
Es un modelo bien conocido y familiar de santidad en la mente de todos nosotros. Modelo de aguante, resignación, silencio. Cierto que algo del camello nos hace falta hoy día, pero no alcanzaremos la meta interior con sus solas actitudes.
. El león
Fuerza (modelo prometeico). El Jansenismo vuelve con vigor, formulado como esfuerzo y conquista. Se reivindica la lucha y el trabajo del hombre para alcanzar metas cada vez más elevadas. Su fuerza, seguridad, destreza nos convencen. Es el rey. Nadie le hace sombra. Atesora un gran orgullo, no siempre sano.
Hoy nos falta la fuerza y el sano orgullo del león, pero no es el poder, ni la fuerza los que depositarán en nuestras manos el tesoro interior.
. El niño
«Volver a sentir». Dejarse hacer, parece la clave encerrada en el niño. Está abierto. Es siempre aprendiz. Capaz de sorpresa y asombro, aún no endurecido, todavía moldeable.
Para el niño «todo es posible». Como lo era al origen, todo por ganar, nada tiene que perder. En el silencio de la infancia espiritual el niño tiene fe en esa voz: «Para Dios nada hay imposible» (Lc 1,37). David, en su aparente ridiculez, entiende que Goliat está vencido, que Dios es el fuerte, y no aquel montón prepotente de músculo, desdén y burla.
El niño nos sugiere volver al origen olvidado: nos hemos hecho mayores, responsables, en el peor sentido. La espiritualidad de infancia invita a recuperar una simplicidad tejida de confianza y abandono en manos del Padre, al estilo de Jesús, enraizados en su experiencia: «Tú eres mi hijo amado» (Mt 3,17). «Te alabo, Padre... porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11,25; Lc 10,21-22). Sólo con la actitud del niño recorreremos sanos y salvos este apasionante camino.
4. AVENTUREMOS LA VIDA
Con el símil de] niño nos hemos acercado al corazón del evangelio. Jesús educa a sus discípulos a ser como niños, en sencillez y osadía, en capacidad de sorpresa y en atrevimiento. Este punto tercero desemboca en esta cuarta invitación que se nos hace en el bosque: toda la vida espiritual podría ser explicada a partir de la aventura en busca del tesoro, de que nos habla el evangelio: la perla preciosa, por la que merece la pena dejarlo todo, venderlo todo, arriesgarlo todo (Mt 13,44-46). Sólo se aventura la vida cuando lo que se vislumbra sobrepasa con mucho todo lo que uno tiene que perder.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
Ni cogeré las flores,
Ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
Confieso que esta tercera canción del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz me conmueve de una forma especial, por el dinamismo que arde en ella, por el desafío que describe, por la valentía que narra.
En esta clave de desafío, describe Ana María Schlüter " algunas etapas del camino en los cuentos tradicionales y en la tradición espiritual cristiana. Veamos los pasos que propone, como itinerario de búsqueda del tesoro:
. Salir siguiendo un deseo
Si no hay conciencia de insatisfacción y finitud no se pone uno en camino. Solamente cuando hemos percibido la fugacidad y pequeñez de lo que tenemos entre manos, cuando el vacío se preña de un deseo persistente, luminoso, solo entonces surge imperiosa la necesidad de salir de sí mismo en búsqueda.
Esta salida no conlleva seguridad. El que sale tiene tan sólo la poderosísima arma de la confianza con la que ha sido revestido en el centro de su debilidad. Valdría lo que el enamorado o la enamorada se dicen castizamente: «Contigo pan y cebolla». El que ha sido tocado por la gracia de un deseo tan poderoso jamás piensa en los peligros. Sólo le cabe en el pecho el ardor de una meta que está más allá, pero que anida inequívocamente ya en su «más profundo centro».
Lo expresaba bellamente Ana Puértolas ", y merece la pena recrearse en el texto: «No existe la noche en el lugar soñado porque las sombras fueron borradas del mapa por una mano celestial. Un sol que no llega a quemar, tibio, suave, deslumbrante, nunca cegado, redondo y perfecto, brilla en el firmamento azul intenso. No existe la noche como no existe el frío, el viento helado. Ni tan siquiera la estética de la nieve encaja en el paraíso. Montañas como torres defienden el Shangri-La recreado por los sueños de Occidente. Nieves perpetuas, aludes oportunos seleccionan el paso de los elegidos. Ni la noche, ni el frío, ni la muerte. Porque se han traspasado los límites, atravesado montañas, cruzado océanos, roto la línea del horizonte. ( ... ) Como en todos los paraísos que en la historia han sido, su fiabilidad depende del esfuerzo. Sólo al final del largo camino por la cuerda floja está permitido el descanso definitivo».
. Entrar en el bosque
Lo que en otras Escrituras se nombraría desierto, mar, lago, pozo... Viene a ser lo ignoto, lo desconocido. La vida es riesgo. El deseo del Amado nos lleva a no temer complicarnos la vida, con tal de volver a ver los ojos de aquel que nos miró. No lo expresaríamos tan bien como Juanes, el cantante :
Daría lo que fuera por volverte a ver.
Daría hasta mi vida y mi fusil, mis botas y mi fe
Por eso en la trinchera de mi soledad.
Tus ojos son mi luz y tu esplendor mi corazón.
Se entra en el bosque buscando «los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados»». Nadie hace este recorrido por ti. Nadie evita a otro correr este riesgo, nadie te sustituye. Es personal e intransferible.
. Descubrir el tesoro
Finalmente, todo este empeño está encaminado al descubrimiento del tesoro, por el que el buscador, el explorador lo ha perdido todo y se ha desnudado de casi todo. Tanto más brillo tiene para él ese tesoro cuanto más se ha despojado por amor a él. Para ello ha tenido que afrontar diferentes pruebas, etapas y dificultades. Veamos algunas:
- Muerte
En el bosque se roza la muerte o la dormición, de la que hay que salir. En ocasiones parece que la vida nos tritura, nos asoma a la propia extinción. En ocasiones son personas concretas las que parecen encargadas de aniquilamos de formas diversas. Sin embargo, Juan de la Cruz nos dice que «estas cosas no las hacen los hombres,las hace Dios ... », que sabe lo que nos conviene para crecer y no perder el camino.
- Peligros
Espejismos, canto de sirenas, flores, apetecibles manjares, beduinos burlones, amores fáciles, lobos, duendes, brujas, osos, fieras.
En ocasiones hay que valerse de ellos o dialogar con ellos, otras veces hay que pasar de largo, pero el camino está lleno de dificultades y trampas. Todo lo que nos incomoda nos puede despertar. En el conflicto sale a flote quiénes somos. En el peligro también está la oportunidad de crecer. No se adentra el joven en la espiritualidad buscando evitar los peligros, sino afrontándolos, yendo más allá, atravesándolos.
- Fuerza superior
En momentos extremos se despierta una fuerza dormida, misteriosa, superior a la fuerza bruta o a la magia. Es la fuerza de David frente a Goliat. La mayor fuerza de nuestro enemigo sobre nosotros es siempre el miedo. Y el miedo se combate con la confianza en Dios y el humor. «La alegría de Dios es nuestra fuerza” dice bellamente una de las despedidas de la Eucaristía.
Humildad
La humildad es una de las armas más poderosas en este camino interior. Santa Teresa la nombra en muchísimas de sus páginas, porque sabe que yendo con humildad es difícil ser engañados. Espontaneidad en el cumplimiento de la tarea, asumida con sencillez, en humildad, como María. Se acoge, se acepta la orientación que viene de fuera.
- Ingenio
Hay que recuperar para el camino espiritual la astucia, la viveza, la imaginación, el ingenio. Ser espirituales no es estar adormecidos, todo lo contrario, es avispar la mirada, aguzar los sentidos, encontrar la salida en un callejón aparentemente sin salida, no darse por vencido fácilmente y saber encontrar la puerta, la rendija, el boquete. Alguien me dijo una vez una frase parecida a esto: Porque no sabían que era imposible, lo lograron. Esa osadía es muy afín al camino espiritual de los grandes descubridores de Dios. Un descaro sano.
Insignificancia
Seres que vienen del anonimato y de los márgenes, con los que nadie contaba. Historias menores, en las que se alumbra un cambio fundamental en la historia. Por ejemplo, dos parteras, Siphah y Puah, en el gran imperio Egipcio, se convierten en decisivas, protagonistas de una historia única y grandiosa, la historia de Moisés, que da paso al pueblo de Israel, en medio del gran imperio faraónico `. Cosas y personas despreciables, aparentemente sin valor, son decisivas para este comienzo nuevo: «La piedra que desecharon los arquitectos ... » (Sal 117,22).
Todos estos pasos pueden describir en parte el proceso que el caminante al interior va haciendo, sabiendo que ninguna escuela, ningún método describe cabalmente este itinerario. Muchos otros itinerarios que diseñan la pedagogía dentro del bosque podemos encontrar en los grandes maestros espirituales de ayer y de hoy; será cuestión de ir identificando nuestro propio proceso interior, el que otros han hecho y el que a cada joven le corresponde hacer en sinceridad y sintonía con el soplo del Espíritu en él.
III. FUENTE/HOGAR
¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche! (La fonte)
Alguien, hace mucho tiempo, nos dijo en una clase que el ser humano es el animal más prematuro de la creación. El profesor puso el ejemplo del caballo: el potro, al poco de nacer corre por el prado, sin embargo, un niño o una niña tardan muchos meses en corretear por el prado. Parece, decía mi profesor, que hemos nacido antes de tiempo, y nos pasamos la vida queriendo volver al seno de nuestra madre. Allí sí se estaba bien, sin tener que decidir, ni optar, sin tropiezos. En realidad, toda la vida consiste en este regreso al hogar, en esta búsqueda de nuestro lugar en el mundo, la patria interior, que «está en tu interior, o en ninguna parte”, dijo Hermann Hesse.
1. REGRESO AL HOGAR
¿Qué aspectos hemos de recuperar y cultivar para regresar al hogar?
. La naturaleza
Reaprender la sabiduría de la naturaleza, recuperar el ritmo y la paciencia de una gestación, permitir que el río corra alegre, que la savia también es misterio de vida invisible en el invierno desolado y frío. El camino interior no responde a los dictados de la prisa, de la impaciencia, del capricho. No fabricamos nosotros el Don. Descubrimos que todo es un regalo, y que sólo Él sabe los tiempos y las formas. Al contacto con la naturaleza entendemos otra pedagogía y se nos contagia el ritmo del querer de Dios. «Vuestros caminos no son mis caminos» (Is 55,8).
. El ahora
Si el hogar se encuentra en algún espacio y tiempo es aquí y ahora. No sucederá mañana, porque el mañana no ha llegado, no existe como realidad, sólo como pensamiento. Decíamos que Dios vive en un eterno presente y nos invita a dejarnos abrazar hoy, ahora, sin anclarnos en la «postergación» (esperar siempre un tiempo mejor que llegará mañana, es decir, nunca).
. La sombra
No podré nunca habitar mi historia, mi verdad si no aprendo a reconocer también mis sombras, que forman parte de lo que soy, mi miseria y mi tesoro. Dios no me acoge sin mis zonas más grises, mis errores y limitaciones. El santo, el espiritual, el buscador no es, ante todo, un ser perfecto, pero sí está llamado a ser una persona integrada, reconciliada. Esto supone no renegar de las propias sombras.
. Lo femenino
En este sentido lo femenino referido no sólo a la mujer, sino también al varón. La capacidad de engendrar vida, a partir de nuestra matriz, también en nosotros, varones. La ternura que acoge, recibe y reabre a una nueva vida. Hay muchas zonas y dimensiones, capacidades y posibilidades de multiplicar la vida dentro de nosotros que están abortadas, sepultadas, fosilizadas, por miedo, por educación, por cobardía.
. El cuerpo
Sin reconciliación con nuestro cuerpo tampoco haremos un buen camino de interioridad. Primero hemos de aceptar que este cuerpo que Dios nos ha regalado es bueno en sí mismo. Para evitar que la inmersión en los adentros sea una huída de lo insoportable del vivir, hemos de admitir que somos también nuestro cuerpo. Hay que aprender a escucharlo: su voz dice verdad de nosotros y está en profunda e inextricable conexión con las raíces profundas de nuestro ser. Escuchando con atención nuestro cuerpo podemos oír el latido más íntimo de nosotros mismos, incluso lo que se oculta a nuestro pensamiento consciente.
. La afectividad
La médula espinal que puede equilibrar a una persona en todas sus dimensiones es el amor, la conciencia y la experiencia de sentirse querido por sí mismo y de querer. Digamos que la palabra clave que un ser humano ha de escuchar desde dentro para poder ponerse en pie, para generar confianza, es un TE QUIERO, que le ilumina la conciencia de su unicidad y originalidad. Ha de ser una palabra oída desde lo más íntimo de su ser, de forma que, si es verdadera, queda grabada indeleblemente, a fuego.
Las experiencias de amor incondicional en la vida nunca se olvidan, aunque vuelva a haber heridas graves, siempre queda la memoria de esa incondicionalidad, tan necesaria para vivir en confianza, en libertad, en autoaceptación. Sin un cuidado atento de este recibir y dar amor, hablar de experiencia espiritual resultaría una distorsión, una deformación muy peligrosa.
2. ¿Qué Dios?
. ABBA
La imagen de Dios es punto de máxima tensión para los creyentes de toda religión. En este tema se juega toda la visión de la vida y de la historia de los creyentes. Superar los «inventos», proyecciones sobre Dios, imágenes en las que nos buscamos a nosotros mismos. La principal tarea de la espiritualidad es la de desenmascarar los falsos dioses. La actitud fundamental es «dejar a Dios ser Dios». Esa es la finalidad última de este camino interior.
En este sentido, la vida interior y «la oración tendría que tener como primer objetivo el de ponerse a la escucha de una palabra que cuestione y vaya modificando progresivamente nuestro propio invento sobre Dios»
« "Abba " es, sin duda, la palabra teológicamente más densa de todo el NT»". Es la palabra que resume toda la revelación de Jesús. Ella muestra el contenido de su oración y responde a la relación que había entre Jesús y el Padre.
Está claro que así como sea nuestra imagen de Dios, así será nuestra relación con él y así se irá configurando nuestro mundo interior. Es crucial tarea con los jóvenes la de educar, discernir la imagen de Dios que nos fundamenta, pues ella es la que marcará un estilo de vida u otro.
La historia de la fe de los grandes creyentes es la del progresivo descubrimiento del rostro de Dios, hasta llegar a Jesús. Las palabras Alianza, Comunión, Pacto… revelan la historia secular de una relación creciente. El pueblo de Israel trataba con un Dios que sentía a su lado y al que se dirigía como un ámbito natural en el cual se sentía inmerso, no como ser distante. Todo el AT es expresión de esta relación. Jesús oró con salmos bellísimos y con otros que invocan a un Dios justiciero, vengativo, colérico y arbitrario, pero fue alumbrando en la intimidad la imagen del verdadero rostro de Dios e identificándose con Él. No es un “eternizador de dioses del ocaso»`. El Dios de Jesús es el «Dios de la vida».
Los evangelistas nos han conservado la palabra Abba, en arameo manteniendo toda su fuerza'.
¿Qué afirmaciones fundamentales se nos revelan en Abba?
. Gratuidad
Toda la vida de Jesucristo está fundada y enraizada en el amor primero de Dios. Todo en él es fruto de ese amor desbordante, que llega a él como algo gratuito y acogido como amor primero. “Este es mi hijo amado, mi predilecto, escuchadle» (cf. Mt 3,17; 17,5; Mc 1, 11; 9,7, etc.). La oración es lugar privilegiado para acoger la mirada, el amor de Dios, sin precio. Marca la relación que se establece entre Dios y el hombre. Lo principal en nuestra vida es un DON, un regalo. La actitud correcta respecto a este don es la no- posesión, no domesticar el misterio.
Gratis quiere decir que no lo merecemos, ni lo conquistamos, que es fruto de su misericordia. Que nuestra bondad o maldad no afecta al querer o cercanía de Dios. Dios se enamoró de nosotros antes de que fuéramos conscientes de nuestra existencia. La amistad de Dios es incondicional, desinteresada. (Ésta es la profunda y seductora experiencia vivida por los santos. Es la experiencia que volvió «loca» a Teresa de Lisieux, que buscaba un hogar así y se zambulló en brazos de la Misericordia de Dios Abbá.)
Esta es la primera verdad cristiana. Nuestro principal pecado es no creer en el amor de Dios, desconfiar, vivir en una continua culpabilidad. Como a la iglesia de Éfeso, también nos dice Jesús mirándonos a los ojos: «Conozco tu conducta: tus fatigas y tu paciencia; y que no puedes soportar a los malvados ( ... ) Tienes paciencia: y has sufrido por mi nombre sin desfallecer. Pero tengo contra ti que has abandonado el amor primero» (Ap 2,24).
. Libertad
La oración hace a Jesús libre y liberador. No es auténtica relación con Dios la que nace de la coacción, del miedo, o del solo deseo de obtener nuestro propósito. Nace del encuentro de dos libertades: la de Dios que se nos da porque quiere, y la del hombre, que en Dios Padre ha superado la ley, en el amor.
Libre de sí mismo. Libre frente a sus miedos, angustias, dificultades, porque tiene en quien confiar. La libertad nace de haber encontrado el hogar. Encontrar a Dios es encontrarse a sí mismo.
No la ley o el deber en primer lugar... la ley desaparece como peso, como mera obligatoriedad. Surge la libertad confiada y atrevida de los hijos, de los niños. Por eso nos invita la Iglesia al Padrenuestro con esas palabras: «( ... ) nos atrevemos a decir». El miedo se ha tornado confianza y el respeto distante, admiración y abrazo.
Que Dios sea Abba para Jesús, también le hace libre respecto a los hombres. Es libre para decirles la verdad. No espera el aplauso, la paga de ellos. Que Dios sea Abba en la experiencia de Jesús colma su seguridad y su afirmación sin necesidad de granjearse la aprobación y el favor.
Jesús no tiene dónde reclinar la cabeza; por eso puede orar -al estilo de Diógenes, el filósofo, libre, sin empresario, sin disciplina de partido, para saborear el plato de lentejas y la luz del sol- (no es una cuestión accidental. Es un estilo de ser y una opción profunda. Por ello, ya que nosotros no nos desapegamos de las almohadas, hay que darle gracias a Dios por los desconciertos y contradicciones que despiertan, porque nos recuerdan hacia dónde nos apunta la sed, la vida). Jesús vive voluntariamente descalzo, pobre, en el mejor sentido bíblico.
. Sintonía-simpatía
Con el crecer de los años, a Jesús, Dios le va haciendo MIRADA, corazón, escucha, sensibilidad... La raíz desequilibrada, desconfiada y sospechadora (herida) del ser humano, en él está curada. Dios es en Jesús, con transparencia admirable, MISERICORDIA, rostro del Padre, epifanía, manifestación del misterio escondido, en todas sus palabras, signos, gestos, actitudes, silencios...
Sentir a Dios como Padre es entrar en su ser profundo. No conocerle de oídas, sino llegar a sentir con Él. Ser uno con el Padre, hijos en el Hijo.
IV. CAMINO
Aprendizajes vitales: algunas simplezas a reestrenar
Dios en la vida cotidian
Al comenzar un año, un curso, un día, una etapa, siempre, no dar por supuesto que ya nos manejamos en al arte de vivir, porque nadie sabe por dónde la vida puede amanecerle inesperada.
Esas cosas que aprende el niño cuando nace y que hay que seguir practicando a medida que nos hacemos mayores... El tiempo litúrgico de los cristianos comienza con la preparación para la vida que llega, con el nacimiento y con el comienzo de la vida... Como una parábola de lo que ha de ser nuestro camino permanente.
Cada día se hace más acuciante la petición de acompañamiento de procesos de vida interior en la vida cotidiana. Hace un tiempo me llamaron de CONFER JOVEN de Madrid, pidiéndome que les hablara de cómo orar en la vida cotidiana.
Yo suelo repetir un hecho decisivo en la vida de Carlo Carreto, que marcó un antes y un después en su camino interior y que también a mí me ha sugerido mucho: «Me acordaba de la oración de mi madre, cargada con cinco hijos, o de los campesinos, obligados a trabajar doce horas al día durante el verano. Si para orar fuera necesario un poco de descanso, aquellas pobres gentes no hubieran podido nunca orar. Por eso el tipo de oración que yo había practicado abundantemente hasta entonces era la oración de los ricos, la de los cómodos y bien alimentados, dueños de su tiempo, que pueden disponer de su horario ( ... ) No entendía nada, o, mejor, empezaba a entender las cosas verdaderas. ¡Lloraba! y las lágrimas corrían por la gandula que cubría mi fatiga de pobre. Y entonces, en ese estado de auténtica pobreza, es cuando yo logré hacer el descubrimiento más importante de mi vida de oración. ¿Queréis conocerlo? La oración es cosa del corazón, no de la cabeza. Sentí como si se me abriese en el corazón un torrente y por primera vez "experimenté" una nueva dimensión de la unión con Dios. ¡Qué aventura tan extraordinaria me estaba sucediendo! Nunca olvidaré aquel instante»
Descubre que lo cotidiano, sin revestimientos extraordinarios, encierra el secreto del camino interior. En este apartado, me pregunto con los jóvenes qué aprendizajes vitales tenemos que reestrenar, que ensayar para que el mismo diario caminar nos permita sumergirnos en las profundidades de lo real, sin escaparnos a mundos ilusorios, en los que Dios no nos espera.
Propongo diez aprendizajes vitales en los que todos, sin excepción, deberíamos matriculamos. No presumir de andar sobrados en estos saberes, porque la demostración fiable de que andamos avanzados en ellos es reconocer lo mucho que nos falta por aprender. De modo que cultivarlos nos ayudará a sacarle brillo de nuevo a nuestra aventura interior. La palabra que ofrezco a la derecha del título puede ser clave de orientación del aprendizaje propuesto.
1 . ¿Qué Dios? ESCONDIDO
2. Aprender a vivir: NACIMIENTO
3. Aprender a respirar: PAZ
4. Aprender a sonreír: BENDICIÓN
5. Aprender a mirar: ADMIRACIÓN
6. Aprender a escuchar: VERDAD
7. Aprender a caminar: AHORA
8. Aprender a asombrarse: ADORACIÓN
9. Aprender a entregar la vida hoy: JESUCRISTO
10. Aprender a morir: GUSANO-MARIPOSA
1. ¿Qué Dios? (ESCONDIDO)
. El Dios desconocido...
«Nadie ha visto a Dios... » (Jn 1, 18). «Mi rostro no podrás verlo,porque no puede verme el hombre y seguir viviendo» (Ex 33,20) (contesta Yahvé a Moisés cuando éste le pide ver su rostro).
No conocemos a Dios. Él siempre se está dando a luz a sí mismo, siempre está sorprendiéndose a sí, renaciendo. Hemos imaginado un Dios estático, inmóvil, anciano, barbiblanco, sentado, triangular, ojovelotodo... Pero, en realidad, hasta los más avispados, o enamorados, o traspasados por Él se dejan conmover y cegar y nunca se dan por satisfechos, porque saben que, cuanto más de Él se sabe, infinitamente más queda por saber.
. ¿Mi Dios?
¿Cómo le nombro yo? ¿Quién es Dios para mí? En toda relación las dos partes son renombradas desde la experiencia única que se vive. El amor hace nuevas las cosas. En este caso sé que Él nombra mi vida y tengo que seguir descubriendo mi nombre, pero Dios espera también que yo le nombre, le permita existir en mi corazón, le traiga a la vida de mi vida, le alumbre desde mi originalidad, que vaya pasando de un Dios conocido de oídas a un Dios pasado por mis entrañas, mis pies, mi corazón, mi duda, mi fe.
2. APRENDER A VIVIR (NAUFRAGIOS Y NACIMIENTOS)
. ¿Adónde te escondiste?
El Cántico Espiritual de Juan de la Cruz comienza con una pregunta dramática: la pregunta por el dónde. ¿Dónde estás? ¿Dónde te encontraré? Dando la mano a todos aquellos que no ven con claridad el rostro de Dios, a todos los que no le atisban, ni le reconocen, ni creen en Él... se hace viva de nuevo la pregunta por el dónde de Dios.
Muchos no creen en determinadas imágenes, palabras, dibujos, expresiones, traducciones de Dios, pero, ¿creerían si conocieran el verdadero rostro de Dios no deformado por interpretaciones y manipulaciones? ¿Acaso es posible conocer de forma fiable a Dios sin interpretaciones o traducciones?
A nosotros también se nos esconde, también, como Juan de la Cruz, tenemos que salir a buscarlo y, para ello, no basta que Él se pierda, se nos pierda, sino que en muchas ocasiones hay que perderse uno mismo para reencontrarse, como expliqué más arriba al hablar del bosque. Lo expresa también una canción de la banda sonora de la película Cars, Reencontrar:
Por la vida vas seguro y decidido
Pero menos mal que acabarás perdido
Perderse no es ningún error, a veces es mejor
Te vuelves a inventar, te empiezas a reencontrar.
. El arte de vivir (evangelio)
No sabemos del todo vivir. Lo experimentamos cuando perdemos un ser muy querido, cuando pasamos por un tiempo prolongado de noche o sequedad, cuando caemos enfermos. Cuando hacemos el ridículo, cuando nos enamoramos, cuando nos tropezamos... Nadie es sabio en lo fundamental. Nadie tiene todas las claves necesarias para acertar mañana. El verdadero sabio es el que toda la vida es un principiante y se sitúa desde la humildad de quien se deja iluminar. El poder más grande del ser humano es el de nacer de nuevo... «Sólo vive de verdad quien vive su suerte como un secreto».
El extraño diálogo entre Jesús y Nicodemo refleja esta verdad: hay que nacer de nuevo. Hay que volver a vivir. «Yo, si tuviera otra vez la vida por delante, volvería a vivir”, decía una niña maltratada, que, a pesar de la memoria de las palizas, había visto nacer a sus hermanitos en casa, y guardaba el recuerdo gozoso de lo más hermoso que le había pasado, en medio de tanto dolor.
En el evangelio se nos invita a conjugar algunas palabras de marcada fuerza y energía: Jaire, Effeta, Talita Kumi y Abba. Hay que ducharse por las mañanas cada día con ellas para ser revestidos de la alegría del evangelio, la alegría de Jesús: alégrate; ábrete; ponte en pie. Dios es tu Abbá.
3. APRENDER A RESPIRAR (PAZ)
Hace algo más de un año nació mi sobrina y, observándola, aprendo su respiración: su respirar es abdominal, se le hincha el vientre. Es la que más relaja y la más beneficiosa. Los niños todavía saben respirar.
Aprender a respirar así con todo nuestro ser es recuperar el ahora, la vida como un regalo, la paz y el sosiego, el centro, la verdad, el hogar, la confianza, el perdón; y nos hace disponibles, atentos. Son muchos los beneficios que se desprenden de respirar con todo el ser, dejando que Dios, el Espíritu -Aliento de Vida, Ruah- respire en mí.
¿Qué corta mi respiración? El miedo, la culpa, la responsabilidad vivida con rigidez. Todo ello puede provocar vigilancia tensa. La prisa, los agobios, la imagen, las despedidas, la muerte: Sin embargo, la muerte es también una liberación de este aliento entrecortado, para respirar y dejarse respirar en el dilatado mar de las entrañas de Dios.
Espíritu Santo, Aliento de Vida, respira tú en mí.
4. APRENDER A SONREIR (BENDICIÓN)
En el nombre de la Rosa había un fraile burgalés, Jorge, que estaba empeñado en esconder el libro de la risa de Aristóteles, en base a un argumento muy sencillo y contundente: «Porque la risa mata el miedo y el miedo es la base de la religión». Toda la trama de la novela pende de este argumento.
Nada más lejano de la verdadera religiosidad. Sonreír es aprender a bailar, a danzar para Él. Para que no se oxiden las bisagras del alma. Cantar y bailar, porque un pueblo que canta y baila aún tiene esperanza, y porque todo el Nuevo Testamento es un canto a la alegría del Dios con nosotros.
Desde esta llamada evangélica a la alegría, sonreír también es aprender a bendecir: revelar la verdad profunda escondida más al fondo de las apariencias y de la basura. Bendecir en silencio a los que pasan por la calle. Bendecir a mis hermanos antes de que termine el día.
«Cuando se ama a alguien, se le da nacimiento,
se le da confianza en sí mismo,
se le muestra lo hermoso que es,
se le revela la fuerza amorosa que hay en él
y su capacidad de dar vida».
Bendecir es relativizarse: aprender a reírse de sí mismo. Mirarse al espejo y desdramatizar. Dejar marchar: no retener, no asfixiar, soltar. No mentir: no forzar la sonrisa. No decir palabras que olvidan el propio corazón. Gozosos, felices, no amargados. Críticos, libres, pero enamorados.
5. APRENDER A MIRAR (ADMIRACIÓN)
La mirada es uno de los aspectos más llamativos e interesantes en donde se asoma la personalidad de un individuo. Tema apasionante de la figura de Jesús.
Hay un trabajo que hacer muy necesario y muy descuidado en nuestra tarea de rastreadores de lo invisible, de lo escondido: Unificar la mirada para ser monjes, es decir, hombres y mujeres de una cosa.
Con el fin de poder admirar, habrá que recuperar cinco actitudes: Aceptación: mirarse con cariño; no ser posesivos; no juzgar, no etiquetar; tomar distancia, para tener perspectiva y regenerar en nosotros la mirada de los niños: no cansada, no decepcionada.
Dejarse mirar: ¿Cómo hemos sido mirados? Sin amor recibido no se gesta confianza. Él siempre ha velado y mirado mi historia, desde el seno materno. Dejarse querer es comenzar por donde comenzaba Jesús todas sus empresas, por el Amor Primero del Padre: «Tú eres mi Hijo Amado». Sólo desde ahí nos convertiremos en reflejo del Mirar de Dios, sacramento de su Mirada.
6. APRENDER A ESCUCHAR (VERDAD)
Ya he hablado más arriba de esta actitud fundamental. Ahora tan sólo enunciar tres conjugaciones necesarias del verbo escuchar": Escucharse. Escuchar a los otros y escuchar a Dios. Hay muy poca gente que sepa escuchar, que se pare a escuchar de verdad.
7. APRENDER A CAMINAR (AHORA)
Es otra de las habilidades que ha de aprender el niño después de nacer, y que también tenemos nosotros que ensayar. Caminar como lo hacía Beppo Barrendero, el entrañable personaje de Momo»: paso- inspiración-barrida. Sentir cada paso que damos, no mirar el final de la calle. No es tan importante el punto final, sino de qué forma el final del trayecto, el objeto amado alumbra y da sentido y calidad al paso que estoy dando ahora, en el que me juego la vida. No caminar ni de puntillas, ni con tanta prisa que no dé tiempo a percibir.
Camino de Santiago o hacia tantos otros destinos, comprueba el viajero la paradoja de los ritmos de vida, cuando siente el viento con que lo azotan los coches al pasar, mientras él avanza al ritmo lento, pausado, cansado, mochila al hombro, de quien sabe que el objetivo llegará, más no tan pronto que no le dé tiempo a saborearse a sí mismo y a escuchar todos los ruidos de fuera y de dentro. Caminar es pedagogía y sabiduría. Cuando se peregrina los pies expulsan todo lo que hay en ti de sobra, te vacían, te sacuden, para permitirte estrenarte en el paso siguiente. Un renacimiento continuo, un milagro sin fin.
8. APRENDER A ASOMBRARSE (ADORACIÓN)
Los ojos del niño y del anciano suelen ser el ejemplo más visible del asombro y la contemplación admirativa. Viene a cuento recordar las miradas de los niños frente al violinista de la calle Zamora, en Salamanca, donde vivo: ellos, extasiados, hacen que sus mamás detengan el paso. Todos tenemos esta capacidad contemplativa, admirativa del niño. Una capacidad muy dispersa, muy intermitente, poco recogida hacia lo que importa.
El evangelio pasa de largo, no nos estremece, vacunados como estamos contra la sorpresa de lo simple. Sabemos demasiado. Y un pueblo satisfecho es un pueblo incapaz para la escucha de los pobres, de los que están muy cerca y muy necesitados de abrazo.
María sería el ejemplo perfecto de este asombro hecho disponibilidad, camino, canción, silencio, adoración.
9. APRENDER A ENTREGAR LA VIDA HOY (JESUCRISTO)
Hay que aprender a amar, hay que hacer todo «como una hoguera bien encendida, sin dejar huellas de nosotros mismos» , sin interés egoísta, por el simple gozo de hacerlo, por el deleite de regalarse, para que otros se beneficien, para que otros vivan.
Jorge Bucay recogió esta idea en el cuento Del sembrador de dátiles. Alguien vio a un hombre sembrando un árbol datilero y se burlaba de él diciéndole: qué trabajo perdido el que tú haces sembrando un árbol del que nunca podrás comer (ya que los datileros tardan muchos años en dar fruto). Pero el hombre, con paciencia, contestó preguntando a su vez: ¿y sabes tú por qué puedo yo comer dátiles? Porque otro, muchos años antes de que yo naciera, hizo la misma tontería que tú ahora me reprochas.
El camino interior se ahonda y ensancha con gestos gratuitos, inútiles y generosos. La generosidad dilata las paredes del alma y crea amplios horizontes, clarificando la visión de los paisajes internos del propio corazón.
10. APRENDER A MORIR (GUSANO-MARIPOSA)
Finalmente, nos queda recordar un aprendizaje vital, crucial en cada paso que damos, esencial al camino espiritual: si no nos arriesgamos a morir, no descubriremos. La muerte es el último gran reto, la última gran aventura. Y hemos tenido la oportunidad de ensayar dicha aventura en los riesgos asumidos en desprendimiento de nosotros mismos. Lo expresa con belleza y gracia Santa Teresa en las Moradas, al recordamos cómo nace la mariposa, tras morir el gusano ".
Como la ola que llega a la playa y sabe desaparecer. Nacer y morir perfectamente intrincados, enlazados. De hecho, morir no es morir, cuando se ha aprendido a vivir naciendo en cada paso y arriesgándose a confiar en Aquel que me dijo: «Que no tiemble tu corazón ni se acobarde (... ) me he ido a prepararte sitio» (Jn 14,1-3).
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba".
NOTAS
1Karlfried DÜRCKHEIM, El maestro interior, Bilbao, Editorial Mensajero, 1992, pp. 60-61.
2 Recojo aquí la bibliografía que ofrece Inma EIBE en un estudio que merece mucho la pena leer acerca de los jóvenes, en Cuadernos Confer, núm. 6: «Mirad, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?»; Otras publicaciones acerca de los jóvenes y Dios: ADSIS, Jóvenes y Dios, proyecto de pastoral con jóvenes, PPC, Madrid, 2007; ASAMBLEA DE LOS OBISPOS DE QUÉBEC, Proponer hoy la fe a los jóvenes: una fuerza para vivir, año 2000; BERZOSA, R., «En el planeta joven: retos y propuestas en la transmisión de la fe», en Misión Joven, núm. 368, septiembre de 2007, 17-30; CANTERAS, A., Sentido, valores y creencias en los jóvenes, INJUVE, 2003; CEREZO, J. J. y GÓMEZ SERRANO, P. J., Jóvenes e Iglesia. Camino para el reencuentro, PPC, Madrid, 2006; CERRO, F., Venid y lo veréis. Pistas para la Evangelización de los jóvenes en tiempos recios, Paulinas, Madrid, 2007; DOMÍNGUEZ, C., «Yo quiero ser como», en Misión Joven, núm. 339, abril de 2005, 5-15; ELZO, J., Los jóvenes y la felicidad, PPC, Madrid, 2006; GARCíA, J. M., «¿Qué espiritualidad proponer a los jóvenes hoy?», en Misión Joven, núm. 340, mayo de 2005, 27-52; GÓMEZ SERRANO, P. J., «Jóvenes sin preguntas religiosas: una cuestión de teocomunicaciones», en La Iglesia y los jóvenes a las puertas del siglo XXI, Verbo Divino, Estella, 2002; GONZÁLEZ, P. (Dir.), Jóvenes Españoles, 2005, Fundación SM, Madrid, 2006; MARTÍN VELASCO, J., «La situación religiosa de los jóvenes en Europa. Ensayo de interpretación y propuestas de acción», en Misión Joven, núm. 363, abril de 2007, 25-32; MOVILLA, S., «Nuevas formas y estilos en los procesos de pastoral con jóvenes», en Todos Uno, Revista Pastoral Vocacional de CONFER, núm. 167, julio-septiembre de 2006, 21-33; VALIEWE, F. J., «Medios de comunicación y nuevas tecnologías: pistas para entender los nuevos lenguajes y su uso en pastoral», en Todos Uno, núm. 11 julio-septiembre de 2006, 5-20.
3 Cf. Santiago GUERRA, «La salida hacia dentro. Camino de interioridad”, en Revista de Espiritualidad, 232-233 (1999), pp. 441-487.
4Remedios FALAGUERA (tomado de internet); colaboradora de Mujer Nueva, 4-11-2006, artículo titulado: Talla 34.
5 Cf. Nuevas semillas de contemplación.
6ISABEL. DE LA TRINIDAD, últimos ejercicios, día décimo, núm. 25: «Cuando mi Maestro me hace escuchar esta palabra en el fondo del alma, me parece que me pide vivir como el Padre "en un eterno presente", "sin antes ni después”, no toda entera en la unidad de mi ser en este "ahora" eterno, Cf. también ibídem, núms. 28 y 44-
7 Mt 4,1; Mc 1,12; Lc 4, 1
8 Existe un peligro muy extendido hoy entre los creyentes que consiste en buscar en la espiritualidad lo que resulta difícil encontrar en la vida ordinaria. Muchas personas heridas buscan en la oración la medicina adecuada a sus dolores, sin entender que ninguna medicina es eficaz cuando se miente, o se huye de sí mismo, de los demás o de Dios.
,,9 Miguel MÁRQUEZ, Yo también vi la zarza que arde, Madrid, Conferencia Española de Religiosos, 2008, pp. 20-36.
10 Recomiendo vivamente la lectura de un artículo que me marcó hace años acerca de este tema: José María FERNÁNDEZ MARTOS, «La incorporación de la realidad como clave del cambio en los Ejercicios Espirituales», en Psicología y Ejercicios Ignacianos, Vol. I, Mensajero-Sal Terrae, 1997, pp. 241-276.
11 JUAN DE LA CRUZ, Cántico Espiritual, Canción 12.
12 JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, Prólogo a la edición castellana de San Juan de la Cruz y el problema de la experiencia mística, de Jean BARUZZI, Junta de Castilla y León, 1991. «Juan de la Cruz no sólo resulta ser un maestro de la sospecha que sigue interrogándonos, como Marx, Nietzsche y Freud, sobre la consistencia de nuestras verdades, nuestro conocimiento y nuestra conciencia de lo real, haciéndonos mirar el revés del tapiz y de la trama hecho de engaños, ilusiones e intereses o disfraces, sino que lo hace más radicalmente que estos maestros de la modernidad, ahora ellos mismos sospechados. Y ello, por una sencilla razón: porque estos maestros de la sospecha no habían tenido más remedio que absolutizar o transcendentalizar los presupuestos mismos de su sospecha crítica -o eso es lo que habían hecho, en cualquier caso- mientras que en Juan de la Cruz la sospecha crítica es ajena a su propio pensamiento, que no es un sistema, ni una filosofía, y tiene su fuente en un desnudamiento de toda seguridad y afirmación, absolutamente de todo, sólo a cuyo final -"y en el Monte, nada "- se nos entregaría lo real y no sólo su conocimiento” p. 16.
13 José Antonio MARINA, Ética para náufragos, Anagrama, 1996.
14 JUAN DE LA CRUZ, III, Subida 3,6.
15 CL Friederich NIETZSCHE, «De las tres transformaciones», en Así habló Zaratustra.
16 JUAN DE LA CRUZ, Cántico B 3.
17 Ana María SCHLÜTER, El camino del despertar en los cuentos, Madrid, PPC, 1997, pp. 21-44.
18 Ana PUÉRTOLAS, «El largo camino a Katmandú», en Revista de Occidente, núm. 38-39, p. 114.
19 Canción «Volverte a ver», del disco Mi sangre, 2004, Universal Music Latino.
20 JUAN DE LA CRUZ, Cántico B 12.
21 Carta a la Madre María de la Encarnación en Segovia, Madrid, 6 de julio de 1591.
22 JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, El narrador y sus historias, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 2003, pp. 70-7 1: «.. y, cuando escuchamos tal relato, sentimos cómo irrumpe de golpe en todo aquel universo de poder y esplendor del Gran Relato faraónico, y lo subvierte y destruye con la memoria de aquel sufrimiento y aquella esperanza de liberación de la injusticia, enfrentándose a nuestra propia situación, y haciéndonos contemporáneos de esa historia, y a Siphrah y Puah, contemporáneas nuestras».
23 Hermann HESSE, El Caminante, Barcelona, Ed. Bruguera, 1984 (5.* ed.), p. 57.
24 Tomo estos seis puntos comentados muy libremente, de Rubén L. HABITo, El aliento curativo, Madrid, San Pablo, 1994.
25 En un curso que compartí hace unos meses en Albacete, una joven teóloga me dijo que no le gustaba esta identificación de lo femenino con la matriz y con engendrar vida. Señalo aquí su disconformidad, para retomar en diálogo esta cuestión. ¿Qué se entiende por femenino? ¿Es legítima esta interpretación de lo femenino o es estrecha y obsoleta?
26 Carlos DOMÍNGUEZ MORANO, Orar después de Freud, Sal Terrae-Fe y Secularidad, Santander-Madrid, 1994, p. 39.
27 Olegario GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Jesús de Nazaret. Aproximación a la cristología, Madrid, BAC, 1993, p. 99.
28 Canción de Silvio RODRÍGUEZ, La maza.
29 Cf. también «talita kumi» y «effeta», como resumen de todo el mensaje del evangelio, palabras conservadas en arameo intencionadamente.
30 lb., pp. 33-34.
31 El título es un préstamo que he tomado de un libro de varios autores, publicado en DDB, titulado: 14 aprendizajes vitales, Carlos ALEMANY (dir.), Bilbao, 2000.
32 El Sueño de Morfeo, canción Reencontrar, tema final de la película Cars.
33 S. ZWEIG.
34 Jean VANIER, La fuente de las lágrimas, Santander, Sal Terrae, 2002, p. 86.
35 Varios autores, Ver, oír, oler, gustar y tocar a Dios, Madrid, Narcea, 1996: cf. capítulo dedicado a la escucha.
36 Michael ENDE, Momo, Madrid, Alfaguara.
37 Shunryu SUZUKI, Mente Zen, mente de principiante. Conversaciones informales sobre meditación y práctica zen, Buenos Aires (Argentina), ed. Estaciones, 2005, pp. 83-86.
38 SANTA TERESA DE JESÚS, Obras Completas, 5, «Moradas» 2.
38 José Luis MARTÍN DESCALZO, «Últimas noticias del autor», en El Testamento del Pájaro Solitario, EstelIa, Verbo Divino, 1980.
PASEN Y VEAN
Julián del Olmo
« Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
Que la cuna de los hombres la mecen
con cuentos...
Que los gritos de angustia del hombre
los ahogan con cuentos...
Que los huesos del hombre
los entierran con cuentos...
Y que el miedo del hombre
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé pocas cosas, es verdad.
Pero me han dormido con todos
los cuentos...
Y sé todos los cuentos».
(León Felipe)
A Dios no le gusta mucho salir en televisión,
a los hombres, sí3
Lo que voy a contar no es un cuento pero tiene algo de cuento como todo lo que cuenta la «caja tonta» -¿tonta?- de la televisión. Dice el dicho -y al parecer bien dicho- que una imagen vale más que mil palabras. Los audímetros detectan que mediante el oído aprendemos el 11 por ciento de lo que sabemos y el 83 por ciento mediante la vista y retenemos el 10 por ciento de lo que leemos, el 20 por ciento de lo que escuchamos, el 30 por ciento de lo que vemos, el 50 por ciento de lo que vemos y escuchamos, el 70 por ciento de lo que decimos y discutimos y el 90 por ciento de lo que decimos y además realizamos
La televisión, el medio audiovisual por excelencia, junto con las nuevas tecnologías aplicadas al ordenador y al teléfono móvil, ofrecen al usuario tres en uno: palabra, sonido e imagen.
El poder de la televisión
A estas alturas de la película no vamos a descubrir la importancia que en la sociedad actual tienen los medios de comunicación en general y la televisión en particular. Por eso, no es de extrañar que los poderes económicos, políticos, ideológicos y religiosos estén interesados en el medio y participen, directa o indirectamente, en las empresas audiovisuales.
Es sabido el importante papel que juega la televisión en la opinión pública. Los debates de los candidatos en televisión pueden ser decisivos para ganar o perder unas elecciones y no digamos nada del papel que juega la televisión a la hora de promocionar o hundir a un personaje o personajillo.
Iglesia invisible
Hay otro dicho -en este caso, inquietante- que «lo que no sale en televisión no existe». ¡Entonces, no existen la señora María que lleva 30 años cuidando a su hijo esquizofrénico, ni «los sin techo» que duermen debajo en los soportales de las plazas, ni las monjas que acogen a niños que nacen heridos de muerte y sus padres no se pueden hacer cargo de ellos, ni Dios, que apenas se le ve en la pequeña pantalla, ni la Iglesia quesale poco y muchas veces mal!
Desde la perspectiva de los medios de comunicación se podría hablar de una «iglesia invisible», lo que debería interrogar a la Iglesia sobre sus causas internas y externas. Las culpas no siempre son de los demás. El obispo Antonio Montero pone el dedo en la llaga, cuando escribe: «Mirando a nuestra propia casa, hemos de localizar en ella las asignaturas pendientes, empeñándonos, de partida, en el conocimiento cordial y cercano de este proceso mediático, que se adueña de la sociedad y de la historia, del curso fluvial en el que, querámoslo o no, navegamos todos juntos en el mismo barco». (VN n. 2.183).
Ya el papa Pablo VI habló de los medios de comunicación como los «nuevos púlpitos» para anunciar la Buena Noticia de Jesucristo, y el Evangelio por su parte dice rotundamente que «no se enciende una luz para ocultarla debajo de la mesa sino que se pone sobre ella para que alumbre a los que están en la casa».
La Iglesia no vende
La programación religiosa, salvo honrosas excepciones, no forma parte de la parrilla de las televisiones. Tampoco en otros medios de comunicación. «La Iglesia no vende» dicen los programadores cuando la realidad es que a los propietarios de las empresas mediáticas no les interesa el tema por principios o por ignorancia, o por ambos motivos a la vez. Y esto sucede en los medios tanto de ideología de derechas como de izquierdas,
Es verdad que puntualmente salta la liebre informativa relacionada con la Iglesia: un suceso curioso, la declaración un tanto sorprendente de un obispo, la actuación de un determinado cura .... No pocas veces se presentan hechos anecdóticos, o no tan anecdóticos, para poner a la opinión pública en contra de la Iglesia. Este tipo de información, que mejor habría que llamar desinformación o deformación, con segundas intenciones, ha llevado a algunos miembros de la jerarquía y del clero a hablar de «Iglesia perseguida». Ni tanto ni tan calvo. Hay que reconocer que a todos nos halaga cuando hablan bien de nosotros y nos molesta cuando hablan mal.
«El liberalismo económico e ideológico de muchos de los sectores mediáticos, con el relativismo y permisivismo de la cultura dominante y su secularismo radical, da pie a un tratamiento escaso, superficial y frívolo de muchos asuntos relacionados con el hecho religioso, aunque no podría hablarse, creo, de hostilidad institucional o cosa parecida contra la Iglesia» (VN n. 2.183).
Crítica y autocrítica
En una sociedad libre y plural, como la nuestra, la Iglesia -los cristianos- tiene que acostumbrarse a encajar las críticas y hasta las maledicencias. Siendo buenos pero no tontos. Jesús, el Maestro de la comunicación, nos enseñó cómo debemos comportarnos en estas circunstancias. Y para cuando alguien se pase de la raya, existe un libro de reclamaciones en los medios de comunicación y, en último término, queda la apelación a los tribunales de justicia.
La permanente exposición a que nuestros dichos y hechos salgan a la luz pública y la vulnerabilidad de las instituciones ante los «poderosos» medios de comunicación debería hacernos más prudentes y, sobre todo, más coherentes a la hora de decir y actuar. Y luego dejar que fluya el río de la vida a veces con sus aguas remansadas y a veces bravas.
]osé Sánchez, obispo de Sigüenza-Guadalajara y entonces presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social, dijo en su discurso en la entrega de los «Premios Bravo» de 2002, que «la Iglesia no quiere, en absoluto, privilegios informativos ni tratos de favor por parte de los medios, pero la justa transparencia que se reclama a las instituciones de la Iglesia y a la que ciertamente estamos obligados, exige en paridad un tratamiento informativo correcto por quienes realizan profesionalmente esta tarea, despojado de prejuicios obsesivos y de fáciles tópicos, tanto personales como corporativos. Esta evaluación y autocrítica desea aplicársela también la Iglesia misma, sin temor, ni complejos, a fin de aparecer tal cual es, ni más ni menos, en una sociedad plural como la nuestra».
La gran seductora
La televisión, como cualquier otro medio de comunicación, tiene sus géneros literarios y su propio lenguaje, «siguiendo unas estrategias de seducción y desinformación ya que sacraliza la imagen, espectaculariza lo cotidiano, vedetiza al sujeto y eleva al público a la categoría de estrella de los medios» (J. E. Beaumont).
Desde sus orígenes, la televisión ha sido vista como «el gran seductor y el mayor contador de historias», eclipsando a las instituciones tradicionales de socialización como la religión, la familia, la escuela y la comunidad.
Jesús, el Maestro
El Papa Pablo VI, consciente de la importancia de los medios de comunicación, y en la línea de lo que bastantes años antes había intuido el beato Santiago Alberione, fundador de la Familia Paulina, los calificó de «nuevos púlpitos», desde donde la Iglesia tiene que proclamar la Buena Noticia de Jesucristo.
En el mismo sentido, años después, Juan Pablo II hablaría de los medios como de los «nuevos areópagos» que han de servir para encarnar el evangelio en la actual cultura de la comunicación.
Y si la Iglesia tiene que entrar en la televisión, también ésta tiene que entrar en la Iglesia al menos aprendiendo de su modo de comunicarse con los hombres y mujeres de hoy. Sería bueno que la jerarquía y los sacerdotes aprendieran a expresarse con «lenguajes audiovisuales» -el nuevo lenguaje de la comunicación que todo el mundo entiende- en sus escritos y en sus sermones. Los Evangelios nos dan una lección de cómo Jesús comunicaba su Buena Noticia. Juan Pablo II lo dijo, claramente: «No nos cansemos de poner la mirada en Jesús de Nazaret, el Verbo encarnado, que ha realizado la comunicación más importante de la historia de la humanidad».
La Iglesia en televisión
La programación religiosa en las emisoras y cadenas de televisión de toda España es escasa y desigual. Tienen programas religiosos: la Dos de TVE y las autonómicas de Andalucía, Galicia, Cataluña y País Vasco.
Las televisiones públicas se justifican por su vocación de «servicio a la comunidad» por encima de las ideologías de los gobernantes de turno. Sus responsables deberían entender y aplicar que el «ser de todos» es una responsabilidad y un compromiso y no simplemente un slogan publicitario. ¿Por qué hay televisiones autonómicas que no tienen programación religiosa? ¿Por qué los programas religiosos son la cenicienta de las emisoras en cuanto a recursos y horarios de emisión? Luego, están las televisiones privadas que tiene una programación religiosa, específica, siguiendo las directrices de sus dueños. Tal es el caso de Popular Televisión, cadena de la Conferencia Episcopal, y Televisión Diocesana de Toledo.
Podemos decir que la presencia de la Iglesia en la televisión no es ni mucha ni poca, sino todo lo contrario. Personalmente opino que lo más importante para la Iglesia no es tanto salir mucho en la pequeña pantalla como salir bien y eso es harina de otro costal.
En cualquier caso, el valor de un programa no se puede medir sólo por la cantidad de gente que lo ve sino que su valor se mide, sobre todo, por el efecto que produce sobre las personas y su capacidad para hacer cambiar el punto de vista de las cosas. Hay programas que pasan sin pena ni gloria y los hay que dejan huella en el espectador y éstos son los verdaderamente importantes.
Programas religiosos en TVE
Los programas religiosos más veteranos, con 25 años de presencia semanal ininterrumpida, son los de TVE: «El Día de¡ Señor» (Santa Misa), «Pueblo de Dios» (reportajes mostrando el ser y el hacer de la Iglesia en el mundo), «Ultimas preguntas» (entrevistas sobre temas de actualidad en clave cristiana) y «Testimonio» (la vida en clave de fe). Los cuatro programas han sobrevivido por encima y por debajo de las alternancias y contingencias políticas, aunque últimamente están siendo sometidos a una asfixia económica y consiguientemente de medios que resultará muy difícil, por no decir imposible, mantener un nivel mínimo de calidad.
Si «el medio es el mensaje», la buena presentación del mensaje le da un valor añadido. «No se puede meter el vino nuevo en odres viejos» como algunos programadores religiosos pretenden. Tampoco el cura de mi pueblo puede hablar a sus fieles en chino porque no le entenderían.
Presencia de la Iglesia
Es un hecho que los programas institucionales católicos de TVE tienen un «share» muy por encima de la media de la cadena y se puede decir que están entre los más vistos de la Dos.
«La presencia de la Iglesia en la programación de TVE no es debida a un desembarco clandestino y «sin papeles», ni a ningún privilegio trasnochado, sino al cumplimiento, por una parte del derecho de acceso a los medios de titularidad pública de los grupos especialmente significativos como reconoce nuestra Constitución (art. 20.3), desarrollado más específicamente en el Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales (art. 14). Esta presencia católica abrió un camino de normalización a la presencia televisiva de otras confesiones religiosas con las que el Estado ha llegado a acuerdos de colaboración en el espíritu de la libertad religiosa que todos disfrutamos y celebramos» (Juan del Río, obispo presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación).
Ni que decir tiene que los recortes presupuestarios también afectan a los programas que otras confesiones religiosas (Evangélicos, musulmanes y judíos) tienen en TVE y emiten en la madrugada de los domingos.
Otras películas en la pequeña pantalla
Dice el refrán que «cada maestrillo tiene su librillo» y es cierto que cada uno tenemos en la mente y en el corazón el programa religioso que nos gustaría ver en las pantallas de televisión. La realidad es que hay lo que hay por culpa de unos y de otros. Las limitaciones de todo tipo que existen no nos libran a los profesionales de la responsabilidad de hacer bien lo que hacemos y siempre se pueden hacer las cosas mejor aunque no corren buenos tiempos para la lírica.
A parte de la programación religiosa, de carácter más o menos institucional y prácticamente toda la que hay es institucional, se echan en falta, algo más de presencia del hecho religioso y «otras de presencias de Iglesia» para completar la sinfonía y evitar que la música sea monocorde. Es justo y necesario que haya pluralidad de ofertas, con sensibilidades diferentes, para enriquecimiento de las personas y del conjunto como sucede en la vida real de la Iglesia.
«Pueblo de Dios»
En «Pueblo de Dios» (TVE-2, domingos 11,30 de la mañana, después de la Misa) queremos hacer un programa, con formato de reportaje, realizado con profesionalidad y teniendo en cuenta las características del medio audiovisual, capaz de interesar al gran público y no sólo a los más cercanos a la Iglesia.
Nuestro reto es traducir al lenguaje icónico el hecho religioso, sabiendo que estamos en un medio de comunicación de masas y que nos dirigimos a un público plural ideológica, social, cultural y religiosamente.
Utilizamos un «lenguaje testimonial» apelando a lo que dijo Juan Pablo II que «el mundo está más necesitado de testigos que de maestros» y al dicho de que «las palabras conmueven pero los ejemplos arrastran». El formato de reportaje, grabado a pie de obra, permite que hablen, más con obras que con palabras, las personas comprometidas con la causa de los pobres. Nos fijamos, preferentemente, en la Iglesia samaritana y misionera, en España y en todo el mundo. Mostramos el trabajo de la Iglesia con los inmigrantes, la espiritualidad de la vida contemplativa, la fe que encierra el arte religioso, el sentido de la vocación sacerdotal y religiosa...
«Pueblo de Dios» se adentra en clave evangélica, en los campos de la injusticia, la pobreza y la exclusión social con cuatro criterios: denuncia social de las «estructuras de pecado»; respeto a las víctimas de la injusticia, conscientes de que la exclusión no les priva de su dignidad de personas y de hijos de Dios; testimonios de personas entregadas a los demás por causa de¡ Evangelio y esperanza de que otro mundo es posible.
Les invito a que pasen y vean y si les gusta la función se queden...
Necesidad de convocar
Conclusiones del seminario de reflexión sobre la animación vocacional4
PRÓLOGO
La crisis de vocaciones como una oportunidad
Hoy la palabra crisis nos surge por todas partes y casi siempre con un matiz negativo. Sería algo así como estar al borde del abismo, a un paso de una catástrofe inminente. Sin embargo el concepto crisis encierra más bien un sentido positivo. Las crisis son situaciones por las que pasa todo aquello que tiene vida y que crece, todo aquello que es historia. El ser humano pasa por crisis, como momentos de búsqueda, de auténtico discernimiento, ciertamente dolorosos, pero que, vividos acertadamente, conducen a través de la oscuridad a la luz de una nueva realidad, de un nuevo convencimiento, de una nueva decisión.
La crisis de vocaciones ha de ser considerada como una oportunidad: nos sitúa en una encrucijada, es un momento difícil, pero fecundo, que nos hace conscientes de nuestra libertad y responsabilidad, si mantenemos la esperanza teologal.
La cuestión vocacional tiene hondas raíces psicológicas, antropológicas, sociales y culturales que conforman una compleja etiología. No es hora de sentimientos de culpabilidad ni de escepticismo pesimista. Es un momento de responsabilidad desde la conciencia de que estamos ante una realidad muy complicada. Con la confianza en la misteriosa providencia de Dios hemos de mantener la esperanza y activar nuestro compromiso.
La crisis vocacional no es simplemente cosa de números. La crisis vocacional está apuntando al corazón mismo de nuestra experiencia religiosa y salesiana. Y así ha de contemplarse como una oportunidad para iluminar con coherencia la verdad de nuestras comunidades: ¿Es posible en nuestras comunidades la comprensión cordial de las personas, y no simplemente una aceptación funcional o de conveniencia? ¿Nos sentimos comprometidos en un proceso activo de maduración cristiana, en un proceso de conversión? ¿Es posible una sencilla comunicación alimentada de empatía, cercanía y diálogo? ¿El servicio de la autoridad (inspectores y directores) promueve la integración de las personas, su experiencia religiosa y salesiana, siendo conscientes de lo que está ocurriendo, con una visión realista del ambiente, procurando crear en las comunidades un clima de serenidad y de paz, buscando u ofreciendo con respeto y solicitud un acompañamiento personal que ayude a los hermanos en dificultad a encontrar su equilibrio interior? ¿Seguimos siendo conscientes de que el corazón de la comunidad y de su compromiso salesiano ha de estar sostenido por la fe?
Y la crisis vocacional ha de ser una oportunidad para dar calidad a nuestra pastoral. La pastoral juvenil con dimensión vocacional, la pastoral familiar han de despertar la pasión por Dios educando en la apertura hacia valores postmaterialistas, en el conocimiento y posesión de la propia interioridad, en el sentido altruista de la vida, en la disponibilidad y constancia, en la fidelidad que acepta la renuncia y el sacrificio; formando a los jóvenes en una voluntad capaz de decidir según los principios asumidos en la vida; educando al silencio, a la reflexión, al sentido de lo gratuito y acompañando en el compromiso por la compasión, por la solidaridad, en el camino hacia una oración personal, en la que se experimente el amor de Dios como fuerza y como luz que integra e ilumina la interioridad afectiva desde su raíz, y que debe conducir al joven a un serio discernimiento vocacional en medio de sus condicionamientos y fragilidades.
Sólo desde una vital experiencia de Dios se puede “deconstruir” la lógica cultural y articularla de nuevo a partir de la lógica creyente, de forma que esa escala de valores, reestructurada a la luz de la fe, haga viable un compromiso para siempre que implica renuncias tan profundas para el joven de hoy.
Por tanto nuestro problema es teologal: en la Iglesia, en nuestras comunidades y familias, en la pastoral, en la cuestión vocacional, en la tarea de la formación. Nuestro verdadero problema es creer enDios.
A nosotros, a estas alturas de la vida sólo nos queda una alternativa: fiarnos de Dios, ponernos en sus manos como el niño que tiene miedo en la noche, descubrir a Jesús, al Jesús de Getsemaní, como Señor de nuestras vidas, dejarnos guiar sin resistencias inútiles por la luz del Espíritu, seguir viviendo con una oración sencilla, afectiva, profunda, nuestro compromiso en la misión, con fidelidad y esperanza.
Y esta alternativa creyente ha de partir de una serena aceptación de nuestras limitaciones, de la realidad de nuestras comunidades y de la misión salesiana, liberados ya de la compulsión de la imagen hacia fuera. Necesitamos una paciente reconciliación con nuestra biografía, con sus más y sus menos, abandonando ya perfeccionismos y voluntarismos, una paciente reconciliación con el contexto social y religioso, procurando renovar en profundidad nuestro compromiso salesiano con sencillez, con una sencillez que sabe de nuestra pobreza sin remedio, para abrirse paso hacia el abandono y la confianza definitiva en Dios.
Comisión Nacional de Animación Vocacional
CONCLUSIONES
Seminario de reflexión sobre la animación
vocacional en nuestras inspectorías
1. La centralidad de la experiencia de Dios
1.1. La fragilidad de nuestra experiencia religiosa. Los jóvenes buscan en nosotros personas sólidas que ofrezcan un testimonio coherente de fe. Y en nosotros no se percibe con claridad la pasión por Dios. La crisis vocacional debe vivirse como una oportunidad para profundizar a nivel personal y comunitario en una espiritualidad salesiana bien estructurada y centrada.
1.2. Optamos por una vida religiosa apostólica, pero posiblemente corremos peligro de caer en el activismo, debilitando en nosotros el sentido de la experiencia religiosa, de la oración personal y comunitaria, de la eucaristía.
1.3. En el ámbito del carisma salesiano, desde el compromiso serio en la misión, evitando el individualismo y fortaleciendo la realidad de la comunidad, la crisis vocacional nos emplaza a una profunda renovación espiritual, sosteniéndonos
mutuamente en un proceso de auténtica conversión.
2. La solidaridad fraterna en el camino de la vocación personal
2.1. Ante la situación dolorosa de salesianos heridos, amargados, rotos interiormente por diversos motivos, tendríamos que hacer un esfuerzo por favorecer “comunidades terapéuticas”, en las que, desde la misión salesiana, la experiencia de la fraternidad evangélica haga posible la acogida incondicional, la sanación de heridas, la recuperación vocacional, la esperanza teologal.
2.2. La fraternidad evangélica, que sostiene y consuela, ha de ofrecer el estímulo y los medios para facilitar el proyecto personal, el acompañamiento en la fe, las experiencias de oración personal y comunitaria.
2.3. Desde corresponsabilidad en la misión, los laicos de la Familia Salesiana, de honda experiencia religiosa, pueden ser elementos muy positivos en la experiencia vocacional de los salesianos consagrados.
3. La calidad de la formación inicial y permanente
3.1. La crisis vocacional ha de ser interpretada como una oportunidad de profunda renovación, porque el problema no es simplemente la escasez de vocaciones, sino también y sobre todo las salidas dolorosas de tantos salesianos jóvenes y adultos. Esto debe provocar una llamada a la responsabilidad, un discernimiento cuidadoso sobre la calidad de la formación inicial que ofrecemos, y la exigencia de una formación permanente, adecuada a los desafíos de nuestro tiempo.
3.2. El análisis de los abandonos comprueba sin duda la fragilidad de la opción de fe, y las carencias en la madurez afectiva. Estos datos deben iluminar el compromiso formativo de los responsables (inspectores, directores y formadores) en procesos personalizados. La vertebración de la identidad psicológica, la maduración afectiva, la experiencia de Dios en el seno de la espiritualidad salesiana han de ser hoy prioridades formativas, y exigen formadores coherentes y competentes.
3.3. La formación permanente es un elemento decisivo en la experiencia vocacional de los salesianos adultos. Y ha de ser entendida como un proceso espiritual, como un camino de conversión, que dé solidez a la propia opción vocacional y al compromiso en la misión. Su lugar natural es la comunidad, pero ésta ha de estar apoyada por iniciativas inspectoriales y regionales.
4. Aceptar la realidad de nuestras comunidades: luces y sombras
4.1. En nuestras comunidades hay luces (sencillez, cercanía, atmósfera de familia…) y sombras (soledad, falta de comunicación, oración y eucaristías rutinarias, dificultades para acoger a jóvenes y a laicos…). Somos conscientes de nuestras limitaciones y de la necesidad de un testimonio comunitario que sea atractivo para los jóvenes, sin discursos voluntaristas, aceptando las limitaciones, conscientes de que nos une la fe, y de que hemos de abrirnos con cordialidad a los destinatarios de nuestra misión.
4.2. El escándalo para los jóvenes no son, en principio, nuestras limitaciones, sino sobre todo que no vean nuestro sentido de fe, y que descubran que no nos queremos o que no los queremos a ellos. La fraternidad evangélica ha de contar con salesianos heridos y cansados, con salesianos ancianos. Si la fe nos sostiene, serán posibles la sensibilidad, la compasión, la comprensión, haciendo que nuestras comunidades sean habitables y generosamente abiertas.
4.3. La pastoral vocacional tiene en la vida de comunidad una prueba de su autenticidad. Para adolescentes y jóvenes el testimonio de salesianos de cualquier edad, que viven con gozo su vocación, humanamente sensibles y cercanos, sencillamente coherentes, anclados en la experiencia de Dios y capaces de comunicarse con ellos y de preocuparse por ellos es decisivo.
5. Los responsables de la animación y del gobierno
5.1. El estilo salesiano de animación y gobierno exige una atención preferente a las personas: a los miembros de la comunidad, a los laicos responsables, a los destinatarios de la misión. En este momento creemos oportuno subrayar que inspectores y directores tienen una responsabilidad inmediata sobre la situación personal de los salesianos, a los que han de saber acoger, consolar, acompañar humana y religiosamente, discerniendo cuidadosamente su aportación a la misión, según sus capacidades, fuerzas disponibles y su situación vocacional.
5.2. El liderazgo religioso (en nuestro caso sobre todo inspectores y directores) en tiempos de complejidad y confusión exige serenidad, dedicación, actitud de servicio, sentido del equilibrio, y necesita del apoyo continuo de la institución por medio de una formación permanente, que responda a sus interrogantes e inquietudes, a sus carencias y necesidades para ser hermanos entre hermanos que sepan orientar, sostener, acompañar en la experiencia humana y vocacional.
5.3. Los responsables de la animación y del gobierno han de fomentar en los salesianos, personal y comunitariamente, la espiritualidad de las constituciones, de forma que el testimonio de vida comunitaria, de los votos, del compromiso en la misión sea coherente y luminoso para los adolescentes y jóvenes de nuestra misión.
6. La difícil tarea de la animación comunitaria
6.1. Los directores se sienten con frecuencia desbordados en su misión entre las tareas ingentes de la obra salesiana y su papel como animadores de comunidad. Están necesitados a su vez de animación y acompañamiento, necesitados de una formación permanente que les ofrezca competencias y habilidades. Sobre ellos recae en último término la responsabilidad de la pastoral vocacional local.
6.2. El testimonio comunitario en la animación vocacional no se basa sólo en una atmósfera comunitaria agradable, sino que tiene sus raíces en el papel del director como acompañante y padre espiritual, que implica actitud de respeto y acogida, capacidad de discernimiento y de corrección fraterna.
6.3. La comunidad salesiana es una comunidad apostólica, sujeto nuclear de la misión y ámbito natural para el acompañamiento vocacional. La vida de comunidad es tarea de todos sus miembros y pertenece también al objetivo de la misión. Salesianos jóvenes, adultos y ancianos han de sentirse en ella corresponsables y comprometidos.
7. La pastoral juvenil con sentido vocacional una tarea constante
7.1. En los últimos años la condición juvenil ha estado sometida a profundos cambios. Adolescentes y jóvenes tienen serias dificultades para acceder a la experiencia religiosa. Esto no puede llevarnos a bajar los brazos, sino a buscar nuevos caminos de encuentro, procurando conocer en profundidad el contexto social, creando ambientes educativos que faciliten la asimilación de valores humanos (justicia, solidaridad, paz, sentido de la vida…), haciendo ofertas de evangelización adecuadas a las diversas situaciones, no olvidando la propuesta vocacional explícita, de forma personal, allí donde se den auténticas experiencias de fe.
7.2. En esta oportunidad que abre la llamada crisis vocacional hemos de prestar especial atención a los agentes de pastoral: delegados, coordinadores, laicos de los equipos de pastoral, animadores. Necesitan apoyo, comprensión, formación permanente, acompañamiento personal.
7.3. Los estudios sobre la condición juvenil dejan patente la necesidad de atender a los jóvenes de 20 a 30 años, que ya están en condiciones de decidir sobre su futuro y de comprometerse. Por otro lado la familia como tal ha de ser integrada como destinataria y corresponsable en todas las ofertas de la pastoral juvenil. Y así conseguiríamos también un entorno muy adecuado para la educación de la fe en la infancia y preadolescencia. Respecto a la adolescencia hay que mantener la acogida incondicional, acompañándolos en sus complejos procesos personales, con tacto, ofreciéndoles luz y una experiencia religiosa, capaz de estructurar su interioridad afectiva y su escala de valores. Todo esto implica una atención preferente a nuestros animadores y a los miembros de la familia salesiana, como posibles agentes de animación vocacional.
8. Procesos y propuestas en la pastoral juvenil y vocacional
8.1. Los adolescentes y jóvenes de nuestras obras viven en ambientes muy dispares y provienen de familias en las que la socialización religiosa ha desaparecido en su mayoría. La pastoral juvenil ha de tantear nuevos caminos de evangelización, procesos ágiles, itinerarios parciales, metodologías para una real iniciación cristiana. El Itinerario de Educación en la Fe sigue siendo un medio estratégico de evangelización y de propuesta vocacional para adolescentes y jóvenes, que exigen de nosotros sensibilidad humana y misionera.
8.2. ¿A qué llamamos “cultura vocacional”? Se trata de generar en nuestras obras un ambiente en el que sea posible educar en la apertura hacia valores postmaterialistas; en el conocimiento y posesión de la propia interioridad; en el sentido altruista de la vida; en la disponibilidad y constancia; en la fidelidad que acepta la renuncia y el sacrificio; un ambiente que sea capaz de formar a los jóvenes en una voluntad resuelta, educando al silencio, a la reflexión, al sentido de lo gratuito, acompañándolos en el compromiso por la compasión, por la solidaridad, en el camino hacia una oración personal y comunitaria, que pueda conducir al joven a un discernimiento vocacional en medio de sus condicionamientos y fragilidades.
8.3. La necesidad ineludible del acompañamiento personal que hace posible la asimilación de los valores del evangelio, la unificación del joven mediante la experiencia de la fe en Dios Padre, revelado en Jesús el Señor por la fuerza del Espíritu. Busca integrar su personalidad desde el seguimiento de Jesús, haciendo de la fe el núcleo de su interioridad. Se trata de que el joven acompañado sepa leer su propia vida como historia de salvación y aprenda a responder a la palabra de Dios que resuena en su corazón. ¿Estamos los salesianos disponibles para ese acompañamiento? ¿Nos sentimos preparados?
8.4. En las diversas inspectorías hay iniciativas muy interesantes y probadas de pastoral vocacional, que se intercambian en el seno de la comisión de animación vocacional. Parece llegado el momento de iluminarnos y ayudarnos mutuamente para fortalecer la dimensión comunitaria de la pastoral juvenil y vocacional. Necesitamos crear “comunidades cristianas de referencia” en las que los adolescentes y jóvenes se sientan acogidos cordialmente, en las que puedan celebrar la fe y su compromiso en una atmósfera de serenidad y gozo.
8.5. Caminando juntos con propuestas concretas. El discernimiento vocacional y la maduración cristiana que supone necesitan acompañamiento personal y comunitario. De forma decidida hemos de configurar comunidades salesianas para que sirvan de referencia a adolescentes y jóvenes, que en el seno de sus familias quieran iniciar un camino vocacional. Además vemos la necesidad de crear comunidades de propuesta vocacional, en las que sean acogidos jóvenes en la vida comunitaria, con un acompañamiento específico. Por otro lado habría que lograr comunidades específicas de orientación vocacional, como preparación inmediata al prenoviciado. Éste ha de estar bien estructurado y ofrecer una experiencia real de comunidad, de espiritualidad salesiana, y de misión juvenil.
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
Cuestiones abiertas para el diálogo
1. La crisis vocacional apunta al corazón mismo de la vida religiosa: la experiencia de Dios. ¿Podemos ofrecer como personas comprometidas con el carisma salesiano y como comunidad un testimonio luminoso de la presencia de Dios en nuestras vidas?
2. La comunidad y sus posibilidades: ¿En nuestra comunidad encontramos aliento y apoyo para facilitar el proyecto personal, el acompañamiento en la fe, las experiencias de oración personal y comunitaria?
3. Desde nuestra experiencia personal ¿podemos decir que la formación inicial que ofrecemos a los salesianos jóvenes es de calidad y forma personalidades sólidas, bien estructuradas en la fe y en la espiritualidad salesiana?
4. Un elemento decisivo frente a la crisis vocacional es la tarea comunitaria de la formación permanente: ¿Podemos decir que está bien programada, realizada y revisada? ¿Necesitaríamos más ofertas a nivel Inspectorial y regional?
5. La comunidad evangélica es el entorno inmediato del crecimiento vocacional de los salesianos y también posiblemente de la llamada vocacional para adolescentes y jóvenes: ¿Estamos satisfechos de nuestra vida comunitaria? ¿Qué echamos de menos? ¿Somos generosos y cordiales para acoger a los jóvenes en nuestras comunidades?
6. ¿Pensamos que los directores de comunidad están necesitados de acompañamiento personal y de ofertas de formación permanente específica?
7. ¿En la medida de nuestras posibilidades nos sentimos implicados de alguna forma en la pastoral juvenil de nuestra obra?
8. Como comunidad, ¿qué podríamos hacer y ofrecer a los adolescentes y jóvenes de nuestra obra, y en especial a aquellos que muestran inclinación y simpatía por la misión salesiana?
Sentido5
Joan Chittister
«Las grandes cosas no se logran gracias al músculo, la velocidad o la destreza física», escribió Cicerón hace más de dos mil años, «sino por medio de la reflexión, la fuerza de carácter y el juicio». Y el texto prosigue: «En estas cualidades, la ancianidad, por regla general, no sólo no es más pobre, sino incluso más rica».
Hoy vivimos en un mundo que juzga sus logros por la velocidad y la afanosidad. Vivimos en un remolino de comunicaciones ciberespaciales que nos sofoca con información y datos, con itinerarios internacionales de compras, con el intercambio instantáneo de mensajes. El tiempo y el espacio, el tiempo y el pensamiento, tienen muy poco predicamento en la actualidad. Cada día resulta más difícil encontrar tiempo para pensar. En vez de pensar, hacemos cosas. Estamos tan ocupados haciendo que ocurran cosas que apenas nos queda tiempo para pensar sobre el valor de lo que acontece.
Necesitamos con urgencia personas que se concentren en el sentido de la vida más que simplemente en su aceleración, mecanización e informatización.
En lugar de eso, hemos sido reducidos a un conjunto de números. Los gobiernos y las empresas quieren saber -y archivar para la posteridad- el número de la casa o apartamento en que vivimos, el número de teléfono en que podemos ser localizados, el año en que concluimos nuestros estudios, el número de títulos que poseemos, el número de personas que componen nuestra familia, el número de la Seguridad Social que nos ha asignado el gobierno y que en el futuro, si llega el caso, legitimará nuestro derecho a ser atendidos, alimentados y albergados en algún lugar. Y lo que, al parecer, es lo más importante de todo: el número de trabajos que hemos desempeñado.
Ninguno de estos números refleja qué es lo que pensamos sobre Dios o qué sentimos respecto a la marcha del país o si la calidad de nuestras vidas es hoy casi tan elevada como solía, podría o debería ser. No; no quieren conocer nuestros pensamientos. No les interesa si alguna vez hemos cebado un anzuelo, salvado un pájaro agonizante o dedicado nuestra existencia a mejorar la calidad de vida de quienes nos rodean. Ninguno de estos números refleja qué creemos y por qué, por qué cosas o personas estaríamos dispuestos a morir y por qué, qué esperamos y por qué. Salta a la vista que el sentido no es lo que nos mueve en la clase de mundo en que vivimos.
No es de extrañar que muchos de nosotros nos sintamos como peones de ajedrez sobre un tablero, como un diente de un engranaje. El mensaje que hemos interiorizado es claro: somos lo que hacemos y lo que poseemos, no lo que somos en nuestro interior. ¡Y eso es lo que de verdad cuenta!
Ahora estamos en esa etapa de la vida en la que la pregunta que nos asalta es justo la pregunta que o bien nos destruirá, o bien nos hará crecer… dependiendo de cómo la respondamos. Tal pregunta y la respuesta que le demos desempeñan un papel fundamental en este último estadio de la vida. No sólo tenemos que preguntamos qué somos cuando pasamos del hacer al ser; en aras de nuestra felicidad y de nuestra salud mental, también hemos de plantearnos la pregunta: ¿qué soy cuando no soy lo que solía hacer? ¿Y le importa realmente a alguien? ¿Y qué tiene eso que ver con crecer hacia Dios?
Cuando el trabajo se acaba o el puesto se extingue o el rol ya no tiene razón de ser -cuando ya no soy la máquina de hacer dinero, el jefe, la concejala o la maestra, ni siquiera el padre o la madre a jornada completa, ¿qué significa estar vivo? En una era en la que dos de cada cinco trabajadores se ven forzados a dejar de trabajar antes de lo previsto, la desorientación tiene todas las características de una epidemia social6.
En una sociedad en la que la gente, nada más preguntarnos el nombre, nos pregunta en qué trabajamos, la anterior no es sencillamente una pregunta filosófica. En un país con una edad media de jubilación de sesenta y cuatro años y una esperanza de vida quince o veinte años superior, la pregunta es crucial: ¿qué soy cuando ya no soy suficientemente joven para aspirar a de terminado puesto, para ganar otro trofeo, para conseguir otro aumento de sueldo o para salir corriendo por la mañana a echar horas en la sede municipal de esta o aquella empresa? ¿Quién soy yo cuando se me acaba la vida laboral y me encuentro con apenas dinero suficiente para pagar el alquiler?
Éstas son las arduas preguntas que trae consigo la jubilación; las acuciantes preguntas que hacen que los días de transición de ser algo a no ser nada en un sistema social en el que los puestos y las funciones y el reconocimiento lo son todo resulten tan duros; las preguntas decisivas que sacan a la luz nuestra profundidad espiritual.
En una sociedad frenética y orientada a la acción, el trabajo lo es todo. Hasta el uso de la palabra «jubilado» hace del empleo el centro y el punto de apoyo de la vida.
Para sobrevivir económicamente, por no hablar de progresar, hemos suprimido durante tanto tiempo lo que pensamos y aquello en lo que creemos que ahora resulta casi imposible recordar cuáles eran esos pensamientos y creencias... si es que alguna vez lo hemos sabido realmente. En aras de la armonía civil, nos hemos «amoldado» en la vida en vez de adoptar un estilo nuevo de pensar o vivir Hasta este momento, en la mayoría de los asuntos nos ha preocupado más funcionar bien que vivir bien. Ah, hemos votado, desde luego, pero con demasiada frecuencia incluso ese gran acto de evaluación moral era más un acto de seguridad económica que un compromiso con principios espirituales o con el resto de la humanidad.
Tal vez haya sido una persona eficaz, pero no siempre una persona espiritual. Y ahora que esa eficacia ha dejado de ser el rasgo motor de mi vida, ¿qué soy yo?
Ahora que tengo años por delante de mí, ¿qué puedo hacer para evitar la vacuidad interior que acompaña al hecho de ser despojado de todos los accesorios vitales asociados a un trabajo? Me refiero, por ejemplo, a los cócteles para la plantilla, a las comidas camperas que la empresa organiza para las familias de los empleados o a las cartas que escribo en vacaciones contándoles detalladamente mis éxitos a mis amigos.
Es el momento de percatarse del yo. Me encuentro a mí mismo despojado de todos los accesorios de la vida. Estoy cara a cara con mi yo. Y el miedo que tengo es que no haya ningún yo. He gastado mi vida en ser alguien importante, y ahora no queda nada de eso salvo yo mismo. Ya no dirijo nada, ni estoy convirtiéndome en nada. Ahora soy yo y punto. ¿Y qué es eso?
El sentido -el mensaje de mí, lo esencial de mi ser- se queda ahí plantado, desnudo y tembloroso, una vez que desaparecen todos los títulos y aditamentos. Soy yo. Sólo yo.
¿Qué ven ahora los demás en mí? ¿Qué ve ahora Dios en mí? ¿Qué veo yo ahora en mí? ¿Qué voy a hacer ahora con mi tiempo? ¿Qué me empuja a levantarme de la cama por las mañanas que es más fuerte que la incomodidad de permanecer en ella?
Ésa es, en realidad, la gran pregunta de la ancianidad en el mundo occidental. ¿Qué soy cuando no soy nada más que yo? ¿Qué queda de mí cuando todo lo demás desaparece: los puestos, el poder, el estatus, el trabajo, la meta, el rol y la influencia, así como todas las relaciones construidas y tejidas alrededor de ello? «Desde lo hondo a ti grito, Señor», clama el salmista. Y ahora hay un salmista dentro de cada uno de nosotros.
La respuesta a preguntas tan abrumadoras es complicada. Por supuesto, en un cierto plano, soy todas las experiencias que he tenido a lo largo de la vida. Pero, en otro plano, sólo soy lo que la gente ve cuando ahora me mira. Por último, sólo soy aquello para lo que me he preparado más allá de lo que he hecho. ¿Y qué es eso?
El mundo lleva tanto tiempo del revés que es casi imposible seguir creyendo que el sentido de la vida no tenga que ver con el hacer. La idea de que tiene que ver más bien con el ser -ser solícito, mostrar interés por los demás, ser honesto, ser veraz, estar disponible, cultivar la espiritualidad, comprometerse con las cosas importantes de la vida, del vivir- es tan rara, está tan ausente de las conversaciones, que resulta obtusa. Ni siquiera sabemos ya qué significa la palabra «sentido».
Pero una cosa es cierta: ser valiosos para el mundo que nos rodea significa aportar algo más que números. Significa ofrecer ideas importantes y reflexión sagrada, examinar con seriedad las opiniones, sugerir ideas mejores que las que hacen funcionar al mundo en la actualidad. Significa aguijonear a las personas que nos rodean para que reflexionen sobre lo que están haciendo... mientras es posible cambiarlo. Tiene que ver con lo que nos esforzamos por hacer porque merece la pena, porque es la voluntad de Dios para el mundo.
Cuidar de un vecino que está mucho más limitado que yo me ayuda a pensar en algo distinto de mí. Colaborar en la escuela municipal como asesor de los maestros hace que me involucre en la educación de las nuevas generaciones. Crear un grupo de debate para analizar los efectos de las leyes sobre personas de las diferentes clases sociales me convierte en miembro pensante de una ciudadanía pensante. Ser un mecenas del arte en la región contribuye a mantener el alma cultural de ésta. Participar en un grupo de control de la acción de gobierno en mi ciudad aporta sabiduría al arte de la política. Convertirme en la persona que, en cualquier grupo, no se contenta con preguntar a los demás: «¿Y cómo te ganas la vida?», podría ser justo lo que también diera sentido espiritual a la vida de aquellos con los que me relaciono.
Cicerón llevaba razón. Los mayores tienen mucho que ofrecer al mundo. Pero primero deben aprender a valorarse a sí mismos.
Una carga de estos años es que tal vez nos permitamos a nosotros mismos creer que no ser tan rápidos o no estar tan ocupados como solíamos es una especie de deficiencia humana.
Una bendición de estos años es que podemos llegar a comprender que lo que nos hace miembros valiosos de la sociedad es la calidad de lo que pensamos y decimos, no lo rápidos que somos o lo ocupados que estamos.
Me caí del mundo y no sé por donde se entra.
(Para mayores de 30)
Eduardo Galeano,
periodista y escritor uruguayo.
Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.
Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales.
¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.
¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!
Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida!
¡Es más!
¡Se compraban para la vida de los que venían después!
La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.
Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces.
¡¡Nos están fastidiando! ! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.
¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike?
¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista?
¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?
Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!!
¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años!
Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII)
No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo'. Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.
Mi cabeza no resiste tanto.
Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?
¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos.. . ¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver.. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!
Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.
Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. ¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero.. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.
Ser Don Bosco y sólo Don Bosco7
Teresio Bosco
Don Rua quedó arrodillado junto al cuerpo de Don Bosco más de dos horas. Le repitió una y otra vez: «Ayúdame a ser tú y solamente tú. Ayúdame a continuar haciendo todo a medias contigo. Yo buscaré sólo una cosa: ser fiel a ti y exigir de los Salesianos que te sean fieles».
Bajo su dirección, los Salesianos se multipli-caron en todos los continentes. Don Bosco había fundado 64 «casas». Don Rua fundó otras 277. Don Bosco había llevado a los Salesianos a ser 700. Don Rua los aumentó hasta 4.000.
Las Misiones salesianas, a la muerte de Don Bosco, habían alcanzado la Patagonia y la Tie-rra del Fuego. Con Don Rua se difundieron tam-bién en las selvas de Brasil, en Ecuador, China, India, Egipto y Mozambique.
Como, por las enormes distancias, los nuevos salesianos no podían ir a conocer el centro de la Congregación ni a hablar con el sucesor de Don Bosco, Don Rua se puso en viaje.
Todos los años de su vida, en adelante, están marcados por los viajes que hace a gran parte de las Obras Salesianas. Habla de Don Bosco, comunica su espíritu, examina con diligencia la vida de los hermanos y de las obras «para que sean fieles a Don Bosco».
«María Auxiliadora y Don Bosco —dirá en to-das las naciones— son nuestro tesoro, únicos, preciosísimos. Si los perdemos, nosotros, los Salesianos, lo perderemos todo. Pero si los conservamos, seremos ricos y fecundos de bien como nuestro Padre.»
La doctrina social de la Iglesia
En las últimas décadas del siglo XIX estalla con virulencia la «cuestión social». Los obreros, cada vez más numerosos en las ciudades del norte de Italia, siguen teniendo horarios de trabajo durísimos (12 y a veces, 14 horas al día), salarios míseros, no tienen vacaciones, mutualidades, retiros ni seguros ante infortunios. En las fábricas siguen trabajando también niños.
Estallan huelgas salvajes, choques sangrientos con la policía que defiende los derechos de los patronos. Se multiplican como un reguero de aceite las «sociedades obreras socialistas» que reivindican la reducción del horario a diez horas al día y un mínimo de vacaciones y de seguros.
El 15 de mayo de 1891 el Papa León XIII publica la encíclica Rerum Novarum, en la que afirma que en la base del trabajo no debe estar la ganancia, sino la persona humana y sus derechos fundamentales. Reconoce, pues, la justicia de las reivindicaciones de los trabajadores que exigen una vida más humana, y condena el hecho de que un «pequeño número» de personas haya sometido «a esclavitud» a una muchedumbre inmensa de trabajadores.
Es el comienzo de la Doctrina Social de la Iglesia.
Don Rua ordena a todas las casas salesianas que se obedezca al Papa. A los jóvenes trabajadores les enseña la Rerum Novarum, para que sea la brújula de toda conducta e intervención en el campo del trabajo.
Es amigo y admirador de León Harmel, jefe prestigioso del Movimiento Obrero Católico. En Turín anima la obra de Cesarina Astesana, que lucha contra las condiciones de trabajo inhumano de las modistillas, contra el trabajo domini-cal, contra el horario excesivo y el salario de hambre. Pone a su disposición para las jóvenes obreras colonias en el mar y en la montaña, donde ya trabajan las HMA. Un día que la encuentra por la calle, a pesar de la absoluta reserva impuesta a los sacerdotes ante las muje-res, se acerca a ella y, sin preámbulos, le dice: «Vaya adelante sin miedo. Su obra es santa ¡y Dios está con usted!».
El desierto
El día de la primera Misa, Don Bosco le había escrito: «Tendrás que trabajar mucho y que sufrir mucho; pero, como muy bien sabes, sólo a través del Mar Rojo y del desierto se llega a la Tierra Prometida».
Los grandes sufrimientos llegan cuando enormes desgracias hieren a los hermanos y a la Congregación que Don Rua siente como carne viva propia.
En Brasil y Uruguay da comienzo a nuevas Misiones. A la cabeza de los noveles misioneros está Luis Lasagna, un muchacho pelirrojo que Don Rua ha tenido como alumno adicto en Mirabello y en Turín. Trabaja tan bien, que el Papa lo ordena, siendo muy joven, Obispo. Es el segundo Obispo de la Congregación después de Juan Cagliero. Y he aquí, en otoño de 1896, un telegrama que anuncia una tragedia: Luis Lasagna ha muerto en un accidente ferroviario. Iba hacia el Norte de Brasil a recibir un extensísimo territorio cultivable que había pedido tenazmente y que, por fin, había obtenido para una nutrida colonia de emigrantes italianos.
Con el joven Obispo pierden la vida cuatro HMA y un salesiano.
En las zonas misioneras de la Patagonia, algunos años después, se abate un desastre natural: el Río Negro se desborda y arrastra las pequeñas ciudades de Viedma y Patagones con las más antiguas residencias misioneras salesianas.
Casi al mismo tiempo, un golpe de Estado en Ecuador lleva al poder a un grupo de fanáticos anticlericales. En Quito, sede de una reciente misión, los Salesianos son detenidos y obligados a caminar en pésimas condiciones durante 25 días hacia la frontera de Perú, donde son expulsados. Un sacerdote muere durante aquella larga marcha.
En 1902 el gobierno anticristiano que ha tomado el poder en Francia suprimió con una ley todas las congregaciones religiosas. En aquella nación, en la que las obras salesianas son tan florecientes, se hace el desierto. Se cierran los co-legios salesianos y se expulsa a los hijos de Don Bosco. Emigran a Bélgica, España, China e Italia. Desde aquel golpe gravísimo, la Congregación Salesiana no se recuperará ya en Francia.
El Mar Rojo
1907. Sobre Don Rua y la Congregación se abate de repente la prueba más atroz. El colegio salesiano de Varazze lo dirige don Carlos Viglietti, el último secretario personal de Don Bosco, que guarda muchos recuerdos de él. En la mañana del 29 de julio (acaban de terminar los exámenes de verano) irrumpe en la iglesia un grupo de policías. Arrestan a los salesianos. A los muchachos, que están oyendo Misa, los llevan al cuartel. Don Viglietti protesta enérgicamente por este atropello y quiere conocer los motivos. Oye esta respuesta: «Cosas graves, reverendo. Aquí se cometen cosas nefandas».
En el cuartel, don Viglietti logra por fin saber de qué se les acusa. Un muchacho, Carlos Marlario, de 15 años, huérfano, adoptado por la viuda Besson, acogido gratuitamente en el colegio, ha escrito un «diario» y lo ha entregado a la policía. En aquellas páginas, el colegio viene descrito como un asqueroso centro de pederastia. Durante todo el día, solos y en grupos, los muchachos se ven sometidos a opresivos interrogatorios para que «confiesen». Pero todos, amedrentados pero seguros, niegan firmemente que conociesen aquellas maldades.
Mientras tanto, la noticia se filtra. Los periódicos anticlericales salen con títulos enormes y sucios: Torpezas inauditas en los Salesianos de Varazze; Un antro depederastas en el colegio salesiano...
Es como una señal. Antes de que se aporte una sola prueba contra los salesianos, en toda Italia surgen manifestaciones y desfiles contra los curas y los religiosos. En La Spezia un grupo de sinvergüenzas asalta las iglesias y se lanza contra los cordones de la policía, que intenta mantener el orden. En Livorno y Mantua pandas de gamberros armados con barras y palos asaltan los círculos y periódicos católicos, devastan, golpean a sacerdotes y religiosos... En Roma se insulta al cardenal Merry del Val, secretario de estado del Papa Pío X. En toda Italia se desencadena la caza del cura.
El único periódico que, contra todos los demás, toma la defensa de los Salesianos es La Stampa de Turín, del senador Frassati (padre de Pier Giorgio). Periodista de gran prestigio y experiencia, Frassati comprende enseguida que se trata de un grosero montaje puesto a los pies de quien tiene interés en hacer cerrar los colegios católicos. Sus artículos, llenos de fuerza y dignidad, baten y rebaten en el punto central de la cuestión: «Nadie puede ser considerado culpable si no hay pruebas consideradas válidas por la ma-gistratura. Ahora bien, ¿dónde están esas pruebas contra los salesianos?».
El gran montaje se desinfla
Muchos abogados, entre los más famosos de Italia, ofrecen su asistencia legal gratuita a los hijos de Don Bosco. Algunos diputados, antiguos alumnos salesianos, asumen la defensa de las Obras de Don Bosco en el Parlamento.
El 3 de agosto (cinco días después del estallido del huracán) Don Rua, reaccionando del profundo abatimiento que se había adueñado de todos, mediante un equipo de tres célebres abogados, presenta una querella contra los difamadores.
La sentencia del proceso define el «diario» como «un tejido de invenciones fantásticas, escrito por incesantes instigaciones de extraños, interesados en suscitar un escándalo anticlerical».
La agonía de Don Rua
El tumulto infame de aquellos días fue la agonía de Don Rua. Él estaba tratando de superar una grave infección contraída en un viaje y aquellas semanas le supieron el tiro de gracia. Lo vieron llorar como un niño. Al amigo de siempre, Juan Bautista Francesia, le confesó: «Cuando Don Bosco me ofreció el puesto que ocupo ahora, confié demasiado en mis fuerzas. Pido a Dios que sea yo solo el que lleve este castigo».
Dos años después, en 1909, una infección imparable había reducido sus piernas a una sola llaga. Los ojos se le inflamaron.
Un día, su amigo Francesia, viéndolo cerrado en su sufrimiento, le habló tratándole respetuosamente de «usted». Don Rua reaccionó: «¿Pero qué se te ha ocurrido? Tú eres el único recuerdo de mi infancia. Si dejas de tratarme de «tú», harás que me muera antes de tiempo».
Por la mañana del 15 de febrero de 1910 se puso a la mesa de trabajo. Intentó abrir las cartas llegadas para empezar a responder, pero movió la cabeza en señal de impotencia. Recogió toda la correspondencia y le dijo al hermano que trabajaba junto a él: «Lleva todo a don Rinaldi (= el Vicario de la Congregación). Dile que responda él. Yo no puedo hacerlo ya».
«Saluda de nuestra parte a Don Bosco»
Tuvo que acostarse y se vio claro que era el final.
En la medianoche del 5 al 6 de abril la muerte está allí, al borde de su blanca sábana. Sentado junto a su lecho está el amigo Juan Bautista Francesia. En un momento de lucidez, le susurra: «Apenas llegues arriba, acuérdate de saludar a Don Bosco». Al oír aquel nombre el rostro del moribundo se ilumina.
Las últimas palabras que escucha y trata de repetir son las de una antigua invocación que aprendieron juntos de Don Bosco cuando eran muchachitos sin preocupaciones: «Madre querida, Virgen María, haced que yo salve el alma mía».
DON BOSCO:
EL PARROCO DE LOS MUCHACHOS SIN PARROQUIA8
Al concluir este itinerario y las reflexiones que nos ha ido inspirando, volvamos a esos aspectos identificantes del sacerdocio de Don Bosco, y remarquemos todavía algunos de ellos, que nos ofrecen nuevos motivos para intuir y contemplar, una vez más, la obra de Dios en él y los dones que infundió el Espíritu en su corazón a través de la Ordenación, el 5 de junio de 1841, en la capilla de la Virgen Inmaculada del Palacio Arzobispal de Turín por manos de Mons. Luis Fransoni.
La fisonomía oratoriana de Don Bosco es fisonomía parroquial y misionera
El Oratorio es parroquia de los jóvenes pobres. Las misiones son la culminación territorial y pastoral del proyecto oratoriano. Y Don Bosco quiso ser párroco de sus muchachos en su original parroquia oratoriana; párroco en su parroquia oratoriana emigrante o en su parroquia oratoriana de los terrenos de la Casa Pinardi.
La espiritualidad que animó el corazón de Don Bosco es la caridad pastoral-educativa, a cuyo ardor se fraguó el Oratorio y se universalizó el proyecto evangelizador y "civilizador" de Valdocco en los territorios de misión. La riqueza, adaptabilidad e inventiva que caracteriza la pastoral oratoriana, connota a la parroquia en zonas marginales, a donde no llega la evangelización eclesial; o en sectores urbanos que hoy día se consideran como verdadera tierra de misión. 9
Quiero reproducir, al final de estas reflexiones, una imagen presbiteral de sí mismo, que Don Bosco nos presenta dentro del marco de la vida parroquial de Castelnuovo, en el semestre que sigue a su Ordenación.
En esa pintura aparece lafelicidad de los jóvenes que han encontrado para siempre a su pastor; y la del santo que puede, por vez primera, vivir con cierta plenitud su experiencia presbiteral. Lo que dice en esta página nos revela esa llama interior que dará calor particular a toda su vida. Al centro de su obra, de sus intuiciones pastorales, de su pedagogía; al centro y al comienzo de todo, en Don Bosco está el sacerdote, su corazón sacerdotal, su corazón de pastor: "Un tratado sobre Don Bosco confesor, director y guía espiritual en sus relaciones con cada uno, en la predicación popular, en la predicación de Ejercicios Espirituales, sería quizá lo mismo que reconstruir su acción pedagógica" -escribía hace poco una vez más, Pedro Braido-. "En todo caso, la dimensión espiritual impregna y transfigura su acción educativa, ubicándola, a partir del nivel humano, en niveles de carácter cristiano y sobrenatural".10
"Aquel año (1841), al faltar el vicario de mi parroquia (Castelnuovo), lo suplí yo durante cinco meses. Experimentaba el mayor placer del mundo en el trabajo parroquial. Predicaba todos los domingos, visitaba a los enfermos, les administraba los santos sacramentos, excepto el de la confesión, pues aún no había sufrido el examen; asistía a los enfermos, llevaba al día los libros parroquiales, extendía certificados de pobreza o lo que fuese.
Pero mi delicia era enseñar catecismo a los niños, entretenerme con ellos, hablar con ellos. Muchas veces me venían a visitar desde Murialdo y, al volver a casa, iba siempre rodeado de ellos. Cuando ellos llegaban a sus aldeas se hacían, a su vez, nuevos amigos: el resultado era que, al salir de la casa parroquial, iba siempre acompañado de una tropa de chicos, y, adondequiera que fuese, marchaba envuelto en una nube de amiguitos la mar de contentos.
Como tenía mucha facilidad para exponer la palabra de Dios, era a menudo buscado para predicar y hacer panegíricos en los pueblos vecinos". 11
Siempre, en todo lo que haga Don Bosco, habrá una intencionalidad profunda, soberana, que lo acompaña: su único deseo será, dirá él en carta a Pedro Cercarelli, párroco de San Nicolás, en Argentina: el sagrado ministerio, especialmente en favor de la juventudpobre y abandonada". 12 Siempre emerge en él el presbítero y la conciencia de su sacerdocio, el don fecundo de la paternidad espiritual, de la consanguinidad en la fe, en la cual genera cristianamente a sus hijos.
Al respecto escribía José Aubry en 1988, conmemorando el Centenario de Don Bosco: Su actitud esencial como padre fue la de dar a sus hijos a Jesucristo, y la de ponerlos en contacto íntimo y vivo con El. Con una insistencia y audacia que adquirían entonces carácter profético, les distribuía estas tres riquezas que alimentan precisamente en nosotros la vida de hijos de Dios: la Palabra, el Perdón y el Cuerpo de Jesús.
Don Bosco fue un incansable catequista, un incansable confesor y un incansable mistagogo (esto es, educador que inicia en el misterio litúrgico y lo hace vivir). Pero el momento más bello de su paternidad, el servicio que lo llenaba de inusitada alegría, era el de repartir a sus hijos, en la mesa de Dios, el Pan de la Vida Eterna.
Gozaba porque había alcanzado su objetivo: sus hijos se unían al Padre, juntamente con Jesucristo, en el misterio de amor de la Nueva Alianza.
Su corazón de niño, límpido como una fuente, caminó siempre con los jóvenes, conversó con ellos y con ellos se dirigía a Dios, llamándolo: ¡"Padre Nuestro que estás en los cielos"! "Quizá sea éste el mensaje supremo de Don Bosco, el de recordar que nada hay tan grande en el mundo como ser padre o madre y como ser hijos. No debe asombrarnos porque, en el fondo, ese es el misterio mismo de Dios".13
Pero, insiste el P. Egidio Viganó que no se puede llegar a una objetiva interpretación del sacerdocio de Don Bosco, si no se llega a Cristo Resucitado, vivo y presente, que no tiene sucesores, sino ministros, único Profeta de la verdad salvífica, y único "Sacerdote" de toda válida liturgia, único Pastor de la grey que peregrina en la historia, como lo veía la fe de Don Bosco y quería interpretarlo en todos los momentos de su pastoral sacerdotal, sembrando así en el alma de sus muchachos semillas de libertad y esperanza. 14
Las Constituciones de Los Salesianos terminan con un artículo que está en lamisma tónica espiritual de estas palabras: Seguimos al Cristo anunciado en el Evangelio y que hoy vive en la Iglesia y en el mundo y a quien descubrimos en Don Bosco que entregó su vida por los jóvenes. Esa es nuestra regla viviente (C. 196). Seguimos al Cristo Profeta, Sacerdote y "Pastor eterno", del cual Don Bosco, pastory educador, ha sido verdadero sacramento vivo y palpitante para los jóvenes.15
Porque: "Don Bosco quiso ser y fue sacerdote. Jamás se le ocurrió pensar en este ministerio como si se tratara de una simple función: siempre lo vio como una consagración transformante que lo había configurado íntimamente con Cristo, en cuyo nombre y persona vivía y actuaba" 16. Hay que partir de esta óptica para entender su vida y su mensaje.17
Podríamos concluir con las palabras de Pier Giovanni Grasso: "En esto, Don Bosco ha sido de una claridad y de una coherencia totales. Se desfiguraría la historia si se quisiese hacer de él un filántropo o sólo un educador y un reformador de la sociedad. Pues ha sido únicamente un sacerdote, un sacerdote que si se hizo educador y si se preocupó por la humanización y transformación de la realidad social, fue para mejor poder realizar su misión sacerdotal".18
Un presbítero que traducía en obras concretas su caridad pastoral
Que, haciendo patente a través de las obras el sentido de fe que inspira su vida, cuestionaba y daba respuesta, a un mismo tiempo, a la insensibilidad religiosa propia del racionalismo y a la mentalidad laica de su tiempo.Y, además, que con su "propio estilo presbiteral" daba testimonio de la energía latente de caridad cristiana que animaba y daba forma, sentido y expresión originales, a su Sistema Educativo, y al espíritu de su pastoral popular y juvenil.
"Nuestro siglo nos conoce por la caridad que ejercemos: nos credidimus Charitati". Cuando la gente vea que sí se hace algo por los chicos vagabundos, sacándolos de los peligros de las calles y educándolos, entonces "comenzará a creer en el amor de Dios que se manifiesta entre nosotros", decía el Cardenal Lucido M. Parocchi, Vicario de Roma, el 8 de mayo de 1884, en una reunión salesiana, según el Boletín n. 6 de junio de ese mismo año. Para Don Bosco esa era una constatación evidente: tal vez en otra época un hombre de oración convencía; entonces, ya esto no era suficiente. Tenían que verse los hechos y por tanto era necesario que la Congregación y los Cooperadores se unieran y trabajaran, según afirmaba en una conferencia pronunciada en Borgo, San Martín, el 1 de junio de 1880.
Don Bosco hablaba ante todo con el lenguaje de los hechos. Lo mismo que fírmaba un contrato de trabajo para defender legalmente los derechos de un "aprendiz" empleado en un tallercito turinés, abría los patios de su Oratorio, y de par en par las puertas de su casa a los jóvenes. Y, ante todo, él era quien salía a su encuentro, o los buscaba y los acogía a su lado, llenando de seguridad y de regocijo su vida.
Es bella también esta página escrita por uno de sus más íntimos amigos: Don Bosco no se cansaba de acoger y de escuchar. Sin duda esas audiencias muchas veces le eran muy pesadas, pues lo debilitaban en extremo y acababa extenuado. Si la serenidad era su estado habitual, no era porque le faltara razón para preocuparse. Puede decirse que su vida entera fue una lucha constante contra las dificultades que a cualquiera otro habrían podido parecer insuperables. Millares de bocas recibían de él el pan cotidiano. ¡Cuántos trabajos que a la vez exigían urgente atención! El presupuesto para sus casas habría sido exhorbitante para algunos pequeños estados. Y sin embargo Don Bosco nada poseía, absolutamente nada. No por esto se debilitaba su confianza.
Sabía perfectamente que la bondadosa Virgen no abandonaría a sus hijos; y, en efecto, cuando todo parecía humanamente comprometido y perdido, llegaban los recursos sobrenaturalmente y en el momento preciso.
Surgían además inesperadas vocaciones y nueva y fecunda savia que vigorizaba esta portentosa Obra.
Don Bosco considerábase siempre como un deleznable instrumento de la Divina Providencia. Jamás contaba con sus propias fuerzas; su humildad era proñmda y absoluta. A menudo repetía: María Auxiliadora es quien trabaja por Don Bosco; sin ella Don Bosco sería un sacerdote ignorado, escondido en la última parroquia del Piamonte. "Mi querido amigo, decía un día a uno de sus antiguos condiscípulos, si Dios hubiese encontrado un sacerdote más pequeño, más débil y sobre todo más inútil que Don Bosco seguramente le hubiera encomendado esta obra. Por lo que a mí toca yo debía estar al servicio de un pobre lugarejo de montaña: es todo lo que merezco”.
Pocos hombres hemos visto más francamente simpáticos. Uno se sentía atraído por él como por un encanto secreto, cierto filial afecto se unía luego a los sentimientos de veneración que inspiraba. Sus ojos grises claros brillaban de un modo extraordinario, y su mirada penetraba en lomás profundo del corazón. Como alguien observara un día que nada escapaba a su vista, si bien tenía casi de continuo los ojos bajos. Yo veo mejor sin mirar, respondió con finura. Era de natural alegre, despierto y sus respuestas, a veces, de una agudeza y oportunidad encantadoras. ¡Cuán bella es la piedad tan amablemente revestida!
Con gusto dejamos de nuevo la palabra a uno de los hijos de Don Bosco, el teólogo Don Jacinto Ballesio, quien con los más naturales y delicados colores ha pintado la fisonomía de su padre: "Lo que la historia no acertará a decir es la profunda realidad de su vida íntima; su continuo sacrificio, tranquilo, dulce, invencible y heroico; su solicitud, entrañable amor a nosotros sus hijos; la confianza, estima y veneración que nos inspiraba; su grande autoridad; el tipo de perfección que era para nosotros. Difícilmente podrá describir la suave dulzura con que su palabra, su mirada, un solo ademán suyo llenaban de regocijo nuestros corazones.
Necesario es haberlo visto y haber vivido a su lado. No había obstáculo que no venciese, y con frecuencia cambiaba en amigos, en admiradores y bienhechores a los que sin conocerle o conociéndole mal, le despreciaban, calumniaban y perseguían.
Al mismo tiempo que trataba de infundirnos profundamente la religión, enseñarnos y acostumbrarnos al trabajo, se empeñaba en que estuvíésemos síempre alegres. ¡Ouién podrá expresar el contento de aquellos juveniles años! Don Bosco era el alma: ésta era su divisa: Servite Domino in laetitia. La santa alegría era la corona de todos los trabajos. Mil veces oímos de los labios de Don Bosco estas palabras: estad alegres, y, al ser pronunciadas por él tenían un efecto mágico; disipaban todas las tristezas. Si un niño se le presentaba sombrío, una palabra bastaba para que tornara al estudio animoso y radiante de contento. Este admirable poder cuyo secreto, al igual que San Felipe Neri, poseía, a pesar de nuestra pobreza y trabajos, hacía plácida, gozosa, entusiasta y casi para todos inefablemente dulce la vida". 19
Un presbítero "todo para los demás" a la manera de Cafasso
Efectivamente, éste, al formar a los sacerdotes del Convitto, iba más alla del modelo de hombre de Dios, que por entonces enfatizaba la doctrina sobre la Santidad Sacerdotal. Presentaba, con su mismo testimonio, una imagen de sacerdote que llegara a un total desprendimiento de sí mismo para ser "el hombre todo para los demás".
Así, la experiencia de su incipiente pastoral de novel sacerdote en Turín (1841-1845) le enseñó cómo se llevaba a la práctica la "utopía" sacerdotal que el arzobispo Colombano Chiaverotti proponía, como ya hemos dicho, a sus clérigos del Seminario de San Felipe de Chieri: la de un pastor que viviera y muriera como "víctima de la caridad" de su ministerio. 20
La vida de presbíteros contemporáneos suyos y copartícipes de la fermentación espiritual y apostólica de su época -como Juan Cocchi, Leonardo Murialdo, Juan Borel, Federico Albert y Clemente Marchisio, de quienes ya hemos hablado-, había evidenciado una "nueva manera de santidad", que estaba latente en el mismo carisma que les había concedido su Ordenación, sin tener que recurrir a la ascética y a la mística más o menos claustrales de los monjes y de los frailes. Eran los frutos de la escuela de Cafasso en el Convitto o de José Frassinetti en el Seminario de Génova. Una escuela de pastoral "práctica", hacer que los curas se santifícaran santificando a sus fieles.21
Sólo faltaba que, como él había hecho, se dejasen seducir por la pasión del amor pastoral, y pudiesen, saliendo de sí mismos, llegar al "éxtasis de la acción", del que había escrito con frases convincentes nacidas de su propia experiencia, San rrancisco de Sales.22
No es raro, entonces, que con impaciencia urgiese Don Bosco a sus hijos: ¡'Trabajo, trabajo, trabajo! Este debía ser un imperativo vital y la aspiración mayor del sacerdote. No cansarse jamás de trabajar. ¡Cuánta gente se salvaría entonces! Cuántas cosas podrían hacerse que redundaran en una mayor gloria de Dios! Si los misioneros fueran de veras misioneros y los párrocos, párrocos, ¡cuánta santidad habría en la Iglesia!
Desgraciadamente muchas veces se rehúye el trabajo y se cede a las comodidades".23
Para Don Bosco, un presbítero es sacerdote cuando, tal como él lo ha experimentado en su vida y como quiere a sus sacerdotes salesianos, tiene hambre y sed; el Reino y se deja invadir por la caridad apostólica y quemar completamente ror ella. 24
Es la característica con la que el Concilio Vaticano II define la santidad de los sacerdotes en los numerales 12 al 18, y 22 de su decreto sobre el Orden Presbiteral: “"Configurado con Cristo sacerdote, el presbítero, halla en su mismo ministerio el medio de su santificación, si dócil al Espíritu participa del amor de Dios y confía en que el Señor que lo”.
Un presbítero plasmado por Dios a través de los jóvenes
Hay que tener todavía en cuenta que "el nuevo presbítero" había sido fraguado por Dios en Don Bosco poco a poco, a través de los jóvenes y para ellos. Así pensaba a sus "salesianos", los cuales vendrían a ser, sin más, una creación "oratoriana".
"En el medio teológico cultural de la época y con una particular influencia de la pastoral Milanesa y Lombarda, Don Bosco se busca su propio camino y su estilo oratoriano de acogida, de alegría, de familia, que impregna todas sus instituciones, caracterizándolas de modo inconfundible. Todo lo va elaborando a medida que acompaña a los jóvenes y en contacto con la realidad concreta de éstos. Con él, en la experiencia oratoriana, nace un nuevo tipo de agente pastoral, que se distingue por una espiritualidad propia, por un estilo especial de acción entre los jóvenes y por una constante tensión misionera hacia ellos".25
En sus primeras Constituciones, hablando del noviciado, sienta como criterio orientativo de la formación que el director espiritual (o maestro) "con máxima solicitud les haga aprender a sus novicios ese espíritu de caridad y de celo que debe animar a quien desee dedicar por entero su vida al bien de los jóvenes abandonados ".26
Así ve este aspecto un estudioso del tema: "Don Bosco tenía a sus seminaristas en continuo contacto con el oratorio. Ese estilo de formación no gustó al delegado de la Sede Apostólica (que había venido a mirar la experiencia turinesa del santo, en vistas a la aprobación de las Constituciones), y tampoco agradaba al arzobispo; sin embargo, era lo que ayudaba más, según él, a plasmar la imagen de su sacerdote y a imprimirle esas características que le serían esenciales en adelante.
El hombre de lo sagrado se vuelve el hombre que condivide; el personaje lejano, que causa distanciaminento, se vuelve un compañero de la vida, aun en el juego; porque el juego, y la alegría que genera, una alegría profunda, son momentos fundamentales de su pedagogía y de su sistema educativo.
Es entonces cuando el binomio 'salvación-temor' es substituido por el de/salvación-alegría'. El primer elemento no cambia, porque la finalidad que busca en todas sus actividades es siempre y sólo la salvación de sus jóvenes. Todas las enseñanzas de Don Bosco buscan expresar esa única verdad. Pero cambian los instrumentos y los medios. Emergen, entonces, o tal vez vuelven a emerger, términos que en el transcurso de la historia de la Iglesia han ido quedando relegados, porque, al hablar de alegría, se habla de amor, de paternidad, y de ternura..." 27
Leamos esta parte de los recuerdos de Jacinto Ballesio, alumno de Don Bosco: "¡Cuántas veces me viene a la memoria el recuerdo de Don Bosco! Le veo dulce y sonriente bajo el pórtico o en el patio, sentado en tierra, en medio de siete u ocho hileras de niños que, como flores vueltas al sol, en torno suyo se agrupan para escucharle". 28 "Entrad en el refectorio al concluirse la comida. Encontraréis a Don Bosco que, ocupado en continuo trabajo, llega el último de todos a tomar un ligero alimento. ¿Acaso es algo reservado especialmente para él? No, nada menos que la apostólica comida de los suyos, recalentada, por añadidura. Pero ¡cielos!, ¿qué algarabía es esa? Hay allí multitud de niños que juegan, cantan y gritan: unos en pie, otros sentados en bancas, otros sobre lamesa. Alrededor de Don Bosco se apiñan las cabezas. Casi no se le ve. Y, en medio de tal bullicio y de aquel ambiente apenas respirable, Don Bosco goza con sus hijos; a éste alienta con una palabra, a aquél con una cariciaf al de más allá con una mirada, al otro con una sonrisa: todos están contentos y él contentísimo. Aun mientras come Don Bosco no pierde oportunidad de cumplir su bendito propósito. Estar con los niños en su santa e irresistible pasión. Jamás se enfada, ni se turba; sólo siente que visitas sin objeto le distraigan sus familiares entretenimientos.
Después de pasar el día con nosotros la clase de la tarde, la de canto y música para unos, la de gramática y aritmética para otros, al toque de campana, íbamos a rezar. ¡Precioso y sublime momento! Mi corazón palpita de alegría al recordarlo. Entónase un cántico: trescientos muchachos forman un coro imponente que se oye a considerable distancia. Todos ruegan en voz alta y Don Bosco en medio, arrodillado como los demás sobre la dura piedra. ¡Qué bello y santamente recogido era entonces su continente!
Terminadas las oraciones subía sobre el pequeño púlpito. Al verlo aparecer allí paternalmente amoroso, sonriente, fijando en todos su bondadosa mirada, oíase en esa gran familia como un poderoso aliento, una exclamación, un plácido rumor, un prolongado suspiro de satisfacción y contento. Luego, en religioso silencio, sin apartar de él los ojos, escuchábamos las órdenes para el día siguiente y sus consejos. Recomendados éstos, como un padre a sus hijos, nos daba las buenas noches, saludo que era contestado con otro general, fragoroso y entusiasta de respeto y amor. 29
Un presbítero, por tanto, ¡profeta de la "alegría"!
Todas estas, en fin, son facetas de la contemporaneidad de su sacerdocio. Él sabía que era un contemporáneo de sus muchachos, los cuales lo necesitan como "padre" y como "amigo", y que, para ser lo uno y lo otro debería ser aquello que siempre había soñado ser para sí y para ellos, sacerdote; un sacerdote que, para serlo, tenía que poseer la alegría que brota espontánea de un joven cuando se siente amado de veras como joven, porque quien lo ama así, lo conoce, o cifra en él la confianza de que podrá abrirse en la vida una senda de esperanza, no ilusa, sino verdadera.
Para Don Bosco, esa esperanza tenía un nombre concreto, Jesucristo, "el hijo único de Dios, el Salvador prometido a los hombres para abrirles el camino del Cielo”. Y por eso quería ser "sacerdote para los jóvenes, porque Cristo había amado con predilección a los jóvenes, sobre todo a los jóvenes pobres. Esa era, en definitiva, su lógica elemental" y la razón de su vida. 30
Así, según la carta sobre el "espíritu de familia" que escribió desde Roma el 10 de mayo de 1884, el Sacerdote, según lo concebía Don Bosco, y que había ya tratado no sólo coherente sino apasionadamente de ser él mismo, tenía que imitar a "Jesucristo, que se hizo pequeño con los pequeños y llevó sobre sí nuestras propias enfermedades..., que no había apagado la mecha humeante ni roto la caña vencida"; que había hecho perceptible el amor que profesaba, porque sabía que sólo quien se siente amado ama, y que el educador que es amado puede hacer todo el bien posible a sus jóvenes! 31
¡Esta era "su alegría" y "la incomparable alegría" que su sacerdocio deparaba a los jóvenes! Por eso, siempre pudo afirmar que su delicia era estar con ellos, y por esto les insistía sin cesar: "¡estad siempre alegres!". La alegría de la que escribe San Pablo parece haber sido, efectivamente, un don particular con que el Espíritu enriquecerá su corazón hecho para anunciar la esperanza que no defrauda a los jóvenes. 32
Pero, precisamente la mirada y la convicción cristianas de su ministerio pastoral y educativo le hicieron concebir una "antropología realística" y, según ella, creyó en las insospechadas reservas humanas y "espirituales" de sus muchachos pobres, aun de lo más indefensos en su agresivo medio social; y, confiando paternalmente en ellos, los hizo aceptarse a sí mismos y poner en juego todos los recursos de su personalidad, para alcanzar el ideal pedagógico y ascético que les proponía. Su mensaje de santidad y de realización humana fue, así, un ideal "alegre", que les hizo partícipes de su propia "alegría".
En Don Bosco presbítero, siempre vieron sus jóvenes esta síntesis de valores. El sacerdote que los atendía en el confesionario era el que les enseñaba un arte para ganarse la vida, o los defendía de la explotación laboral, firmando con ellos un contrato de trabajo; el Don Bosco catequista y celebrante era el compañero que corría con ellos en el patio y el que, para llenar de sosiego y de alegría su vida, volvía a ser el "saltimbanqui" de Murialdo en la casa del Oratorio.
Por todo esto y por muchas cosas más, Don Bosco fue un sacerdote que hizo profetismo real y encarnado de la alegría. Un profetismo que siempre podía comenzar cuando demostraba a un joven concreto, cualquiera fuera su condición y sus antecedentes, el respeto y la confianza, y lo iba convenciendo de que siempre habría para él, si él lo quería, "algo grande" para ser en la vida, que eso grande y utópico quizá estaba a su alcance. 33
Un presbítero obrero del evangelio y de la educación
Además, un presbítero que ama al muchacho así como es, y lo hace asumiendo la realidad integral del joven, no sólo puede ser un testimonio cercano de virtudes y un profeta del Evangelio, sino un "sacerdote - obrero", y "artesano" que "pastorea" el rebaño a través de concretas tareas educativas, por medio de las cuales los jóvenes hallan motivaciones suficientes para crecer hacia la plenitud de sus valores humanos en Cristo.
Porque, ante todo, como lo precisa también desde su optica pedagógica el Padre Pedro Braido, Don Bosco quiso ser y fue realmente sacerdote y lo fue incluso más que educador. Su misma índole de educador como que se deriva de su sacerdocio y queda empapada de él: la caridad presbiteral está a la base de su sistema preventivo y de su pedagogía del corazón.34
En este proceso de identificación sacerdotal se va dando una reciprocidad entre el sacerdocio y su proyección educativa, como observa José Colomer. La vocación presbiteral de Don Bosco confirió a su vocación educativa el sentido más profundo y su forma de ser; mientras que la educativa confirió a su vocación sacerdotal la especificidad y la concresión. Se puede, pues, decir que la pedagogía de Don Bosco fue sacerdotal y que el sacerdocio de Don Bosco fueeducador y pedagógico.
Su afirmación al ministro Ricasoli en Florencia: "Don Bosco es sacerdote en medio de sus muchachos", debe ser aplicada también a su labor educativa. Nuestro Padre supo, pues, unir su vocación sacerdotal y su vocación de educador en un solo proyecto de vida y en una caracterfstica experiencia vivida, experiencia que el Rector Mayor, Don Egidio Viganó, ha condensado en la feliz frase: "Evangelizar educando y educar evangelizando". 35
Por todo esto, y porque su ministerio educativo y pastoral es una alternativa a las políticas represivas y manipuladoras, tanto de la sociedad de la Restauración como de la época del capitalismo industrial de su tiempo, Don Bosco es un "Sacerdote Alegre", y propone, como fuente de alegría: una pedagogía hecha para la libertad de los hijos de Dios y de los constructores de su Reino.
Un presbítero de inspiración y de corazón marianos
La vocación sacerdotal y presbiteral de Don Bosco se perfila en el Primer Sueño a la luz de María, Madre y Maestra de su misión, y esa presencia lo acompaña siempre, cumpliendo con él una verdadera "mediación espiritual y pedagógica".36
Cuando llega a su culminación el itinerario de su vida, de nuevo en el sueño de Barcelona de 1886, como lo había ella hecho tantas veces para aleccionarlo con la sabiduría del Evangelio en el ejercicio de su ministerio, emerge la Pastorcilla entre el boscaje cercano al mismo sitio de Murialdo soñado en 1825, con el rebaño que el Personaje le había confiado desde entonces, y le hace revivir la memoria de los primeros años, mostrándole ahora una grey de dimensiones universales. 37Para Don Bosco, Ella lo había hecho todo 38, y, en el ocaso de su vida, podía descansar en su seno con la misma confianza de un hijo que, presa de la debilidad de sus dolencias y de su agotamiento físico, necesitaba de nuevo invocarla entrañablemente como "Madre", con el vocablo piamontés con el que siempre había llamado a Margarita Occhiena. 39
Así, el Don Bosco histórico fue un presbítero fraguado en el troquel de esta experiencia eclesial, y por ello, pudo decir de la Virgen que era la "estrella de la mar, la luz que esclarece nuestros caminos; que era la vida y la esperanza del hombre de fe". Como para Cristo, María renovaba con Don Bosco el hecho de las Bodas de Caná, de suerte que no faltara el vino del amor y el pan material en la mesa de sus muchachos. 40
Si nunca estuvo ausente el nombre de María de su corazón y de sus labios de sacerdote, así quería, con San Bernardo, que nunca ese nombre estuviese ausente de los nuestros41, y de la misma manera que Jesús fue engendrado por la fe de María y fue educado por Ella, el presbiterado de Don Bosco generó una inmensa fíliación espiritual, y sus hijos, educados bajo la guía de esta Maestra, llevarán en su semblanza espiritual los rasgos de la espiritualidad mariana que identifican la vida sacerdotal y la acción educativa de Don Bosco. 42
¿Está Dios en Haití?43
Juan A. Estrada
Desde la perspectiva científica el terremoto tiene una doble explicación. Por un lado, una zona sísmica, siempre amenazada por terremotos y maremotos, que se suceden con frecuencia. Por otra, que se ha practicado una deforestación masiva del país, que contrasta con la superficie de la República Dominicana, la otra parte de la isla. Además se ha dado una sobreexplotación del suelo, un agotamiento de los recursos naturales, en parte por empresas que han sido pan para hoy y hambre para mañana, y una fuerte explosión demográfica bajo gobiernos corruptos y dictatoriales, como los Duvalier, cuyo heredero se gasta hoy su fortuna en Francia. Cuando el terremoto llegó casi todo se vino abajo, incluido el centro histórico y las instalaciones estatales. Pero el barrio rico y moderno de Pétion Ville, en Puerto Príncipe, apenas ha sufrido daños. Es una isla segura, sólida y bien librada del azote natural.
La conclusión es evidente: con otra política y gobierno, otra distribución de la riqueza y otro tipo de construcciones se hubiera amortiguado mucho la violencia de la naturaleza en el país más pobre de América. Antes que preguntarse por Dios, ¿por qué permite esto?, hay que preguntar al hombre ¿cómo consentimos que tantos seres humanos vivan en la miseria, indefensos ante la naturaleza? La tragedia de Haití sigue al tsunami de Indonesia y vendrán muchos más, porque tres cuartas partes de la humanidad viven en la pobreza, sin medios para controlar la naturaleza. Tenemos los recursos técnicos y materiales para reducir al mínimo estos desastres, pero la distribución internacional de la riqueza los invalida.
¿Y dónde está Dios? Seguimos esperando milagros divinos que cambien el curso de la naturaleza; apelamos a la Providencia para que intervenga en las catástrofes naturales; rezamos y pedimos prodigios y señales. Y Dios guarda silencio y no actúa como esperamos. No aprendemos de la historia. No paró la cruz en el Gólgota; no intervino para evitar Auschwitz; no es el Dios relojero de Newton, que ajusta el reloj natural de vez en cuando; no modifica las leyes de la creación, descubiertas por la ciencia. El hombre y el universo son obra de un creador que respeta la libertad humana y el dinamismo de la naturaleza. Si buscamos al Dios milagrero, siempre a la escucha de los deseos del hombre, busquémoslo en otra religión, no en la del Dios crucificado. Es inconcebible que los cristianos sigamos esperando intervenciones prodigiosas, como en tiempos de Jesús, sin asumir la mayoría de edad del hombre y la autonomía del universo, cuyas leyes conocemos mejor y cada vez más.
En cambio, encontraremos a Dios, si lo buscamos identificándose con las víctimas y llamando a los hombres de buena voluntad a la solidaridad y la justicia; si esperamos que Dios nos inquiete, nos provoque y nos llame a colaborar de mil maneras para mitigar el dolor en Haití; si creemos que Dios no es neutral y que el contraste entre el gran mundo pobre y la minoría de países ricos clama al cielo. Hay que ayudar a Dios para que se haga presente en Haití, porque necesita de los hombres para que llegue ahí el progreso y la justicia. Los muertos y refugiados de la catástrofe tienen hambre de justicia, la de las bienaventuranzas, y Dios necesita testigos suyos para hacerse presente.
Nadie puede hablar en nombre de las víctimas sin experimentar sus sufrimientos ni padecer su forma de vida, sólo hacernos presentes a ellos. El protagonismo corresponde al ser humano: Dios es autor de la historia, en cuanto inspira, motiva y envía para la solidaridad y la justicia. El Dios cristiano no es la divinidad griega que siente celos del hombre y castiga a Prometeo, sino el que se enorgullece de la capacidad para generar vida con la ciencia y el progreso, sólo exigiendo que los recursos naturales se pongan al servicio de todos. Hay que actuar como "si Dios no existiera" y todo dependiera de nosotros, universalizar la solidaridad y cambiar las estructuras internacionales que condenan a pueblos enteros a la miseria. Desde ahí podemos esperarlo todo de Dios y pedirle que fortalezca, inspire y motive a los que luchan por un mundo más justo y solidario.
Dentro de pocos meses Haití será un mero recuerdo, excepto para los que siguen allí, y los habremos olvidado, como a Indonesia o las hambrunas del África subsahariana. La gran tragedia del siglo XXI es la de una humanidad que tiene recursos para acabar con el hambre y mitigar las catástrofes naturales, pero prefiere emplearlos en armamento, para defenderse de los pobres; en policías, para evitar que lleguen a nuestras islas de riqueza y en los despilfarros consumistas de una minoría de países. Del mal de Haití somos todos responsables y la solidaridad no puede quedarse en el acontecimiento puntual, aunque sea necesaria, sino que exige otra forma de vida.
1 «Vida Religiosa» 107/3 (marzo 2009) 22-28.
2 «Revista de Espiritualidad» 68 (2009) 113-156.
3 «Cooperador Paulino» 147 (2009) 32-37.
4 El Plantío (Madrid), 10-11 de febrero de 2009.
6 2. McKinsey and Co., Nueva York, cf. www.harpers.org/Harperslndex2006- 10.html
(consultado el 23 de enero de 2007).
7 Don Miguel Rúa. Primer sucesor de Don Bosco, CCS, Madrid 2010.
8 Fernando PERAZA. “Perfil sacerdotal de Don Bosco”. CCS, Madrid, 2010. 89-104.
9 Fernando PERAZA L. SDB. "La parroquia salesiana en la Iglesia particular", CSR, Talleres Abya-Ayala, Cayambe, Ecuador, 1993, p. 119.
10 "La experiencia pedagógica de don Bosco", Las-Roma, 1989, p. 78.
11 MO.y [38].
12 Eugenio CERIA, "Epistolario di San Giovanni Bosco", SEI, Torino. vol 2, 1956, carta
430.
13 "Don Bosco Educatore o La Promozione Della Paternita". En "Don Bosco in terza página. La stampa e ilfondatore dei salesiani". A cura de Giuseppe COSTA. Instituto Teológico S. Tomaso. Messina, 1991, pp. 74-83.
14 "Mistero e storia, dono e profezia del Concilio". SEl. Turín, 1986, p. 110.
15 Cfr., "Lumen gentium", n. 18; n. 21; n. 28.
16 "Presbyterorum Ordinis", 2.
17 Egidio VIGANÓ, Roma, 17 de enero de 1988.
18 "Contemporaneitá di Don Bosco nella societá di ieri e di oggi". En "Don Bosco educatore oggi", Zurich-Pas Verlag, 1963, p. 31.
19 Carlos D 'ESPINEY, o. c, pp. 80-82.
20 Aldo GIRAUDO, o.c, p. 279.
21 Esta es expresión del historiador José Tuninetti, en la citada biografía de Marchisio:Mtarchisio era sacerdote diocesano que se había santificado como tal en su parroquia de Rivalba (Don Clemente Marchisio. Un profilo storico", o. c, pp. 52-55: "identikit di un prete").
22 En el "Tratado del amor de Dios", Francisco de Sales describe tres clases de éxtasis: de la "contemplación ", el del "afecto ", y el de la "acción ". El primero nos desapropia de nosotros mismos fijándonos en Dios como en supremo amor; el segundo, nos une a El, de forma que 'iinemos hacia él siempre, como la brújula a su norte; el de la "acción" es la entrega completa Dios y a los demás de suerte que sólo por El y por el prójimo vivamos ya, olvidándonos de nosotros mismos, y superando cualquiera tendencia egoísta. Ahí está la esencia de su humanismo le su mística (Adolfo LARCO, "II piu cortese dei santi e il suo messaggio", Ed. Cooperatori .desiani, Roma, 1968, pp. 216-222). El último grado de la contemplación coincide con el supremo grado de la pobreza, que es darse a sí mismo al servicio de los pobres por este amor soberano de Dios (Tratado del Amor Divino, cap. IX, Viguera Franco Valentín, "San Francisco de Sales", ed. Palabra S. A., Madrid, 1990, p. 216).
23 Del sueño del 29/30 de septiembre de 1884 (MB., vol. 17, p. 331).
24 Joseph AUBRY, "Consagración y misión, hoy", voll, CCS., Madrid, 1981, pp. 114-115.
25 Gioachino BARZAGHI: "Rileggere Don Bosco nel quadro culturale dellas Restaurazione Cattolica. LES., Librería Editrice Salesiana. Milano, 1989, pp. 162; 166-168. Eernando PERAZA L. SDB, "La parroquia salesiana en la Iglesia particular", o. c, p. 115.
26 Constituciones de 1858, "Degli atri Superiori", 2.9 (Giovanni Bosco, Scritti editti, vol. I, "Costituzioni della Societá di San Francesco di Sales [1858] -1875. Testi critici a cura di Francesco Motto SDB", Las-Roma, 1982, p. 146).
27 Maurilio GUASCO, "Laformación del clero: los seminarios " ("Storia di Italia ", Annali 9, La Chiesa il potere político dal Medioevo all'etá contemporanea. A cura di G. CHITTOLINI e G. MICCOLi, Torino, ed. Einaudi, 1986, p. 33).
28 Don Ballesio, (1842-1917), doctor en teología y cura de Moncalieri, fue designado por sus condiscípulos para pronunciar la oración funebre en honor de Don Bosco, en las honras hechas a su bendita memoria por los antiguos alumnos del Oratorio. Esta oración fúnebre que manifiesta la vida íntima de Don Bosco es una verdadera obra maestra. Llenas están todas sus páginas de ese encanto que sólo la afección sabe producir, y fielmente se describe en ellas la exquisita delicadeza con que el hombre de Dios dirigiría las almas de sus muchachos, encaminándolos por la vía esplendorosa de la gracia y de las delicias del amor divino.
29 Carlos D 'ESPINEY, o. c., pp. 58-59.
30 Anastasio BALLESTRERO, "Don Bosco, prete per i giovani", LDC, Torino (Leuman), 1987, pp. 31-32; 35-36.
31 Giovanni BOSCO, "Scritti sul Sistema Preventivo nell'educazione della gioventü". La Scuola Editrice, Brescia, 1965, 25; "II Sistema Preventivo di don Bosco", o.c, pp. 90-91.
32 Gal. 5, 22-25.
33 Cfr. Domenico AGASSO, un "Don Bosco in terzapagina", La stampa e il Fondatore dei Salesiani "A cura di Giuseppe Costa", ed. Istituto Teologico S. Tornnaso, Messina, 1991, p. 49.
34 Pietro BRAIDO, "La lettera da Roma di Don Bosco del 10 maggio 1884", "En ricerche storiche salesiane", 3 (1984), pp. 342-346.
35 José COLOMER, "Don Bosco sacerdote" (Cuadernos de Eormación Permanente, n. 5. CCS, Madrid, 1987, 44).
36 Francis DESRAMAUT, "Don Bosco y la Vida Espiritual", ed. CCS Madrid, 1994, 86-87.
37 MB. vol. 18, pp. 72-74. Fausto JIMÉNEZ, "Lossueños de don Bosco", ed. CCSMadrid, 1989, 339-341.
38 MB., vol. 5, pp. 120-121; 17; 439.
39 Francis DESRAMAUTdescribe gráficamente las expresiones del santo del 29 de enero de 1888: "Oh ! madre, ábreme las puertas del paraíso!", y la continua invocación filial prolongada durante todo el día, según la crónica de Carlos Viglietti ("Don Bosco en son temps", (1815-1888), ed. SEI, Torino, 1996, p. 1343).
40 Aldo GIRAUDO, "Pregare con don Bosco", ed. Dall' Oglio, 1987, pp. 122-123.
41 Ibid., 125.
42 Ibid., 127.
43 «Granada hoy» (23 de enero de 2010).